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ESCRITURA / TRAVESTISMO Aunque reservada, Ia burla aflora en la reverente destre- za de los retratos de Goya. Lo risible, la fuerza compul- siva de lo ridiculo, como si cuarteara el lienz0, va minando en su expresiva majestad a esas damas de la corte espafiola, convirtiéndolas en serenos esperpentos. Si el respeto y Ia derrisién, la piedad y Ia risa nos soli- citan ante esas imagenes, es porque algo, en la panoplia real que las designa, se sefiala como felso. Pienso, por su- puesto, en Ja reina Maria Luisa, de “La Familia de Carlos IV™, enjoyada y regordeta, cuyo peinado atraviesa una flecha de brillantes, pero sobre todo en la Marquesa de la Solana, coronada por una flor desmesurada, de fieltro rosado. Lo falso en esos testimonios, sin recurrir @ la alteracién visible de las formes, de un modo solapado, convierte las alhajas en pacotillas, los trajes en disfraces, las sonrisas em muecas. Si ayenturo estas referencias es porque nadie las explici- ta mejor que Manuela, la heroina de El lugar sin limites, de José Donoso. Reina y espantapajaros, en Manuela lo falso aflora, sefiala la abominacién del postiche: el retrato se conyierte en chafarrinada, el dibujo en borrén, puesto que se trata de un travesti, de alguien que ha evado la experiencia de la inversidn hasta sus limites. "Lo goyesco en la Manuela ixrumpe cuando en el nivel _ de los ademanes, de las frases en femenino, y sit recurrir - a Ia alteracioni visible de las formas (de la gramitica), se hace presente Manuel Gonzalez Astica, el bailarin que ESCRITURA / TRAVESTISMO 45 sién de ajustes, la metafora de la mufieca rusa, podria es- quematizarse en un cuadro. Inversiones: ie un hombre se traviste en mujer 20 que atrae por lo que de hombre hay en ella 33 que es pasivo en el acto sexual Esta cadena formal que estructura, que traza las coorde- nadas del espacio narrativo, se “refleja” en el nivel de los afectos, tematicamente: la repulsién que suscita el esper- pento queda trastrocada en atraccién: Pancho Vega, el macho oficial del caserio, asedia a la Manuela, fascinado, a pesar (0 a causa) de todas las censuras, por la mdscara, por la impostura goyesca. El acto sddico final, que perpe- tran Pancho y su secuaz Octavio substituye al de la posesién. Incapaz de ‘afrontarse con su propio deseo, de asumir la imagen de si mismo que éste le impone, el macho —ese travesti al revés— se vuelve inquisidor, verdugo. Donoso disfraza habilmente la frase, la enmascara, como para situarla simbdlicamente en el ambito afectivo de la Manuela, para atribuir a ésta, relegando la tercera persona que la designa a servir de ocultamiento, “la responsabili- dad” del relato, un “yo” al acecho, solapado, el sujeto real de Ja enunciacién: todo él/ella es un encubrimiento; un yo latente lo amenaza, lo mina por dentro, lo resquebraja. Como en ese otro lugar sin limites que es el suefio, aqui _ todo dice yo. 46 ESCRITO SOBRE UN CUERPO Los verbos de significacién agresiva (patear, pegar) se encuentran “doblados” por otros de connotacién sexual (ja- dear), por metaforas del deseo (los hombres estan hambrien- tos), de penetracién (sus cuerpos babientos y duros hirien- do el suyo), de gozo (sus cuerpos calientes retorciéndose). Una frase, finalmente, como si el discurso subterraneo aflo- rara, explicita la alegria sddica: “deleitados hasta el fondo de la confusién dolorosa”. Otra inversién se sitia en el plano de las funciones socia- les: la matrona del burdel es virgen, y, como para subrayar que en este mundo invertido la unica atraccién posible es la que ejercen los disfraces, nadie la desea. Este juego de “vuelcos”, que he esbozado, podria exten- derse a toda la mecdnica narrativa: al esquema novelesco del relato en el relato, Donoso substituye el de la inversién en la inversién. Si esta serie de virajes, contenidos unos en otros, no dan jamas una imagen andloga a la del “mundo al derecho”, sino que van cada vez mds lejos en su revolu- cién, es porque lo que se invierte en cada caso no es la totalidad de la superficie —lo econédmico, lo politico, las tensiones de clase no se modifican en los vuelcos y corres- ponden siempre a la “realidad”—, sino unicamente sus sig- nificantes erdticos cada vez diferentes, ciertos planos ver- bales, la topologia que definen ciertas palabras. El lugar sin limites es ese espacio de conversiones, de transformaciones y disfrazamientos: el espacio del lenguaje. Las apariencias engatian Es lo que constituye Ja supuesta exterioridad de la lite- ratura —la pagina, los espacios en blanco, lo que de ellos emerge entre las lineas, la horizontalidad de la escritura, la escritura misma, etc.— lo que nos engafia. Esta apariencia, este despliegue de significantes visuales —y mediante éstos (los grafos) en nuestra tradicién, fonéticos— y las relaciones que entre ellos se crean en ese lugar privilegiado de la ESCRITURA / TRAVESTISMO 47 relacién que es el plano de la pagina, el volumen del libro, son los que un prejuicio persistente ha considerado como la faz exterior, como el anverso de algo que seria lo que esa faz expresa: contenidos, ideas, mensajes, o bien una “ficcién”, un mundo imaginario, etc. Ese prejuicio, manifesto o no, edulcorado con distintos vocabularios, asumido por sucesivas dialécticas, es el del realismo. Todo en él, en su vasta gramatica, sostenida por Ja cultura, garantia de su ideologia, supone una realidad exterior al texto, a la literalidad de la escritura. Esa reali- dad, que el autor se limitaria a expresar, a traducir, diri- girfa los movimientos de la pagina, su cuerpo, sus lenguajes, Ja materialidad de la escritura, Los mds ingenuos suponen que es la del “mundo que nos rodea”, la de los eventos; los mds astutos desplazan la falacia para proponernos una entidad imaginaria, algo ficticio, un “mundo fantastico”. Pero es lo mismo: realistas puros —socialistas 0 no— y rea- listas “‘madgicos” promulgan y se remiten al mismo mito. Mito enraizado en el saber aristotélico, logocéntrico, en el saber del origen, de un algo primitivo y verdadero que el autor Ievaria al blanco de la pagina. A ello corresponde Ja fetichizacién de este nuevo aedo, de este demiurgo re- cuperado por el romanticismo. El progreso tedérico de ciertos trabajos, el viraje total que éstos han operado en la critica literaria nos han hecho revalorizar lo que antes se consideraba como el exterior, la apariencia: —El inconsciente considerado como un lenguaje, some- tido a sus leyes retéricas, a sus codigos y transgresiones; la atencién que se presta a los significantes, creadores de un efecto que es el sentido, al material manifiesto del suefio (Lacan). as —El “fondo” de la obra considerado como una ausencia, Ja metdfora como un signo sin fondo, y es “esa lejania del significado lo que el proceso simbélico designa” (Barthes). + Jacques Derrida: L’Ecriture et la difference, 1967. ESCRITO SOBRE UN CUERPO la aparente exterioridad del texto, Ia superficie, esa médscara nos engafia, “ya que si hay una mascara, no hay nada detras; superficie que no esconde més que a si misma; superficie que, porque nos hace suponer que hay algo detrds, impide que la consideremos como superficie. La mdscara mos hace creer que hay una profundidad, pero lo que ésta enmascara es ella misma: la mascara simula la disi- mulacién para disimular que no es mds que simulacién”.? El travestismo, tal y como lo practica la novela de Donoso, seria la metdfora mejor de lo que es la escritura: lo que Manuela nos hace ver no es una mujer bajo la apariencia de la cual se esconderfa un hombre, una mascara cosmética que al caer dejara al descubierto una barba, un rostro ajado y duro, sino el hecho mismo del travestismo. Nadie ignora, y seria imposible ignorarlo dada la evidencia del disfraz, Ja nitidez del artificio, que Manuela es un ajetreado baila- rin, un hombre disimulado, un capricho. Lo que Manuela muestra es la coexistencia, en un solo cuerpo, de significan- tes masculinos y femeninos: la tensién, Ja repulsién, el antagonismo que entre ellos se crea. A través de un lenguaje simbélico® lo que este perso- naje. significa es el pintarrajeo, la ocultacién, el encubri- miento. Cejas pintadas y barba: esa mascara enmascara que es una mascara: esa es la “realidad” (sin limites, puesto que todo es contaminado por ella) que el héroe de Donoso enuncia. Esos planos de intersexualidad son andlogos a los planos de intertextualidad que constituyen el objeto literario. Planos que dialogan en un mismo exterior, que se respon- den y completan, que se exaltan y definen uno al otro: esa jnteraccién de texturas lingiiisticas, de discursos, esa danza, esa parodia es la escritura. - sande Baudry: “fcriture, fiction, idéologie”, en Tel Quel, mi- m a S emir Rodriguez Monegal: “El Mundo de José Donoso”, en Mundo Nuevo, ntim. 12. [La novela de Donoso, a que se refieren estos estudios, ha sido publicada en México por Joaquin Mortiz.]

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