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Rev. ne PstcoasAuisis, LVI 1 El sostén interior Falla e inversién de los soportes en las adicciones * Hugo Mayer 1, Introduccién La monstruosa y temible Estinge que -segtin el relato de Séfocles~ mataba implacablemente a quienes se cruziran cn su camino, luego de plantearles enigmas que nadie podfa descifrar, debié suponer que oeurriria lo mismo con Edipo, pero no fue asi, Ella se presents ante el joven caminante y lo interrogé: —1Cual es cl animal que tiene cuatro patas en la maiana, dos al mediod{a y tres por Ia tarde? Edipo, advertido del peligro, pens6; y enseguida responds, sin dudar: se es el hombre! El hombre es quien en un comienzo, en el amanecer de su vida, camina gateando, luego lo hace con sus dos piernas, y vojez, debe apoyarse en un bastén para sosteners Frente a este hecho inesperado, porque el desconocido habia contestado la Esfinge, deseoncertada, en lugar de devorarlo, como era su costumbre, se arrojé al abismo. Algunas miradas psicoanaliticas' han interpretado este dese el resultado del enirentamiento entre un joven que crece y w ta con suficiente poder para disponer de la vida de sus pequeitos hijos. ailizan en dicho pasaje el drama de una mujer que, al no poder pres- al fin, en el atardecer, en la con sabiduria como madre nar- ci * Direeeidn: Gorriti $282, (1414) Ciudad de Buenos Aires, R. Argentins pn esta corriente deben d nm tacarse, entre otros, los trabajos de Mauricio Abadi, bibliogratia Igu- nos de los cuales se citan en k 142 Hugo Mayer cindir de su fruto concebido como falo, deviene madre retentiva, 0 como quiera que se lame a esa progenitora que pretende perpetuarse, de un modo abusivo, en una posicién omnipotente respecto de su descendencia. Sin duda, ella, muy bien representada en la Esfinge, debe caer, debe des- vanecerse, para que el hijo acceda a la triangulacién, a la genitalidad y al deseo de ocupar el lugar del padre -puerta de acceso para su integracién al orden cultural- pero hay una dimensién del enigma a la que no se le ha dado la importancia que merece: la que se retiere a los apoyos que acom- pafian al hombre en su vida. Primero, la madre; después, sus extremida- des -y los diversos vinculos afectivos-, y por fin, en el ocaso, sin padres ni miembros que lo sostengan con firmeza, la necesidad de apuntalamientos complementarios, desde un bastén hasta los hijos o las realizaciones cul- turales, La madre que se lanza al v: los sostenes que la desplazaran, es interpretable como la representacién de una mujer que no puede seguir viviendo sin el apoyo que le brindan su vastago y la imagen engrandecida de si que le devuelven sus ojos rosos. Sin embargo, en un desarrollo saludable, no es la vida del hijo la que se dona para que esta forma de existencia materna perdure, por el contrario, es ésta la que se modifica permitiendo que emerja en su lugar una mujer capaz de desear, que resigna al hijo como posesion, como parte propia, y también -lo que olvida Yocasta en la tragedia edi. pica- capaz de declinarlo como pareja. La infancia es el momento de la vida en que se requieren mas apoyos del ambiente. El primer sostén’ de un recién nacido, como lo subrayan tantas veces Donald Winnicott (1980, 1986 y 1996) y Piera Aulagnier (1977, 1980a y 19806), es el que le ofrecen los brazos, la mirada, las las palabras maternas que deben continuar, del modo mas aproximado posible, con la firmeza, la calidez y la flexibilidad de las paredes uterinas; luego, para que el nifio se apropie de los recursos que necesita del ambiente para estructurar su propia identidad, se hard necesario que la madre recupere sus propios intereses y deseos descentrados de su bebé y le deje espacio para crecer y diferenciarse. Desde ahi, desde ese vinculo inicial, el sujeto en formacidn iré desplegando otros: con semejantes, con quienes se deslumbrara y jugara; con adversarios, con los que rivali con objetos que amara y querrd poser, con modelos que admirara y se identificard -o por los que serd identificado-. Se ird entretejiendo asi una red de relaciones en la que, a los enlaces afectivos con la madre, no tar- daran en agregarse los que pueda tener con el padre, con los abuelos. cio cuando el hijo enunci: fascinados y teme- 0 que, caricias y nari; tios, 2Usaré como sinénimos las designacion “sostén interior” siquicos (0 del yo) y stén" 0 “soporte’ El sostén interior 143 hermanos, amigos, compafieros y profesores. Mas adelante, con sus hijos y miembros de las mas diversas instituciones sociales, Este trabajo comenzara tratando de delinear y conceptualizar lo que sucede en la vida animica con esa serie de objetos -en un sentido amplio- que, dados los lazos afectivos que los sujetos establecen con ellos y la sig- nificacién con que son investidos, sirven de apoyaturas psiquicas, a modo de prolongaciones y ramificaciones del primitivo soporte materno. Una de las hipétesis que se desarrollara supone que la funcién de sostén y amparo maternos se interioriza como una porcidn diferenciada del apa- rato psiquico como “sostén interior”~, constituyendo su déticit uno de los rasgos més frecuentes de aquellos que padecen drogodependencia y adicciones en general. Ademis de pretender realizar un aporte que pueda enriquecer la segun- da t6pica freudiana, en especial en lo que se refiere a la estructura y fun- ciones del supery6, esta conceptualizacin aspira a ser atil para la com- prensién de variados cuadros clinicos (melancolia, tobias, borderline, psi- copatias, ete.), pero no se centra en ellos tanto como en las toxicomanias .\ éstas se las ha tomado como principal eje psicopatolégico, no sdlo por- que parecen ser la mejor ilustracién de cwinto influyen las fallas de los soportes ambientales -y la debilidad consecutiva del “sostén interior”-, como factores que predisponen a dicha patologia, sino también por la necesidad ineludible y perentoria de darles, desde el psicoanilisis, una comprensién y un modelo de abordaje terapéutico, debidamente fundados. noviats Il. El sostén interior y la pérdida de apoyaturas externas Muchas personas que durante afios soportan con disgusto la persistente presién de las responsabilidades laborales sueftan con el dia en que se jubilardn, como si en ese momento se abrieran las puertas del paraiso, sin percatarse de lo que perderan en el cambio. Les cuesta ver que su activi- dad, las relaciones y, en general, el contexto de su trabajo, constituyen una red que contiene, un fuerte soporte emocional, cuy pérdida podria Hlevarse consigo gran parte de la propia valoracién tanto como del senti- do de la vida. Cualquiera puede constatar, revisando en su memoria o mirando a su alrededor, la enorme cantidad de individuos que se deprimen o mueren cuando dejan de trabajar, sobre todo después de los 40 0 50 afios. Este hecho puede atribuirse a la interrupcién de una relacién narci gada de ambivalencia, al modo de una reaceién melancélica facilitada por diversas circunstaneias, Una de ellas es que, al cesar la actividad laboral, ist car- 144 Hugo Mayer se cierra un canal de aporte social que procuraba allivio a los tos de culpa inconscientes derivados de impulsos hostiles, edipicos reprimidos; otra, y es la que quisiera destacar, es la desaparieién de una malla vineular que deja al yo sin sc gado por una angus gigantesca, por una agonia inconcebible —diria Winnicott— que lo inunda y lo desborda. El saber popular ha captado muy bien cémo afecta este tipo de inestabi- lidad despertada por la pérdida de apoyaturas, retlejindolo en expresiones como las de “estar con el piso movido”, “movilizado”, “uera de si”, estar con los pies sobre la tierra”, 0 cosas semejantes. En nuestra pricti cotidiana se aprecian también, a menudo, vivencias de ese tipo. Doy un ejemplo: Diego, un paciente de 18 afos, con una gran angustia, en una sesion de psicoterapia me pedia siguiente: habia terminado de cursar el secundario, pero debia rendir casi todas las materias. En los proximos dias tendria los primeros esamenes. Atribuia el escaso estudio durante el aio a “falta de ganas”, “vaga ~decia-, pero existia otro factor que desempeiié un papel I: cl pro- ceso de duclo por la muerte de su padre, ocurrida pocos m En esa oportunidad segui trabajando en la linea en que lo venia ha esto es, en perspectivas que retlejaban su resistencia dad de poner distancia con los cambios en tanto éstos actualizaban pérdi das dolorosas -Ia falta del padre debia afectarlo particularmente en este momento-, en el sentimiento de culpa y la necesidad de castigo por las fas parricidas que afloraban al acerca naginariamente~ a ocupar el lugar del padre, para mencionar algunas de las més importantes. Tomaba lo que yo le decia y asociaba ratiticando o rectificando ligera- mente esas orientaciones, pero insi c de camino en todo” y de percibirse “en el aire”, no estaba ya en el colegio ecundario pero tampoco podia comenzar la universidad. Se sentia dis nuido transitoriamente frente a compaferos a los que jams antes habia considerado superiores. Y, ahora, frente a la exigencia de preparar -y apro- bar— en poco tiempo los eximenes, surgia una inmensa angustia que lo paralizaba, Diego se esforzaba en que yo comprendicra lo que era haber pasado toda una vida yendo al jardin de infantes, al colegio primario y al colegio secundario, y luego, de pronto, “no estar en ninguna parte”. .\ pesar de las intervenciones que pude hacer en el sentido ant do, su insistencia en que requeria -como dijo una “estructura” que lo sus trajera de esa desagradable vivencia de estar “suspendido en el vacio", me llevé a interpretar que su particular situacién con el colegio no hacia otra cosa que multiplicar las pérdidas de las apoyaturas que todo adolescente debe enfrentar, En efecto, eso de “no estar en ninguna parte” podia ente derse como que percibja con nitidez que ya no era un nifio pero tampoco ia un adulto. De pronto, se pereataba de que habia perdido las sentimien- narcisis Sy tén, aho; inci endo, crecer, en su nec: fn. tasi se mi fa con vivencias de sentirse “a mitad nie menciona- era todav El sostén interior 145 el sentir infantiles, la iden- apoyaturas que tuvo en [a infancia, el cuerpo y tidad que le conteria su pertenencia al colegio, con comparieros conocidos alo que se agregaba que y: spaldara. Es cierto que habia encontrado en mi, como terapeuta, un sustituto paterno -comeneé a darme cuenta no bien taba evidente que lo que yo podia ofrecerle no le aleanzaba para sentirs vez por semai vor frecuencia, pero tampoco hubier 1 “estructuracién” anhelada, puesto que la misma debfa ser edificada por él, ladrillo a ladrillo. Las apoyaturas vinculares y las psiquicas, que las prolongan, cuando son neutralizan los sentimientos de desamparo, de vulnerabilidad y no tenia un padre que lor fallecis su padre-, pero también resul- suticientemente contenido, pues lo veia apeni tirlo con n una Hubiera side mejor 4 bastado, nadie cn ese momento podia darle hasta de finitud, porque promueven vivencias de contencidn, de protec- n y de reafirmacién en el sentimiento de ser uno mismo. Sin embargo, algunos sujetos, Hegan a adquirir una dimension patoldgica. Me refi ro, por ejemplo, a los objetos contrafbicos a los que se aferran los fobicos para calmarse y a los que usan como fetiche los fetichistas para excitarse, pero también «a muchos Hamativos que resultan tan familia- res que el hecho de no tenerlos, 0 no percibirlos, gener entimiento de extrafieza, como si faltara una parte de si. El caso mas extremo s el de la melancolfa, acerea del cual el propio Freud destacé que, en es: patologia, el sujeto habria perdido mucho mas que un objeto. El ereador del psicoandlis tibia a propésito de esta cuestién que el melanedlico ibe lo que perdié, pero no lo que perdié con él” (Freud, 1917). B: “algo més” que se ha perdido con el objeto puede interpretarse como un ideal narcisista que estaba depositado en él pero también, como la des- j6n del principal -o tnico- soporte psiquico del yo.’ Mas alla de lo que puede verse en los cuadros patolégicos, hay, normal- mente, un mundo de objetos en la vida cotidiana que sirven de soportes afectivos y son, muchas veces, la condicién de la estabilidad mental del suje- to. Estos objetos a los que aludo sirven de apoyo, de encuadre, de marco y se prestan para que cada uno encuentre en ellos un respaldo, un sostén, un amortiguador frente a los sinsabores de la vida. Pueden ser padres, hijos, hermanos, amigos, una pareja, el lugar de trabajo y también, por supu to, lo es el propio cuerpo. José Ingenieros (1994) destacaba que una otros menos un s ria. e apari “Lo que aqui se deseribe como “soporte psiquico” se superpone, en parte, con lo q José Bleger (1967) llamé “parte psiestiea de lt personalidad”. La prefereneia de usar esta designacién, “soporte psiquico 0 sostén interior” ($.1.), se inspira no sdlo en que destaca con mayor fuerza su funcién de apoyo, sino también en que parece mas com- patible y puede cin freudiana del aparato p: ‘simian is adelante a fa ditima formula se mejor -como se vera m jquico, 146 Hugo Mayer mente ltieida podia ser mil veces mas aguda si se apoyaba en un cuerpo fuerte, y éste, a su vez, podia ser mil veces mis poderoso si se acom ba de aquélla. Asi pues, pareceria que todos los humanos, no sélo los f6bicos 0 melancélicos, necesitan sentirse rodeade de base, de apoyo. Bs vital ser sostenido y soportado cuando se nace, pero también des- pués, durante toda la vida. El ser hum Imente pueda aleanzar una sensacién de plenitud en su bienestar si no experimenta cn forma conco- mitante el sentimiento de estar acompafiado, amparado, de ser querido ¢ incluso, necesitado. Todas esas vivencias brotaran de los vinculos con per sonas, objetos e ideas que estin investidos con la significacién de ser soportes del yo. Para decirlo de otra manera, los objetos de la realidad que rodean ¢ interactiian con cada individuo, formando su entorno, operan ~al menos en un aspecto- como soportes externos que continian, comple- mentan y suplen las deficiencias de sus soportes internos. Estos, son el saldo 0 el sedimento que dejaron en su vida animica las personas que lo concibieron, lo criaron y lo ayudaron a erecer. A veces, esas apoyatur que se desplicga y realimenta un soporte psiquico derivado de rekaciones parentales amorosas y continentes que forman parte de la realizacién per- sonal y social del individuo; pero otras tienen, claramente, una funcién compensatoria. En este tltimo ca fetichis irvan de objetos que le asu vez, externa mificacién vincular en la son una 0, es posible que se apele a objetos ~conocidos y controlables- como apoyos afectivos suplementarios para restituir imaginariamente uno de los aspectos necesitados de la funeién materna en lo que ataiie al sostén, a un amparo que permita sustraerse de una vivencia de desvalimiento muy intensa. Lo que falté de la madre sentido se padeceria como un déficit en una parte del psiqui en es que debe cumplir la funeién de sost externos. tendiendo a reproducir con ellos una relacién de dependeneia infantil. En algunas oportunidades n un noviazgo 6 matrimonio; en otras, en una amistad, un club o un lugar de trabajo. Como ilustracién de esta iltima alternativa mencionaré el caso de un médico que decidié renuneiar a ‘60 luego de dos décad: de asistencia regular a un hospital, Era muy talentoso y, poco a poco, fue adquiriendo notoriedad_ en la practiea privada. Como e1 do que ganaba y ya tenia suticiente prestigio. creyé que habia llegado el momento de [a renuneia, con lo que, supuso, ganaria tiempo y libertad, y lo hizo. Al poco tiempo, sin embargo, comenz6 a extraiar y, aunque volvia al lugar con cualquier excusa, algo se habia roto dentro de él. Ya no pertencefa a la instituei6n ni ésta le perteneefa, Un importante cuadro depresivo le quité voluntad, iniciativa cvidente que Ia relacién que este médico manten smo interior y se reclaman objetos se reerca este tipo de vineulacién intimo el suel- autoestima y ganas de vivir. Parcce ia con el hospital era El sostén interior 147 ja un mero démbito laboral mucho mis estre: que la que correspond: culo de dependencia afect se anelaba un fuerte soporte psiquico de © ablecimiento en el cual un con un e su yo, interno, dinstancia psiquica diferenciable 0 funcién superyoica? Durance bastante tiempo he tratado de ubicar en la segunda t6pica del parato psiquico esa parte de éste a la que Hamo “sostén interior”, instancia en la que nos apoyamos, que nos hace sentir respaldados, con la que muchas veces, nos sorprendemos hablando en silencio, siendo recon- fortados o cariflosamente reprendidos. Debo reconocer que en su consi- deracién oscilaba entre concebirla como una parte del yo, por momentos pensaba que se trataba de un no-yo -tal vez de como una poreidn del superyé que rel Para comprender su ubicacién y su dindmica, me parece imprescindible ar la es maternofilial. En ese sentido, siguiendo a Freud (1923) y Winnicott (1980), quisiera destacar dentro de los multiples aspectos de la funcién erna una triple dimensién: la de ser sostén y asistente corporal del infante; la de ser objeto de la satistaccién pulsional -luego, también, de deseo-, y, por tiltimo, la de ser modelo, ideal Creo que estas tres modalidades de relacién se van incorporando como subestructuras en la vida animica y dan lugar a tres planos psiquicos: el del yo con el abjeto; el del yo con lo que se identifique como no-yo, pero que le da un marco que le permite reconocerse (pudiendo ineluirse aqui la funci6n de soporte interior que se depositard en el encuadre y en otros objetos); y el del yo con el supery6, en sus dimensiones de ideal y de concieneia moral. De modo que la madre, primero, y el , después, hijo de un modo predominantemente objetal, como ser diferenciado, lo amparan y sostienen, lo asisten en sus necesidades con un trato amoroso y; por fin, lo orientan hacia lo que sea ptimo para él y procuran apartar- lo de lo que es peligroso, perjudicial 0 condenable. Es posible conechir que estos diversos aspectos del trato parental se interioricen dando lugar at tres funciones primarias y biisics nuaria la influencia de los padres y de la cultura: la de sostén interno, la de ideal y la de conciencia moral, respectivamente. Dejo de lado las fun- ciones superyoicas secundarias como Ia autoobservacién, kt censura oni- rica y la regulacién de la autoestima, porque ellas estiin implicitas © son derivadas de las anteriores -o de su interaecién con el yo u matriz ©, en otros, 1a la conciencia moral ‘ll ructuracién de los vinculos primiti en especial la del cuando, aman s del supery6, en las cuales se cont 148 Hugo Mayer Cada ser humano es parido por una mujcrmadre, pero no es producido sélo por clla, es el resultado del encuentro de una pareja yes, a ka vez, un producto grupal y social, que a partir del nacim Es s (madre, pareja. nto, Se agrega como bite nuevo clemento a todos ellos. Esos grupo, soci dad) servirin de sostén para el infante hasta que pueda internalizarlos y logre sostenerse por si mismo, aunque nunca desaparecerin del todo Quedardn a lo sumo en un segundo plano, como una red de seguridad que protege de los peligros de una caida inesperada. La madre y el cuerpo son las dos primeras grandes apoyaturas, pero cl principal organizador de at vida psiquica es el agente materno, el que abre las zonas erdienas, el que las signifiea y va dibujando con sus caricias, con sus palabras, con sus miradas, la gcografia libidinal del sujeto. E escuela y las demis instituciones sociales estariin ahi, a la espera de ser convocadas por la madre, como relevos suyos, para ofrecerse como apo- yos y enlaces atectivos del nifio. Este enriquecera asi su proceso de per- sonalizacién —que es a la vez de soe con el gradual d La malla de rela padre, cl grupo familiar, ka jizacin—, en forma concomitante sprendimicnto del referente materno. jones externas sc ird interiorizando en el transcurso del tiempo con la experiencia del nifio en la realidad, a través de representa ciones, identiticaciones, pautas y eddigos de accién, pero jamis se perde- rA una intima conexién y una estrecha accién complementaria entre ambos frentes, esto es, entre los poyos externos ¥ los internos. Cuando un eslabén se muestre débil en algtin punto, aparce René Kags (1979) sostiene el refuerzo del otro. “Todo apoyo no solamente tiene como caracteristica fundamental la de pertenceer a una red de apoyaturas sino tamb mutuo’, es decir que aquello que se apoya tiene la posibilidad de servir, a su turno, de apoyo a lo que sostienc” n la de estar en “apoyo Cuando la persona ha ido acumulando desde muy expericncias g) experi cias It acompaiiarin por el resto de la vida alimentando en os momentos de espera, frente a la falta, un deseo envuelto cn un sentimiento de espe- ransa. iste expr do un entorno confiable, previsible, en cl que el objeto no ha defraudado cuando ha sido impreseindible. La confianza en el sostén materno se extiende sona hacia los ordenamientos, hacia los ritmos y hac como agente matris, vaya induciendo. Ella, la madre, es, pues, la encarga da de asistir y satisiacer a su bebé, pero también lo es de inscribir el marco en el que se desarrollan y encuadran las experiencias de satisfaccién temprano suficientes tas en su archivo mnémico, las hucllas de esta: 1 esa espera contiada que resulta de haber internali icilmente desde jan su per- ja los hdbitos que, va El sostén interior 149 Esta ven ki sostén © soporte interno que, como dije, podria considerarse una ps funcidn primaria del supery6 madre que con su cercania ) inundan y paralizan el psiquismo, favoreciendo su erceimiento y la diferen- ciacidn yoica, Winnicott (1996) afirma instance’ que se apoya el yo para preservar su estabilidad, el te jorizacion de una el producto de la inte udecuacién aplaca Is primitivas angustias que e el individuo ha ablecer la ereeneia en un ambiente benig- “La madurez y la capacidad de estar solos implican qu tenido la oportunidad de es no, gracias a un quchacer materno lo suficientemente bueno |...] Con cl paso del tiempo, introyeeta a ar del yo, y de este modo se vuelve capa de estar solo sin una referencia frecuente a la madre o aun simbolo materno” ja madre auxil Cuanto mis falle la madre en esta funcién de amparo y sostén por falta de permaneneia, por incontineneia 0 por inadect intensos seriin los estados angustiosos y tanto mA encontrar un elemento intermediario que, como objeto antipdnico -con- trafobico-, le sirva para controlar un id que za desestructurante. Suele surgir entonces el impulso de aferramiento a un objeto (alimento, actividad, persona, 0 sustancia psicotrépica), al que ,! aunque sea téxico o destructive, Doy un ejem- plo de este particular tipo de apego: una mujer de 50 afos, que pasé ma de treinta diluyendo sus dolores afcetivos en bebidas aleohdlicas, un di toed fondo y casi se muere de un coma alcohdlico, pero la salvaron. Luego de un mes de desintoxicacién en un hospital, ingresé a una eli da para personal le comunies que tendria que dejar on la oficina de guardia cl aparato de Ventolin con el que dilataba sus bronquios, y del que no podia preseindir desde hact: La mujer, aterrorizada, suplicaba como una nia presa del pinico que no le sacaran el aparato porque se iba a ahogar. Hl personal de la guardia igi que se desprendiera de Gl, y se lo Hevaron. Pocos minutos d . la mujer sufrié un broncoespasmo de tal intensidad que I sario el examen de un especialista. Este, por fin, la autoriz6 a que por las noches, que era cuando m un nivel neurético, podia interpretarse que el aparato representaba el falo al cual no queria renuneiar, pero, sin excluir la participacién de esta sig- nificacién, pareciera que lo pre acién, més masivos © is necesitard el sujcto ansics se pereibe como fuer- se inviste como. wador ica priva- rehabilitarse de su irrefrenable compulsién a vivir aleoholizada. El i aiOS, ) neve: lo necesitaba, durmicra con el Ventolin. En jente en esa mujer cra su necesidad de ‘Este tipo de objetos no puede dejar de evocarnos a los “transicionales”, descriptos: por Winnicott en cl desirrollo emocional del infante, pero aqui no se profundizara e esta vineulacion, porque hacerlo excederia el propésito del presente trabajo. 150 Hugo Mayer un acompaiiamiento afectivo incondie de un subrogado del primiti- vo apoyo materno. Es probable que tanto las bebid: aparato con la sustaneia broncodilatadora se prestaran como prétesis afectiva con cl fin de alejar la amenaza de una vivencia de desvalimicnto alcohdélicas como el terroritico. La paciente no volvié a tener problemas respiratorios ni angustias noe- turnas, pero siguid necesitando dormir con el tinico ohjeto acompaiiante confiable que le quedaha Para comprender cuadros y s puede ser de utili- dad contar con una categoria conceptual como la de sostén interior, aun- que mis no sea como subestructura o funcién superyoica.’ Tal instancia puede considerarse la condicién de ba en acompanante del yo por el resto |, COMO Meta-VO, como su Soporte interior. Esta no que testimonii crna de sostén y Ia transmi incia objetal a lo largo del tiempo, con las necesarias, graduales y oportunas frustraciones; de algén modo, ¢s su misién garantizar la continuidad de aquella funcién (materna) Si el supery6 nutre sus principales raices de las primitivas rek parentales ~edipicas y preedipicas~ (Mayer, 1989), es razonable pen reproduzca en la rekacién con el yo las funciones que antes ump! padres con relacién al hijo, esto es, no sdlo la de autoridad que regla y eon- diciona la satisfacién pulsional y la que procura modelos ideal bién la de un poder protector que le brinda su respaldo amoroso tal como lo atirmé en su momento Freud (1926) y lo han destaeado, entre otros, autores como André Green (1990) y Mareos Guiter (1999). El nticleo de esta funcién protectora estaria representado por esa porcién del psiquismo denominada sostén interior. La madre -como ya lo he seitalndo- no s de la satisiaccin pulsional sino también como su sostén y garantia, de modo que cuando ella no se hallla presente fi ituaciones como éstos, la estruc- se sobre 1a que asentars 1, Y se transforma 1 otra cosa cémo se cumplié la funcién mz amparo, i6n de una rutina normativa, la cor ciones i$ ra no tam- lo se interioriza como objeto ica o afectivamente, cuando s muy dificil, a veces, preeisar hasta donde un aspecto de la relacién del nifto con sus padres se interioriza como parte del yo o de su superys. Como se revordara, Freud mismo tuvo vaivenes cuando debid decidir acerea de dénde ubicar a instancia ideal del yo, Aunque por momentos pareviera que la funcidn de soporte que deseribo se ta una prolongacién del yo, ereo mis operative considerarla, como lo vengo hae como una de la del supery®; si bien, como se cipio no babria diseriminacién yo/supery6/objeto. funcion s primaric abe, en un prin- El sostén interior 151 4 el tiempo necesario, cuando es ineonstante ¢ imprevisible, sus: una angustia catastrofiea y ansiedades contu un buen desarrollo yoieo, empobrecersin la capacidad adaptativa del yo y, lejos de promover la diferenciacién, estimulardn Ia fijacion a un estado aiectivo de ambigiiedad, mimetismo 0 a cuadros con defensas rigidas y estereotipadas. La inseguridad ambiental que transmite la familia, y en especial I: habra ormado asi, por un déficit en el soporte interno, en labilidad yoica. Esa labilidad no siempre queda flotando en un mar de ambigiiedad 0 en un aislamiento esquizoide, eomo cn eiertas per- sonalidades borderline (Bleger, 1967; Rolla, 1979; Pomenta, 1985), 0 condida tras una formacién caracteropiitica. A menudo también cn diversas modalidades de dependeneias patolégieas. Unas veces se voleart a drogodependencias u otros cuadros adietivos 0 com- in sionales que impedi madre, s rans © manifestara ‘a pulsivos; otras, buscard compensarse y controlarse a través de una perte- instituciones de la cultura en procura de hallar un lugar donde ser pautado, protegido y reconocido como no lo fue de nifio en sus vineulos primordial Pero, ademas de ser objeto y soporte, la madre es cl primer agente iden- tificante, normativo y vilorativo de dis- curso se incorporara como la raiz m 0 ideal (Aulagnier, 19800; Mayer, 1989). Ella le dir al pequefio lo que es bueno © malo, lindo 0 feo, peligroso 0 protector, atribuyendo a cada sector del mundo una determinada valoracin, pautas ¢ instrucciones para mane- jarse en Gl (Laing, 1971). Una parte es s nifio en el mundo de la cultura, y a ésta en él. En esa inter- mediacion ocurren regularmente distorsiones de diversa magnitud. Muchas de ellas remiten a madres cuyo vinculo afectivo con los hijos tiene mareados caracteres impiden apreciarlos en su singu- laridad y promover su gradual desprendimiento. Es comprensible y saludable que haya un momento nareisista en el desarro- Ho emocional del bebé en el que éste vivencie el placer materno, al pro- curarle la experiencia de satistaccion pulsional, como parte del placer propio, Lo que no es saludable, aunque sca muy frecuente, es el caso de mujeres que confunden lo que es placentero o aceptable para ellas con lo que lo es 0 debiera serlo~ para el hijo, 0 lo que les repugna con lo que debe ser rechazado por él (Marucco, 1999). Aunque sean abundantes los ejemplos de esta modalidad narcisista de relacién maternofilial que se pueden ver dentro y fuera de los consultorios, quisiera mencionar, al pas 9 que me parece muy representativo. Un hombre de 29 afios recuerda hoy, con amargura, cudn en s la indicacién materna, en la época en que comenzé a ir al jardin de infan- “jugar al doctor” con una vecinita, porque eso era ucio”. El resultado inmediato fue una represién, no jugo nencia a diversas experiencia en la realidad, v primaria del supery6, como neial de la funcién materna introducir narcisistas que les air, un cas erio tomd, tes, de que no debia algo “malo 152 Hugo Mayer mas, dejé de tocar a su amiga y, aparentemente, se olvidé de ese manda to. Sin embargo, cuando a los 15 anos tuvo su primera relacion sexual, el alivio de la descarga de la excitacién se mezeld con un vago s de culpa. Noté con inquietud que, aunque se lavara cuidadosamente los genitales, no terminaba de sentirlos totalmente “limpios”. Es posible que las fancasi s, que como nifio intentaba canalizar y elaborar en sus juegos, hayan sido bloqueadas por la imposicion materna, quedando fijado a una eterna relaeién con ella, como unica mujer de su vida. una pareja, ni colera la idea entimi nto s ineestuos: Este hombre no ha podido formar today de irse a vivir solo. Es adicto a la cocaina desde hace mis de diez aitos. portador del HIV y, aunque los padres ticnen una casa muy grande, euan- do esta angustiado tira un colchdn en el piso cerea de la canta materna y solo entonees logra la tranquilidad que necesita para dormir. \ esta altu: . que busque otras apoyaturas y s demasiado ra la madre querria que tome distanci: que diversifique sus vinculos, pero rde. IN: Fragilidad del soporte ambiental en los adictos Adiccién remite a partidismo, apego, esclavitud. Pero importa subrayar ka derivacién etimolégica por la que adicto puede traducirse como “sin decir”. Y, en efecto, lo que se pereibe cuando se trata con adictos es su enorme facilidad para actuar, para cuestionar, para mentir... pero una dra- miitiea ineapacidad para hablar de sus situaciones conilictivas, Mucha siquiera las registran como tales, sino como una compulsién ingobernable que los empuja a una descarga de cualquier tipo: motr toria, 0 ambas, pero no verbal. Para ellos, kas palabras estin des valori sirven para comunicar y, mucho menos, para aliviar un dolor, aunque si como instrumento de cncubrimiento, manipulacién o justificacién. Eso puede atribuirse a que no han desarrollado un mundo ufectivos ni inte veces, 1 alucii idas, no represcntacional que les permita cualificar sus estadc riorizar un marco en que esas representaciones puedan inseribirse y enka zarse como capitulos de su historia, Cube agre estos sujetos suclen tener como antecedentes haber sido protagonistas: victimas o testigos de sceretos, mentira que les impiden hablar de ciertos temas en libertad. En estos hogares, a menudo, se habla de cualquier cosa menos de lo eseneial, como pueden ser cuestiones relativas a los origenes, a la identidad, « duelos, « la sexud lidad 0 a hechos transgresivos vergonzantes (“inconfesables”) de padres. tios o abuelos, Ar, por otra parte, que inzais y pactos familiares otes El sostén interior 153 4En quiénes se presenta con preferencia esta patologia y por qué razo- nes? Frente a esta interrogacidn se recibir s explicaciones, desde aquellas que asignan un papel protagénico a determinaciones neurobio- logic: quellas que la atribuyen a un mundo globalizado, donde las leyes de mercado y el cor esclavo del consumo, del cual el toxicémano seria una carieatur mitica, No descarto ninguna de estas vertientes como fuentes de deter- minacién o facilitacién, pero como psicoanalista quisiera destacar una Nincular, centrada, particularmente, en la insuficiencia de las funciones parentales que deben garantizar la s cin y la personalizacién del ificiencia supone un fracaso, por ejemplo, en la funcidn dst empefara un rollo de futu- e in diversa stat is hi n transformado al hombre en un sumismo h sinto: ocializi infante. Esta ins . un eneusdre contiable, y des acl de de ofrecer al hijo un s papcl fundamental como terreno predisponente pa ros cuadros adietivos, La erisis de la familia tradicional y las transiormaciones que las condi- ciones sociales han impuesto a los roles masculino y femenino influyen de modo notable en el deficiente cumplimicnto de las funciones parentales materna y paterna. El crecimiento gigantesco del protagonismo femenino la vida cultural en fas tiltimas décadas fue paralelo a cierto cuestiona- miento y devaluacién de la figura masculina en muchos aspectos, pero dobre todo en lo referente a su autoridad en diversos Ambitos, incluso den- tro del grupo familiar. Las fronteras de los rasgos genéricos de los roles hombre/mujer y padre/madre han perdido nitidez, quedando, cada vez miis, envueltos en un halo de ambigiiedad. La figura del padre idealizdo y autoritario que reprimia la sexualidad infantil se empequeiiccid a expensas del agiganta- micnto de la imagen y el poder del niio que, de muchos modos, fue sien- do convalidado como rey, como “Ilis Majesty, the Ba fuerza a sus fijaciones y cosmovi La mujer, exigida desde miltiples frentes como hije protagonista de la revolucién sexual y, con un lugar cada vez mas impor- tante a nivel cultural, al no contar con un sélido respaldo masculino en su funcién materna, lo buseé, a menudo, en la imagen idealizada de sus descendientes. En ¢: mujeres, enfrentadas con el hombre en medio de un actualizado contlic- to entre los sexos, apremiadas por las exigene y por idea- les cada ve: mibiciosos, buscaron refugio, de un modo regresivo, en us propios hijos. No se privaron de gozar de su concepeidn ni del es de dependencia absohua (Winnicott, 1986) del infante, pero ala hora de enearar y promover su desprendimicnto surgieron los problemas, porque no estaban dispuestas a dar por perdido lo que sentian como una parte suya, la mas valiosa y querida, aquella que operaba como su mas tante soporte afectivo. py”. Lo cual dio mas jones narcisist como pareja, como tas circunstaneias, una importante cantidad de ‘ts pulsional mas do mpor- 154 Hugo Mayer En lug como ut do como r de ser continentes de la dependencia infantil pecie de fetiche que debia compensur tod: soporte y suplemento narcisista, como proteceién univ te a la angustia. Raquel Zack de Goldstein (1997) escribe: invistieron al hijo sus faltas oper sal fren- es in “En la Demanda de Dependencia Revertid: transitoriamente dependiente, el infems-hebé, se convierte en continen- te estable para la ‘Demanda de Dependencia Pendiente’ de ka madre, por via de una deformacién temprana crénica de su yo infantil”. quien tiene derecho a ser Al identificar desde su propio narcisismo a su bebé, sumergido en el mayor desamparo primordial, viéndolo como su ideal ~0 despreciindolo por no encarnarlo=, la madre no se presta como soporte para los diversos enlaces afectivos del hijo ni le ofrece un marco seguro donde éste pueda desarrollar sus experiencias de satisiaccién, sino que invierte el circuito, transmitiéndole el primer modelo de abuso. Desde este lugar de abusa- dora, aunque ella s6lo admita pensarse como madre “ : no promueve Ia formacién de representaciones que puedan formar un objeto mental (madre interna) capaz de relevarla y tenerla presente aun Son madres demasiado presentes que infunden en el hijo un temor a la separacién y una vivencia de discapacidad que les impide pen- sarse con independencia del referente materno en persona. En la dependencia al consumo de sustancias psicoactivas, lo que se pon- dria en juego, desde mi punto de vista, es un desplazamiento del vinculo ambivalente con una madre nareisista que no dejé espacio para hacer ka propia experiencia; por esa via se procura apaciguar el enorme dolor des: pertado por una dependeneia afectiva irresuelta® que se quicre desmentir. En tales circunstancias, los jévenes suelen consumir Ia su: porque les permite senti pendientes”, pero a medid: evitar los efectos displacientes de la abstin obtien rla porque se pereatan que sometidos at su poder destructivo. Se pucde inferir, ademas, cn los drogodependientes, un componente punitive que no se reduce a un sidad de castigo por la culpa deri- de un incesto y un parrieidio que, dada Ia dindmica familiar antes esbozida, simbélicamente se reproduce cada dia, sino que incluye tam: bién una necesidad de eastigar a los padres, «t las autoridades y a toda Ia sobreprotector en ausencia. ancia con ganas, inde. ¢ transitoriamente “normales”, “libres” ¢ el tiempo, cuando ya cor umen par: ncia miis que por el placer que an a odia estan esclavizados y n, comienz; vat "Bsta dependeneia afeetiva irresuelta, que tanto predispone a las dependencias pate légicas en Ia vida adulta, sucle tener como uno de los antecedentes més constantes relaciones maternofili dres se han mostrado con una aectitud de sobreproteceién, abandono o imposibilidad ostensibles, les en las cuales las mi El sostén interior sociedad, por haberlos engaiiado y haberse « dose de una extrema dependencia que no ayudaron a superar. Asi, el pri mer plano en los adietos de hoy en dia no parece jugarse tanto en el nivel de la rivalidad con el padre sino en la basqueda desesperada de separar- se de madres narcisistas que no pudieron -o no quisieron— compartir 0 delegar su poder absoluto sobre el hijo. En ellos hay una tremenda nee sidad de un limite que discrimine, de una barrera que contenga y irene husado de ellos, aprovechsin- su derrumbe, de un “no” que, instaurando [a prohibicién, sefale los bor- des de la falta y abra el camino a la representacién de un objeto de deseo: devorados. sujeto Aunque tenga rasgos bien definidos que se repiten caso tras caso, la dro- godependencia es un cuadro bastante inespecitico en el sentido de que dice poco sobre el sujeto, sobre su singularidad y sus deseos mas perso- mis bien los vela, los oblitera. No es un cuadro del mismo nivel que Ws neurosis, psicosis 0 perve darse, quedando asi uniformada nales, las ck ; en custlquiera de ellas puede achada comin de la sy eclipsadas tras la adicei6n. Seré necesario superar el cuadro adictivo, versal del drogadieto, para que vuelvan a visualizars trastorno basico de la per: Decir que es inespecitica no equivale « afirmar que la drogodependencia es apenas una detensa superticial, inocua, ni ur puede quedar cnquistada durante toda la vida; por el contrario, es dind- mica, progresiva ¢ infiltrante. En cierto sentido, puede decirse que porta como un proceso caneeroso que va infiltrando ¢ invadiendo con su indiscriminaci6n tejidos nobles -hiolégicos y vineulares-, destruyéndolos. La drogodependencia, librada a su cvolucion, progresa has estructura personal del sujeto, aniquilando todo vestigio de singularidad, no sélo por la dependencia orginiea que genera sino también, y funda mentalmente, por el creciente de en cl que hunde al sujeto al ir destruyendo todos sus lizos sociales. Le hace perder parcias, amigos, trabajos, vinculos familiares... al final, la persona queda reducida a ser “sdlo” un adicto. Ya no es un sujeto que consume una sustancia, sino una sustancia -y el mercado que la comercial apropiado de Gl, que se ha devorado al sujeto. Para comprobarlo, basta observar un hecho tan simple como difundido: lo distintas que son las circuns las caracteristicas de los consumidores de sustancias psicoaetivas onalidad y sus contlictos, 1 formacién estitiea que ecom- Amparo psicosoci - que se ha en un comienzo y lo parecidas que son al final, cn su etapa de adietos erénicos. 156 Hugo Mayer La misma sociedad que a menta la creencia que equipara el ser al con- sumidor y el consumo « un supuesto goce es la que empuja por todos los medios a consumir. Y en esa i imperativ: ser la que respalda y promueve la identidad personal para transiormarse en poderosa fuente gene en la que ofrece un lugar de perteneneia a cambio de la renuneia a la sub- jetividad, a la singularidad. Como la Estinge de la tragedia edipica, la sociedad actual aparece como una monstruosa caricatura de una madre arcisista que necesita devorar a sus dependientes ¢ ignorantes hijos para s le duceién, cada vez mas » deja de dora de una masa de consumidores andnimos, sobrevivir: 1n la drogodependencia hay una sustancia t63 pela y un sujeto que ki consume con a cuyos clectos psico- 1 intencionalidad de alte- ados afectivos y mentales, pero es imposible establecer entre ambos una relacién causal univoea, lineal y genérica. Hay si una presién social que estimula el consumo que es comtin a todos, pero el sentido que este consumo tiene para un neurético, para un perverso © para un psicé- tico puede ser muy distinto, aunque todos busquen en las sustancias p: conetivas una soga, un lazo que les permita lidad, algo que les permita sustracrse a un dolor irre activo: rar sus 3 e con eierta estabi- stible, algo de donde agarrarse para no ser arrasados por una angustia incontrolable. En el adicto, la in ¢ inadecuacién de las funciones parentales, la falta de un buen y graduado desprendimicnto de la madre y la carencia de una figura paterna valorada, con la cual rivalizar ¢ identificarse, lo di Prisionero en cl universo nareisista materno no pudiendo establecerse el anclaje del cuerpo infantil -con toda su fuerza pulsional- al lenguaje, al mundo representacional y a la legalidad cultural. Como saldo de esta expe- riencia quedarin zonas de silencio, lagunas, amplios agujeros en los que f tan representaciones de un mundo simbélico estructurado sobre el eje de la Ley paterna. En estas condiciones, la excitaciGn libre, que brota de las raices pulsionales, inunda el aparato psiquico y produce tal aumento de ten- sin que rompe con facilidad la barrera protectora antiestimulo, pues no hay mediacién representacional que permita una ligadura, un procesa- miento, una espera, la elaboracién de un proyecto de accién. Apareceri entonces, una necesidad de aliviar el dolor insoportable a través sosteners uficienci de un acting que permita una descarga motora, el anonadamiento del sujeto, la n afectiva. obnubilacién de su conciencia 0 la supri Las huellas de esta experiencia traumatiea quedarfin como una herida abierta, como dominio de un inconsciente escindido (Marueco, 1999), a-representacional, regido por el principio de Nirvana, que acto que disuelva en un instante no sélo la tensién del dolor sino tam- bién toda tensién, aun la del deseo Se trata de tomar cualquier cosa del medio ambiente que tienda a inte- rrumpir un dolor incesante que no admite palabras que lo expr pira aun ono lo cal- i 1 1 El sostén interior 157 men. En este sentido, me parece adecuado hablar de las toxicoman! tla Sylvie Le Poulichet (1990)=a los que cada uno recu sentidos diversos pero con una finalidad comin: Is COMO montajes ~como s rriria para sostenersc, con anular el corte entre cl organismo y ef lengua Apr ic, la diferencia entre el yo y eneia/auseneia y la t cl otro, entre interior y ior, la alee poralidad cn la que se ordenan las cadenas significances, La falta -o falta de adecuacién- de las respuestas maternas frente a las necesidades y exigeneias pulsionales es registrada por cl infante como un dolor enmar ia de méximo desvalimiento, pero ese dolor se acompa fis, de odio y rencor hacia el ambiente que frustra. El exter nainci ado en una viven 1, adem na apartamiento hostil, la necesidad de una gratitic: satoria, lt retraceién y compor- tamientos antis clementos que se encuentran a menudo en tos adolescentes que comienzan a drogarse. Asi, [at dependenc cra como un fendmeno que resul- ta de complejas determinaciones orginicas, psicoldgicas, familiares y cul- turales que no se reducen a las acciones de un tipo de sustancia sobre el organismo, a una estructura clinica oa una modalidad especiticn de tras: torno de la personalidad. Por otra parte, no todo consumidor de sustaneis urcisista compen- rtas actitudes suclen si wectiva desesperanzada y ¢ 0 menos violentos, mis jl CONiest Se NOS MULES s psicoaetivas debe equi- at serlo; en deter- pararse @ un adicto, aunque con el tiempo pueda He} minadas ocasiones, el consumidor pucde usar una sustancia para cumplir alcanzar ciertas sen- mejor una funcidn 6, aun con fines recreativos, par: saciones pkicenteras. En estos casos, las sustaneias psicoactivas se buscan como medio para lograr determinados fines, como suplementos protési- cos. En el adicto, en cambio, el consumo se ha transtormado en el tin de su vida, fin en el sentido de meta, pero tambi in. En palabras un sujeto reconoeible ¢ identiticable, Pucde ser fébico, obsesivo, histérico o delirante; pero, detris de un adicto, aunque podamos presumir que hay un sujeto, ya no sabremos de quién se trata ni cudinto queda de él. Puede suponerse que se trata de alguien que huye aterrado de una subjetividad dolorosa 6 de una én como destruc detras de un consumidor hay todav otras 7 Es nevesario acl parez ndo importaneia a las: tancias cn I comprensidn y el abordaje terapéutico de las toxicomanias, no debe ung 1 obvio, que aun rest minimizarse el valor de reducir la oferta de drogets: por el contrario, tod: Jas que puedan coma 1 oferta de dich: veneién, Es fundamental que desde lo politico y lo social se tenga una inter claramente insuficiente, pues el centro de la enestion, desde et punto de vista psicoanalitico, no est: agentes t6xieos, que siempre existicron, sino en comprender y explicar la nevesidad compulsiva de su uso y abuso, a reducir Ia a pre vencién perentoria y cficaz en ese sentido, pero limitarse a ello 158 Hugo Mayer singularidad insostenible, pero esto no pasaré de ser una inferencia hasta que no se corra la cortina de su dependencia téxica y pueda verse al suje to, sus descos y su historia. El adicto es aquel en el que, no obstante su mayor o menor dependen. organicas, hay una intensa y creciente dependencia psi- quica, Aquel en quien el curso progresivo de su cuadro elinico es paral lo al regresivo de su organizacion libidinal y en el que el objeto de d se degrada y se erige -como afirma Piera Aulagnier (1980a)— nuevami te en objeto necesario e insustituible. Toda la vida animica de la persona girar en torno a la presencia 0 ausencia del objeto-droga como objeto de la satisfaccion; sus pensamientos convergen hacia la busqueda del camino mas corto para aleanzar el reencuentro con él, para conseguir proxima dosis, desinters e de todo lo deméas, No hay una repre: sién que oculte al sujeto deseante, él esta anulado, suprimido, amord do, puesto En cl drogodependiente, el sujeto queda eclipsado de tal modo que la subjetividad, sus esbozos 0 sus restos, quedan relegados a existir como mera potencialidad. Puede decirse, entone: una patologia que s alla de la dimensién neurética y del inconsciente reprimido, una patologia en la que los pudieron ser representados, pensados ni hablados, derivan en actos. tolerant cia 20 comienza a dndos n suspenso por su téxicodependen S, que nos encontramos con e ubica ma impulsos que no V1. Funeién del soporte institucional en la recuperacién de adictos El soporte interior ~como el no-yo de Bleger tante de los vineulos que se entablan (encuadre) y seria lo que representa, reerea y contindia la apoyatura materna de la temprana infancia; es lo que otorga sujeto en su parte variable (Bleger, 1967) En esa misma linea puede recordarse a André Green (1975) cuando, apo- ydndose en la teorizacin de Winnicott, destaea que el encuadre represen- ta el holding y los cuidados maternos. Mas recientemente, este autor ha ampliado afirmar que, para que haya representacién ps quica, debe haber no sélo objetos sino también una estructura encuadran- te que aporta la madre a su bebé: “El rostro de la madre puede desapare- cer, lo mismo que su sonrisa, y ser reemplazados, pero lo que permanece es el encuadre” (Green, 1999). De acuerdo con lo expuesto hasta aqui puede decirse que el soporte interno, como sedimento psiquico de esa funcién encuadrante, tenderia a depositarse y elivarse en aquellas partes del mundo exterior que por st se objetivaria en la parte cons- nsacién de libertad al s formulacién El sostén interior 159 perdurabilidad, existencia relativamente aut6noma y por su cardeter incluyente dan al yo una vivencia de identidad individual, de pertenencia (identidad grupal) y de relativa libertad. Si bien ya lo he dicho, y la clinica lo mu tante in: proporeionalidad que muestra que cu may ntil por una intensa y reiterada frustracin afectiva en la relacién con la madre -y con su familia en general- tanto débil © inconsistente sera el sostén interior del yo del niiio, mas intensas las ansiedades psicdticas (perseeutorias y confusionales) que lo abrumarin y mayor sera, también, su necesidad de encontrar un objeto ambi abil, rhitraria y efimera, que sirva como soporte suplementario. Si este sopor- te afectivo no se consigue en In de los Ambitos educativos, se buseard, como ocurre con frecuencia, en grupos marginales que siempre tendrén un lugar vacante para midor andnimo que busque modifiear su conciencia y los estados afeeti- vos displacientes por un camino corto y eficaz, aunque transitorio y engs fioso, como el que ofrecen las bebidas Uno de los grandes problemas que se plantea en el tratan dicciones es el siguiente: 4e6mo poder ofrecer un soporte terapéutico stra a diario, me parece impor- tir en una nto mi ental que las neutralice, dindoles una ligadura aunque sca s relaciones familiares, amistosas y en las un consu- alcohdlicas y las dro; iento de las. que pueda relevar al que ofrecen las sustancias psicoactivas, despertando en n la persona interés por asumir y resolver sus conflictos interiores, lugar de vivir en una eterna y costosa tug Hay, actualmente, un: dad de abordajes ter: tos: desde los médicos, como los psicofarmacolégicos, hasta los tivos”, como los que utilizan ka acupuntura, Muchos de ellos apuntan a contrarrestar que se expresa la ansiedad, pero los p péuticos para los adie- terna- dependencia organica o la tensién que acompara, y en lt 1 valor jcoanalistas sabemos qui . en el mejor de los casos, complementariv. Lo esencial debe ser com- prender el fendmeno de las adieciones en su complejidad y utilizar cami- nos que Heven a entender sus motivos, su s rios y secundarios~ que sostienen cl comportamiento adictivo. A\ veces, la indicacién de una terapia psicoanalitica s oposicién frente a otros abordajes més espe ticnen por qué ser excluyentes. Si el sujcto registra su adiccién como un sintoma, podria ser tratado psicoter como se procede con cualquier ot que una indicacién tan genérica debe ser reconsiderada en Casi todos los psicoanal dros adictivos con el método psicoanalitico, eomo si fueran sintomas neu- réticos, y el resultado. Igunas excepeiones, ha sido decepcionante. Si quedaran dudas, bastarfa con recordar las earacteristi 1s afectadas de entido y los beneiicios ~pri- presenta como una jicos para adictos, pero no apéuticamente en forma individual 1 manifestacion neurética. Pero creo, LOS casos. stas hemos tenido oportunidad de abordar cua- alvo as de las per- dicciones cron s condicions sor $y compararlas con 160 Hugo Mayer de analizabilidad para comprobar que no cumplen ninguna; o al menos En ellas lo usual es que falta egodistonia a consulta viene de los familiares 0 allegados-, pereiben a las sustancias psicoaetivas como una solucién més que como un problema, d poder terap: a palabra, los alos que adhicren muestran que no se puede contar para cl tratamicnto con alguien capaz de soste- ner un compromiso sincero, honesto y responsable. Hay otros rasgos que obligan a considerar al cuadro de drogodependen- cia como algo més que un sintoma neurético: el fuerte reforzamiento social y fi cer intenso y autoprocurado a voluntad, cl beneficio seeundario de otor- gar un sentimiento de pertenencia y de rebeldia colectiv Recordemos que hay, ademas, otros caracteres que muestran al drogo- dependiente transitando un camino inverso al que ofrece el anéilisis: s isla, rompe Ie 1 la ilusién de que es posible renegar de toda falta fs personales ta inducida por que exige la transformacién de no las esenciales sereen del valor y el tico de alore: miliar, Ia dependencia orgsinica, las huellas indelebles de un ple ras. os, abr y ceder a una vivencia omnipotente, cambia sus descos 1 resin narcisi por una identidad de masa y prefiere la re; medios quimicos a la tarea elaborati realidad para adecuarla a sus aspiraciones desiderati Vimos 3 as pueden ser consideradas expresion de un vacio representacional en el que el sujeto, apkastado por una madre igura pa na consistente que le sirviera para soportar su rivalidad y como modelo de n interior, parece impulsado a reeurrir 4 las sustaneias psicoactivas como medio desesperado para dar respuesta svuna doble demanda que lo ahoga: una, pulsional (la descarga mas inme- diata), otra, sociocultural (el imperativo de consumo), pero sin articul cién entre ambas, Podra hablarse de parche, de transaceién, de intento de sutuira, pero lo que no hay es elaboracidn por parte del sujeto, no hay pro- cesamiento psiquico ni posibilidad de articulacién y sustitucién simboli- cas, dada la hegemonia de creencias narcisistas que no se han podido resignar en ciert as del psiqui Por todo esto, creo que es conveniente renunciar a Ia pretensién de resolver este tipo de problematicas sélo con un psicoaniilisis individual y adopt actitud que contemple la posibilidad de complementarlo con entrevistas familiares 0 con un tratamiento especifico de drogodepen- dencia, sea en con cémo las toxicomani, que no lo sostuvo ni lo personaliz6 adecuadamente, s in una er identificacion, sin un sdlido sost s dire smo. Fun sultorios externos, en un centro de dia o en una inter- nacién comunitaria 2 con- Como lo conciho, este tratamiento de los cuadros adietivos no s trapone con el psicoterapéutico psicoanalitico, sino que ambos pueden operar como respaldos solidarios que se dan apoyos reeiprocos El sostén interior 161 A diferencia del anélisis, el tratamiento especifico de los drogodepen- dientes puede y debe “meterse” con la realidad* del sujeto, con su fami lia, con sus amigos y allegados, y con Jos clectos coneretos que acirrean sus creeneias narcisistas, sus actitudes egoistas ¥ mezquinas, sus actua- ciones transgri Estos tratamientos parental original particularmente, en lo qu nto de normas fallas del nicleo ‘vas deben suplir las hace al respeto de una auto. ridad, de una diseiplina, y al reconocimii tacién de los limites que cllas marcan. Dada la perspeetiva expuesta hasta aqui, aparece como algo escncial que las instituciones que traten adicciones puedan ofrecer una fincion encwadrante a la persona y a la familia que padecen ese problema. Es funcién encuadrante deberd otorgar la estructura normativa ordenadora 8 CON AcEp- adecuada, constante y flexible que no pudo brindar, en su momento, el grupo familia De las muchas y variadas condiciones que i tamiento de este tipo, adem la institucién tratante, quisiera subrayar dos: r fluyen en el éxito de un tra- Jgndstico y la idoneidad de ‘is de un buen di idm famil de poner un limite firme ¢ impostergable « ructiva cn la que cl adieto se sumerge eada dia 1) La convie la situacién autod mas, mostrando disposicién para un compromiso terapéutico que supondrd asumir responsabilidad far actitudes. 2) Que dicha conviccién concuerde con ki toma de conciencia por parte del sujeto de una realidad innegable: que el consumo ha es pado a su control, ocasiondndole pérdidas ineesantes seguir mientras dure su vida como drogodependiente y camb que amenazan Cuando a los jévenes adictos, tratados institucionalmente, se los en una estructura con normas elaras, se les dan responsabilidades de acuerdo con su capacidad, se les muestran con respeto sus actitudes y n los que abundan mentiras ¢ intentos manipula una respuesta que les impone limites amorosos, suclen incluye mangjos deshon: torios, dindole hacer un vueleo favorable y muy evidente en corto tie! 2Cémo explicar estos cambios? 4Qué funcién pueden cumplir esos abor: dajes para producir esos efectos? Una explicacin diria que kas instituciones especializadas en drogodependeneia (comunidades ambulatorios profesionalizados), cuando son idéneas ¥ genuir péutica estos, npo, ter y centros mente tera . operarian como sustituto de ka menoscabada autoridad paterna, péuti No es este el lugar para diseurrir sobre las maltiples acepeiones del término “reali dad”; el sentido en que se lo usa aqui alude a ca, comprendiendo las circunstaneias, las relaciones y los hechos consensuales que rodean al sujeto y constituyen su realidad exterior Igo que traseicnde la realidad psiqui 162 Hugo Mayer como lugar de la ley que protege, ordena, estimula la exogamia, y como ins- tancia que promueve una rectiticada comunicacién entre el residente -o coneurrente- y su familia, Desde otro éngulo, puede decirse que también representan a la madre ~¢a paiia en el crecimiento y reenvia a un orden tereero: el padre, la familiz strada~ que conticne y sosticne, alimenta, acom- la ley de la cultura Este dmbito terapéutico funcionaria a la manera de un gional (Winnicott, 1980 y 1986), que simboli padre y al orden cultural, ayudando a rele ven parte a la madre, al metas nareisistas por otros mis simbélicos. La institucién tratante, como susti- tuto de la instancia parental -de promoveria de este modo el desarrollo yoivo sino que también contribuiria a que en los sujetos structuren las tres funciones biisi- cas del superyé (sostén interior, conciencia moral ¢ ideal del yo). Asi impulsos pulsionales que no se armonieen con kas es ni con las del ideal del yo podran ser relegados a las 6 inconscientes sar de s Abordajes como éstos, al trabajar con el sujeto, con su familia y allegados, ycon gran pul que se reficre a desarrollar conciencia de enfermedad, percepeién y respeto aur ereencias, ideales y Slo funciones materna y paterna=, n0 s consoliden ¥ re los gencias de la realidad fantasias conscientes en lu r actuados. rte de su ayuda en lo ed vincular, pueden prestar una valiosa del encuadre, reconocimiento de un limite entre lo inconsciente y lo pre- consciente-consciente, entre ka actuacién y la palabra, entre el yo y el obje- co. Asi, constituyen una valiosa herramicnca para el tratamiento de cuadros tan complejos y pueden operar como instancias complementarias de un proceso psicoanalitico que se realice en forma simultdnea, o bien, como un momento preliminar que prepara para su aprovechamiento ulterior. Caido cl velo de la drogodependencia, el entoque terapéutico deber: apuntar no sdlo a ka reins rar a un micmbro productivo y reproductivo sino también a cidn individual del sujeto a través de una psicoterapia psicoanalitica. Al profund la persona, despojada de su mésear: suticiencia y de fa “armadura quimica” que fa anestesiaba, podr su vulnerabilidad y sus faltas, reconociéndose como protagonista, como sujeto de su historia. Un sujeto con deseos, ideales y proyectos. ercidn social que permita a la sociedad reeupe- recupera- ren cll idictiva de auto- mir Resumen Toda persona es avompanada cn la vida por diversas relaciones objetales (padres, hermanos, amigos, maestros, parejas, hijos) que se comportan como una red de apoyaturas. Segtin cl autor, éstas cumplen una funcién de sostén del yo, que EL sostén interior 163 seria el resultado de La interiorizaciGn de ta funcion materna, especialmente en rela uspeetos de sostén, amparo y previsibilidad. Diversas ilustraciones elinicas ejemplitican cémo kt dependencia y la necesidad imperiosa de soportes pueden entenderse como una deticien ion con lo: afectivos externos cia del sostén interior, que, «su vez, remite « falls ambientales tempranas Se toma como ejemplo paradigmitico de ese dcfieit de soportes el easo de los drogodependicntes, intentando expliear desde esta perspeetiva sus psicodina mismos y la utilid d de esta concepeién para su abordaje terapéutico. Descrwrores EN / ADICCIONES / AMBIENTE / MATERIAL CLINICO, Summary THE INNER SUPPORT Every individual is accompanied in life by different objectat relationships mates, children) that behave like a nce sup tion of (parents, siblings, friends, teachers. porting the Ego. This funetion of Eg the mothering function, especially in what refers to the support aspects, protec tion and predictability Several clinical illustrations show how dependeney and the need of alfeetive I supports may be understood as the lack of an interior support in early 6 support comes from the interna externa environmental development. This faulty support and its critical necd of external affective support of the drug- jgmatie in their psyehie struc dependents are considered in this paper as pal ture Bibliograti |. Ma: Renacintiento de Edipo. Nova, Buenos Mires, 1960. Desco edipico o mandato endogamivo?”. REX. pe PsicoANALisis. 1980 Aulagnier, P. (1977): La (19800): Los destinos det placer. 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Basch La Inisquuecla “le poesia, el pensuamiento: se reluciona « lo deseonocide como des conocido, Esta relucién descubre to deseo novido, pero lo deseubre de wn modo que lo deja cubierto: por esta relacién hay “presencia” de lo desconocido; lo deseo: nocido, en este “presencia”, se hace pre- sente, pero siempre como desconocido. sta relacién debe dejar intacto —no tocado~ to que le’ deseubre, No serd une relacion de reve: lacion. Lo desconocide no serd revelulo wy no develudo lo que sino indicado, M. Blanchot I r en un articulo de reciente publicacién en la 1 los funda 2Y eso (lo irrepresentable) qué tiene que gunta formulada por Winoer REY. DE PSIGOANALISIS,' concierne hast: mentos mismos de nuestra préictiea que me valdré de ella para intentar situar -siquiera: minimamente- algunas coordenadas principales de tales fundamentos. Me serviré, aun sin citarlos siempre de modo explicito,’ de determinados tramos del mencionado ar modo de hilo conductor para revisar los aleances de “eso”, en lo que { tiene que ver, para ne is. No poea cost, como se veré: ni buena parte de lo principal. Ello implica, obviamente, una muy diferente + con el psicoconuili pre al punto, i mi entender culo, mente § i s bien, sotros, con el psicoanal \ * Direecién: Lafinur 3093, 7°, (1425) Ciudad de Buenos Aires, R. Argentina i JO. Winoeur, “4Lo irrepresentable?”, REY. bE PSIconNstisis, LVI, 2, 1999 * Por Ia letra itdliea entrecomillada el lector reconocerd las citas de dicho texto que si hacemos explicitas. 166 Carlos A. Basch n misma de incons neia, [a interpretacién, y del autor del texto de marras ante concepeiones accrest de la cranster nte y las s que hacen a lo esencial de nuestra préctica. No desearto, sin embar- 1 otr go, que el comtin horizonte freudiano habilite acaso alguna interlocuci En todo caso, mis allt de la contraseiia de los asf Iamados “esquemas rete renciales”, esa coartada que de tan pluralista y “politicamente correcta” iusula de esterilizacién preventiva de toda entre analistas. Hegara a transformarse en discusién verdadera Jojas de Ia pulsin cn su fijacién al representante Sic lo inconsciente verdad que Freud acometié el abordaje de los fendmenos relativos a minos que Ik sos mismos términos in disponer para cllo de otros ¢é prove: nientes de ki tradicién el: terminaron por tr: ajustando a lo inédito que fu medida en que tanto la experienc tico como dejaron_acras toda refereneialidad empirica, se hit campo abi ica, no lo es menos que nites de tal tradicin, en tanto se fueron ierto por su recorrido. Asi pues, en ka 1 promovida desde el dispositive anali- nta de ella zo evidente que el sponer los li ‘ que intentaron dar eu to por la problenxitica del desco inconsciente poco tiene que tegorias ckisicas tales como la oposicién complementaria de lo lo energético “cuantitativo” y lo expresivo “cualitativo” La paradoja inherente al concepto de pulsidn ilustra el esfuerzo de Freud por llevar su metapsicologia mis alld del lecho de Procusto de tales alternativas. Dado que la represién de una representacin obedece a la sumatoria de la contrainvestidura de la cual ésta es objeto desde la con- sustraceién de la carga preconsciente, y de la atraceién que recibe de lo inconseiente, surge la pregunta: équé induce al aparato psi- quico incipiente a la contrainvestidura de la que resulta la repre: maria, como freno a la descarga pulsional? Ahora bien, lo cierto es que ver con ca neia, por &: i6n pri- para abordar este primer tiempo de la represin es preciso dar previa- mente por constituido el par pulsién-representante, ya que es preci mente en funcién de esos dos elementos que aquél se define: como fi cién de Ia pulsién a su representante, Pero sucede que la pulsién, como concepto “limite”, presupone ya un sistema de representantes. Esto es bien claro en Tres wal, donde Freud piensa la géne- de la Anlehnung (apoyatura) en la de teoria s ensayos sis de las zonas erégena $s en lo que vi Lo irrepresentable, sdlo indireetamente 107 funcidn somuitica de los orificios eorporales a su malversaeién por las nificacién que dich s cobran para un Otro con una erogenidad pulsional y una fant: 1 constituidas sularidad puesta en juego en cl concepto mismo de pul sin: a la vex descarga energética que requicre secundariamente de su fijacién en una “exp esa fijacién se inseribe como tal. Esta circularidad resulta de una meta psicologia que interroga la gén perspeetiva evolutiva, al mismo tiempo que pone de relieve’ ta efieacia de nel Otro, en la constitucién de lo reprimido ntaeidn sustitutiva cn el Otro que. como ter 1s funciones somiéitic miatica Se ve asi la ci sin” representacional, y limite que solo a partir de de los procesos represivos desde una 1 constituida do la repres cer tiempo de la repres cl primer tiempo de k superposicién de sincronfa y diacronia en que cl psiquismo del infiaas se la represion, en el sujeto. én apuntala ka contrainvestidura, permite pensa represidn en el Sujcto, en ese momento mitico de abrocha con el lenguaje materno que lo reeibe y lo atraviesa La “fijacin de la pulsién” debe ser, pues, considerada en los dos senti- dos del genitivo: hay tijacidn de la pulsién en la medida en que la pulsién se constituye de la fijacién; esto es, de la preexistencia de una serie de representaciones a la que le es inherente el recorte de una satisfaecién impo: te la brecha del agujero pulsional (ese que Freud tipiticara como contin y Hinguno con especificidad como | Jn se fija al repre: ble. Pero, reciprocamente, en la serie de las representaciones insis- gencia de su objeto, ya que no ha ‘a rellenarlo). Se puede atirmar asi que lo que de la pul entante es la inherencia de algo en tiltima instaneia irrepresentable para éste; algo que no acontece hasta estar ya “de vuelta” de su encuentro con la falta en el representante. En “Pulsiones y destinos de pulsién”, Freud ubicé este momento como tercer tiempo de la pulsidn, cuando swt aceta- lia enlaza al Otro y su falta como anterioridad, desde la cual se constitu: ye la demanda fantasmatica. Asi, por ejemplo, en términos escépicos’ *hacerse ver”, tras los momentos légieos “ver” y “verse”. El llamado quantum de afecto designa preeisamente eso que at partir de la tij fa a los movimientos de las representaciones, desbordando al psiquismo icidn de (lo irrepresentable de) ki pulsién al representante acompa- representacional. Algo exeedente a la representacién, insuticicntemente negativizado desde la estructura representacional. que no es pasible de articulacin retérica y, por ende, no puede volver de lo reprimido siguien- “Al menos que no fa tengan en absoluto, lo que Hex a aquellas situaciones extremas de la cliniea (por ejemplo, el autismo) donde en rigor ya no eabe hablar de pulsidn consti tuida como tal ‘Desde la prime Freud, aunque no rectiticada en lo que hace a la irrupeién desde afuera de la sexe. lidad, con fa inclusiGn de la eausalidad fantasmitiea delinit ade la histeria, que mis tarde se teori por 168 Ceatos A. Basch do vias de lenguaje. En términos metapsicolégicos destino su enlace a representaciones segtin los d ¢ “al fundamento” (Unterdriickung), 0 pe tia, De heeho, en razin de la umbilicacién de la concatenacidn de repre- sentaciones en su més all nes variables de esos tres destino: Jo analizable. La mayor ‘ deslindar en ella del todo limpiamente por mucho que sca cl cclo nosogriitico- ka de las Iquiera de ell la “simple” descompensacién neurétic: Si ya el representante de la representacion conlleva siempre junto a cierto logro representacional la falta de representacién directa de la pul- el scno mismo de lo representado. por su parte el monto de atee- to schala -en su aspecto de implieacién corporal que no se deja leer total- mente por las representaciones psiquicas- la insuficieneia de cal repre- sentaci6n de la falta. En un horizonte subjetivo ya marcado por la falta, la angustia (como afecto por excclencia) seitala asi que argo faltar.! sélo le queda como stintos modos de las neurosi istir como angus- traumitico, siempre se trata de combinacio- de las que resulta la amplia frania de de ki ¢ aleanee sin que Ss eur de sis de angusti: de cardeter o “de 6rgano™, y cua sion c1 sta misma puede sin emt Ahora bien, la acepeién de Vorstellung (representacién) que predomina en La interpretacion de los suerios la que Freud recibiera de la tradici én. empirista: participa de algo que reproduce una pereepeidn previa hai dola presente ante incluso al modo de la representacién teatral Por esta cierta pregnancia eseénica no siempre se hace del todo distin- guible de la Darstellung, que, mé Darsteltburkeit (el cuida- do de los medios de representabilidad 0 puesta en escena del suciio), presta figuracién a la Vorstellng en los s téricw! vineula s ¥ las escenificaciones his- Bn cambio, en los eseritos metapsicoldgicos, la Vorstellng aparece especificada en un Repréisentane que “representa” lo muy problemético que es el presentarse de la pulsién, El redoblamiento de un término por ilgunos, una especie en vias de extineidn, en nuestra Gpoea tan prddiga en s iormas de ss posmodernideces "Freud lo dice un tanto enignviticamente en uno de los addenda a Inhibicion, sinto: may" angustic: Ja angustia es ante algo que no Mega a ser la representacion de abje al, si el miedo tiene ese algo “Para “nue cliniea”, “nuevos paradigmas” y ot toalguno. Su Sn traspone la dicotomia clisiea segtin la c wee de él un objeto, I: angustia, en cambio, car tn estatuto por completo retractario a lo “claro y distinta ngustia, grado cero del p minima tonalidad de signiticacion ya presente, por ejemplo, en el miedo, la cul dolor oI vex que mantiene pa Como atvetacién det suje to por ese algo. la al de arm, pa Lo irrepresentable to indirectamente 169 el otro (y la diferencia, incluso filolégic deneia la paradoja que para cierta tradicién de pensami peculiar forma en que la pulsi6n aleanza representa requiriendo para hacerse presente, dado lo que de ella queda “en huceo” para lo representable, de un “representante de ka representaciGn”,’ esto es, de una forma de la repeticién. Una cl gla froudiana nos posi- bilita lecr en esta duplicacién de un elemento un cicrto registro de st falta par jeto, ubieando Io inexorable del pasaje por la pérdida (de representacién) como precio de que eso pulsional aceeda de algiin modo propiamente psiquico de la Enestellung (deformacién) represen- tacional, en las especies de la Darstellbarkeit, la Verdichtung (condensa- cid) y la Verschiechung (desplazamicnto) entre ambos) pone alli en evi- nto supone la On en el psiquismo: mental r el si al orde Ur, irrepresentable y sccundariedad representacional Para comer siquiera a considcrar la imposibilidad de representacion, de cu 1 operatividad la cura analitica coma su eficaciat, es preciso, pues, privi- “t6pieas” que se manticnen dentro de zntabilidad (por ejemplo, n fiesto/latente o preconsciente/inconsciente reprimido), cl tipo de relacién legiar, por sobre aquellas oposicione: un mismo orden “psicolégico” de repres por completo extragenérica que sostienen kas represcntaciones eapaces de conciencia (por mas que puedan ser dindmicamente reprimidas) con eso radicalmente opaco que como diferencia en lo repr y cada una de cllas. Asi, por cjemplo, en el herr que rubricara el tope al anilis do de nombre propio (Freud, 1901) y en lo abismal de una garganta feme- nina abierta hasta atable anida en todas is de un olvi- a informe mancha blan sui fondo (en cl sueito “de ren a inyeceién de Irma”); en aquello de lo cual toma su fuerza lo que Freud Mama l6gica contramano de la res “a “infantil” ¢ “inmortal” del deseo onirico o alli donde la hilacion able en eb istencia encuentra un tope irrebas nticleo patégeno de los sintomas histéricos; alli, cn suma, donde la mui te entreeruza a la sexualidad, algo excede por ¢ entabili- dad. El valor de estos t6picos treudianos, asi como el del “ombligo del suetio”, obedece a mucho mits que “un desplasamiento de lo importante « erto toda repre; tara profundi tar los excelentes articulos de G. Koop (1996): “La representieién psivoanalitica” y “Cuerpo, sucito teoria, Notas acerea de la deriva Enestellung, Darstellung. ar estas distinciones que 4 qui apenas esbozames, sugerimos consul i6n de tres términos: Vorstellung, 170 Carlos A. Basch u sola mene’ lo insignificcate” tud de la pr ceptible de representacién y zat para poner de no de problemas relativos a lo insus- mucho antes de que It claboracién de la segunda t6pica” —que ineluye lo ma cn un nivel mis clevado de complejidad nocional- intentara dar mejor cuenta de lo que la clinica freudiana de algtin modo ya sabia acerea de todo ello.’ Pero es preciso aclarar que esta presencia ticne lugar no mas allé -como en clecto es el caso del novimeno kantiano~ sino e1 ntaciones: transmitiéndose entre ellas, aporté menos significacién de la que posee su conside! 1 estatuto metapsicolégico en s identiticaciones, el narcisismo, y hasta la indole misma del tipo de satistaceién que aleanzan los sintomas, Freud puso cn acto en su prictica la distancia irreductible entre lo que la pala- bra analizante dice en la secundariedad de sus eneauzamientos por las vias sintomaticas que le abre la transicreneia, y lo que ese decir reeorta sobre el fondo indecible de primaricdad relativo a lo pulsional, eso ur irre- lieve Ia magni a en el texto freud neial de la primei el lugar mismo de las ndole: mis y veidn habitual 1 ba ve repr En verdad, ya mucho antes de ubicar relacién con la represién, | presentable que la palabra asociativa, no ob: . pues, no perder de vista, ciente, la articulaeién de estos dos planos de tan diverso orden de repre sentabilidad. Donde un olvido, tropiczo, repeticién o cualquier otra indo- le de discontinuidad en el hilo del relato orienta hacia la existenc’ ta de una formacis ante, contornea. Es preeisi stener la escucha del incons: 1 cier= de lo inconsciente, debemos tener presente que en ella trabaja una retérica representacional que hunde sus raices en I: abso- luta indeterminacién de lo ur, lo originario freudiano. Es esta una nocién limite también en tanto dimensién puramente tedrica a la vez que abso- lutamente indispensable para la prictica. Lo irrepresentable, en tanto pri- mer tiempo de la represi6n, tiene ka funcién limite de ubicar la huclla del momento légico de emergencia de un sujeto dividido al no poder apro- piarse por completo del Lenguaje en cuyo seno se constituyera. Esta fun- cién sanciona una imposibilidad ¢ instaura, a la vez, la posibilidad de que algo retorne como repeticidn de esa imposibilidad en el origen. Queda asi conformado un campo de expericneia en el cual la escucha puede articu- lar la pérdida de representacién irrumpiendo en lo representable, como tercer tiempo de la represién (el recorno de lo reprimido), desde el que a su vez se pucde inferir el segundo tiempo (la represién propiamente dicha). Por eso, si fuera cuestién de representarse lo representable y dejar duda, ni castraeién participa de una logics ligada a la represién del falo en el horizon- ello, en cambio, hace al resto inartieulado que se sus “Bn género neutro; que k te del complejo de Edipo. de culino ni femenino, Pero no por “eastrado”: e rac articulaeién falica 7 Lo irrepresentable, slo indirectamente 171 lo demas a la teologia o 1a metafisiea, la cura no empezaria nunca, Es que la representacion imposible no retorna, sencillamente porque nunca reprimida, si bien la acreditacién subjetiv de lo que falta al circuito representacional por efecto de la Bejuhung (a macién primordial), de lo por siempre negativizado de una Ausstossung (expulsién primordial) opera como causa de insistencia. La pérdida de identidad consigo misma de toda repr: representacionales, en esa enerucijada subjetivante de 1a diferencia en ka identidad que tempranamente se presentara a Freud, enlazada a la pro- blematica del falo,” como “complejo de castracion”. Alli, el principio de placer/displacer que rige el movimiento de las representaciones intersee- ico, ineluyendo a la pulsién fue «a (como experiencia de pérdida) r ntaciGn insiste en las eadenas allé traum lo como ausenci Bsa falta de representacidn, concomitante a su falta de objeto especifico de satis ecién, es lo que da a la pulsin su condicién de “exigencia de trabajo” para lo psiquico. El 0 psiquico, puesto a trab: cribir el frac: satisfaecién de la pulsién, “sexualiza” la secunda- riedad de las eadenas representacionales con relacién a eso que falta a lo . haciendo cargar al inconsciente reprimido con el agujero de la pulsién. Pero para que esta falta de lo sexual para lo psiquico, que Freud delimitara como pulsién, arrime su potencialidad de trabajo a lo pensable, es necesario que el pensamicnto remonte « contracorriente el principio del placer/displacer hasta sus bordes, Esto supone, en términos clinicos, un cierto franqueamiento de angustia que se hace posible por la oferta de circuits repr falta de representacién pueda discurrir, merced al cnunciado de la regla fundamental y la instalacién de la transferencia, ¢ comprende que, de una combinatoria de representaciones, confor- mada asi en vehiculo de la falta de representaeién en cl las representaciones, el efecto sea siempre en alftin sentido engaoso: ¢ por ello que la palabra que habla en los sintomas neuréticos dice siempre de menos Dado que no hay ine sexual que le es estructuralmente imposible, lo que falta a la representa- cin para el resto del psiquismo puede a lo sumo ser articulado, como lo ir para ins- so en la sexual en si esentacionales en los que lo traumitico de la pura eno mismo de de més sto de las palabras con la cosa EI hecho de enlazar la diferenei Ie es intrinseca al genit: no entre ereeeisn ¥ detumescen particularmente propicio para cncarnar el imposible objeto de la pulsién como para digma (retroactivamente desde el complejo de por caducos y separables se tornan aptos para figurar en el fantasma imaginaria del sujeto con ese gove perdido eastraeiGn) de los diversos objetos que identificaciéin Carlos A. Basch dice en su referencia al nicleo actual de las psiconcuro motivar como deseo, el texto que estos comentarios, “sélo indirectamente” en la interpretacion, Freud cl desco se constituye como resultado de nativa a un modo de satisfaecin directa ~que de no ser inhibido Hevaria al aparato psiquico a la descarga absoluta~ cuando la acreditacién de una diferencia en lo representable, al ofrecer otras vias de remisiGn de la des- carga, se hace condicién necesaria de toda identidad de pensamiento. Esa misma diferencia, densa y opaca en su insistencia como falta de repre: sentacién en lo representado, encamina al pensamiento en kas vias de la repeticién. De ahi resulta el estatuto siempre precario del pensamicnto en cl horizonte de la experiencia analitiea, preeariedad que podemos pecificacidn que en las Nuevas conferencias de introducein icoandilisis (Conierencia 29, dedicada a los sucitos) agregara Freud lo que en Lu interpretacin de los suenos habia denominado “pensamien- tos latentes del sueiio”. Alli, Freud sefiala que “las asociaciones del sonan- te frecuentemente se deticnen nientos oniricos genuinos. Sabemos que pari medir en la alps ate los pe no Hegan mas que a rozarlos [*s6lo indireetamente’, podriamos agregar] en sus alusiones” Esta distincidn entre las ocurrencias «so sin duda pen- samientos) ¥ los Ham del suciio, que del término “pen: ados por Freud “genuinos” pensamientos latentes ones, abre a diferentes acepciones 1 psicoanalitica; oponiendo a la proliferacion de “pensamientos” neurdticos, siempre a distancia del vacio de representacién de la pulsién, otro tipo de pensar: el que en la cura toma a su cargo la fulguracién de la cosa irrepresentable subsisten- te en del decir analizante. Este dltimo es un pensar scapan a las 4 soci miento” eI Ia experi nei 8 representaciones para que esto pueda acontecer, es preeiso que el analista abra con s mente flotante el margen de fa imposible represent tid a la representacién meta-inconseiente que la asociaeién libre nunca puede llegar a aleanzar. \ la objccién de que tal articulacién de la diferencia por la siendo, con todo, articulacién de representaciones (dado que el analista no pucde interpretar sino con ellas), cabe responder que si el neurdtico en andlisis puede creer cn un principio que se trata tinicamente de palabras, una interpreticién analit basta para transmitirle la experiencia de que en cllas lo esencial (lo que las elev rango de interpretacién) cs justamente el atadido de una diferenc' nificacién que hasta ese instante se les suponia. As deseo) no consiste, en cierto modo, sino en la gananeia de una p consigo mismo de las representaciones, cuando s fntomas, y demds producciones inconseientes) su Kimite irrepresentable. ateneién libre vién faltante, e sa que Freud rem sseucha signe al respecto de ka sig- cl efecto de interpreta rdida de ubjetiva la retériea que tr jon (del dentidad a(en suciios, si Lo irrepresentable, sélo indirectamente 173 des nte, vectori Jo por la falta, En dltima instancia, un pensamiento de la falta," que no se aleanza sin el despliegue de la palabra en cl decir en transferencia. Ahora bien, lo importante es que entre estas dos modalidades de pens miento en la cura se abre una suerte de solucién de continuidad: los pi samientos menos genuinos se deticnen, como lo sefaka Freud, en los otros, mits genuiinos, sin leg: umbrales de los ir mis los en sus. que a 6 alusiones. EI referente perdido entre pereepeién y memoria justamente en la comps 0 debidas propias de otros horizontes epocales. que deben busearse las razoni valor de lo irrepresentable en la experiencia analitica. Se ¢ Bo que hace al fundamento mismo de la eseucha del inconseiente. puesto de ninos de la Carta 52 a li (que serviria de base al esquema de aparato psiquico en el capitulo VI de La interpretacién de los suemios), es necesario distinguir Ja pura pereep- ro inolvidable” del trauma,” al que ningan otro igualara y que el ataque histérico evoea en vano, de los “temas” y “contenidos” retranseriptos sis n aria como “signos de percepeién”. Sélo estos tiltimos acceden al sistema P-Ce, de modo que cada pas be sig nos de un sistema a otro, sino que también decanta la marca de lo que no atraves6 la retranseripeion, lo que en ésta resté com Se trata sencillamente del nédulo de la teoria freudiana de la represién, ya que para Freud el valor de la sexualidad infantil se debe justamente a su captura por ese destiempo irreductible: que su destino sea le indica su incompatibilidad con la retranseripeién. cién con condiciones perceptivas de otras s animales ni con cosmovisiones s del de relieve tempranamente por Freud. En tér s cién, “ese O1 sucesivamente de unos a otros de inserip. 1j¢ Succsivo no s6lo retranse: » no retranseribible represién " Pensamiento de la falta que es necesario vonsiderar en los dos sentidos del genit: vo: 1) sentido subjetivo, se piensa fa falta: 2) sentido objetivo, es la falta It que pien: sa en el pensar, al rornarse eausit de pensamiento, Una referencia explieita de Freud a este tiltimo pensar de la falta es el parrafo que, en “Repeticién, recuerdo y clabo racién”, alude a esos pensamientos que el anallizainte, si bien los sabe. no puede sin ‘embargo pensar © Desgajado en el “Proyecto de psicologia”, entre los componentes del complejo del semejante, como lo inasimilable de das Ding (Ia cosa) li4 Carlos A, Basch simismo, es preciso no soslayar, en el preguntar por la localizact t6pica conscicnte o inconsciente de una repr implicancias de radical diseontinuidad que se abren entre uno y otro sis- entacion o de su falta, La tema en relacidn con el para quién de las represcntaciones. En ese aspe to, se hace necesario puntuslizar que si hay -sin duda~ pensamientos inconscientes, el sujeto de estos pensamicntos no es el mismo de la con. ciencia, slo que “reprimido”. Para simplemente entreabrir el problema, por lo menos hay que tener en cuenta que tales pensamientos (por cjem- plo, los que se siguen de I na de las ocurrencias asociativas tras el relato de un suefio) no umbilican en un vacio de representacién sino que Se sigue de cllo que tinicamente puede pensarse como (del) inconsciente al sujeto que resulta de la combinacién de series representacionales con la serie de ideas kitentes que la escucha desgr: ‘Alo s son causados por éste, falta de referente como condicién esencial. No es otra ka raz6n por la cual cl horizonte de la muerte se le presenta: ra a Freud, desde el comienzo, superpuesto al de la sexualidad, dando su peculiar tonalidad al enmudecimiento de la palabra cuando a resistenc detiene el movimiento de las representaci la pr lleva ano di nes hasta st oscilacién, que hace notori eneia del analista, en los momentos en que la tran: guir quién habla y « quién se habla, En ta conve gencia de lo irrepresentable de la propia muerte con lo traumxitico de la diferencia de los sexos (més alki de las ceorias sexuales infantiles), Freud adelant6 sin dud: s aguda reflexion del pensar de su tiempo, que a partir de Heidegger ubieara en la posibilidad de iltimo la posibilidad irrebasable de Io que se sustrae para cada quien a toda referen feres ala ma muerte como limite La Sache-vorstellung (representacién-cosa) no representa sino indireetamente a la Ding (la cosa) 1 sobre BI rebasamiento que la experiencia del inconseiente produjei ‘as y el lenguaje mismo recibidos por Freud de la tradici6n preva- lente en su Gpoea (y de los que debié valerse para teorizar esa experien- cia) es particularmente notable en relacién con el problema de la investi- dura de las “representaciones viente y de las “repr sentaciones-palabra” en el preconsciente. Gierto postreudismo ha ereido poder autorizar alli la biparticién biunivoca de las representaciones segtin su localizacién tépica, de modo de poder dejar bien establecidos los higa- res: la imagenes en lo inconsciente. Tal simplificacién, ademas de ir en contra de precisas distinciones metapsi- cosa” en el incons s palabras en lo preconsciente y Ia Lo irrepresentable, sélo indirectamente 1 colégicas (Freud, 1915b, capitulo VID), se opone « la mas elemental con- sideracién del modo de abordaje que Freud nos trans tos de la clinica. Basta considerar, por ejemplo, la deriva asoci diversos elementos representacionales en el historia de una neurosis infantil”). Lo que de la representacién-cos: inconsciente se dej , por cjemplo (en tanto la deriva asociativa consiente el trabajo retérico de la Entstelling descntendiéndose de toda representacién/meta intencional), en las orcjas paradas y las fauces abiertas de los lobos, concerniente al nimero cinco en nameros rom (a su vez sobredeterminado desde la eantidad de Lobos que en la imagen onirica miraban al sofiante desde las ramas del nogal), no remite a repre- cidn sensorial alguna sino por via de la condensacién que sobreim- prime la hora tebril de la malaria a la forma esbozada por las piernas abiertas de la madre en la escena que, precisamente por su contigiiidad a lo inaceesible del origen, fuera caracterizada de primaria. Lo que cl movimiento de las represcntaciones puestas en la “li montaje” del dispositivo de asociacién libre y atencién libremente flotan- te pone asi de relieve no es otra cosa que In fractura de la unidad del signo, y la aparieién de vias de facilitacin auspiciadas por la transicren- cia. Mgo de la cosa fr ‘1 en tanto Ding. por completo irreductible a toda representacién, deja entrever alli su eficacia, causal de reagrupa mientos representacionales en el tellungen (representaciones mitiera en sus rela itiva de los wo de los lobos (en “De la entre 108, sen ade adi: ampo inconsciente de las Sache-vors- aen si” kantiana El objeto del psicoandlisis, ni “co: ni “objeto” empirico s la “cosa en si” kantiana, Pero a Sin duda, el objeto del psicoar menos que s dere que se trata del “objeto” que campea en el sen- tido comin, tal como lo concibe el mas erudo empirismo, esta earacteri zaci6n por lo negativo (por mucho que sc le agregucn alusiones desealiti cadoras al esoterismo, los ovnis, ete.) no dispensa de alguna precision en cuanto a la indole de lo que este objeto insustancial ¢ inasible, definido en cl limite de lo psiquico por la inminencia de su ausencia y siempre a punto de enearnarse en el corte de los objetos pareial fantasmaticamente, si es. Nuestro somero recorrido por la condicién contingente del objeto de ta pulsidn, lo necesariamence perdido del objeto mitico de una satistacciGn vy el valor de la huella mnémiea cn cl isis no e con! 2s que lo enearnan asaje de la imposibilidad all primey tis de jaceién alucinatoria a otra forma de satistaccidn que reali 176 Carlos A. Basch sdlo indica aesta altura de desco en su eneauzamiento por la retéries algunos reparos -a nuestro enter tr: representacional, plecidos asmisién comin de los analistas, como acervo de lectura de la meta tuto problematico. Ahora bien, que la representabilidad de ese objeto sea esencialmente problemitica, no lo coloea por fuera del campo de Ia experiencia. Hay que decir que, contrariamente « propender al oscurantismo 0 @ reeaidas reli- nclusién de un irrepresentable en ka operatividad del 173 der, va es p> sicologia freudiana— desde donde pensar su es\ leulo s ciencias que anzara su auge cn la modernidad. Algo que sencillamente no hubiera ales como los que en implicé la inclusién del cero (o ausencia de objeto) en la serie de los nimeros 1 el siglo XII, y ma: la posibilidad de realizar operaciones con niimeros que simbolizan algo insusceptible de representacién completa (como el que con la letra x designa la relacién entre la fongitud de una circunierencia y su didmetro, y otros), denominados irracionales, Este nombre no obedece a ningur clase de arrebatos misticos 0 esotéricos, ni « que su mencidn baste para soslayar una argumentacién. Ya en el siglo IV a.C., Pitagoras para la medida de la diagonal de un tridngulo reetangulo y de uno de sus lados, algo que daria un gran impulso a la cienc Renacimiento: a la razén entre ciertos elemer ponde ningtin numero entero, dado que la eantidad de decimales que resulta de esa operacién es infinita, Sin embargo, como lo demostrara Eudoxio para la raiz cuadrada de 2, lo que no pucde ser representado actamente por ningdin ntimero entero (natural o fraceionario) si puede simbolizado como limite de una seeuencia de fracciones. Estas ide discutidas desde el punto de vista griego cn los Elementos de geometria de Euclides, habrian de ser retomadas cn la moderna teorfa de las secu $ numérieas por Cantor, Dedekind, y otros Asi como la postulacién de los nimeros irracionales requiere de la rela- cién de la serie numérica consigo misma, también ka umbilicacién de los hilos I6gicos de representuciones ineonscientes en su “nticleo patégeno” irrepresentable se hace notoria por efecto del recorrido en direc radial (Freud, 1895), cuando el despliegue repetitivo de la serie de repre- induce la emerg 1 sustraceidn. Pero no es necesa- » entrar en consideraciones sobre cdlculo diferencial, ni forzar exeesivas pertinencia discursiva propia de nuestro campo de experiencia, para advertirlo, Mas atin, lo que distingue al campo psiconalitico en su especificidad respecto al de las ciencias es precisa- mente el particular valor que cn él se otorga a la residualidad que resta sin simbolizacion. sido posible de no haber mediado acontecimientos. el: mpo de kis matemiati tarde aturales hat 7 establecié, ja al ser retomado en el fos numéricos no corres- uutores om sentaciones neia de ur ri inclusiones matemiaticas en Lo irrepresentuble, sélo indirectamente La repeticién, entre inseripeién y falta de inseripeién, falta sscuch: del inconseiente, la lee per vice di Is representacio- 1 asociativa, Lo que .\ partir de las formaciones ce a la retried combinatoria de . hasta encontrar un limite al progreso de la palab la Durcharbeitung (trabajo a través de las resistencias) a lo largo de ese trayecto permite anotar de una cierta localizacién del agujero pulsional, mas 0 menos reeubierto por las fantasias, no debe sin embargo confur levare la falta inherct ne dirse con lo que Freud designara, en relacién eon la priictica psicotel péutica, como “via di porre”. Es que en ese lim pueda ser pens sustraccién, en términos eno se trata de algo que dicién (con la salvedad de la “sum: gebraicos), sino de la pérdida del hilo conduc- tor del levare, cuando se diluye para la escucha lo que la orientara desde las mareas sintomiticas de la falta Asi, vemos que en rigor, toda alusién a la fra de inscripeidn es insuti- ciente si se deja de lado su necesaria articuld ido como unit de una cidn en la cura con La ins cripeion de la falta. Ambas se ordenan en una secuencia, al modo de to que enraiza la identidad de pensamiento en la falta de identidad de per- cepeidn, 0 de lo que articula cl complejo de eastracién de lo que del suje: to falta a sia partir del momento en que kas pulsiones parciales se uniti- can ilusoriamente como yo narcisista (sélo a condicién de dejar -de algin modo mas ecrea del sujeto que su propia imagen especular- un resto de autoerotismo sin investidura libidinal) Tomando como reparo la inscripeién de Ia falta en los producciones neuréticas, lt escucha del material asoviativo se orienta. a través de la dimensién repetitiva del inconsciente, hacia donde falta la inscripcién, alli donde el puro v: sintomas y demis. fo representacional colorea de insuticiencia del fantast cura va trasvasando gra- dualmente estas dos polaridades, hasta que se veritica es mentos no complementarios que Freud designara como i sional: la ligadura (en segunda instancia) de eso que resta sin ligadura (en primera instaneia). En sti spiritualidad” alguna que prevalezea sobre lo pulsional, sino el destino mismo de Ia cura, ya que si todo el peso del saber supuesto por la demanda transferencial recayera sobre un saber “cualitativo” situado en un analista de cuyas interpret ciones se esperara la develacién de una verdad tiltima, el analisis corres, cl serio riesgo de eternizarse en el sostenimicnto de ese saber supucsto. ungustia El transcurso de inmixién de cle- nbricaci in pul sto no en juego a formal del significante” que 173 Carlos A. Busch La mezela pulsional del grano de arena y la perla Ya desde las primers teorizaciones del contlicto psiquieo, como conflicto entre representaciones, el contenidismo “psicolégico” estuyo acotado en formula tivo en lo que es de por si radicalmente conflictivo, no meramente en lo psiquico, sino pare lo psiquico. Asi, si Froud nunca abandoné totalmente la categoria de las neurosis actud de las de defensa, postulacién de un régimen en mayor o menor medida mixto para toda neu- puso csa diferencia miis all de todo binarismo complementario. La puesta de relieve de la exiscencia de algiin ingrediente de las primera “grano de arena”, siempre pr segundas, diluy6 su cor on excluyente al tiempo que ubied lt persisteneia, para la palabra en las vias de la cranstereneia, de su mas allé traumatico como horizonte constitutive, al modo de una exterioridad central. Al igual que la del ombligo del sueio para la teoria de los la delimitacion del “grano de al nir desde los fragmentos representacionales de la “perla” ble no va en absoluto “en decrimento” de sus otros aspectos importantes, La puesta en linea de las serics de representaciones con lt 1 el limite de su desplicgue no sélo iner jones de Freud por el enraizamiento de todo comereio asocia 's como diferentes su rosis como, ente en posi na” ac de lo opacidad que las aguarda ta notablemente la operatividad elinica de la teorfa freudiana de las psi- armas de vaciamiento de “significados y con- nde én de “el puro valor “cada ves mas magra y chata”, cl dad del Ocro tiene, sobre en el modo de conducir la cura. La construecién histérica” s6lo en tanto no contecida produce un sujeto por efecto de lectura de las marcas de la falta en el decir. Se descompleta asi la consistencia que desde la neurosis se atribuye al Otro, haciendo lugar a la responsabilidad del sujeto por su acto alli donde queda en claro un resquicio en su deter- minacién iltima. En vez de eternizarse la transferencia en el intento de recuperar para la memoria siempre algtin estrato mis profundo de recuer- dos, se inscribe retroactivamente en su concatenacién, por el acto que asienta cn su borde mismo, un sujeto que no preexistfa. men concurosis. A despecho de a tenidos” de la teorfa analitiea, en raz tornarfa poner al descubierto el limite en ta continu todo, implicane de una verdad que e verdad” ya: at promoei is Ci mera resefia de una Con las dltimas estribaciones de una serie de representaciones que toca el limite de su articulacién posible, acontece algo comparable a lo que distingue a los néimeros Hamados primos en el conjunto de los niimeros enteros. Asi como éstos son el punto tiltimo de divisibilidad de una s (va no divisibles mas que por si mismos y Ia unidad), cuando la operacion de lectura de los sintomas psiconeurdticos —que opera su “divisibilidad rie Lo irrepresentable, slo indirectamente 179 (andlisis) en relacién con el complejo de castracin= topa con su grano de arena “actual”, la carencia de marea que impide la continuidad del despliegue combinatorio se deja entrever en la angustia, mal recubierta por las Urphantasien (fantasias originarias). Pero es preciso una aclaracién que convierne a la teoria de menos que a la metapsicologia de los movimientos de repre Lo primario como tal no se transforma en secundario. El anilisis no opera irreducti- cién “cualitativa”= cn representable. Si en efecto la 1 cura no ntaciones, por transformacién directa de lo irrepresentable mismo en si ble a toda psicolog cura se produce en relacién con un pasaje de buellas mnémicas no liga- das a un estado de mayor ligaz6n, ello no implica que eon posterioridad a tal ligaz6n “lo irrepresentable” deje de serlo. Muy por el contrario, st marea en tanto tal opera a partir de s centro de gravedad de la dindmica de representaciones, consolidando imbricacién en el seno mismo del psiquismo repr 1 regido por jacer/displacer de la astilla del mais all (del principio de placer/displacer, de las representaciones) imposible de ligar. La articula cién de Ia falta como deseo liga (en la sccundariedad de la cadena de representaciones que libidinalmente ticnde a la unién de sus elementos) la primariedad de la falea de ligasén misma, que pulsién de muerte su localizacién por Ia escucha como sentaciona cl principio de p veud temati, ara como ublimacién a1 pregunta por el ser, entre represién 3 ian contintic siendo en toda la obra de Freud Por mucho que la sublima una de las nociones mis resistentes a ka trivializacién simplitieadora, es necesario, al menos, distinguirla de Ia formacién de ideal y sus implican- de represién. Una diferencia esencial consiste en que la por el ide: en un desplazamiento que preserva el recubrimiento fantas falta de objcto adecuado en el origen (falta que es el verdadero objeto pul sional). La sublimaeién, por el contrario, implies Jin de la pulsin, un cambio en el modo de satisti a la puesta en descubierto de la inadecuacin de todo objeto para la satis- faccién plena y sin resto: en suma, a la puesta cn descubierto de la fen- te pulsional como tal Vemos asi que puede haber muy distintos = término “desexwalizacién”. Poco hay en comiin entre la pretendida “des- exualizacién” del despl: su face cias de exigene repr on inducid. 1 Heva al cambio de “objeto de satistacei ditico de ba ante todo el cambio de ecién que es corrclativo + hasta opuestos~ usos del zamicnto neurético, que por lo dems no pucde scion qui so en la intensa croti conllevan los: leerse sino desde ISO. Carlos A, Basch sintomas. y la desexuali cién sublimatoria que asignta en la cireulacién del vacio a partir de la aereditacién por el andl cas de la falta de satistaceién “adecuada” (vaefo del que jt crética ilustran hasta sis de las marcas simboli- s Situaciones de intensa transi zaciones” no pueden saber nada). En términos de Freud (1912), de qué punto algunas “sexuali- rene a articulacion por parte del sujeco de una insuficiencia inherente a car la satisfaccién completa. Y si bien pulsién sexual misni para ello se requiere en principio de la funeién del ideal, es su atempera- cidn por la puesta en contacto con Ia falta -desga tiva por la Lectura cn transiereneia~ la que ofrece ocasion de que éste no devenga en imperativo superyoico de absoluta complecud. bra cn cl sujcto alguna pregunta por ‘is los modos neuréticos de satis! par proct jada de la serie repeti- Ahora bie me inevitable que se su propio ser, una vez de dk aida de la funcién del ideal y Pero esta pregunta se distinguc bien de toda “masturbaeién mental”. Asi, por ejemplo, la clinica de la neurc cita que si algo hay que no se pone en jucgo, bien mantenido a raya en la constipacién men- cal de un “p dilema obse faceion spués de le in. exigenci de repr is obs Siva NOS EF ur” que deja al sujeto siempre mas acd del acto en cual- quier 0, tipo Hamlet”, esto es un verdadero “cuestiona- miento ontoldgico” que pueda rcabrir para cl obsesivo la pregunta por su s de que el andlisis ha logrado descompletar el ideal y desentraiar edad de las neas del destino del sujeto nal su Cope en torno a la apertura de lo primario. Sdlo esa cereania ser en el mundo. Cuando esto tiltimo por fin acontece, se debe las las veces a asi cl hilo de sobredeterminacién sintomitiea en la secundat representaciones obsesivas, hasta que las | arrims del deseo inconseiente, que incoereible ¢ inaprehensible para lo precons- (Freud, 1900, capitulo VID), pro- mucve una genuina interrogacién existencial, al modo de la que Edipo se formulara reeién en Colono: “4Acaso. vient. constituye cl “niieleo del ser” 2s ahora, cuando nada soy, que me convierto en hombre?” EI Moisé de Freud, verdad y fetichismo de las teorias Es sumamente problematico proponer desde cl psicoandlisis la verdad 0 falsedad de las teorfas en si mismas. Bastaria para ser eautelosos con recordar la prudencia de Freud en su “caso de dementia paranoides” dejando para la posteridad la decisién respecto de la mayor euota de ver- dad cn su teoria sobre el delirio de Schreber, 0 bien en el delirio teérico de és nia con las teorias nfantiles que atribuia a toda postulacién tedrica c7 0 la cerca Lo trrepresentable, sélo indirectamente IST Por eso no parece pertinente, al menos desde el psicoanilisis, denumeiar la construceién “de modo defensivo y fetichista [de] teorfus fulsus para obturar, ya sea la angustia de desconocimiento, va seu la angustia frente un conocimicnto mas cierto y verdadero” para buscar teorfas que si seri an “verdaderas”. Una misma teoria puede incluirse de modos diferentes en posicionamientos subjetivos mis o menos neurdticos, fetichistas 0 ‘elato de “teorias™ tales como las incluso paranoicos. Asi, por ejemplo, el de embarazo oral, parto anal 0 coito sidico, bien puede incluir las marcas discursivas de una verdad que subsiste alli en reserva como reprimida, con eicetos sin duda menos “fetichistas completa explicacion sexolégica (de las circunstancias de la coneepeién, el embarazo, cte.): esta tiltima, profcrida como verdad tiltima, desestima cientificamente todo enigma del origen Por lo demas, en la Spalung que ope se trata en absoluto de ati ca es de hacer pr la pereepeidn (que no de que ka mai hista no. en la Verleugnung “obturar” lo verdidero. De lo mar lo falso pa evalecer la sobreestimacién de un elemento de por cierto de ser “verdadero”) en detrimento de otro que le es contiguo, como modo particular de registro de la falta que se tra fdlica que preserva a la vez una cierta creeneia: pero esto sélo en relacién con el sistema de oposiciones centrado en el falo. que Freud desentrana: ra como organizacién genital infantil. Nada hay de incognoscible o irre presentable en el genital femenino como tal para un fetichista (que duda puede ser, por ejemplo, anatomista 0 gineedlogo). Ye sual por Ia cual éste no aleanza del objeto susticuto del pene faltante a Ja madre. debe ser referida a una particular posieién ante la premisa de universalidad del falo como punto de inflexién de ka organizacién libidinal jn cuanto a la forma de desco si atistaceion sin mediar la presence No deja de ser signifieativa la inclusién, en el texto que nos sirve de apoyo para estos desarrollos tentativos, de la referencia a Moi monoteista, para argumentar que table, lo incognoscible, etcétera” no se trataria cn detinitiv retorno parcial de la hipétesis de lo inconsciente tras su represién por los psicoanalistas, un recorno acorde a ka secuencia trauma temprano-defen -latene’ Debo decir que e« és y la religion los nuevos nonibres: lo irrepresen- sino de un Si mido. a-estallido de la neurosis-retorno pa al de lo rep! neido con esta hipdtesis, que ademas es convergente con la del “retorno a Freud” que propugnara Lacan a partir de su lectura del t rente exto fundacional como retorno de Freud, caracterizacion que de dife- sabe asimis maneras. mo a aspectos de las obras de Klein, Bion y Winnicott (la lista no es excluyente), en la medida en que enearnan genui IS2 Carlos A. Basch nas renovciones de lectura en probleméticas abiertas por Freud.” Esta coincidencia, como se ve, tiene un limite preciso: no implica en absolute la alincacion del interés por lo irrepresentable eon otros “sintomas” del malestar en la comunidad analitica (eomo cl desercimiento en cl valor de sus herramientas espeeiticas), ni por cierto con las, a nuestro juieio, nada s respecto de su muerte pues, en una de 0) adquiere valores diferente: antagdnicos, segtin ef contexto en que se lo emplee. Nuestro colega con- sidera un desdichado avatar patolégico, pasible de ser evitado de no mediar la “insuficiente identificacién con el pensamiento de Freud”, aque- Ilo mismo que desde la perspectiva del “retorno a...” ilumina una condi cin inherente novedosas” declar jon Nos encontramo: i$ ocasiones en que un mismo tér- mino (represién", en este © incl ‘ilisis: la transmisién del psico: umbién podemos entrever una cicrta coincidencia en la divergeneia en rgumentacién que alude a “Moisés y el monoteis- . para sugerir una relacién entre el malestar de la comunidad analiti- xpresion de in sentimiento de culpa como resultado de una ela boracién melancélica « consecuencta del duclo por la insuficiente identifi- cacién con el pensamiento de Freud”. Sucede que precisamente Moisés y la religién monoteista es tal vez, entre los eseritos de Freud, el que mejor otra lo que respecta mo” cay cién (de la freudiana, no menos que de la mosaica): el Mois Freud es cl més clocu egipcio de n cl origen; su” pueblo lo es de la consecuente nece- trozo de verdad olvidada”, de cuyas vicisitu ’ slabonarse todo linaje (va liar, nacional, religioso, o de filiacién analitica), como diseminacién de un acontecimiento que como tal no puede escribirs Asi, advertimos que algo de la imagineria del padre, en tanto fundador idéntico a si mismo -en el lugar de la imposible identidad de percepeién. debe caer para que haya huella (eseritura) y transmi te testimonio de Ia falta de identidad sisi como st muerte a manos de sariedad estructural de un des de represi én sea éste fami- " retorno puede eC. idn. Pero también a términos de Foucault (1970), en su conferencia “Qué es un autor”, si Freud tue cl fundador de un nuevo modo de diseursividad, cllo se veritica precisamente en que ‘ables- su texto consiente el “retorno” en cl modo de una lectura, Esta se dirige a lo que esta presente en el texto justamente por la vi de lo que en dl esté mareado en vacio o en laguna. Por eso es que en tanto interpr tacién, aun formando parte del diseurso mismo, no cesa a la vez de moditicarlo, Y ello por obra de lo que no es un suplemento agregado que redobla la discursividad en cuest transforma desde los accidentes que le son propios: al modo de lo que ocurre en un como en otros easos comy {in con otra que le es exterior, sino un trabajo efectivo y neeesario que la psicoandlisis © lo mismo He; ando. recién al ser ineluido por su leetura en un orden de repeticién, ser diferente. Lo irrepresentable, s6lo indirectamente 183 -contrariamente a lo que inquieta a nuestro colega~ que ésta no pucde darse por asegurada hasta que un cierto margen de “insuficiente identifi cacién” con los enunciados del fundador se pone en jucgo en el li lo tie que sucede. Tal vez sea necesario subrayar, por si no es del todo abvia, ta conveniencia de quitar a tal “insuficiencia” —que en rigor no es otra cd que una suficiente acreditacién de la deuda con el fundador, en localizacién de lo que en su texto insiste como di ja connotacion moral desde la cual -sélo asi cabria suponerle una “elaboracién melan-

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