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mck acm el ia a imposible, el ruido de lo que, por funcionar ala Perfeccién, no produce ruido; susurrar es dejar lg Malus iceune iia ores teans CoM Nicci Reine MMic iste mn asl ete eye Cui WA ic eet iekertare ye etet ates tenscuce ee enn en oust alee M EIEN ie (eee ese ease urea ats e demasiado sentido para que el lenguaje logre Oem te Mek etn ctr Nu secs netics eae) rote ue Resa nea eM Cle Fron yee ee Me eee Cat masts ie SOU MeN Let eet Meen ee el Seu UNE Mra utst Cee ielslen tate ots Coren eemy igor cnt e nt Melle eee ene Meo eae Ma ae reac Ue emcee Melle sel tt espejismo... el punto de fuga del placer. Es el estremecimiento del sentido lo que interrogo al Pact ett te : ITER teicontety Naturaleza, 183718 1994 (JR-29170) Pee (BC tele Mas alla de la palabra y la escritura Roland Barthes Paidés Comunicacién AB Ly 8 RST Paidés Comunicacién/28 ML. Knapp - La comuniacn no verbal cwerp ye entorno M.L: De eury 8:1, Bll Rokeach Teor de ls comucacin de masas E'HGomboch 1: Hochberg y ML Black Arta pereecion yreatdad FR, Willams ~Chltura, Sociologia dels comunicactn del arte TA yen Dy La comca del eta, Un anfoqu incerdiscipinrio J. Lyone- Lenguaje, signieade conto ‘Al Gris La sete de tet: eerlelos prticos EK Reardon - La persuaston ent comamicactn Teor y context ‘A Matty. Schrmcler= América Latina onl encracjda elemsticn Pave - Dizcionara del eatro 1 Miles ~ a lero defn tmagen ‘A. Kombi -Semitia de fas relaciones fires G-Durunlin = Lament en la propoganda politica yon la publicidad (C Mors- Fwementos de afar de los sf Piermont El ojo aie G. Deleuze" La imagon-movinlent. Edi sobre cine 1 K.Rumonty ou0s = Estdea del cine 1B MQuni Prefacio para Tricks de Renaud Camus... s+ No se consigue nunca hablar de Io que se ama». fxoice 255 259 an 281 285 287 299 32 327 3a 347 { \ f \ El discurso de la historia La descripcién formal de los conjuntos de palabras superiores ala frase (a los que, por comodidad, llamaremos discurso) no es cosa de ayer: desde Gorgias hasta ¢l siglo xix constituyeron el objeto propio de la antigua retérica. El reciente desarrollo de la :ncia lingitistica viene a darle, sin embargo, una nueva actuall- dad y nuevos medios: quiz ser4 posible a partir de ahora una Lingiifstica del discurso; a causa de su incidencia sobre el andlisis literario (cuya importancia en la ensefianza ya conocemos) in- cluso Tega a constituir una de Jas primeras tareas de la se- miologta. Esta segunda lingilfstica, a la vez que dedicarse a buscar los universales del discurso (si es que existen), bajo Ia forma de uni- dades y de reglas generales de combinacién, tiene evidentemente que decidir si el andlisis estructural permite conservar Ia antigua tipologia de los discursos, si bien siempre sera legitimo oponer el discurso postico al discurso novelesco, el relato ficticio al xe- lato histérico. Sobre este tiltimo punto es sobre el que querria roponer ahora ciertas reflexiones: Ja narracién de acontecimien- tos pasados, que en nuestra cultura, desde los Griegos, est some- tida generalmente a la sancién de ja «ciencia» histérica, situada bajo ta imperiosa garantfa de la «realidad», justificada por prin- ipios de exposicién «racionals, esa narracion gdifiere realmente, Por algin rasgo especifico, por alguna indudable pertinencia, DE LA HISTORIA A LA REALIDAD 164 do Ja narracién imaginaria, tal como la podemos encontrar en a epopeya, Ia novela, el drama? Y si ese rasgo —o esa pertinencia— existe, gen qué punto del sistema discursivo, en qué nivel de la enunciacién hay que situarlo? Para intentar sugerir una respues- ta a esta pregunta someteremos ahora a observaci6n, aunque libre y en absoluto exhaustiva, el discurso de algunos grandes historiadores clisicos, como Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y Michelet 1, Enunciacién Y, antes que nada, gen qué condiciones el historiador clisico se siente obligado —o autorizado— a designar, dentro de su dis- curso, el acto por el cual lo esta profiriendo? En otras palabras, al nivel del discurso —y ya no de Ia lengua—, gcudles son los, shifters (en el sentido acordado por Jakobson a esta palabra)! ‘que garantizan el paso del enunciado a Ia enunciacién (0 al reves)? ?Parece ser que el discurso clisico conlleva dos tipos regulares de embragues." El primer tipo rene a los que podriamos lamar Jos embragues de escucha, Esta categoria ha sido ya sefialada por Jakobson, al nivel del lenguaje, y designada por el nombre de testimonial, y bajo Ia férmula C*C#/C#: ademas del aconteci- miento relatado (C*), el discurso menciona a la vez el acto del ir formador (C*) y la palabra del enunciante que a él se refiere (C®), Este shifter designa asi cualquier mencién de fuentes, de ‘testimonies, toda referencia a una escucha del historiador, que recoge un enotraparte de su discurso y lo refiere. La escucha ‘explicita es una opcién, ya que es posible no referirse a clla; aproxima al historiador al etndlogo cuando menciona a su infor- mador; asi pues, este shifter se encuentra abundantemente en los, historiadores etnélogos, como Herodoto. Sus formas son varia- das: Hegan desde los incisos del tipo tal como lo he oido, segtin ‘mi conocintiento, hasta el presente histérico, tiempo que atesti- ‘gua Ja intervencién del enunciador, y hasta cualquier mencién de Ja experiencia personal del historiador; éste es el caso de Miche- 11, R, Jakobson, Esseis de linguistique générale, op. cit, cap. 1X + Embrayeur sucle traducirse por «embrague>. [T.] 165 BL DISCURSO DE LA HISTORIA let, que «escuchas la Historia de Francia a partir de una itumi- nacién subjetiva (la revoluci6n de julio de 1830) y da cuenta de ella en su discurso, Fl shifter de escucha no es evidentemente pertinente sélo en el discurso histérico: frecuentemente se lo encuentra en la conversacién y en determinados artificios de exposicién propios de la novela (anécdotas contadas referidas a partir de ciertos informadores ficticios que se mencionan). EI segundo tipo de shifter reine a todos los signos declara- dos por los que el enunciante, en este caso el historiador, organiza su propio discurso, lo retoma, lo modifica a medio camino, en una palabra, siempre que utiliza hitos explicitos. Se trata de un shijter importante, y los «organizadoress del discurso pueden re- vestir expresiones variadas; todas ellas pueden reunirse, no obs- tante, como indicaciones de un movimiento del discurso en rela- ién a su materia, 0, mas exactamente, a Jo largo de esa materia, algo asf como a Ia manera de los defeticos temporales 0 locati- vos voici/voita;* ast pues, en relacién al flujo de la enunciacién, tendremos: la inmovilidad (como hemos dicho antes), la subida (altius repetere, replicare da pitt atto 1uogo), la bajada (ma ritor- nando all’ordine nosiro, dico come...), Ia detencién (sobre él, ya 0 hablaremos mds), el anuncio (éstas son las otras acciones ignas de memoria que hizo durante su reinado). Bl shifter de organizacién plantea un notable problema, que aqu{ nos hemos de limitar a enunciar: el que nace de Ia coexistencia, 0, mejor dicho, del roce de dos tiempos: el tiempo de Ia enunciacién y el tiempo de la materia enunciada, Este roce da lugar a importan- tes hechos del discurso; citaremos tres de ellos. El primero remi- tea todos los fenémenos de aceleracién de la historia: un nime- ro igual de «paginas» (si es que es ésa Ia burda medida del tiem: po de la enunciacién) cubre lapsos de tiempo variados (tiempo de Ja materia enunciada): en las Historias florentinas de Maquiave- Jo, la misma medida (un capitulo) eubre una vez varios siglos y otra unos veinte afios; cuanto mds nos acercamos al tiempo del historiador, mas fuerte es Ia presion de 1a enunciacién, més lenta Se vuelve la historia; ni siquiera hay isocronia, Io que ataca im- Dlicitamente Ja linealidad del discurso y deja aparecer un «para- kramatismo» posible en la palabra histérica. El segundo hecho fen, No 12 traduzco (he aqui/he ahi) poraue Ia equivalencia en espaol tiene tun uso mis sestringido y arcaizante: (T.) 12 Apartir de J. Kristeva (eBakhtine, 16 mot, la dialogue et le romans, DE LA HISTORIA ALA REALIDAD 166 recuerda también, a su manera, que el discurso, aunque lineal materialmente, confrontado con el tiempo historieo, tiene como mision, parece ser, Ia profundizacién en este tiempo: se trate de lo que podria lamarse la historia en zigzag o en dientes de sie- ra: asi por cada personaje de los que aparecen en sus Histo- rigs, Herodoto se remonta hasta los antepasados del recién le- ado, vuelve después al punto de partida, contintia un poco més alla, y vuelve a empezar. Por wiltimo, un tercer hecho de discur- 50, considerable, atestigua el rol destructor de los shifters de organizacién en relacién con el tiempo crénico de la historia: se trata de las inauguraciones del discurso histérico, puntos en los {que se juntan el comicnzo de la materia enunciada y el exordio de la enuneiacién.® El discurso de la historia en general conoce dos formas de inauguracién: en primer lugar, lo que se podria Hamar la apertura performativa, pues la palabra en este caso es realmente un acto de fundacién solemne} su modelo es pottico, cs el yo cartto de los postas; de ese modo, Joinville comienza su historia con una apelacion religiosa («En el nombre de Dios todo poderoso, yo, Jehan, sefior de Joinville, hago escribir la vida de nuestro santo rey Luis»), y el socialista Louis Blane tampoco desdefia el introito purificador,"* hasta tal punto el inicio de la palabra sigue teniendo siempre algo de dificil, y como si dijéra- ‘mos, de sagrado; a continuacién, una unidad mucho més corrien- te, el Prefacio, acto de enunciacién caracterizado, bien sea pros- pectivo, cuando anuncia el discurso venidero, bien sea retrospec- tivo, cuando lo juzga (es el caso del gran Prefacio con que Mi chelet culmina su Historia de Francia una vez completamente esctita y publicada), El recuerdo de estas pocas unidades tiene la intencién de sugerir que la entrada de Ia enunciacién en el ri, 2, ab 5, 5) eve on lami Sera aie ere Sa seamen 7 Aa Lema hon icp cp ee cat ole ai ie ae Sle re Mong Wares 167 EL DISCURSO DE LA HISTORIA cenunciado histérico, por medio de los shifters organizadores, ti. rie como objetivo, no tanto dar al historiador una posibilidad de expresar su «subjetividad» como vulgarmente se dice, como «complicar» el tiempo crénico de la historia enfrenténdolo con otro tiempo que es el del propio discurso, e! que podriamos llamar, para abreviar, el tempopapel; en stim, Ia presencia, en Ja narracién histériea, de signos explfcitos de enunciactén ten- dria como objeto la wdescronologizacién» del ehilo» histérico y Ja restitueién, aunque no fuera més que a titulo de reminiscen- cia 6 de nostalgia, de un tiempo complejo, paramétrico, nada li neal, cuyo espacio profundo recordaria el tiempo mitico de Tas antiguas cosmogonias, atado él también por esencia a la palabra del pocta o el adivina: los shifters de organizacién, en efecto, ates- tiguan —aungue s6lo sea a base de clertos giros de apariencia racional— la funcién predictiva del historiador: en la medida fen que dl sabe lo que no se ha contado todavia, el historiador, al igual que el agente del mito, tiene la necesidad de acompaiia el desgranarse crénico de los acontecimientos con referencias al tiempo propio de su palabra. Los signos (0 shifters) de los que acabamos de hablar se re fieren tinicamente al propio proceso de In enunciacién. Existen otros que ya no mencionan el acto de la enunciacién, sino, segin Ja terminologia de Jakobson, a sus protagonistas (T"), destina- trio o enuneiante. Un hecho notable y diseretamente enigmatico es que el discurso literario conlleva muy raramente los signos det slectors; incluso podria decirse que lo que lo especfica es el he- cho de ser —aparentemente— un discurso sin 1d, a pesar de que cn realidad toda la estructura de ese discurso implica un «sujetow de la lectura. En el discurso histérico, los signos de destinacién estin generalmente ausentes: tan slo los encontraremos all donde la Historia se muestre como una Teccién éste es el caso de la Historia wotiversal de Bossuet, un discurso dirigido nomi- Balmente por el preceptor a su slumno el principe; inchuso este esquema solo es posible, en cierto modo, en Ia medida en que el discurso de Bossuet se supone que representa homotdgicamen- te el discurso que el propio Dios dirige a los hombres, precisa mente bajo la forma de Ia Historia de In que les hace donacion: s6lo porate 1a Historia de los hombres es Ia Eseritura de Dios Puede Bossuet, mediador de esa escritura, establecer una rela- idn de destinacién entre él y et principe. DE LA HISTORIA A LA REALIDAD 168 ‘Los signos del enunciante (0 destinador) son, evidentemente, mucho més frecuentes; entre ellos tenemos que alinear todos fos fragmentos de discurso en que el historiador, sujeto vacio de Ja enunciacién, se va, poco a poco, rellenando de predicados di- vyersos que estén destinados a constituirlo como persona, provis- ta de una plenitud psicoldgica, o, es mas, de un continente (a palabra es una exquisita imagen), Sefialaremos aqui una forma particular de este «relleno» que le corresponde més directamen- te alla critica literaria, Se trata del caso en que el enunciante pre- tende eausentarse» de su discurso, el cual, en consecuencia, ca- rece sistemdticamente de todo signo que remita al emisor del mensaje hist6rico: la historia parece estarse contando sola. Este faceidente ha hecho una considerable carrera, ya que, de hecho, corresponde al discurso histérico llamado «objetivor (en el que el historiador no interviene nunca). De hecho, en este caso, el entin- ciante anula su persona pasional, pero la sustituye por otra per sona, la persona

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