las pistas del disco que pronto harian juntos, se compensatfan,
—imaginaba yo— mis propias frustraciones. A medida que avan-
zaba en la grabacién de mi LP, con todos sus fallos, pensé muchas
veces en eSmo seria unir mis fuerzas a las de Gilen la creacién de
ua producto potente. En los afios setenta escribt desde el exilio
para O Pasguim un articulo en el que comentaba la aparicién del
primer album de los Novos Baianos: «El disco, como de costum=
bre, no es bueno. Pero, para compensar, es maravilloso.» Eso su-
cedié con las grabaciones tropicalistas de los viejos bahianos.
162
Todas las otras pistas de ese disco, al que yo me dedicaba con
ideas entusiastas y resultados deprimentes, eran composiciones
nuevas. Una de ellas me habia llevado hasta el paroxismo en el
momento de su concepcién. Tomé como referente una samba de
Nod Rosa llamada Goisas nossas, que enumeraba escenas, perso-
najes tipicos y caracteristicas culturales de fa vida brasilefia, en-
marcados por el estribillo «O samba, a promtidao « cutras bossas /
Siio noxias evra: | Sao coisas nossa [La samba, la presteza y otras
bossas / son nuestras cosas, / son cosas nuest
magnifica frase de apertura: «(Queria cer pande
inteiro a sua mao na minba pele a batucar» (Quetta ser pandero para
sentir el dia entero tu mano bafucando en mi piel]. Imaginé una
‘cancién que tuviera un tema y estructura semejantes, pero no qui-
se que quedara en un simple tono satirice, como en el caso de Ale-
‘ria, alegria con relacién a Clever Boy Samba,
Serfa, en cambio, un retrato en movimiento del Brasil de en-
‘tonces. Con la mente girando a una velocidad turbadora, reco:dé
que Carmen Miranda rima con 4 Banda (ya hacia mucho tiem-
po que pensaba en proclamar su nombre o blandir su imagen), y
se me ocurrié que podia colocarlas juntas, come imégenes, ideas
yentidades que revelasen la tragicomedia de Brasil, ls aventura la
‘ver frustrante y luminosa de ser brasilefic. La palabra bossa, que ya
‘estaba en la samba de Noel (de los afios treinta), se imponia con
naturalidad, y su rima con palboga [choza] se enfrentaba al O Fino
163da Bossa de Blis mis que ala bossa nova, y conectzba con una po-
ban rimas; las ideas, contrastes y analogias; las imagenes, espejos,
prismas y ingulos insospechados. Pero yo no queria que, come
Coisas nossas, el nuevo tema fuera un mero inventario. Necesitaba
que algunos de aquellos elementes —o algin otzo en el que ain
no hubiera pensado— le impusieran una estructura al texto que
mantuviese un elevado nivel de tensién entre los diversos aborda~
jes que se sucedian en una lista monstruosa. La idea de Brasilia
‘me desboes el corazén, porque de inmediato se mostré eficaz en
ese sentido. Brasilia, la ciudad monumental, el suefio magico
transformado en experimento moderno y, casi desde el comicnizo,
el centro del abominable poder de los dictadores militares, Me
decid: la capital, sin ser nombrada, serfa el nticleo dela aberrante
‘cancidn-monumento que yo levantaria a nuestro dolor, nuestra
satisfaccién y nuestro ridiculo.
‘Al menos asi sentia yo las cosas en la etispide de la inspira-
Gi6n, El tema que logré componer me entusiasmé mucho menos
que la imagen difusa que me habia creado cuando era apenas una
posibilidad. Pero ejercid un fuerte impacto en el ambiente de la
mmisica popular y en muchas cabezas interesantes de Brasil, y ge-
‘nerd estudios academicos en los que le atribuyeron muchas veces
cLupelative de walegérico». Y tuvo un considerable éxito popular.
‘Los arreglos se dejaron en manos de Jiilio Medaglia. Yo habia
distribuide d repertoric del disco entre los tres maestros de la
‘misica nova de Sao Paulo que se habjan acercado a nosotros: Me
daglia, Damiano Cozzela y Sandino Hohagen. Rogério Duprat
—en realidad el més interesante de ellos— aparecid un poco des-
pues, y a partir de Domingo no parque quedé mis ligado a Gil.
legs el dia de grabar la parte orquestal dela cancidn, que, a pesar
fa para mi, era la tinica sin titulo; el bate-
ja ni idea de qué trataba Ia letra, ya que
&ta iba a grabarse después, al escuchar el inicio, en dl que se su-
perponian sonidos de percusién, cantos de péjaros ¢ intervencio-
nes del conjunto de metales, records la carta de Pero Vaz. de
Caminha que describia el paisaje brasilciio en el momento del
descubrimiento. Queds registrado el discurso que Dirceu impro~
vis6 en broma, sin saber que se estaba grabando y, mucho menos,
cvin adecuadas eran sus palabras al tema de la letra, «Cuando
Pero Vaz de Caminha descubri6 que las tierras brasilefias eran
plantado, todo crece y florece.’» Luego entraba yo, anunciando
‘un paisaje cubista:
Sobre a cabeza 0: avies
Sob os meus pés os caminbées
Aponta contra os cbapadies meu nari:
Eu organize o movimento
Ex oriento 0 Carnaval
Eu inauguro omonumentono planalto central do pais.
[Sobre la cabeza los aviones,
bajo mis pies las carmiones,
apunia bacia lo alto de los montes mi nariz,
organiza el movimiento,
oriente el carnaval,
inauguro ef monumento en la planicie central del pats.)
Esta larga cancion contiene la imagen de un «nifo sontiente,
feo y muerto» que «extiende la mano» por encima de las rodillas
del «monumento», deuna «piscina con agus azul de Amaralinay y
de los «cinco mil altavoces» que «emiten acordes disonantes»
(esta siempre entrecortada por un estribillo musicalmente fjo
pero con letra variable, que canta vivas con pares derima primaria
Y contigilidad desconcertante, como «Viva a bes Viva a
(pallsza-ca-ga-tan, «Viva Maria-id-id / Viva a Ba tid-id,
‘ registra: «1. Autor de tratados referentes a las regiones
wopicales. 2. Médico expecialista en enfermedades de esas re~
giones»
Alegria, alegria exa un éxito popular. Gracias a mis declara-
ciones a su favor, Roberto Carlos me invité a cantar en Jovem
Guarda. Hice algunas apariciones escandalosas cn 1 programa
de Chacrinha interpretando Tropicdlia y Superbacana, ademis de
Alegria, alegria. Me mudé definitivamente a $40 Paulo y me casé
con Dedé. La bods fue el 29 de noviembre de 1967, en Salvador, y
se convirti6, a nuestro pesar, en un acontecimiento pablico. Iba-
mos a casarnos en la iglesia de Sao Pedro: Dedé, con un vestido
corto, rosa y com capucha (un disefio de Ana, la mujer de Torqua-
to), ¥'yo, con traje y jersey de cuello alto naranja (en Ia linea in
ventada por Guilherme para evitar los esméquines que todos
usaban en televisi6n). Yo llevaba una enorme flor amarilla en la
169)‘mano. La ceremonia era un secreto, La familia de Dedé y la mia
lo habian mantenido todo en el silencio més absoluto. Sin embar-
go, la mafiana del 29 salimos en el coche del padre de Dedéy, al
entrar en Ia avenida Sete de Setembro, habia un embotellamiento
monstruoso, Llegamos ala iglesia muy retrasados y descubrimos
aque elatasco se debia a la maltitud de colegialas que se habian es-
capado de clase para ver cémo me casaba, Alguien (Dedé siempre
creyé que habia side Guilherme Aragjo, pero él lo negé) se lo ha-
a dicho a un periodista radiofénico y éste, desde el comienzo de
jiana, habia difundido el horario y la direccida. Fue dificili-
al interior, ¢ incluso una vez dentro las cosas no fueron
Hordas de chicas con uniforme escolar llenaban el
< asientos, pasillos, pilpitos y al-
tares. Parecia una pesadilla, Cantaban Alegria, alegria y trataban
de llegar a mi lado. Las que lo conseguian me tiraban del pelo, y
algunas agredieron a Dedé. Mi madre, siempre tan serena, se des-
mayS. Bethinia recibié un golpe en la cabeza. Yo queria marchar-
me, pero no se podfa salir. El cura pidis silencio y respeto, en
vano. Incluso quiso anular la ceremonia, pero como tampoco le
parecid factible que pudiésemos irnos antes de calmar 2 las chi-
cas, decidié celebrar la boda asi. Muchos hombres dicen que se
siente una ansiedad similar a la de la prisidn en el momento de
casarse. Yo estaba muy angustiado. Dedé yyo siempre habiamos
dicho gue no ibamos a castrnos, pero ella creyo a su madre
cuando ésta le dijo que «se moriria» si se mudaba a Sio Paulo
para vivir conmigo sin que fuéramos marido y mujer. Como yo
no queria de ninguna manera scpararme de Dedé, lo acepté,
aunque no pensara, como ella, que daba lo mismo casarse 0 no.
Las muchachas parecian multiplicarse como angeles lascivos en
una iglesia barroca hahiana (no ere el caso de Sao Pedro, un
templo bastante sobrio de! siglo x1x) mientras yo entraba cn la
vida adulta con un compromiso cayo peso estaba representado
por un sacramento,
A los veinticuatro afios tenia el aspecto de un quinceatiero y,
de hecho, me sentia més adolescente de lo que parecia. Se ha di-
170
cho que los hombres que fijan su pensamiento en los tem:
infancia producen obras profundas, mientzas que los que
los problemas ¢ ilusiones de la pubertad
sn tomo a una zona en la que se discute sobre
represi6n, definici6n sexual y satisfaccion de los anhelos de liber-
tad. Yo formo parte del segundo grupo. Todala ola de los afios se-
senta fue un enaltecimiento de personalidades adolescentes o de
personajes con ese estilo. Sin embargo, gracias a la profunda in-
fluencia de mi padre, desarrollé un verdadera obsesién por la
integridad. Cuando conoci a Dedé, ella tenia dicciséis afios, y yo,
veintiuno. Una de las primeras cosas que me pregunts era s esta-
ba «a favor del amor libre». Por supuesto que lo estaba, pero no
fue eso lo que le dije, por lo menos no de forma tan directa. Me
conmovis Is ingenuidad com la que me hizo la pregunta. ¥ cuan-
do digo ingenuidad no me reficro a una ausencia de intenciones
seauales hacia mi, ya que la atraccién era claramente mutua, sino
aldesconoci de ls complejidad de los posibles argumentor
cen contra de nor lib Hice de abogido de blo
Fue un buen prin: noviaggo. Diez afios mis tarde,
todavia estibarnos juntos, anoté que «amoryy libertad sigu
do nuestro tema». Eramos felices el uno con el otro. Mi gran
minidad proporcionaba un compaferismo permanente que nos
convertia en una pareja de novios y un dtio inseparable. Yo, que
habia conocido el tenebroso esplendor de un gran enamoramien-
toen Santo Amaro, uns pasién que nunca me abandoné del todo,
pero cuya grandeza parecia nutrirseen gran parte de su imposibi-
lidad, encontzé por fin un amor real, alimentado de lo que se
en su nombre y no de lo que se rechazaba. Era una felicidad del
cuerpo vivaz y serena, y también una alegria juvenil de adecuacisn
social (jtener una novia!) y madurez psicologica. Dedé era la per-
sona indicada para ese encuentro. Muy guapa, de una bellcza
poco convencional, aunque no exética, tenia una personalidad ex-
‘De espfritu modemo, muy francaera mayor que su talento, y abandond. En 1966 con
vinimos en que ella se trasladase 2 Rio para estar cerca de mi, pero
al matrimonio no era parte de los planes. Para aceptar lo que, se-
‘gan Dedé, era solo un modo de convencer a su madre de que le
permitiese mudarse a So Paulo (en Rio ella vivia en la casa deou
abuela), rave que dejar claro que, si pasaba por ef ritual, me senti-
sia responsable con relacién a él. Cualquier otra cosa me habria
parecido un acto de cinismo. Naturalmente, ella traté de aligerar
nis escripulos: las mujeres tienen menos miedo a casarse que los
hombres. Mientras estaba en aquella iglesia abarrotada, se me an-
196 que habfa entrado en una alameda equivocada del laberinto
dela vida,
No sé como salimos de alli. Habfzmos planeado una fiesta
jo para Ia familia y los amigos. Se suponfa que iba
‘como la ceremonia, y yo ya estaba seguro de que
no podria realizarse, Habizmos elegido un restaurante al borde del
‘mar, bastante oculto desde la calle, ya que estaba en la parte pos-
tetior de un morre en el que no habia otras casas, en medio de la
‘vegetacién, rodeado de galerias y con una escalera que levaba 2
‘una bonita playa, siempre desierta. Pensé que si la gente habia
descubierto lo de la iglesia, encontraria con mayor facilidad el
restaurante y la playa. Pero Tom Zé, que se habia encargado de!
almuerzo secreto, nos aseguré que todo iba a salir bien. Y asi fue.
Liegamos al rest bajamos la playa y no apareié nadie
que no fuera muy intimo. Hacia un ia marsvilloso, todo se cal
‘mo y se alegr6, y yo vi preciosa a Dedé y me sent feliz de estar
casado con ella. Una felicidad que duré todo lo que duré el ma-
‘trimonio.
‘Aparecer en el programa de Roberto Carlos era cruzar una fron-
tera muy significativa. La hostilidad de la MPB con relacién al
ig-ié-ié ponia tan en cvidencia el antagonismo entre ambos que
un gran compositor y cantante como Jarge Ben fue colocadoen la
lisca negra de O Fino da Bossa por haberse presentado una vezea
172
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Jovem Guarda. De todas maneras, Ben, que habia tenide un in-
‘menso ito en 1963 con uns visién muy personal de la bossa
nova, diferente de la de los fundadores y de la gente del Beco das
Garrafas, simplificada y afticanizada, « esas alturas ya estaba ha-
cGendo una fusidn de samba con rythm and blues inaceptable en
el rea de 12 MPB. En realidad, después del reconocimiento
mundial, via Sérgio Mendes y Brasil 66, de sa cancién Mas gue
‘nada, Jorge Ben habia sido relegado a una especie de ostracismo
porlas figuras prestigiosas y el nico que lo amparaba era Rober-
to Carlos. Un tema suyo de aquella época dice: «Ew sou da linha
Jevem-Samba> (Soy de la lines joven-samba], un intento de al-
‘canzar una paz (y una sintesis) entre lz Jovem Guarda y la MPB
‘que no logrs traspasar los limites de le eancién,
‘Aun en Bahia, Gil ya le apasionaba Jorge Ben. Una noche,
durante una actuacién en un local de Salvador, declaré que ha-
bia dejado de componer y que no iba a cantar ninguno de sus te-
‘mas, porque habia surgido un tipo llamado Jorge Ben que hacia
todo lo que él consideraba que habfa que hacer. Dio un concier-
to slo con canciones de Ben. A mi me gustaba éste por su origi-
nalidad y energia, pero no podia admitir que un talento musical
‘como el de Gil se silenciara en reverencia a él. Me impactaba,
sebre todo, que Gil, con mucho mejor oido que yo para la armo-
nia, dijese que preferia abandonarlo todo por un msico infini-
tamente mis rudimentario que él. Lo atribuf en parte (y cxco
que no me equivoqué del todo) a razones raciales. Jorge Ben no
cra sélo cl primer gran autor negro desde la bossa nova (papel
que podria haber sido de Gi
5 al prin
caracteristicas musicales y personales y a través
el ee ba Kee ad e Tns eeed eae
los movimientos negros americanos, a los héroes afficanos, etc
En sus comienzos ya inclufa algunas palabras afticanas y frag-
mentos de leyendas. Por supuesto que siempre tuvimos magni-
ficos cantautores negros, pero sus letras sélo hablaban de vez en
cuando del hecho de ser negro, y siempre en un tono ligero, le-
173vemente cémico, sin pretender nunca una perspectiva politica o
social. Jorge Ben aporté un tono de conciencia negra ala mtisica
pop brasilefa. Gil sintié que algo nuevo relacionado con eso
Tegaba con Jorge.
Habia una grabacidn de Ben que condensaba todas nuestras
ambiciones. Era Se manda [Picndete], un hibsido entre baido y
marcha funk, cantado y tocado con uns violencia saludable y una
modernidad pop y natural que nos lenaban de entusiasmo y en-
vidia, No es que Jorge Ben creara fusiones, ni se puede decir que
hhubiera pasado de la bossa nova al zythm and blues. Cuando
parte. La inmediata temstizacién de la negritud —que, en Sal-
presionado atin con més fuerza a Gil porque
‘evitado en todos los niveler— se tradueia en el
modo de tocar Ia guitarra yen el fraseo medio afro, medio blues,
mis que en el eventual uso de vocablos africanos 0 preudoafrica-
nos y las referencias explicitas ala experiencia negra en las letras.
Usaba la guitarra eléctrica de un modo que se acercaba, al mismo
tiempo, al blues y al rocky revelaba mejor la esencia de la samba
tal como podia manifestarsc en él. Lo que habia estado latente
cn la fase inicial se explicitaba y profundizaba en la fase de con-
finamicnte cn Jovem Guarda. Siendo un carioca de los més ca-
racteristicamente arraigados, Jorge Ben se exilié en Sio Paulo
varios afios. Su noviazgo con la bella paulista Domingas podria
in campo vasto y neutro
uc no dependicsen de 1a
ia en él noeran tanto las
ina alegria fisica
ee presencia en el panorama de la miisica brasile-
‘fa, «Salud» era la palabra que mas facilmente nos salia cuando
174
hablabamos de él. Esa se habia vuelto, y seguiria siéndolo, una
palabra clave para nuestros juicios y apreciaciones. José Agrip-
pinoy Rogério yaa habian usado, incluso, para hablar de litera
ura (en realidad, Rogésio se referia a Panamdérica como tn libro
demasiado saludable para ser literario: «Tienes mucha salud
—le habia dicho Agri iteraturanccesite un
poco msde neurosis), con una connotacin que yocaptéyas-
milé de inmediato, Salud era lo que transmitian la figura, el
bre y las ideas de Jorge Ben. A esas alturas, su atraccién por la
escena pop nortcamericana ya era para nosotros una seftal de sa~
que crearon el neorrock de los afios sesenta) era sélo uno
jentos que, en el giro tropicalista, habfamos dejado de
evulgares> para d
su agresividad alegre (en la letra manda a la porra a
‘una mujer infiel, de manera concisa y nada incriminatoria) y su
musicalided, que exhibe trazos crudos dessmba de morro y blues
en una composicién externamente nor
cién de nuestros suefios. Sin crear una fusién artificiosa y homo-
ge Ben presentaba una sonorided con un sello
fuerte, original, que tomaba el conjunto de cuestiones que nos
interesaba atacar por el otro extremo, el del tratamiento final,
mientras nosotros llegabamos a soluciones variadas c incomple-
tasen ese campo, Gily yo elegimos la pista Se manda porque, en
‘se sentido, estaba muy lograda y porque sus caracterfsticas nox
destinas nos la acercaban como bahianos; pero lo que he dicho
sobre esa grabacién es aplicablea todo el LP O didu [EV adivina]
yatodo el trabajo de Jorge Ren del final de los afios sesenta. Jorge
pasé aser un simbolo, un mito
que lo habia adorado sin rest
sus procedimicntos de entonces como una de las principales
fuentes de inspiracién para sus biisquedas en Ia guitarra y en los
arreglos; y yo, que desde aquella época imité varies veces algu-
nas cosas de su modo de hacer poesia y's, en nuestro afin por exponer las entrafias de
108 realizado «un descenso a los infiernos»,
tista Jorge Ben es el hombre que habita en el pais utépi
alld de la historia que tenemos el deber de construir y que vive
en nosotros»
176
2002
Dede y yo nos instalamos en un piso que Guilherme habia en-
contrado en alguiler en la esquine de Ipiranga y Sao Luts, en el
vividoen Roma, Parisyalguna ciu-
dad de Alemania y tenia una visiGn bastante amplia de lo que sig-
nificaba vivir bien. A esas altaras quiz la idea de vivir en el centro
estaba cimpezando a ser lo que es hoy: algo pasado de moda y
poco seguro. Guilherme evaluaha las ventajas de confort y precio
y dejaba a un lado los prejuicios; pero mi alejamiento de ias cosas
pricticas es tan grande que no estoy ni siquiera seguro de que,
efectivamente, hubiese ventajas con relacién a ese lugar, Dedé fue
averlo con Guilherme, lo aprobs y me llevaron. El edificio, en el
‘que mi amigo también encontro un piso para él, era uno de esos
primeros rascacielos residenciales de Sao Paulo, de paredes séli-
das, vestibulo de marmol y ascensores con frisos dorados. El as-
pecto era més anticuade y digno que petulante, y las viviendas
eran muy luminosas y amplias. Guilherme ocupé una en la planta
dieciocho, y nosotros, una en la veinte, el néimero 2002, En la es
‘quina de enfrente se vefa el edificio Italia, uno de los més altos de
Ia Giudad; daba gusto vivir en el coraz6n de una gran urbe, entre
rascacielos. Sobre todo porque nuestro piso tenfa una terrzza con
Durante el primer mes no nos.
respecto al mobiliario de la sala y el comedor. Habiamos compra-
7