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27/5/2018 Carta a Jorge Alemán

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Carta a Jorge Alemán

A partir del artículo “La supuesta inteligencia del macrismo: Neoliberalismo”,  escrito por Jorge Alemán para La Tecl@
Eñe, Ricardo Forster escribe esta carta en respuesta y a modo de conversación.
 
Por Ricardo Forster*
(para La Tecl@ Eñe)

Querido Jorge, leí con atención tú último artículo en la Tecl@Eñe[1] con el que siento afinidades, esas que venimos
discutiendo desde hace tiempo y que definen las coincidencias ante este complejo tiempo argentino. Estoy de
acuerdo con esa extraña parábola, casi naïf, que lleva a muchos a sobrevalorar al macrismo como el non plus
ultra de una renovación por derecha de la política de dominación hasta un punto tal que opaca cualquier visión
crítica (incluso algunos llegan a arriesgar, no sin cierta expectativa, que estaríamos asistiendo a la aparición de
una “derecha democrática” que sellaría nuestro pasaje a una genuina vida republicana después de los vendavales
populistas de los 12 años kirchneristas). Una cierta fascinación entremezclada con sorpresa y resignación se ha
extendido como la peste entre muchos compañeros que parecen haber descubierto a una derecha temible capaz
de proyectarse por un largo plazo ante una oposición débil y fragmentada que no logra encontrar el rumbo ni el
discurso adecuado. A esa sobrevaloración –que es inversamente proporcional a la subestimación anterior–  se le
agrega una dosis creciente de autoflagelación y depresión que poco o nada se asemeja a una posición pesimista
crítica –gramscianamente necesaria a la hora de indagar por la potencia destructiva del capitalismo bajo su forma
neoliberal periférica pero a la que le es imprescindible una dosis de “optimismo de la voluntad” sin la cual sólo
queda la resignación y la pasividad–, para deslizarse más bien hacia cierta inoperancia y vaciamiento del
pensamiento alternativo que se traduce, en algunos casos, en una extraña inclinación a dejarse seducir por el
experimento macrista o en angustia depresiva que solo alcanza a ver la perpetuación de lo peor.
    
Algunos recién están descubriendo, con sorpresa, qué es y qué significa el neoliberalismo (en su versión
periférica y argentina). Lejos de asumir una mirada más compleja y crítica, prefieren quedarse prisioneros de una
alquimia de derrotismo y fascinación especular respecto a las capacidades, sobredimensionadas, del
duranbarbismo macrista como novedad que incluye, como no podía ser de otro modo, el uso "superlativo" de las
redes sociales y las nuevas formas de interpelación mediático-estéticas (cierto deseo imitativo surge como
respuesta a la habilidad del aparato publicitario de la derecha para sintonizar a la perfección con el imaginario de
las clases medias y de amplios sectores populares dominados por la simbología del semiocapitalismo[2]; una
imitación que llevaría, eso piensan, a un posible éxito frente al anacronismo de un nacional-populismo aferrado a
formas político comunicacionales añejas que se han vuelto un obstáculo a la hora de recuperar el terreno
perdido). El problema, me parece, es que se deja de indagar el funcionamiento de la máquina de dominación, sus
lubricaciones actuales, su potencia al fabricar nuevas formas de subjetivación ligadas a la “servidumbre
voluntaria”, para intentar un giro mimético que acabaría por disolver lo propio de una fuerza que se quiere

http://www.lateclaene.com/ricardo-forster-carta-a-jorge-alemn 1/4
27/5/2018 Carta a Jorge Alemán
antagonista del neoliberalismo. A esa ilusión falaz, le suman también, sus propios problemas y limitaciones para
quedar, boquiabiertos, ante la fascinación de una maquinaria que se ha vuelto mágica e incomprensible.
 
En tu análisis señalás que el “neoliberalismo en su despliegue de operaciones financieras a gran velocidad debe
hacer desaparecer la Historia. En este punto, los políticos que lo representan no necesitan de ningún "relato
fuerte", les basta con remitir todo a un presente absoluto y a  una promesa de futuro. No es necesario disponer
de ningún saber maquiavélico, es suficiente con el discurso de la autoayuda como una narrativa de
autorrealización del yo, que tiene como función esencial deshistorizar a la política e infantilizar mediáticamente a
la población”. Es clave desentrañar este solapamiento de la conciencia histórica y política como una consecuencia
directa de las extremas velocidades con que circulan los activos financieros y la data informativa unidos, ambos, a
una escisión entre la representación subjetiva del espacio y la imposibilidad de ese mismo sujeto de capturar
racional y sensitivamente el flujo temporal de la información. Creo, a su vez, que lo que se extravía es la
imprescindible historización de la etapa neoliberal del capitalismo hasta convertir nuestra resignación en una
suerte de eternización del instante, una realidad “virtual” que se devora pasado y futuro borrando del horizonte
cercano cualquier posibilidad de ruptura de un dispositivo capaz de prolongarse sine die bajo la forma de la
eternidad. Es la experiencia subjetiva la que se debilita a dos puntas en el interior del modelo neoliberal: por un
lado se vacía la percepción biográfica, el devenir de la vida individual y colectiva como expresión de la memoria
histórica y, por el otro lado, también se desvanece la comprensión de la finitud como rasgo de toda forma de
organización de la sociedad. Una nueva pobreza de la experiencia, parafraseando a Walter Benjamin, se derrama
sobre la vida cotidiana de individuos capturados por los engranajes entrelazados de la velocidad informativa y la
falta de referencialidad de los signos en el interior de la tenaza financiera y semiológica de un capitalismo de lo
inmaterial capaz de transformar lo virtual y la mentira en el centro de lo verosímil y de lo socialmente aceptado.

Me parece lúcida tu crítica de la “supuesta inteligencia del macrismo”, como si fuera, para algunos desprevenidos,
portadora de una originalidad incuestionable que no es sino la expresión local del neoliberalismo en su
manifestación depredadora y entreguista. ¿Acaso imaginábamos que un triunfo de la derecha iba a tener otras
características que este arrasamiento macrista? ¿Nos encegueció aquella consigna lanzada en los últimos meses
del gobierno de Cristina de “lo irreversible” de las conquistas alcanzadas como si estuvieran por fuera de la
historia y sus giros? ¿Hubo quienes creyeron, entre ingenua y peligrosamente, que un triunfo de la derecha no
conllevaría una brutal restauración conservadora con su revanchismo y su violencia y su capacidad para rediseñar
tanto la escena económica-social como la dimensión cultural-simbólica? ¿No reconocimos los límites de la “batalla
cultural” pensando más allá de las determinaciones históricas y de las contradicciones abiertas por un proyecto
de sustitución de importaciones, de ampliación de derechos, de distribución más equitativa y de apuesta por el
consumo popular? ¿Olvidamos que la “movilidad social ascendente” transforma de cuajo al sujeto popular
atravesado por esa movilidad hasta llevarlo material y simbólicamente al universo de la clase media con todo lo
que ello conlleva de nuevas formas de identificación, de expectativas y de prejuicios hacia los que quedaron más
sumergidos? ¿No subestimamos al propio neoliberalismo al anunciar, una y otra vez, que había fracasado
desconociendo su capacidad para seguir generando sentido común y lógica aspiracional? ¿No confundimos lo
que Giovanni Arrighi denomina una “crisis-señal” –aquella que expresa las dificultades de legitimación de un
dispositivo hegemónico– con “crisis terminal” del poderío estadounidense y, por lo tanto, del propio
neoliberalismo? Más que subestimar al macrismo –que eso también ocurrió– se subestimó el carácter de la crisis-
señal creyendo que América Latina se había sustraído al abrazo de oso de una época terrible del capitalismo
mundial. En todo caso, la derrota nos permite aprender de nuestros errores y de los límites de un proyecto
reformista en el contexto de una historia que, como decía Nicolás Casullo, “se ha puesto de espaldas a la
revolución”. Eso no nos impide resaltar y reivindicar “el tiempo fuera de quicio” de los años malditos (por su
carácter populista) vividos en nuestro continente como única alternativa a la globalización neoliberal. Creo, Jorge,
que coincidimos en esta perspectiva que hace de las experiencias vividas en Latinoamérica una lógica a
contracorriente de una época impiadosa del Sistema. Por eso compartimos el mismo entusiasmo y rechazamos,
por injustas y vanguardistas, aquellas críticas que “por izquierda” se opusieron ferozmente a los gobiernos
nacional populares y progresistas reclamando un estado de pureza “revolucionaria” que solo podía existir en sus
fantasías.
    

http://www.lateclaene.com/ricardo-forster-carta-a-jorge-alemn 2/4
27/5/2018 Carta a Jorge Alemán
La consigna parecería ser “olvidar a Marx”, es decir, perder de vista la dinámica de las crisis del capitalismo allí
donde la separación cada vez más radical del valor de uso y el valor de cambio se manifiesta en su forma más
cruda a través de la financiarización generalizada y el pasaje de la realidad material a la virtualización abstracta.
Se olvida, como diría Zizek siguiendo a Marx, que “una crisis acaece cuando la realidad se coloca al nivel del
espejismo autogenerado e ilusorio del dinero que crea más dinero –esta locura especulativa no puede continuar
indefinidamente, debe estallar en crisis incluso más serias”. Paradojas de una época en la que el espejismo
fetichista del dinero multiplicándose hasta el hartazgo cierra cualquier interpretación capaz de reconocer en esa
lógica perversa su contradicción más profunda y destructiva. Parálisis y depresión emergen como consecuencia
directa de esta deshistorización del capital. Cuando la materialidad social y económica queda borrada y se
sustrae su significación lo que acaba por oscurecer el horizonte es la resignación, como si fuerzas naturales
indescifrables se hubieran desatado sobre nuestras cabezas arrojándonos a la intemperie  de una ignorancia
generalizada. Entre la abstracción mayúscula y la espectralización de la economía capitalista hasta niveles últimos
lo que parece sustraerse a nuestra comprensión es, precisamente, el carácter contingente del neoliberalismo.
Fascinados y sorprendidos no atinamos a percibir el carácter ideológico de nuestra parálisis depresiva. La sombra
horrorosa de un más allá del tiempo, de una espectralidad perenne, se expande ante nuestros ojos impávidos.
No hay mayor triunfo cultural-simbólico del capitalismo que ofrecerse como una forma natural y ahistórica. El
macrismo, su triunfo y su avance arrollador para invertir los términos de la Argentina de los últimos 12 años, ha
impactado en lo profundo de un kirchnerismo desorientado que pasó de “no duran tres meses” y “esto estalla en
cualquier momento”, a “no lo sacamos más”, “controlan todos los poderes de un modo tal que no hay manera de
derrotarlos ni en el corto, ni en el medio ni en el largo plazo”. El fatalismo se expande como la peste en
consonancia con el “descubrimiento” de la fortaleza inconmovible de la nueva derecha. Sin garantías amparadas
por el “movimiento necesario de la historia hacia el horizonte de la igualdad y la emancipación”, eso lo
aprendimos del largo, duro y trágico siglo XX, debemos seguir insistiendo contra la tendencia, muy de época, a
eternizar al capitalismo sacándolo de todo registro histórico. Una cosa es el pesimismo crítico y otra, muy distinta,
es el nihilismo pasivo de quienes están convencidos de la infinitud del Sistema que vuelve insustancial cualquier
acción política.
    
La depresión surge de esa pérdida de perspectiva temporal, del olvido del engranaje de la historia como
contrafigura a la naturalización del capital, a su dominio ideológico del tiempo como un aquí y ahora eterno e
inconmovible en un sentido material social que sólo podrá experimentar algún cambio bajo modificaciones
tecnológicas que serían las únicas capaces de sacudir el escenario, aunque no en un sentido precisamente
liberador. Incluso hay una resignada y catastrofista visión de esas nuevas tecnologías digitales completamente
separadas de su dimensión histórico-social-política. Nuestra derrota intelectual es el resultado de deshistorizar y
despolitizar la interpretación del capitalismo semiótico (al modo de Bifo Berardi o de Byung-Chul Han), cerrando
toda posibilidad de transformación de una sociedad definitivamente atrapada en las redes de un sistema capaz
de penetrar hasta el último de los intersticios de la vida colectiva e individual. Esto no significa que la clave
"histórica" lo resuelve todo ni mucho menos (tú apelación al resto último del sujeto del inconsciente constituye
una necesidad del pensamiento crítico y de la posible rebelión ante las injusticias del neoliberalismo), pero sin ella
quedamos atrapados en las telarañas de una dominación definitiva que se vuelve patología existencial y psíquica.
En fin, reflexiones rápidas y al hilo de tu escritura que aprecio en estos tiempos difíciles pero desafiantes.
 
La seguimos. Abrazo, Ricardo
 
Buenos Aires, 22 de noviembre de 2017
 
*Filósofo y ensayista argentino. Es doctor en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba
 
Referencias:
 
 
[1] Jorge Alemán, “La supuesta inteligencia del macrismo: neoliberalismo”, La Tecl@Eñe,18/11/17 (http://www.lateclaene.com/jorge-
alemn-la-inteligencia-macrista)
 
[2] Remito para un desarrollo más amplio del concepto a mi artículo “El triunfo de la abstracción: semiocapitalismo y
dominación neoliberal”, en La Tecl@Eñe (http://www.lateclaene.com/ricardo-foster-semiocapitalismo-)

http://www.lateclaene.com/ricardo-forster-carta-a-jorge-alemn 3/4
27/5/2018 Carta a Jorge Alemán

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STISIV
• 402,186
Ricardo Forster
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comparto esta carta a Jorge Alemán


Me gusta · Responder · 15 · 26 s

Ursula Seibert · UBA


Efectivamente : el "para siempre" es falaz. Hay, aparecen resistencias,
objeciones, crisis, hasta "explosiones"(pobres muchachos del submarino)...
Me gusta · Responder · 2 · 26 s

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