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4 HISTORIA DE LA TECNOSEXUALIDAD Pensando en las transformaciones de la sociedad europea de finales del siglo xvitl, Foucault describe el paso de lo que él llama una «sociedad soberana» a una «sociedad disciplinaria» como el desplazamiento de una forma de poder que decide y ritualiza la muerte a una nueva forma de poder que calcula técnicamente la vida en términos de poblacién, salud € interés nacional. Foucault llama biopoder a esta nueva forma de po- der productor, difuso y tentacular. El poder desborda asi el dominio de lo jurfdico, del ambito punitivo, para volverse una fuerza que penetra y constituye el cuerpo del individuo mo- derno!. Este poder ya no se comporta como una ley coerciti- va, como un mandato negativo, sino que, mas versatil y acoge- dor, adquiere la forma de una tecnologia politica general, metamorfoseandose en arquitecturas disciplinarias (prisién, cuartel, escuela, hospital, etc.), textos cientificos, tablas esta- disticas, cdlculos demograficos, modos de empleo, recomen- daciones de uso, calendarios de regulacién de vida y proyec- tos de higiene ptiblica. Foucault habia intuido la centralidad del sexo y de la sexualidad en el moderno arte de gobernar la vida: los procesos de histerizacién del cuerpo femenino, la pe- dagogia del sexo del nifio, la regulacién de las conductas de procreacién y la psiquiatrizacién de placeres perversos seran para Foucault los ejes de este proyecto, al que caracteriza, no 1 Michel Foucault, «Las relaciones de poder penetran en los cuerpos», Mr crofisica del poder, La Piqueta, Madrid, 1992, pag. 156. 7 TESTO YONQUI sin ironia, como un proceso de modernizacién de la sexuali- dad?. He denominado sexopolitica’, siguiendo las intuiciones de Michel Foucault, Monique Wittig y Judith Butler, a una de las formas dominantes de esta accion biopolitica que emergen con el capitalismo disciplinario. El sexo, su verdad, su visibilidad, sus formas de exteriorizacion, la sexualidad, los modos normales y patoldgicos del placer, y la raza, su pureza o su degeneracién, son tres potentes ficciones somaticas que obsesionan al mundo occi- dental a partir del siglo x1x hasta constituir el horizonte de toda accién teorica, cientifica y politica contempordnea. Son ficciones somaticas no porque no tengan realidad material, sino porque su existencia depende de lo que Judith Butler ha denominado la re- peticibn performativa‘ de procesos deconstruccién politica. En el interior de las formas de produccién y control discipli- narias, la sexopolitica se desmarca como uno de los modos domi- nantes de la accién biopolitica a finales del siglo xIx. El sexo entra a formar parte de los calculos del poder, de modo que el discurso sobre la masculinidad y la feminidad y las técnicas de normaliza- cién de las identidades sexuales se transforman en agentes de control y modelizacién de la vida: en 1868 se inventan las identi- dades sexuales y su clasificacién taxonémica y psicopatoldgica; Krafft-Ebing elabora una enciclopedia de las sexualidades norma- les y perversas; estas identidades sexuales se vuelven por primera vez objeto de vigilancia y represién juridica’; las leyes de crimina- lizacién de la sodomfa se extienden en Europa a finales del si- glo XIX; se codifica visualmente la «diferencia sexual» como ver- dad anatémica, se conciben como entidades anatdmicas las trompas de Falopio, las glandulas de Bartolino y el clitoris; una de las diferencias politicas constitutivas de Occidente (ser hombre 0 mujer) se resuelve en una banal ecuacién: tener o no tener un ? Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Siglo XXI, México, 1977, > Beatriz Preciado, «Multitudes Queer», Multttudes, ntim. 12, Paris, 2002, pags. 17.25 * Véase la nocidn de repeticidn performativa en Judith Butler, El género en disputa El femimsmo y la subversion de la identidad, Paidés, México, 2001, pags. 160-176. Véase también Judith Butler, Cuerpos que importan. Sobre los lr- mites materiales y discursivos del «sexow, Paidés, Buenos Aires, 2002. ° Richardvon Krafft-Ebing, Psicpatia sexual, E]ateneo, Buenos Aires, 1955. 58 HISTORIA DELA TECNOSEXUALIDAD pene de un centimetro y medio en el momento del nacimiento; se llevan a cabo los primeros experimentos de inseminacién artificial en animales; se interviene con la ayuda de instrumentos mecani. cos sobre la produccién del placer femenino; mientras por una lado se prohibe y se controlala masturbacién, por otro se medica- liza el orgasmo femenino entendido como crisis histérica; se me- caniza y domestica el orgasmo masculino a través de una incipien- te codificacién pomografica... La maquinaria esta lista, el cuerpo, décil o rabioso, preparado. Podriamos denominar «Imperio sexual» (sexualizando la cas- ta expresién de Hardr y Negri®) a este sistema de construccién biopolitica que toma como centro somatico de invencién y con- trol de la subjetividad el «sexo» del individuo moderno. La sexo- politica disciplinaria occidental de finales del siglo x1x y buena parte del xX no puede reducirse a una regulacién de las condicio- nes de reproduccién de la vida, ni a los procesos biolégicos que «conciernen la poblacién». El cuerpo heterosexual, uno de los ar- tefactos con mas éxito gubernamental de la sexopolitica decimo- n6nica, es el producto de una divisién del trabajo de la carne se- gtin la cual cada érgano se define con respecto a su funcidn, tanto reproductora como productora de masculinidad 0 feminidad, de normalidad o de perversién. Una sexualidad implica una territo- rializacién precisa de la boca, de la vagina, de la mano, del pene, del ano, de la piel. De este modo, el pensamiento straight —por retomar la expresién que Monique Wittig elabora en los afios ochenta para hablar de la heterosexualidad no como una practica sexual, sino como un régimen politico’— asegura la relacidn es- tructural entre la produccién de la identidad de género y la pro- duccién de ciertos érganos (en detrimento de otros) como érganos sexuales y reproductivos., Buena parte de este trabajo discipli nario consistira en extraer el ano de los circuitos de produccién de placer. Deleuze y Guattari: el ano es el primer organo priva- tizado, colocado fuera del campo social, aquel que sirvid como modelo de toda posterior privatizacion, al mismo tiempo que el dinero expresaba el nuevo estado de abstraccién de flujos®, El Toni Negri y Michael Hardt, Inperio, Paidés, Barcelona, 2000. 7 Monique Wittig, El pensantento baterosexual, Egales, Madrid, 2006 8 Guilles Deleuze y Félix Guattari, El antiedipo. Captealismo y esquazofre nia, Paidds, Barcelona, 1985, pag. 148 59 TESTO YONQUI ano, como centro de produccién de placer (en este sentido pré- ximo de la boca o de la mano, érganos que serdn también fuerte- mente controlados por la regulacién sexopolitica decimonénica antimasturbacién y antihomosexualidad), no tiene género, no es ni masculino ni femenino, produce un cortocircuito en la divisién sexual, es un centro de pasividad primordial, lugar abyecto por excelencia préximo del detritus y de la mierda, agujero negro uni- versal por el que se cuelan los géneros, los sexos, las identida- des, el capital. Occidente dibuja un tubo con dos orificios, una boca emisora de signos ptblicos y un ano impenetrable, y enrolla en torno a estos una subjetividad masculina y heterosexual que adquiere estatus de cuerpo social privilegiado. Hasta el siglo XVII, coincidiendo con un régimen soberano de sexualidad, la epistemologia sexual esta dominada por lo que el historiador Thomas Laqueur llama «un sistema de semejanzas» gue permite leer la anatomia sexual femenina como una variacién débil, interiorizada y degenerada del tinico sexo que tiene existen- cia ontoldgica: el sexo masculino®. Los ovarios son entendidos como testiculos interiorizados y la vagina como un pene invertido que sirve de receptaculo, segtin una metéfora de inseminacién ® Thomas Laqueur, La construccidn del sexo. Cuerpo y género desde los grie gos hasta Freud, Catedra, Madrid, 1994, 60 HISTORIA DE LA TECNOSEXUALIDAD agricola, al sexo masculino. El aborto y el infanticidio son practi- cas corrientes no reguladas por entidades estatales, sino por los diferentes poderes econdmico-politicos a los que el cuerpo ges- tante se encuentra atado en cada caso (tribu, casa feudal, pater fae malias, etc.), Se trata, podriamos decir siguiendo a Laqueur, de un modelo mono-sexual (masculino) del que surgen dos expresiones sociales y politicas jerarquicamente diferenciadas: «el hombre», canon de lo humano, y «la mujer», receptaculo reproductivo. Aquila asignacion del sexo depende no solo de la morfologia ex- terior de los érganos sexuales, sino, y sobre todo, de la capacidad reproductiva y del rol social. Asi, por ejemplo, una mujer barbuda que es capaz de gestar y amamantar a su hijo, con independencia dela forma y talla de su vulva y su clitoris, serd considerada mujer De algtin modo podriamos pensar en estas configuraciones soma- topoliticas como «monosexuales» (siguiendo a Laqueur) 0 incluso como pre-sexuales, puesto que en ellas el sexo y la sexualidad (pensemos que incluso el término «sexualidad» no sera inventado hasta 1880) no parecen constituir determinaciones politicas que superen las asignaciones de esclavo y hombre libre, de ciudadano o meteco, de sefior o siervo. No quiere decir que no hubiera dife- rencias entre masculinidad y feminidad, 0 entre diferentes modos de producir placer sexual, sino que estos no determinaban atin cristalizaciones de la subjetividad politica. A partir del siglo xvii, la epistemologia visual que rige la se- xopolitica moderna, si seguimos el andlisis de Laqueur, depende de un «sistema de oposiciones» y ya no de semejanzas. Se dibuja asf una nueva anatomia sexual en la que el sexo femenino ya no es una inversién 0 una interiorizacién del sexo masculino, sino un sexo enteramente diferente cuyas formas y funciones respon- den a una légica propia. Laqueur llega a afirmar que en el des- pertar de la modernidad y del capitalismo es preciso inventar una estética de la diferencia sexual porque la jerarquia politica entre hombres y mujeres comienza a ser cuestionada. De este modo, la nueva verdad anatomica viene a operar aqui como legitimacién de la organizacién politica de lo social. Este régimen sexopolitico se abre con la invencién del sujeto sexual a través de la patologizacién de la masturbacién™. Esta so- 'S Thomas Laqueur, Solitary Sex A Cultural History of Masturbation, Zone Books, Nueva York, 2003. 61 TESTO YONQUI ciedad, que es mas la de mis abuelos que la de mis padres, mas la de mis padres que mia, sera una sociedad dominada por la dife- rencia sexual y por la produccién del inviduo como poseedor de una identidad y de una ly unica) verdad sexual. E] punto culmi- nante de estas tecnologias rigidas y pesadas de produccién de identidad sexual se alcanzard en torno a 1868, momento de la pa- tologizacién de la homosexualidad y de la normalizacién burgue- sa de la heterosexualidad. El producto del cuerpo reproductor pertenece al pater familias y por extension al Estado y a Dios; por tanto, el aborto y el infanticidio postparto, aunque practicas corrientes, estan muy vigilados y son severamente castigados por laley. Dentro de este sistema de reconocimiento, la divergencia corporal frente a la norma (talla y forma de los érganos sexuales, vello facial, forma y talla de los senos) es considerada como monstruosidad, violacién de las leyes de la naturaleza, 0 perver- sidn, violacién de las leyes morales. Junto con la elevacién de la diferencia sexual a categoria no solo natural, sino trascendental (como si estuviera mas alld de todo contexto histérico 0 cultural), aparecen también las diferencias oposicionales entre homosexua- lidad y heterosexualidad, entre sadismo, masoquismo y pedofilia, entre normalidad y perversién. Aquello que hasta ahora eran simples practicas sexuales se transforman en identidades y en condiciones politicas que deben ser estudiadas, repertoriadas, perseguidas, castigadas, curadas. Se inventan asi el nifio mastur- bador y el monstruo sexual. Cada cuerpo, nos dice Foucault, se vuelve un «individuo que es necesario corregir» *!. La mujer bar- buda, bajo esta nueva mirada epistemosexual, se convierte en ob- jeto de observacién cientifica o de espectaculo circense, Este do- ble movimiento, vigilancia medicojuridica y espectacularizacién medidtica, exacerbado a través de técnicas informaticas y digita- les de visién y difusién de informacién, sera una de las caracteris- ticas del régimen farmacopornografico que comienza su expan- siéna mediados del siglo xx. Los dispositivos sexopoliticos disciplinarios que acompafian a esta nueva estética de la diferencia sexual y de las identidades sexuales son técnicas mecdnicas, semidticas y arquitecténicas de © Michel Foucault, Les Avormaux. Cours au Collége de France, 1974 1975, Gallimard, Paris, 1999, pag. 53 62 HISTORIA DE LA TECNOSEXUALIDAD naturalizacién del sexo. Se agrupan aqui atlas de anatomia se- xual, tratados de maximizacion de los recursos naturales en fun- cién del crecimiento de la poblacién, textos juridicos sobre la pe- nalizacién del travestismo o de la sodomia, esposas que atan la mano de la nifia masturbadora a la cama, hierros que separan las piernas de la joven histérica, peliculas de plata sobre las que se inscriben las imagenes fotogrdficas del ano dilatado del homose- xual pasivo, camisas de fuerza que sujetan el cuerpo indomable de la mujer masculina... 2. Nos encontramos frente a sistemas duros y externos de produccion de la subjetividad, Se trata de ortopedias politicas, de exoesqueletos disciplinarios. Estos dispo- sitivos de produccion de la subjetividad sexual toman la forma de arquitecturas exteriores al cuerpo. El modelo de estas técnicas de subjetivacién, siguiendo a Foucault, podria ser la arquitec- tura de la prision (y en particular el pandptico), del asilo o de la caserna. Si pensamos en dispositivos de subjetivacién sexopolitica habria que hablar mas bien de la expansién tentacular de la arqui- tectura doméstica, de la divisién privado-publico, pero también de los dispositivos ginecolégicos y la invencién de la ortopedia sexual (el corsé, el speculum, el vibrador médico) y de nuevas téc nicas mediaticas de control y representacién (fotografia, cine, pornografia incipient), del desarrollo de las técnicas psicolégi- cas de introspeccion y confesién, de la gestion del comercio se- xual, paralela al control doméstico heterosexual, a través de los burdeles metropolitanos o de los burdeles coloniales”. Si es verdad que hasta aquiel andlisis de Foucault (apuntala- do por las cufias documentales de Laqueur), aunque histérica y cronoldgicamente inexacto, parece criticamente agudo, no es me- NOS cierto que esta perspicacia se hace menos intensa a medida gue su anilisis se aproxima a la sociedades contemporaneas. Foucault parece pasar por alto un conjunto de transformaciones profundas de las tecnologias de produccién de subjetividad que 2 Véase, por ejemplo, una historia visual de la histeria: Georges Didi- Hu- berma , La tnve recon deta i stena, Catedra, Madrid, 2007, ‘éanse dos ejemplos de critica de la estructura colonial de la prostitu- cidn europea: Christelle Taraud, La prostitution colontale, Algérie, Tusaste, Ma- roc 1830-1962, Payot, Paris, 2003, y «Urbanisme, hygienisme et prostitution a Casablanca dans les annees 1920», French Colonial History, vol. 7, 2006, pags. 97-100; Louise White, The Comforts of Home: Prostitution in Colontal Natrobi, Chicago University Press, Chicago, 1990. 63 Couinaenansvun | arent “ryan + ower canneey, SWrlajwnals Sv bnoTaLW BLNaWWHG) 0x85 -O1d ODINDBL-OHO INAS TOYLNCD SHIVAsih SOdjL = sa1VNX3S owoH/oyal3H4 Swsorgr7ay (89219 san aicas SvsorieLiW 7 OIPEW!S Toyane? 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Deleuze y Guattarien el Postscriptum de Mille Plateaux, inspirandose en Williams S, Burroughs, llaman «sociedad de control» a este «nuevo monstruo» de la organiza- cién de lo social que deriva de este control biopolitico'*. Yo pre- fiero denominarla, leyendo a Burroughs con Bukowski, sociedad farmacopornografica: chute y eyaculacién politicamente progra- mados. He aqui las dos divisas de este nuevo control sexomi- croinformatico. El contexto somatopolitico (de produccién tecnopolitica del cuerpo) posterior a la Segunda Guerra Mundial parece estar do- minado por un conjunto de nuevas tecnologtas del cuerpo (bio- tecnologias, cirugia, endoctinologia, etc.) y de la representacién (fotografia, cine, television, cibernética, etc.) que infiltran y pe- netran la vida cotidiana como nunca lo habian hecho antes. Se trata de tecnalogfas biomoleculares, digitales y de transmisién de informacién a alta velocidad: es la era de tecnologias blandas, li- geras, viscosas, de tecnologias gelatinosas, inyectables, aspirables, incorporables —la testosterona que yo me administro, por ejem- plo, pertenece a este tipo de tecnologias blandas—. Nos encon- tramos ante lo que podriamos llamar con Zygmunt Bauman, una forma sofisticada de control «liquido»**. Si en la sociedad disciplinar las tecnologias de subjetivacién controlaban el cuerpo desde el exterior como un aparato ortoar- quitecténico externo, en la sociedad farmacopomografica, las tecnologias entran a formar parte del cuerpo, se diluyen en él, se convierten en cuerpo. Aqui la relacién cuerpo-poder se vuelve tautolégica: la tecnopolitica toma la forma del cuerpo, se incor- pora. Un primer signo de transformacién del régimen de soma- topoder a mediados del siglo xx sera la electrificacién, digita- lizacién y molecularizacién de estos dispositivos de control y "* Guiles Deleuze y Félix Guattari, Mil Mesetas, Epilogo, Pre-Textos, Va lencia, 1994 © Zygmunt Bauman, Liguid Modernity, Polity Press, Cambridge, 2000. 66 HISTORIA DE LA TECNOSEXUALIDAD produccion de la diferencia sexual y de las identidades sexuales. Poco a poco, los mecanismos ortopédicosexuales y arquitecténi- cos disciplinarios se ven absorbidos por técnicas microinformati cas, farmacoldgicas y audiovisuales ligeras y de transmisién rapi- da. Si en la sociedad disciplinaria, la arquitectura y la ortopedia sirven como modelos para entender la relacién cuerpo-poder, en la sociedad farmacopornografica el modelo de accién sobre el cuerpo es la microprostética: el poder acttia a través de una mo- lécula que viene a formar parte de nuestro sistema inmunitario, de la silicona que toma la forma de senos, de un neurotransmisor que modifica nuestra forma de percibir y actuar, de una hormona y su acci6n sistémica sobre el hambre, el suefio, la excitacion se xual, la agresividad o la descodificacién social de nuestra femini- dad y masculinidad. Asistiremos asi progresivamente a la minia- turizaci6n, intemalizacidn e introversién (movimiento de torsién hacia el interior, hacia el espacio considerado como fntimo, pri- vado) reflexiva de los dispositivos de vigilancia y de control pro- pios del régimen sexopolitico disciplinario. Lo propio de estas nuevas tecnologias blandas de microcontrol es tomar la forma del cuerpo que controlan, transformarse en cuerpo, hasta volver- se inseparables ¢ indistinguibles de él, devenir subjetividad. Aqui el cuerpo ya no habita los lugares disciplinarios, sino que esta ha- bitado por ellos, siendo su estructura biomolecular y organica el ultimo resorte de estas sistemas de control. Horror y exaltacién de la potencia politica del cuerpo.

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