Lengua y literaturaEl profesor me escruta —piensa Federico
Parolo—. Me observa largamente (largura que
consiste —dirime, cuidadoso, Federico Parolo—
no en la extensividad, en un recorrido que empie-
ce por las pestanas y finalice en las puntas de mis,
dedos y en la lapicera fatalmente inmovil que
cuelga de ellos, sino en cierta intensidad: su vista
clavada enérgicamente entre mis dos ojos siempre
apenas entreablertos, como si quisiera horadar
mi frente, penetrar, indagar). “Piense, Parolo", me
dice el profesor, y golpea con la palma de la mano
sobre la mesa: como si matara una mosca pero
con la mosca ausente, yen el vaso de agua que tan,
amablemente le hemos servido al profesor esta
manana encasa, el liquido bailotea oscilando casi
hasta desbordarse. “Piense, Parolo” —piensa Fe-
derico Parolo—, insiste el profesor, ya sin golpear
sobre la mesa con la palma de la mano (acaso
porque la mosca ha muerto y se ha convertide en
arabesco plano en la superficie dela mesa, oacaso
porque la mosea, impunemente, se ha escapado).
Yo considero la situacion —se dice Federico
Parolo a si mismo— y alcanzo a apreciar cierto
105.grado de presumible viabilidad en la resoluclOh
del dilema. El profesor me aguarda: la hoja, com
entregada, espera recibir la accién eficaz y poeo
menos que definitiva de la tinta azul-negra de mi
lapicera Parker, cuyo cartucho estreno este mi
mo dia, en mf clase de lengua, y que por lo tamil
brotara (cabe suponer) firme y abundante, Sith
embargo, la tinta no brota, y nobrota porque yo ni
apoyo la punta metilica de la lapicera sobre
Papel, ni eferzo presion manual alguna, nt much@)
‘menos deslizo el vertice mismo de la convexiday
extrema de la Parker a lo largo de la hoja: y no 10
hago —conflesa, intimamente, Federico Parolo=
Porque, en verdad, no se me ocurre qué cow
Poner. “jPiense, Parolol”, enfatiza el profesor, qué
no me tutea ni me nombra por mi nombre, y
sefala esa Unica oracion que espera en la hoja qu
espera, con el borde levemente sombrio de la tit
de su dedo indice.
La oractén no es dificil. Lo sé —piensa Federieo
Parolo— menos por la posibilidad real de vislum
brar el modo correcto de resolverla, que por tit
evaluacién meramente cuantitativa: cuento lal
palabras de la oracion —evaliia Federico Parolo=
y lo clerto es que son solamente tres. La primeri
es la palabra “el”: unitaria y breve, casi fugaz, por
afadidura. Con esa palabra principia la oraclémy
yenella se detiene momentineamente la punta de
‘mi lapicera Parker. por suponer que su simplich=
dad resolutiva se corresponde proporcionalmente
con su brevedad: que deducir la funcién sintaction
( es que de eso se trata) de la palabra “el” se)
necesariamente més facil que resolver la de
Palabra que le sigue (la palabra “alumno”),
108
pe
fi —ptensa Federico Parco, se dice a s
zcepciona, me veo cbligado a sban-
Drimigenia toma de postion, y la nta
de la lapoera Parker, la tnta induds-
delatora de un cartucho recién colocado,
fre Ia palabra el testmonto dela vacla:
unto indie insignificante, puro efecto
oxi reposada reposando sobrela oj),
lia "e" deel facra cna oy requliee la
fon dean punto sobre su crest,
fo eo esto, cota inserpclon van, to que
al profesor Vo que completa se dive Fede:
arolo~ el proceso ae progresivairitacion
3) El mod brusco en aue se qulta sus
rantcojosy comicnsa a mordlsguesr una
atlas la iquterda) parece ser una sedal
roo de dicho proces eh su estado de
WE golpe que vuelve a dar sobre Ia mesa
Wezeon ta mano abirta, como st otra moses
fa sobre a hola o como aise posara la
Mnosea que cocapé antes que ahora
satinca el sentido de las senales prece-
Pista ver, uno de los puntos extreme del
lentovstlatoriodel agua en elvaso lesa
fermtomodelreciptente, yuna gota peaquena
illantereshala por el lado exterior hacia i=
fompoqucneclendose sin masa travesde su
ecurcciendode pronto altocarlamaders.
un pogulto, Parla dieee profesor, con
je, enas perceptible concesion em sus
facién esta conformada por tres palabras:
primera es “el’, y la segunda “alumno”, la
‘es “estudia’, y al cabo de la misma Io que
107hay es un punto (no un punto invol
el que se alojé sobre la “e” de la palabra
‘momento dado de esta clase de lengua en eh
rei haber hallado el verbo nticleo de Ik
no: este otro punto sefala el final, la eonel
a no infinitud de la oracion que espera que yo
analice; mientras el profesor, a su vea ple
Federico Parolo—, espera la espera).
“Bl alumno estudia” —repasa mentalmente
Federico Parolo—: eso es todo. Son tres palabras
trilogia que encierra (y en To que @ mi respect
tambien encubre) una binariedad: la que segrema,
a dos aguas, un sujeto y un predicado. Necesaria
mente —ealcula, matematicamente, Federico Pa
rolo— uno de ambos estar integrado por dos
terminos, por dos de las tres palabras, y el otro, ¢l
restante, por la restante. Sensible quizas a la
evolucién de estas clucubraciones resignadas, el
profesor me orienta, con alguna complicidad:
“Busque el verbo, Parolo". ¥ como yo le devuelvo
un gesto de ojos entrecerrados y de boca entre-
ablerta, enfatiza: “El verbo, Parolo. El verbo".
Una tercera mosca (ola misma mosca que ya ha
salvado su fragil supervivencia en dos ocasiones
consecutivas, y que necia, terca incluso, regresa
almismo sitio) recibe otro aplauso inesperado que
se construye no a partir del choque instantaneo
de dos manos abiertas, sino de una accién analo-
a pero que involucra una mano (la de mi profesor
de castellano) y una mesa de madera (la del
comedor de mi casa, donde solamente recibimos a
las visitas, y también al profesor). Esta tercera
exteriorizacién deviene de un simple gesto: yo no
he dicho nada —dice Federico Parolo—, ni lo he
108
i a
tampoco: apenas si he sefalado (pero sin
fora apoyar la punta metaica de mi lapicera
gir desencadenar In futlidad de otro
to perdido) a ta segunda de las palabras de
ta oracion de tres palabras: es decir —aice
rico Parolo— a a palabra alumno".
Dl profesor da tres mordiscos, en un tico
duishente menelibutar que resulta folmineo, a
qa pala de sus anteojos: Iuego vuelve ponerse:
Joe paraver(oparaserme) mejor,yye caeulo awe
Jeipaite de atras de ou ovea, ln que east nunca se
repels nade. se ha humedecido un poco con la
hive: alamo, un verbo, Parole? (me dice
ttado)g¥o. alumnor 3, aumnas; él, alumra,
Parole? pMosotrs, alumnamos; vosotros, alt=
Bain clios, alumnnan?™, on ta entonacion
Peitjostoris de la interrogacion secuenciada del
Teleco. y no ene valle sterile mis recuerdos
vrotticate, nos encontraiios la respuesta Y 3°.
Bion e ago. "Bueno", concede el profesor, algo
aiviado, como si hublese estado temiendo wna
Seapuesta contraria; ventonces piense, Paolo
sersetia poco’, Se saca los antenjos nuevamen-
aes na tendencia ai repetiton que hace del
‘fi tado‘un te, y noun simple ademan ocasio-
al
‘Yo comprendo que mis posbiidades de veracl
dad gotareapuestaentabloce, estadisticamente,
fapchce Parolo~ schan aerecentado, pasando de
Tn tremta y tes por cento que tenia antes de
sfectuarse cl tercer gle demano abirta sobrela
Shean, a un eineuenta por clento que me cores:
Frond a posteriori en tanto dicho golpe excay®
Peicmae de a una tercera mosea, ala mistha,
108insensata, que habia retornado) a una de la
palabras que integran la oracton. De modo
para establecer el verbo nucleo (lo cual, emps
no seria sino el principio, la metonimica punta de
iceberg de su resolucion sintactica), s6lo debe
escoger entre las dos palabras restantes: “el” (Ih
primera) y “estudta” (la tercera)
‘Mi estrategia es la siguiente: sobrevolar un
extremo y otro de la oracion (en uno, el izquierdo,
esti la palabra “el”; en el otro, el derecho, esta
palabra “estudia’) con la punta cast amenazante
de tinta azul-negra de mt lapicera Parker, como st
dudara y tratara de decidirme por una o por otra.
El complemento de este movimiento manual es:
desviar mi mirada desde la hoja expectante con la
oracion, hacia la expresion facial del profesor de
lengua, para inferir la respuesta correcta de los
matices que vaya adoptando su semblante en
cada segmento de mi 6rbita supraoracional.
‘Sin embargo —piensa Federico Parolo—, como
‘emulando a Buster Keaton, el profesor mantiene
una homogénea expresion de desazon y de desdi-
cha, sin ningiin tipo de irregularidad: ni cuando
a Parker parece precipitarse, decidida, sobre la
palabra “el", ni tampoco cuando parece hacerlo
sobre Ia palabra “estudia”. “Alumno” (la palabra
“alumno’) es una simple mediacion. y en el vaiven
de mi viaje merodeador, comprendo que el re-
curso no resultara.
“Piense, Parolo”, es todo lo que dice (vuelve a
decit) —dice Federico Parolo para si mismo— el
profesor de lengua. “Bs facil", agrega. y yo sé que
cs facil: lo sé porque la oracton tiene nada mas que
tres palabras (y la alternativa, de hecho, se ha
110
4
ido a dos), pero no por haber encontrado cl
que me permita mcinarme dectsvamente
inecuion a palabra “eo en direccion a la
dua eatadla™ Bl sendero de ta gota que ha
lado por el lado exterior del vaso en oeaston
Feewundo glpedetamano del profesor sobre
Sees a vaio una hilern de ruchas otras
Pitas, pero mucho mds pequenas, y quetas ade-
Bete desizantes, Se parecen a ls pequetas
ve esdrqueealoranalprofesor—observa
Hee ico Paroles a io iargo y alo ancho de 3
frente enrlecida, a pesar de que estamos en el
seen yuo (a prontna semana son los exime=
res yd que sola deicencia en el Suinistro
weyde imide que ta entufa nporte con mayor
8s ats suparte correspondiente en i conforma:
sieade unvambiente comodo en el que procura-
soe agaaajr al profesor de lengua,
gt enno, Parlor, die el profesor. “busaue
wert Taaclon™ Peroalgoen mrostroeinforma
wimeieaor que esta linn aclaraton ha oscar
Sido tcontaamente a su suet pretension
see (ct panorama analte. Comprendiendo
eae Federico Parle, con un considerable
SPiidoautocrtco, que su Intervencion no ha
Meng ts que complica la stwacon, es deci
peer, ha hee mas que confundr las cosas, 8
se gado a aportar una acotacion mas expicita
yeamente luminadora, para subsanar st
rere en falsoy para resolver clinterrogante
Pore Papocas re palabras(y yaesta altura, en
snd solamente dos) nos plantean a ambos.
“SNe parece, Parco ne dice entonces) que el
via en cestaLa pregunta, lo advierto, es crucial. Mi aten=
ion, levemente ortentada, se dirige hacia el sector
derecho de la oracion, y recién ahora me doy:
cuenta de que, sin querer, abandoné mi lapicera’
Parker a un costado de la hoja, y por lo tanto de
Ja oracion. Vuelvo a tomar la lapicera y la suspen-
do, con mayor firmeza esta vez, sobre la tercera de
las tres palabras de la oracion. Tengo que asumit’
el riesgo —se dice Federico Parolo—: apoyo la
punta metélica de mi lapicera Parker en el inicio
dela palabra final (en el rulo de la “e” de la palabra
“estudia’), y la desplazo horizontalmente por de=
bajo de la palabra en cuestion: establezco asi una
linea azul-negra como base o sustento de la pala~
bra “estudia’, obteniendo el efecto de subrayadoo_
de subrayamiento, y produciendo (de hecho) el
estreno de mi cartucho de tinta azul-negra que
hasta ahora (a pesar de levar ya casi una hora de
colocado) no habia sido empleado mas que para
sehalar un punto accidental ¢ inintencionado en
| un lugar sin motivaciones particulares de la hoja
blanca en la que sigue esperando (con su
proverbial, pro-verbal, paciencia) la oracion.
‘Subrayada que queda la tercera de las palabras
del sintagma, y resonando todavia en el comedor
especialmente silencioso la voz. del profesor for-
mulando su sltima pregunta, levanto —piensa
Federico Parolo —mi atribulada cabeza, asiento
con una seguridad puramente apariencial y con-
testo (con el tone mis convencido y convincente
que logro obtener): "Si. Es el verbo".
Entonces el profesor se relaja, suspira incluso,
y se deja ir hacia atras en la silla: sélo en este
momento advierto hasta qué punto —advierte
112,
1 Parolo— él estaba como abalanzandose
Perey Su pasa un panucio por a frente y bebe
Tango rag de agon: con estor dos gest05
arecen oda las pequenas gotas qe pian
Parse tua delbordc exterior devas, las dela
Frente del profesor £1 panelo vaeve al boll
frasero de su panalon oscuro: el vaso, com un
toni apagado devdeioy de madera, la mesa
profesor me contempla con el ie apalguado
fab sobrevvinte. "Ex an me aie, “ese el
ero Para: estudia’ Pongal, Parol, Bonga
Wamu ese favor™Y yo piensa Federico Parolo—
Sue cae favor, y anoto, debajo dela linea ave
ferentonde al pie de Ia palabra “este 1a
snes sory en el momento misme de esl
Pan endo la sonrisa complacida del profesr.
en el acto mismo de estar escribiéndola, me ies
Gi grauieante sensacton, casi aa que el
i ge estar haciendo feliz un hombre
1 ya sabe que el
sya tne ol verbo, Paroo, sl ya s
verbo dela aralon es esta oserveyfespon-
cree scalo.concentrese: cuales eleujeto?”.Es.en
aa ara stotanapactiedelamananadeun dia
ato deyuto, pudiend regodearse un pocomas
sae ate soso hallango de ese escuridizo vero
om Gus cuando prefiere el profesor saree (7 83-
carme) de la parsimonia dulce del alivio y la
Famtaneia, y volver a colocar entre nosotros la
Jeeta de un enigma, volver a colmar el aire de
113,‘este comedor que lo recibe como WW Hi
‘con la tension de esa pregunta plena de (H@lilt ¥
acaso de felonia que se yergue sobre Ml
La precipitacion demi respuesta =-aduve fel
rico Parolo— y por precipltacion entienido 18 lle
raci6n del orden sintagmatico que, entre el nelle
pensar y el acto de hablar, recomienda eo
cuenela, aunque no siempre con buenos modos A
profesor) se debe basicamente a dos motvane iE
primero de ellos —repasa, cuidadoso, Federte
Parolo— es la gestualidad intranquilizadora del
propio profesor: Ia masticacion (ya referida) dea
patilla izquierda de sus anteojos, a la que 86
agrega ahora el tamborileo continuo de sus dedos
sobre la mesa de madera. Bl agua ya no corre
peligro de desbordar el limite curvo y suave de la
parte superior del vaso, debido a aquel extenso y
aliviado sorbo con el que se gratificd el profesor en
ocasién de establecerse la condicion verbal y
nuclear de la palabra “estudia” en la oracidn. Pero
(acaso como in efecto de aliviamiento proveniente
de esa misma accién) el vaso ahora tintinea con
tuna intensidad correspondiente a la del movi-
‘miento de los profesoriles dedos sobre la mesa. Y
Jo que debio ser solamente un signo de nuestra
amabilidad para con el profesor, de nuestra gene-
rosa intencién de acondicionar su bienestar y su
comodidad, se convierte traicioneramente en fac-
tor de perturbacién para el cumplimiento de mi
deber analitico, que es el de responder con correc-
ciéna una pregunta que (de no ser el mundo como
‘es y de poder yo realizar con plenitud mis deseos
y mis suenos de adolescencia) solicitaria se me
reiterara una vez mas,
‘con su tinica enunciacion, me veo en la
ia de responder y de dar un paso no
decisive que el precedente en la resolucién
isis sintactico de esta oracion que, a pesar
a primera de la clase, va consumiendo los
itosy sugiriendo quea su condicion inietatica
'spronto adosar su condicion de unicidad,
yo decia —dice Federico Parolo— que eran
Jos motivos que daban cuenta de la precipita-
{de mi respuesta: y si uno eran esos dientes y
edos rebotando al unisono, el otro es mi
peramento (del que no me ufano ni me desdi-
) proclive aa fdelidad. Esto significa que st fue
fercera palabra de las tres que integran la
“oracton, la palabra “estudia", la que me proveyé de
‘na agractada respuesta para el enigma anterior,
hhubiese sido un acto de deslealtad de mi parte
abandonasla en ocasién de plantearse un segun-
do enigma. ¥ es ésta una conviccién filosofica —
dice Federico Parolo—, un modelo de valores de
vida, una pauta de conducta ética, y no simple-
mente (como juzga, con superficialidad, el profe-
sor de lengua) una respuesta idiota
‘Volveria a responder cien veces que el sujetode
Ja oracion es mt vieja aliada, la palabra “estudia”,
aunque cen veces el profesor se enfurectera como
ahora se enfurece, atunque cien veces se agarrara
a cabeza con las dos manos como ahora se la
agarra, y se la frotara como ahora se la frota;
aunque golpeara toda la tarde con la mano no ya
abierta sino cerrada, hecha puno, sobre la mesa
del comedor donde le hacemos el honor de reeibir~
Jo, como ahora golpea en el momento de caltficar
aimi respuesta del modo al que ya hice referencia.
115Para el profesor de lengua parece e
claro que el sujeto de la oracién no es
solo ahora, que veo su rostro enrojecl
advierto en él un nuevo tie (guia
troladamente el ojo derecho}, 1o esta tam!
mi, Ese corrimiento temporal, esa leve disc}
pone al profesor poco menos que fuera de
m
El profesor precipita atropelladamente la res
puesta, como sien la celeridad, y no en la certeza,
residiera el mérito. Como sl acaso —dice Federico
Parolo— el transcurso de estos fugaces diez minu-
tos de silencio y de reflexion sintactica, me priva~
ran del derecho de hacer uso de unos, digamos,
diez minutos mas, si fuera ese lapso el indispen-
sable para que mt indagacion analitica me condu-
jera hacia la develacién. Después de todo
—arguye Federico Parolo para si mismo—. al
formular su interrogaci6n con respecto al sujeto
oracional, el profesor (que se pondria a partir de
entonces tan impaciente) no hizo sin embargo
ninguna insinuacién acerca de urgencias ni de
virtudes de prontitud: pregunto solamente por el
sujeto de la oracion. Y no debia ignorar (o tal vez:
no deberia haber ignorado) que, siendo la oracion
compuesta de este modo: “El alumno estudia”, y
‘sabiendo yo (como lo sabia, y él sabia que lo sabia.
en tanto que me Io dijo é!) que “estudia” no era el
aforado e indagado sujeto, sabiendo, digo —dice
Federico Parolo—, que éste era el panorama que
116
ne ee a
snia frente a la oracién, debi6 inducir que no
(0 mAs que los diez minutos ya empleados me
smiria el hallazgo individual de la respuesta
‘eta. Pero el profesor, cuya impaciencia (ya
ima a la intolerancia) se torna cada vez mas
ipable en el desarrollo de esta clase de sabado,
‘apura a contestar él, a resolver él que el sujeto
ide la oracion es “el alumno”; y me priva asi, con,
una actitud calificable cuanto menos de egoista,
de la satisfaccion modesta pero necesaria de la
propia realizacién. Mi rol se reduce asi a la simple
fatificacién, a la corroboracion puramente
reproductiva; es decir a trazar una raya horizon~
tal por sobre las palabras seialadas (la palabra
*el"y la palabra “alumno’)y a escribir sobre dicha
Jinea la palabra “sujeto", abreviada de este modo:
“sul.
En la medida en que la retribucion pecuniaria
‘con la que mis padres satisfacen, no sin esfuerzo,
las apetencias comerciales del profesor de lengua,
se establece segiin un segmento cronologico pre-
viamente determinado, y no en un crecimiento
proporeional al numero de oraciones resueltas 0
Ge sujetos desentrafiados en la clase, su precipl-
tada develacién del enigma por él mismo plantea-
do se confirma como arbitraria ¢ injustificada,
“Hse es el sujeto, Parolo: el sujeto...1", me dice
el profesor ahora, echandose hacia atrasy hacien-
do crujir desconsideradamente la silla en que lo
recibimos, al tiempo que abre sus brazos, menca
Ia cabeza, y termina por morderse el labio inferior:
gestualidad esta que, cargada, como lo esta, de
desprecio y de subestimacion, me lleva a pensar
“piensa Federico Parolo— que cra ésa la
uzsemioculta intencionalidad de su respuiestt
Jantada: la de reforzar su superioridad en 1
dela sintaxis, Ia de acentuar su autoridad #ewe
mica, :
“Razone un poco, Parolo”,solietta el profesor
con desconfiable amabilidad, y pregunta: "4aue
Clase de sujeto es este que senalamos?”, Y asl
como su gestualidad y su expreston facial me
revelan, acaso mas alla de su voluntad, sus inten
Clones y sus estados animicos, también yo, auf
{ue alumno, tengo ese potencial expresivo dispo-
fible para hacer uso de él: y como mis ojos
huevamente dejan caer a medias los parpados
hinchados, ylaboca se entreabre otra vez dejando
‘asomarun hilo de baba por la comisura izqulerda,
Y se juntan las cejas y se nubla lavistay me rasco
Ja cabeza sin intensidad alguna, el profesor soli-
citamente aporta nuevos datos que restrinjan el
tespectro hasta ahora infinito de respuestas posi-
bles. "Parole", me dice, “concéntrese y razone: el
suelo, ese sujeto que ya mareamos en la oracion:
él sujeto, Parolo, zo ve? Diga, Parolo: ges un
Sujeto expreso, Parolo? 20 es un sujeto taco
‘Comprobando piensa Federico Parolo— que
ta opcign se ha bifurcado nuevamente, pero sin
olvidar empero que la limitacton temporal es una
Variable omitida pero definitoria, procuro estable-
ter con rapidez el rea de acetén de ese razonar
aque se me solicita: mi nocion de sujeto zigzaguea
Vertiginosamente entre el historiador romano de
Influencia senequiana y elceroniana, y e50s tre-
nes que no se detienen hasta llegar a su destino
finaly eomola condician subjetiva me parece mas
jente en un eseritor que en un ferrocarril,
10 y respondo: “Tacito"
“Me equivoco. El profesor de lengua me Io hace
yer con otro de sus golpes sobre la mesa,
wbrupto que por su recurrencla se va parecien-
‘cada vez masa la descortesia, stendo {como es)
{que esta mesa no es su mesa, ni este comedor es
‘su comedor, y que al fin de cuentas son mis
errores y no mis aciertos los que motivaron la
eonvocatoria de un profesor particular, que ¢s
‘como decir: abrir una fuente de trabajo de la cual
el profesor mismo obtiene un rédito econémico
inmediato,
Se frrita, sin embargo, con mi equivocacion,
dice Federico Parolo—, y maneillando con varios
puntitos de su birome marca BIC de color rojo el
trazo elegante y azul-negro de mi Parker en la
parte en que se lee: “El alumno”, levanta su tono,
de vor el profesor y exclama: “Pero st aca esta el
sujeto, Parolo! zNo lo ve? ;Aca, Parolo, en la hojai
no me esté mirando a mil”, Miro la hojay el sujeto
efectivamente esta y es “El alumno”; y la observa-
cién enfatica de su presencia alude oblicuamente
alla posibilidad de st ausencia (irrealizada en este
(caso). Todo lo cual me lleva.a coneluir que alguno
de mis razonamientos iniciales era falaz: aquel
por el que se deducia que dos palabras integrarian
el sujeto y una el predicado, o dos el predicado y
una, por ende, el sujeto; porque, siendo que el
sujeto esta pero pudo no haber estado, estar
ausente, estar (ya veo) “ticito’, las tres palabras
‘que integran esta oracién con la que bamos a
abrir la clase pero que la ha abarcado ya casi por
completo, pudieron ser, las tres, el predicado,Y sin embargo no es asi: y no es asl pi
sujeto esta, manchado ya por el gesto i
del profesor, picado como de viruela por
de color rojo mordisqueada en su extreme (Wl
como la patilla de los anteojos: pero, en fin alin
asi, lo cierto es que esta. Esté y no es tacitoy
porque la sola mencion de esas tres silabas mothe
varon otro punetazo desconsiderado por parte del
profesor; y si las infinitas combinaciom
resolutorias se redujeron, como fue dicho, @ uni
nueva dualidad, la sola exclusion dela alternativa
de un sujeto tacito me conduce cartesianamente
a la respuesta, clara y distinta, de que el sujeto,
cabe afirmarlo, esta expreso.
v
‘Admitir la condicion de simplictdad de una
oractén cuya resolucisn en el analisis ha deman-
dado casi todo el tiempo de la clase, seria —dice
Federico Parolo— un acto de encomiable sincerl-
dad que quizas me enalteciera ante el profesor,
pero seria también una inesperada forma de vul-
nerar el orgullo sintactico que toda persona desa~
rrolla, en mayor o en menor medida, en su inte-
rior. De manera que ante la disyuntiva que el
profesor me plantea, en el marco, nuevamente, de
la binariedad, con respecto a la condicion de
‘complejidad o de simplicidad en la que yo coloca-
ria a la oracién; “El alumno estudia", respondo
casi sin vacilaciones: se trata de una oracion
120
spleja. Es 1o menos que alguien puede hacer en
{deracion a stt propio esfuerzo y dignidad.
‘Pero hay personas queno saben gritar y alavez
far que algunas gotas de saliva vuelen expulsa-
ide los labios, cast siempre en direccion det
{ndefenso interlocutor: y el profesor de lengua es.
Jocomprucbo —comprucba, con desagrado, Fede-
rico Parolo—, una de esas personas. Adviertoen la
tenfatizacion, bajo todo punto de vista excesiva, de
‘su intento de réplica, que nada de lo que yo diga
{y trato de decitlo, solo que soy objeto de la
prepotencia de las interrupciones) lograr4 modifi-
fer'su toma de posicién en favor del caracter
‘simple de esta oracion. Sus motivaciones son frias,
y calculadas, aunque probablemente mas certe-
tas desde una perspectiva de rigor cientifico:
sustenta la hipotesis de la simplicidad en ta
imposibilidad de la subdivision oracional en for-
ma de proposiciones coordinadas. Mis motivacio-
nes, que se vinculan, en cambio, con los humanos
sentimientos del amor propio y de la au-
tovaloracién, y acaso también con una connota-
‘clon autobiografica (gno es ya esta clase —re-
flexiona, filoséfico, Federico Parolo— una parte de
mivida?), no alcanzan, sin embargo, a ser expues-
tas con el grado de libre uso de la palabra al que
tiene derecho todo eiudadano de bien. £1 profesor
todo lo invade con sus gritos ya francamente
inoportunos, tanto como con la consecuencia de
indole pluvial que tal desborde verbal conlleva.
Para mantener el debate en cl plano del desa-
cuerdo sintactico, sin desviar el requisito de la
bobjetividad analitica hacia una incomoda ¢ inne-
121cesaria disputa personal, aceptola postulacion de
la simplicidad de la oracion, detras de la ui #
profesor oculta, acaso, algtin tipo de ambiclOi
frustracion tambien provenientes de los ro0oy
0s inexplorados de su pasado.
Sies posible establecer una clerta regularidad
metédica en el sentido de un in erescendo qué
trepa desde la pregunta aparentemente cargada
de inocencia, hasta el estallido final de Ia
exasperacion y los gritos, lo concreto es que Ia
téenica es abandonada por el profesor en Ia
formulacién de la siguiente pregunta: ésta
lanza, ya en su primer momento de existencia en
el mundo, con una tonalidad que supera, en
varios decibeles, la linea media de lo que podria
definirse como la mera enuneiacién. Lo que equi-
vale a decir, en iltima instancia, que el profesor
me grita su inguietud respecto a st la oracion que
nos ocupa (y de algiin modo también nos desbor-
da) es ella una oracién bimembre o unimembre.
Consigo trazar, con bastante naturalidad, toda
Ja serie de gestos correspondientes a la aceidn de
contestar: asiento con firmeza, me adelanto un
poco en la silla, yergo al ciclo mi dedo indice,
uevo incluso lds labios casi sin temblores: pero
no digo absolutamente nada. El profesor, al quela
saliva que no escupe al gritar se le acumula en
pequeiios hilos globulados en el borde de la boca,
se resuelve a ser un poco mas claro:"al fin de
cuentas —concluye Federico Parolo— su fancién
cs explicativa antes que examinadora, pedagogica
antes que evaluativa
“Unimembre, Parolo (me dice), razénelo: que
tiene un solo miembro: y bimembre, Parolo, gme
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1; que tene dos". Releola oracién:“E1 alum-
Naa singularidad de su construcclon
Urania imagen poco aenos que cinema-
pple de madera en medio de un
Mozy all bajo el sol, ais en el arenoso
thar, tn alamo, sotaro,eidentemente miem-
Meanicode lacscena,conaituyendo de por sun
Biss csvadias Respondo entonces, sin perder
gata fs numiidad; que estamos ante una oracion
tnimenbre.
We navural que yo, Federico Parolo —plensa
federico Parole, en y para st mismo siendo,
Seino soy, an atumno, pensara en el alumno de
tein eatin, antes gue nel melo o en