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La abuela Peter Harling Ha publicado libros de poemas, cuentas y ensayos, y es muy conocido como novelista. En 1973 empez6 a escribir libros para nifios ‘que se caracterizan por la actualidad de su problematica y su autenticidad. Karli pierde a sus padres y es educado por su abuela. Tanto Karli como Ja abuela tienen que cambiar para adaptarse y conivivir sin tensiones. Pero vencen las dificultades y acaban siendo muy buenos amigos. Este libro recibié el Deutscher Jungedbuchpreis en 1976. Jan nrg de cates a RAO ALONSO ae De como Karli *, fue a parar a casa de la abuela Dae greg sce ie afios ya se es viejo. La abuela, no, La abuela ha dicho siempre —y lo suelen decir muchos viejos— que uno es tan joven como se siente Y la abuela se sentia bastante joven. Decia también la abuela que por fuera eta vieja y por dentro una muchacha. Los que la conocfan bien, se lo creian. La abuela no tenfa mucho dinero. A veces se quejaba de su escasa pensién y de su difunto marido que no habia sido precisamente una lumbrera, pero preferfa reft que quejarse. Y sabia arreglarselas. Su piso de Munich era pequefio y casi tan viejo como ella. El soff se venia abajo con frecuencia cuando el peso de las visitas era excesivo. Sélo Ta estufa de fuel-oil era nueva y la abuela ao acababa de apafiérselas con ella. Tenfa miedo de que salieran las dos volando por los aires cualquiet dia. Cuando Ia estufa empezaba a borbotear y a hacer glu-glt, la abuela le hablaba como si fuera un burro testarudo. A la abuela le gustaba hablar consigo misma y con las cosas que le rodeaban. Los que no la conocfan bien tenfan que acostumbrarse. Incluso en medio 10 de una conversacién empezaba a veces a hablar consigo misma y, cuando el otro la miraba sorprendido, la abuela meneaba simplemente Ia cabeza como diciéndole que no se referia ad A la abuela todos Ia llamaban abuela: los vecinos, el panadero de la esquina, los chicos del ‘patio que de vez en cuando se burlaban de ella pero que, en realidad, la querian y hasta le subian a veces la bolsa de la compra al quinto piso, porque en la casa en que vivia la abuela, no habia ascensor. —No somos principes —solia decir la abuela cuando se le acababa el. resuello en el tercer piso y tenia, que tomatse un pequefio descanso. . —No es que me paguen muy bien —decia Ia abuela— pero asi me muevo. Por nada del mundo me compraria yo esos chis- mes que venden. Tit no tienes idea de lo tonta que es la gente, Karli. Fuera donde fuera, siempre habia gente que la conocia. Y ella, entonces, . A Karli le resultaba aburrido pero, como sotfan darle caramelos, aguantaba y le decia a la abuela: —Me patece estupendo que repartas. Después iban de compras. A la abuela cn las tiendas del barrio la temian. No habia quien le dieta gato por liebre. La abuela decia: —Si yo me lo tengo que pensar tres veces antes ‘de gastarme una petra, tendré derecho también a darle otras tres vueltas como minimo a lo que me voy a comprar con ella. éNo? Karli la ayudaba y los tenderos se enfa- daban. Uno le dijo a Karli que dejara de una vez de tocar los pepinos con las manos sucias y la abuela le grit6: —jLo que faltaba! ¢Es que los lava usted tan a menudo como Karli las manos? La abuela tenfa mucha gracia y eso Je encantaba a Karli. Era una mujer que no admitia réplicas ni le tenia miedo a nadie. Era més bien la gente la que le tenia miedo a ella. Cuando la abuela fruncia el cefio el ten- dero se ponia siempre la mar de amable. Ta abuela no paraba de inventarse cosas. Al panadero, por ejemplo, le decia cada dos por tres: —Oiga usted, ges que envia los pane- cillos a que adelgacen? Cada vez los encuentro més pequefios y mas caros. La gente no sabia qué contestarle, Karli 19 se fue dando cuenta de que la abuela era més pobre que sus padres. —Cuando me paguen tu pensién de orfandad Io pasaremos un poco mejor, Karli. Pero los sefiores funcionarios van despacio y no piensan en nosotros —Ie decia la abuela. Karli le pregunté que quienes eran los sefiores funcionarios. —Gente sentada detrés de enormes escritorios, pasando eternamente papeles y més papeles de un lado a otro. De ellos depende que le den dinero a uno © no le den. Karli se admiraba de que hubiera gente tan poderosa. Karli, a veces, deseaba set igual de poderoso para regalarle a la abuela un montén de dinero. La abuela cocinaba més deprisa que la madre de Karli —En la cocina lo Gnico que se hace es perder tiempo —decia. Después de la comida la abuela se sentaba a coser a maquina y dejaba a Karli bajar al patio. Alli, al principio, Karli no conocia a nadie. Los nifios se burlaban de él; decian que hablaba como un extranjero, como uun tureo casi Yo no soy ningtin turco —decia Karli : Los primeros dias los ottos nitios no se lo creian, Cuando se Jo cont6 a la abuela, la abuela dijo: —2Por qué no les has contado que eres 20 un turco de la Cuenca del Ruhr? ;Dios mio! jLos nifios son ya tan imbéciles como los padres! Creen que un turco ha de ser mala persona por el mero hecho de ser turco. ‘Al cabo de algtin tiempo 2 Karli le dejaron jugar con ellos. Y poco después se pego por primera vez con Ralph que tenfa siete afios y era el tinico que mandaba. No le gané pero sc pegd tan bien que Ralph no Ie guard6 el menor rencor. Ralph tenia un pequefio defecto fisico: hablaba mal, como entre dientes, y en vez de decir «sabes» decia «chabech>. Al principio a Karli le daba risa y se lo cont6 a fa abuela. —No est bien que te rias de Ralph —dijo la abuela—. Casi todos tenemos algtin defecto. —Yo no —dijo Karli —Ti si —dijo la abucla—. Ta tam- bien porque te crees que no tienes ninguno Eso también es un defecto. —2¥ ti? —pregunté Karli —Yo tengo incluso uno terrible —dijo misteriosamente la abuela—. Algdn dia te lo ensefiaré. Unos dias después Ia abuela salié des- calza del cuarto de bafio y le sefialé el pie derecho Mira, Karli, El mefiique se me ha pegado al de al lado. Es uno de mis defectos, sabes 21 —;Tienes todavia mas? —pregunts Karli, Te crees ti que los vas a ver todos de una vez? —le dijo la abuela. Con Ia abuela, por las noches, era todo también muy distinto. En casa de Karli su madre lo bafiaba y, a veces, cuando se retrasaban, Ilegaba el padre, se duchaban juntos y la bafiera eta una fiesta, La primera noche la abuela le dio la toalla y le dijo: —jAnda, lavate! Y Karli, que estaba todavia hecho un lio, se eché a Ilorar. Y la abuela también Karli, al verla asi, dej6 de Horar y se lavé él solo. A partir de entonces lo hicieron siempre igual. La abuela se sentaba al borde de la bafiera y miraba cémo Karli se lavaba. “Se te puede ver crecer —le decia. Ta abuela lo secaba. Le gustaba hacerlo. La abuela frotaba terriblemente a Karli, hasta dejatle el cuerpo colorado como un cangrejo, y le decia siempre: —Verdad que sienta bién, Karli? Habia otra cosa todavia muy distinta a las de casa. La abuela, cuando se lavaba, se encerraba en el cuarto de bafio. Le tenia miedo por lo visto. Al cabo de algin tiempo Karli se lo pregunt6. —;Tonterias, Karli! —dijo la abucla—. Lo que pasa es que no es nada agradable ver viejos: 22 —Té lo que tienes es vergiienza de que te vea —dijo Karli. —Tienes raz6n, Karli —dijo la abuela. A Karli no le parecfa bien pero no consiguié convencerla de que dejara abierta la puerta del cuarto de bafio. —Té eres Karli y yo la abuela. Ta eres pequefio y yo soy vieja. Esa es la Gnica diferencia. Karli se ha dado cuenta en seguida de que aqui no es como en su casa. {Eso de la educacion moderna! ;Cielos! ;Tenaré que salir yo ahora desnuda del batto sélo porque sus padres le tuvieran acostumbrado @ eso? Karli no sabe el aspecto que tienen Jos viejos. Y, ademés, me da vergitenza. Ahi sé que no paso. Yo soy de otra época. En- tonces no se era —gcomo diria yoo— tan desvergonzado. No, desvergonzado no es tampoco la palabra exacta. Hoy en dia lo que pasa es que no les toca ya sentir vergivenza; y estd bien que asi sea. Pero yo no puedo cambiar a estas alturas. Karli tiene que comprenderlo. 2 Con la abuelaen a, el Negociado A. tos cuatro meses largos de estar Karli con la abuela y una vez que lo tuvo ins- ctito en Ia escuela, Ia abuela agarr6 un bertin- che. Todas las mafianas miraba en el buz6n, esperando que le llegaran, por fin, noticias del Negociado. Pero el Negociado no le enviaba nada y la abuela se ponia cada vez mis furiosa. —jNo dan golpe! —grité un buen dia—. jVenga a comer papeles y a hurgarse las narices con el lépiz! ;Funcionarios tenian que ser! Karli_no conseguia imaginarse a la abuela de oficinista pero sabia muy bien de qué se trataba. Su tutor, el jefe de su padre, habia solicitado que se hiciera a la abuela cuidadora, es decir una especie de madre adoptiva de Karli, cosa —claro— que la abuela no podia ser en absoluto; a lo sumo abuela adoptiva. Y abuela de Karli lo habia sido toda Ia vida, de modo que resultaba también una tonteria. Para el Negociado, no. Asi que la solicitud segufa su curso legal, como suele de- citse, Mas que seguir su curso legal lo que hacia, en realidad, efa arrastrarse por los des- 24 pachos. La abuela necesitaba el permiso para que le concedieran el subsidio de orfandad de Karli. Y eso, para ella, era importante, porque la abuela al fin y al cabo cra pobre y Karli —segiin decia clla— se Ja estaba comiendo viva. Ta abuela entonces decidi6 cintervenit cetca del Negociado». Cuando hablaba del Negociado la abuela se expresaba siempre con mucha prosopopeya. —Tienes que acompafiarme, Karli —le dijo la abuela—. Han de verte. Tai eres la prueba, Karli. El cuerpo det delito a abucla se puso su mejor vestido y a Karli no paraba de acicalario. Karli se enfad6 ‘Antes de salir de casa se comié unos copos de avena para fastidiar y volvi6 a ensuciarse —jSiempre me tienes que Hevar la contratia! La abuela estaba de mal humor Fueron en tranvia, La abuela guardaba silencio, Mas que guardar silencio lo que hacia era it hablando bajito, consigo misma, reci- tando frases que se habla aprendido de memoria para soltarlas en el Negociado. A Karli no le hacia ni caso En el Negociado el portero les envi6 al despacho niimero diecisiete. Esperaron media hora sentados cn un banco de madera y sin hablar tampoco. Cuando por fin les toc el tumo, un sefior ya mayor y de aspecto muy 25 serio, acomodado tras un enorme escritorio, les dijo —No. Compete al veintidés. Volvieron a esperar delante del vein- tidés. Karli se dio cuenta de que la abuela se estaba hartando y de que apenas iba a haber forma de contenerla. De un momento a otro empezatia a dar gritos. El hombre que los recibio en el veintidés era bastante joven todavia, aunque ya peinase algunas canas. Tal vez fuera culpa de la mucha gente por la que le tocaba preocuparse. El hombre mit6 a Karli y Ie dijo, como si fuera el pérroco. —iVaya, vaya! Asi que aqui tenemos al pobrecito. ‘A Karli le entraron ganas de sacarle la lengua. Luego pens6 que, para ayudar a la abuela, quizds fuera mejor hacetse de verdad el pobrecito y puso la cara triste. La abuela se'senté de golpe y porrazo en la tinica silla que habia delante del escritorio y dijo: —jVenga, hombre! jNo se deshaga usted en lamentaciones! |Muévase! ‘A Karli le dio la impresién de que el hombre iba a iniciar la huida de un momento a otto. Pero se qued6. Le tocaba quedarse: era su oficio. Le pregunté el nombre a la abuela, busc en un atmario y sacé un expe- diente bastante gordo, de rantas cosas como se habfan escrito ya sobre Karli y la abuela. 26 En el Negociado eran famosos. Tampoco parecia que les sirviera de nada, El hombre se sent6 muy digno detrés del esctitorio, humedecié el dedo y se puso a hojeat papeles, meneando a veces la cabeza y asintiendo de cuando en cuando. Al final dijo: —Es un asunto complejo. Karli no sabia lo que significaba. — (Qué es complejo? En lugar del hombre le respondié la abuela. Yo es que no lo se tampoco. —Su caso no tiene nada de sencillo —explicé el funcionario—. No se trata de una simple cuidadora sino que usted ademas es pariente del muchacho: su abucla para ser mis exactos. —jNo me diga! —exclamé la abuela —iConmigo déjese usted de ironias! —le dijo el hombre. —Para mi son cosas bastante setias —le dijo la abuela—. Cuando van a darle entonces la pensi6n al nifio? —{No se puede usted pasar sin ella? —le pregunté el hombre. Ta abuela se levant6, ech6 a un lado la silla de un golpe y dijo: —jHaga el favor, hombre! Sabe usted perfectamente lo que cobro de pensién. Esta abt, en los papeles. Y sabe usted también lo que se traga al dia un chaval asi, los calcetines 27 y pantalones que rompe y todo lo que hace falta. jSe ceee usted que soy millonaria? ETengo yo cara de Fabrica? ‘A Karli, entretanto, el Negociado le parecia estupendo. Yo como muchisimo, de verdad —dijo—. La abuela tiene razén. Y lo de los pantalones es verdad también. —jAhi lo tiene! —dijo la abucla, El hombre se ech6 a reir. —Trataré de acelerar los trémites de cara a la resolucién del expediente —dijo. El funcionario se expresaba, realmente, con mucho empaque. —jAcelere, hombre, acelere! —Ie dijo la abuela—. De lo contrario vuelve a tenerme usted aqui la semana que viene. ;Se lo juro! El hombre volvio a reitse. —Seria un placer —dijo—. Aunque voy a hacer todo lo posible para que la cosa se arregle El funcionario se despidié de los dos con un apretén de manos. Tan pronto como estuvieron en el pasillo la abuela peg6 un saltito, un brinco tan s6lo porque no era ya capaz de saltar de verdad y dij —Lo hacemos cstupcndamente, Karli Tenemos que seguir asi. Somos capaces de ablandarle el coraz6n 2 cualquier funcionario. Karli estaba de acuerdo. 28 No puedo imaginarme tener que volver @ vivir sin Karli, El chico me cansa, qué duda cabe, me agota y por la noche acabo reventada, Tal vex sea cuestion de costumbre. Y al fin y al cabo también se va haciendo mayor. A menudo me recuerda a su padre entonces pienso que vuelvo a tener un hijo mio. Soy demasiado vieja. Su madre seria maucho mejor para él, Es raro que ne inquiete todavia pensar en ella. En realidad no estaba mal. Y era una buena madre. Lo inico que pasa es que Jo hacia todo de forma diferente a la mia, No se preocupaba tanto del nino. Decia siempre que tenian que aprender temprano a arreglarselas solos. Eso si, pero bay que ayudarles. Ast decia que lo hacia ella también A mi me parecia que no. No nos entendiamos, es cierto, Me crispaba los nervios. Y yo a ella seguro que también. Ahora, a veces, pienso que fue una listima haberme peleado tanto con ella, a Cuando laabuelase %, pone a contar cosas Kati no comprende que la abuela ha- ble siempre de otros tiempos. A la abuela no Ie interesa gran cosa lo que le pas6 ayer mismo. Pero de las cosas que le ocurrieron hace treinta o cuarenta afios sigue acordandose perfectamente. Todavia se acuctda de la primera vez que fue en tren, de cuando se cas6 con el abuelo, del traje que llevaba en la boda y de lo que comicron. A Karli le da Jo mismo. La abuela dice siempre: —Todo ayuda, Karli. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Esa es la diferencia entre Karli y la abuela. A Karli le interesa s6lo lo que pasa ese mismo dia, lo que acaba de decidir con sus amigos, Io que ha hecho y lo que pro- yecta. A la abuela no le parece importante todo eso. Y menos todavia cuando le toca en- fadarse por culpa de ello. La abuela prefiere enfadarse por aquellas cosas de las que se acuerda todavia «la mar de bien». —Te acuerdas, Karli, de cuando el abuelo fue a parar debajo del tranvia y alto 30 bien poco para que se nos quedara sin pierna. Yo es que no consigo olvidarme de cémo lo trajeron al pobre Hleno de sangre a casa, y él todavia dijo: ——No es nada. —Y yo pensaba que el hombre se me desangraba entre las manos. Son cosas que se quedan grabadas Y Ia abuela, no obstante, hace tiempo ya que las ha superado. Lo que pasa es que sus recuerdos le siguen pareciendo excepcio- nales. Cuando ve en la televisién una pelicula interesante, dice: —Todo eso ¢s inventado. A mi que no me engafien. Te acuerdas, Katli, de cuando nos bombardearon la casa... Tuego sigue una historia que Karli ha_oido contar ya multitud de veces con infinidad de variantes. —Tu padre acababa de entrar de aprendiz cuando empez6 lo de los bombardeos. Puede incluso que fuera todavia a la escuela Poco antes de terminat la Guerra Mundial €s0s locos lo Hlamaron a filas, a los servicios auxiliares de aviacién, y le tocé derribar bombarderos. jA los nifios como esos los me- tfan en las baterias antiaéreas! —jMe parece fenémeno! —la inte- rrumpié Karli. —ZFenémeno? A ti te parece fend- meno porque vosottos os pasdis el dia corriendo con las pistolas y jugado a guertas. Yo te tT | 31 aseguro, Karli, que una guerra de verdad tam- poco les gusta a los nifios. Lo pasan muy mal. Piensa en esos pobres vietnamitas, Bueno, ed6nde estaba? —En lo de papa —dijo Karli. Eso... Pues tu padre estaba todavia en casa y, cuando empez6 ese terrible bombar- deo, nos refugiamos todos en el s6tano. Las bombas se ofan cada vez més cerca. Yo me quedé tiesa de miedo y lo cogi en brazos. Poco después se puso a temblar la tierra, El techo del s6tano se caia a pedazos. Alguien dijo que tenfa que haber sido en nuestra casa -y alli fue. La casa se mantenia atin en pie. © casi, porque las bombas habian arrancado un trozo del tejado. En nuestro piso no qued6 nada sano, ni un cristal en las. ventanas. Dormimos en casa de unos parientes y, al dia siguiente, empezamos a arteglar la casa. En las ventanas pusimios cartones en vez de cristales. Karli no la escuchaba demasiado aten- tamente porque ya conocia la historia. Karli pensaba en cosas muy distintas. En cémo explicarle por ejemplo a la abuela que no tenia nada de particular que fuera a jugar al patio de al lado porque con los nifios de alli se entendia mucho mejor. La abuela no le dejaba. He de verre por la ventana, Karli le decia—. Ya esti bien de independencias. 33 Yo quiero que te las sepas arreglar sin mi, Karli, pero... — Qué quiere decit «sin mis? —Quiere decir que no siempre he de evarte pegado a las faldas pero que tengo que cuidar de ti Y la abuela se ponia a contar en seguida otta historia de las de hace mucho tiempo, cuando no circulaban casi autos y habia todavia aviones de cuatro alas, los biplanos aquellos que tanto cntusiasmaban. a la abucla. —No podian caerse, Karli, no habia forma. Se les rompia un ala y les quedaban las otras tres. Cuando Karli se lo conté 2 un amigo, mayor que él, el amigo se ech6 a reir y dijo que daba lo mismo las alas que tuviera un avin, y que un cohete era mucho més répido y no tenia ninguna. Karli informé a la abuela y la abuela se qued6 horrorizada. —Los cohetes sélo sirven para matar gente —dijo. Total que Karli y la abuela nunca acababan de entenderse. La abuela preferia hablar de una €poca que Karli no conocia y que debia haber sido también bastante rara Este chico tiene que saber c6mo eran las cosas antes, cuando yo era joven, por ejemplo, y no me llamaba todavia Ema Bittel 34 sino Erna Mauermeister, mi nombre de soltera, ¢Por qué le resultarin aburridas estas historias? Sélo atiende cuando Je hablo de la guerra y entonces quiere saber con todo detalle si he visto disparar y si bubo muertos. Eso de la guerra tiene que estar metido muy adentro en los nifios. Y es atroz. Hoy, cuando me acordé de cémo conoci a Otto y del hipo que ame entré del susto —me duré horas enieras—, @ Karli slo se le ocurre decirme: «Ya me lo as contado». Y yo sé muy bien que no se lo he contado todavia. Tal vex haya pasado, entre- tanto, demasiado tiempo... a” La abuela hace justicia 5 y Karli se avergiienza de ella Karti tuvo un tio con Ralph, Se pega- ron. Ralph tité a Karli de los pantalones hasta que le hizo un sefior siete y se los dej6 por las rodillas. La abuela oy6 jaleo en el patio. Ese dia la abuéla habia bajado y subido dos veces las escaleras —hasta el quinto piso— y ya estaba bien. La pelea del patio, sin embargo, la intranquiliz6. Baj6, vio el des- gattén, los pantalones fotos y pregunts: —Quién ha sido? ;Quién le ha roto a Karli los mejores pantalones que tiene? ‘A Karl le dijo: —jTe tengo dicho y repetido que cuando bajes a jugar te pongas los pantalones viejos! Luego volvi6 a preguntar. —{Quién ha sido? ‘Algunos nifios habfan’escapado cortien- do y Jos que quedaban —inldo Ralph— no decian ni pio. Karli tampoco. (Bs que he de tiraros de las orejas, de uno en uno? —dijo la abuela. Uno de los nitios dijo: 36 —No tiene usted derecho a hacerlo. La castigaran, —Antes si que se podia y yo hago lo que me da la gana —dijo la abuela. —Eso no esté bien, abucla —dijo Karli—. Ta no puedes hacer lo que te de la gana. No puedes pegarle a un nifio ajeno Ta abuela, furiosa, avanz6 paso a paso hacia los nifios que se quedaron inméviles, mirindola. —Sois unos cobardes —les dijo la abuela. Karli defendi6 a sus amigos. —No son ningunos cobardes —dijo— Los pantalones se han roto jugando. —jEncima, miente! —dijo la abuela—. Primero cobarde y después mentiroso. {Qué vergiienza! Karli se dio cuenta de que era ahora cuando la abuela empezaba a ponerse de verdad furiosa, Trat6 de calmacla. —Tampoco es an grave lo de los pan- talones. Me los coses y quedan nuevos —dijo—. Para jugar me pondré siempre los otros. Seguro. —jDéjate de tonterfas! —dijo la abuela—. Aqui lo que hay que hacer es justicia Karli no comprendia lo que queria decir la abuela con eso de hacer justicias Los otros nifios tampoco lo entendieron. 37 —:Qué quieres, entonces? —pregunté Karli Quiero saber quién fue. ZY luego? —pregunt6 Karli. —Luego le diré que hizo mal. Y a su madre que te compre otros pantalones. —No puede ser —dijo Karli. —Es la justicia —dijo la abuela. —2¥ si los pantalones son caros? —pregunté Ralph. —jEntonces es que has sido ta el que Jos ha roto! —dijo la abuela. A Katli le entro mucho miedo y le aseguré a la abuela que Ralph no habia sido. Ta abuela volvié a ponerse furiosa. Tomé del brazo a Ralph, que queria largatse, y empez6 a sacudirlo. Karli le grité: —iNo le hagas nada, abuela! jPor la justicia! —jOs daria a todos de palos... la abuela. Karli se sintié triste y avergonzado. Por la tarde se lo dijo a la abuela: —Lo del patio no estuvo bien, abuela. —jEntonces césete eG mismo Jos pan- talones! Karli se daba perfecta cuenta de que a la abuela no le importaban tan s6lo los pantalones. Por otra parte, gcémo habia que hacer para ayudarla? —stité 38 Yo de weducacién modernar y esas modas no entiendo. Tampoco quiero hacer nada mal. {Qué se vayan al diablo todos! No me gusta que Karli se junte con los chicos ‘mis sucios, los mis alborotadores y los més malos. Lo peorcito del barrio. No es que a ‘nosotros nos sobre el dinero, lo que pasa es que a mi me daria vergienza tr asi de desas- trado. Karli piensa de otra forma. Dice que es que no tienen abuela y que tener abuela es Jo més importante. Y eso tampoco se les puede echar en cara a esos chicos. Quizds tenga razén Karli. jEL sabihondo! s Con la abuela 5 de vacaciones Koanti teva ya tres afios con la abuela y dos de escuela. Tiene ahora un montén de amigos y no es capaz de imaginarse que las Cosas en otfos tiempos fueran muy distintas, ‘A veces le prepuntan si le va bien siempre con Ja abuela. Karli no entiende cémo podefa inle de otra forma. De vez en cuando, se arma algin cisco pero, pot regla general, Ix encuentra estupenda. Tampoco se queja tanto como las demas viejas que vienen los sibados a tomar café y a charlar un rato. Las otras empiezan ya a gemit apenas llegan a la puerta del piso. La una que si siente pinchazos en la pierna, la segunda que le da el hipo después de las comidas y la tercera que si el matido... Cada vez que se asoman las viejas Karli se larga y a la abuela le parece lo mas hatural, La abuela se ha acostumbrado también aque Karli escoja 4 mismo sus amistades ¥ ya no trata de convencerlo como al principio. Cuando Karli cumplié los ocho afivs la abuela le regal6 unos pantalones nuevos y —esa fue la sorpresa— unas vacaciones Juntos, La abuela, segtin decfa, no habia ido 40 de vacaciones desde hacia treinta afios largos. Y en las aiimas de las que se acordaba —en Tegernsee, a orillas del lago— no habia parado de lover, Tegernsce no esta lejos de Munich pero para la abuela, que no tiene men- talidad de automovilista, resulta ya muy lejos. Karli, al que la abuela le habia hablado unas cuantas veces de sus tiltimas vacaciones, temia que le tocara volver a Tegernsee y a Tegernsee habia ido ya de excursion con Ia escuela. A Karli le patecia ademas que no estaba lo sufi- cientemente lejos para set unas vacaciones de verdad. Otros chicos de la éscuela le hablaban de Espafia, Italia, Holanda o el mar Baltico. El entonces —por consejo de la abue- la— les decfa: —Nosotros hemos veraneado en el balcén. Como no estaba acostumbrado a las vacaciones tampoco le hacian falta. —Esa gente va a Espafia 2 seguir pe- leéndose —le dijo la abuela— y tegresan mucho peor de lo que se fueron. Karli no estaba muy de acuerdo pero en todo lo que decia la abuela habia siempre algo de cierto. Y en eso, también. Ya se lo habia contado su amigo Eberhard: —Veraneamos en Espafia, en la costa. Al principio estuvo bien pero luego se armé la gorda y mi madre no hablé mas con mi padre hasta que regresaron. No le volvié a 4 gritar hasta que a la vuelta, en la autopisca, por poco sc estrella contra un camién. ‘Asi no se imaginaba Karli unas vaca- ciones. La abuela habia escrito en un papel: «Bono para Karli (y la abuela). Veranco para dos personas del 14 al 28 del VII en Furth im Wald>. Autorizado y con el visto bueno de la abuela. Karli lo ley6 y le pareci6 raro. La abucla, mientras él lefa, no cesaba de preguntatle: —Bh, eh? ¢Qué te patece, Karli? ¢Eh? —2Dénde esta eso de Furth im Wald, en pleno bosque? —pregunt6 Karli al cabo de un rato. : —En el bosque de Baviera —respondi6 la abuela—. Y pasa el tren, que es lo impor- tante. Ast no tendremos que coger el autobiis. Yo todo eso no lo conozco. Friulein Bloch, la‘que viene siempre a tomar café, estuvo alli de vacaciones y nos ha reservado aloja- miento. No esté mal de precio, todavia podemos permitimnoslo. Eriulein Bloch dice que son granjeros de verdad, gente amable Una semana antes de la partida no habia forma ya de frenar a la abuela. No paraba de hacer y deshacer maletas. A Karli, que le decia que no fuera tan tonta de empezar a hacer ya las maletas, lo eché del cuarto 42 —Té no lo comprendes —le dijo—. Yo es que he perdido la costumbre de viajar _ Con una maleta, sobra —dijo Kar. Ti. Yo no tengo que levarme tantas cosas, ten salia a las scis de la mafiana. La abuela se levanté en plena noche y a las tes desperté a Karli. La abuela habia acabado de vestitse para el viaje. Karli no la habfa visto nunca de aquella forma, La abuela Hlevaba un traje con una falda que le Ilegaba casi hasta los tobillos. —{No puedes acortarte un poco la falda? —le dijo Karli. —Listima de tela —dijo la abuela—. Y, ademis, esta de moda Ia abuela Ievaba también sombrero nuevo. O viejo. Uno, de todos modos, que nunca se ponfa, La abuela solfa usar pafiuelos de cabeza. El sombrero inclufa una aguja enorme, con una perla. —Vas a pinchar a la gente —dijo Karli —Es un alfiler de sombrero —dijo la abuela—. Se llevan asi. Y ya esté bien de ponerme pegas. Karli se visti6. El café se lo tomaron de pie. Comieron pan con mantequilla y, poco antes de las cuatro, la abuela dijo: —Ahota tenemos que irnos. Karli pregunt6 si habja tranvias. —Hay que ir a pie hasta la Estacién —tespondié la abuela. te teem i | | | | 4B —La maleta pesa mucho —exclamé Karli. —Tengo un arma secreta —dijo la abuela. La abuela arrasti6 escaleras abajo el malet6n —con un paraguas atado y el bastén del abuelo— y cuando Ileg6 abajo lo puso a su lado, en la acera, y salié andando con él. El maletén Ievaba’ unas ruedecillas por la parte de abajo. —Era del abuelo —dijo. A Karli —de pronto— le parecié todo fenomenal. Llegaron a la Estacién demasiado temprano y la abuela tuvo tiempo de examinar detenidamente cada uno de los andenes y de Teer todos los letreros. Al final todavia no estaba segura de si su tren salia efectivamente del andén seis. La abuela pregunt6 a cinco ferroviarios, uno tras otto, y todos le respon- dieron lo mismo. Karli terminé por enfadarse: —Como preguntes 2 uno més, me marcho. El viaje en tren result6 divertido. La abucla Hevaba abundantes provisiones que compartia con todo el compartimento, Al cambiar de tren ya no tenia tanto miedo. En Furth im Wald pregunt6 en la taquilla de la Estacién la direccién del granjero y si estaba lejos. —A pie, dos horas y pico —dijo el taquillero. Karli se sintié enfermo. Estaba seguro 44 de que la abuela pondria el shaletén sobre cl asfalto y andaria con él kilémetros y més kilémetros. Pero la abuela tenia ya cierta practica en lo de los viajes —¢Hay alguna forma de ir? —pre- gunto. —Tiene usted un autobés desde la misma Estacion. Si se da prisa lo cogeré todavia —dijo el taquillero. —,Qué linea? —pregunt6 la abuela —£5 el Gnico autobés que hay delante de la Estacion —le explicé el hombre. Y asi Iegaron sin mas problemas a la granja. No era una granja de verdad. Tenian lunas cuantas yacas pero mis habitaciones que vacas. Y en las habitaciones mucha gente que pasaba alli las vacaciones. —Estos campesinos con sus vaquitas... —explicaba luego la abuela, al contarles Jas vacaciones a sus amigas—. Y a nosotros nos ordefiaron bien. Su cuarto —tenian sélo uno— no era muy grande y estaba debajo mismo del tejado. El cuarto de bafio se encontraba un piso mas abajo y la abuela se quejé de que no podia andar todas las noches dando yueltas como un fantasma pot la casa. —Entonces le hard falta a usted un dompedro —dijo la granjera de mal humor. Karli, que no tenia ganas de preguntar, se imaginaba que un dompedro debia ser una especie de acompafiante que la protegiera 45 La abuela se rio cuando Karli se lo dijo. —Lo que ha querido decir ésa es que nccesito un orinal. ‘A Karli le parecié una mala jugada de la patrona. La abuela, efectivamente, se paseaba todas las noches por la casa, metia ruido, gemia y despertaba a casi todo el mundo. Karli estaba seguro de que lo hacia s6lo pata que se enfadara la patrona. Hasta entonces la abuela habia procu- rado siempre mantener a Karli alejado de su cuarto. Ahora vivian juntos y tenian que dormir por primera vez en la misma habi- tacién. A Karli le daba miedo. La abuela, sin embargo, lo arteglé de forma que Karli durmicra ya cuando ella subja por la noche al cuarto. En la sala de estar de la granja habia un televisor ante el que se sentaban todas las noches los huéspedes. Y la abuela también, Karli tenia que subir a acostarse dos horas antes como minimo de que terminara el programa, Algunas veces estaba todavia despierto y ofa c6mo se desnudaba la abuela, No acababa nunca. Karli se imaginaba que la abuela debia llevar cuatro o cinco vestidos uno encima del otto, 0 enaguas, puesto que ninguna persona ‘normal tardaba tanto tiempo en desnudarse. Tan pronto como se metia en cama, la abucla se dormia en seguida y ron- caba. No roncaba de verdad, era como una 46 especie de jadeo. Karli lo escuchaba y no conseguia volver a dormirse. A la mafiana siguiente, sin embargo, la abuela insistia en que habia dormido pésimamente y en que habia oido a Karli dar todo el tiempo vueltas en la cama, Cuando Karli, entonces, le decia: _ Yo estaba reposando y muy tran- quilo. La abuela replicab: __ —iQué sabras ta, si has dormido como un lirén! Los huéspedes eran casi todos. gente mayor. Habia s6lo dos nifios. Uno era de Wuppertal, se llamaba Bernd y tenia un affo menos que Karli. El oto era de Berlin, tenfa ya catorce afios y se aburria. Karli iba con Bernd a los establos y al granero y se inven- taban los dos muchos juegos imposibles de jugar en la ciudad. A Karli, Bernd le parecié simpético. A la abuela también. —Pero su madre es una cursi —decfa. _ Karli no entendia muy bien lo de cursi peto no se atrevia a preguntar. Cuando la abuela se expresaba asf no solia anunciar nada bueno La abuela se enfad6 con la granjera por culpa del café de recuelo que les Setvian por las mafianas. La abuela decia que no se podia beber, que eta agua sucia y que se sentia mal todo el dia por culpa del brebaje. La patrona cogié un enfado terrible y dijo que | | 47 era la primera vez que lo ofa, que habia te- nido un mont6n de huéspedes, pero ninguno hasta ahora tan descarado. Luego aseguré que el café era bueno y fuerte. La abuela sontié maliciosamente y pronunci6 la frase que acabé de sacar de quicio a la granjera: —Lo mis probable es que moje usted un tabo de vaca en el agua hitviendo. A eso sabe. La patrona invité a la abuela a que abandonara inmediatamente la casa. La abuela dijo que ni pensarlo, que ella y su nieto eran huéspedes de pago Por eso se quedaron. A la abuela le patecié que el café se volvia todavia peor. —Ahora la mujer esa se venga de mi di En Ia Gnica excursi6n larga que_ hizo con Karli la abuela se cay6 a un profundo silo de nabos forrajeros que no se vela apenas porque estaba cubierto con pacas de paja. Ta abuela tampoco lo hubiera visto porque iba cottiendo detrés de una mariposa. De pronto, desapareci6. Karli la oy6 gritar desde fas entraftas de la tierra. No, no gritaba, gemia. Karli se quedé confundido y sin saber qué hacer. Mientras la abuela vociferase era sefial de que las cosas iban bien. Cuando se echaba a gemir es que le ocurtia algo setio. —;Dénde te has metido, abuela? —exclamé Karli. 48 —iEs que no lo oyes, imbécil! —con- test6 la abuela. Karli se dio cuenta entonces de que no Ie habia pasado nada. Se asom6 al borde del foso, vio un agujero entre el heno y oy6 resollar a la abuela mientras iba ascendiendo a duras penas. —2No puedes ir a buscar una rama? —le dijo la abuela —¢Para qué? —jNo me hagas preguntas tontas, Karli! Para sacarme. —Ahora voy —dijo Karli. Karli encontré una rama larga, medio podrida, y la metié en el foso. Sintié al otto lado el enorme peso de la abuela —iTira de una ver! —le grité la abuela. Karli tir6,-se rompi6 la rama y la abuela empez6 de nuevo a lamentatse: —jContigo no hay manera! _ Al cabo de un rato, tras un largo silencio que asust6 a Karli, se la oy6 apilar nabos. — Qué haces? —pregunté Karli. —Una escalera —dijo la abuela Por ella fue subiendo entre suspitos. Al poco rato la abuela asomaba de la tierra hasta media batriga, le mir6 indignada y pregunt6: —=2¥ ahora, qué? ;Vuelo? ‘0 qué sé! —dijo Karli. La abuela traté de volar. Salt, se aga- 6 al borde del foso, estiré la pierna como Sane g 49 una rana y fue saliendo poco a poco. A Karli le entré la risa. La abuela se qued6 primero de rodillas, se levant6 Iuego, se limpié la falda y le solt6 una torta a Karli. —jEncima que te rias! —Ie grits—. Ya esté bien de vacaciones. jLas tiltimas! Por la noche, en la sala de estar, Ja abuela conté la historia de una forma muy distinta a como habia sucedido. Mucho mas interesante y con més esuspense>. Sobre todo lo de cémo volvié a salir de entre los nabos. De un solo salto, segiin ella. —Asi es como brinco yo todavia —dijo—. ;Con lo vieja que soy! A Karli le molests que la abuela contara mentitas. Pot la noche Karli se despené y la abucla le pregunté que por qué no dormfa. Karli hubiera podido responder que tenfa la nariz tapada, —Porque hoy has contado una mentira —dijo. La abuela se 1i6 —Mira, Karli, cuando a una le pasan tan pocas cosas como a mi hay que fantasear un poco. {No te parece? Karli no estaba de acuerdo. Fucron, cn efecto, las Gnicas vacaciones que pasaton juntos. Con el tiempo la abuela fuc inventindose nuevas historias de ese verano —despampanantes aventuras— y Karli se acos- tumbré a haber vivido todo ef montén de 50 cosas que se le ocutrian a la abuela. Tampoco le eché mas en cara sus mentiras. Ya que no viajaba, que se desahogara por lo menos. éYo es que soy Frau Erna Bittel 0 es que soy una cualquiera? Se me puede sermonear a mi cuando a Ia gente le dé la gana? No, ast no viajo mis, por mucho que se obstine Karli. Yo ya no estoy para esos trotes. Yo en esta vida he tenido que trabajar y me las he arre- glado siempre con la gente pero ver caras extranas me irrita, Claro que ef chico ha de ver mundo; ‘ya encontraré una soluciin. Yo prefiero nuestra calle de Munich que esas vacaciones de rico en el Bosque de Baviera. Aunque tenga que ir siempre detrés de Karli y con la lengua fuera, jVieja de mi! Karli es mejor que vaya a un campamento. Lo importante es que él camine, que corra sus aventuras y que le dé el aire fresco. | | | | | | | | | | | | | | a” La asistente social va "x a ver a la abuela y a Karli Kant estaba en terceto peto las cosas en la escuela no iban bien del todo. La abue- Ia le ayudaba a hacer los deberes. A veces no podia mas y decia: Me dan dolor de cabeza estas ton- tetfas. ;Por qué tendréis que aprender tanto, pobrecitos? Karli en eso estaba de acuerdo. Asi que decidi6 darle menos deberes a la abuela y descuidarlos él también. La mitad como mi- imo no los hacia, Frau Riemer, la maestra, se lo consinti6 a regafiadientes durante algin tiempo. A las tres semanas sin embargo le dio tuna carta para la abuela. Karli la ech6 a una alcantarilla. Pero por la tarde le entraron los remordimientos y le dijo a la abuela: —Oye, abuela, he tirado una carta para ti Ta abuela quiso saber de quién era. —De Frau Kiemer —dijo Karli. —;Sabes lo que ponia? —pregunt6 la abuela, —No —dijo Karli 52 —Entonces se lo preguntas maiana a Frau Riemer —Ie ordené la abuela. A Karli le entré miedo y se eché a Horar. —Maiiana iré yo —dijo la abuela. —Mafiana no es dia de visita —dijo Karli —Me da igual —dijo la abuela—. De alguna forma tengo que saber lo que me han escrito. a abuela se presenté en plena clase. ‘Abti6 Ia puerta y se plant6 en el aula. Karli a poco se cac del banco, de vergiienza. Sus compafieros apenas si podian reprimir la risa. La abuela, en cambio, se qued6 tan setia. Y Frau Riemer, desconcertada, le pre- gunté a la abucla qué era lo que la trafa por all. “La carta —dijo la abuela. —Mala cosa, verdad —dijo Frau Rie- mer. —Fso me parece también a mi —dijo la abuela. —Habri que ponerle remedio —dijo Frau Riemer. —A qué? —pregunt6 la abuela. —js que no ha entendido usted la carta? —pregunté Frau Riemer. No la he leido —dijo la abuela. —,Cémo puede usted entonces venir a vetme, sino la ha leido? —se admir6 Frau Riemer. 33 —Porque se ha perdido. —{No se la llev6 Karli? —Desapareci6 sin dejar rastro —dijo Ja abuela—, Se me habri traspapelado. Karli, cn aquel momento, la quiso més que nunca Frau Riemer salié con la abuela del aula, volvié al cabo de unos minutos y le acatici6 la cabeza a Karli —Ya lo arreglaremos —dijo. Karli se qued6 intrigado y deseando saber lo que le habia contado Frau Riemer a la abucla fuera de la clase. La abuela resoll6 de nuevo. —No haces los deberes, Karli. O los haces a medias. Y siempre mal —Té tampoco sabes hacetlos —dijo Karli. Yo no voy a la escuela —dijo la abuela, Pero ti eres vieja, abuela. Ta tenias que saberlo todo —dijo Karli. —Me he olvidado de muchas cosas —dijo la abuela. Ta abuela y Karli estuvieron viendo la forma de hacer los deberes sin cometer dema- siadas faltas, La abuela suspit6. —Tendré que aprender contigo y con tus libros, Karli Quizas fuera el asunto de la carta el que les Ievé a casa a la asistente social. La escuela debié habérselo comunicado a los de 34 a proteccién de menores, puesto que el director y la maestra sabfan que Karli era huérfano de padre y madre y estaba bajo tutela, Tal vez quisieran verificar cémo hacia Karli los deberes, si tenia un sitio tranquilo para estudiar y si la abuela estaba en condi- ciones de ayudarle en caso necesatig. Sea como fuete, la cuestién es que se presenté la asistente social. Tenia muy buen aspecto y Ilevaba los ojos muy maquillados, con sombras de color verde. A Karli le gust6. A la abuela, no. A la abuela lo que mis le hubiera gustado hubiera sido echarla por la ventana. La asistente social se sent6 a la mesa de ta cocina y la abuela frente a ella. Karli se habia refugiado en el soff. La asistente social preguntaba muchisimo: por qué Karli después de la muerte de sus padres habia sido recogido por la abuela, si tenfa parientes més j6venes, si la abucla habia padecido enfermedades contagiosas, si tenia que it a menudo al médico, si Karli tenia dificultades con la lectura, si disponfa de un cuarto para al solo. La abuela —haciendo rechinar la den- tadura postiza— la Ilev6 por todo el piso, Te enseaé Ia cama de Karli y le dijo: —jBien mullida y bien limpia! En la cocina levant6 la tapadera de la olla y dijo: —i¥ de comer se le da también como Dios manda! 55 La sefiorita asentia a todo. Ia abuela no podia reprimir la ira. Volvié a empujar a la joven hasta Ja silla, Ja sent6, dej6 caer los brazos sobre los hom- bros de la asistente social, le soplé en la cara y dijo en voz muy baja: Bueno, sefforitinga, gusted qué es lo que quiere? gLe parezco una bruja como las de los cuentos? {Cree usted que soy tonta? @Me caigo de vieja? ¢Le he ensefiado el trasero a algiin vecino? ¢Ha robado Karli? ¢O qué? La sefiorita traté de sonrefr, lo consiguié a duras penas y replicé igual de bajizo: —No se trata de eso. La ‘escuela se ha interesado pot Karli, Frau Bitte, porque no hace bien los deberes. Entonces creimos que... —Qué es lo que creyeron? —preguntd amenazadora la abuela. —Bueno, pues que en estas circuns- tancias, usted, con sus arteglos... La abuela se eché a gritar: —jYo ya hace. tiempo que no estoy para arteglos, sefforita! Usted qué se ha creido? Karli traté de escabullirse del cuarto. La abuela lo agarré y dij — Ta quédate aqui, Karli! Tienes que oftlo, Me hace falta un testigo. Desde que la abuela andaba por los negociados quetfa siempre tener testigos. —Es muy importante —deci pués le toman el pelo a una. Des- 56 La sefiorita estaba tan asustada que dej6 de hablar de los atreglos y afirmé que le parecia todo bien, pero que pasaria a verles cada dos meses y, en caso necesatio, les ayudaria. La abuela se puso mas amable pero dijo atin: —Hasta el presente nadie me ha ayudado, sefioritifia, y ahora es tarde. Karli ya ha pasado lo peor. La sefforita afiadi6 todavia algo que hizo estremecer a Karli: —Podria ocuttitle a usted cualquier cosa. O podria ponerse tan enferma que hubiera que Hevatla al hospital. ;Qué hacemos entonces con el nifio? Ia abuela la empujé més allé de la puerta y tespondi6: —iImposible! Ese «imposible» se lo repetia Karli cada vez que se imaginaba que una ambulan- cia iba a Ilevarse cualquier dia a la abuela © incluso que se morfa, jImposible! Puede ser que me equivogue con Karli. Encima, lo de la carta, Es que soy quixés demasiado buena? ;Qué significa buena? Yo prefiero hablar con é que gritarle. Gritarle también me cansa. Soy buena con él porque Jo quiero, También dicen que educar con [ | | | | | | | | | 57 amor es el mejor método. :No va a bastarme ahora? El chico miente y se descarria. Tonte vias; hablaré con él, le apretaré un poco las tuercas y le ensetaré a no tener miedo de los de la iutelar, wi de la asistencia social, mi de todos esos jaleos. :Si con nosotros dos no marchan bien las cosas, con quien han de marchar bien entonces? Ahora exagero, lo sé. Pero me ayuda 0 a® Los miedos de la abuela "5 Tampoco es que la abuela abuse de la bebida, No. Pero en el aparador guarda una botella de aguardiente que Karli —cuando mita— ve it vaciandose poquito a poco. La primera vez que Karli le pregunté a la abuela por la botella, la abuela se enfad6 con él. —No me gusta que andes fisgoneando, Karli, Y ademis, equé quiere decir eso de beber? Un traguito s6lo cada dia... —0 dos veces dos —murmuré luego Karli tampoco queria decir que la abuela se emborrachara. Karli a la abucla nunca la habia visto bebida como a los ve- cinos, a veces, 0 a la vieja Frau Lederer de a buhardilla. Lo tinico que le interesaba era saber por qué se lo ocultaba. —~Por qué escondes la botella, abuela? —le preguntd. Ta abuela se sent6 en el sofa. A Karli le toc6 también sentarse, aunque no tuviera ganas, A lo mejor la abuela le contaba una de aquellas historias de ottos tiempos. Una pot Jo menos que no conociera, confi6 Karli. Empezaba, efectivamente, como una historia: 60 —Tu abuelo, Karli, algunas veces empinaba bastante el codo. De vez en cuando te diré que hasta Hegaba a casa a cuatro patas y yo, entonces, me juré no probar en la vida esos brebajes. Incluso cuando nos invitaban o cuando celebrabamos cualquier cosa yo la bebida apenas la tocaba. Ahora es diferente, Y ocurrié de una forma bien sencilla El dia en que murié el abuelo yo daba vueltas por la casa queriendo poner orden y enredén- dolo todo, en realidad, mucho més de lo que estaba. En la mesilla’ de ‘noche del abuelo encontsé, por casualidad, dos botellas de aguardiente y, en medio de toda la tristeza, me quedaron fuerzas todavia para ponerme furiosa. Abri una de las botellas y me bebi un buen trago, como para contrariar al abuclo difunto, 2Y sabes ti lo que pas6, Karli? Me sent6 bien. Me dije que era estupendo para matat las penas. Y desde entonces me las mato con una copita 0 dos. Sobre todo cuando me entra miedo. Karli la miré asombrado. —jPero abuela, si ta no tienes miedo! Nunca te lo he notado. —TG, Karli, a tus ocho afios, ya sabes mucho. Lo que pasa es que el miedo no puede verse. Karli le asegur6 que Jo notaria. La abuela se ri —Tii confias demasiado en tus fucrzas, jovencito. Yo, sabes, no es que tenga miedo 61 del gordo ese del tutelar de menores, 0 de la asistente social, o del portero, o de quién sea. Yo tengo micdo de cosas muy distintas y no solo un miedo, muchos miedos. Tengo miedo de que venga otra inflacién y se me lleve todo lo que he ahorrado, como ya nos sucedi6 otra vez, Yo entonces, en 1923, era casi una nifia y mi padre, tu bisabuelo, tampoco es que hubiera podido ahorrar mucho. Pero, de la noche a la mafiana, el poquito de dinero que tenia no valia nada. Lo que antes habia costado un marco costaba, de repente, miles de ellos. {De locura! Y luego, en 1931, cuando el dinero recuperé su valor lo que no hubo fue trabajo. Yo estaba recién casada, tu abuclo se habia quedado sin empleo y viviamos con lo poco. que nos daban del subsidio de paro. No conseguiamos salir de aputos. De eso tengo miedo. ¥ tengo miedo de ponerme enferma, ,Qué va a ser de ti, entonces? Cada vez que vas a la escuela tengo miedo de que te pase algo. Tengo miedo de que nos suban el alquiler del piso. Estos son mis miedos. Y no consigo librarme de ellos. Me rondan constantemente pot la ca- beza. Y, cuando me fastidian demasiado, voy al aparador, me sirvo una copita de aguar- diente, me la bebo de un trago y me digo: —iQuién dijo miedo, Erna Bittel!’ Y por un momento se me pasa. Karli lo comprendié perfectamente. 62 Ha descubierto que me echo un tra- guito de cuando en cuando. Fs probable que ‘me tenga por una vieja borracha. He tratado de explicarselo. Es curioso que cuando le explico estas cosas me toque sentirme siempre como si fuera tonta. ;Qué sabe el chico del miedo que yo tengo? A lo mejor me com- prende un poco. Tal vex me conozca mejor de Jo que yo pienso. ;Ojalal Una copita de cuando en cuando, eso es lo que me hace ‘falta, jSi senor! i A la abuela 5, le gusta el futbol Kati. en la escuela, no iba bien en todas las asignaturas ni hacia siempre los deberes, pero la mayoria de sus compafieros le querian. Era muy ocurrente en los juegos, setvicial, se pegaba la mar de bien y, sobre todo, jugaba estupendamente al faitbol. Su amigo Kimmel, un muchacho delgado y larguirucho al que le gustaba la astronomia, era el mejor portero del curso. ¥ a él también fue al que se le ocurri6 la idea de formar una buena seleccién para ganarles a los de terceto. ‘A Karli lo pusieron de libre. Lo de libre lo habfan aprendido en la radio y en la tele. Sea como sea, se decia Karli, el libre tiene que ser el mas inteligente del equipo, puesto que les da juego a todos; el libre es el que reparte balones como solfan decir los reporteros. Durante cierto tiempo se entrenaron en los recteos. Los profesores se enteraron y Jes propusieron encontrarse por la tarde en el campo de juego del club local. Quedaron en que uno de los profesores irfa también. A Karli le parecié estupendo y, apenas 64 egé a casa, se lo cont6 a la abuela. La abuela se pronuncié en contra. Le explicé que en un juego tan violento podia romperse una pierna y se exponia, ademfs, a que le abrieran la cabeza. —Ni hablar, Karli —dijo la abuela—. Yo soy generosa peto es que ahi ni siquiera os vigilan. —No dejamos que nos vigilen —dijo Karli—. Tét siempre buscas vigilantes. ;Anda, déjame ir! El jueves es el primer entrena- miento. La abuela no logté mantenerse infle- xible. En realidad es que no era capaz de ello, Le pregunté a Karli en qué campo jugaban. No muy Iejos de aqui —respondié Karli—. En el —jEso qué significa? —le pregunté la abuela a Karli. —Significa que vas a sobrevolar Munich en avi6n. Esta mis claro que el agua. 74 —Me niego —dijo la abuela—. Que me lo cambien. —Primero espera —dijo Karli. Los organizadores del concurso se ha- bian dado prisa con el telegrama pero luego pasaron muchos dias sin que volviera a saberse de ellos. La abuela, que tenfa un verdadero miedo al premio,” no pensaba en otra cosa y cada vez que sonaba el timbre salfa cortiendo hacia la puerta. Luego eran cl cartero o la vecina y la abuela se quedaba muy decepcionada —Me parece que me han tomado el pelo —decia. —Tampoco pueden ir tan deprisa —le explicé Karli. Necesitarén tiempo para encargar el pasaj —No lo quiero —dijo la abuela. —Ellos no pueden saberlo —dijo Karli. —jBobadas! Ia abuela, cuando hablaba del premio, se indignaba: —Saben muy bien que a una sefiora mayor no se le puede regalar un pasco en avion. Estaban cenando. Karli se refa, La abuela le gritaba que no se repantigara en Ia silla y que no pusiera los codos encima de la mesa. Karli le pregunt6: —Oye, abuela, ti dices que saben que etes vieja. {Tuviste que poner la edad? 75 La abuela se puso a cavilar. Karli la sac6 de su ensimismamiento: —No hay que declararla. Por regla general basta con decir que uno esté autori- zado a firmar. ;Ti lo estas, no? —{Te parece que ando mal de la cabeza? —le grit6 la abuela. —No —dijo Karli, zqué tiene que ver? De camino hacia la escuela Karli estavo pensando cémo quitarle el miedo a la abuela y decidi6 escribir a los organizadores del concutso. Por la tarde, mientras la abuela repartia prospectos, redact6 la catta: Karli encontr6 un sello, lo pegé en el sobre y lo eché al buz6n antes de que regresara Ja abuela. Karli esperaba que los aconteci- mientos se precipitaran pero se equivocé. No 76 pas6 nada y Ia abuela sigui6 hecha un manojo de nervios. Por fin, a las tres semanas, leg6 tuna carta de la casa patrocinadora. No iba dirigida a la abuela sino a Karli y eso fue Jo que mas exasper6 a la abuela. Karli estaba cn la escuela y la abuela no tenia derecho a abrir Ia carta. La culpa eta de ella porque le habia prometido a Karli no tocar jamés su cortespondencia, igual que @ tampoco tocarfa la suya. Eran cosas que no estaban bien y Ia abuela andaba en ascuas. Ese dia Karli tenia seis horas de clase. La abuela por poco se vuelve loca de curiosidad. Primero puso la carta al trastuz para ver si podia Ieerse el texto. Luego pens6 en abrirla al vapor pero eso serfa hacerle trampas a Karli, asi que esper6. Para que no se le hiciera tan larga la espera se fue a la panadetia, compré media barra de pan y estuvo charlando un buen rato con el panadero, hasta que éste se cans6 y le dijo: —Ya es hora de que vuelva a la tras- tienda, Frau Bittel ‘A la abuela le supo mal haber entre- tenido tanto tiempo al panadero pero es que no sabia qué hacer entretanto. Finalmente oy6 a Karli en la puerta, se precipit6 a abrirle vexclam6: Karli, tienes carta de los del vuelo! Karli asintié friamente, paso por delante de cella sin hacerle caso y se metié en su cuarto. 77 —Es que no te interesa nada de nada? le grité la abuela. —Si que me interesa, abuela. En segui- da voy. Primero tengo que ordenar las cosas de la escuela —dijo Karli. —Eso puedes hacerlo después —dijo muy nerviosa la abuela. —Luego te quejas de que soy incapaz de tener las cosas en orden. —-jAhora, no! —Claro que si. Te quejas siempre. —Hoy no. Karli tard6 todavia un buen rato y la abuela, esperindolo, media la cocina a zan- cadas. —iDios mio! ;Qué asco de nifio! —gemia La abuela le trajo un cuchillo para que abriera el sobre. Karli desplegé la carta con una lentitud exasperante y la sostuvo de modo que la abuela no pudiera leerla. Karli asentia a medida que iba leyendo, sontié satisfecho y plegé la carta. —2Qué hay? — —¢Qué significa todo claro? ;Cémo se les ocutre escribirte a ti? La que ha ganado he sido yo, no t —exelamé la abuela. —T no querias el premio —dijo Karl. —Elles no podian saberlo —dijo la abuela —En efecto, no podian —dijo Karli 78 Karli se sentia pero que muy superior. —He sido yo ef que les ha escrito. —{T6? jEstds loco! {Me estas echando a perder las relaciones comerciales! —le grité la abuela. Karli andaba cada vex més tranquilo. —No te echo a perder nada, abuela. Lo Gnico que hice fue arreglarlo —dijo. —jAnda, explicate! —dijo la abuela —Voy a set yo el que haga el viaje —dijo Karli—. Me lo han cedido a mi porque tii eres demasiado vieja. La abuela se sent6 en el taburete de la cocina como siempre que no era capaz de tenerse en pie de nerviosa o enfadada y se lo quedé mirando con los ojos muy abiertos. —Me has robado el premio, Karli. Mi tinico nieto me roba y, encima, se burla de mi con esas cartas. jEspantoso! Tendré que dar parte a la tutelar de menores —dijo. —Si te pones asi —dijo Karli— no te hablo mas. Ni te digo tampoco las otras cosas que pone la carta. —2Qué cosas? —A ti te toca también algo, abuela. De consolacién. — jas sobras! La abuela desistio. —Te invitan a comer en el restaurante del _aeropuerto. mientras yo vuclo —dijo Karli—. Una sefiora comida. 79 —jAsi la consuelan luego a una! —comenté la abuela. Ta solucién, en el fondo, le gusté: no se perdia el premio, y un buen almuetzo no eta tampoco mala cosa. A Ja abuela le quedaba sin embargo el miedo de pensar que Karli iba a andar dando vueltas por los aires. —A partir de ahora mi correspondencia comercial me la dejas en paz —dijo la abuela para terminar—. ;La Glkima vez que te entro- metes en mis cosas! ‘Me enfado con el chico cuando se inde- pendixa y deberia alegrarme. Da lo mismo que Karli se meta alguna que otra vez en mis asuntos. No he sabido comportarme. Habria de ayudarle mas en estas cosas. a La abuela y Karli visitan™s a una anciana en el asilo —Hare meses que le he prometido a Frau Wendelin irla a vet un domingo —dijo la abucla—. Y ti me acompafiards, Karli. De lo contratio no tesisto tantos viejo. —~Dénde vive Frau Wendelin? —pre- gunté Karli —En el asilo de ancianos de Ober- menzing —le explié la abuela. ~Ni pensatlo —dijo Karli “a fe vienes La abuela no admitia réplicas. Ese dia se puso aquel extrato ‘vestido. dominguero que Mevaba sélo cuando iba de viaje 0 se ssomaba 2 algiin negociado. A Karli le orden también que se vistiera de un modo decente y se fueron los dos en travia a Obermenzing. En el caserén en que entraton debfan vivir, realmente, muchos viejos. El jardin que lo rodeaba estaba !leno de ellos. La abuela noté que Karli se asustaba y le dijo, algo brusca: gle crees tt, primavera, que vas a set eternamente joven? 82 —Yo no —dijo Karli—, pero no voy a set nunca tan viejo. Y si lo soy, entonces como té. Ta abuela se 1i6. —Si ti no me conocieras, Karli, y estuvieras aqui de visita con cualquier otra persona, yo seria una de tantas viejas. Karli no dijo nada mis Frau Wendelin los recibio en una sala cextrafiamente inhéspita, con muchas mesas redondas y viejos sillones acolchados. Frau Wendelin era una anciana diminuta cuya cabeza no cesaba de temblar. La abuela, al verla, pareci6 alegrarse de verdad y le present6 orgullosa a Karli: —Mi nieto. Ya sabré usted que vive conmigo. En Ia sala hacla demasiado calor. Olfa a moho y a aire viciado. Karli sudaba. Se quité la chaqueta. Karli se dié cuenta de que la abuela también sudaba porque, al cabo de un rato, se quit6 incluso el sombreto. Karli no atendia a la conversacién de las dos viejas. Ia abuela explicaba cosas de Karli, Frau Wendelin hablaba de su tinico hijo que era aviador y habia muerto en la guerra. —Muy joven —repetia—. Muy joven. Karli observaba a los viejos y viejas de las mesas redondas. La mayorla se compot- taba normalmente. Algunos, sin embargo, sontejan o se sefan bajito de una forma extrafia, Hablaban consigo mismos. A ottos 83 les tenia que ayudar a comer una monja Los habia sentados en sus sillas, inméviles, como si ya estuvieran muertos. Karli no les tenfa miedo. Pero era un mundo angustiante y ajeno. De regreso a casa apenas hablaron. —Mala cosa, mala, vivir asf apifiados dijo la abuela—. Todos viejos, terriblemente viejos. A Karli le resultaba dificil explicarse: —Ti eres también vieja, abuela, pero no asi. TG eres vieja de un modo’ muy distinto, —No es cierto —respondié la abuela—. Yo soy tan vieja como ellos. Lo que pasa es que estoy sola y, ademas, contigo que eres un nifio. La edad entonces cambia. La vejez, Karli, se vuelve terrible cuando una, de tenet tantos viejos alrededor, deja de ver la vida. Eso es todo. El mundo tiene miedo de los viejos, Karli. Y ta, también. Karli volvié a pensar en el calor, la peste y Ia estrechez que le angustiaton.” Le dio la raz6n a la abuela y le patecié que era una mujer estupenda. Me alegro de que Karli haya visto c6mo son las cosas: viejos y mas viejos amon- tonados en un asilo. No me gustaria ir a parar alli. Por nada 84 del mundo. ¥ tampoco me encuentro tan 4 culpa, en realidad, es de Karli Si no tuviera que ocuparme de él andaria 2 cuestas con mis achaques, me quejaria, tes daria Ia lata a los vecinos, Karli es mi medicina, a a” Laabueladiscute % con el televisor AL principio Karli y Ja abuela solfan pelearse a la hora de elegir programa. Con el tiempo el problema se fue solucionando sélo, puesto que la abuela se intetesaba muy poco por la television. La abuela preferia coser 0 leer el periédico, Ademas, las peliculas del oeste 0 las policiacas la aburrian sobe- ranamente, con gran sorptesa por parte de Karli. La abuela s6lo queria ver peliculas que ya conocia de antes. Y ahi si que no admitia réplicas. Enviaba a Karli a la cama y le decia: —Eso tii no lo entiendes porque eres demasiado joven. Son cosas que pasaron hace demasiado tiempo. Karli habia visto con ella la mitad de una de esas peliculas y la encontré sentimental y aburrida. La abuela sin embargo lord a lagrima viva. Karli se despert6 una vez por la noche y oy6 hablar a la abuela. Se asust. La abuela no le habia dicho que esperase gente, Karli fue de puntillas hasta la. puerta, la abrié sin hacer ruido y se asomé6 al cuarto. La abuela 86 estaba sola, sentada delante del televisor y hablando con él, Parecia muy excitada. —;Pacotilla! —exclamaba. Karli se propuso recordar la palabra y preguntarle a la abriela lo que significaba. —Pacotilla y nada més que pacotilla —rtepetia la abuela—. Asi no vive nadie. Ni siquiera los ricos. Yo no sé pot qué se lo inventan, Lo que hacen es tomatnos el pelo. Eso no tiene nada que ver con nosotros. Son cosas que en Ia vida real no existen. Y yo aqui con Karli, la pension y el subsidio de orfandad que me dan por el chico. Eso no Jo sacan nunca. Esas cosas, no. Por qué mito la televi- sién entonces? Karli volvi6 a cetrar despacito la puerta porque Je entraba la risa. Las rabietas de la abuela a veces resultaban divertidas. A la ‘mafiana siguiente le pregunt6: —Dime, abuela, qué quiere decir pacotilla? Ta abuela dejé la taza, sorprendida. —;Cémo se te ocurre, Karli? le pregunts. Karli estaba un poco desconcertado. —Fs que esta noche le has estado gritando un buen rato al televisor y le has dicho que todo es de pacotilla. —jAh, claro! —respondié Ia abuela—. Las cosas de’ pacotilla es que son mentira. O tonterias. 88 —¢Qué pelicula era, abuela? —pre- gunt6 Karli. —Es eso que llaman cine de tesis 0 algo asi. Se trata de una fiesta de cumpleatios en Inglaterra o en Norteamérica, una cuadrilla de insensatos que no trabajan, y en vez de ricos resulta que son pobres, y estan locos © hacen como si lo fueran. ;Vete a saber td por qué! —Pues es divertido —dijo Karli—. En las peliculas que a ti te gustan Ia gente va siempre de un lado 2 otfo con esos crajes antiguos y no paran de llorar y de abrazarse —Ta no lo comprendes —dijo la abuela—. La vida antes era asi. No lo creo —dijo Karli—. ¢Cémo en la pelicula esa de Ia sefforita en el tejado que por poco sc cae? Yo esas cosas no las he visto nunca. —Bs que se trataba de una herencia —dijo Ia abuela. —¢Qué es una herencia? —pregunt6 Karli. —Cuando una persona se muere, el dinero que le pertenecia, las casas o las fabticas van a parar a otros que suelen ser los parientes —trat6 de explicarle la abuela. —TG no tienes mucho dinero, ni casas ni faricas —dijo Karli. —Yo no —dijo la abuela—. Pero en esa pelicula la gente tenia mucho dinero y se 89 lo querian quitar con engafios a la chica a la que le tocaba. Y eso es una cochinada. —A mi me da lo mismo —dijo Esas peliculas son muy aburridas. —A mi me aburren las del oeste. Y, ademés, tampoco son verdad. Ta has visto alguna vez a gente cabalgando y disparando por la ciudad? —pregunté la abuela. —Son cosas que pasan en América —dijo Karli —Con todo y eso —dijo la abuela que tenfa ganas de pelea. Karli, no. Karli se limité a decir: —Pacorilla es una palabra que me gusta mucho. Karli. Siempre esta bien saber lo que significa pacotilla pero que Karli me tome el pelo de esa forma, por Horona, jeso si que no! No tendria que consentirselo. Algo de razén lleva cuando dice que esas peliculas sélo sirven para Worar a gusto. Lo que pasa es que yo las modernas ya no las entiendo. Quizis tuviera que hablar un poco mas de politica con Karli. Mi marido nunca quiso. Aunque Je fueran siempre mal las cosas deca Yo en un partido ni hablar. jA mi en esos negocios sucios que no me metan! Y eso que hubiera podido luchar por sus derechos. Cuando yo, después de la Ne ——————— = 90 guerra, me incliné por la sovialdemocracia i suena, me inc por i ciddemreaes dB La abuela cae enferma "a | Schubmacher que era de verdad un politico | estupendo— Otto, mi marido, renegaba como i; un cochero. Me parece mal. Karli, cuando sea | mayor, no deberia descuidar esas cosas. \ Korii no podia imaginarse que la abuela cayera enferma. No lo estuvo durante mucho tiempo pero poco antes de que Karli cumpliera los diez afios sucedi6 aquello que él tanto temia en secreto. Durante varios dias la abuela traté de ocultarlo, Se quedaba mas i tiempo que de costumbre en la cama, le pedia \ que se hicicra él mismo el desayuno, apenas | | repartia prospectos, enviaba a Karli a la pana- detia —hacfa, en resumen, un montén de cosas raras. —{No te encuentras bien? —le pre- | gunt6 Karli i —Claro que si —dijo la abuela—. | Estoy sélo un poco floja. Es-el cansancio ese | que me entra siempre en primavera. : No lo era. Al quinto o sexto dia la abuela Ilegé a la conclusién de que tenfa il fiebre y de que habria probablemente que ir Hi a buscar al médico. Karli se quedé muy intranquilo y tuvo que esforzarse porque la abuela no se lo notara. 92 —2Quiéres entonces que vaya a buscar al médico? —le pregunté. —Si, hazlo —dijo la abuela. Karli llamé al timbre de! médico fuera de las horas de visita. La enfermera del con- + sultorio le abrié la puerta. Parccia algo enfa- dada: —ZNo puedes venir a las horas de consulta? —La abuela esta enferma —dijo Karli La enfermera lo miré ¢ hizo un gesto de contrariedad con la cabeza. {Frau Bittel? jNo puede ser! —Sf que puede set —dijo Karli—. Esta enferma de verdad. Tiene fiebre y cuando la abuela quiere que la vea el médico... Karli estaba a punto de echarse a Morar. —No te preocuptes, Karli, el doctor Hinz ira en seguida. La sefiorita se mostraba mucho mas amable. —Bueno —dijo Karli—. En seguida, pero de verdad. —Tan pronto como vuelva de la visita —le prometié la enfermera. El médico se present6 poco después, efectivamente, y mand6 a Karli salir del cuarto para reconocer a fondo a la abuela. Karli, en su habitacién, no sabia qué hacer y pensaba en el discurso que le habia soltado la abuela el dia de su Gltimo cum- a 94 pleafios. Karli se imaginé lo que pasaria si murieta la abuela y se dijo, bajito: —Ia abuela no puede morisse Karli se sentia como si tuviera cinco alos. Llamaron a su puerta. Era el médico que venia a buscarle. Se sentaton junto a a cama de Ia abuela. —Oyeme bien, Karli —dijo cl mé dico—. No tienes que preocupaite. La abucla tiene unas anginas de cuidado pero esté muy bien para su edad. ZNo es verdad, Frau Bittel? ‘A Ia abuela se le ilumind el rostro y asinti6. _—No me parece prudente dejatla aqui, sin que la cuiden —sigui6 diciendo el doc- tor—. Ta, Karli, no estas en condiciones de hacerlo. La abuela deberia ir a la clinica durante una semana. Ya lo he hablado con ella. Le diré a la vecina que te eche un vistazo de cuando en cuando y se lo comunicaré también a la asistente social. —A Ga, no —dijo Karli. —A a, también —dijo el médico con decisi6n—. Las cosas, Karli, tienen que seguir su curso ordinario, de lo contritio intranqui- lizarias a tu abuela y no se pondria bien. —Entonces, bueno —dijo Karli. —Majiana por la mafiana vendré una ambulancia a recogerla. Ta tomate un dia libre en la escuela. Yo te escribiré una dispensa 95 —Bueno —dijo Karli dindose cuenta de que se tranquilizaba, Ia situacidn era grave y tenfa que de- mostrarle a la abuela que podia confiar en él. ‘A la mafiana siguiente, muy temprano, se la llevaron. Karli, después de cerrar la puerta, se eché a llorar. Era temprano y hubiera podido it todavia a la escuela. No lo hizo. Karli empez6 a ordenar la casa como lo hacia ta abuela. Mis tarde Iamaron a la puerta y la vecina le pregunta qué hora queria que le trajera el almuerzo. —Ahora no —dijo Karli —Lo tienes rodo que resplandece de limpio —Ie dijo la vecina. Karli se alegrs. Por la tarde estuvo jugando al fitbol y a las cinco fue a ver a la abuela a la clinica. Irfa todas las tardes, aunque los dias de visita fueran s6lo tres a ta semana. A Karli le habian dado un permiso especial. La abuela aparentaba mucho cansancio y pregunté poco. Karli se sent6 junto a ella, sin saber qué contarle, y le dié un poquito de vergilenza. Hubiera tenido que pensar antcs cémo entretenerla. ‘Al dia siguiente, después de la escuela, cuando estaba almorzando solo, recibié la visita de la asistente social. Era nueva. Se present6: 96 —Soy Friiulein Hauschild. —Yo soy Karli Bittel —dijo Karli. La asistente social se rid. Ya lo sé —dijo. Y le pregunt6 si podia ayudarle en algo. —Pues no —dijo Karli. Ya me las voy arreglando. —Me parece estupendo —dijo la asis- tente social—. Voy a pasar todos los dias, por si acaso, y si hay algo que no marcha me lo dices. ¢La comida te la trae la vecina? —Si —dijo Karli. —Tampoco hace falta que seas tan otdenado —le dijo Ia asistente social. ‘A Kali le gusté mucho. Al dia siguiente, cuando quiso it a ver a la abuela, la enfermera se lo prohibi —Hay que dejatla tranquila. Esta débil de la fiebre A Karli le entré miedo de que fuera a ocurtir lo inimaginable y pens6 que tenia que prepararse. —Friulein Hauschild —le dijo—. Sé que la abuela va a morirse. —jTonterias, Karli! —dijo Fraulein Hauschild—. Acabo de preguntar qué tal esta. —Se moriré —dijo Karlit. Y me llevardn a un asilo de huérfanos. —jBobadas! Karli se dio cuenta de que Fritulein Hauschild no queria seguir hablando. eee eee cae La asistente social iba a verle todas las tardes, se sentaba a veces con él junto al televisor, le repasaba los deberes, conversaba con la vecina. Era muy simpatica y no pre- guntaba, Procuraba simplemente que todo marchara bien. Los dias siguientes pudo volver a visitar a Ja abuela. Algunas veces la misma Fraulein Hauschild Jo Mevaba 2 Ia clinica. La abuela se recuperaba répidamente, Karli no tenia ya que inventarse nada; la abuela volvia a contar cosas, preguntaba, ordenaba. ‘A las dos semanas justas regres6 a casa Karli limpi6 bien el piso y puso en la puerta un letrero en el que habia escrito con lapiz rojo: «;BIENVENIDA!> La abuela se permiti6 el lujo de llegar en taxi. Karli la oy6 reir delante de la puerta El cartel la alegtd. Esta vez no lo abrazo Ja abuela a l sino a a la abucla. Era la primera vez que lo hacia. La abuela recorti6 el piso, lo examin6 todo detenidamente, le pateci6 impecable y dijo, dandole un empuj —Bueno, ahora vamos a seguir, Kar La abuela iba a hacerse un café cuando sono el timbre y la vecina le trajo un ramo de flores, Ia abuela se lo agradecié, volvié a sonar, era la mujer del panadero con una tarta. La abuela les explicé la enfermedad con gran derroche de palabras, volvié a sonar el timbre y se present6 Friulein Hauschild 98 Todos hablaban a la vez y se encontraron de repente sentados en torno a la mesa redonda, Karli también, la mar de alegre, y a todo el mundo le parecié que la abuela tenfa muy buen aspecto y que estaba ya repuesta. —No esti mal eso de repuesta —dij abuela. Por la tarde, después de la fiesta —la recepcién se habia convertido al final en una pequefia y estupenda fiesta— la abuela decidi6 lise a acostar mas temprano que de costumbre. —Tengo que cuidarme un poco por las noches —dijo. —Estar sin ti es terrible, abucla —dijo Karli. —Io ves —dijo la abuela—, Pero tienes que aprender a estatlo, Karli lo comprendi6. Luego pens6 en el miedo que habia pasado, en la gente tam- bién que le habia ayudado y en que no iba a set siempre ast. Karli oy6 como la abuela se encerraba en su cuarto y se acostaba entre suspiros. Igual que tantas otras noches. {Ojala siguieran asi las cosas! —jBuenas noches, abuela! —exclamé. Y Ia abuela le respondi6: —Que duermas bien, Karli. Mafiana te despertaré. —Bsta bien, abuela Karli no tuvo que poner el despertador. De eso volvia a encatgarse la abuela. Esto se acaba, Erna Bittel, pensé. Y cuando el muchacho se fue corriendo a buscar al médico volvieron a desfilarme por la cabexa todas esas cosas. Qué iba a ser de él? ¢Quién iba a recogerlo? ¢lria Karli a parar a un asilo? Hubiera querido levantarme tan slo para que nadie notara nada, pero me sentia terrible- mente mal y pensaba en la muerte. Ya pas. Volvemos a estar juntos. Karli me parece que se ha vuelto mas atento y reflexivo. El susto le cal6 muy hondo. Seria ‘mejor que vivieran todavia sus padres, Para é, claro. Para mi, no. No, para mi no. Aunque a veces, durante el dia, no pueda casi con mis huesos. Karli es para mi, a pesar de todo, una segunda vida. Y espero aguantar unos anos todavia. a Karli cumple los diez %, Cousndo Karli cumpli6 los diez invit6 a todos sus amigos.-La abuela se ports perfectamente, sin qucjarse en absoluto, toler6 el ruido y jug6 incluso con ellos. Ni siquiera le parecié mal que uno de los chicos derra- mara zumo en la alfombra. Ese cumpleafios la abuela le explicé a Karli que las cosas no iban a seguir asi eternamente. Tos chicos se marcharon. Karli andaba todavia sofocado, con el precioso. «chandal» que le habia regalado la abuela. La abuela le hizo sentar junto a ella en el sofa y, sin mirarlo —tomando levemente la mano de Karli en la suya— le solt6 todo un discurso: —Karli, a los diez afios una persona es capaz ya de pensar, me parece a mi. Y ta has visto muchas cosas. Puedo exigirte que reflexiones, verdad? Yo, ahora, tengo més de setenta, Bueno, ya sé que no se me notan, pero imaginatelo: sesenta afios mas que vi, @Etes capaz de imaginartelo? —No —dijo Karli asustado. —Es lo que yo pensaba —siguié di- ciendo la abuela—. Tienes que teflexionar i 102 sobre ello. Yo a los cien no Mego. Y esa enfermedad de hace poco... —Pongamos que me queden todavia ocho afios y ya es mucho. Ta tendris entonces Gieciocho y pods amreglarvelas solo. Pero pongamos que me queden s6lo cuatro... No lo creo! —a interrumpié Karli. | Esta bien que no lo creas, Karli. Yo tampoco lo creo pero tienes que saberlo {Comprendes? Te queda esa tia de Bottrop. S¢ me ha olvidado el nombre. Nunca, se preocupé de ti, la hermana de tw madre. Podria recogerte. © tendrias que it a un orfanato, Karli. ~ No —dijo Karli con decisién. No te quedaria mas remedio —dijo la abuela, Me largaria’ entonces —respondié Karli. —Tonterlas —dijo la abuela—. No todos los asilos son malos. —,Quieres decir con eso que vas 2 morirte pronto, abuela? —pregunté Karli. FYo me he propuesto vivir lo mas posible, Karli —dijo Ia abuela—. Pero no basta con proponérselo, aunque también ayude. La abuela lo attajo hacia sf, cosa que taramente hacia. La abuela ofa a cocina y 2 pafio viejo. Kali casi se echa a lotar de miedo } porque se dio cuenta también de que sabia 103 muy pocas cosas de In abuela y, pese a todo, la queria muchisimo. ~Ya tendremos cuidado —dijo la abuela—. Te lo he explicado y «0 «s lo importante. = INDICE . De cémo Karli fue a parar a casa de la abuela 9 La abuela es diferente . 15 Con Ia abuela en el Negociado 2B Cando In abuela se pone a contar C0888... 29 a abuela’ hace justia’ y avergiienza de ella . 35 Con la abuela de vacaciones 39 La asistente social va a ver a la abuela ri aaa 59 Ala abuela le gusta el fiitbol 8 De por qué Karli y la abuela rien de vez en cuando . 69 La abuela gana un viaje gratis en avin 73 Ta abuela y Karli visitan a una anciana en el Asilo. . La abuela discute con el televisor .-.. 85 La abuela cae enferma . Karli cumple los diez...

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