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Grupo
de trabajo de la Sociedad Latinoamericana de Gastroenterología Hepatología y
Nutrición Pediátrica (SLAGHNP)
Nuestro agradecimiento al doctor Valerio Nobili, quien entregó al texto definitivo, sus
opiniones y sugerencias.
Recibido: 29/10/2015 / Aprobado: 28/06/2016 / Publicado en www.actagastro.org
el 03/10/2016
Resumen
Objetivo y metodología
Introducción
Antecedentes
Definición
La EHGNA es considerada por algunos autores como la presentación hepática del
síndrome metabólico (SM).4, 5 Si bien es más frecuente en escolares y adolescentes, se
han reportado casos en pacientes hasta de 3 años debido al importante aumento de
sobrepeso y obesidad, siendo esta condición y la insulinorresistencia el mayor riesgo
para desarrollarla.
Historia y evolución
La primera referencia de la EHGNA la realizó el patólogo de la Clínica Mayo J
Ludwing en 1980, que describió a 20 pacientes adultos con una condición clínico-
patológica en la que los hallazgos histológicos correspondían a una hepatitis alcohólica,
pero sin el consumo de alcohol y de causa desconocida.6 Estaban afectos de
esteatohepatitis con disfunción hepática, depósito graso, hepatitis lobular, necrosis
focal, cambios inflamatorios, cuerpos de Mallory, diversos grados de fibrosis y en 3
pacientes cirrosis. Los autores ya vislumbraban su asociación con obesidad y diabetes.
Por otra parte, existen factores étnico-genéticos y ambientales que parecen influir en la
evolución; los pacientes afroamericanos tienen menor prevalencia de EHGNA y la
fibrosis es menos severa que en los pacientes caucásicos e hispánicos,20 a pesar de un
grado similar de obesidad, esteatosis hepática e insulinorresistencia. La evolución a he-
patocarcinoma en niños no tiene antecedentes y solo se ha reportado un caso asociado,
sin que pueda afirmarse que hizo parte de la esteatosis o corresponda a comorbilidad.21
Epidemiología
Los principales factores de riesgo para esteatosis hepática son el sobrepeso y la
obesidad.23 El estudio de Pajuelo en Perú presenta una prevalencia de sobrepeso y
obesidad en niños menores de 5 años de 6,9%, siendo mayor en las áreas
metropolitanas, y en Argentina del 20% de sobrepeso y del 5,4% de obesidad en
adolescentes.24 En Colombia la prevalencia de exceso de peso (sobrepeso y obesidad)
en niños y niñas de 5 a 17 años es del 17,5%.25
Los grupos de riesgo para EHGNA en adultos han sido definidos por un aumento del
índice de masa corporal (IMC), el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina. En
pediatría el principal factor de riesgo lo constituye la obesidad.29-32 En 41 adolescentes,
quienes tenían un promedio de 59 de IMC, 83% tenían EHGNA y el 20% cumplía
criterios histológicos para EHNA.29 En Latinoamérica las cifras son más bajas
posiblemente por diferentes condiciones. En Cuba en un estudio en 44 niños obesos
entre los 4-16 años, el 48% tenían hígado graso,33 y en Venezuela los estudios muestran
una prevalencia promedio de 65% entre niños con sobrepeso y obesidad.34
Los diferentes grupos étnicos también han mostrado prevalencias variables de hígado
graso. Los niños hispanos tienen mayor prevalencia de EHGNA que los niños
afroamericanos a pesar de que las tasas de obesidad en las dos poblaciones son
similares.31, 32
Patogénesis
Tanto la EHGNA como la EHNA son procesos generalmente asintomáticos, por lo
tanto, todo paciente con un IMC ≥ 2DE o ≥ 25 kg/m2 debe ser investigado. La gama de
este proceso va de solamente acumulación de grasa en el hígado o esteatosis hepática a
la presencia de diferentes grados de inflamación con o sin fibrosis, esteatohepatitis. Una
vez que la fibrogénesis se presenta, existe el riesgo de progresión a cirrosis.
Factores de riesgo
Obesidad. La obesidad ejerce un impacto negativo sobre la EHGNA en todos los
aspectos y estadios de la en fermedad. La mejor evidencia de esta relación es el efecto
benéfico que se logra en su manejo, cuando se pierde peso y se mejora el estilo de
vida.35, 40
Género. Más común en niños que en niñas (relación 2.1),42 explicado aparentemente por
el efecto protector hepático de los estrógenos, que además facilitan la función de la
insulina.43, 44 Así como los estrógenos protegen, los andrógenos ejercen un potencial rol
negativo al agravar la EHNA.45
Otros factores. En general se reconoce que tanto los factores genéticos como
ambientales contribuyen en la patogénesis de la EHGNA. Recientemente hay alguna
evidencia según la cual en la etiopatogenia de la EHNA también participan los cambios
en la microbiota intestinal y los antioxidantes. La absorción y también la malabsorción
de la fructosa pueden alterar la microbiota con las repercusiones correspondientes a
nivel hepático.50
De acuerdo con la EPSGAHN, a todos los niños obesos mayores de 3 años se les debe
realizar ultrasonido abdominal y función hepática como herramienta válida para
identificar infiltración grasa del hígado.1 Asimismo el ultrasonido ha mostrado ser, en
pacientes obesos, una buena herramienta para reconocer a quiénes se debe realizar
biopsia hepática y confirmar el diagnóstico.60 Igualmente, la circunferencia de la cadera,
masa grasa y grasa visceral, tienen una significativa correlación para detectar
EHGNA.60
Acercamiento al diagnóstico
Diagnóstico clínico
Los numerosos factores que predisponen a la EHGNA dificultan los esfuerzos para
diseñar una adecuada orientación para su diagnóstico. La aplicación del algoritmo
propuesto en la Figura 1 tiene el objetivo de efectuar un manejo más adecuado.61
Diagnóstico bioquímico
Se deben realizar pruebas bioquímicas en todos los pacientes que tengan sospecha de
EHGNA y con mayor fundamento si tienen factores de riesgo reconocidos: género
masculino, etnia hispana, edad de transición a la pubertad, sobrepeso y obesidad,
alteraciones metabólicas como SM y resistencia a la insulina. De los pacientes con
EHGNA, un porcentaje alto tiene criterios de SM, lo que la hace la representación
hepática del SM. Entre las definiciones de SM ya señaladas, la FID en el 2007 publicó
criterios pediátricos para el SM que se resumen en la Tabla 1 y sirven para orientar en la
clínica las pruebas en sangre que se deben solicitar al paciente con criterios de sospecha,
junto con la tensión arterial y la CC.64 El diagnóstico del SM requiere la presencia de
obesidad central y dos de los otros cuatro factores.
Función hepática
Se recomienda la determinación sérica de enzimas hepáticas, particularmente ALAT,
como parte del estudio inicial a estos pacientes.67 La Academia Americana de Pediatría
ha recomendado, para el tamizaje de EHGNA en niños con sobrepeso (IMC ≥ 1DE) y
obesos (IMC ≥ 2DE), la medición bianual de ALAT.68 Hace algún tiempo, se emitieron
estándares, aún vigentes, basados en evidencia para niveles normales de ALAT. En
niños: ≤ 25 U/L y niñas: ≤ 22 U/L, según la Encuesta Examinadora Nacional de Salud y
Nutrición III, que incluyó sólo niños sin factores de riesgo para enfermedad hepática
subyacente.69
La TC es una técnica que revela una imagen ecogénica dada por la infiltración de grasa
en el hígado, basada en las características de los rayos X de penetrar los tejidos con va-
lores de atenuación denominados unidades de Hounsfield que disminuye la densidad del
parénquima y que se comparan con los valores de atenuación del bazo. No ser operador
dependiente es su principal característica, pero ocasionar notable exposición a
irradiación que es la desventaja.79
Diagnóstico histológico
El estudio de la biopsia hepática es la prueba de oro porque identifica con certeza los
cambios grasos; además de evaluar la inflamación (esteatohepatitis) y distinguir el
grado de fibrosis, determina la evolución de la misma a la cirrosis.84 Incluye la
presencia mixta de macro y microvacuolas con el predominio de las primeras, con des-
plazamiento del núcleo en más del 5% de hepatocitos, balonización, inflamación portal
y perisinusoidal, megamitocondrias, cuerpos acidófilos y acumulación de glucógeno en
los núcleos, con fibrosis que puede ser porto-portal y porto-centro-lobulillar o
perisinusoidal.
Indicación de la biopsia
La edad del paciente es fundamental; cuando el paciente tiene un diagnóstico ecográfico
de hígado graso, o alteraciones en el hepatograma con alteración enzimática, se la debe
considerar en los siguientes escenarios:87
La histología que no debe ser propuesta como tamizaje y se debe acompañar de:
cociente aminotransferasas/ plaquetas, concentración en sangre de vitamina D, fibrotest
y FibroScan. En todos los casos se deben descartar enfermedades tratables, tener un
seguimiento ordenado secuencial, dar manejo médico integral por lo menos por 6 meses
y considerar pronóstico y riesgo, antes de ordenar la biopsia. En las Tablas 4A, 4B y 4C
se detalla la clasificación de Brunt.85, 86, 88
Diagnóstico diferencial
La resistencia a la insulina es un hallazgo común en EHGNA y en consecuencia varias
de las características clínicas asociadas tales como la obesidad, la DMT2 y dislipidemia
son comorbilidades frecuentes en los niños que la padecen.2, 89
En todos los casos se deben descartar en el diagnóstico diferencial otras etiologías que
incluyen enfermedades nutricionales, infecciosas, metabólicas y tóxico-medica-
mentosas, que puedan cursar con esteatosis hepática. Las pruebas de laboratorio
incluyen: serología para las hepatitis virales A, B y C, HIV, niveles de ceruloplasmina,
acil-carnitina, test del sudor, α-1antitripsina y estudio genético (genotipo), auto-
anticuerpos antinucleares, anti-músculo liso, IgG, anti-transglutaminasa IgA, anti-
microsomales hepáticos y renales, anti-mitocondriales, y estudios para errores
congénitos del metabolismo (lactato/piruvato en orina, ácidos orgánicos y aminoácidos
en suero) y deficiencia de lipasa ácida.90 En la Tabla 5 se enumeran las causas de hígado
graso en niños.
Manejo integral
Manejo general: intervención sobre los factores de riesgo, cambios en el estilo de vida.
Manejo farmacológico
Los cambios en el estilo de vida son hasta ahora la terapia más aceptada en EHGNA y
comorbilidades asociadas,97 pero en algunos casos se requiere la administración de
terapia farmacológica como parte del manejo para impedir la progresión de la
enfermedad. Se utiliza como coadyuvante en pacientes que no tengan buena respuesta a
las modificaciones en el estilo de vida.98, 99 Entre las ayudas farmacológicas que se han
ofrecido se destacan:
Nuevas terapias
Existen numerosos reportes, tanto en niños con sobrepeso como con obesidad, que
demuestran que el intestino presenta una alteración en la microbiota intestinal109, 110 o
disbiosis, que explica por qué el papel de la microbiota intestinal en la EHGNA ha
ganado considerable atención.111 Como ya se señaló en la EHGNA hay disrrupción de
la barrera intestinal y producción de diversas sustancias pro-inflamatorias con actividad
directa a nivel hepático, situación que se conoce como teoría eje hígado-intestino.112
Además, la microbiota intestinal podría estar fuertemente influida por el consumo de
grasas y azúcares refinados, lo que estimularía al sistema inmunológico innato,
iniciando la cascada inflamatoria.106 Son numerosos los trabajos que confirman los
efectos benéficos de los probióticos.111, 113 Se ha demostrado que los niños obesos con
EHGNA tratados con Lactobacillus GG evidenciaron una significativa disminución
(hasta normalización en el 80% de los casos) en los valores séricos de ALAT,113
además del colesterol total, lipoproteína de alta densidad, TNF-α, con mejoría de la
sensibilidad a la insulina.112
El efecto benéfico de los probióticos se demuestra cada vez con mayor fuerza, y el
VSL#3, multicepas y especies, es el más estudiado en EHGNA.114 Su administración
por 4 meses redujo el contenido graso del hígado evaluado por ecografía, así como una
disminución significativa del IMC.105 Además del efecto sobre la grasa hepática, se ha
reportado disminución de sustancias pro-inflamatorias, TNF-α, interleuquina-6 y
lipopolisacáridos.115
Receptores toll-like
Los receptores toll-like (TLR por sus siglas en inglés) son proteínas transmembrana que
pertenecen a una de las 4 familias de los denominados receptores de reconocimiento de
la inmunidad innata. No solo se encuentran en las membranas celulares de los
macrófagos y de las células dendríticas; también están presentes en las membranas de
células epiteliales, endoteliales y fibroblastos, que sin ser células especializadas en la
inmunidad innata, participan del proceso de respuesta inflamatoria. También algunos
TLR se expresan en los linfocitos T.125 Los TLR reconocen epítopes bacterianos, virales
o fúngicos, y partículas endógenas de daño celular, participando en los mecanismos de
autoinmunidad y en la respuesta injerto contra receptor.126 Los TLR tienen que ver con
el daño hepático, al participar en el estímulo que activa las citoquinas proinflamatorias
TNF-α, IL-, e IL-6. Además de los linfocitos, la activación del sistema inmune vía TLR
dentro de los monocitos juega un papel importante, por ejemplo, en la fisiopatología de
la DMT2.127,128 La expresión de los TLR se ha observado en todos los tipos de células
hepáticas: hepatocitos,129, 130 células de Kupffer,129-131 células endoteliales
sinusoidales,132 células estrelladas hepáticas,133 células epiteliales biliares,129 así como
las células inmunes dendríticas del hígado.132
De la misma forma como la síntesis de TNF-α, IL-6 e IL-1, puede ser estimulada por el
aumento de glucosa y de ácidos grasos circulantes en distintos tejidos, además del
adiposo, incluyendo hígado y músculo; también se activa por el estímulo de los TLR,
acciones que sumadas en la EHNA llevan a inflamación y fibrosis progresiva. En las
enfermedades crónicas del hígado, incluyendo NASH, la permeabilidad intestinal
resulta alterada por la disfunción de las uniones estrechas epiteliales, la cual sugiere una
exposición permanente a altos niveles de TLR, ligados a productos bacterianos
provenientes del intestino que podrían llevar a la lesión hepática.134 Al mismo tiempo, el
IL-1β estimula en las células hepáticas estrelladas la producción de fibrosis,135 y los
TRL-2 en ausencia de colina participan en la inflamación y fibrosis del hígado, siendo
las células de Kupffer las que expresan el TRL-2.136
Por otro lado, para explicar el daño hepático cuando el paciente ingiere dietas ricas en
grasas, se ha observado en pacientes con EHNA con altos niveles de triglicéridos en
sangre, la presencia de ácidos palmítico y esteárico ligados a TLR-4.137 En particular, el
ácido laúrico se ha encontrado en el inicio de la señalización del TLR-4 a nivel de la
línea de los macrófagos.138 A pesar de lo demostrado, es claro que se requiere mayor
investigación.
En pacientes con DMT2 tratados con análogos del GLP-1 a los cuales se les realizó
resonancia magnética, se ha demostrado disminución progresiva del depósito de lípidos
en el hígado y disminución de GLP-1 o aumento de DPP 4 en biopsias hepáticas en
pacientes con esteatosis hepática.147
Se han experimentado las acciones de los agonistas de los receptores de los GLP-1,
como las exenatida y liraglutida, y los inhibidores de la DPP 4 (sitagliptina, sexagliptina
y linagliptina), en su papel de disminuir la esteatosis en individuos con infiltración grasa
del hígado. Por lo tanto, se necesita mayor conocimiento en cuanto a su real efecto
sobre el metabolismo de los ácidos grasos. Es necesario diseñar estudios clínicos en
niños que evalúen tanto la mejoría de la esteatosis como la esteatohepatitis y los
posibles efectos secundarios para poder recomendar su uso.
Conclusiones
Referencias
Reimpresos:
ABSTRACT
Non alcoholic fatty liver disease is a disease of emerging identity and importance. It
is frequently associated with obesity, especially visceral fat, and is intimately
related to fatty liver and markers of insulin resistance. Both the prevalence and the
severity of liver steatosis are related to body mass index, waist circumference,
hyperinsulinaemia, hypertriglyceridaemia and impaired glucose tolerance or type 2
diabetes. The identification fatty liver disease in obese patients, is very important in
order to prevent complications such as steathohepatitis and cirrhosis. The
pathogenesis of non alcoholic fatty liver disease is very complex, there are
mitochondrial morphologic and functional alterations, as well as, high sensitivity to
injurious stimulus, an increased inflammatory activity, and modifications in cellular
metabolism at post-receptor level. Weight reduction is one of the first steps in the
treatment of patients with non alcoholic fatty liver disease, as well as the
management of associated conditions such as obesity, diabetes mellitus and
hyperlipidaemia. Antioxidants, and others drugs such as ursodeoxycholic acid may
be beneficial in the treatment of non alcoholic fatty liver disease. These
medications, however, need first to be tested in well-controlled trials with clinically
relevant end-points and extended follow-up. In this review, we analyze the new
concepts in epidemiology, pathophysiology and treatment of this disease.
RESUMEN
El hígado graso no alcohólico es una enfermedad emergente de gran importancia en
el momento actual. Esta entidad se asocia frecuentemente con obesidad y
resistencia a la insulina. Su prevalencia y gravedad están en relación con variables
como el índice de masa corporal, cintura, hiperinsulinemia, hipertrigliceridemia y
resistencia a la insulina. La identificación de estos pacientes es de capital
importancia con el objetivo de prevenir las complicaciones potenciales como la
esteatohepatitis no alcohólica o la cirrosis. Dentro de la patogenia del hígado graso
no alcohólico se han descrito alteraciones funcionales y morfológicas a nivel
mitocondrial, otros factores implicados son una mayor susceptibilidad a estímulos
nocivos, incremento en la actividad inflamatoria y modificaciones en la maquinaria
celular a nivel postreceptor. Por lo tanto, las modalidades terapéuticas son
diversas, siendo la medida más útil el adecuado control del peso, así como el
manejo de las enfermedades concomitantes. El uso de antioxidantes y otros
fármacos citoprotectores como el ácido ursodesoxicólico han mostrado cierto
beneficio, aunque se requieren análisis a largo plazo para corroborar estas
observaciones. En esta revisión analizamos los conceptos más recientes sobre
epidemiología, fisiopatología y tratamiento de esta enfermedad.
INTRODUCCIÓN
DEFINICIÓN
El término hígado graso no alcohólico (NAFLD por sus siglas en inglés) incluye
alteraciones mínimas que van desde la esteatosis hepática hasta la cirrosis e
insuficiencia hepática. 4 Esta enfermedad ha recibido distintas denominaciones
incluyendo hepatitis grasa, enfermedad de Laënnec no alcohólica, hepatitis
diabética, hepatopatía parecida a la alcohólica, y esteatohepatitis no alcohólica
(NASH por sus siglas en inglés). 5 La diversidad de términos, asociada a la falta de
sensibilidad y especificidad de las pruebas no invasivas para el diagnóstico de
NAFLD ha dificultado su precisión diagnóstica, así como establecer su incidencia y
prevalencia. Desde 1980 y durante los siguientes 20 años surgieron diversos
criterios diagnósticos, 3,4,6-8 que en forma global toman en consideración los
siguientes aspectos: 9
Histología
Uso de alcohol
Falta de consumo de etanol confirmado por miembros de la familia, médicos de
atención primaria o pruebas de laboratorio. En el momento actual no existen
elementos que determinen la dosis discriminatoria de alcohol.
Enfermedades concomitantes
Epidemiología
Uno de los elementos que juega un papel protagónico es la obesidad, la cual tiene
efectos deletéreos en el pronóstico de otras enfermedades hepáticas distintas a la
NAFLD. 20-23 A pesar de que la obesidad se encuentra comúnmente asociada a
NAFLD, no se observa en 100% de los casos. En diversas cohortes de pacientes
obesos la prevalencia de NAFLD varía entre 50 a 90%, observándose una
prevalencia mayor en pacientes del género femenino. 14 Se estima que 65% de los
pacientes con niveles elevados de alaninoaminotransferasa se pueden explicar por
el sobrepeso y obesidad. 11 Los hábitos alimentarios son un factor importante en el
desarrollo de NASH, incluso en pacientes no obesos; de los indicadores que se
asocian con más frecuencia al desarrollo de NASH, es el porcentaje de energía total
y el porcentaje total de grasa ingerida, este último en especial es hasta seis veces
más alto en pacientes con NASH. 24 De igual manera se ha observado que los
pacientes con NASH tienen un consumo más alto de colesterol al día, un consumo
menor de grasa poliinsaturada y fibra. Estos datos sin duda son de gran valor para
el desarrollo de estrategias de tipo alimentario que disminuyan la prevalencia de la
enfermedad incluso en pacientes no obesos.24 Tomando en consideración los
factores genéticos y ambientales que influyen en la historia natural de la NAFLD, se
estima que hasta 0.3% de los pacientes con predisposición genética pueden
desarrollar cirrosis hepática (Figura 1).
Fisiopatología
Tratamiento
REDUCCIÓN DE PESO
OTROS TRATAMIENTOS
CONCLUSIONES
REFERENCIAS
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Vasco de Quiroga No. 15 ,, Delegación Tlalpan, C.P. 14000, México, D.F., México
1Hospital Clínico Quirúrgico “Arnaldo Milián Castro”, Santa Clara, Villa Clara, Cuba
2Hospital “Daniel Codorniú Pruna”, Placetas, Villa Clara, Cuba
RESUMEN ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
La enfermedad grasa no alcohólica del hígado (EGNAH) se diagnostica cada vez con mayor
frecuencia y puede conducir al fallo hepático. Su prevalencia real no está bien establecida,
pero actualmente se reconoce como la tercera causa de hepatopatías crónicas en el mundo,
solo precedida por la etiología alcohólica y el virus de la hepatitis C.1,2 Ha sido conocida más
por la teoría que por la necesidad de su conocimiento en la práctica clínica, tal vez por la
gran variedad de términos mal usados para describirla que, sin dudas, han sido ambiguos a
la hora de servir a la finalidad fundamental de colaborar al desarrollo científico.
Cuando se excluyen la etiología alcohólica y otras causas de enfermedad hepática crónica
bien definidas la secuencia de cambios clínico patológicos (indistinguibles de los que ocurren
por el alcohol) traduce la acumulación de grasa macrovesicular en el hígado, que excede del
cinco al 10% del peso de esta glándula en individuos que no consumen alcohol o tienen un
consumo mínimo; también se acepta como la degeneración grasa del hígado que afecta a
más del 5% de los hepatocitos, no relacionada con la ingesta de alcohol, que abarca un
espectro lesional que va desde la esteatosis simple, la esteatohepatitis con fibrosis o sin ella
y, finalmente, la cirrosis hepática. Todos constituyen estadios diferentes de una misma
enfermedad.3,4 Varios factores como la obesidad y la diabetes mellitus tipo II han sido
relacionados con el hígado graso no alcohólico (HGNA); sin embargo, el síndrome de
resistencia a la insulina (SRI) es la condición más asociada al HGNA y el factor patogénico
más importante por el hiperinsulinismo que lleva implícito, lo que favorece la
necroinflamación y la fibrosis (vía factor de necrosis tumoral alfa). Este cuadro se caracteriza
por una hiperinsulinemia con hiperglicemia que une diferentes hechos biológicos con una
fisiopatología común asociado a condiciones clínicas como la diabetes mellitus tipo II, la
hipertensión arterial esencial y el HGNA, entre otras enfermedades.5 La progresividad
lesional del hígado es muy variable e impredecible.
Existe un limitado conocimiento de la historia natural debido a la ausencia de estudios de
seguimiento prospectivos clínicos e histológicos a largo plazo.6-8 En Cuba se ha investigado
sobre este problema, pero en la Provincia de Villa Clara no se documenta ningún trabajo al
respecto a pesar de la magnitud que representa. En esta investigación se indagan aspectos
analíticos, ecográficos e histológicos del HGNA en un grupo de pacientes diabéticos no
insulinodependientes atendidos en la Consulta de Gastroenterología del Hospital “Arnaldo
Milián Castro”.
MÉTODO
Se realizó un estudio descriptivo transversal; la población de estudio estuvo formada por los
pacientes mayores de 18 años con diabetes mellitus no insulinodependiente que fueron
atendidos en el Servicio de Gastroenterología del Hospital Clínico Quirúrgico “Arnaldo Milián
Castro” de la Ciudad de Santa Clara, Provincia de Villa Clara, en el período comprendido
entre el mes septiembre de 2013 y enero de 2016 y que llegaron a la consulta referidos por
los Especialistas en Endocrinología y en Medicina Interna o por su médico de asistencia por
hallazgo ecográfico sugestivo de esteatosis hepática y presencia de manifestaciones
digestivo-abdominales (o ambas).
El estudio se realizó en dos etapas. En la primera se les solicitó su consentimiento para la
investigación y, una vez obtenido, se les realizó un interrogatorio con el objetivo de precisar
o no la existencia de algunas de las condiciones que constituyeron criterios de exclusión en
esta primera etapa: hepatopatías crónicas previas conocidas, infección conocida por los virus
de las hepatitis B y C o ambos, infección por el virus de la inmunodeficiencia humana
conocida, uso de medicamentos hepatotóxicos al menos seis meses antes del estudio,
antecedentes de nutrición parenteral total, antecedentes de intervención quirúrgica bariátrica
o derivaciones biliopancreáticas, embarazo o lactancia materna actuales e ingestión de
alcohol de más de 20 gramos por día en mujeres y de más de 30 gramos por día en hombres
(cantidad referida por el paciente o los acompañantes); a los pacientes que no presentaron
algunas de estas condiciones se les realizó una ecografía abdominal, confirmatoria o de
primera intención; en los que se corroboró aumento de la ecogenicidad de la glándula
hepática se indicó la analítica sanguínea (alaninoaminotransferasa -ALT-,
aspartatoaminotransferasa -AST-, gammaglutamiltranspeptidasa -GGT-, fosfatasa alcalina,
bilirrubina, lipidograma, glicemia y tiempo de protrombina); las determinaciones analíticas se
realizaron por métodos enzimáticos cinéticos en el autoanalizador químico HITACHI 902 del
laboratorio del hospital, excepto el tiempo de protrombina, que se determinó por método
cuantitativo; se definieron como valores normales ALT≤40UI, AST≤40UI, GGT 15-80UI,
fosfatasa alcalina 44-147UI, triglicéridos 0,35-1,70mmol/l y colesterol 3,9-6,5mmol/l; todas
estas variables se recodificaron como normal o alterada cuando los valores superaron los
parámetros establecidos; en el caso del lipidograma se consideró alterado cuando estaban
por encima de los parámetros normales el colesterol y los triglicéridos o ambos. La glicemia
se consideró alterada cuando se registraron cifras por encima de 10mmol/l. Pasaron a la
segunda etapa los enfermos que no fueron excluidos, a todos se les determinó el índice
cintura/cadera (ICC), considerado como normal cuando no excedía de 0.90cm en los
hombres y de 0,85cm en las mujeres y alterado cuando sobrepasó estos parámetros, lo que
se consideró como obesidad abdominal. Posteriormente se les practicó una biopsia hepática
para completar el estudio con los resultados histopatológicos del hígado; se consideraron las
siguientes categorías diagnósticas según la clasificación anatomopatológica de la enfermedad
hepática por depósito de grasa de Matteoni:9 esteatosis simple, esteatohepatitis sin fibrosis y
esteatohepatitis con fibrosis.
Los datos obtenidos fueron computados y procesados mediante el paquete estadístico SPSS-
PC, versión 13.0 para WINDOWS. Se determinaron las frecuencias absolutas y relativas y se
utilizó la estimación del riesgo relativo para relacionar algunos factores de riesgo de
progresión de la enfermedad hepática y los resultados histopatológicos del hígado, que se
interpretaron como: normalmente, se sugiere una asociación cuando el riesgo relativo es
distinto de 1,0; cuanto más se alejen de esta cifra más fuerte será la asociación aparente.
RESULTADOS
Las categorías diagnósticas histológicas del hígado encontradas en esta serie se muestran en
el gráfico 1. Se evidencia que 15 pacientes (68,2%) presentaron esteatohepatitis con algún
grado de fibrosis y dos casos tenían esteatohepatitis sin fibrosis (9,1%); solo cinco enfermos
(22,7%) del total no tenían componente inflamatorio, con una esteatosis simple.
Diagnóstico histológico
ALT Esteatosis Esteatohepatitis Esteatohepatitis Total
hepática sin fibrosis con fibrosis
No. 5 - - 5
Normal
% 22,7 - - 22,7
No. - 2 15 17
Alterado
% - 9,10 68,2 77,3
No. 5 2 15 22
Total
% 22,7 9,10 68,2 100
X2=23,5 p=0,00
Fuente: modelo de vaciamiento de datos
Diagnóstico histológico
Índice
Esteatosis Esteatohepatitis Total
cintura/cadera
hepática con o sin fibrosis
No. 5 10 15
Aumentado
% 22,7 45,5 68,2
No. - 7 7
Normal
% - 31,8 31,8
No. 5 17 22
Total
% 22,7 77,3 100
RR=1,5 (1,049<RR<2,145)
Fuente: modelo de vaciamiento de datos
DISCUSIÓN
Se ha considerado que los exámenes de laboratorio pueden ser normales o presentar leves
alteraciones como un aumento de las aminotransferasas (dos o tres veces su límite superior
normal); fue mayor el aumento de la ALT y, con menor frecuencia, hubo una elevación de la
fosfatasa alcalina y de la GGT.10
La hiperglicemia, la hiperlipidemia y, fundamentalmente, la hipertrigliceridemia son hallazgos
frecuentes en los pacientes con HGNA asociados, generalmente, con el curso de un síndrome
metabólico, lo que también fue corroborado en este estudio y que coincide con otras
investigaciones.11
Las tasas de GGT son, en general, significativamente superiores en pacientes con
hepatopatía alcohólica que en los diagnosticados de esteatopatitis no alcohólica -EHNA-
(6±5,5 vs. 2,2±3,7 veces el valor superior normal); sin embargo, pueden existir
superposiciones de valores, por lo que tan solo tendrían utilidad diagnóstica las tasas que
superen las 500UI. No obstante, si bien la especificidad de este cambio es alta, su
sensibilidad es muy baja.
Pueden observarse elevaciones, en grados variables, de la fosfatasa alcalina. Algunas series
la informan elevada en el 30% de los pacientes, así como la GGT, resultados que son
similares a la serie estudiada, aunque dichas enzimas no son usualmente el parámetro de
seguimiento más importante en el HGNA.12,13 La hiperbilirrubinemia se detecta en casos
aislados; sin embargo, debe tenerse en cuenta que con la progresión de la enfermedad, la
aparición de necrosis y el avance hacia la cirrosis se observan las consecuentes alteraciones
bioquímicas.
A toda la secuencia de factores fisiopatológicos que conduce a la esteatosis hepática simple
se le suele denominar “el primer golpe” y es la primera condición que tiene que darse para
que se produzca el stress oxidativo o “segundo golpe”, que es la génesis del proceso
inflamatorio en la EHNA. Una serie de eventos desencadenados por el aumento intracelular
de ácidos grasos, como factor que induce el aumento en la actividad del citocromo P450, 2E-
1 y P450 4A 12, con el consiguiente incremento de especies reactivas de oxígeno con gran
potencial citotóxico y otros productos de la oxidación que, conjuntamente con la interleucina
8, actúan como quimioatrayentes para los polimorfonucleares, estimulan el factor de
crecimiento β, que es un importante inductor de la transformación fenotípica de las células
estrelladas, las que pasan a un estado miofibroblástico capaz de producir colágeno y, por lo
tanto, fibrosis, daño al citoesqueleto del hepatocito, con balonamiento y agregados
intracelulares amorfos que constituyen los cuerpos de Mallory. Además de estos cambios
deletéreos intracelulares, los productos de la peroxidación lipídica y del stress oxidativo
inducen una depleción de factores protectores intracelulares como el glutatión, que empeora
el daño celular, condiciones que determinan la progresión hacia formas más rápidas y
avanzadas de la fibrosis.14
En un estudio que incluyó un total de 673 biopsias de hígado en pacientes con HGNA fue
posible identificar algún grado de fibrosis en el 66% de los casos, resultado similar al de esta
investigación. En general, en la EHNA los cambios evolutivos contrastan con el gran potencial
cirrogénico de la hepatitis alcohólica. Existen observaciones de pacientes con esteatohepatitis
que evolucionaron hacia cirrosis, pero se trata de casos aislados que no informan sobre la
trascendencia real de esta lesión. La experiencia actual no es tan favorable como se
documenta en un estudio evolutivo de la biopsia hepática en el que se observó un
empeoramiento en el grado de lesión histológica en seis de diez pacientes y, al final del
período de observación, cuatro pacientes habían desarrollado cirrosis hepática.15
Según lo señalado, se trata de una lesión que, en algunos casos, progresa a estadios más
graves. Hasta el momento no se dispone de medios que permitan sugerir la posibilidad de
una evolución desfavorable. Pacientes que padecen esteatosis en la biopsia, sin el espectro
de EHNA, parecen tener mejor pronóstico, por lo que quizás la coincidencia de obesidad y
diabetes mellitus, entre otras, sea fundamental para que la esteatosis evolucione hacia
lesiones más avanzadas.16
Pese a todo lo que se conoce con respecto a la patogénesis del HGNA y la EHNA, no se tiene
aún clara evidencia del motivo por el que algunos pacientes con obesidad, diabetes e
insulinoresistencia no llegan a la esteatohepatitis ni a la cirrosis y dejan interrogantes que
deberán ser esclarecidas en los siguientes años.
Los resultados de este trabajo muestran que una minoría de pacientes presentaron
esteatosis simple, lo que pudiera estar condicionado por los factores de riesgo de progresión
de la enfermedad que exhiben.
Estos resultados coinciden con otras investigaciones en relación a que la alteración
bioquímica más frecuente en la EHNA, y a menudo la única, es la elevación de las
aminotransferasas y, específicamente, la ALT, con aumentos de leves a moderados,
generalmente sin sobrepasar dos a tres veces su valor límite superior normal.17
El HGNA se posiciona como la causa más común del aumento asintomático de las
aminotransferasas, seguido de la infección por los virus de las hepatitis C y B y la sobrecarga
de hierro, entre otros.
Los valores de la actividad transaminásica del suero reflejan el escape a la sangre del
contenido enzimático intracelular a consecuencia de necrosis celular o de alteraciones en la
permeabilidad de la membrana citoplasmática. La interpretación de su elevación está
condicionada por su inespecificidad pues puede tener lugar en gran número de situaciones
patológicas, tanto hepáticas como no hepáticas; tienen gran sensibilidad como indicador de
daño celular, pero con escaso valor pronóstico, pues no existe correlación exacta entre el
grado de hipertransaminasemia y la gravedad de las lesiones. El mayor nivel de ALT está en
el hígado y es un indicador más específico de daño hepático que la AST.
La AST presenta mayor localización microsomal que la ALT, por lo que valores superiores de
la primera pueden reflejar mayor daño hepático y fibrosis avanzada. Así, el índice AST/ALT
se invierte, con valores superiores a la unidad.18 No obstante su frecuente y documentada
elevación asociada al estado inflamatorio, los valores normales de ALT no son excluyentes de
esteatohepatitis y no es infrecuente observar su normalidad en lesiones de evolución lenta,
con escaso parénquima funcionante, como típicamente ocurre en la cirrosis hepática.
Los valores elevados de ALT, en conjunto con otras condiciones como la obesidad, la
diabetes mellitus y la edad, cobran mayor relevancia como factor de riesgo de progresión de
la enfermedad hepática grasa. La obesidad se reconoce como la primera causa de HGNA en
el mundo y, si se tiene en cuenta que en un significativo número de casos se asocia a otras
comorbilidades, resulta lógico comprender por qué se asocia a la alta prevalencia del HGNA.
La obesidad abdominal, troncal, central o visceral, como también suele denominársele (de la
que resulta un ICC aumentado), es un importante factor de riesgo para el HGNA, aún en
pacientes con un índice de masa corporal normal, y ha sido asociada con altos niveles de
factor de necrosis tumoral alfa y considerada como un auténtico factor pronóstico de
esteatosis hepática, muy por encima del aumento de la masa adiposa total (obesidad); la
obesidad abdominal es un componente del síndrome metabólico y es más importante que la
obesidad general; en la primera la cantidad de grasa dentro del abdomen y a nivel de los
epiplones es pronunciada y ofrece mayor cantidad de ácidos grasos libres al hígado por la vía
portal. La grasa visceral, y no la masa adiposa total, es un factor pronóstico de la esteatosis
hepática; aún más, la grasa visceral es un factor pronóstico de hiperinsulinemia y de
resistencia periférica a la insulina.19
La presencia de diabetes mellitus tipo II añadida en pacientes con obesidad troncal o
abdominal incrementa significativamente el riesgo y la severidad del HGNA. Investigaciones
realizadas en Estados Unidos evidencian que es posible demostrar esteatosis en dos tercios
de los pacientes obesos y esteatohepatitis en una proporción considerable de ellos y
muestran que la asociación de obesidad y diabetes mellitus incrementa el riesgo de
severidad de la lesión hepática, lo que confirma al menos esteatosis leve en la totalidad de
estos pacientes, esteatohepatitis en la mitad y cirrosis hepática en un tercio de ellos.20,21
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Recibido: 11-4-2016
Aprobado: 15-7-2016
Esther Lidia González González. Hospital Clínico Quirúrgico “Arnaldo Milián Castro”. Avenida
Hospital Nuevo e/ Doble Vía y Circunvalación. Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Código Postal: 50200
Teléfono: (53)42270000 estherlidiag@gmail.com
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Introducción
La enfermedad del hígado graso no alcohólica (EHGNA) (1-6) es una
enfermedad inflamatoria hepática de carácter crónico que engloba un
espectro de patologías que van desde la acumulación simple de grasa o
esteatosis hepática, hasta fases finales de la enfermedad como la cirrosis,
pasando por la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) y la fibrosis (7-12). La
esteatosis hepática se ha considerado históricamente una condición benigna,
reversible, asintomática y con pocas complicaciones clínicas asociadas
(11,13,14). Sin embargo, es una condición obligada para el desarrollo de la
EHGNA que se caracteriza por un depósito de lípidos en el citoplasma del
hepatocito en forma de vacuolas lipídicas de tipo microvesicular (Fig. 1A) o
macrovesicular (Fig. 1B) (7,15,16). Este último, en el que una gran vacuola
grasa desplaza al núcleo hacia la periferia celular (6), es el tipo de esteatosis
que con mayor frecuencia se encuentra en individuos con EHGNA (3,7). Los
cuerpos lipídicos no son almacenes estáticos de grasa, sino que tienen un
metabolismo muy activo y una composición en lípidos similar a la de una
lipoproteína: un núcleo formado por lípidos hidrofóbicos, principalmente
triglicéridos (15,17,18) y colesterol esterificado, y una monocapa de lípidos
polares, fosfolípidos y colesterol libre, a la cual se asocian una serie de
proteínas constitutivas y facultativas (6,19-21). La EHNA es una
complicación necroinflamatoria de una esteatosis hepática crónica cuyas
principales características histológicas son la esteatosis macrovesicular y los
infiltrados inflamatorios de leucocitos polimorfonucleares y/o neutrófilos
(Fig. 1C). También se pueden encontrar cuerpos de Mallory, núcleos
glucogenados, degeneración hepatocitaria balonizante y aumento de la
muerte celular (20,22,23). Esta inflamación crónica del hígado provoca el
desarrollo de distintos grados de fibrosis, principalmente, en zonas
perivenosas y perisinusoidales de la zona 3 del acino hepático (24),
distorsionando la arquitectura hepática. En las etapas finales de EHGNA la
fibrosis puede degenerar en cirrosis (25), y hepatocarcinoma (26,27).
La EHGNA se ha convertido en una de las causas más frecuentes de
hepatopatía crónica y de función hepática alterada en países industrializados
(11,13,18,28-30), donde se estima que entre un 10 y un 23% de la
población adulta la presenta (3,29,31,32), siendo unas 3 veces más común
que la diabetes mellitus tipo 2 (DMT2) y unas 5-10 veces más que la
hepatitis C. Aunque es difícil conocer la prevalencia real de la enfermedad,
por la carencia de análisis seriados de biopsias hepáticas y de un diagnóstico
histológico consensuado (33,34), el incremento de su prevalencia discurre
paralelo al de otras enfermedades con las que se encuentra fuertemente
asociada, como son la obesidad, la DMT2 y el síndrome metabólico (35-40).
Estudios epidemiológicos han mostrado que la incidencia de una EHGNA
entre individuos con estas patologías es mucho mayor que en la población
general (35,39,41-49). Tal es así que hoy día se considera a la esteatosis la
manifestación hepática del síndrome metabólico (37-40,50), definido este
como la asociación de al menos 3 de las siguientes alteraciones: resistencia
a la insulina, obesidad central, hipertensión arterial y dislipemias, sea
hipertrigliceridemia o bajos niveles de colesterol en HDL (31,50).
Sólo un porcentaje de los individuos con esteatosis hepática evolucionan a
formas más avanzadas de la enfermedad (51-53). Cerca del 53% de los
individuos a los que se les diagnostica esteatosis simple mantiene una
histología estable, mientras que un 43% evolucionan a esteatohepatitis
(54,55), de los que entre un 7 y 16% desarrollan cirrosis (56), llegando a
necesitar, en algunos casos, trasplante hepático (31,57,58). La teoría del
doble impacto es la más aceptada entre la comunidad científica para explicar
la individualidad en la respuesta y cómo, según avanza la enfermedad, se
potencia la predisposición del individuo a una progresión de EHGNA
(11,59,60) (Fig. 2). Esta teoría postula que un primer impacto provoca la
acumulación de grasa en el hígado y esta situación hace al hepatocito más
sensible a que un segundo impacto desarrolle una respuesta inflamatoria
conducente a esteatohepatitis (51,61). La investigación actual apunta a que
una combinación de agentes medioambientales, genéticos y metabólicos
provocan el establecimiento y el avance de la enfermedad (2). La resistencia
a la insulina se considera el factor fisiopatológico individual más importante
en el desarrollo de la esteatosis (62-64). De no adaptarse a él, el hepatocito
se vuelve disfuncional pudiendo producirse muerte celular por necrosis y
apoptosis y el subsiguiente fallo hepático (59,60). Si se adapta, el
hepatocito preserva su viabilidad funcional pero se vuelve más vulnerable
ante aquellos estímulos que desencadenan una respuesta inflamatoria. De la
intensidad y duración en el tiempo de estos estímulos va a depender el
grado de la respuesta inflamatoria y de muerte celular (51). En este
segundo impacto pueden verse implicados factores autocrinos, paracrinos y
endocrinos capaces de desencadenar estrés oxidativo, peroxidación lipídica
(64), producción anormal de citocinas, o de inducir disfunción mitocondrial y
desórdenes en el metabolismo de ácidos grasos (60). La inflamación crónica
del tejido hepático puede provocar, además, un aumento de la
concentración de mediadores proinflamatorios, que activan de forma
paracrina la fibrogénesis en las células estrelladas (12,34).
Patogenia
El hecho de que la esteatosis hepática sea una situación reversible mientras
que la esteatohepatitis no lo sea (65) convierte a este tránsito en un punto
sin retorno para el progreso de la enfermedad. Es, por tanto, importante
conocer cuáles son los mecanismos implicados en la instauración del hígado
graso y cuáles son los procesos y agentes defensivos que se ven afectados
por la acumulación grasa que hacen al hepatocito vulnerable. Estudios
epidemiológicos revelan que entre el 30 y el 97% de los individuos con
EHGNA son obesos (49) y, viceversa, el 60-90% de los pacientes con
obesidad mórbida presentan alguna de las características histológicas de la
EHGNA (66). Un estudio encuentra que un 80% de los individuos obesos
presentan hígado graso, un 33% inflamación portal, un 24% fibrosis y un
3% cirrosis (16). En este trabajo se revisan las bases moleculares de la
EHGNA en la obesidad y, dada la escasez de estudios en pacientes, buena
parte del conocimiento procede de estudios en animales con obesidad, de
origen dietético o genético. En este último caso, los modelos más habituales
son los que presentan una disfunción del sistema hipotalámico regulador del
apetito, ya sea por deficiencia de la leptina (ratón ob/ob) o de su receptor
(rata fa/fa) (67,68). También se presentarán algunos resultados obtenidos
en nuestro laboratorio en la rata fa/fa, que además del fenotipo de obesidad
con una esteatosis hepática que no progresa espontáneamente a EHNA,
presenta varias de las manifestaciones clínicas asociadas, como la
resistencia a la insulina, la hipertrigliceridemia y la colestasis (69-71).
La resistencia periférica a la insulina en la base de la esteatosis
hepática asociada a la obesidad
La resistencia a la insulina -un desajuste en la capacidad de la insulina para
regular el metabolismo de glucosa y lípidos- es un defecto temprano y
crucial asociado con la obesidad y la DMT2 (72-74), así como con otros
desórdenes del metabolismo (36-40). La etiología de la resistencia a la
insulina no se conoce completamente, pero está demostrado que hay una
fuerte asociación entre resistencia a la insulina y un excesivo acúmulo de
lípidos ectópico, fuera del tejido adiposo, particularmente en la musculatura
y en el hígado (73,75,76).
En una situación postprandial, con una carga energética celular y glucemia
elevadas, domina la acción de la insulina. En el tejido adiposo, la insulina
frena la lipólisis de los triglicéridos almacenados al provocar la inactivación
de la lipasa sensible a hormonas (HSL) (77), aumenta la entrada de glucosa
y su oxidación glucolítica -que proporciona glicerol-3-fosfato, el esqueleto de
3 carbonos necesario para la síntesis del triglicérido-, activa a la lipoproteína
lipasa (LPL) (77) del endotelio vascular -que rompe los triglicéridos de los
quilomicrones (QM) y las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL)
liberando los ácidos grasos que entran por difusión al adipocito-. En el
músculo esquelético y cardiaco, la insulina incrementa la entrada de glucosa
al hacerlo la expresión de los transportadores GLUT4 en la membrana
plasmática (7), activándose también su oxidación mediante la glucólisis y su
almacenamiento en forma de glucógeno, al tiempo que se frenan la -
oxidación de ácidos grasos y la glucogenolisis. En esencia, la insulina es un
paradigma de hormona anabolizante en estos tejidos y, por diversas vías,
aumenta el contenido de grasa y la masa del tejido adiposo y el almacén de
glucosa y ácidos grasos en el tejido muscular, a costa de reducir la glucemia
y la lipemia postprandial. Por el contrario, ante una hipoglucemia, el
glucagón trata de contrarrestar la baja carga energética y revierte los
efectos anteriormente citados, poniendo en marcha los procesos que
movilizan las reservas energéticas al tiempo que promueve la utilización de
ácidos grasos por los tejidos en detrimento de la glucosa. El glucagón vía
proteína quinasa A (PKA) activa la HSL en el tejido adiposo (77), generando
cantidades significativas de glicerol, que será utilizado por el hígado para la
síntesis de glucosa, y de ácidos grasos libres (AGL), que servirán de
combustibles para la mayoría de tejidos. A nivel molecular, la baja carga
energética de las células activa al sensor energético por excelencia, la
proteína quinasa activada por AMP o AMPK (78), quien inactiva la
lipogénesis.
La insulina actúa poniendo en marcha rutas de señalización específicas (Fig.
3). Su unión provoca la fosforilación cruzada en residuos de tirosina de las
cadenas del interior celular de su receptor que actúan como puntos de
anclaje para sustratos del receptor de la insulina tales como IRS-1 e IRS-2 o
para Grb-2. Desde las proteínas IRS, la señal se transmite a través de una
serie de moléculas ancladas a la membrana (como la fosfoinosítido-3-
quinasa PI3K) a una proteína quinasa que finalmente deja la membrana. La
Akt es la quinasa que se mueve a través de la célula para fosforilar dianas
que incluyen componentes que controlan el tráfico del receptor de glucosa
GLUT4 así como enzimas que regulan la síntesis de glucógeno y de proteínas
y otros procesos metabólicos. Desde Grb-2, la señal se transmite a través de
una serie de proteínas G de pequeño tamaño a la proteína quinasa activada
por mitógeno MAPK, que, actuando sobre factores de transcripción, media
procesos de proliferación y crecimiento celular (7).
El tejido adiposo es una fuente importante de señales moleculares que van a
regular la acción de la insulina (49); a destacar el TNF- (12,49), la IL-6
(79), la resistina (80), los ácidos grasos (11), la leptina (81), la adiponectina
(81) y el inhibidor del activador del plasminógeno (80). Numerosas
evidencias señalan que el TNF-, la IL-6 en menor medida (82), es la
adipocitocina responsable del desarrollo de la resistencia a la insulina al
desajustar de alguna forma la fosforilación cruzada del receptor (12). Habida
cuenta de la elevada producción de TNF- en individuos obesos y que el
tejido adiposo visceral tiene una producción de TNF- mayor que el tejido
adiposo subdérmico (12), cabe esperar mayor resistencia a la insulina y
hepatoesteatosis en individuos con obesidad troncal (83). También se ha
encontrado en pacientes con EHGNA un polimorfismo en el promotor del
TNF- asociado con resistencia a la insulina (84-86) y una mayor cantidad
del transcrito de esta citocina en hígado y tejido adiposo (87).
En la resistencia periférica a la insulina, la insulina no es capaz de revertir la
activación de HSL provocada por la hipoglucemia (88), liberándose AGL
desde el tejido adiposo al torrente sanguíneo de forma desregulada (7) (Fig.
3A). Concentraciones séricas elevadas de ácidos grasos y glicerol de origen
adiposo (12) se han observado en pacientes obesos en situación
postprandial (8) o con EHGNA (16,48). Los AGL bloquean la señal
intracelular de la insulina en el propio tejido adiposo (11), pero además
estimulan junto con la hiperglucemia la secreción de insulina por las células
del páncreas (89) provocando hiperinsulinemia (7) y, si el páncreas se
agota, DMT2. Es frecuente que pacientes con DMT2 presenten elevados
niveles séricos de AGL (16), resistencia a la insulina e hiperinsulinemia
causados por TNF- (12).
Un nivel sérico de AGL elevado también puede afectar al metabolismo de
lípidos en otros tejidos (16), como por ejemplo, evitando la activación de la
LPL de músculo esquelético (16), lo que al impedir la metabolización de las
lipoproteínas ricas en triglicéridos -QM y VLDL-, aumenta su tiempo de
permanencia en la circulación y con ello los niveles de triglicéridos
asociados. La hipertrigliceridemia es uno de los factores más comúnmente
asociados a la resistencia periférica a la insulina y a EHGNA, que se puede
agravar si además aumenta la producción hepática de VLDL, como se ha
descrito en algunos casos (16).
El metabolismo energético en el hígado y la resistencia hepática a la
insulina
La insulina es lipogénica y antigluconeogénica en el hepatocito. En una
situación fisiológica, la insulina aumenta la entrada de glucosa, al activar su
fosforilación a glucosa 6-fosfato, y su uso en el hepatocito, derivándola a la
formación de glucógeno, primero, y a la oxidación por la glucólisis y la ruta
de las pentosas fosfato, después (90). De esta manera la glucosa
proporciona el acetil-CoA y el NADPH necesarios para la síntesis de novo de
los ácidos grasos (91) (Fig. 4). A ello se une una activación transcripcional
(92) mediada por el SREBP-1c (93,94) de ciertos genes lipogénicos, ya que
enzimas como la ATP-citrato liasa, la acetil-CoA carboxilasa, la ácido graso
sintasa y las elongasas y estearil-CoA desaturasas implicadas en esta vía
biosintética están regulados por este factor de transcripción (95,96). Por
tanto, los hepatocitos presentarán concentraciones elevadas de los
intermediarios lipogénicos, que a su vez frenarán coordinadamente la
lipólisis, la -oxidación, la glucogenolisis y la gluconeogénesis, entre otras
rutas. Por citar un caso, el malonil-CoA -el primer metabolito producido en la
lipogénesis- frena la entrada de los ácidos grasos a la matriz mitocondrial
para su oxidación actuando sobre la proteína que los transporta, la carnitina
palmitiltransferasa II (CPT-II).
En un individuo obeso con resistencia periférica a la insulina es de esperar
una elevada concentración de AGL en el hepatocito (97), al encontrarse
inducidas las tres principales fuentes de ácidos grasos, la dieta, el tejido
adiposo y la síntesis de novo hepática (Fig. 4). Además de una activa
lipogénesis y entrada de los AGL procedentes del tejido adiposo, es superior
la entrada de los ácidos grasos que se generan en los sinusoides hepáticos
por la acción de la lipasa hepática (HL) sobre los TG de remanentes de
quilomicrones e IDL (98). La HL es un equivalente hepático a la LPL que se
activa de forma crónica por una hiperinsulinemia (99,100). Como la
acumulación de AGL es citotóxica, los hepatocitos los procesan
incorporándolos en lípidos complejos y oxidándolos en mitocondrias y
peroxisomas (-oxidación) y en el retículo endoplasmático (-oxidación)
(101,102). En ausencia de resistencia hepática a la insulina, la principal vía
oxidativa de ácidos grasos (3), la mitocondrial, estará bloqueada -por el
malonil-CoA- y habrá un flujo elevado de ácidos grasos hacia su
incorporación en triglicéridos, ésteres de colesterol y fosfolípidos. El destino
de los lípidos complejos es específico del tipo celular en cuestión. En los
hepatocitos, o bien se empaquetan en VLDL si la célula dispone de
apolipoproteína B100 (apoB100) suficiente y se secretan al torrente
sanguíneo; o se almacenan en el citoplasma celular en forma de vacuolas
lipídicas, en donde sufren continuos ciclos de hidrólisis y resíntesis; o en el
caso de los fosfolípidos, se secretan en la bilis junto con los ácidos biliares
formados a partir de colesterol. En esencia, la esteatosis hepática se genera
siempre que la formación de triglicéridos supere a su tasa de recambio y
secreción en VLDL, lo cual no excluye que todos los procesos operen a
ritmos frenéticos.
El ensamblaje de las VLDL tiene lugar en la ruta secretora del hepatocito. La
apoB100 es la proteína estructural obligada y su síntesis es constitutiva
(103); de modo que a medida que el polipéptido se sintetiza se trasloca al
lumen del retículo endoplasmático (RE), secretándose solo la apoB100 que
se lipida en grado suficiente (104). La MTP, proteína trasferidora de
triglicéridos microsomal, es esencial para la formación de la lipoproteína al
ser responsable de la adición progresiva de triglicéridos, fosfolípidos y
ésteres de colesterol a la partícula naciente (105,106). El hígado secreta,
por tanto, un espectro de partículas de VLDL con un grado de maduración,
tamaño y contenido en triglicéridos muy variable. La producción de VLDL
está regulada principalmente a nivel postraduccional mediante mecanismos
que implican a la ubiquitina y al proteasoma, de modo que se degrada la
apoB100 que no recluta un mínimo de lípidos. Se admite hoy día, que si la
disponibilidad de lípido intracelular es elevada, aumenta la probabilidad de
que una elevada proporción de apoB100 pueda alcanzar una forma de
partícula competente para su secreción (107). A pesar de ello, sin embargo,
y siendo la insulina una hormona lipogénica, su papel en la regulación de la
producción de VLDL es controvertido. Se ha descrito que concentraciones
elevadas de insulina promueven la degradación de apoB y una menor
secreción de VLDL en cultivos primarios de hepatocitos humanos y murinos
(108). En esta línea, también se ha registrado una menor secreción de
VLDL-apoB100 en pacientes con esteatohepatitis no alcohólica (52). Sin
embargo, otros estudios relacionan hiperinsulinemia y resistencia a la
insulina con un aumento en la síntesis y secreción de apoB100 (109,110). La
medida en nuestro laboratorio de la producción de VLDL in vivo en ratas
fa/fa con hepatoesteatosis corrobora esta última situación. Puede ayudar a
conciliar esta aparente discrepancia recientes hallazgos que demuestran que
el estrés del RE puede causar esteatosis y resistencia hepática a la insulina y
que, recíprocamente, la esteatosis puede causar estrés del RE, cuyos efectos
sobre la secreción de triglicéridos son opuestos según su grado (111). La
exposición prolongada a oleato, sea del hígado o de células hepáticas McA-
RH7777, produce estrés de RE y esteatosis; pero mientras que dosis bajas
incrementan la secreción de apoB100, dosis elevadas la reducen al
promover la proteo-lisis de la apoB100 como parte de la respuesta al
excesivo estrés del RE inducido por el lípido, exacerbando aún más la
esteatosis al limitar la secreción de triglicéridos. En el estrés de RE se ven
implicados mecanismos de proteolisis dependientes e independientes del
proteasoma (111).
Existen evidencias que apuntan a una resistencia hepática a la insulina en
ciertas fases de una EHGNA, coexistiendo activa gluconeogénesis, -
oxidación de ácidos grasos y menor coeficiente respiratorio con niveles altos
de insulina. Las adipocitocinas, los AGL y la hiperglucemia, además del
mencionado estrés de RE, pueden contribuir al desarrollo de dicha
resistencia hepática a insulina, al modular la respuesta a la insulina, el
metabolismo de lípidos o la respuesta inflamatoria e inmune en el hígado
(112-114). Al igual que en el tejido adiposo (93), el TNF- es capaz de
alterar la señalización intracelular de la insulina en el hígado y el perfil de
expresión de otras citocinas que también distorsionan la señal de la
hormona en el hepatocito (112,115). Los principales AGL en pacientes con
EHNA son el palmítico (C16:0) y el oleico (C18:1) (116,117). Mientras que
el segundo promueve la esteatosis, el palmítico, al igual que otros ácidos
grasos saturados, favorece la lipoapoptosis del hepatocito mediada por JNK
(Jun N-terminal kinase). Los ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) pueden
provocar resistencia hepática a la insulina directa e indirectamente.
Indirectamente, al modificar la composición y fluidez de las membranas
plasmática y mitocondrial y, en consecuencia, la actividad de los receptores,
el reclutamiento de proteínas asociadas y su sensibilidad a los reguladores
(93,118). En este sentido, se han descrito modificaciones en la CPT vía
AMPK (119), que la hacen resistente a los efectos inhibidores del malonil-
CoA. Los PUFA también inhiben la actividad y expresión del SREBP-1c
hepático (120) y compiten con la insulina por el control de la expresión de
genes del metabolismo de glucosa y de la síntesis de novo de ácidos grasos
(118). Los ácidos grasos saturados y monoinsaturados, en cambio, no
parecen actuar sobre SREBP-1c ni ejercer efecto alguno sobre la expresión
de genes lipogénicos (121). Sin embargo, incluso en condiciones de
resistencia hepática a la insulina severa, este factor de transcripción, que se
activa por proteolisis inducida por deficiencia de esteroles, se mantiene
activo, haciendo que siga funcionando la síntesis de novo de ácidos grasos,
con una contribución de hasta el 50% del total del triglicérido en modelos
animales (32).
Como modelo de obesidad con esteatosis que no progresa espontáneamente
a esteatohepatitis, la rata fa/fa no presenta niveles séricos apreciables de
TNF- y, en contra de lo registrado en pacientes, es elevada la
concentración de adiponectina, una hormona con efectos antiinflamatorios
que mejora la sensibilidad del hígado a la insulina (122). Cabría esperar, por
tanto, una respuesta normal del hígado a los elevados niveles de insulina
circulante. Sin embargo, el análisis trascriptómico en hepatocitos aislados
(Tabla I) revela una sobreexpresión de genes implicados en la oxidación de
ácidos grasos como la acil-CoA oxidasa peroxisomal, la acetil-CoA
aciltransferasa, la enoil-CoA hidratasa, numerosos componentes de la
cadena respiratoria y de la proteína desacoplante 2 (UCP-2), sugiriendo un
cierto grado de resistencia hepática a la insulina y la puesta en marcha de
mecanismos compensatorios. Estos animales, con una notable
hiperinsulinemia y niveles elevados de AGL séricos (123), sobreexpresión de
genes del programa lipogénico y de genes formadores de lípidos complejos,
tienen una exacerbada secreción de VLDL ricas en triglicéridos, reflejo de un
estrés de RE moderado (111). Sus hepatocitos, con mayor expresión de la
ácido graso translocasa CD36 en la membrana basolateral, es previsible que
tengan una mayor entrada de ácidos grasos al citoplasma celular. El análisis
transcriptómico, estadístico, y funcional de este modelo pone de manifiesto
dos evidencias: a) que la esteatosis hepatocitaria se produce porque la
entrada y síntesis endógena de AGL y lípidos complejos supera a la también
incrementada capacidad del hepatocito para su manejo y secreción en forma
de VLDL; y b) que en una esteatosis establecida hay alteración no sólo de
procesos biológicos implicados en el metabolismo energético -todos
activados-, sino de inmunidad y defensa -coagulación, destoxificación y
respuesta al estrés, todos reprimidos-. También hay que destacar la paralela
activación del ciclo celular, el metabolismo de ácidos nucleicos y de la
transcripción y su regulación, mientras que se reduce la remodelación de la
cromatina, sugiriendo qué factores epigenéticos también pueden tener un
papel en la etiopatogenia de la esteatosis.
Al filo de la esteatohepatitis: una combinación de disfunción
mitocondrial y estrés oxidativo
En un hepatocito con los procesos de oxidación activados, la -oxidación
mitocondrial es la principal ruta de oxidación de ácidos grasos (3). Los
coenzimas reducidos FADH2 y NADH, generados en el propio proceso y en la
oxidación del acetil-CoA mediante el ciclo de los ácidos tricarboxílicos (TAC),
donan sus electrones a la cadena respiratoria, produciéndose ATP por la
fosforilación del ADP mediada por la ATP sintasa (Fo y F1) propulsada por el
retorno a la matriz de los protones que los complejos respiratorios habían
bombeado al espacio intermembranal (Fig. 5). Sin embargo, las
mitocondrias son también la principal fuente de especies reactivas del
oxígeno (ROS) (32). Es inevitable que un pequeño porcentaje de electrones
reaccione directamente con el oxígeno molecular para dar aniones
superóxido (O2-), H2O2 y otros productos de ellos derivados, que se incluyen
bajo el término ROS (Fig. 5). Los ROS producidos en este y otros procesos
son neutralizados por sistemas enzimáticos, sobresaliendo la superóxido
dismutasa, la catalasa y la glutatión peroxidasa, y por defensas celulares
vitamínicas, principalmente, la vitamina E y la C. En pacientes con EHNA se
ha encontrado disfunción mitocondrial, anomalías ultraestructurales (11,64),
actividad reducida de los complejos de la cadena respiratoria (5,32),
fosforilación oxidativa deficiente, una menor capacidad para sintetizar ATP,
un descenso en la concentración de ATP intracelular (124) -lo que
compromete la respuesta de la célula ante cualquier tipo de daño celular
(34)- y daño en el DNA mitocondrial (7). Las anomalías ultraestructurales no
se han observado en pacientes con esteatosis simple (7). De forma
simplista, se puede considerar que las causas de una menor capacidad de
producir ATP son dos: a) la interrupción o bloqueo de la cadena respiratoria
en cualquier punto, lo que provoca una reducción en el transporte de
electrones de todos los complejos anteriores, que se verán forzados a donar
los electrones a la molécula de oxígeno; y b) la disipación del gradiente de
protones a ambos lados de la membrana mitocondrial interna que impulsa a
la ATP sintasa. Al igual que otros tipos celulares, los hepatocitos pueden
desarrollar mecanismos adaptativos para mantener un flujo de electrones
similar al de un tejido normal. Unos mecanismos implican el aumento del
tamaño de las mitocondrias y de las crestas mitocondriales, lo que conlleva
un aumento en la síntesis de las proteínas de los complejos respiratorios y
en la disponibilidad de la coenzima Q, mientras que otros implican la
activación del proceso de biogénesis mitocondrial (124).
En un hepatocito esteatótico con mitocondrias disfuncionales, una parte
sustancial de los ácidos grasos se procesarán por los sistemas oxidativos
peroxisomal y microsomal. Los peroxisomas realizan varios ciclos de la -
oxidación para acortar (Fig. 4) la longitud de ácidos grasos de cadena larga
y muy larga, ácidos dicarboxílicos de cadena larga, eicosanoides y ésteres
de CoA de intermediarios de los ácidos biliares, produciendo acetil-CoA y
H2O2 (101,102,125). La oxidación microsomal está controlada por el sistema
de citocromos P450, más concretamente por CYP2E1 y miembros de la
familia de los CYP4A (126). En la acción de estos citocromos también se
reduce el oxígeno molecular (12) produciendo ROS (127). CYP2E1 parece
ser la principal fuente microsomal de H2O2 y de peroxidación lipídica (126) y,
además, presenta mayor expresión y/o actividad en individuos obesos, con
grasa central, con DMT2 o hiperlipidémicos (126), en situaciones de
resistencia a la insulina y también en pacientes y modelos animales de EHNA
(2); todas ellas situaciones en las que coexiste estrés oxidativo y daño
mitocondrial. Además, CYP2E1 muestra una mayor expresión en la zona 3 o
perivenosa del acino hepático, que es la zona con mayor daño hepatocelular
en la esteatohepatitis (126). Existen indicios que señalan a una
complementariedad y/o redundancia en la función de CYP2E1 y CYP4A en la
oxidación de lípidos, ya que en ratas fa/fa y ratones ob/ob se observa un
descenso en la expresión de CYP2E1 y un aumento de CYP4A compensatorio
(126).
Inherente a la activación de los sistemas celulares para la oxidación de
ácidos grasos es, por tanto, la producción de ROS. También la oxidación
masiva de glucosa que acontece en la diabetes mellitus es una fuente
importante de ROS. Se trata de sustancias de vida media corta, que ejercen
un efecto local (32), pero que pueden provocar una situación de estrés
oxidativo en la célula si los sistemas defensivos celulares no los
contrarrestan adecuadamente. Se ha descrito daño oxidativo causado por
ROS en pacientes con esteatosis, EHNA o esteatohepatitis alcohólica y en
modelos animales de EHNA (126). Los ROS pueden provocar una multitud
de efectos, como son el aumento de la síntesis de TNF- -que, a su vez,
puede causar resistencia a la insulina, necrosis y apoptosis-, el agotamiento
de sustancias antioxidantes naturales y de ATP y NAD +, daño al DNA,
alteración de la estabilidad de proteínas, distorsión de membranas y
secreción de citocinas proinflamatorias (32).
Un efecto de ROS importante es la peroxidación de lípidos (124), que se
evidencia sobre todo en PUFA. La peroxidación lipídica genera como
productos finales aldehídos reactivos (12), compuestos de vida media
superior a la de ROS que tienen facilidad para difundir a través de las
membranas celulares, pudiendo alcanzar dianas extracelulares y extender al
tejido los efectos del daño oxidativo. La peroxidación lipídica parece
desempeñar un papel crucial en el daño hepatocelular que ocurre en la
EHNA (11). Existe una fuerte asociación entre la severidad de la esteatosis y
el riesgo de desarrollo de EHNA (60) correlacionada con el grado de
peroxidación lipídica. El hecho no es sorprendente, la gran cantidad de
lípidos almacenados en un hepatocito esteatótico, además de ser una fuente
de ROS a través de los sistemas oxidativos, son un sustrato idóneo para la
generación de aldehídos reactivos (12). Estos productos tienen capacidad
para bloquear la síntesis de nucleótidos y proteínas y aumentar el factor de
crecimieno tumoral 1, que promueve la formación de cuerpos de Mallory
(124). Además, resultan ser potentes quimioatrayentes de células
inflamatorias y activadores de células estrelladas (2), pudiendo perpetuar la
respuesta inflamatoria al activar la secreción de citocinas proinflamatorias y
quimiocinas (12) y de moléculas de adhesión como ICAM-I, E-selectina y P-
selectina (2). Todos estos fenómenos pueden producir muerte celular por
apoptosis y necrosis, inflamación y fibrosis, todas ellas huellas histológicas
de EHNA. El conjunto de evidencias es tal que se percibe indiscutible la
afirmación que el daño oxidativo masivo causado por aldehídos reactivos
está en la base del tránsito a esteatohepatitis. El mecanismo por el cual el
estrés oxidativo genera daño celular parece ser la activación crónica de NF-
B, que también es activado por factores de crecimiento, óxido nítrico y
ciertas citocinas.
Esta situación va a entrar, además, en un ciclo autoperpetuante en el que
difícilmente se puede encontrar un resquicio para la mejora. En la
mitocondria, los aldehídos reactivos pueden interactuar con fosfolípidos de la
membrana, con proteínas como el transportador de nucleótidos de adenina
ANT (124) -que exporta el ATP recién sintetizado-, y con los complejos de la
cadena respiratoria a los que cambian sus propiedades, comprometiendo el
transporte de electrones y el bombeo de protones al espacio intermembranal
(Fig. 5). Una consecuencia del bloqueo de la -oxidación mitocondrial es el
procesamiento de una proporción superior de ácidos grasos en los
microsomas, cuyos productos, los ácidos dicarboxílicos, agravan el daño
mitocondrial (32). La incorporación de protones a la matriz mitocondrial
promovida por los propios ácidos grasos y por el exceso de ROS y de UCP-2
puentea a la ATP sintasa, decayendo la fuerza impulsora que promueve la
síntesis de ATP y, por tanto, tanto su síntesis como su posterior exportación
vía ANT, se ven comprometidas. Un transporte de electrones defectuoso
exacerba la producción de ROS que va a incentivar la peroxidación lipídica y
la disfunción mitocondrial. La paradoja en el metabolismo orgánico de un
individuo diabético se reproduce en la mitocondria dañada por ROS. La
eficiencia energética, y el cociente respiratorio, que se obtiene de la
oxidación mitocondrial de los abundantes nutrientes es baja y el hepatocito
percibe de continuo señales de hambre que llegan a saturar el sistema.
Para no incurrir en un estrés oxidativo, la célula debe compensar la
producción de agentes oxidantes con una mayor expresión de genes
implicados en la defensa antioxidante, aumentando los niveles de glutatión
reducido debido a la mayor actividad -glutamilcisteína sintetasa y a la
sobreexpresión de glutatión S-transferasa y catalasa (126). Las defensas
vitamínicas pueden llegar a deplecionarse. En una situación de estrés
oxidativo crónico, como en el hígado graso y otras condiciones asociadas a
EHGNA, se han encontrado niveles reducidos de antioxidantes vitamínicos
como el -tocoferol y el -caroteno debido al agotamiento de los mismos
(12). Las lipoproteínas juegan un papel crítico en la distribución de
vitaminas antioxidantes entre tejidos. En el caso de los hepatocitos de la
rata fa/fa, se ha encontrado reprimida la expresión de numerosos genes
implicados en la destoxificación y la respuesta al estrés, incluyendo los de la
catalasa, sulfotransferasas, carboxilesterasas, glutamina sintasa -elimina el
amonio- y una gran variedad de miembros de la familia de los citocromos
P450 con actividad monooxigenasa. En esta situación, aunque no hay daño
celular aparente ni respuesta inmune en el tejido, cualquier estímulo, como
el cambio a una dieta rica en grasa (128), actúa como un segundo impacto
desencadenando la esteatohepatitis.
Otros factores, como endotoxinas, isquemia-reperfusión, tratamiento agudo
con etanol o el hierro potencian la situación de estrés oxidativo. Un 40% de
los pacientes con EHGNA presentan un leve depósito de hierro en las células,
un metal que cataliza la formación de ROS, además de activar las células de
Kupffer y la producción de NF-B, por lo que pacientes con mayor cantidad
de hierro intracelular tienen un mayor riesgo de desarrollar fibrosis (12). Por
su parte, el etanol provoca el aumento de ROS de dos formas, como
resultado de su metabolismo aumenta la proporción NADH:NAD + y con ello
el paso de Fe3+ a Fe2+, que a su vez provoca la formación directa e indirecta
de ROS, al activar a CYP2E1. Existen formas secundarias de EHNA
producidas por fármacos, bypass yeyunoileal o nutrición parenteral total, en
los que la esteatohepatitis es más severa y presenta implicaciones clínicas
más graves (124). La tabla II recoge algunas de las causas más importantes
de desarrollo de EHNA y los principales factores que contribuyen al avance
de la enfermedad (34). Todo parece indicar que se trata de una combinación
multifactorial, con la generación de especies de oxígeno reactivas y
productos de peroxidación lipídica en su eje central. Sin embargo, la
variabilidad entre individuos en el desarrollo de EHGNA hace sospechar de la
existencia de factores genéticos, como ciertos polimorfismos descritos
CYP2E1 y TNF- (2), epigenéticos y/o ambientales que predisponen al
individuo para el desarrollo de la enfermedad.
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Dirección para correspondencia:
X. Buqué.
Departamento de Fisiología.
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Sarriena, s/n.
48940 Leioa, Bilbao
Recibido: 13-06-08.
Aceptado: 13-06-08.