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Un cronista por la Gobernacién de Popayan: Cieza de Leén y su Crénica del Peri Juan David Montoya Guzman Més que un recorrer, la exploracién es un escudrifar una escena fugitiva, un rincén del paisaje, una reflexion cogida al vuelo, es Io timico que permite comprender e interpretar horizontes que de otro modo serian estériles. Claude Lévi-Strauss, Tristes irépicos. Resumen Este articulo plantea varios interrogantes; ,cémo se ha leido la Cronica del Peri? {Cudles fueron las armas intelectuales que utilizé Cieza de Len? Se estudiaran cinco puntos precisos. Primero, qué sentido tenia escribir historia en el siglo XVL. Segundo, se mostrar a través de qué mecanismos asimilaba la realidad que tenia ante si el cronista. Tercero, se analizaré el discurso que fabricé Cieza de Leén para mostrar la rela- cién entre el mundo de los indigenas y el mundo de los espaiioles. Cuarto, se estudiard 1a forma como la figura del demonio sirvi6 para mostrar el avance de la conquista y la buena actuacién de los conguis- tadores. Y por tiltime, se estudiardn las representaciones que utiliz6 el cronista para edificar un discurso relacionado con las actuaciones de los conquistadores en el Nuevo Mundo. Palabras clave: crénica, indios, conquistadores, behetria, antropofagia, idolatria, barbarie, violencia Intreduccién cultural. Asi, por “literatura de via- jes” entiendo el diario que escribe Si se aprendicra a utilizar, lalite- | un viajero, gencralmente sobre un ratura de viajes estaria entre las _ pais extranjero. La tentacidn de los fuentes mas locuaces de lahistoria _historiadores y los antropdlogos, 134 como también de otros lectores, es imaginarse que estan viendo con los ojos del escritor y escuchando con sus ofdos y, por lo tanto, percibien- do una culturaremota. La lectura de la Crénica del Perti no deja de sor- prender y maravillar por las descrip- ciones de caciques y guerreros do- rados —ataviados con cascos y patenas de oro, bellas coronas de plumas y un cuerpo copiosamente pintado—, pero también por el es- pectaculo de aldeas rodeadas de calaveras 0 por la presencia en ellas de cuerpos humanos rellenos de ce- niza, sentados en fila en los bohios y con los craneos recubiertos con cera. E] autor de dicha erénica es el extremefio Pedro Cieza de Leén (1519-1554) que recorrid buena parte del norte del virreinato del Pent, desde la ciudad de Cartagena hasta la villa de Potosi. Sin embargo, la finalidad de este articulo no es la de reconstruir la vida del cronista ni tampoco la de comen- tar tradicionalmente su obra, como lo hicieron varios historiadores du- rante él siglo XIX. Estos, movidos por el deseo de exaltar la importan- cia de los acontecimientos de la Conquista, buscaron consciente- mente retener el drama transmitido por las crénicas. El periodo de la conquista del Nuevo Mundo les pa- recia la materia por excelencia del historiador, aquella en la que el des- pliegue narrativo de los aconteci- mientos permitia mantener indefini- damente el interés de los lectores. Historia y Sociedad 11 E] historiador norteamericano Wi- lliam Prescott fue el principal repre- sentante de esta forma de hacer his- toria, pues inauguré una tendencia historiografica basada en las croni- cas espafiolas, subrayando la impor- tancia del choque militar, de las vic- torias y derrotas de las fuerzas en contienda. El conflicto era la princi- pal estructura interpretativa. Los enfrentamientos heroicos entre “in- dios barbaros” y caudillos de hues- tes era una metafora que resumia los antecedentes de civilizaciones in- compatibles y la culminacién de una empresa desmesurada denominada Conquista. En las ultimas dos décadas del si- glo XX los procesos de conquista y colonizacién de América han sido tevaluados por los estudios posco- loniales, un area cuyo enfoque son la produccién discursiva europea y su relacién con los procesos de co- lonizacion en otros espacios como India, Africa y América.' El méto- 1. Elquehacer intelectual sobre los es- tudios poscoloniales ha generado un debate que atin contintia, fo cual evidencia que no se trata de un campo tedrico fijo ni homogéneo. sino abierto y heterogéneo. Parte de este de- bate se ha Ilevado a cabo en la revista Latin Research Review, entre 1991 y 1993 y en él sc hizo énfasis en la interdisciplinaridad (his- toria, antropologia y literatura), Cfr. Patricia Sced, “Colonial and postcolonial discourse”, en: Latin Research Review, (3), vol. 26, 28, Nueva York, 1991, pp 181-200; ademas véase el comentario y debate que se realiz6 en la misma revista, (3), vol. 28, 1993, pp. 113-152. Hernan Vidal, “The concept of co- lonial and postcolonial discourse: A pers- pective from literary criticism”; Walter Juan David Montoya Guzmin do utilizado para el examen del te’ to de Cieza de Leon és el andlisis del discurso, es decir, hay mucho énfasis en el examen de la estructu- ratextual. Apoyandose en estas teo- tias, las crénicas del siglo XVI per- miten estudiarse desde diferentes angulos, en los cuales se pueden encontrar los diversos discursos y valores que conformaban el mundo colonial: la legislacién, la historia, la geografia, la supuesta “etnografia”, la literatura y la religién. La presen- cia de estos discursos en el texto de Cieza de Leén no sélo ofrece una ventana al mundo colonial sino que hace evidente que la Crénica del Peru patticipé en el proceso general de la creacion y el sosteni- miento del orden colonial en el Nue- vo Mundo.” Mignolo, “Colonial and postcolonial discour- se: cultural critique or academia colonia- lism?"; Rolena Adorno, “Reconsidering co- lonial discourse for sixteenth —and seventeenth— century Spanish America” 2. Pedro Cieza de Leon escribié cuatro libros: Crénéca del Perit, Seitorio de los In- cas. Conquista y Descubrimiento del Perii y Las guerras civiles peruanas; slo el primer libro fue impreso en vida del autor Sevilla, 1553), los tres libros restantes fueron publi- cados durante los siglos XIX y XX. Para el presente trabajo utilizaré la edieién de Carmelo Séenz de Santa Maria que retine las obras compietas del llamado “principe de los cronistas”. Véase: Pedro Cieza de Leon, Obras compleias. La Crénica del Ports /Las Guerras Civiles peruanas, tres tomos, (edi- cién critica, notas, comentarios ¢ indices, es- tudios y documentos adicionales: Carmelo Sdenz de Santa Maria), Madrid, Consejo Superiorde Investigaciones Cientificas, 1984. 135 Una historia llena de verdades {Qué significaba escribir una historia del reino del Pert y de la Gobemacién de Popayan en la pri- mera mitad del siglo XVI? Esta es una pregunta fundamental. Existia una gran relacién entre la funda- cidn de ciudades y villas para cs- tablecer el dominio de territorios en la Gobernacién de Popayan por parte de Jorge Robledo —del cual Cieza era criado—, y el objetivo que inicialmente atribuye Cieza de Leén ala primera parte de su obra: la narracién del poblamiento de centros urbanos. Una de las moti- vaciones para la crénica que Cieza de Leon empezé a escribir poco tiempo después de la fundacién de la ciudad de Cartago, debié ser el impulso conquistador del capitan Robledo, porque asi tendria un tes- timonio de las empresas de des- cubrimiento y poblamiento en caso de un futuro reclamo de privile- gios, la crénica se convertiria asi enun documento legitimador para la hueste robledista. La cronica se presenta como una forma de hacer historia. Constitu- ye, de entrada, el primer ordena- miento de los hechos en un discur- so cronologico que pretende captar la historicidad de los procesos, im- pregnado de las concesiones que se encuentran estrechamente vincu- ladas a la problematica y al debate de su tiempo, en la que las fuentes 136 terminan por perder toda su ino- cencia.* Lamisma palabra crénica, en su etimologia, es el vocablo para de- nominar el informe del pasado 0 la anotaci6n de los acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuencia temporal. Mas que un simple relato de descripcién, la crénica, en su sentido medieval, es una lista organizada sobre las fechas de los acontecimientos que se de- sean conservar en lamemoria. Du- rante el siglo XVI los antiguos ana- les y crénicas habian empezado a desaparecer gradualmente y fueron reemplazadas por la historia (narra- cidn estilo gesta).’ Es este, al pare- cer, el sentido en el que se emplea el vocablo crénica en los escritos so- bre el descubrimiento y la conquista de las Indias. Cieza de Leon, a pesar de que titula Cronica del Pert a su libro, no tiene ningim problema en afirmar enel “Proemio del Autor” lo siguien- te: “y cobrando 4nimo, con mayor confianza determine de gastar algin tiempo de mi vida en escribir histo- ria”. Mas adelante agrega: “y sino va escrita esta historia con la suavi- 3. Bernardo Tovar Zambrano, Le colo- nia en la historiografia colombiana, Bogota, ECOE, tercera ediei6n, 1990, pp. 18-60. 4. Walter Mignolo, “Cartas, crénicas yrelaciones del descubrimiento y la conguis- ta’, en: Historia de la literatura hispano- americana, dos tomes, (Coord.): Luis [Aigo Madrigal, Madrid, Ediciones Citedra, 1992, 1.1, pp. 57-116 Historia y dad que daa las letras la ciencia, ni con el ornato que requeria, va alo menos Ilena de verdades; y cada uno se dé lo que es suyo con brevedad, y con modelacién se reprenden las cosas mal hechas”.’ Mucho se ha discutido acerca de la relacidn entre historia y crénica. Esta Ultima esta colmada de acontecimientos a par- tir de los cuales el historiador hace su relato, la crénica no es una re- presentacion mocente de los hechos en “bruto” ofrecidos por el registro documental, ni se presenta de ma- nera natural al historiador. La croni- ca es una representacion figurada de los acontecimientos e, igual que la historia elaborada a partir de ella, tiene un doble referente: por un lado, los acontecimientos y por otro, una. estructura de la temporalidad. Cieza de Leén concluye, refirién- dose a la definicién que Cicerén dio de la historia Ilamandola, curiosa- mente, no historia sino escritura: “y asi, llamo a la escritura Ciceron, testigo de los tiempos, maestra de la vida, luz de la verdad”.’ Pese a los nombres que emplea Cieza de Leén para remitir a su crénica, que- da clara la intencidn del tipo de dis- curso que adopts y la formacion discursiva en la cual lo escribid. La busqueda de la “verdad desnuda”, conllevé a que el cronista dividiera su trabajo en dos partes: la primera es el estudio de los hechos, y la se- Cieza de Len, Op. cit, 1, p.3 6. Mid. tI, p. 6. Juan David Montoya Guzman gunda, la seleccién de las fuentes por utilizar. Los escritores del Renaci- miento consideraban la Historia como un medio de persuasién del lector con mirasa la modificacién de su conducta y el impulso ala accidn. Lahistoria lleg6 a ser una prolonga- cién de la retorica, lo cual supuso la imitacién demodelos greco-latinos. Es decir, la historia en este periodo consideraba como su objetivo pri- mordial la educacién a través del “buen ejemplo” Como era habitual en los escritos de la época, la Cronica del Pert estaba precedida por los prelimina- res. La primera parte, que se referia ala Gobemacién de Popayan se ini- ciaba con la tradicional “Dedicato- ria”, en este caso al principe Felipe, futuro Felipe IL. Se tratade un corto pasaje en el cual Cieza de Leon le presentaba su obra y se definiaa si mismo en términos bastante humil- des, haciendo hincapié en su lealtad. ala Corona. A continuaci6n, daba rienda suelta a su escritura, un tanto formal pero igualmente elegante, en el “Proemio al lector”. Con este ar- tificio literario, el cronista buscaba ofrecer a sus lectores una clave para que entendieran que su discurso per- tenecia al género “historiografico”, lo cual indicaba su conciencia de un publico receptor al que se le codifi- caba el texto. Como recientemente 7. Luis Cabrera de Cérdoba, De Histo- ric para entenderta y eseribirta, [1611], Max drid, Instituto de Estudios Politicos, 1948, pp. 35-41 137 lo ha scfialado Jaime Humberto Borja, los proemios buscaban “per- suadir” y por lo tanto, deleitar, en- sefiar y conmover a los lectores,* mientras que las dedicatorias se usa- ban para proteger oficialmente la obra, y también para ofrecer el tex- to al monarca como principal lector: la historia era consejera para el buen gobierno. Asi pues, Cieza de Leén fuc el primer historiador del Pert y dela Gobernacion de Popayan. Lo im- portante es que el proceso de escri- tura de la crénica puede entenderse también como el desarrollo de su propia formacién como historiador. Endicho proemio dela Cronica del Peri, Cieza de Leon, se presentd como entremetido en el oficio de his- toriador y se disculpé por su “flaco ingenio”, su principal motivo para escribir fue que: “.. en todas partes por donde yo andaba ninguno se ocupaba de escribir nada de lo que pasaba. Y que cl tiempo consume la memoria de las cosas. ..”°. Exis- tian preceptos Renacentistas para los cuales la escritura de la historia no podia dejarse en manos de cualquie- ra, sino de “letrados”. No obstante, 8. Jaime Humberto Borja Gémez, Los indios medievales de Fray Pedro de Agua- do. Construceién del idéblatra y escritura de la Historia en una crénica del siglo XVI, Bo~ gotd, Pontificia Universidad Javeriana/ ins tituto Colombiano de Antropologiae Histo- ria / Universidad Iberoamericana de México, 2002, p. 54 9. Cieza de Leén, Op. cit., tL, p.3 138 la historiografia indiana brinda una excepcion a la regla, dadas las cir- cunstancias histéricas, que hizo a capitanes y soldados tomar asu car- go una tarea que no estaban en con- diciones de hacer. Por esta razén, se encuentran los casos en que la escritura de la historia se hizo por individuos ne “adecuados” para tal practica, los reiterativos “pedidos de disculpas” no slo manifiestan el t6- pico de la “falsa modestia”, sino tam- bién la conciencia de realizar una practica que tenia sus preceptos, sus rituales, sus jerarquias y, entre ellos, aquel que toca a las personas indi- cadas para escribirla. El mismo Cieza de Leon lo explicaba asi: Temeridad parece intentar un hombre de tan pocas letras lo que otros de muchas no osaron, mayormente estando tan ocupa- do en las cosas de la guerra; pues muchas veces cuando los otros soldados descansaban, cansaba yo escribiendo. Mas ni esta, ni las asperezas de tierras, montafias y rios ya dichos, into- lerables hambres y necesidades, nunca bastaron para estorbar mis dos oficios, de escribir y seguir a mi bandera y capitén sin hacer falta.'" Sin embargo, Cieza de Leén no fue el unico de los cronistas de In- dias que, motivado por la escritura de la historia, se vio en la necesidad de infundir autoridad a su discurso enfatizando en Jas “pocas letras”. Un 10, sid... 1, p. 3 Historia y Sociedad 11 buen nimero de cronistas del Nue- vo Mundo escribieron historias sin tener la autoridad de ser intelectua- les ni el conocimiento y practica ne- cesaria de la retorica asociada a la escritura. Enfatizaron su calidad de testigos de vida y algunos agrega- ron una declarada preocupacién por conseguir testimonios fidedignos y documentos confiables como rela- ciones y cartas, tal como lo expre- saba Cieza de Leon: Y de este pueblo de Uraba has- ta la Villa de la Plata, que son los fines del Peri, anduve yo, y me apartaba por todas partes a ver las provincias que mas po- dia, para poder entender Jo que en ellas habia. Por tanto, de aqui adelante diré lo que vi, y se me ofrece, sin querer engrandecer, ni quitar, cosa de la que soy obli- gado; y de esto los lectores re- ciban mi voluntad."" Cieza de Leon utiliz6 fuentes de otros cronistas como Gonzalo Fer- nandez de Oviedo, autor de la His- toria natural y general de las In- dias, y Francisco Lopez de Gomara, de Hispania Vitrix. Historia Ge- neral de las Indias, a éste wltimo lo refuta y del primero dice lo siguiente refiriéndose al alquitran y los mine- ros que lo explotaban en la punta de Santa Elena; “yo no he visto ningu- no en las partes de las Indias que he andado; aunque creo que Gonzalo Hernandez de Oviedo, en su prime- UL, dbid., Cap. IX, p. 18. Juan David Montoya Guzman ra parte de la Historia natural y general de las Indias, da noticia 29 este yotros”. En cuanto alos documentos que avalaran su relato dice: “...la [rela- ci6n la] dejé entre otros papeles mios yregistros, yme la hurtaron, de que mehapesado mucho”. En el caso de las fuentes indigenas, para com- plementar el testimonio de personas, Cieza de Leon recurriaa los viejos, a todos los que habian conservado elrecuerdo del pasado. Uno de ellos era don Garcia Cayo Topa. Poco después de la derrota de Gonzalo Pizarro, el indio, perteneciente ala antigua familia imperial de los incas, convers6 largamente con un joven soldado espafiol que se interesaba en las antigtiedades. ,Qué verdad intenté transmitirle Cayo Topa a Cieza de Leon, por intermediacién de Fray Domingo de Santo Tomas, dominico que hablaba la lengua quechua? Después de la pacificacion hecha por Pedro de La Gasca, las élites incas del Cuzco tenian la sen- sacién punzante de que los antiguos puntos de referencia iban desapa- reciendo.'* Muchos de los aconte- cimientos del pasado eran ya tema de controversia; la gente se des- orientaba al hablar de las dinastias y 12. Ibid., Cap. Lil, p. 75. 13, dbid., Cap. V, p. 15 14, Carmen Bemand y Serge Gruzinski, Historia del Nuevo Mundo. Los mestizajes, tH, México, Fondo de Cultura Econémica, 1999, p. 37 139 los mitos; por esto Cieza de Ledn aclara en su libro Sefiorio de los /ncas que “muchas veces pregunté alos moradores destas provincias Jo que sabian que en ellas hubo an- tes que los incas sefioreasen....”!° Siguiendo el “problema de las fuentes”; para investigar sobre la naturaleza se interrogé sobre sabo- res, colores y olores de animales y plantas; por ejemplo, cuando se di- tigia a la entrada a la serrania de Abibe, se referia de la siguiente ma- nera acerca de los animales vene- nosos gue alli se encontraban: “|, unos gusanos peludos, delgados, cumplidos como medio dedo, de los cuales yo no me podré olvidar, por- que estando guardando un rio en las montafias que llaman de Abibe, bajé por una rama de un arbol donde yo estaba uno de esos gusanos, y me picd en el pescuezo, y llevé lamas trabajosa noche que en mi vida tuve y de mayor dolor. ..”.! Frente a su falta de estudios como “Jetrado”, Cieza de Leén se preocu- p6 por demostrar su situacién favo- rable como testigo de “vista” y la calidad y variedad de sus fuentes de informacién y el esfuerzo que hizo enconseguirlas, “yo seré un escritor verdadero”!’, escribid en su libro Las guerras civiles del Pert. Aqui la verdad se identifica tanto con la 5. Ciezade Lebn, Op cit, Cap.1V.t.1, p. 149. 16. Ibid, t. 1, Cap. VU, p. 17. 7. Ibid... Cap. LXXXVIL, p. 144. 140 crénica coma con el autor: hechos y narracién se plasman en la historia. A pesar de esto, Pedro Pizarro, pa- riente del conquistador del Pert Francisco Pizarro, critica fuertemen- tea Cieza de Leon diciendo que: [...] porque he entendido hay otros cronistas que tratan dellas [las guerras civiles] aprobando- se de las personas que en ella se han hallado, de dos cosas: de informacién como pasaron y pe- dir interés porque les pongan en la crénica cohechandolos a dos- cientos y trescientos ducados porque ies pusiesen muy adelante en lo que escriban. Esto dicen hacia Cieza en una crénica que hha querido hacer de oidas, y creo yo que muy poco de vista, por- que en verdad yo no le conozco con ser uno de los primeros que en este reino entraron.'* Cieza de Leén se enfrentd a un serio problema. Por un lado era im- portante que consignara su presen- ciaen la conquista del territorio in- diano dando autoridad a su narracién ya que fuse testigo presencial de mu- chos de los principales sucesos que ocurrieron en el] Pert: “yo me hallé en esta guerra, como tengo dicho, y entramos en Picara”.'? Por otro 18, Pedro Pizarro, Relacién del descu- brimiento y conquista de los reinos del Pert y del gobierno y orden que los naturales te- nian, y tesoros que en ella se hallaron y de Jas demés cosas que en él han subcedido hasta el dia de le fecha [1571], Buenos Ai- res, Editorial Futuro, 1944, p. 176. 19. Cieza de Leén, Op. cit., t. I, Cap. AX, p-408, Historia y Sociedad 11 lado, entendié que como cronistano deberia convertirse en personaje de su propia historia, y evité ser rela- cionado con las crueldades ¢ injusti- cias que los conquistadores come- tieron en las Indias. A pesar de la critica que recibié Cieza de Leén por su crénica, el soldado y cronis- ta—a mi modo de ver—-, no deja de ser un autor sincero, comprome- tido seriamente con la escritura de la historia. Si durante el periodo que vivid en las gobernaciones de Car- tagena y Popayan fue descubridor, conquistador y encomendero, su paso al reino del Pert significé la entrega total a la escritura de su cronica: Muchos fueron los aconteci- mientos que pasaron en este reino [Peri] enel tiempo del que vamos escribiendo, y verdade- ramente, si en otras partes de esta escritura me he visto fati- gado en poderlos comprender poner desta manera que se en- tiendan, no con menos fatigas me hallo ahora, pues hemos de contar lo que sucedi6 en Tierra Firme y pasaba en la ciudad de los Reyes, y de lo que hicieron otros capitanes, con 1o que mas pasé en la ciudad de Quito. La confianza que he tenido en Dios Nuestro Sefior que me ha de ayudar, tengo ahora y tendré siempre y asi, con su divina ayu- da, a ratos escribiendo lo uno y aratos lo otro, de manera de que sin que falte nada concluyamos lo comenzado, y por la orden de los capitulos podra el lector ha- Juan David Montoya Guzman llar lo que quisiere y leer lo que mas le agrade...” Las cronicas cumplieron la funcién de escribir para entender. Frente a una realidad tan asombrosa, que no tenia antecedentes en la experiencia de los europeos en Africa o en las islas Canarias ni en los textos de las autoridades clasicas escritos por griegos, romanos 0 drabes, aprehen- derla por medio de la escritura se constituy6 en una realidad inevita- bie. Lanarracin fue un acto fimda- cional, que permilié ordenar lo que existfa desde los paradigmas del Vie- jo Mundo que “descubria”, al insti- tuir un discurso quecreé el imagina- rio de la identidad. Las cronicas mostraron asus lectores que no cxis- tia orden en este territorio antes de lallegada de la civilizaci6n cristiana. Los discursos sobre la “ausencia” de orden y su posterior acto ordena- dor, la Conquista, se llevaron a cabo con la pluma, en dos direcciones: la forma como se narré al indio como sujeto y su entomo natural,2! Los conquistadores dela Conquista “Habiendo yo salido de Espafia, donde fii nacido y criado, detan tier- 20. Ibidd.,1. U1, Cap. COXXXVIL, p. 585 21. Rolene Adomno, “El sujeto colonial y la construccién cultural de la alteridad”, on: Revista de Critica Literaria Latinoame- ricana (28), afio XLV, segundo semestre de 1988, pp. 55-68. 141 na edad, que casi no habia entero trece afios...”, esta es una frase lacénica que muestra como los ava- tares de la vida para los conquista- dores comenzaban muy rapido. Al- gunos soldados, como el pequetio Cieza de Leén, ya se alistaban para empezar una existencia colmada de peregrinajes, aciertos y desaciertos. triunfos y sinsabores que caracteri- zaban a la conquista del Nuevo Mundo. Cieza de Leén antes de ser cro- nista, fue conquistador. Tal como lo demuestra en su narracion, fue sol- dado de las huestes del Licenciado Juan de Vadillo y Jorge Robledo en las Gobernaciones de Cartagena y Popayan, respectivamente. La des- cripcién de estas provincias, preci- samente, es la que inaugura el dis- curso de la Crénica del Pert, su travesia comienza en la ciudad de Panama para luego dar paso a la natracion de su viaje desde San Se- bastian de Buena Vista hasta la villa de Potosi. La exposicion de este via- je permite comprobar que, si bien existen las coincidencias entre el iti- nerario biografico y el itinerario na- trativo, surelato es sobre todo una construccion a posteriori deun viaje narrativo al servicio de una presen- tacion geografica y simbdlica del vureinato del Peri. Cieza de Leén explicd su viaje narrativo asi Y porque, sin las ciudades que se poblaron y se fundaron en el 22. Cieza de Leén, Op. cit, tL, p. 3 142 Peni, se poblé y funds la ciu- dad de Panama en la provincia de Tierra Firme, llamada Casti- Ila del Oro, comienzo por ella, aunque hay otras en este reino de mas calidad. Pero lo hago porque, al tiempo que él se co- menzé a conquistar, salieron de ella los capitanes que fueron a descubrir al Perti, y los prime- ros caballos y lenguas, y otras cosas pertenecientes para las conquistas. Por esto hago prin- cipio en esta ciudad, y después entraré en el Puerto de Uraba, que cae en la provincia de Car- tagena, no muy lejos del gran rio del Darién, donde daré razén de los pueblos de indios, y las ciu- dades de espafioles que hay desde alli hasta la villa de la Pla- ta y asiento de Potosi, que son los fines del Perit por la parte del sur, donde a mi modo de ver hay mas de mil doscientas len- guas, lo cual yo anduve todo por tierra y traté, vi y supe las co- sas que en esta historia tra- to...75 Eltema de la peregrinacién fue un modelo narrativo de gran aceptacion. durante el siglo XVI y, por tanto, una opcidn estratégica de Cieza de Leon. Las desventuras y sufrimientos del camino son leidos como adversida- des superadas heroicamente por los espafioles. El concepto cristiano de Ja peregrinacion, se interpreta como la transitoria y penosa jornada de los hombres en este valle de lagrimas 23. Ibid... , Cap. Ui, p. 8 Historia y Sociedad 11 que es la tierra, antes de llegar aun mundo prometido; es un modelo conceptual que abarca diversos as- pectos de la cronica, dandole uni- dad a un texto extenso y variado: descripciones, anécdotas, consejos citinerarios.* Las narraciones de peregrinaje son por lo gencral rela- tos autobiograficos estruturados al- rededor de un viaje. Se narran los “sinsabores”’, los “trabajos”, las “di- ficultades” que padecié el conquis- tador y la hueste en general. Estas desventuras y sufrimientos legitima- ban la conquista hispana; el libro Descubrimiento y conquista del Pert puede definirse como el texto de los sufrimientos, y a lo largo de éste, Cieza de Leon relata todas las Fazaiias de la hueste de Francisco Pizarro y Diego de Almagro mien- tras recorrian el actual litoral del Pacifico colombiano donde segim el cronista: “mosquitos, hay los que bastara a dar guerra a toda la gente del Turco”. Ademas, al describir las penalidades de la hueste pizarrista en laisla del Gallo, agregaba: Bastimentos no habia mucho en la isla, agua caia tanta de los cielos que ordinariamente lovia lo mas del tiempo, con andar la espesura de los nublados entre 24, Luis Fernando Restrepo, Un Nuevo Reino imaginado: las Elegias de Varones Tustves de Indias de Juan de Castellanos, Bogoté, Instituto Colombiano de Cultura Hispinica, 1999, pp. $2-54. 25. Cieza de Leén, Op. cit., t. 1, Cap. XVII, p. 244. Juan David Montoya Guzman las nubes y la region del aire. El sol daba poca claridad yno veian enel cielo aquella serenidad con que los hombres se confortan y alegran, sino oscuridad y ruido de truenos con gran resplandor de relampagos. Los mosquitos crianse abundantemente con estas cosas, y como los natura- les faltasen, cargaban todos so- bre los tristes hombros que so- losen la isla habian quedado; y muchos andaban medio desnu- dos y sin tener con gue cubrir, y como anduvicsen mojados y por entre aquellas montafias y ma- los caminos, murieron parte de cllos porque sin todas estas pe- nalidades morian ya de hambre y casi no hallaban de comer. ¥ con raz6n se dijo por algunos “la muerte es el fin de los males”; cierto, en algunos tiempos he pasado yo tal vida en semejan- tes descubrimientos, que la he deseado; y lo que éstos pasa- ban considérenla los leyentes, aunque uno es sentir y otro es decir.® La Conquista fue una empresa de aventureros. Como tal, divagar por las diferentes provincias del Nuevo Mundo no era algo extraordinario. Para los contemporaneos de Cieza de Leon la busqueda de fortuna los Ilev6 a participar en diferentes en- tradas, rancheos y cabalgadas, por lo general, poco promisorias. Fl grueso de los emigrantes a Indias participaba en estas expediciones. 26 thid.,t.1. Cap. XIV, p, 242. 143 Su caracteristica principal era que se componian de hombres que no ha- bian recibido encomienda, o tenido alguna que no era rentable. Su posi- cion en estas nuevas sociedades de conquista era telativamente margi- nal: no eran comerciantes, ni ca- bildantes, ni encomenderos, ni mu- cho menos oficiales reales. Esto fue lo que ocurrié en pequefios centros urbanos como los de la Goberna- cién de Popayan, provincia de fron- tera, al margen del Imperio, que per- mitié el nacimiento de nuevos mundos en el Nuevo Mundo; aque! de la mayoria de los habitantes de las Indias, el de los pobres, los va- gabundos, los anénimos; éste era el universo que habitaba Cieza de Leon. Segtin el cronista, su propia curiosidad y deseo de dara conocer los “secretos de la tierra” y los he- chos tinicos que sucedian en el nue- vo continente fue lo que lo motivéa escribir: “y las cosas que pasaron en este discurso con todos si no hubie- se testigos mucho no seria creido”. No obstante, no sdlo se traté de contar los acontecimientos increibles o las descripciones de paisajes y ciu- dades; tal vez lo que mas le intere- saba al cronista era dar cuenta dela transformacidn de las nuevas pose- siones hispanicas, del proceso de “civilizacion”. Como lo ha sefialado recientemente el historiador Luis Millones, es interesante ver la cré- nica de Cieza de Leon como un pro- 27. Ibid... t, Cap. 1, p. 228 144 yecto que se estaba consolidando en la América, entendido esto como un designio monarquico en marcha. El viaje de Cieza de Leon sirvid enton- ces para fundamentar este plan im- perial.’* El propio cronista al refe- rirse a la ciudad de Cali observaba el cambio que estaba sucediendo: “pasando este rio [Cauca], se ca- mina por grandes Ilanos e campafia, hay muchos venados pequefios, pero muy ligeros. En aquestas vegas tie- nen los espafioles sus estancias 0 granjas, donde estan sus criados para entender sus haciendas”.”* Son las ciudades las que marcan los hitos del camino y se convierten en el objetivo de cada etapa del tra- yecto. Entre ciudad y ciudad, Cieza de Ledn describe la geografia y las comunidades indigenas, pero ami modo de ver, se trata de un com- plemento subordinado a los centros urbanos. Es decir, se esta ante una narraci6n de los recursos naturales que sirve para evaluar los logros, fra- casos 0 posibilidades econdmicas de las diferentes ciudades, bas4ndose en su capacidad agricola, comercial o minera. La descripcién de la pro- vincia de Arma es esclarecedora: El sitio de esta vieja villa [Arma] se tiene por algo enfermo: son 28. Luis Millones Figueroa, Pedro Cieza de Ledn y su crénica de Indias. La entrada de los tacas en la historia universal, Lima, Universidad catdlica del Perti/ Instituto Fran cés de Estudios Andinos, 2001, pp. 75-76. 29. Cieza de Ledn, Op. cit, 1, Cap. XXVIL, p. 40. Historia y Sociedad 11 estas tierras tan fértiles, que no hacen mas de apalear la paja y quemar los cafiaverales, y esto hecho, una hanega de maiz que siembran de ciento y mas, y siembran el maiz dos veces al aiio; las demas cosas también se dan en abundancia. Trigo hasta agora no se ha dado ni ha sembrado ninguno para que pue- da afirmar si se dard o no. Las minas son ricas en el Rio Gran- de, que esté una legua desta vi- la, mas que en otras partes, por- que si echan negros, no habré dia que no den cada uno dos 0 tres ducados a su amo. Bl tiem- po andando, ella vendré a ser de las ricas tierras de las Indias.” La dicotomia ciudad-campo te- nia una larga tradicién en el universo cristiano: pertenecia a los tépicos retdricos desarrollados por la tradi- cién clasica. Sus origenes se remon- taban a los tiempos de Horacio, quien creo una primera version que idealizaba la vida en el campo por encima de la urbana. Sin embargo, la idea clasica que triunfé fue la aristotélica, quien le otorgé a los nicleos urbanos un lugar especifico como el espacio de la civilizacién, que se oponia a la condicién del barbaro, en sentido griego, que ca- recia de ellos. 30. Ibid., Cap. XVII, pp. 28-29. 31. Anthony Pagden, La caida del hom- bre natural. El indio anericano y los orige- nes de la etnologia comparativa, Madrid, Alianza, 1988, pp. 39-49. Juan David Montoya Guaman Las ciudades y villas fundadas en la Gobernacién de Popayan eran precarios centros urbanos, el] pro- blema para Cieza de Leon no era su constitucién urbana, su trazado o la calidad de sus edificios, sino la idea que representaba para la cristiandad: concepto argumentativo de civiliza- cidn. Cuando describia las localida- des establecidas por los ibéricos, invocaba el sentido de proteccién que generaba entre los habitantes frente a los indios. Estas razones eran lo suficientemente poderosas para inferir que las ciudades eran la for- manatural de la morada para el hom- bre y sobre la cual se basaba el or- den de la civilidad, porque de alli se derivaban la monogamia, el lengua- je. la familia, las buenas costumbres y todo en lo que se apoyaba la na- ciente sociedad de Conquista. El cronista y los indios Para los europeos, distintos as- pectos de la realidad americana pre- sentaron dificultad para ser inter- pretados. Uno de los principales escollos no fue solamente la reali- dad indiana que ofrecia un especta- culo nuevo y complejo regido por patrones desconocidos, sino tam- bién la simple percepci6n, condicio- nada por el modo de conocer el Nuevo Mundo. Las realidades se esfumaban y las ensofiaciones co- braban realidad, tal y como lo des- cribié el cronista Bernal Diaz del 145 Castillo al entrar en 1519 alaciudad de México-Tenochtitlan acompa- fando la hueste de Heman Cortés: Y deciamos que parecia a las cosas y encantamiento que cuentan en el libro de Amadis, por las grandes torres y cues y edificios que tenfan dentro del agua, y todas de cal y canto: y aun algunos de nuestros solda- dos decian que si aquello que veian si era entre suefios. Y no es de maravillar que yo, aqui lo escriba desta manera, porque hay que ponderar mucho en ello, que no se como lo cuente, ver cosas munca oidas ni vistas y aun sofiadas, como vimos.* Por supuesto, cada cronista, si bien compartia una tradicién textual ycultural en el sentido amplio, esta- ba mas o menos familiarizado con esta tradicién de acuerdo con su educacion y su experiencia de vida. Rolena Adorno ha expuesto en va- tios estudios las diferentes represen- taciones de los indigenas y de sus culturas durante el siglo XVI? Para 32. Bernal Diaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Es- paria, (Estudio pretiminar): Carmelo Sden7. de Santa Maria, Barcelona, Editorial Ramén Sopena, 1975, Cap. LXXXVIL, p. 278 33. Rolena Adomo, “La discusién so- bre la naturaleza del indio”, en: América La- tina: palavra, literatura e cultura, dos voli- menes, (Organizadora): Ana Pizarro, Sio Paulo, Editora Da UNICAMP, 1993, Vol. 1 pp. 173-192; Rolena Adorno, Guamdn Poma. Literatura de resistencia en el Pert colonial, México, Siglo XI Editores, 199i 146 la historiografia ibérica, la aparicion del tema de las Indias significé un problema cultural y politico que hubo de representarse como un nuevo objeto (el Nuevo Mundo), libre de las tradicionales formas narrativas cargadas de una herencia historio- grafica que se remontaba a la Gre- cia Clasica.** Entonces, la necesi- dad y el afan de contro] de una historia de la imagen de los indios y su cultura, estuvo acorde con las po- liticas imperiales. Después de la segunda mitad del siglo XVI la politica de la Corona fue crear una historia oficial que omitiera los excesos de los conquis- tadores y ocultara los puntos flacos del imperio espafiol. El cargo de cro- nista oficial recayé en Antonio de Herrera, quién en 1601 publicd su Historia General de los hechos de Jos castellanos en las Islas de Tie- rra Firme del Mar Océano, basan- dose en los escritos de Cieza de Ledén y de otros cronistas. De la cen- sura fueron victimas Fray Bernardino de Sahagin, el padre Joseph de Acosta, Fray Pedro de Aguado y el beneficiado de Tunja Juan de Cas- tellanos, lo que muestra la importan- cia de lo que se juzgaba: el control 34, Francisco Sancher Blanco, “Des cubrimiento de la variedad humana y for~ macién del esplritu moderno en la Espafia del siglo XVI: el impacto del Nuevo Mun- do”, en: Revista dle Indias (175), vol. XLV, Madrid, Consejo Superior de Investiga- ciones Cientificas, enera-junio de 1985, pp. 181-199, Historia y Sociedad 11 sobre la informacién y la represen- tacion de la realidad americana.* Los textos de los cronistas reco- gieron numerosas historias que los espafioles y sus descendientes na- rraban, inventaban o alteraban. Pues los relatos de la Conquista no solo entretenian sino que cumplian una funcion pedagégica. Por corto que fucra, contenia su impronta moralis- tay reforzaba los prejuicios de los curopeos en contra de las organiza- ciones politicas, las costumbres, las religiones y habitos alimenticios, en- tre otros. Precisamente en la des- cripcion que hace de la Goberna- cién de Popayan, Cieza de Leon identificd a los grupos indigenas como “behetrias”, termine que de- signaba la organizacién politica frag- mentada de las tribus de la Berberia yel Magreb; el vocablo se convirtid en sinénimo de desorden y confu- sién. Es decir, esas comunidades in- digenas no reconociaf una autoridad fija; los grupos se fundian, luego se disgregaban, y esta inestabilidad, facilitada por lamovilidad extrema alo largo de los rios y quebradas, y alo ancho de espaciosos valles y profundos cafiones, les hacia ingo- bernables, al menos segiin las nor- mas castelianas. Al utilizar este anti- guo concepto que se aplicaba a las sociedades del norte de Africa, 35. Juan Friede, “La censura espafola del siglo XVI y los libros de historia de Amé- rica en: Revista de Historia de América (AT), México, Instituto Panamericano de Geogra- fia e Historia, 1959, pp. 45-94 Juan David Montoya Guzman Cieza de Leon reconocia que en las provincias americanas habia una gran diversidad de grupos étnicos que no estaban sujetos a una figura comparable a la del Inca o a la del tlatoani mexicano. Lo que reunia a todas estas so- ciedades que habitaron en el actual occidente colombiano era Ja ausen- cia del poder politico hereditario. De este modo el criterio que conservé Cieza de Leén para hacer inteligibles esas organizaciones sociales, bas- tante distintas de las que existian pa- ra ese entonces en Europa, no era teligioso sino politico, pues el voca- blo “behetria” remite a la historia de las instituciones ibéricas y a una re- lacién de oposicién entre este tipo de gobierno electivo y el poder mo- narquico.*® Cuando el cronista traté de aclarar las razones de la autar- quia de los grupos indigenas que ha- bitaban en el valle del rio Cauca es- cribié que: No hubo entre ellos sefiores que se hiciesen temer. Son flojos, perezosos, y sobre todo, aborre- cen el servir y estar sujetos, que es causa bastante para que re- celasen de estar debajo de gen- te extrafia y en su servicio. Mas esto no fuera parte para que ellos salieran con su intencion; porque constreflidos de necesi- dad, hicieran lo que otros hacen 36. Carmen Bemand y Serge Gruzinski, De la idolatria. Una arqueologia de las eien- cias religiosas, México, Fondo de Cultura Econémica, 1992, pp. 28-29 147 mas no hay otra causa mucho mayor, la cual es, que todas es- tas provincias y regiones son muy fértiles, y a una parte, ya otra hay grandes espesuras de montafias, de cafiaverales y de otras malezas. Y como los es- pafioles los aprieten, queman las casas en que moran, que son de madera y paja, y se van una le- gua de allio dos, 0 lo que quie- ran; y en tres o cuatro dias ha- cen una casa, y en otros tantos siembran la cantidad de maiz.que quieren, y lo cogen dentro de cuatro meses...*” En este contexto de valles inte- randinos, las behetrias estaban con- dicionadas por el medio geografico; uno de los logros de Cieza de Leon. fue haber extraido una teoria sobre las relaciones entre las sociedades, el suelo yel clima, adelantandose a concepciones del siglo XVIIL como el determinismo geografico.* En 37. Cieza de Leén, Op. cit, t. 1, Cap. XI, p. 23 38. En el siglo XVIII la cuestion de la independencia cultural de los pueblos ameri- canos respecto al Viejo Mundo cabré un ca- riz principalmente politico. La teoria politi- cade Montesquieu sirvid a Comeille de Paw para justificar fa conden de las civilizacio- ‘nes americanas sobre bases “naturales”. Las dos premisas de esta teoria fueron el deter- minismo climatico y el cardcter excepcional dc las Indias. Tomé de Montesquieu, de sir John Chardin y del Abate Du Bos la tesis relativa a la influencia del clima sobre el ca- racter, las costumbres, las leyes y la politica de las naciones. En términos genorales, se suponia que los benignos climas de los trd- picos americanos engendraban hombres proclives a la “indolencia mental y espiri- 148 contraste, el cronista presenté la otra cara de la moneda representada por Jos incas. Estos ultimos tenian mas “razon”; su mansedumbre, la vida civilizada y la inteligencia que carac- terizé a los habitantes del Zawan- tinsuyu se oponian a la barbarie, la rebeldia y la fragmentacién del po- der politico con que se clasified a los grupos indigenas que habitaron la Gobernacion de Popayan. Segtn el historiador Hermes Tovar al momento de la irrupcion espafiola, los diferentes grupos in- digenas del valle del rio Cauca cons- tituian provincias en proceso de integracion y consolidacién de sefio- tios. Los cacicazgos, como organi- zaciones politicas autonomas estaban siendo superados por un ordena- miento politico superior: el sefiorio. Para H. Tovar: “la behetria no re- producia a una entidad sin estructu- tual”, y por Io tanto, era un continente epro- piado para las formas despéticas de gobier- no. En contraste, los habitantes de las zonas templadas solfan ser resistentes, emprende- dores y perseverantes en su busqueda de conocimiento y libertad. A esta teoria geno- ra] unié De Paw la hipotesis planteada por el francés Georges Louis Leclere, conde de Bu- ffon, de que América era, en términos geo- logicos, un continente joven que se caracteri- aba por laabundanciade extensos tias, gran- des lagos y muchas marismas estancadas. En cualquier latitud, el hemisferio era mas frfo y héimedo que el Viejo Mundo y sus especies animales menos numerasas y mas pequeftas en tamano que sus equivalentas al o1ro lado del Atlintico. Cit. Antonello Gerbi, La dis- puta del Nuevo Mundo, Historia de una po- lémica, 1750-1900, México, Fondo de Cul- tura Econémica, 1982, pp. 7-23 y 66-101. Historia y Sociedad 11 ras de poder conforme lo definen los cronistas, sino un tipo de orga- nizacién con unas instituciones ad- ministrativas menos visibles ¢ iden- tificables para los europeos”.” Aho- ra bien, para Cieza de Leon, la be- hetria era un estado anterior —como la Edad Media europea—c inferior. Por ejemplo, en Popayan: “fue la provincia comarcana a esta ciudad lamas poblada que hubo en mayor parte del Peri; ysi fuera sefioreada y sujetada por los ingas, fuera la mejor y mas rica: a lo que todos creen’”° Los indios de “behetria” posefan ademas un rasgo comin que los dis- tinguia radicalmente de los incas del Peni: no creian en la inmortalidad del alma. Con esta afirmacion, el cro- nista se cuidé de no entrar al deba- te, en apariencia académico, sobre la existencia o ausencia del alma en- tre los indios. Que estaban provis- tos de ella le parece evidente, atin en las behetrias. Tratandose de un problema delicado, Cieza de Leén aiiadfa que los indios no hacian dis- tincién entre la naturaleza del alma y su poder, y al referirse a los indios Quimbayas escribia que: “Bien tie- ne esta gente entendido de pensar que hay en el hombre mas que cuer- po mortal; no tiene tampoco que sea 39. Hermes Tovar, “Y aqui fue Troya” en: Gaceta (15), Bogota, Colcultura, febrero de 1993, p. 3 40. Cieza de Leén, Op. cil, t. 1, Cap. XXXII, p. 47. Juan David Montoya Guzman énima, sino alguna transfiguracion que ellos piensan y creen que los cuerpos todos han de resucitar’”.*! Creer en la inmortalidad del almano significaba simplemente que esia sobreviviera a la muerte; implicaba también una moral, la certeza de una recompensa o de un castigo segiin las acciones realizadas en la tierra, la separacién del bien yel mal” La falta de autoridad, el irrespeto a las normas ya las costumbres “‘civiliza- das”, muestran a las behetrias des- provistas de significado; es decir, eran indios “barbaros”, pero la au- sencia de alfabeto los hacia carentes de historia, y la practica de la antro- pofagia los representaba como ca- rentes de humanidad.** Por otra parte, la antropofagia e idolatria fueron lamayorimpronta de gorrones, nutabes, picaras, armas, entre otros grupos que habitaron el actual territorio del occidente colom- biano. Cuando el acusado de cani- 41. Ibid., Cap. XXIV, p. 26. 42. Will Henkel, “L’ idolatria come frontiera della missione nell” America Lati- ‘, en: Mélanges de I'école Francaise de Rome, Htalie et Méditerranée (2), vol. 109, Madrid - Paris, 1997, pp. 747- 43, Walter Mignolo, “Misunderstanding and colonization: the reconfiguration of memory and space”, en: Le Nouveau Mon- de, Mondes Nouveaux. L'experiencie améri- caine, (Coords.): Serge Gruzinski y Nathan Wachtel, Paris, Editions Rechercher Sur Les Civilisations / Editions De L? Ecole Des Hautes Btudes en Sciencies Sociales, 1996, pp. 272-273 149 balismo es un individuo denaturaleza cultural y étnica no europea, existe una mayor receptividad —de los lec- tores de todas las épocas— yun me- nor cuestionamiento del texto acusa- torio. El término canjfbal inauguré una relacién con los nativos americanos que suponia el ejercicio de una fé- trea tutoria hispana sobre éstos para su coercion, usufructo de su traba- jo, tierra, riquezas y destruccion de su cultura. Es decir, iniciaba la con- quista del Nuevo Mundo ademas de legitimar la ocupacién de la tierra. Para Cieza de Leon, la antropo- fagia era el criterio esencial para se- parar a las sociedades “bestiales” (behetrias), del refinamiento de los incas sometidos a un poder central ya leyes estrictas. Existen varias teo- rias para explicar el canibalismo de los grupos indigenas en el valle del tio Cauca. Laprimeraargumenta que la guerra resultaba de La competen- cia entre grupos portertitorios prefe- ridos y restringidos, donde la antro- pofagia operaba como un mecanis- mo para enfrentar el problema de suministro de proteinas, derivado de una situacién de presién demografi- 44. Las constantes alusiones de Cieza de Leén sein cual los indios “hablaban con el demonio” desempenaron un papel impor- tante junto ala antropofagia, porque la reli- gidn era un aspecto crucial tanto de la justifi- cacién de la Conquista como del proyecto politico mondrquico. Cfr. Fernando Cervan- tes, El diablo en el Nuevo Mundo. El impac- to del diabolismo a través de la colontzacion hispanoamericana, Barcelona, Herder, 1996, pp. 17-66 150 ca sobre los recursos.** La segunda postura, ve la guerra emergiendo de lanecesidad de proporcionar victi- mas para el canibalismo ritual en el contexto de ceremonias magico-re- ligiosas.*. Ambos tipos de antropofagia fue- ton practicados en la Gobernacién de Popayan; el canibalismo religio- so y el alimenticio parecen ser la explicacidn a que estos grupos indi- genas fueran considerados por Cie- za de Leon “grandes carniceros de comer carne humana”.*” La ansie- dad frente al peligro de los indios canibales, y en particular, la zozo- bra ante la culinaria de estos indios, han sido tépicos desarrollados des- de temprano en las historias de con- quista de América. Cieza de Leén narra, por ejemplo, el caso de un grupo de soldados hambreados que salieron a ranchear en la provincia de Anserma: [.-.] 0 por decirlo mas claro, a robar lo que pudiesen hallar; y junto con el rio Grande dieron 45. Marvin Harris, Canibales y Reyes Los origenes de su cultura, Barcelona, Salvat Editores, 1986, pp. 122-140 46. Hermann Trimborn, Seiiorio y bar- barieenel Valle del Cauca, Estudios sobre ta antigua eivilizacién gumbaya y grupos afi- nes al oeste de Colombia, Madrid, Concejo Superior de Investigaciones Cientificas, 1949, pp. 383-428 47. Jaime Arocha, “Clima, habitat, pro- tcinas, guerras y sociedades colombianas del siglo XVI", en: Revista de Extensién Culine ral (5-6), Medellin, Universidad Nacional de Colombia, agosto de 1978, pp. 50-59. Historia y Sociedad 11 en ciertamente que estaba hui- da por no ser vistos. ni presos de nosotros, a donde hallaron una olla grande llena de carne cocida, y tanta hambre llevaban, que no miraron en mas comer, creyendo que la carne era de unos que llamaban curies, por- que salian de la olla de algunos. Mas que estaban todos bien hartos, un cristiano sacé de la olla una mano con sus dedos y ufias; sin lo cual, vieron peda- zos de pies, dos o tres pedazos de hombres que en ellas esta- ban; lo cual visto por los espa- fioles que alli se hallaron, les pesé de haber comido de aque- Ila vianda...* Este descubrimiento de los furtivos comensales pone de manifiesto una comuin reaccién ante unos indios considerados indiscutiblemente como desaforados eindiscriminados “comedores de carne humana”. Se trata del terror de terminar en las fauces de este ya catalogado ene- migo implacable de la especie hu- mana y de participar inadvertida- mente en su dicta. Como lo ocurrido en la provincia de los gorrones, don- de sus habitantes: Junto a las puertas de sus casas, por grandeza, tienen dentro de la portada muchos pies de los indios gue han muerto, y mu- chas manos; sin lo cual, de las tripas, porque no se les pierda nada, las hinchen de came o de 48, Cieza de Ledn, Op. cit. t. 1, Cap. XIV, p. 26. Juan David Montoya Guzman 151 ceniza, unas a manera de mor- ces escandalosas a la altura de ex- cillas y otras de longanizas, pectativas creadas, entre otros, por desto mucha cantidad; las cabe- los libros de caballerias y los libros zas por consiguiente, tienen de viajes a regiones no europeas.°* puestas, y muchas cuartos en- Eneste sentido, las crénicas del si: teros. Un negro de un Juan de Céspedes, cuando entramos con el licenciado Juan de Vadillo en estos pueblos, como viese estas tripas, creyendo ser longanizas, arremetié a descolgarlas para glo XVI sirvieron como una funcién de entretenimiento de un publico general que estaba mas interesado en curiosidades que en la adquisi- cidn de informacién sistematica. comerlas; lo cual hiciera si no Otro de los topicos mas tradicio- estuviesen como estaban, tan nales era que las sociedades donde secas del humo del tiempo que existian las behetrias tenian “cami- hab‘a que estaban alli colgad: Fuera de las casas tienen pues- tas por orden muchas cabezas, piernas enteras, brazos, con otras partes de cuerpos. en tan- ta cantidad, que no se puede creer. Y si yo no hubiera visto cerias de hombres”, tal como lo es- cribe Cieza de Leon para los indi- genas de la provincia de Antioquia. No obstante, los conquistadores encontraron lugares en los que se exhibian, con propésitos rituales, los lo que escribo, y supiera que en cuerpos y los trozos embalsamados Espafia hay tantos que lo saben de enemigos vencidos en guerra. y lo vieron muchas veces, cierto Hablando de Petecuy —“el mas no contara que estos hombres poderoso de todos los comarcanos, hacian tan grandes camicerias y a quien todos tenfan mas respe- de otros hombres sdlo para co- to” —, Cieza de Ledn describe un mer; y asi, sabemos que estos centro religioso en el valle de Lili: gorrones son grandes carnice- oes de comer Carne harmana® En medio de este pueblo esta una gran casa de madera muy El discurso sobre la costumbre alta y redonda, con una puerta antropofagica sirvié como tépico en el medio, en lo alto de ella para justificar la guerra y la esclavi- habia cuatro ventanas por don- tud de los indigenas. La Europa del de entraba claridad; la cobertu- Renacimiento proveyé un material ra era de paja, asi como esta- ban dentro, estaba en alto una larga tabla, la cual la atravesa- ba de una parte a otra, y enci- ma de ella estaban puestos por narrativo que frisaba en fo dramati- co, lo espectacular y lo macabro. Este material les proporcionaba a los lectores europeos de la época narra- ciones exdticas, novedosas y a ve- ~ 30. Cf Inving A. Leonard, Los libros ee del conquistador, La Habana, Casa de las 49. tbid., 1, Cap. XXVI, p. 39. Américas, 1983, pp. 26-43. 152 orden muchos cuerpos de hom- bres muertos de los que habian vencido y preso en las guerras, todos abiertos; y abrfanlos con cuchillos de pedernal y los de- sollaban, y después de haber comido Ia carne, henchian los cuerpos de ceniza y hacinales rostros de cera con sus propias cabezas, ponianlos en la tabla de tal manera, que parecian hom- bres vivos. En las manos a unos les ponian dardos y a otros lan- zas y a otros macana. Sin estos cuerpos, habia mucha cantidad de manos y pies colgados en el bohio o casa grande; y de otro, que estaba junto a él, estaban grande mimero de muertos y cabezas y osamenta; tanto, que era espanto verlo.' Al parecer se trataba de momias utilizadas en ceremonias al final de la temporada de lluvias, iniciando con el verano la temporada de via- jar, deintercambiar, de hacer la gue- 1a y practicar la caza. La piel, en sus distintas manifestaciones: mas- caras, cabezas-trofeos, tambores, era utilizada para representar otro mundo (el de los muertos, los ante- pasados, los enemigos, los anima- les, el futuro). Aunque el historia- dor alemén Georg Eckert sefialé Si, Cieza de Ledn, Op. cit., t. I, Cap. XXVIL p. 41 52. R. Tom Zuidema, “Xipec Totec en los Andes”, en: Memorias primer seminario internacional de einohistoria del norte del Eeuador y sur de Colombia, Guido Baron y Francisco Zuluaga (editores), Santiago de Cali, Universidad del Valle, 1995, p. 17 Historia y Sociedad 11 para el valle del rio Cauca que la caceria de cabezas se relacionaba con lacreencia en la“‘trasmisibilidad’” de los atributos humanos: con el tro- feo capturado, el vencedor obtenia las fuerzas y aptitudes de los indios enemigos. Es posible que lo que los cronis- tas identificaron como “carnicerias de care humana” hayan sido de esos sitios en los que el solemne sa- crificio de victimas y el consumo de came estuviesen unidos al ritual de guerra. No se trata de negar la an- tropofagia que practicaban los gru- pos indigenas del actual occidente colombiano. Tal vez, la escasez de proteinas en la dieta alimenticia, se presenté como el resultado a la ne- gativa de sembrar los campos, para hacer mas dificil la supervivencia de Jos espafioles, y asi lo describié Cieza de Ledn en una corta frase: “estos indiosy todos vecinos tienen este uso de comer came humana, y antes que nosotros entrdsemos en sus tierras ni las gandsemos lo usaban”.** El sacrificio de enemigos y el pos- terior consumo de su carne, fueron actos realizados en el contexto de una guerra en que los indios defen- dian sus provincias invadidas, y no $3. Georg Eckert, “La caceria de cabe- zas", en: Guerreros y canibales del valle del Cauca, traduccién y edicion de Mario Gonzé- lez Restrepo, Bogoti, Biblioteca Banco Po- pulat/Universidad de los Andes, 2002, p. 75 54. Cieza de Leén, Op. eit, t 1, Cap. XX, p. 23 Juan David Montoya Guzmin una simple satisfaccién de una vo- racidad bestial por la carne huma- na; los temores que se expresaron en las cronicas, cartas y relaciones sobre el canibalismo en la Gober- naci6n de Popayan, adquieren asi un significado distinto. Es decir, el te- mor de ser capturado, muerto y co- mido por los indios era una consc- cuencia drastica, aunque légica, de cualquier soldado.* Como lo ha indicado Michael de Certeau, la escritura conquistado- ra, utiliz6 el Nuevo Mundo como una pagina en blanco (salvaje) donde se escribio a la manera occidental. Esta escritura transformé el espacio del oiro cn un campo de expansién para un sistema de producci6n, partien- do de una ruptura entre sujeto y objeto de operacion, la escritura fa- bricé Ia historia occidental.* La Cronica del Peri al ser apre- ciada principalmente por la descrip- cion de las costumbres de los indi- genas de la Gobemacidn de Po- payan ha sido vinculada con otras cronicas llamadas “‘etnograficas”, como las del padre Joseph de Acos- ta, Fray Toribio de Benavente y Fray Bernardino de Sahagin, 55. Alvaro Félix Bolafios, Barbariey ca- nibalismo en la retériea colonial: los indios Piyaos de Fray Pedro Simén, Bogots, CEREC, 1994, pp. 151-183. 56. Michael de Certeau, La eseriturade a historia, México, Universidad Iberoame- ricana, 1985; p. 11 37. Georges Baudot, “Las crénicas einograficas de los evangelizadores francis- 153 del ilustre franciscano Fray Pedro Simon.* Si bien Cieza de Leén in- cluye una importante narracién de costumbres de diferentes grupos indigenas, es necesario tratar con cui- dado esa “seudo-etnografia” debi- doa que la etnografia como ciencia se remonta tan solo al siglo XX.” Lo que ha permitido que las créni- cas del Nuevo Mundo sean asocia- das a la etnografia ha sido la des- cripcin detallada de las costumbres indigenas, ademas de la compara- cién de culturas y paisajes america- nos con los curopeos. La capacidad de Cieza de Leén para describir las armas, ritos funerarios, tipos de go- bierno, de herencias, de idolatrias, de vestuarios, de alimentacién. de lengua y hasta la historia del origen del grupo étnico ha contribuido aque se le tenga como un etnégrafo del siglo XVI. La descripcion de sociedades nativas por Cieza de Leon se hizo con la intencién de hallar el vinculo canos”, en: Historia de la literatura mexica~ na, desde sus origenes hasta nuestros dias, dos tomos, Beatriz Guarza y Georges Baudot (coords.), México, Siglo XXI Editores, 1996, 1, pp. 287-320 58. Nina S, Friedemann, “Anotaciones al ideario etnografico en la obra de Frey Pe- dro Simén. (Jnédito: 1980)", en: Ainérica Negra, Bogota, Universidad Pontificia Javeriana, junio de 1995, pp. 163-181. 59. Eloy Gémer Pellén, “La evolucién del concepto de etnografia”, en: Emografia. Metodologia cualitativa en la investigacion sociocultural, Angel Aguirre Baztén (compilador), Barcelona, Alfa Omega, 1995, pp. 21-46. 154 que unia dichas sociedades con el universo cristiano yno la diferencia, cultural que la separaba. Es decir, lo que importaba era reafirmar la uni- dad entre la humanidad. Las di- ferencias culturales debian reconci- liarse, a partir de los paradigmas ctistianos, con cl fin de unir a todos los seres humanos aun mismo des- tino. Esta intencién se aparta del pos- tulado basico de lamutltiplicidad y la especificidad cultural. Ladescripcién de animales hecha por Cieza de Leon, contribuye con varios elemen- tos a la formacion de Ia tradicién etnografica, pero lo que buscaba el autor era dar respuestas a sus inte- trogantes sobre los hombres, los te- mritorios nuevos ylos animales, como cuando al referirse a las iguanas dice: Parece serpiente; para apropiar- la, remeda en gran a manera a un lagarto de los de Espafia, grande, salvo que tiene la cabe- za mayor y mas fiera y la cola mas larga; pero en el colory en parecer no es mas ni menos. Quitado el cuero y asadas 0 guisadas, son tan buenas de co- mer como conejos y para mi mds. gustosas las hembras; tiene muchos huevos; de manera que ella es buena comida, y quien no las conoce huiria de ellas, y antes les pondria temor y espan- to su vista, que no deseo de co- merla. No sé determinar si es carne 0 es pescado..." 60. Cieza de Leén, Op. cit, 1, Cap. IX, p. 18. Historia y Sociedad 11 Los demonios de Cieza de Leon Para un individuo cristiano del si- glo XVI el demonio debié ser un personaje familiar. Pero la oportu- nidad de ver a toda una comunidad bajo su influencia, y aun a muchas poblaciones, debié ser un especta- culo conmovedor. Luchar contra Lucifer y sentir que se podian am- pliar las fronteras de la Verdad de- bid verse como un privilegio. Una oportunidad tinica que merecia legarse al futuro en un relato. Asi lo pensé Cieza de Leén yasi decidié escribirlo en su crénica. Lo que la Crénica del Peri relata es una his- toria en la que el demonic ha tenido una larga y difundida presencia. No hay provincia que cruce el cronista en su recorrido donde no vea la in- fluencia del demonio en los indios. El demonio estaba en todas partes, era el amo y sefior de esas tierras. Al referirse a la provincia de An- serma, Cieza de Leon apunté que sus moradores: [..-] esculpen la figura del de- monio, muy fiera, de manera humana, y otros idolos y figuras de gatos, en quien adoran. [...] Hablan con el demonio los que por aquella religiGn estan sefia- lados: y son grandes agoreros y hechiceros, y miran en prodigios y sefiales y guardan supersticio- nes, las que el demonio les man- da: tanto es el poder que ha te- nido sobre aquellos indios, permitiéndolo Dios nuestro se- Juan David Montoya Guzman fior por sus pecados 0 por otra causa que él sabe.*! Lacita anterior es interesante por- que no sdlo el cronista asegura con palabras que los indios se comuni- caban con el demonio, sino que tam- bién ofrece todo un listado de las practicas a través de las cuales se daba esa conversacion, a saber: agiieros, hechizos, prodigios, sefia- les ysupersticiones. Hoyen dia para cualquier lector desprevenido todos estos términos pueden sonar simila- res, pero en Ja literatura que circula- ba entre los lectores del siglo XVI cada uno marcaba una conducta dis- tinta por la que los hombres se rela- cionaban con el demonio. Uno de los puntos que mas Ilamé la atencin de Cieza de Leon fue la figura del indio que hacfa de in- termediario del demonio. Sobre es- tos “hechiceros” el cronista descar- ga mas de una vez su célera, acus4ndolos de complicidad con el demonio para tener engafiado al res- to de Ja poblacién. Asf, en la pro- vincia de Arma, donde “muy gran- de es el dominio y sefiorio del demonio”, uno de estos engafios generalizados fue el que motivaba, segun Cieza de Leon, el que se ubi- caran varios objetos en las tumbas y que muchas veces los allegados al difunto terminaran también en la se- pultura, mientras se realizaban sacri- ficios: “...ataban los indios que to- 61. ibid. t. L, Cap. XV, p. 25. 155 maban en la guerra por los hombros y dejabanlos colgados y algunos dellos les sacaban los corazones y los ofrecian a'sus dioses, al demo- nio, a honra de quien se hacian aque- llos sacrificios, y luego sin tardar mucho comian los cuerpos de los que ansi mataban”,? Evidentemente, entre las muchas practicas demoniacas, algunas im- presionaron a los espafioles mas que otras. Y los sacrificios, por la im- portancia y ceremonial que debie- ron de tener, asi como la sangre que podia implicar, debieron de resaltar a los ojos de Cieza de Len. Desde la Nueva Espaiia hasta el Perd, el demonio habia logrado su objetivo: suplantar a Dios y recibir la adora- cion de los hombres. A pesar de su extendida presencia, el demonio no ejercia el mismo grado de influencia sobre la sociedad inca que sobre otras provincias, en que el caniba- lismo y la sodomia eran el testimo- nio de su poder. Cieza de Leén vio enel Zxwantinsuyu un imperio con una cultura y con un sistema tecno- légico sofisticado que coincidia con su desarrollo técnico, politico y social, Los incas cumplieron en los An- des una labor civilizadora que Cieza de Leon aprecié mucho. Y al mis- mo tiempo que consigna el despre- cio de los incas por las practicas de antropofagia y sodomia enfatiza que 62. Ibid., 1, Cap. XIX, p. 30 156 alcanzaron la idea de un dios hace- dor de todas las cosas y la inmorta- lidad del alma. Lo que estaba impli- cito en la escritura del cronista era que los habitantes del incario habian alcanzado un mayor discernimiento de la ley natural, es decir, aquellos principios para distinguir lo bueno de lo malo, que segtin la teologia cris- tiana se podian deducir aun sin la revelacion de la verdad cristiana. Todo lo contrario ocurria en las behetrias que estaban asentadas a lo largo del rio Cauca; si estas pro- vincias también supieron de la in- mortalidad del alma y de un dios hacedor, éstos, por sus “vicios” y por lamala costumbre que se les impo- nia como una nueva naturaleza, no pudieron transformar ese conoci- miento en una practica coherente que les permitiera rechazar muchos “pecados” como si lo lograron sus vecinos del sur. Precisamente, el demonio fue el comodin herme- néutico para interpretar las religio- nes indigenas, la bisagra que permi- tid acomodar lo nuevo en términos conocidos. La presencia del demo- nio explicaba la conducta de los na- turales y al incorporarlos al mundo. cristiano los ubicaba también en la historia universal y su concepcion providencialista. La fuerza ideolégi- ca de esta percepcidn de los nue- vos tetritorios puede apreciarse atin mas cuando Cieza de Leén hace par- 63. Norman Cohn, Los demonios fami- liares de Europa, Madrid, Alianza, 1986. Historia y Sociedad 11 ticipes de esta vision a los propios indios. Asi ocurrid cuando el cro- nista asegura que los habitantes de la provincia de Antioquia saben del demonio y que en una ocasi Una india, que era de un Bau- tista Zimbr6n, me dijo a mi que, después que [Francisco] César se volvié a Cartagena, se junta- ron todos los principales y se- fiores de estos valles, y hechos sus sacrificios y ceremonias, les aparecié el diablo (que en su lengua se llama Guaca) en fi- gura de tigre, muy fiero, y que es dijo cémo aquellos cristianos habian venido de la otra parte dei mar, y que presto habian de volver otros muchos como ellos, y habian de ocupar y procurar sefiorear la tierra: por tanto, que se aparejasen de armas para darles guerra”. Laposibilidad del reconocimien- to del demonio por los indios termi- na por validar la conceptualizacion de la realidad indiana en términos cristianos, de ahi que el demonio sea una herramienta importante en la construccion misma de la realidad. Se necesité de un demonio en esas condiciones para alegrarse, como lo hace Cieza de Leon al iniciar su cré- nica, de que en provincias: ...tan apartada de nuestra Es- pafia y de toda Europa, haya [...] templos y casas de oracién, donde el todopoderoso Dios es 64. Ciesa de Ledn, Op. cit.,1. 1, Cap. XI, p. 21 Juan David Montoya Guzmin alabado y servido, y el demonio alanzado y vituperado y abati- do, y derribados los lugares que para su culto estaban hechos tantos tiempos habia; ahora es- tar puesta cruces, insignias de nuestra salvacién, y los idolos y simulacros quebrados, y los de- monios con temor...°* Derrotados los pizarristas y los almagristas en el Peri y depuesto el gobernador Sebastian de Belaleazar en Popayan, Cieza de Leén se ima- gind en unmomento clave, pues sur- ja la oportunidad de organizar una sociedad donde el mundo indigena como el mundo espafiol pudicran coexistir armoniosamente. En esta idea que tiene mucho de utépica, ya no cabe el demonio “sefioreando” en las Indias. Precisamente en este contexto es posible entender a un demonio en retirada y el entusiasmo del cronista, aun cuando juzgado desde hoy, parezca, frente a los he- chos del siglo XVI, una posicion ia- genua. Imaginar una sociedad ar- moniosa y derespeto mutuo, como laconcibié el cronista Gonzalo Fer- nandez de Oviedo para el Caribe,” sdlo era posible con la derrota del demonio en ambos frentes: en indios yen conquistadores rebeldes. 65. Ibid.,t. 1, Cap. 1, p. 8 66. Cfr. Pierre Duviols, La destruccién de las religiones andinas (conguista y colo. nia), México, Universidad Nacional Auté- noma de México, 1977. 67. Juan David Montoya Guzman, “Manjares de dolor: naufragio, milagro y 187 El desasosiego de la Conquista Es posible abordar los procesos de conquistas desde distintas pos- turas tedricas 0 ideoldgicas 0, en general, polarizar las categorias expresdndolas a través de pares de opuestos, tales como vencedores 0 vencidos, cristianos 0 iddlatras y re- publica de indios 0 republica de es- paftoles. No obstante, los cambios en las practicas sociales se pueden observar tanto en los conquistados como en los conquistadores. Como en toda nueva relacién humana, la interaccién esta precedida por cier- 0 “cortejo”’ (a veces violento) para probar la debilidad o la resistencia del otro. La Conquista pudo aniqui- lar o fragmentar totalmente una de- terminada sociedad. En otras oca- siones, los vencidos aprendieron a utilizar estrategias alternativas bus- cando las grietas para penetrar el sistema dominante. En efecto, hubo provincias donde cl choque produ- jo asimetrias absolutas, conflictos permanentes y descensos demogra- ficos de la poblacién indigena, como en el caso de la Gobernacién de Popayan. En otros casos. fue posi- ble que a lo largo del tiempo, se in- trodujeran cambios en las estructu- ras y algunos de los que ocupaban la escala inferior en las nuevas so- utopia en la Mistoria General y Natural de Fernandez de Oviedo”, en: Memarias del It Foro de Estudiantes de Historia, Medellin, Universidad Nacional de Colombia, 2003, pp. 155-168 158 ciedades, ya fuera asimilandose a las pautas de los grupos dominantes 0 combatiéndolas, llegaran a alcanzar el éxito en esas nuevas sociedades de Conquista. Laadhesion mas 0 menos since- ra de los estratos dirigentes a las nuevas sociedades de los conquis- tadores, la desaparicién del aparato de los antiguos cultos sustituido por instituciones clericales, la explotacion colonial en sus diversas formas y el colosal descenso demografico, tras- tornaron la vida cotidiana de los in- digenas en general. Los calculos globales que ha hecho el historiador Hermes Tovar sobre la poblacién indigena que habit6 el actual occi- dente colombiano, arrojan unas ci- fras alarmantes; en 1536 habia una poblacisn tributaria hombres en- tre 14 y 55 afios— de 900 mil indi- genas, la cual se redujo a 88 mil en 1559 ya34 mil en 1582. Esto supuso una tasa promedio de decrecimiento de 92.14 por mil para el periodo inicial de la Conquista. Segun los calculos, en el momento de la irrupcién de los espafioles en la Gobemacién de Popayan habia en promedio 3.6 millones de nati- vos para una extensién de 100 mil kilémetros cuadrados lo que da una densidad de poblacion de 36 habi- tantes por kilomctro cuadrado, en tierras aptas para la agricultura, la pesca y la caza.* Sia esto se le 68. Tovar Pinzén, Op. cit. pp. 37-39 Historia y Sociedad 11 suma que el espacio politico de los conquistadores estaba agitado por constantes turbulencias: rupturas de obediencia, desorden administrativo, guerras civiles y violencia, se com- prende que ¢] resultado de los pri- meros afios de ocupacion europea habia provocado cl frenesi de la Conquista. Como Io ha sefialado Serge Gruzinski, por encima de los enfrentamientos militares, politicos, sociales y econdmicos, el aspecto mas desconcertante de la conquista del Nuevo Mundo fue la manera como los individuos asimilaron la nueva realidad que no era la de los indios ni tampoco la espafiola. La realidad indiana se desplegaba en un espacio y un tiempo distinto, des- cansaba en otras ideas del poder y de la sociedad.© Durante el periodo de la Conquis- ta las brumas de la muerte invadie- ron los paisajes de las Indias. La vio- lencia era un hecho cotidiano; las disputas eran més enconadas; la gue- tra era la regla; la paz, la excepcion. El individuo era tan capaz de la ma- yor bondad como de la mas ruda crueldad; ademas se manifestaba placer ante el tormento de los de- mas. Los contrastes eran mas duros que los de hoy, y era dificil diferen- ciar entre la satisfaccién desenfre- nada de los apetitos y el arrepenti- 69. Serge Gruzinski, La colonizacton de lo imaginario. Sociedades indigenas y occi- XVI-XVI, México, Fondo de Cultura Eco- némica, Segunda Edicién, 2000, pp. 186-202. Juan David Montoya Guzman miento. Al aumentar la inseguridad de la sociedad, al hacerse mayor la capacidad de los individuos de pre- ver su propio futuro a largo plazo y gobernarlo por si mismo, es com- prensible que la vida de los perio- dos de descubrimientos y conquis- tas fuera mas breve: los peligros, menos controlables; la muerte, mu- chas veces mas cotidiana.” Las crénicas de indias estan lle- nas de relatos de violencia entre es- pafioles e indigenas 0 entre los mis- mos conquistadores. Los cronistas supieron utilizar su discurso para dis- tanciar lo suficientementea la victi- ma del lector. Esta distancia se lo- gra identificando a la victimacon el otro (canibal, barbaro, idélatra) al representar a los indios bajo estas formas reconocibles de alteridad; asi se establece la distancia que permi- teal lector “disfrutar” la destruccién del indigena yalinearse con los con- quistadores.” Es decir, que la deshumanizacién no permite que el lector se identifique con la victima sino con quien ejerce la violencia, y asi lo hizo Cieza de Ledn al descri- bir el tratamiento a los indios dela provincia de Pozo hecho por la hueste del capitan Robledo: [...] los cristianos por lo alto echaron delante los perros, los cuales eran tan fieros que a dos 70. Norbert Elias, La soledad de los moribundos, México, Fondo de Cultura Eco- némica, 1987, p. 23 71. Restrepo, Op. cit., pp. 146-147. 159 bocados que daban con sus crueles dientes, abrian a los po- bres hasta sus entrafias: [...] y los muchachos, muy tiernos, espantados de ver el estruendo, andando de una parte para otra huyendo, eran hechos pedazos por los perros [...] y escapando de aquel peligro se veian en otro mayor, que era en poder de sus vecinos, los de Carrapa y Pica- ra, los cuales los trataban con mis crueldad, porque ni dejan mujer fea, ni hermosa, moza ni vieja, que no matasen, y a los nifios los tomaban por los pies y daban con las cabezas por las pefias...”” El desatino militar se convirtié en una aventura violenta y el proceso de poblar fue més arduo: la instau- racién de una comunicacion con el mundo indigena fue el preambulo obligado para la extensidn de la do- minacién espafiola. Para el historia dor Pierre Chaunu, “la Conquista fue lo que sin duda se opuso mejor ala Conquista. La Conquista no impli- caba ninguna accion en el terreno; no entrafiaba ningun esfuerzo en pro- fundidad para entablar un nuevo dia- logo entre el hombre y la tierra. La Conquista no apuntaba a la tierra sino tan sdlo a los hombres”.”> 72. Cieza de Ledn, Op. cit. t. {1, Cap. IX. p. 168. 73. Pierre Chaunu, Conguéte et explo- tation des nouveaux mondes, XVI siécle, Pa- Presses Universitaires de France, 1969, p. 135. 160 Los grupos indigenas fueron de- capitados por las guerras y las ma- sacres preventivas. Se dislocaron las jetarquias tradicionales. Serompic- ron los ritmas de la vida comunita- ria. Se borraron los recuerdos. Los grupos indigenas quedaron irreme- diablemente desarticulados. Los in- dios colaboracionistas mataban alos que trataban de resistirse a la inva- sion europea. Los excesos cometi- dos por los conquistadores en el Nuevo Mundo, que los historiado- res y antropdlogos han atribuido a la bestialidad ya la ignorancia de los conquistadores venidos a mas, son por lo tanto, reminiscencias de 800 afios de conquista ibérica. Para Cie- za de Leén, la conquista es un pe- riodo de magnificencias y excesos. Por lo tanto, en su crénica hay un interés especial por distinguir los buenos de los malos actos de los soldados, En su opinién, si bien me- recian premio por sus esfuerzos tam- bién merecian castigo por sus de- litos y excesos, como cuando se refiere a la muerte del Inca de Ata- hualpa: {...] y alos que le mataron, tan malamente, jPerdén! Que todos estan alld. Y podrianse por Atabalipa decir el refran de “Mataras, y matarme han”; y “mataran a los que te mataren”. Y asi, los que tienen por cul- pantes, en su muerte murieron muertes desastrosas: Pizarro mataron a puiialadas; y a Al- magro le dieron garrote; Fray Vicente, mataron los indios en Historia y Sociedad 11 Ja Puna; Riquelme muri6 subi- tamente. ;Pero Sancho, que fue el] escribano, le dieron en Chile muerte cruel de garrote y cor- del!* Elhistoriador German Colmena- res sefialé que para los conquista- dores la posibilidad de encontrar una stibita riqueza creaba un espejismo en el que las asperezas de la vida eran abolidas en un abrir y cerrar de ojos. El hallazgo de tesoros parecia suspender las leyes del destino fija- das para cada hombre o violer el orden que les asignaba su condicién dentro de la sociedad. Debido a esto, es tal vez inadecuada una ex- plicacion racional que atribuya la crueldad y la tortura a la simple co- dicia. La Conquista se convirtid en una empresa del imaginario para aquellos que se adentraban en las tinieblas de lo desconocido.” No es de extrafiar que esta sed de oro haya creado esa bruma de violencia que alimentaba una economia politica del terror.” Cieza de Leénrelaté el caso de un soldado, que sirve para enfa- tizar lo anotado por Colmenares: “yo conoci un Roque Martin, vecino de 74, Cieza de Leén, Op. cit., t. 1, Cap. LLY, pp. 292-293 75. German Colmenares, “La aparicién de una economia politica de las Indias”, en Revista Universidad de Antioquia (220), Vol. LIX, Medellin, abril-junio de 1990, pp. 31- 4d 76, Michael Taussig, Chamanismo, co- lonialisimo y el hombre salvaje. Un estudio sobre el terror y lacuracién, Bogots, Edito- rial Norma, 2002, pp. 25-30. Juan David Montoya Guzman la ciudad de Cali, que a los indios que se nos murieron, cuando vinien- do de Cartagena llegamos a aquella ciudad, haciéndolos cuartos, los te- nia en la percha para dar de comer a los perros; después los indios lo mataron, y aun creo que lo comie- ron”. Pero en el discurso narrativo de la rebelién de los propios espafio- les, la violencia también se desata- ba. Se dirige contra todos y contra todo, y su ejercicio constante se convierte en expresion de descon- tento y en rechazo que abarca to- dos los elementos del orden esta- blecido. En el contexto de este discurso, la violencia expresa la im- posibilidad del pacto, del compro- miso, dela reconciliacién o de cual- quier otra forma de lealtad. Las guerras civiles también afectaron a la Gobernacién de Popayan; mien- tras pizarristas y almagristas se en- frentaban por el dominio de las en- comiendas en el Peri, el gobermador Belalcazar arrestaba al mariscal Jor- ge Robledo por usurpador del po- der en el norte de la Gobernacién. Aunque Cieza de Leon recuerda con carifio al mariscal: “y tuve a Roble- do el amor que todos le tenian, ymas porque en aquel tiempo yo ibaa su casa”. El cronista comprendia que Robledo no contaba con el poder legal necesario para imponer su au- 77. Cieza de Leén, Op. cit., t 1, Cap. CXIX, p. 143. 78. Ibid., t. Il, Cap. IX, p. 168. 161 toridad sobre los cabildos de Anserma, Cartago y Antioquia. Pos- teriormente, Robledo fue ajusticia- do; Cieza de Leon describe su muerte asi: [...] mirando [Robledo] contra los que estaban presentes dijo, con una gran voz: “;Quién me ha de matar?” Respondiéronle que un negro le daria garrote; torné a decir: “pues, ;cdmo?, 4Yo no soy caballero?, ;No hay un morir degollado? [...] haced lo quisigredes mateme quien mandares” como esto dijo, tomd é1 mismo el garrote y lo puso en su garganta,..7”? La autoridad Real estaba ausente de los lugares sometidos a intrigas de los conquistadores. En los terri- torios apartados la conducta de los ibéricos evolucioné en una impreci- sion institucional sostenida en unas bases socialmente inestables. Se su- cedian los ascensos y las caidas. Se descendia del poder a la prisién; se cambiaha la prisién por el poder. Se pasé de la Real Justicia a la justicia particular; de la espada y el rollo, al vil garrote; del castigo honroso en la plaza publica a la ejecucién humi- lante, como le ocurrié a Jorge Ro- bledo. La violencia en la cronica de Cieza de Leén esté fundada en una calculada explotacién de la sensibi- lidad del lector. Segtin L. F. Restre- po, no es gratuito que Aristoteles considerara la narrativa como el 79. Ibid... U1, Cap. CXCVI, p. $17. 162 medio mas apropiado para presen- tar la violencia, atin mas efectiva que ponerla en cscena. En sus prescrip- ciones para el drama y la pica, sc- fialé dos emociones claves: el temor y lacompasi6n, unas armas narrati- vas que Cieza de Leon utiliza muy bien.” De la Cronica del Pert brotan trayectorias personales cuyo enma- rafiamicnto en el espacio yenel tiem- po devuelve al pasado un poco de la densidad de lo vivido. La crénica nos enfrenta brutalmente a las situa- ciones limite, a los linderos de la muerte, del hambre y del extravio que soportaron los conquistadores. La experiencia interrumpida de lo extremo, el encuentro con lo des- conocido, la precariedad de las con- diciones de existencia, la desmesura de los obstaculos y de las ambi- ciones, desafian en muchas ocasio- nes, el estudio analitico que merece eldescubrimiento y conquista de las Indias. Pero no hay que olvidar que junto a los espafioles también con- vivian esclavos negros e indigenas, y seguramente sus condiciones de existencia fueron ms dificiles que las de los vencedores. Delamisma manera como se for- man estereotipos, estos mismos y las 80. Luis Fermando Restrepo, “La esté- tica de la violencia en la épica colonial”, en: Concepciones de la Conquista. Aproxima- ciones interdisciplinarias, Felipe Castaneda y Matthias Vollet (editores), Bogota, Edi- ciones Uniandes, 2001, pp. 208-209 Historia y Sociedad 11 demas informaciones “estabilizadas” se trasladan de un cronista a otro. Enel siglo XVI a nocién de plagio no era delictiva, y ello permitié que los autores de la época copiaran impunemente las informaciones de otros y, muchas veces, las redacta- ran de manera distinta. Por ello no es posible simplemente acumular los datos de diferentes cronistas, sin rea- lizar previamente una tarea de cui- dadoso seguimiento del origen y transformacidn de las diferentes no- ticias proporcionadas por los auto- tes. Si ello no se hace, puede caer- se facilmente en el error de atribuir alos cronistas més tardios las infor- maciones que fueron bosquejadas por autores iniciales y Gnicamente redactadas de nuevo por los que vi- nieron después. Aqui reside uno de los mas importantes problemas en el empleo de las crénicas como mazierial historico: son en realidad historias elaboradas que asumen y transmiten a sus lectores estereoti- pos y prejuicios en medio de sus relatos. Como lo anots el investiga- dor sueco Ake Wedin, la circulacion de las crénicas entre diversos auto- res limita la originalidad de las noti- cias y exige, ala vez, un trabajo mas critico con sus textos.*! 81. Ake Wedin, El concepto de lo ineaico en las fuentes. Estudio critica, Uppsala, Akademifurlaget, 1966, pp. 43-93.

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