You are on page 1of 13
eT ocmneoere esse En la playa do Sidén un toro intentaba imitar an gorjeo amoroso. Era Zeus. Sesintié sacuio por un escaloii, como cuxndo le picaban los tabance, Pero extn ver eran earaofio dulce, Eros le estaba colocando sobre ta. grupa a Ia joven Europa. Después la bestia blanca se arr all agua, y su cuorpo imponente emergia lo sufiente para que ln joven 0 se majara. Muchos lo veron. "rit, con su concha sonora, temblorose, se sostenia tgnrrada de uno de le largoa cuernoe del tor. Las vio tam bién Breas, mientras surcaban ls aguas. Maliios y colo, lls tiernossenos que su sopio desc ‘Atenea entojeis al eepiar desde lo alto su padre cabalgado por una mujer. También un marinero aque les vo, {Quin ora Tati, curiogn de vor ol cielo? 0 slo tina Nereida, por una ver vestida? 20 Posidén falar habia raptado a otra muchacha? Europe, mientras tant, no vein el final de-aquelln loca traveai. Pero imaginaba su suerte, cuando hubieran recupe ado la tierra firme. Y lanzé un mensaje alos vientos ya las ques: «Decid« mi padre que Europa ha abandonado ou terra fen ln grupa den tro, mi raptor, mi marinero, mi ~supongo~ futuro compafero de cama. Entrega por fave, ext collar a smi madres. Estaba a punto do invocar también Béreas para aque la alzara con sus als, como habia hecho con su expo a ttenienso Orit. Pero se mond la long: por qué pasar de un raptor a otro? u Pero zémo habia comenzado todo? Un grupo de muchachas jugaba junto a un rio, recogiendo flores. Muchas otras veces luna escena semejante habia resultado irresistible para los doses, Perséfone fue raptada «mientras jugaba con las jévenes dl seno profundon y recogia rosas, azafranes, violetas, irs, jncintos, narcisos. Sobre todo el narciso, eprodigiosa lor ra- dante, venerable a la vista, aquella ver, para todos, para los doses inmortales y para los hombres mortales». Y Talia fue atrapada por Zeus en forma de éguila mientras jugaba a pelota entre las flores en una montafia. ¥ Cretsa Sintié sus ‘mufecas asides por las manos de Apolo mientras reeogla flores de azafrin en las laderas de la acrépolis de Atenas. ‘También Europa y sus amigas estaban recogiendo narcisos, jncintos, violetas, rosas, tomo. De repente se vieron cercadas por una manada de toros. Entre ellos uno de una blancura deslumbrante, con pequetios ‘cuernos, que parecian gemas relucientos. Su expresién desco- rnoce la amenaza, Tanto que Europa, timida al comienzo, acerca sus flores a aquel céndido hocico. Como un eachorro, el toro gime de placer, se revuelea en In hietha, ofrece sus Pequefios cuernos & las guinaldas. La princesa se atrove a ‘montérselo en la grupa, a la amazona. Entonces, inespera- damence, la manada se desplaza dol lecho sco del rio a playa, Con falsa indecisién, el toro se acerca al agua. Después ‘es demasiado tarde: Ia bestia blanca ya embiste las olas con Europa a la grupa. Ella se vuelve hacia atrés: con la mano derecha so coge de un cuemo, con la otra se apoya en la bestia, El suave aire le hace temblar las ropas. Pero emo habia comenzado todo? Europa, a alba, durmien- o en su aposento del primer piso del palacio real, habia tenido un suefio extrafio: se hallaba entre dos mujeres, una era Asia, le otre Ia tierra que tiene enfrente, y que carece de nombre. Las dos mujeres se peleaban violentamente por ells. Ambas la querian para s{ Asia le parecta a Europa una mujer de su pais; Ia otra era para ella una absoluta extranjera. ¥ la 2 fextranjera, al final, la arrastraba con manos poderosas. Por voluntad de Zeus, decia: Europa seria una joven asiética rap- tada por una extranjera. El suefio era clarisimo, como una ‘escena diurne. Europa so desperts asustada y permanecié largo rato sentada en la cama, en silencio. Luego, como siem ‘pre, salié con sus compaeras. En la desembocedura del rio, ‘entre las rosas y el batir de las clas, Europa se paseaba con su cesta de oro. En el prado aparecié un toro de colar rubio, con un cireulo blanco en la frente. Desprendia un perfume que apagabe el de las flores. Se paré ante Europa y le lami ol cuello. Ella le facariciaba, y mientras tanto secaba la espuma que maneba en ‘abundancia de la boca del animal. Hl toro se arrodllé ante ella -yleofvecié la grupa. ¥, en cuanto ella hubo subido, salté hacia el mar, Europa, aterrorizada, miraba hacia la playa, lemaba ‘a sus compafieras tendiendo un brazo en ol vacio. Después, ya fen medio de las olas, con una mano se agarraba al gran cuerno y con la otra mantenia alzado y cefido al pocho el borde del pepo. Y, a sus espaldas, el peplo se habia hinchado como une vela pirpura Pero ;cémo habia comenzado todo? Europa paseaba con sus ‘compatieras, levando en la mano su espléndida cesta de oro. La habla forjado Hefesto, dos generaciones antes, para regs: lérsola a Libia. Y Libia se la habia regalado a su hija Telefa que se Ia habia regalado a su hija Europa. Era el talisman de In estirpe, Repujada en oro, se reconocia en ella una ternera errante, que parveta nadar en un mar de esmalte. Dos hom- bbres misteriosos, de pie en la orilla, contemplaban Ia escena, Habla también un Zeus de oro, que rozaba con la mano la ternera de bronce. Al fondo, un Nilo de plata. Aquolla ternera cra lo, tatarabuela de Europa. ‘También la suya habia sido una historia de metamorfosis y rapto, Torturada por un tébano, en perpetuo vagabundeo ‘angustioso, habia recorrido todos los mares. A uno de ellos, ccorea de Italia, habia dado incluso su nombre. El amor de 3 Zeus le habia impuesto locura y maldcién. Todo habia omen zado con unos extraios suefios, cuando To era sacerdorisa cn el Heraion contguo a Argos, el mds entiguo de los santua Flos, el lager que daba Ia medida del tiempo: durante genera ciones los griegos contaron los aos refrindose a la sucesidn de las sacerdotisus en el Heruioa. Los suefiossusurraban del amor ardiente de Zeus por ella, y le aconsejaban que fuese a los prados de Lerma, donde pasteban los bueyesy ls carneros de su padre. Yo no sacerdatisa consagrada a In diosa, sino bestia consagrada al ios, como las que erraben libremente en los recintos del santuari: as la queria los suefos. Y en e30 se convirtié. Pero el santuario se ensanché un dia al mando entero, @ sus mares inmensos, cue vadearia incesantemente, siempre aguijoneada por el horrendo tabano. Y cuanto mis vasto era el horizon, més aguda la persecucén. Cuando Hogs junto otro corturado, Prometeo, deseaba sobre todo mori y atin no sabia que se encontraba ante un ser sufiente como cll sin esperanza de muorte. Pero, al igual que para Prometeo, también para ella Hegaria el final de la obsosién. Un dia, al arribar a Egipto, Zeus la rozacia con su ma- no, Entonces la ternera loca voli a ser uns muchacha y se unié al dios. En memoria de ese instante ams a su hijo Epafo, que quiore decir leve toque do una mano. Epafo se com. virté después en rey de Egipto, y se decia que era el buey Apis. Descendiendo hacia los pradosfloides, cerca del mar; Eu ropa sostenia en la mano, grabado en nobles metales, st in. Al gual queen la music, su melodia era Ia contraria de le de su antepasada To. Un toro la raptaria de Asia hacia nquella tierra que se Hamaria Europe, como aos antes el dlesesperado vagabandeo marino de una ternera que habia pacido en tierra ariega habla terminado en Egipto, al love toque de la mano de Zeus. Y un dia Hegaria de regalo a la joven Europa una cesta de oto. La sostenia en la mano, di ‘raid. 4 1 RN RAL PA NIE polonctneci es Pero zeémo habia comenzado todo? Si se prefiere una histo ria, es Ia historia de la discordia. Y la discordia nace de! rapto de una doncella, o del sacrifcio de una doncella, ¥ uno lleva continuamente al otro, Fueron los wlobos mereaderes» desem- barcados de Fenicia quienes raptaron en Argos la tauropér- thenos, Ia «virgen dedicada al toro», llamada lo. Como un mensaje de los montes, esto encendié la hoguera del odio tentoe os dos continentes. A partir de entonces Europa y Asia Juchan, golpe tras golpe. Ast los cretenses, «jabalies del Ida», le arrebataron a Asia a la joven Europa. Rogresaron a su patria en una nave con forma de toro, ¥ oftecieron a Europa ‘como esposa a su rey Asterio, Ese mismo nombre celestial seria también uno de los nombres de un nieto de Europa: quel joven con eabeza de coro que vivia en el centro del laborinto, en espera de Ins victimas. Mis frecuentemente le amaron Minotauro. Pero eémo habia comenzedo todo? Llegados a la Argide, los mercaderesfenicios pasaron cinco o seis dias vendiendo sus mercancias, procedentes del mar Rejo, de Egipto y de Sivia. La nave estaba anclada, yen la orl la gente del lugar riraba, tocaba y trataba aquellos objetos nacidos ten lejos. Las stimas mercancias estaban todavia por vender cuando logs un grupo de mujeres, y entre ellas lo, la hija dol rey. iguieron tratando y comprando. De repente los marineros mercaderes se arrojaron sore ellas. Algunss consguieron hic. Pero To y otras fueron raptadas. Est es el rapto al cual respondieron huego los crotenses cuando raptaron en Fenicia la hija del ey, Europa. Los fnicis, sin embargo, cueatan la historia de manera diferente: lo habria tenido amores con el comandante de In nave extranjera. Ya estaba prefiada, y se avergonzabe de ello, cuando ella misina decidié embarcar con os fenicos. De estos acontecimientos ha nacido la historia: el rapto de Holena y ta guerra de Troy, al igual que, mucho antes, la ‘expedicién dela nave Argo y el rapto de Medea, son eslabones de la misma cadena. Un reclamo oscilaba entre Asia y Europa: cada oscilacién una mujer, ¥ con ella una pandilla de secues- tradores, pasaba de una orlla a otra. Pero Hersdoto observ que existia, sin embargo, una diferencia entre las dos partes: «Ahora bien, raptar mujeres es considerado obra de malhe- ‘chores, pero preocuparse de Ins mujeres raptadas os cosa de insensatos, mientras que de sabios es despreocuparse de las raptadas, ya que esté claro que de no haberlo querido no lo hhabrian sido». Los griegos no se comportaron como sabios: «Por una mujer de Esparta juntaron una gran expedicién y después, logados a Asia, abatieron Ia potencia de Priamos Desde entonces no ha cesado Ia guerra entre Asia y Europa. Liegaron a una gran isla, pero no era la meta. Se adentraron por entre las colinas. Sélo en Gortina, debajo de un vasto plitano umbroso, se unieron Zeus y Europa. Zeus era un ‘guile, Después desaparecié, Pero dejé a la amada un guar: didn. En el célido silencio, Europa ofa chocar lejanos cascos de bronce. Alguien cabalgaba sin tregua. Era una méquina o un ser de otra era, uno de los hijos de las Ninfas de los fresnos. Era ambas casas: Tales, otro toro, el toro guardidn, centinela de Ia isla; 0 si no, decian, un gigante mecénico confeccionado por Hefesto, De su cuerpo sobresalia una larga vena, que iba dol cuello a las pezuiias.. 0 a los pies. Y alli un clavo de bbronce detenia el flujo de la sangre y la hacia rebullir hacia atrés. Aquel clavo era el secreto de su vida, y también de la ccora perdida, Talos galopabs y arrojaba piedras sobre todo: sobre el vacio, generalmente, o sobre los extranjeros, cuando se acercaban. En el palacio de Sidén, Europa se despertaba y fa las voces de las amigas que la escoltarian hacia el mar; faqut se despertaba y tun sonido remoto, que después se volvia martlleante. Pero a nadie veta, Sabja que Talos sepuia recorriendo las costas de la gan isla: Creta, Europ: el silencio, y en el fondo del silencio Jo, Tolofasa, Europa, Argiope, Pasitae, Ariadna, Fedra. Estos ‘nombres nes hablan de un rostre amplio, purisimo, resplande- ciente, quo ilumina desde lejos, que ilumina a todos, como la Juna. «Pélidas y vastas figuras, tremendas, solitarias, oscuras y desoladas, amantes fatales, misteriosas, condenadas alas infa- ‘mins titénicas. ¢Qué seré de vosotras? Qué seré de vuestros destinos? ,Dénde podrén ocultarse vuestros terribles amo: res? Qué terrores, qué piedades inspiradas, qué tristezas inmensas y estupefactas se despiertan en el ser humano llama do a contemplar tanta vergienza y horror, tantos erimons y tanta desventura?», dijo Gustare Moreau, Diodoro Siculo: «Afirman ademiis que los honores alos dioses 1 los sacrificios y los ritos de los misterios fueron transmitidos por Creta a los restantes hombres, y al decir esto presenta fn su opinién, un fortisimo argumento. El rito inicidtico que Jos atonienses colebran en Eleusis, el més ilustre, puede decir- se, de todos, y el de Samotracia y el fundado en Tracia por Orfeo entre los cicones, todos estos ritos han sido transmitidos fn Secreto, mientras en Cnosos, en Creta, es costumbre desde Jos tiempos antiguos que dichos ritos iniciticos se realicen a plena luz y sean transmitidos a todos, y lo que entre los demas ¢s transmitido como innombrable aqui nadie lo oculta a quien quiera conocerio», En Greta, el misterio era evidente,y nadie intentaba ocular. Las ecosas innombrables» que hallamos a cada paso en el Avion pormaneefan completamente abiertas a los ojos de to dos. Pero no habia en esto sentido alguno de desafo. Creta, con sus cien cudades carentes de murallasdefensivas,apare cla como un inmenso juguete. Slo un maremoto 0 los oseuros asaltantesllegados del mar podian herela, no la insolencia de Ja civliacién que quiere ser consciente de sf misma y mien: tras tanto se destruye ‘Alcabo de unos cuantos milenios, un iustre morilogo de 7 tir la menor alusién a una conciencia histériea, politica © incluso meramente biogréfica, como la que, por el contrario, hhabia dominado siempre en Egipto. Para un hombre dvido de las sofiales imperiosas de las grandes civilizaciones, Creta mantenta algo de infantil, huidizo, inadecuado, En las inscripeiones de la lineal B encontramos muchos nom- bres de dioses: alrededor de una mitad siguen viviendo como dioses olimpicos, la otra mitad se ha dispersado. Nada sabe: ‘mos de ellos: son meros nombres de desconocidos que apare: cen junto a los de Zeus, Posidén, Hera. Como si los olimpicos hhubieran sido en un tiempo mucho més numerosos y llevaran consigo la sombra de aquellos divinos hermanos desapare: cidos. Greta: orzas de cereales numeradas en los silos; sellos con ‘animales polimorfos, suaves frescos, nudos de marfil,lstas de miel, eépsulas con amapolas grabadas, bucréneos y hhachas de doble pala. Columnas de madera de ciprés, palacios ‘con escalinatas y patios de luces, losas sin nombre, Minisculos {dolos amontonados, no estatuas, no dobles de piedra. Nada do la verticalidad divina, falta la presen Piedra erecta, slucinatoria de la atrés y hacia adelante. En la ‘marina a lomos del toro blanco, Europa oculta en si, como poderes todavia inadvertidos, los destinos de sus nietas locas de amor, Fedra y Ariadna, ahorea- ddas por vergienza y desesperacién. Y entre las raices celestia- les de este érbol de historias encontramos el vagabundeo de la tonera loca, su antepasada Io, que a su ver enciorea en si 18 In imagen de otra ternera loca, madre de Fedra y de Ariadna: Pasifae, también ella ahorenda por vergionza Desde une roca, Ariadna contempla a Fedra en of columpio. Son dos jévenes princesas, en Cnosos. Hijas ddo Minos y de Pasi. Tienen numerosos hermanos y herma ‘nas. Inchuso un hermanastro, Asteio, con cabeza de toro. Su padre esol gran toro blanco amado por Pasifae. Astvio esti tencerredo en un edifcio construido por un a fugitvo, porque -se dice- habia matado a alguien. Hecho realmente extraio, esa construcciéa eubierta. Las princesas 18 conocian ol laberinto, pero ante los ojos de todos: era una explanada para la danza, No sabian, nadie se lo habria dicho, ‘que cuando los eretenses comenzaron a ocuparse demasiado dle los griegos y su padre Minos preparaba el asalto del continente, habia llegado también el momento de cubri los propios secrets, y avergonzarse al fn de ellos. EL ateniense Déslo construye en Creta un eificio que esconde detrés de la piedra tanto el misterio (el trazado por a danza) como la vorgtenza (Asteri, el Minotauro). Desde entonces, y hasta hoy, el misterio es también aquello de lo que nos avergon- Este paso, a su ver, dependia del transcurso de los aconteci rmientos en la historia de las metamorfosis. Las formas se ‘manifestaban en el momento en que se transformaban. Y cada forma tenia una perfecta nitider, mientras permanecinidénti- ca. Pero se sabia que un instante después podia ser susttuida por otra, Con Europa elo sigue interviniondo el velo epiténico. El toro mugiente y la ternera loca reaparecen un como dios y doncella. Con el paso de las generaciones, cambio, la metamorfosis se hace mds dificil, y cada ver se muestra. més evidente el cardeter fatal de la realidad: 10 irreversible. Desde entonces Pasifae deberd ocultarse en el interior de una ternera de madera, un enorme juguete con ‘muodas, Y ese juguete cord empujado hasta el prado de Gort nna, donde pace el toro deseado. De su conjuncién nace una 19 iatura que jamés podré volver a ser bestia ni hombre, Es un hhibrido para siempre. Y de Ia misma manera que el artifice hhabja inventado un objeto inanimado para exponer a la ma- dro, deberd inventar otro objeto, el laberinto, para ocultar al hijo, Se dard muerte al Minotauro. Pasifae morira prisionera, avergonzada. Ya no se podia acceder a las formas y regresar. Es necesario construir objetos y generar monstruos para que ‘siga reinando el poder de In motamorfosis, pues ya esté gasta- do y rasgado el velo epifinico. Ya que en Creta era costumbre que también las mujeres ‘asistieran a los juegos, Aviadna, presente, se quedé aténita ante la aparicién de Teseo y admiré su bravura cuando, uno dospués de otro, superé a todos los adversarios.» Mientras Ariadna fija la mirada en el Extranjero, Creta se extingue. ‘Antes que ser traicionada, Ariadna ha preferido traicionar su isla Dioniso la corteja, después la acusa, después la mata, des: pués la reencuentra, después la convierte en Ia corona del Jo septentrional: Corona Boreal. Pero se tata de un Dioniso diferente del que habla conocido Ariadna en sw infanci. Entonces ni siquiera se llamaba Dioniso. Era el Toro: el Toro total, que cae del cielo como Zeus, emerge de las aguas como Posidén, pace bajo los plitanos de Gortina. Rodeaba todo, ‘estaba en la miel y en la sangre de las ofrendas, estaba en los ‘giles cuemos que delimitaban los altares, en los bueréineos piintados @ lo largo de los muros del pelacio. Muchachos con Dbrazales, taparrabos y eabellos ondulados le aferraban por los ‘cucrnos a la carrera. Desde siempre, el Toro seguia a Ariadna, la acompataba, Ia acechaba, Ahora el Toro se aleja y se avecina el héroe ateniense. Parecen enemigos, pero se acercan con soltura. La eseena ya festé preparada, A Ariadna ya no le esperan historias mons- truosas, sino historias sérdidas. No el palacio infantil y re sino los pértioos y In plaza, donde hombres astutos y duros ‘provechan la primera ocasién para herirse por la espalda, 20 onde la palabra, que en le isla servia para hacer las cuentas de las reservas de provisiones, se vuelve soberana, vibrante y reverencinda, Ariadne no legaria a ver todo esto: se quedé a rmitad de camino, en otra isla, érida y rocosa. Se durmié para que desaparecieran aquel dios y aquel hombre que por su nnaturaleza sélo deben aparecer y desaparecer. ‘Teseo convirtié en un vicio humano Ia costumbre divina de raptar doncollas. Cada una de sus expediciones esté marcada [por una mujer raptada, tanto al sur la cretense Ariadna como ‘al norte la amazona Antiope. Algo de deportivo y de insolente ‘habia siempre mezclado en sus hazaas. Y algunas acababan de manera poco noble, porque a Teseo le urgia liberarse de ‘sus trofeos recién conquistados para poder pasar a conquistar ‘otro. Ya con cincuenta aflos, rapté a Helena que danzaba en el ssantuario de Artemis Ortia, Esta hazafia la realizé junto con ‘el nico ser a quien en el fondo permanecié fiel: su amigo Pi ritoo. Se habjan conocido como enemigos, y deberian haberse matado. Pero, cuando se vieron y estaban @ punto de batirse fen duelo, se admiraron. A cada uno de ellos le gustaba la belleza y le fuerza del otro. A partir de entonces se hicie- ron compaeros de aventuras. Y munca Tesco fue tan feliz ‘como con Piritoo, al inventar hazafias escarnecedoras, al re zarlas, al contarlas después. Ambos sabjan, habfan visto el ‘mundo, habjan matado hestias miticas, habian raptado aj vvenes reales. Nada podria separarles, desde luego no una mujer. Un dia Piritoo se sintié solo, hacia poco que habia muerto su esposa Hipodamia. Pens6 en visitar a su amigo Teseo, en Atenas. Y el viudo encontré a otro viudo: Fedra se ‘shorcado. Como tantas otras veces, hablaron largo y tendido, yy no tardaron en proyectar nuevas hazafias. Hay una nifia en Esparta, decta Piritoo, tiene dier nfos y es més hermosa que a cualquier otra mujer. Se lama Helena. 2Por qué no raptarla? Cuando se hubieron apoderado de Helena, se Ia jugaron a los ados. Vencié Teseo. Y un dia pensaron, siempre juntos, en esas conversaciones cifradas que eran el placer més grande de su vida (ni las ‘mujeres ni Ia pura aventura les proporeionaban, en el fondo, ‘otro igual), que después de haber recorrido précticamente toda la tierra, les quedaba atin por invadir el reino subterré neo, De la misma manera que habian raptado princesas te rrestres, por qué no raptar ahora reinas divinas? {Quien ha burlado el reino de los vivos no podré burlar también el reino de los muertos? Asi que Piritoo y Teseo descendieron al Hades para raptar a su reina, ‘Tesco es aquel que se levanta y se va. Ni Helena consiguié rotenerl, feliz prisionera, mientras se temen las represalias y Jos ms fuertes amigos del raptor se han alineado para prot: gerla, Pirftoo haba lanzado esta posiilidad: seguir descen- ddiendo por el Peloponeso, hasta el cabo Ténaro, ali donde se abre el acceso al Hades, y raptar a la mas poderosa de las reinas. Y Teseo parte con él. No se trataba, esta ver, de raptar ‘una muchacha de doce afios (zo tenfa diez?) que danza en el santuario de Artemis: tampoco se trataba de aprender las danzas del laberinto de una doncella resplandeciente. Esta vex 1s jugada era més dificil: «Estos intentaron arrancar del lecho ‘nupeial a I esposa de Dites. El castigo que el reino de los muertos reserva a Teseo es util, y responde a la burla con la burla. Hades les acogi con urbanidad. Quiere escuchar sus deseos, les hace sentarse en ‘asientos de oro excavados en la roca, Pero un vinculo invisible ‘ata a los dos amigos a aquellos asientos. Ya no pueden levan- tarse. Piritoo, wel que vaga en efrculos, y Teseo el raptor eben olvidarse de s{ mismos, sentados, en el reino de los muertos. Cuando Heracles salve a Teseo, arrancéndole a la 22 fuerza de aquel asiento, jirones de carne quedarén pegados a 41. Por este motivo, se decia, los chicos de Atenas tienen nnalgas menudas y magrat Alrededor de Atenas, antes de que Atenas Ilevara su nombre, Ihabfa bandidos y fieras, que asaltaban y torturaban a los Viajeros. Un dia un heraldo llegado del mar llevé la noticia de que un joven habia pasado por aquellos caminos y los habi ‘exterminado a todos. A Sinis, Fea, Escirén, Cercién, Procrus- tes y a muchos més. Pero zqué aspecto tenia ese joven?, [proguntaron. Llevaba una espada con la empufhadura de mar- fil colgada de un hombro, y una brillante jabalina on cada ‘mano. Un gorro espartano le cubria los rizos leonados. Sobre su pecho brillaba la pirpura, debajo de un manto de lana de Sus ojos brillaban con un fulgor malvado, Tesal ‘Tesea llevabs los cabellos cortos por delante ~para que no se los agarraran en la lucha, decia-, y por detras largos y enre- dados. Habia dedicado a Apolo, en Delfos, los rizos que le ceafan sobre la frente. Cuando aparecié en los alrededores de Atenas, tenia dieciséis aos y vestia una large tinice jénica. ‘Los cabellos, atrés, formaban una bonita trenza. Los obreros ‘que estaban trabsjando en el templo de Apolo Delfino ~sélo faltaba el techo- se rieron de él. ;Por qué una doncella casadera vagabundeaba sola al pie de la acrépolis? Tesco no respondié, Se acereé a un carro al que estaba uncido un toro, Solté In bestia y la arrojé por el aire. La vieron volar por ‘encima del tocho todavia descubierto. Por primera ver un toro habla entrado en la vida de Teseo. {Pero eudntos otros llegaria a ver! El Minotauro de Creta, ‘en cuyo cuerpo de muchacho hundiria la espada. El toro de Maratén, que capturaria para alegria de los atenienses. Un toro surgido del mar daria muerte a su hijo Hipélito. Y en muchas otras acasiones més oscuras tendria que ver con el toro, Sus relaciones eran tan estrechas que puso una cabeza 23 de toro en las monedas que por primera vez hizo acufar en su cGudad, la sagrada Atenas, como él mismo habia querido la- maria Hay un rasgo de impiedad en Teseo, una indofectible insolen- ca que anuncia a Alcibiades. Cuando, con su amigo Piritoo, decide su expedicién a los inflernos para raptar de nuevo a Perséfone, como en una parodia, se piensa en Alcibia ‘8 quien sus denostadores acusan de recitar los misterios con hheteras y vagabundos. Y, al igual que el mismo Alcibiades ‘uiaré un dia, con absoluta solemnidad, el cortejo a Elousis, a lo largo de la Via Sacra, también Teseo preside los ritos més fatimos de la ciudad. Jugaban con los secretes porque los conocian, porque les pertenecian desde su nacimiento, ‘Teseo no abandona a Ariadna por un motivo, ni por otra ‘mujer, sino porque Ariadna escapa de su memoria, en un ‘momento que equivale'a todos los momentos. Cxiando Teseo se distrae, alguien esté perdido. Ariadna ha ayudado al Ex tranjero a matar al hermanastro de cabeza de toro, ha aban- ddonado el palacio de los suyos, esté dispuesta 8 lavar los pies do Teseo en Atenas, como una sierva. Pero Teseo no se ‘acuerda, ya piensa en otra cosa. Y el lugar donde Ariadna ‘permanece se vuelve, de una vex para siempre, el paisaje det ‘amor abandonado. Teseo no es cruel porque abandone a ‘Ariana. Su crueldad se confundiria entonces con la de mu: cchos. Teseo es cruel porque abandona a Ariadna en la isla de "Naxos. Non la casa donde se ha nacido, y menos ain la casa donde se esperaba ser acogido, y ni siquiera un lugar interme- dio. Es una playa, batida por olas ensordecedoras, un lugar ‘abstracto al que sélo acuden las algas. Es la isla que nadie Ihabita, el lugar de la obsesin circular, del que no hay salida, ‘Todo ostenta Ia muerte. Es un lugar del alma, 4 Del cuerpo de Ariadna abandonada caen una tras otra todas sus vestiduras. Y es una escena de luto. Inmévil como una ‘estarua de Bacante, recién despertada, la hija de Minos mira ‘en lontananza hacia el eterno ausente, allf donde ya ha desa parecido la velez nave de Teseo, y su mente oscila entre las altas olas. Cre de los cabellos rubios la ligera cinta que los retenga, el manto deja el pecho al doscubierto, los blancos senos ya no estin sujetos por la faja, Una tras otra aparecen esparcidas a sus pies as ropas con las que habia partido para siempre, Las olas juegan con ellas entre las algas y la arene. Mientras Ariadna contemplaba, desnuda, la vacia lejania, y pensaba que le habria gustado estar en Atenas, esposa de ‘Teseo, y prepararle ln cama donde ni siquiera entraria, y ayudar ala otra que, por el contrario, entraria en aquel lecho, y ofrecer Teseo una jofaina de agua en la que lavarse las ‘manos después del banquete, mientras Ariadna enumeraba en su mente aun las més menudas muestras de servidumbre que le habrfa gustado ofrecer al amante desvanecido, un nuevo ‘pensamiento la ro2é: quizé otra mujer habia vivido sentimien- tos semejantes a los suyos, su entrega y su abyeccién no eran ‘inicas, como al comienzo le habia gustado decirse. ;Y quién ‘era esa otra? La reina, la omnirresplandeciente, la desvergon zada, su madre, Pesifae. En el fondo también ella, encerrada fen una ternera de madera con ruedas, tosco y pesado juguete coloreado, habia aceptado servir de criada a un mayoral ‘cualquiera. Habia agachado el cuello para que la uncieran, hhabia balbucido palabras cle amor a un obtuso toro que mor- disqueaba la hierba. Oculta en la oscuridad sofocante y en el ‘olor de la madera, le estorbaba la flauta del mayoral porque faspiraba a ofr un tnico sonido: el del toro blanco mugiente. Después asalté @ Ariadna otra idea, consecuencia de la primera: si ella, Ariadna, no hacia mds que repetir la pasién de la madre Pasifae, si ella era Pasifae, entonces Teseo era el toro, Pero Teseo habia matado a su hermano el toro, y preci ‘samente con la ayuda de ella, Ariadna. Habia entonces ayu- 25 dado a Teseo @ matarse? 10 las tinicas muertas, en esta historia, eran siempre ellas, Pasifae ahorcada y la propia Ariadna, que se disponia a ahorcarse, y su hermana Fedra, {que tn dia se ahorcaria? Los toros, en cambio, y sus matado- res parecfan relevarse perennemento, como si para ellos ma- tar y ser muertos fuera una alternancia como desvestirse y vvestise. El toro no conocfa la muerte perpendicular y ltima, ‘arrancada @ Ia tierra, de la ahorcada, ‘Cuando la proa de esmalte azul de la nave ateniense arribé a Creta, cuando Teseo detuvo al soberano Minos que se apode ‘aba, como siompre, de una de las doncellas atenienses, cuan~ o Teseo vencié en los juegos al odioso e imponente general Toro, que solia derrotar a todos, Ariadna comenzé « pensar que tal vez aquel extranjero irreverente podia ser capaz de ‘romper el cerco taurino que aprisionaba a su familia. Traicio- ‘n6 entonces al toro divino, que la habia destumbrado en una ‘gruta, traicioné al hermano toro, traicioné a la madre loca por toro, traicioné al padre que habia evitado sacrificar al toro blanco aparecido en el mar y que lo habia enviado a pastar, porque era demasiado hermoso para morir. Al término de tantas traiciones, se encontré en una playa desierta, abando nada por Tesco. Pero no habia conseguido escapar del toro. ‘Cuando aparecié Dioniso, falso y seductor, demasiado pun- tual y demasiado alegre, Ariadna sintié que de algiin modo Dioniso y Teseo no eran rivales, sino cémplices. En el clamor de las flautas y de los tamboriles, Dioniso ehogé aquel pense rmiento. Ariadne quedé destumbrada por la gloria divina que Dioniso le ofrecia, ¥ dedicé un invisible guifio a Teseo, que pre cisamente habia suscitado aquella gloria con su perfidia. Percibia la astucia de la historia: si Teseo no hubiera sido pperjuro (pero habia jurado por Atenea, recordé con dolor, y ‘Atenea desprecia las bodas), Dioniso no la habria elevado hasta él. lnitil Morar como una muchacha del campo, euando se esté al lado de un dios. Pero Dioniso no est al lado de nadie. Un dios jamés es presencia constante. Y Dioniso ya 26 ween ‘parti con su clamoreso cortejo, hacia Ia India, Ariadna estaba de nuevo sola. ‘Cuando reaparecié el dios, cargado de tesoros y de esclavos, ‘Ariadna contemplé el triunfo y capté la mirada amorosa que Dioniso dirigia a una joven india, hija dol rey, perdida entre sus presas orientales, Un dia, Ariadna se vio de nuevo lloran ‘do en una playa, con los cabellos sueltos al viento, En su soberbia ligereza, Dioniso la habia salvado de la culpa de un hombre para repetir poco después la misma culpa, ¥ por tanto agravindola, exalténdola. Aquella coneubina india contamina- ba su lecho. Ariadna lloraba y sufsfa un pensamiento marti eante: ;que Tesco nunca lo sepa! Qué ingenuidad.... ;No ‘estaba claro que Dioniso y Teseo eran falsos enemigos? En ‘aquellas Giguras opuestas se repetia un mismo hombre que ‘soguia traiciondndola, mientras ella seguia dejindose abando- nar. Me he acostumbrado a amar para siempre a un hom: bre.» Aquella capacidad de amar para siempre era una conde- na, le arrebataba cualquier esperanza de escapar a su cerco, su corona resplandeciente. Toda la historia de Ariadna esté tramada en una corona, ‘Llega mon cousin», pensé la joven princesa de Cnosos cuando le dijeron que Dioniso habja desembarcado en In isla. Jamis habia visto ese pariente suyo ~belisimo, decian-, que habia nacido de la pira de la madre. Dioniso, cuando se le aparecié, no quiso detenerse en el palacio. La cogié de In mufieca y la evé a una de las muchas grutas de Crete. Y ali la oscuridad hhabia sido herida por una corona deslumbrante. Oro como fuego y gemas indias. Dioniso ofrecié la corona a Ariadna ‘como regalo por aquellas primeras nupcias. La corona, sefial de lo que es perfecto, sheraldo del silencio propicio», habia sido una seduccién envolvente. Pero, sogtin la lengua griega, sseducit» quiere decir «destruirs: phthreirein, La corona es l perfeccién del engaiio, es el engato que se encierra en si ‘mismo, es la perfeccién que incluye en sf el engano. Guando Ariadna fjé la mirada en la belleza de Teseo, ya no 7 era una doncella que juega con sus hermanas en el palacio de novos. Era esposa de un dios, aunque nadie conociers las nupeias. El nico testigo habia sido aquella corona resplande ciente. Pero también Tesco surgié del palacio submarino del padre Posidén levando en la mano una corona hecha de gotcantes florecillas de manzano, que irradiaban luz. La rega- 16 a Ariadna, de igual manera que Dioniso le habia regalado su corona. Y al mismo tiempo Ariadna regalaba la corona de Dioniso @ Teseo, Por una parte Teseo repetia un gesto del dios, por otra Ariadna traicionaba al dios para que el Extran- Jjero pudicra matar al Minotauro, que pertenccia al dios toro. Teseo se adentré por los corredores oscuros del laberinto ‘guiado por la-lur de la corona resplandociente. Bajo aquella Juz destellé su espada antes de hundirse en el cuerpo del joven e cabeza de toro. Asi Ariadna exaltaba el engafo:traicionaba al espoto divino y ademés oftecta su regalo nupeial al hombre que estaba ocupando su lugar. oro gel engafio no estaba ya en el origen, en el don del dios? Ariadna es engatada en el mismo momento en que engafia: cree que Teséo es contrario al dios, le ve como el hombre que Ia llevaré a Atenas, como esposa, fuera del efreulo dol toro. En Naxos, cuando reaparecié, Dioniso blandia una corona radiante. Ariadna la contemplaba y pensaba en | restantes coronas que haben sido para ella el origen de todos los engafios. En ese momento sabfa que aquella corona habia sido siempre la misma, La historia habla terminado realmen- te; prisionera de aquella corona radiante, Ariadna permanece- ra Solitaria en el cielo: Corona Boreal [En las historias eretenses, al comienzo hay un toro, al final hay ‘un toro. Al inicio Minos evoce de Ins aguas el toro blanco de Posidén, prometiendo sacrificarlo al dios cuando aparezca. El toro aparece y Minos no cumple su promesa, Aquel toro es demasiado bello, no quiere matarlo, quiere que sea suyo. Serd toro por el que desarrollard tna pasién funesta la mujer de Minos, Pasiae. 28 [Aina Feseo capture el toro de Maratén, que sigue siendo t toro crotnse surgido dal mar. Despu de los amores con el toro se habia vuelto savaje, y Minos haba lamado ‘1 Heracles para capturarl, El héroe lo habia apresado y Tlevado al continente, Durante largo tiempo, el toro habia ‘agade por el Peloponeso, antes de llogar al tic. V all nadie habia consepuco vencere, ni squiera Androgeo, hijo de Mi nos, que, sin embargo, vencia a todos Ios atenienses en Tos juegos. Le vencié Teseo, en Maratén. Yloofrenda a su padre geo, que lo sacrfien a Apolo. Todo lo que transcurre entre ese inicio y ose final, el destin de Ariana, est includ en el desplazamiento de un sacrifcio: de Posidén © Apolo, de Creta a: Atenas, Este paso est constelado de vicimas, Las mudas victmas del serifcio pertenecen lit, Pero el mito revindi- ca para si Ins restantesvictimas, as que caen alrededor del ugar del sacrifcio,imaduras de hierro‘en el campo magne co, Del sacri, junto con la sangre, manan Ins historias. Ast ‘lforan los perscnajes de la tragedia. En las historias crten ses, son Pasfne, of Minotaur, Arad, Fedra, Minos, Hip to, el propio Egeo. Tesco se olvida de arvar Ins vel negra, al regreso de Cretn,y Egeo se mata arojéndose de la acrépo- lis, Era una skima apostila al desplazaminto sacrificial Algunos habitantes de Naxos, finalmente, dan su versién particular de los hechos, segiin la cual habian existido dos ‘Minos y dos Ariadnas, una, esposa de Dioniso en Naxos y ‘madre de Estéfilo y su hermano; otra, posterior, raptada ¥y abandonada por Teseo, legada # Nexos con una nodriza ‘cuyo nombre era Corcina y de la cual se muestra todavia ta ‘tumba, Aesta Ariadna, muerta también en a isla, no le fueron tributados honores semejantes a los de la primera: Ia fiesta de ‘una se desarrolla, en efecto, entre juegos y placeres, mientras para la otra no se hacen més que sacrificios mezelados con Ito y tristeza.» El destino de Ariadna es doble desde ol inicio, y los ritos de [Naxos celebraban su duplicidad, sin mitigarla con una suce 28 sién de muerte y resurreccidn. Aquella que es la aesposar de Dioniso, la tnica seleccionada en el cortejo de mujeres que le rodean, aquella a la que el dios daré incluso su nombre, Usméndola Libera, es también In mujer que Dioniso hace ‘matar. El dios se dirigié a Artemis, siempre dispuesta a tensar su arco. Le pidié que traspasara a Ariadna con una flecha Quiso tambien ser testigo del asesinato, Después el tiempo lo ‘eufemiza todo, En las paredes de Pompeya quedé una imagen de las nupcias celestiales. Las figuras del mito viven muchas vidas y muchas muertes, a diferencia de los personajes de la novela, vinculados en cada ‘casién a un tinico gesto. Pero en cada una de estas vidas y de ‘estas muertes estén presentes todas las demds, y resuenan. Podemos decir que hemos cruzado el umbral del mito s6lo ‘cuando advertimos una repentina coherencia entre incompati- bles. Abandonada en Naxos, Ariadna fue atravesada por una fecha de Artemis, por orden de Dioniso, testigo inmévil; 0 bien, Ariadna se ahores en Naxos, después de haber sido ‘abanddonada por Teseo: 0 bien, prefiada por Teseo y nau dda en Chipre, murié de parto; 0 bien, Ariadna fue alcanzada ‘en Naxos por Dioniso y su cortejo y con él celebré nupcias divinas antes de ascender al cielo, donde ln seyuimos viendo entre las constelaciones septentrionales: o bien, Ariadna fue tencontrada por Dioniso en Naxos y desde entonces le siguié en sus hazafias, como amante y como soldado: cuando Di atacé a Perseo en la tierra de Argos, Ariadna le segul ‘armada, entre las flas de las locas Bacantes, hasta que Perseo agité en el aire ante ella el rostro homicida de Medusa, y Ariadna fue petrficada. En el campo quod sélo una piedra, guna mujer, ninguna diosa tuvo tantas muertes. como Ariadna. La piedra en la Argéide, la constelacién en el cielo, Ja ahoreada, Ia muerta de part, la doncella con el seno ‘raspasado: todo esto es Ariadna, Habria nacido alguna ver la historia sin el tébano que fue ol instrumento de la venganza de Hera? Dondequiera que mire ‘mos, en los hechos de los héroes, nos encontramos con la ‘mirada firme e implacable de la diosa, ese ojo bovino que ‘parece no cerrarse jamés. Ya en su nombre, Heracles (aglotia de Hera») denuncia que la gloria no es més que una conse- ‘euencia de la persecucién de Hera Pero ;cémo habia comenzado todo? Zeus y Hera, hermano y hermana, eran dos niflos que no tardaron en descubrir el ‘amor clandestino. «A espaldas de sus queridos progenitores, Jos dos se unieron en el lechos, dice Homero. La suya fue la més desmesurada infancia amorosa. «Zeus entonces hizo el amor [con Hera] durante trescientos aftos.» En los ofdos escu ‘chaban el rumor incesante del Imbraso, el rio de Samos. Se abrazaban entre el rio y el mar. Jamas se fatigaban, rechaza ban el mundo més alld de aquellas aguas ~y Zeus demoraba el ‘momento en que debia gobernarlo-. Miles de aflos después, en la bsimeda arena del Imbraso, se descubrié un relieve que tiempo atrés habia recubierto un lecho de madera. Mostraba ‘Zeus de pie, avanzando hacia una Hera con los senos desnu dos y tomando en la mano su seno derecho. Hera es Ia diosa del lecho; y se preocupa hasta de si el viejo ‘Océano y Tetis, que la haban educado de pequefia, se privan del lecho. Para ella el velo, el primer velo, es el pastés, la cortina nupcial que rodeaba el thélemos. En Samos, en Paes tum, queda el testimonio de que el locho era ol objeto central de su culto, Incluso cuando Hera se une con Zeus en la cima el Gérgaro, a tierra hace erecer, para la ocasién, un tapiz de flores, eespeso y blando, que los elevaba de latierrav, un lecho artificial, que después es rodeado por una nube de ro, en ‘sustitucién del pastés. El lecho fue, para Hera, el lugar pri- ‘mordial, el recinto de la devocidn erética. En su més augusto santuario, el Heraion cerca de Argos, podia verse, sobre una tabla votiva, Ia boca de Hera que se cerraba amorosamente flrededor del falo erecto de Zeus. Ninguna otra diosa, ni siquiera Afrodita, habia admitido una imagen semejante en 31 Justo en el Heraion comenzé la historia de la primera traiciGn de Zous, origen de todas las venganzas. Para traicio- nar a Hera, Zeus eligié una de sus sacerdotisas, el ser humano ‘més préximo a ella, ya que guardaba las llaves del santuario: Jo. Tanto en su aspecto como en sus ropas, lo estaba obligada ‘a repetir Ia imagen de In diosa a la que servia. Era una copia ‘que intentaba imitar una estatua. Pero Zeus eligié la copia, ddeseé In diferencia minima, que basta para desarticular et ‘orden, para producir lo nuevo, el significado. Y la deseé porque era una diferencia, poryue era una copia. Cuanto ‘menor es la diferencia, tanto mayor es la venganza. Todas las ‘demés aventuras de Zeus, todas las demas venganzas de Hera ‘no son més que nuevos empujones a la rueda de la necesidad, ‘que Hera habia acelerado un dia para castigar a la mujer que ims se le parecia, I

You might also like