You are on page 1of 14
CAPITULO IV EL PRIMER PERONISMO, 1946-1955 Los diez aftos de gobierno peronista se caracterizaron por una ampliacién espectacular de la movilidad y la inclusién social, alentada por la prosperi- dad inicial, y luego por la ejecucién de politicas estatales claramente orien- tadas en ese sentido. Hubo, en suma, una fuerte democratizacién de la sociedad, segiin las lineas ya marcadas desde principios de siglo. Estuvo es- timulada por la accién de un Estado que incrementé sus funciones, tam- bién siguiendo las lineas trazadas en la década anterior. Por otra parte, la democratizacién politica avanz6 en cuestiones tan importantes como la extensién del derecho al sufragio a las mujeres. El go- bierno peronista tuvo un fundamento democratico claro y contundente, dentro de una variante de la democracia mds plebiscitaria que republicana. Esa tendencia fue reforzada por las practicas del gobierno, signadas por el reforzamiento de la autoridad del Ifder y la tendencia a encuadrar en el Es- tado las distintas manifestaciones de la sociedad. Pero lo que mds influys en la politica fue el cardcter fuertemente faccioso de su practica, resultado de un conflicto que era a la vez politico y cultural. Este cardcter faccioso, potenciado por el escaso republicanismo del régimen, no sdlo definié este estilo democratico, sino que llegé a marcar todo el desarrollo politico pos- terior. De ese modo, la década peronista es a la vez el momento de culmi- nacién de la fase ascendente de la democratizacién politica y social y el momento en que se configuran los conflictos que caracterizaran el periodo siguiente. 1. El Estado y Ia sociedad Veremos en este primer apartado las relaciones que el gobierno peronista establecié entre el Estado y los sectores sociales que le sirvieron de apoyo, asi como la tendencia del régimen a concebir la sociedad como una “comu- nidad organizada”, y actuar en consecuencia. 124 LUIS ALBERTO ROMERO. La economia: estatismo y distribucién' La marcha de la economia durante los primeros afios del gobierno peronis- ‘a result6 esencial para la consolidacién de un imaginario donde lk demas cracia social se combinaba con un Estado providente y benefuctor, En esos fconomia y el desarrollo de la industria sustitutiva de importaciones. Am. bos procesos se profundizaron durante la Guerra Mundial, y finalmente el gobierno peronista le agregd un sesgo especial, orientado hacia la disciber cién socialmente més equitativa del ingreso. El gobierno se propuso defender el mercado interno y a quienes pro- ducfan para él, prolongando las condiciones de cierre de la econonis ge- neradas de manera no deliberada por la guerra? Allo se sumé la dificil situacién de Gran Bretaia, imposibilitada de reembolsar las compras de alimentos realizadas durante ly guerra. El go- bietno, estimulado ademés por las corrientes de pensamiente nacionalista ¥ estatista, opté por utilizar esas “libras bloqueadas” para comprar empre- sas de servicios, comenzando por los ferrocartiles. A ello se sume la ree nalizacién del Banco Central y el monopolio estatal del comercio exterior jav& del Insticuro Argentino de Promocién del Intercambio (IAP) Se. bre ese programa de nacionalizacin se organizé la consigna de la indepen- dencia econémica, una de las banderas del naciente “justicialismo”, que se sums a la de “soberania politica’, expresion de la autonomia ante lot pre- siones de Estados Unidos. Defender Ia “industria argentina” fue un objetivo de la politica econé- tnica, pero no se incluy6 entre las prioridades el desarrollo de las inducerins | Véase Gerchunoff, Pablo y Lach, Lucas (1998), pp. 107-242 *En parte fue una decisién politica, y en parte fue la respuesta al boicot impues- ‘© por Estados Unidos a las exportaciones agropecuatias ya la importacién de insumos, come «epresalia por Ia falta de alineacién del gobierno militar argentino durante ly gue- tra, Ese boicor impidié que la Argentina aprovechara las condiciones beneficiosas que gener6 el Plan Marshall de ayuda para la reconstruccién de posguerra. Al respecto, véase Escudé, Carlos (1983), parte ill. * Esto generé un largo debate. Segiin algunos, las propias empresas ferroviarias, que vendieron a bi en momentos en que las concesiones estaban prdxi Pr6 soberanfa’. Un balance més realsta muestra q fue un pésimo negocio, inducido por tuen precio empresas descapitalizadas, mas a caducar. Segiin otros, se “com. jue probablemente no habia alternati- "3s Para usar esas libras incobrables. Véase Panaia, Marta et al. (1973), pp. 51-68. sna ; 7 125 SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA de base ~insumos o bienes de capital que requerfan inpetsaie inves nes y duros sacrificios, y sélo prometian réditos a a plazo. ae de la politica de la Unién Soviética —presente en la ee Quinquenal’— no se eligieron sactificios presentes a ioe aur futuros, y esto fue una decisién politica trascendente, en lo inmediato y lo mediato (véase, més adelante, “La crisis econémica”). Pela Cle Las prioridades de la politica econémica fueron segura plo or pleo y una distribucién mds equitativa de los beneficios. Am 2s popes tos conflufan, en primer lugar, en el estimulo al sector industrial exis 5 del cual una buena parte habia crecido de manera algo andrquica anh guerra. Se trataba de industrias que elaboraban bienes de pranisae on ble, entre ellos los del equipamiento doméstico. La politica oe aseguré un mercado interno cautivo. La politica oe facilité 2 oper cién de los empresarios, y la polftica salarial permitié la oleate una masa de consumidores, capaces de aguardar por meses que ri rs 7 ra la heladera por la que ya habian pagado. Esa demanda segura, a fala de competencia —que permitia trasladar a los precios los bani ee y la prodigalidad del Estado conspiraron contra le eficiencia p , que los empresarios no se sintieron impulsados a a oe Los fondos que el Estado distribufa, bajo la forma de i ito: 7 sas subsidiadas, provenfan de gravamenes puestos a los Bro sed. . portadores agropecuarios, originados en el moon io Oe Ee & comercializacién externa y el uso de tipos de cambio di Set i i Be Iftica profundiz6 el estancamiento y finalmente la crisis de os Pr lu agrarios, relacionada inicialmente con el boicot norteamericano. El Estado y los trabajadores* La accién providente del Estado se materializ6 en politicas de salud, ite da, educacién o turismo social, y en leyes salariales y peefitelere le neficiaron al conjunto de la sociedad. Pero en una medida pra estuvicron dirigidas a los trabajadores sindicalizados, el zee ro organizado, que se convirtieron en el sostén y el principal ineerloctor del gobierno. No s6lo eso. Los trabajadores sun a ae li curso peronista y de su legitimidad: el 1° de mayo, la Fiesta * Véanse Plotkin, Mariano (2002), pp. 215-255 y Torre, Juan Carlos y Pastoriza, Elisa (2002). 126 LUIS ALBERTO ROMERO. (bien lejos, por cierto, de su combativa celebracién de otros tiempos) fue Junto con el 17 de octubre la ocasién de un gran evento de identifercion, la sindicalizacién que habia comenzado a ctecet antes de 1945, por influjo de Ia accién de la Secretaria de Trabajo y Previsién, aumento de ma- nera notable, El Estado reconocié a los grandes sindicatos de alcance naz cional, por rama de industria, y les confirié un peso decisivo en la negocia- El Presidente, remiso a discus a, politica con parlamentarios o dirigentes partidarios, lo hacia de manera regular con los ditigentes sindicales, sobre quienes volcaba todo su esfuerso de pedago- Bia y seduccién. Por otra parte, en muchos casos se advierte que las opinio- nes de los sindicalistas podian detener 0 modificar algunas decisiones Bubernativas, como en el ya mencionado caso de la politica de salead Pero a la vez, el gobierno y Perén exigieron una disciplina politica to- tal. El Partido Laborisca, creado por los dirigentes sindicales que primero lo apoyaron, y que aspiraban a mantener su autonome politica en la alian- za gobernante, fue disuelto poco después del triunfo electoral, para incor- porarlo al nuevo partido Peronista. De sus primeros ditigentes, Laie Gay fue apartado del Partido y de la CGT, y Cipriano Reyes, que se rebel6, fue ° James comenta esta idea de Torre. Véase en general su andlisis de la relacién en- tre Perén y los sindicatos en James, Daniel (1990), pp- 19-68. ATICA E EN 127 SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA fe i = reso y torturado; el resto, en su mayorfa, pasé a cuarteles de invierno y di , aap 2 eal 5 su lugar a una camada de sindicalistas con poca experiencia previa 7 insercién en el peronismo. Respecto de la accién gremial, las huelgas = 5 ae _ _ pezaron a ser mal vistas, y la consigna dirigida a los dirigentes fue que ri ierno encaré su represién. bfan aplacarlas. Luego, en varios casos el gobi pi! Los desheredados y las clases medias i6 id traba- Para terminar de analizar la relacién que el Estado establecié con los ¢ 7 jadores hay que considerar otros dos sectores que, en un a is Stal i inferi i tor laboral. i i los lindes inferior y superior del sec ubican respectivamente en ric r “Los dlesheredados” eran, en la ret6rica peronista, todo aquel grupo . re is ‘i opular no incluido ni defendido por las organizaciones ee que ci brian a quienes tenfan empleos estables, preferentemente en Sees ici jesarrollé i i Para el resto, el Estado peronista tos industriales o de servicios. Estadc a un vasto esfuerzo que se denominé Ayuda Social Directa. Eva Perén y la i i cias Fundacién Eva Perén cumplieron un papel de importantes eee sociales y polfticas. Eva Peron -en quien Peron delegé mae a las s icd jt nidad de iri indicales— dedicé largas jornadas a atender infii con los dirigentes sindicales. t i a ead pedidos y reclamos individuales de quienes necesitaban una ee a a in. dificil: ntal para afrontar una situacié: nudo modesta pero fundame: a ; aon ane i ara un minusvélido, una méquin: ser cama en el hospital, empleo p: : i ; i6 i s te, resaltada siste- id ccidn cotidiana y consecuente, una recomendaci6n. En esa act { : een Ati da del gobierno, Evita fue definien ig maticamente por la propagan fu nier ; de “Dama oe la Esperanza’, y a la vez, de expresién auténtica y directa ra > F a) ie del pueblo humilde y suftiente.° stele! uch con esta accién social directa y personal, la Fundacién = 7 rn (cuyos recursos provenian de aportes estatales y donaciones priva 7 n 5 = i sites siempre espontdneas) se hizo cargo de la accién social ae que en es i f i lacién constru- i juerfan reservar para si. La Fun nos aspectos los sindicatos q para sf. peers 6 i 16 por la atencién médica, creé Hog: 6 hospitales excelentes y vel6 pc \ n Pat tures desamparadas o nifios sin hogar, instalé una red de Proveed ie : es i construyé la Ciudad Infantil y la Ciudad Estudiantil y organizé infinid < a ‘ocial, de otras actividades, vinculadas con la salud ptiblica o la previsin s cuya autoria se adjudicaba a la esposa del Presidente. sede Por esa via, el Estado dejaba de ser un ente abstracto y se er una persona a la que podian transferirse con facilidad atributos y valores pro- 6 Véase Taylor, Julie (1981). 128 LUIS ALBERTO ROMERO venientes del imaginario cristiano. Ella misma, por otra parte, asumia la re- presentacién de ese vasto conglomerado con el que, segtin ha sefialado Tuli Halperin Donghi, Perén podia balancear el peso de los sectotes sindicales.’ Es posible que los sectores de clase media establecidos, con una identi- dad politica definida, no simpatizaran con el peronismo, y especialmente con su dimensién més plebeya, como se analizaré més adelante. Pero a la vez, la politica social del peronismo impulsé el desarrollo de nuevos sectores me- dios: alenté a los trabajadores especializados que se convertian en pequefios empresarios, facilité la actividad de pequefios comerciantes, estimulé a otros trabajadores a convertirse en empleados, y sobre todo multiplicé la oferta educacional, especialmente en el nivel medio. Juan Carlos Torre ha propues- to una hipétesis sugerente: al menos hasta la década de 1950, fueron los sec- tores medios los que estaban en mejores condiciones para aprovechar las oportunidades oftecidas por el Estado, es decir que resultaron los mayores beneficiarios de la politica de promocién social. Pero en rigor, como se ana- lizard enseguida, este andlisis sélo cobra sentido si se lo piensa en términos de una movilidad social sostenida, caracteristica de la sociedad argentina del siglo XX y acentuada por las politicas sociales peronistas. La Comunidad Organizada Vista desde el Estado, y expresada en muchos discursos de Perén, esta so- ciedad era en realidad una Comunidad Organizada.* Esta idea, que Peron fue formulando progresivamente, remite a maneras de pensar ya difundi- das en el sentido comtin tanto por la Iglesia catdlica como por diferentes regimenes autoritarios europeos del perfodo de entreguerras, incluido el fascismo, que Perén conocié de cerca. En la comunidad organizada el pueblo es uno solo, sin fisuras, y hay una dignidad propia de quien pertenece a dl; la igualdad, que se expresa en la apelacién a los “compafieros”, manifiesta la comtin participacién en la ciudadanfa social. Esa igualdad coexiste con diferencias sociales funciona- 7 Sobre el papel de Eva Perén, Halperin Donghi, Tulio (1972), pp. 51-88. Sobre la Fundacién, Plotkin, Mariano (1993), pp. 215-255. 8 La distincidn entre sociedad y comunidad es clisica en la sociologia. Se contra- pone un modo de concebirla a partir de los individuos, sus acuerdos deliberados y su voluntad asociativa, y otro cuyos principios de integracién son anteriores a los indivi- duos. A la vez, una imagen remite a sus conflictos considerados constitutivos, y la otra aun principio de integracién, que minimiza los conflictos. SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA 129 les y relaciones de autoridad y dependencia, propias de cualquier cuerpo social. La Comunidad Organizada incluye a las corporaciones de patronos y trabajadores, 2 otras corporaciones, as{ como a la Iglesia y el Ejército. El funcionamiento global es arménico, pues los diferentes sectores rigen sus relaciones por el principio de colaboracién. Por encima de ellos, el Estado es el encargado de organizar las relaciones de la comunidad toda y encar- nar el interés comtin. : ; Esta idea esté presente en la mayoria de las alocuciones de Perdn y es congruente con la accién del Estado providente y benefactor. Sin embar go, en el discurso peronista perduré una segunda voz, que remitfa a su oti- gen disruptivo, plebeyo y rebelde: una actitud radical contra el sistema, muy atemperada pero visible, manifiesta en la prédica contra la llamada “oligarquia’. Tal discurso no se expres6 habitualmente en acciones conse- cuentes, pero operé eficazmente para asegurar la identificacién de los tra- bajadores y el Estado. / ; Hay, pues, un elemento conflictivo en este régimen politico que por otras parte predica la armonia social. Ese conflicto no pertenece al orden clisico de los enfrentamientos especificamente sociales. Se trata, en cam- bio, de un conflicto cultural y un conflicto politico, que cruzan una socie- dad que en lo esencial es mévil, integrativa y democritica y muestran bien tanto la profundidad como los limites de la experiencia democritica pero- nista. A explicitar esto estén dedicados los puntos siguientes. 2. Una sociedad nacional y de masas La democratizacién de la sociedad Con el peronismo se hizo visible la irrupcién de las masas en la sociedad. Esto se venia advirtiendo ya en las décadas anteriores, con el crecimiento de las grandes ciudades en la década de 1920 y con el engrosamiento de los cinturones industriales suburbanos en la década de 1930, pero desde me- diados de la década de 1940 el tema se instalé en la conciencia y en la agen- da de los problemas discutidos. / El crecimiento urbano, que se aceleré en la segunda mitad de los trein- ta, continué su desarrollo, impulsado por factores de atraccién y de expul- sién rural. Entre étos se encuentra el estancamiento de la economia 9 Véanse algunos textos de Perén en Altamirano, Carlos (2001), pp. 187-191. 130 LUIS ALBERTO ROMERO agraria, asi como la tendencia, que no era novedosa, a mecanizar las tareas y ahorrar mano de obra. Buena parte de los migrantes internos provino ini- cialmente de la pampa hiimeda y en segunda instancia, en la década de 1940, empezaron a predominar los que provenian del interior tradicional =provincias como Tucumén o Santiago del Estero fueron grandes expulso- ras de poblacién- que dieron pie al estereotipo de los “cabecitas negras”. Quienes migraban lo hacfan impulsados por las expectativas de em- pleos urbanos, y por las noticias acerca de esas posibilidades, que circulaban con més frecuencia a medida que el pais se comunicaba, y que la radio o el cine popularizaban imégenes sobre la gran ciudad.'9 Fue a fines de la déca- da de 1930 que una joven muchacha de Junin Eva Duarte-, que se crefa dotada de talentos artfsticos, se trasladé a Buenos Aires para probar fortuna en el teatro, la radio y el cine. Los empleos existian positivamente, sobre to- do en los nuevos establecimientos industriales, y se combinaron, luego de 1945, con salarios en alza, de modo que el flujo migratorio se incrementé. Esta transformacién habia pasado desapercibida hasta 1945; de ahf la sorpresa que produjo el 17 de octubre, pese a que la ciudad de Buenos Aires estaba muy acostumbrada a las manifestaciones politicas masivas. Pero esta era distinta, por sus integrantes —las imagenes que se construyeron en ese momento oscilaban entre “el auténtico pueblo argentino”, el “lumpenprole- tariado” o el “aluvién zooldgico’= y por el uso que hacian de espacios puibli- co en los que habitualmente se veian otros ocupantes y otras costumbres,!! Desde entonces, fue habitual que los lugares hasta entonces reservados a ciertos sectores conocidos de la sociedad establecida eran frecuentados por nuevos usuarios, convencidos de sus derechos a hacerlo. Asi, hubo co- las en los negocios ~y largas esperas para la compra de los nuevos produc- tos electrodomésticos—, mayor frecuentacién en ciertos lugares de turismo, multitudes en los cines y en los teatros, que se adensaban cuando coincidia el fin o el comienzo de las funciones, y multitudes en las plazas 0 en los parques, que naturalmente hacian de ellos un uso menos respetuoso de las formas juzgadas educadas. En suma, se trata de la interaccién de un fendmeno social real, el au- mento de la masa de consumidores, y de su percepcidn desde el punto de vista de quienes estaban alli desde antes y juzgaban que esa irrupcin im- plicaba una disminucién de sus derechos, asi como un descenso en el nivel de la cultura establecida. Visto en cambio con los ojos de los nuevos usua- ' Sobre la relacién entre urbanizacién, industrializacién y pleno empleo, véase Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), pp. 107-242. "! Sobre estos cambios, véase Torre, Juan Carlos y Pastoriza, Elisa (2002). SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA 131 rios, se trata de acceder a algo sobre lo que tenian derecho, pero que hasta entonces le habia estado vedado. Era, en definitiva, un avance en la demo- cratizacién de las relaciones sociales. Hasta entonces, la sociedad argentina, especialmente la sociedad urba- na, habfa sido sustancialmente mévil, y por eso mismo democratica. Se ha insistido en este rasgo en los capitulos anteriores, pues constituye un rasgo peculiar, que la diferencia nitidamente de las restantes sociedades latinoa- mericanas, con la excepcién del Uruguay. Sin embargo, conservaba un sec- tor superior relativamente duro e impermeable, que basaba la conviccién de su superioridad en parte en su riqueza, pero sobre todo en su pertenen- cia a un cierto “patriciado”, fundador de la nacién, o al menos que estaba allf desde hacfa mucho, antes de que llegara la masa de inmigrantes. Tam- bién, en una idea de su educacién, expresada no en términos de erudicién o saber cientifico, sino en maneras, costumbres y una cierta cultura gene- ral. Eran los que figuraban habitualmente en las paginas de “Sociales” de los diarios tradicionales, que daban cuenta de nacimientos, matrimonios, defunciones, viajes ¢ inclusive “traslados” (por ejemplo, el de una familia que va a pasar sus vacaciones al campo, 0 a Mar del Plata). La dindmica de la economia introducfa permanentemente nuevos inte- grantes, pero la idea de pertenencia a un sector social exclusivo se mantuvo, y con ello una cierta idea de privilegios adquiridos y deferencia debida, que permitia, por ejemplo, tutear familiarmente a quienes realizaban para ellos distintos servicios personales. Esa actitud trascendfa los sectores sociales al- tos y se prolongaba, sin solucién de continuidad, en los sectores de clase me- dia consolidados, que los tomaban como referencia y aprendfan, por multiples caminos, los cédigos de comportamiento adecuados y “elegantes”. Esta combinacién de privilegio y deferencia salté espectacularmente durante la experiencia peronista; desde entonces las élites -que natural- mente siguieron existiendo— fueron abiertas, dindmicas y se llenaron de arribistas y parvenus. Con el peronismo la sociedad desarrollé ampliamen- te valores democraticos ¢ igualitarios, que cristalizaron en la idea de digni- dad del trabajador. Los derechos sociales —del Trabajador, de la Ancianidad, del Nifto-, referidos a sectores especificos de la sociedad pero dotados de un valor general, fueron defendidos por los sindicatos y el Estado, y con- sagrados por la Constitucién, reformada en 1949. Los procesos sociales mas espontineos y la accién politica del Estado se combinaron y potenciaron. En este proceso resulté clave la consigna de la Justicia Social, que junto con la Independencia Econémica y la Sobera- nia Politica (véase el punto anterior) fueron la base ideoldgica del peronis- mo. La justicia social es una idea de larga gestacién en el imaginario de la 132 LUIS ALBERTO ROMERO sociedad argentina, y se la ve presente en las fuentes mds diversas ya desde la década de 1920. Se ha sefialado en el capitulo II de qué modo las expe- riencias asociativas y cooperativas de las sociedades barriales, cruzadas con las referencias de la cultura progresista confluyeron para instalar esta con- viccién. Muchas de las referencias ideoldgicas provienen del humanismo de entreguerras, y también del socialismo. Sin embargo, a la hora de recono- cer deudas, el peronismo prefirié remitirse sdlo a una: la Doctrina Social de la Iglesia. En ella, se ha visto, la justicia social esta cuidadosamente des- ligada del conflicto social, y pertenece al orden de mecanismos por los que el organismo social, momentdneamente alterado, recobra su equilibrio.'* La justicia social se basa en una idea de equidad: el Estado debe con- currir a solucionar las situaciones donde ésta es ms extrema, a paliar los males més visibles de la sociedad capitalista, sin por ello cuestionar a esta sociedad en su conjunto. En ese sentido, como ha sefialado José Luis Romero, la justicia social no actia en un sentido diferente del tradicional mecanismo de la movili- dad social, que es una verdadera ideologfa espontanea de la sociedad, sino que lo complementa.!3 El Estado concurte a apoyar a quienes han queda- do atrasados en la carrera del progreso, para dar el empujén necesario -un empleo, un instrumento de trabajo que les permita recuperar el paso ¢ in- corporarse al pelotén. La justicia social terminé de dar forma a la demo- cratizacién de la sociedad argentina, que en la década peronista alcanzé su punto mis alto. Integracién social y nacional La masificacién de la sociedad tuvo otra consecuencia importante: un avance claro en la integracién, en sus dos dimensiones, nacional y social. Instrumento privilegiado de estos procesos fueron los medios de comuni- cacién masiva. La radio en primer lugar, cuya difusin se remonta a la dé- cada de 1930 y alcanza su culminacién en estos afios, antes de empezar a competir con la televisién. Es dificil imaginar, en los afios peronistas, una 2 En este y otros aspectos, la doctrina peronista se aparté cuidadosamente de cual- quier referencia al pensamiento de izquierda, y se enfrenté con él. También se distan- cié del liberalismo y el capitalismo, al igual que lo hacia el pensamiento social cristiano, pero en ambos casos se puso mucha més militancia en distinguirse de la izquierda y has- raen enfrentar a “la zurda”. ') Véase Romero, José Luis (2001). SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA 133 casa sin radio, y no porque su costo fuera desdefiable. Pero la radio (eléc- trica y fija) aparece instalada en el centro del hogar. Su presencia esté aso- ciada con cambios en las condiciones de vida de los sectores populares de los que se dio cuenta en el capitulo anterior: la vivienda propia, el aumen- to del tiempo libre y el papel central de la mujer ama de casa en el hogar. Por otro lado, operé el cine, ocupando un lugar que poco después le seria disputado por la televisién. El cine fue un entretenimiento masivo, ¢ ir al cine se convirtié en una ceremonia tan importante como hasta entonces lo haba sido el baile o la conferencia barrial. Las salas de exhibicién prolife- raron y junto con la produccién filmica norteamericana ocupé un lugar muy importante la argentina, accesible para todo el mundo sin necesidad de leer subtitulos, que requieren una préctica de lectura mayor. Los medios de comunicacién de masas se articularon con el desarrollo de los deportes masivos: el automovilismo y el fiitbol. Los procesos son an- teriores, pero la era peronista le dio un toque especial, por las formas de consumo masivo, y también por la identificacién del Estado y de sus go- bernantes con ellos. Esos fueron los aiios de oro del Turismo Carretera, de los Galvez y de Fangio, y a la vez los del inicio de la insercidn de los pilo- tos argentinos en el mundo de la competencia internacional. Juan Carlos Torre sefiala la combinacién del Gran Premio, que recorre los sitios mas alejados del pafs y moviliza a vastos contingentes que asisten a su paso, y su transmisién radial, que genera y desarrolla la identificacién con el terri- torio. El fitbol, por otras parte, se desarrollé profesionalmente y a través de la radio, el campeonato nacional, que se desarrollaba en Buenos Aires, Rosario y La Plata, se hizo significativo para todo el pais: en cualquier la- do podian encontrarse “hinchas” de Boca o de River. Medios de comunicacién y deportes de masas concurrieron a integrar el pafs en torno de una cultura de alcance nacional, a la que el Estado im- primié un matiz particular. Por una parte, el propio peronismo —un fend- meno politico sélo comparable con el radicalismo, y probablemente mds profundo- generé una identidad politica de alcance nacional.'4 Sobre eso, el Estado desarrollé una intensa propaganda, en la que ~como se veré— no era facil separar lo estatal de lo partidista: la imagen del Presidente y su es- posa, la consigna del Plan Quinquenal, la relacién entre el deporte y el Es- tado (Perén, entre otras apelaciones, era el “primer deportista), asf como la organizacién de eventos deportivos estatales nacionales, como los campeo- natos infantiles de fiitbol “Evita”, En ese sentido, la cultura nacional se aso- Gié con la estatal y la propia del movimiento. 4 Véase Plotkin, Mariano (1993), pp. 256-296. 134 LUIS ALBERTO ROMERO Fue una cultura popular pero no una cultura de las denominadas “cla- sistas”.!° No podia serlo, dada la intensa movilidad de la sociedad y la ra- pidez de los trénsitos de posicidn, a menudo en una generacidn o dos, que impiden la acumulacién y sedimentacién de las identidades de clase. Por otra parte, los modelos que los medios de comunicacién, o la mis- ma escuela, transmitian, tendian mas bien a la homogeneizacién y a la in- tegracién en torno de valores y formas de vida compartidos, de acuerdo con lo que hab/a sido la experiencia principal de las zonas més modernas de la sociedad argentina. Eso es lo que difundfan las comedias cinemato- graficas, que imitaban las de Hollywood o el llamado “cine de los teléfonos blancos”, donde la dimensién popular estribaba en la contemplacién ad- mirativa de un cierto estereotipo social propio de las clases establecidas, Por cierto, era toda una novedad que la figura del trabajador ocupara un lugar simbélico importante y dignificado. Pero la imagen del trabajador que di- fundian los libros de texto lo mostraba en su casa, con corbata y quiz sa- co, sentado en un sillén leyendo el diario, es decir, adoptando el estilo de vida tradicionalmente adjudicado a las clases medias asimiladas, Un conflicto cultural Asi, por detrds del conflicto politico, del que nos ocuparemos enseguida, se desarrollé otro, de indole social y cultural. No fue el enfrentamiento de las clases principales de la sociedad: ni éstas estaban nitidamente definidas en términos politicos, ni la politica peronista cortaba las aguas en ese sentido, Por el contrario, muchos representantes de los intereses empresarios y pro- pietarios en general hallaron cémoda cabida en el gobierno o el movimien- to, y las entidades corporativas manifestaron al menos una discreta acepta- cidn del gobierno y sus politicas. El punto de ruptura estuvo més claramente marcado en lo cultural, y opuso lo “popular” con lo oligdrquico. El “pueblo”, en los discursos, aludia a una concepcién trabajadora pero integrativa y no clasista: no apuntaba a Ia escisién y la segregacién sino a una manera mas amplia de apropiarse de los beneficios materiales y del capital cultural acumulado por la sociedad. Ponfa el acento en la injusticia y exclusién previa, en el egoismo del con- trincante y en la accién reparadora del Estado. Asi, era posible combinar un discurso radicalmente plebeyo, duro y violento, que remitia a los orige- '5 Esa denominacién es comin en los estudios referidos a la clase obrera de los pai- ses industriales de Europa. SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA. 135 nes conflictivos del peronismo y teforzaba el sentimiento de pertenencia, con una definicién imprecisa de sus destinatarios —la oligarquia— y una ac- cién minima, salvo cuando éstos cobraban un perfil politico." La teaccién, en clave similar, se dirigié contra una situacién politica que contribuia a la eliminacién de la tradicional deferencia y que ajustaba las relaciones de dependencia a las pautas contractuales generales: el servi- cio doméstico reclamé su franco dominical. También se reaccioné contra las consecuencias de la masividad y la movilidad, ridiculizando en el “pe- ronista” al nuevo rico, de modales juzgados groseros, o al habitante recien- te de la ciudad, ignorante de los habitos de urbanidad, El conflicto incluyé interpretaciones encontradas de palabras y perso- nas clave: Evita fue para unos la Dama de la Esperanza y para otros La Mu- jer del Litigo.'7 Los “descamisados” fueron primero la expresidn de la falea de modales y decoro de los peronistas, para convertirse luego en expresién autoidentificatoria, aunque no referida a quienes se sacaban la camisa sino, simplemente, a los que se sacaban el saco. 3. El conflicto politico!® Mientras las relaciones sociales discurrfan en la drbita de la integracién, y un conflicto cultural profundo tensaba la sociedad, la vida politica trans- curtié desgarrada por un confficto insuperable, que se prolongé largamen- te después de la caida de Perén en 1955. En su rafz se encuentra la caracteristica, muy novedosa, del peronismo como movimiento politico, y con el Estado y atin con la nacién. Un as- el tipo de relacién que estableci i i s pecto de esta concepcién movimientista del peronismo fue el tipo de legi- timidad reclamada, de base plebiscitaria, que dejaba mfnimo margen para la existencia de cualquier oposicién; a menudo la prdctica politica del go- bierno tendié a traducir esta concepcién en hechos. La politica adquirié asi un cardcter fuertemente faccioso, al que contribuyé, por su parte, la opo- sicién politica, embarcada tempranamente en diversos planes para derrocar por la fuerza a quien era presidente constitucional. Estos son los temas que desarrollaremos enseguida. 6 Véase el discurso pronunciado por Eva Perdn el 17 de octubre de 1951, en De Privitellio, Luciano y Romero, Luis Alberto (eds.), (2000), pp. 300-302. "7 El tema esté analizado en Taylor, Julie (1981). '8 Halperin Donghi, Tulio (1972), pp. 51-88; Ciria, Alberto (1983), pp. 143-212 y Plotkin, Mariano (1993), pp. 256-296. 136 3 LUIS ALBERTO ROMERO El Partido y el Movimiento Como se dijo, poco después de las elecciones de 1946 Perén dispuso la di- solucién de las distintas fuerzas partidarias que lo habfan apoyado en la eleccién, y su inclusién en una nueva, que luego de algunas vacilaciones adopré el nombre de Partido Peronista. La eleccidn indicaba no sélo que Perdn no estaba dispuesto a conceder la existencia de cualquier autoridad independiente de la suya, sino el reconocimiento de que sdlo con el cjerci- cio de una autoridad personal muy fuerte una fuerza tan heterogénea po. dia mantenerse unida. — __ En efecto, quienes hasta 1946 habian sido conservadores, radicales 0 dirigentes sindicales conservaron sus antiguas diferencias y rivalidades, mul- tiplicadas en la disputa por porciones de poder. Esto fue visible sobre todo en los gobiernos provinciales, pues las candidaturas se habfan gestado con gran urgencia, yen mds de un caso los electos descubrieron que carecfan de todo apoyo partidario. Hubo enfrentamientos violentos en casi todas las provincias, que Peron resolvié con un método muy tradicional: el envio de 'a intervencién federal, para asegurar la forma republicana de gobierno, y la gestién de un nuevo equilibrio politico, tutelado por el gobierno nacional Asi, el nuevo Partido Petonista, cuya administracién manejé con rutinaria eficiencia el almirante Teisaie, funcioné de manera vertical, tasladando lax decisiones del jefe politico a cada una de las instancias partdarias, En otros sentidos, el peronismo se aparté del modelo elésico del partic do politico democritico. En 1947 se aprobé la ley de sufragio femenino que coronaba el proceso de extensidn de la ciudadanfa. No habian faleade, Proyectos anteriores, impulsados entre otros por los socialsta, pero en el contexto conservador de las décadas de 1920 y 1930 falté el impulso poli- tico que lo concretara. Este provino del peronismeo, y se attibuyés la xeidn decisiva de Eva Perén. Fla impulsé la organizacién de las mujeres peronis. tas, en un partido distinto del ya existene, lo que se explica en parte por la especificidad de la tarea de reclutamiento por desartollar, la necesided de asegurar el espacio politico pertinente a las nuevas dirigentes mujeres y, so. bre todo, para capitalizar el enorme carisma personal de Evita.” Lo certo es que el segundo partido resulté paralelo del primero. A esta seguncla rama se agreg6, en el organigrama que permanentemente reelaborabs Peron, une tercera: la CGT, expresién del movimiento obrero organizado. Asi el “mo, vimiento peronista” combiné diversos criterios de representacidn de beee "? Sobre el carisma de Evita, véase Plotkin, Mariano (1993), pp. 215-255, SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA. 137 individual, por géneros y funcional y establecié un reparto a priori de los cargos electivos, por tercios, que tendia a circunscribir los conflictos. En el vértice del movimiento se encontraba el lider, que unia distintas legitimidades: la que provenfa de su carisma personal, de la autoridad transferida por el pueblo y renovada anualmente en las ceremonias plebis- citarias, la del Primer Mandatario, electo de manera inobjetable, quiza la del general, depositario de la autoridad de una de las instituciones basicas del Estado, y la que provenfa del ejercicio mismo de la jefatura del Estado. De todas ellas, Perén esgrimia sobre todo la primera: el lider nace, no se hace, solia decir, pese a que, para transmitir su sabiduria habia creado una Escuela de Conduccién. La conduccién precisamente -una palabra prove- niente del vocabulario militar— se referia a la capacidad del jefe para hacer- se obedecer por medio del convencimiento, respaldado en una autoridad que, para ser tal, no debia usarse cotidianamente. Pero a la vez, se trataba de una autoridad sin limites, contrapesos ni restricciones, semejante a los principios de indole similar que en los afios de la entreguerra habian desa- rrollado Mussolini o Hitler. Se trataba de algo mds que de una teorizacién a partir de una situacién de hecho. En la concepcién de Perén, que se manifestaba en prolijos y complejos organigramas, el Movimiento estaba estructuralmente unido al Estado. En cada instancia de decisién —nacién, provincia, municipio— el je- fe politico administrativo era ademas el jefe del movimiento. No se con- templaba la posibilidad de que, en alguna ocasién, no fuera electo el candidato peronista pertinente. Esto se legitimaba en una identificacién entre el peronismo, el pueblo y la nacién. Siguiendo una tradicién que encuentra precedentes en el yri- goyenismo, el peronismo se presenté a sf mismo como la encarnacién del pueblo y de la nacién. Avanzando varios pasos sobre las formulaciones de Yrigoyen, la Doctrina Peronista fue convertida en 1952 en Doctrina Na- cional. Quien no se sintiera interpretado por ella quedaba colocado fuera del Estado y de la nacién. De ahi la frecuente referencia, en los momentos de exaltacién retérica, a la “antipatria”. Pocos afios antes, en 1950, se con-- memoré el centenario de la muerte del general San Martin y se declaré que ese era el “Afio del Libertador José de San Martin”. La propaganda estatal, muy intensa, condensé todo el pasado patrio en la figura del Libertador. Su figura, de manera explicita, se unfa con la del Lider, legitimado desde el fondo de una historia que, por otra parte, se escribfa y ensefiaba de acuer- do con los parametros clésicos fijados en tiempos de Bartolomé Mitre o Vi- cente Fidel Lépez, sin concesién alguna a las propuestas del revisionismo historiogréfico. 138 LUIS ALBERTO ROMERO La legitimidad del gobierno de Perén, en términos estrictamente de- mocraticos, era irreprochable, tanto si se considera la amplitud de sus éxi- tos electorales como las repetidas pruebas de adhesién de segmentos muy amplios de la poblacién, aun cuando habrfa que descontar la parte debida a la propaganda estatal masivamente empleada. Fue una variante democra- tica que -como se sefialé al discutirse las opciones electorales de 1946- se aparté de la tradicién liberal y se centré en la expresién pura de la volun- tad popular, entendida como voluntad soberana de la mayoria. Su legitimi- dad fue mucho ms plebiscitaria que electoral. EI peronismo nacié de un proceso de movilizacién politica fuerte, es- pontaneo y vital. El Movimiento Peronista procuré sostener esa moviliza- cién, y a la vez orientarla y encuadrarla, para Ilevarla hacia los objetivos sefialados por el conductor. De alguna manera, mantuvo el activismo pero lo privé de su dindmica politica. Se estructuré un aparato organizativo y politico de envergadura, basado en los sindicatos, las “unidades basicas” —versién peronista del comité, con funciones partidarias tanto como esta- tales— y otras agencias directamente estatales, que funcionaron en un solo sentido, transmitiendo consignas y directivas. La movilizacién era permanente, pero el momento culminante eran las grandes jornadas: el 1° de mayo, el 17 de octubre, y eventualmente otras, convocadas por acontecimientos especiales. Se convocaba una gran movili- zacién popular en la Plaza de Mayo. Las organizaciones provefan los medios de transporte y las pancartas, distribufan los lugares y controlaban la asisten- cia, de acuerdo con una rutina bien conocida, que inclufa una preparacién escenogréfica.”° La alocucién de Perén, desde el mismo balcén usado el 17 de octubre de 1945, apuntaba a recrear ese momento fundador de la iden- tidad peronista, a poner en escena al pueblo unido y undnime y a materia- lizar la expresién del plebiscito: una pregunta ritual y una respuesta prevista: “conformes mi general”, singularmente expresiva de la naturaleza de su li- derazgo. En el medio, el discurso de Perén desarrollaba habitualmente los tépicos de la “comunidad organizada”, aunque también aparecfan las refe- rencias de indole combativa contra la oposicién, “los contreras”, “los vende- patria”, administradas con cuidada dosificacién, que permitian mantener vivo el sentimiento fundacional sin por ello alentar una accién desbordada. Esta variante del discurso peronista predominaba ampliamente en las pala- bras de Eva Perén, de llamativa violencia. Pero luego el acto cerraba con un anticlimax: la recomendacién acerca de la desconcentracién ordenada, y la 20 Sin necesidad de remitirse a los referentes europeos obvios, puede pensarse en las movilizaciones catélicas, a partir del Congreso Eucaristico Internacional de 1934. SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA 139 concesién de un feriado para el dia siguiente: “san Perén’. En suma, con matices, los actos eran verdaderas fiestas de la identidad. La unidad de mando y las instituciones republicanas Esta manera de concebir el gobierno y la autoridad tenia poco que ver con la tradicién republicana, y pese a que las formas institucionales no fueron rnodificadas, la practica politica tendié a desvirtuarlas 0 anularlas, En 1947 se sometié a juicio politico a la Corte Suprema de Justicia, que fue destituida por el Senado de la Nacién, de acuerdo con un procedi- miento previsto por la Constitucién. Sin embargo, se lo interpreté como una decisién politica para controlar uno de los tres poderes del Estado y permitir el libre accionar del Poder Ejecutivo, pues los nuevos miembros, sin ser reconocidos como juristas excepcionales, compartian las orientacio- nes politicas del presidente.”! ; a Respecto del Congreso, el Presidente se preocupé en primer lugar de disciplinar a sus partidarios, que tenfan amplia mayoria, utilizando una fé- trea conduccién en el bloque y en la presidencia de la Cdmara, y Presio- nando a los legisladores con el mandato de tipo plebiscitario que asumia. En 1949 Pern conquisté un tiltimo bastién del sistema republicano: mo- dificar la cldusula constitucional que impedia la reeleccion presidencial- La reforma de la Constitucién, que incorporé los derechos sociales, asegu- 16 los derechos del Estado sobre las riquezas del subsuelo ¢ incorpors otras dlisposiciones que actualizaban la Constitucién, incluyé ese articulo, en al que muchos vieron la verdadera razén de la reforma. Asi, en 1951 Peron 21 Para asegurar el equilibrio de los poderes, la Consticucién otorga esa faculrad al Senado, que debe reunir una mayoria calificada de dos tercios. En situaciones de nor- mmalidad, y con mandatos senatoriales de nueve afios, no es ficil que una fuerza politi- ca tenga esa mayorla; €l propio Yrigoyen nunca logré la mayoria simple en el Senado. En este caso, luego de la revolucién de 1943, en 1946 se renové la totalidad de la C&- mara, ¥ el peronismo dispuso de todos los senadores. Por otra parte, la Corte Suprema destituida no podia hacer mucha gala de pureza republicana, pues habia convalidado el golpe de 1943, tal como lo habia hecho en 1930. / 2 Héctor Cimpora, designado presidente de la Cimara de Diputados en 1948, declaré ser “obsecuente”. Por otra parte, solicité que cada legislador le entregara su re- nuncia a la banca, sin fecha. : 2 La Constitucién de 1853 establecié un régimen presidencial “fuerte”, y lo ba- lanceé con esta clausula de no reeleccién, para evitar que esa autoridad se aprovechara para la perpetuacién personal. 140 LUIS ALBERTO ROMERO fue reelecto, Iuego de obtener una amplia mayorta y doblar en votos a la oposicién. Finalmente, el propio poder de la Presidencia y sus secretarfas fue avanzando sobre los Ministerios —una insticucién consticucional- de manera de concentrar el poder estrictamente en el vértice presidencial Una tendencia similar se manifiesta en sus relaciones con las Fuerzas Ar- madas. El lugar fundador de la institucién militar en el proceso peronista fue permanentemente subrayado: el 4 de junio, “olimpico episodio de la histo- Tia”, se transformé en efemérides escolar, y con ese nombre fue bautizado uno de los partidos del conurbano bonaerense. Se puso especial atencién en el equipamiento militar, se impuls6 el proyecto del general Savio —con de- moras, se construyé la aceria de San Nicolds- y en general se atendié a los intereses profesionales de oficiales y suboficales. Pern recurrié a muchos oficiales retirados para cubrir cargos en el Estado, pero la institucién com: tal fue mantenida a distancia de las decisiones poitcas, de acuerdo con los lineamientos ya seguidos por el general Justo en la década anterior Pero los conflictos politicos —de los que se hablaré enseguida encon- traron eco en el Ejército -y més calladamente en la Matina-, donde la di- mensién populista y plebeya del peronismo resultaba a menudo dificil de aceptar. Particularmente ~se ha sefialado muchas veces~ chocaba a los ofi- ciales el papel y el estilo de la esposa del Presidente; se afirma -no ha po didlo ser probado~ que vetaron st candidacura a la vicepresidencia en 1951. Ese afio, un grupo de oficiales decididamente antiperonistas ensayé un gol- pe de Estado, que fracasé pero sembré dudas en la conduccién peronista acerca dela lealtad del Ejército. Desde entonces, y por obra del minisero dl Guerra Franklin Luceto, se inicié una intensa accién de adoctrinamiento y iperonizacidn” de los jefés militares, de-qitienés se reclamaba lealtad al Ie der, al pueblo y a la nacién.24 / La ‘peronizacién’” de la sociedad y de la polftica Un avance similar se produjo gradualmente sobre las distintas instituciones representativas de la sociedad. La organizacién corporativa, implicita en la idea de “comunidad organizada”, cuyo modelo era la Confederacién Gene- ralidel Trabajo se extendiScon éxito despareié- a Otrasssectores dea so- ciedad: los estudiantes, los profesionales, los empresatios, los deportista Ello iba acompafiado de una intensa campafia proselitist, en la que se in. cluy6 la insticucién educativa, que segdn su tradicién fundadora debia set 4 Rouquié, Alain (1981), pp. 55-98. SOCIEDAD DEMOCRATICA Y¥ POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA’ 141 neutral, Tal sentido tuvo la inclusién del libro de Eva Perén, La razén de mi vida, como texto obligatorio en las escuelas primarias. Se exigié de los empleados estatales manifestaciones explicitas de adhesién y “lealtad”, co- mo la afiliacidn al Partido Peronista. ‘Ala creacién de un clima de unanimidad concurrié el control amplio de la prensa, otro de los bastiones de la tradicién republicana. En 1946 se inicié la compra de los principales diarios y radioemisoras, con las que se constituyd una cadena formalmente privada pero puesta a las drdenes del Poder Ejecutivo, y de su Secretario de Prensa y Difusién, Rail Alejandro Apold. En 1950 se avanzé fuertemente sobre los distintos diairios indepen- dientes, que fueron clausurados 0 disciplinados. Dos de los més grandes, La Nacién y Clarin, hicieron malabarismos para no transgredir las directi- vas oficiales. El tercero, La Prensa, mantuvo su posicién consecuentemen- te opositora; fue clausurado, confiscado y transferido a la CGT. Lo cierto es que en el espacio piblico sélo se escuchaba Ia voz oficial. Un avance similar se produjo sobre los partidos politicos. La Unién Civica Radical tuvo inicialmente una representacién minoritaria pero de alguna envergadura en la Cémara de Diputados. En 1950 el presidente del bloque, Ricardo Balbin, fue privado de sus fueros parlamentarios y puesto en prisién; similar destino habfan corrido anteriormente otros diputados radicales, Una reforma electoral que establecié en 1951 el sufragio por cir- cunscripciones conforms de tal manera el mapa electoral de la Capital -ba- uarte de los opositores~ que la representacién radical se redujo al minimo25 El hostigamiento se desarrollé de muchas otras maneras y en 1953, luego de una serie de atentados con bombas, fueron incendiadas la Casa Radical y la Casa del Pueblo, socialista. ‘Asi, la politica adquirié, por parte del peronismo, un cardcter fuerte- mente faccioso. La identidad discursiva, que lo identificaba con el pueblo y la nacién, sélo dejaba a los opositores un lugar posible: el antipueblo, la an- tipatria. La propaganda politica batié el parche sobre esta dicotomia, y pro~ fandiz6 la brecha la accién estatal, que persiguid tenazmente a los opositores y obligé a los neutrales a definirse con manifestaciones puiblicas de lealtad. Este conflicto politico se monté con el conflicto cultural y ambos se potenciaron, en torno de las identidades de “pueblo peronista” y “oligar- quia’. La accién de la oposicién terminé de definir el escenario faccioso. 25 La reforma consistié en trazar las circunscripciones de modo tal que cada unie- ra secciones de votos peronistas seguros con otras de predominio opositor; por ejemplo, La Boca con Barrio Norte. De ese modo, los opositores no pudieron triunfar en casi ninguna de ellas, pese a contar con una votacién que superaba el 40%. 142 LUIS ALBERTO ROMERO La oposicibn Las fuerzas politicas opositoras fueron hegemonizadas por la Unién Civica Radical. Los conservadores, que venfan en franca declinacién antes del pe- ronismo, suftieron un fuerte drenaje de dirigentes menores que se incorpo- raron al nuevo movimiento. Los socialistas quedaron profundamente des- concertados ante la evidencia de que su interlocutor natural, los obreros, renegaba de su destino histérico y seguia a un caudillo que no vacilaban en calificar de fascista. Algunos utilizaban este concepto con el valor denosta- tivo que habia tenido en la etapa anterior, y asi descalificaban a los pero- njstas; otros lo empleaban de manera més analitica, y trataban de entender el desvio de los trabajadores, que juzgaban transitorio. El Partido Comu- nista oscild entre esta caracterizacién y otra més fiel a sus bases teéricas; un grupo de sus dirigentes Rodolfo Puiggrés, Juan José Real- definis el pe- ronismo como un movimiento nacional, antimperialista y consecuente- mente progresista, pero debieron abandonar el partido.2 En la Unién Civica Radical se definieron dos tendencias, tan diferen- ciadas que subsisticton pese a la solidaridad engendrada por la comin per- secucién. Los dirigentes que habian impulsado en 1946 la Union Democratica persistieron en su téctica de unidad de las fuerzas antipero- nistas, y pronto se inclinaron por un golpe de Estado que acabara con la “tiranfa”. Unidos a conservadores y a la mayorta de los socialistas comen- zaron a golpear los cuarteles. Por otra parte, el Movimiento de Intransigen- cia y Renovacién, constituido en 1947, retomé la idea yrigoyenista que identificaba al radicalismo con la nacién. Convencidos de su legitimidad, optaron por disputar la representacién nacional con el peronismo en los marcos legales y trataron de ejercer en el parlamento una oposicién de acuerdo con los cénones clisicos de la politica democritica y liberal. En €s0s afios crecié un conjunto de dirigentes que tuo, por mucho tiempo, una destacada participacién politica. El proyecto fracas6, en tanto la poli. tica oficial redujo al minimo los espacios de la discusién puiblica, y con su accién represiva justificé los argumentos de quienes no vefan otra salida que la ruptura de la legalidad. El primer intento de derribar al gobierno peronista se produjo en octu- bre de 1951, poco antes de la eleccién que lo consagté presidente por se- gunda vez. Ese afio habian proliferado los conflictos sindicales, en particular una prolongada huelga ferroviaria, que el gobierno no pudo doblegar. Tam- bién se manifestaban los efectos de una crisis econémica aguda, que se ma- 8 Sobre la izquierda y el peronismo, véase Altamirano, Carlos (2001), pp. 13-26. SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA 143 nifesté ampliamente el afio siguiente. Diversos dirigentes politicos impulsa- ron el levantamiento de un grupo de militares, encabezados por el general Menéndez, mal preparados y faicilmente dominados. Pese a su fracaso, el movimiento revelé un malestar hondo en las Fuerzas Armadas y, sobre to- do, que la unanimidad aducida por el peronismo distaba de ser tal: un = tot pequetio pero no despreciable de la sociedad se manifestaba soma “comunidad organizada’. Desde entonces, el gobierno oscilé entre pro ine dizar la “peronizacién’ y achicar los espacios de la oposicién, o abrir un dis- logo con ella y ensayar un camino menos faccioso. 4. Crisis y final is econémica y la En 1952, los remezones del golpe militar, la aguda cri ; muerte de Eva Perén marcan una inflexién el gobierno peronista, cuyo rambo se hizo més erritico. El aumento de las dificultades econémicas y politicas y algunos desaciertos muy notables en el manejo de los conflictos contratrestaron el efecto positive de una adecuada resolucién de la crisis, econémica y condujeron al golpe militar de 1955. Desarrollaremos estos temas. La crisis econdmica”” Los tres primerosaftos de gobierno peronista fueron econSmicamente muy buenos, pero desde 1949 se advirtié la inversién de la tendencia. Esto se evidencié de manera categérica en 1952, como consecuencia de una pés ma cosecha, que obligé a consumir pan negro, elaborado con mijo, mien- tras la inflacién, conocida pero tolerada en el marco de la bonanza, pasé a convertirse en un flagelo. : == Era mucho més que una mala cosecha. La produccién agraria venfa deteriorandose desde 1940, como se sefialé antes, por una suma de facto- res, desde el boicot norteamericano hasta la politica del IAPI, que subven- cioné al sector industrial y urbano en perjuicio del agrario. A eso se sumé el congelamiento de los arriendos y la elevacin de los costos de la mano de obra, or las dsposiciones del Estarto del Pain. Por todo co, los pro ductores agropecuarios se desinteresaron por recuperar los antiguos nivel cs de produccién. La escaser de divisas afect6 seriamente al sector indus ; cuyo crecimiento 0 aun mantenimiento dependia de la compra de insu- 27 Véase Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), pp. 107-242. 144 LUIS ALBERTO ROMERO mos, combustibles y maquinarias. Por otra parte, dado que habfa crecido bajo proteccién, su escasa eficiencia le impedia convertirse en exportador. EI Estado, a su vez, habia privilegiado los gastos sociales por sobre la inver- sidn en infraestructura, de modo que el transporte ferroviario, el suminis- tro eléctrico y otros insumos industriales resultaban deficitarios. En la crisis se sumaban dos cuestiones que en las décadas siguientes se constituirfan en problemas econédmicos constantes. Uno era el déficit en la inversién de industrias de base, que parecian fuera del alcance o de los in- tereses de los inversores nacionales. El otro era la restriccién que la escasez de divisas ponfa al crecimiento industrial; en lo inmediato esto se solucio- naba con mecanismos que implicaban una fuerte recesién. A partir de la crisis, el gobierno peronista colocé en la conduccién econémica a técnicos experimentados y aplicé politicas que en lineas generales fueron coinciden- tes con las desarrolladas luego de 1955, pero que tuvieron una impronta propia de un gobierno de base popular. El gobierno no aplicé dos recursos que posteriormente serian clésicos: la devaluacién y la reduccién del gasto estatal. La inflacién se combatio con un estricto control de precios, una campafia contra “el agio y la especula- cién”, de la que resulté victima el propio cufiado del presidente, y una ex- hortacién general al ahorro y la reduccién del consumo, notablemente exitosa. Respecto del agro, hubo una reversién franca de la politica: la “vuel- ta al campo’, sin resultados inmediatos pero indicativa del nuevo rumbo. El laPl dejé de castigar a los productores y se traté de mejorar la produccién de tractores. Esto formé parte de una convocatoria més amplia a empresas extranjeras, en particular norteamericanas, para que se radicaran en el pais; para ello se sancioné una ley de radicacién de capitales extranjeros, que su- plia una notoria deficiencia en la legislacién. Para resolver el problema cru- cial del petréleo se propuso un contrato amplio de Prospeccién con una empresa norteamericana, que dio lugar a un amplio debate y finalmente no fue aprobado. En ese contexto, las relaciones con Estados Unidos comenza- ron a normalizarse, aunque no desaparecieron los choques ocasionales en las reuniones de cancilleres. Este acercamiento Provocé tensiones dentro del Peronismo y un grupo de dirigentes, que también se opuso a los contratos petroleros, comenzé a agitar las banderas antimperialistas. Finalmente, comenzé a discutirse la cuestién de la “productividad”. Para Perén, “la consigna es producir, producir y producir”. El bajo nivel era atribuido por algunos a las caracteristicas del Parque industrial y a la esca- Sa iniciativa de los empresarios. Estos, en cambio, ponian el acento en los excesivos privilegios de los trabajadores, las reglamentaciones sindicales y la capacidad de injerencia de las comisiones internas de planta en decisiones SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA. 145 que se entendian propias del empresario. Esos criterios confrontaron en el Congreso de la Productividad reunido en 1955, y los conflictos alli mani- fiestos se tradujeron en una ola de nuevos conflictos gremiales. La crisis polttica Nacionalistas y sindicalistas, que agitaban dentro del peronismo, indicaban Ia existencia de fisuras en el movimiento gobernante. Las relaciones con la oposicién empeoraron, pese a espordidicos esfuerzos por crear espacios de negociacidn. La cteciente peronizacién se acompaiié de persecuciones, cét- ceba dirigentes opositores, incluyendo a reconocidos intelectuales, y los in- cendios de las sedes partidarias en 1953, como respuesta a atentados con bombas de grupos opositores. La novedad fue que, desde 1954, se desarro- U6 una erftica al peronismo que, més alld de la simple defensa de las insti- tuciones liberales y democrticas, lo cuestionéd desde posiciones nacionalistas y progresistas. Crecié entonces la figura de Arturo Frondizi, que denuncié el contrato petrolero en un libro tan célebre como poco lei- do: Petréleo y politica. . . ; Es dificil saber qué futuro habrfan tenido esas tensiones, si no hubie- ra sobrevenido el conflicto con la Iglesia catélica. Como se sefialé, las ten- siones aparecen en el origen mismo del peronismo.”* Si bien la Iglesia recomendé en 1946 votar por Perén, y se beneficié con el mantenimiento de la ensefianza religiosa en las escuelas, muchos aspectos del régimen eran dificiles de aceptar. La reforma constitucional de 1949 no contemplé una aspiracién importante del Papado: la solucin legal de la cuestién del pa- tronato. En general, influyé la tendencia del peronismo en ese sentido, un movimiento “totalitario’—a poner su sello en todos los espacios de la socie- dad civil, aun aquellos que la Iglesia consideraba propios, ¢ inclusive a att- buirse el derecho de dictar catedra sobre el verdadero cristianismo. Hubo sacerdotes catdlicos que fueron puestos como modelo por el gobierno, y también tolerancia y apoyo hacia otros cultos cristianos. Sobre todo, el cli- ma de polatizacién facciosa, que dominaba la vida politica, se instalé den- tro de la Iglesia, pese alos esfuerzos de la jerarqufa eclesidstica para transitar una via media. Hubo sacerdotes militantemehte peronistas y otros franca- mente alineados con el antiperonismo. A eso se sumé un resurgir de la mi- litancia de los laicos, a través de la Accién Catédlica, y un choque con las 28 Caimari, Lila (1995), pp. 265-290. 146 LUIS ALBERTO ROMERO politicas estatales dirigidas a la juventud. Los enftentamientos subieron de tono, hasta que el gobierno aplicé represalias desmedidas: la supresién de la ensefianza religiosa, el establecimiento del divorcio vincular, la expulsion de dos obispos y en general una campafia de propaganda virulentamente anticlerical. El activismo catélico se sumé asi al campo opositor, y arrastré consi- go un sector importante de jefes militares, imbuidos de convicciones na- Cionalistas y catdlicas.2? Luego de que el 16 de junio de 1955 buena parte de la Marina de Guerra fracasara en su intento de derribar a Perén bom- bardeando la Casa de Gobierno, el 16 de septiembre un nuevo levanta- miento militar sumé a toda la oposicién y derrocé a Perén. 5. Un balance En muchos sentidos, 1955 marca una inflexidn en la historia de la demo- cracia en la Argentina. Puede trazarse un balance en torno de dos cuestio- nes: la relacin entre el Estado, sus funciones y su gobierno democratico, y la relacién entre la democratizacién de la sociedad y la democracia politica. Veamos la primera cuestién. Desde el Primera Guerra Mundial se ha sefialado una tendencia sostenida, bajo distintas fSrmulas politicas, al creci- miento de las funciones estatales, en el campo de la distribucién social de los beneficios, en el de la direccién de la actividad econdmica y en una fran- ja intermedia entre ambas vias: el apoyo a grupos de naturaleza corporativa, capaces de presionar al Estado para obtener beneficios particulares. Con se- mejante capacidad para dar 0 quitar, el Estado se convirtié en un botin co- diciado; quienes més tenfan que ganar o perder dudaron sobre la posibilidad © conveniencia de gobernarlo democrdticamente, es decir de conceder su gestién simplemente a quien hubiera obtenido més votos. Luego de 1955, el incremento de la conflictividad social aumenté las dudas. La experiencia del gobierno peronista, con su combinacién de orden autoritario y radica- lismo plebeyo, suscité reflexiones de indole diversa, y muchos opositores terminaron convirtiéndose en nostdlgicos. La presencia de los militares, co- » El general Lonardi, que encabezé el golpe del 16 de septiembre, era un vetera- no del antiperonismo, y habia estado relacionado con los golpistas de 1951; en cambio el general Dalmiro Videla Balaguer, que también se sublevé, recientemente habia reci- bido la Medalla a la Lealtad Peronista. Luego del golpe, los peronistas coreaban “Vide- lita, Videlita, devolvé la medallita”. A NTIN. 147 SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POLITICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA y la reducci6n de funciones del Estado apa- i fialado. recieron, a la larga, como Jas soluciones al need a, sefial ae f aeetin, hemos sefialado desde el comienz Respecto de Ja segunda cuesti6n, bt eeony| i clusion y la i | de la sociedad a la movilidad, la in este curso la tendencia general da Inns I ié jones, Esa tendencia aparecié asocia democratizacién de las relaciones. 2 ad ae iene de largo plazo hacia el desarollo de la ciudadania y la partcip i igada, si | Estado crea. En un sentido, esta inclusi6n estuvo ligada, simplemente, con ¢ iar, mas alld creden- providente y benefactor que acabamos de caracterizan: mis alld de sus ciales democraticas. En otro sentido, se expres a través de dos grandes mo- yimientos populares y democraticos: ¢' Fe calismo y el peronismo. El tipo lares di is El ie democracia que cultivaron estuvo ligado més bien con la variante pled!" de de racia q| lt bi taria que con su version re} na y liber pulsaron una cultura poli- publicana y lil ral impul citaria qu st ion Pp ica facciosa y no ayudaron mut 0 a la constitucién de na vida politica tica fa no ayudaron much: pe ormal, regular ¢ institucionaliza Claramente, ambos estuvieron asocia- normal, regul: i alizada. bs dos con un movimiento inclusivo de Ia soctedal que, visto en perspectiva, i Jusivo de edad suftié una fuerte inflexién en los afios in ciales de la década de 1950. El de- i i i i ion. sarrollo de las practicas politicas democraticas registrd esa inflexi mo alternativa a la democracia, Referencias bibliogréficas i 1 hecho peronista (1946- Carlos (2001), “Una, dos, tres izquierdas en elf 7 Aas) 7 Plait *yuleura de izquierda, Buenos Aires, Temas Grupo Edi torial, pp. 13-26. i” joel si Buenos Aires, Ariel — (2001), Bajo el signo de las masas, See 2 ivocos de la armonia” y “Peronismo Saimari, Lila (1995), “Iglesia y Estado: los equivocos de 'a ry, i appearence nueva formulacién de una vieja oposicién ven Petey Ua elesiacarlica. Religién, Estado y sociedad en la Argentina 1943-1955, nos Aires, Ariel, pp. 121-136 y 265-290. Fi eteciaaeeeie ira ftica: en iri 1983), “Una pirimide burocrética: el Partido”, en Po auioer la Argentina peronsta, 1946-1955, Buenos Aires, Ediciones De La Flor, pp. 143-212. a De Privitellio, Luciano y Romero, Luis Al’ erto (eds.) (2000), Grandes Discursos ‘ i ilar. la Historia Argentina, Buenos Aires, Agu — Del Barco, Ricardo (1983), El régimen peronista. 1946-1955, Buenos Aires, Edito- rial de Belgrano. i Escudé, Carlos (1983), Gran Breearia, Estados Unidos y la declinacién argentina, 7 * ay q Buenos Aires, Editorial Belgrano, parte Ill. Gambini, Hugo (1999-2001), Historia del peronismo, Buenos Aires, Planeta. 148 LUIS ALBERTO ROMERO Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), “Ascenso y apogeo peronista” y “Del pa- rafso peronista a la crisis del desarrollo”, en El ciclo de la ilusion y el desencan- to, Buenos Aires, Ariel, pp. 107-242. Halperin Donghi, Tulio (1972), “La Argentina peronista”, en La democracia de ma- sas, Buenos Aires, Paidés, pp. 51-88. James, Daniel (1990), “El peronismo y la clase trabajadora”, en Resistencia e inte- gracién. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Ai- res, Sudamericana, pp. 19-68. Panaia, Marta, Lesser, Ricardo y Skupch, Pedro (1973), Estudios sobre los origenes del peronismol2, Buenos Aires, Siglo XI Editores, pp. 51-68. Plotkin, Mariano (1993), “La Fundacién Eva Perén o el largo brazo del Régimen” y “La ‘peronizacién’ de las mujeres y de la juventud”, en Masiana es San Pe- rén, Buenos Aires, Ariel, pp. 215-255 y 256-296. Potash, Robert A. (1981), El Ejército y la politica en la Argentina. De Perén a Fron dizi. 1945-1962, Buenos Aires, Sudamericana. Romero, José Luis (2001), Latinoamérica: las ciudades y las ideas, 24 ed., Buenos Ai- res, Siglo XXI Editores. Rouquié, Alain (1981), “Ejército y sindicatos: los militares argentinos en el siste- ma peronista”, en Poder politico y sociedad militar en la Argentina. 11, 1943- 1973, Buenos Aires, Emecé, pp. 55-98. Sidicaro, Ricardo (1996), Juan Domingo Perbn, La paz y la guerra, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica (Coleccién Los nombres del poder). Sigal, Silvia y Ver6n, Eliseo (1986), Perén 0 muerte. Los fundamentos discursivos del _fenémeno peronista, Buenos Aires, Legasa. Taylor, Julie (1981), Eva Perdn. Los mitos de una mujer, Buenos Aires, Editorial de Belgrano. Teach, César (1991), Sabattinismo y peronismo. Partidos politicos en Cérdoba, 1943- 1955, Buenos Aires, Sudamericana. Torre, Juan Carlos (comp.) (1988), La formacién del sindicalismo peronista, Buenos Aires, Legasa. — y Pastoriza, Elisa (2002), “La democratizacién del bienestar en los afios pero- nistas”, en Torre, Juan Carlos (director), El Peronismo, Nueva Historia Argen- tina, t. Vill, Buenos Aires, Sudamericana.

You might also like