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Cuando uno se acerca por primera vez a un texto dramático -y hablo literalmente
curiosa mirada- una distinción salta a la vista: las palabras están divididas de
dos maneras. Unas son aquello que tan claramente nos parece el diálogo que va
parecer ya está, sabemos de qué va ese asunto del texto dramático: “hablar” y
“hacer”, aunque eso de las acotaciones suele ser -director dixit- un “capricho” del
dramaturgo por lo que no hay que tomárselo muy en serio, lo que importa son
Samuel Beckett se tomó la licencia de prescindir del diálogo para sus Actos sin
discurso acotacional.
ambos forman parte del lenguaje dramatúrgico. Si bien sí podría ser parte de
casos narraciones literarias o altos vuelos poéticos que tienen muy poco que ver
de Tavira, pero es también claro que hay muchos modos del “hablar” que no
nos interesa indagar para desmantelar sus sutiles mecanismos aunque sea de
una forma parcial y siempre incompleta, como toda reflexión de esta índole.
Ortega y Gasset, y el teatro no es una realidad que, como la palabra pura, llega
a nosotros por la audición solamente. En el teatro no sólo oímos sino que, más
aún y antes que oir, vemos.” Esta palabra, entonces, participa de una naturaleza
del discurso apelativo. Es, justamente por ese carácter apelativo que “la palabra
se desencadena, provoca algo que no existía hasta ahora -dice el chileno Juan
siete atributos:
1.- El doble destinatario.
Dosificación de la información.
producirle una serie de efectos. De esa dualidad surgen una serie de problemas,
personaje.
tendría que evitar utilizar al personaje cuando se halla ante la necesidad de dar
es no tener prisa por suministrar al receptor todos los datos que necesita sino
estén pasando cosas. Una interrogación en vez de una afirmación, una negación
Creación de expectativas.
las colman- estamos creando implicación por parte del espectador. Despertamos
datos genera expectativas que no afectan a la intriga (al qué pasó, al qué va a
ámbito cognoscitivo del receptor: no darle todos los datos al tiempo que
despertar la curiosidad por saber más, el deseo por completar el mapa del
receptor se halla el trabajo que Sanchis llama de “los huecos”, los enigmas, las
indeterminaciones que son la clave de toda una opción dramatúrgica; de una
dramaturgia que abre, que trabaja sobre aquello que el texto no dice, que no
aclara y deja como un enigma. Sanchis: “Lo que yo llamo el hueco no se puede
ciego; sabemos que hay algo ahí que se nos escamotea y por eso mismo nos
¿Cómo hacemos para que una obra exprese lo que queremos decir sin hacer
el pensamiento, filosofía o ideología del autor sino también en otro nivel que es
“el registro verbal del personaje”. El autor atribuye a los personajes un nivel
palabra del personaje”. Una opacidad que es múltiple, ya que por una parte no
tenemos porque entender todo lo que los personajes dicen porque están llenos
de cosas que ellos conocen pero que no verbalizan a cada momento, hacen
alusiones que ellos entienden pero el receptor no. Puede ser interesante permitir
que el personaje tenga esa opacidad que procede del mismo personaje que
muchas veces no sabe bien lo que quiere decir. No tiene todas las certezas
la opacidad. Ahora bien, esto es relativo. Hay una frontera peligrosa donde el
que se llama “el idiolecto del personaje”. Problema que a veces se malentiende
que se encuentra “la voz del personaje” que no es otra cosa que el idiolecto
reproductivismo de esa habla particular que puede ser una golosina para el autor
mimetismo textual.
propiedad del sujeto sino una construcción colectiva, social y ajena en la que
semántica ilimitada para decir con claridad lo que desea. O no puede o no quiere
o tiene algo que ocultar o tiene dudas o miente porque tiene una estrategia
Polifonía.
La palabra del personaje es polifónica. Hay otras voces, otros ecos, muchos
expresándose. “Esto se asocia con la cuestión de que al sujeto, hoy en día, sólo
comporta de igual manera con una persona que con otra. Hay distintos niveles
trabajar también a partir de esta noción de polifonía del personaje. Nos ayuda a
ejemplo contundente.
En la frase “Hola, ¿qué tal, cómo está usted?”, puede producirse otra cosa
“Hola, ¿qué tal, cómo está usted?” posee, pues, una infinidad de posibilidades
de intencionalidad como acto ilocusionario. Sanchis: “Un ejemplo de esto es
expresa una opinión oculta ya que el acto ilocusionario quiere decir en realidad:
¿Cómo se te ocurre salir así a la calle, te van a violar o quieres decirme que te
real que se produce en el otro y que puede coincidir o no con la intención del
En todo ser humano las máximas rigen como patrones inconscientes nuestra
congruentes con lo dicho antes. Estas máximas son los patrones internos que
podríamos transgredirlas.”
si lo que cuenta este tipo es verdad o no pero por qué se lo está contando a este
Presuposiciones e implícitos.
Tiene que ver con las presuposiciones que todos hacemos unos de otros. La
son aquello que dos o más personajes saben en común y que por lo tanto no
personajes hagan explícito o implícito, que lo den por hecho y lo callen y, sin
están la pausa, el silencio y el mutismo, que son tres grados en los que no hay
una definición o frontera muy clara. “Aunque para mí -dice Sanchis- pausa es
monólogos.”
La acción locuaz.
En este ámbito del “callar es hacer” entraría lo que José Sanchis define como “la
frase “Hola, ¿qué tal, cómo está usted?”, surge de una mirada del otro y de una
expectativa del emisor que lo que él cree del otro. La realimentación del discurso
pongamos al decirlas.
Si los personajes tienen todas las certezas entramos a un callejón sin salida: no
sobre otros, hacemos del diálogo, de la palabra dramática algo limitado. Limitado
absolutas.
Las rupturas en el discurso del personaje, así como los desfases tienen que ver
no calla, que no tiene actos fallidos, etc., dudosamente puede adquirir una
Por supuesto, cada uno de los tópicos tratados en estos apuntes sobre
ensayos que serían importantes. Con estas notas, robadas a la voz de José
desposeído y hueco que habita con alguna frecuencia nuestros teatros. Estas