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X. PIKAZA
Este medio versículo (13, 14ab)ofrece uno de los signos más importantes y
discutidos de la apocalíptica cristiana (comparable al 666 de Ap 13, 18),
situándonos en un contexto más judío que romano, en el entorno del templo de
Jerusalén. Allí ha subido Jesús para “purificarlo” (12, 15-19) y, a causa de su
acción, le han condenado a muerte (cf. 14, 58). Todo nos permite suponer que
el signo que Jesús ofrece a sus cuatro discípulos preferidos (que están
precisamente mirando hacia el templo; cf. Mc 13, 3) ha de suceder allí, y que
marcará no sólo el futuro del templo (su destrucción), sino el
desencadenamiento de la historia mesiánica.
− Pues cuando veáis. Jesús y los cuatro siguen sobre el Monte de los Olivos,
frente al Templo de Jerusalén (cf. 13, 3) donde gran parte del judaísmo sitúa la
crisis final de la historia, que Dan 9, 27 había simbolizado en la Abominación de
la Desolación. Pues bien, Marcos supone que los discípulos de Jesús podrán
“ver” (idein) una señal muy específica y que esa visión, que ellos han de
interpretar, marcará el comienzo del fin y determinará su conducta posterior.
Mc 13, 8 había aludido ya al “comienzo” de los dolores; pues bien, en ese
comienzo jugará un papel muy importante aquello que “verán”, algo que forma
una parte esencial del despliegue del drama apocalíptico, entendido desde la
Escritura de Israel (que es la Escritura de Marcos) y desde la experiencia de
Jesús.
− Abominación de la Desolación. Ésta es la señal, algo que los discípulos
“verán” un día y que definirá su conducta posterior. Se trata de una expresión
cifrada, que proviene de la BH (Dan 9, 27; 11, 31; 12, 11) y que ha sido
traducida así por los LXX (bdelygma tês erêmôseôs, aunque Dan 9, 27 ofrezca
su segunda parte en plural: tôn erêmoseôn). Ella evoca la aversión suprema, el
mayor de todos los posibles pecados. También 1 Mac 6, 7 utiliza esa
expresión, aludiendo al hecho de que el rey Antíoco mandó colocar sobre el
gran altar del templo (dedicado sólo a Yahvé) otro altar más pequeño (quizá
móvil) para la ofrendas al Zeus pagano o a los dioses (cf. 1 Mc 6, 7).
Ésta ha sido para los judíos fieles la gran perversidad, la profanación suprema,
idolátrica, del templo, y así ha quedado como signo del pecado definitivo, que
pone en marcha la “ira de Dios”, el fin de la historia presente. Al citar esta
señal, Marcos evoca por tanto una crisis como la del tiempo de Daniel y
Macabeos, con un pecado semejante al del rey Antioco. Pero la interpretación
de ese pecado no resulta clara, como seguiremos viendo.
A partir de este signo se inicia la huída de los discípulos de Jesús, esto es, la
salida de Jerusalén y de Judea, tema que, de un modo sorprendente, se
ilumina desde la orden del joven pascual de 16, 6-7, que pide también a las
mujeres y a los discípulos de Jesús que abandonen Jerusalén y vayan a
Galilea. Lo que allí se dice en contexto pascual concreto (mujeres y discípulos)
se entiende aquí (13, 14) en perspectiva escatológica. Para Marcos, que se
siente radicalmente implicado en ella, esta guerra marca el fin y cumplimiento
del mensaje de Jesús, que se desliga, por fin, de Jerusalén, convertida en lugar
donde se ha asentado el Abominable, para abrirse como veremos desde
Galilea (cf. 16, 6-7).
Conclusión…
entonces los que estén en Judea que huyan a los montes (Mc 13, 14)
El Jesús de Marcos manda a los creyentes que “huyan”, que abandonen una
ciudad que está manchada, un tipo de Iglesia que ha caído en manos de la
Abominación de la Desolación.
Esa desolación y esa huída constituye la mayor de todas las posibles
desgracias…Pero ella puede convertirse en principio de una salvación más
alta.
NOTAS
(1) Así lo indica de manera paradigmática el relato donde los escribas acusan a
Jesús, diciendo que es aliado de Belcebú/Satán, y Jesús les contesta
afirmando que él ha venido a luchar contra Satanás, el Fuerte, hasta derrotarle
(3, 20-30). Todo el evangelio aparece, según eso, como texto de una gran
batalla entre Jesús, Mesías de Dios, y Satanás, que quiere derrotarle. Desde el
fondo de esa lucha deba situarse y entenderse el proceso de “entrega” de
Jesús, que ha comenzado en 8, 31 y que debe interpretarse en dos niveles. (a)
En un nivel, Jesús fracasa, siendo condenado a muerte por las autoridades de
Israel. (b) Pero en otro nivel más verdadero Jesús triunfa precisamente a través
de ese fracaso, entendido como entrega de la vida en manos de Dios, a favor
de los demás, por la resurrección. Desde ese fondo puede y debe interpretarse
este sermón apocalíptico (y el relato de la condena y muerte pascual de Jesús:
Mc 14-16), como seguiremos viendo.
(3) Pienso que ese mito (revelación y lucha de Satán contra Cristo, con victoria
de Cristo) puede estar al fondo del relato que sigue. Pero Marcos lo ha
historizado y transformado de manera poderosa, interpretándolo desde el
contexto de la misión cristiana, como seguiré diciendo. Sea como fuere, esa
imagen de la gran lucha satánica final (con Satán adueñándose del templo,
para reinar desde allí sobre el mundo), nos sitúa en el contexto de Jerusalén,
reforzando así el carácter judío (judeo-cristiano) de este apocalipsis. Eso
significa que el drama final sigue estando referido a Jerusalén, donde Jesús
subirá para proclamar el Reino de Dios, siendo asesinado. Es lógico que el fin
de la historia actual (de la misión de los discípulos de Cristo) se encuentre
relacionado con Jerusalén.
(4) Dicho eso, debemos añadir que este capítulo de Marcos sigue siendo
críptico o, quizá mejor, reservado, pues no dice nada de lo que pasó después
con el templo (¡ni siquiera indica si fue destruido, aunque 13, 2 lo supone), de
manera que los investigadores siguen discutiendo sobre el tema, planteando
desde aquí la fecha de la redacción del evangelio. Sea como fuere, todo nos
permite suponer que Marcos ha ofrecido la redacción final del evangelio a partir
del este signo, que nos sitúa en los años 67-68 d.C., cuando los grupos
nacionalistas judíos “toman” Jerusalén e imponen allí su orden, rechazando a
los gentiles y “profanando” de esa forma el templo (que Jesús había querido
abrir precisamente a todas las gentes: cf. 11, 17).
(5) Marcos nos sitúa así muy cerca de una situación como aquella en la que
surgió el libro de Daniel (y la revuelta de los Macabeos), pero él ofreció una
respuesta distinta, abriendo el judaísmo de Jesús a los gentiles. Desde este
fondo debe resituarse y valorarse la tesis de Brandon (Fall) y de aquellos que
han destacado la importancia que tuvo la Guerra Judía y la caída de Jerusalén
en el surgimiento del cristianismo según Marcos.