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38
ALiltA!:ÉO ¡U;AGFC 38 DPUIACiÓ¡] 266 EAJOS
Acerca de la argentinidad 13
El colmo: decir por decir, 20. Nota sobre los mitos, 23.
Mitos patrioteros 27
La Argentina es un país europeo, 31, La unídad nacional
se basa en el territorio, 33. La Argentina debería tener
la exiensión del Virreinato del Río de la Plata, 35. Bolivra
y Paraguay son países de indios, 36. Brasil, país de
negros, playas y carnaval, 37. Uruguay es una provincia
argentina,39. AIIá, en América Latina...,40. La hermandad
latinoamericana, 41. América Latina es Macondo, 42. ¡Vamos
ganandol, 44. La argentinidad al palo, 46.
Mitos decadentistas 49
Todo tiempo pasado fue mejor, 53. La Argentina estaba
Grimson, Aleianclro
Nlitomanías argentinas: Cómt¡ hablarnos de nosotros tlismos - predestinada a la grandeza; deberÍa haber sido Canadá
r " ecl.- :" re impr'.- Bttenos Aires: Siglo \¡eintitrno Eclitores, :o r 3
o Austral¡a, 55. Debemos seguir el modelo chileno, 56.
:r56 p.; z3xr6 cm.- (Singular)
It4irá Brasil: ellos sí tienen polit¡cas de Estado, 58. Estamos
ISBN 978-q87-{i:q- : 3tl- : condenados al desastre, 60. Hay que refundar el pais
sobre nuevas bases, 61 . Los políticos argentinos deberían
r. Artropología.
CDD g3o. t hacer un pacto de la Moncloa, 62. "Qué pais de mierda" y
"La Argentina sólo tiene una salida: Ezeiza",64. Argentina
O :or s, Siglo \¡eintiuno Edircres S.A. no puede desarrollarse debido a la idiosincrasia de los
argentinos, 66. El que no se enoja pierde, 68.
Diseño de portada:Juan Pahlo (,:rmbariere
En este país, el único gil que paga los impuestos soy yo, 165. Agradecimientos 245
Lo que pagamos de impuestos se lo |leva la corrupción, 166.
Que los impuestos los paguen los ricos, I69. El teléfono es Lecturas para profundizar 247
uno de los impuestos más caros, 170.
En nuestro lenguaje está depositada toda una mitología.
Ludwig Wittgenstein, Observactones a La rama dorada de Frazer
Acerca de la arEentinidad
través de la educación, el periodismo, ia poiítica, lajr,rsticia, las orga- cho n-radrugar se amanece más temPrano" contra "ai que madruga,
nizaciones sociales y ei Estado en sr-ls múltiples facetas. Dios lo aytda" . En la cultura coexisten todos estos lugares comunes;
Aquelios libros sobre la Atitodenigración Nacional alimentaron son fi'ases que están disponibles y que pueden ser usadas indistin-
una mitología localista y basada en la ignorancia que postula que la amente por una misma persona, aun cuando sean contradictorias.
Argentina es el peor de los países del planeta o al menos de aquellos Entonces, ya no es tan relevante el contenido de lo que se dice, sino
con los que merece comparación; que es un país donde todo Io que que lo importante es el acto mismo de decir. ¿Por qué? Porque hay
existe hoy es peor que lo que hubo en el pasado. Estas y otras afir- un placer al enunciar un mito: el placer de afirmar de manera cate-
maciones genéticas acerca de la nación conforman un fenómeno górica una supuesta verdad que no puede ser refutada. No porque,
cultural peculiar: miles de páginas de consumo masivo para explicar en rigor, sea irrefutable. Lo que sucede es que en nuestra cultura se
por qué somos un fracaso irreversible. Estas afirmaciones aparentan considera de buena educación no confrontar directamente con un
ser cosmopolitas, modernas, autocríticas, antinacionalistas, pero en mito. Y quienes eventualmente estarían dispuestos a poner en riesgo
realidad constituyen una variante del nacionalismo cultural, porque su buena educación, posiblemente consideren inútil hacerlo en la
son deudoras de r.rna forma clásica del pensamiento argentino: ya cabina de un taxi, en la fila de un banco, en un vagón repleto o en la
qlre no podemos ser el mejor de todos los países (1o cual es bastan- sobremesa del domingo. A1 compartir un mito, y más aún al partici-
te obüo), entonces somos el peor (lo cual es ridículo y falso). No par de una conversación donde los interlocutores enuncian un mito
se sustentan en un conocimiento construido a partir de la compa- tras otro, se üve el placer de confirmar que hay una pertenencia en
ración con otras sociedades, sino en la supina ignorancia del país común, de experimentar la complicidad de quien guiña un ojo y
periférico. No son en absoluto modernas; son Llna variación del de- recibe una sonrisa, de que en medio del trajín de Ia vida diaria y eI
cadentismo que tomó posesión del imaginario de diversas culturas y estrés urbano, puede haber un suspiro.
sociedades a 1o largo de la historia de la humanidad. Así, una sociedad políticamente ardorosa, ideológicamente ca-
Sin embargo, Ia pregunta por la identidad es legítima. En efec- liente, es una sociedad en la cual pueden emerger mitos de derecha
to, saber quiénes somos es una condición imprescindible para po- y de izquierda, religiosos y laicos. Una sociedad en la cual el debate
der imaginar y proyectar futuros para el país. Pero esta pregunta se enfría no tiende a borronear los mitos de unos y de otros. Tiende
no encuentra Lrna respuesta única ni simple. Este libro expone y a adoptarlos todos juntos sin distinción de origen y función.
propone algunos datos e interpretaciones con los que ya contamos, ¿Por qué? Porque esos mitos ya no cumplen con su rol original.
en muchos casos gracias a esas investigaciones menos difundidas, y Es habitual que se proclame que lamentablemente los políticos
que plreden servir como apoyo para formular nuevos interrogan- nunca se ponen de acuerdo. Eso se afirma cuando quiere impo-
tes. Promueve el debate, no lo cierra. Intenta reflexionar a partir nerse circunstancialmente un arreglo. También se denuncian
de una determinada información, con la convicción de que ignorar muchos acuerdos como si fueran pactos ilegítimos cuando quiere
esos conocimientos sería renunciar a conocer nuestra multiplicidad forzarse su ruptura. Ya no existen quienes creen por principios que
y nuestra complejidad. Ios políticos deberían acordar y quienes creen que todo acuerdo
será un pacto espurio. Lo que abundan son personas que enun-
cian cualquiera de estas dos cosas u otras diez simplemente para
disfrutar de la afirmación de que todos son una porquería y sentir
El colmo: decir por decir que sus dichos son indiscutibles. Y que alguien se atreva a discutir-
los: ya verá cómo se Io descalifica. Adivine cómo se descalifica al
Hay mitos que funcionan como los dichos. Es sabido que hay dichos que cuestiona. Otra vez: apelando a nuestra mitornanía.
para cada situación, incluso si afirman exactamente lo contrario Con ese señor debemos discutir. Nada bueno pr.rede salir de dis-
como "no hay dos sin tres" y "Ia tercera es Ia vencida", o "no por mu- frutar egocéntricamente de la propia voz diciendo cosas en apa-
22 Mitomanias argentrnas
Acerca de la argentinidad 23
riencia irrebatibles que, bajo una mirada Lrn poco más exigente,
no podrá deshacerse de algunas creencias, de algunos mitos, pero
son completas boberías. Y menos si quienes quieren escuchar su
podrá, al menos, mantener una relación más reflexiva con ellos en
propia voz tienen altavoces, grandes medios o mucho poder. Que
el futuro. Un barco consciente de los metales pesados que carga
qtrede claro: si no los tuvieran, también se trataría de una posición
en su bodega.
que debe cuestionarse. Atacar ese dispositivo de enunciación es
parte de un debate cultural necesario, un debate sobre los valores
y las creencias de la sociedad argentina que se apoye en datos, en
argumentos, y no en afirmaciones huecas. Ahora bien, si los fabri-
Nota sobre los mitos
cantes y reproductores de mitos tienen el poder de decir por decir
fórmulas idénticas con resonante petulancia, entonces el esfuerzo
Si usted quiere ir directo al grano y contrastar mi lista de mitoma-
será más arduo. Un conflicto de convicciones es también una lu-
nías argentinas con la suya propia, vaya sin escalas al primer grupo
cha de poder.
de mitos, en la página 27. Por vicio profesional, necesito hacer to-
Hace varias décadas solía hablarse de la lucha ideológica como un
davía algunas aclaraciones. En relación con los mitos, se han de-
debate de contenidos. Por ejemplo, si la libertad estaba por encima
sarrollado distintas concepciones teóricas. La primera de ellas ha
de todos los valores o si la igualdad debía ser al menos tan importan-
enfatizado la manera en que, a través del relato sagrado, una co-
te como la libertad. Esas discusiones son cruciales, pero para poder
munidad determinada ofrece explicaciones acerca de cómo es el
desarrollarlas necesitamos enfrentar el problema del método. No se
mundo o cómo ha tenido origen una sociedad, una institución o un
puede discutir mitológicamente; no se puede confrontar democráti-
objeto. La segunda ha enfatizado el carácter tergiversador del mito:
camente sobre valores recurriendo sobre todo a frases hechas y fór-
el relato popular como falsificación de una determinada realidad.
mulas vacías. Para deshacernos de ellas, lo primero que necesitamos
La tercera vertiente ha señalado el carácter movilizador e interpela-
hacer es analizarlas. Tratarlas como bombas de tiempo que deben
dor de la mitología, su función creadora. Este libro concibe al mito
ser desarmadas. Esa es la tarea en este momento.
simultáneamente como una explicación de la realidad (una suerte
El punto es que, parafraseando a Atahualpa Yupanqui, "los mitos
de teoría popular), como una incitación a la acción y como una fal-
son de nosotros, las vaquitas son ajenas". Las penas a las que aludía
sificación. Cuando una sociedad o alguno de sus sectores poderosos
el cantor seguramente tenían su origen en la relación con otro, más
persiste en el intento de üür en lajaula de la mitología nacional, no
poderoso. Pero las penas, como los mitos, son de nosotros porque
tenemos por qué permanecer neutrales.
todos üümos dentro de ellos. El que los enuncia no es ni un mal-
No se trata de que podríamos üür "sin mitos", algo así como te-
vado ni un gil, aunque giles y malvados nunca falten. Los mitos son
ner "ideologías científicas". Esa puede ser una forma especialmente
de nosotros porque los decimos todos. Porque los creemos. O los
poderosa de la política y de la fabricación cultural. Se trata de que
decimos por decir.
las mistificaciones que se han edificado a lo largo de décadas en
Estoy convencido de que hay valores éticos irrenunciables. Yque
nuestra sociedad manipulan de manera burda los datos de la reali-
los valores no se defienden sólo con datos, claro está. Pero se verá
dad, generando explicaciones erróneas que luego se trasladan acti-
en estas,páginas que para avanzar hay que despejar el camino, y
vamente a prácticas económicas, institucionales, cívicas y políticas.
para eso hay que salir a machetear por Ia selva argentina de los
Por eso, es importante buscar y comprender los mitos argentinos.
mitos, para abrirnos una picada. No todos los que emprendamos
Mi intención en este libro ha sido sistematizar y poner en discusión
este recorrido querremos llevar ei barco al mismo puerto; algunos,
mito por mito, conformando una lista provisoria que ojalá pueda
incluso, se preguntarán si hay destinos finales o simples arribos
ampliarse en el ftituro. Deshacer algunos de estos mitos es una con-
parciales. Pero es necesario que ese barco se desprenda de las ama-
dición necesaria, aunque no suficiente, para poder imaginar otros
rras mitológicas y, al mismo tiempo, que tome conciencia de que
Futuros para la Argentina.
24 N4itomanÍas argentinas Acerca de la argentinidad 25
- La experiencia social sedimenta en sentidos comunes, en miles dades sin narraciones de uno u otro tipo. La efervescencia colectiva
de pequeños y grandes mitos que muchas veces operan como ba_ es parte de laconstrucción de una sociedad democrática.
rreras culturales, como obstáculos para los procesos de cambio so- Es por eso que este libro aplrnta en otra dirección. Busca atacar
cial. Este libro, al describir algunos de los más importantes, preten- con fundamentos pro\.enientes de la investigación sociai algunas
de promover el debate acerca de quiénes somos y cómo podemos creencias qtLe resultan especialmenre dañinas para nrrestra socie-
proyectarnos. dad. Esto hace posible -y así lo proponemos- que quienes clisientan
Imaginemos a una persona a la que le gustajtigar al fútbol, pero con la posición que aquí se despliega ptredan utilizar formas análo-
que no tiene una habilidad especial para ese depor-te. si desei ser gas de argumentación.
aceptada, ¿cómo le conliene comportarse? Evidentemente, no clebe Hay muchas teorías acerca de por qué a los argentinos nos pasa
intentar lucirse, eludiendo y haciendo jugadas de lujo, puesto que Io que nos pasa. Teorías económicas, teorías políticas, de uno y otro
por ese camino caerá en el ridículo. Le conüene ser consciente de tipo. Aquí no queremos ofrecer otra teoría, aunque sí otro enfoque.
sus capacidades y limitaciones, tal como son percibidas por sí misma Querernos observar desde la cultura nuestras propias creencias, in-
y por los demás. cumprir su ror de acuerdo a sus cualidades. Imagi- cluyendo algunas de esas teorías. Creencias sobre la población, so-
nemos a una mujer o un hombre que desean presentarse del mejor bre el territorio, sobre la economía y la política. Nuestra crítica a las
rnodo posible en una fiesta. Podrán escoger su ropa, srs acceso.io, y falsas creencias que aquí revisamos se sustenta en saberes surgidos
su maquilla3e hasta un límite, por debajo del cual no habrán sabido en las ciencias sociales. Necesitamos más investigación en ciencias
utilizar sus potencialidades y por encima del cual se acercarán al sociales si, además de "agregar conocimiento a la cadena producti-
absurdo. va" para posicionarnos mejor con las exportaciones, aceptamos que
¿Por qué un país funcionaría de manera diferente, si cotidiana- es imprescindible "agregar conocimiento" al debate público y a las
mente se presenta en la sociedad mundial y si participa al mismo políticas públicas. Por eso, el lector encontrará en estas páginas va-
tiempo de muchos y diferentes juegos internacionales? soy cons- rias voces, distintas referencias a investigaciones históricas, socioló-
ciente de que el argumento global ha sido muy usado en años re_ gicas o antropológicas de la Argentina. Muchos más autores pueden
cientes para intervenir en favor de que la Argentina se adapte al y deben ser incorporados a esta tarea.
neoliberalismo y al consenso de washington. pero aquí .ro ,. t.uru La mavoría de estos mitos tiene varias décadas de üda, historias
de comportarse como este o aquel poder mundial que lo culturales ml-ry extensas. Algunos de ellos cobraron mayor potencia
hagamos, ya que ello responde a sus intereses y no a"rp..u
los nuástros. en la actualidad, otros en los noventa, otros están allí esperanclo ser
se trata de saber no sólo cuáres son nuestros intereses, sino cuáles más utilizados. Son importantes en todas las coyunturas políticas, y
son nuestras capacidades y limitaciones. Este libro pretende colabo_ datan de mucho tiempo antes del surgimiento del kirchnerismo, e
rar para que podamos empezar a distinguir la pala (por ejemplo, el incluso del menemismo. Diría que fenómenos políticos como esos
Consenso de Washington) del trigo. No creernos más, ni menos, de han sido muchas veces leídos a través de estas falsas creencias. Nt¡
lo que somos. No hacer el ridículo y no subordinarnos. resulta sencillo escribir un libro sobre estos temas en la Argentina,
uno de los grandes desafíos para la Argentina es poder construir donde Ia pregunta de coyuntura se impone: muy bien, lpero ustecl
una lógica distinta del debate público. Necesitamos nuevas formas está a favor o en contra? Resulta difícil explicar que uno está a favor
de argumentación, qlle no renuncien a ras tribunas del estadio, a de más democracia, de más igualdad, de másjusticia, y por lo tanto a
las banderas o las marchas, pero que sepan que las elecciones no favor de todas las medidas que al,uden a alcanzar esos objetivos y en
se ganan ni los países se gobiernan sólo con riturgias, narraciones contra de las que nos alejen de ellos. ¿En cuántos diálogos de sordos
o mitos. Sabemos, sin embargo, que opone.se a loi relatos popula_ hemos participado? Bueno, después de las numerosas frustraciones
res sobre grandes hombres y mujeres o sobre momentos epicás
ae
que el oído nos ha deparado en los bares (¿quién no escuchó char-
nuestra historia es, en cierto sentido, oponerse al aire. No hay socie- las de café en las que se detecta que alguno de los interlocutores
'r'*
26 lvlitomanías argentinas
---
30 N4itomanias argentrnas
FIay tres procedimientos problernáticos en ese mito. Uno, la idea- dd El fundamento de la identidad argentina es el territorio nacionaf,
hzacíón (pasada o presente) del país. Dos, y como consecuencia, \\ tal como se observa en los mapas escolares: somos los dueños
la inüsibilización de los problemas reales, tanto actuales como del de la "Antártida Argentina" y estamos rodeados por terr¡tor¡os
pasado. Y tres, quizás el rnás importante, la identificación del ideal grises indiferenciaOos. \ \
con "Europa". Este último pllnto se mantiene incluso cuando la so- §§
berbia cede el terreno a la idea de que hemos entrado en una de-
§§
cadencia nacional porque ya no somos como fuimos: europeos. Es Uno imagina su lugar en el mundo en gran medida por las imágenes
importante registrar lo siguiente: si el debate se reduce a si somos que tiene de su ciudad o de su país. Y en la formación de estas imá-
europeos o si lamentablemente ya no Io somos, se parte de la idea genes, el trabajo de la escuela es fundamental. De hecho, nuestra
comírn de que eso es lo que cleberíamos ser. idea acerca del territorio se explica en gran medida a partir de varias
¿En qué lugar de Europa, del pasado o del presente, existe esa experiencias que los argentinos hemos tenido en Ia escuela. Para
Europa idealizada? Ciertamente, cuando en el siglo XIX generaba cllalquiera de nosotros es difícil tener una representación mental
frustración que la inmigración no viniera cle las zonas industriales de nuestro país que eluda la imagen identificada con esa forma de
de Inglaterra o Francia sino del sur empobrecido, era porque el bife de chorizo estirado. Me atrevería a sugerir qlre, en la idea que
üejo continente no se percibía como un ente homogéneo. Europa Ios argentinos tcnemos del territorio, la acción de los mapas escola-
no era Calicia o Nápoles, sino Londres, Mánchester o París. Pero si res no 3 o n" 5 ha sido muy eficiente. En esos mapas, en particular
uno pudiera observar cómo era realmentelavida de la mayoría de los los de división política, la Argentina aparece blanca con los límites
obreros reales, incluso en las ciudades idealizadas, se daría iuenta interpro,v'inciales punteados, el mar aparece celeste y todo el resto,
de que aquellas sociedades del viejo continente distaban mucho de los países vecinos, aparece grisado de manera homogénea, cuando
ser una maral.illa. No es casual que los moümientos obreros hayan en realidad son países muy diferentes y con nombre propio. En esas
tenido allí tanta fuerza a fines del siglo XIX e inicios del XX. imágenes escolares hay un recuadro en la parte inferior derecha
Exactamente el mismo razonamiento debería hacerse hoy en que indica "Antártida Argentina" en lugar de "Antártida solicitada
día. La Europa idealizada no es Grecia ni Portugal, ya ni siquiera por la Al-gentina". En los mapas chilenos también se presupone que
España. Europa, como lugar perfecto, como destino por alcanzar, Lrna parte -notable- de lo que, segúrn se nos informa, es Antártida
va empequeñeciéndose poco a poco. Por supuesto, si uno toma las Argentina es, del otro lado de Ia cordillera, territorio chileno. To-
mejores dos décadas de cualquier país puede construir una buena dos sabemos que no "es", ya que no hay tratados al respecto. Pero
imagen de muchas sociedades. Este procedimiento, para cualquier segr-rimos imprimiendo mapas y distribuyéndolos entre millones de
mirada medianamente crítica, resulta inaceptable. argentinos. Creamos así la idea de que eso "es" la Argentina cuando,
En el fondo, el problema radica en que necesitamos buscar una si bien la Argentina propone que eso sea así, hoy por hoy no tiene
imagen afnera. No esui mal observar al resto del mundo y sentirnos s<.¡beranía sobre ese territorio.
impulsados a lograr lo que hayan logrado otros países en tal o cual Otras imágenes territoriales circulan y producen efectos podero-
aspecto. Renunciar a hacerlo sería otra forma de la soberbia. pero es sos acerca de cómo imaginamos lrueslro territorio. La imagen deI
sospechoso que, si hay algo para aprender de cada uno, en la lista de territorio nacional extraída del contexto continental, que sr-rele
países a considerar no figuren Brasil, Uruguay, China u otros. Salir aparecer en los medios de comtrnicación, me proclujo a mí mismo
del mito de que somos un país europeo (o lamentarse porque no lo una confusión notable. Durante mucho tiempo creÍ qr-re Tierra del
somos, qlle es casi lo mismo) es una condición necesaria para, al mis- Fuego era una suerte de triángulo rectánglrlo. Eso es correcto si se
mo tiempo, pensar desde otra perspectiva nlrestro lugar en el mundo. refiere a nlrestra provincia de Tierra del Fuego, pero no a la isla de
34 Mitomanías arEentrnas Mitos patrioteros S5
Tierra dei Fuego, la mitad de la cual es chiiena y se había evaporado §,s La Argentina debería tener la extensión del Virreir¡ato
de mi propia imagen territorial gracias a un exceso de consumo de del Río de la Plata
mapas que llevan a equívoco. La forma de la isla, como tal, es más §§
"§ '§.
bien la de r-rn triángulo isóscelesi partida por la mitad parece formar \\ El territorio del Virreinato, que inciuía Paraguay, Uruguay y una
un ángulo recto, pero esto responde a un límite político, no natural. parte de Bolivia, correspondía naturalmente a la Argentina.
Podrá creerse qlre estos no son mitos territoriales, sino simples Haberlo perdido es un desastre y un capítulo de nuestra
malentendidos escolares. En ese caso, sugiero üajar a Río Turbio decadencia. \ .s \ \\
y buscar en las rutas los carteles que indican que "Chile" o "Puerto §§'
§d
Natales" se encuentran a tan sólo 30 km en determinada direcciórr.
Esos carteles no existen porque los mapas, qlre nos abstraen del Cuando uno observa el mapa actual de América del Sur, por no
contexto de nuestros vecinos, se hacen realidad en otros modos de decir de América Laiina, resulta sorprendente cómo, a partir de dos
inüsibilizar esas presencias. T'ampoco se trata de una peculiaridad pocleres coloniales (España y Portugal), han surgido diez países. Las
argentina. Del otro Iado de Ia cordillera se verificará exactamente el explicaciones tradicionales señalan especialmente la existencia de
mismo problema. Poner el cartel, cambiar el mapa, es desmitificar. tres virreinatos o administraciones coloniales qLle estrlrcturaron la
La historia oficial tuvo dificultades para determinar una base de vida independentista. Pero en realidad hubo otros I'enómenos his-
pertenencia nacional en nllestro país: en la medida en que criterios tóricos que complicaron más la situación, generando procesos cen-
como el de la unidad lingüística o religiosa eran demasiado ende- trífugos en los años inmediatamente posteriores a 1810. La rápida
bles, finalmente se optó por tomar como criterio de definición la autonomía de Asunción, las tensiones con la Banda Oriental, las
unidad territorial. Como señala Luis Alberto Romero en La Argen- disímiles perspectivas respecto de Chile son interpretadas, desde la
tina en la escuela: "¿Qué es la Argentina en el sentido común? En historia y la geografía nacionalistas, como obstáculos que imposibili-
primer llrgar, es una imagen característica de la experiencia escolar: taron el cumplimiento de un destino. Ese clestino era una Argentina
un mapa, con los contornos fuertemente marcados, qLre correspon- tan vasta como el Virreinato del Río de la Plata, que liegaba incluso
de a una porción de territorio de fronteras definidas y categóricas". hasta el Alto Perú, En realidad, esa concepción teleológica -había
Y más adelante: "Se afirmó, hasta convertirlo en idea natural, que un destino- que alguna vez sustentó visiones geopolíticas se basa en
la nacionalidad argentina emana de Lrn territorio que era previo a una presunción inventada por los alltores nacionalistas. Las ciuda-
todo, y que en un cierto sentido estaba ya dibujado antes de la lle- des de aquel virreinato, creado poco más de tres décadas antes de
gada de los españoles, separando y diferenciando a los aborígenes Ia Revolución de Mayo, no estaban destinadas a formar una nación.
argentinos de los paraglrayos, boliüanos o chilenos". En 1810 ningún sentimiento nacional las unía (como señala Chia-
ramonte en Ciud,ades, prouincias, estados) y, por el contrario, fue la
organización muchas veces traumática de un Estado lo que a poste-
riori instituvó un sentido de pertenencia que no fuese el americano
o el estrictamente local.
Ahora bien, el mito del Virreinato conro desrino incumplido pro-
duce múltiples daños: primero, la idea de una nación frr-rstrada o in-
completa; segr-rndo, una concepción desdeñosa de nuestros vecinos,
que podría llevar a tensiones en el futuro. Ciertamente, hoy ese mito
ha perdido mucho de su viejo poder, que se articulaba con las pre-
tensiones hegemónicas de laArgentina sobre la región, pero es mejor
cavar la fosa y enterrarlo que dejar que se pudra a la intemperie.
36 I\4itomanÍas argenttnas Mitos patrioteros 37
-
De este mito de nacionalismo territorial :rllrge la matriz de nr-res- del territorio nacional. Por otro, una historia oficial, que también
tro desprecio hacia los países vecinos. se debilita, sobre el oivido o decreto de inexistencia de los procesos
que lievaron de un territorio a otro. Sin embargo, ambos son aún
porentes a la hora de estructurar nlrestras percepciones e imagirra-
ciones acerca de los países vecinos y, consectientemente, acerca de
Bolivia y Paraguay son países de indios quiénes somos y dónde estamos.
Esta imagen de superioridad argentina se extetrdía ¿r amplios y es necesario comprender que Brasil es un país que ha tenido mayor
diversos sectores de la socieclad. No se percibía la compiejidad de cor:rtinuidacl económica, política e itrstitucional, y que eso conlleva
Brasil, qr-re, más allá de sus serios problemas de exclusión social, iba mr,rchos elementos positivos i, algunos negativos. La mayor continui
construyendo planes de industrialización y fortaleciendo sus institt¡ dad de la esclavitud en el siglo XIX no parece ser un rasgo elogiable,
ciones y empresas públicas. C.luando la Argentina fabricaba ar.iones como tampoco 1o es la continuidad de Ia clausura de los archivos de
en Córdoba, el gobierno brasileño propuso una cooperación entre la dictadura militar, qr-re permanecieron cerrados hasta 2011. Si se
ambos países. Era la época no sólo de la soberbia argentina, sino intentara una comparación rigr-rrosa, y a pesar de Ia escasez de polí-
también de ias hipótesis de conflicto bélico enrre ambos países. La ticas de Estado en la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, las
elite miiitar y diplomática argentina creía que podía ser hegemóni- imágenes de ambos países serían más complejas que lo que el elogio
ca en la región y que eso implicaba evitar el desarrollo de Brasil. La acrítico qlre a veces se hace a la sociedad brasileña permite observrr.
proplresta fue rechazada, qtizá con cierta mofa: ¿hacer av'iones con Los elogios y las críticas sólo valen la pena si buscamos aprender,
Brasil, un país "atrasado"? más que reproducir mitos. Para ello necesitamos abolir toda ilusión
lVlientras resonaban las carcajadas argentinas, el programa desa- de superioridad patriótica, así como todo llanto de inferioridad, dos
rrollista se desplegaba con éxito en Brasil desde Juscelino Kubits- rasgos dañinos y constitr-ltivos de nuestro país.
chek en adelante, en tanto que la Argentina oscilaba enrre la formu-
Iación de programas de desarrollo y las crisis recurrentes. Yaciretá
fue una resplresta argentina, mucho menor en capacidad, a la ini-
ciativa de Brasil en Itaipú. A fines del siglo XX, la Argentina había Uruguay es una provincia argentina
desarmado la producción de aviones y Brasil, con Embraer, se erigía
en una potencia internacional en esa área al convertirse en un pro-
veedor clave para la renovación de Ia flota de Aerolíneas Argentinas.
dd
\\
Uruguay es tranquilo, la gente es cordial, sus playas son tan
hermosas y sus edificios de gobiern,o tan pequeños... Es una de
Ya no resonaban las carcajadas. nuestras provincias más lindas.
\\
En Ia actualidad, tanto dentro de las elites militares como en las §"§
§§
d_' d
relaciones sociales en las fronteras, las jerarquías se han invertido.
Petrobrás contra l?F y toda una lista de comparaciones dan cuen- En el imaginario nacional argentino, Urr,rguay oclrpa un lugar curio-
ta de los resultados. Eso no significa que el europeísmo argentino so. NIás qLre Lrna alteridad pasible de ser indigenizada o ennegreci-
haga agua en las playas brasileñas. Pero, como país propenso a las da, sr-r analogía racial imaginaria 1o torna fagocitable, asimilándolo
dicotomías, que va de un extremo a otro, conüven en nosotros dos a r-rna "provincia", hgura de largo anclaje colonial. La idea de que
imágenes opliestas de Brasii. Por una parte, el país del atraso y la ex- -por su historia, su lengua, su composición poblacional y, lo que no
clusión; por otra, la potencia industrial e internacional en que logró es menor, su cultura "rioplatense"- sería una parte de la Argentina
convertirse a partir de sus políticas de Estado. constitlrye una negación de un otro qlle existe jr-rrídica e histórica-
La primera de esas imágenes es sencillamente falsa y por comple- mente. La combinación de la matriz clasificatoria, donde el otro
to desinformada. Só1o sobreüve entre quienes llegan y saien cle una sólo se constmye en términos de oposición, con la idea de que la
playa brasileña sin aprender a decir "obrigado", qlle no son pocos. Argentina es Buenos Aires v con el pensamiento virreinal acerca del
La segunda tiene fuertes elementos de verclad, pero se trata de una territorio clestinado a la Argentina, produce esa peculiaridad. La
verdad parcial. En primer lugar, porque la Argentina no debería circulación de ideas y personas en el Río de la Plata no puede ser
pretender tener un poder equivaiente al de un país con una pobla- menospreciada, ciertamente, como tampoco los elementos compar-
ción cuatro veces más numerosa y con un territorio mucho más ex- tidos surgidos de esas y otras interacciones. Sin embargo, Buenos
tenso. En segundo lugar, porque, a la hora de hacer comparaciones, Aires se encuentra entrelazada con una formación cultural nacional
t
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i Mitos patrioteros 41
40 lvlitomanÍas argentinas
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n en extremo heterogénea, que no se reduce a la ''cultura rioplatense,, educativos _v mediáticos -en los cuales esas eiites políticas deberían
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! y que es muy diversa. En los últimos años, se ha hecho evidente que ¿sner algtina incidencia-
han permeado poco esos nobies concep-
6
5 existen diferencias no sólo jurídicas, sino culturales, entre ambos tos bolivarianos, ya que el hombre de la calle tiende a pensar en su
É
n países, y que esas diferencias no deberíar), aun cuando esas dife_ ¡-rgar coino Lrn aparte del subcontinente.
Así, por un laclo todos conocen ese "nosotrcs" de las indepen-
t
rencias sean comparativamente menores, ser negadas. El plano más
evidente es la diferencia de culturas políticas; en este sentido, Uru_ clencias, cle las expoliaciones y del sueño común de tantos héroes, y
guay constituye un caso de consensos y gradualismos peculiar en el apelan a é1 cada vez qr-re corresponde hacerlo. Pero en el habla coti-
contexto latinoamericano. diana de la calle o de los medios, América Latina es afuera, es otro.
El punto es que esa percepción, heredera del período colonial,
i pretende hacer como sl no hubieran sucedido una multitud de pro_
I cesos históricos -que datan de la época de Artigas y la guerra de
I
1826 y llegan hasta el siglo XX, involucrando cuestiones que van
d d L, hermandad latinoamericana
desde el fútbol hasta las pasteras-. Un porteño puede percibir tan
cercano culturalmente a Lrn montevidearlo como a un rosarino. Eso
no niega que haya una diferencia no sólo jurídica, sino también
histórica y cultural.
tq ::::"'"::i:ry#ffi i" ffi: :rT"ff::::
§s
n'""'"'
Es positivo que los urlrguayos sean Lrno más entre nosotros y vi-
ceversa. Pero me parece importante que eso sea consecuencia de El mito de la hermandad es políticamente correcto. Convive con
considerarlos un país igual a cualquier otro y no un anexo. el anterior, ya que en el mundo del mito sobra espacio para las
contradicciones. Según el mito de la hermandad, somos todos des-
cendie ntes de la misma Ntadre Patria, frecuentemente equiParada
con la Península Ibérica. Este mito siempre se apoya en un suPues-
Allá, en América Latina... to de sangre, que conlleva una alianza inquebrantable y un destino
común. Todo esto ha sido desmentido, ya que las alianzas y los des-
En Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo o Santiago tinos son construidos por los gobiernos y los movimientos sociales,
de Chile, América Latina es un territorio que está ,,allá,, cuando así lo desean, y en los casos en que lo consiguen. Lo han
afuera. deseado antes en las palabras que en los hechos, pero para lograr
\\
v,fl
{{ una verdadera articulación del colectivo habría que pensar qué es
lo que cada uno estaría dispuesto a ceder. Si las metáforas de pa-
"América Latina" es una fórmula extraña. En la Argentina es fre- rentesco fueran imprescindibles, mejor que hablar de hermandad
cuente escuchar hablar de América Latina en tercera persona. Lo sería pensar en términos de matrimonio, ya que así se anularía la
que sucede en América Latina sucede "allá". Sorprende cómo esa noción de lo inevitable y se impondría la idea de lo electivo.
fórmula se extiende por el subcontinente, ya que en Brasil siempre El mito de Ia hermandad de los pueblos latinoamericanos, bienin-
se alude a América Latina como aquello que está fuera d,e la llha tencionado contra los lastres de los nacionalismos que nos aislaron,
Brasil, en Chile como lo que está del otro lado de la cordillera o al termina por convertirse en un verdadero obstáculo. Cuando uno
norte, en México como lo que comienza en Guatemala, en Uruguay qtriere articularse e integrarse, en vez de hablar de una fraternidad
como una alteridad. Las clases políticas progresistas nllnca colneten inmemorial debería reconocer los problemas reales que tenemos
este pecado, y mucho menos cuando les toca hablar cle las inde- y pensar conjuntamente cómo abordarlós. Si esto no ocurre, no se
pendencias o los bicentenarios. Pero pareciera que en los sistemas logrará la tan mentada integración. Si eso fracasa, de nada servirán
42 lvl;tomanías argentinas I\4itos patrioteros 43
I
r
F
44 Mitomanías argentinas l\litos patnoteros 45
que integran el ABC de San pablo, la p,roducción siclerrirgica, por encima dc las dir isiones ellf l e los argelilin..,5:
pt:- lrilr pcr nr:rncciclo
LI troquímica o de automór,"iles, las ntediclas ejempiares a. iu Co,.t. ,rt"tui""t podÍan ltnir a todos contra el enemigo exterior'
i,o
!t constitucional de colombia o los juicios ¿r los represores en Ia madre del escritor Rodolfo Fog$'ill recibió a su hijo.
r*. gentina, diplomacias como la brasileña, universidades como las
Ar_ un clía, 1¿r
al grito de "¡hu¡dimos un barcol". Pue-
i cre fnienrras miraba televisión,
lt varios países de la región, y así sucesivamente. se nos responderá, efectivamente la sociedad vivía dentro del
.1" d..irc. que entonces
seguramente, que la tragedia larinoamericana es no haber dado
más nrito. Claro que no todos, porque las Nladres de Plaza de N{ayo de-
::.
espacio a esos logros, avances de la cililización contra N{acondo.
cían "las Nlalr,'inas son arsentinas, los desparecidos también", hubo
j Pero responderemos que la narrativa civilizatoria es el relato mítico políticos que no se "strbieron" a la guerra,v el hljo de la señora que
{' dentro del cual seguimos sumergidos. Que sea un cuento acerca cle celcbraba escribió Lns p irlt
i r
i egot'
nuestro progreso no desmiente que sea un cuento. pero estar hundido en el mito v que todo estalle genera una expe-
a
en laAr-
riencia social fundante. Desde aquel momento, 1o nacional
a El hecho de que América Latina encabece er rankingcomo el con-
7
Ié
tinente más desigual del planeta, la pobreza de los campesinos e in- gentina ha quedado vaciado. Episódicamente puede ser asimilado
a
3
* pero
dígenas o los chicos de la calle, nada tienen de mágico. Ni tampoco ia soberbia. lo más frecuente es que se lo identifique como el
el narcotráfico o la corrupción. maI, lo antidemocrático, lo militar, autoritario y belicista'
Las intenciones de convertir a la región en un continente mágico cuando creemos ül.ir sin el mito de la nación, ya estamos habitan-
no podrán ocultar las propias rrcciones que regulan ..,r p."t.Áio- do plenamente un nuevo mito. La idea de que "el nacionalismo ha
nes políticas. hechos estragos" es Lrna típica verdad a medias. Es cornpletamente
acertada para las dos guerras mundiales, así como para todas las
formas coloniales y autoritarias del nacionalismo. Pero es históri-
camente incorrecta, porque tanto el moümiento liderado por Ma-
¡Vamos ganando! hatma Ghandi como otros moi,imientos anticoloniales fueron pro-
fundamente nacionalistas en un sentido democrático. Como afirma
Hundimos un barco, derrotaremos al lmperio Británico. Tnetan Todorov, el nacionalismo tiene varias caras y fue crucial
Con coraje, l^e mostraremos al mundo quiénes somos los
tanto en Ia Revolución Francesa como en el nazismo' La idea de
argentinos. \ \ que todo nacionalismo es autoritario, belicista y reaccionario es mr-ty
?? particular de la Argentina. Y, más específicamente, es una importa-
ción europea, ya qLle en el Tercer Mundo el nacionalismo siempre
En torno a la cuestión Malünas conviven muchos mitos de carác- ha sido ambivalente.
ter diferente y contradictorio. Los imperios constrxyen mitos sobre La guerra marcó el imaginario nacional sobre la nación' Dejó el
"pueblos" coloniales que se autodeterminan. Las naciones constr.u- legado de que el nacionalismo es belicista, corrupto, irresponsable,
yen mitos sobre sus territorios. Los más iracundos antinacionalistas manipulador y antidemocrático. Es decir, toclos los desastres éticos,
argentinos podrán afirmar que la frase "las Malr,{nas son argentinas,, políticos y militares que los clictadores cometieron en ella pasaron
es en sí misma un mito. i .., ,".go. inherentes al nacionalismo en todos los lugares y las
Nada me preocupa más que la descontextuarización. para los ob- épocas. Esa extrapolación, que se traduce en la separación entre
jetivos de este libro, lo relevante es cómo el episodio inaugr_rrado democracia y nación, ha calado hondo en nuestra cultura política.
el
2 de abril de 1982, con Galtieri, el apoyo de vastos sectores, la am_ Hay argentinos qLre no pueden pensar la cuestión Nfalvinas sin
plia moülización de sentimientos, cre sordados y de soridaridades, recordar a Galtieri. Hay argentinos que no puedetr Pensar en la idea
anudó momentáneamente, por escasas semanas, a los militares con cle nación y soberanía sin pensar en Malünas. En los años ochenta,
sus víctimas. Eso despertó una ilusión de que aigo, ,n símbolo,
ha- rocla referencia a |a nación se identificaba con el militarismo y era
V
46 MitornanÍas argent¡nas
Mitos patnoteros 47
Lrna política de protección para su industria y entregó parceias a Incluso quienes criticamos este modelo no podremos negar que
quienes estuüeran dispuestos a trabajarlas y a volverse ciudadanos redqjo drásticamente iir pobreza a través de las clécadas. Sr,rcede que
canadienses. La Argentina, en cambio, como detaliaJosé Nun en la desde otras opciones ideoiógicas no se trata sólo de reducir ia can-
introducción a Debates de NIay. I'lación, cultura y política, priorizó, en tidad de personas en situación de pobreza, sino de recltrcir fuerte-
el marco dei modelo agroexportador, la construcción de ferrocarri- rtente las desigualdacles. El moclelo chilenc¡, en seneral consideradcr
les que permitieran llevar la producción hacia el puerto, no prote- un ícono de las poiíticas apertllristas y flexibilizadoras, ha logrado
gió su industria y mantuvo una alta concentración de la propiedad reducir marcadamente la pobreza sin variar la desigualdad que es
de la tierra. Estas diferencias nada tienen que ver con el ADN ni con por definición, siempre, una relación: entre los más ir los menos
nuestra raza. Son diferencias de formas de construcción política en ricos, entre los más y los menos poderosos. En el peor momento de
un momento cnrcial de la historia. la crisis arsentina de 2002, la desigualdad, por razones históricas, no
llegó a ser tan alta como la del mejor momento del "éxito" chileno.
Esto significa que a lo largo de los años Chile fue incorporan-
do sectores amplios de su población a niveles de ingreso y con-
Debemos seguir el modelo chileno
Mirá Brasil: ellos sí tienen políticas de Estado la continuidad es una ventaja. Sin embargo, creer que la continr-ri-
dad es buena en sí misma resnlta inaceptable. Esa afirmación no se
Son gradualistas, cuidan la continuidad, cambian de a poco y aplica ni a Ia esclavitucl, ni a la desigualdad, ni a ia imposibilidad cle
con mirada de largo plazo. abrir los archivos de la dictadura. El caso de los derechos humanos
g/
U\
es claro: la discontinuridad argentina supone no sóic-r bases éticamen-
te preferibles, sino institucionaimente más sólidas.
El mismo país que en los mitos patrioteros es denostado como Lrn ,{hora, si alguien cree qlre el mito del Brasil marar.'illoso se desha-
lugar de pura diversión es alabado como una maravilla en los mi- ce afirmando que la Argentina ha funcionado mejor, se equivoca.
tos decadentistas. Srrele afirmarse que, mientras qlie en Brasil hay Es necesario analizar las diferencias y permitir que eventualmente
verdaderas políticas de Estado, en la Argentina carecemos por com- cada país pr-reda apropiarse de los conocimientos y modalidades de
pleto de ellas. En realidad, las llamadas "políticas cle Estado" son acción qr-re resulten más adecuados.
un efecto de procesos más profundos. Las diferencias entre ambos EI contraste entre continuidad y discontinr,riclad afecta al conjun-
países no obedecen a esencias nacionales sino a procesos históricos ro de la cultura política. En lin amplio estudio cualitativo, publicado
muy precisos, en especial a la formación y el desarrollo del Estado. en el libro Pasiones nacionales, constatamos esa diferencia. La Argen-
La Argentina aparece como un país discontinuo en su cl.esarrollo tina, en términos de identidacles políticas, es históricamente Ltn país
histórico, con cambios abruptos en áreas decisivas de las políticas dicotómicc-r, cle fuertes enfrentamientos y con una evidente dificul-
públicas, desde la política exterior y educativa hasta la salud y los tad para generar concertaciones sttstentables. Brasil es un país mu-
derechos humanos. En contraste, y análogamente a lo que sucecle cho menos polarizado, con más matices y gradaciones. El estudio
en Francia o Inglaterra, Brasil muestra una fuerte continuidad insti- mrlestra qlre para los brasileños cada una de las partes de Brasil es
tucional, con cambios de gobierno que no afectan tan significativa- la porción de una nación pensada como totalidacl. En cambio, en
mente las políticas cle Estado. la Arger-rtina predomina Ia tendencia a identificar a cada una de las
Para ilustrar este plrnto puede pensarse en el proceso de inde- partes con el todo, a cada facción con la nación, pensando -como
pendencia en ambos países. La guerra ciül en lo que luego sería sucedió en 19541955 o en 1976- que la realización de la nación exi-
la Argentina adquirió una intensidad política que la clistingue del ge la exch-rsión del adversario. Y actuando en consectrencia.
Imperio del Brasil, caracterizado por Lrna fuerte continuidad en tér- La Argentina es un país donde las divisiones han sido histórica-
minos familiares, territoriales y de procesos productivos. También mente pensadas en términos políticos, clásicamente Capital-Interior
pueden considerarse los últimos ciclos autoritarios: por un lado, Ia y peronismo-antiperonismo. Y la integración ha sido imaginada en
dictadura militar brasileña, qt-le se extendió durante veinte años, en- términos sociales. Por ello, la cuestión de Ia exclusión social cobró
tre 1964 y 1984, y la autogestión militar del rerorno a las elecciones aquí, a fines del siglo pasad<-i, Lrna enorme potencia política. Brasil,
libres, así como el gobierno deJosé Sarney. Por otro, los presiden- en cambio, siendo uno de los países con mayor desigualdad del con-
tes y conflictos sociales que se sucedieron en la Argentina en esos tinente, piensa sus divisiones en términos sociales. Allí la integra-
años, desde el gobierno de A¡tnro Illia, el Cordobazo, el retorno v la ción fue mayor en términos cr-rlturales, con un Estado que durante
muerte deJuan Domingo Perón, el golpe de 1976. Malvinas y, firrzrl- el siglo XX incorporó mucho más que el argentino las producciones
mente, el gobierno de Raúrl Alfonsín y el jr"ricio a las-|unras. de las culturas populares. altnque no sienrpre integró como ciuda-
Se ha puesto de moda afirmar que la continuiclad cle las políticas danos a trna porción de srts protagonistas.
brasileñas resulta er..identemente preferible a las crisis argentinas. Estas cuestiones inciden en las üsiones sobre el pasado. Tal como
Esta afirmación es en gran medida trivial: si ur-ro logra buenas polí- revela Ia investigación citada, para los argentinos el pasado tiene
ticas de Est¿rdo (como lo consiguió Brasil en algunas áreas decisivas Lrna gran relevancia, cosa que no sucede en Brasil. Una parte de
de la economía, las relaciones internacionales, etc.), es obvio que Ios argentinos, culturalmente hegemónica hasta hace pocos años,
60 Mitomanías argentinas Mitos decadentisias 61
-y
imagina a la -\rgentina -como ya dijiuros al ¿rbordar el mito "tocio podía sino convertir esa creenci:r en slr rel'e¡:so espectrai: si nties-
tiempo pasado fue mejor"- como un país que dejó atrás su época tro destino no es el éxito, es el fr:rcaso. I-o cual, por otra parte,
clorada. Pero a la vez ha1, momentos de la historia qr,re tienen una perlnite una coartada alltoexclilpatoria que justifica la completa
presencia notable y que suelen ser convocados en procesos cultura- inacción: sea a1 éxito o al fraczlso, al estar condenados, nada hay
Ies y políticos actuaies. El futuro, imprevisible para gran parte de los
Para ilacer.
arsentinos, está mlry ünculaclo a Ia posibilidad de saldar las der_rdas Claro clue en realidad ningún país v ninguna persona nacen con
con ese pasado, que está tan presente. Err contraste, los brasileños le un clestino preestablecido. Hacen historia en circunstancias no ele-
asignan Llna importancia comparativamente mayor al futuro, al qr-re gidas, como dijera Nlarx. Salvo qlre renuncien a liacerla, en cr-ryo
generalmente auguran conto extraordinario. caso alguien harti la historia por ellos. El mito de la "condena" (a
lo que sea) nos paraliza, nos deja como espectadores de nuestro
propio espectro. Cuancio no hay condena (y nunca la hay), sllrge el
espacio del debate, de las opciones, cle Ia historia hecha por seres
Estamos condenados al desastre humanos y, por io tanto, de la política. Necesariarnente, Lrna política
de los ingresos, "lo que ocasiona luego una distorsión a la hora Las concepciones ,v las prácticas igualitarias cambian a io largo de
de
evaluar el graco en qlre una poiítica pública redistribuye a su la historia. En el curso de la independencia de los Estados Unidos,
favor
(o en su contra) ", segúrn dicen Cruces y Tetaz. cuando se pianteó la idea de que "todos los hombres nacen iguales",
Ezequiel Adamovsky mostró que ra idenridad de "clase media,, la máxima no se aplicaba ni a las mqjeres (que durante más de un
se
construyó para separar a un sector cle otros más exprotados, siglo no pudieron votar) ni a los esclavos, que permanecieron en
en dife-
rentes momentos del sigro XX. Lo que resurta interesanie esta condición hasta la segunda mitad del siglo XIX.
es que todos
hablemos por una parte de las ,.grancles mayorías poprla.es,l La Argentina se piensa a sí misma como un país democrático
m,chas
veces excluidas, desocupadas, precarizadas, y que cuando e igualitario. Las leyes ahrman que todos somos iguales. ¿Eramos
le pregr-rnta_
mos a la población, entre un T0 y un g0% consiclere que iguales antes del matrimonio igualitario? No: unos tenían derecho
,.
entre la clase media balayra ciase media ala. En nuestra"n.ür,.uencuesta, a casarse y otros no. ¿Somos iguales sin un sistema progresivo de
sólo un 2a% se considera a sí mismo de clase baja. un impuestos? No, porque quienes menos tienen pagan proporcio-
último clato, no
hay clase alta: sólo el 1% se cons,idera perteneciente nalmente más para sostener Ia educación y la salud públicas. Hace
a esta crase.
poco más de sesenta años las mujeres no podían votar ni ser electas.
Antes, ni siquiera podían ingresar a las universidades. Son transfor-
maciones notables. Tan notables como resultarán en el futuro algu-
Todos los hombres nacen iguales nos cambios respecto de las cosas que hoy suceden.
Para la sociedad argentina, ¿tienen el mismo valor la üda de to-
Todos gozan de los mismos derechos políticos y sociales,
como dos los habitantes del país? El titnlar periodístico del canal Crónica
corresponde a una sociedad democrátic"
TV, acerca de que habían muerto "tres personas y un boliüano",
{f
\\
se convirtió en un indicador famoso. Un prejuicio social muy pro-
fundo había salido a la luz. En una encuesta que realizamos en el
;Y las mujeres también nacen iguales? Hace mucho tiempo, los an_ Área Metropolitana de Buenos Aires, pregunlamos a los entrevista-
tropólogos señalaron que hay sociedades jerárquicas y socieclades dos por diferentes casos de muertes en protestas sociales. El episo-
igualitarias. En las últimas todos somos ig.laies anie la fey. dio que más impacto produjo fueron los asesinatos de Maximiliano
Xo impor-
ta si la persona es "hija de", si tiene un apelido aristocrático, Kosteki y Darío Santillán (3470). Un impacto menor produjeron los
si tiene
mucho dinero o poder. Eso sóro importa en las sociedades feudares, asesinatos del maestro Fuentealba en Neuquén (\9%) y de Mariano
coloniales y en las sociecrades de castas. En ras sociedades jerárqui- Ferrelra en la protesta de los tercerizados del ferrocarrtl (l6,4Vo).
cas sejuzga de modos diferentes los actos de la plebe,
tos ae"ta gerrte Sin embargo, mucho menor fue el impacto del asesinato de Roberto
del común y los de la nobleza, a tal punto qlre un carnpesino, López de la comunidad Qom de Formosa (7%).Es eüdente qr-re no
un
indígena o un afrodescendiente no puecre soñar con casarse produce el mismo impacto Lrna muerte en Buenos Aires que en las
con ar-
guien de la alta sociedad, pero un miembro de la aristocracia proüncias. Allí se manifiesta una fuerte desigualdad. Pero el caso
puede
abusar impunemente de los hljos y las hijas del pueblo. de Fuentealba muestra que el asesinato de un docente produce
El miámbro
de la altajerarquía económica, porítica o religiosa nunca mayor impacto que el de un indígena, en dos proüncias alejadas
se colocará
en la misma fila que el resto de los habiantes. De la misma de Ia Capital. Son formas culturales de la desigualdad. Uno puede
manera,
sicomete un delito y eventualmente llega a serjuzgado, tampoco preguntarse: si en teoría todos nacemos iguales, ¿será que no todos
irá
a la misma cárcel que la gente común. morimos iguales? La sociedad argentina se ha nrelto cada vez más
No existen sociedades igr-ralitarias perfectas. Incruso en aquelras intolerante hacia las mLrertes políticas. La legitimidad de la repre-
donde predomina una ideología y un cuerpo legal más iguaiitario, sión varía según Ia región del país y el tipo de persona que resulte
existen situaciones de excepción y mecanismos de jerarquización. víctima de la acción estatal.
_-.
-
y a las condiciones, o Lrn derecho a la graduaciírn o a ias notas altas, pllentes o pueda enseñar en Ia escuela o la universidad. un iguali-
1o cual es absurdo. Así, también hay una mitología que slrrge de
una iarismo profundo no niega las difere.cias, ni pretende que todos
sociologización excesiva. Siempre que un estudiante no obtenga los searnos directores técnicos, farmacér.rticos, historiadores, artistas. Sí
mismos resultados qLre otro, el fenómeno será adjudicado a modvos tiene la potencia de criticar los abusos de cualquier corporación
sociológicos y no indiüduales, como el deseo, la voluntacl, el esfuer- profesional. Pero no de creer que cualquiera podría sustituir a quie-
zo. El equilibrio entre ambos aspectos en cada situación complejiza nes se han especializado en ciertas áreas.
todavía más el aslrnto. Ninguna socieclad democrática puede ser gobernada por los que
En un extremo del "todos somos iguales" también está lo que Os_ detentan el saber. Eso fue 1o qr-re pretendieron los economistas neo-
car Terán llamó el "qualunquismo": todos somos el Gran DT. liberales, argumentando que tomaban las medidas que indicaba su
ciencia. una sociedad que reconozca los saberes no por ello acepta
la tecnocracia. Los saberes deben e§tar al servicio de las decisiones
políticas colectivas. Y ninguna decisión colectiva anulará la existen-
Todos somos el gran DT cia de ciertos saberes.
Tomentos el caso cle la "inseguridad"' Aunqtre se impongan mi-
,,hay
No hay expertos en fútbol, ya que todos somos expertos. No tos como que asesinar a los delincuentes" o "a los chorros hay
hay expertos en nada, todos somos iguales y sabemos lo
que matarlos a todos" o "la insegtiridad disminuye con tolerancia
mismo. \ \ cero", hay aspectos específicos qlre no pueden confundirse' Los
pp estudios sociológicos muestran que "la mano dura" no reduce la
§{
cantidad de delitos, ya que hay causas sociales de los deiitos qlle no
La igualdad tiene varias dimensiones. Ya mencionamos la de opor- se atacan, sino que por el contrario se profundizan, cor. una po-
tunidades y la de posiciones. Pero ¿usted permitiría que cualquier lítica de tolerartcia cero. Por ejemplo, hay más segregación de los
persona le realizara una cirugía a su h!jo? No, ahí no somos todos barrios pobres y aumenta la población carcelaria, dos elementos
iguales. Unos estudiaron, practicaron y saben. Otros no.
¿Sucecle lo que son causas importantes para el aumento del delito' Aunque
mismo con un puente o un edificio? Sin duda. Pero de pronto, en hubiera un plebiscito en el qlre ganara la "mano dura" o la pena
algunas ocasiones, los argentinos sufrimos un ataque de falso iguali- de muerte, no sería cierto que así se lograría lo prometido. Pero si
tarismo y convertimos la igualdad en "qualunquismo". Terán decía los ciucladanos qttieren vivir en el mito, debe comprenderse, están
que "somos una sociedad imaginariamente igualitaria" en el deseo y en todo su clerecho. Ahora bien, también tienen derecho absoluto
en las ideas sobre los derechos adquiridos. Pero ese aspecto, muy po- a poder salir de mitolandia.
sitivo para é1, se complementaba con otro rostro del igualitarismo. Retomando la cuestión del qualunquismo, una sociedad iguali-
El qualunquismo, que es "el desconocimiento de ciertas jerarquías taria reconocerá ciertasjerarquías. sólo que no se basarán en el di-
que no tiene nada qlre ver con la democracia. Algo típicamente ar- nero, el poder, en ser "hijo cle", sino en el esfuerzo, en el mérito'
gentino. Salga a la calle y lo comprobará: gente que sin instrucción, en el conocimiento, en haber sido democráticamente elegido y así
sin mérito, sin esfuerzo, sin especiali zación en nada, opina acerca de sucesivamente. Las confusiones argerltinas acerca de la igualdad nos
cualquier cosa. Las consecuencias son desquiciantes". atraüesan todos los días y nos impiden dehnir con claridad qué en-
Fso es falso igualitarismo. Es la torsión, la distorsión. Tratamos tendemos porjusticia.
de que todos tengan iguales posibilidades de ser médicos, tratamos
de que los médicos no sean millonarios en un país con indigencia
(igualdad de posiciones), pero no intentamos que alguien qlre no
pudo, no quiso o no supo estudiar pueda operar o pueda diseñar
232 MitomanÍas argentinas
- Mltos det falso igualitarismo 233
,
E Pl L0 ü B' l,l I TG t[]l Bl il
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Los mitos son así: pase lo que pase, siempre estamos di-
ciendo exactamente 1o mismo. Son resistentes a la realidad. Su po-
tencia nace de que son indiscutibles. Son verdades: puras, absolutas,
cristalinas. Esto parece sospechoso.
Los argentinos sufrimos una manía: la de fabricar mitos y üür
entre ellos. ¿Es una generalización? Bueno, unos üven placentera,
otros inocente y otros maquiavélicamente en Mitolandia. Pero la
manía nos atraviesa a todos. Somos maniáticos de frases cristalinas
frente a una realidad con diferentes tonalidades.
La mitomanía es un trastorno psicológico. Este libro utiliza esa
metáfora exclusivamente para afirmar que en nuestra cultura polí-
tica tenemos una tendencia a engrandecer y desfigurar las afirma-
ciones que se realizan, una tendencia a mitificar exageradamente
ciertas situaciones, cosas o personas. Esa mitificación, en nuestra
cultura, no alude principalmente a un culto positivo o en extremo
positivo, sino también -y a veces principalmente- a un culto bas-
tante peculiar. En el epicentro de Mitolandia, el ritual argentino
imperante es la celebración de Ia negatividad misma. Cuando no
podemos salir de esa jaula -y este libro pretende ofrecer diferentes
llaves para abrir diferentes celdas-, quedamos atrapados en la cele-
bración mística y fantástica de la porquería en la que viümos.
Habiendo llegado al final, escucho una vocecita que dice: "Che,
¿pero acaso no hay mitos de los buenos? Eüta y San Martín son
mitos populares, ¿también te los querés cargar?". Construir un len-
guaje sin mitos parece Lrna tarea imposible y dudosamente deseable.
Este libro no se propuso atacar todos y cada uno de los mitos ar-
gentinos, sino sólo mostrar con algunos ejemplos cómo los argenti-
nos aún estamos presos en lajaula de una mitología muy específica.
Es la mitología que impide que nos pensemos a nosotros mismos,
que pensemos el lugar de nuestro país en el mundo, que sepamos
=_
238 tr4rtomanras argenlinas Epílogo: l\,4itolandia 239
quiénes somos, qlle establezcanlos nociones más claras acerca cle la tidos y perderá otros. Claro, los argentinos comparan habitualmente
justicia. Los mitos tienen significados, cumplen roles específicos su dictadura con el resto de las del Cono Stir, y tienen una ma)or can-
en
cada momento histórico, son utilizados por diferentes actores y sus tidad de muertos y desaparecidos. Pero ese no es el punto. El punto es
sentidos cambian de acuerdo con la situación. qr-re esa dictadura arminó nLrestro propio país, un país que tenía unas
Por lo tanto, puede decirse que difícilmente pocramos üür sin mi- posibilidades inmensas. O sea que la idea de que tuvimos la peor cle
tos. Es como r,ivir sin creencias, sin relatos, sin utopías. pero que
esas todas las dictaduras cumple al menos dos funciones: en primer lugar,
narraciones y metáforas constituyan una parte de nuestra realiclacl ratifica las razones para exigirjusticia y reparación; en segundo lugar,
no significa que puedan coionizarla hasta que no podamos verla. nos hace senür que eso fue 1o que acarreó la ruina de nuestro país. En
El hecho de estar presos en una Mitolandia que socava las ideas de el inconsciente colectivo, mucho más atravesado de Io que se cree por
democracia, igualdad, nación y que, sobre todo, pretende erosionar la idea del granero del mundo, laArgentina era ob'"iamente el país de
la idea de que somos una sociedad que debe construir un futuro es la región que más posibilidades tenía.
bastante peculiar de nuestro país. En este sentido, es fundamental ¿Qué sucedería en aquel torneo latinoamericano
si se contaran
que reflexionemos acerca de por qué sucedió esto y cómo puede los muertos peruanos o colombianos o si se establecieran las propor-
revertirse el proceso colectivamente. ciones con la represión de Pinochet? Saber que en Perú hubo más
Puede decirse que hay mitos que promueven la democracia y ra muertos que en la Argentina en realidad no tornaría menos sinies-
igualdad, pero no son los mitos que abordamos en este libro. Vivir tro el accionar de Ia dictadura, pero impediría que los argentinos
en Mitolandia significa habitar un espacio donde quedamos atra- siguiéramos considerándonos un caso único. Pondría en cuestión
pados en el decir por decir, en el que justificamos lo injustificable el mito de la excepcionalidad argentina. Somos particulares, tanto
y reiteramos clichés que nos impiden construir un país más justo. como los colombianos o los peruanos: ni un ápice más que ellos'
En Mitolandia escasean las sutilezas, abunda la grandilocuen- Pero no somos una excepción,ya que eso presupone que habría
cia, se extrañan los matices, sobra lo categórico. Es un lenguaje una regla (los demás, a los que les fue bárbaro). La batalla por ser
que nos da seguridad, sensación de certeza, para que durmamos los peores en todo es Lrna reafirmación disfrazada de naciocentris-
tranquilos en la ignorancia. Lo complejo es filtrado por nlrestras mo, la variante nacionalista del etnocentrismo. Es la continuación
palabras, somos reductores de realidad. y, lo peor, ese mecanismo de la matriz egocéntrica por otros medios'
nos juega en contra. Las ciencias sociales trabajan sobre los mati- Es necesario explicar dos conceptos bastantes simples de la an-
ces, sobre la complejidad. Cuando los desconocemos y, además, tropología. El etnocentrismo es un término crucial para reflexionar
no sabemos que no sabemos, quedamos encerrados en términos sobre cualquier sociedad. Los argentinos necesitamos pensar las ca-
trillados. La Arge'tina necesita q,e los argentinos pensemos en racterísticas que adquiere entre nosotros. En términos generales,
nuestro país sin tantos mitos. Así podremos verlo y vernos desde "etnocentrismo" implica identificar nuestros valores, de manera
otro punto de üsta. acrítica, con ios valores. Es una actitud que tiende a considerar "bár-
cuando sejuntan algtrnos latinoamericanos, comienza Lrn torneo a baros", "salvajes", "menos desarrollados", "no civilizados", a aquellos
ver quién üve en el peor país del mundo. Me lo dijo una amiga mexi- grLrpos que no se parecen al del obser-v'ador. Es lo que nos lleva a los
cana, Rossarla Reguillo. Y los argentinos despliegan toda sti sapiencia mitos patrioteros.
política para intentar triunfar en ese campeonato, ya que los otros se En antropología se llama "etnocentrismo invertido" al elogio que
han mostrado reacios. Somos campeones mundiales en la peor dic- se realiza de otros países con el fin de denostar al propio. Existen
tadura, la peor democracia, los peores neoliberalismos, la peor de_ dos tipos de etnocentrismo invertido. El primero está vinculado :rl
cadencia. Convengamos: si uno quiere convencerse de esa idea, no exotismo en la medida en que, para desarrollar tur;r crítica cle l;r
hay mucho por hacer. Ahora, si uno quiere establecer un criterio de propia sociedacl, inventa tlna especie de "buen salvaje"' Podemos
comparación mensurable, realista, seguramente ganaráalgunos par_ criticar desde las ciudades la vida urbana idealizando 1as maraüllas
240 Mitornanias argeniinas
Epílogo: Mitolanciia 241
de Ia r''ida rurai, sobre todo si no considerarnos i¡s inclemencias rea- Capiurl e Interior, oposiciones que se provectan sobre otros univer-
les que esa r.ida trae aparejadas. El segundo tipr:. mirv cornún en el sos sirnbtilicos. Si ios marices se allselli¿ron de nuestro tiempo, cle
Tercer NIundo, es la idealización del "b.en cirilizaclo,,. por ejemplo, nuestro espacio y de nuestros sentimientos hacia la nación, parece
los niodelos de "países desarrollados" donde supuestame.te n, exis- ilógico pretender qlie se hagan presentes en el i-iniverso de las ideas
tiría la corrupción -a pesar de Enron o del mani ptilite-, o clt¡nde rei- y las prácticas políticas. Al mismo tiempo, si ia tesis de Elias es cc¡_
naría una democracia prístina -a pesar de las masacres y los apoyos rrecta, sólo desde el universo político, que es el que construve ei
a golpes de Estado-, o donde no trabría problemas económicos _a Estado-nación, podrían transform¿rrse lentamente nlrestros modc¡s
pesar de las crisis recurrentes y los altos niveles de desocupación-. de significar y actuar en el tiempo y en el espacio, es decir, podrían
En ambos casos, cuando se idealiza un munclo ciiferente, no interesa generarse nuevos procesos que a su vez sedimentaran en nuestra
tanto conocer y comprender a "los otros", sino r-rtiliz¿rr algtrnas de cultura política.
sus supuestas características culturales o morales para funclarnentar Cuando los políticos no asumen qLre su propia imaginación y sus
una posición en la propia sociedad. Ese etnocentrismo invertido se acciones están culturalmente determinadas, la cultura política go-
encuentra enlaraí.. de muchos de nuestros mitos contemporáneos, bierna su manera de actuar y de expresarse. En el caso argentino,
en particular los decadentistas y neoliberales. una conciencia reflexiva sobre la discontinuidad histórica y sus efec-
En una de las tesis sociohistóricas más ext¡aordinarias y menos tos culturales de dicotomización de las identidades políticas permiti-
conocidas, Norbert Elias señaló que la historia cie la formación de ría que ios dirigentes actuaran sobre la cultura en lugar de limitarse
un Estado nacional deja marcas en ias personas que lo habitan, en a interpretar un libreto preestablecido.
sus modos de percibir, üvenciar, significar, imaginar, sentir y actllar. Escapar tanto al naciocentrismo como al naciocentrismo inverti-
Desde el siglo XIX, el dispositivo de producción de identidad del Es- do es zafarse del modo de pensar que se ha instalado entre nosotros
tado articuló su doctrina con la nación, y uno de sus éxitos consistió para pensarnos a nosotros mismos. Salir de la dicotomía qlre nos
justamente en que cualquier imaginario diferente de la Argentina obliga a ubicarnos como los peores o como los mejores, y a calificar
partiera de la premisa de la "liquidación" de sus adversarios. Esra como una maravilla o una calamidad a todas y cada una de las cosas
idea marcó con fuego y üolencia nuestra cultura política y nlrestra que nos suceden, es aprender a pensar con matices. Los matices
historia en el siglo XX. son básicamente toda la gama de posibilidades que se abren entre
La fabricación de dicotomías, de identificaciones políticas con- esos dos polos desde los cuales los argentinos hablamos constante-
trapuestas, se remonta al surgimiento del país. Los mismos ,,padres mente del país. Eso implica una inütación a cambiar los modos más
fundadores" habían elaborado sus proyectos de nación en base a la difundidos con que pensamos nuestra economía, nuestra política,
contraposición de ciuilizacióny barbarie, desde poco después de la In- nuestra cultura, nuestra historia.
dependencia hasta mediados del siglo XIX, el país viüó una guerra No se trata de un llamado a la neutralidad ante las tensiones y
ciül entre unitarios y federales; hasta la actualiclad, un parámetro conflictos de nuestra üda social y política. Pensar con matices no
taxonómico básico entre los argentinos diüde a los de la "capital" y significa no asumir posiciones claras. Que ha habido y hay intereses
los del "Interior". Esta fue la estructura dicotómica, histórica sob.e extranjeros decididos a apropiarse de los recursos y de las riquezas
la cual se constituyó el gran eje que organizó la segunda mitad del si- de la Argentina es algo eüdente. Que el comercio, Ia tierra, el petró-
glo XX. Peronismo y anúperonismo actualizaron y resignificaron las leo, las finanzas, el oro y el litio fueron y son objeto de ambiciones
dicotomías históricas del país. En el siglo XXI, surgró la oposición y apropiación por parte de grupos muy pequeños pero muy pode-
kirchnerismo y antikirchnerismo. rosos es algo bastante obüo. Lo que propone este libro es evitar ias
En la Argentina, las rupturas atraüesan los momentos clave de la simplificaciones que contraponen esos intereses a los del "pueblo",
historia y aparecen una serie de similitudes: el tiempo de crisis cícli-
),a que en nombre del "pueblo" se han establecido negociaciones
cas presenta la misma forma que la escisión espacial fundante entre
diversas con esos grupos. Lo que postula este libro es que hay dos
242 Mitomanías argentinas
Epílcoo: Mitolanrjia 243
maneras diferentes de aborclar esa clrestión. Una manera parte cle clicotórlicas que trascienden las si[uaciones. Ysi bier-r las iclenticlades
la identidad: me pregunto quién hace una propltesta; si son los br_re- nrovilizan historias, rnemorias, lealtacles y esperanzas, tanrpoco pue_
nos, la apoyo; si son los malos, la rechazo. Otra manera parte clel clen estructurarse a partir de Ia polaridad entre amigos y enemiuos.
contenido: entiendo la propuesta; si contribuye a Lrna mayor cle- Esa sirnplificación dificultará ver errores ir debilidades propios, o
mocracia e igualdad, la apoy.o; si apunta en sentid.o contrario, la separar del "nosotros" a los qlre no honran con su accionar a aqr-rcila
rechazo. Si alguien que razona en función de la identidad empieza a identidad.
pensar a partir del contenido, se dará cllenta de que las identidades Ya dijimos qlre en cierto sentido es imposible pensar sin nlitos.
son más complejas de lo que pensaba. Una sociedacl analiza sus disl,untivas no sólo a partir de información
Proponemos también un segundo movimiento: pensar las situa- científica, sino en función de historias, tradiciones y sentimientos.
ciones y los contenidos a partir de información calificada de la inves- Más allá de la información técnica, Llna democracia implica la toma
tigación de las ciencias sociales y no a parrir de viejos mitos que habi- de decisiones en función de valores, deseos, utopías, temores. Esta-
tan nuestra lengua. centenares de investigadores de universidades mos defendiendo algo tan simple como que la población y los fun-
y del Conicet producen todos los días información valiosa y análisis
cionarios tomen las decisiones que juzguen mejores en el contexto
relevantes sobre los temas más variados. utilizando esos materiales democrático, pero con mayor información y con datos de calidad
y difundiéndolos en un lenguaje accesible para la ciudadanía, po- acerca de Ia propia sociedad. Si bien los mitos como tales son ineü-
dremos agregar conocimiento a los debares y las políticas públicas. tables, debemos terminar con estos mitos específicos qtre nos impi-
Es necesario postular horizontes que trasciendan la co),untura, den pensar adecuadamente nuestros problemas, nuestros desafíos,
desarrollar políticas desde el Estado y desde las organizaciones socia- n uestras posibilidades.
les que permitan amortiguar las discontinuidades y los cambios de
Aun cuando, como dice Wittgenstein, "en nlrestro lenguaje está
rumbo que no capitalizan logros o experiencias preüas. Esto exiee depositada toda una mitología", no estamos condenados necesaria-
esfuerzos para abandonar el pensamiento dicotómico, pensamiento
mente a la mitología heredada. Podemos transformarla, podemos li-
qr-re sobreüve en las retóricas que ven un proceso político como
mitar el poder de los mitos que nos limitan, podemos avanzar hacia
homoséneo, maraülloso o deleznable, y también en las dificuita- los matices qlre nos permitan saber quiénes somos, dónde estamos
des para abordar de manera plural temas decisivos, avanzanclo en
y cuáles son las opciones que tenemos para construir una sociedad
consensos parciales sustentables y crecientes. cualquier pretensión
profundamente democrática e igualitaria.
de identificar a Lrn sector social o político con Ia nación está desti-
nada a profundizar esa dicotomía en un contexto cultural que sólo
permite que lo nacional se reconstituya como un colectivo clemo-
crático por encima de las partes. Pero ese horizonte nacional sólo
será socialmente asumido si, al mismo tiempo que se abandonan las
pretensiones de ser un país como (se cree que son) los europeos, se
logra un acceso garantizado a los derechos ciudadanos básicos para
el conjunto de la sociedad.
El hecho de que la dicotomización no sea el mejor camino no im-
plica ignorar que Lrna mayor igualdad en todos los terrenos supone
prócesos necesariamente conflictivos. No se pueden afectar intere-
ses económicos, ideológicos o religiosos a través de sueños cle ar-
monía. Pero una cosa es constmir fronteras políticas en situaciones
concretas, y otra muy distinta es anclar esa tensión en identidades