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Alamito el Largo y sus amigos~tocios los arboles del valle- cobren vida y S€ Cuentan sus suefios, Décidides | a conseguir sus deseos, llenos de , AL AM ITO ilusiones parten de vigie a través del rio, Pero el destino se interpone p ¥ los leva en direcciones muy ais. EL LARGO tintas... Un original e interesante s relato, donde la naturaleza aciquie- Te rasgos humanos RDES 4 . nner? Oy vg oFrassot!s14285! '5aN 056 15-1498-2 pat ee [Ninguna pane de esta publicaciéa, incluido el disefo dela cubiert, puede ser eproducidalmacenads 0 transmtida en manera alguna ni por ningun mecho, Javsea elecico, quimico, mecinica, Spticn, de grabacion © de fotocopia, sin permiso previo del editor. nt mera edison, 1985 Segunda edieian, 1982 “Tercera edi, 1999 Cara edn, 1998 ‘Quinta edicsém, 2000 ‘Senta eicién, 2003, (© MAITE ALLAMAND (© EDITORIAL ANDRES BELLO Aw Ricardo Lyon 995, Sancago de Chie Se terminé de imprimi esta sexta ediciin de 1.500 cemplzes en el mes de abel de 2003, IMPRESORES: Productora Grifica Andros Lida [MPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE ISBN 956-15-1428-2 MAITE ALLAMAND ALAMITO EL LARGO TLUSTRACIONES DE ANDRES JULLIAN EDITORIAL ANDRES BELLO. Barcelona * Buenos Aires * México DF. ¢ Santiago de Chile CAPITULO I El Alamo Vigia, con su enor- me catalejo cubierto de quin- tal, observa sin cesar el hori- zonte. Plantado en un extremo de Ia Alameda, le es facil ver todo cuanto sucede en la vasta Ilanura de Chequén, desde las cumbres nevadas y azu- les de la Cordillera hasta los lejanos cerros de Ia Costa, tras de los cuales se acuesta el Sol, todas las tardes Orgulloso de su responsabilidad y de su importante mision, el Alamo Vigia no descansa ni de dia ni de noche: Cuando ha pasado Ia tiltima carreta por el camino, cuando el (iltimo jinete se apea de su bes- 000124 6 _marre aLLAMAND tia frente a su rancho, cuando sélo se oye el murmullo del agua en los esteros y el to en el follaje de los arboles, paso del vie el Alamo Vigia da la sefial convenida. En- tonces, en la Alameda entera estalla una alegre carcajada vegetal. Todos los Alamos, grandes y chicos, jvenes 0 viejos, se albo- rotan, gritan, agitan sus ramas, se despere- zan. Y Alamito el Largo, ese arbolito nue- vo y vigoroso que estira y estira su pescuezo para crecer mis ligero y asi reali- zar su ambici6n, grita a toda fuerza: —Yo quiero ser mastil mayor del mas grande de todos los veleros del mundo... Yo quiero ser el mas alto de todos los Alamos de la regién, el mas derecho, el més fornido... Estoy aburrido de ser arbol, plantado en tierra, prisionero de mis rai- ces, desterrado en el campo, lejos del pro- greso y de Ja civilizacion... Pero, amigos, ved cémo he crecido desde anoche... Pron- to me despojaré de estas hojas vulgares, de estas ramas pesadas, de estos nidos ca- yos duefios abusan de mi hospitalidad y seré el méastil mayor del mas grande de todos los veleros del mundo... jAl Mar! Me pintarin de blanquisima pintura, me pon- dran velas maravillosas. jAdi6s tiuques or- dinarios que ensucian mis ramas y marchi- tan mis cogollos sin ninguna consideracion! Alternaré con las gaviotas y los pajaros marinos de :odos los océanos... Conoceré puertos y bzhias, estrechos y canales, gol- fos, islas y archipiélagos. Pasaré los trépi- cos, alcanzaré hasta los polos. Me enfren- taré con el Viento, veré frente a frente la cara del Huracan, me codearé con las Trom- bas y los Tifones, los Tornados y los Mare- motos, y alli, muy lejos, muy lejos, seré invitado de honor al congreso de los Arco Iris... Veré ejércitos de tiburones, avistaré ballenas, cachalotes y elefantes marinos, 7 ‘ MATE ALLANAND me divertiré con los peces voladores y con las tortugas de mar, conoceré los famosos arcecifes de coral... Terminado su discurso, Alamito el Lar- go estira y estira su cogote hacia las estre- llas. Envalentonado por sus propias pala- bras, le parece que ya estén por realizarse sus ilusiones. Pero un murmullo de incre- dulidad acoge sus fanfarronadas. Los bue- nos Alamitos campesinos se burlan y des- precian esos cuentos, pero quizds en sus almas puras y sencillas est4 a punto de brotar una duda, de florecer una inquietud. Adivinando el peligro que corren la ino- cencia y la tranquilidad de los pequefios, Alamo Palo Seco, el abuelo venerable de todos los Alamos de Chequén, exclama con su imponente vozarr6n: —2Y qué sabes ti del mar y del mun- do, chiquillo farsante, cuando no te has movido nunca de esta region? Picado, Alamito el Largo responde con impertinencia: —ts verdad, abuelo, que todavia no he visto el mar, pero si que he ofdo mu- chas cosas sobre él y me he documentado en la mejor forma posible. Mientras mis hermanos y mis primos pasan todo el dia distraidos, jugando hojas al viento, sin pen- sar en nada, yo estudio, observo, medito. ‘Tengo, ademés, amigos muy viajados y emi- sarios confidenciales y seguros, que des- pués de cada uno de sus viajes hasta el océano vienen a informarme de todas las cosas que han visto, olido y comide por alla. Mi amiga la Garza del Maule me da verdaderas coaferencias sobre los temas que me interesan. Cuervo Alas-Atras es otro via- jero muy ilustrado en la materia. Pato-Pato y sus cuatro hermanos no se cansan de explicarme que bogando, bogando Maule abajo se llega al mar. Sé también que en la » Marte asa desembocadura misma de nuestro gran rio estan los astilleros en donde se construyen veleros desde los remotos tiempos de la Colonia. All4, all4 mismo es donde necesi- tan arboles altos y fornidos como yo... —Bueno, bueno, veo que sabes muchas cosas —interrumpi6 el Abuelo Alamio Palo Seco—, y lo peor es que crees a raiz juntilla todo cuanto te relatan esos emplumados y chismosos forasteros, y edificas tu porvenir y te forjas miles de ilusiones creyendo en sus habladurias. Pero escucha, para salir de dudas una vez por todas y saber sien verdad el mar es tan extraordinario, y tan desprecia- ble nuestra buena tierra de Chequén, vamos a entrevistar a nuestro buen amigo don Calixto el Eucalipto, que nacié en el litoral. Es verdad que est4 muy anciano, pero vea- mos si recuerda algo de lo que vio en su juventud. Dicen que esta muy sordo: enton- ces, a llamarlo todos, muchachos: ALAMITO FL LARGO a Y los Alamitos se pusieron a gritar: —Tio Calixto —Tio Calixto el Eucalipto, despierte... —Despierte, por favor, tio Calixto.. A la tremenda algazara de los Alamitos del camino, el viejo Calixto, que estaba plantado cerca de las casas del fundo des- de hacia muchisimos afios, despert6 sobre- saltado: —;Qué pasa, amigo Alamo Palo Seco? gPor qué me despiertan a estas horas tan avanzadas de la noche? —Perdona, querido Calixto, pero uno de mis nietos, descontento con su suerte, quiere cambiar su destino vegetal por el de mastil de velero. —iQué d’sparate! —interrumpié el Eu- calipto, sofocado por la indignacién. —:Quieres hacernos el favor de hablar- nos del mar, ti que naciste en sus orillas? —suplicé don Alamo Palo Seco—. A ver si con tus palabras sensatas y veridicas se desengania de sus locuras este iluso retono Ah, querido amigo! —suspiré tio Ca- lixto, con voz ahogada por la emocion—, Aguarda un poco, son tantos los recuerdos que despiertan en mi tus palabras... Déja- me reflexionar, ordenar un poco mis pen- samientos... Calixto el Eucalipto sintié que las estre- llas giraban como locas sobre su frondosa cabeza, y se estremecieron en la tierra sus viejas raices. jEl Mar! jEl Mar! Las cosas que discutian esos Alamos parlanchines y beli- cosos en la maravillosa calma de la noche. Por fin empez6 a hablar con una voz trémula y debilitada por la emocién y la distancia. —No se oye, tio Calixto... —clamaron los Alamitos, impacientes —Mas fuerte, ms fuerte... —Nada, no se oye nada.. stantT0 #1 LARGO. » La verded era que tio Calixto no podia hablar mds alto. Su discurso iba a ser lar 89, Y Si agoluba sus fuerzas desde el prin- cipio, no podria terminarlo. Si los Alamitos no Ojan, tendrian que esperar la Gran No- che para poderlo escuchar de cerca, y nada mas. —iNo, no, ahora mismo! —Queremos escucharlo inmediatamen- te... —gritaron al unisono todos los Alami- tos, impacientes, . Entonces, sucedi6é que Brisa Nocturna oy6 la conversacién de los arboles, se com- padecié de la impaciencia de los Alamitos y de inmediato propuso su colaboracion —Los Hombres tienen Radio, Teléfono, Micréfonos y Amplificadores de sonido —explic6— para ayudarse en circunstan- cias similares, para comunicarse a muy lar- ga distancia sin mayores esfuerzos. Algo sé de estas cosas, porque a cada instante me arte ALLAMAND atraviesan esas fuerzas misteriosas llama- das ondas, que son Jas que transmiten la undsica y las palabras... Y volando, volando, Brisa Nocturna des- perto a la vieja Arafia Tejedora y le enco- mend6 que fabricara un hilo muy largo, muy largo... Y volando, volando, lo tendi6 entre la Alameda y don Calixto. Un Mirasol se ofrecié de micréfono, y en un instante todo estuvo listo para iniciar la transmi- sin. —Hum, hum... El mar est4 en el suelo —empez6 tio Calixto—, aunque esto les parezca a ustedes muy extrafio. —jOooo000000000hhhhhhhhhhhbh! —exclamaron los Alamitos con admiraci6n. —El mar es como un potrero inmenso lleno de agua —prosiguio tio Calixto— Un potrero grande, inmenso, con dos ori- llas no mas. Una, la que lo separa de la tierra, se llama playa, esta Ilena de arena, i scaTo EL LARGO 5 rocas y rompientes. La otra, la que esta al frente, allé donde se acuesta el Sol, se divisa apenas y se llama horizonte. "Por el mar, navegando, se llega a to- dos los Continentes, Europa, Asia, Africa. Por el mar llegaron a Chile, desde Austra- lia, hace mucho mds de cien afios, mis antepasados, los primeros' Eucaliptos plan- tados en este querido suelo, en el cual nos hemos aclimatado tan bien y multiplicado tanto. La tansmisiGn resultaba a las mil mara- villas. Don Calixto hablaba sin cansarse, los Alamitos ro perdian palabra del discur- so, y Brisa Nocturna revoloteaba por aqui, por alla, ahuyentando a las aves nocturnas que con sus alas torpes pudieran estropear el hilo que permitia realizar tan extraordi- nario portento. Y el buen tio Calixto prosiguié asi, tras una breve carraspera: —EI agua del mar no es como el agua de los esteros, ni de las vertientes, ni del le. Es un agua cncmiga, salada, que no sirve para aplacar nuestra sed, sino para causarnos la muerte. Cualquiera de noso- tros, regado con ella, perece imposterga- blemente. Las flores mas lindas, los cerros més verdes, languidecen y se secan en sus salobres orillas, Yo naci, junto con millares de mis hermanos, en un almacigo situado en una inmensa playa, convertida en vive- ro de Arboles (nunca comprendi la raz6n por la cual los Hombres lo habian estable- cido en ese lugar). Media yo apenas unos centimetros cuando me plantaron en un macetero individual. Creci, y me trasplan- taron a otro de mayor tamano. Al princi- pio, cuando éramos pequefios, no veiamos nada, pero cuando crecimos un poco pu- dimos divisar al puerto que estaba cerca de nuestro vivero. Por las tardes salian los i i ALQUITO LAE. v botes pescadores, que volvian al amanecer cargados de pesca. Y a veces, no volvian Cuando el mar esta enfurecido, sopla un viento tremendo y se levantan olas tan al- tas como el techo de las casas, y con mas fuerza que el motor a gas pobre de la maquina trilladora. Entonces el mar se tra- ga las embarcaciones pequefias, y a veces despedaza a los barcos més grandes, aun aquellos que tienen casco de hierro y po- derosas maquinas para defenderse. Des- pués que pasa el temporal y el mar vuelve a su ritmo hipécrita y tranquilo, aparecen sobre las playas muchos cadaveres de hom- bres, de botes y de navios, y es una com- pasion de ver mastiles rotos, quillas destro- zadas, fierros torcidos. *Pasaron los aiios. Me converti en un arbolito crecido y vigoroso. Pero el mace- tero me quecaba estrecho: tenia todas mis raices aprensadas, adoloridas dentro de él, 8 ANTE ALLAMAND asi como sucede a los nifios cuando les compran zapatos que les quedan chicos Por suerte llegé mi turno, y me compraron para llevarme tierra adentro. Me sacaron del macetero (jhuy qué alivio!), me emba- laron cuidadosamente y me embarcaron en un tren, con una linda etiqueta amarilla con mi nombre y mi nueva direcci6n. Cuan- do llegué aqui al fundo, me miraron como una novedad (y en realidad lo era, pues soy el primer Eucalipto llegado por estas tierras) y se produjo una acalorada discu- sién entre los miembros de la familia de mis duefios. Nadie se ponia de acuerdo sobre el sitio apropiado para plantarme, y por poco me dejan secarme en mi envol- torio de sacos y papeles. Fue una larga agonia. Por fin se decidieron a ponerme en tierra, y yo estaba tan seco, tan débil y enfermo, que perdi todas mis lindas hojas y estuve a punto de morir, Desde enton- i i ACAMITO BL LARGO » ces, aqui estoy. Cuando me acuerdo de mis hermanos de la costa, cuyo destino ignoro completamente, me da mucha pena, Pero, en cambio, he sido tan feliz, aqui.. Aqui me hice arbol, eché raices, ramas y semillas, y por nada en el mundo cambia- tia yo estos campos de Chequén. El mar es traidor, hipdcrita, cruel y mentiroso, pese a lo cual los hombres y los Arboles siguen aventurandose sobre su tan engafiosa su- perficie. {Viva la tierra, el campo, viva Che- quén! . Y un suspiro de tio Calixto que reme- cid sus largos andrajos de corteza puso fin a la transmision. Los Alamitos aplaudieron, comentaron, discutieron, y estaban todavia muy alboro- tados cuando se sintié el galope lejano de un caballo —el primer jinete del alba—. Alamo Vigia dio la sefial convenida. Calla- ron los Arboles y los pajaritos, despertan- do en sus ramas, empezaron su cancién de amanecer. CAPITULO II —iA la una, a las dos, a las tres... y... Chaz ‘A la voz del Alamo Vigia, se produjo una enorme confusion en la Alameda. Los Arboles, locos de alegria, sacaban sus raices de la tierra, y cuando quedaban libres, se preci- pitaban los unos sobre los otros para abra- zarse. Corrian, saltaban, bailaban. jUn afio entero sin caminar, sin moverse! Habia lle- gado la Gran Noche de los Arboles de Chequén, tnica del afo en la cual tienen la facultad de andar y movilizarse como los hombres y los animales. Este milagro se realiza siempre en otono, cuando las Marr ANAND noches son largas y frescas y cuando los insados del largo verano, estén rcer sus hojas. —jNo me aprieten tanto, que me estro- pean las ramas y no me dejan respirar! —gritaba don Alamo Palo Seco, defendién- dose de los innumerables arbolitos nuevos que se Janzaban sobre él para abrazarlo. ")Vamos pronto que es tarde, no perda- mos tiempo! —gritaba para librarse de tan- tas efusiones. Y se pusieron todos en marcha hacia el Rio, como era Ia tradicional costumbre. Pero Alamito el Largo no habia abraza- do al abuelo como los demas muchachos. Estaba sentido con él desde la noche del discurso de tio Calixto el Eucalipto. Mien- tras el anciano Alamo Palo Seco caminaba rodeado de sus nietos y biznietos regalo- nes, se le acerc6 por deiras y se midié con él. {Qué felicidad! jYa estaba del porte del : t | i | | Ey MAITE ALLAMAND mas alto y majestuoso de todos los dlamos de Chequén! Su decisién estaba tomada: gad su Lora habia 1 Entre tanto, el cortejo de arboles se- guia su camino. Llegaron a una vega ht- meda y pastosa, en medio de la cual se levantaba un inmenso gigante. Su tronco era algo nunca visto. Sus ramas gruesas y nudosas se extendian muy lejos, cubiertas por mantos de hojas pequeiiitas, largas y angostas, que formaban pliegues graciosos y suaves hasta el mismo suelo. Parecia una cascada vegetal, un salto de agua verde hecho 4rbol. Se llamaba don Sauce Llorén. Legiones de pajaros le confiaban sus ni- dos. A su benéfica sombra acudian hom- bres y animales para protegerse del sol o de la Hluvia. El buen anciano, desmemoria- do ya por los afios, dormia a raiz suelta cuando Ilegé la comitiva, y don Alamo Palo Seco lo llam6 a toda voz: —iBuenas noches, amigo, vamos, que ya es hora! Pero don Sauce no despertd. —jHagamos una ronda para que des- pierte! —gritaron los traviesos Alamitos nue- vos. Dicho y hecho. Se tomaron todos de las ramas y empezaron a girar alrededor del arbol dormido. Don Sauce, don Sauce, despierte, despierte, don Sauce Llorén, que nos vamos al rio a dar un remojon... Fue tanta la algazara que el viejo Sauce despert6. Se le habia olvidado completa- mente que ya habia llegado la Gran Noche de los arboles chequeninos, y trat6 de dis- culparse, diciendo asi —Perdénenme, amigos, pero estoy de- masiado viejo para acompafiarlos... Sia lo mejor ya ni puedo caminar... Vean, tengo 2 Marre ALLARAND mis pobres raices todas atacadas de reu- matismo, porque es mucha la humedad que se junta cn estas vegas. Si me muevo, capaz que me dé otra vez el ataque de gota... Vayan, vayan ustedes no més, que son jovenes y alentados.. Don Alamo Palo Seco, con la bondad y la deferencia que Jo caracterizaban, se ade- lanté hacia el anciano, y was largo parla- mento, convencié a don Sauce Llorén. Ca- minarian despacio y descansarian de vez en cuando, para evitar que a don Sauce le vinieran ahogos y palpitaciones a su viejo corazon. $i le venian calambres y dolores, le friccionarian sus afiosas raices. Ademas, los muchachos mas robustos le ofrecerian una rama en que apoyarse. Y si al regreso estaba muy cansado, lo traerian en andas, entre todos. Emocionado y agradecido, don Sauce lloré gruesos lagrimones de rocio. Reunid ALaMTO BL LARGO » sus fuerzas, sacudio sus ramas, estird sus raices y se dispuso a seguir a sus amigos. Cuando ei Sauce empez6 a moverse, volaron centenares de pdjaros asustados El los tranquiliz6 diciéndoles con acento paternal: —Si no es nada, hijitos, no es terremo- to ni tampoco me han derribado el rayo ni el hacha. No, nada de eso. Esta noche es la Gran Noche de los Arboles de Chequén, y me voy a bafiar al rio Maule con los demas, Volveré al amanecet, espérenme vo- lando no mds, que una noche pasa tan luego... Fl Gnico pdjaro que no se qued6 vo- lando, volando, fue el Chercdn. Claro que se asusto muchisimo con el remez6n, cuan- do don Sauce sac6 sus raices de la tierra: pero luego, tranquilizado por las palabras del Arbol, volvié a acurrucarse en uno ce los innumerables sobacos del viejo llorén. Y riendo maliciosamente, Cheri decia para su copete: —Soy tan pequeiito y livianu chiu, si me muero de ganas de saber c6mo se bafian los Arboles en el rio... Chiu chiu, y hace tantos afios que tengo deseos de andar en sauce... Caminando, caminando, llegaron los ar- boles cerca de las casas del fundo. —Pasemos a la arboleda a convidar a nuestros amigos los Arboles Frutales —dijo don Alamo Palo Seco. ¥ alla fueron. La arboleda del fundo era amplia, bien tenida, bien cercada. Los Arboles frutales se alineaban en hileras paralelas y regulares: aqui los manzanos, alla ios ciruelos, mas lejos los duraznos, los damascos, los al- mendros. A orillas del cerco estaban los paltos y al fondo habia un bosquecillo de nogales y castaftos. Los naranios y los limo- neros estaban plantados en un recinto apar- Chiu ALguiTo BL Lasoo. » te, bien protegidos del viento norte y de las heladas. Pero don Alamo Palo Seco no pas6 a conv-dar a estos tiltimos, porque el bafio en el rio Maule es nocivo para todos los arboles que dan frutas en Invierno La alegre comitiva se dirigié a las hile- ras de Manzanos. La noche estaba muy oscura, los anteojos de don Alamo Palo Seco algo empafiados por el rocio. Este buscaba en vano en las tinieblas a los cor- pulentos Manzanos que conocia desde tan- tos afios, y le parecia que todos habian adelg: mente. —iHola, amigos Manzanos! —dijo por fin, para salir de dudas—, Ilegé nuestra noche, jal agua, al agua, a bafiarse todos al rfo Maule! —Hello! —respondié una voz acida y extrafia. Sorprendido, don Alamo Palo Seco se ado y empequefiecido considerable- { | ! | | | Marre ALLAMAND encaminé hacia los Ciruelos con el fin de pedirles explicaciones. —jHola, amigos Ciruclos! Vamos, que es tarde. jAl Maule, al Maule, a cobrar vi- gor para brotar en Primavera! Espero que ustedes no estaran tan fruncidos como los Manzanos, que apenas se han dignado con- testarme con un sonido tan extrafo.. —Comment, Monsieur? —respondié un Ciruelo—. Je ne comprends pas. Al oir esas palabras, don Alamo Palo Seco qued6 mudo de impresién. Habia visto cosas y casos extraordinarios, durante su larga existencia de arbol del camino, pero eso de que los Manzanos y los Ciruelos ‘de Chequén le hablaran en extranjero, no, eso no lo hubiera imaginado nunca... Y en medio del estupor general, se oy6 una voz que dijo asi: —Yes, yes, sefores, yo explicar a uste- des lo que ha sucedido. Antes, nosotros ser Arboles nativos, cansados, producir mu- cha hoja y pocos frutos y nuestra carne siempre con gusanos. Ahora nosotros ser todos injertados de pura cepa importada. Mejoramos calidad y doblamos produccién. Mis companeros no hablar todavia en chi- leno. Yo no més tener facilidades para aprender lenguas, Todos nosotros ahora te- ner bonitos nombres: los Manzanos ser aho- ra “Hoover” y “Yellow Newton”. Los Cirue- los muy aristocraticos llamarse “Reine Claude” y “Prunes d’Agen”. Este durazno vecino es “Early Imperial”, y yo “May Flo- wer” para servirles a todos... Nosotros es- tar muy contentos en este hermoso y tan acogedor pais. Nosotros, dentro de muy poco tiempo, ser chilenos también, pero sin gusanos como antes. Por eso nosotros encantados de conocer y hacer amistad con habitantes de la region. —Yo no sa-bia na-da de es-to, se-fo- : DAME aLLAMAND res —respondié don Alamo Palo Seco, pro- nunciando con la boca muy abierta y se- f parando las silabas unas de otras para que } le entendieran los arbolitos forasteros—; pero ya que es-tdis re-cién plan-ta-dos en tie-rra_chi-le-na, les rue-go que se unan con no-so-tros pa-ra efec-tuar es-ta a-nual pe-re-gri-na-cién a nues-tro Gran Rio Mau- le, y de es-ta ma-ne-ra es-tre-char los vin- cu-los de a-mis-tad y de con-fian-za que de-ben es-ta-ble-cer-se en-tre no-so-tros. Y se marcharon todos alegremente, mezclados los Alamitos con los Arboles de la arboleda de troncos blanqueados, suel- tas al viento sus etiquetas de carton y con sus estacas pintadas que los seguian como sombras. Caminando, caminando, llegaron hasta dofia Higuera de San Juan. Don Sauce Llo- rOn, que venia muy entonado, se precipité a besarle la punta de una hoja, con su fina Lauro et LaRce s cortesia que hablaba de costumbres y de cosas de otros tiempos. Se preguntaron por su respectiva salud, por sus familiares y amigos, por sus tesfriados y sus reumatis- ‘mos. A pesar de su edad y de su ruedo, dota Higuera sdlo pensaba en divertirse. Se arreglaba las hojas como” una jovencita, feia sin control y hablaba mas que una bandada de cachafias. © —iEste afio si que voy a florecer para la noche de mi santo! —decia en medio de sonrisas y coqueteos—. jVieran como me divierto cuanco los hombres mds valientes del fundo vienen, a medianoche del 24 de junio, para tratar de ver la “flor de la hi- guera”. Les aseguro que el atrevido que se acerca a mi no queda con deseos de reno- var su hazafia. El susto que se llevan con las sorpresas que invento cada afio no es para describirlo. A pesar de lo cual siguen creyendo que me brota una flor de oro para la noche de San Juan. Para este aio les tengo una broma estupenda. Mi amiga dofia Lechuza va a prestarme su par de ojos mas refulgentes, y con una sdbana que olvid6 la lavandera, un dia que tendié ropa en mis ramas, voy a fabricar un fan- tasma extraordinario. Y hablando, hablando, dofia Higuera de San Juan sacudi6 sus raices y se unid a la comitiva. Frente a un rancho del camino que levaba al rio, habia un Peral. Peral Silve: tre, que daba mas sombra que frutos, Peral compasivo y generoso, que albergaba en sus ramas, todas las noches, las aves de corral de sus amos, porque eran muy po- bres, no tenian cOmo levantar un gallinero, y la Zorra solia merodear por esos lados. Cuando Peral Silvestre sintié que ya venian los Arboles por el camino, de paso ' : i MAMI EL LARGO co al rio, se puso muy triste. Tenia locos de- seos de pasear, las raices le bailaban solas en la tierra; pero ;como deshacerse de sus numerosos y bochincheros albergados? Pa- yos, gallinas, pollas, el viejo gallo cantor..., si los echaba al suelo, cacarearian a mds y mejor, despercarian al Hombre, éste saldria de su rancho a ver qué sucedia, y su mira- da humana romperia irremediablemente el sortilegio de esa noche encantada. Por otra parte, esas buenas aves criadas a todo pas- to pesaban mucho, y el Peral no se sentia con fuerzas suficientes para llevarlas a to- das en su larga caminata. Peral Silvestre suspiraba, ahogaba so- llozos, volvia a suspirar. Pollita Trintre, que tenia costumbre de dormir encaramada muy arriba, cerca del cogollo, y que estaba desvelada, sintié la afliccién del atribulado Peral y le pre- gunto: eta AGE ® MATTE ALLAAND Atavero EL LARGO » —Qué te pasa, Peral, estas enfermo? —Gulu, gulu, gulu..., gqué vamos a ha- eQuieres que baje a hacerte una agiiita de} cer? § —PAsense todos calladitos p'al tejado —No, gracias, no estoy enfermo, * del rancho no mas, que alli arriba no nos ha de pillar. A picotones don Moco de Pavo des- perté a toda su familia, y pesadamente sal- taron todos sobre la totora del techo. Pollita Triatre se fue en seguida cerca de las gallinas y se puso a canturrear con estoy desesperado... —Y le cont6 con de- talles lo que tanto lo afligia. Pollita Trintre tenia un corazon de oro, y ninguna otra pollita se.la ganaba por lo habilidosa y desenvuelta. —No te aflijas, Peral, porque yo te voy a ayudar. todo desplante: Y la Pollita baj6 al instante, de rama en rama, hasta alcanzar el tronco grueso so- Mariana van a hacer cazuela de ave. bre el cual roncaba toda la familia Moco De ave, d2 ave no mas. de Pavo. Calladita, se acercé al padre y le Tra la lata la. dijo al ofdo: Dejaron las verduras peladitas —Despierte, despierte, rapido, don pel fondc leno de agua esta, Moco, que viene la Zorra y la escalera se tra lala lala. qued6 puesta en el Peral. Con el hambre Ala més gorda le puede tocar, que trae esa fiera, se sube y nos come no a la mas vieja la van a matar, mas. tra la la la la. Pollita Trintre no alcanz6 a repetir el Ultimo estribillo cuando las gallinas huye- ron a todo lo que daban sus viejas patas y I alas cansadas de tanto empollar. Feliz con los espléndidos resultados de sus diabluras, Pollita Trintre subi al cogo- llo y le dijo al Peral: —Hasta aqui vamos muy bien, Cuando yo diga “cha”, te sacudes como si fueras un terremoto, y te arrancas inmediatamen- te. —Y la picara Pollita fue a ponerse de- tras de Gallo Cantor, quien roncaba sere- namente sin sospechar lo que le esperaba. —jA la una, a las dos, a las tres, y cha! Al remez6n del Peral, Gallo Cantor per- di6 el equilibrio, y el empujén de Pollita lo hizo caer de cabeza en una batea con la- vaza que la Mujer habia dejado junto al arbol. —iMe llevas a pasear, Peral? —decia melindrosa Pollita Trintre a su amigo, mien- ALAMHTO EL LARGO a tras éste corria a toda raiz para alcanzar a sus hermanos Arboles—. Tengo tantos de- seos de saber como es el Maule, y no peso mucho, jverdad? CAPITULO II iCuanto gozaban, y c6mo se divertian los Arboles! Pasaban chapoteando de una ribera a la otra. Danzaban sobre los Pequefios islotes de piedra. Los més intrépidos hacian’apuestas y se lanzaban al brazo grande del Rio. Los mas timidos se allegaban al vado. Saltaban, co- rian, se zambullian en el remanso. Los ancianos, después de un bafio tran- quilo y moderado, se sentaban a la orilla del agua, con las raices flotando corriente abajo. Todos conversaban con mucha animacion. Alli estaban los inseparables Palmera Tropical y Pino del Norte, plantados rama 2 Marte ALIAMAND a rama en el gran parque de las casas desde muchisimos aiios, Don Calixto el Eu- calipto peroraba rodeado por un grupo de encantadoras Acacias que le hacian bro- mas por sus andrajosas vestiduras, rasga- | das de alto abajo. Don Sauce Llor6n narra- ba sus desventuras reumaticas a un circulo de Aromos y de Olivos que mal disimula- ban sus ganas de reir, ignorantes de lo ] peligrosa que resulta para la salud la hu- medad de las vegas. Viejo Maitén acosaba a preguntas a un Ciruelito recién injertado y le ofrecia contarle muchos cuentos chile- nos a cambio de ensefarle algunas pala- bras de francés. Habia Nogales, Quilas, Almendros y Laureles de Flor, Robles, Peumos, Cerezos, Magnolios, y tantos, y tantos otros... Arbo- les iban, Arboles venian. Pero a los primeros indicios del ama- necer, Alamo Vigia, con su catalejo cubier- ALAMO BL LARGO o to de quinual, dio la sefial de la retirada, Todos se zambulleron en e! Rio por tiltima vez y se marcharon corriendo, corriendo, a més y mejor Poco a poco se poblaron las alamedas, se llen6 el bosque, se formaron los cercos y los matorrales de las orillas del rio y de los esteros. Las enredaderas abrazaron sus pilares y sus troncos. Los Arboles batieron una vez més sus ramas en sefial de despe- dida, y reccbrando sus actitudes primiti- vas, quedaron en la m&s completa inmovi- lidad, Los pdjaros volvieron a sus nidos, y el primer rayo de Sol que ilumin6 los cam- pos de Chequén no sospeché nunca todo lo que habia sucedido, aquella noche, a sus espaldas. CAPITULO IV El Maule es un rfo vigoroso | entero, varonil. Nace de la la- guna de su nombre que esti. | enclavada en el corazén de la | Cordillera de Jos Andes. La La- i guna del Maule es célebre por sus Salmo- | nes y por las lindas Garzas rosadas, color | de amanecer, que se crian en sus orillas. | Apenas salido de los cajones cordillera- nos, el Maule se ensancha, se divide en distintos brazos torrentosos que corren pa- ralelos, separados entre si por islotes de piedras y arbustos, cuya forma varia cons- lantemente y cuya superficie esta siempre | a merced de las avenidas. En el Maule hay también islas mas gran- des, defendidas de la corriente por acantila- dos y pefiascos, y cuyo suelo de tierra se presta para diferentes cultivos. Hasta ellas lle- gan durante la primavera algunos riberanos, | para sembrar chacras y engordar sus ganados. | El Maule no es navegable a la altura de Chequén, ni mucho menos. Por eso, paja- ros y piedras de las orillas no contenian su admiraci6n al ver bogar en un remanso a una muy extrafia embarcaci6n. Un Arbol flotaba, medio sumergido en la corriente y estirado cudn largo era. So- bre él, dos arbustos mezclaban sus ramas y sus verdes y se sujetaban uno a otro con solicitud. A proa, sobre el tronco mismo del arbol navegante, una Pollita Trintre, de plumas revueltas y desordenadas, pero de aspecto muy decidido, observaba el hori- zonte, como un timonel. —jQué dia tan lindo! —decia Alamito ALAMITO EL LARGO ° e! Largo, levantando el pescuezo que ape- nas emergia del agua—. jEs el dia més fantastico de mi vida! jJa ja ja! Lo bien que hicimos lesc al abuelo... Lo mucho que me buscé y lo fuerte que me llam6 para gue le ayudara a arrastrar a don Sauce Llorén hasta su vega... En eso iba a estar yo, tal vez... jLa idea de esconderme de- | tras de ese pefiasco grande fue genial! —A mi se me ocurrid primero —dijo con orgullo Culén-Culén, —Si, pero yo espanté a dofia Higuera ~ de San Juan y a dofia Mata de Hortensia = que se habfan instalado alli a contarse chis- F: mes y enredos. —Bueno, no vale la pena pelear po: tan poca cosa —cant6 Chercin, posandose sobre el tronco junto a Pollita Trintre—. Lo Gnico importante por ahora es que ya nos fugamos, que nadie nos vio y que ya va- mos camino del ma a Marre ALLAMAND, Alamito el Largo se estremecia de entu- siasmo y alegria, pese a la incomoda pos- tura en que se hallaba. —jAl mar, al mar! —exclamaba—. jA la vida nueva y maravillosa! Adiés, montafias azules, inmutables; adidés, esteritos canto- | res... Adiés, Chequén y sus largas Alame- das en donde desde remotos tiempos na- 4 cen, crecen y mueren todos los miembros de mi familia, rigidos, inmoviles y vertica- les, sin ver ni saber nada sino lo que el Viento se digna contarles.. Culén-Culén, Tepa Cabeza-Dura, Cher- cin, Poleo y Pollita Trintre celebraban los discursos de Alamito con un frenético batir de hojas y de alas. Asi transcurrid el pri- mer dia de navegacion. Bogaban lento, por- que habia muy poca corriente. Y cuando Ilego la noche, flotando, flotando, se acu- rrucaron todos a dormir. A la mafiana siguiente, Pollita Trintre despert6 la primera. Abri6 los ojos, sobre- saltada, porque le parecié que ofa la voz de Gallo Cantor. Pero no. Gallo Cantor estaba muy lejos. No la molestaria nunca mas con sus gritos déstemplados. Pollita sonrié pensando en el pobre infeliz. Qué habria sido de él, después del bafio noctur- no en la batea con lavaza? Cuando menos lo habian echado a la olla, por intruso... Pollita Trintre sintié frio. Estaba toda mojada por el rocio. Era la primera vez en su vida que pasaba una noche a la intem- = perie. De pronto, pens6 en su amigo Pe- ral, en la tibieza de sus ramas abrigadoras, en el vaho caliente que exhalaba la te- chumbre del rancho junto al cual Pollita “ habia nacido. Estaba a punto de enterne- cerse cuando despert6 Chercan. —Buen dia, Pollita Trintre, ;¢6mo has pasado la noche? wo MATTE altawann —Admirablemente bien, zy td Chercan? —Nunca he dormido mejor... Y el picaro Chercén decia la verdad, porque era la primera vez que pasaba una noche bajo las plumas tibias y protectoras de una gallin: Pollita Trintre se estiré, batié las alas para entrar en calor y mir6 a sualrededor. Al principio no distinguié gran cosa del paisaje que la rodeaba, porque una espesa neblina flotaba sobre el rio. Luego sop!6 un poco de viento y Pollita vio con asombro que una hilera de piedras que emergian del rio y formaban como una represa les iba a obs- truir el paso. El agua se escurria facilmente entre los pefiascos, pero ellos jamas podrian salvar el obsticulo. A gritos y cacareos Polli- ta Trintre despert6 a sus compaferos y les mostr6 el objeto de sus preocupaciones. Alamito el Largo tuvo un verdadero ac- ceso de furor cuando comprendié la situa- 000124 s MAITE ALLAMANE cién. Chercin, asustado, se ofrecid para efectuar un vuelo de reconocimiento. Des- pués de explorar cuidadosamente todos los alrededores, Chercan trajo buenas noticias, Cerca de la ribera norte del cauce habia una pasada, entre dos pefiascos, quizas su- ficientemente ancha para ellos, Para alcan- zarla debian navegar con mucho tino, atra- vesar correntadas, contornear islas y evitar los vados en los cuales podian quedar ata- jados. Después de tres dias de petipecias y maniobras, se hallaron frente al paso. Resol- vieron, pues, Ianzarse con todas sus fuerzas, esperando resbalar sin inconveniente sobre las piedras musgosas del fondo, apenas cubiertas por algunos centimetros de agua, y caer sin novedad en pleno remanso, Culén-Culén y Tepa Cabeza-Dura eran giles y vigorosos, pero Alamito el Largo, por grande, voluminoso y pesado, hizo fra- casar la maniobra. El choque contra las piedras fue terrible. Pi Trine cayé de cabeza a una poza lena de bagres. Culén- Culén perdié una buena cantidad de hojas, Alamito el Largo quedé aturdido, herido su tronco, lastimadas sus ramas, Solo ‘Tepa Cabeza-Dura sali indemne del accidente, porque como lo dice su nombre, ni los golpes, ni el filo del hacha del hombre pueden dafarla la posicion en la cual quedaron los ndufragos result6 desesperada. Alamito el Largo estaba estirado sobre las piedras, cuan largo era, la cabeza de su inmenso cuerpo vegetal medio sumergida en el agua, mien- {ras que sus raices en el aire, levantadas sobre el nive: del rio, presentaban un as- Pecto lamentable. Tepa y Culén, con bue- nas y afectuosas palabras, trataban de in- - fundirle valor y paciencia. Pero Alamito no entendia de consuelos. Le dolia todo el cuerpo, la savia le circulaba mal porque su idad de alamo requeria la posicién ver- tical, Pollita Trintre, pese a su sangre fria, escondia la cabeza bajo el ala para que nadie la viera llorar. Pasaron varios dias. Una mafiana, los ndufragos sintieron trancos, gritos, relinchos y ladridos, y vie~ ron que a través de los islotes del rio, un arreo se acercaba del vado para atravesar el brazo grande. La mula madrina venia adelante, muy ufana con su campanilla al cuello. Eran muchas las bestias, cargadas con sacos y pellones. Dos jinetes, cansa- dos, cabeceaban sobre sus cabalgaduras. Algunos perros trotaban, lengua afuera, jun- to a las patas de los animales De pronto, uno de los arrieros grité: —jAgarra, Chuflay, agarra! El hombre habia visto a Pollita Trintre que tomaba el sol picoteando con toda | Lago BL LARGO 5 inocencia el maicillo de la ribera, y habia sentido de inmediato voraces deseos de comer cazuela de ave Por fortuna, Pollita, siempre lista, se lanz6 a los matorrales antes que el perro la alcanzara. Pero s6lo respiré tranquila cuan- do, saltando de rama en rama, se encara- m6 a la cumbre de un Peumo. Chuflay y sus compafieros siguieron ladrando hasta que, atravesado el rio, jinetes y bes se acercaron. : —jBenaiga la polla alent! No haberla pillao, p’a desplumarla aqui mesmo —Y Jo malo que no me le queda ni un cartucho de l'escopeta, que en la de no, la bajo no mds de un chancacazo.,. —res- pondié el otro arriero, con acento feroz. Pollita oz ese horrible lenguaje y tem- blaba de miedo. —Y’qui mesmito estaba la lefa p’al fue- go, miren ve —dijo el primer arriero, al | divisar a Alamito el Largo tumbado, a me- dio vado, sobre su lecho musgoso—. ;De dénde habra salido este arbol, cuando p’alla arriba el rio viene casi enjuto, y todavia no ha habido ningin temporal? Si parece que esté recién desarraigado no mis. Lastima, porque es bonito el drbol. Dios lo guarde. ¢Sabe compadre que tengo hartazos deseos de llevarmelo p’a mi casa? Lo saco del vado y después lo vengo a buscar en Ia carreta. Hasta de vara de topiar me podria servir. —Bueno q'est cegado con el hambre, compadre, ;qué no ve que es Alamo no més? Ni p’a lefia lo quisiera yo. —Y acer- candose al arbol, se agaché sobre su ca- balgadura y “craaac”, le quebré una rama. —{No ve? Si esta madera verde y nue- va no sirve pa’na... Con desprecio, el hombre tiré la rama al rio, y clavando al caballo con las gran- des espuclas, dijo a su compadre: —Vamos. hombre, no empatemos mis, que el sol ya esta alto y nos queda mucha- zo que andar todavia La mula madrina se lanz6 por el sen- dero que subia el barranco, entre arbustos y matorrales, y luego, hombres y bestias desaparecieron. Alamito el Largo qued6 desesperado, y no sabia si mas le dolia el mufién de su rama rota O su amor propio, profundamen- te lastimado por el Hombre. CAPITULO V Transcurrieron muchos dias © largos y monétonos. Poco a uid poco el Otofio se convertia en Invierno. Nubes feas em- JM, panaban el cielo. El Sol se veia muy a lo lejos y calentaba apenas. Por las noches soplaba el Viento, helado e incan- sable. Pollita ‘Trintre tiritaba y tiritaba sin ce- sar (pasaba con “carne de gallina”). Sus plumas estaban sucias, lacias, y habian per- dido el artistico desorden propio de su raza, Chercén revoloteaba el dia entero, por aqui, por alla, para no pensar. Alamito el Largo, algo restablecido de sus magulla- duras, perdia todas sus hojas y permanecia mudo, $6lo Culén-Culén y Tepa Cabeza- Dura parecian satisfechos de su suerte, por- que habian descubierto una entretencién: pasaban horas contemplando el agua y con- tando los peces que pasaban junto a ellos. Hacian apuestas, discutian, se acaloraban: —Ya llevo cuarenta y siete —decia Culén. —Y yo setenta y tres —respondia Tepa. Jamas se hacian trampas, jugaban como dos buenos arbolitos honrados, y viéndo- los tan entretenidos Pollita aprendi6 a con- tar y se aficiond a tan original pasatiempo. Al principio, Pollita le tenia horror al agua; luego le fue perdiendo el miedo. Se insta- laba sobre una piedra chata, al nivel mis- mo de la corriente y tan cerca de ella que hasta podia escuchar las conversaciones de los peces ALTO EL LARGO a decia a los Salmones que saltaban las pic- dras para caer al remanso: —,Para qué voy a cansarme, yo, a mis afios? Me ahogo cuando nado mucho, y me cuesta saltar, a causa de las neuralgias que me atacan las aletas. Y, por lo demis, aquién me apura? Dentro de pocos dias vendr la primera avenida y me Hevard, sin esfuerzo de mi parte y comodamente, a mi destino. La estacién de las grandes Iluvias ya viene muy cerca, lo siento en el fondo de mis viejas espinas Una nueva esperanza prendié en el alma de Pollita Trintre. Comunicé jubilosa la prediccién de la vieja Salmona a sus compaiieros, la que felizmente no tardé en cumplirse. Empez6 a lover, y el Maule a crecer, a crecer, a crecer... Pasaban bandadas de patos silvestres, volando en perfectas escuadrillas. El rio sonaba con muido de batallas. Sus aguas 8 MAITE AULAMAND embestian las piedras, cada vez con mas fuerza, y se trizaban en penachos de espu- ma blanca. Les isl ojos vistas. EI nivel del remanso subia, su- bia. Desaparecieron las piedras chatas y musgosas; se borraron las pozas en donde vivian los bagres. Alamito el Largo sintié que su cabeza se levantaba un poco y empezaba a flotar, y que un poder invisi- ble presionaba fuertemente sus raices. Una noche se levant6 un Viento furioso. Redo- blo el trueno en la Cordillera. Los Rayos se cruzaron en el cielo. Las aguas enfurecidas embestian a los néufragos cada vez con mayor violencia, hasta que fueron arrastra- dos, corriente abajo, en un torbellino de espumas, de piedras y de hojas. lotes cmpequefiecian a CAPITULO VI pee Cuando los ndufragos recobra- ron sus sentidos, todo habia cambiado a su alrededor. ¢Cuanto tiempo habia transcu- rrido desde que la avenida los arrastrara rio cbajo? Nunca 16 sabrian. Flotaban ahora sobre unas aguas tran- quilas, profundas, que llenaban de orilla a orilla un cauce muy ancho. Se habjan ter- minado las islas pedregosas, las correnta- das, los brazos de rio que se unian y sepa- raban segtin el capricho de los islotes, de los barrancos y de los pefiascos. Se habia acabado también el inmenso panorama del Valle Central, y el espectaculo |“ grahdiogo de la Cordillera de los Andes, con i sus nieVes eternas, sus volcanes humeantes, t sus perfiles azules. I El Maule se deslizaba, tranquilo y sere- | no, rodeado de cerros verdes, de formas | graciosas y de suaves lomajes, que se empi- naban, uno sobre otro, para mirarse en sus t aguas. A veces se acercaban tanto a la orilla los cerritos juguetones que daba miedo ver- 4 los caer al agua. En otras partes se alejaban | de la sibera como para efectuar, jugando, } una travesura, y se formaban alli unos valles F muy lindos y abrigados. Los Hombres ha- 4 | bian aprovechado muy bien esos terrenos, protegidos por los cerros, bafiados por el rio. Alli habian edificado sus casas, cuyos | techos desaparecian en medio de los huer- tos frondosos, de los parrones, de las atbo- ledas. Habia chorrillos alegres que bajaban de las quebradas y atravesaban tierras recién aradas 0 serpenteaban entre Jos trigos nue- 6 MATE AUAMAND vos. Habia vifias que trepaban por los fal- deos suaves. Habia muelles de troncos y maderas que avanzaban sobre las aguas. Desde ellos, los Hombres saltaban sobre las balsas y dentro de sus botes, que flotaban mansamente atados por largas sogas, asi como los caballos, en Chequén, esperaban a sus amos, frente a las puertas de los ranchos. Bogaban, bogaban lentamente, porque el rio tenia muy poca corriente. Alamito el Largo habia perdido todas sus hojas y gran parte de su locuacidad. Pollita Trintre era una caricatura de Pollita, mustia, enflaque- cida. Culén-Culén estaba enfermo de neu- rastenia. Tepa Cabeza-Dura era la Unica fresca, rozagante y optimista. Cuando algu- no de los viajeros se quejaba de su suerte, ‘Tepa se volvia combativa, insolente: —2 para qué vinieron entonces? No tenian mas que quedarse plantados en Che- guén. :Y a ti, Pollita, quién te invite? Pollita Trintre gemia, suspiraba. Nadie tenia la culpa de su desventura, sino ella misma. En esa memorable y tltima noche de Chequén, el buen Peral se lo habia adverti- do, cuando bajara de sus ramas protectoras para lanzarse a Ja aventura con Alamito el Largo y sus alocados compaiieros. Al princi- pio, los arbolitos no querian Ilevarla, pero ella, porfiada y voluntariosa, cacareé hasta que la admitieron como pasajera. Chereéin, que se habia embarcado de “pavo", era el menos afectado por las pre- carias condiciones de navegacién. Revolo- teaba el dia entero, de una a otra orilla del rio, entablaba amistad con los pajaros de la regién, les contaba maravillas de su leja- na tierra natal y trataba de conseguir datos precisos sobre el mar. —E] Mar? Todos los pajaros sabian que el Mar se hallaba por alla, lejos, muy lejos, siguiendo la corriente de las aguas del rio, pero na- die lo habia visto, ni sentia la menor curio- sidad por conocerlo. Asi pasaron dias, noches, y una mafa- na, al despuntar el alba, fueron desperta- dos por una vibrante clarinada: —(Cocoricé! Pollita Trintre loraba y reia a la ve Habian pasado la noche en una pequefia ensenada, a pocos metros de la ribera, y cuando oyé el segundo jcocoricé!, Pollita no resistié mas, y se lanz6 a tierra. Amane- cia. Pollita salté una cerca, atraves6 corri- volando un terreno recién arado, se subid a un Arbol para explorar el horizonte. Y desde su observatorio, divisé algo que casi la hace perder el equilibrio de pura emo- cién: sobre un verde tapiz de pasto nuevo, grave y majestuosa, una vieja Gallina Trin- tre se paseaba en espera del primer rayo de Sol. Vuelta ya de su primera sorpresa, Pollita Trinte se lanz6 arbol abajo y se precipité voiando y corriendo hacia la Ga- llina, gritando: —iTia Trntre! {Tia Trintre! ;Tia Trintre! —Cococé, zquién me llama asi? —caca- re6 la gallina, sorprendida, mientras Pollita se lanzaba sobre ella para abrazarla —Soy yo, Tia, su sobrina Pollita Trin- ure, que vino desde muy lejos para cono- cerla —iQuién eres, y de donde vienes? —decia extrafiada la Gallina— Ya estoy vieja, casi he perdido la memoria y el oido, y nuestra familia es tan larga y complica- da... —Vengo de Chequén, tia Trintre, soy huérfana. He quedado sola en el mundo, a causa de una epidemia de sarampién.. —iDe sarampion? ;Est loca, nitia? ;No sabe que esa enfermedad sdlo les da a los humanos y nc a las aves? 0 Marre aULAAND —Claro que sé, tia Trintre... Pero el sarampién le dio a toda la gente del ran- cho. y como les recetaron dieta de pollo para la calentura, echaron a la olla a toda mi familia... Yo me libré porque me halla- ron muy chica y muy flaca... jpura pluma! Tia ‘Trintre estaba emocionada. De sus ojos, miopes y redondos como una lenteja. cayeron lagrimas pesadas de compasi6n. —Te quedards conmigo, Pollita, vivirds a mi lado, me acompafiarés en mi vejez. Vamos al Gallinero para presentarte a mi familia, a mis relaciones y amistades... Pero antes, Pollita Trintre pidio permi- so para ir a despedirse de sus amigos na- vegantes que la habian traido a su nuevo destino. Brillaba el Sol en un cielo sin nu- bes. Al ver a su compafiera tan alboroza- da, los navegantes, que también habian oido el jcocoricé! del amanecer, compren- dieron lo que sucedia. ALAMTO AL CARGO a Anda, Pollita Trintre —dijo Alamito el Largo—, desembarca, sé feliz. Vuelve a tu vida normal, a tu destino. Mucho agra- decemos tu compaiiia y te felicitamos por la valentia que demostraste en todo mo- mento. Nunca te olvidaremos, Pollita. Pollita Trintre limpid y aliso sus plumas con esmero. Chercan le ayudaba lo mejor que podia. Cuando estuvo lista, ya parecia otra vez una Pollita limpia y coqueta. Abra- 76 a sus compaheros, apreto a Chercan sobre su coraz6n y salt6 a tierra. —Adi6s, Pollita Trintre. —Adiés, Alamito el Largo; adi can, Tepa y Culén-Culén. —Que seas muy feliz, Pollita Trintre. —jQue lleguen cuanto antes al Mar! , Cher- CAPITULO VI Garza del Maule habia dicho: —Cuando pases el Puente, es- tards muy cerca del Mar. Y el Puente estaba alli, como una maravillosa promesa, li- viano y sélido sobre sus inmensos pilones, tan alto, tan largo, tan grande... La sombra que proyectaba sobre la superficie del Rio era una ancha faja oscura. Cuando la atra- vesaron, los navegantes sintieron que ha- bian cambiade de universo. —Anda, Chercan, vuela hasta el Puente —decia entusiasmado Alamito el Largo—, pdsate sobre él, picotéalo a toda fuerza para asegurarnos bien de que no es una ilusion. Miralo bien de cerca, Chercan, con tus dos ojos. jY pensar que Pollita Trintre no sabr4 nunca Jo que es un puente asi, cl Puente Banco Arena! Alamito el Largo habia recobrado su facilidad de palabra. Hablaba, hablaba —jQué majestad de rio, qué anchura de cauce, qué profundidad de aguas! Quien dijera que éste es el mismo Maule en el cual nos bafiaébamos para nuestra Gran No- che, allé en Chequén.. Alamito el Largo, a mas de su elocuen- cia, tenia una excelente memoria. Recorda- ba con exactitud todo cuanto le contaran Garza del Maule y Cuervo Alas Atris. —iVes? —proseguia entusiasmado—, alla a la derecha son campos de rulo, Ila- mados asi porque s6lo los riegan las tlu- vias del cielo. Tienen tierras buenas, son fundos ricos y extensos. Producen espe- cialmente lentejas, también arvejas y varios otros productos chilenos que los faluchos se llevan a lejanas regiones. Detras de esos cerros verdes, que en verano estén com- pletamente secos y amarillos, hay minas y lavaderos de oro, que fueron famosos en la antigiiedad. “A la izquierda, junto a la desemboca- dura del Maule, esta el puerto de Constitu- cion, Ya divisamos sus primeras casas, y ese cerro, all lejos, situado entre rio, mar y ciudad, se llama Cerro Mutrin Bogaban, bogaban por el brazo de tio, entre Isla y tierra firme, y Alamito el Largo ya no podia callar. —stos son los astilleros —exclamaba— en donde se construyen los veleros, desde los remotos tiempos de la Colonia. Escu- chen cémo | | b) Las flores mas lindas, los cerros més verdes, langui- decian y s¢ secaban en sus salobres orilas. c} gCémo podkia el Peral deshacerse de sus numerosos y bochincharos albergados? = ACOMPASEMOS & ALANITO EL LARGO 4. Los adijetivos terminados en OSO doben escribirse con 8. Completa las oraciones, agregando palabras termina- das en oso. a) Alarrito el Largo es un arbo! 0) El Sauce Liorén estaba viejo y ©) Elrio Maule es un rio Ill, EXPRESION PERSONAL 1. Dibuja en los recuadros las escenas que se sefialan en el texto: Los Avawios sscucsanan aIENIOS — AuarO = LAAGOY aus aMnGOS aro Canto, OGABAN FOR ELA MALLE Evia Gras Noches (os Le Porta Tanne se pesh00 DF BOLES, ELLOS CORREN A 50S GOS EV EL RIO, ¥ VOLMO & ‘wr AL CAND, ‘SALLIE v BALAN FELICES ACOMPASEMOS 4 ALQUHITO BL LARGO, » 2. Continua este didlogo entre la Pollta Trintre y la tia Trine tre, Recuerda poner guién al comenzer y cambiar de linea al cambier de personaje, —iTia Trine! Tra Trine! sTret Trine! —aijo la Potita Trintre —Cococ6, squién me llama asi? —cacares la gallina sor- prendida, mientras Polita se lanzaba sobre ella para abra- zaria. 3, {Cual de estos personajes te gust6 mas? Por qué? a) Alamito ef Largo ©) el Cherean b) la Pollita Trirtre d) Atamo Palo Seco. 4, Cuando Aiamito e! Largo es encontrado por los Hom- bres, éstos lo transformaron en fefia y 61 no pudo decir una palabra, pero tt puedes hablar por él y decir lo que sintié en ese memento. 5. Los Arboles nos brindan muchos beneficios: limpian ef aire que respiramos, nos proporcionan flores y frutos; hacen del mundo un lugar hermoso para vivir. Por eso debemos cuidatlos y proteger su vida. Haz un cartel y ACOMFABEMOS &ALAMITO f2 LARGO, escribe lo que tu piensas del Arbol y los bosques, Luego oni en el Diario Mural de tu curso. Pinta con rojo los hechos reales y con a7ul los hechos fantésticos que oeurren en el cuento. a) Polita Trintre sinti trio, b) El agua se escurria faciimente entre los pefiascos. ©) Hablando, hablando, dofia Higuera ce San Juan sa- cudié sus raices y se unié a la comitiva d) Perai Siivesire suspiraba, ahogaba sollozos, volvia a suspir. ) El Maule se deslizaba tranquilo y sereno, rodeado de certos verdes 4) Alamito ol Largo habia perdido todas sus hojas. 9) Los Hombres encontraron a Alamito el Largo y lo tro- zaron de raiz a cogollo. h) El viejo Chercén les cuenta a los pollusios ta historia de Alamito el Largo. Inventa otro final para Alamito el Largo, puedes incluir hechos fantasticos y reales. La principal enseftanze que nos entrega Maité Allamand con su cuento es que: a) Los érboles son importantes para el hombre. b) La amistad entre los animales y las plantas alegra la vida, ©) Cada cual debe aceptary vivir de acuerdo a fo que es. INDICE Capitulo 1 Capitulo IT Capitulo I Capitulo IV Capitulo V Capitulo VI Capitulo VIL Capitulo VII Maité Allamand Acomparemos a Alamito el Largo en su viaje bacia el mar te 81 85

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