Mmsro ee AID LAS HSTORAS
lugar. Comenzaron a cruzar el bosque, pero
esta vez Miguelito tuvo que caminar por sus
propios medios. No sentia los dedos de los
pies, el hielo traspasaba sus zapatos. Tal
como Polarin habia muerto en Ia primave-
ra de la biblioteca, Miguelito estaba seguro
de que no lograrfa sobrevivir a esos frios
glaciales.
ap
Al salir del tupido bosque, Miguelito se
quedé con la boca abierta, Ante él se levan-
taban gigantescas montafas de un color pz
recido al del cielo, quiz un poco mas oscuro
y triste. Polarin hablo solemnemente:
—E] reino de Gelias no es siempre asi,
Miguelito. Aqui el sol también brilla alegre-
mente, aunque no calienta como en tu pais,
y el color del cielo es en realidad el azul
mis profundo y hermoso que puedas ima-
ginarte, Nuestras montaitas de hielo, que
ahora se ven de este fiinebre color gris, son
tan radiantes y majestuosas que cuando las
contemplas te parece que estan sonriendo,
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El color del mar es mas azul que el cielo y
los arboles muestran sus troncos gruesos y
sus hojas fuertes y verdes te saludan al pa-
sar. La casa de nuestro rey Grisnas es el gran
Palacio de Cristal de Hielo, rodeado tam-
bién de montafias, y me imagino que aho-
ra debe encontrarse opaco y casi en ruinas.
Cuando capturaron al rey y comenzaron las
‘matanzas, el hambre y la miseria, todo em-
pez6 a perder su brillo. Pareciera que el rei-
no entero esti de luto ahora, por la maldad
y ctueldad de Nuboso y las rapaces. Lamen-
to que conozcas mi tierra en estas condi-
ciones, Miguelito.
—No estés triste, Polarin. Mejor vamos ri-
pido a tu cueva para que alimentes a tu fa-
millia y alli podremos pensar en un buen plan
para que todo vuelva a ser como antes,
Luego de haber trepado una parte de las
montafias de hielo, llegaron finalmente al
hogar de Polarin. Al entrar, todos recibie-
ron a pap4 oso con la poca alegria que les
quedaba por esos dias. Para ellos, su pa-
dre habia salido hacfa s6lo un momento a
buscar comida, pero para Polarin era tan
Co