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El cuerpo: principio ecológico.

Una propuesta
para los ecologistas.

Francisco Mora Larch.

"Estamos todos dominados por una concepción anquilosada sobre lo


que es importante y lo que es irrelevante".

M. Kundera.

En épocas de crisis como la que vivimos, algunos de los valores que sustentan nuestro
proceder pueden ser removidos, modificados, resquebrajados o simplemente marginados y
eliminados del diario vivir.

Por lo regular, estos momentos de cambios radicales, que en ocasiones trastocan de manera
dramática los aspectos subjetivos primarios de quienes los experimentan, nos hacen replantear
nuestros esquemas de referencia con los que percibimos, pensamos e interpretamos los
acontecimientos, ya que esos aspectos se ven sometidos a duras pruebas desde el entorno
social, que irrumpe ahora de forma ‘salvaje’ en nuestros ámbitos más privados e íntimos.

Pareciera que los espacios de mediación entre individuo y sociedad se hubiesen difuminado
automáticamente, al irse retirando el estado como regulador y representante de la ley ante el
todo social, limite ausente que como una cerca que cae deja a merced del más fuerte o del
mas rapaz el ejercicio arbitrario de su poder, vuelta a la "ley de la selva"

Este tipo de sociedad nos trata como meros espíritus, que solo son afectados en un nivel
superior, espiritual (la maquina funcional al sistema de extracción de plusvalor). Luego, si
‘fallamos’ al sistema, se reconoce la disfunción en el nivel material concreto de la existencia: el
cuerpo, olvidando o negando que el cuerpo es movido por esa máquina o aparato metafísico.

La realidad suele ser muy otra y sabemos que muchos de los problemas derivados desde lo
alto, tienen una repercusión directa en el bolsillo, un ámbito concreto y por eso, doloroso; ahora
duele más un mal negocio, lloramos más la pérdida económica que el derrumbe de los lazos
sociales afectivos que mantienen a una familia unida o integrada afectivamente. Bueno fuera
que ahí quedara la cosa.

Gran parte de las repercusiones que traen las crisis van más allá de cuestiones financieras,
planean, en una maniobra de aterrizaje forzoso y destructivo sobre ‘la superficie’ del cuerpo, en
el espacio corporal. El cuerpo es el soporte material de las crisis no solo financieras sino
políticas, sociales, organizacionales, familiares e individuales. Sin embargo, esta subtendido
por las redes vinculares afectivas que lo llevaron a armarse como cuerpo erógeno, libidinal,
deseante. El nuestro no es un cuerpo dado o heredado, es una construcción socio-afectiva,
imaginaria, lingüística, deseada y casi inmediatamente, deseante.

El cuerpo comparte con muchos otros objetos físicos el uso diario, permanente y cotidiano que
le damos, exigencias a veces mayúsculas a las cuales lo sometemos, y en la epoca actual, es
el cuerpo el que sufre los excesos de una sociedad "opulenta", y es en los cuerpos donde
leemos los excesos chismosos del individuo que ha perdido el rumbo (exceso de peso, exceso
en el beber, exceso de velocidad).

Pero existe una diferencia con respecto a los demás objetos y es que nuestro cuerpo esta
‘subjetivizado’, humanizado, no es una cosa física (aunque tenga existencia física), y aunque la
mayoría de las veces así se lo trate: en una sociedad como esta, el cuerpo se cosifica como
objeto de intercambio mercantil, como objeto de consumo, como objeto de placer al que se usa
y se desecha. Pero la particularidad es que este supuesto objeto es producto de la actividad
humana, es un objeto construido en la trama de vínculos afectivos y de relaciones sociales y
sobre todo en el nivel de los intercambios lingüísticos.
El cuerpo es la existencia humana particular y a la vez universal, nos representa a todos por
igual; en épocas de crisis, los cuerpos experimentan, viven y soportan cambios vitales o
existenciales, lo que nos hace tomar mayor conciencia de nuestra inserción concreta en la
sociedad.

Soy testigo en muchas ocasiones, en el encuentro grupal, de la forma en como este tipo de
sociedad neoliberal, ‘trata’ nuestros cuerpos, y así no deja de sorprender e indignarse ante el
sujeto deficitario, carente, disminuido, desconectado de su cuerpo vuelto piltrafa, de su mente
deteriorada por la saturación (exceso) de estímulos aberrantes, o por la ausencia crónica de
alimento "para el alma", inducido a la droga, drogado, o simplemente abandonado y olvidado,
lleno de polvo y sucio arrojado al cajón de los recuerdos, de una memoria que no puede salir
de su sueño aletargado.

Es en estos momentos que los cuerpos expresan, más que enfermedad, dolencias,
sufrimientos, desgarramientos, abandonos, mutilaciones afectivas, productos de la generación
del malestar cultural que no deja de tocar a la puerta; cuando la represión excedente
provocada por una cultura de explotación, de saqueo, de opresión se vuelve intolerable, el
cuerpo habla a través de lenguajes cifrados, mudos, de cuerpos que gritan su dolor silenciado
en la enfermedad física, psicosomática o mental, en el desfallecimiento del ser, en la negación
del sujeto vuelto solo un consumidor de las baratijas del mercado, atrapado y sin horizonte en
el océano de la información, será el último lugar en donde se lo pueda localizar, antes de
ahogarse en este mar de imágenes y de "comunicación".

Si la crisis es época de cambio, el cuerpo vivirá la experiencia vital más o menos preparado,
más o menos descompasado ante lo nuevo y caótico, ante las demandas imposibles de un
sistema que requiere el sacrificio de cuerpos y espíritus a las leyes implacables de un modus
vivendi que consiste en ‘sálvese el que pueda’, y ‘sacrifiquemos a los disfuncionales al sistema’
negando su existencia física, negando su necesidad material, negando su humanidad. En tal
situación, ¿Cómo enfrentar los retos que depara la existencia social? En la frase del inicio M.
Kundera parece aludir a una orientación errada del sentido existencial, de la vida humana-
social en los tiempos que corren.

Pocas veces nos hemos preguntado ¿Qué tanto me conozco?. Luego, abordamos esta
pregunta por el lado del carácter, de ?la forma de ser?, con cierta conciencia de la edad y el
sexo nos definimos, pero no le entramos a hablar de nuestro cuerpo, cómo funciona, sus fallas,
su cansancio, su vitalidad o su erotismo. Al preguntarnos, qué es lo importante, la respuesta
lógica, hablando de personas es: todo. Pero hay algo más, la cuestión del cuerpo va más allá
de la salud física y espiritual, el único parámetro que tenemos para medir la obra humana es el
propio cuerpo.

Por miles de años la unidad de medida ha sido el esquema corporal, dándose más por
analogía y simbolismo que por una conciencia plena del ser. Apenas está en pañales una
filosofía sobre el cuerpo que induciría a una reflexión sana y necesaria acerca de nuestra
naturaleza básica y superior a la vez.

El cuerpo no es solo soporte material, habla cuando el sujeto enmudece ante la sinrazón de la
razón material, ante la razón instrumental, la del poder oprobioso, de la caridad que disimula el
despojo al que se es sometido, sin entender bien a bien lo desigual del intercambio, cuando es
posible acceder a ser solo un agente económico, pero no político, educativo, social o cultural.

Si hasta hoy, el cuerpo humano es la medida de todas las cosas, una reflexión sobre el mismo
nos permitirá ampliar la conciencia de los usos de las ciudades como cuerpo, de la naturaleza
como cuerpo, del todo social como cuerpo; del semejante (‘como cuerpo ajeno’), del planeta
como cuerpo materno (cuerpo celeste, esfera liquida).

Los usos irracionales, destructivos y aterradores que hacemos del mundo y de las especies
que lo habitan, no son más que reflejo de los usos irracionales del cuerpo humano, de las
prácticas terribles a que lo hemos sometido, un cuerpo que no es tratado como tal, que no es
respetado, que no es humanamente conocido, debido a los tabúes que se ciernen aun sobre él;
que cada día se ve arrastrado y sometido por los poderes económicos, políticos y ahora
comerciales a exigencias ingratas, cuerpos pasivos que padecen la vida, que se atrofian e
hiper-atrofian en vez de evolucionar hacia el cuerpo activo, que se transforma y transforma el
entorno social en función comunitaria y no en bien privado.

De ahí, que una ecología del cuerpo esta aun por hacerse, de allí las fallas lamentables, sin
conciencia de una ecología a secas, des-implicada de todo compromiso serio con el entorno
del que somos producto y productores.

La naturaleza, ¿Qué necesita?: ser respetada, preservada, cuidada, aseada, sustentada,


amada; pero seguimos viendo hacia fuera y no comenzamos con el aspecto ‘natural’ que
tenemos a la mano: el cuerpo. Respetar, cuidar, sostener, conservar y amar manteniendo en
buen estado aquello que nos permite estar y ser, la ecología es solo la forma externa de la
conciencia de nuestro propio cuerpo, sometido a los caprichos de quienes se han ocupado de
someterlo y torturarlo con exigencias moralistas, religiosas, políticas, económicas y
comerciales.

El trabajo sobre el propio cuerpo está por hacerse, pasar de un cuerpo en sí, a un cuerpo para
si. Es insostenible seguir negando la realidad de la atroz y aberrante manipulación del cuerpo?.

La atención, el respeto, el amor y el disfrute del propio cuerpo es el prerrequisito que rompa las
incongruencias y nos permita militar íntegramente en la defensa de la vida en la tierra, tarea
ineludible del sujeto del siglo XXI. Para ello, será necesario superar y levantar el mecanismo de
la negación y apuntar a conjuntar la razón y el afecto, Y la libertad individual en el marco del
sentido humano de la existencia social.

No se trata de volver a las formas tradicionales de la existencia, separando lo que siempre ha


estado en conjunción, se trata de discernir nuevas formas de relación y de vínculos, desde una
óptica critica que permita tomar una posición más consciente de las causas que producen los
efectos más terribles y dañinos de un sistema que niega al sujeto y a su soporte material, en
nombre de la función utilitaria y de extracción inagotable de un plus que nunca llenará el hueco
de la maquinaria voraz del sistema.

Ahí es donde se pierde el sentido de lo que es importante para cada uno de los actores
sociales, sujetos activos que intentan la recreación de un mundo más humano para todos. En
este sentido, sería interesante, proponer que el hábitat del ser humano, su cuerpo (físico,
erógeno, político, libidinal, deseante), se convierta en el principio ecológico de la existencia.

Así, el cuerpo ya no será la medida de todas las cosas (cuerpo objeto), serán las cosas, los
actos, las relaciones las que estarán en función de una política abocada a los derechos del
cuerpo. Entonces, y andando... ¿Amor por el cuerpo?, y no ...cuerpo entregado o sometido al
goce.

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