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Hoy, 7 años después, como por arte de magia, apareció el papel higiénico.
Inexplicablemente también se consiguen la harina de maíz, el arroz, la pasta y todos los
demás productos a pesar de que las importaciones son 77,5% menores que en 2012 (en
2018 ascendieron a US$ 14.866 millones, en 2012 fueron US$ 65.951 millones, en 2013
US$ 57.183 millones, en 2014 US$ 47.255 millones, en 2015 US$ 33.308 millones).
Sorpresivamente hoy hay de todo a pesar de que la economía es 50% menor que en 2012
y que las exportaciones han disminuido 66% con respecto a ese año (en 2012 las
exportaciones ascendieron a US$ 97.877 millones, en 2018 fueron US$ 33.677 millones) y
a pesar de la incertidumbre que para los empresarios debe representar la hiperinflación,
la cual alcanzó 130.060% en 2018. En 2012 los precios solo variaron 20,1%. ¿Curioso,
verdad?
Ingenuo sería pensar que han dado por terminada la guerra económica cuando dos de sus
otras armas, incluso más poderosas: el bloqueo financiero internacional y sobre todo el
ataque a la moneda persisten como amenaza y en escalada siguen afectando a todo el
pueblo venezolano.
Largas colas se hacían en las calles de la URSS en la década de los ochenta para adquirir
alimentos y bienes de primera necesidad a pesar de que la economía soviética estaba en
franco crecimiento. Mientras tanto, el rublo inexplicablemente se depreciaba de manera
acelerada.
Confesó Margaret Thatchert en 1991: “Por desgracia y pese a todos nuestros esfuerzos,
durante largo tiempo la situación política en la URSS siguió siendo estable… sin embargo al
poco tiempo nos llegó una información sobre el pronto fallecimiento del líder soviético y
la posibilidad de la llegada al poder, con nuestra ayuda, de una persona gracias a la cual
podríamos realizar nuestras intenciones de debilitar la economía de la URSS… Esa persona
era Mijaíl Gorbachov”. Lo ratificó luego el propio Gorbachov en 2000: “El objetivo de mi
vida fue la aniquilación del comunismo”.
La traición de Gorbachov no solo derrumbó el Muro de Berlín y con este el buen vivir y las
esperanzas de todo un pueblo, allanó el terreno para el gobierno neoliberal de Boris
Yeltsin que aceleradamente acabó con los indudables logros de la revolución bolchevique.
En menos de 5 años, entre 1990 y 1995, el PIB cayó 51%, la esperanza de vida pasó de
69,4 en 1988 a 64,4 años en 1994; la tasa de mortalidad de las mujeres aumentó 62%; el
consumo de alimentos del pueblo soviético pasó de 3.500 klc/día/persona a 2.800 en
1991, todo eso a pesar de que mágicamente, con la llegada de Yeltsin, los alimentos
aparecieron en los anaqueles, se acabaron las colas y el rublo se estabilizó.
La rendición ante los intereses de los capitales agravó la situación del pueblo
nicaragüense, ya duramente afectada por la guerra económica. En 1990 la revolución
sandinista fue derrotada en las elecciones presidenciales. Asumió el poder el imperialismo
estadounidense a través del gobierno neoliberal de Violeta Chamorro. Nicaragua entró en
un ciclo de pobreza y el desempleo alcanzó el 65%: sin embargo, mágicamente
aparecieron los alimentos y se detuvo la hiperinflación.
Otros pueblos y sus líderes han mostrado otros desenlaces en la historia: Cuba, Vietnam,
Irán, China, Rusia y la República Democrática de Corea son ejemplos.
Los venezolanos somos los hijos de Bolívar, de Guaicapuro y de la esperanza del “por
ahora”. Además, tenemos la primera reserva de petróleo y oro del Planeta.
(Pascualina Curcio)