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Nota de autor;
Jorge Andrés Grajales Gallego, primero filosofía, Seminario Conciliar Inmaculada Concepción
de María santísima; Pbro. Mario de Jesús Martínez Duque, Dosquebradas.
Este escrito corresponde al área de Misterio de Cristo.
La correspondencia en relación con este artículo debe dirigirse a Jorge Andrés Grajales, Primero
La misericordia de Dios ha sido uno de los temas y quizás problemas de los que se han ocupado
muchos autores cristianos, y de los cuales se han hecho grandes exégesis e interpretaciones para
saber si realmente es Jesús quien realiza prodigios por su pueblo, quien actúa con misericordia, o
es simplemente una manifestación sentimentalista de aquellos a los que se les ha tocado y han
como el padre.
Debe considerarse pues, a un Dios misericordioso y compasivo que manifiesta sus sentimientos y
dichas a todos sus hijos, a su pueblo; por tanto, aquella característica básica para distinguir a un
discípulo de Jesús deberá ser ordinariamente la misericordia. Es de este modo, como se empieza
a tener razón de qué es aquel fenómeno presente en todos los acontecimientos bíblicos como en
las parábolas y los pasajes en los que brota y renace una fuente entrañable de justicia, bondad y
compasión.
Así, compasión, piedad, amor, clemencia, bondad y merced pueden ser unos de los
muchos sinónimos o apelativos con los que podríamos referirnos a la misericordia; ante ello,
consecuencia, no ha habido al parecer alguien tan misericordioso –más que Jesús- para ganarse
Definimos misericordia para el Antiguo Testamento como “la paciencia amorosa de Dios
con su pueblo de Israel, su benignidad y prontitud para perdonar”, y para el Nuevo Testamento
“la piedad llena de amor hacia los que están en necesidad” y a Dios, como un padre plenamente
“característica que se predica de Dios y de los seres humanos; acompañada frecuentemente por
‘justicia, fidelidad, verdad, compasión’ y otras cualidades divinas” como también una “virtud
Siendo así, podemos analizar algunos pasajes bíblicos importantes, pero más enfocados
en los evangelios como fuente escrita de la misericordia del Padre. En un primer momento nos
encontramos ante una perícopa interesante como la es la del sermón de la montaña, allí es donde
el Señor decreta y expone un poco su posición de Padre justo y bueno, y presenta una serie de
cumbre de la enseñanza de Jesús para con su pueblo, dichos que proclaman la felicidad de
aquellos que cumplen su palabra. Así, nos encontramos ahora con un grupo de dos
bienaventuranzas “con actitudes cristianas, con una ética cristiana, que se basan, no obstante, en
“son las bienaventuranzas del amor al prójimo” (1978, p.48) estas son, las de los misericordiosos
“Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia” (Cf. Mt 5,7)
cantan las Sagradas Escrituras queriendo exhortar hacia un obrar de una manera extraordinaria,
especial y sereno. Sin duda es el momento en que Dios llama a su pueblo a prestar atención ante
el proverbio dicho antes: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes” (Cf.
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ayudar al que camina entre el apuro, es en palabras de los judíos cumplir con las obras de
transforma todos los confines de la historia y todos los momentos cumbres de aquel devenir del
hombre. Hablar de misericordia supone además hablar de una parte de la personalidad de Jesús y
de su formación. Estamos hablando así de una formación cultural, religiosa (de origen judío) y
de una experiencia de Dios para con su pueblo; no es gratuito, ni es tampoco casualidad que
La vida de Jesús estuvo marcada siempre por momentos de intervención, lucha, alcance,
oración, sufrimiento, persecución y luego, por una gran crucifixión ante la cual no se quedó
quieto, sino que resucitó, dando fe de lo que el padre ha realizado en Él y determinando así su
misión. Ahora bien, como hablamos de Evangelio y misericordia, podemos hacer un simple
recuento de algunas perícopas en las que aparece Jesús encarnando la misericordia del padre, y
en los que, sin importar nada, actúa y se muestra apasionado sobre sus hijos.
“Un hombre tenía dos hijos. El menor le dijo al padre: Padre, dame la parte de la
fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes […] Enseguida, traigan el mejor vestido y
vístanlo; póngale un anillo en el dedo y sandalias en los pies…” (Cf. Lc 15, 11-31), así
encontramos “un tema tan característico de Lucas como el perdón que Dios otorga al pecador
condiciones llega este hijo; es Él quien le recibe con los brazos abiertos y tiene un gran sentido
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nuevo mediante el signo propio del anillo, es así, como se muestra la alegría y el amor entrañable
del padre que adora y se ve en sus hijos, del padre que ama incondicionalmente aun sin
importarle los extravíos de sus hijos, la frialdad y el ‘engaño’ por el cual ha pasado, pues, “nada
podrá apartarle de su misión y, mucho menos la actitud de los que prefieren encastillarse en su
concepción personal de la justicia y la fidelidad, en vez de sumarse, con corazón alegre y abierto
Sucedió también que “un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas
y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo
amará más? Contestó Simón: Supongo que aquél a quien más le perdonó. Le replicó: Haz
juzgado correctamente” (Cf. Lc 7,41-43) donde se evidencia que hay una posición de
agradecimiento y una de desagradecimiento para la cual Jesús confirma que vale más el
agradecimiento que cualquier otro parecido a la fidelidad que profesaba Simón. Sólo los que
saben qué es una deuda se pueden dar cuenta de qué es la bondad y qué es el auxilio del Señor.
Otro de los pasajes significativos para el reconocimiento de la misericordia del Señor, fue
precisamente el pasaje del buen samaritano. “¿y quién es mi prójimo? Jesús le contestó: un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo
hirieron y se fueron […] ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó
en manos de los asaltantes? Contestó: El que lo trató con misericordia” (Cf. Lc 10,30-37),
quiere decir que “es mi prójimo el que me acoge con misericordia y bondad” y “soy prójimo
cuando acojo con misericordia y benignidad”. El miedo a quedar contaminados, contristados, sin
saber qué hacer, fue aquello que no les permitió a estos personajes obrar bien frente a aquel
hombre herido, sucio y mal oliente que se encontraba en el bordo del camino. Es clara la
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respuesta de Jesús queriendo decir que el prójimo es el que se encuentra en el camino, pero en
sentido estricto, es prójimo el que muestra ‘benevolencia’ y ‘cordialidad’ con respecto a otros.
(Fitzmyer, 1897, p.279) Obrar con misericordia en este sentido, es contagiarse del otro, tocar la
carne humana y descubrir en él la presencia divina; en consecuencia, aquel que no evade el mal y
El carácter que imprime la misericordia en los seguidores de Jesús es tan sublime como
lo dice el apóstol san Lucas en su Evangelio: “Sean compasivos como es compasivo el Padre de
ustedes” (cf. Lc 6, 36), y es que ese ser compasivos, o como lo dice otra traducción “sean
perfecto.
Levítico se repite la orden de imitar la santidad de Dios: “Sean santos, porque yo, el Señor su
Dios, soy santo” (Cf. Lv 19, 2). El Deuteronomio ordena imitar las acciones misericordiosas de
Dios con los más débiles de la sociedad…” (Rivas, 2015, p.61) También en la línea sapiencial se
habla de esta virtud o cualidad de Dios practicar ciertamente la misericordia y de ser un Padre
providente, proveedor. Las enseñanzas de Jesús manifestadas en los evangelios permiten ver el
visión restrictiva de aquel autor del Antiguo Testamento.” (Rivas, 2015, p.63) es de esta manera
como se puede reconsiderar que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo, y el Antiguo
está patente en el Nuevo Testamento, pues, las enseñanzas nuevas del Reino y el discurso
misericordioso del Padre, beben de la fuente primera, de los primeros libros y experiencias.
multitud que no tiene qué comer, frente a los enfermos, los que van como oveja sin pastor, con
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los ciegos, los leprosos, las viudas, los niños, los marginados y exhaustos, las comidas de Jesús
con los diferentes personajes y muchos más acontecimientos. Todos ellos muestran que la
misericordia del Señor se hace presente en la vida cotidiana, en el perdón, en el amor desmedido,
en una forma de vida original y austera, en pocas palabras, en el ponerse en el lugar del otro.
El Evangelio es fuente de enseñanza y palabra fiel del Padre, enseñanza que deja datos
precisos para que un seguidor de Cristo imite a profundidad un poco más sus virtudes, su excelsa
virtud de ser misericordioso como el Padre. Quizás queden en palabras los acontecimientos
narrados y las explicaciones de interpretación que a estos se le han dado, pero de lo que sí hay
que estar seguros es de la petición hecha por Jesús, de su deseo: “…misericordia quiero y no
sacrificios” (Cf. Mt 9, 13). Siendo así, se podrá ser uno de los personajes que viven el Evangelio
Por todo ello, se puede decir que el Evangelio debe ser traído al momento cumbre de la
historia, está bien decir que Dios hace historia con los hombres, pero se necesita una verdadera
apropiación para saber que existió y existe un Padre inalcanzable en misericordia, tanto que
nunca tuvo importancia para Él ‘x’ condición de la vida humana, de aquel que imploraba a voz
Jesús llama a todos los hombres, a imitarle, a seguirle y tocar la carne del hermano, pero
se hace necesario saber que “los hombres no pueden conseguir la misericordia de Dios con su
los hombres ha de ser una respuesta espontánea a la misericordia divina.” (Hendrickx,1986, p.41
Quedan muchas cosas por manifestar, pero algo seguramente importante es dejar claro
que el Jesús evangélico es el mismo Dios de misericordia que ha actuado desde siempre y por
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siempre, un Dios que derrama su gracia y su benignidad sin límites, pues “su misericordia con
Referencias
Fitzmyer, J. (1987) El Evangelio según san Lucas, Tomo III. Madrid: Ediciones Cristiandad.
Rivas, H.L (2015) La misericordia en las Sagradas Escrituras. Bogotá: Editorial Paulinas.
Schokel, L.A (2010) La biblia de nuestro pueblo. Bilbao- España: Editorial San Pablo.
Vidal M.C (1995) Diccionario de Jesús y los evangelios. Navarra (España): Editorial Verbo
Divino.