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RTH UNL X Steve Woolgar =m, “oni ome CIENCIA: ABRIENDO LA CAJA NEGRA AlANTRROpOs ITORIAL DEL HOMER DE LA UNVERSITAT DE BARCELONA PROLOGO El libro que tiene en sus manos es una de las primeras obras de estudio social del conocimiento cientifico que se Publica en nuestro pais, después de una década y media en la que este tipo de estudios se ha desarrollado con gran vitalidad en Europa y Estados Unidos revolucionando las concepciones de la ciencia y de la tecnologia con sus nu- merosos case studies. Este retraso no se debe seguramente .un simple despiste editorial, aunque no es infrecuente en materias académicas y de investigaci6n. La traduccién lis- ta ya para ser publicada de un importante y conocido es- tudio sobre la actividad cientifica duerme desde hace bas- tante tiempo junto con sus derechos de edicién en ciertos cajones editoriales. Es muy posible que se haya pensado que se trata de un licor demasiado fuerte y se teman sus efectos para la campafia de difusion cientista y tecnologis- ta con la que aparentemente se quiere modernizar el pais de una vez por todas. En todo caso, cuando algunos centi nelas académicos y culturales se percaten (sin pararse de- masiado a entenderlos) de los planteamientos y tesis cons- tructivistas caracteristicos de los estudios sociales sobre ciencia y tecnologia, no seré de extrafiar que se vuelva a conjurar el fantasma del relativismo que, segiin sus crea- 7 dores, deja la via libre al subjetivismo, al irracionalismo, a la pura lucha ideolégica 0, incluso, a fascismos y totalita~ rismos. Més de un filésofo de la ciencia ha identificado la defensa del método cientifico, presunta fuente de la racio- nalidad cientffica y de la verdad objetiva, con la defensa de la democracia y de la cultura occidental. Asf pues, no hay que sorprenderse si se propugnan y toman las medidas pertinentes para preservar a la sociedad del contagio con virus relativistas. Lo cierto es que los estudios sociologicos y etnograficos de la ciencia, junto con los de la historia social de la cien- cia, han hecho insostenibles las concepciones estandar de Ta ciencia y de la tecnologia, legadas por la filosofia y la historia de la ciencia al uso. La actividad cientifica estu- diada de forma directa en los laboratorios y en el seno de Jos grupos y las instituciones cientificas no tiene nada que ver con la metodologia de la ciencia o la argumentacién racional que han querido hacernos creer filésofos analiti- cos y l6gicos. Ni la historia de la ciencia reconstruida en su contexto corresponde en nada a la hagiografia propaga- da por los historiadores de las ideas y de los genios cientf- ficos. La ciencia desmitificada se nos presenta como una empresa normal, es decir, con un caracter esencialmente social que la hace accesible al estudio sociologico y a la que no cabe asignar ningiin atributo epistemolégico espe~ cial ni privilegios éticos 0 politicos. Al igual que todas las realizaciones culturales del hombre, ciencia y tecnologia son construcciones sociales. Pero las més trascendentales (y para algunos mas inquietantes) consecuencias de las po- siciones constructivistas deben buscarse en el émbito de la préctica, donde, en contra de la pretendida neutralidad e inmunidad politica de la ciencia, obligan a un replantea- miento radical de las formas de evaluacién de la ciencia y la tecnologia, de la educacion y de la polftica cientifica y tecnolégica. Steve Woolgar es uno de los més importantes repre- sentantes del estudio social del conocimiento cientffico y autor, junto con Bruno Latour, de uno de los trabajos més influyentes en dicho campo, publicado con el tftulo de La- 8 boratory Life. The Construccion of Scientific Facts (1979, 19862). La presente publicacién, su més reciente libro, va ida a abrir la caja negra de la ciencia ante un amplio pablico y acaba convirtiendo en objeto de reflexién su pro- pio procedimiento de estudio. Se trata de una obra intro ductoria y al mismo tiempo muy completa, en la que se abordan jas cuestiones més complejas y dificiles y se plan- tean nuevos enfoques de una forma hicida y didéctica. Como todos los estudios sociales de la ciencia y de la tec- nologia, se alfnea bajo un giro hist6rico y revolucionario de las concepciones tradicionales de la ciencia, la tecnolo- gia y la misma naturaleza que est operando radicales cambios en la comprensién de nuestra cultura tecnocienti- fica. Quienes se enfrenten a ellos con el pretexto de que nuestra sociedad no debe perder el tren de revoluciones cientificas y tecnol6gicas, harfan bien en pensar que estén subiéndose a un tren aparcado en via muerta. ‘MANUEL MEDINA Barcelona, abril de 1991 PREFACIO Una de las caracteristicas més remarcables del pensa- miento moderno es el alcance de los cambios sufrides por Jas ideas relativas a la ciencia. En los ultimos veinte afios un gran ntimero de disciplinas han desafiado las formas tradicionales de entender la ciencia. A pesar de que las cuestiones criticas sobre la politica y los impactos de la ciencia poseen una extensa genealogia, la atencion critica tan s6lo se ha dirigido de forma comparativamente recien- te hacia el trabajo «interno» de la ciencia. Las antiguas concepciones mantenidas sobre la produccién del conoci- miento cientifico y la imagen de la ciencia propia de los libros de texto (o «cuentos de hadas») se han visto cuestio- nadas. La prdctica de la ciencia ha pasado a convertirse ahora, por sf misma, en objeto de una investigacién cri- tica. Los desafios dirigidos contra la idea de la ciencia como un modo privilegiado de produccién de conocimiento fia le pueden hallarse bajo diversas formas en distintas disci- plinas: teoria literaria, filosofia, historia, antropologia y so- ciologa. Ademés, encontramos toda una serie de impor- tantes movimientos intelectuales que traspasan esos,limi- tes tradicionalmente definidos y proven los fundamentos W de una critica interdisciplinar: la deconstruccién, la critica de la representacién, el estructuralismo y el postestructu- ralismo, el relativismo y los movimientos postmodernos. No es de sorprender que la critica que todos estos desarro- llos involucran tenga unas consecuencias radicales y de largo alcance. Por ejemplo, la critica a la produccién del conocimiento cientifico tiene consecuencias en la discu- sién sobre el impacto de la ciencia y su politica. Y, lo que es mas importante, la misma critica afecta a las precon- cepciones fundamentales sobre la ciencia, especialmente en la medida en que las mismas sostienen a grandes par- tes de la esfera académica moderna. Este libro quiere proporcionar una introduccién a los recientes desafios contra la idea de ciencia y pretende es- bozar algunas de las mas radicales implicaciones propias de esta aproximacién. En particular, se centra en los lo- gos y pretensiones del estudio social de Ia ciencia, nueva disciplina que ha jugado un papel decisivo en la transfor- macién de las actitudes tradicionalmente mantenidas con respecto a la ciencia. Esta perspectiva ha resultado ser tan vigorosa en los resultados de su investigacién como com- bativa en sus preconcepciones epistemol6gicas, Pero, aun- que ha tenido influencia entre los historiadores y los fil6- sofos de la ciencia (en menor medida entre estos uiltimos), sus implicaciones més generales en el conjunto de la esfe- ra académica atin no han sido reconocidas. Asf, por ejem- plo, un gran niimero de introducciones a las ciencias so- ciales contintian ocupadas en agotadas discusiones acer~ ca de si la ciencia social es 0 no «realmente» ciencia, apa- rentemente insensibles a los resultados de los trabajos re- cientes. Este libro pretende hacer esos trabajos accesibles a to- dos aquellos cuyo interés se sittie en Ambitos diferentes al de la ciencia. Presenta una revision critica de nuestros co- nocimientos sobre la institucién y préctica de la misma, resume los logros y las deficiencias de las tiltimas investi- gaciones realizadas en el campo del estudio social de la ciencia y sefiala algunas de las més importantes implica ciones de ese trabajo, por lo que atafie a un amplio abani- 12 co de dominios, propio de las ciencias sociales, donde atin. se mantienen —sea implicita o explicitamente— las con- cepciones predominantes sobre la ciencia y el método. cientifico. ‘Aunque las notas de cada capitulo y las lecturas reco- mendadas contienen un némero regular de fuentes que podrian perfectamente servir para introducirse en la mate- tia, lo que pretendo es proporcionar algo més que un libro de consulta, Mi estrategia es la de revisar todo ese trabajo desde una particular posicién discursiva. Una de las pr cipales Iineas de argumentaci6n mantiene que las ciencias sociales atin tienen que legar a un acuerdo acerca de la idea misma de ciencia, a pesar de la prolifica actividad investigadora desarrollada por el estudio social de la cien- cia, emprendida en un clima general de creciente escepti- cismo por lo que respecta a los logros y afirmaciones de las ciencias naturales. En particular, pretendo perfilar las nocivas consecuencias que se derivan del hecho de avan- zar criticas parciales de la ciencia que, en su desarrollo, atin contintian haciendo uso de nociones no esclarecidas de la practica cientifica. Quiero analizar algunas de las ra- zones de este estado de cosas y prestar un poco de aten- cién a la posibilidad de que se produzca un futuro cambio radical (guna revolucién postkuhniana?) en nuestra com- prensién del fendmeno de la ciencia. En resumen, el presente volumen pretende ser una in- troduccién general —realizada a modo de ensayo— a una nocién de ciencia que mantiene una firme oposicion a las ideas dominantes. Esté disefiado para cientificos sociales —tanto docentes como investigadores— especializados en campos diferentes al de la sociologia de la ciencia, quienes sacarén provecho de una demastracién introductoria tanto de la relevancia como del potencial riesgo de este trabajo para la ciencia social en su conjunto. Soy, en gran medida, deudor de mis colegas en el estu- dio social de la ciencia, cuyo trabajo ha sido una fuente constante de estimulo. Desgraciadamente, el modo de ar- gumentacién aquf empleado requiere efectuar una selec- cién de entre un grupo substancial de estudiosos, de for- 13 ‘ma que mi obligacién par con cllos sélo se encuentra harelnlmente reflejada en las citas y el uso de ejemplos. Sin embargo, espero que mis esfuerzos por presentar toda €sta discusién motivardn a otros a investigar con mayor profundiclad y a decidir por ellos mismos lo adecuado de mi representacién, Quisiera igualmente expresar mi agra- decimiento a Peter Hamilton por su apoyo y considerable pacienci: 14 INTRODUCCION El concepto de ciencia ha sido un rasgo dominante y permanente del pensamiento occidental, como minimo desde la época de Bacon. Podria decirse que, de una ma- nera u otra, la «ciencia» penetra todos los aspectos de la vida moderna. Esto se hace patente en las grandes inver- siones efectuadas en la ciencia por parte de las sociedades occidentales (inversiones que van aumentando en las so- ciedades orientales y el tercer mundo), en la organizacion de, debates sobre el impacto de la ciencia en la sociedad, etc. Todo ello refleja el valor que se concede ¢ la ciencia en cuanto medio de produccién de conocimiento fiable. Como consecuencia de su prestigio y valor, la ciencia est bien desarrollada, monetariamente apoyada y protegida, y constituye una importante y poderosa institucin dentro de las sociedades modernas. La alta estima asociada a Ia idea de ciencia se hace también omnipresente, en términos menos obyios que la proporcién del Producto Nacional Bruto dedicado a su ejercicio, por profesionales altamente preparados pertene- cientes a la industria y al mundo académico. Las intensas disputas existentes en y entre las diferentes sadclanes in- {leas comnoxeltivas seven también para mesurar el domi- niio de lus Ideas sobre la clencia. Y, a un nivel més general, Dodemos Identificar la influencia de las ideas relativas a ta clenela en nuestras consideraciones mundanas con respec- {0 al conocimiento, al estar seguros de algo, obtener prue- baw, alcanzar evidencia, formular argumentos, etc. Los anunelos intentan persuadirnos de las ventajas de una marea de dent{frico basandose en la evidencia cientifica. Se nos dice que seremos menos ignorantes si respaldamos huestras acciones en un conocimiento fiable. Mas atin, nuestra participacién en la vida diaria nos obliga constan. temente a emplear la préctica que se encuentra en el mis- mo coraz6n de la ciencia: la representacién. Dejando de lado por el momento la cuestién acerca de los méritos re- lativos de la préctica representativa en la ciencia y la no- Giencia, existe un sentido obvio en el cual nuestras précti- cas mundanas imitan este rasgo de la ciencia. Describi- ‘mos, justificamos, narramos, etc. Al escribir, consideramos que estamos empleando un medio de representacion que hos permite concretar nuestras experiencias y observacio- nes. Cuando hablamos, intentamos comunicar nuestro co- nocimiento sobre objetos y sucesos, incluyendo aquéllos situados fuera de nuestra experiencia inmediata, La omnipresencia de las ideas sobre la ciencia y su in- fluencia en casi todos los aspectos de la vida moderna tie- ne dos consecuencias principales para cualquier proyecto que intente estudiar el fenémeno de la ciencia. En primer lugar, el estudio social de la ciencia (ESC) posee un espe- cial sentido estratégico en cuanto intenta explicar la cien- cia y la tecnologia a niveles diferentes.* Se centra tanto en la institucién como en la préctica de la ciencia, y no s6lo en lo que respecta a las relaciones sociales entre sus prac * Nota terminoldgica: la expres sestudio social dela clenciax (ESC) se use ‘aut pat eferive a toda una’ gama de intereses discplinarios sobre ls Cencis “scipalmente, [os de la sociology la historia de la cen, y en menor prado iy ‘oso in aniropoiog y la psicologa. Como se irk vendo (especialmente a partir ‘el tenes cup) el isrmino esecologsa del conocimiento centfico” (SCC) eucle ‘sn en Yuferecls un grupo especial de estadiososiflsenciados por el relates imo hinelgo-ultra. ta relativament estrecha base dscipliar de lx sociologin del ‘ongainlonloelenfico desmiente a leance desu impacto en el ESC. 16 ticantes, los medios de comunicacién, el sistema de remu- neracién, la influencia del patronazgo y los sponsors, sino también en lo que se refiere a lo que realmente sucede en el quehacer diario de la ciencia. Qué hacen los cientfficos cuando estén en el laboratorio? El estudio social de la ciencia no trata sélo de la organizacién y situacién social de ésta en cuanto institucién social, sino también en tanto que fenémeno cultural, En otras palabras, pretende lograr Ja comprensién de un sistema de creencias que se extiende més allé de la organizacién social formal de la ciencia y gue sobrepasa las paredes del laboratorio. En efecto, todos estos autores presuponen que en la ciencia hay algo especifico que la separa de los otros tipos de conocimien- to. De acuerdo con la reaccién esencialista al problema de la demarcacién, todos ellos presuponen este cardcter espe- 37 cial de la ciencia sin especificar en qué podrfa consistir. En la medida en que dichos autores y su contribucién a la ciencia social contintian siendo influyentes, el nuevo estu- dio social de Ja ciencia ha tenido que enfrentarse a esta posicién tradicional. La sociologia de la ciencia ‘Al mismo tiempo, el estudio social de la ciencia ha te- nido que ri con otra tradicion sociolégica claramen- te sania ts bent —la sociologia de la ciencia— que ha adoptado también una postura esencialista sobre el cardcter de la ciencia. ‘Nuestra primera aproximacién histérica a la emergen- cia de la ciencia como institucién social establecié la exis- tencia de una fuerte variabilidad en la concepcién de la misma ciencia, bastante diferente de los problemas suscita- dos por la demarcacién. Hemos mantenido que la «cien- cia» se desarroll6 en el siglo xvu a través del intercambio de cartas y encuentros informales suscitados entre caballe- ros amateurs no especializados; igualmente, hemos afirma- do que la «ciencia» fue impulsada por especialistas indus- triales de postguerra con acceso a ciertos medios electréni- cos de comunicacién altamente sofisticados. Ello podria tentarnos a concluir que la ciencia se ha hecho «més so- cial»: la mayor especializaci6n y diferenciacién han exigido un aumento del control (tanto interno como externo) y de Ja organizacion social; se ha invertido un gran capital en la ciencia, y el extraordinario gasto en equipos y técnicas es- pecializados ha potenciado el trabajo en equipo. Los dias del cientifico individual y aislado (al menos, relativamente) han sido substituidos por su emplazamiento en una com- pleja red social y su conversion en objeto de toda una serie de fuerzas y presiones sociales. El cientifico pertenece aho- ra a un grupo social definido y, a menudo, fuertemente unido. Las relaciones de los cientificos entre si quedan deli- mitadas por lo que se considera cientifico. As, cuando la ciencia requiere formaciGn, nos encontramos con todo un 38 conjunto de relaciones sociales de roles y estatus, asociadas a la actividad docente y al aprendizaje. El aislamiento so- cial desaparece en la medida en que el cientifico abandona. los confines de la academia y se encuentra con la responsa- bilidad de cumplir las exigencias de la industria y del go- bierno. Aunque es posible defender que los valores y creen- cias mAs generales de la sociedad afectaben al caballo amateur, parece que es ahora cuando nos encontramos con una influencia social mucho més inmediata: el cientifico forma parte de un sistema social institucionalizado.'> De todos modos resulta importante reconocer que esta interpretacién de los cambios de la ciencia despliega un sentido limitado y especifico de lo social, En particular, este uso de lo «social» tiende a centrar la atencién sobre aquellos efectos y circunstancias que son externos a la acti- vidad intelectual del cientifico. Esto es consistente con la postura esencialista: el cardcter real de la ciencia (y, en Particular, los detalles esotéricos del contenido del conoci- miento cientifico) se trata como algo independiente (o pre- vio) y separado de aquellos que Ia practican. Contra ello puede argitirse que actividades como interpretar, probar y clasificar la evidencia o realizar observaciones han sido siempre «sociales» en el sentido més fenomenol6gico del término. Asi, el cientifico aislado se encuentra irremedia- blemente sumergido en un «juego de lenguaje> tanto si ha vivido en el siglo xvi como si lo hace en el siglo xx. Se encuentra comprometido con el significado de sus accio- nes (de sus palabras y escritos, por ejemplo) y aprehende el posible tratamiento de las mismas y las reacciones que pueden provocar, su persuasividad, etc., por el hecho de ser miembro de una comunidad de lenguaje. Desgraciadamente, este punto de vista fenomenolégico se ha menospreciado durante mucho tiempo, en favor del sentido institucional/estructural en el que una accién cien- tifica es social. Ast, la principal preocupacién de la sociolo- gia de la ciencia —especialmente como la practican los seguidores de Merton— se ha centrado en cémo la ciencia, en tanto cue institucién social en rapido crecimiento, se autoorganiza y autorregula."” Se ha prestado especial aten- 39 cin a la relaci6n existente entre los productores del cono- cimiento: sus roles sociales, la naturaleza del sistema de remuneraciones, la competitividad y, especialmente, el sis- tema de normas segiin el cual se guian las acciones de los cientificos. Como se ha reconocido ahora, esta concentra- cién en las relaciones existentes entre cientificos se mantu~ vo a expensas de la atencién a las diferentes formas en las que los distintos tipos de conocimiento cientifico se produ- cen y acreditan.'® La sociologia de la ciencia adopta asf un punio de vista esencialista al presuponer que el cardcter real de la ciencia debe quedar situado més alla de su cam- po de investigacién. Conclusion Acabamos de ver cémo las concepciones actuales de la ciencia y los intentos de desarrollar un andlisis social de la misma tienen lugar en oposicién a un rico mosaico de tra- diciones propias de Ia historia, la filosofia y la sociologia de la ciencia. Los presupuestos centrales de tales tradicio- nes nos proporcionan tanto un punto de arranque como toda una serie de constricciones a nuestra comprensién de la ciencia. Las principales constricciones son —en resu- men— las siguientes: 1) La persistente idea de que la ciencia es algo especial y distinto del resto de formas de actividad social y cultu- ral, aun a peser de todos los desacuerdos y cambios en las opiniones de los filésofos que han tratado de dilucidar un criterio de distincién. En lugar de tratarlos como logros meramente retéricos, muchos analistas de la ciencia si- guen respetando los’ limites que delimitan a la ciencia frente a la no-ciencia. Muchos otros niegan la posibilidad de la demarcacién pero siguen discutiendo en términos de Iimites. El uso continuado de un esquema que construye la ciencia como un objeto tiende a reforzar la concepcién de la misma como algo distinto antes que a potenciar un desafio a tal punto de vista. 40 2) La persistencia de lo que ha sido amado la con- cepcién «heredada» (0 esténdar) de la ciencia. Esta concep- cion incluye el presupuesto de que los objetos del mundo natural son reales, objetivos y disfrutan de una preexisten- cia independiente. En consecuencia, los orfgenes sociales del conocimiento resultan casi totalmente irrelevantes, Desde esta perspectiva, el conocimiento cientifico no es susceptible de ser sometido a un andlisis sociolégico, sim- plemente porque él constituye su propia explicacién: el co- nocimiento cientifico est4 determinado por la naturaleza real del mundo fisico. 3) La persistente nocién del conocimiento como una actividad individual y mental; el permanente respeto por el trabajo y los logros de los «grandes hombres». Esta nocién nace de la idea —y, a su vez, la refuerza— de que la ac- cién humana no es esencial para el cardcter objetivo y real del mundo natural situado «ahf fuera». Las imagenes pii- blicas predominantes de la ciencia subrayan este punto de vista. Es notable, por ejemplo, que tanto los periodistas cientificos como, en general, los medios de comunicacién ‘hayan omitido de forma casi completa los temas relativis- ‘as que conforman la reciente sociologia del conocimiento cientifico. En su lugar, las noticias sobre la produccién cientifica siguen enfatizando las acciones heroicas de los individuos. 4) La falta de voluntad para afrontar las consecuencias tadicales que tiene, para el trabajo propio, un ataque criti- co a la ciencia, Lo comiin a todas estas barreras es su compromiso con el esencialismo. Ademés de la cuestién de si la ciencia di- fiere de la no-ciencia, todos estos prejuicios comparten una concepcién de la ciencia como una actividad concreta ¢ identificable. Las constricciones a nuestro modo de en- tender la ciencia tienen su origen, por consiguiente, en toda una serie de tradiciones académicas que la han con- cebido como un objeto sobre el que cada una ha aplicado su propio instrumentario (0 conjunto de conceptos). Sin embargo, la reaccién nominalista frente al proble- a1 ma de la demarcacién nos exige que profundicemos un poco mas. En particular, nos induce a observar critica- mente la idea misma de «investigar un objeto» que permea has posiciones académicas tradicionales. Tal y como vere- mos, algunos intentos de estudiar la ciencia —y principal- mente la «nueva» sociologia del conocimiento cientifico— han tenido un cierto éxito a la hora de huir de sus orige- nes, pero atin necesitan quedar libres de un prejuicio mas para poder liberarse de toda ligazén con el pasado. Este prejuicio —al que llamaremos «representacién»— confor- ma el tema del proximo capitulo. LECTURAS RECOMENDADAS Un ttil repaso de los diferentes tratamientos filos6ficos de la cuestiOn de la demarcacién se encuentra en AF. Chalmers, ¢Qué es esa cosa llamada ciencia?, Madrid, Siglo XX, 1986 (42 edic.), Véase también S. Yearley, Science and Sociological Practice, Open University Press, Milton Keynes, 1984, ‘Una recopilacién algo anticuada pero stil de escritos clave de la sociologia del conocimiento clésica es J.E. Cur- tis y J.W. Petras (eds.), The Sociology of Knowledge: a re- adler, Londres, Duckworth, 1970. Para un repaso més ana- Itico véase P. Hamilton, Knowledge and Social Structure: «an introduction to the classical argument in the sociology of knowledge, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1974, Los siguientes son intentos de relacionar la sociologia del conocimiento clésica con el moderno estudio social de la ciencia: M.J. Mulkay, Science and the Socioiogy of Know- ledge, Londres, Allen & Unwin, 1979; B. Bames, Interest and the Growth of Knowledge, Londres. Allen & Unwin, 1979; B, Bares, Interest and the Growthof Krowledge, Londres, Routledge and Kegan Paul, 197. 42 NOTAS 1. En 1984 el Consejo de Investigacion Cientifica Social del Reino Unido se convirti6 en el Consejo de Investigacién Social y Econémica, 2. Véase, por eemplo, R. Wallis, «Science & Pseudo-Science», Social ‘Science Information, 24 (1985), pp. 585-601. 3. KR. Popper, The Logic of Scientifc Discovery, Londres, Hutchin- son, 1980, y Conjectures and Refutations, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1963, Traducei6n al castellano: La ldgica de la invesigacion clentft- 2, Madrid, Tecnos, 1962, y Conjeturas y refitaciones, Buenos Aires, Pai- és, 1967, ‘4. 1 Lakatos, sFalsification and the Methodology of Scientific Re- search Programmes», en I. Lakatos y A. Musgrave (eds.), Onticism and the Growth of Knowledge, Cambridge, Cambridge UP., 1974, pp. 91-196. Tra- dduccion al castellano: La crtica y el desarrollo del conacimiento, Barcelo- 1a, Grialbo, 1975. 5. TS. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, Univer- sity of Chicago Press, 19702. Traduccién al castellane: La estructura de las revoluciones cientificas, México, FCE, 1975, 6. Wallis, op. cit. (n. 2). 7. S. Shapin, «The Politics of Observation: cerebral anatomy and social interest in the Edimburgh phrenology disputes», en R. Wallis, (cd), On the Margins of Science: the Social Construction of Rejected Know. ledge, Sociological Review Monograph 27, Keele University (1979), pp. 139-178. ‘8. H. Collins y T. Pinch, «The Construction of the Paranormal: no- thing unscientific s happenings, en Wallis, op. cit. (n. 7), pp. 237-270; Frames of Meaning: the social construction of extraordinary selesce, Lon: dres, Routledge & Kegan Paul, 1982, 9. DJ. De Solle Price, Lite Science, Big Science, Nueva York, Colum- bia University Press, 1963. Traduccién al castellano: Hacia una ciencia de la ciencia, Barcelona, Ariel, 1973, 10. Véanse, por ejemplo, H. Butterfield, The Origins of Modern Scien- ce, Londres, G. Bel, 1968; H. Rose y S. Rose, Science and Society, Har- ‘mondsworth, Pengain, 1960. TraducciOn al castellano: Los orfgenes de la ciencia moderna, Madrid, Taurus, 1982. Ciencia y sociedad, Tiempo nuevo, Caracas, 1972, 11. PL. Berger y T. Luckmann, The Social Construction of Reality, Hardmondsworth, Penguin, 1969. Traduccién al castellano: La construc: ci6n social dela realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1978. 12. K. Marx y F. Engels, The German Ideology (ed. R. Pascal), Nueva York, International Publishers Ine., 1963. Traduccién al castellano: La ‘ideologia alemana, Montevideo, Pueblos Unidos, 1970, 13. K. Mannheim, Ideology and Utopia (trad. de L. Wirth y E. Shils), NuevaYork, Harvest Books, 1936. Traduccion al castellano: Ideologia y Utopia, Madrid, Aguilar, 1954. 14, E, Durkheim, Elementary Forms of Religious Life, Londres, George 43 Allen & Unwin, 1915. Traduceiém al castellano: Las formas elementales de ta vid religiose, Madd, Akal, 1982. 15. Cir. MJ. Mulkay, Science and the Sociology of Knowledge, Lon- dees, Allen & Unwin, 1979. 18, Rose 3 Rose, op ci. (0. 10). 17, RKC Merton, The Sociology of Science: Theoretical and Empirical Investigations, Chicago, University of Chicago Press, 1973, Esta obra red- ne la mayor parte de los escritos de Merion dedicados a la sociologa de Ja ciencia. Ejemplos de las principales publicaciones que siguen decidida- mente el programa de Merton son: J. Ben-David, The Scientist's Role in Socisty: a comparative study, Nueva Jersey, Englewood Cliff, Prestce- Hall, 1971; 1Cole y S. Cole, The Sacial Stratification System in Science, Chicago, Chicago University Press, 1973; J. Gaston, Originality and Com: petition in Scionce: a study of the British High Energy Physics Community, Chicago, University of Chicago Press, 1973; W.O. Hagstrom, The Scientific Comunity, Nueva York, Basic Books, 1965; N. Storer, The Socal System of Science, Nueva York, Holt, Rinehart & Wiston, 1966; H.A. Zuckerman, ‘Scientific Elite: studies of Nobel laureates in the’ United States, Chicago, Uniersity of Chicago Press, 1974 18. Pueden encontrarse algunas de las primeras erticas a la escucla de sociologia dela clencia mertoniana en B. Barnes y RGA. Dolby, aumento, la polaridad de las conexiones eléctricas, etc.) que pueden haber desviado el estilete que dibuja el grafico. La suposicién basica es que tras rectifi- car o extirpar tales factores se conseguir, por fin (aunque tal vez tras multiples intentos), restablecer la correcta rela- ci6n entre los trazos obtenidos y la estructura atémica. Asi pues, los problemas metodolégicos fundamentales y omni- presentes se tratan como si fueran meras dificultades «téc- nicas» (métodos) que aparecen ocasionalmente a causa del, por asf decirlo, uso de procedimientos de repre- sentacién defectuosos. Sin embargo, la forma general del problema se mantiene atin al acecho: gen qué nos basa- mos para poder establecer una conexién entre cualquiera de esos «factores de desviaci6n» y el trazo obtenido? En la practica, tales consideraciones quedan relegadas a un se- 51 gundo plano, pues se da una importancia primordial a la resolucién préctica de la dificultad inicial. Asf pues, el pro- blema manifiesta su presencia, aunque se convierte en una simple cuestién de adecuacién técnica, limitada y solven- table. A veces, esta forma de tratar el problema se acom- pafia de afirmaciones en las que se mantiene que la preo- cupacién por todas estas cuestiones técnicas conlleva un. exceso de celo capaz de impedir que la investigacién con- siga los fines a su alcance. 3." estrategia: negar la importancia del problema Un tercer tipo de estrategia sugiere que, desde su ini- cio, el mismo problema es algo artificial y sin ninguna consecuencia. De acuerdo con esta Ifnea de argumenta- cién, la articulacion del problema es un ejercicio filoséfi- co artificial: el que, en principio, pueda mostrarse cémo toda conexién entre representacién y objeto puede proble- matizarse, no tiene ninguna consecuencia pues, en la practica, la gente no se preocupa por tales dificultades; dado que las personas no son habitualmente conscientes de los desastres metodolégicos, no tiene ningtin sentido interpretar sus acciones como si intentaran evitarlos deli- beradamente. Sin embargo, la sugerencia de que la gente necesita ser consciente de los desastres metodol6gicos es engafiosa, Es- tos existen como un tipo de argumento que potencialmen- te puede invocarse en cualquier ocasi6n. Ciertamente, po- drfan no ser mas que una «mera» conjetura filoséfica, pe- ro resulta evidente que se invocan en la prictica en los casos de controversia entre cientificos (cuando se discute la falsedad de los datos de un competidor, por ejemplo) y, de forma mis significativa, en la apelacién al relativismo en muchas discusiones de la ciencia social, Este uso del relativismo mantiene que toda representacién (definicién, clasificacién, interpretacién) podria ser diferente de como es. Por ejemplo, el «desviado» (aquél que mantiene una conducta social «desviada») podria, de hecho, no serlo; en 82 otro tiempo (lugar, sociedad) seria clasificado de otra for- ma, Esta especie de relativismo se afiade al tipo de invoca~ cién a la indexabilidad asociado a la nocién del sentido comin de que «las cosas podrian no ser lo que parecen. 4. estrategia: interpretar el problema como algo ajeno Por ultimo, una importante y extendida estrategia con- siste en presuponer —sea explicitamente o de facto— que los desastres metodolégicos pueden aparecer en el trabajo de los demas pero no en el propio. Se utiliza asf una ca- racteristica sutil del discurso argumentativo, por medio de la cual se resta importancia a la falibilidad del propio tra- bajo, mientras que se maximiza la del de los demés. Gene- ralmente, todo autor (investigador) procede como si actua- ra a un nivel de representacién mas seguro que el de los sujetos (objetos) que estudia, El problema se describe asf, como algo esencialmente ajeno. Esto cobra una particular relevancia cuando nos da- ™mos cuenta de que el trabajo de construccién de un texto (esto es, escribir) no es menos inmune a los desastres me- todolégicos que —por ejemplo— el trabajo de interpretar formaciones rocosas segtin la geologia devoniana.’ La es- trategia consiste en proceder como si las representaciones que producimos en cuanto analistas sociales de la ciencia fueran menos problematicas que las de los cientificos que estudiamos. En el capitulo V discutiremos més amplia- mente esta estrategia. Otra caracteristica importante de esta estrategia reside en el hecho de cue se utiliza para generar férmulas para aquellos analisis de ciencias sociales en los que se mantie- ne alguna forma de relativismo. De forma similar a lo que sucedia en la tervera estrategia, los andlisis relativistas de los fenémenos sociales recurren en algunos casos a los de- sastres metodol6gicos con el fin de abrirlos a la investiga- ci6n. Por ejemplo, la idea de que el significado de un do- cumento cambia a causa de sus usos (indexabilidad) se ‘toma como fundamento de los programas de investigacién 53 que tracan los tipos de relaci6n existentes entre «contexto» Y «significado». De todos modos, resulta decisivo que esta misma nocién no se aplique a los documentos producidos or (Jos resultados de) tales programas de investigacién, concibiéndose asi que el problema atafie a lo investigado pero no al investigador.* Conclusién: dos modos de afrontar el estudio de la ciencia Con posterioridad veremos —especialmente en el capi- tulo IV— cémo el discurso de la ciencia (y, por extensién, el de todas las formas de investigacién con pretensiones cientificas) se estructura de forma que refuerza la ideolo- fa de la representacién. Ya hemos sugerido que la conse- cuencia de defender la idea de representacién lleva a negar el cardcter general de los desastres metodol6gicos. De to- das formas, resulta indudable que cualquier acercamiento ctitico a la idea de ciencia debe enfrentarse a la idea mis- ma de representacién. En concreto, debemos ser conscien- tes de hasta qué punto nuestros propios esfuerzos (en cuanto cientificos sociales) se apoyan en la ideologia de la representacién. A continuacién, y con el fin de empezar a cumplir tal objetivo y abordar los problemas criticos que anidan en el mismo corazén de la representacién, presentamos dos mo- dos de afrontar el estudio social de la ciencia: la inversién y la retroalimentacion. 1) Inversion Nuestra primera medida ser mostrarnos criticos con cualquier conexién unidireccional entre los dos elementos de todo par representacién-objeto. Necesitamos oponernos tanto a la idea de que los dos elementos son distintos, como ala nocién de que el objeto es previo (0 antecede) a la representacién. La inversién nos pide que considere- 54 mos, por ejemplo, el valor que tiene mantener que los ob- Jetos descubiertos se constituyen a través de su descubri- miento —més que ser revelados por él—. Ast pues, la in- versién se opone frontalmente al punto de vista que en el capitulo I denominamos esencialismo. 2) Retroalimentacion Nuestra segunda medida se encuentra relacionada con Ja anterior y consiste en enfatizar, en lugar de suprimir, las conexiones bidireccionales entre la «ciencia» —en cuanto objeto— y nuestros intentos de llevar a cabo un estudio «de» la ciencia. El propésito de la retroalimenta- cién es oponerse a la persistente idea de la ciencia como materia de estudio distinta, como un objeto situado «ahi fuera» y mas alld de nosotros gua observadores/investiga- dores y como algo esencialmente separado y diferente de nuestras propias pricticas de escritura. Ya que la ciencia se ve siempre esenzialmente implicada en la consecucion del orden y el establecimiento de relaciones estables entre el mundo de los objetos y el de las representaciones, nues- tra pregunta es: goémo puede desbaratarse eso? ¢Qué tipo de investigacién podria generar una inestabilidad que afec- tara al dualismo de la representacién? Intentando resolver esta cuestin queremos desarrollar una mejor compren- si6n de los rasgos fundamentales que sustentan la idea de ciencia. Con estas dos medidas comenzamos ahora nuestro examen critico de los logros del reciente estudio social de la ciencia. LECTURAS RECOMENDADAS La principal fuente para la interpretacién escéptica que se avanza aqui es: H. Garfinkel, Studies in Ethnomethodo- logy, Englewood Cliffs, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1967, 55 Sin embargo, este texto constituye un punto de partida notoriamente dificil. La mayoria de los textos secundarios (introductorios) sobre etnometodologia tienden a infrava- lorar la lectura escéptica que se adelanta en este capitulo. Entre los mejores estan: D. Benson y J. Hughes, The Pers- pective of Ethnomethodology, Londres, Longman, 1983; y W. Sharrock y RJ. Anderson, The Ethnomethodologists, Chichester, Ellis Horwood / Londres, Tavistock, 1986. La idea de domar los desastres metodolégicos se desa- rrolla inicialmente en: S. Woolgar, «Irony in the Social Study of Science», en K.D. Knorr-Cetina y M. Mulkay (eds.), Science Observed: perspectives on the social study of science, Londres, Sage, 1983, pp. 239-266; y S. Woolgar y D. Pawluch, «Ontological Gerrymandering: the anatomy of social problems explanations», Social Problems, 32 (1985), 214-227, NOTAS 1. Observacién atribuida a Karl Marx en E. Gellner, Cause and Mea- ning in the Social Sciences, Londres, Roulledge & Kegan Paul, 1973. 2. Observacién atribuida a Francis Bacon en un libro de texto sobre los métodos cuantittivos en la clencia sorial 3. S. Woolgar, «irony in the Social Study of Sciences, en KD. Knorr Cetina y M. Mulkay (eds), Science Observed: perspectives on the social study of science, Londres, Sage, 1983, pp. 239-266. 4, H. Garfinkel, Studies in Echnomethodology, Englewood Cliffs, Nue- va Jersey, Prentice Hall, 1967. De todos modos, debe repararse en el he- ccho de que muy pocos de los ulkimos intérpretes de Garfinkel optarian ppor hablar de «desastres» al tratar esta cuestién, Con la posible excepcion de autores como Blum y McHugh (A. Blum, Theorising, Londres, Heine- mann, 1974; P. McHugh, S. Raffel, D. Foss y A. Blum, On the Beginning of Social Inquiry, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1974), muchos etno- ‘metod6logos han tendido’a dejar de lado el esoepticisme propio de los cescritos de Garfinkel, en favor del desarrollo de un programa empirico de investigacién. Véanse, por ejemplo, W. Sharroch y B. Anderson, The Eth- rnomethodologsts, Chichester, Elis Horwood / Londres, Tavistock, 1986, y J. Heritage, Garfinkel and Ethnomethodology, Cambridge, Polity Press, 1984, 5. Garfinkel, op. cit. (n. 4). 6. Ibid, p.8. 56 7. MIS. Rudwick, The Great Devonian Controversy: The Shaping of ‘Scientific Knowledge Among Gentlemanly Specialist, Chicago, University of Chicago Press, 1985, 8S. Woolgar, elrony in The Social Snudy of Science», en KD. Knorr- Cetina y M. Mulkay (eds.). Science Observed: perspectives om the social study of science, Londres, Sage, 1983, pp. 239-266; S. Woolgar y D. Paw- uch, «Ontological Gerrymandering: the anatomy of social problems ex: planationss, Social Problems, 32 (1985), 214.227 37 tl ABRIENDO LA CAJA NEGRA: LOGICA, RAZON Y REGLAS Hasta ahora hemos centrado nuestra atencién en el amplio abanico de concepciones de la ciencia (capitulo I) y hemos recalcado la importancia de la idea de repre- sentaci6n (capitulo I), que, como sugerimos, se encuentra profundamente implicada en todo intento de ser «cientifi- co». En este capitulo comenzaremos viendo cémo los so- cilogos (en especial, pero también algunos historiadores y fil6sofos) han intentado escapar a las constricciones que la preponderancia del esencialismo ejerce sobre nuestra com- prensién de la ciencia, y examinaremos —como ejemplo especifico— los intentos de los sociélogos de estudiar la logica 0 el razonamiento (especialmente el que supuesta- mente esté involucrado en la produccién de verdades y le- yes cientificas y mateméticas). Una de las principales consecuencias de las sociologias de la ciencia que adoptaron la concepcién heredada fue que no centraron su estudio en la naturaleza y en la es- tructura del conocimiento cientifico. En general, todas es- tas sociologfas procedfan tratando al conocimiento cientt- fico (las teorfas, formulas, leyes fisicas, pruebas y ecuacio- nes matemticas) como si fuera una caja negra, Se supo- nia que abrir dicha caja y estudiar su contenido no consti- tuirfa ningun avance en términos sociol6gicos; los origenes 59 sociales del conocimiento cientifico se consideraban algo imelevante para su contenido, Algunos sociélogos llegaban incluso més lejos y mantenfan que prestar atencién al con- tenido alejaria el andlisis sociolégico de la tarea que le es propia, En términos de la representacion, esta actitud tra- taba la relacién entre el «conocimiento cientifico» y el «mundo objetivo y natural» como si fuera una caja negra yconsideraba que su naturaleza quedaba més alld del area propia de la investigacién sociol6gica; no era deseable ni necesario tomar en consideracién cémo se conjuntaban ambos elementos del par. Era caracteristico de este punto de vista considerar que la adecuacién de la conexi6n (esto es, si el conocimiento cientifico es no una representacién adecuada del mundo) €s antes una cuestién metodolégica que sociol6gica. Por ello, Merton —al introducir su famosa discusién sobre el ethos normativo en la ciencia— afirmaba: «A menudo, las reglas metodolégicas comprenden tanto prescripciones téc- nicas como obligaciones éticas, pero aquf s6lo nos intere- san las tiltimas. Esto es un ensayo de sociologia de la cien- cia y no una excursién metodolégicay. En el uso que aqui hace Merton del término, la «metodologia» queda peyorati- vamente relegada como simple metodologia; afirma que las obligaciones morales se encuentran socialmente organiza- dhs y estructuradas, pero presupone que las prescripciones técnicas (la metodologfa) resultan socialmente neutrales. Cuando aparece conocimiento erréneo sobre el mundo, la fuente del error es la aplicacion defectuosa del método y'no una cuestién sociolégica. Los «factores distorsionantes» de le figura (factores que impiden una conexién adecuada en- tre el mundo y el conocimiento cientifico) corresponden a tuna aplicacion defectuosa del método cientifico. concent en | |. mundo bite Gorecto) Conovimiento eienttion (ncorrecto) slaciores distorsionantes» ro) Aun dentro de la concepeién heredada, algunius socis- logos e historiadores han considerado la metodologia como un fenémeno social, aunque restringiendo su aten- cién a aquellos casos en los que los productos del conoci- miento cientifico resultaban ser incorrectos. Esta forma de afrontar la cuestién ha sido denominada sociologia del enor. Solo se consulta a los sociélogos cuando las cosas acaban mal, cuando aparece una desviacién en el camino ‘supuestamente verdadero que une al mundo con el conoci- miento que de él tenemos, siendo entonces su tarea la de discernir Ia fuente y la naturaleza de los factores sociales (externos) que han conducido a un conocimiento distor- sionado del mundo. Lo comiin en esta clase de enfoques ‘sociolégicos es que la competencia en la busqueda de re- compensas (y recursos) aparezca como causa de la desvia- cién en la conexién entre el mundo y el conocimiento ver- dadero. Debe sefialarse que esta posicién constituye una sociologia asimétrica del conocimiento cientifico: los fac- tores sociales resultan relevantes cuando aparece un cono- cimiento falso 0 incorrecto, pero el socidlogo no tiene nin- gin papel que jugar cuando las conexiones tienen como consecuencia un conocimiento correcto. La sociologia del error investiga la produccién del conocimiento «incorrec- to» pero, por lo demés, trata la generacién del conoci- miento cientifico como una caja negra. El defecto crucial de aquellas sociologfas de la ciencia que adoptan la concepcién heredada es una aceptacién acritica de lo que se dice que ha de contar como conoci- ‘miento «falso» y «verdadero». Cuando el conocimiento se toma como verdadero, no ven ninguna necesidad de entrar en liza; cuando se considera el conocimiento incorrecto, toman esta apreciacién como el punto de partida para pre- guntarse qué puede haber hecho que los cientificos se equivoquen. No alcanzan a considerar que la misma deter- minacién del estatus de verdad de un conocimiento (su definicién, su evaluacién) es un proceso social. E] mayor logro de autores como Kuhn fue establecer el cardcter his- toricamente (y, por extensién, social y culturalmente) rela- tivo de las verdades cientificas.? En consecuencia, el socié- 61 logo ya no podia aceptar como dada la distincién entre creencias cientificas falsas y verdaderas. En su lugar, la tarea de la sociologia se convertfa en discernir lo que cuenta como creencia verdadera o falsa y, en particular, qué procesos sociales se encuentran involucrados en la constitucién y evaluacién del conocimiento. Se hizo evi- dente que una comprensién sociol6gica de la construccién, del conocimiento cientifico requiere una sofisticada eva- luacién del contendido técnico del conocimiento en cues- tion y, preferiblemente, una investigacién simultanea y profunda de las tareas técnicas de los cientificos (véase el cap. VD. La concepcién heredada es consistente con la desaten- cién de los sociélogos respecto al contenido del conoci miento cientifico y con el énfasis en la ciencia como insti- tucién social y en las relaciones entre Jos productores del conocimiento. Por ello, la sociologfa (tradicional) de la ciencia que adopt6 la concepcién heredada fue esencial- mente una sociologia de los cientificos. Por el contrario, los trabajos més recientes enfatizan el cardcter relativo de la verdad cientifica, exigen un andlisis sociolégico de los con- tenidos técnicos y, por ello, intentan abrir la caja negra de la construccién del conocimiento cientifico. El nombre més apropiado para este ultimo tipo de sociologia de la ciencia es el de sociologia del conocimiento. ‘Al abrir la caja negra, la sociologfa del conocimiento cientifico contradice totalmente aquel aspecto de la con- cepcin heredada que mantiene que la investigacién so- ciologica no debe estudiar la generacién del conocimiento cientifico. Pero venimos recordando (desde el capitulo 1) que esta concepcién heredada también implica el acuer- do con el esencialismo. {Hasta qué punto escapa la so- ciologia del conocimiento cientifico de este importante vestigio de la concepcién de la ciencia? Vamos a fijarnos detalladamente en un tipo particular de sociologia de! conocimiento cientifico (SCC) para poder resolver esta cuestion. 62 El requerimiento de un programa fuerte de sociologia del conocimiento cientifico La concepcién heredada es consistente con algunas posturas filoséficas (a las que nos referiremos como «ra- cionalismo») para las que la generacién del conocimiento verdadero y correcto no requiere ninguna explicacién so- ciologica. Desde la perspectiva del racionalismo, el conoci- miento verdadero y correcto puede explicarse en funcién de sus méritos racionales: el conocimiento es una verdad en la que se cree por razones correctas. La aceptacién ge- neral de la concepcién heredada se vio reflejada, durante mucho tiempo, en la divisién del trabajo en el estudio de la ciencia: por una parte, los sociélogos, ocupados en in- vestigar los factores sociales que afectan a la produccion del conocimiento erréneo, y por otra, los filésofos (racio- nalistas), preocupados por los fundamentos racionales de la verdad. Filésofos y socidlogos coexistfan pacificamente porque ambos grupos trataban la misma cuestion —gqué es la ciencia?— centrandose en fenomenos diferentes. La situacién cambié radicalmente cuando los sociélo- gos comenzaron a mantener que tanto el error como la verdad eran igualmente susceptibles de ser analizados so- ciolégicamente. En concreto, fue David Bloor’ quien se opuso a que los sociélogos quedaran excluidos cuando se trataba de estudiar cémo se producia el conocimiento cientifico «verdadero». El conocimiento cientifico —fuera etiquetado como «verdadero» 0 «falso»— podfa y debia ser objeto de los anélisis sociolégicos. Bloor se quejaba de que la insistencia de la filosoffa racionalista en el cardcter in- herentemente (dado) falso o verdadero del conocimiento se oponfa directamente a cualquier intento de estudiar la determinacién social de la «verdad» y la efalsedad». La fi losoffa racionalista presuponia que el conocimiento genui- no (probado) no era algo causado (excepto, tal vez, por «razones racionales»), sino el resultado del método racio- nal y/o de extrapolaciones logicas efectuadas a partir del ‘conocimiento va existente. Desde esta perspectiva, la logi- ‘ca, la racionalidad y la verdad son su explicacién, mientras 63 que como «causas» se comprenden aquellos factores (ex- ternos) sociolégicos, psicolégicos 0 de otro tipo que hacen su apariciér, en la génesis del conocimiento falso 0 err6- neo: el conocimiento falso es algo causado, pero el conoci- miento verdadero es —simplemente— el resultado de un proceso racional. ‘Naturalmente, es la forma popularizada de esta con- cepcién lo que hace que la sociologia del conocimiento cientifico parezca antiintuitiva: la sociologia de la familia, de la conducta desviada, de la educaci6n y demés, parecen sumamente factibles, pero ¢qué factores «sociales» po- drian verse involucrados en el conocimiento cientifico? 2Van a decimnos los socidlogos que «2 + 2 = 4» es un cons- tructo social? Este sentimiento tan difundido de que la so- ciologia del conocimiento cientifico es algo antiintuitivo da de por s{ testimonio de la influencia de las ideas raciona- listas. Por definicién se presupone que el conocimiento cientifico es precisamente algo no-social; se piensa que el conocimiento tan sélo llega a ser cientifico en virtud de la exclusién de todo factor social. Bloor! formulé cuatro exigencias fundamentales para el desarrollo de un «programa fuerte que levarfa el estudio sociolégico més allé de la concepcién racionalista de la generacién del conocimiento cientifico: 1) Causalidad. El fin de la sociologfa del conocimiento cientifico es discernir qué condiciones producen las creencias 0 estados de cono- cimiento. Bloor sefialé que tales condiciones podrian ser psicolégicas, econémicas, politicas o hist6ricas ademas de sociales. 2) Imparcialidad. La sociologfa del conocimiento cientifico no deberia proponerse sus objetos de estudio se- gin la verdad o falsedad, racionalidad e irracionalidad o el éxito 0 fracaso que se perciba en ellos. El énfasis debe ponerse en el hecho de que la verdad, la falsedad, etc., se perciban como tales. Estas determinaciones son el resulta do de un proceso social y, por ello, forman parte del fend- meno a estudiar. 3) Simetria, Igualmente, una vez elegidos los casos de conocimiento cientifico que van a ser estudia- dos, el socidlogo deberfa utilizar los mismos tipos de cau- sas para explicarlos, independientemente de que hayan si- 64 do clasificados como falsos 0 verdaderos, etc. En concreto, Bloor afirma que el sociélogo no deberia apelar a, diga: ‘Mos, causas sociol6gicas para explicar creencias «falsas» y recurrir a causas psicolégicas (0, atin peor, racionalistas) para explicar las everdaderas». 4) Reflexividad. Los patro- nes explicativos usados por la sociologia del conocimiento cientifico deben ser, en principio, aplicables a la misma sociclogia. Teniendo en cuenta estos principios deberia quedar cla- To que proposiciones mateméticas tales como «2 + 2 = 4» son un objeto tan legitimo de la investigacién sociolégica como cualquier otro ejemplo de conocimiento (algunos so- cidlogos, para realzar su imparcialidad, utilizan el término «afirmacién de conocimiento» en vez de «conocimiento»). Qué clase de condiciones histéricas dieron curso a esta expresi6n y, especialmente, qué la establecié —y todavia la mantiene— como creencia? Este tipo de preguntas se for- mula sin tomar en consideracién el nivel (efectivo) de ver- dad de las proposiciones. En su lugar, se pregunta bajo qué condiciones se tienen por «verdaderas». Se nos recuer- da, ror ejemplo, que tales proposiciones no tenfan ningun sentido antes de la invencién de las matematicas o que no Jo tienen para los nifios pequeftos; o, de otra forma, se nos recuerda que «2 + 2 2 » es verdad en el contexto de la suma de vectores. El programa fuerte no pretende de nin- guna manera evaluar o enjuiciar el nivel de verdad que se afirma de las proposiciones, pero resulta fécil ver c6mo el estudio analitico (de cualquier tipo, sea sociolégico 0 lo que se quiera) de afirmaciones comunmente creidas, pue- de entenderse como un intento de difamar la veracidad de las proposiciones. A pesar de todas las declaraciones pro- graméticas de imparcialidad, los defensores del programa fuerte acaban sumigndose en un discurso agonistico. La discusién sobre el programa fuerte La discusi6n sobre el programa fuerte de la sociologia del conocimiento cientifico ha sido acalorada: los inter- 65 ‘cambios entre sus defensores y los fil6sofos racionalistas han tenido un carécter mordaz y corrosivo. El espiritu ge- neral queda perfectamente plasmado en la infame afirma- cién de Bloor de que chacerse preguntas del tipo de las que los filésofos se hacen a si mismos es como paralizar la mente». Una posible (aunque débil) explicacién de la in- tensidad de la controversia enfatiza la importancia de la division del trabajo establecida entre los sociélogos y los filésofos de la ciencia. La pretensiGn de desarrollar el pro- grama fuerte transgredfa esta division del trabajo al suge- rir que los contenidos mismos del conocimiento cientffico son susceptibles de ser analizados por la sociologfa; la filo- sofia racionalista se sintié entonces ultrajada por esta in- vasién de un territorio que antes habfa sido de su dominio exclusivo. ‘Aunque el debate se centra sobre la mejor manera de realizar averiguaciones sobre la naturaleza de la ciencia, su caracterfstica més curiosa es que los participantes recu- rren a ciertas ideas preconcebidas sobre la ciencia, para atacar o defender el programa (fuerte) propuesto. Bloor afirma que los principios del programa fuerte ssincluyen aquellos valores que se les supone a otras disci- plinas cientificas».* El programa fuerte —dice— «posee un cierto tipo de neutralidad moral; a saber, aquélla que he- mos aprendido a asociar a todas las otras ciencias»? y ne- gar sus principios constituirfa una traicién «al enfoque de la ciencia empfrica» «Si no pudiera aplicarse el conoci- miento a un examen concienzudo del conocimiento cienti- fico, ello significaria que la ciencia no podria conocerse cientificamente a si misma.»? «Dentro de la més pura orto- doxia he dicho lo siguiente: tan sélo tengis que proceder como lo hacen las dems ciencias y todo ird bien.»! «Si queremos estudiar la naturaleza del conocimiento cientifi- co no podemos, con toda seguridad, hacer nada mejor que adoptar el propio método cientifico.»!" Larry Laudan —el mayor critico de Bloor— se apresu- xa a sefialar la aparente circularidad que cso supone.? ‘Afirma que Bloor parece presuponer la misma respuesta que intenta descubrir: la caracterizacién y la justificacién 66 que Bloor efecttia de sus propios principios pone el carro delante de los bueyes. Pero Laudan también presenta una versién de «qué es la cienciay en su intento de desacredi- tar a Bloor. Mantiene, asf, que no toda ciencia es causal, que la imparcialidad es algo que no aparece en ninguna ciencia de la que él tenga noticia y que el principio de reflexividad esta de més cuando el objetivo es lograr una teoria de aplicabilidad general.”? A Laudan le preocupa es- pecialmente el postulado de simetrfa porque se opone a [o que él considera que son los precedentes mejor establecidos de las ciencias naturales, a saber, que los cientificos apelan a distintos procesos causales para explicar fenémenos dis- tintos. Seria absurdo —afirma Laudan— probar y explicar tanto los fenémenos gravitacionales como los fenmenos eléctricos utilizando el mismo tipo de causa. Por supuesto, es perfectamente posible que Laudan haya malinterpreta- do a Bloor en este punto. Bloor no se refiere a una misma causa para explicar fenémenos diferentes, sino a un mis- mo tipo de causa para explicar tanto los casos falsos como los verdaderos de un mismo fenémeno. Apelar a una expli- cacién unicausal de los fenémenos eléctricos y gravitacio- nales no serfa un buen ejemplo; seria mejor referirse a los intereses sociales que dieron origen a los rayos N y los, rayos X. Podria ser que unos intereses sociales especifica- mente diferentes hubieran operado en cada caso, pero el interés social tendria relevancia para cada caso de conoci- miento (percibido como) verdadero, asi como para el fal- so. Lo que Bloor quiere evitar es aquel tipo de situaciones en las que los intereses sociales se utilizan para dar cuenta de los rayos N, mientras que se apela a la racionalidad y la logica para explicar la emergencia de los rayos X. Incluso en el seno de un disputa acerca de cémo debe estudiarse la ciencia, nos encontramos con que sus prota- gonistas hacen uso de versiones de qué es (realmente) la ciencia. Sus afirmaciones —tomadas conjuntamente— muestran aquel tipo de variabilidad en las preconcepcio- nes sobre la ciencia que estudiamos en el capitulo I. Es como si los protagonistas del debate se encontraran ence- rrados en un discurso que les forzara a utilizar y apelar a 67 unas u otras preconcepciones sobre la ciencia. Esta obser- vacién sirve, ademés, para reforzar la afirmacién de que resulta mejor tratar la «ciencia» como recurso discursivo que como una entidad por descubrir. ¥ lo que es mas importante, el hecho de que la argumentacién de cual- quiera de estos analistas recurra a concepciones no expli- cadas sobre la ciencia, hace entrar en juego la posibilidad. de que estemos tratando con un concepto que se encuen- tra profundamente implicado en las précticas argumenta- tivas. Reglas y légica El programa fuerte de la sociologia del conocimiento cientifico atrajo una gran atencién, no porque propusiera un andlisis sociolégico de materias que anteriormente ha- bian sido objeto de la filosofia —el contenido y la natura- Jeza del conocimiento cientifico—, sino porque enfatizaba la relatividad de la verdad cientifica. Ello suponia que al conocimiento cientifico ya no se le podfa seguir conside- rando sencillamente como algo «racional», que la aplica- cién de la «raz6n» ya no garantizaba la «verdad», etc. De hecho, este tipo de relativismo no fue mAs que un caso particular de un movimiento intelectual més amplio. En concreto, la SCC presenta una marcada afinidad con una nocién clave del pensamiento post-wittgensteniano: el es- cepticismo respecto a la idea de que la prictica (las accio- nes, los comportamientos) puede entenderse en términos de seguir reglas (normas, principios). Para poder desarro- llar este punto consideremos los rudimentos de la posicién de la sociologia del conocimiento cientifico respecto a las reglas y la légica. En una conocida pardbola de Lewis Carroll (utilizada més tarde por Winch), Aquiles y la tortuga discuten sobre tres proposiciones —A, B y Z—, relacionadas entre si de forma tal que, segtin Aquiles, Z «se sigue légicamente» de Ay B." La tortuga se muestra de acuerdo en aceptar A y B como verdaderas pero desea saber qué podria inducirle 68 a aceptar Z, pues no acepta la proposicién hipotética C que reza: «Si A y B son verdaderas, Z debe ser verdad». Aquiles comienza entonces por pedirle a la tortuga que acepte C, lo que ésta hace. Entonces Aquiles le dice a la tortuga: «Si aceptas A, B y C debes aceptar Z». Cuando la tortuga le pregunta por qué debe hacerlo, Aquiles le dice: «Porque se sigue légicamente de ellas. Si A, By C son verdaderas, Z debe ser verdad. Supongo que no me discu- tirds esto, existiera, el objeto (y el no-objeto) tuvieron como minimo cinco encarnaciones independientes: 1) Un trazo inusual; un no-objeto 2) Una posible interferencia 3) Un estallido temporal o una interferencia inusual 4) Comunicaciones de otra civilizacién (hombrecillos verdes) 5) Un nuevo tipo de fuente pulsante de radio Merece la pena sefialar que, aun sin presuponer el re- sultado final (que se trataba de un piilsar), la delineacién de estas fases no se encuentra libre por completo de la légica de la retrospeccién. Por ejemplo, delinear la prime- ra fase y describir el objeto de la misma como un trazo inusual supone imputar a la secuencia un cardcter mas definitivo del que tal vez tuvo en su momento. También merece la pena seftalar que esta divisién en cinco fases tan sélo cubre un corto periodo de tiempo inmediatamente anterior al anuncio de Nature en 1968. Por analogia con el caso de Colén, debemos reconocer que las determinacio- nes del contexto social (la organizacién del equipo de in- vestigacién de Cambridge, sus costumbres por lo que hace a la comunicaci6n de conocimientos a sus competidores, el equipo disponible, el estado de la técnica de los apara- tos de registro, las expectativas y creencias de los principa- les participantes) tienen su origen en la prehistoria de la radioastronomia y la astrofisica. Igualmente, la definicién del objeto ha tenido una vida agitada desde que se anun- cié el descubrimiento. Ha sido una estrella enana blanca, una estrella giratoria de neutrones, una estrella de neutro- nes con un satélite, la interacci6n plasmica entre estrellas binarias de neutrones, etc. El consenso actual a este nivel favorece la versi6n de una estrella giratoria de neutrones. Si esta construccién temporalmente estable fuera derroca- da (revisada) en el futuro, los usurpadores tendrian que deconstruir casi veinte afios de movilizacién de recursos y discusiones. 98 Conclusion La conclusién més importante de nuestros ejemplos de descubrimientos es que la existencia y el cardcter del obje- to descubierto varfan segtin la constitucién de los diferen- tes entramados sociales. Y al hablar de entramado social nos referimos a las creencias, a los conocimientos, a las expectativas, al conjunto de recursos y argumentos, a los aliados y defensores; en resumen, tanto a la totalidad de la cultura local como a las identidades de los diversos parti- cipantes. Esta variabilidad socava de forma decisiva el pre- supuesto comtin de la preexistencia del objeto respecto al descubrimiento. No se trata de que el entramado social ejerza de mediador entre el objeto y el trabajo de observa- cién realizado por los participantes. Mas bien es el entra- mado social el que constituye al objeto (0 la ausencia del mismo). Lo que ello supone para nuestra principal linea de argumentacién es la inversion de la relacién supuesta entre representacién y objeto; la representacion da lugar al objeto: representacion, objeto Por supuesto se trata de una forma de ver las cosas alta- mente perturbadora. Nuestra reaccién «instintiva» —«se- guro que eso no es asfs— refleja con precisién nues- tra familiaridad y dependencia respecto al vinculo unidi- reccional en el sentido contrario. De alguna manera cree- mos que la representacién sélo puede seguirse de los obje- tos y no al revés. Aunque esto no sea muy alentador, ese profundo descontento es un buen indicador de hasta qué nivel damos por sentado el punto de vista que ha sido in- vertido. La dificultad mas inmediata es la siguiente: si afirma- mos que los descubridores (0, més exactamente, los entra- mados sociales dentro de los que operan) constituyen acti- vamente su objeto, ¢c6mo pueden arreglérselas para con- veneerse de lo contrario? Teniendo en cuenta nuestra arti- culacién perfectamente razonable de este desastre metodo- 99 logico, equé es lo que sostiene y restablece continuamente la existencia previa de los objetos descubiertos? En el pré- ximo capitulo nos ocuparemos de esta cuestién conside- rando algunos rasgos generales del discurso cientifico. LECTURAS RECOMENDADAS Sobre el descubrimiento: A. Branningan, The Social Ba- sis of Scientific Discoveries, Cambridge, Cambridge Univer- sity Press, 1981, especialmente los caps. 1, 5 y 7. TS. Kuhn, La estructura de las revoluciones cientificas, México, FCE, 1975. Una de las fuentes mas importantes anterior a los tra- bajos actuales de la construccién social de los hechos cien- tificos es: L. Fleck, The Genesis and Development of a Scientific Fact, Chicago, University of Chicago, 1979, origi- nalmente 1935. Para los principales estudios de casos concretos sobre Ie construccién de los hechos cientificos, véanse las refe- rencias dadas en el capitulo VI (lecturas recomendadas). NOTAS 1. En el capftulo Vit estudiaremos cémo la Jogca y la razén son un nto de atencion estrategico para el estado social del conoeimiento Sento, 2. B. Bames, Scientific Knowledge and Sociological Theory, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1974, p. 7 3. MJ. Mulkay, Science and the Sociology of Knowledge, Londres, Alen & Unwin, 1979, p. 61 “4. B. Haney, «Plausibilty and the Evaluation of Knowledge: a case Study of Experimental Quantum Mechanics, Social Sudies of Science, 1 (0981), p.95 5. HLM. Collins, «Stages in the Empirical Programme of Relativism, Social Studies of Science, 11 (1981), p. 3 soit §, Esta fase se debe a Donald Campbell. Véase D:T. Campbell, ‘Sclcheg’s Social System of Validty-Enhancing Collective Belief Change and the Problems of the Social Sciences», en DW. Fiske y RA. Shueder (eds), Metaheory in Social Science: pluralisms and subjectiviis, Chicago, University of Chicago Press, 1986, pp. 108-135 7. Juego de palabras entre sole (esuela») y soul («alma»), que tienen en inglés la misma pronunciacion. (N, del 7.) 8. A. Branningan, The Social Basis of Scientific Discoveries, Cambrid- se, Cambridge Univesity Press, 1981, cap. 7 9. Ibid 10. Chr. B. Latour y 8. Woolgar, Laboratory Life the construction of scientific facts, Princeton, Princeton University ress, 1986? 11, Branningan, op cit (n. 7. 12. A Hewish, $1. Bell, JDH, Pilkington, PE. Scott y RA. Collins, Observation of a Rapidly Pulsating Sources, Nature, 217 (1968), 709. 73, 13. 8. Woolgar, «Writing an Intellectual History of Scientific Develop: iment: the use of discovery accounts», Socal Studies of Science, 6 (1976), 395-422. S. Woolgar, The Emergence and Growth of Research Areas in ‘Science with Special Reference to Research on Pulsars (esis doctoral inédi- ta), Univesity of Cambridge, 1978. 14. Woolgar (1976) op. cit. (0.12). 15. ;Como si un trazo pudieraincitar a algo! (véase el cap. V). 16. MJ. Mulkay, interpretation and the Use of Rules: the case of the norms of Sciences, en T. Gieryn (ed), Science and Social Sucre: a fes- Ischrift for Rober’ Merton, Transactions of the New York Academy of Sciences Series 2, 39 (1980) 111-125. 17. Carta personal de F, Hoyle al autor, 30 de abril de 1975, 101 Vv CIENCIA ARGUMENTATIVA: DISCURSO Y EXPLICACION En el tltimo capitulo propusimos una inversién de la relacién entre los objetos del mundo y su representacién. Se sugiri6 que las practicas representativas constituyen los objetos del mundo, en vez de ser un reflejo que proviene de ellos. Al mismo tiempo, sefialamos que el aparente ab- surdo de este punto de vista (inversido) servia para cali- brar nuestro compromiso con la posicién tradicional. Deberia enfatizarse que dicho «compromiso» ni requie- re, ni se deriva de una declaracién consciente de lealtad a una ontologia realista. No se trata de que hayamos toma- do la decisién deliberada de optar por esta manera de ver las cosas. Como nos recuerda el andlisis de Bloor sobre la I6gica, nuestro compromiso es mas bien una medida de la forma en que organizamos nuestras acciones pricticas; la ontologia realista es una justificacién post hoc del orden institucional existente.' Creemos que los objetos preceden y dan lugar a su representacién, precisamente porque ésa es la forma en que hemos organizado nuestras percepcio- nes del mundo, nuestros acuerdos sobre la forma en que deben dirigirse y sancionarse las acciones, nuestras expec- tativas, etc. Dado lo atrincheradas que estan estas ordena- ciones institucionales, no es extrafio que una justificacién post hoc alternativa parezca absurda. 103 En este capitulo se tratan algunas de las formas en las que nuestra imbricacton en y nuestra dependencia respec to a este «orden institucional» hacen que la inversi6n. pro- puesta en el capitulo anterior parezca absurda. Cenirare- mos nuestra atencién en la manera en que la ciencia pue- de interpretarse como un discurso en el cual y a través del cual se consigue la preexistencia de los objetos (cosas). Separacion e inversion El modelo de separacién e inversién del descubrimien- to sugiere una forma de explicar c6mo el discurso consti- tuye sus objetos.? Si recordamos que en el tltimo capitulo mantuvimos que el descubrimiento es un proceso, antes que un hecho puntual, podriamos proponer un modelo de cinco etapas que puede representarse esquemdticamente tal y como sigue: 1) documento 2) documento objeto 3) documento obeto 4) documento obeto 5) enegar (u olvidarse de) las etapas 1-3» En la primera etapa, los cientificos tienen documentos (trazos); en el caso del descubrimiento de los pilsares, ta- Jes documentos comprenden las tablas obtenidas a partir de los registros del telescopio, pero también podrian in- cluir otras publicaciones, artfculos, resultados previos, los telescopios mismos, otros aparatos, lo que Hoyle dijo, etc. En la segunda etapa, los participantes emplean algunos de estos documentos para proyectar la existencia de un deter- minado objeto (en este caso interferencias, un fenémeno astrofisico 0 lo que sea). Lo importante es que el objeto se crea y constituye a partir de los documentos de que los cientificos disponen. En la tercera etapa tiene lugar la se- paracién. Aunque el objeto se ha constituido inicialmente en virtud de los documentos (y, de forma més general, en. 104 virtud del entramado social del que forman parte), ahora se percibe como una entidad separada, como algo distinto de esos documentos. El objeto tiene ahora vida propia. Se encuentra, de hecho, a un paso de poscer una historia infi- nita: jesta a punto de adquirir la condicién de antecedente! En la cuarta etapa, la relacién entre los documentos y el objeto se invierte. Mientras que en la segunda etapa el ob- jeto se constituia a partir de los documentos, jahora pare- ce como si él mismo (que siempre habia estado ahi) hu- biera dado lugar a los documentos! Es entonces cuando €stos parecen adquirir de una forma obvia el carécter de «representaciones» 0 «trazos»; ya no son simples docu- mentos, se han convertido en documentos de algo. La quinta fase es crucial. Con el fin de mantener la relacién invertida de la cuarta fase, resulta importante dejar de lado o minimizar toda la informacién que pueda lamar la atencién sobre las fases anteriores (1, 2 y 3). Asf pues, la quinta fase comprende la minimizacién, negacién u ocul- taciOn de todas las partes que componen el proceso. En la quinta fase se reescribe la historia para dotar al objeto descubierto de su fundamentacién ontolégica. Una vez més resulta improbable que este esquema se adecue a las percepciones supuestas de la relacion entre observaciones y objetos del mundo natural. Una reaccién comtin es negar las primeras tres etapas. Y ésta es precisa- ‘mente la funcién del paso 5. Podriamos decir que nuestra convicci6n respecto al orden correcto entre las repre- sentaciones y el mundo natural radica en que los pasos del 1 al 4 se suceden muy répidamente. Estamos acostumbra- dos a pasar sin pestafiear de los documentos a la idea de gue son los objetos los que les dan lugar. Aunque el modelo de separacién/inversin se desarro- Il6 para comprender el proceso del descubrimiento, resul- ta facil adivinar cémo puede aplicarse a la Tepresentacién en general. Con otras palabras, no es slo un modelo de la constitucin del objeto descubierto, sino también de todo intento de establecer la anterioridad de las cosas y los objetos, de convertirlos en algo fijo (y objetivo) para una amplia variedad de propésitos. Tales intentos van 105 desde las estrategias de la explicacién causal hasta el ca- récter préctico de la percepcién y de la interpretacién en general. Una caracteristica importante del proceso de separa cién e inversi6n es la forma en que la inversién de la cone- xin entre la observaci6n y el objeto conlleva también la desaparicién en tal esquema de cualquier actividad consti- tutiva por parte del observador. Considerar la existencia del objeto como algo anterior supone ver al observador como un sujeto pasivo, mas que activo. Vemos asf la im- portancia ret6rica de sostener la anterioridad del objeto, en el sentido de que implica una concepcién particular del agente. Una vez que el objeto se considera antecedente, fijo y ya dado, el papel del agente de la representacién aparece como algo meramente transitorio y periférico. Es como si los observadores se tropezasen simplemente con una situacion preexistente. ‘Como todo ello indica, podemos adelantar que el papel del agente tiene una gran importancia estratégica en el discurso de la ciencia. La presencia 0 ausencia del agente, el grado en que esta involucrado en el trabajo de la repre~ sentacién (véase més adelante), se encuentra estrechamen- te vinculado a la solidez ontolégica del objeto. Para una primera demostracién de este punto consideraremos el tuso de los modalizadores en el discurso. Modalizadores Podemos decir que cualquier enunciado cientifico im- plica una afirmacion sobre la relacién entre dos compo- nentes: A y B. Por ejemplo, los piilsares son estrellas gi- ratorias de neutrones; el TRF (H) es un péptido; el cir- conio de cobre no se comporta como otras aleaciones me- télicas (la relacién que se afirma ha sido enfatizada en cada caso). Asi pues, una afirmacién se compone de: AB 106 La afirmaci6n puede disfrutar de un estatus factico di- ferente cada vez, pudiendo ser desde una conjetura o un informe documentado hasta un hecho generalmente acep- tado. Sin embargo, ese estatus factico puede cambiar me- diante la adicion o sustraccién de modalizadores: M. (A.B) Por ejemplo, comparemos 1) «La cristalizacion de esta muestra tiene lugar a una temperatura de 394 grados centigrados» con 2) «Giessen afirma que la cristalizaci6n de esta mues- tra tiene lugar a una temperatura de 394 grados centfgra- dos» ycon 3) «Giessen afirma que la cristalizacién de esta mues- tra tiene lugar a una temperatura de 394 grados centfgra- dos porque quiere ser consistente con los resultados que ob- ‘uvo anteriormente», Y, por tiltimo, con 4) «A Giessen le interesa sugerir que la cristalizacion de esta muestra tiene lugar a una temperatura ce 394 grados centigrados». El sentido (¢l estatus féctico) del ejemplo 1 se altera con la adicién de «Giessen afirma que» (2). Sufre poste- riormente otro cambio mediante la adicién del modaliza- dor «porque quiere...» (3) 0, de una forma directamente ‘comparable con los intentos de algunos socidlogos de ex- plicar las acciones de los cientificos, con el uso de «A Gies- sen le interesa sugerir que...» (4). Notese que una lectura precipitada de estos ejemplos sugiere que el efecto de afia- dir modalizadores es el de degradar 0 denigrar el estatus factico de la afirmacién inicial. La cuestién es que ¢p el 107 enunciado 2 se introduce la identidad del agente (Giessen) y su actividad (afirma) en un enunciado cuya facticidad podria esperarse que no se derivase de ningin agente; los, enunciados 3 y 4 prestan atencién a los posibles motivos de la actividad del agente. Sin embargo, es necesario proceder con precaucién a la hora de identificar la adicién de modalizadores con una simple degradacién de la facticidad. Por ejemplo, involu- crar a Giessen podria ser una forma de reforzar una afir- macién sin apoyo previo: «Si alguien sabe de esto, ése es Giessen, y afirma que...r. No se trata, pues, de que la adi- cién de modalizadores cambie en una direccién determi- nada el estatus factico, sino de que la inclusién de modali zadores proporciona la base para la reevaluacién de un estatus factico previamente admitido ( sugerido). Esta precaucion se hace necesaria si tenemos en cuen- ta que ciertos reajustes menores en los enunciados pueden producir por s{ mismos una amplia gama de efectos. Con- sideremos los siguientes ejemplos: 5) Los seres humanos tienen la capacidad de clasificar los fenémenos en grupos.? 6) Se cree que los seres humanos tienen la capacidad de clasificar los fenomenos en grupos. 7) Los seres humanos tienen la capacidad de «clasif- car» los fenémenos en grupos. E] enunciado 6 revisa la naturaleza de la relaci6n exis tente entre los dos componentes principales del enunci do 5. Por su parte, el enunciado 7 revisa la naturaleza de ‘uno de los componentes del enunciado inicial mediante el uso de un modalizador clasico: las comillas. Lo que més nos interesa en nuestro estudio del modus operandi de los modalizadores es la forma en que llaman la atencién sobre la existencia y el rol de un agente en la constitucién de un hecho 0 un enunciado factico. Asi pues, podemos decir, en general, que la facticidad de un enun- ciado puede incrementarse (0 rebajarse) mediante la omi- si6n (0 la inclusin) de: 108 a) La referencia a un agente (descubridor, cientifico, autor); 5) La referencia a la accidn de un agente (afirmaciones, escritos, interpretaciones, etc.); c) La referencia a circunstancias antecedentes que ro- dean la accién del agente (sus motivos para efectuar cierta afirmacién, los intereses a los que sirve actuando de tal forma, etc.). Este tiltimo elemento resulta interesante porque pone de relieve los que pueden considerarse intentos propios de Jos cientificos de efectuar un anilisis sociolégico. De he- cho, la estructura total de la modalizacién que estos tres elementos sugieren equivale, nada menos, que a los inten- tos de los participantes de crear una ciencia social popu- lar; esto es, a las asociaciones que esté de moda realizar entre los actores, sus acciones y las circunstancias que pueden justificar tales acciones.‘ La inclusién de estos tres elementos se puede entender como la deconstruccion de una pretendida afirmacién objetiva, de la misma forma que su omisin puede verse como un intento de objetivar un enunciado inicialmente envuelto en irrelevancias (esto- és, como un intento de convertirlo en un objeto, de colo- carlo més allé de la influencia de un agente). Debe sefialarse, por tiltimo (como anticipo a la men- ci6n de la reiteraci6n que efectuaremos al final de este capitulo), que el estatus factico de los enunciados puede variar sin que aparentemente se les haya afiadido ningtin ‘modalizador. Comparemos: Es un maldito pilsar Es un maldito pilsar® jLa ironia de esta ultima afirmacién contrasta fuerte- mente con el optimismo ingenuo de la primera! 109 La objecién de la triangulacién Que el mundo objetivo se constituya en y a través del discurso se opone a los puntos de vista de nuestro sentido comin, puesto que éstos se basan en epistemologias realis- tas. Una objecién obvia al argumento constitutivo es la de que el mundo objetivo es asequible (puede describirse, puede informarse sobre él) por medio de una variedad de estrategias aptas para generar informes o registros, 0 me- diante una variedad de representaciones; un buen cientifi- co no intentaré jamés basar una afirmacién en un tinico informe u observaci6n, sino que extraera su conclusién a partir de varias observaciones independientes entre sf. Esta objecién apela al principio de triangulacién: la certeza sobre la existencia de un fendmeno aumenta cuan- do el mismo objeto se contempla desde diversas posicio- nes. La metdfora tiene su origen en la navegacién. Para poder determinar la situacién de un barco lejano resulta necesario localizarlo desde dos lugares diferentes; a partir de ahi, la verdadera posicién del barco puede localizarse en la interseccién de las dos lineas de direccién. Por exten- si6n, se afirma que se obtiene una mejor descripcién de un objeto cuando se observa desde, como minimo, dos lu- gares diferentes. Lo esencial de la objecién de la triangula- cién es que tan s6lo las afirmaciones ingenuas e injustifi- cadas de descubrimiento se apoyan en un tnico punto de vista. Por lo tanto, continta el argumento, las deficiencias (los desastres) que se atribuyen a la representacién son meras deficiencias de una mala practica cientifica. Es cierto que hasta ahora nuestra argumentacion ha tendido a centrarse en las representaciones, observaciones y afirmaciones de conocimiento simples, como si tuvieran lugar con independencia de otros esfuerzos y actividades , en general, del marco o contexto en el que tales afirma- ciones se producen. Debemos recordar, sin embargo, que en el tiltimo capitulo subrayamos la importancia del entra- mado social en la constitucién del objeto descubierto. Con objeto de generalizar nuestra argumentacién y, por tanto, de mostrar las carencias del principio de triangulacién, ne- 110 cesitamos ampliar nuestra comprensién del entramado de ordenaciones institucionales y considerar la constitucién de objetos dentro de un sistema discursivo. Para ello, co- menzaremos examinando cémo se estructura el discurso enel texto. El andlisis de textos En un famoso articulo, Dorothy Smith examina el texto de un informe sobre las acciones y el comportamiento de un amigo (del autor del informe) que se «estaba con tiendo en un enfermo mental». Smith comienza observan- do que, de hecho, el texto se puede leer (como minimo) de dos formas bastante distintas. Lo cual encaja con las afir~ maciones més generales sobre las vicisitudes de la repre- sentacién (en particular con la idea de la indexabilidad) efectuadas en el capitulo II. Del mismo modo que las re- presentaciones estén infradeterminadas por los objetos del mundo, un texto no determina una interpretacién particu- lar (lectura). Este tipo de anilisis de textos se basa en que la expre- si6n préctica de (0 la referencia a) un fendmeno, recrea y establece de nuevo la existencia de tal fendmeno. Al «des- cribir» un fenémeno, los participantes reproducen simulté- neamente su «estar ah{ fuera». Smith hace explicita la congruencia entre la expresién textual préctica (la forma en que el texto se estructura) y la naturaleza del fenémeno (la enfermedad mental) del que trata el texto. E] método de andlisis presupone que la estructura del esquema conceptual «enfermedad mentals, que el lector utiliza para identificar la «enfermedad mentals, es isomor- fa con respecto a la estructuracién del texto.’ Las implicaciones de este isomorfismo entre la organi- zacién textual y el fenémeno textual son sumamente im- portantes. En primer lugar, en ningtin sentido podemos afirmar que el fendmeno (la enfermedad mental, en este i caso) tiene una existencia independiente de sus medios de expresiOn. Esto significa que no tiene ningtin sentido in- tentar establecer la existencia, 0 lo que sea, del fenémeno sujeto a andlisis. Cualquier intento de comprender el dis- curso simplemente tiene que dejar de lado esta cuestion. En segundo lugar, la nocién de isomorfismo sugiere —y quizés de forma més clara de la que nosotros hemos sido capaces de mostrar— no sélo que no existe un objeto mas alld del discurso, sino que la estructuracién del discurso es el objeto. Los hechos y los objetos del mundo son, ineludi- biemente, construcciones textuales. Estas consideraciones llevan a Smith a preguntarse cémo puede leerse el texto como una afirmacién de que el amigo se estaba convirtiendo en un enfermo mental. Para ello se centra en el efecto de la forma organizativa del tex- to, en lugar de hacerlo sobre los motivos (intereses, cir- cunstancias sociales) de los lectores o autores. ¢Qué facto- res de la estructuracién del texto hacen posible (proporcio- nan) una lectura particular? En el trabajo de Smith y otros, analistas de textos? se identifican cuatro factores principa- les de la estructuracién textual que comienzan a dar una respuesta a esta cuesti6, 1) Instrucciones preliminares. Puede verse que ciertos factores de la organizacién textual dan inicialmente al lec- tor una serie de instrucciones sobre cémo entender el tex- to al que se enfrenta. Estos factores incluyen la localiza- ci6n, los encabezamientos y los comienzos del texto. La localizacién de un articulo, por ejemplo, su apari- cion en una publicacién académica «seria», puede inter- pretarse como la instruccién: hay que tomarse el texto en serio; debe considerarse como algo autorizado, mas que como ficcién. Los lectores pueden orientarse a una serie de procedimientos que se supone han servido para juzgar xyevaluar previamente el texto. Asi pues, la localizacién del texto garantiza su autoridad aludiendo al trabajo previo de ‘otros. La tipificacién del texto (la conferencia de un No- bel» o un «informe de una investigacién») y la mencién de las afiliaciones institucionales de sus autores sugieren, ademis, un entramado previo en el que se han autentifica- 112 do las afirmaciones del trabajo. Por lo tanto, la localiza- cién posibilita la presencia de otros agentes en el texto; ell lector puede estar o no de acuerdo con lo que dice el texto, pero las afirmaciones de éste han sido apoyadas, como mf- nimo, por otras personas (significativas) antes de que el texto llegara hasta él. Los encabezamientos —a menudo en forma de titulos, subtitulos o restimenes— proporcionan al lector una serie de atributos y acciones que puede utilizar para dar sentido a lo que sigue. Con otras palabras, las instrucciones facili- tadas por un encabezamiento son: una forma preparada para dar sentido a los términos y temas mencionados mas adelante, segiin la relevancia que ese encabezamiento les otorga. Los encabezamientos también acttian como sinéc- doque: debe entenderse que del texto trata sobre algo que puede abstraerse el texto mismo, Asf se refuerza la preten- dida anterioridad de los objetos «de los que» el texto infor- ma. Se dice que el significado, «con otras palabras», reside més alla de las simples palabras que lo conforman. Los encabezamientos también implican la existencia de ‘un agente legitimador anterior al lector. No tinicamente en el sentido obvio de que los autores han realizado su tra- bajo antes que el lector, sino porque ofrecen categorias in- terpretativas que dan sentido a los elementos léxicos del texto.” Los comienzos de un texto pueden operar de forma si- milar a los encabezamientos, en el sentido de que sugieren categorias relevantes para que el lector interprete el texto. Por ejemplo, pueden sugerir tensiones entre el conoci- miento actual y el pasado, o entre las teorfas existentes y las nuevas observaciones, e indicar una soluci6n al inicio del texto. Esta solucién representa entonces la categoria relevante, segtin la cual se induce al lector a interpretar el texto. Como Smith seftala, el cuerpo central de un texto siempre se presenta como un rompecabezas razonable cuya solucién se ha presentado al comienzo." Si se estruc- turase una prueba matematica de esta manera, nos que} rfamos de que presupone lo que intenta demostrar. Sin embargo, este factor de la estructuracién textual se consi- 113 dera una forma razonable de presentar la solucién (el «he- cho»), que, a su vez, se muestra como preexistente al tex- to: «Aqui esta la solucién y aqui cémo legamos a alcan- zarla. 2) Mecanismos de externalizacién. Las instrucciones preliminares alientan a los lectores a aceptar la introduc- cién de otros (agentes) como sancionadores de los hechos (objetos) de los que el texto informa, Sin embargo, cuando tratamos los modalizadores ya pusimos de relieve que no existe una identificacién simple entre el aumento de la fac- ticidad y la presencia o ausencia de agentes. Las instruc- ciones preliminares sefialan la relevancia de agentes que pueden garantizar Ja legitimidad de las afirmaciones he- chas, pero que, intencionadamente, son independientes de su produccién misma. Por el contrario, las descripciones de dicha produccién requieren un tratamiento bastante di- ferente. El mecanismo de externalizacién propicia la lectu- ra de que el fendmeno descrito tiene existencia en virtud de acciones situadas més allé del dominio de la accién humana. Su principal efecto es la no involucracion de ac- ciones humanas. El objeto descubierto no debe entenderse ni como un producto ni como una creaci6n artificial de los cientificos; més que crearlo se encuentran con él. Pero, por supuesto, el dilema de toda tradicion de informes cientificos es que los cientificos mismos son responsables de los informes. El cientifico necesita ser un narrador de confianza de la historia pero, a su vez, no debe verse como alguien que se entromete en el objeto. Un medio para tratar este dilema es utilizar un tono narrativo que muestre las acciones del cientifico como pa~ sivas, y que describa como causas primeras entidades como observaciones, resultados, informacién, lineas de in- vestigaci6n, etc. Por ejemplo: «La informacién disponible sugeria que nos encontrébamos ante un nuevo tipo de fuente astrofisicay; «los resultados me demostraban que seguia la pista correcta»; «esta linea de investigacion con- dujo a que nos digramos cuenta de que [...}».!? En todos estos casos los agentes humanos reaccionan pasivamente 14 frente a alguna clase de las siguientes entidades inanima- das o frente a todas: eventos, informacién, conocimiento existente, hechos, equipos, resultados y circunstancias ma- teriales. Aunque algunos —especialmente los grandes cien- tificos— pueden ser lo suficientemente habiles como para detectar la implicacién de tales eventos (resultados, cir- cunstancias, etc.), la contribucién del cientifico parece esencialmente una concienciacién explicita sobre un esta- do objetivo del mundo. Cualquier o:ro cientifico, en la misma situacién, habria legado a la misma conclusién. Los mecanismos de externalizacién incluyen la apela cién a la comunidad, un concepto importante para degra- dar la contribucién de cualquier individuo en particular. Debe ofrse al autor como si no estuviera en una posicién epistemolégicamente ventajosa con respecto a su audien- cia, ya que, una vez més, se pone de relieve que el carécter del mundo natural debe verse como algo indiferente al ni- mero y variedad de agentes humanos ocupados en regis- trarlo. También se apela a la nocién de comunidad mediante cl uso del «nosotros mayestaticos». Asi, por ejemplo: «No- sotros estamos familiarizados con el titilar de las estrellas observable a simple vista...». Asi se consigue el interesante efecto de invitar al lector a que se integre en el estado del conocimiento existente. Aunque no se especifica quiénes constituyen ese «nosotros», se alienta al lector a orientarse hacia un cierto estado de cosas existente, un determinado estado de conocimiento, que comparten un ntimero inde- terminado de personas. La invocacién a estos otros testi- g0s de tal conocimiento (objeto) refuerza la objetividad del mismo. No es el producto idiosincrdsico de unos indivi- duos concretos, sino un estado de cosas ampliamente re- conocido (y, por tanto, objetivo). La apelacién a la pertenencia a una comunidad legiti- ma la aparicién de otros narradores de confianza de la historia, normalmente mediante la menci6n positiva de su trabajo. Sus acciones (hallazgos, resultados) pueden pro- porcionar una norma a partir de Ja cual evaluar, justificar y contrastar los hallazgos de otros. A veces se produce el 115 ‘efecto acumnulativo de citar mas y més personas que reco- xocen de forma similar el objeto que se afirma. Lo impor- ‘ante, de nuevo, es que el objeto debe ser aprehendido -como algo objetivo, en el sentido de que una mirfada de miembros de una comunidad lo reconocen como tal; no es ‘el producto idiosinerasico de un individuo. 3) Mecanismos de conduccién. La apelacién a la co- snunidad es un medio importante para sancionar el reco- rocimiento del conocimiento anteriormente existente. Ha- blando en términos més generales, un rasgo comin de la estructuracién de los textos cientificos es el establecimien- to de estados de cosas pasados. Su carécter pasado pro- porciona un importante apoyo para que el lector pueda hacer las interpretaciones presentes. Con otras palabras, establecer la fijeza de un estado de cosas (en virtud de su pasado) proporciona al lector un marco a partir del cual ‘puede dar sentido a las nuevas observaciones, etc. Los me- canismos de conduccién son formas de fijar o establecer el ‘pasado y de afirmar la relevancia de realizar una interpre- taci6n en términos de ese pasado. Generalmente, se expre- san mediante el establecimiento de vinculos entre el cono- cimiento (pasado) existente y el estado de hechos actual. Las instrucciones preliminares y los mecanismos de ex- ternalizacién hacen posible una lectura del «estar ahf fue- ra» del objeto (descubrimiento, hallazgo) del que trata el ‘texto cientifico. Los mecanismos de conducci6n narran c6- mo esa entidad supuestamente independiente ha podido ‘raerse hasta los confines del actuar humano, como ha si- do «capturada». (Las analogfas con la caza son una meté- fora comiin de la creencia de que los objetos preexisten a Jos esfuerzos humanos por investigarlos.) Parte de los me- canismos de conduccién se apoyan en el establecimiento ce la soluci6n al rompecabezas proporcionado por las ins- trucciones preliminares. Dado el establecimiento inicial de Ia solucién, el cardcter del objeto descubierto, el resto del texto debe entenderse no slo como un rompecabezas ‘para esa solucién, sino como el camino inevitable hacia ella. Un efecto mas de la conduccién consiste en pedir al 116 lector que se abstenga de juzgar los eventos y hechos tex- tuales individuales hasta que se hayan presentado en su totalidad. Por lo tanto, no resulta apropiado poner en tela de juicio ningtin dato, evento 0 suceso individual cuando aparece en el texto. En lugar de ello, se nos pide que pres- temos atencién al efecto acumulativo y combinado de to- dos los eventos. Por ejemplo, si se narra una explicaci6n, no resultarfa oportuno interrumpirla para efectuar una pregunta sobre cierta acciOn o evento mencionado en unas pocas lineas de texto. El narrador podria rechazar la inte- rmupcién sefialando que la importancia de ese determinado fragmento se aclarard con posterioridad, que hasta el mo- mento s6lo estaba presentando la base del problema y no el punto clave de su relato/informe. El mismo efecto se ogra mediante la inserci6n en el texto de indicadores que dirigen al lector a otras partes del mismo —«véase el capf- tulo Vi—. 4) Los mecanismos de secuenciacién. Los mecanismos de conduccién estructuran el texto como una colecciéa de hechos y actividades que deben aprehenderse como si tu- vieran una televancia particular para el objeto asertado. Los mecanismos de secuenciacién son similares, pero sir- ven para ordenar los eventos en la narracién. La estructu- racién secuencial acta como un proceso de «recorte» me- diante el cual se desechan otros caminos potenciales y se relegan a la base otros eventos potencialmente relevantes. Se alienta al lector a que acepte la relevancia de los even- tos descritos segiin la secuencia en que se encuentran, Los sucesos irrelevantes, en particular pistas falsas y callejones sin salida, se excluyen 0 se vinculan a los eventos subse- cuentes, Los mecanismos de secuenciacién proporcionan, pues, la conexién entre los diferentes sucesos y actividades descritas, Accién a distancia Otra forma de tratar el discurso cientifico consiste en interpretar e] trabajo de explicacién (descripcién, informa- 117 cién, etc.) en términos de la relacién entre los diversos tipos de enunciados producides por los cientificos y los objetos explicados. Si una proposicién se encuentra vincu- ada tan s6lo a un tinico elemento del mundo, puede decir- se que lo explicado es bien poco (0 nada). Si, por el con- trario, una sola proposici6n se encuentra vinculada a mu- cchos elementos diferentes del mundo, podemos comenzar a decir que se esta desarrollando una explicacién. Esto nos lleva directamente a la idea del poder o potencia de las explicaciones." Se dice que una explicacién es tanto més potente cuanto més elementos del mundo puedan contro- Jarse por un tnico elemento de esa explicacién. Como se~ fiala Latour, la importancia de esto debe entenderse en términos de la politica de la explicacién. E] poder aqu{ es anlogo al control politico: una misma proposicién repre- senta a (0 actiia en nombre de) otras muchas al mismo tiempo. Los elementos explicados se encuentran subordi- nados © resultan insignificantes en comparacién con su representante (electo?). De todos modos, no se trata de que el discurso cientifico tenga su motivacién en un deseo de poder politico; simplemente, el poder que pueda tener una explicacién debe entenderse como un intento de resol- ver un problema practico. El objetivo es actuar de una. sola vez sobre el mayor ntimero posible de elementos del mundo sin estar fisicamente en el mismo sitio que esos elementos. El problema practico es, pues, cOmo actuar a distancia sobre dichos elementos. La idea de accién a distancia recuerda algunas de nuestras ideas anteriores sobre la relacin establecida por el texto entre observador, observaciéa y objeto observado. Por ejemplo, la cuestiOn del ruido de la caida de un rbol lejano (capitulo IV) se puede entender como un problema de accién a distancia. : B. Latour, Science in Action: how to follow engineers through society, Milton Keynes, Open University Press, 1987, especialmente cap. 1. Las contribuciones de M. Callon, J. Law y A. Rip (eds.), Mapping the Dynamics of Science and Technology, Londres, Macmillan, 1987, especialmente parte IL ¥ los articulos en J. Law (ed.), Power, Action and Belief: @ new sociology of knowledge, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1986. 123 NOTAS 1. D. Bloor, Knowledge and Social Imagery, Londres, Routledge & Ke- gan Paul, 1976. 2. B. Latour y $. Woolgar, Laboratory Life: the construction of scien {fie facts, Princeton, Princeton University Press, 1986 3. J. Law y P. Lodge, Science for Social Scientists, Londres, Macmi- Tan, 1984, p. 15. 4, La diferencia entre ciencia social popular y ciencia social es proba- Dlemente similar a la que existe entre ciencia y ciencia social: una diferen- cia de recursos. Véase el cap. VIL. 5. H. Garfinkel, M. Lynch y B. Livingstone, «The Work of a Discove- ving Science Construed with Materials from the Optically Discovered Pul- sar», Philosophy of the Social Sciences, 11 (1981), 131-158. 6. D. Smith, «K is Mentally Il: the Anatomy of a Factual Account», Sociology, 12 (1978) 23-53 7. Ibid, p.23. 8, Cémo si las consideraciones pudieran llevar a alguien o a algo! 9. Por ejemplo, J. Gusfield, «The Literary Rethoric of Science», Ameri can Sociological Review, 41 (1976), 16-34; 8. Woolgar, «Discovery: Logic and Sequence in a Scientiic Text», en KD. Knorr, R. Krohn y R. Whitley (cds,), The Social Process cf Scientific Investigation. Sociology of the Scien- ces Yearbook, 4 (1980), 239-268. 10. Cfr. el concepto de Mecanismo de Categorizacién de los Miem- bros de H. Sacks. Véase H. Sacks, «On the Analizability of Stories by Childrens, en Ethnomerodology, Harmonswoth, Penguin, 1974. 11, Smith, op. cit (a 6. Ejemplos tomados de Woolgar, op. cit. (n. 9) 13. B. Latour, «The Politics of Explanation: An Alternatives, en S. Woolgar (ed.), Knowledge and Reflexvity: new frontiers in the sociology of , Londres, Sage, 1988. 14. B. Latour, «Visualisation and Cognition: thinking with eyes and hands», Knowledge and Society: studies in the sociology of culture past and present, 6 (1986), 1-40. 15. La aparicion de un nuevo conjunto de trabajos sobre el estudio social de la ciencia ha desarrollado esta linea de argumentacién como lo {que ha venido en lamarse steurfa del actor y la vedo. Pasa un andlisis de Jos textos cientificos realizado en estos términos, véase M. Callon, J. Law y A. Rip, Mapping the Dynamics of Science and Technology, Londres, Mac- millan, 1987. Puede encontrarse una buena exposicion de la teorfa del actor y Ja red en M, Callon, «Society in the making: the study of techno- logy as a tool for sociological analysis», en WE. Bijker, T.P. Hughes y T. Pinch (eds. The Social Consiruction of Technological Systems: new di- rections in the sociology ard history of technology, Cambridge, Mass., MIT Press, 1987, pp. 81-106; también en «Technology and Heterogeneous En- gineering: the case of Pertuguese expansion», en Bijker y otros, ibd, Dp. 111-134. Véanse también B. Latour, Science in Action: how to follow 124 scientists and engineers through society, Milton Keynes, Open University Press, 1987; capitulos de Callon y Law en Callon y ots, op. cit; J. Law (cd), Power, Action and Belief a new sociology of knowledge, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1986 16. Chi. J. Mulkay, The Word and The World: explorations in the form of sociological analysis, Londres, George Allen & Unwin, 1985, cap. 4: véase también HLM. Collins, Changing Onder: replication ard induction in scientfc practice, Londres, Sage, 1985, cap. 2. 125 VI MANTENER VIVA LA INVERSION: ETNOGRAFIA Y REFLEXIVIDAD Hasta ahora gran parte de nuestra discusion se ha diri- gido a avanzar una inversién del compromiso objetivista asociado a las concepciones tradicionales de la ciencia: he- mes mantenido que los objetos del mundo natural se constituyen en virtud de la representacién, en vez de ser algo preexistente a nuestros esfuerzos por «descubrirlos» ‘También se han sugcrido otras inversiones: las normas so- ciales proporcionan un recurso evaluativo para poder ca- racterizar el comportamiento més que para dirigirlo; la 16- gica y la raz6n son consecuencia (y a menudo la «raciona- lizacién») de la acci6n antes que su causa; las reglas son recursos para una evaluacién post hoc de la prdctica en vez de ser lo que la determina; los hechos son el resultado de las practicas cognoscitivas, mas que sus antecedentes; etc. En el anterior capitulo examinabamos cémo el funcio- namiento del discurso cientifico se opone a todas estas in- versiones. Los desastres metodol6gicos se mantienen me- diante la separacién sistematica de los objetos cientificos y la préctica del andlisis, y mediante el establecimiento de un «orden moral» que define los derechos y obligaciones 127 de las personas, los objetos y los aparatos, y que sanciona las relaciones entre tales entidades. Dada la penetrante in- fiuencia de este discurso, zqué perspectivas hay de retarlo y acabar con su hegemonia? En los tiltimos afios, el discurso cientifico se ha visto ‘como una fuente de ofuscacién considerable sobre la «ver- dadera naturaleza» de la ciencia.' Gran parse de los ulti- mos trabajos del estudio social de la cienda comienzan con la idea de que el discurso cientifico nos proporciona una imagen esencialmente errénea e inadecuada de lo que realmente sucede en la ciencia.? La primera parte de este capitulo revisa los estudios de la etnografia de la ciencia, un enfoque pensado para oponerse a los retratos erréneos e idealizados de ésta y del método cientifico, mediante la revelacién de lo «mas delicado» de la ciencia: la ciencia tal y como se practica en el laboratorio.? La segunda parte del capitulo mantiene que los problemas de este enfoque de- berfan conducirnos a desarrollar un punto de vista mas reflexivo en el estudio social de la ciencia. Nos preguntare- mos hasta qué punto este enfoque reflexivo podria ayudar- nos a sostener las clases de inversién propuestas en los capitulos anteriores. Dicho de otro modo, nos preguntare- mos hasta qué punto la exploracion de esta reflexividad podria hacemos mas capaces de subvertir el orden moral establecido por el discurso cientifico y la ideologia de la representacion. Qué es la etnografia? En términos generales, la etnografia es un estilo de in- vestigacién en que el observador adopta la postura de un, antropélogo que se encuentra por primera vez con un fe- némeno. Uno toma la perspectiva de un extranjero como medio para poner de relieve las practicas comunes de los nativos que son objeto de estudio. Literalmente, etno-gra- fia significa «descripcién» desde el punto de vista de los nativos: en vez de imponer el marco de referencia propio a la situaci6n, el etndgrafo intenta desarrollar una aprecia- 128 cién de la forma en que los nativos ven las cosas. En el caso de la ciencia, nuestros nativos son la comunidad de cienttficos. Adoptaremos la perspectiva de que las creen- cias, presupuestos y discurso de la comunidad cientifica deben percibirse como algo extrafio. Generalmente, el estudio etnografico de la ciencia su- one tener que aceptar un puesto de trabajo doméstico a cambio de acceder al lugar donde se desarrolla la investi- gacién. Para poder sumergirse en la cultura del laborato- Tio, el etnégrafo ofrece su ayuda en tareas tales como la limpieza de tubos de ensayo, la preparacién de graficos y dibujos para su publicacién y, tal vez, en un estadio avan- zado de cooperacién y confianza mutua, el control de los aparatos mientras se realiza un experimento. Se trata de actuar como un par de manos més (y quizas afiadir un par de ojos atentos) para conseguir sumergirse en esa cul- tura. Tras un perfodo de unos dieciocho meses, el etné- grafo se convierte en una parte del quehacer diario del laboratorio. El etndgrafo toma notas, graba cintas (tanto de audio como de video), realiza entrevistas y acumula todos los documentos relevantes que pueden encontrarse en el la- boratorio. Estos tiltimos incluyen, por ejemplo, borrado- res de cAlculos, papeles con anotaciones, trazos, listados de ordenador, resamenes de los miembros del laborato- rio, su correspondencia con otros cientificos, y los libros, articulos e informes que los miembres del laboratorio Jeen, usan como referencia o con cualquier otro propési- to, Al igual que un antropélogo en su trabajo de campo, el etnégrafo de la ciencia recoge las sagredas escrituras de la tribu. Lo fundamental de este tipo de trabajo es que el pro- ceso de recoleccién y observacién proporcione la base ne- cesaria para una imagen auténtica de lo que realmente sucede en el laboratorio. Se acepta, generalmente, que la mayorfa de las explicaciones existentes de lo que ocurre en la ciencia son parciales y distorsionadas. A menudo tales explicaciones se han entresacado de entrevistas con eminentes ex cientificos 0 de otro tipo de manifestaciones 129 piiblicas sobre la naturaleza de la ciencia: enfatizan la ba- se met6dica, légica y sistematica del proceder cientifico. Por el contrario, el control in situ nos otorga la ventaja de las experiencias de un observador que se ha sumergido durante largo tiempo en Ja cultura a estudiar. Por ello, este tipo de observacién participativa hace posible recupe- rar parte del cardcter artesanal de la ciencia. Este enfoque est4 pensado como un medio para revelar el cardcter de- sordenado, idiosincrésico e irregular del trabajo de labo- ratorio. La principal dificultad del estudio etnogréfico de la ciencia es tener que tomar esa actitud de «extranjero» ante todos los aspectos de la cultura de laboratorio. Para dar una idea de hasta qué punto es eso necesario y para sefia- lar la dificultad de mantener tal postura, hay que tener en cuenta que debe adoptarse incluso ante los objetos aparen- temente més triviales. Comparemés, por ejemplo, las dos descripciones siguientes de una pipeta, realizadas, respec- tivamente, desde el punto de vista del nativo y desde el del etndgrafo (extranjero): Una pipeta es un tubo de cristal con cuya ayuda se puede transferir un determinado volumen de Ifquido. Manteniendo el extremo inferior en el Ifquido, se procede a absorberlo hasta alcanzar un determinado nivel en el tu- bo. Entonces, manteniendo la parte de arriba taponada con el pulgar para preservar el vacio, se puede levantar el tubo y la cantidad de liquido contenida en él. Cuando deja de hacerse el vacfo, el liquide puede depositarse en otro recipiente, etc. Alo largo y ancho del laboratorio pueden encontrarse receptdculos de cristal abiertos por sus dos extremos, por medio de los cuales los cientfficos creen poder capturar lo que ellos aman un «volumen» de la clase de substancia conocida como «lfquido». Se dice que los liquidos toman la forma del recipiente que los contiene, y se piensa que sélo se pueden comprimir ligeramente. Se cree que los ob- jetos de cristal llamados «pipetas» retienen el «volumen» 130 capturado y hacen posible su traslado de una parte a otra del laboratorio. Como veremos més adelante, este tipo de atencién an- tropolégica implacable es necesaria, porque muestra que incluso los objetos mas mundanos encierran y sostienen la cultura de laboratorio, sus creencias, resultados y decisiv- nes, gracias al pasado encarnado en los artefactos materia- less Al igual que sucede en cualquier buena investigacién antropolégica, el etndgrafo de la ciencia debe olvidar su familiaridad con los objetos mundanos de estudio y resis- tir en todo momento la tentacién de convertirse en un na- tivo. La tensién propia de cualquier estudio etnografico se encuentra presente. Queremos ver las cosas desde el punto de vista de los nativos, pero no queremos adoptar acritica- mente su sistema de creencias.” Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que resulta més dificil mantenerse «extranje- To» en esa exética cultura que lamamos ciencia que cuan- do se lleva a cabo un estudio etnogréfico de los indios na- vajos, por ejemplo. Cuando los informadores de estos tlti- mos nos dicen que estén bailando para atraer Ia lluvia, enseguida podemos alzar el escepticismo «intrinseco» a nuestra pertenencia a la «cultura occidental avanzada». Pero cuando los informadores de la tribu de los cientificos nos explican que la parte situada a la derecha de una ecuacién «se sigue» de aplicar la propiedad conmutativa, nos resulta mucho més dificil oponernos a la aparente at- toridad de esta explicacion. Por qué? Simplemente por- que el respeto por la racionalidad cientifica se encuentra profundamente arraigado en nuestra propia cultura (la de los etnégrafos). Como ya hemos puesto de manifiesto en miiltiples ocasiones, tratar la ciencia como algo exético re- sulta una tarea muy ardua, en el sentido —y a causa— de que todos nuestros esfuerzos por desarrollar repre- sentaciones y estudios son en s{ mismos pélidos reflejos de la practica cientifica. El etnégrafo de la ciencia se enfrenta al problema que supone ser un cuasicreyente, como le ‘ocurre al navajo que realiza una etnografia de los navajos. 131 En la préctica este problema supone tener que apren- der cudndo hacer las preguntas y, lo que quiz4s es més importante, saber reconocer y sefialar en qué instante las respuestas dejan de ser sorprendentes. Por ejemplo, en la primera etapa de un estudio etnogréfico sobre la fisica del estado solido® pregunté: «Por qué fija la conexién eléctri- ca a ese punto conereto de la muestra de aleaci6n?». Mi informador adopt6 un tono condescendiente, claramente dirigido a un novato y, como si sélo se limitara a reiterar ‘alo que todo el mundo sabe», explicé: «Necesitamos mini- mizar la resistencia sobre la superficie de la muestra». Tan sélo unos cuantos dias después pregunté: «¢Cémo sabe usted que la temperatura registrada por ese termo- par es la que de hecho indica ese voltimetro?». La res- puesta me cogié por sorpresa, pues esperaba algun tipo de turbacién: «fisa es una buena pregunta. Realmente de- berfamos comprobar si ese termopar se encuentra en el centro de la reaccién y no en uno de sus bordes». Estos episodios muestran la importancia de la etnografia en cuanto experiencia de aprendizaje. Al transformarse de un novato a alguien competente, uno obtiene una vision de primera mano de la estructura de las creencias, de los presupuestos, de lo que se considera una pregunta legiti- ma, etc Resultados de los estudios etnograficos de la ciencia El rasgo més sorprendente de la préctica cientifica es el extremo desorden del laboratorio; algunos observadores constatan su sorpresa ante lo confuso del trabajo cientifi- co. La imagen ordenada y pulcra que se filtra a través de las explicaciones idealizadas del proceder cientifico tiene poco que ver con la esgrima de la practica cotidiana del laboratorio. En concreto, parece dificil reconciliar los mo- vimientos efectuados por los cientificos con la aplicacién explicita de criterios abstractos de decisién (capitulo 1). En resumen, las acciones de los cientificos resultan ser alta- mente indeterminadas. Las decisiones sobre el tipo de ins- 132 trumentos a usar, las clases de experimentos a realizar y los modelos de interpretacién més apropiados, dependen en gran medida de condiciones, circunstancias y oportuni- dades locales. Cuando las reglas de procedimiento son in- vocadas, tienden a utilizarse de forma altamente variable y, a menudo, contradictoria. La presién circunstancial de los sucesos de la vida dia- ria en el laboratorio significa que las decisiones y las ac- ciones raramente se desarrollan bajo la forma de una de- sapasionada buisqueda de la verdad. A los cientificos no les sobra mucho tiempo para dedicarlo a evaluar reflexiva- mente el estatus epistemolégico de sus acciones e interpre- taciones. Un «filosofar» de este tipo es més comin entre los miembros més viejos y respetados de la comunidad 0 entre los desafectos y marginados de la misma. Para la mayorfa el objetivo principal y mas inmediato es hacer que las cosas funcionen. Su preocupacién es més instru- mental que epistemol6gica. Si alguien me dijera que cierta aleaci6n muestra una temperatura de cristalizacién cerca- na a la temperatura ambiente del laboratorio, podria exci- tarme, pero no seria porque me estuvieran revelando la verdad, sino porque esa informacién me capacitaria para preparar otro tipo de experimento, para solicitar una beca, de investigacién o para acabar de una vez por todas con las afirmaciones de mis competidores. La orientacién instrumental apoya la conclusién de que —usando el vocabulario de Knorr-Cetina— la acti dad cientifica debe entenderse como constructiva antes que como descriptiva.? Con otras palabras, los cientificos no se dedican a describir pasivamente hechos preexisten- tes en el mundo, sino que formulan o construyen el ca- racter de ese mundo. Ello se hace muy obvio en los escri- tos y lecturas de nuestros sujetos de estudio: los vemos construir borradores, memorias, cartas y articulos; tam- bien son responsables de la produccién de listados de or- denador, cuadros y graficos."® Tal vez resulte menos cbvio que toda una serie de decisiones y valoraciones impreg- nan la llamada materia «bruta» del laboratorio. Las muestras de metal se escogen entre una variedad de pro- 133 cedencias, los animales de experimentacién se seleccio- nan y alimentan cuidadosamente, el agua usada en los experimentos se purifica, etc. Los instrumentos y aparatos gozan de una neutralidad retérica, en el sentido de que se piensa que son meramen- te eusados» 0 «aplicados» a los materiales (0 animales) investigados por los cientificos. En muchos casos, tales mecanismos son especialmente importantes porque pare- cen tener la capacidad de poner «autométicamente» por escrito la naturaleza. Por ejemplo, no parece darse ningu- na intervencién entre la muestra de aleaci6n y el coeficien- te de medida mostrado por un escéner calérico diferencial; sin embargo, los cientificos se encuentran involucrados en la seleccion y uso de los aparatos. Mas atin, muchos de los aparatos se consiruyen a partir de los principios estableci- dos sobre los resultados de anteriores investigaciones de laboratorio. Por ejemplo, el espectrémetro de resonancia nuclear no es una caja negra neutral, sino la encarnacién de veinte afios de investigacion basica en fisica. Con s6lo «usar» el aparato, los cientificos apelan a la neutralidad de ‘un mecanismo que, de hecho, se apoya y conforma a par- tir de una multitud de decisiones, intervenciones y eleccio- nes previas realizadas por anteriores comunidades de cien- tificos. El instrumentalismo que guia las acciones de los cient ficos en el laboratorio y el instrumentalismo de los apara- tos estén fuertemente vinculados a un rasgo atin més fun- damental del discurso cientifico. Los atributos mismos de la naturaleza, la forma en que el mundo fisico se aprehen- de, describe y clasifica, depende de la tecnologia que hace posibles tales actividades. Como Knorr-Cetina sefala, los atributos cientificos se constituyen por entero respecto a un posible sistema de instrumentacién."! La etemperatura» de una substancia se constituye por la disponibilidad de un metal Ifquido expandible (el mercurio) o por las nocio- nes de flujo de calor a través de una diferencia de poten- cial (el termopar). Las decisiones, previamente solidifica- das y ahora aceptadas como seguras, sobre tales instru- mentos definen en qué consiste la temperatura. El «descu- 134 brimiento» de que el cristal se dilata y contrae de forma instantdnea al entrar en contacto con el calor, harfa nece- sario revisar lo que se considera temperatura.” Ast pues, los logros y solidificaciones del pasado pro- porcionan la tecnologia (supuestamente neutral: aparatos, instrumentos) mediante la que se constituyen los nuevos atributos. Esta cuestién puede reconocerse como un caso articular de la tesis general de que todas las observacio- nes estén «cargadas de teorfa». Cuando los cientificos (de Jaboratorio) realizan observaciones 0 producen resultados, Jo hacen sobre la base de una concatenacién concreta de Jogros pasados. Con los términos de Knorr-Cetina, el labo- ratorio cientifico esté compuesto por las materializaciones de las elecciones cientificas anteriores; una gan cantidad de decisiones se encarnan en cada «resultado» espectfico. Los productos que llegan a estabilizarse y solidificarse pre- paran la situacién para las siguientes decisiones interpre- tativas. La importancia ret6rica de la materializacién estriba en que los resultados previos se convierten en una tecnolo- gia que, en el transcurso de la préctica cientifica, puede aprehenderse como un conjunto meramente pasivo y neu- tral de instrumentos. Los hechos ya no son meros hechos en virtud de su proferencia: estén encarnados en mecanis- mos que (se dice) posibilitan més tareas (experimentos, in- ferencias, recoleccién de datos). De este modo, la factici- dad se constituye en términos de valor instrumental. Como veremos en el tiltimo capitulo, es en esta dimension donde puede distinguirse entre ciencias naturales y cien- cias sociales, y no en términos de una nocién filoséfica de adecuacién del procedimiento (método). Por tiltimo, la etnograffa de la ciencia ha mostrado que la actividad cientifica resulta ser social en tres sentidos principales. En primer lugar, es claramente algo social an- tes que individual, en el sentido limitado de que la mayor parte de la ciencia requiere trabajo en equipo; los cientifi- cos modernos forman parte necesariamente de un equipo, ‘sino de una comunidad de iguales. Y, por supuesto, inclu- so la actividad individual se orienta necesariamente a una 135 comunidad lingtifstica en la que todo pensamiento, accion y reflexin encuentra su significado (véase también el ca- pitulo 1). En segundo lugar, la actividad cientifica es social en el sentido de que toda accién cientifica est4 impregna- da de preselecciones. En concreto, no es posible como pensaban anteriores generaciones de socidlogos— distin- guir entre la dimensién social y la técnica (cientifica) de la actividad cientifica. Los pormenores esotéricos, técnicos y cientfficos del conocimiento cientifico son sociales. Natu- ralmente, una forma posible de subrayar esta situacién se- ria proponer, simplemente, el abandono del término «so- cial» para evitar que siga empledndose para denotar un dominio especial y discreto de fenémenos."3 Por supuesto, es una estrategia de alto riesgo, pues supone un abandono similar (y simultaneo) de los privilegios especiales vincula- dos a la nocién de «cientifico». En tercer lugar, la ciencia es social en el sentido de que los cientificos no dirigen sus actividades hacia la «naturaleza» o la «realidad, sino ha- cia un campo agonistico: la suma total de las operaciones y argumentos de otros cientificos. La naturaleza y la reali- dad son los subproductos de la actividad cientifica, mas que sus elementos determinantes. Esto nos capacita tam- bign para ver cémo la ciencia est impregnada de politica, no en el sentido restringido de las cuestiones de financia- ci6n o de los intereses comerciales 0 gubernamentales, sino respecto a una completa gama de estrategias retori- cas, de argumentaci6n, de movilizacion de recursos, etc. Las negociaciones sobre lo que debe considerarse’ una prueba en ciencia no son menos desordenadas que cual- quier discusion politica entre abogados, politicos o cientifi- cos sociales. Los problemas de la etnografia de la ciencia Los resultados obtenidos por la etnografia de la ciencia se derivan de diversos estudios particulares realizados en una amplia gama de diferentes areas de la investigacién cientifica, desde la investigacién en proteinas vegetales a la 136 de fisica de energias.* Tal vez por ello no resulte sorpren- dente que muchos de tales resultados concuerden en gene- tal con los del reciente estudio social de la ciencia. De to- dos modos, se han formulado ciertas objeciones al estudio etnografico de la ciencia. Es importante tomarlas en consi- deracion, pues ponen de relieve una debilidad bésica de la concepcién etnogréfica empleada hasta hoy. Una objecién general es que centrarse en las activida- des desarrolladas a nivel de laboratorio resulta inadecuado Porque eno es ahi donde tiene lugar Ia ciencia». Con ello se sugiere que los detalles, la argumentaci6n y la persua- sion no difieren de los empleados, por ejempio, por unos mecénicos que reparan el motor de un automévil. Sélo cuando vinculemos esos detalles a la ciencia en cuanto institucién, tendré sentido decir que nos centramos en la ciencia. Otras veces esto se expresa mediante el aviso de precaucién ente el «deslumbramiento» etnografico, la si- tuaci6n en que el observador etnografico pierde de vista de qué son detalles todos los detalles que observa. Otra ver- si6n se queje de que la etnograffa adopta una «unidad de andlisis equivocada». Se dice que los sociélogos deberian centrarse en la forma en que las relaciones entre grupos afectan a la produccién del conocimiento cientifico, algo que se pierde cuando uno se concentra en las acciones individuales desarrolladas en un laboratorio concreto.'> Asi Pues, aunque parece que muchos socidlogos estén de acuerdo en que estudiar la ciencia «tal y como tiene lugar» es un buen comienzo, hay un cierto desacuerdo sobre lo que se consigue a partir de ahi. Como consecuencia de ello, se proponen una diversidad de posiciones teéricas para las observaciones etnograficas de las estrategias y maniobras de los cientfficos en el laboratorio. ;Qué expli- ca tal diversidad? Para tratar esta cuestin, necesitamos reconsiderar en qué se basa el atractivo de estudiar la ciencia «tal y como tiene lugar» En cierto sentido de «tal y como tiene lugar», la etno- graffa de la ciencia afirma producir una representacion del trabajo cientifico relativamente libre de cualquier re- construccién retrospectiva. El control coetaneo de la ac- 137 tividad cientifica permite al analista basar su argumenta- cién en experiencias de primera mano, en vez de tener que confiar en informes efectuados a partir de Jos acon- tecimientos subsecuentes. En un segundo sentido, el es- tudio de la ciencia «tal y como tiene lugar» permite tam- bién al analista evitar interpretaciones intermediarias y basadas en la confianza en informadores extraidos de su ambiente cotidiano de trabajo. Asi pues, la observacién in situ promete un acceso mas directo a lo que sucede en el laboratorio que, por ejemplo, las respuestas a una en- trevista. En ambos casos, la idea es que se gana mas es- tando en el lugar de los hechos que intentando realizar interpretaciones desde una perspectiva secundaria. Se afirma que con el control in situ de la actividad cientifica se recupera parte del cardcter artesanal de la ciencia. De acuerdo con la voluntad de desarrollar una sociologia que se ocupe del contenido mismo de la ciencia (capitulo TID, la etnografia de la ciencia promete prestar gran atenci6n a los detalles técnicos de la practica cientifica. La imagen resultante de la ciencia nos presenta al cienti- fico firmemente situado en el laboratorio y ve con escep- ticismo el tipo de representaciones ofrecidas por los cien- tificos (y por los portavoces de la ciencia), especialmente cuando se producen en situaciones extraidas (temporal 0 contextualmente) del lugar donde se desarrolla la activi- dad cientifica, La apelacion retérica a la clusula del «tal y como tiene lugar» es la promesa de un nuevo medio (método) para tratar la ciencia como un objeto. ¥ la etnografia de la ciencia no sélo afirma ser diferente; promete ademés una interpretacién mds adecuada del objeto; una forma mejor y més persuasiva de «accién a distancia» sobre la ciencia (cfr. capitulo V). De este mode, la interpretacion de la clausula del «tal y como tiene lugar» reintroduce el supuesto basico de la concepcién heredada: la etnografia puede decirnos cémo es realmente la ciencia porque pro- ‘porciona una nueva forma de superar los obstaculos para aprehender el fenémeno tal y como es en realidad. Es remarcable que el contraste entre las explicaciones ina- 138 decuadas o parciales de la naturaleza de la ciencia y las versiones que prometen ser el resultado de una observa- cién profunda de los participantes, tiene, a menudo, con- siderable atractivo para los cientificos practicantes (he- cho que puede resultar especialmente util para cualquier etnégrafo incipiente al negociar su acceso a un laborato- rio). Con otras palabras, el compromiso del etnégrafo respecto a la cléusula del «tal y como sucede» se adecua al compromiso de la tribu respecto a la idea de un estado de cosas real (objetivo). Asf pues, se cree que el descubri- miento del cardcter «real» de la practica cientifica es es- pecialmente deseable para acabar con las interpretacio- nes de la representacién est condenado al fracaso. Pero esto s6lo tendria sentido si concibiéramos las exploraciones de la reflexividad como un intento de huir de la representaci6n, ‘buscando una forma de esquivar los desastres metodol6- gicos siempre al acecho (véase el capftulo I) y establecer asi un fundamento més fiable de la préctica repre- sentativa. No vale la pena ir tras la posibilidad de desarro- lar formas alternativas de expresi6n literaria si no se de- sea huir de la representaci6n. La idea es que este enfoque podria modificar las convenciones existentes y, por ello, dar lugar a nuevas formas de interrogar a la repre- sentacién. La nocién de interrogar a la representacién. contrasta tanto con el objetivo de explicarla (como en aquellos intentos de analizar el discurso cientifico que du- plican irreflexivamente el axioma central de la repre- sentacion para sus propios fines: véase el capitulo V), como con el intento de huir de ella (lo cual —como ya hemos dicho— resulta imposible, pues toda actividad in terpretativa implica representacién). Muchos socidlogos han comenzado a desarrollar dltimamente este tipo de en- foque de la reflexividad a través de la exploracién de «nuevas formas literarias».? 143, Conclusion En este capitulo hemos visto algunos intentos recientes de desarrollar una etnografia de la ciencia. Aunque resulta, ‘itil como forma de cuestionar nuestra aceptacién de las concepciones heredadas sobre la naturaleza de la ciencia, se hace patente que gran parte de la etnografia de la cien- cia no ha considerado seriamente el problema mis impor- tante de la ciencia: la hegemonfa del discurso cientifico. Hemos mantenido que ello es consecuencia de una con- cepci6n instrumental de la etnografia, una concepcién que reintroduce (0 simplemente reafirma) los presupuestos analiticos en los que se apoya la posicién objetivista. En su lugar, hemos planteado el desarrollo de una perspectiva alternativa y reflexiva sobre la ciencia que tome autoconscientemente a la representacién como su tema de estudio. Esto es Jo que puede ayudar a mantener con vida los tipos de inversion sugeridos por el argumento constitutive. De todos modos, en esta temprana etapa de la exploracién de Ia reflexividad la cuestién general sigue presente, ¢Hasta qué punto podemos desarrollar una pers- ectiva que empiece a proporcionar una resistencia ade- cuada y efectiva frente a la retorica del realismo, sin tener por ello que recaer en una retorica realista en el proceso de nuestra «investigaciéns? En el tiltimo capitulo veremos cémo puede tratarse esta cuesti6n en términos del papel desempefiado por la tecnologia y los agentes de la repre- sentaci6n, LECTURAS RECOMENDADAS Las principales monografias sobre etnografia de la cien- cia son: KD. Knorr-Cetina, The Manufacture of Knowledge: an essay on the constructivist and contextual nature of science, Oxford, Pergamon, 1981; B. Latour y S. Woolgar, Laboratory Life: the construction of scientific facts, 2. ed., Princeton, Princeton University Press, 1986, originalmente 144 M. Lynch, Art and Artifact in Laboratory Science: a study of shop work and shop talk in a research laboratory, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984, Para un listado de estudios de casos concretos que si- guen un enfoque similar, véase Latour y Woolgar (1986), op. cit., p. 285. Véase también la nota 14 del cap. VI. Intentos recientes de explorar la reflexividad y nuevas formas literarias, incluyen: M. Ashmore, A Question of Re- Alexibity: wrighting the sociology of scientific knowledge, Chi- cago, University of Chicago Press, en prensa. M. Mulkay, ‘The Word and the World: explorations in the form of socio. logical analysis, Londres, George Allen & Unwin, 1985. Las contribuciones a S. Woolgar (ed.), Knowledge and Reflexibity: new frontiers in the sociology of knowledge, Lon- dres, Sage, 1988 NOTAS 1. Blestudio elésico al respecto es el de P. Medawar, «ls the Scientific Paper a Fraud?», The Listener (12-9-1963), 377-378, 2, Este punto de vista se encuentra bastante extendido y es probable- ‘mente crucial pam las consecuencias criticas de los estudios sociales de la 3. B, Latour y S. Woolgar, Laboratory Life: the construction of scienti- fe facts, Princeton, Princeton University Press, 19862 4. Por ejemplo, M. Hammersley y P. Atkinson, E:hnography: principles in practice, Vermont, Gower, Aldershot and Brookfield, 1985, cap. 5. 5..A. Schutz, «The Strangers, American Jounal of Sociology, 50 (1944), 363-376; reimp. en Schutz, Collected Papers Il: Studies in Social Theory (ed. por A. Brodersen), La Haya, Martinus Nijhoff, 1564, pp. 91- 105, 6. Pero, chasta qué punto resulta «suficientes esta atenciéa? ¢Cusndo se es lo «suficientemente extranjeros? Aunque la titima descrigeién cues. tone algunos elementos centrales de la primera, resulta clare que la re- descripcién da pie a nuevas descripciones (:qué se entiende por weristals, scapturars, «recepidculon,etc.?). Volvemes a encontramos con el desastre de la interminabilidad (cap. T1); aunque adoptar la posicién del extrao sea un forma de generar descripefones alternativas, no puede decirse que sean descripciones superiores @ las otras en cuanto a su exhaustividad. 7. Les logros ce los recientes etégrafos de la ciencia, po: lo que s¢ refiere a este punto en particular, son mas bien pobres; en lo que posible. 145, mente sea la peor de las manifestaciones de la sconversién en nativo», dos investigadores se han casado con miembros de la tribu que estaban, estudiando, 8. S. Woolgar, «Time and Documents in Researcher Interaction: some ways of making out what is happening in experimental sciencer, en M. lynch y S. Woolgar (eds), Representational Practice in Science, niimero especial de Human Studies (1988). 9. K. Knorr-Cetina, The Manufacture of Knowledge: an essay on the ‘consiructivist and contextual nature of science, Oxford, Pergamon, 1981 10. Véase, sin embargo, lo dicho en el cap. Vi sobre la importancia ret6rica de los aparates. 11. KnorrCetina, op. cit. (0. 9). 12. HLM, Collins, «The Seven Sexes: study in the sociology of a phe- rromenon, or the replication of experiments in physics», Sociology, 9 (1975), 205.224 13, Latour y Woolgar, op it. (n. 3), Eptlogo a a 2 eicion, 14, Para una lista de estos westudios de laboratorio» véase Latour y Moolgar, op. cit. (a. 3) p. 285, Para un andlisis de los mismes, vanse, por «jemplo, KD. Knor-Cetina, «The Ethnografic Saudy of Scientific Work: & constructivist interpretation of sciences, en KD. Knorr-Cetina y M. Mul- tay (eds), Science Observed: perspectives on the social study of science, Londres, Sage, 1983, 116-140; S. Woolgar, «Laboratory Studies: a com- rent on the state of the art», Social Studies of Science, 12 (1982) 481-498. 15. Para un estudio de algunas de las principales criticas dirigidas contra el estudio de laboratorio, véase Latour y Woolgar, op. cit. (8. 3) Epilogo a la 2° edici6n. 16. Un ejemplo de tal desacuerdo es la oposicién entre el énfasis de Knorr-Cetina sobre las partes tedricas de la sociologia del conocimiento y Jn filosfia de la ciencia,y la atencién prestada por Latour y Woolgar a la transformacién de las inscripeiones. Knor-Cetina, op. cit. (n. 9): Latour y Woolgar, op. ci. (n. 3). 17. Vease, por ejemplo, C. Geertz, The Interpretation of Cultures, Nue- v York, Basic Books, 1973, 18, Thid,p. 14 19. Véase M. Lynch y S. Woolgar, «Sociological Orientations to Re- sresentational Practice in Sciences, en M. Lynch y S. Woolgar (eds.), Re- ‘presentational Practice in Science, ntimero especial de Human Studies (988) 20. El término sreflexividad agrupa una gran gama de intereses y reicticas. Para un primer intento de distngulr sus caracteristicas princi- ales, wlase S. Woolgar, «Refiexivity is the Ethnographer of the Texts, en S. Woolgar (ed), Knowledge and Reflesivity: new frontiers in the sociology of knowledge, Londres, Sage, 1988. 21. J. Clifford y G.E. Marcus (eds., Writing culture: the poetic and the politics of ethnography, Berkeley, University of California Press, 1986, 22. Woolgar (ed), op cit (n. 20). 23, Para los més recientes intentos de desarrollr este tipo de trabajo, 146 véase M. Ashmore, A Question of Reflexivity: wrighting the sociology of scientific knowledge, Chicago, University of Chicago Press (en prensa); M. Mulkay, The Word and The World: explorations in the form of sociologt- al analysis, Londres, George Allen & Unwin, 1985, y las contsibuciones a ‘Woolgar (ed), op. cit (20). 147 VIL CIENCIA Y CIENCIA SOCIAL: AGENTES Y TECNOLOGIA EN LA REPRESENTACION Hemos comenzado revisando la gran variedad de pun- tos de vista sobre qué se considera ciencia, y hemos sefia- lado los problemas que ello causa en los intentos de espe- cificar criterios de demarcacién (capitulo I). De todos mo- dos, la idea de representacién es comin a todas estas ver- siones de la ciencia. A pesar de toda la serie de rigurosos argumentos metodolégicos y filoséficos en su conta (los desastres metodolégicos), la idea de representacién conti- nia siendo el principal pilar del objetivismo (capftulo 1). El desafio al objetivismo comenz6 cuando los sociélogos empezaron a tomarse en serio la relatividad de las verda- des cientificas, El tratamiento de la generacién del conoci- miento cientifico como una cuestién sociol6gica abrié la caja negra; la sociologia de la ciencia se convirtié en socio- logia del conocimiento cientifico (SCC) (capitulo I). La atencién a la naturaleza de la conexion entre el «objeto» y su «representacién» se vio acompafiada por un anélisis critico de la supuesta direcci6n de dicha conexién: mantu- vimos que los hechos y los objetos se construyen y no se descubren (capitulo IV). Sin embargo, vimos cémo el dis- curso de la ciencia se encuentra estructurado para resistir este tipo de inversién y sostener la idea de representaci6n 149 (capitulo V). Incluso los estudios etnogréficos (menos re- flexivos) tienden (inconscientemente) a reafirmar el com- promiso epistemolégico fundamental con la idea de repre- sentaci6n (capitulo VD. A lo largo de toda nuestra argumentacion se sugiere implicitamente que las implicaciones radicales! del trabajo reciente en la sociologfa del conocimiento cientifico (SCC) estén subdesarrolladas. A pesar de los logros substanciales de la época postkuhniana, que resultan espectaculares cuando se comparan con el legado de los puntos de vista anteriores sobre la ciencia, este vigoroso y cada vez més influyente cuerpo de trabajos no ha visto realizado ain plenamente todo su potencial. La SCC ha levado a cabo una revisién de nuestras preconcepciones bisicas sobre la ciencia, pero atin tiene que explorar las consecuencias mas radicales de esa tarea. En concreto, hemos visto como la idea basica de representacién sigue esencialmente intacta en la mayor parte de investigaciones sociologicas del cono- cimiento cientifico. Pero tenemos que preguntarnos qué es lo que sigue a Ja sociologia del conocimiento cientifico, Esta ha suplanta- do a la sociologfa de la ciencia, pero cqué la suplantaré a lla? En vez de reiterar los argumentos de la reciente so- ciologia del conocimiento cientifico —que la ciencia es un proceso social, que el método cientifico no es en absoluto lo que se pensaba, etc.—, ahora debemos considerar qué podria Ievamos més allé de la aplicacién reiterada de la formula relativista-constructivista. Al final del anterior ca- pitulo sugerfamos que era necesaria una etnografia de todo aquello que damos por sentado sobre la repre- sentaci6n: una exploracién reflexiva de nuestras propias Practicas representativas. En este capitulo final consi- deramos —en términos mas amplios— las perspectivas para un desafio vigoroso a la idea misma de repre- sentacién y destacamos algunas implicaciones para la ciencia social. 150 Fraude ontolégico La pregunta por «lo que viene a continuaci6n» resulta especialmente interesante porque adoptamos la opinién de que el relativismo atin no ha Ilegado lo suficientemente kkjos. Los defensores del relativismo (tanto dentro como més alld de la SCC) estan atrapados todavia en una onto- Jogia objetivista, aunque un tanto desplazada de su apa- riencia habitual. En efecto, hemos mantenido que los de- fensores del relativismo no desmantelan la representacién per se, tan s6lo se dedican a substituir las representaciones de la ciencia por representaciones sociolégicas, literarias y filosoficas. Por supuesto, este tipo de ejercicio substituto- rio resulta caludahle para empezar; cuando menos, provo- ca la ira de los defensores de la supremacta del «método cientifico». Sin embargo, nos deja la impresién de que las preguntas més profundas y fundamentales siguen sin res- puesta. ¢Qué puede explicar el carécter tangencial de la critica de la ciencia, el hecho de que el micleo del presu- puesto episterolégico quede intacto a pesar de todo el do hecho en la periferia? Una respuesta simple es que la critica relativista de la ciencia es en s{ misma cientifica en sus propias aspiracio- nes, al menos en dos sentidos. En primer lugar, los orfge- nes disciplinarios de las ciencias sociales se apoyan en in- tentos explicitos de imitar los fines, métodos y logros de la ciencia natural. La pretensién cientifica de la sociologia le debe mucho al grado en que sus padres fundadores queda- ron impresionados por el éxito de las ciencias biolégicas en el siglo xix. En segundo lugar, y més fundamentalmen- te, las disciplinas que producen la critica de la ciencia comparten una importante posicién epistemol6gica. Aun- que podrian caracterizarse como distintas a la ciencia, en términos disciplinarios (esto es, segtin sus objetos) com- parten con la ciencia la ideologéa de la representacion, un conjunto de creencias y practicas que provienen de la idea de que los objetos (significados, motivos, cosas) son la ba- se 0 preexisten a los signos superficiales (documentos, in- dicios) que les dan lugar. Cualquier critica de la ciencia 151 serd vana —o, cuando menos, sumamente restringida— si no se enfrenta a esta ideologfa. El problema de los criticos. de la ciencia —si es que lo consideran un «problema»— es que cualquier intento de desmantelar esta ideologia parece equivaler més al desmantelamiento de Ia disciplina propia que a un conjunto particular de enunciados que emergen de una aplicacién disciplinaria especifica (la ciencia natu- ral) de esta ideologia. ¢Cémo se enfrenta entonces el critico de la ciencia al espectro de su aparente autodestruccién? La relacién entre la ciencia y aquellas no-ciencias que intentan proveernos con un ¢je critico sobre la primera resulta crucial. Resulta muy claro que el éxito (0 por lo menos la plausibilidad) de las criticas sobre la ciencia radica en que se suponen (y presentan como) algo separado (distante) de la ciencia que estan deconstruyendo. Esto significa que el ejercicio de la deconstruccién encierra varias afirmaciones implicitas so- bre la separacién entre el deconstructor y lo deconstruido. Expresdndolo brevemente, el primero presenta su argu: mentacién como si fuera inmune a las criticas que aplica al blanco de la argumentaci6n. Ello implica Ia manipula- cién y el establecimiento sutil, a lo largo de la argumenta- cién, de fronteras entre aquellos presupuestos y argumen- tos susceptibles de una deconstruccién y los que no lo son. El argumento de! relativismo subraya la susceptibilidad de reconstruccién de un conjunto de afirmaciones y presu- puestos, mientras que, simulténeamente, oculta el hecho de que sus presupuestos mismos de relativismo son igual- mente susceptibles. La prdctica de establecer y manipular una distincién entre argumentos que resulten susceptibles al relativismo y aquellos que no lo son, se ha llamado «fraude ontolégi- co»? Resulta evidente la importancia del papel del agente en esta préctica. El que ciertos tipos de representacién (clasificaciones, afirmaciones de conocimiento, definicio- nes) puedan ser relativizados, ce consigue destacando la presencia de agentes y enfatizando la posibilidad de arbi- trariedad o distorsin en las representaciones construidas activamente. En el caso de las conductas sociales desvia- 152 das, la mirada critica se centra en agentes tales como la policia o los tribunales;* en los estudios sobre los medios de comunicacién, en los programas de noticias; y en la sociologia de la ciencia, en el cientifico. Sin embargo, en todos estos estudios se silencia, suaviza 0 esconde el pa- pel del agente que realiza las representaciones (sobre la policfa, etc.). Como ya indicamos en el capitulo V, sefialar © insinuar la presencia de un agente disminuye la factici- dad (representaciones) que afirman los sujetos del estu- dio, mientras que la negacién del agente aumenta la facti- cidad que afirma el informe mismo del autor. En los tér- minos del capitulo VI, se realza el cardcter extrafio y, por Io tanto, construido de la actividad de los sujetos, mien- tras que se olvida, minimiza u oculta la actividad del rep- resentante. Esta diferencia entre observador y sujeto/obje- to se establece y sostiene en los textos que pretenden ser meros informes del cardcter del otro. La distancia se hace efectiva a través de una frontera ret6rica entre la conduc- ta constituyente de los otros —que se ve como extrafia y merecedora de andlisis— y las actividades textuales del autor —que se toman por supuestas y no merecen aten- cién—. La esencia de la distancia que se afirma entre el trabajo de elaboracién del texto y el trabajo de sus suje- tos/objetos radica en que el texto afirma operar a un nivel de discurso diferente. La situacién es andloga a la rela~ cién entre una fotografia y su lema. Se supone que éste es de un orden distinto al de la imagen fotografica; leemos el Jema mientras dirijimos nuestra atencién sobre las carac- terfsticas reales de lo que hay en la fotografia, de lo que muestra. La forma en que el lema adquiere su neutralidad y su habilidad de informar desapasionadamente sobre una situacién distante no es algo que preocupe a quien mira la fotografia. ‘Aunque la ideologia de la representacién se ha critica~ do fuertemente, en términos generales, por influyentes in vestigadores (por ejemplo, de la filosofia de la ciencia,’ de la antropologia,’ ademas de los estudios sociales del cono- cimiento cientifico), es importante tener en cuenta que la mayorfa de estas criticas presentan una forma similar de 153, fraude ontolégico: sus autores producen textos que desa- rrollan y elaboran argumentos para probar la deficiencia ylo historicidad de las convenciones de la representacién; Pero esos mismos textos explotan las mismas convencio- nes. O, como minimo, no muestran hasta qué punto ello- puede ser asi y si tal hecho reviste o no importancia. Otra forma de legar a la misma conclusién consiste en obser- var cémo a pesar de haber reemplazado el papel pasivo del agente por una concepcién mas activa del cientifico- (Policia, medios de comunicacién, antropélogo), el «autor de la critica» continia siendo un agente pasivo que se pre- senta como libre de la misma critica y, aparentemente, in- inune a ella. La ideologia de la representacién y el papel del agente La ciencia es una forma altamente institucionalizada de practica representativa. Pero si el blanco apropiado (y més desafiante) para la deconstruccién es la ideologia de Ja representacién mas que simplemente la «ciencia» en cuanto fenémeno organizativo, necesitamos acordarnos de que la ciencia no es ms que una manifestacién especial- mente visible de la ideologia de la representaci6n. De he- cho, la ciencia es la punta del iceberg de la moderna obse- sién por la racionalidad técnica y la razé6n, el rostro publi- co de la ideologfa de la representacién. Proporciona, por asi decirlo, la linea oficial del partido sobre una actitud que impregna pricticas alejadas de los confines de la cien- cia natural profesional. Las discusiones sobre la ciencia pueden ser un lugar obvio para los pronunciamientos pi- blicos de esta ideologta, pero no es el tinico lugar donde opera. Si insistimos en distinguir entre la ciencia (como objeto) y nuestras propias disciplinas (como recurso), co- rremos él peligro de confundir las criticas relativistas de la ciencia con una apreciacién adecuada del fenémeno mas general de la representacién. Como ya se ha puesto de relieve, la nocién de agente se encuentra en el coraz6n de la ideologia de la repre- 154 sentaci6n. La relacién clave es la que se establece entre los objetos del mundo y la representaci6n a través de sig- nos, registros, etc. Los agentes de la representacién son aquellas entidades (actores) que median entre el mundo y su representacion. Se supone que el papel que juegan debe ser lo suficientemente pasivo como para posibilitar o facilitar la representacior. Sin embargo, existe una intere- sante asimetria entre la relacion del agente con el mundo y con su representacién. Se considera que los agentes son asivos en el sentido de que no se les cree capaces de afectar al carécter del mundo. Segiin la ideologia, la in- tromisi6n del mediador no llega a hacerle responsable del objeto de-sign-ado. Sin embargo, se mantiene que el agen- te es responsable del carécter de la representacién. Mien- tras que una mediacién correcta tiene como resultado un discurso autor-izado (privilegiado) sobre el mundo objeti- vo, puede decirse que una mediacién incorrecta es la fuente de representaciones distorsionadas del mundo (in- mutable). La supuesta pasividad del agente en su trato con los hechos del mundo queda reflejada en la idea de que los he- chos son neutrales, de que estan ahi para que cualquiera los descubra. Pero la supuesta irrelevancia del agente pro- porciona una interesante dificultad cuando se recompensa y felicita individualmente a los cientificos por sus contri- buciones a la ciencia. Tales ocasiones son tanto una cele- bracién de la ideologia de la representacién como del pa- pel jugado por el homenajeado. El dilema es que se supo- ne que el individuo premiado es especialmente capaz de obtener representaciones del mundo, pero también que ta- les representaciones no surgen meramente del trabajo de un agente aislado. Ello explica el tono intimo y de «curi so con suerte» de los discursos de aceptacién de premios Nobel: «Muchas gracias; nunca lo habria conseguido sin la ayuda de muchos otros y tuve la suerte de estar en el lugar preciso, en el momento adecuado».* La fuerza de la ideolo- ‘fa de la representacion estriba en la nocién de que, dadas las circunstancias adecuadas, cualquier otro agente podria haber producido los mismos resultados, hechos, interpre- 155 taciones, etc. Este es el corolario del punto de vista segiin el cual los hechos ya estaban ahi, gozando de preexistencia (atemporal) y esperando, simplemente, la legada de un agente transitorio. Tecnologias de la representacién Sin embargo, como vimos en el capitulo V, el cientifico es sélo un tipo de agente al que se hace responsable de mediar entre el mundo y su representacién. El laboratorio cientifico se encuentra poblado por una gran variedad de agentes inanimados: aparatos para realizar experimentos, osciloscopios, instrumentos de medicién, aparatos regis- tradores y otros mecanismos de inscripcién. No todos los agentes comparten la misma responsabilidad en la tarea de proporcionar representaciones del mundo. Algunos se consideran mas capaces que otros, algunos particularmen- te buenos para ciertos tipos de trabajo interpretativo, otros han sobrevivido a su utilidad, etc. La cultura del laborato- rio comprende siempre un ordenado universo moral de derechos, titulos, obligaciones y capacidades que se asig- nan de forma diversa a los distintos agentes. Este orden moral puede cambiar con la introduccién de un nuevo agente en la comunidad. Por ejemplo, el esfuerzo de algu- nas personas puede dedicarse durante algunos dias a eva- luar las capacidades y resultados de un aparato reciente- mente adquirido para medir los cambios de resistencia eléctrica durante un calentamiento isotérmico.? Estas deli- beraciones pueden incluir discusiones entre varios agentes (los representantes de la compaiifa, el jefe del laboratorio, os eventuales usuarios del aparato) sobre la capacidad del instrumento. Incluso tras su posible compra, la maquina sufrira atin varias pruebas antes de obtener la confianza necesaria para poder participar como un miembro ade- cuadamente socializado de la comunidad, La jerarquia de derechos y responsabilidades incluye una particular relacién entre los agentes humanos e inani- mados de la representacién. Los cientificos neéfitos tam- 156 bién padecen un proceso de socializacién en la comuni- dad, empapéndose del ethos de la representaciéa, aunque aprenden a ver los agentes inanimados como «méquinas», esto es, como tecnologias de representacién de un orden. diferente al suyo. Mientras a tales maquinas se les atribu- xya la habilidad de producir representaciones directas («au- tomaticas» o «inmediatas») del mundo (capitulo V), no ten- dran por qué permanecer bajo el control de agentes hu- manos. Asf pues, la cultura de la investigacién comprende un ‘orden moral entre las entidades que hemos llamado agen- ‘es 0 tecnologias de la representaciOn. A tales entidades se Jes atribuyen ciertas habilidades sobre la base de resulta- dos y solidificaciones de afirmaciones de conociraiento pa- sadas. Asi pues, un mecanismo de inscripcién encarna la capacidad de establecer una conexién aparentemente di- recta (0 inmediata) entre, digamos, la forma del trazo en. ‘un osciloscopio y el carécter de la radiacién recibida por él radiotelescopio. De todos modos (y como se vio en el capitulo VD, la importancia de esto no estriba en que los resultados anteriores se tomen por supuestos, sino en que Ja forma en que el mundo fisico se aprehende, describe y clasifica, depende de las tecnologfas que hacen posible ‘esas actividades. Con otras palabras, nuestro conocimiento sobre ecémo es el mundo», se encuentra conformado por Jas tecnologfas de la representacién involucradas en nues- ‘tra aparentemente neutral observacién del mundo. a representacién «fuera» de la ciencia La omnipresencia de Ia ideologia de la representacién +s tal que conforma las practicas de los criticos de la cien- cia tanto como las de los cientificos. Y eso es tanto més cierto, en tanto que los criticos de la ciencia argumentan. que no hay una diferencia esencial entre ciencia y no-cien- sia. El erftico de la ciencia es el mediador entre los objetos de su estudio (la ciencia, el comportamiento de los cient{- ficos, etc.) y los signos (textos) que representan tales obje- 157 tos, del mismo modo que el cientifico (observador) es el mediador entre los objetos y su representacién. Hablando mas en general, puede verse que las précti- cas representativas «fuera» de la ciencia se encuentran igualmente conformadas segtin un orden moral de repre- sentaci6n. En tanto que esctitores, pensadores practiccs, conversadores, etc., no pensamos que nuestros escritos, in- formes y acciones practicas sean meros productos del ca- pricho y no tengan ninguna conexién con el «mundo realy A pesar de las posibles fuentes de distorsién y mediaciéa, etc., escribimos (leemos, ofmos) con el convencimiento de que los signos son, cuando menos potencialmente, el refle- je de entidades reales del mundo, que cosas distintas de los signos mismos descansan tras ellos y dan lugar a esos meros signos.' Asi, el dualismo cartesiano propio de la ideologia de la representacién florece en practicas situadas «fuera» de la ciencia propiamente dicha. Aunque a menu- do se mantiene que la ciencia puede establecer estas cone- xiones de un modo més fiable gracias al prolongado entre- namiento de sus agentes (humanos), las pricticas repre- sentativas de la vida diaria se suscriben sin embargo a la misma ideologia de la representacion. Esto no deberfa sor- prender a nadie, pues la ciencia es una manifestacién rela- tivamente reciente de una tradicién filoséfica que comen- 26 con los griegos y que ha incrementado su influencia en todos los aspectos de la cultura occidental durante més ée dos mil afios. Del mismo modo que las pricticas representativas «fuera» de la ciencia suscriben la ideologia de la repre- sentacién, también dependen de las concepciones sobre Jos agentes que antes hemos tratado. En concreto, las tec- nologias de la representacién disponibles juegan el mismo papel importante en la constitucién del mundo «no-cienti- ficamente» representado. Walter Ong ha mantenido que un determinado tipo de tecnologias, las tecnologias de las palabras (escritura, im- presién, comunicacién electrénica), tienen un profundo efecto sobre la naturaleza de la argumentacion y el razo- namiento."' Lo que se considera un argumento adecuado, 158 se define por la tecnologia disponible para su construc- cin. Por extensién, lo que se considera una repre- sentacion adecuada depende de la tecnologia disponible para producirla !? Can atras palabras, nuestra aprehension de la forma en que el mundo aparece depende de nuestra aceptacién de una determinada tecnologia como adecuada para «representar» el mundo. Esto puede ilustrarse facilmente con una anécdota sobre el uso de la grabadora. Habfa pensado grabar algunas de las clases que doy a estudiantes de licenciatura y utilizarlas ‘como base para preparar el material de este libro. Sin em- bargo, en un par de ocasiones me encontré con que la gra- badora habfa funcionado mal; la méquina habfa generado cintas en blanco. Aunque lo que mas me preocupaba era ‘c6mo solucionar la pérdida, se me hizo claro que existfa un sentido en el que el «contenido» de las clases dependia de los medios disponibles para su recuperaci6n, La ausencia de grabaciones sugeria (constitufa) la existencia de cosas que habian tenido lugar, pero que no podfan recuperarse. Si hubiera preguntado a la audiencia «qué dije en la clase de la semana pasada?», podrian haberme ofrecido todo un conjunto de explicaciones diferentes de acuerdo con los re- ‘cursos que contaran para recuperarla: apuntes més 0 me- nos detallados, etc. Cada una de las clases que no qued6 grabada es ahora (irremediablemente) un objeto diferente del que seria si existiera una grabacién de las mismas. Generalizando: lo que un suceso es (en qué consiste la clase, de qué trata, su contenido) cambia segvin los medios de que se disponga para su representacién («recupera- cién»). Con otras palabras, proyectamos la existencia de un estado de cosas (las cosas que sucedieron durante la clase) en virtud de una tecnologia disponible. Obviamente, esto se opone a nuestras ideas intuitivas sobre la repre- sentaci6n: la creencia de que los objetos del mundo (lo que sucedié) preexisten a los aparatos que usamos para registrarlos. En este caso, la presencia o ausencia de un mecanismo de grabacién parece haber cambiado el caréc- ter del objeto a grabar. De forma anéloga a como conclui- mos nuestra argumentacién sobre la prictica en el labora- 159 torio (capftulo V1), los atributos de objetos que no son pro- pios de los laboratorios se constituyen en virtud de la tec nologfa disponible para su representacién. Por supuesto, existen diferencias en las tecnologias de representacién disponibles en la ciencia y en la no-ciencia. La cantidad y variedad de mecanismos de inscripcién dis- ponibles para el cientifico social y el critico literario dificil- mente pueden compararse con los utilizados en ciencia. Por una parte, aceleradores de partfculas; por otra, lépices, méquinas de escribir y procesadores de texto. Pero a pesar de la diferencia de escala, la nocién de agente y su rela~ cin con las tecnologias de representacion sigue siendo central. La principal diferencia estriba en los recursos, no en la ideologia. Enfrentarse (interrogar) a la representacion Ya hemos apuntado (capitulo VI) que la exploracién de la reflexividad puede ser una forma de desarrollar una erf- tica rigurosa de la ciencia, al prestar atencién al concepto de representacion mientras la practicamos."* Resulta ahora claro que la exploraci6n de la reflexividad sera de una par- ticular importancia estratégica si se centra en el orden mo- ral que sostiene la representacién. No se trata sélo de comprender ese orden moral sobre el que se apoya la ideo- logfa de la representacién, sino también de buscar mane- ras de cambiarlo. Siguiendo el espiritu del andlisis de Bloor (capitulo IM), deberfamos darnos cuenta de que las declaraciones de lealtad a una ideologfa altemnativa no son, casi nunca, suficientes. En su lugar, necesitamos observar més de cerca los fundamentos de nuestras pricticas con- vencionales de representacién. Esto plantea la dificil cuestién de qué debe considerar- se una critica efectiva al orden moral dentro del que se opera. Ong pone de relieve que los criticos de las tltimas formas de la tecnologia de la palabra (escritura, impre- sin, comunicacién electrénica) se encuertran invariable- mente con que tienen que adoptar la forma de tecnologia 160 que desean criticar.'* Una critica de la escritura resultaré més convincente si esté escrita; los ataques a la impresién son més efectivos si se imprimen; el desaffo al dominio de los medios electrénicos de comunicacién resultaré més eficiente si se transmite electronicamente. Lo importante de esta curiosa observacién es que los criticos se ven for- zados a adoptar Ia forma que desean atacar si quieren que se conozca su critica, pues la «tltima tecnologia» define lo que se considera convincente, efectivo y eficiente. Cuando se llega a reconocerla y concebirla como tal, la «éltima tecnologia» ya no puede ser discutida. Entonces ya es de- masiado tarde para probar 0 proponer nuevas alternativas validas; al convertirse en la «iltima tecnologfa», ya ha ca- vado el nicho en el que sélo ella se encuentra calificada para operar. Es la mejor alternativa disponible. Por analogfa, la tarea de la proxima generacién de «es- tudios sociales de la ciencia» es precisamente la de buscar una resistencia adecuada y efectiva en una situacién en que la adecuacién y la efectividad estén definidas por la ideologfa (representacién) sujeta a critica. Recordemos que en el capitulo V afirmamos que la resistencia es el efiejo de una juiciosa elecci6n y ordenacién de recursos; que lo resistente (res) es precisamente el resultado de desa- fiar y vencer a cada uno de los aliados. Resulta claro, pues, que la tarea consiste en ver qué puede hacerse para reconstruir el orden moral de la representacién, no sélo explorar alternativas a la preponderancia actual de la ret6- rica del realismo, sino también discutir su derecho a defi- nir lo que debe considerarse como alternativa. La ideologia de Ia representaci6n est4 institucionaliza- da en el sentido de que las practicas representativas se sancionan normativamente. Quienes las practican (los que representan, los que interpretan) muestran normalmente suposiciones sobre el cardcter de la representacién y eva ian tales précticas representativas (tanto las suyas como las de otros) apelando a reglas (a menudo implicitas) so- bre el método y procedimiento correctos. En resumen, la ideologia de la representacién proporciona los recursos para evaluar la préctica interpretativa."* 161 Es mucho lo que ya se sabe sobre el fraude y el engafio en ciencia.'® Obviamente, tales fenémenos constituyen una violacién de las expectativas sobre el comportamiento cientifico correcto. Sin embargo, no son per se una viola- cién de la ideologfa. El fraude en la ciencia consiste en la distorsién de los hallazgos y resultados, pero no se opone alla distincién misma entre resultados y objetos de los que se supone derivan. Por ejemplo, la afirmacion «fraudulen- ta» del descubrimiento de los rayos-N, aunque subsecuen- temente se consideré el resultado de una conducta impro- ia, descansa también en el concepto de la separacién en- tre los fenémenos y sus signos ostensivos. Asf pues, resulta til distinguir entre las desviaciones que violan los puntos de vista consensuales sobre el método y los procedimien- tos, y aquellas que violan la idea misma de la repre- sentaci6n. Mientras que los criticos de la ciencia han sido muy hébiles al sefialar las primeras, muy poco se ha he- cho sobre las ultimas. La receta de Garfinkel para revelar la estructura funda- mental de las acciones précticas era tomar situaciones co- munes y diarias y ver qué podfa hacerse para causar pro- Diemas.” Su idea era que estos «experimentos de viola- cin» exponen el cardcter de lo que se da por supuesto. El grado de consternacién causado por la violacién refleja la fuerza de la adhesién a las normas que han sido violadas. Qué constituirfa, pues, una violacion de la ideologia de la Tepresentacién? Ciertamente, necesitamos algunos meca- nismos que suspendan o problematicen la distincién entre el objeto y su representacién y que, en concreto, acaben con nuestros presupuestos sobre el papel del agente 0 con la poca atencién que le prestamos. Ello podria lograrse, or ejemplo, acabando con la supuesta neutralidad y auto- ridad del agente, jquizés mientras defiende este mismo ar- gumento! Por ejemplo, podrfa revelarse la mano oculta del autor (observador) —el agente que presenta este argumen- to— cuando los lectores menos se lo esperan. 1 Conclusion Hemos visto que las prdcticas interpretativas dentro y fuera de la «ciencia» profesional estan sujetas a una ideolo- gia de la representaci6n sobre la que se apoya un dualismo cartesiano entre los objetos y su representacién. La depend- encia con respecto a la ideologia de la representacién ha dado lugar al surgimiento de una critica de la ciencia que resulta impresionante si se compara con el tratamiento de la ciencia a cargo de tradiciones anteriores, y que ha pro- porcionado interpretaciones alternativas de la ciencia aun- que, en iiltimo término, insatisfactorias. Al no reparar en el orden moral de la representaci6n, la mayoria de los criticos de la ciencia han caido en una forma de fraude ontolégico. La aceptacién implicita de este orden moral conlleva un uso acritico de varias tecnologias de representacién (la es- critura, principalmente) que, como hemos sugerido, defi- nen qué formas de argumentacion deben aceptarse como convincentes. Una postura alternativa capaz de asentarse en el escepticismo del estudio social de la ciencia debe bus- car formas de interrogar al orden moral de la repre- sentaci6n en el que estamos actualmente encerrados. Implicaciones para la ciencia social 1) Cémo dejar de preocuparse por la CIENCIA y vivir con ella Una de las principales aplicaciones del trabajo de la sociologia del conocimiento cientifico tiene que ver con los intentos desarrollados por los investigadores/académicos de las disciplinas «no-cientificas» de emular los logros y objetivos de las ciencias naturales. El debate centrado en el caracter CIENTIFICO de las ciencias sociales reaparece de ‘vez en cuando —por ejemplo, en la disputa alemana sobre el positivismo— y encuentra eco en la trasnochada pre- gunta que encontramos en casi todas las introducciones elementales a la sociologfa: ges CIENTIFICA la sociologia? (el 163 uso de la maytiscula sirve para denotar las connotaciones mitico-idealistas de este uso del término). En el contexto de las introducciones elementales a la disciplina, la cuestiOn se deja de lado tan pronto ha sido formulada. La respuesta generalmente dada pivota sobre hasta qué punto deberfa emular la sociologfa a las ciencias naturales, teniendo en cuenta las significativas diferencias en las materias de estudio: jlos sociélogos estudian perso- nas, no electrones! Incluso en tratamientos més sofistica- dos, la cuestién se aborda a través de una comparacién entre la préctica y las aspiraciones de las ciencias politicas y sociales y el modelo mitico de la CIENCIA. ‘Tal vez el lagra més importante del estudio social de la ciencia sea el haber puesto de manifiesto que jlas ciencias naturales mismas apenas se comportan segtin los ideales de la CIENCIA! La pregunta sobre hasta qué punto la so- ciologia puede o debe emular a las ciencias naturales da asf un nuevo giro. Al reconocer el cardcter no-CIENTIFICO, tanto de las ciencias sociales como de las naturales, los cientificos sociales pueden dejar de preocuparse sobre cudn CIENTIFICOS son. La pregunta «¢puede ser CIENTIFICA la ciencia social?» resulta engafiosa, pues la ciencia mis- ‘ma no es CIENTIFICA, excepto cuando se presenta a s{ misma como tal. 2) La supuesta diferencia entre ciencia y ciencia social no es mds que una diferencia de recursos La ciencia y la ciencia social comparten la misma ideo- logfa de la representaci6n. Las interpretaciones publicas de la ciencia y otros tipos de interpretaciones idealizadas contradicen la apabullante conclusién de que la repre- sentaci6n en ciencia no es esencialmente diferente de la representaci6n fuera de ella, Tanto el discurso de la cien- cia como el de la ciencia social se encuentran estructura- dos para construir una distancia retérica entre el observa~ dor y el objeto observado, y establecer la antecedencia de este ultimo. Por otra parte, no tendrfa objeto negar la su- perioridad percibida en la ciencia. Su orden moral parece 164 més fuerte y la distancia entre observadores y objets ma- yor y mejor establecida. Pero la fuerza de la explicacién Gientifica no es mas que su grado de resistencia a la de- construccién. La diferencia entre ciencia y ciencia social no reside en el método, sino en los recursos utilizados. para estructurar y establecer dicha resistencia. 3) Necesidad de buscar formas alternativas de explicacién para la ciencia social El intento de la ciencia social de emular los logros de la ciencia natural conlleva una aceptacién acritica de la ideo- logia de la representacién que, a su vez, lleva a la ciencia social a intentar reforzar sus explicaciones mediante una maximizaci6n de la distancia ret6rica entre el analista y el objeto. Por supuesto, el problema estriba en que la ciencia social también quiere reconocer en sus objetos (a los que llama «sujetos») atributos y capacidades similares a los del agente de la representacién (el analista, el autor); la dife- rencia supuestamente inherente entre las personas y los electrones no es més que un reflejo de los diferentes atribu- tos que se reconocen en estas entidades dentro de los dis- cursos de la ciencia social y la ciencia. Esto exige una for- ma de fraude ontolégico que intenta establecer y reafirmar el exotismo (diferencia) del sujeto/objeto. Las actividades y comportamientos de los sujetos de estudio se convierten en. algo extrafio y, en concreto, se relativizan (se convierten en algo esencialmente arbitrario) por contraste con las activi- dades analiticas, normales, naturales y dadas-por-supuestas del observador/representante. Como alternativa, necesita- ‘mos renunciar a formas de explicacién que tiendan a incre- mentar la distancia ret6rica entre el analista y el objeto. Con otras palabras, debemos acabar con el exotismo del otro. 4) El «st mismo»® como blanco de la ciencia social La perspectiva presentada en este capitulo pone en tela de juicio una de las afirmaciones clave respecto al valor estratégico de los estudios relativistas sobre el conocimien- 165 to cientifico. A menudo se afirma que si puede mostrarse que el conocimiento cientifico —ampliamente considerado el tipo més sélido de conocimiento— es un producto cultu- ral, entonces los dems tipos de conocimiento (menos s6li- dos) se convertirén en objetivos relativamente facies del andlisis social. O, expreséndolo con mayor exactitud, sila tesis general del relativismo funciona en el rea sustantiva donde tiene menos posibilidades de funcionar, queda esta blecida asf su aplicabilidad general al resto de fenémenos2* Este es el corolario del intento de rescatar al conocimiento cientifico de su clasificacién (a manos de la sociologia del conocimiento clésica) como un caso especial exento de cualquier consideracién realizada bajo la mibrica de la so- ciologia (de los otros tipos de conocimiento). Como ya vir mos (capitulo IMD, la sociologia de la légica y de la mate- mitica resulta especialmente estratégica en este sentido, pues dichas Areas se han considerado a menudo el nticleo central del conocimiento cientifico. De todos modes, nues- tro estudio critico de la sociologia del conocimiento cienti- fico muestra que la representacién es més fuerte incluso ‘que el conocimiento cientifico, desde el momento en que uno mismo (el analista) debe adquirir un mayor grado de solidez que el conocimiento cientifico si pretende decons- tmuirlo. Los andlisis sociolgicos del conocimiento cientffico necesitan constituirse a sf mismos (en el curso de su argu- mentacién) como algo més sélido que el conocimiento cientifico que estudian, incluso aunque el principio basico de tales estudios suponga lo contrario. Los andlisis que des- cansan sobre las formas convencionales de distanciamiento ret6rico parecen evitar activamente el caso posiblemente més dificil. El caso més dificil continda siendo el sf mis- mo»: el ignorado agente de la representacién. La necesidad de encontrar formas de interrogar al «sf mismo» es una conclusién justa de una critica de la cien- cia con pretensiones epistemol6gicas radicales. Después de todo, es sélo el tiltimo paso de un largo proceso histérico. de des-centramiento (cuando Copémico lo desplazé, el «sf mismo» encontré refugio en la ciencia; cuando lo desplaz6. el relativismo, encontré de nuevo refugio en el analista). 166 NOTAS 1, Deberia quedar claro que aqut eradicals denota un radicalismo epistemolégico mas que politico. Gran parte de la literatura marxista s0- bre la ciencia resulta devepcionante porgue al concentrarse en la distribu cin y los recursos de laciencia, parece adoptar los supuestos fundamen- tales de ésa: la ideclogia de la representacin, Vease B. Latour y S. Wool- gar, Laboratory Life: the construction of scientific facts, Princeton, Prince: ton University Press, Princeton, 1986, p. 277. 2. Esta forma de presentar la cuestién (de forma no problemética), adopta la retérica del progreso. No esté claro hasta qué punto los praci- cantes de una sociologia del conocimiento cientifico desean aplicar una visién constructvisa al progreso de su propio campo de investigacién Para un intento de interrogar Ia nocién de progreso en este contexto, véase S. Woolgar y M. Ashmore, «The Next Step: an introduction to the reflexive projects, en S. Woolgar (ed.), Knowledge and Reflexivity: new Frontiers in the sociology of knowledge, Londres, Sage, 1988 3. S. Woolgar y D. Pawhich, «Ontological Gerrymandering: the ana- tomy of social problems explanations», Social Problems, 32 (1985) 214- 221. 4. Por ejemplo, M. Spector y J Kitsuse, Constructing Social Pro- ‘lems, California, Menio Park, 1977; P. Conrad y JW. Schneider, Devian- ‘ee and Medicalization: from badness to sickness, 8. Luts, Mosby, 1980. 5. Por ejemplo, Glasgow Media Group, Bad News, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1977. 6. Por ejemplo, 1. Hacking, Representing and Intervening, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; R. Rorty, Phylasophy and the Mirror of ‘Nature, Oxford, Blackwell, 1980. Traduccign al castellano: La flosofa y el ‘espejo de la naturaeza, Madrid, Cétedra, 1983. 7. Véanse, por ejemplo, las contribuciones de J. Clifford y G.E. Mar- cus (eds), Writing Culture: the poetics and the politics of ethnography, Ber- keley, University of California Press, 1986, 8. Por ejemplo, S. Woolgar, «Discovery logic and sequence in a scien- tific texts, en KD. Knorr, R. Krohn y R. Whitley (eds), The Social Process of Scienific Investigation, Dordrecht, D. Reidel, 1981, pp. 239268; cfr. M. Mulkay, The Word and The World: explorations in the form of sociologt- cal analysis, Londres, George Allen & Unwin, 1985, cap. 8. 9. S. Woolgar, Science as a Practical Reasoning (en preparacin). 10. En las «entidades del mundo real» ineluyo consideraciones del tipo lo que moti al escrtors, «sobre qué se apoyas, etc, y no tan sélo Jas entidades fisicas del mundo real 11, W. Ong, Orality and Literacy: the technologizing of the word, Lon- res, Methuen, 1982. 12. Esta observacion resultaré més familiar alos historiadores del ar- te, Véase, por ejemplo, S. Edgerton, The Renaissance Discovery of Linear Perspective, Nueva York, Harper & Row, 1976 13, Véase la nota 23 (cap. VD, 167 14, Ong, op. cit (a. 1). 15. De acuerdo con lo que ya mantuvimos (cap. I), resulta importan- te reparar en que mi las reglas ni la ideologia se entienden aqui como determinantes de la prictica interpretativa. 16, Para un resumen introductorio, véase W. Broad y N. Wade, Betra- ses of the Truth: Froud and Deceit in the Hall of Science, Nueva York, ‘Simon and Schuster, 1982. Para un tratamiento analitico de la idea de finude, véase HLM. Collins y TJ. Pinch, Frames of Meaning: the social consimuction of extraanlinary science, Londres, Rostledge & Kegan Pal, 1982. 17. H. Garfinkel, Scudies in Evhnomethodology, Englewood Cliffs, Nue- va Jersey, Prentice Hall, 1967. 18. En este punto del texto podria darse lugar un didlogo entre el autor y su aller ego, constituyéndose a partir de ello una ruptura en la forma univoca convencional del texto y abriendo una brecha en las expec- tutivas sobre los modos normales de representacién. De todos modos, ddido que tal ruptura debe ser inesperada y dado que ya se ha avisado al Iketor, el texto no seguiri esta forma a partir de aqul. Cfr. S. Woolgar, «The Ideology of Representation and the Role of the Agents, en H. Lawn- son y L. Appignanesi, Dismantling Truth: science in post-modem times, Londres, Wiedenfeld and Nicolson, 1988. 19. Como ya dijimos anteriormente, existe por lo menos un filésofo Feyerabend) que mantiene que las ciencias naturales dependen de la tansgresion de las teglas sobre el método y procedimientos que pueden ‘eacontrarse en todas las concepciones de la CrENCIA, 20. «Self en el original inglés. (N. del 7] 21. H.M. Collins, «introduction: Stages in the Empirical Programme ‘of Relativisms, Social Studies of Science, 11 (1981), 3-10. 168 fNDICE Prologo, por Manuel Medina Prefacio 7 : Introduccion. 1.

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