a RD DLA TORS
“Miguel” habia sido pronunciado con cier
to enojo esta vez,
—Muéstramelo ahora, por favor.
Miguelito le pas6 el libro al sefior Pala-
bra y el mago ley6 en voz alta: Caperucita
Roja y el Lobo Feroz.
—iVes lo que has hecho, pedazo de
nifio! Cambiaste todo el destino de la his-
toria. Se suponia que Caperucita era amiga
del lobo porque éste era muy bondadoso
y amigable, Ahora que lo convenciste de
que debe comer nifos, va a tratar de co-
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punts Beas ORAS
yse a tu querida y amada Caperucita
Pero cémo se te puede haber ocurrido ha-
cor algo as@ {El cuento ya estaba termina-
do! jTerminado! {Ya tenia su buen final!
Pe... pero si fue sin querer, Yo sola-
mente le comentaba al lobo que era raro
que, siendo una criatura salvaje, fuera ve-
gclariano y mas encima amigo de los nifios.
No lo pude evitar. (Era ridiculo!
—jEn qué minuto le hice caso a Arturo,
en qué minuto! —murmuraba el mago ca-
minando rapidamente de un lado a otro—
Esctichame bien, Miguel, debes mejorar los
cuentos, no empeorarlos; tienes que darles
un buen fin, Qué nifo va a ser feliz ahora
con un lobo feroz, Mejor sera que entre en
cl cuento a inventar algén final en que el
lobo no se haya comido a todo el mundo.
Estos nifios
—Pero si quieres, yo vuelvo a arreglar-
lo —dijo Miguelito con angustia, pensando.
en que por su culpa la pobre y bella Cape-
rucita podria ser devorada.
—iNo, no, no y mil veces no! Podria ser
que el lobo terminara comiéndote a ti también.
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