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Una receta es una descripción ordenada de un procedimiento culinario.

Suele consistir
primero en una lista de ingredientes necesarios, seguido de una serie de instrucciones con la
cual se elabora un plato o una bebida específicos.1 Suele incluir en algunos casos una lista de
los utensilios de cocina adecuados para su realización. Ocasionalmente incluye una descripción
social, histórica que motiva la receta.2

Las recetas pueden transmitirse a lo largo de la historia de los pueblos, de generación en


generación, mediante tradición oral, o escritas mediante su recopilación en libros de cocina o
recetarios culinarios. Este conocimiento compilado forma parte importante de la cultura de un
grupo humano, su evolución permite conocer los cambios a los que se ve sometida una
cultura. Su empleo en estudios sociológicos y antropológicos, o en historia permite conocer las
condiciones culinarias, los gustos, e influencias de un periodo.3 En el siglo XXI las recetas
culinarias aparecen frecuentemente en medios de comunicación como programas de
televisión, revistas, periódicos y blogs.

Las recetas se clasifican en:

Recetas Controladas: son aquellas, que vienen avaladas por la dirección Nacional de Control de
Drogas y consta de una original y cuatro copias. La original se queda en la farmacia. El
duplicado es para la DNCD, el triplicado es para el interesado o paciente, cuadriplicado para
MIPAS (Ministerio de salud pública y asistencia social). El quintuplicado es para el médico o
doctor.

Recetas Formales: son aquellas, que no necesitan tener permiso de la DNCD para medicar el
paciente.

La margarita (cuento)

Había una vez una casa de campo con un jardín lleno de flores y una cerca pintada. En medio
del bello y verde césped crecía una pequeña margarita. El sol era igual de generoso con la
pequeña margarita que con las grandes y suntuosas flores del jardín. Y la margarita crecía, de
hora en hora.

Allí estaba una mañana la margarita, recibiendo el calor del sol, despreocupada, sin dolerse de
ser una pobre flor insignificante. Estaba contenta y, mirando al sol, escuchaba el alegre canto
de la alondra, feliz como si fuera un día de fiesta. Los niños estaban en la escuela, y mientras
ellos estudiaban, la margarita aprendía a conocer la bondad de Dios en el calor del sol y en la
belleza de lo que la rodeaba.

En el jardín vivían muchas flores distinguidas y tiesas que no prestaban la menor atención a la
humilde margarita. Pero ella sí las veía, y pensaba cosas bonitas de ellas. Y mientras pensaba
en lo afortunadas que eran sus vecinas porque los más hermosos pájaros las visitarían,
entonces recibió la visita de la alondra. Eso sorprendió a la margarita.

El avecilla revoloteaba a su alrededor, cantando: “¡Qué mullida es la hierba! ¡Qué linda


florecita, de corazón de oro y vestido de plata!”. Y es que el punto amarillo de la margarita
relucía como oro, y eran como plata los diminutos pétalos que lo rodeaban.
El pájaro besó a la margarita con el pico y, después de dedicarle un canto melodioso, volvió a
remontar el vuelo. Cuando la margarita se repuso de la sorpresa se sintió un poco
avergonzada, pero en el fondo rebosante de gozo, y miró a las demás flores del jardín. Tras
presenciar el honor de que había sido objeto, sin duda las demás comprenderían su alegría.
Pero no fue así. Tras sentir el malhumor de las demás, la margarita lo sintió en el alma.

De repente, llegó al jardín una muchacha y, con un cuchillo, se dirigió directamente hacia los
tulipanes. Y los cortó uno tras otro.

-¡Qué horror! -suspiró la margarita-. ¡Ahora sí que todo ha terminado para ellos!

La muchacha se alejó con los tulipanes, y la margarita se sintió feliz de permanecer fuera, en el
césped, y de ser una humilde florecilla. Y sintió gratitud por su suerte.

A la mañana siguiente, cuando la margarita se despertó, reconoció la voz de la alondra. pero


era una voz triste la que cantaba ahora, pues la habían cogido y estaba prisionera en una jaula,
junto a la ventana abierta. ¡La pobre avecilla estaba bien triste, encerrada allí!

De pronto salieron dos niños del jardín. Uno empezó a cortar tulipanes con un cuchillo. Luego
fueron hacia la margarita, que no acertaba a entender por qué.

-Podríamos cortar aquí un buen trozo de césped para la alondra -dijo uno, poniéndose a
recortar un cuadrado alrededor de la margarita, de modo que la flor quedó en el centro.

-¡Arranca la flor! -dijo el otro, y la margarita tembló de miedo.

No, déjala -dijo el primero-; hace más bonito así.

Y de esta forma la margarita se quedó con la hierba y fue llevada a la jaula de la alondra.

Pero la infeliz avecilla seguía llorando su cautiverio, y no cesaba de golpear con las alas los
alambres de la jaula. Y así transcurrió toda la mañana.

¡No tengo agua! -exclamó la alondra prisionera-. Se han marchado todos, y no han pensado en
ponerme una gota para beber. ¡Ay, me moriré, lejos del sol, de la fresca hierba, de todas las
maravillas de Dios!. Y hundió el pico en el césped, para reanimarse un poquitín con su
humedad. Entonces se fijó en la margarita, y, saludándola con la cabeza y dándole un beso,
dijo:

-¡También tú perecerás aquí, pobre florecilla! Tú y este puñado de hierba verde es cuanto me
han dejado de esLa margaritae mundo inmenso que era mío. ¡Ah, tú me recuerdas lo mucho
que he perdido!

-¡Quién pudiera consolar a esta avecilla desventurada!-, pensaba la margarita, sin lograr mover
un pétalo. Pero el aroma que exhalaban sus hojillas era mucho más intenso del que suele
serles propio. La alondra se dio cuenta y, aunque sentía una sed abrasadora que le hacía
arrancar las briznas de hierba una tras otra, no tocó a la flor.
La clasificación de los textos según las funciones del lenguaje (texto informativo, texto
apelativo, texto expresivo y texto literario)

Ambas clasificaciones tienen sus inconvenientes:

La basada en los géneros literarios consideran al texto literario como único modelo a imitar,
alejando al alumno de cualquier otro género como, por ejemplo, los discursivos, que
habitualmente el niño utiliza en la vida cotidiana y para los cuales también tiene que adquirir
competencias.

Por otra parte, la clasificación según las funciones del lenguaje aleja al alumno de un contexto
real, ya que en ningún texto se encuentra únicamente una sola función. Proponemos una
tipología textual que se acerque a la utilizada por los alumnos en la escuela y que es la
siguiente:

extos Descriptivos

Textos Narrativos

Textos Argumentativos

Textos Expositivos

Textos Instructivos

Lo que nos interesa es tener bien claro que lo que define el formato textual es la intención
comunicativa. De acuerdo a la intención que tenga el emisor de instruir, informar, narrar,
describir o argumentar, elaborará un texto con determinada superestructura.

“...Las superestructuras son unidades globales que caracterizan un tipo de texto


independientemente de su contenido, sirven para determinar el orden de las partes y
configurar un esquema al que el texto se adapta...”

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