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Paro estructural y ausencia de pleno empleo, por incidencia de las crisis económicas recientes.
Disminución del porcentaje de trabajadores activos, que tienen que financiar prestaciones en
aumento.
Incentivos y protecciones que han funcionado malignamente, de manera que los subsidios de
desempleo han acomodado a capas laborales, mientras el empresariado ha respondido con medidas
inhibidoras de la contratación.
Dominio del sector servicios en las economías, difundiendo el trabajo por cuenta propia,
aprovechando la liberalización del mercado laboral.
Alteración del Estado del Bienestar (que implica los derechos a prestaciones en educación,
sanidad, salario mínimo, pensiones, cobertura de desempleo...) desde que emergió la crisis fiscal
del Estado.
Industria. Complementa medidas prohibitivas y de colaboración con las empresas para conseguir
tres objetivos: racionalización del consume de recursos, control de la calidad de los productos, y
normas de fabricación.
Energía. Trata de aumentar el rendimiento energético y de desarrollar programas tecnológicos
para reducir el consumo de carbón, sustituyéndolo por energías alternativas.
Transporte. Tiende a evitar congestiones y saturaciones, planificando los usos del suelo, la
gestión más efectiva de los servicios y de las infraestructuras, el desarrollo del transporte público,
la promoción de combustibles menos contaminantes, y el uso racional de los vehículos privados.
Agricultura. Intenta atajar la destrucción de suelos y alcanzar un equilibrio más ajustado entre la
actividad agraria y otras formas de desarrollo rural.
Turismo. Como fuente de ingresos para muchas regiones y una muestra ideal de la relación entre
desarrollo económico y ambiente, los objetivos se centran en conservar los valores naturales y
culturales, la diversificación de las actividades fomentando turismos alternativos al de masas, la
promoción de la calidad de los servicios turísticos y campañas capaces de fomentar un mejor
comportamiento por parte de los turistas.
El mayor acuerdo para conservar los recursos naturales del planeta ha sido el Protocolo de Kyoto (1997),
un acuerdo entre 180 países bajo el compromiso de reducir las emisiones de gases que provocan el efecto
invernadero. Sin embargo, en este plan se aceptaron ciertas medidas flexibles, entre ellas la venta de cuotas
de contaminación de unos países a otros y la compensación por sumidero, es decir, por las masas forestales
que absorben la contaminación. Objetivo de esta protocolo fue también la promoción de las energías
renovables, a exclusión de la energía nuclear. La aplicación del protocolo fue muy irregular por la
resistencia de algunos países a aplicarlo, entre ellos EEUU, el mayor emisor mundial de gases de efecto
invernadero.
La Cumbre de la Tierra de Johannesburgo, celebrada en 2002, hizo especial hincapié en el desarrollo
sostenible y en la renovación del compromiso político de los estados allí reunidos sobre los acuerdos
alcanzados en las reuniones anteriores.
En diciembre de 2007 se reunió la Conferencia de Bali sobre el cambio climático. Tras arduas
negociaciones se consiguieron varios acuerdos. El más importante de ellos fue el compromiso de todos los
países, incluido EEUU, de actualizar los acuerdos de Kyoto a partir de 2012. Además, China e India se
comprometieron, a pesar de no estar obligadas por Kyoto, a controlar sus emisiones de gases de efecto
invernadero. Debido al vencimiento del plazo de vigencia de Kyoto, se reunió en 2012 la Conferencia Rio
+20, en la que se llegaron a unos acuerdos mínimos para aplicar medidas referidas al desarrollo sostenible
y la erradicación de la pobreza. Estos acuerdos tendrán vigencia hasta el año 2020.