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2. El discurso republicano 2. Textos 2.1 Nicolas Maquiavelo: Discursos sobre a primera década de Tito Livio* Libro I 1, Cudles hayan sido siempre tos principios de cualquier ciudad ycuail fue el de Roma Los que leen cual fue el origen de la ciudad de Roma, qué legisladores y qué ordenamiento tuvo, no se maravillan de que tanta virtud se mantuviese por muchos siglos en tal ciudad, ni tampoco de que, mis tarde, el imperio se afia- diese a tal repiblica. Y hablando en primer lugar de su nacimiento, digo que todas las ciudades son edificadas, o por los hombres nativos del lugar en que se erigen, o por extranjeros. Sucede lo primero cuando los habitantes, dispersos en muchos sitios pequefios, no se sienten seguros, no pudiendo cada grupo, por su situacién y por su tamafo, resistir por si mismo al impetu de los asaltantes, y asi, cuando viene un enemigo y deben unirse para su de- fensa, 0 no llegan a tiempo o, si lo hacen, deben abandonar muchos de sus re- ductos, que se convierten en rapida presa para el enemigo, de modo que, para huir estos peligros, por propia iniciativa o convencidos por alguno que tenga entre ellos mayor autoridad, se retinen para habitar juntos en un lugar elegido por ellos, donde la vida sea mas cmoda y la defensa ms facil. De esta forma nacieron, entre muchas otras, Atenas y Venecia. La prime- ra, bajo el mando de Teseo, fue edificada por los dispersos habitantes por ra- zones similares; en cuanto a la otra, habiéndose asentado muchos pueblos en algunas islillas, en el extremo del mar Adriatico, con el fin de huir de las guerras que surgian continuamente en Italia, por la llegada de nuevos barba- ros tras el declive del Imperio romano, comenzaron entre ellos. sin que les guiase ningin principe en particular, a vivir bajo aquellas leyes que les pare- cieron mas adecuadas para mantenerse, lo que les sucedié con toda felicidad, gracias a la prolongada tranquilidad que les proporcionaba el lugar, que no tenia mds salida que el mar, careciendo aquellos pueblos que infestaban Italia de naves con que poder atacarlo, de modo que, de tan modestos principios, pudieron llegar a la grandeza en que se encuentran ahora. En el segundo caso, cuando las ciulades son edificadas por forasteros, 0 bien nacen de hombres libres 0 que dependen de otros, como son las colonias, fundadas por una repiiblica o por un principe para descargar sus tierras de habitantes, o para defender algin pais recién conquistado en el que quiere mantenerse con seguridad y sin ran costo, como las numerosas ciudades que edificd el pueblo romano por todo su imperio, o bien son fundadas por un * © Alianza Editorial, Madrid, 1996, | Angel Rivero principe no para vivir en ellas, sino para su propia gloria, como hizo Alejan- dro con Alejandria, Y como estas eiudades no son libres por sus origenes, ra~ ras veces hacen grandes progresos y se pueden enumerar entre las principales del reino a que pertenecen. Semejante a ésta fue la fundacién de Florencia, pues, ya fuera edificada por los soldados de Sila, ya por los habitantes de las montaiias de Fiésole, que, confiados por la larga paz que nacio en el mundo bajo el mandato de Octaviano, se decidieron a establecerse en la Ilanura sobre el Amo, lo cierto es que se fundé bajo el Imperio romano, y, en sus princi- pios, no podia hacer otros progresos que los que la cortesia del principe que- ria concederle Las ciudades son fundadas por hombres libres cuando algin pueblo, bajo la direccién de un principe o por propia iniciativa, es obligado por las epide- mias, por el hambre o por la guerra a abandonar el pais natal y buscar un nue- vo asentamiento. Tales hombres, o habitan en las ciudades que encuentran en los paises que conquistan, como hizo Moisés, o las edifican de nuevo, como hizo Fneas. Aqui es donde se conoce la virtud de los fundadores y la fortuna de la ciudad fundada, que sera més 0 menos maravillosa segin hayan sido mas 0 menos virtuosos sus principios. La virtud se conoce por dos sefiales: la eleccién del lugar y la ordenacién de las leyes. Ya que los hombres obran por necesidad o por libre eleccién, y vemos que hay mayor virtud alli donde la li- bertad de eleccidn es menor, se ha considerado si seria mejor elegir para la edificacion de las ciudades lugares estériles, para que asi los hombres, obliga- dos a ingeniarselas, con menos lugar para el ocio, viviesen ms unidos, te- niendo, por la pobreza del lugar, menos motivos de discordia, como sucedié en Ragusa y en muchas otras ciudades edificadas en semejantes sitios; elec- cién que seria sin duda la més sabia y dtl si los hombres estuviesen satisfe- chos de vivir por si mismos y no anduvieran buscando sojuzgar a otros. Por tanto, ya que los hombres no pueden garantizar su seguridad mas que con el poder, es necesario huir de esa esterilidad de la tierra y asentarse en lugares muy fértiles, donde, pudiendo ensancharse, gracias al ubérrimo terreno, pue- dan también defenderse de los asaltantes, y someter a cualquiera que se opon- gaa su grandeza, En cuanto al ocio que pudiera traer consigo la abundancia del lugar, se deben ordenar las cosas de modo que las leyes impongan esa ne- cesidad que el sitio no impone, imitando a aquellos que fueron sabios y vivie- ron en lugares amenisimos y fértiles, aptos para producir hombres ociosos e inhAbiles para todo virtuoso ejercicio, que, para obviar los dafios que podria causar la amenidad del pais mediante el ocio, impusieron la obligacién de ejercitarse a los que habian de ser soldados, de modo que, por tales érdenes, Ilegaron a ser mejores soldados que los de aquellos lugares naturalmente speros y estériles. Entre éstos se cuenta el reino de los egipcios, en el cual, aunque él pais es amenisimo, pudo tanto aquella necesidad ordenada por las leyes, que nacieron hombres excelentisimos, y, si sus nombres no hubieran sido arrebatados por la antigiiedad, veriamos como merecieron mas alaban- zas que Alejandro Magno y muchos otros de los que permanece fresco el SS, 2. El discurso republicano recuerdo. Y quien hubiera observado el reino del Sultan, y el orden de los ma- melucos y de su cjéreito, antes de que fucra desbaratado por el Gran Turco Sali, hubiera visto cudnto se ejercitaban los soldados, y hubiera conocido en la practica cuanto temian el ocio a que podia conducirles la benignidad del pais, sino lo hubieran evitado con leyes severisimas. Afirmo, pues, que es mas prudente eleccion establecerse en lugares férti- les, siempre que esa fertilidad se reduzca a los debidos limites mediante las leyes. Asi, queriendo Alejandro Magno edificar una ciudad para su gloria, Iegé el arquitecto Dinécrates y le mostré cémo podia construirse sobre el monte Athos, lugar que, ademas de ser fuerte, podia labrarse de tal moda que se diese a la ciudad forma humana, lo que serfa algo maravilloso y raro, digno de su grandeza. Y preguntandole Alejandro de qué vivirian los habitantes, respondié que no lo habia pensado, asi que el rey se rid y, dejando tranquilo el monte, edificé Alejandria, donde las gentes se quedarian a vivir de buen gra- do por la riqueza de la tierra y por la comodidad del mar y del Nilo. Y quien segiin esto, considere la fundacién de Roma, si toma a Fneas por su padre fundador, la pondré entre aquellas ciudades edificadas por los forasteros, y si a Rémulo, entre las edificadas por los nativos, pero, en cualquier caso, la verd siempre con un origen libre, sin depender de nadie, y verd también, como se dira mas adelante, a cuantas obligaciones la redujeron las leyes dadas por R6- mulo, Numa y otros, de modo que la fertilidad del terreno, la comodidad del mar, las continuas victorias y la grandeza del imperio no la pudieron, durante muchos siglos, corromper, y la mantuvieron Ilena de tanta virtud, como ja- mis ha ostentado ninguna otra ciudad o repiblica. Dado que los hechos que obr6, y que son alabados por Tito Livio, suce- dieron por iniciativa publica o privada, dentro o fuera de la ciudad, comenza- ré a comentar las cosas ocurridas dentro y por consejo piiblico, que son las que juzgo dignas de mayor consideracién, aftadiendo todo lo que se derivé de ellas, y con estos discursos concluiré este primer libro o primera parte. 2. De cudntas clases son las repiblicas y de qué clase fue la reptiblica romana Quiero dejar a un lado el razonamiento sobre las ciudades que han estado, en sus origenes, sometidas a otro, y hablaré de las que han tenido un origen ale- jado de toda servidumbre externa, aunque a continuacién se hayan goberna- do, por su propio arbitrio, como repiiblica 0 como principado, que tienen, como distintos principios, diversas leyes y ordenamientos. Pues algunas, al principio de su existencia o después de poco tiempo, recibieron leyes de uno solo y de una sola vez, como las que dio Licurgo a los espartanos, y otras las adquirieron poco a poco, y la mayoria de las veces segin las circunstancias, como pasé en Roma. Y desde luego podemos llamar feliz a aquella repiiblica en la que haya surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes orde- ae Angel Rivero nadas de tal manera que, sin necesidad de corregirlas, pueda vivir segura bajo cllas, Y asi vemos que Esparta las obscrvé durante mas de ochocicntos aitos sin corromperlas y sin ningin tumulto peligroso; y, por el contrario, aleanza el mayor grado de infelicidad aquella ciudad que, no habiéndose trazado se- gin un ordenamiento juridico prudente, se ve forzada a reorganizarse a si misma. Y entre éstas, es mas infeliz la que esté mas apartada del orden ade- cuado, y estara més apartada la que tenga unas leyes completamente fuera del camino recto que pudiera conducirla a su perfecto y verdadero fin. Porque cuando estan en ese grado, es casi imposible que por cualquier imprevisto se recompongan, mientras que aquellas que, si no tienen el orden perfecto, han tomado un principio bueno y apto para volverse mejor, pueden, por la con- currencia de las circunstancias, llegar a ser perfectas. Pero de todos modos, es seguro que nunca se reordenaran sin peligro, porque la mayoria de los hombres no sc inclina a unas Icycs nuevas que supongan un nucvo estado de cosas en la ciudad, a no ser por una necesidad manifiesta que le obligue a ha- cerlo, y como tal necesidad no puede llegar sin peligro, es ficil que la repiibli- ca se destruya antes de llegar a un orden perfecto, De esto da fe la repiblica de Florencia, que fue ordenada el afio dos, con el motivo de los sucesos de Arezzo, y desordenada en el doce por los incidentes de Prato. Tratando ahora de esclarecer cules fueron los ordenamientos juridicos de la ciudad de Roma, y mediante qué circunstancias la levaron a su perfec- cién, recordaré que algunos han escrito, refiriéndose al gobierno, que puede ser de tres clases: monarquico, aristocratico y popular, y que los que organi- zan una ciudad deben inclinarse a una de elias, segimn les parezca oportuno. Otros, mas sabios en opinién de muchos, opinan que las clases de gobierno son seis, de las cuales tres son pésimas y las otras tres buenas en si mismas, aunque se corrompen tan facilmente que Ilegan a resultar perniciosas. Las buenas son las que enumerébamos antes, las malas, otras tres que dependen de ellas y les son tan semejantes y cereanas, que es facil pasar de una a otra: porque el principado ficilmente se vuelve tirdnico, la aristocracia con facili- dad evoluciona en oligarquia, y el gobierno popular se convierte en licencio- so sin dificultad, De modo que si el organizador de una repiiblica ordena la ciudad segtin uno de los regimenes buenos, lo hace para poco tiempo, porque, irremediablemente, degenerari en su contrario, por la semejanza que tienen, eneste asunto, la virtud y el vicio. Estas distintas clases de gobierno aparecieron entre los hombres por azar, porque, en el principio del mundo, siendo pocos los habitantes, vivieron por algiin tiempo dispersos, semejantes a las fieras; luego, al multiplicarse, se reu- nieron, y, para poderse defender mejor, comenzaron a buscar entre ellos al mis fuerte y de mayor coraje, le hicieron su jefe y le prestaron obediencia. Aqui tuvo su origen el conocimiento de las cosas honestas y buenas y de su diferencia de las perniciosas y malas; pues, viendo que si uno perjudicaba a su benefactor nacian en los hombres el odio y la compasién denostando al in- grato y honrado al que le habia favorecido, y pensando cada uno que podia re- mE; 2. El discurso republicano cibir las mismas injurias, para huir de tales perjuicios se sometieron a hacer leyes y ordenar eastigos para quicn les contraviniese, lo que trajo consigo cl conocimiento de la justicia. Como consecuencia de ello, cuando tenian que elegira un principe ya no iban directamente al de mejores dotes fisicas, sino al que fuese mas prudente y mas justo. Pero como luego se comenzé a procla- mar a los principes por sticesi6n y no por eleccion, pronto comenzaron los he- rederos a desmerecer de sus antepasados, y, dejando de lado las acciones vir- tuosas, pensaban que los principes no tenian que hacer otra cosa mas que superar a los demas en suntuosidad y lascivia y en cualquier clase de disipa- cién, de modo que, comenzando el principe a ser odiado, y a tener miedo por ese odio, pas6 rapidamente del temor a la ofensa y asi nacié la tirania. Y de aqui surgié el germen de su ruina, las conspiraciones y conjuras contra los principes, no fraguadas por los timidos y los débiles, sino por aquellos que ayentajaban a los dems en generosidad, grandeza de énimo, riqueza y noble- za, los cuales no podian soportar la deshonesta vida del principe. La multitud, entonces, signiendo la antoridad de los paderosos, se levanté en armas contra el principe, y, cuando éste fue arrojado del trono, obedecid, como a sus libera- dores, a los jefes de la conjura, Estos, que recelaban hasta del nombre de un Jefe tinico, constituyeron entre ellos un gobierno, y al principio, temiendo la pasada tirania, se gobernaban segiin las leyes promulgadas por ellos, pospo- niendo todo interés propio a la utilidad comun, y conservaban y gobernaban con suma diligencia lo piiblico y lo privado. Pasando luego la administracion a sus hijos, éstos, que no conocian los cambios de la fortuna, que no habian probado la desgracia y no se sentian satisfechos con la igualdad civica, se die- ron a la avaricia, y a la ambicidn, considerando a todas las mujeres como su- yas, y haciendo asi que lo que habia sido el gobierno de los mejores se convir- iiese en el gobierno de unos pocos, que sin respeto alguno a la civilidad, se hicieron tan odiosos como el tirano, y la multitud, harta de su gobierno, se convirtié en décil instrumento de cualquiera que quisiera dafiar de alguna manera a los oligarcas, y pronto se levanté alguno que, con ayuda de las ma- sas, los expuls6. ¥ como aiin estaba fresca la memoria del principe y de los per- juicios que habia causado, deshecha la oligarquia y sin querer volver al prinei- pado, la gente se inclin6 a la democracia, ordenandola de manera que ni los poderosos ni un principe pudiesen tener ninguna autoridad. Y como todos los gobiernos al principio tienen cierto prestigio, este gobierno popular se man- tuvo algin tiempo, pero no mucho, sobre todo después que se extinguid la ge- neracién que lo habia organizado, pues rapidamente se extendié el desenfreno, sin respetar a los hombres piblicos ni privados, de modo que, viviendo cada uno su aire, se hacfan cada dia mil injurias, hasta el punto que, obligados por la necesidad, o por sugerencia de algin hombre bien intencionado, o para huir de tal desorden, se volvié de nuevo al prineipado, y desde ahi de grado en gra- do, se volvié de nuevo al desorden, de la manera y por las razones antedichas. Y éste es el circulo en que giran todas las repiiblicas, se gobiernen o sean gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas politicas, porque 7 Angel Rivero casi ninguna repiiblica puede tener una vida tan larga como para pasar muchas ‘veces esta scric de mutaciones y permancecr en pic. Mas bien sucle acaccer que, en uno de esos cambios, una repiiblica, falta de prudencia y de fuerza, se vuelva sibdita de algiin estado proximo mejor organizado, pero si no sucedie- ra esto, un pais podria dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de las for- mas de gobierno. Afiado, ademas, que todas esas formas son pestiferas, pues las buenas tienen una vida muy breve, y las malas son de por si perversas. De modo que, conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada una de es- tas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgdndolo mas firme y mas estable, pues asi cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el go- bierno popular. Entre los que merecicron mas alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordené sus leyes de Esparta de manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, cons- truy6 un estado que duré mas de ochocientos afios, con suma gloria para él y quietud para su ciudad, Sucede lo contrario con Solén, el que dio leyes a Atenas, pues organizndolo todo segin gobierno exclusivamente popular, lo construyé de vida tan breve que antes de morir vio cémo nacfa la tirania de Pisistrato, y aunque cuarenta aflos mas tarde fueron expulsados sus herede- ros y volvid a Atenas a la libertad, al volver a tomar un gobierno popular se- giin el modelo de Solén, no lo mantuvo mas que cien afios, pese a que, para sostenerlo, se tomaron muchas medidas para reprimir la insolencia de los grandes y el desorden de las masas que no habian sido previstas por Solén; asi que, s6lo por no haber incorporado a su gobierno el poder del principado y el de la nobleza, vivid Atenas muy breve tiempo en comparacién con Es- parta. Pero volvamos a Roma, la cual, aunque no tuvo un Licurgo que la organi zase, en sus origenes, de manera que pudiera vivir libre mucho tiempo, fue- ron tantos los sucesos que la sacudieron, por la desunién existente entre la plebe y el senado, que lo que no habia hecho un legislador lo hizo el acaecer. De modo que, si Roma no fue favorecida con la mayor fortuna, si fue afortu- nada de la otra forma que decfamos mis arriba, ya que, aunque su primera or- denacién fue defectuosa, no la desvié del recto camino que podia conducirla a la perfeccién. Pues Rémulo y los otros reyes hicieron muchas y buenas le- yes, que permitian aiin una vida libre, pero como su finalidad era fundar un reino y no una repiblica, cuando la ciudad se liberd de la monarquia le falta- ban muchas cosas que era necesario regular en defensa de la libertad y que no habian sido previstas por las leyes. Y asi, aunque los reyes perdieron el poder por razones ¥ motives similares a los que hemos expuesto, los mismos que les habjan depuesto crearon inmediatamente dos cénsules que ocupasen el lu- gar correspondiente al rey, desterrando de Roma el nombre, y no la potestad regia; de este modo, existiendo en aquella repiblica los cénsules y el senado, ; 2. El discurso republicano venia a ser una mezcla de s6lo dos de los tres gobiernos citados: monarquia y aristocracia, Sélo le quedaba dar su parte al gobicrno popular, y entonces, ha~ bigndose vuelto insolente la nobleza romana, por las causas que comentare- mos mas adelante, el pueblo se sublevé contra ella, de manera que, para no perderlo todo, se vio obligada a conceder su parte al pueblo, aunque el senado y los cOnsules conservaron la suticiente autoridad como para mantener su po- sicién en la repablica. Y asi fueron creados los tribunos de la plebe, después de lo cual fue mucho mas estable aquel estado, participando de las tres for- mas de gobierno. Y tan favorable le fue la fortuna, que aunque pasé de la mo- narquia y Ia aristocracia al poder popular, en Ia forma y por las causas descri- tas ms arriba, no por eso se arrebaté toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni se anulé enteramente la autoridad de los nobles para darla al pueblo, sino que, permaneciendo mezcladas, compusieron una repiblica per- fecta, Ilegando a esa perfeccién gracias a la desunién entre la plebe y el sena~ do, como se demostraré ampliamente en los dos capitulos siguientes. 3. Qué acontecimientos provocaron la creacién de los tribunos de la plebe en Roma y cémo se perfeccioné la reptiblica Como demuestran todos los que han meditado sobre la vida politica y los ejemplos de que esta Ilena la historia, es necesario que quien dispone una re- pliblica y ordena sus leyes presuponga que todos los hombres son malos, y que pondran en practica sus perversas ideas siempre que se les presente la ocasién de hacerlo libremente; y aunque alguna maldad permanezca oculta por un tiempo, por provenir de alguna causa escondida que, por no tener ex- periencia anterior, no se percibe, siempre la pone al descubierto el tiempo, al que llaman padre de toda verdad. Pareeia haber en Roma, tras la expulsién de los Tarquinos, una grandisi ma unién entre la plebe y el senado, como si los nobles hubiesen depuesto su soberbia y se hubiesen vuelto de espiritu popular, tolerables para cualquiera, por infimo que fuese. Esta impresién engafiosa nacia de causas que perma- necieron ocultas mientras vivieron los Tarquinos, pues la nobleza, temiendo a éstos, por un lado, y teniendo miedo, por otra parte, de que la plebe no se le uniese si era maltratada, se portaba humanamente con ella, pero apenas mu- rieron los Tarquinos y se desvanecié el temor de los nobles, comenzaron a escupir contra la plebe el veneno que habian escondido en su pecho, y la ofendian de todas las maneras posibles. Esto da fe de lo que comentaba ante- riormente, cuando afirmaba que los hombres solo obran bien por necesidad, pero donde se puede elegir y hay libertad de accién se llena todo, inmediata- mente, de confusién y desorden. Por eso se dice que el hambre y la pobreza hacen ingeniosos a los hombres y las leyes los hacen buenos. Y cuando una cosa marcha bien por si misma no es necesaria la ley, pero en cuanto desa- parece esa buena costumbre, la ley se hace necesaria con urgencia, Por eso, |e Angel Rivero en cuanto faltaron los Tarquinos, que ponian freno a la nobleza con el temor, fue preciso buscar un nuevo orden que hiciesc el mismo efecto que los Tar- quinos cuando vivian, Y asi, tras mucha confusién, alborotos y peligros que surgieron entre la plebe y la nobleza, se llegé a la creacién de los tribunos, para salvaguardia de la plebe, y fueron instituidos con tanta preeminencia y reputacion que pudieran actuar de intermediarios entre la plebe y el senado y frenar la insolencia de los nobles. 4, Que la desunién entre la plebe y el. senado romano hizo libre y poderosa aaquella repiblica ‘No quiero pasar por alto los tumultos que hubo en Roma desde la muerte de Tarquino hasta la creacién de los tribunos, contradiciendo la opinién de mu- chos que afirman que Roma era una republica alborotadora y tan Ilena de confusidn que, sila buena suerte y la virtud militar no hubieran superado sus defectos, hubiera sido inferior a cualquier otra repablica. No puedo negar que la fortuna y la milicia fueran causas del Imperio romano, pero creo que no se dan cuenta de que, donde existe un buen ejército, suele haber una buena orga- nizacién, y asi, raras veces falta la buena fortuna, Pero vayamos a las particu- laridades de aquella ciudad. Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan mas en los ruidos y gritos que nacian de esos tumultos que en los bue- nos efectos que produjeron, y consideran que en toda repuiblica hay dos espi- ritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunién entre ambos, como se puede ver ficilmente por lo ocurrido en Roma, pues de los Tarquinos a los Gracos transcurrieron mas de trescientos afios, y, en ese tiempo, las disensiones de Roma raras veces comportaron el exilio, y menos atin la pena capital. Por tan to, no podemos juzgar nocivos esos tumultos, ni considerar dividida una re- publica que, en tanto tiempo, no mand6 al exilio, como consecuencia de sus luchas internas, mas que a ocho o diez ciudadanos, ejecut6 a poquisimos y ni siquiera mult6 a muchos. No se puede llamar, en modo alguno, desordenada una repibblica donde existieron tantos ejemplos de virtud, porque los buenos ejemplos nacen de la buena educacién, la buena educacién de las buenas le- yes, y las buenas leyes de esas diferencias internas que muchos, desconside- radamente, condenan, pues quien estudie el buen fin que tuvieron encontrara que no engendraron exilios ni violencias en perjuicio del bien comin, sino le- yes y ordenes en beneficio de la libertad publica. Y si alguno dice que los me- dios fueron extraordinarios y casi feroces, pues se ve al pueblo unido gritar contra el senado, al senado contra el pucblo, correr tumultuosamente por las calles, saquear las tiendas, marcharse toda la plebe de Roma, cosas estas que espantan, mas que otra cosa, al que las lee, le respondo que toda ciudad debe arbitrar vias por donde el pueblo pueda desfogar su ambicién, sobre todo las aS 2. El discurso republicano ciudades que quieran valerse del pueblo en los asuntos importantes; de éstas cra la ciudad de Roma, que lo hacia de esta manera: cuando el pucblo queria que se promulgase alguna ley, o protestaba en la forma que hemos descrito 0 se negaba a enrolarse para ira la guerra, de modo que era preciso aplacarlo satisfaciendo, al menos en parte, sus peticiones. Ademis, los deseos de los pueblos libres raras veces son dafiosos a la libertad, porque nacen, o de sentir- se oprimidos, o de sospechar que puedan llegar a estarlo. Y si estas opiniones fucran falsas queda el recurso de las palabras, encomendando a algiin hom- bre honrado que, hablandoles, les demuestre que se engaiian, pues los pue- blos, como dice Tulio, aunque sean ignorantes, son capaces de reconacer la verdad, y ceden facilmente cuando la oyen de labios de un hombre digno de crédito. Por eso se debe criticar con mayor moderacién el gobierno romano, con- siderando que tantos buenos efectos no se derivaron sino de éptimas causas. Y si los tumultos fueron causa de la creacién de los tribunos merecen suma alabanza, pes ademas de dar su parte al pneblo en la administracidn, se cons- tituyeron en guardianes de la libertad romana, como se demostrari en el si- guiente capitulo. 5. gDénde se resguardardé mas seguramente la libertad, en el pueblo 0 en- tre los grandes, y quiénes tienen mayores motives para causar tumultos, o quiénes quieren conquistar y quiénes mantener? Los que organizan prudentemente una repiiblica, consideran, entre las cosas mis importantes, la institucién de una garantia de la libertad, y segtin sea mas © menos acertada, durara mas o menos el vivir libre. Y como en todas las re- pliblicas hay magnates y pueblo, existen dudas acerca de en qué manos esta- ria mejor colocada esa vigilancia. Los lacedemonios y, en nuestros dias, los venecianos, la ponen en manos de los nobles; en cambio los romanos la con- fiaron a la plebe. Es necesario, pues, analizar cual de estas repiblicas hizo mejor eleccién. Y en cuanto a los motivos, unas y otras los tienen razonables, pero si vemos s6lo los resultados, nos inclinariamos por los nobles, porque la libertad de Es- parta y de Venecia tuvo una vida més larga que la de Roma. En cuanto a las razones, colocandome, en primer lugar, del lado de los romanos, creo que se debe poner como guardianes de una cosa a los que tienen menos deseo de usurparla. Y, sin duda, observando los propésitos de los nobles y de los ple- beyos, veremos en aquéllos un gran deseo de dominar, y en éstos tan solo el deseo de no ser dominados, y por consiguiente mayor voluntad de vivir li- bres, teniendo menos poder que los grandes para usurpar la libertad. De modo que, si ponemos al pueblo como guardian de la libertad, nos veremos razona- blemente libres de cuidados, pues, no pudiéndola tomar, no permitira que otro la tome. Por otro lado, los que defienden el orden espartano y véneto di- a Angel Rivero cen que los que ponen la vigilancia en manos de los poderosos hacen dos co- sas bucnas: la una, satisfaccr mas la ambicién de los nobles, que tenicndo mas participacién en Ia repiblica, por tener en sus manos ese bastén de mando, tienen mas razones para contentarse; la otra, que quitan un cargo de autoridad de los animos inquietos de la plebe, que son causa de infinitas disensiones y escandalos en una repiiblica y que pueden reducir a la nobleza a una desespe- racién que tendria efectos muy nocivos. Y ponen como ejemplo a la propia Roma, que por haber puesto esta autoridad en manos de los tribunos de la ple- be, no les bast6 con tener un cénsul plebeyo, sino que pretendieron que lo fueran los dos; nego quisieron que fueran partidarios suyos el censor, el pre- tor y todas las otras dignidades del gobierno de la ciudad, y no bastindoles esto, Ilevados por el mismo furor, comenzaron, con el tiempo, a adorar a los hombres que consideraban aptos para derrotar a la nobleza, de donde nacié el poder de Mario y la ruina de Roma. Y cicrtamente, considcrando bien lo uno y lo otro, podriamos dudaral elegir un guardian para la libertad, sin saber qué tipo de hombre es mas perjudicial para la repiiblica, el que desea mantener el honor ya adquirido o el que quiere adquirir el que no tiene. Por fin, quien analice todo sutilmente acabara por llegar a esta conclu- sién: podemos hablar de una repiblica que quiera construir un imperio, como Roma, o de otra a la que le baste con conservarse en su estado, En el primer caso es preciso imitar lo que hizo Roma, y en el segundo se puede copiar a Venecia y Esparta, por los motivos y del modo que se vers en el préximo ca- pitulo. Y volviendo a la cuestién de qué hombres son més perjudiciales para la repiblica, si los que quieren adquirir 0 los que temen perder lo adquirido, digo que, cuando se nombré dictador a Marco Menenio, y jefe de los caballe- ros a Marco Fulvio (los dos eran plebeyos) para investigar ciertas conjuras que se fraguaban en Capua contra Roma, el pueblo les dio también autoridad para perseguir a los que, en la propia Roma, por ambicién y haciendo uso de medios excepcionales, se las ingeniasen para alcanzar el consulado y otros honores. La nobleza juzgaba que tal autoridad le habia sido otorgada al dic- tador ilegalmente, y se dedicé a esparcir por la ciudad el rumor de que no eran los nobles los que buscaban los honores por ambicion y de forma desa- costumbrada, sino los plebeyos, que, como desconfiaban de su sangre y su virtud, buscaban caminos extraordinarios para acceder a aquellos grados, acusando particularmente de ello al dictador. Y tan poderosa fue aquella acusacién que Menenio, después de un discurso en el que se dolia de la lumnia difundida por los nobles, depuso la dictadura y se sometié al juicio del pueblo, y, vista su causa, fue absuelto, lo que dio origen a disputas sobre quién es mis ambicioso, el que quiere mantener o el que quiere conquistar, pucs ficilmente ambos apetitos pueden ser causa de grandisimos tumultos. Estos, sin embargo, son causados la mayoria de las veces por los que poseen, pues el miedo de perder genera en ellos las mismas ansias que agitan a los que desean adquirir, porque a los hombres no les parece que poseen con se- ar. 2. El discurso republicano guridad lo que tienen si no adquieren algo mas. A esto se afiade que, tenien- do mucho, ticnen también mayor poder y operatividad para organizar altera- ciones, Mas atin: sus maneras descorteses y soberbias encienden en el pecho de los desposeidos la ambicién de poseer, o para vengarse de ellos despojan- dolos, o para acceder a esas riquezas y honores que ven mal empleados en los otros. [] 58. La multitud es mas sabia y mas constante que un principe Tanto nuestro Tito Livio como todos los demas historiadores afirman que nada es mas vano e inconstante que la multitud. Pues ocurre con frecuencia, en la narracién de los hechos humanos, que sc ve a la multitud condenando a alguno a muerte, y Iuego ese mismo es llorado y sumamente deseado; como vemos que hizo el pueblo romano con Manlio Capitolino, pues hahiéndole condenado a muerte, luego sentia muchisimo su falta, Y las palabras del autor son éstas: «Populum brevi, posteaquam ab eo periculum nullum erat, deside- rium eius tenuit». Y en otra ocasién, contando los incidentes que se produje- ron en Siracusa tras la muerte de Hierdnimo, sobrino de Hierbn, dice: «haec natura multitudinis est: aut humiliter servit, aut superbe dominatun». Yo no sé si me estoy metiendo en un campo duro y tan Ileno de dificultades que me obligard a abandonarlo con vergiienza o defenderlo con dificultad, al poner- me de parte de aquella a la que todos los escritores acusan, Pero sea como sea, yo no considero, ni consideraré nunea, que sea reprensible defender alguna opinién con la razén, sin querer recurrir a la autoridad o a la fuerza. Por tanto, afirmo que ese defecto que los escritores le echan en cara a la multitud es algo de lo que se puede acusar a todos los hombres en particular, y sobre todo a los principes, pues todos, de no estar controlados por las leyes, cometerian los mismos errores que la multitud desenfrenada. Y esto se puede comprobar fé- cilmente, pues existen y han existido muchos principes, y bien pocos de ellos han sido buenos y sabios (me refiero a los principes que han podido romper el freno que pudiera corregirles); no se cuentan entre éstos los reyes que habia en Egipto cuando en la remotisima antigtiedad aquella provincia se regia por leyes, ni los de Esparta, ni los que viven hoy en Francia, reino que esta mas moderado y sujeto por las leyes que ningiin otro del que tengamos noticia en estos tiempos. Los reyes que nacen bajo semejantes constituciones no se de- ben poner en el niimero de los que se estudiardn para saber si la naturaleza de cada hombre por si mismo es similar a la de la multitud, porque se les deberia comparar con una multitud tan regulada por las leyes como lo estan ellos, y encontrariamos cn ella la misma bondad que vemos en éstos, y veriamos que esa multitud ni dominaba con soberbia ni servia con humildad, a la manera del pueblo romano, que, mientras la repablica permanecié incorrupta, jamas se humillé servil ni se ensoberbecié dominante, sino que con sus reglamentos BL | Angel Rivero y magistrados se mantuvo honorablemente en su sitio. Y cuando era necesa- rio levantarse contra un podcroso, lo hacia, como sucedié con Manlio, con los decenviros y con cuantos otros intentaron oprimirla; y aun cuando era nece- sario obedecer al dictador y a los cénsules por la salvacién piblica, lo hacfa también. Y si el pueblo romano echaba de menos a Manlio Capitolino des- pués de muerto, no hay que extrafiarse de ello, porque aftoraba sus virtudes, que habian sido tales que su recuerdo despertaba la compasién de todos, y por fuerza hubieran hecho el mismo efecto en un principe, porque es sentencia comiin de todos los escritores que la virtud se alaba y se admira aun en los enemigos: y si en medio de tanta aforanza hubiera resucitado Manlio, el pue- blo de Roma le hubiera juzgado del mismo modo que cuando, poco después de sacarle de la cércel, le habia condenado a muerte; y también vemos a prin- cipes considerados sabios, que han hecho morir a alguna persona y luego ka han afiorado muchisimo, como le ocurrié a Alejandro Magno con Clito y otros amigos, y a Herodes con Mariana. Pero lo que nuestro historiador dice sobre la naturaleza de la multitud no se aplica a la que esta regulada por le- yes, como la romana, sino a la desenfrenada, como la siracusana, la cual co- mete los mismos errores en los que caen los hombres enfurecidos y sin freno, como Alejandro Magno y Herodes en las ocasiones citadas. Por eso no se debe culpar mas a la naturaleza de la multitud que a la de los principes, por- que ambos se equivocan igualmente cuando pueden equivocarse sin temor. De lo que existen, ademas de los mencionados, muchos otros ejemplos en los emperadores romanos y en otros tiranos y principes, en los cuales se encuen- tra tanta inconstancia y tanta mutabilidad de comportamiento como nunca se ha visto en ninguna multitud. Concluyo, pues, contra la comin opinién, que dice que los pueblos, cuan- do son soberanos, son variables, mutables e ingratos, afirmando que no se en- cuentran en ellos estos defectos en mayor medida que en los principes indivi- duales. Y si alguno acusa a un tiempo a los pueblos y a los principes, podra tener razén, pero se engaiiard si exculpa a los principes. Pues un pueblo que gobierna y que esté bien organizado, sera estable, prudente y agradecido, igual o mejor que un principe al que se considere sabio, y, por otro lado, un principe libre de las ataduras de las leyes sera mas ingrato, variable e impru- dente que un pueblo. Y la variacién de comportamiento no nace de una dife- rente naturaleza, que es comin a todos, y si alguien lleva aqui ventaja es el pueblo, sino de tener mas o menos respeto a las leyes dentro de las cuales vi- ven ambos. Y quien observe al pueblo romano lo vera permanecer durante cuatrocientos aiios en su enemistad al titulo regio y en su amor a la gloria y al bienestar de la patria, y vera muchisimos ejemplos en sus acciones que daran testimonio de todas esas cosas. Y si alguno alega la ingratitud de que hizo gala con Escipién, le responderé con los mismos argumentos que expuse an- tes para demostrar que el pueblo es menos ingrato que los principes. Y en cuanto a la prudencia y la estabilidad, afirmo que un pueblo es més prudente, mis estable y tiene menor juicio que un principe. Y no sin razén se compara a, 2. El discurso republicano la voz del pueblo a la de Dios, pues vemos que la opinién publica consigue maravillosos acicrtos en sus pronésticos, hasta cl punto de que parece tener una virtud oculta que le previene de su mal y de su bien. En cuanto a juzgar las cosas, muy pocas veces sucede que cuando el pueblo escucha a dos orado- res que intentan persuadirlo de tesis contrarias y que son igualmente virtuo- s0s no escoja la mejor opinién y no llegue a comprender la verdad cuando la oye. Y si en las empresas valerosas 0 que parecen ttiles suele equivocarse, como dijimos antes, muchas mas veces se equivoca un principe cegado por sus pasiones, que son mucho més abundantes que las del pueblo. Ademés, a Ia hora de elegir magistrados, el pueblo elige mucho mejor que un principe, y nunca se persuadira a un pueblo para que otorgue algin cargo puiblico a un hombre infame y de costumbres corrompidas, de lo que es facil persuadir a un principe por diversos medios; y se ve a un pueblo comenzar a tomarle horror a una cosa y permanecer en esa opinién muchos siglos después, lo que no puede verse en un principe. Y de todas estas cosas quiero tener por ‘nico testigo al pueblo romano el cual, en tantas centenares de afias, en tantas elec ciones de cénsules y tribunos, apenas en cuatro ocasiones tuvo que arrepen- tirse de su eleccién. Y conservé, como he dicho, tanto odio al titulo regio, que por muy agradecido que estuviese a alguno de sus ciudadanos, si éste intenta- ba apropiarse tal nombre, no podia escapar al debido castigo, Ademas, de esto, vemos que las ciuudades donde gobierna el pueblo hacen en breve tiempo extraordinarios progresos, mucho mayores que los de aquellas que han vivido siempre bajo un principe, como sucedid en Roma tras la expulsién de los re- yes y en Atenas después de liberarse de Pisistrato, lo que no puede proceder de otra causa sino de que el gobierno del pueblo es mejor que el de los princi- pes. ¥ no quiero que se oponga a esta opinién mia todo lo que nuestro histo- riador dice en el texto aludido o en otro cualquiera, porque si comparamos to- dos los desérdenes de los pueblos y todos los de los principes, todas las glorias de los pueblos y todas las de los prineipes, veremos que la bondad y la gloria del pueblo son, con gran diferencia, superiores. Y si los principes su- peran a los pueblos en el dictar leyes, formar la vida civil, organizar nuevos estatutos y ordenamientos, los pueblos en cambio son superiores en mante- ner las cosas ordenadas, lo que se afiade, sin duda, a la gloria de los que las ordenaron. En suma, para coneluir este asunto, digo que tanto los gobiernos monér- quicos como los republicanos han durado bastante tiempo, y unos y otros han necesitado ser regulados por las leyes. porque un principe que pueda hacer lo que quiera esta loco, y un pueblo que pueda hacer lo que quiera no es sabio. Y sia partir de ahi se reflexiona sobre un principe obligado por las leyes y un pueblo encadenado por ellas, se vera mas virtud en el pueblo que en el princi- pei y si se reflexiona sobre ambos cuando no estén sujetos a freno alguno, se encontrarin menos errores en el pueblo que en el principe, y ademas, sus errores serdn mas pequefios y tendran mejores remedios. Porque a un pueblo licencioso y tumultuario un hombre bueno puede hablarle y levarlo al buen | Angel Rivero camino, pero a un mal principe, nadie le puede hablar, y contra él no hay mas recurso que la espada, De lo que se puede conjeturar la importancia de la en- fermedad de uno y otro, pues para curar la enfermedad del pueblo bastan las palabras, y la del principe necesita del hierro, por lo que cualquiera puede comprender que donde se necesita mayor cura es porque son mayores los errores. Cuando un pueblo esta bien suelto, no se temen las locuras que hace, ni se tiene miedo del mal presente, sino del que puede producirse, pues en tanta confuusién puede surgir un tirano. Pero con los malos principes sucede lo contrario, que se teme el mal presente y se ponen las esperanzas en el futuro, persuadiéndose los hombres de que sn perversa vida puede hacer surgir la li bertad. Asi se ve la diferencia entre uno y otro, que es la que hay entre las co- sas que son y las que pueden ser. La crueldad de la multitud se ejerce contra aquellos de ios que se teme que se apoderen del bien comin; la de un principe se dirige contra el que teme que le arrebate su propio bien. Pero las opiniones contrarias al pueblo se producen porque cualquiera puede hablar mal de él li- bremente y sin miedo, incluso si es él quien gobierna; de los principes, en cambio, se habla siempre con mil temores y miramientos. Y no me parece fuera de propésito, en relacién con esta materia, tratar en el préximo capitulo sobre qué alianzas son mas fiables, las que se hacen con una repiblica 0 con un principe, 2. El discurso republicano 2.2 James Harrington: Sistema politico, delineado en cortos y faciles aforismos* Capitulo I. Sobre el gobierno 1. Un pueblo puede estar en estado de gobierno civil o en estado de guerra civil. O ni bajo un estado de gobierno civil ni en un estado de guerra civil. 2. El gobierno civil es un arte mediante el cual un pucblo se gobierna a si mismo 0 es gobernado por otros. 3. Flarte del gohierno civil es doble: nacional a provincial 4, El gobierno nacional es aquel mediante el cual una nacién es gober- nada independientemente o por si misma. 5. El gobierno provincial es aquel mediante el cual una provincia es go- bernada de forma dependiente o por algin principe o Estado extranjero. 6. Un pueblo no se gobierna por si mismo ni por otros sino en razén de algin principio externo que le fuerza 7. La fuerza es de dos tipos: natural y no natural. 8. La fuerza natural consiste en el vigor de los principios y sus funcio- nes naturales y necesarias. 9. La fuerza no natural es una oposicin externa o adventicia al vigor de los principios y a su necesario funcionamiento que, por ser violacién de la na- turaleza, es llamada violencia. 10. El gobierno nacional es un efecto de la fuerza natural o vigor. 11. El gobierno provincial es un efecto de la fuerza no natural 0 vio- lencia, 12. La fuerza natural que opera y produce el gobierno nacional (del dini- co del que hablaré de aqui en adelante) esté compuesta por las riquezas. 13. El hombre que no puede vivir por si mismo debe ser siervo. Pero aquel que puede hacerlo por si mismo puede ser un hombre libre. 14, Cuando un pueblo no puede vivir por si mismo, el gobierno es mo- narquia o aristocracia. Cuando un pueblo puede vivir por si mismo, el gobier- no puede ser la democracia. 15. Sin embargo, un hombre que tiene para vivir por si mismo pue- de ser un sirviente para ahorrar lo suyo y vivir de otro. Pero un pueblo que puede vivir por si mismo no puede ahorrar lo suyo y vivir de otro, sino que (excepto que no sean siervos, excepto si Ilegan a una democracia) debe gastar lo suyo manteniendo a sus sefiores o teniendo a otros que vi- van de él, 16, Cuando un pueblo que puede vivir por si mismo imagina que puede ser gobemnado por otros, y que tales gobenantes no van a vivir de él, no esta- mos ante el genio del pucblo sino ante cl error del pucblo. * The Commonwealth of Oceana and a System of Polities, J. G.A. Pocock (ed.), pp. 269- 293 © Cambridge University Press, 1992, Traduccién de Angel Rivero. 7 Angel Rivero 17. Cuando un pueblo que puede vivir por si mismo ni es gobernado por otros ni, mucho menos, otros viven de él, no estamos ante el error del puc- blo sino ante el genio del pueblo. 18. Del gobierno hay tres principios: la sustancia, la privacién y la forma. Capitulo I. De la sustancia del gobierno 1. Aquello que constituye la sustancia del gohierno es lo que denominamos un patrimonio, sea éste en tierras 0 en dinero. 2. Siel patrimonio lo es mas en dinero que en tierras, el porte 0 garbo del propietario tiene més que ver con sus dineros que con sus tierras, lo que con los hombres privados es corriente, pero con las naciones (excepto aque- llas que viven mas del comercio que de su territorio) no se encuentra. Por d cha causa se omite el sopesar las riquezas en dinero o en hienes, asi como su correspondiente linea de aforismos. 3. Siel patrimonio es mas en tierras que en bienes o dinero, el garbo y porte del propietario (sea un hombre o una nacién) tiene mas que ver, 0 en su totalidad, con su tierra. 4. Si un hombre tiene algiin patrimonio, puede tener algunos sirvientes ‘una familia, y en consecuencia algo de gobierno y algo que gobernar. Sino tiene patrimonio no puede tener gobierno. 5. Donde el mayor de varios hermanos lo tiene todo, o tanto que los de- mis para vivir necesitan de él, ese hermano es como si fuera el principe de esa familia. 6. Donde de muchos hermanos el mayor no tiene sino una participacion igual, o no tan desigual como para hacer que el resto tenga necesidad de é1 para vivir, esa familia es como si fuera una repiiblica, 7. Ladistribucién de la propiedad de la tierra entre los tres grandes inte- reses, el rey, la nobleza y el pueblo, puede ser igualitaria o desigual. 8. Ladistribucién igual de la tierra, como cuando un hombre o unos po- cos tienen la mitad del territorio y el pueblo la otra mitad, causa privacion de gobierno y un estado de guerra civil. Porque cuando, por una parte, el sefior 0 los sefiores son capaces de hacer valer su pretensién o derecho a gobernar, y el pueblo, por la otra, su pretensién o derecho a la libertad, esa nacién nunca Ilegaré a ninguna forma de gobierno hasta que decida esa cuestién. Y puesto que la propiedad no puede ser violada o transferida por ley alguna, tal cues- tin slo podra decidirse por la espada. 9. La desigual distribucién de la propiedad de la tierra entre los tres grandes intereses ¢s Io que causa que uno de esos tres intereses sca cl interés predominante. 10. Todo gobierno es interés, y el interés predominante es el que da sus- tancia 0 fundamento al gobierno. Es 2. El discurso republicano 11. Siun hombre lo tiene todo, o dos tercios del total de la tierra o del territorio, cl interés de un solo hombre cs cl interés predominante y es causa de la monarquia absoluta. 12. Siunos pocos hombres lo tienen todo, o dos tercios del total de la tierra o territorio, el interés de los pocos o de la nobleza es el interés predo- minante. Y donde tal cosa se da en naturaleza, causara una aristocracia pura. 13. Sisse da la aristocracia pura, o si la nobleza tiene el total o dos tei cios del total de la tierra o territorio sin un moderador o principe que la equili bre, sera el estado de guerra, en el que todos, a medida que crecen en eminen- cia o potencia, aspirarin a la monarquia. Y ninguna nobleza puede tener paz o reinar sin tener tal moderador o principe, puesto que, por una parte, lo contra- pesard o sujetard para que no sea absoluto, y por la otra, éste la contrapesara y sujetard a sus facciones para que no se precipite en armas. De lo que se sigue que si unos pocos hombres tienen el total, o dos tercios del total de la tierra 0 territorio, el interés de la nableza, que es el interés predominante, habri de producir de necesidad una monarquia regulada. 14. Silos muchos 0 el pueblo tienen el total, o dos tercios del total de la tierra o territorio, el interés de los muchos o del pueblo es el interés predomi- nante y produce la democracia. 15. Un pueblo no esté en privacién de gobierno ni bajo la monarquia absoluta, ni bajo la monarquia regulada ni bajo la democracia. Capitulo III. Sobre la privacién del gobierno 1. Donde un pueblo no esta en un estado de gobierno civil sino en un estado de guerra civil, o donde un pueblo no esta ni en estado de gobierno civil ni en estado de guerra civil, alli el pueblo se halla en privacién de gobierno 2. Donde un hombre, no poseyendo el total o alrededor de dos tercios del total de la tierra y territorio, asume para si la totalidad del poder, entonces el pueblo esté en privacién de gobierno, y esta privacién se denomina tirania, 3. Donde unos pocos hombres, no poseyendo el total o dos tercios del total de la tierra o territorio, asumen para si la totalidad del poder, alli se en- cuentra el pueblo en privacién de gobierno, y esta privacién es denominada oligarquia. 4. Donde muchos o el pueblo, no teniendo el total o dos tercios de toda la tierra o territorio, asumen para si la totalidad del gobierno, alli el pueblo se encuentra en privacion de gobierno, y esta privacion se denomina anarquia. 5. Donde la tirania, la oligarquia o la anarquia, aun no teniendo tal pro- piedad completa de la tierra o del territorio que equivaldria a gobierno verda- dero, tienen, sin embargo, una participacién en ella que les permite mantener un ejército, alli el pueblo se encuentra en privacién de gobierno y esta priva- cién es un estado de guerra civil. 39 Angel Rivero 6. Donde la tirania, la oligarquia o la anarquia carecen de tal participa- cién en la ticrra 0 en el territorio como para mantener un ¢jército, alli el puc- blo esté en privacién de gobierno, y esa privacién no es ni un estado de go- bierno civil ni un estado de guerra civil. 7. Donde el pueblo no esta ni en estado de gobierno civil ni en estado de guerra civil, alli la tirania, la oligarquia o la anarquia no pueden mantenerse por ninguna fuerza de la naturaleza, porque carecen de cualquier fundamento natu- ral y de cualquier fuerza de armas, porque no son capaces de mantener un ejér- cito. ¥ deben abandonar esa posicién impelidos por la necesidad de fundamen- to.0 ser barridas por algin tumulto. Y en este tipo de privacién la sustancia o fundamento de un gobierno bien ordenado esta preparada y dispuesta, y no ne- cesita otra cosa para su perfeccién sino la superestructura o forma adecuada. Capitulo IV. Sobre la forma del gobierno 1. Aquello que da el ser, la accién y la denominacién a una cosa o criatura es la forma de esa cosa o criatura, 2. Hay algo en la forma que no es elemental sino divino. 3. Lacontemplacién de la forma es asombrosa para el hombre, y tiene una especie de perturbacién o impulso acompafante que exalta su alma hacia Dios. 4. Asi como la forma del hombre es a imagen de Dios, asi la forma del gobierno es a imagen del hombre. 5. Elhombre es una criatura sensual y filos6fica. 6. La sensualidad en un hombre ocurre cuando éste se conduce s6lo como las bestias, esto es, nada mais que por el apetito. 7. La filosofia es el conocimiento de las cosas divinas y humanas. 8. Preservarse y defenderse de la violencia es natural en el hombre en tanto criatura sensual. 9. Tenerun impulso 0 elevarse desde la contemplacién de las cosas na- turales a la adoracién o alabanza de Dios es natural en el hombre en tanto criatura filosofica. 10. La formacién del gobierno es la creacién de una criatura politica so- bre la imagen de una criatura filoséfica, 0 es la infusién del alma o las faculta- des de un hombre en el cuerpo de una multitud. 11. Cuanto mas se refinan 0 se hacen incapaces de pasién el alma o las facultades de un hombre (en la manera de su infusién en el cuerpo de una multitud), mas perfecta es la forma del gobierno. 12. Una forma buena de gobierno no es el espiritu refinado de un hom- bre o de algunos hombres, Una forma buena de gobierno es cl espiritu refina- do de una nacién. 13. El espiritu de una nacién (refinado 0 no) no puede ser completa- mente santo 0 completamente ateo. No puede ser santo porque la mayor parte | 2. El discurso republicano del pueblo nunca sera capaz de guiarse por si sola en cuestiones de religion. Ni atco, porque la rcligién cs un rasgo tan indcleble como la razén de la natu- raleza del hombre. 14, La lengua es un intercambio tan natural entre el alma de un hombre y otto como la religién lo es entre Dios y el alma del hombre. 15. Y noesta lengua ni aquella lengua, sino una lengua determinada. Y del mismo modo, una religién determinada es natural a cada nacién, y no esta religién o aquella religion 16. Elalma del gobierno, en tanto verdadera y perfecta imagen del alma del hombre, es hasta la iltima fibra tan religiosa como racional 17. El cuerpo del gobierno, al constar de la parte sensual del hombre, es hasta la iltima brizna conservador y defensor de si mismo, como las criaturas sensuales lo son de si mismas. 18. El cuerpo del hombre, no actuado o dirigido por el alma, ¢s una cosa muerta de dolor y miseria. Pero el cuerpo de un pueblo, no actuado o conduci- do por el alma del gohierno, es una cosa viva en dolor y miseria 19, El cuerpo de un pueblo, no conducido por la razén del gobiemo, no es un pueblo sino un rebatio. No conducido por la religion del gobierno se en- cuentra en una inquieta e incémoda pérdida dentro de si. Sino es disciplinado por la direccién del gobierno no es ejército para su defensa sino derrota, Sino es dirigido por las leyes del gobierno, no hay gobierno de la justicia, Y sin re- curso a Ia justicia y a las judicaturas del gobierno, no hay remedio para las ofensas. 20. En contemplacién y en conformidad con el alma del hombre, y también para proveer de aquellas necesidades suyas que no se satisfacen de otra manera 0 que no son satisfechas por naturaleza, la forma del go- bierno consta necesariamente de estas cinco partes: la civil, que es la razon del pueblo; la religiosa, que es la que conforia al pueblo; la militar, que es a capitana del pueblo; las leyes, que son los derechos del pueblo: y las ju dicaturas, que son las vengadoras de sus agravios. 21. Las partes de la forma del gobierno son como los oficios de una casa. Y Ia ordenacién de una forma de gobierno es como la ordenacién de una casa 0 de una familia. 22. Las ordenaciones buenas hacen a los hombres malos buenos, y las ordenaciones malas hacen a los hombres buenos malos. 23. Los oligarcas (con el fin de mantener a todos los dems fuera del gobierno) pretenden que son santos, y también pretenden que aquellos en los que reina la codicia no son adecuados para reinar 0 gobernar. Pero la libido dominandi, la codicia del gobierno, es la mayor codicia, que impera mas en aquellos que tienen menos derecho a reinar, como los oligarcas. Para mu- chos, un rey y otra mucha gente ticnen un derecho incuestionable, pero un oligarca nunca. Por tanto —se sigue de su propio argumento—, la codicia de gobernar impera mas en los oligarcas, de lo que indudablemente se sigue que los oligarcas son los hombres menos adecuados para el gobierno. =) Angel Rivero 24, Aligual que en las casas, que sin tener oficios muy distintos difie- ren sin embargo mucho cn la ordenacién de la familia, del mismo modo la diferencia de forma en gobiernos distintos no consiste en los tipos o nimero de las partes, que en todos es parecida, sino en las diferentes formas de orde- nar esas partes. Y asi como las diferentes ordenaciones de una casa surgen en su mayor parte de la cantidad y la cualidad del patrimonio que es gastado o conservado, segiin si uno o mas de la familia son los propietarios, lo mismo ocurre con el gobierno. 25. Las ordenaciones de la forma, que son los modos del espiritu del gobierno, concuerdan con el temperamento del cuerpo o distribucién de las tierras y territorios y los intereses que asi surgen. 26. El interés de la monarquia arbitraria es la absolutizacién de la mo- narquia; el interés de la monarquia regulada es la grandeza de la nobleza. Y el interés de la democracia es la felicidad del pucblo, porque en la democracia el gobierno es para disfrute del pueblo, y en la monarquia el pueblo es para dis- frute del gobierno, esto es, de un sefior o mas. 27. Lautilidad de un caballo sin forraje o de un pueblo sin tomar en consideracién las necesidades de la naturaleza humana es nula. Y no pue- den satisfacerse esas necesidades de la naturaleza de cualquier forma sino mediante esas cinco partes ya mencionadas. Por cuya causa todo gobierno consta de cinco partes: la civil, la religiosa, la militar, las leyes y las judica- turas Capitulo V. Sobre la forma en las partes civiles 1. Los naturalistas que mejor han escrito sobre la generacién sefalan que todas las cosas proceden de un huevo, y que en todo huevo hay un Punctum saliens, 0 una parte que es el primer motor, como la motita pirpura en los de gallina, por cuyo funcionamiento se delinean, distinguen y forjan en un nico cuerpo organico los otros érganos y miembros. 2. Una nacién sin gobierno, o que ha caido en la privacién de forma, es como un huevo sin incubar. Y el punctum saliens, 0 primer motor de la corrupcién de la primera forma y de la generacién de la forma sucesoria, es un tinico legislador 0 un consejo. 3. Unsolo legislador, que procede de acuerdo con el arte o conocimien- to, produce a la perfeccién el gobierno de forma completa e inmediata. Pero un consejo (que opera no de acuerdo con el arte, o con lo que ante un caso nuevo sea necesario 0 adecuado, sino de acuerdo con lo se denomina el genio del pueblo, y que anhela aiin las cosas a las que est habituado, sus viejas cos- tumbres, al margen de lo meridiano que sc le mucstre a la razén que ya no se ajustan a ellas) se dedica a poner parches, y pasa una etemnidad, y pocas veces o nunca llega a perfeccién alguna, Y comiinmente termina arruinado, y se lle- na de reproches a los intentos mas nobles, y se expone a los autores de los ET , 2. El discurso republicano mismos a las mas grandes miserias mientras viven, y hasta a su memoria cuando estin muertos, y los llevan a la mayor infamia. 4. Siel punctum saliens, primer motor en la generacién de una forma, es un solo legislador, su proceder no sélo es de acuerdo con la naturaleza, sino acorde con el arte, y también comienza delineando distintos érdenes 0 miembros. 5. La delineacién de distintos 6rganos 0 miembros (asi como la forma del gobierno) es la divisién del territorio en distritos adecuados que se esta- blece de una vez para siempre y la formacién en ellos de sus propios oficios y funciones, de acuerdo con la naturaleza o verdad de la forma de gobierno que se haya introducido. 6. Los distritos en la monarquia absoluta se denominan cominmente provincias. Y en lo tocante a su delineacion 0 comienzo pueden ser igua- les o desiguales. Los distritos en la monarquia regulada, en la que los seiio- reso la nobleza, al igual que sus titulos y patrimonios, no deben ser iguales, sino diferir como una estrella difiere de otra en la gloria, son cominmente llamados condados, y han de ser desiguales. Los distritos en la democra- cia, en la que sin igualdad entre los electores dificilmente habra igualdad alguna entre los elegidos, o en la que, sin igualdad en los distritos es casi imposible, si no completamente imposible, que pueda haber igualdad en la republica, son propiamente llamados tribus, y han de ser por encima de todo iguales. 7. La igualdad o paridad ha sido presentada como una cosa odiosa, y entendida como si implicara la igualacién de los patrimonios de los hombres. Pero si la nobleza, al margen de lo desigual de sus titulos 0 patrimonios, llega aarribar a la verdad de la aristocracia, sus votos y su participacién en el go- bierno deben ser de pares regni, esto es de pares 0 en paridad entre ellos. Asi, del mismo modo, el pueblo, en consonancia con la verdad de la democracia, debe ser par o estar en paridad entre si, y no que esté su patrimonio obligado a nivelarse. 8. La industria es de todas las cosas la que mas acumulaci6n produce, y la acumulacién de cosas es enemiga de la nivelacién. Y los ingresos del pue- blo son los ingresos de la industria. Por tanto, aunque alguna nobleza (como lade Israel y la de los lacedemonios) puede hallarse que haya sido niveladora, jamas lo ha sido pueblo alguno del mundo. 9. Los distritos, una vez establecidos, han de ser, a continuacién, for- mados para sus oficios y funciones propias, de acuerdo con la verdad de la forma que ha de introducirse. En general se trata de formarlos como si fueran gobiernos distintos, y de dotarlos de gobernantes diferentes. 10. Los gobiernos o gobernantes son supremos o subordinados. Para la monarquia absoluta, cl admitir cn sus distritos gobicrnos 0 gobernantes que no sean subordinados sino supremos seria crasa contradiccién. Pero que la monarquia regulada y la democracia pueden hacerlo puede verse en los prin- cipes de Alemania y en los cantones de Suiza. No obstante, éstos son gobier- | Angel Rivero nos que han derivado a esto no de la sabiduria de un legislador sino del acei- dente, y con mala disposicién de la sustancia, por lo que no sélo son incapa- ces de grandeza sino incluso de cualquier estado de perfecta salud, No pue- den, por tanto, caer bajo la consideracién del arte, del que no derivan, sino de la suerte, a la cual les dejamos. Y, por hablar de acuerdo con el arte, pro- nunciamos que, tanto en la democracia, como en la monarquia regulada como en la monarquia absoluta, los gobernantes y gobiernos de las distintas subdivisiones no deben ser soberanias, sino estar subordinados a un sobera- no comin. 11. Los gohernantes subordinados lo son por voluntad, de por vida o por rotacién o cambio. 12. En la monarquia absoluta los gobernantes de las provineias deben serlo a voluntad o por rotacién pues si no el monarca no seria absoluto. En la monarquia regulada, los gobernadores de los condados pueden serlo de por vida o de forma hereditaria, como los condes y sefiores, o durante algin pe- riado y por rotacién, como los vizcondes o alguaciles. Fn la democracia, el pueblo es servidor de sus gobernantes de por vida, y por tanto no puede ser libre. O los gobernantes de las tribus los son por rotacién y durante un perio- do determinado, excluyendo a la parte que haya ostentado la magistratura durante aquel periodo de ser elegida de nuevo para el mismo hasta que expire un igual intervalo o vacante. 13. El periodo en el que un hombre puede administrar el gobierno con bien, y no tomarlo para su dato, es el periodo mas adecuado para ostentar la magistratura, Y tres afios en una magistratura, descrita por la ley bajo la que ha vivido un hombre, y que éste conoce por el desempefio o prictica de otros, ¢s un periodo en el cual éste no puede tomar el gobierno para su dafio, sino que puede administrarlo con bien, y tal magistratura o gobierno debe constar de diversas funciones. 14. Los gobernantes en distritos subordinados tienen comtnmente tres fanciones: la civil, la judicial y la militar. 15. En la monarquia absoluta el gobierno de una provincia consta de un gran visir, 0 gobernador, durante tres afios, con su consejo o divan para cuestiones civiles y su guarda de jenizaros y espahies, esto es, a pie y a caba- Ilo, y con poder de leva y autoridad sobre los timariotas 0 agricultores mili- tares. 16. En la monarquia regulada el gobierno de un condado consta de un conde o sefior de por vida o de un vizconde 0 alguacil durante un periodo li- mitado, con poder en determinados asuntos civiles y judiciales y con leva y autoridad de posse comitatus. 17. Endemocracia, el gobierno de una tribu consta de un consejo 0 cor- te, cn una terecra parte clegido anualmente por la gente de tal tribu para el go- bierno civil, judicial y militar de la misma, asi como también para presidir la eleccién de diputados de esa tribu para la provisién anual de una tercera parte de las asambleas comunes y soberanas de la totalidad de la repiiblica, es de- be 2. El discurso republicano cir, del senado y de la asamblea popular. En estas dos tiltimas son reunidas de nuevo las tribus, ya delincadas y diferenciadas en adecuados drganos 0 cn precisos miembros dispuestos para ser accionados por esas asambleas popu- lares, para su conexién en un cuerpo entero y orginico. 18. Un parlamento de médicos nunca habria descubierto la circulacion de la sangre, ni un parlamento de poetas habria escrito la Eneida de Virgilio. Por tanto, de este tipo es el proceder de un solo legislador en la formacién del gobierno. Pero si el pueblo, sin un legislador, realiza tal tarea mediante un cierto instinto que hay en él, nunca iré mas lejos de la reunién de una asam- blea. Porque no habra tomado en consideracin que la formacidn del gohier- noes tanto un trabajo de invencién como de juicio, y que una asamblea puede ser excelente juzgando las cuestiones que ante ella se presenten, pero que la invencién es contraria a la naturaleza de una asamblea igual que lo es de los miisicos en concierto, que pueden interpretar y juzgar cualquier aire que se les ofrezea pero que nunca estarén de acuerdo en cémo inventar una pieza de miisiea 19, En los consejos hay tres tipos de resultados, y cada tipo de resulta- do hace una forma diferente. Un consejo que resulta en un principe hace la monarquia absoluta. Un consejo que resulta en la nobleza, o donde sin contar con la nobleza no hay resultado, hace la aristocracia o la monarquia regula- da, Un consejo que resulta en el pueblo hace la democracia. Hay un cuarto tipo de resultado 0 consejo que no equivale a forma alguna, sino a la priva- cién del gobierno. Esto es, un consejo que no constando de una nobleza da, sin embargo, a la misma como resultado, y que es denominada oligarquia. Por tanto, el pueblo, que pocas veces o nunca iré mas lejos de elegir una asamblea sin otro resultado que ella misma, en lugar de la democracia intro- duciré la oligarquia. 20. Elresultado iiltimo en cada forma es el poder soberano. Si el resul- tado ultimo es total y tinicamente el monarca, ese monarca es absoluto. Si el resultado iiltimo no lo es completa y tinicamente el monarca, ese monarca es regulado, Si el resultado es total y tnicamente el pueblo, el pueblo esta en li- bertad o la forma del gobierno es la democracia. 21, Puede suceder que la monarquia fundada sobre la aristocracia, y por tanto regulada en su fundacién, consiga mediante ciertos expedientes e intru- jones (como hoy en dia ocurre en Francia y en Espafia) que la administraci6n parezca o se denomine absoluta. De lo cual trataré extensamente cuando ha- ble de la razén de Estado o de la administracién. 22. Cuando el resultado iiltimo es la totalidad del cuerpo del pueblo, si la republica es de extension considerable, es completamente impracticable. Y sil resultado iiltimo no es sino una parte del pueblo, el resto no est en li- bertad ni el gobierno es demoeratico. 23. Asi como todo un ejército no puede cargar instantineamente, sino que se ordena que cada soldado lo haga cuando le toque para que cargue todo el ejército, del mismo modo todo el pueblo no puede ser el resultado al mismo | Angel Rivero tiempo, sino que ha de ordenarse que cada cual a su debido turno sea resulta- do de todo el pucblo. 24. Una asamblea popular, correctamente ordenada, da a cada cual su turno para que sea resultado de todo el pueblo 25. Si la asamblea popular consta de un centenar o mas de miembros, reemplazados anualmente en una tercera parte mediante nuevas elecciones hechas en todas las tribus del pueblo, esta correctamente ordenada. Es decir, esta constituida de tal manera que tal asamblea no tiene otro interés que dar como resultado sélo aquello que es en interés de todo el pueblo, 26. Pera vano es el resultado cuando no hay nada que resolver. Y cuando la madurez del debate no precede, alli no hay cosa sobre la que re- solver. 27. El debate, para que sea maduro, no puede ser organizado por una multitud. ¥ para que el resultado sea popular no puede ser realizado por unos pocos. 28. Si un consejo habilitado para el debate tiene en si tamhién el resul- tado, es oligarquia. Si una asamblea habilitada como resultado se arroga también el debate, es anarquia, Debate en un consejo no habilitado como re- sultado y resultado en una asamblea no habilitada para el debate, eso es de- mocracia. 29. Noes mas natural que un pueblo decida sobre sus propios asuntos a que lo haga sobre aquello que le presente el consejo de letrados, al menos si se aprueba universalmente el dicho de Pacuvio de que a un pueblo o lo go- bierna un rey o lo aconseja un senado. 30. Donde el senado no tiene intereses diferenciados es donde el pue- blo es aconsejable y no se aventura en el debate. Donde el senado tiene un in- terés distinto, alli el pueblo no es aconsejable, sino que cae en discusion intestina y por tanto en la confusién. 31. Delos senados hay tres tipos: primero, un senado elegible sélo entre la nobleza, como el de Roma, que no se contentard con ser meramente el con- sejo del pueblo, sino que sostendra que sus integrantes son sefiores del pueblo y nunca cejardn en sus pretensiones hasta que hayan arruinado la repiiblica. En Segundo lugar, un senado elegido de por vida, como el de Esparta, que seria una especie de nobleza y que tendria una especie de rey espartano. Y un sena- do por rotacién, que, para estar bien constituido, ha de ser sosegado y no ha de pretender nunca ser més que un consejo de letrados del pueblo. 32. Entercer lugar, un senado bien constituido est formado, por ejem- plo, por trescientos senadores, renovables en un tercio anualmente mediante nuevas elecciones en las tribus, y en él se debaten todos los asuntos civiles y se promulga a toda la nacién lo que hayan debatido. Esta promulgacién ha de hacerse con suficiente antelacién en el tiempo para que las cuestiones debati- das se propongan, sean comiimente conocidas y comprendidas y sean pro- puestas después a resolucién de la asamblea popular, que sélo ha de ser testi- monio de cada acto piblico. ES 2. El discurso republicano Asi completada Ia forma de gobierno (de la parte civil), se resume en los tres aforismos siguientes: 33. La monarquia absoluta (para la parte civil de la forma) consta de distintas provincias bajo distintos gobernadores, todos ellos igualmente su- bordinados a un gran sefior o seftor principal, con su consejo o divan en el que se debate y propone, con él como resultado total y tinico. 34. La monarquia regulada (para la parte civil de la forma) consta de distintos principados o condados bajo distintos sefiores o gobernantes, que si estn bien constituidos estén igualmente suhordinados al rey y a sus pares 0 al rey y asus estados reunidos en el parlamento, sin cuyo consentimiento el rey no puede hacer nada. 35. La democracia (para la parte civil de la forma), si esta bien consti- tuida, consta de distintas tribus bajo el gobierno de distintos magistrados, cor- tes 0 consejos, renovables regularmente en una tercera parte mediante elec- ciones y subordinados a un senado constituida por no mas de trescientas senadores, y por una asamblea popular constituida por no menos de mil dipu- tados. Cada uno de ellos igualmente renovables de forma regular en un tercio mediante elecciones anuales en las tribus, siendo el debate en el senado, y la asamblea popular resultado de toda la repiblica. Capitulo VI. De la forma en la parte religiosa 1. La forma de la parte religiosa admite la libertad de conciencia en todo 0 en parte o no admite la libertad de conciencia en absoluto. 2. La libertad de conciencia entera, o en total, es cuando un hombre, de acuerdo con los dictados de su propia conciencia, realiza el libre ejerci- cio de su religién, sin impedimento de su promocién o empleo en el Es tado. 3. La libertad de conciencia en parte es cuando un hombre de acuerdo con los dictados de su conciencia puede tener libre ejercicio de su religion. Pero si ésta no es la religion nacional, sera por tanto privado de promocién o empleo en el Estado. 4. Cuando la forma no admite el libre ejercicio de ninguna religion sal- vo aquella que es la nacional, alli no hay libertad de conciencia. 5. Los hombres que tienen medios para afirmar su libertad de concien- cia tienen medios para afirmar su libertad civil. Y lo hardn si son oprimidos en sus coneiencias. 6. Los hombres que participan de propiedad, o en empleos civiles o mi- litares, tienen los medios para afirmar su libertad de conciencia. 7. La monarquia absoluta, siendo el nico propietario, puede admitir la libertad de conciencia a aquellos que no son elegibles para los empleos ci- viles o militares, pero no admitiré medios para afirmar su libertad civil, 97 Angel Rivero como ocurre con los cristianos griegos bajo los turcos, quienes, aunque dis- frutan de libertad de conciencia, no pueden afirmar su libertad civil, porque ni tienen propiedad ni empleos civiles 0 militares, 8. La monarquia regulada, no siendo el tinico propietario, no admitira naturalmente la libertad de conciencia, y menos ain admitir los medios para afirmar la libertad civil, como se vio tiltimamente en Inglaterra con el derro- camiento de los obispos, que, en buena medida, son la mitad del fundamento de la monarquia regulada. 9. Lademocracia, no siendo otra cosa que entera libertad —y no siendo la libertad de conciencia sin la libertad civil y la libertad civil sin la libertad de conciencia sino libertades a medias—, debe admitir la libertad de conciencia tanto para la perfeccién de su presente ser como para su futura seguridad. Para la perfeccién de su ser presente por las razones ya mostradas, puesto que sino lo hicicra disfrutaria de libertad a medias. Y para la libertad futura, por- que esto excluye la monarquia absoluta, que no se compagina con la libertad de conciencia total, y Ia monarquia regulada, que no puede estar segura con ellaen parte alguna. 10. Sise dice que en Francia hay en parte libertad de conciencia, tam- bién esta claro que mientras la jerarquia se mantiene, esta libertad cae, y si al- guna vez derroca a la jerarquia, derrocaré también a la monarquia, por lo que la monarquia o Ia jerarquia la apoyaran de antemano solo si ven en ella su verdadero interés. 11. Cuando el resultado ultimo de la monarquia es un hombre, 0 unos. pocos hombres, la religion nacional de la monarquia puede acontecer que no sea la religién de la mayor parte del pueblo; pero el resultado en democracia es que sea la de la mayor parte del pueblo; por tanto, no puede sino ocurrir que la religion nacional sea la de la mayor parte del pueblo. 12. La mayor parte del pueblo, si esté autorizada en cuestiones de reli- gidn a ser su propio lider, tendré en tales temas una iniciativa publica. O sera excluida de su voluntad en tal particular, siendo privada de su libertad de con- ciencia. 13. Alli donde la mayor parte de la gente est excluida de su libertad por una minoria no hay ni libertad de conciencia ni democracia sino oligar- quia espiritual u oligarquia civil. 14. Donde la mayor parte no esti excluida de su libertad de conciencia por la minorfa, entonces hay religién nacional. 15. Lareligion nacional es coercitiva 0 no coercitiva. 16, La religién no esta de natural subordinada a ningiin interés co- rrupto 0 mundano, por cuya causa, para sujetarla al interés, debe ser coer- citiva. 17. Cuando la religién es cocreitiva 0 esta sujeta al interés no hay, 0 no habré por mucho tiempo, verdadera religi6n. 18. Donde la religion no es coercitiva, 0 no esta sujeta a interés alguno, hay, o al menos no hay impedimento para que haya, verdadera religi6n. a; 2. El discurso republicano 19, Lamonarquia absoluta pretende la infalibilidad en cuestiones de re- ligién, y no emplea a nadic que no sca de su propia fe y castiga a sus apéstatas con la muerte y sin clemencia. 20. Lamonarquia regulada no va muy lejos de esta pretensién, pero, es- tando constituida por propietarios, si tales disienten, y como con frecuencia tienen medios para defenderse, no siempre logra el ejercicio de un poder pa- recido. 21, Lademocracia no pretende la infalibilidad. En cuestiones de religién no es mas que una espectadora, que no priva a su pueblo de su libertad de con- ciencia sino que educa, a quienes gustan, en tal manera o conocimiento de las, cosas divinas que les hace capaces, de la mejor manera, de hacer uso de su li- bertad de conciencia, y que se realiza mediante la religién nacional. 22. La religién nacional, para ser tal, debe tener un ministerio 0 clero nacional. 23. El clero puede ser terrateniente 0 asalariado. 24, Unclero terrateniente que posea un tercio del territoria es aristocra- cia. Y por tanto igualmente incompatible con la monarquia absoluta y con la democracia. Pero para la monarquia regulada es en buena medida un apoyo, y hace bueno el dicho de que sino hay obispo no hay rey. 25. Lasoberania del principe en la monarquia absoluta, y del pueblo en la democracia, no admiten contraposicion; en cada una de éstas el clero no puede poseer tierras. Sin embargo, ha de pagarseles porque su trabajo bien lo merece, 26. Unclero muy terrateniente es para la monarquia regulada una gran gloria. Un clero mal pagado es para la monarquia absoluta o para la democra- cia una gran infamia. 27. Unclero terrateniente o asalariado es jerarquico o es popular. 28. Unclero jerarquico es de ordenacién monarquica. Un clero popular recibe su ordenacién por eleccién del pueblo. Siendo asi completada la forma del gobierno (en la parte religiosa), se resume en los tres aforismos siguientes: 29, La monarquia absoluta (para la parte religiosa de la forma) consta de un clero jerarquico y de un alcorn (0 de algin libro que se transmita con naturaleza de Escritura) interpretable s6lo por el principe y por su clero, y s6lo permite la libertad de conciencia a aquellos no susceptibles de recibir empleo. 30. Lamonarquia regulada (para la parte religiosa de la forma) consis- te en una jerarquia aristocratica de la liturgia y de las Sagradas Escrituras (0 de algin libro de ese tipo transmitido para el gobierno de la fe), interpreta- bles s6lo por el elero; no admite libertad de conciencia, excepto por mera ne- cesidad. 31. La democracia (para la parte religiosa de la forma) consta de un clero popular, de unas Escrituras (o algiin otro libro que se reconozca como | Angel Rivero divino), con un directorio, para la religién nacional, y un consejo para el mantenimicnto de la religién nacional ¢ igualmente de la libertad de con- cienci Capitulo VIL. De la forma en la parte militar 1. Un hombre puede perecer por la espada. Pero ningiin hombre empufia la cespada para perecer, sino para vivir con su ayuda. 2. Hay tantas maneras de vivir por la espada como formas hay de m licia, 3. Siun principe es sefior de todo, o de dos tercios del total del territo- rio, y lo divide en granjas militares a voluntad y sin renta, bajo condicién de servicio en armas a su propia costa y siempre que lo ordene, es la espada de una monarquia absoluta, 4. Si la nobleza, siendo duefia del total o de dos tercios del total del territorio, deja a voluntad sus tierras a los arrendatarios, por buenos cuartos © mediante contratos de usuffucto ligados a sus ordenes, éstos sirven en ar- mas mediante pago, y es la espada de la monarquia regulada. 5. Enlos paises que no tienen infanteria 0 milicia comunera libre, como en Francia y Polonia, la nobleza misma constituye un vasto cuerpo a caballo y es la espada de tal monarquia 6. Siun pueblo, en el que no hay sefior ni seftores del total ni defensa de su libertad ni de su vida, forma guardia 0 toma las armas por reemplazos, es la espada de la democracia. 7. Hay un cuarto tipo de milicia, o de hombres que viven de forma mis inmediata por la espada: son los soldados de fortuna o ejército mercenario. 8. Lamonarquia absoluta debe estar bien provista de guardas de corte 0 de ejército mercenario. De otro modo, sus granjeros militares no tendrian im: pedimento para llegar a ser propietarios, y la monarquia misma careceria de impedimento para mutar en democracia. La forma de gobierno asi completada (para la parte militar) se resume en los tres aforismos siguientes: 9. En la monarquia regulada donde hay infanteria no se necesita ejérci- to mercenario. Y alli la gente vive tolerablemente bien. 10. En lamonarquia regulada donde no hay infanterfa sino que la noble- za misma constituye un vasto cuerpo a caballo, debe haber también una infan- teria mercenaria, y alli el pueblo lo constituyen campesinos o esclavos. 11. No hay’tal cosa en naturaleza como una monarquia (absoluta 0 re- gulada) que subsista ‘imicamente mediante un ejército mercenario y sin una infanterfa 0 caballeria plantada en las tierras del monarca o de su entera no- bleza. To 2. El discurso republicano Capitulo VII. Sobre la forma de la parte legal 1, Aunque la justicia no es el interés de un gobierno, el interés de tal gobier- no ser su justicia. 2. Déjese que la equidad o la justicia sean lo que se quiera, pero si un hombre juzga o resuelve su propio caso, resolvera de acuerdo con su propio interés. 3. Todo gobierno, sin necesidad de resultar detestable frente a algo su- perior, resuelve a su favor. 4. Flresultado tiltimo en cualquier gobierno es la ley en tal gobierno. 5. Enlamonarqufa absoluta, el resultado iltimo es el monarca. 6. Ena aristocracia 0 monarquia regulada, el resultado iltimo esta en los sefiores o pares, pero no fuera de ellos. 7. Endemocracia cl resultado ultimo es el pucblo. 8. La ley en la monarquia absoluta se encuentra en tal desproporcién con la equidad natural como el interés de un hombre respecto al interés de toda la humanidad. 9. Laley en la aristocracia tiene tal desproporcién con la equidad natu- ral como el interés de unos pocos respecto al interés de la humanidad. 10. La ley en la democracia tiene tal desproporcién con la equidad natural como el interés de una naci6n respecto al interés de toda la huma- nidad. 11. Algunos gobiernos estin mucho més cerca de la equidad natural que otros. Pero en caso de que la equidad natural y la autopreservacién entren en competici6n, es tan natural la autopreservaci6n a toda criatura que en tal caso ningin gobierno tiene mayor consideracién a la equidad natural que otro. 12. Un hombre puede entregarse a la muerte o a la destruccién para sal- var a una nacién, pero ninguna nacién se entregara para salvar a la humani dad. 13. Maquiavelo es censurado por decir que «no ha de tenerse ninguna consideracién hacia lo justo o lo injusto, hacia lo magnénimo o lo cruel, hacia lo honorable o lo ignominioso, si se trata de preservar un Estado, o preservar la libertad», Es ésta, en su manera de expresarse, una forma cruda, Pero ima- ginese una nacién que se entrega a la muerte 0 a la destruccién por nada mas que la fe dada o un acuerdo al que se tiende, que si no se hubiera dado tal acuerdo o dado tal fe, ya no seria piedad sino locura. 14. Dondequiera que esti el poder de hacer la ley, alli s6lo se encuentra el poder de interpretar la ley asi hecha. 15. Dios, que da su ley al alma del hombre que voluntariamente la re- cibe, cs cl unico intérprete de tal Iey para tal alma, y asi ¢s al menos el jui- cio de la democracia, Con la monarquia absoluta, y con la aristocracia, es una maxima innata que el pueblo ha de ser engaiiado en dos cosas: en su re- ligion y en su ley. O que la iglesia 0 ellos mismos son los intérpretes de las 7 Angel Rivero Escrituras, como en la antigiiedad lo fueron los sacerdotes de los libros de las sibilas. Asi completada la forma de gobierno (para la parte legal), se resume en os tres aforismos siguientes: 16. Lamonarquia absoluta (para la parte legal de la forma) consta de le- yes que se pretende que Dios ha proporcionado 0 dado al rey y a los sacerdotes ¢l poder de interpretar. O consta de aquellas leyes que el monarca escoge o ha escngido. 17. Laaristocracia (para la parte legal de la forma) consta de aquellas leyes que la nobleza escoge o ha escogido. O de aquellas que el pueblo esco- ge 0 ha escogido siempre que hayan sido aprobadas por los sefiores, 0 por el rey y sus scfiores. 18. La democracia (para la parte legal de la forma) consta de aquellas leyes que el pueblo, con el asesoramiento de su consejo a del senada, escoge ohaescogido. Capitulo IX. De la forma en la parte judicial 1. Lamultiplicidad de las leyes, al ser multiplicidad de trampas para el pue- blo, causa la corrupeién del gobierno. 2. Laescasez de leyes precisa de poder arbitrario en los tribunales 0 ju- dicaturas. 3. El poder arbitrario (en referencia a las leyes) es de tres tipos: (1) en la claboracién, alteracién, derogacién o interpretacion de las leyes, que perte~ necen al poder soberano; (2) en la aplicacién de las leyes a casos que nunca han sido iguales; (3) al reconciliar las leyes entre ellas. 4. No hay dificultad en absoluto al juzgar cualquier caso de acuerdo con la equidad natural. 5. El poder arbitrario hace a cualquier hombre juez competente por su conocimiento, pero, al dejarlo a su propio interés, que a menudo es contrario al de la justicia, se le hace un juez incompetente, respecto a que puede ser par- cial. 6. Lapareialidad es la causa de que las leyes pretendan aborrecer el po- der arbitrario, No obstante, a la vista de que ningin caso es igual que otro, en toda judicatura ha de haber algo de poder arbitrario. 7. La eseasez de leyes produce poder arbitrario en su aplicacion. Y la multiplicacién de leyes produce poder arbitrario en su reconciliacién y tam- bién en su aplicacién. 8. Elpoder arbitrario, donde no puede errar, hace la mayor justicia. Por- que ninguna ley estard jamds tan bien estructurada que sin poder arbitrario no caiga enel error. be STFS 2. El discurso republicano 9. El poder arbitrario, si va en el interés de uno 0 de unos pocos, no hace una judicatura justa. 10. El poder arbitrario, si lo es en el interés de todo el pueblo, hace una judicatura justa. 11. Todas las judicaturas y todas las leyes, que han sido hechas por el poder arbitrario, permiten la interpretacién del poder arbitrario y reconocen y apelan ellas mismas a él. 12. Aquella ley que deja el menor poder arbitrario al juez 0 a la judica- tura es la ley mas perfecta. 13. Las leyes que son las menos, las mas claras, y las mas breves, y que dejan el menor poder arbitrario al juez o a la judicatura, son una luz para el pueblo y hacen mas incorruptible al gobierno. 14, Las leyes que le dejan perplejo, son intrincadas, tediosas, volumi- nosas, dejan el mayor poder arbitrario al juez 0 a la judicatura y estan sem- bradas de trampas para el pueblo hacen mas corrupto al gobierno. 15, No tener a Ia vista ley alguna puede ser tan perfecto como no dejar el poder arbitrario a la judicatura, Esa es la mejor constitucién de la judicatu- ra, donde el poder arbitrario puede hacer el menor daiio, y la peor constitu- cién de una judicatura es donde el poder arbitrario puede hacer el mayor dato. 16. El poder arbitrario en un juez hace mucho dafto, en pocos jueces hace menos dafio, y donde menos dafio hace es en una multitud de jueces. 17. La apelacién iiltima de todas las judicaturas inferiores se hace aun juez o judicatura soberanos, 18. El resultado iltimo de todo gobierno (en la monarquia absoluta, el monarca; en la aristocracia o en la monarquia aristocritica, los pares; en la democracia, la asamblea popular) es un juez soberano o una judicatura sobe- rana que son arbitrarios. 19. El poder arbitrario en las judicaturas no es tal que no haga uso de la ley, sino aquel por el que hay un uso correcto que ha de hacerse de las leyes. 20. La judicatura en la que el juez o los jueces no son detestables por su parcialidad o su interés privado no puede hacer un uso equivocado del poder. 21. Lajudicatura que no puede hacer un uso erréneo del poder debe ha- cer un uso correcto de la ley. 22. Toda judicatura consta de un juez o algunos jueces sin un jurado. O de un jurado en el estrado sin juez o jueces. O de un juez o jueces en el estrado yun jurado en el banquillo. Asi completada la forma de gobierno (para la parte judicial), se resume en los tres aforismos siguientes 23. La monarquia absoluta (para la parte judicial de la forma) no ad- mite jurado alguno, sino que es una especie de cadi o juez de la ciudad, y como se sabe, con apelacién a un cadaliskar o juez provincial, que también ( — Angel Rivero tiene apelacion a un mufii, que es de la confianza del gran sefior o del mo- narea. 24, Laaristocracia o monarquia aristocratica (para la parte judicial de la forma) puede admitir un jurado, aunque sélo en el banquillo, y consta de algo asi como delegados 0 jueces ordinarios, con apelacién a la casa de los pares. O algiin tipo de tribunal como el parlamento en Paris, que era, cuando fue instituido en el reinado de Hugo Capeto, un parlamento de prin- cipes soberanos. 25. La democracia (para la parte judicial de la forma) tiene algo asi como un jurado en cada estrado y en cada tribu, que consta de treinta perso- nas o ms elegibles anualmente en una tercera parte por el pueblo de tal tribu, con apelacién a una judicatura que resida en la ciudad capital de pareci- da constitucién, elegible anualmente en una tercera parte del senado, de la asamblea popular o de ambas. Y en la que hay también apelacién al pucblo, esto es, a la asamblea popular. Capitulo X. De la administracién del gobierno, o razén de Estado 1, Asi como la sustancia de un barco o de una casa es una cosa, la forma de un barco 0 de una casa es otra cosa y la administracién 0 razén de un barco 0 de una casa una tercera, asi la sustancia del gobierno o del Estado es una cosa, Ja forma del gobierno o del Estado es otra y la administracién del gobierno (que es lo que propia y verdaderamente se denomina razén de Estado) es una tercera. 2. Hay quien juega, y por tanto no puede guardar las cartas, y hay quien guarda las cartas y por tanto no juega. 3. Laadministracién del gobierno, o razén de Estado, cuando se propo- ne jugar honradamente es una cosa. Cuando se propone guardar las cartas es otra cosa. 4. Larazén de Estado en un reino o una repiilica es lo que en una fami- lia se denomina aprovechar la oportunidad. 5. Elcabeza de familia la mantiene en sus antiguos limites 0 incrementa sus posesiones, y mira muy bien a la mejor oportunidad, al menos si juega limpio. Esto es, mediante sus propias habilidades, su buena fortuna o las re- glas. Pero si no se juega limpio, un patrimonio, al margen de cémo se haya obtenido, no es por ello menos patrimonio ni ha de dejarse de legar por ley a sus sucesores. 6. Siun pueblo, a través de su propia industria o de la prodigalidad de sus sefiores, llega a adquirir la libertad; si unos pocos mediante su industria 0 a través de la locura o de la pereza del pucblo Ilegan a devorarlos y hacerse ellos sefiores; si un sefior por su poder o por su virtud, 0 a través de la necesi- dad, de su sabiduria o de su locura, sobrepasa al resto de los sefiores y se hace rey, todo esto es juego limpio y honesto. a, 2. El discurso republicano 7. Larazén de Estado, si hablamos de ella como juego limpio, puede ser exterior o interior. 8. Laraz6n de Estado exterior consiste en contraponer a los principes y estados extranjeros de forma tal que obtengas ganancia de ello o, al menos, que no ganena tu costa. 9. La razon de Estado interior es la administracion del gobierno (no su usurpacién) de acuerdo con su fundacién y superestructuras. Si éstas son bue- nas la razén de Estado es dejarlas tal cual. No siendo buenas, ésta sera el en- mendarlas. Y si son buenas y malas, ésta sera el alterarlas. Y si se usurpa el gobierno, la razn de Estado es la forma y medios necesarios mediante los cuales tal usurpacién se hace buena o se mantiene. 10. La raz6n de Estado, en una democracia, correctamente fundada y correctamente ordenada, es cosa de gran facilidad tanto en relacién a lo exte- rior como a lo interior. En lo exterior, porque una buena democracia, dando peso a dos 0 tres de los principes mas grandes, conducir el equilibrio exterior a placer. Fn lo interior, porque no consiste en otra cosa que en frenar toda acumulacién para que el Estado no devenga mondrquico. Cuando una razon de Estado se ejerce bien, todo va bien. Cuando una raz6n de Estado se des- cuida, el resto va con el tiempo indefectiblemente a la ruina. 11. Laraz6n de Estado, en una democracia que no esta bien fundada, puede florecer en el exterior y sostenerse. Pero en casa languidecera o dard pie a dos razones de Estado. Esto es, la razn de Estado u érdenes de la nobleza, que es la de mandar sobre el pueblo, y la raz6n u ordenes de Estado popular, que es la de hacer que reine la igualdad en la repiiblica. Estas dos razones, al ser irreconciliables, se ejercerdn la una contra la otra, primero en disputas, después en intrigas, a continuacién Ilegara la violencia abierta y con ella la ruina profunda de la republica, como ocurrié en Roma. 12. La raz6n de Estado en la monarquia absoluta (exterior o interior) tiene tres facetas: la primera, mantener a los granjeros militares 0 timariotas en su primitiva institucién; a continuacién, cortar todo aquello que crezca por encima de su debida estatura o que levante la cabeza por encima del resto acortndolo lo que haga falta; y por tiltimo, mantener ejercitadas 13. En la monarquia aristocratic, la raz6n de Estado (referida al total) no es sino una cosa, y es ésta la de preservar la contraposicién del rey y los dos, tres 0 cuatro estados. Porque en algunos paises, como Polonia, hay s6lo dos estados: el clero y la nobleza. En otros, como Suecia, hay cuatro: la nobleza, la burguesia, el clero y los comunes; en muchos otros hay sélo tres: los sefiores espirituales, los seiiores temporales y los comunes. 14, Ena monarquia aristocratica, la razon de Estado (referida a las par- tes) es cosa multiforme. Cada estamento tiene su peculiar razon de Estado. La del rey es neutralizar a la nobleza para que la pueda sujctar. La razén de Esta~ do de la nobleza es neutralizar al rey, para que no devenga absoluto. La razon de Estado comin del rey y la nobleza es no dejar que se levante el pueblo. Y la razén de Estado del pueblo es marchar hacia su libertad. 0 Angel Rivero 15. En las formas que son puras, o en los gobiemnos que no tienen mas quc un principe absoluto 0 un tnico cstamento, como cn la monarquia abso- luta y en la democracia pura o igualitaria, no hay sino una razon de Estado, y es ésta la de preservar entera la forma. En las formas mixtas (como en una re- piiblica desigualitaria en la que haya dos estados y en la monarquia aristocré- tica, en la que hay un rey y dos o hasta tres estados) hay tantas razones de Es- tado para romper la forma que no ha habido replica desigualitaria en la que el pueblo no haya traido la democracia o la nobleza la monarquia. Y rara es la monarquia aristocratica en la que (omitiendo las guerras de la nobleza con el rey o con ella misma) el pueblo no haya derrocado al rey 0 el rey no haya con- ducido al pueblo a la esclavitud. La monarqufa aristocratica es el verdadero teatro de los negociantes de pleitos y de la experimentacién politica, o las aguas profundas en las que Leviatan, el ministro de Estado, encuentra su pa- saticmpo. 16. La queja de que, en estos iltimos tiempos, el conocimiento de las cuestiones de principes se limita a finas gratificaciones y bandazos frente a los peligros y datios cuando estin cerca, en lugar de ser el conocimiento de un curso de accién sélido y fundamentado que los mantenga alejados, es una queja que esta en las calles de la monarquia aristocratica, Y que no se puede remediar, porque si no se fragmenta la nobleza, el rey esta en peligro. Y si se fragmenta la nobleza, la monarquia se arruina. 17. Unabsurdo en la forma del gobierno (como que en una monarquia pueda haber dos monarcas) desencadena el dafio en la administracién y diver- sos males en la razén de Estado, como la muerte de Remo por Rémulo o los monstruosos asesinatos de los emperadores romanos. 18. Lausurpacién del gobierno es un exceso que convierte las mejores artes en las peores: nemo unquam imperium flagitio acquisitum bonis artibus exercuil 19. Asi como en la privacién de virtud y en la mendicidad, los hom bres son tiburones o ladrones, y la razén de su forma de vida es muy con- traria a la de la frugalidad, del mismo modo, en la privacién del gobierno, como ocurre en la anarquia, en la oligarquia y en la tirania, aquello que sea la razOn de Estado es algo directamente opuesto a lo que en realidad es. De ahi que todas aquellas maximas negras establecidas por algunos politicos, particularmente por Maquiavelo en su Principe, son condenadas al fuego incluso por aquellos que, no viviendo de otra forma, podrian pillarse los dedos. 20. La raz6n de Estado es justa y recta cuando sobre unos cimientos verdaderos se erige una superestructura o forma adecuada. Pero no dejes en paz a nuestro politico hasta que cumpla; si tu casa est inclinada, los puntales no estan derechos. 21. Coge a un malabarista y alabale sus trucos, pero nunca demasiado, porque al hacerlo muestras sus trucos y le arruinas. Hay que confesar que esto es lo que le ha pasado a Maquiavelo. be STII 2. El discurso republicano 22. La corrupcién en el gobierno hay que leerla y hay que considerarla en Maquiavclo, del mismo modo que las enfermedades del cuerpo del hom- bre han de leerse y considerarse en Hipécrates. 23. Ni Hipécrates ni Maquiavelo introdujeron enfermedades en el cuer- po del hombre ni corrupeién en el gobierno, pues ya existian antes que ellos. Y no buscando otra cosa que su descubrimiento ha de confesarse que mu- cho de lo que han hecho tiende no a su incremento sino a su cura, que es la verdad de estos dos autores. 0 Angel Rivero 2.3 Madison, Hamilton y Jay: «De la utilidad de la unién como salvaguarda frente a las facciones e insurrecciones internas»* Entre las muchas ventajas que promete una Unién bien construida, ninguna merece desarrollarse con mayor cuidado que su tendencia a romper y contro- lar la violencia de la faccién. El amigo de los gobiernos populares nunca se encuentra tan alarmado por su cardcter y destino como cuando contempla su propensién a este peligroso vicio. No vacilard entonces en conceder su debi do valor a cualquier plan que, sin violar los principios con los que esta com- prometido, proporcione una cura adecuada del mismo. Ta inestabilidad, in- justicia y confusién introducidas en los concejos publicos han sido, en verdad, enfermedades mortales bajo las cuales han perecido en todas partes los gobiernos populares, y sigue siendo el tema favorito y mas fecundo del que los enemigos de la libertad detivan sus mas especiosas declaraciones, Las valiosas mejoras introducidas por las constituciones americanas respecto a los modelos populares, antiguos y modernos, no pueden ser suficientemente admiradas; pero seria injustificable parcialidad afirmar que han obviado efec- tivamente el peligro de esa procedencia, como era deseado y esperado. En to- das partes se oyen quejas, expresadas por nuestros mas considerados y vir- tuosos ciudadanos, tanto de los amigos de la fe pitblica como de la privada, de la libertad publica como de la personal, acerca de que nuestro gobierno es demasiado inestable, que el bien comin es olvidado en los conflictos entre partidos rivales y que con demasiada frecuencia se toman medidas que no es- tan de acuerdo con las reglas de la justicia ni con los derechos de la parte en minoria, sino que se deben a la fuerza superior de una mayoria interesada y autoritaria. Al margen de nuestro ansioso deseo de que estas quejas no tengan fundamento, la evidencia de hechos conocidos no nos permite negar que son en algin grado ciertos. Mediante una ojeada candida a nuestra situacién se encontrard, de hecho, que algunas de las miserias bajo las que laboramos se han atribuido erréneamente al funcionamiento de nuestros gobiernos. Pero, al mismo tiempo, también se descubrira que esas otras causas por si solas no dan cuenta de muchos de nuestros peores infortunios. Y, particularmente, de esa desconfianza dominante y reciente respecto al compromiso piiblico y de la alarma acerca de los derechos privados, que resuenan de un extremo a otro del continente. Estos han de ser efectos, mayormente, si no totalmente, de un espiritu faccioso que ha teftido nuestra administracién publica. Por faccién entiendo un cierto nimero de ciudadanos, tanto si suman una mayoria como una minoria del total, que estan unidos y actian mediante un impulso o pasion comin, o por un interés contrario a los derechos de otros ciudadanos o a los intereses permanentes y agregados de la comunidad. Hay dos métodos para curar los daiios de la faccién: cl primero, climinar sus causas. El otro, controlar sus efectos * El Federalista, nim. X. Continuacién del mismo tema. Traduccién de An; as 2. El discurso republicano Hay de nuevo dos métodos para eliminar las causas de la faccién. El pri- mero es destruir la libertad que es esencial para su cxistencia. El otro, dar a cada ciudadano las mismas opiniones, las mismas pasiones y los mismos in- tereses. Respecto al primer remedio, en verdad nunca estuvo mejor dicho que el remedio es peor que la enfermedad. La libertad es a la faccién lo que el aire al fuego, un alimento sin el cual expira al instante. Pero seria tan estipido abolit la libertad, que es esencial para la vida politica, porque alimenta a la faccién, como desear aniquilar el aire, que es esencial para la vida animal, porque co- munica al fuego su capacidad destruetiva. El segundo recurso es tan impracticable como poco sabio el primero. Mientras la raz6n del hombre continue siendo falible, y éste tenga libertad para ejercitarla, se formardn opiniones distintas. Mientras subsista la cone- xién entre su razén y su amor propio, sus opiniones y sus pasiones tendran entre si influencia reciproca. Y las primeras serén objetos a los que se aferra- rin las tiltimas, La diversidad de facultades del hombre, en la que tienen sn origen los derechos de propiedad, no es un obstéculo menos insuperable a la uniformidad de los intereses. La proteccién de estas facultades es el primer objeto del gobierno. De la proteccién de facultades diferentes y desiguales de adquirir propiedades resulta inmediatamente la posesion en distintos grados y tipos de propiedad. Y de la influencia de éstas sobre los sentimientos y puntos de vista de los respectivos propietarios se sigue una divisién de la sociedad en diferentes intereses y partidos. Las causas latentes de la facci6n se siembran asi en la naturaleza del hom- bre. Y las vemos aparecer y crecer en todas partes y en diferentes grados de actividad, de acuerdo con las diversas circunstancias de la sociedad civil. El celo por las opiniones diferentes en lo referente a la religion, en lo referente al gobierno y respecto a muchas otras cosas, tanto en la especulacion como en la prictica; ia identificacién con lideres que compiten con ambicién por la pree minencia y el poder, o con personas de otra descripcién cuyas fortunas sean de interés para la pasion humana, han dividido a su vez a la humanidad en partidos, los ha inflamado de animosidad mutua y los ha dejado mas dispues- tos al fastidio y a la opresién del préjimo que a la cooperacién por el bien co- min, Tan fuerte es esta propension de la humanidad a caer en las animosida- des mutuas que, a falta de motivo de mayor sustancia, las distinciones mis frivolas y fantasiosas han sido suficientes para encender sus pasiones poco amistosas y para excitar sus mas violentos conflictos. Pero el origen mas co- miin y permanente de las facciones han sido las distintas formas de distribu- cion desigual de la propiedad. Aquellos que poseen y aquellos que earecen de propiedad han formado desde siempre intereses distintos en la sociedad. Prestamistas y deudores caen bajo parecida oposicién. En las naciones civili- zadas surgen necesariamente un interés terrateniente, un interés manufacture- ro, un interés mercantil y un interés monetario, junto a otros intereses meno- res, y dividen éstas en clases distintas, que actian por distintos sentimientos y (a Angel Rivero puntos de vista. La regulacién de estos intereses diversos y enfrentados cons- tituyc la principal tarca de la moderna legislacién y busca incardinar cl espiri tu de partido y de faccién en el funcionamiento necesario y ordinario del go- bierno. Ningiin hombre ha de ser juez de su propia causa, porque su interés pue- de haber influido su juicio y, no es improbable, corrompido su integridad. Por igual, o mayor raz6n, un cuerpo de hombres no es adecuado para ser juez y parte al mismo tiempo. zY, sin embargo, qué son si no muchos de los mas importantes actos de legislacién y muchas de las determinaciones judiciales, no sélo en lo que toca a los derechos de personas singulares sino en lo con cerniente a los derechos de un gran cuerpo de ciudadanos? ;Y qué son las diferentes clases de legisladores sino abogados y parte de causas que ellos determinan? {Se propone una ley respecto a las deudas privadas? La cosa es quc los prestamistas formen partido a un lado y los deudores al otro. La justi- cia debe apoyarse en el equilibrio entre ellos. Sin embargo, las partes son ellas mismas jueces, como no podria ser de otra forma. ¥ lo que se espera es que el partido mas numeroso, en otras palabras, la faccién mas poderosa, prevalezca. :Deben apoyarse las manufacturas nacionales, y en qué medida, mediante las restricciones a las manufacturas extranjeras? Son cuestiones que serian decididas, probablemente, de forma distinta por la clase terrate- niente o la manufacturera, y probablemente por ninguna en consideracion a la justicia o al bien comin. La distribucién de los impuestos sobre los distin- tos conceptos de la propiedad es un acto que parece exigir la mas exacta imparcialidad. Sin embargo no hay, quizé, acto legislative que implique y proporcione mayor oportunidad y tentacién de pisotear las reglas de la justi- cia. Cada chelin con que sobrecargan a los de nimero inferior es un chelin ahorrado de sus bolsillos. Es cosa completamente vana decir que el estadista ilustrado sera capaz de ajustar estos intereses enfrentados y reducitlos y subordinarlos al bien co- mii. El estadista ilustrado no siempre estaré al timén. Ni se podra hacer tal juste, en muchos casos, sin tomar en cuenta consideraciones indirectas y re- motas, que raramente prevalecerin sobre el interés inmediato que un partido pudiera encontrar en ignorar los derechos de otro 0 el bien de todos. La inferencia a la que nos vemos empujados es que las causas de la fac cién no pueden eliminarse y que el remedio s6lo ha de encontrarse en los me- dios para controlar sus efectos. Si una faccién es menos que una mayoria, el remedio lo proporciona el principio republicano, que permite a la mayoria derrotar sus opiniones sinies- tras mediante el voto regular. Puede obstruir la administraci6n, puede convul- sionar la sociedad, pero ser incapaz de ejecutar y enmascarar su violencia bajo las formas de la constitucién. Por cl contrario, cuando una mayoria for- ma parte de una faccidn, la forma de gobierno popular le permite sacrificar a su pasidn o interés rector tanto el bien piiblico como los derechos de otros ciudadanos. Proteger el bien piblico y los derechos privados frente al peligro be FET) 2. El discurso republicano de tal faccién y preservar al mismo tiempo el espiritu y la forma del gobier- no popular son los dos grandes objetivos a los que dirigimos nuestra investi~ gacién. Permitanme afiadir que es este gran desiderdtum lo tinico que per- mitir rescatar esta forma de gobierno del oprobio bajo el que ha estado durante tanto tiempo y que pueda recomendarse a la estima y adopcién de la humanidad. {Por qué medios se puede lograr este objetivo? Evidentemente s6lo por uno de estos dos. O se evita la existencia de una misma pasién o interés ma- yoritario coincidente en un mismo tiempo o se consigue que la mayoria, que tiene tal pasidn o interés coexistente, sea incapaz de concertarse y Hevar a efecto planes de opresién mediante su situacion numérica y local. Si ha de su- frirse que el impulso y la oportunidad coincidan, bien sabemos que no pode- ‘mos confiar ni en motivos morales ni religiosos como medios adecuados de control. No sc halla que sean tales frente a la injusticia y violencia de los indi- viduos, y pierden su eficacia en proporcion al ntimero de los que se combinan juntos, esto es, en proporcidn al crecimiento de la necesidad de su eficacia Desde esta percepcién de la materia hay que concluir que la democracia pura, por la que entiendo una sociedad que consta de un pequefio nimero de ciudadanos que se constituyen en asamblea y administran el gobierno en per- sona, no es susceptible de cura respecto de los males de la faccién. Casi en cada situacion sera sentida por una mayoria de la totalidad una pasi6n o inte- rés comin. La comunicacién y el concierto resultaran de la forma misma de gobierno. Y nada habré entonces que se contraponga al aliciente de sacrificar ala parte més débil o a un individuo al que se detesta. Por tanto, es el caso que tales democracias han sido siempre espectaculos de turbulencia y conflicto, han sido siempre incompatibles con la seguridad personal 0 con los derechos de propiedad y han sido en general tan breves en su existencia como violentas en su muerte. Los politicos tedricos que han patrocinado esta especie de go- bierno han supuesto erréneamente que reduciendo a la humanidad a una per fecta igualdad en sus derechos politicos estaria también perfectamente igua- lada y asimilada en sus posesiones, en sus opiniones y en sus pasiones. La repiblica, por la que entiendo un gobierno en el que haya algiin meca- nismo de representacién, abre una perspectiva diferente y promete la cura para lo que estamos viendo. Examinemos los puntos en los que ésta varia res- pecto a la democracia pura y comprenderemos tanto la naturaleza de la cura como la eficacia que ha de derivarse de la Union. Los dos grandes puntos de diferencia entre una democracia y una repit blica son: primero, la delegacion del poder, en la ditima, en un pequefio nii- mero de ciudadanos elegidos por el resto. En segundo lugar, el mayor nimero de ciudadanos y la mayor dimensién del pais sobre los cuales y sobre la cual puede extenderse la repiblica. Elefecto de la primera diferencia es, por una parte, el de refinar y ampliar las opiniones publicas al hacerlas pasar a través del medio de un cuerpo elec- to de ciudadanos cuya sabiduria mejor discernira el verdadero interés del pais Te Angel Rivero y cuyo patriotismo y amor a la justicia serd sacrificado, con menor probabili- dad, a considcraciones temporales o parciales. Bajo tal regulacién bien puede ocurrir que la voz piiblica, pronunciada por los representantes del pueblo, sea mas consonante con el bien comin que si fuera pronunciada por el pueblo mismo, convocado para tal propésito. Pero el efecto también puede ser el in- verso. Hombres de temperamento faccioso, con prejuicios locales y designios siniestros, pueden, por la intriga, por la corrupcidn o por otros medios, obte- ner primero los sufragios y traicionar después los intereses del pueblo. La cuestiGn resultante es si las replicas pequeiias o las extensas son mas favo- recedoras de la eleccién de guardianes adecuados del hien comin. Y clara- mente se decide en favor de la ultima por dos consideraciones obvias. En primer lugar ha de sefalarse que al margen de lo pequefia que sea una repiblica tiene que elegirse un nimero suficiente de representantes como proteccién frente a las cabalas de unos pocos. Y que al margen de lo grande que sea la repiblica, los representantes deberdn estar sujetos a un limite en su nero para evitar la confusién de una multitud, Por tanto, si el ni representantes no est en ninguno de los casos proporcionado al numero de electores, es proporcionalmente mayor en la repiblica pequeiia, y si se concede que la proporcién de caracteres adecuados no es menor en la rept- blica grande que en la pequefia, entonces esta primera [la repiblica grande] presenta mas opciones, y en consecuencia una mayor probabilidad de hacer una eleccién adecuada. En segundo lugar, como en la repiblica grande cada representante sera elegido por un ntimero mayor de ciudadanos que en la repiblica pequefia, sera mas dificil que los candidatos que no lo merecen practiquen con éxito las artes viciosas por las que se manejan demasiado a menudo las elecciones. Y al ser mas libres los sufragios de la gente, con mayor probabilidad se centra- ran en los hombre que posean el mérito mas atractivo y los caracteres mas amplios y asentados. He de confesar que en éste, como en muchos otros casos, hay un término medio a cuyos dos lados encuentro inconvenientes. Al ampliar demasiado el numero de electores, los representantes estaran poco familiarizados con los intereses locales menores. Y reduciéndolo mucho, quedan excesivamente ligados a éstos, y poco preparados para comprender y perseguir objetivos grandes y nacionales. La constitucién federal forma una combinacién afortu- nada a este respecto. Los intereses grandes y agregados quedan referidos a la legislatura nacional, y los locales y particulares a las de los estados. El otro punto de diferencia es el mayor nlimero de ciudadanos y extensién de territorio que puede llegar a abarear el gobierno republicano frente al de~ moeritico. Y es esta circunstancia principalmente la que hace que hayan de temerse menos las combinaciones facciosas en el primero que en cl segundo. Cuanto mas pequefia es la sociedad, menos probabilidades hay de que esté compuesta de partidos ¢ intereses distintos. Cuantos menos partidos ¢ intere- ses distintos haya, con mayor frecuencia se encontrar a una mayoria en el be SEP ero de. 2. El discurso republicano mismo partido. Y cuanto menor sea el espacio dentro del que estén situados, mis facilmente se concertaran para ejecutar sus planes de opresién. Extién- dase la esfera de actuacién y nos encontraremos con mayor variedad de par- tidos e intereses. Sera menos probable que una mayoria del total tenga un motivo comiin para invadir los derechos de otros ciudadanos. O si tal motivo existe, sera mas dificil para todos aquellos que lo sienten el descubrir su propia fuerza y el actuar al unisono unos con otros. Al margen de otros impe- dimentos, ha de notarse que cuando hay conciencia de propésitos injustos 0 deshonrosos, la comunicacién siempre esta limitada por una desconfianza proporcional al mimero de aquellos cuya concurrencia es necesaria, Por tanto, aparece con claridad que la misma ventaja que tiene una repit- blica sobre una democracia al controlar los efectos de la faccién es disfrutada por una repiblica grande sobre una pequefia —es disfrutada por la Unién so- bre los estados que la componen. {Consiste esta ventaja cn la sustitucién de los prejuicios locales y los mecanismos de injusticia por representantes cuyas ideas ilustradas y sentimientos virtuosos les hacen superiores? No se negard que la representacién de la Unién poseera con mayor probabilidad tales requeridos talentos. ;Consiste ésta en la mayor seguridad proporeionada por una mayor variedad de partidos, frente a la circunstancia de que un tinico par- tido sea capaz de superar en nimero y oprimir al resto? ;Y el incremento de la variedad de partidos comprendidos dentro de la Union inerementa esta se- guridad en el mismo grado? zY bien, consiste ésta en los obsticulos mayores que opone al concierto y logro de los deseos secretos de una mayoria injusta e interesada? Aqui de nuevo el tamafio de la Unién le otorga la més palpable ventaja. La influencia de los lideres facciosos puede encender una llama dentro de sus estados particulares pero sera incapaz de extender una conflagracién ge- neral a lo largo de los demas estados. Una secta religiosa puede degenerar en una faceién politica en una parte de la confederacién. Pero la variedad de see tas dispersas sobre su entera faz ha de proteger a los concejos nacionales fren- te a cualquier peligro procedente de esa fuente. Un furor contra el papel mo- neda, a favor de la abolicién de deudas, por una igual divisién de la propiedad © por cualquier otro proyecto impropio 0 malévolo sera menos capaz de do- minar el entero cuerpo de la Unién que el de un miembro particular de la mis- ma, en la misma proporcién que tal malestar es mas probable que tifia un con- dado particular o un distrito que la totalidad de un Estado. Por tanto, en el tamafio y en la estructura correcta de la Unidn encontra- mos un remedio republicano para las enfermedades que mAs aquejan al go- bierno republicano. El celo que pongamos en la proteccion del espiritu de los federalistas y en apoyar su caricter ha de estar en consonancia con el grado de placer y orgullo que sentimos en ser republicanos. PUBLIUS (Madison). 7

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