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EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO. NUEVAS MIRADAS SOBRE VIEJOS PROBLEMAS r Cristina De Bernardi - Jorge Silva Castillo compiladores 5 EL COLEGIO DE MEXICO ro Pe \@y UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO 956 ona El Cercano Oriente antiguo : nuevas miradas sobre viejos problemas / Cristina de Bernas, Jorge Silva Castillo, ccompiladores-- México, DE : El Colegio de México, Centro de Bstadios de Asia y Afeea; Rosario, Argentina: Universidad ‘Nacional del Rosario, Facultad de Humanidades y Artes, 2006. 151 p.;28em. ncluye referencias bibliogificas ISBN 968-12-1224- 1, Oriente (Cercano Oriente) -- Historia. 2. Oriente (Cercano Orient) -- Civilizcin -- Hasta 662.1. De Bernard, Cestna, corp, .Silve Cesill, Jorge, comp, Primera edicién, 2006 DR. © H Colegio de México, A.C. Camino al Ajusco 20 Padregal de Santa Teresa 19740 México, D.F. www.colmex.mx ISBN 968-12-1224-X Impreso en México TNDICE Presentacion Diversidad étnica, integraci6n o vietimizaci6n en la Mesopotamia del III milenio a.C. Gistina De Bernardi y Jonge Silva Castillo. El papel del estado en las relaciones interétnicas Reflexiones finales. Bibliografia Integracién, conflicto y economia dual en el dindstico temprano de Mesopotamia, Walburga Ma. Wiesheu Bibliografia 29 La realeza asiria: Legitimidad, rituales y genealogias, Susana B. Murphy... Las tradiciones ancestrales y los rituales como fundamentos de la identidad Las genealogfas, fuerites de legitimidad Conclusiones. Bibliografia Oriente en Occidente. La colonizaci6n fenicia en el extremo occidental del Mediterraneo y el Atléntico, José Luis Lopez Castro Introduccién. 1. El problema cronoldgico y las causas de la colonizacién fenici 2. Geografia de la colonizacién fenicia en el Extremo Occidente. El fenémeno urbano La sociedad colonial y la produccién Autéctonos y colonizadores: Dos sociedades en contacto De colonias a ciudades Bibliografia Dindmicas politicas en el valle del Nilo durante el periodo Predinéstico Tardio: Ellugar de los “proto-Estados”, Marcelo Campagn 1 M.. Vv. Vv. vi : Bibliografia Los vinculos politicos en el Bronce Medio levantino a través de su expresién en un grupo de cilindros sello, Janir Milevski Introducci6n, ‘Talleres y artesanos .. Composicién iconogréfica 101 101 102 103 Centro y periferia en la iconografia palestinense .. 104 Conclusion: 105 Bibliografia 106 Narrativa biblica: El mitoy la historia viejos problemas. revisados a la luz de la escrituray el discurso politicos modernos, Ana Fund Patrén de Smith Introducci6n 115 115 17 120 121 128 Mitos y tradiciones patriarcales: Buscando un pueblo En tiempos de la Monarquia Conclusiones. Bibliografia Génesis XXIX-XXXI y el derecho de familia, Un nuevo enfoque en torno al problema de los ferafim, Bernardo Gandulla.. a 1.- Los ‘erafim, como objeto de culto 2 Los terafim en el derecho de familia extrabiblico. 3.-Labén, Jacob y el “robo” de los terafim.. Conclusién Bibiografia 125 125 127 129 135 136 Sefioras y esclavas. El papel de la mujer en la historia social del Fa antiguo, José Carlos Castatteda Reyes.. Bibliografia .. DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO DURANTE EL PER{ODO PREDINASTICO TARD{O: EL LUGAR DE LOS “PROTO-ESTADOS” ‘Marceto Campacno Universidad de Buenos Aires~CONICET Argentina Tradicionalmente, los procesos de formacién estatal que suceden simulténea- mente en el valle del Nilo y en la Mesopotamia han sido distinguidos entre sf en fancién de un “resultado” a todas luces diferente: en efecto, mientras que en Egipto iba a constituirse un tinico Estado extendido por un vasto territorio com- prendido entre la primera catarata del Nilo y el mar Mediterraneo, en la region del Tigris y el Eufrates se estableceria un patrén fragmentario de ciudades-Esta- do, cada una de las cuales abarcaria poco mas que un niicleo urbano central y su hinterland. Se trata de una distincién que, desde un punto de vista operativo y de gran escala, dispone de cierto valor analitico y, de hecho, resulta sumamente justa si nos situamos, por ejemplo, hacia mediados del III milenio a.C.: cierta- mente, existe una enorme diferencia entre la imagen que procede del extenso mundo dominado por el Estado egipcio durante la edad de las piramides y la que se advierte acerca del mosaico de ciudades stimeras del perfodo Dindstico Tem- prano. Sin embargo, la situacin parece no ser tan diametralmente opuesta si se consideran las etapas iniciales del proceso en el que se constituyen las sociedades estatales en unay otra regién. Es que, en efecto, el territorio que luego sera reco- nocido como egipcio no se unifica de modo sibito: hay un periodo de cerca de cuatro siglos entre la aparicin de los primeros elementos de estatalidad en el Alto Egipto y el comienzo de la Dinastia I, hacia el 3000 a.C., que coincide con el final de ese proceso de unificacion. "Al respecto, cf., por ejemplo, la distincién entre Estados territoriales y ciudades Estado pro- puesta por Trigger 1993, 86 EL CERGANO ORIENTE ANTIGUO Qué sucede a lo largo de esos cuatrocientos aiios? Una antigua escuela egiptolégica sostenia que ésa era la época en la que se habfan consolidado dos reinos, los del Alto y el Bajo Egipto, finalmente reunidos por el mitico rey Menes. La arqueologia, sin embargo, se ha encargado de desmontar esa hipstesis: hay una sensible disparidad entre lo que el registro arqueolégico deja ver para el del- tay elalto valle del Nilo y, con la informaci6n actual, todo apunta a este tiltimo como el ambito en el que surgen las primeras pricticas estatales, extendidas, a su debido momento, hacia la regién septentrional. ;Cudles son, entonces, las carac- terfsticas de ese proceso que acontece en el Alto Egipto? Desde hace algiin tiem- po, existe un concepto en el Ambito de la egiptologia que suele ser utilizado para caracterizar esa decisiva fase que transcurre entre esas primeras précticas estata- les y el periodo que comienza con la Dinastfa I: se trata del concepto de “proto- Estado” (a veces, también denominado “proto-reino”)?. Tal como usualmente se lo aplica, el concepto intenta caracterizar las condiciones sociopoliticas del Alto Egipto entre las fases Nagada IIc-d (aprox. 3400-3200 a.C.) y Nagada IIfa-b (aprox. 3200-3000 a.C.). En efecto, segtin suele proponerse, en principio (Nagada IIc-d) existirfan, al menos, tres “proto-Estados” centrados en Hieracémpolis, Nagada y Abidos. Con posterioridad (Nagada I[la-b), esas entidades convergirfan en un Yinico “proto-Estado” del Alto Egipto, el cual, en su proceso expansivo, podria haber desbaratado la existencia de otro probable “proto-Estado” situado mas al sur, en la Baja Nubia, con centro en Qustul. De tal modo, la situacién sociopolitica de la época parece haber sido més fragmentaria y menos distante de la mesopotmica que lo que propone la imagen tradicional. En lo que sigue, nos interesa ofrecer algunas reflexiones acerca de este concepto de “proto-Estado”. Como se vera, se trata de un concepto de una rudimentaria elaboracién que, sin ‘embargo, puede proporcionar cierta utilidad a la hora de considerar el proceso global de surgimiento y consolidacién del Estado en el valle del Nilo*. I En primer lugar, qué testimonios hay de tales “proto-Estados”? En relacién con Hieracémpolis, durante la fase Nagada II existen testimonios que apuntan a la presencia tanto de una compleja division del trabajo como de una élite cuyos miembros eran enterrados en tumbas sensiblemente diferenciadas de las del res- to de la sociedad, En efecto, por una parte, existe evidencia acerca de sitios espe- cificos para la produccién de pan, cerveza y ceramica, que presuponen la presen- cia de un artesanado especializado*. Asimismo, de Nagada Ib-d data un notable * Cf, Fattovich 1984: 51; Kemp 1992 [1989]: 46; 1995; 685; Vercoutter 1992: 289; O'Connor 1993: 10, 22; Seidlmayer 1997: 28; Maisels 1999: 60. *'Lo que sigue retoma y actualiza un anilisis que hemos propuesto en Campagno 2002b: 49-60. 4 CE, Geller 1992: 23.94 DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO 87 recinto (Hk 29a) que podria tener casi 40 metros de largo, que presenta estructuras enadobe y madera y que ha sido interpretado como un gran complejo ceremonial’. Por otra parte, en cuanto a la evidencia funeraria, sobresale indudablemente la llamada Tumba 100 0 Tumba Decorada, cuya datacién remite a la fase Nagada Ic*. Tal enterramiento no s6lo se destaca por sus dimensiones (5,85 metros de largo, 2,85 de ancho y 1,50 de profundidad) y por el adobe utilizado para revestir sus paredes y un muro interior sino también por la decoracién que presentan esos muros. Alli aparece todo un conjunto de representaciones iconograficas que testimonian los conflictos de la época (escenas de lucha, ejecucién de prisione- ros) asf como, principalmente, una serie de escenas intimamente relacionadas con la posterior iconografia fara6nica (Ia procesién de embarcaciones, el motivo del “Sefior de los animales”, la imagen de un personaje provisto de un flagelo y enactitud de carrera, y la escena en la que un personaje de mayor tamafio ejecu- ta con su maza a tres prisioneros arrodillados, en un acto andlogo al ritual de la ejecucién del enemigo celebrado a lo largo de la época faraénica. Mas alld de la Tumba 100, otros enterramientos de comienzos de Nagada III -como la Tumba 2 (6,5 metros de largo, 2,10 de ancho y 4,15 de profundidad) o la Tumba 11 (5 metros de largo, 2,40 de ancho), ambas de la Localidad 6- testimonian la conti- nuada construccién de tumbas de élite durante la época “proto-estatal”’ . Respecto de Nagada, entre las principales construcciones que remiten a Nagada II, sobresale un muro de 2 metros de espesor y los restos de un conjunto de “grandes casas palatinas para la residencia de la élite”. Por otra parte, el hallazgo de ciertas impresiones de sellos sobre fragmentos de arcilla ha sugerido la posibi- lidad de algiin tipo de actividades de indole administrativa’ . En cuanto a la evi dencia funeraria, la utilizacién, en la fase Nagada I, de una nueva necrépolis (Cementerio T) con tumbas de mayores dimensiones y con ajuares funerarios ms elaborados parece confirmar la existencia de una élite sensiblemente dife- renciada del resto de la poblaci6n"”. En particular, las tumbas T23, T25 y T20 (y posiblemente también la T15), cuya datacién se extiende entre Nagada Ic-d y ‘Nagada Ifa, presentan un aspecto rectangular con muros perimetrales y pare- des interiores de adobe y con unas dimensiones superiores a los 5 metros de largo y 2 metros de ancho. Lo que resulta fundamentalmente relevante de estas tumbas es su estrecho paralelismo con el formato de la Tumba 100 de ® GE. Friedman 1996: 1635; Adams y Cialowicz 1997: 12-15; Midant-Reynes 2003: 250-252 * En relaci6n con la Tumba 100 y su iconografia, cf. Vandier 1952: 561-570; Case y Payne 1962: 5- 18; Payne 1973: 31-35; Hoffiman 1979: 132-133; Kemp 1992 [1989]: 51-53; MidantReynes 1992: 194 197; Spencer 1993: 36-40; Cervell6 1996b: 10-11; Adams y Cialowicz 1997: 36-40. * GE. Hoffman, Lupton y Adams 1982: 38-60; Adams 1996: 1-15; Midant-Reynes 2008: 201-208, * Hassan 1988: 156. La traduccién es nuestra. En relacién con el muro, ef. Kemp 1977: 198; Spencer 1993: 35; Bard 1994: 77. Tales improntas de sellos han sido datadas globalmente en el perfodo Predinéstico Tardfo. Al respecto, ef. Fattovich 1984: 62; Barocas, Fattovich y Tosi 1989: 301. ‘© En relacién con el Cementerio T, cf. Kemp 1978: 39-48; Hoffinan 1979: 118; Davis 1988: 17-28; MidantReynes 1992: 179; 2008: 191-201; Bard 1994: 97-109; Wilkinson 1996: 86. 88 EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO Hieracémpolis asf como su similitud con algunas tumbas en el Cementerio U de Abidos: sobre la base de esas relaciones, Kemp ha propuesto que “Ja Tumba 100 de Hicracémpolisy las tumbas relacionadas en el Cementerio T de Nagada deberfan ser reconocidas como los lugares de enterramiento de reyes predindsticos™ En lo que refiere a Abidos (o tal vez a Tinis"), a partir de mediados de la fase Nagada II, el Cementerio U —que ya era utilizado desde Nagada I~ presenta, en forma casi simultanea respecto de la Tumba 100 de Hieracémpolis y de las tum- bas TS y T23 de Nagada, un conjunto de sepulturas rectangulares de considera- bles dimensiones (de hasta 5 metros de largo, 2,50 de ancho y 2,50 de profundi- dad), con indicios de revestimientos de madera y de sarc6fagos, y que parecen haber estado ricamente equipadas con objetos de marfil y vasos de ceramica y piedra®, Si bien las tumbas no presentan decoracién en sus paredes, las repre- sentaciones de algunos objetos de marfil en la tumba U-127 (Nagada Id) testi- monian una suerte de procesién de “portadores de dones” asi como el conocido motivo del “desfile de animales”, escenas ambas que remiten a los cnones de la produccién iconografica propiamente estatal'*. Por otra parte, la tumba U-210 (también de Nagada Id) presenta una impronta de sello que reproduce el motivo de la diosa Hathor asociada a una dimensi6n astral, conocido por una paleta decora- da de principios de Nagada II: tal representacién podria implicar la existencia de algin vinculo entre la diosa y cl individuo enterrado en esa tumba abidena"*. Por lo demis, ya ingresando en la fase Nagada III, el Cementerio U presenta las sepulturas mas grandes y complejas de la época para todo el valle del Nilo. Se trata de tumbas de una o miltiples c4maras revestidas de adobe, con restos de sarc6fagos de madera y de gran cantidad de vasos locales e importados de Canaan. Entre todas ellas, sobresale notablemente la tumba U-j (Nagada Ifa2). Por una parte, sus grandes dimensiones (9,10 metros de largo, 7,30 de ancho y 1,55 de profundidad) la convierten en el sepulero conocido mas grande de su tiempo. Por otra parte, se destaca la presencia de un bast6n de madera de las mismas caracteristicas que el cetro heqa de los faraones. Pero ademas, aparece en la tum- ba un notorio conjunto de inscripciones realizadas sobre algunos vasos y tablillas de marfil que parecen aludir a la procedencia de los productos contenidos en ¢¢80s vasos y que constituyen los primeros testimonios fehacientes de un sistema de escritura, es decir, de una prictica eminentemente estatal"®. ® Kemp 1975: 42. La traducci6n es nuestra, Actualmente se desconoce el emplazamiento de la ciudad de Tinis, referida en relatos poste- riores como el lugar de origen de los monarcas de las Dinastias I y Il. De haber existido tal ciudad, Abidos habria sido la necrépolis de los monarcas tinitas. Habida cuenta de la ausencia actual de testimonios del centro tinita, preferimos mantener aqui la denominaci6n “Abidos" para este nticleo proto-estatal al norte de Nagada. CE, Dreyer 1992: 294; Spencer 1993: 73-76; Cervellé 1996b: 12; Midant-Reynes 2003: 208.216. Para una presentacién de los motivos, . Dreyer et al, 1998: pl. 6. Para considerar el sentido de Ia iconograffa estatal temprana, cf. Campagno 1998: 105-111 Cf. Hartung 1998: 200-202, 212. Acerca de la paleta de Hathor, proveniente de Guerza, cf. Vandier 1952: 443; MidantReynes 1992: 188-184; Vercoutter 1992: 183-184. DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO 89 Por tiltimo, en lo que refiere a Qustul, en la Baja Nubia, la principal evidencia procede del Gementerio L, de comienzos de la fase Nagada III". Alli aparece un conjunto de ocho a doce tumbas de grandes dimensiones (la c4mara sepulcral de la tumba 1.23 aleanza 4,80 metros de largo, 3,30 de ancho y 2,20 de profundi- dad), equipadas con una gran cantidad de importaciones procedentes de Egipto ¢ incluso de Palestina, entre las que se incluyen objetos ceramicos, de piedra, cobre, oro y marfil. En particular, algunos de esos bienes se destacan especial mente por los elementos iconograficos que remiten notoriamente a los canones del arte egipcio de tiempos estatales (animales dispuestos en forma simétrica, escenas de navegaci6n, personajes tocados con coronas, serejsreales)"*. site Ahora bien, mas alld de todos estos testimonios provenientes del Alto Egipto y de la Baja Nubia, subsiste un interrogante: zqué es ~en términos tedricos~ un “proto- Estado”? Notablemente, las definiciones teéricas del concepto casi brillan por su au- sencia'®. Por cierto, todos los autores lo utilizan en términos de una organizaci6n sociopolitica que es precedida por sociedades no-estatales y que es sucedida por un Estado mds 0 menos consolidado. Sin embargo, los elementos que deberian caracte- rizar a tal concepto en su especificidad permanecen en la oscuridad, El resultado de ° CE. Dreyer 1998. Cf. también Dreyer 1992: 295-298; Dreyer e¢ al. 1993: 38-35 y pl.5 y’7-9; Spencer 1998: 7476; Baines 1995: 107-108; Cervell6 1996b: 12-13; Adams y Cialowiez 1997: 17-18. Acerea del cardcter estatal de la escritura, ef. Campagno 1998: 6567, 11-112, ” GE. Williams 1980; 12:21; 1986: 168-190; 1996; 95-97. De hecho, Williams no slo propone la cexistencia de un proto-Estado centrado en Qustul sino que éste habria sido el niicleo originario de la ‘expansién del Estado egipcio. Ahora bien, no hay razones para postular una precedencia de esa ‘cultura respecto de los centros estatales del Alto Egipto. Antes bien, resulta improbable que Qustul se haya expandido a expensas del Alto Egipto: en efecto, en la posterior extensién hacia el delta, se presenta un ctimulo de caracteristicas culturales altoegipcias; sin embargo, no aparece ningsin trazo ‘especifico de la cultura nubia, lo cual seria de esperar si ésta hubiera ejercido la primacia en aquel proceso expansivo. Al respecto, cf. O'Connor 1993: 20-28; Baines 1995: 104-105; Wegner 1996: 98-99; Wilkinson 1996: 7. Cf. Seele 1974: 29-40; Wiliams 1986: 163-190; O'Connor 1998: 20-28; Shinnic 1996: 50-51; Jiménez Serrano, en prensa. Se plantea aqui el problema acerca de las razones dela aparicién de tales elementos iconogrificos altoegipcios en un area distante mas de 400 km de Hieracémpolis. No es féeil ariesgar ‘una respuesta. Sin embargo, si el surgimiento del Estado es algo més tardfo en la Baja Nubia (Nagada Ma) que en el Alto Egipto (Nagada Ica), es posible que en Qustul la préctica estatal haya cobrado ‘expresion simbolica en los términos ya conocidos mas al norte para ese tipo de préctica. Ciertamente, ambas regiones ya se hallaban conectadas en materia de intercambios. Con la aparicién de un “proto- Estado” en Qustul, no seria sorprendente que la indole de las interacciones se hubiera extendido también al ambito simbélico. Tal tipo de vinculos ha sido puesto de relieve por Renfrew (1986: I-18) en ss analisis de las interacciones entre entidades sociopoliticas equivalentes (peenpolity interactions). Quizd es Fattovich (1984: 51) quien més se ha aproximado a la cuestién en sus términos teéricos. Sin embargo, las caracteristicas que propone (poder jerairquico centralzado, estructura so- «ial estratficada y especialistas fiu/Htime) resultan atributos pertinentes pero compartidos con los Esta- ddos consolidados y, hasta cierto punto, incluso con las jefaturas 90 EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO. semejante situacién no podria ser mas paraddjico: se trata de un concepto tedrico teGricamente indefinido aunque con un referente histérico preciso”. Entre las razones de tal paradoja, hay una que merece ser enfatizada: el pre- dominio explicito 0 implicito de los postulados del evolucionismo como modo de explicacién basico de los procesos de cambio social en general y del surgimiento del Estado en particular. En efecto, desde la perspectiva evolucionista, los proce- sos de cambio se conciben como el lento despliegue cuantitativo de unas caracte- risticas que ya se hallaban en potencia en el orden anterior. Por ello, las fronte- ras conceptuales entre términos tales como, por ejemplo, sociedades de jefatura y sociedades estatales permanecen indefinidas, pues se supone que las primeras portan en germen todas las posteriores caracteristicas de las segundas, de manera que el paso de unas a otras se produce en el marco de un continuum de desarrollo casi imperceptible”. De hecho, a pesar de su constante uso, la utilizacién de conceptos tedricos tales como jefaturas 0 Estados nunca ha casado del todo bien con los postulados evolucionistas, en la medida en que aquellos conceptos constituyen tipos ideales ~titiles para el andlisis de situaciones relativamente estables- que no coinciden con el postulado central del evolucionismo: un desarrollo continuo. Tal situacién ha conducido a la proliferacin de conceptos “intermedios”, que pretenden dar cuenta de las etapas ~virtualmente infinitas~ de lenta transformacién de un tipo de sociedad en otro. Sin embargo, bien mirados, esos conceptos “intermedios” suelen implicar tinicamente variaciones cuantitativas (mayor o menor predomi- nio del parentesco, mayor 0 menor especializacién productiva, mayor o menor capacidad de la élite para extraer excedentes), de modo que resulta muy dificil decidir, en el anlisis de una situaci6n historia, cuando la sociedad se halla en una u otra de tales etapas”. En este marco, el “proto-Estado”, como concepto, queda reducido a un mo- mento impreciso entre una “jefatura desarrollada” y un “Estado incipiente”. De acuerdo con los usos particulares, quedard mas vinculado a las primeras o a las segundas, pero, en todo caso, su especificidad queda disuelta en aquel lento continuum. Como buena fase intermedia, se sobreentiende que se trata de “algo més” que una jefatura y “algo menos” que un Estado consolidado. Pero cuando nos preguntamos por aquello que se sobreentiende, el concepto se presenta cu- riosamente vacio y s6lo cobra algtin sentido por su remisi6n a la época histérica ® Lo mismo puede decirse respecto de los andlisis que -en lugar de “proto-Estados"~ denomi- nan tales situaciones histéricas como “proto-reinos” (ef. el mismo Kemp 1992 [1989]: 46, 59; Pérez, Largacha 1993: 72-78; Wilkinson 1996: 7; Adams y Cialowicz 1997: 87; Jiménez Serrano, en prensa). En efecto, el estatuto teérico de tales “proto-reinos” permanece impreciso, con la excepcién de Largacha, quien parece asociarlos al concepto de sociedades de jefatura. * Hemos propuesto una discusién en profundidad de los argumentos evolucionistas en relacién, ccon cl surgimiento del Estado en Campagno 2002a: caps. 1-3. = CE, por ejemplo, las tres gradaciones de “Estado temprano” propuestas por Claessen y Skalnik (1978). DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO 91 que evoca: “es lo que sucedia a comienzos de la fase Nagada III”. Como puede advertirse, el argumento no podria ser mas circular. Vv Ahora bien, implica esto que seria preferible prescindir del concepto de “proto-Estado” en los andlisis acerca de los momentos iniciales de la aparicién del Estado en el valle del Nilo? No necesariamente. Tal vez el concepto pueda ser dotado de algiin contenido tedrico especifico, de modo que deje de ser un mero rétulo y que su uso pueda constituir un aporte a la hora de Hevar a cabo aquellos andlisis. Aqui intentaremos proponer un par de sugerencias acerca del sentido de tal concepto. Por cierto, se trata de abrir un terreno de reflexi6n y no de arri- bar aqui a una definicién en regla. Pero vale la pena emprender esa tarea. En primer lugar ~y por obvio que parezca-, es necesario advertir cual es el sentido inmediato del término. El prefijo proto-se utiliza para denotar algo que esta al comienzo, que esta primero, pero que dispone ya de los atributos que caracterizan al objeto de referencia. Esto significa que un protostado es ya un Estado, con caracteristicas especificas que hay que determinar, pero con las ca- racteristicas generales que son inherentes al concepto de Estado. De este modo, no es posible equiparar el concepto de proto-Estado al concepto de jefatura. En términos conceptuales generales, una sociedad de jefatura es una sociedad no- estatal. En términos histéricos especificos, como sucede en el valle del Nilo, una jefatura es también una sociedad pre-estatal. Pero en ningiin caso podria tratarse de una sociedad proto-statal. Entonces, si hemos de llamar protoestatales a las sociedades de Hieracémpolis, Nagada 0 Abidos a partir de Nagada IIc-d, esto implica admitir el cardcter estatal de tales sociedades. 2Cémo distinguir una jefatura de un Estado? Mas alld de todos los criterios cuantitativos que distinguen una sociedad de jefatura de una sociedad estatal en términos del par menor/mayor, existe un criterio cualitative que permite dife- renciarlas nitidamente. Las sociedades de jefatura son sociedades en las que el parentesco constituye la practica dominante, en las que incluso el jefe, como di- rfa Sablins, “es s6lo pariente y algo menos que real”. Y en las sociedades donde el parentesco domina, la aparicin de practicas sustentadas en el monopolio legiti- mo de la coercién se hallan estructuralmente impedidas. Ahora bien, el mono- polio legitimo de la coerci6n es la caracteristica que define en su especificidad a las sociedades estatales. Por ello, al reconocer una sociedad como proto-estatal, estamos reconociendo que, al menos en términos te6ricos, puede suponerse que alli ha existido una élite provista del monopolio legitimo de la coercién. Ciertamente, el procedimiento para sugerir la existencia de tal monopolio de la coercién en el valle del Nilo durante Nagada II-III no puede ser sino de indole © Sahlins 1978: 257, 92 EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO. inferencial. La edificacién de un gran recinto, como el Hk29a de Hieracémpolis, podria implicar la movilizacién de un considerable contingente de trabajadores, en lo que podria constituir el pago de un tributo en trabajo. Una consideracién semejante podria aplicarse a la construccin de las residencias “palatinas” y el muro hallado en Nagada, asi como a las grandes tumbas de las necrépolis con- tempordneas de Hieracémpolis, de Nagada, de Qustul y especialmente de Abidos, a comienzos de la fase Nagada III. Mas alld de este tipo de inferencias, algunos motivos iconograficos ofrecen informacion susceptible de ser interpretada en esta direcci6n. Por un lado, el objeto de marfil hallado en la tumba U-127 del Cemen- terio U que presenta una escena de “portadores de dones” podria testimoniar una escena de presentacién de tributo. Por otro lado, la escena de la masacre ritual de los tres prisioneros por parte de un personaje de mayor tamatio que apare- ce en la Tumba 100 de Hicracémpolis -largamente representada con posterioridad como practica eminentemente reservada al fara6n— constituye uno de los modos més palmarios de graficar el monopolio de la fuerza en manos de la élite estatal Vv Ahora bien, si los proto-Estados son ya Estados, zqué los diferencia de los Estados posteriores? :Qué diferenciarfa, por ejemplo, al proto-Estado de Hicracémpolis de la fase Nagada Ilc-d del Estado egipcio del periodo Dinastico Temprano? Nuevamente, los criterios cuantitativos son los que emergen a prime- ra vista. En efecto, es indudable que el Estado egipcio posterior al 3000 a.C. abar- caba un territorio mucho mas extenso con una poblacién mucho mas numerosa, disponia de una mayor capacidad de extraccién tributaria -a través de la cual podia proveer a la élite de mayor cantidad de bienes de prestigio o construir tum- bas © residencias de dimensiones mucho mayores-, disponia de cuadros admi- nistrativos més especializados, o hacia un mayor uso de dispositivos técnicos tales como la escritura, Todas estas caracteristicas resultan, desde el punto de vista empitico, de una indiscutible importancia. Pero, desde el punto de vista teérico, tienden a dificultar la comprensién de las diferencias especificas entre diferentes tipos de organizaciones sociales y tienden a reconducir la cuesti6n al redil del evolucionismo, donde las variaciones se explican por un lento desarrollo, donde todo lo que existe ya existia antes en menor cuantia o incluso de modo latente, donde, en fin, nunca aparece nada radicalmente nuevo. Si se pretende que el concepto de proto-Estado tenga por si mismo un valor especifico, es preciso que exista alguna diferencia cualitativa entre los proto-Esta- dos y los Estados consolidados. Este terreno te6rico se halla practicamente inex- plorado. Aqui quisiéramos sefialar tan s6lo un elemento, que ya hemos propues- to en otros contextos", que se relaciona con la peculiar condicién de Ia élite en * Campagno 2000: 95-47; 2002a: 85-94; 2008: 154-159. DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO 93 situaciones proto-estatales. En efecto, si el parentesco constituye la prictica de articulaci6n por excelencia en las sociedades no-estatales, y si tal practica—como deciamos- impone limites a la diferenciacién social en los ambitos que ella arti- cula, creemos que los primeros lazos de tipo estatal no pueden producirse en el interior de esos Ambitos sino en el espacio intersocietal, en esos espacios en los que los limites que impone el parentesco no rigen. Ahora bien, si esto es asf, si los primeros vinculos de tipo estatal adquieren la forma de una relacién de domi- naci6n entre comunidades, la situacién de la élite de la comunidad dominante seria sumamente peculiar, pues, en relacién con la dominada, ejerceria su auto- ridad de modo estatal pero, en relacién con los integrantes de su propia comuni- dad, en donde el parentesco continuaria constituyendo la practica de articula- cién, su capacidad de imposicién se verfa limitada por las normas parentales. De este modo, el lider de la comunidad dominante podria ser rey respecto de las comunidades dominadas pero s6lo jefe respecto de su propia comunidad. Asi, por ejemplo, si consideramos las notables similitudes entre las escenas decoradas en la Tumba 100 de Hieracémpolis y las registradas en un tejido halla- do en Guebelein® , una localidad situada més al norte que no testimonia la exis- tencia de una diferenciaci6n social tan notable, resulta veros{mil pensar que Guebelein “debi formar parte del reino hieracompolitano”™. En efecto, la aparicion de un tipo de iconografia presumiblemente estatal en un sitio que no ofrece indi- cios de una élite suficientemente poderosa y en el marco de los conflictos que desembocaron en el advenimiento del Estado egipcio puede ser interpretada como la imposicién de un patrén exterior, que tal vez sea indicio de la sumisién de Guebelein al micleo estatal forjado al sur. Si tal fuera el caso, en los términos de nuestra propuesta te6rica, el lider de Hieracémpolis bien podria haber ejercido entonces la doble condicién de jefe y rey. jefe en Hieracémpolis, alli donde el pa- rentesco imped{a que ejerciera el monopolio de la fuerza; rey en Guebelein, dada la inexistencia de nexos de parentesco entre ambas comunidades y la posibilidad consiguiente de poder entablar alli una dominacién en los términos de la practi: ca estatal. Algo similar podria plantearse, para el periodo inmediatamente posterior, respecto de la crisis del nticleo proto-estatal de Nagada. En efecto, a comienzos de la fase Nagada III, Nagada ingresa en un perfodo de fuerte contraccién, parti- cularmente visible en la sensible reduccién en la calidad y cantidad de bienes en los ajuares funerarios”’. Paralelamente, en el sitio de Dyebel Chauti, a la vera de un camino desértico que permite conectar la regién de Abidos y la de Hieracémpolis sin pasar por Nagada, se registran grabados rupestres con escenas que simbolizan una posible victoria militar sobre esta tiltima, en la que parece © Acerca de la evidencia funeraria procedente de Guebelein y, en particular, de los motivos del tejido, ef. Galassi 1955: 5-17; D'Amicone 1994: 19-28. Cervellé 1996b: 11 ® Al respecto, cf. Bard 1994: 108; Wilkinson 1996: 86, 94 EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO participar un Horus Escorpién®*. Asi, hay razones para pensar que el proto-Esta- do de Nagada pudo haber quedado subordinado a alguno de los proto-Estados vecinos®. En todo caso, lo significativo aqui es que, en Nagada, aun cuando pu diera persistir una élite local, el drenaje de bienes de prestigio hacia el nuevo centro dominante —Hieracémpolis o Abidos— en materia de tributo 0 de mono- polio de las redes de intercambio tendria que repercutir en una fuerte merma de ese tipo de bienes en las tumbas de la capital del antiguo protoEstado nagadense. De este modo, la nueva élite proto-estatal, situada lejos de Nagada, podria estar percibiendo una corriente de tributacién que ahora provendria también de los habitantes de Nagada; sin embargo, bajo el predominio de la légica parental, todavia deberia tener que excluir de esa obligaci6n a los miembros de su propia red local de parentesco. VI Probablemente, se trataria de una situaci6n inestable. En efecto, en condi- Giones no-estatales primarias, la posibilidad misma del monopolio de la coercién se halla fuera del campo de lo pensable. Pero, una ver que esa posibilidad ha emergido, la situaci6n es otra y los lideres podrian intentar aplicar sobre sus pa rientes lejanos aquello que ya lograban con éxito respecto de los no-parientes de las comunidades dominadas. Es que la parad6jica situacién del lider proto-esta- tal que es a la vez rey y jefe tenia que ser problematica para la consolidacién de una élite definitivamente estatal, capaz de ejercer el monopolio de la coerci6n y Ia legalidad sin condicionamientos. Ahora bien, ante tal situacién, :qué alterna- tivas se hallarian disponibles para esas élites proto-estatales? Sumariamente, pue- den advertirse tres posibilidades. En primer lugar, un escenario posible seria el de cierta tolerancia por parte de la élite en relacién con los condicionamientos al ejercicio del poder en su propia comunidad, En tal situacién, la capacidad articuladora del parentesco en el interior de la comunidad dominante se mantendria intacta y la posicién dife- rencial de la comunidad dominante podria permanecer indefinidamente. Sin embargo, esa situacién atentaria contra la consolidacién de una élite propiamente estatal, toda vez que los recursos puestos a su disposicién por obra del someti- ® Respecto de las escenas rupestres en Djebel Chauti, of, Darnell 2002: 10-19. Los especialistas difieren respecto del miicleo que habria desencadenado el colapso de Nagada. Para algunos (p. ¢j., Hassan 1992: 311; Cervellé 1996b: 10-11), Hieracémpolis serfa el centro que iniciaria su expansidn a expensas de Nagada, Otros autores (p. ¢., Wilkinson 2000: 386-388; Darnell 2002: 17) suponen que la crisis de este tiltimo sitio debié ser inducida por una derrota militar a manos, de Abidos, De hecho, habida cuenta de la continuada importancia de Hicracémpolis y de Abidos en la época posterior, no habria que descartar otra posibilidad: Ia de una alianza militar de esos dos proto- Estados ante Nagada que, en tanto vecino de ambos, podria haber constituido un enemigo comin (en. tal sentido, ef. Campagno 2002a: 188; Hendrickx y Friedman 2003: 104-106). DINAMICAS POLITICAS EN EL VALLE DEL NILO 95 miento de las comunidades dominadas, lejos de mantenerse concentrados, po- drian verse drenados en un grupo humano demasiado amplio para permitir el fortalecimiento de un polo estatal. En segundo lugar, otra posibilidad seria la de algiin tipo de represion abierta de los integrantes de la comunidad dominante por parte de su propia élite. En tal situacién, la capacidad de articulacién del parentesco se veria violentamente per- turbada y la élite verfa eliminado todo condicionamiento a su dominio. Pero, en ese caso, la élite deberia conducirse diametralmente en contrade los principios que hasta entonces sustentaba su comunidad, basados en unas normas de parentesco que limitan la capacidad de imposicién arbitraria de la élite. El costo de una estrate- gia represiva tal vez seria demasiado alto, toda vez que implicaria una abierta deslegitimacién de la élite de cara al resto de los integrantes de su comunidad. ‘Tolerancia y represién constituyen, pues, dos alternativas posibles ante la pa- radéjica situaci6n del rey-jefe. Sin embargo, ambas introducirian una fuerte do- sis de fragilidad en la constitucién de una élite plenamente estatal. De hecho, considerando los acontecimientos posteriores, tal fragilidad no parece haber sido una caracteristica del Estado egipcio. En efecto, desde las primeras dinastias, todo parece indicar la presencia de una élite estatal suficientemente compacta, sin indicios de demasiada amplitud ni de deslegitimacién en las regiones en las que primeramente se habfa constituido. Ahora bien, con el objeto de evadir los condicionamientos a su ejercicio del poder, la élite proto-estatal podria haber manejado una tercera alternativa: la de trasladar el asiento efectivo de su dominio hacia una regién lejana respecto de la comunidad parental. En tal caso, de lo que se tratarfa seria de quebrar los vincu- los materiales y cotidianos con la comunidad de origen. La lejania espacial de una élite establecida en una regi6n remota podria inducir la lejania social de esa élite en relacién con el resto de su comunidad. Asi, sin necesidad de romper los vinculos con su comunidad de un modo abiertamente represivo y pernicioso para su propia legitimidad, la élite podria deshacerse del drenaje a su capacidad de concentracién de recursos y poderfo. Habida cuenta del rapido proceso de expan- sién territorial que habria de emprender el Estado egipcio -y de la concomitante multiplicacién de recursos puestos a su disposicién- esa élite estaba en condiciones materiales de escindirse de su comunidad y de establecerse en una regi6n lejana, desde la cual serfa més facil homologar la condicién de sus antiguos parientes a la de los nuevos stibditos de las restantes comunidades dominadas. En tal sentido, la regién menfita presentaba condiciones inmejorables. En efecto, se trataba de una regién recientemente incorporada al dmbito estatal -es decir, un drea con la que la élite estatal no tenfa vinculos previos de relevancia— y ubicada a cientos de kilémetros del micleo estatal del Alto Egipto -es decir, a una enorme distancia de sus antiguos parientes-. De acuerdo con las informaciones disponibles, todo hace suponer que la fundacién de Menfis constituy6 un acto deliberado de politica estatal, que habria demandado importantes obras de in- fraestructura, como el desvio de las aguas del Nilo o la construccién de grandes 96 EL CERCANO ORIENTE ANTIGUO recintos y murallas"*. Esos esfuerzos valdrfan la pena: desde Menfis, la élite (proto)- estatal podria asistir a su definitiva consolidacién y el rey-jefe podria asumir total- mente su condicién de monarca absoluto y divino. Desde un punto de vista estrictamente tedrico, entonces, tal vez podriamos ‘equiparar el momento en que ese rey-jefe logra constituirse en rey absoluto al momento en el que el proto-Estado se transforma en un Estado propiamente dicho. En efecto, habria alli un cambio cualitativo: se trataria del momento en que la légica del parentesco deja de ser un obstaculo para la imposicién global y homogénea de la I6gica estatal a lo largo de toda la sociedad. Por cierto, puede ser que tal momento no sea testimoniable de manera taxativa: la escasez y la opacidad de las evidencias disponibles sobre esos acontecimientos remotos sue- len dificultarnos las cosas. Sin embargo, se sabe bien que la ausencia de eviden- cia no significa evidencia de ausencia. Tratandose de este tipo de situaciones tan ejanas en el tiempo, la insuficiencia de evidencia es lo usual. De alli, laimportan- cia de fortalecer la reflexién teérica. Porque, incluso en ausencia de testimonios, nos permite seguir pensando acerca de aquel remoto pasado. En este marco, quizd el concepto de “proto-Estado” pueda, més alla de la forja evolucionista en. Ta que fue acuiiado, constituir una herramienta que nos proporcione alguna uti- lidad para continuar esa tarea de pensamiento. Brsuiocraria Adams, B. 1996: “Elite Tombs at Hierakonpolis”, en Spencer, J. (ed.): Aspects of arly Egypt. London: British Museum Press, p. 1-15. ‘Adams, B. y Cialowicz, K. 1997: Protodynastic Egypt. Buckinghamshire: Shire Publications. Baines, J. 1995: “Origins of Egyptian Kingship”, en O'Connor, D. y Silverman, D. Ancient Egyptian Kingship. Leiden: E. J. Brill, p. 95-156. Bard, K. 1987: “The Geography of Excavated Predynastic Sites and the Rise of Complex Society”, Journal of the American Research Centerin Egypt24, p.81-98. Bard, K. 1994: From Farmers to Pharaohs. Mortuary Evidence for the Rise of Complex Society in Egypt. Sheffield: Sheffield Academic Press. 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