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imposible, el ruido de lo que, por funcionar ala
Perfeccién, no produce ruido; susurrar es dejar
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espejismo... el punto de fuga del placer. Es el
estremecimiento del sentido lo que interrogo al
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Naturaleza,
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(JR-29170)
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Mas alla de la
palabra y la escritura
Roland Barthes
Paidés Comunicacién
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RSTPaidés Comunicacién/28
ML. Knapp - La comuniacn no verbal cwerp ye entorno
M.L: De eury 8:1, Bll Rokeach Teor de ls comucacin de masas
E'HGomboch 1: Hochberg y ML Black Arta pereecion yreatdad
FR, Willams ~Chltura, Sociologia dels comunicactn del arte
TA yen Dy La comca del eta, Un anfoqu incerdiscipinrio
J. Lyone- Lenguaje, signieade conto
‘Al Gris La sete de tet: eerlelos prticos
EK Reardon - La persuaston ent comamicactn Teor y context
‘A Matty. Schrmcler= América Latina onl encracjda elemsticn
Pave - Dizcionara del eatro
1 Miles ~ a lero defn tmagen
‘A. Kombi -Semitia de fas relaciones fires
G-Durunlin = Lament en la propoganda politica yon la publicidad
(C Mors- Fwementos de afar de los sf
Piermont El ojo aie
G. Deleuze" La imagon-movinlent. Edi sobre cine 1
K.Rumonty ou0s = Estdea del cine
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Prefacio para Tricks de Renaud Camus... s+
No se consigue nunca hablar de Io que se ama».
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El discurso de la historia
La descripcién formal de los conjuntos de palabras superiores
ala frase (a los que, por comodidad, llamaremos discurso) no es
cosa de ayer: desde Gorgias hasta ¢l siglo xix constituyeron el
objeto propio de la antigua retérica. El reciente desarrollo de la
:ncia lingitistica viene a darle, sin embargo, una nueva actuall-
dad y nuevos medios: quiz ser4 posible a partir de ahora una
Lingiifstica del discurso; a causa de su incidencia sobre el andlisis
literario (cuya importancia en la ensefianza ya conocemos) in-
cluso Tega a constituir una de Jas primeras tareas de la se-
miologta.
Esta segunda lingilfstica, a la vez que dedicarse a buscar los
universales del discurso (si es que existen), bajo Ia forma de uni-
dades y de reglas generales de combinacién, tiene evidentemente
que decidir si el andlisis estructural permite conservar Ia antigua
tipologia de los discursos, si bien siempre sera legitimo oponer
el discurso postico al discurso novelesco, el relato ficticio al xe-
lato histérico. Sobre este tiltimo punto es sobre el que querria
roponer ahora ciertas reflexiones: Ja narracién de acontecimien-
tos pasados, que en nuestra cultura, desde los Griegos, est some-
tida generalmente a la sancién de ja «ciencia» histérica, situada
bajo ta imperiosa garantfa de la «realidad», justificada por prin-
ipios de exposicién «racionals, esa narracion gdifiere realmente,
Por algin rasgo especifico, por alguna indudable pertinencia,DE LA HISTORIA A LA REALIDAD 164
do Ja narracién imaginaria, tal como la podemos encontrar en a
epopeya, Ia novela, el drama? Y si ese rasgo —o esa pertinencia—
existe, gen qué punto del sistema discursivo, en qué nivel de la
enunciacién hay que situarlo? Para intentar sugerir una respues-
ta a esta pregunta someteremos ahora a observaci6n, aunque
libre y en absoluto exhaustiva, el discurso de algunos grandes
historiadores clisicos, como Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y
Michelet
1, Enunciacién
Y, antes que nada, gen qué condiciones el historiador clisico
se siente obligado —o autorizado— a designar, dentro de su dis-
curso, el acto por el cual lo esta profiriendo? En otras palabras,
al nivel del discurso —y ya no de Ia lengua—, gcudles son los,
shifters (en el sentido acordado por Jakobson a esta palabra)!
‘que garantizan el paso del enunciado a Ia enunciacién (0 al
reves)?
?Parece ser que el discurso clisico conlleva dos tipos regulares
de embragues." El primer tipo rene a los que podriamos lamar
Jos embragues de escucha, Esta categoria ha sido ya sefialada
por Jakobson, al nivel del lenguaje, y designada por el nombre
de testimonial, y bajo Ia férmula C*C#/C#: ademas del aconteci-
miento relatado (C*), el discurso menciona a la vez el acto del ir
formador (C*) y la palabra del enunciante que a él se refiere
(C®), Este shifter designa asi cualquier mencién de fuentes, de
‘testimonies, toda referencia a una escucha del historiador, que
recoge un enotraparte de su discurso y lo refiere. La escucha
‘explicita es una opcién, ya que es posible no referirse a clla;
aproxima al historiador al etndlogo cuando menciona a su infor-
mador; asi pues, este shifter se encuentra abundantemente en los,
historiadores etnélogos, como Herodoto. Sus formas son varia-
das: Hegan desde los incisos del tipo tal como lo he oido, segtin
‘mi conocintiento, hasta el presente histérico, tiempo que atesti-
‘gua Ja intervencién del enunciador, y hasta cualquier mencién de
Ja experiencia personal del historiador; éste es el caso de Miche-
11, R, Jakobson, Esseis de linguistique générale, op. cit, cap. 1X
+ Embrayeur sucle traducirse por «embrague>. [T.]
165 BL DISCURSO DE LA HISTORIA
let, que «escuchas la Historia de Francia a partir de una itumi-
nacién subjetiva (la revoluci6n de julio de 1830) y da cuenta de
ella en su discurso, Fl shifter de escucha no es evidentemente
pertinente sélo en el discurso histérico: frecuentemente se lo
encuentra en la conversacién y en determinados artificios de
exposicién propios de la novela (anécdotas contadas referidas a
partir de ciertos informadores ficticios que se mencionan).
EI segundo tipo de shifter reine a todos los signos declara-
dos por los que el enunciante, en este caso el historiador, organiza
su propio discurso, lo retoma, lo modifica a medio camino, en una
palabra, siempre que utiliza hitos explicitos. Se trata de un
shijter importante, y los «organizadoress del discurso pueden re-
vestir expresiones variadas; todas ellas pueden reunirse, no obs-
tante, como indicaciones de un movimiento del discurso en rela-
ién a su materia, 0, mas exactamente, a Jo largo de esa materia,
algo asf como a Ia manera de los defeticos temporales 0 locati-
vos voici/voita;* ast pues, en relacién al flujo de la enunciacién,
tendremos: la inmovilidad (como hemos dicho antes), la subida
(altius repetere, replicare da pitt atto 1uogo), la bajada (ma ritor-
nando all’ordine nosiro, dico come...), Ia detencién (sobre él, ya
0 hablaremos mds), el anuncio (éstas son las otras acciones
ignas de memoria que hizo durante su reinado). Bl shifter de
organizacién plantea un notable problema, que aqu{ nos hemos
de limitar a enunciar: el que nace de Ia coexistencia, 0, mejor
dicho, del roce de dos tiempos: el tiempo de Ia enunciacién y el
tiempo de la materia enunciada, Este roce da lugar a importan-
tes hechos del discurso; citaremos tres de ellos. El primero remi-
tea todos los fenémenos de aceleracién de la historia: un nime-
ro igual de «paginas» (si es que es ésa Ia burda medida del tiem:
po de la enunciacién) cubre lapsos de tiempo variados (tiempo de
Ja materia enunciada): en las Historias florentinas de Maquiave-
Jo, la misma medida (un capitulo) eubre una vez varios siglos y
otra unos veinte afios; cuanto mds nos acercamos al tiempo del
historiador, mas fuerte es Ia presion de 1a enunciacién, més lenta
Se vuelve la historia; ni siquiera hay isocronia, Io que ataca im-
Dlicitamente Ja linealidad del discurso y deja aparecer un «para-
kramatismo» posible en la palabra histérica. El segundo hecho
fen, No 12 traduzco (he aqui/he ahi) poraue Ia equivalencia en espaol
tiene tun uso mis sestringido y arcaizante: (T.)
12 Apartir de J. Kristeva (eBakhtine, 16 mot, la dialogue et le romans,DE LA HISTORIA ALA REALIDAD 166
recuerda también, a su manera, que el discurso, aunque lineal
materialmente, confrontado con el tiempo historieo, tiene como
mision, parece ser, Ia profundizacién en este tiempo: se trate de
lo que podria lamarse la historia en zigzag o en dientes de sie-
ra: asi por cada personaje de los que aparecen en sus Histo-
rigs, Herodoto se remonta hasta los antepasados del recién le-
ado, vuelve después al punto de partida, contintia un poco més
alla, y vuelve a empezar. Por wiltimo, un tercer hecho de discur-
50, considerable, atestigua el rol destructor de los shifters de
organizacién en relacién con el tiempo crénico de la historia: se
trata de las inauguraciones del discurso histérico, puntos en los
{que se juntan el comicnzo de la materia enunciada y el exordio
de la enuneiacién.® El discurso de la historia en general conoce
dos formas de inauguracién: en primer lugar, lo que se podria
Hamar la apertura performativa, pues la palabra en este caso es
realmente un acto de fundacién solemne} su modelo es pottico,
cs el yo cartto de los postas; de ese modo, Joinville comienza su
historia con una apelacion religiosa («En el nombre de Dios todo
poderoso, yo, Jehan, sefior de Joinville, hago escribir la vida de
nuestro santo rey Luis»), y el socialista Louis Blane tampoco
desdefia el introito purificador,"* hasta tal punto el inicio de la
palabra sigue teniendo siempre algo de dificil, y como si dijéra-
‘mos, de sagrado; a continuacién, una unidad mucho més corrien-
te, el Prefacio, acto de enunciacién caracterizado, bien sea pros-
pectivo, cuando anuncia el discurso venidero, bien sea retrospec-
tivo, cuando lo juzga (es el caso del gran Prefacio con que Mi
chelet culmina su Historia de Francia una vez completamente
esctita y publicada), El recuerdo de estas pocas unidades tiene
la intencién de sugerir que la entrada de Ia enunciacién en el
ri, 2, ab 5, 5) eve on lami
Sera aie ere Sa seamen
7 Aa Lema hon icp cp ee
cat ole ai ie ae Sle re
Mong Wares
167 EL DISCURSO DE LA HISTORIA
cenunciado histérico, por medio de los shifters organizadores, ti.
rie como objetivo, no tanto dar al historiador una posibilidad de
expresar su «subjetividad» como vulgarmente se dice, como
«complicar» el tiempo crénico de la historia enfrenténdolo con
otro tiempo que es el del propio discurso, e! que podriamos
llamar, para abreviar, el tempopapel; en stim, Ia presencia, en
Ja narracién histériea, de signos explfcitos de enunciactén ten-
dria como objeto la wdescronologizacién» del ehilo» histérico y
Ja restitueién, aunque no fuera més que a titulo de reminiscen-
cia 6 de nostalgia, de un tiempo complejo, paramétrico, nada li
neal, cuyo espacio profundo recordaria el tiempo mitico de Tas
antiguas cosmogonias, atado él también por esencia a la palabra
del pocta o el adivina: los shifters de organizacién, en efecto, ates-
tiguan —aungue s6lo sea a base de clertos giros de apariencia
racional— la funcién predictiva del historiador: en la medida
fen que dl sabe lo que no se ha contado todavia, el historiador, al
igual que el agente del mito, tiene la necesidad de acompaiia el
desgranarse crénico de los acontecimientos con referencias al
tiempo propio de su palabra.
Los signos (0 shifters) de los que acabamos de hablar se re
fieren tinicamente al propio proceso de In enunciacién. Existen
otros que ya no mencionan el acto de la enunciacién, sino, segin
Ja terminologia de Jakobson, a sus protagonistas (T"), destina-
trio o enuneiante. Un hecho notable y diseretamente enigmatico
es que el discurso literario conlleva muy raramente los signos det
slectors; incluso podria decirse que lo que lo especfica es el he-
cho de ser —aparentemente— un discurso sin 1d, a pesar de que
cn realidad toda la estructura de ese discurso implica un «sujetow
de la lectura. En el discurso histérico, los signos de destinacién
estin generalmente ausentes: tan slo los encontraremos all
donde la Historia se muestre como una Teccién éste es el caso
de la Historia wotiversal de Bossuet, un discurso dirigido nomi-
Balmente por el preceptor a su slumno el principe; inchuso este
esquema solo es posible, en cierto modo, en Ia medida en que el
discurso de Bossuet se supone que representa homotdgicamen-
te el discurso que el propio Dios dirige a los hombres, precisa
mente bajo la forma de Ia Historia de In que les hace donacion:
s6lo porate 1a Historia de los hombres es Ia Eseritura de Dios
Puede Bossuet, mediador de esa escritura, establecer una rela-
idn de destinacién entre él y et principe.DE LA HISTORIA A LA REALIDAD 168
‘Los signos del enunciante (0 destinador) son, evidentemente,
mucho més frecuentes; entre ellos tenemos que alinear todos
fos fragmentos de discurso en que el historiador, sujeto vacio de
Ja enunciacién, se va, poco a poco, rellenando de predicados di-
vyersos que estén destinados a constituirlo como persona, provis-
ta de una plenitud psicoldgica, o, es mas, de un continente (a
palabra es una exquisita imagen), Sefialaremos aqui una forma
particular de este «relleno» que le corresponde més directamen-
te alla critica literaria, Se trata del caso en que el enunciante pre-
tende eausentarse» de su discurso, el cual, en consecuencia, ca-
rece sistemdticamente de todo signo que remita al emisor del
mensaje hist6rico: la historia parece estarse contando sola. Este
faceidente ha hecho una considerable carrera, ya que, de hecho,
corresponde al discurso histérico llamado «objetivor (en el que el
historiador no interviene nunca). De hecho, en este caso, el entin-
ciante anula su persona pasional, pero la sustituye por otra per
sona, la persona