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pensaría que se estaba en guerra, de no ser por el extraño montón de sacos terreros y
las tiras de papel de color pardo pegadas en los cristales de las ventanas.
La luz del sol atravesaba el brumoso aire otoñal y se reflejaba, zigzagueando, en los
pequeños charcos que se habían formado durante la noche en las desgastadas
piedras de la acera victoriana.
Resulta curioso pensar que, quienquiera que fuese el que inventó este tipo de
acera, nunca pudo sospechar que estaba también inventando el hop-scotch [1] . Este
era el juego preferido en la calle Paxton, cerca de la tienda de conservas de Tommy.
Los cuadrados dibujados con tiza contorneaban las hendiduras de las losas grises de
la acera, que se alineaban a lo largo de la calle empedrada.
Un reducido grupo de niños se amontonaba alrededor. En tiempos de paz, hubiera
habido muchos más, el aire se hubiera llenado con docenas de gritos amistosos y
hubiera llevado mucho tiempo conseguir turno. Sin embargo, ahora no ocurría eso. La
guerra duraba ya un año entero y la mayor parte de los niños de la calle habían sido
evacuados al campo, lejos de las bombas.
Su verdadero nombre era Verónica pero, cuando nació, su hermana Joyce, dos años
mayor, no podía pronunciar el nombre completo y la llamaba Vee. Y desde entonces
había sido Vee. Sus compañeros de colegio la llamaban también Ronnie y, a veces,
sus hermanos pequeños, Wib y Freddy, la llamaban Bombachos. Huelga decir que ella
prefería que la llamaran Vee.
Al lado del hop-scotch, su hermano Wib Harris se hallaba cómodamente sentado en
un sillón de mimbre que había tomado en una casa cercana que había sido
bombardeada. Wib no era muy aficionado a los juegos, y siempre hacía de árbitro o
algo semejante. Otros muchachos se sentaban alrededor en ingeniosos asientos
hechos con los sacos terreros cogidos de las defensas que los hombres de la A. R. P.
[2] habían construido alrededor de la tienda de la esquina.
–Tú eres el siguiente, Wormy -gritó Sheila Dexter.
Su padre era el dueño de la pescadería, y por eso ella gritaba más que nadie.
Wib se incorporó de su sillón de árbitro y miró la suela de Wormy. Allí con toda nitidez,
estaba la marca de tiza.