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Cerda Todos Los Pardos Son Gatos
Cerda Todos Los Pardos Son Gatos
Martha Cerda
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INTRODUCCION;
Todos los pardos son gatos es una obra en un acto, con la cual Martha
Cerda incursiona en el género de la dramaturgia. No vamos a hacer
comparaciones con su narrativa, ya justamente valorada por la crítica.
Esta pieza teatral dramatiza, o mejor dicho hace una síntesis dramática, en
la evocación de Elena, de los sucesos sangrientos del 68 en México, cuya
consecuencia fue el exilio de la escritora. Los parlamentos son congruentes
con los estados de ánimo de ella y su hija: van a ser desalojadas de su
departamento en París y en su difícil situación económica hacen el recuento
de sus vicisitudes.
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El hombre sabe donde nació, más no de dónde es.
El estado político impone ilimitadas negaciones a su verdadera libertad, y
tal situación lo convierte en un hombre sin patria. Sólo si se borran las
fronteras y todo el Planeta fuera un solo país de extranjeros, se acabarían
sus males sociales:
La panacea que propone Martha Cerda para los males del mundo es una
anarquía idealista y una realidad filosófica, porque el hombre de tierra es
un extranjero de la Tierra.
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A Elena Garro, con admiración.
Drama en un acto
PERSONAJES
ELENA: (madre), 75 años.
HELENITA: 40 años.
GLORIA: 40 años.
ESPOSO DE GLORIA: 45 años.
NIÑA, HIJA DE GLORIA: 12 años.
GATO I.
GATO II.
EMBAJADOR.
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ACTO ÚNICO
GLORIA: No contestan.
ESPOSO: ¿No habrá nadie?
GLORIA: Le avisé a Helenita que veníamos. (Dejando de timbrar).
ESPOSO: Vuelve a insistir.
GLORIA: Helenita me dijo que salía a las seis, apenas son.
(Mirando el reloj). Quizá no ha llegado, pero la otra Elena sí debe estar.
(Volviendo a timbrar).
NIÑA: Mejor vámonos.
GLORIA: Venir a París y no visitarlas sería el colmo.
ESPOSO: Si no llega en diez minutos nos vamos. Quizá se les olvidó, ya
ves que son medio raras.
GLORIA: Cállate, no vayan a estar oyéndonos.
ELENA: ¿Quién es? (hablando por el interfón, por el que había escuchado
todo).
GLORIA: Yo, Elena. Gloria Vázquez.
ELENA: Ah.
GLORIA: Quedamos con Helenita de venir a las seis.
ELENA: Voy a abrir… ¿Ya? (Por el interfón).
GLORIA: Sí. (Empujando la puerta).
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ELENA: Sí, pero me quedé dormida. Debí haberme arreglado, pero me
siento tan mal. Siéntense, Helenita no tardará.
(Elena se sienta en el único sillón, junto con Gloria, quien se quita el abrigo. El Esposo
y La Niña se quedan parados sin saber dónde sentarse).
Jala unas sillas de ahí.
(Señalando al Esposo un rincón donde está una mesa con varias sillas. El Esposo pone
las sillas frente al sillón y se sientan él y La Niña).
GLORIA: ¿Cómo les ha ido después que regresaron de México?
ELENA: Peor que antes. Yo no quería ir porque sabía que iba a pasar esto.
No tenemos para pagar la renta ni para comer, porque a Helenita no le han
pagado desde hace dos meses. Le ofrecieron darle sus vacaciones
adelantadas y ahora dicen que siempre no. Yo lo sabía. Estoy tan enojada
con esos cabrones. ¿No quieren una uva?
(Tomando una de un platón con fruta que está sobre la mesa).
GLORIA: Yo sí, ¿ustedes? (Dirigiéndose al Esposo y a La Niña).
ESPOSO: Gracias. (Tomando una uva y dándole otra a La Niña).
GLORIA: ¿Cuánto hace Helenita de su oficina aquí?
ELENA: Una media hora.
GLORIA: Elena, si quieres acostarte nosotros la esperamos.
ELENA: No, he estado acostada desde que llegué de México.
GLORIA: Lo leí en la entrevista que te hicieron hace poco.
¿Entonces era cierto?
ELENA: ¿Creías que no lo era?
GLORIA: Es que después de aquel gran recibimiento en México, es
imperdonable que estés en esta situación.
ELENA: Pues es la verdad, no sé para qué fuimos. (Se oye el timbre de la
puerta). Debe ser Helenita. (Levantándose hacia el interfón para abrir).
SEGUNDA ESCENA
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¿Verdad que no es justo que traten así a la hija de la mejor escritora
mexicana?
GLORIA: No, realmente deberían darles más ayuda.
HELENITA: Yo les dije: “Mi madre es una anciana y la van a echar a la
calle por su culpa”. Miren, aquí traigo el memo. También dicen que no hay
dinero en caja. Sinvergüenzas, ladrones, ellos sí se roban lo que quieren.
Voy hablarle a mi papá, a México, para que sepa lo que está sucediendo.
ESPOSO: Pues nosotros ya nos vamos, nada más queríamos saludarlas.
ELENA: ¿No se van a quedar a cenar?
HELENITA: Sí, no se vayan ¿Ya viste los gatos? (Dirigiéndose a Gloria).
GLORIA: No, ¿dónde están?
HELENITA: En el clóset, ven a verlos. (Se dirigen al clóset. Helenita abre las
puertas. Entre faldas de encaje de todos los colores saltan dos hombres vestidos de
gatos).
GLORIA: ¡Ay…! qué bonitos. (Los gatos se acomodan por ahí y ronronean).
ELENA: (Angustiada). Helenita, se nos olvidó que los gatos no tienen comida,
ve a comprarles.
HELENITA: Nosotros tampoco, deja acabarme el cigarro y luego voy.
ELENA: No, Helenita, te cierran la tienda, ve ahorita.
HELENITA: Mamá, la tienda de los árabes está abierta hasta tarde.
ELENA: Helenita…
HELENITA: Está bien. ¿Me acompañas, Gloria?
GLORIA: Bueno. (Mirando al marido con gesto de ni modo).
(Se ponen los abrigos y salen. Se quedan el Esposo, Elena y La Niña, platicando).
TERCERA ESCENA
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es lo único que me queda y en este viaje casi me despojan de ella, con
tantas novedades. ¿A cambio de qué?
ESPOSO: De la realidad, Elena. El tiempo ha pasado.
ELENA: ¿Cuál de todas? Voy a demostrarte que hay muchas realidades.
Aquí el tiempo no puede entrar. Las seis de la mañana son igual que las
seis de la tarde.
ESPOSO: Ya me di cuenta. Y 1968 es igual a 1992, y París a México,
¿verdad?
ELENA: ¿Para ti es distinto? Allá afuera la gente vive sólo el presente. No
comprenden que así siempre tendrán un segundo de vida nada más, el que
están viviendo. Por eso no les cuesta trabajo morirse. Malo yo, cómo me
han durado los recuerdos. Si me invitaron a México porque creen que ya
me voy a morir, se equivocan, mientras siga recordando todo como era
antes….
NIÑA: ¿Qué es ese ruido?
ELENA: Son los gatos, han de andar en la cocina comiéndose los frijoles,
tienen hambre.
NIÑA: ¿Voy a ver?
ELENA: Si quieres ve a jugar con ellos. Pobrecitos, están todo el día
encerrados. La casera es capaz de matarlos si los ve.
(La Niña sale).
ESCENA CUARTA
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ESPOSO: Soy católico.
ELENA: Yo también, y fíjate, me acusaron de ser comunista, espía de
Castro y no sé cuantas cosas más, porque escribía en los periódicos lo que
muchos pensaban, pero no se atrevían a decir. Me amenazaron con
matarme. Salimos de noche huyendo por la carretera a los Estados Unidos.
Los gringos también nos corrieron. Tenemos más de veinte años en el
exilio. Tú eras muy joven, ¿no anduviste en lo del sesenta y ocho?
ESPOSO: No. En provincia no nos dimos cuenta de lo que estaba
sucediendo en la capital, hasta después de que pasó lo peor.
ELENA: Pues de lo que te perdiste. Era la época en que acababan de
asesinar a Kennedy. De Castro Ruz cuando era Castro Ruz. Ahora es un
viejo que vive de recuerdos. Aquí en Francia, De Gaulle, en sus
postrimerías, como la historia misma de la postguerra, ya no podía seguir
alimentándose de los triunfos y derrotas ajenos. En México estábamos
borrachos de modernidad y riqueza. Éramos la sede de los juegos
olímpicos. Parece que fue hoy. Si, hoy, hace unas cuantas horas, cuando
mucho en la mañana. Ahí veo a aquéllos, sí, aquí están. ¿No los ves?
(Mirando al vacío).
ESPOSO: ¿A quiénes? (Mirando hacia donde le señala Elena).
ELENA: A todos. Mira, somos tú y yo, el dramaturgo, el poeta, el crítico. De
lo único que no me acuerdo es de los nombres. ¿Tú los reconoces?
ESPOSO: Bueno, tal vez se parecen a algunos escritores, pero están más
jóvenes.
ELENA: Algunos están muertos, obsérvalos, son los que se ríen. Y mírame
a mí, me veo guapa, ¿verdad? Aunque ya tenía cincuenta años, pero estaba
llena de vida.
ESPOSO: ¿Eres la que lleva fumados más de veinte cigarros?
ELENA: Cuál otra. ¿Tú ves que estemos haciendo algo malo?
ESPOSO: No, parece que estamos platicando.
ELENA: Exactamente, estamos ejerciendo la libertad de expresión y de
reunión que nos da nuestra Carta Magna. En otras palabras, estamos
componiendo el mundo con una taza de café, como buenos mexicanos.
ESPOSO: ¿Y nos pueden castigar por eso?
ELENA: Cállate. ¿No escuchas algo?
ESPOSO: Parecen disparos. ¿De dónde vienen?
ELENA: Unos de aquí, otros de Praga y, los de más allá, de Tlaltelolco.
ESPOSO: Parece como si los dispararan a un tiempo.
ELENA: Así es, en el sesenta y ocho.
ESPOSO: Se oyen igual de cerca, o… de lejos.
ELENA: Aquí nos llegan juntos porque vienen del mismo año. ¿Has visto
matar a un muerto miles de veces?
ESPOSO: No.
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ELENA: Yo sí. Al mismo todos los días. Ya se están alejando las balas,
¿verdad? Sí, ya van como a quince años de distancia, ¿oyes? Y mira,
también se fueron ellos, sólo quedamos tú y yo.
ESPOSO: Pero yo no me acuerdo cómo llegué ahí, o aquí.
ELENA: Ninguno nos acordamos porque nadie nos preguntó si queríamos
venir o no. Para muchos la vida está hecha de olvidos.
ESPOSO: Estoy completamente de acuerdo contigo. En México ya no
recordamos el sesenta y ocho. En cambio se reconoce tu obra. Tu regreso
fue un acontecimiento.
ELENA: Sí, homenajes aquí, homenajes allá. Unos organizados por los
contrarios de los otros, como siempre. Yo no sabía que estaba así la cosa y
acepté ir a todos. Al final quedé mal. Me dijeron traidora, Traidora… igual
que entonces.
ESPOSO: ¿Y esa vez nadie te defendió?
ELENA: Nadie, cuándo salí de México no pude sacar dinero porque me
confiscaron mis cuentas. Afortunadamente tenía un pisito aquí en París. Lo
vendí, pero gasté el dinero en una operación de Helenita. Quítate, Lola.
Esta es Lola segunda. Lola primera se murió en España. Ahí sí nos las
vimos negras. Ya no teníamos ni un centavo y fuimos a dar a un asilo con
todo y gatos.
ESPOSO: ¿Y se los admitían?
ELENA: Los metíamos a escondidas de los vigilantes. Pero como te iba
diciendo, me acusaron de ser espía de Castro y también de la CIA. No
dudo que hayan creído que era la Mata Hari de los pobres. Los comunistas
eran ellos porque no tenían en qué caerse muertos. Pero míralos ahora, con
sus casas de lujo y sus coches último modelo, a ver si siguen siendo
comunistas. A las únicas que nos dieron en la madre fue a nosotras. Y a
propósito de corrupción, ¿en México ha disminuido?
ESCENA QUINTA
(Se ilumina otra parte del escenario, donde aparecen los gatos, con una caja de rejilla de
madera que tendrá un letrero que diga: “Embajada”. Detrás de la caja se colocará el
Embajador. Los gatos se pararán enfrente y adoptarán posturas de acuerdo a los
diálogos).
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GATO I: ¿Y cuál es su país? A ver si nos gusta.
GATO II: No seas bruto, nomás diciendo tarugadas.
GATO I: Bueno, mínimo ¿no? Ya que nadie nos preguntó si queríamos
venir, siquiera ver si nos conviene ser de aquí.
GATO II: Mejor déjame hablar a mí, tú cállate.
GATO I: Uy, qué delicado.
GATO II: Perdone a mi compañero, señor. Queremos saber cuánto cuesta
un certificado de nacimiento.
EMBAJADOR: Cien mil pesos.
GATO II: Me da diez, por favor. No, que sea una docena.
EMBAJADOR: ¿Una docena? ¿No se le hacen muchos?
GATO II: Déjeme ver. Seis para mi compañero y seis para mí, son
aproximadamente…cuatrocientos veinte años para cada uno.
EMBAJADOR: No entiendo, explíqueme.
GATO II: Sí, fíjese. El certificado de nacimiento es una constancia de vida,
¿verdad?
EMBAJADOR: Sí, así es.
GATO II: El promedio de vida es de sesenta años.
EMBAJADOR: Correcto.
GATO II: Entonces, si las matemáticas no fallan… mire, mejor deme
catorce.
EMBAJADOR: ¿Y para qué quiere tantos años?
GATO I: ¿No ve que los gatos tenemos siete vidas? Nada más que nosotros
no sabemos en cuál vamos porque cuando nos vinimos, dejamos nuestros
papeles allá, y como nos quitaron el pasaporte… Mejor empezamos a
contar otra vez.
GATO II: Cállate, nos van agarrar por tu culpa. No le haga caso.
EMBAJADOR: Está bien. ¿A qué nombre?
GATO II: Al portador.
EMBAJADOR: ¿Al portador?
GATO II: Sí, hombre, ¿qué no entiende? (Abanicándose con unos billetes).
EMBAJADOR: Perdón, señor. Este, ¿va a pagar en efectivo o en cheque?
GATO II: Con tarjeta de crédito. Y me los envuelve para regalo.
EMBAJADOR: Con mucho gusto.
GATO II: Oiga, ¿qué descuento hace de mayoreo? Me gustaría regalarles a
mis cuates unos certificados. Es más, le propongo un negocio.
EMBAJADOR: Bueno, según.
GATO II: Mire, nosotros tenemos contactos en los supermercados, ¿qué le
parece si los comercializamos en paquetes de a cinco, por ejemplo?
EMBAJADOR: No estaría mal.
GATO II: Qué va estar. También podríamos hacerlos como lotería
instantánea: Rásquele a su certificado gane desde uno, hasta cien años.
¿Qué le parece?
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EMBAJADOR: ¿Y yo qué tengo que hacer?
GATOII: Nada más que echar su firmita y vamos mitas.
EMBAJADOR: Oiga, cómo no nos conocimos antes. Permítame invitarle
una copa y presentarle a mi señora.
ESCENA SEXTA
(Se sientan todos a la mesa, el Esposo y La Niña, se quitan los abrigos hasta ahora).
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NIÑA: ¿No hay agua?
HELENITA: Agua sí, lo que no hay son vasos.
ELENA: Antes teníamos, pero se acabaron, se fueron rompiendo.
GLORIA: No importa, casi no tenemos sed.
HELENITA: Nos tocan de a dos crepas a cada uno.
ELENA: Yo no quiero.
HELENITA: ¿Ven? No quiere comer nada. Lo único que come es una papa
cocida al día.
ELENA: Me voy a suicidar para que esos cabrones dejen de chingarme.
HELENITA: No, mamacita, no digas eso. Yo no tengo a nadie en el
mundo. Si te mueres qué hago, sin casa, sin patria… Le voy hablar a mi
papá.
ESPOSO: No se preocupen tanto, las cosas tienen que solucionarse.
ELENA: Sí echándonos, a la calle.
ESCENA SÉPTIMA
(Se aumentan las luces de la otra área del escenario y salen los gatos con la
caja de madera. Detrás de ella se sienta El Embajador y empieza a
preguntarles a los gatos, quienes responderán al unísono).
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EMBAJADOR: Oigan, sería un éxito.
GATOS I y II: Sabíamos que le iba a gustar, por eso nos trajimos las actas
de nacimiento que nos dio, a ver si nos las cambia por unos certificados de
extranjeros, antes de que nos deporten por no pagar la renta.
GATO I: O por pensar que todos los lugares son el mismo lugar.
GATO II: O por escribir.
GATO I: O por ser hijos de nuestros papis.
GATO II: O por haber nacido.
GATO I: O por no morirnos.
GATO II: O por soñar….
(Se desvanecen las luces, sale El embajador).
ESCENA OCTAVA
(Se encienden las luces. Elena y Gloria sentadas en el sillón; El Esposo y La Niña frente
a ellas y Helenita en medio de la sala, hablando por teléfono. Al fondo, la mesa sin
recoger. Uno de los gatos se sube a ella y lame la vajilla. El otro se hecha a dormir.)
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ELENA: Ya no estés hablando, ¿quién va a pagar la cuenta del teléfono?
HELENITA: Tengo que hacer la lucha, ¿no creen?
GLORIA: Helenita, ¿por qué no se quedaron a vivir en México, ahora que
las recibieron tan bien?
HELENITA: Porque no tenemos de qué vivir. No hay quién le dé trabajo a
la hija de los escritores más importantes del país. Aquí por lo menos tengo
un triste empleo de mecanógrafa, que me está volviendo loca. Yo, que
hablo cuatro idiomas y estudié en las mejores escuelas, pegando sellos. Por
eso me dio la depresión. ¿No les he platicado de cuando estuve en el
manicomio?
ESPOSO: No.
HELENITA: Es un hospital muy caro, pero muy bonito. Ahí sí que mi papá
tuvo que soltar dinero, pues si no pagas por adelantado no te admiten.
Tienes tu cuarto privado, con televisión y un servicio excelente. En una
sección están los locos peligrosos y en otra los demás, como yo. Todavía
estoy en tratamiento, por eso tomo tanta agua. (Tomando de la botella).
ESPOSO: Es porque los antidepresivos dan mucha sed.
ELENA: Pero no tomes de la botella.
HELENITA: Mamá, acuérdate que no hay vasos. Ahí conocí a un
muchacho muy lindo, que estaba con los peligrosos. Se había querido
suicidar. De noche cerraban con llave la sección de ellos, pero un día llegó
a tocarme a mi cuarto a media noche. Yo no le quise abrir, por más que me
tocaba.
ELENA: Yo le decía que tuviera cuidado, que podía estrangularla.
HELENITA: Ay, mamá, cómo eres.
ELENA: Es cierto, estaba loco de atar.
HELENITA: Pues resulta que se estaba quemando el pabellón y, como
estaban encerrados, empezaron a jalar los canceles hasta que los tumbaron.
NIÑA: ¿Y qué pasó?
HELENITA: Al día siguiente estaba todo destrozado. No volví a verlo.
GLORIA: ¿Cuánto tiempo estuviste ahí?
ELENA: Tres meses. Cuando nos fuimos a México acababa de salir. El
médico dijo que no podía regresar a su vida normal de un día para otro.
También por eso nos fuimos.
HELENITA: Ya casi estoy bien. No me animaba a estar sola ni un minuto.
Mi mamá tenía que estar conmigo todo el tiempo.
ESPOSO: ¿Y tu papá?
HELENITA: Mi papá me prometió que me iban a nombrar cónsul en uno o
dos años, y miren, ni siquiera me pagan. Nueve años haciendo algo que no
te gusta, te lleva al manicomio.
ELENA: Te fuiste al manicomio porque siempre has estado loca. ¿Verdad
que parece loca? Y no nos quedamos en México porque tu padre no quiere
que estemos allá.
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HELENITA: No, mami. No nada más él tiene la culpa, también nosotras y
la historia, y… (Se desvanecen unas luces y se aumentan las otras).
ESCENA NOVENA
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ESCENA DÉCIMA
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HELENITA: Véanlas todas, para que se queden mucho rato.
(Helenita distribuye las fotografías. Elena se queda dormida en el sillón. Los gatos se
levantan y se acomodan alrededor. Sobre una pantalla se proyectan imágenes de la vida
de Elena, de sus libros, etc; incluyendo su regreso a México, con los comentarios que se
hicieron y con música de fondo de las diferentes épocas. La luz del escenario se
desvanecerá para que se vean las proyecciones. Esto puede durar de cinco a diez
minutos, según el material de que se disponga. Al terminar los tres invitados se retiran
en silencio. Helenita se levanta y se sienta en el suelo, apoyando la cabeza en las
piernas de su madre. Aparecen los gatos y El Embajador, un círculo de luz los
iluminará).
ESCENA UNDÉCIMA
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país en país, a tramitar nuestro certificado de lo que fuera, nadie
quería dar fe. ¿Usted sí nos la da? Tenemos veinticinco años
esperando.
EMBAJADOR: Está bien. ¿A nombre de quiénes los expido?
GATO I: De las víctimas, de las víctimas.
GATO II: O si prefiere, de las víctimas, de las víctimas, de las
víctimas.
GATO I: O si prefiere, de las víctimas, de las víctimas, de las
víctimas, de las víctimas.
GATO II: O si prefiere…
ESCENA FINAL
(La luz ilumina a Elena y Helenita dormidas en la sala. El Esposo, Gloria y La Niña, del
otro lado de la puerta, como al principio, con los abrigos puestos).
NIÑA: Papá, ¿qué pasó en el sesenta y ocho? ¿De qué acusaban a Elena?
ESPOSO: No sé exactamente qué pasó. Los jóvenes voltearon el mundo de
cabeza, lo sacudieron. Algunos cayeron en el abismo. Unos ocuparon los
lugares de otros. Se creó un nuevo orden.
NIÑA: ¿Y Elena hizo algo malo?
ESPOSO: Quizá no darse cuenta del cambio.
NIÑA: ¿Pero ella es buena?
ESPOSO: Como tú o yo, que podemos equivocarnos.
NIÑA: ¿Y por qué el papá no vive con ellas?
GLORIA: Era demasiado para una sola casa.
NIÑA: ¿Qué?
GLORIA: Nada. Ojalá no olvides esta noche. Posiblemente nunca vuelvas
a verlas. No las olvides. Elena es una gran escritora, que se autoexilió en su
mejor momento. Helenita es… su hija. No pudo dejar de serlo.
NIÑA: ¿Qué es autoexilio?
GLORIA: Es como jugar a las escondidas, pero tú sola, no hay quien te
busque y te quedas perdida contando hasta el infinito.
ESPOSO: ¿Crees que algún día regresen a México?
GLORIA: De donde están no hay regreso.
NIÑA: ¿Y el papel en la frente de ELENA, qué significa?
GLORIA: Seguramente oculta el tercer ojo.
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(Los tres hacen mutis, mientras se cierra el telón).
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Hojas Literarias
SERIE DRAMA. 1
Artemio González
Director de Publicaciones
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