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JOSÉ GAOS: EL PENSAMIENTO DEL HOMO VIATOR

Article · January 2008

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1 author:

Andrea Luquin Calvo


University Isabel I
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José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 7

JOSÉ GAOS: EL PENSAMIENTO DEL HOMO VIATOR

Andrea Luquín Calvo


andrealuquin@yahoo.com

Abstract: This document presents a new perspective of the work of the Spanish philosopher José Gaos,
analyzing the concept Homo Viator (the subject like traveler) For Gaos, the Homo Viator, (together with
the hand and the time) is an essential note for the person. Living his own exile, the Homo Viator’s concept
(that appears in The Origin of the Philosophy and his History, and in History of Our Idea of the World
World) is
the base of his most important thought: his theory of two lands (origin and destination) and Transtierro’s
concept. With these concepts, the Spanish teacher is one of the most important philosophical thinkers of
the History and the political philosophy in the 20th century. With his thought, Gaos explains new ideas of
the traditional conception of inscription of person to the nations (citizenship), which answer to our pro-
blematic present.

Keywords: Homo Viator, exile, land, citizen, residence, cultural identities.

LOS MOTIVOS DEL HOMO VIATOR

Los motivos que orillaron a José Gaos y Gonzáles Pola a desarrollar su interés fi-
losófico por lo que denominó Homo Viator, el ser humano cuya existencia consiste
en viajar por el espacio, el tiempo o la historia, están unidos, como él mismo señala,
a su propia biografía: “…las convicciones filosóficas de un pensador”, apunta Gaos,
“no están constituidas sino a lo sumo inicial(mente)…por las ideas ajenas que adop-
ta, sino por los motivos por las cuales las adopta…motivos personales que, si en un
principio…son poco conscientes para el movido por ellos…constituyen la filosofía
original y privativa del pensador.”1
Estos motivos que nos mueven, nos imponen abrir los ojos a la circunstancia en la
que nos encontramos como inicio de toda auténtica filosofía. Hay que asumir la pro-
pia historia, anclarse en la vida misma, como inicio de la aventura del pensar, pues
como expresaba su maestro José Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mi circunstancia y
si no la salvo yo a ella no la salvará nadie.” Siguiendo esta premisa, Gaos, que había
experimentado en carne propia la guerra civil, el totalitarismo y el destierro de miles
de desplazados, se impuso la tarea de elaborar una nueva filosofía que reclamara y
salvara la realidad en la que, no sólo él, sino cada vez un mayor número de personas,
se veía involucrada: la del exilio: “La experiencia de la emigración, del destierro es,

1
Se refiere a Samuel Ramos en un artículo publicado el 15 de agosto de 1940 titulado “Hacia un
nuevo humanismo.”

7
8 Andrea Luquín Calvo

sin duda, una de las más importantes, de las más decisivas”, nos cuenta Gaos, “Nada
tan explicable, pues, como que esta experiencia haya hecho que a todos, seguramente,
cuantos hemos pasado por ella, se nos hayan ocurrido muchas ideas e ideas relativa-
mente importantes y decisivas. La que quizás no se haya ocurrido igualmente a todos,
es la de reunirlas y sistematizarlas…”2
Gaos se propone así crear un pensamiento que no puede, ni debe apartarse de las
circunstancias que había vivido. El motivo que mueve su filosofía no es más que su
propio exilio, a través de la toma de conciencia de una razón que tiene que ser res-
catada ante el asenso del pensamiento totalitario capaz de desplazar a miles de seres
humanos para convertirlos en refugiados, en exiliados. Seres sin ubicación geográfica,
sin patria, que se convertían, para la pensadora Hanna Arendt, en el signo de nuestra
época. Por ello, ante la quiebra de la razón que significa el abandono de los seres hu-
manos en el destierro, el pensamiento debe luchar por recuperarse, haciendo una revi-
sión profunda de su constitución. En este sentido, nos dice Gaos, la filosofía posterior
a la decepción de un pensamiento capaz de destruir a los seres humanos ya no es sin
más filosofía, sino filosofía de la filosofía, que plantea una reforma del pensamien-
to como el único camino posible “a estas alturas de la historia”3 como conciencia de
crisis, como pensamiento que no puede de dejar de replantearse su propia existencia
y estructuras. La filosofía de la filosofía conduce no a una disciplina filosófica más,
sino al cuestionamiento de la propia filosofía, del propio pensamiento, partiendo de
lo único que se tiene: su historia, nuestra propia historia: “Mi filosofía de la filoso-
fía”, escribe, “concluye que la filosofía empezó por ser idea del mundo rehecha por
la razón personal, para rehacer la vida colectiva… Mi filosofía debe ser, pues, un re-
hacer la idea de mi vida personal y de la vida de mi colectividad, comprendiendo la
idea del mundo, por mi razón. Ateniéndome exclusivamente a lo radical: un rehacer
por mi razón la idea de mí mismo.”4
Así, no es de extrañar que Gaos identifique al pensamiento (la filosofía) y su pro-
pia vida, cuyas circunstancias entrelazadas debía de salvar, para salvarse a sí mismo.
La filosofía, si quiere ser auténtica, debe ser autobiografía, verdad personal. Por ello
es que la metafísica, según el filósofo, aunque no nos enseña nada científicamente ver-
dadero de sus objetos, no puede dejar de mostrarnos al sujeto que la hace, en su lucha
y voluntad por explicarse, por salvarse. Es así que ante el abandono de los discursos
que nos daban sentido, Gaos constituye al yo como la única garantía posible frente a
la irrealidad de una realidad que, como afirmó Adorno no debería de haber sido ser
posible: la realidad del exilio, de la guerra y la destrucción. No es de extrañar, en
este sentido, que Confesiones Profesionales sea uno de los textos más importantes del
filósofo español. Se trata de una revisión de su propia vida, de la voluntad que le ha
hecho sobreponerse y resistir en medio de la ruina y el desengaño, para encontrar así
su propia razón. Al hacerlo, construía una subjetividad que logra mantenerse a flote
cuando el mundo y el pensamiento es condenado a la inexistencia por el totalitaris-
mo, por la sin razón. Así se teje el puente: el énfasis de la obra de Gaos en lo biográ-
fico que da cuenta del yo en medio de una situación histórica, es el primer paso para
la “salvación” de la circunstancia humana, la suya propia, la del exilio, la de un errar

2
GAOS, Confesiones de Transterrado, pp. 544-558. Tomo VIII, UNAM, México, 1982, p. 544.
3
GAOS, Obras Completas, tomo VII, p. 99, UNAM, México, 1987.
4
GAOS, Curso de Metafísica, tomo 2, p. 24. Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca
1993.
José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 9

sin paradero posible. Es así que este planteamiento pasará a convertirse en el proyec-
to de su pensamiento, en el motivo de su obra, a veces, como el mismo lo señalaba,
plenamente conciente, a veces no.

LA MANO, EL TIEMPO, LA VOLUNTAD Y LA RESISTENCIA: NOTAS PREVIAS AL HOMO VIATOR

Si la conformación del yo es el lugar donde aún podemos encontrar las respuestas


que buscamos en medio del desencanto, nuestra reflexión no puede más que desem-
bocar, para Gaos, en una antropología. Para formularla, el filósofo se percató como la
reflexión sobre el ser humano pasa necesariamente por el lenguaje. Nuestra identidad
se funda en un hacer y decir ante y con otros, que tiene como producto inmediato la
acción y la palabra. Por ello, las obras principales de Gaos, De la Filosofía y Del Hom-
bre, se basan en el intento de explicar los enunciados ontológicos fundamentales por
la constitución moral del ser humano y en desarrollar una teoría de la subjetividad a
través de lo enunciado. Había que entender así, a través del sujeto que construye, en
sus actos y en su enunciación, al mundo.
El hincapié que realiza el filósofo al desentrañar el acto de enunciación y lo enun-
ciado, que origina el sentido y la conquista de la identidad, conlleva una característica
del ser humano: El tiempo. La temporalidad humana se genera por medio justamen-
te de la presencia a sí mismo y al mundo que el acto de enunciación hace posible. El
filósofo estableció en este sentido su ensayo Dos exclusivas del hombre, las cuales
están constituidas por la mano y el tiempo. No son las únicas, nos dice el filósofo,
sino que son los dos extremos entre los cuales se desarrollan todas las demás notas
fundamentales del ser humano. En primer lugar, la mano, hace referencia a la mano
humana que construye, al pulgar oponible del Homo Faber que permite la construc-
ción de la acción humana en el espacio. El tiempo, la otra exclusiva, refiere a como
si bien todos los seres pueden vivir en el tiempo, sólo el ser humano es capaz de vi-
vir el tiempo, es decir, es capaz de captar presente, pasado y futuro, el fluir del futuro
hacia el presente (proyectarse) y del pasado hacia el presente en lo enunciado. Al vi-
vir el tiempo de esta manera captamos no sólo la radical historicidad de la naturale-
za humana, sino que también descubrimos nuestra propia vida limitada,5 la fugacidad
de todas las cosas, que lleva a señalar al pensador como la existencia se revela “entre
dos inexistencias y existir es rehacerse en cada instante, re existir, es decir resistir.”6
Esta circunstancia resulta en otra característica, además de la histórica, especifica de
la existencia temporal del ser humano: la de la voluntad que resiste, que se opone y
combate a su desaparición o nulificación y se impone a través de su acción siempre
constante, que lucha por aparecer y manifestarse, por hacer así, historia, por revelar
su identidad en el mundo, por rehacerse en medio de la adversidad.
Resistencia y voluntad son las notas constitutivas del ser humano que han sido
amplificadas y mostradas en el exilio, pues el exiliado ha sido colocado fuera del tiem-
po: vive con un futuro nulificado y con su nombre borrado de la historia. En esta cir-
cunstancia, no puede más que resistir para colocar de nuevo su voluntad en el espacio,
para constituirse nuevamente en un yo visible, que pueda proyectarse en el mundo.

5
GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, Xalapa, México, Universidad Veracruzana, 1960,
pp. 53-54.
6
GAOS, De la Filosofía, p. 340. Las cursivas son mías.
10 Andrea Luquín Calvo

Por ello, no es de extrañar que el filósofo rastree la voluntad que le hace mantenerse
en la filosofía, en medio del desengaño de la multitud de pensamientos que conforman
su historia. Gaos y la filosofía resisten, por soberbia, por hacer caso a la vocación, a
la voluntad que nos inclina a tratar de encontrar sentido al mundo. De esta manera, al
contarnos en sus Confesiones su propia historia, Gaos no hace referencia sólo al filó-
sofo que es, sino a un ser humano concreto, quien ante la realidad vivida descubre el
fracaso de su vocación y se ha obstina soberbiamente en ella, en la fe en la razón, re-
sistiendo. Un ser humano que resiste, que espera seguir proyectando sus acciones en
el tiempo, en la historia y en el mundo, aunque se le niegue, en el exilio, esa posibi-
lidad. Gaos nos propone así, desde el exilio, un yo que sólo se actualiza y sobrevive
en la voluntad de ser libre, de resistir, para poder seguir actuando y proyectando su
ser y su historia en el mundo, en el espacio. Un yo que sólo puede sobrevivir y pro-
yectarse si existe como lo que el filósofo llamó Homo Viator.

EL SER HUMANO COMO HOMO VIATOR

En esta voluntad y resistencia, en este proyectarse que concretiza al yo, Gaos mos-
tró una exclusiva más del ser humano. Fue la única, junto con la mano y el tiempo
que el filósofo formuló y que apunta, precisamente, a ese poder actuar: el viajar. Para
nuestro pensador, la estructura constitutiva del ser humano está determinada por un
carácter dinámico que la hace actuar constantemente,7 en el espacio y en el tiempo, en
la urgencia por apropiarse de su existencia. La naturaleza humana es para Gaos “en
algún modo y sentido una naturaleza viajera”8 que debe de proyectarse en el espacio
y en el tiempo para revelar su identidad, puesto que el sujeto “es un ente abierto, ex-
travertido, que tiene fuera de sí las condiciones de su vida, de su ser.”9 El ser humano
es así un Homo Viator,10 una “modalidad de la existencia humana, a la que pedimos
en parte el secreto de la historia y de la filosofía.”11
La gran posibilidad de la vida humana como Homo Viator es una expresión cons-
tantemente recurrida en la literatura. La Odisea, en donde el sujeto, gracias a su as-
tucia dio nombre, en su errar por mares y tierra, al espacio,12 es muestra de ese valor
al viajar que otorga la conciencia humana. Es así que toda gran época, nos dice Gaos,
comienza precisamente por un viaje,13 por la proyección en el espacio de nuestras ac-
ciones que abren nuevas posibilidades de realización. En este sentido, el ser humano
siempre “ha sentido que vivir es viajar en un medio impropio…Ha sentido este mun-
do, no como tierra firme, sino como elemento fluctuante, y su vida en él como nave-
gación…”14 Por ello, la Historia nos muestra a un ser humano que lucha por imponer
su voluntad en el mundo, en donde los sujetos proyectan y construyen sus acciones en

7
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 45.
8
Ibid., p. 44.
9
Ibid., pp. 50-51.
10
GAOS, Obras completas, volumen XIV. Historia de nuestra idea del mundo, UNAM, México, 1994,
p. 681. La lección 8 de esta obra, La idea de la tierra y los viajes, redondea nuestra exposición.
11
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 43.
12
La Odisea es para Adorno y Horkeimer metáfora de la ordenación del espacio por el sujeto mo-
derno.
13
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 41.
14
Ibid., pp. 55-56.
José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 11

el espacio para abrir diversas posibilidades a la existencia humana. Gaos sintetiza esta
posición en su obra Historia de nuestra idea del mundo, en la búsqueda de las diversas
ideas que han movido a la voluntad del ser humano a construir el espacio.
El sujeto pues debe de desplazarse para encontrar esas posibilidades que le permitan
construirse, en primer lugar, en el tiempo. La vida es continuo tránsito de una situación
a otra, que se abre por ello mismo, a nuevas posibilidades. Pero ante todo, el ser huma-
no transita en el espacio en busca “de los demás y de lo demás”15 que le permita encon-
trar un lugar donde proyectar su identidad. Este movimiento del ser humano constituye
el símbolo máximo de su voluntad, que consiste en el poder decidir el donde, el lugar
desde el cual constituir el quien, el yo de la acción. Dicho movimiento, para Gaos, se
realiza “a modo de viaje.”16 Así, el trasladarse por el mundo es esa exclusiva que, como
nos decía Gaos, permite al ser humano ser tal, pues “el hombre no puede vivir sus vidas
más que en lugares, unos u otros.”17 Es precisamente en este desplazamiento por el es-
pacio en busca de un lugar donde aparecer, donde encontramos la estructura más honda
del ser humano como Homo Viator. De ello, da cuenta la estructura de nuestra mente
que, como lo explicaba Gaos “está ligada en sus concepciones a una cierta espacialidad,
que es una condición trascendental de la naturaleza humana.”18

LA DESORIENTACIÓN DEL HOMO VIATOR Y LOS DERECHOS AL ESPACIO

A partir del encuentro de la exclusiva del ser humano como Viator o viajero, se
abren, dentro de la filosofía de Gaos, multitud de problemáticas vinculadas, precisa-
mente, con las circunstancias que el pensador vivía en el exilio. La figura del Homo
Viator, en su radical libertad de movimiento en el espacio, implica una nueva concep-
ción del reconocimiento de los derechos humanos, en especial el derecho más funda-
mental de todos: el de encontrar siempre un espacio o lugar que nos proteja en nues-
tra búsqueda por proyectar nuestra identidad.
Para este Homo Viator, que debe constituirse a sí mismo en el mundo, desplazarse
por el espacio es un acto de libertad, un derecho fundamental: “De todas las liberta-
des específicas que se nos pueden ocurrir al oír la palabra libertad”, nos dice Hanna
Arendt, “la libertad de movimiento es, desde el punto de vista histórico, la más antigua
y también la más elemental. El hecho de poder ir hacia donde queramos es el gesto
prototípico del ser libre, así como la limitación de la libertad de movimiento ha sido
desde tiempos inmemoriales la condición previa a la esclavitud...”19 El individuo tiene
naturalmente el derecho a ir y venir, a moverse libremente por el espacio. Pero no solo
eso. Para Gaos, viajar es, ante todo, la posibilidad de ir de un sitio a otro, transitar,
pero en una transición - transitoria, pues un perpetuo desplazamiento podría anular el
viaje mismo, pues se viaja siempre hacia un proyecto, meta o lugar. Esta característica,
nos dice Gaos, nos descubren los límites del viajar humano, que se configura para que
el sentido de viajar sea pleno. El viajar implica, en primer lugar, el llegar siempre a
un suelo seguro, pero a la vez, el mantener la posibilidad de poder continuar el viaje

15
Ibid., pp. 51-52.
16
Ibid., p. 50.
17
Op. cit., GAOS, Obras completas, volumen XIV. Historia de nuestra idea del mundo, p. 156.
18
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 17.
19
ARENDT Hanna, Hombres En tiempos de oscuridad Barcelona, Gedisa, 1990, p. 19.
12 Andrea Luquín Calvo

cuando lo decida el sujeto. La idea de un ser humano que forja su espacio a través de
este espíritu viajero, caracterizado ante todo y siempre por la voluntad, se manifiesta
en el reconociendo el derecho a la libertad de movimiento y de residencia. Gaos en-
cuentra como el derecho a desplazarse y vivir donde el sujeto lo desee es un derecho
inherente al ser humano mismo, independientemente de contingencias, cuya perdida o
negación, nulificaría al ser humano en su propia humanidad, en su propia naturaleza
viajera de Homo Viator. Por ello, una tierra sin posibilidades de traslación, eliminaría
toda posibilidad de la propia cultura humana, pues “La aparición del cosmopolitismo,
de una conciencia de la universidad, de la unidad de la tierra habitada, esa conciencia
esto es de la cultura.”20 Al estar abierto a todos los habitantes sin distinción, el espacio
se constituye en el lugar democrático por excelencia; pues posibilita la comunicación
y la constitución de la percepción colectiva del Homo Viator que somos.
Si el ser humano deja de tener un espacio en el cual actuar, desaparece. Un ser
humano sin lugar donde proyectarse y construirse, sin poder viajar, deja de serlo. Un
mundo de fronteras, cerrado, es la propia nulificación del mundo, de la humanidad.
El exilio abrió, precisamente, la posibilidad de existencias sin lugar, en los miles de
refugiados que aparecían ante los totalitarismos del siglo XX. Estas políticas, nega-
ron la capacidad de viajar y de residir a miles de desplazados, dejándolos perdidos y
abandonados en el mundo. Por ello, para José Gaos, el tema de nuestro tiempo, no
puede más que ser el de la persona luchando para afirmar su propia perspectiva, su
identidad, su existencia y su voluntad en el espacio.
En Dos ideas de la filosofía, Gaos analiza la perdición de los seres humanos en el
espacio, que entiende en dos sentidos: uno inmediato, el de desorientación. La vida,
nos dice Gaos, se siente efectivamente como desorientación en cuanto se retrae de las
orientaciones que le son dadas por la cultura en que se encuentra. El exiliado se en-
cuentra abandonado, fuera del mundo y sus significaciones, de sus casas, de sus per-
tenencias. Como desorientado, empieza por no saber hacia donde moverse, pues no
posee lugar al cual dirigirse. Recordemos que fueron muchos los estados que negaron
cualquier refugio a los desterrados, lanzándonos a la tierra de nadie en que se conver-
tía su expulsión. Desorientados, los seres humanos parecen condenados a no encon-
trar refugio alguno, a permanecer en el espacio irremisiblemente perdidos, tratando
de encontrar un soporte.
Pero, para nuestro filósofo, si la vida es sentida como desorientación, es porque el
ser humano siente que existe en ella algo que orienta. La salvación se presenta como
la estabilización, como descanso, como refugio. La salvación requiere e implica, pues,
algo estable, consistente o constante, permanente, lo que sostiene, lo substante. Por
ello, como dice Adolfo Sánchez, discípulo de Gaos y exiliado como él, el derecho de
asilo es quizás el más elemental; pues con el se garantiza que todo ser humano no será
privado de ningún espacio, de su derecho a construir una morada en donde contar su
historia y revelar su identidad. Ya Hannah Arendt había afirmado como el primer de-
recho humano es el derecho al acceso al espacio, pues de él deriva nuestra capacidad
de acción. Sin ese espacio que sostiene, la condena sería total porque: “La perdición
irremisible”, nos dice Gaos, “sería la falta de fondo o substancia a que acogerse.”21

20
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 15.
21
Gaos, Dos ideas de filosofía, párrafo 22. Publicación: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000.
Edición digital basada en la edición de La Casa de España en México, México, 1940. http://www.cervan-
tesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=3085.
José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 13

El exilio potencia así las necesidades del Homo Viator, por hacer de este mundo
un sitio en donde el yo pueda proyectarse, rehacerse. Tras la desorientación, el Homo
Viator intenta volver a orientarse, a recuperar el derecho a viajar y residir en el espa-
cio. Si los tiempos que corrían se caracterizaban por borrar la voluntad de los seres
humanos, al condenarlos al exilio, había que lograr que este ser viajero se recuperara
y volviera a orientarse en el espacio. Y el pensamiento de José Gaos se abocó a ello.
Para el filósofo, el pensamiento debía salvar la circunstancia en la que se encontraba
estableciendo nuevas relaciones entre el espacio y los seres que le habitan, buscando
la realización del viaje del Homo Viator, recuperando nuestra temporalidad, nuestra
historia e identidad.

PATRIAS, CIUDADANÍAS Y RESIDENCIAS: EL TRANSTIERRO DEL HOMO VIATOR

Para José Gaos, hay muchas maneras de viajar,22 sea la odisea, los viajes de mer-
caderes y de traficantes, las peregrinaciones religiosas o colectivas, y “Las embajadas
políticas, los destierros individuales. Las emigraciones colectivas: pueblos enteros ex-
pulsados por guerras, que pasan a otras tierras y las colonizan…”23 El filósofo encuen-
tra que, aunque existan multitud de razones que han movido las migraciones, (razones
principalmente económicas o políticas), estas son accidentales, pues lo esencial es el
fluir de las personas; el movimiento innegable al ser humano, entendido como Homo
Viator que, viajando, se apropia del espacio. Este fluir es la esencia de un proceso24
que para Gaos no sostiene, bajo ninguna perspectiva, una concepción del ser huma-
no como un ente estático. Ningún pueblo ha nacido y permanecido en ningún territo-
rio de manera aislada,25 pues nuestra esencia es viajera: todo grupo humano tiene su
origen en el movimiento, en las emigraciones. Generalmente, para el filósofo, existe
la idea de concebir los espacios geográficos, a los países, estados, naciones o territo-
rios, como ocupados por una población aborigen, por una raza auténtica, ancestral,
cuya identidad esta dada por ese suelo de manera cerrada y estática. Esta manera de
entender la historia tiende a negar las migraciones, a negar el paso del Homo Viator
por los diferentes territorios, a encerrase en defender lo propio de lo ajeno, a señalar
una pertenencia ficticia cuya consecuencia significa entender a “todo pueblo que entre
posteriormente en el territorio” como “un invasor que debe ser expulsado.”26
Convertido en “lo ajeno en lo propio” en sus tierras de refugio, el exilio se en-
contró en la búsqueda de un ensanchamiento y ahondamiento de los lazos que unen a
los sujetos con los espacios, una “... superación del predominio de lo natural, biológi-
co, irracional e involuntario, por el predominio —predominio, no exclusividad— de
lo cultural, racional, voluntario y en este sentido activo o práctico”27 que permitiera
reconstruir la vida en los nuevos espacios. Gaos creía que las circunstancias vividas
abrían a la comprensión de nuevas vinculaciones de los individuos al espacio, enten-
dido como nación o patria, que debían de regresar al significado profundo del Homo

22
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 39.
23
Ibid., p. 40.
24
Op. cit., GAOS, Confesiones de Transterrado, p. 553.
25
Ibid., p. 557.
26
Ibid., p. 554.
27
GAOS, en Obras Completas VII, En torno a la Filosofía Mexicana, p. 390, UNAM, México,
1980.
14 Andrea Luquín Calvo

Viator. Su experiencia en su refugio mexicano y su adaptación a su sociedad, le mos-


traron como los seres humanos no pertenecen, por el simple hecho de nacer, a un es-
pacio determinado. Gaos no creía en la inscripción automática que hace la nación de
cada vida humana, que convierte automáticamente el nacimiento en ciudadanía, base
de los estados modernos. Para ello hay una razón muy simple que late en el cora-
zón de su filosofía: en el azar del nacimiento no existe huella de la voluntad humana.
Para el filósofo, el azar no puede controlar la voluntad ni el destino del ser humano,
pues la vida es proyecto vital e histórico, vivido como vocación y disposición cons-
cientemente asumida y compartida en actos de libertad. Si no hay voluntad no hay
pertenencia, no hay proyección, no hay viaje. Hay, pues, que unirse por voluntad al
espacio que nos sostiene. Por ello, nuestro filósofo lanza su teoría de las dos patrias:
para Gaos existe para todo ser humano una patria de origen, que viene dada por azar
y más allá de toda decisión personal, otorgada con el nacimiento. El nacimiento se
hace inmediatamente nación, lo que permite el ingreso de la vida (nuda vida) en la
esfera política. Este enlace azaroso, puede significar que la voluntad de individuo no
se refleje en el espacio. El ejemplo que nos reafirma esta situación, nos dice el filó-
sofo, es que siempre existen reformadores o revolucionarios de la patria que intentan
cambiar sus condiciones para hacerlas más propias. Es decir, el espacio dado por el
azar del nacimiento puede no ser nuestro destino, antes bien, puede nulificar nuestra
voluntad, nuestro viaje en el mundo. Por ello el ser humano busca un lugar donde
poder realizarse. Este lugar, sería para Gaos la patria de destino. Esta patria se obtie-
ne por la libre opción del sujeto, tomada concientemente, pues es elegida o aceptada
porque en ella encontramos coincidencia con el proyecto de vida que voluntariamente
nos hemos impuesto. Así, la patria de destino, la que aceptamos de modo libre y vo-
luntario, viene a coincidir con el espacio que personalmente hemos imaginado como
más valioso para nosotros.
Por ello, nuestra patria de origen no tiene por qué coincidir con nuestra patria de
destino. Miles de expatriados de su patria lo atestiguan, pues en ella no han encontra-
do el suelo donde florecer su voluntad y deben, por ello, cambiar su patria y abrazar
otra. “El hombre harto de una vida, afanoso de otra, se lanza, pues, a la busca de
estos otros lugares, al vasto viaje”28 nos dice Gaos. Y este gesto, el de escoger una
patria, es mucho más auténtico, para el filósofo, que el de pertenecer a un espacio
por simple azar. Para Gaos, si bien un ser humano no puede decidir nacer en un lugar
determinado, sí puede decidir haber nacido allí. Esta decisión, libremente aceptada,
implica una relación temporal distinta a la que tradicionalmente se nos impone como
signo de identidad y pertenencia a las naciones y a la ciudadanía. A la patria de ori-
gen se pertenece por el pasado, por azar, por el acto simple del haber nacido en ella,
por un pasado, pero no por un presente o un futuro compartido. José Gaos encuentra
que se pertenece a un espacio, no sólo por el pasado, si no también por querer nues-
tra voluntad formar parte del presente y futuro de sus narraciones y construcciones.
La verdadera patria, dirá el filósofo, no es tanto aquella de donde se viene como de
un pasado hecho, cuanto aquella adonde vamos con un futuro por hacer.29 El ser hu-
mano no esta limitado por su nacimiento a un espacio: su identidad está en el futuro
y en lo que de él construya, en la manera en que interprete incluso el pasado al que
desea estar unido. Por ello, para Gaos, las patrias y la ciudadanía no están en nin-

28
Op. cit., GAOS, Obras completas, volumen XIV. Historia de nuestra idea del mundo, p. 156.
29
Op. cit., GAOS, En torno a la Filosofía Mexicana, p. 390.
José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 15

gún suelo concreto, si no en cuanto a una visión de la existencia realizable en ellas.


Las patrias no consisten en territorios ocupados por poblaciones primitivas, sino en
sujetos con interpretaciones históricas que se encuentran por encima de las fronteras
territoriales, en el compromiso de las voluntades con los ideales, en las relaciones
de los individuos que hacen del espacio la patria, como lugar de destino y voluntad,
como su hogar.
La pertenencia a una patria consiste, pues, no en nacer en una patria, sino en ha-
cerla patria. Resulta así que una nación no es sólo el lugar de nacimiento, sino tam-
bién el lugar en donde al hacer (actuar), nacemos. El lugar que permite continuar el
proyecto vital, porque, como bien lo señala el filósofo, no basta que ciertas formas de
vida nos parezcan estimables para que podamos vivir en ellas; es menester que ade-
más se conviertan en el auténtico fruto de nuestra propia voluntad y trabajo. Se tra-
ta de un proyectar nuestra existencia en un futuro compartido con nuestro espacio de
destino, porque en él encontramos no sólo nuestra realización, sino también la de la
sociedad a la que sentimos pertenecer. Nuestro actuar en la patria de destino se con-
vierte en un compromiso compartido de futuro, que a la vez nos une al pasado de esa
sociedad, en un espacio de voluntades comunes que se unen.30 La identidad de la pa-
tria es así una identidad cultural, histórica, que compromete nuestra voluntad y que
por eso se torna también personal.
De esta manera, José Gaos nos invita a ser parte de la construcción de la historia,
realizando una verdadera apropiación por parte de los individuos ajenos a las comu-
nidades de origen. En este sentido, Gaos coloca el acento en la necesaria adaptación
del Homo Viator a su nueva patria. En La adaptación de un español a la sociedad
hispanoamericana, el filósofo explica como entiende la problemática de la adaptación
a una sociedad distinta a aquella en que se ha nacido. Esta adaptación la entiende de
la manera más simple: como un vivir a gusto en la nueva patria, que incluye la vida
privada e íntima, profesional y pública “…a las que se pueda asentir íntimamente.
Téngase este concreto sentido de “adaptación” presente cada vez que se emplee el
término, o alguno de su familia…”31 La adaptación pues, ocurre cuando el exiliado
o emigrado afirma la vida que ha logrado realizar en el país de acogida plenamente,
confirmando su decisión de haber permanecido en el espacio que le acoge, convir-
tiéndose así en un Transterrado. Gaos acuña este neologismo para denominar a los
españoles exiliados en México que se sienten allí, no desterrados, sino en un espacio
propio en donde pueden continuar sus proyectos, sueños e ilusiones. Sin embargo, no
pasa por alto que esta adaptación, este transterrarse, implica derechos reconocidos en
el espacio de llegada, tales como trabajo, educación y aquellos que deriven en una
asunción de la ciudadanía, así como también factores psicológicos, tales como la pre-
disposición anímica del sujeto y el encuentro de ideales comunes. Sólo uniéndolos a
todos, el transtierro puede negar el exilio o el destierro y colocar al Homo Viator en
un lugar donde poder recuperarse, en ese refugio substante en nuestra desorientación
que permite continuar el viaje que es nuestra propia vida. Solamente el transterrado
forma parte de la sociedad que le acoge en la medida en que es reconocido y se re-

30
por ello señalara como “...de las comunidades se es miembro por el nacer y formarse en ella, in-
dependientemente, en el origen, de la voluntad de serlo y aun contra esta voluntad ulteriormente, a dife-
rencia del hacerse miembro de las sociedades por la voluntad de cooperarse con otros en la consecución
de sus fines.” Op. cit., GAOS, Confesiones de Transterrado, p. 556.
31
GAOS, “La adaptación de un español a la sociedad hispanoamericana”, pp. 559-568 en Obras Com-
pletas, tomo VIII, México UNAM, 1980.
16 Andrea Luquín Calvo

conoce a sí mismo en ella, en la medida en que se ha adaptado a su nuevo espacio y


afirma, con cada acto, esa pertenencia.
Por último, debemos señalar como precisamente la idea de los pueblos, nacio-
nes o patrias como procesos históricos indefinidos a las que cualquier voluntad puede
hacer suya, es defendida por Gaos en muchos de sus escritos. Pese a su defensa del
pensamiento en lengua española por la que es ampliamente conocido, esta no regis-
tra ninguna traza de nacionalismo: ante todo, el filósofo abrazaba siempre la unidad
de lo múltiple. Con ello, establece una nueva teoría de la identidad enfocada al cos-
mopolitismo, anclada en el movimiento del Homo Viator, en la emigración de ideas
y de seres humanos cuyas voluntades se unen para decidir sobre un inevitable futuro
común. Reconocimiento de lo humano en sus diversas expresiones, en su riqueza de
visiones. Y es que el cambio de la percepción de los lazos de pertenencia al espacio,
a los estados y naciones, provoca una nueva mirada hacia lo extranjero. Porque, pre-
cisamente, los extranjeros, como viajeros o residentes, adquirientes de la ciudadanía
a través de su residencia, entienden más lo extranjero, lo apócrifo de las construccio-
nes del espacio en donde se afianzan, ayudando no sólo a otros extranjeros a enten-
der, sino a los propios nacionales (en el sentido tradicional del término), tendiendo
una especie de puente de asimilación y de cultura. Un lugar desde el cual empezar a
interpretar la realidad con otra mirada, más plural y diversa porque se encuentra si-
tuada en el espacio del “otro”, porque ya no gira en función de una sola perspectiva,
sino a partir de varias.

EL MESTIZAJE COMO RIQUEZA: DIÁLOGO Y EDUCACIÓN COSMOPOLITA COMO RESPUESTA A NUES-


TRA CIRCUNSTANCIA

Esta concepción culturalista de la identidad, en su espíritu cosmopolita y huma-


nista, se basa en última instancia en la estructura y sentido del Homo Viator que ve en
el mestizaje otra forma de viajar inminente, que promueve, precisamente los viajes.
El mestizaje, que ha hecho posible a todos los pueblos y culturas uniéndolos en
una humanidad universal, nos muestra como el Homo Viator, en su trasladarse de un
lugar a otro del mundo, lleva consigo su cultura. La patria se lleva consigo, pues no
esta atada a un espacio. Por ello, esa carga de valores y pensamiento, esas raíces, pue-
de arraigar en otros espacios y florecer en el suelo, junto con otros cimientos, que les
acogen. Las patrias están realmente formadas, no por límites fijos de territorios, sino
dinámicos,32 por fronteras que se mueven y se confunden a través de los sujetos, de la
humanidad como Homo Viator, que da fruto a ese mestizaje que enriquece a la propia
humanidad que se une así en un espacio vital común. “Patrias no serían sendos terri-
torios ocupados estáticamente por sendas razas o pueblos en dominios a perpetuidad
mutuamente excluyentes; serían más bien espíritus colectivos en formación dinámica
en unos u otros territorios destinados a fundirse en la Humanidad, pero no por des-
aparición en un espíritu uniforme, que quizás sea una contradicción en los términos,
sino por armonización en una polifonía de valores humanos…”33
Si la identidad del ser humano debe de reconocer el mestizaje de culturas como
razón intrínseca al Homo Viator, que une en el orden afectivo y volitivo en un futuro

32
Op. cit., GAOS, Confesiones de Transterrado, p. 557.
33
Ibid., p. 555.
José Gaos: El Pensamiento del Homo Viator 17

por construir, Gaos encuentra, dentro de su propia circunstancia, como la reconcilia-


ción con el pasado hispano-americano ha de asumir y superar los sentimientos de in-
ferioridad y dependencia de unos pueblos con respecto a otros que se generaron en el
pasado, tanto por la parte del pueblo español como por la parte de los pueblos ameri-
canos. Es así que, el proyecto filosófico que busque reconstruir el mundo, implica que
los sujetos se comprometan a pensar desde el diálogo de culturas. Gaos subrayará de
esta manera que la vida que habita el espacio es coexistencia con los otros. Esta pre-
misa, expresa una convivencia en donde “…entra un influirnos mutuamente, un con-
formarnos los humanos con- vivientes”34 en la que “la educación y la instrucción en
sentido estricto, técnico, profesional, son especificaciones de esta función general de
la vida humana, la función pedagógica de la vida.”35
En este sentido, en su magisterio, sobresale su convicción en la capacidad de la
educación para transformar a las personas. La idea por comprender la Historia entiende
como esta no puede ser exclusiva de un determinado sujeto o grupo humano, sino que
ha de pertenecer a todo sujeto, en la apropiación más plena de lo que es ser humano,
por entender lo otro, por encontrar así, la capacidad para plantear los problemas del
ser humano en nuevas situaciones, porque llegado a este punto “Ya no se trataba de
optar, de elegir, sino de asumir lo que se era y a partir de esta sunción ampliar una
identidad en la que podían tener sitio todas las expresiones de lo humano.”36 Es así
que, para el filósofo español, los nuevos enfoques del pensamiento de nuestro tiempo,
además de atender a la historicidad, deben de hacerse en relación con la diversidad de
culturas que ha originado el Homo Viator. Y en este sentido, para Gaos, la educación
proyectaba lo mejor del individuo sobre los otros, logrando que su voluntad pudiera
confraternizar en el espacio. De esta manera, la convivencia de los seres humanos en
el espacio cosmopolita, que no podemos negar sin violentarnos a nosotros mismos,
permanece garantizada.
No es sorprendente que los problemas planteados por el transterrado José Gaos se
conviertan en los problemas de nuestro actual filosofar, repleto de búsqueda de res-
puestas a los fenómenos de emigración, ciudadanía, adaptación, integración, mestizaje
y diálogo entre culturas, que se anclan en nuestras nuevas visiones políticas. Fue Gaos
quien descubrió, en medio de un pensamiento capaz de eliminar a los seres humanos
y condenarles al exilio, que lo que sostiene realmente al ser humano y su pensamiento
es la pluralidad de perspectivas, una pluralidad que necesita eliminar fronteras, que ne-
cesita empezar a moverse libremente por el mundo, que necesita del Homo Viator.
El filósofo y el maestro, cuyos motivos personales le habían hecho buscar el triun-
fo de la voluntad sobre el exilio y sobre su propio destierro, nos mostraba como el
Homo Viator sigue siendo la respuesta a nuestra propia circunstancia. El encuentro de
un espacio abierto y plural, de respeto y dignidad, es la última oportunidad del ser hu-
mano sobre la tierra, sobre un mundo que avanza, como el mismo Gaos lo decía, sin
idea de sí, sin construcción alguna de espacios que permitan proyectar nuestra existen-
cia. Hoy, más que nunca, el mundo se nos presenta como medio hostil de fronteras y
pensamientos cerrados. Por ello, necesitamos la construcción de un mundo plural que
permita al Homo Viator viajar en él. Porque, como bien lo apuntaba nuestro pensador

34
GAOS, Obras completas, volumen VII. Filosofía de la filosofía e Historia de la Filosofía, UNAM,
México, 1987, p.143.
35
Ibid., p. 143.
36
Zea Leopoldo en “José Gaos” pp. 91-131. En torno a José Gaos, Teresa Rodríguez de Lecea (ed.),
Instituto Alfons El Magnànim (Pensamiento y Sociedad, 26), Valencia, España, 2001, p. 128.
18 Andrea Luquín Calvo

en Orígenes de la Filosofía y de su Historia: “El día en que el hombre no tuviese lu-


gar donde proyectar sus ilusiones, sus ideales, sus esperanzas, su futuro, literalmente,
materialmente, no tendría a donde ir, no podría marchar hacia adelante. Sería un hom-
bre sin futuro, sin esperanzas, des -esperado. No seria un hombre.”37

BIBLIOGRAFÍA

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GAOS, Confesiones de Transterrado, pp. 544-558. Tomo VIII, UNAM, México, 1982.
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GAOS, José, LARROYO, Francisco, Dos ideas de filosofía pro y contra la filosofía de la filosofía. Publicación:
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tituto Alfons El Magnànim (Pensamiento y Sociedad, 26), Valencia, España, 2001.

37
Op. cit., GAOS, Orígenes de la filosofía y de su historia, p. 17.

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