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Acerca de la argentinidad 13
El colmo: decir por decir, 20. Nota sobre los mitos, 23.

Mitos patrioteros 27
La Argentina es un país europeo, 31, La unídad nacional
se basa en el territorio, 33. La Argentina debería tener
la exiensión del Virreinato del Río de la Plata, 35. Bolivra
y Paraguay son países de indios, 36. Brasil, país de
negros, playas y carnaval, 37. Uruguay es una provincia
argentina,39. AIIá, en América Latina...,40. La hermandad
latinoamericana, 41. América Latina es Macondo, 42. ¡Vamos
ganandol, 44. La argentinidad al palo, 46.

Mitos decadentistas 49
Todo tiempo pasado fue mejor, 53. La Argentina estaba
Grimson, Aleianclro
Nlitomanías argentinas: Cómt¡ hablarnos de nosotros tlismos - predestinada a la grandeza; deberÍa haber sido Canadá
r " ecl.- :" re impr'.- Bttenos Aires: Siglo \¡eintitrno Eclitores, :o r 3
o Austral¡a, 55. Debemos seguir el modelo chileno, 56.
:r56 p.; z3xr6 cm.- (Singular)
It4irá Brasil: ellos sí tienen polit¡cas de Estado, 58. Estamos
ISBN 978-q87-{i:q- : 3tl- : condenados al desastre, 60. Hay que refundar el pais
sobre nuevas bases, 61 . Los políticos argentinos deberían
r. Artropología.
CDD g3o. t hacer un pacto de la Moncloa, 62. "Qué pais de mierda" y
"La Argentina sólo tiene una salida: Ezeiza",64. Argentina
O :or s, Siglo \¡eintiuno Edircres S.A. no puede desarrollarse debido a la idiosincrasia de los
argentinos, 66. El que no se enoja pierde, 68.
Diseño de portada:Juan Pahlo (,:rmbariere

ISBN 978-987'6:9- :¡;ti- : Mitos de lo nazional 71


Lo nacional es nazional, 75, Somos ciudadanos del
Impreso en A¡-tes G¡áfic¿rs Delsrtr ,zr¡ A.lte. Solier 2450, Avellaneda
en el mes de enero de :o t 3 rnundo; debemos superar el parroquial amor por lo
local, 79. En el mundo global, las naciones están en proceso
Hecho el depósito que marca la lev t t.723
dedesaparición, B1.
Impreso en Argentina / / Nl¡de in Argentina
8 Mitomanias argentlnas
lndice 9

Mitos racistas 85 peronisrnc


Mitos sobre el fi1
En la Argentina no hay racismo (porque no hay negros), 89. Perón fue un tirano, 175. Sólo los peronistas entienden el
Un país "sin negros" donde la mitad es "cabecita peronismo, 179. Asado con parquet,181. Marchan por un
negra", 90. Un país sin indios, 92. La nueva inmigración choripán, 182. Los pobres votan por clientelismo, 184. Toda
es boliviana y paraguaya, 93. En Ia época de la Argentina critica al Pañido iusticiaiista o a un sindicato es gorila, 185.
integrada los inm¡grantes se argentinizaban, 96. Los
argentinos descendemos de los barcos, 100, Somos un Mitos sobre los sindicatos y las luchas sociales 187
crisol de razas, 101 . La sangre determina la cultura, I03. Ya no hay clases socia{es ni modos de organización
tradicional, 191 . Los pobres y los trabajadores hacen paros
Mitos de la unidad cultural de la Argentina 107
por cualquier cosa, 193. Los sindicatos son el obstáculo para
La Argentina iiene una madre patria: España, 11 1 . La el desarrollo argentino, 195. En democracia hay libertades
.1
Argentina es un país católico, 1 2. El tango es la música politicas para todos, .197.
nacional, 114. Los argentinos somos un pueblo
politizado, 1 16. Mitos del granero del mundo 199
El campo produce la mayor parte de la riqueza nacional, 203.
Mitos sobre la Capital ver§us el lnterior 119
Los del campo la tienen asegurada,204. Con el crecimiento
Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos sostenido de la economía se resolverán los problemas
Aires, 123. Los porteños gobiernan el paÍs, 124. Hay dos sociales del país, 205.
Argentinas, 126.
Mitos sobre el poder de los medios 2O7
Mitos de la sociedad inocente 129
Los medios reflejan la r-.alidad, 211. Los medios construyen
"Me afanaron", o la fábula del "fueron ellos", 133. El corrupto la realidad, 212, Los medios no tienen influencia, los
es el otro, 134, La sociedad argentina es una víctima inocente consumidores interpretan los mensajes como quieren, 214.
del Estado, 136. El golpe y la dictadura fueron obra exclusiva Las nuevas tecnologías democratizan la comunicación, 215.
de los militares, 138. Todos los medios tienen un s¡gno polít¡co definido, 217. La
política sólo sucede en los medios, 218.
Mitos sobre el Estado bobo 143
El Estado está en proceso de desaparictón, 147. El Estado Mitos del falso igualitarismo 221
no puede administrar empresas eficientemente, I49. Todos somos clase media, 225. Todos los hombres nacen
Lo privado funciona, Io público está descuidado, I53. iguales, 226. Los pobres y los ricos tienen igualdad de
.1
Tendríamos que imitar a los países a los que les va bien, 55 oportunldades, 228. Todos somos el gran DT,230. Hay que
Necesitamos reglas claras si queremos que las empresas igualar hacia arriba, 232.
prosperen, lco,
Epílogo: Mitolandia 235
Mitos sobre los impuestos 161

En este país, el único gil que paga los impuestos soy yo, 165. Agradecimientos 245
Lo que pagamos de impuestos se lo |leva la corrupción, 166.
Que los impuestos los paguen los ricos, I69. El teléfono es Lecturas para profundizar 247
uno de los impuestos más caros, 170.
En nuestro lenguaje está depositada toda una mitología.
Ludwig Wittgenstein, Observactones a La rama dorada de Frazer
Acerca de la arEentinidad

¡Usted tuvo alsuna vez la oportunidad de salir de Ia Argen-


tina? ¿De conocer a la gente de otro país, más allá de los atractivos
naturales o turísticos del lugar (como las playas, la nieve, las vidrie-
ras o los parques de diversiones)? Para mí, una de las cosas más
sorprendentes de conocer otras sociedades fue que no encontré
ninguna en la cual las personas hablaran tan rnal de su propio país
como en la Argentina. Y tan cotidianamente. Tampoco es frecuente
el pánico que se percibe aquí entre los sectores medios progresistas
a sentirse parte de una nación, la Argentina. Estos dos aspectos me
impulsaron a pensar en diversas direcciones, y este libro es una sín-
tesis de esas reflexiones, que podrían resumirse en una frase: cuán
profundamente argentino es insultar diariamente a Ia Argentina.
En otras palabras, me propongo explorar en qué sentido gran parte
de nuestra "cultura nacional", gran parte de los rituales cotidianos
que llevamos a cabo, involucra escuchar o enunciar la expresión
"qué país de mierda". A veces la trocamos por nuestra "argentinidad
al palo" y somos los mejores del mundo. Pero entre la soberbia y el
desprecio. casi no encontramos nlatices.
Así como no es fácil encontrar culturas que se caractericen por el
hábito de autodenostarse, tampoco es sencillo encontrar países cuyo
ritual cotidiano sea sostener que Ia maldad se encuentra encarnada
en sus propios gobiernos. Los argentinos que no votaron a un de-
terminado gobierno y, además, una buena parte de los que sí lo vo-
taron, presuponen que si alguien ocupa el sillón de Rivadaüa nece-
sariamente tiene malas intenciones. Por algo sarrÍ: sospechar que los
gobernantes tienen intenciones ocultas es característico del análisis
político nacional. Y no me refiero sólo al más elemental que hace-
mos los ignorantes en cualquier esquina o café. Periodistas sagaces,
intelectuales lúcidos e integrantes de la fila en el supermercado a
menudo insultan por igual a sus gobernantes de modos muy extra-
1 4 Mitomanías argentjnas
Acerca de la argentinidad 15

ños. La intención más liecuente y democrádcamente distribuida que


estadio de futbol? Es una pregunta irre-
se les atribuye sería la cie "robarse el país". Otra actrsación, también ¿Nguna vez ha pisado un
muv irabitual, es que quieren terminar con el "capitalismo" o con la levante, porque alcanza con haber reparado en cómo miramos un
"democracia", según alguna vaga definición de esas palabras. Esto les partido de fútbol. O con haber entrado a YouTube para espiar al
sucedió a Yrigoyen, a Alfonsín y a Perón tanto como a los Kirchner. tano Pasman. Cuando mi.amos Lrn Partido, en diversos momentos
Este tipo de presunciones hace que la discusión de ideas sea Lrno nos encontramos de pie moüendo una o las dos manos a los gri-
de los capítulos menos transitados del debate político. Recordemos tos, reclamando una falta, un penal, una tarjeta. Salvo que vayamos
cuando los periodistas progresistas hacían hincapié en la tonada clel ganando por goleada, mirar un partido es siempre esperar más de
noroeste de Carlos Saúl I, o en su afirmación errónea de haber leído ios propios jugadores y también del árbitro, que debería fallar con
a Sócrates y las novelas de Borges, en la presunta arispa o ronte- más 'Justicia" (entiéndase bien: "más a nuestro favor"). Excepto que
rías por el estilo (la pecr y más patriótica de las cuales es el acento el árbitro cometa un escandaloso error a nuestro favor, es difícil
riojano: ¡la intolerancia progre puede ser muy potentel). Sobre los que reciba una ovación. Todc aquello qlle detestamos en el equipo
Kirchner se dijo otro tanto: el doble comando, la habitación matri- adversario -sus faltas, slr negativa al juego limpio, sus trampas- lo
amamos en el nuestro. Somos fanáticos; o sea, pésimosjueces. Pero,
monial, cómo se vestía é1, cómo se viste ella.
claro: es un juego. Ciertamente, se juegan millones y millones. Pero
Analizar un gobierno es considerar un listado extenso de medidas
y procesos. En este país tan apasionado o enceguecido, son muy po-
no se juega un país. A veces, al mirar nuestro país como si fuera
cos los que pueden tomar ese listado y ponerles colores diferentes
un partido de fútbol, la sensación es que arriesgamos mucho: so-
a las medidas que les gustan mucho, poco o nada. Si detestan al go-
mos muy ofensivos y escasamente defensivos. Podemos terminar
bierno, las buenas medidas dejan de serlo automáticamente, ya que perdiéndolo.
No debe entenderse esto como una crítica al fútbol. Las culturas
son consid.eradas siempre bajo el signo del oportunismo, el negocio
o la venganza, el robo de banderas de otro, o lo que fuera. Si los habitualmente construyen espacios rituales en los cuales se permi-
ten prácticas que serían dañinas fuera de ese ámbito Particular. Es
malos gobiernos jamás hacen algo bueno, los buenos jamás hacen
comprensible y hasta podría ser positivo que seamos tan poco obje-
algo malo. Aunque la segunda sentencia sería difícil de aceptar, sal-
tivos en el espacio lúdico del fútbol. Lo realmente grave es que no
vo por los fanáticos, la primera está muy extendida entre nosotros.
estemos dispuestos a iniciar una reflexión que nos conduzca a mirar
Somos fanáticos del "todo mal". Ese fanatismo es parte crucial cle
y analizar al país de un modo no futbolístico.
nuestra cultura política y nos impide analizar con mayor objetividad
Ios aspectos positivos o negativos de diferentes gobiernos naciona-
En una de esas conversaciones desopilantes que uno mantiene
con los hijos pequeños, surgió una pregunta decisiva. Mi esposa le
les, proünciales, municipales. Y nos impide, por eso, entender a las
explicaba a nuestro hljo las imposiciones cotidianas que las mujeres
personas que votan a esos gobiernos.
sufren en ciertas sociedades. El, atónito ante un listado de prohibi-
Este libro no busca analizar las cosas buenas o malas de un go-
ciones y desigualdades, interrogó: "¿Y por qué las mujeres se aguan-
bierno determinado. Busca proponer un debate acerca de si no de-
tan todo eso?". Alguna ciencia debería poder responder esa pre-
beríamos cambiar esa particularidad de nuestra cultura. Y esto por
gunta. Por supuesto, no serán las ciencias exactas. Una pregunta
un motivo: es imposible constrllir un país sin que podamos analizar
análoga a Ia de mi hijo surgiría si hiciéramos el listado de las vejacio-
aquello que es positivo y aquello que es negativo. Invito al lector a
nes propias de la esclaütud: ¿y por qué los esclavos soportaban todo
realizar el siguiente ejercicio: coloque al kirchnerista menos fanáti-
eso? No habría diferencias formales si planteáramos la cuestión en
co al lado del antikirchnerista menos fanático. Después de un buen
relación con los colonizadores y colonizados.
rato percibirá que en realidad hay muchos aspectos en los que están
Hay una respuesta general que se aplica a todos los casos, al me-
de acuerdo, aunqlre no estén dispuestos a admitirlo ni siquiera en
nos según las teorías sociales actuales. Los dominados "se aguantan"
su fuero interno.
la humillación (no la enfrentan) solamente si creen que los domina-
'17'-

16 MitomanÍas argentinas Acerca de ]a argentinidad 17

dores son seres humanos superiores en algún aspecto. Sin embargo,


plicar primero por qué no somos como muchas veces creemos que
como se trata de cuestiones sociales y ctilturales, las respuestas ade-
somos. Para eso es preciso derribar Lrnas cllantas creencias falsas que
cuadas en cada caso presentan variaciones muy significativas.
tenemos sobre nosotros mismos. Intentaré hacerlo apeiando ora a
Incluso no habría consenso sobre las propias preguntas. Nlientras los estudios de las ciencias sociaies, ora a obviedades muchas veces
que la pregunta sobre la esclaütud sería aceptable para todos, los in- desplazadas por frases hechas y, cuando no quede más remedio, a
tegrantes de sociedades con una desigualdad de género brutalmente
r:na posición explícitamente ideológica. Sé que habrá quien se sien-
naturalizada tendrían una menor tolerancia a la que formuló mi hijo.
ta molesto con la paiabra "falsas", ya que implica su reverso: que
De modo análogo, aún hoy encontraremos a muchos que consideran
hay verdades. Las teorías sociales han dado muchas wreltas sobre Ia
que la pregunta sobre los colonizados tiene otras implicancias, ya que
cuestión de la verdad (y esperemos que el debate continúe), pero
si uno fuera un bárbaro debería rendirse placenteramente a ser tras-
hay algunos aspectos simples: no es cierto que la Argentina sea el
ladado a la ciülización. Así sería al menos si se tratara de un bárbaro peor país del mundo, ni el mejor, ni que no haya indios o racismo.
civilizado, espécimen que lamerrtablemente no abunda. Son creencias vigentes, muy repetidas y poderosas. Y son falsas. A
Pero toda sociedad tiene preguntas que recortarían inclusive esos veces, lo contrario de esas afirmaciones es verdadero: hay racismo
frágiles consensos. En la democracia neoliberal, una de esas pregun- en la Argentina. A veces, el asunto es bastante más complejo que la
tas es: ¿por qué, si cada ciudadano tiene un voto idéntico al de to-
negación del enunciado.
dos los demás, alrmentan las brechas entre ricos y pobres? Es decir, He seleccionado poco más de setenta de esas creencias, no porque
¿cómo es posible que en una democraciahaya indigencia y sobren en ellas se agote la lista, sino porque hay que empezar por alguna par-
alimentos? te, y porque después de recorrer unas cincuenta surge la necesidad
Nadie intentaría responder desde la matemática o las ciencias
-al menos así me sucedió a mí- de compartirlas con otros. (Como sos-
naturales preguntas como esta, excepto aquellos anacrónicos que pechamos que la lectura despertará en el lector la misma necesidad,
desean entender la sociedad desde un darwinismo social que ciee hemos diseñado una página web para que cada uno pueda sumar
en la selección natural. En todos los casos señalados, las respres- rnitos argentinos de su propia cosecha: <www.mitomanias.com.ar>.)
tas a las preguntas involucran los componentes más complejos de
¿En qué casos pienso qlle una creencia merece ser abordada? Me
las ciencias sociales: el poder y sus modos de funcionamiento. Ni guiaron al menos tres criterios. Primero, que haya sido en el pasado
la conquista de Tenochtitlán, ni las clesigualdades de género .i la o sea en el presente parte de las frases que escuchamos todos los
indigencia pueden explicarse sin comprender algo acerca de la ca- días. Segundo, que sea uno de esos escudos conocidos, esas mu-
pacidad de ciertas minorías o sectores para naturalizar ideas en una letillas para situaciones de crisis. En estas dos situaciones, se trata
sociedad determinada. Desarmar esos mitos es condición necesaria de creencias no necesariamente compartidas por todos, pero que
para potenciar cambios sociales y culturales. son culturalmente hegemónicas. En el tercero de los casos se trata
En primer lugar, es necesario abordar los mitos acerca de cómo de ideas que sólo plantean algunos conciudadanos poderosos, y lo
se conforma la propia sociedad. un país no puede desarrollarse, ni
hacen con tanta potencia que merecen ser abordadas, independien-
crecer, ni tener nociones fuertes de justicia social si no construye temente de cuánta adhesión generen. Si lo que usted busca es una
una identidad. suele decirse que no se puede tener futuro sin me- investigación académica acerca de quién afirma cada creencia, con
moria. Este libro busca poner en eüdencia que no podemos aspi_ qué frecuencia, cuál es su origen, puede cerrar el libro ahora mismo.
rar a un futuro más igualitario y democrático sin comprender anies Porque este libro intenta apenas vincular algunas propuestas de las
qr-riénes somos. Quiénes somos nosotros, los que participamos en las ciencias sociales y algunas cuestiones del buen sentido común con
decisiones, quiénes somos los argentinos y los habitantés del país. esas creencias populares. Y, cuando es posible, también divertirse.
Para poder responder quiénes somos sin apelar a frases Ár..r, Los mitos que construimos acerca de nosotros mismos son una
que hablen de músicas o comidas o dioses o héroes, es necesario ex- calamidad que debemos enfrentar y desmantelar. Son las mentiras
Y-
Acerca de la argentinidad 19
1 I lvlitomanías argentinas

sobre las cuales se sostiene la cultura argentina, una de cuyas dimen-


De aquella distorsión emerge un malestar constante entre io que
siones es nuestra cultura política. A los mitos naturalizados se opo- deberíamos ser y Io que hemos conseguido ser. Supllestamente está-
nen datos y hechos, pero también posiciones éticas e ideasJógicas. bamos destinados a ser Europa: pero no la Grecia ahora periférica
Para construir otra cultura política necesitamos des-mitificar. o la España de la crisis o los barrios marginados de los suburbios
Cuando pensamos en nuestro propio país y. expurgando el pesi- parisinos actuales. Porque esa Europa también fue fabricada a par-
mismo que nos parece lo único razonable, intentamos preguntar- tir de un recorte muy pequeño; así, se suponía que la Argentina
nos qué caminos podrían recorrerse para que todos los argentinos sería como los barrios centrales de París. Eso posiblemente era 1o
logremos salir del berenjenal, aparecen varias respuestas, a veces que deseaban también los otros barrios de París y las otras ciudades
compatibles entre sí y otras veces no tanto: educación pública, jus- francesas. Una aspiración bastante vanidosa y vana, incluso para va-
ticia, instituciones, derechos, innovación tecnológica. y la lista si- rios países europeos. Esa ilusión tan desmesurada se combinó con
gue. Pero cualquiera de esas propuestas pasa por alto una cuestión caminos políticos que llevaban a rumbos bastante discordantes con
fundamental: cómo podría un país saber qué desea ser si no sabe el objetivo. Con el paso del tiempo se fue instalando la idea de que
los argentinos teníamos un destino magnífico que no habíamos po-
qué es. O si tiene una imagen distorsionada de sí mismo. En este
aspecto, el caso argentino es excepcionalmente agudo: la distancia dido alcanzar, por algunarazón misteriosa o por culpa de tal o cual
entre el país que tenemos y el que creemos tener es abismal. Y esto grupo. Cada década estábamos más lejos de aquella ilusión.
De allí derivó Lrna obsesión por saber quiénes somos y cómo expli-
no sólo alude a los delirios de grandeza, sino también a las imáge-
car este fracaso. Esa obsesión queda al descubierto si se observa qtte
nes exageradas de 1a decadencia, tan ruinosas como las primeras.
una de las industrias que más se ha desarrollado es la que fabrica
Estas imágenes constituyen obstáculos para intentar aproximarnos a
mitos acerca de nuestra auténtica naturaleza, nuestro ADN, nuestra
una imagen más adecuada de quienes somos, que exiee un balance
esencia inmutable: europeos, genios, campeones, cornrptos, imbé-
realista de dos siglos de historia, así como una reflexión en torno a
ciles, víctimas, y así hasta el inf,rnito. La Autodenigración Nacional,
cuáles fueron los motivos de nuestros fracasos y cuáles son los capi-
pero también la Desazón o los Delirios de Grandeza. Cada mito pue-
tales económicos o culturales de que disponemos para conformar
de decir que somos de esta u otra forma, pero todos coinciden en
proyectos de futuro.
Hay hechos elocuentes: en América Latina (y más allá) el estereo-
un punto: seamos fantásticos o calamitosos, estamos condenados a
serlo. Lo único que podemos hacer es descubrir cuál es nuestra na-
tipo del argentino se asocia a la soberbia y la pedantería. Ciertamen-
turaleza, y así üviremos en este país con plena conciencia de qLre se
te, esto se refiere no sólo a cierto tipo de vegetación nativa, sino a
trata de una porquería irremediable, porque esto ya no lo arregla
que también sobre nosotros se aplican los procedimientos clásicos
nadie. Y, si alguien pudiera hacerlo, merecería, qué duda cabe, que
de estigmatización que usamos con otros países y grupos: se toman
lo nombráramos nuestro Salvador.
ciertos rasgos entre muchos otros, quizás un rasgo que está presente
Florecieron así libros completos que explican disparates como
sólo en un grupo, y se lo considera el rasgo por antonomasia, el que
ctráles serían nuestros genes o el atroz desgarramiento del ser na-
define a toda una nación. Ahora, me permito señalar que en esa dis-
cional. De este modo, muchos mitos han conseguido ser popula-
torsión hay algo de cierto: la elite argentina pretendió construir el
rizados y enclradernados de forma que su lomo se ubique en los
país edificando una mitología soberbia, y es posible que algo de eso
anaqueles de las librerías junto a excelentes investigaciones sobre
se proyecte en algunos de nuestros compatriotas cuando üajan al
situaciones sociales, políticas, históricas, culturales. Investigaciones
exterior. El enclave europeo de América Latina, cuya población está
que no siempre, quizá por obra del prejuicio, logran hacerse escu-
conforrnada por los descendientes de los barcos, la imagen del país
char. Y que cuando en efecto son escuchadas no se contrastan con
como granero del mundo, la "Argentina Potencia" son sólo algunos
las creencias sociales más expandidas. Menos aún son incorporadas
ejemplos de todo lo que es imprescindible desarmar para construir
al trabajo cultural, cotidiano, que un país hace sobre sí mismo a
otra figura con el rompecabezas argentino.
20 Mitomanias argentinas Acerca de la argentinidad 21

través de la educación, el periodismo, ia poiítica, lajr,rsticia, las orga- cho n-radrugar se amanece más temPrano" contra "ai que madruga,
nizaciones sociales y ei Estado en sr-ls múltiples facetas. Dios lo aytda" . En la cultura coexisten todos estos lugares comunes;
Aquelios libros sobre la Atitodenigración Nacional alimentaron son fi'ases que están disponibles y que pueden ser usadas indistin-
una mitología localista y basada en la ignorancia que postula que la amente por una misma persona, aun cuando sean contradictorias.
Argentina es el peor de los países del planeta o al menos de aquellos Entonces, ya no es tan relevante el contenido de lo que se dice, sino
con los que merece comparación; que es un país donde todo Io que que lo importante es el acto mismo de decir. ¿Por qué? Porque hay
existe hoy es peor que lo que hubo en el pasado. Estas y otras afir- un placer al enunciar un mito: el placer de afirmar de manera cate-
maciones genéticas acerca de la nación conforman un fenómeno górica una supuesta verdad que no puede ser refutada. No porque,
cultural peculiar: miles de páginas de consumo masivo para explicar en rigor, sea irrefutable. Lo que sucede es que en nuestra cultura se
por qué somos un fracaso irreversible. Estas afirmaciones aparentan considera de buena educación no confrontar directamente con un
ser cosmopolitas, modernas, autocríticas, antinacionalistas, pero en mito. Y quienes eventualmente estarían dispuestos a poner en riesgo
realidad constituyen una variante del nacionalismo cultural, porque su buena educación, posiblemente consideren inútil hacerlo en la
son deudoras de r.rna forma clásica del pensamiento argentino: ya cabina de un taxi, en la fila de un banco, en un vagón repleto o en la
qlre no podemos ser el mejor de todos los países (1o cual es bastan- sobremesa del domingo. A1 compartir un mito, y más aún al partici-
te obüo), entonces somos el peor (lo cual es ridículo y falso). No par de una conversación donde los interlocutores enuncian un mito
se sustentan en un conocimiento construido a partir de la compa- tras otro, se üve el placer de confirmar que hay una pertenencia en
ración con otras sociedades, sino en la supina ignorancia del país común, de experimentar la complicidad de quien guiña un ojo y
periférico. No son en absoluto modernas; son Llna variación del de- recibe una sonrisa, de que en medio del trajín de Ia vida diaria y eI
cadentismo que tomó posesión del imaginario de diversas culturas y estrés urbano, puede haber un suspiro.
sociedades a 1o largo de la historia de la humanidad. Así, una sociedad políticamente ardorosa, ideológicamente ca-
Sin embargo, Ia pregunta por la identidad es legítima. En efec- liente, es una sociedad en la cual pueden emerger mitos de derecha
to, saber quiénes somos es una condición imprescindible para po- y de izquierda, religiosos y laicos. Una sociedad en la cual el debate
der imaginar y proyectar futuros para el país. Pero esta pregunta se enfría no tiende a borronear los mitos de unos y de otros. Tiende
no encuentra Lrna respuesta única ni simple. Este libro expone y a adoptarlos todos juntos sin distinción de origen y función.
propone algunos datos e interpretaciones con los que ya contamos, ¿Por qué? Porque esos mitos ya no cumplen con su rol original.
en muchos casos gracias a esas investigaciones menos difundidas, y Es habitual que se proclame que lamentablemente los políticos
que plreden servir como apoyo para formular nuevos interrogan- nunca se ponen de acuerdo. Eso se afirma cuando quiere impo-
tes. Promueve el debate, no lo cierra. Intenta reflexionar a partir nerse circunstancialmente un arreglo. También se denuncian
de una determinada información, con la convicción de que ignorar muchos acuerdos como si fueran pactos ilegítimos cuando quiere
esos conocimientos sería renunciar a conocer nuestra multiplicidad forzarse su ruptura. Ya no existen quienes creen por principios que
y nuestra complejidad. Ios políticos deberían acordar y quienes creen que todo acuerdo
será un pacto espurio. Lo que abundan son personas que enun-
cian cualquiera de estas dos cosas u otras diez simplemente para
disfrutar de la afirmación de que todos son una porquería y sentir
El colmo: decir por decir que sus dichos son indiscutibles. Y que alguien se atreva a discutir-
los: ya verá cómo se Io descalifica. Adivine cómo se descalifica al
Hay mitos que funcionan como los dichos. Es sabido que hay dichos que cuestiona. Otra vez: apelando a nuestra mitornanía.
para cada situación, incluso si afirman exactamente lo contrario Con ese señor debemos discutir. Nada bueno pr.rede salir de dis-
como "no hay dos sin tres" y "Ia tercera es Ia vencida", o "no por mu- frutar egocéntricamente de la propia voz diciendo cosas en apa-
22 Mitomanias argentrnas
Acerca de la argentinidad 23

riencia irrebatibles que, bajo una mirada Lrn poco más exigente,
no podrá deshacerse de algunas creencias, de algunos mitos, pero
son completas boberías. Y menos si quienes quieren escuchar su
podrá, al menos, mantener una relación más reflexiva con ellos en
propia voz tienen altavoces, grandes medios o mucho poder. Que
el futuro. Un barco consciente de los metales pesados que carga
qtrede claro: si no los tuvieran, también se trataría de una posición
en su bodega.
que debe cuestionarse. Atacar ese dispositivo de enunciación es
parte de un debate cultural necesario, un debate sobre los valores
y las creencias de la sociedad argentina que se apoye en datos, en
argumentos, y no en afirmaciones huecas. Ahora bien, si los fabri-
Nota sobre los mitos
cantes y reproductores de mitos tienen el poder de decir por decir
fórmulas idénticas con resonante petulancia, entonces el esfuerzo
Si usted quiere ir directo al grano y contrastar mi lista de mitoma-
será más arduo. Un conflicto de convicciones es también una lu-
nías argentinas con la suya propia, vaya sin escalas al primer grupo
cha de poder.
de mitos, en la página 27. Por vicio profesional, necesito hacer to-
Hace varias décadas solía hablarse de la lucha ideológica como un
davía algunas aclaraciones. En relación con los mitos, se han de-
debate de contenidos. Por ejemplo, si la libertad estaba por encima
sarrollado distintas concepciones teóricas. La primera de ellas ha
de todos los valores o si la igualdad debía ser al menos tan importan-
enfatizado la manera en que, a través del relato sagrado, una co-
te como la libertad. Esas discusiones son cruciales, pero para poder
munidad determinada ofrece explicaciones acerca de cómo es el
desarrollarlas necesitamos enfrentar el problema del método. No se
mundo o cómo ha tenido origen una sociedad, una institución o un
puede discutir mitológicamente; no se puede confrontar democráti-
objeto. La segunda ha enfatizado el carácter tergiversador del mito:
camente sobre valores recurriendo sobre todo a frases hechas y fór-
el relato popular como falsificación de una determinada realidad.
mulas vacías. Para deshacernos de ellas, lo primero que necesitamos
La tercera vertiente ha señalado el carácter movilizador e interpela-
hacer es analizarlas. Tratarlas como bombas de tiempo que deben
dor de la mitología, su función creadora. Este libro concibe al mito
ser desarmadas. Esa es la tarea en este momento.
simultáneamente como una explicación de la realidad (una suerte
El punto es que, parafraseando a Atahualpa Yupanqui, "los mitos
de teoría popular), como una incitación a la acción y como una fal-
son de nosotros, las vaquitas son ajenas". Las penas a las que aludía
sificación. Cuando una sociedad o alguno de sus sectores poderosos
el cantor seguramente tenían su origen en la relación con otro, más
persiste en el intento de üür en lajaula de la mitología nacional, no
poderoso. Pero las penas, como los mitos, son de nosotros porque
tenemos por qué permanecer neutrales.
todos üümos dentro de ellos. El que los enuncia no es ni un mal-
No se trata de que podríamos üür "sin mitos", algo así como te-
vado ni un gil, aunque giles y malvados nunca falten. Los mitos son
ner "ideologías científicas". Esa puede ser una forma especialmente
de nosotros porque los decimos todos. Porque los creemos. O los
poderosa de la política y de la fabricación cultural. Se trata de que
decimos por decir.
las mistificaciones que se han edificado a lo largo de décadas en
Estoy convencido de que hay valores éticos irrenunciables. Yque
nuestra sociedad manipulan de manera burda los datos de la reali-
los valores no se defienden sólo con datos, claro está. Pero se verá
dad, generando explicaciones erróneas que luego se trasladan acti-
en estas,páginas que para avanzar hay que despejar el camino, y
vamente a prácticas económicas, institucionales, cívicas y políticas.
para eso hay que salir a machetear por Ia selva argentina de los
Por eso, es importante buscar y comprender los mitos argentinos.
mitos, para abrirnos una picada. No todos los que emprendamos
Mi intención en este libro ha sido sistematizar y poner en discusión
este recorrido querremos llevar ei barco al mismo puerto; algunos,
mito por mito, conformando una lista provisoria que ojalá pueda
incluso, se preguntarán si hay destinos finales o simples arribos
ampliarse en el ftituro. Deshacer algunos de estos mitos es una con-
parciales. Pero es necesario que ese barco se desprenda de las ama-
dición necesaria, aunque no suficiente, para poder imaginar otros
rras mitológicas y, al mismo tiempo, que tome conciencia de que
Futuros para la Argentina.
24 N4itomanÍas argentinas Acerca de la argentinidad 25

- La experiencia social sedimenta en sentidos comunes, en miles dades sin narraciones de uno u otro tipo. La efervescencia colectiva
de pequeños y grandes mitos que muchas veces operan como ba_ es parte de laconstrucción de una sociedad democrática.
rreras culturales, como obstáculos para los procesos de cambio so- Es por eso que este libro aplrnta en otra dirección. Busca atacar
cial. Este libro, al describir algunos de los más importantes, preten- con fundamentos pro\.enientes de la investigación sociai algunas
de promover el debate acerca de quiénes somos y cómo podemos creencias qtLe resultan especialmenre dañinas para nrrestra socie-
proyectarnos. dad. Esto hace posible -y así lo proponemos- que quienes clisientan
Imaginemos a una persona a la que le gustajtigar al fútbol, pero con la posición que aquí se despliega ptredan utilizar formas análo-
que no tiene una habilidad especial para ese depor-te. si desei ser gas de argumentación.
aceptada, ¿cómo le conliene comportarse? Evidentemente, no clebe Hay muchas teorías acerca de por qué a los argentinos nos pasa
intentar lucirse, eludiendo y haciendo jugadas de lujo, puesto que Io que nos pasa. Teorías económicas, teorías políticas, de uno y otro
por ese camino caerá en el ridículo. Le conüene ser consciente de tipo. Aquí no queremos ofrecer otra teoría, aunque sí otro enfoque.
sus capacidades y limitaciones, tal como son percibidas por sí misma Querernos observar desde la cultura nuestras propias creencias, in-
y por los demás. cumprir su ror de acuerdo a sus cualidades. Imagi- cluyendo algunas de esas teorías. Creencias sobre la población, so-
nemos a una mujer o un hombre que desean presentarse del mejor bre el territorio, sobre la economía y la política. Nuestra crítica a las
rnodo posible en una fiesta. Podrán escoger su ropa, srs acceso.io, y falsas creencias que aquí revisamos se sustenta en saberes surgidos
su maquilla3e hasta un límite, por debajo del cual no habrán sabido en las ciencias sociales. Necesitamos más investigación en ciencias
utilizar sus potencialidades y por encima del cual se acercarán al sociales si, además de "agregar conocimiento a la cadena producti-
absurdo. va" para posicionarnos mejor con las exportaciones, aceptamos que
¿Por qué un país funcionaría de manera diferente, si cotidiana- es imprescindible "agregar conocimiento" al debate público y a las
mente se presenta en la sociedad mundial y si participa al mismo políticas públicas. Por eso, el lector encontrará en estas páginas va-
tiempo de muchos y diferentes juegos internacionales? soy cons- rias voces, distintas referencias a investigaciones históricas, socioló-
ciente de que el argumento global ha sido muy usado en años re_ gicas o antropológicas de la Argentina. Muchos más autores pueden
cientes para intervenir en favor de que la Argentina se adapte al y deben ser incorporados a esta tarea.
neoliberalismo y al consenso de washington. pero aquí .ro ,. t.uru La mavoría de estos mitos tiene varias décadas de üda, historias
de comportarse como este o aquel poder mundial que lo culturales ml-ry extensas. Algunos de ellos cobraron mayor potencia
hagamos, ya que ello responde a sus intereses y no a"rp..u
los nuástros. en la actualidad, otros en los noventa, otros están allí esperanclo ser
se trata de saber no sólo cuáres son nuestros intereses, sino cuáles más utilizados. Son importantes en todas las coyunturas políticas, y
son nuestras capacidades y limitaciones. Este libro pretende colabo_ datan de mucho tiempo antes del surgimiento del kirchnerismo, e
rar para que podamos empezar a distinguir la pala (por ejemplo, el incluso del menemismo. Diría que fenómenos políticos como esos
Consenso de Washington) del trigo. No creernos más, ni menos, de han sido muchas veces leídos a través de estas falsas creencias. Nt¡
lo que somos. No hacer el ridículo y no subordinarnos. resulta sencillo escribir un libro sobre estos temas en la Argentina,
uno de los grandes desafíos para la Argentina es poder construir donde Ia pregunta de coyuntura se impone: muy bien, lpero ustecl
una lógica distinta del debate público. Necesitamos nuevas formas está a favor o en contra? Resulta difícil explicar que uno está a favor
de argumentación, qlle no renuncien a ras tribunas del estadio, a de más democracia, de más igualdad, de másjusticia, y por lo tanto a
las banderas o las marchas, pero que sepan que las elecciones no favor de todas las medidas que al,uden a alcanzar esos objetivos y en
se ganan ni los países se gobiernan sólo con riturgias, narraciones contra de las que nos alejen de ellos. ¿En cuántos diálogos de sordos
o mitos. Sabemos, sin embargo, que opone.se a loi relatos popula_ hemos participado? Bueno, después de las numerosas frustraciones
res sobre grandes hombres y mujeres o sobre momentos epicás
ae
que el oído nos ha deparado en los bares (¿quién no escuchó char-
nuestra historia es, en cierto sentido, oponerse al aire. No hay socie- las de café en las que se detecta que alguno de los interlocutores
'r'*
26 lvlitomanías argentinas

salta de un mito a su contrario sin mlrchas dificultades?), aposta_


mos a un libro, Io que significa apostar a la mirada reflexiva del
lector. En el taxi y el colectivo, a las palabras se ]as lleva er viento. I-NITU§ PITNMTTRB§
El artefacto "libro", en cambio, permite al lector hacer fast foru.tard,
y reui'nd,, es decir, adelantarse en el recorrido o volver atrás cuando
quiera reüsar algo, porque las palabras impresas estarán allí, o aquí,
para contribuir a cada búsqueda, para impulsar el debate y para ser
debatidas.
Y-

---

Famosos globalmente por nuestra soberbia, así como no-


sotros teneRlos nlrestros chistes de gallegos hay muchos más chistes
sobre argentinos dando lueltas por el mr-rndo que lo que podemos
referir aquí. No los voy a contar, porque a mis amigos generalmen-
te no les hacen mucha gracia. Pero es importan[e registrar que so-
mos burlados y a veces detestados por nuestra pedantería, aunqlre
esta, en realidad, no se encuentre equitativamente distribuida entre
nuestros compatriotas. Hay algunos muy humildes y otros que s¿
la han creído'. más penas entre los primeros, más vaquitas entre los
engreídos. Será que entre los que üajan al exterior hay más de los
segundos que de los primeros, o será que son más notorios. O acaso
simplemente que aquellos argentinos que se comportan tal como
1o indica el estereotipo del soberbio son considerados auténticos
representantes de su nacionalidad y el resto, raras excepciones. Por-
que, a decir verdad, cuando los extranjeros vienen a estas tierras
muchos de esos estereotipos se desarman.
Lo cierto es que la Argentina se construyó creyéndose muy distin-
ta y superior a sus vecinos. El percibirse como un pedazo de Europa
en zor'a equivocada, la facilidad para alardear o para creer que el
subdesarrollo es algo allende nuestras fronteras, son características
que han entrado en crisis hace varios años, pero que a la vez han
revelado una persistencia sorprendente. Si pensamos que estamos
condenados al éxito, cadavez que no ganamos un mundial de fútbol o
de algún otro deporte , cadavez que el país no brilla en la cumbre de
las estadísticas del tema de la semana, surgen dos tipos de respuesta.
Una, anudada a esa soberbia, es la de la injusticia de un mundo em-
peñado en ponerse contra los argentinos, de árbitros que siempre
fallan contra nr-restros intereses legítimos. La otra, que ocupará el
siguiente capítulo, refiere a que si no somos los mejores es porque
simplemente somos los peores.
,--

30 N4itomanias argentrnas

Otro elemento, del que no podremos oclrparnos aquí, se refie-


re a los malentendidos surgidos de situaciones interculturaies. Ha-
bitualmente, comparaclos con ciudadanos de países cercanos, los
argentinos utilizamos Lln tono de voz más alto, más contundente;
nos importan nlenos lasjerarquías, reclamamos inclnso frente a una
azafata por nLlestros derechos, no somos mu,v esquivos al conflicto
ante cualquier percepción -razonable o no- de injusticia. Y esos há-
bitos, profundamente incorporados, son interpretados muchas ve-
ces como parte de esa soberbia que genera fuerte irritación: ¿Quié-
La Argentina es un país europeo
nes se creen que son?
Más allá de las percepciones de /os de afuera, creemos qlre es Gracias a la inmigración, la educación pública, la
necesario preguntarnos qué hay en nlrestra cultura y en nuestras « industrialización y la integración soc¡al, la Argentina
creencias que alimenta ese lugar común. Estas creencias tienen tiene un nivel de desarrollo que la distingue de todos sus
origen en un núcleo muy firme vinculado a cómo se proyectó, se
imaginó y se desplegó la idea de nación. En efecto, la Argenrina """'r.".
»
fue concebida por algunos de sus padres fundadores en la segunda
mitad del siglo XIX como un enclave europeo en América Latina.
Es decir, un país que por su cultura, su población y sus posibilida- Quizás este sea el mito padre de todos los mitos nacionales. Primero
fue una profecía. A mediados del siglo XIX, varios presidentes e
des era comparable a los ubicados del otro lado del Atlántico (al
intelectuales argentinos soñaron con promover la inrnigración para
norte de Africa y no en Africa misma, claro está). Por lo tanto, con-
poblar el desierto. La inmigración debía llegar, de acuerdo con este
trastaba (y se la hacía contrastar en los relatos sobre Ia nación) con
proyecto, desde los países más desarrollados de Europa. La llegada
los vecinos tan diferentes de Brasil, Bolivia o Paraguay. La soberbia
de inmigrantes de zonas pobres de España e Italia comenzó a gene-
de los argentinos es un estereotipo, pero esta idea, de profundo
rar frustración, por no mencionar que acrecentó los niveles de con-
desprecio hacia el resto de América Latina, existió y se percibe aún
flictividad social y política. Sin embargo, una vez finalizado ese pro-
en nuestra cultura.
ceso, cuando comenzaron a llegar a las ciudades los pobladores del
Hay algunos mitos patrioreros. antiguos y contundentes, que ne-
interior del país, los llamados despectivamente "cabecitas negras", la
cesitamos reüsar desembozadamente para comenzar a desandar ese
figura del inmigrante europeo, trabajador, que enviaba a sus hijos a
camino y a desarmar comportamientos qlre nos distancian, incons-
estudiar para el progreso del país, comenzó a ser idealizada.
cientemente, de nuestros ofros más cercanos.
En nuestro imaginario nacional, esas ideas se mezclan de modos
confusos con los grandes éxitos argentinos: una poderosa educa-
ción púrblica, una temprana reforma universitaria, un desarrollo
industrial y una legislación social importantes hacia mediados del
siglo XX. Esos y otros logros no fueron generalmente analizados in-
troduciendo todos los matices que requieren, es decir, advirtiendo
Ios procesos de exclusión reales en los diferentes períodos, cons-
tatando las dificultades institucionales y democráticas recurrentes,
planteando la persistencia de desigualdades brutales entre zonas del
país. En el momento en que el mito de la soberbia monopolizó el
32 ¡u4rtomanÍas argentinas Mitos patrioteros 33

asunto, la Argentina fue considerada un país extraordinario, v eso


se identificó con Europa.
J -r'
La unidad nacional se basa en el territorio

FIay tres procedimientos problernáticos en ese mito. Uno, la idea- dd El fundamento de la identidad argentina es el territorio nacionaf,
hzacíón (pasada o presente) del país. Dos, y como consecuencia, \\ tal como se observa en los mapas escolares: somos los dueños
la inüsibilización de los problemas reales, tanto actuales como del de la "Antártida Argentina" y estamos rodeados por terr¡tor¡os
pasado. Y tres, quizás el rnás importante, la identificación del ideal grises indiferenciaOos. \ \
con "Europa". Este último pllnto se mantiene incluso cuando la so- §§
berbia cede el terreno a la idea de que hemos entrado en una de-
§§
cadencia nacional porque ya no somos como fuimos: europeos. Es Uno imagina su lugar en el mundo en gran medida por las imágenes
importante registrar lo siguiente: si el debate se reduce a si somos que tiene de su ciudad o de su país. Y en la formación de estas imá-
europeos o si lamentablemente ya no Io somos, se parte de la idea genes, el trabajo de la escuela es fundamental. De hecho, nuestra
comírn de que eso es lo que cleberíamos ser. idea acerca del territorio se explica en gran medida a partir de varias
¿En qué lugar de Europa, del pasado o del presente, existe esa experiencias que los argentinos hemos tenido en Ia escuela. Para
Europa idealizada? Ciertamente, cuando en el siglo XIX generaba cllalquiera de nosotros es difícil tener una representación mental
frustración que la inmigración no viniera cle las zonas industriales de nuestro país que eluda la imagen identificada con esa forma de
de Inglaterra o Francia sino del sur empobrecido, era porque el bife de chorizo estirado. Me atrevería a sugerir qlre, en la idea que
üejo continente no se percibía como un ente homogéneo. Europa Ios argentinos tcnemos del territorio, la acción de los mapas escola-
no era Calicia o Nápoles, sino Londres, Mánchester o París. Pero si res no 3 o n" 5 ha sido muy eficiente. En esos mapas, en particular
uno pudiera observar cómo era realmentelavida de la mayoría de los los de división política, la Argentina aparece blanca con los límites
obreros reales, incluso en las ciudades idealizadas, se daría iuenta interpro,v'inciales punteados, el mar aparece celeste y todo el resto,
de que aquellas sociedades del viejo continente distaban mucho de los países vecinos, aparece grisado de manera homogénea, cuando
ser una maral.illa. No es casual que los moümientos obreros hayan en realidad son países muy diferentes y con nombre propio. En esas
tenido allí tanta fuerza a fines del siglo XIX e inicios del XX. imágenes escolares hay un recuadro en la parte inferior derecha
Exactamente el mismo razonamiento debería hacerse hoy en que indica "Antártida Argentina" en lugar de "Antártida solicitada
día. La Europa idealizada no es Grecia ni Portugal, ya ni siquiera por la Al-gentina". En los mapas chilenos también se presupone que
España. Europa, como lugar perfecto, como destino por alcanzar, Lrna parte -notable- de lo que, segúrn se nos informa, es Antártida
va empequeñeciéndose poco a poco. Por supuesto, si uno toma las Argentina es, del otro lado de Ia cordillera, territorio chileno. To-
mejores dos décadas de cualquier país puede construir una buena dos sabemos que no "es", ya que no hay tratados al respecto. Pero
imagen de muchas sociedades. Este procedimiento, para cualquier segr-rimos imprimiendo mapas y distribuyéndolos entre millones de
mirada medianamente crítica, resulta inaceptable. argentinos. Creamos así la idea de que eso "es" la Argentina cuando,
En el fondo, el problema radica en que necesitamos buscar una si bien la Argentina propone que eso sea así, hoy por hoy no tiene
imagen afnera. No esui mal observar al resto del mundo y sentirnos s<.¡beranía sobre ese territorio.
impulsados a lograr lo que hayan logrado otros países en tal o cual Otras imágenes territoriales circulan y producen efectos podero-
aspecto. Renunciar a hacerlo sería otra forma de la soberbia. pero es sos acerca de cómo imaginamos lrueslro territorio. La imagen deI
sospechoso que, si hay algo para aprender de cada uno, en la lista de territorio nacional extraída del contexto continental, que sr-rele
países a considerar no figuren Brasil, Uruguay, China u otros. Salir aparecer en los medios de comtrnicación, me proclujo a mí mismo
del mito de que somos un país europeo (o lamentarse porque no lo una confusión notable. Durante mucho tiempo creÍ qr-re Tierra del
somos, qlle es casi lo mismo) es una condición necesaria para, al mis- Fuego era una suerte de triángulo rectánglrlo. Eso es correcto si se
mo tiempo, pensar desde otra perspectiva nlrestro lugar en el mundo. refiere a nlrestra provincia de Tierra del Fuego, pero no a la isla de
34 Mitomanías arEentrnas Mitos patrioteros S5

Tierra dei Fuego, la mitad de la cual es chiiena y se había evaporado §,s La Argentina debería tener la extensión del Virreir¡ato
de mi propia imagen territorial gracias a un exceso de consumo de del Río de la Plata
mapas que llevan a equívoco. La forma de la isla, como tal, es más §§
"§ '§.
bien la de r-rn triángulo isóscelesi partida por la mitad parece formar \\ El territorio del Virreinato, que inciuía Paraguay, Uruguay y una
un ángulo recto, pero esto responde a un límite político, no natural. parte de Bolivia, correspondía naturalmente a la Argentina.
Podrá creerse qlre estos no son mitos territoriales, sino simples Haberlo perdido es un desastre y un capítulo de nuestra
malentendidos escolares. En ese caso, sugiero üajar a Río Turbio decadencia. \ .s \ \\
y buscar en las rutas los carteles que indican que "Chile" o "Puerto §§'
§d
Natales" se encuentran a tan sólo 30 km en determinada direcciórr.
Esos carteles no existen porque los mapas, qlre nos abstraen del Cuando uno observa el mapa actual de América del Sur, por no
contexto de nuestros vecinos, se hacen realidad en otros modos de decir de América Laiina, resulta sorprendente cómo, a partir de dos
inüsibilizar esas presencias. T'ampoco se trata de una peculiaridad pocleres coloniales (España y Portugal), han surgido diez países. Las
argentina. Del otro Iado de Ia cordillera se verificará exactamente el explicaciones tradicionales señalan especialmente la existencia de
mismo problema. Poner el cartel, cambiar el mapa, es desmitificar. tres virreinatos o administraciones coloniales qLle estrlrcturaron la
La historia oficial tuvo dificultades para determinar una base de vida independentista. Pero en realidad hubo otros I'enómenos his-
pertenencia nacional en nllestro país: en la medida en que criterios tóricos que complicaron más la situación, generando procesos cen-
como el de la unidad lingüística o religiosa eran demasiado ende- trífugos en los años inmediatamente posteriores a 1810. La rápida
bles, finalmente se optó por tomar como criterio de definición la autonomía de Asunción, las tensiones con la Banda Oriental, las
unidad territorial. Como señala Luis Alberto Romero en La Argen- disímiles perspectivas respecto de Chile son interpretadas, desde la
tina en la escuela: "¿Qué es la Argentina en el sentido común? En historia y la geografía nacionalistas, como obstáculos que imposibili-
primer llrgar, es una imagen característica de la experiencia escolar: taron el cumplimiento de un destino. Ese clestino era una Argentina
un mapa, con los contornos fuertemente marcados, qLre correspon- tan vasta como el Virreinato del Río de la Plata, que liegaba incluso
de a una porción de territorio de fronteras definidas y categóricas". hasta el Alto Perú, En realidad, esa concepción teleológica -había
Y más adelante: "Se afirmó, hasta convertirlo en idea natural, que un destino- que alguna vez sustentó visiones geopolíticas se basa en
la nacionalidad argentina emana de Lrn territorio que era previo a una presunción inventada por los alltores nacionalistas. Las ciuda-
todo, y que en un cierto sentido estaba ya dibujado antes de la lle- des de aquel virreinato, creado poco más de tres décadas antes de
gada de los españoles, separando y diferenciando a los aborígenes Ia Revolución de Mayo, no estaban destinadas a formar una nación.
argentinos de los paraglrayos, boliüanos o chilenos". En 1810 ningún sentimiento nacional las unía (como señala Chia-
ramonte en Ciud,ades, prouincias, estados) y, por el contrario, fue la
organización muchas veces traumática de un Estado lo que a poste-
riori instituvó un sentido de pertenencia que no fuese el americano
o el estrictamente local.
Ahora bien, el mito del Virreinato conro desrino incumplido pro-
duce múltiples daños: primero, la idea de una nación frr-rstrada o in-
completa; segr-rndo, una concepción desdeñosa de nuestros vecinos,
que podría llevar a tensiones en el futuro. Ciertamente, hoy ese mito
ha perdido mucho de su viejo poder, que se articulaba con las pre-
tensiones hegemónicas de laArgentina sobre la región, pero es mejor
cavar la fosa y enterrarlo que dejar que se pudra a la intemperie.
36 I\4itomanÍas argenttnas Mitos patrioteros 37

-
De este mito de nacionalismo territorial :rllrge la matriz de nr-res- del territorio nacional. Por otro, una historia oficial, que también
tro desprecio hacia los países vecinos. se debilita, sobre el oivido o decreto de inexistencia de los procesos
que lievaron de un territorio a otro. Sin embargo, ambos son aún
porentes a la hora de estructurar nlrestras percepciones e imagirra-
ciones acerca de los países vecinos y, consectientemente, acerca de
Bolivia y Paraguay son países de indios quiénes somos y dónde estamos.

Esta porción de Europa que es la Argentina está rodeada de


países poblados por ¡ndios, de vecinos que representan el
atraso y la barbarie. \ §

g§ Brasil, país de negros, playas y carnaval
§s Brasil es una playa preciosa donde todo el año es camaval,
A pesar de las similitudes étnicas y culturales a ambos lados de los generoso en mulatas, fiestas y caipirinha. Obrigado. \ \
ríos Bermejo, Pilcomayo y Paraná, la Argentina era pensada como
Europa. Pero para ser concebida como un enclave elrropeo, necesi-
PP
taba convertir a sus vecinos en "otros". Para emblanquecerse imagi- Nluchos lectores de este libro habrán disfrutado de una piaya brasi-
nariamente, necesitaba indigenizar o ennegrecer a quienes estaban leña. El resto desearía conocer ese paraíso de morros y arena. Hasta
del otro lado de la frontera, convertir a sus vecinos en países de in- hace pocos años Brasil estaba presente en la imaginación de los ar-
dios. En realidad, la población del país era mucho rnás heterogénea gentinos como el país de las playas, la fiesta, el carnaval, Ias mulatas v
que Ia soñada por los ciülizadores. Sin embargo, allí donde dentro (calculo también) los mulatos. El Imperio de Brasil, esclavista hasta
de la Argentina terminaba la presencia de los "descendientes de los flnes de la década de 1880, no ingresó en el imaginario social como
barcos" y comenzaba la presencia indígena o mestiza, se edificaba rrna potencia militar sino como "un país de negros".Jlrnto a los "paí-
una frontera dentro del propio territorio. En términos de ciuda- ses de indios", esta figuración contribuía mucho a que la Argentina
danía, la Argentina terminaba allí donde ya no había "argentincs" se imaginase a sí misma como país europeo.
como crisol de las razas elrropeas. El "atraso" relativo de Paraguay o En 1921, el presidente de Brasil recomendó que la selección
Boliüa en cuanto a grado de industrialización o educación pública nacional de futbol que viajaría a Buenos Aires no incluyera juga-
venía a confirmar la supuesta europeidad de la Argentina, en lugar dores mulatos ni negros. El presidente quería ay.udar a "mejorar Ia
de strscitar reflexiones aceÍca de la historia política (1o que habría imagen de los jugadores brasileños", que cinco años antes habían
sido más atinado), por ejemplo en torno a las características de la sido llamados "macaquitos" por Ia prensa argentina. Quería que el
explotación minera colonial en el A-lto Peír o la Guerra de la Triple fútbol a1'r-rdase a desmentir el carácter negro de Brasil. Así, como
AIianza. estudió Ilmar Mattos, se partía de Ia idea racista de que un país
Esos "verdaderos otros", tan clistintos de "nosotros", tornan más "de negros" era un problema y se trataba de desmentir el estereo-
sencilla'la idea de que la Argentina actual es una porción de Euro- tipo con el fútbol. Pero el prejuicio era muy poderoso, y no fue
pa. Además, la imagen del territorio nacional como un "gran desier- en aquella época cuando la imagen que Argentina tenía de Brasil
to" se simplifica al expulsar esas zonas, con poblaciones diferentes, cambió. Hacia mediados del siglo XX, en las ciudades fronterizas
de nuestra propia historia. Como muchas de ias ideas falsas que los entre ambos países, argentinos y brasiieños establecían relaciones
argentinos tenemos de la Argentina, esta también tiene dos caras. mr-ry asimétricas: los primeros ocupaban el lugar de las clases me-
Por un lado, un nacionalismo que ha perdido fuerza y que se encar- dias blancas, educadas, comerciantes, y los segundos ocupaban el
na en la nostalgia por el "auténtico" territorio virreinal como base lugar de los mlrlatos, de los trabajadores a destajo.
7-
38 Mitomanias argentlnas l\,4itos pakioteros 39

Esta imagen de superioridad argentina se extetrdía ¿r amplios y es necesario comprender que Brasil es un país que ha tenido mayor
diversos sectores de la socieclad. No se percibía la compiejidad de cor:rtinuidacl económica, política e itrstitucional, y que eso conlleva
Brasil, qr-re, más allá de sus serios problemas de exclusión social, iba mr,rchos elementos positivos i, algunos negativos. La mayor continui
construyendo planes de industrialización y fortaleciendo sus institt¡ dad de la esclavitud en el siglo XIX no parece ser un rasgo elogiable,
ciones y empresas públicas. C.luando la Argentina fabricaba ar.iones como tampoco 1o es la continuidad de Ia clausura de los archivos de
en Córdoba, el gobierno brasileño propuso una cooperación entre la dictadura militar, qr-re permanecieron cerrados hasta 2011. Si se
ambos países. Era la época no sólo de la soberbia argentina, sino intentara una comparación rigr-rrosa, y a pesar de Ia escasez de polí-
también de ias hipótesis de conflicto bélico enrre ambos países. La ticas de Estado en la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, las
elite miiitar y diplomática argentina creía que podía ser hegemóni- imágenes de ambos países serían más complejas que lo que el elogio
ca en la región y que eso implicaba evitar el desarrollo de Brasil. La acrítico qlre a veces se hace a la sociedad brasileña permite observrr.
proplresta fue rechazada, qtizá con cierta mofa: ¿hacer av'iones con Los elogios y las críticas sólo valen la pena si buscamos aprender,
Brasil, un país "atrasado"? más que reproducir mitos. Para ello necesitamos abolir toda ilusión
lVlientras resonaban las carcajadas argentinas, el programa desa- de superioridad patriótica, así como todo llanto de inferioridad, dos
rrollista se desplegaba con éxito en Brasil desde Juscelino Kubits- rasgos dañinos y constitr-ltivos de nuestro país.
chek en adelante, en tanto que la Argentina oscilaba enrre la formu-
Iación de programas de desarrollo y las crisis recurrentes. Yaciretá
fue una resplresta argentina, mucho menor en capacidad, a la ini-
ciativa de Brasil en Itaipú. A fines del siglo XX, la Argentina había Uruguay es una provincia argentina
desarmado la producción de aviones y Brasil, con Embraer, se erigía
en una potencia internacional en esa área al convertirse en un pro-
veedor clave para la renovación de Ia flota de Aerolíneas Argentinas.
dd
\\
Uruguay es tranquilo, la gente es cordial, sus playas son tan
hermosas y sus edificios de gobiern,o tan pequeños... Es una de
Ya no resonaban las carcajadas. nuestras provincias más lindas.
\\
En Ia actualidad, tanto dentro de las elites militares como en las §"§
§§
d_' d
relaciones sociales en las fronteras, las jerarquías se han invertido.
Petrobrás contra l?F y toda una lista de comparaciones dan cuen- En el imaginario nacional argentino, Urr,rguay oclrpa un lugar curio-
ta de los resultados. Eso no significa que el europeísmo argentino so. NIás qLre Lrna alteridad pasible de ser indigenizada o ennegreci-
haga agua en las playas brasileñas. Pero, como país propenso a las da, sr-r analogía racial imaginaria 1o torna fagocitable, asimilándolo
dicotomías, que va de un extremo a otro, conüven en nosotros dos a r-rna "provincia", hgura de largo anclaje colonial. La idea de que
imágenes opliestas de Brasii. Por una parte, el país del atraso y la ex- -por su historia, su lengua, su composición poblacional y, lo que no
clusión; por otra, la potencia industrial e internacional en que logró es menor, su cultura "rioplatense"- sería una parte de la Argentina
convertirse a partir de sus políticas de Estado. constitlrye una negación de un otro qlle existe jr-rrídica e histórica-
La primera de esas imágenes es sencillamente falsa y por comple- mente. La combinación de la matriz clasificatoria, donde el otro
to desinformada. Só1o sobreüve entre quienes llegan y saien cle una sólo se constmye en términos de oposición, con la idea de que la
playa brasileña sin aprender a decir "obrigado", qlle no son pocos. Argentina es Buenos Aires v con el pensamiento virreinal acerca del
La segunda tiene fuertes elementos de verclad, pero se trata de una territorio clestinado a la Argentina, produce esa peculiaridad. La
verdad parcial. En primer lugar, porque la Argentina no debería circulación de ideas y personas en el Río de la Plata no puede ser
pretender tener un poder equivaiente al de un país con una pobla- menospreciada, ciertamente, como tampoco los elementos compar-
ción cuatro veces más numerosa y con un territorio mucho más ex- tidos surgidos de esas y otras interacciones. Sin embargo, Buenos
tenso. En segundo lugar, porque, a la hora de hacer comparaciones, Aires se encuentra entrelazada con una formación cultural nacional
t
I
n
\
i Mitos patrioteros 41
40 lvlitomanÍas argentinas
-: !!
n en extremo heterogénea, que no se reduce a la ''cultura rioplatense,, educativos _v mediáticos -en los cuales esas eiites políticas deberían
d
d
! y que es muy diversa. En los últimos años, se ha hecho evidente que ¿sner algtina incidencia-
han permeado poco esos nobies concep-
6
5 existen diferencias no sólo jurídicas, sino culturales, entre ambos tos bolivarianos, ya que el hombre de la calle tiende a pensar en su
É
n países, y que esas diferencias no deberíar), aun cuando esas dife_ ¡-rgar coino Lrn aparte del subcontinente.
Así, por un laclo todos conocen ese "nosotrcs" de las indepen-
t
rencias sean comparativamente menores, ser negadas. El plano más
evidente es la diferencia de culturas políticas; en este sentido, Uru_ clencias, cle las expoliaciones y del sueño común de tantos héroes, y
guay constituye un caso de consensos y gradualismos peculiar en el apelan a é1 cada vez qr-re corresponde hacerlo. Pero en el habla coti-
contexto latinoamericano. diana de la calle o de los medios, América Latina es afuera, es otro.
El punto es que esa percepción, heredera del período colonial,
i pretende hacer como sl no hubieran sucedido una multitud de pro_
I cesos históricos -que datan de la época de Artigas y la guerra de
I
1826 y llegan hasta el siglo XX, involucrando cuestiones que van
d d L, hermandad latinoamericana
desde el fútbol hasta las pasteras-. Un porteño puede percibir tan
cercano culturalmente a Lrn montevidearlo como a un rosarino. Eso
no niega que haya una diferencia no sólo jurídica, sino también
histórica y cultural.
tq ::::"'"::i:ry#ffi i" ffi: :rT"ff::::
§s
n'""'"'

Es positivo que los urlrguayos sean Lrno más entre nosotros y vi-
ceversa. Pero me parece importante que eso sea consecuencia de El mito de la hermandad es políticamente correcto. Convive con
considerarlos un país igual a cualquier otro y no un anexo. el anterior, ya que en el mundo del mito sobra espacio para las
contradicciones. Según el mito de la hermandad, somos todos des-
cendie ntes de la misma Ntadre Patria, frecuentemente equiParada
con la Península Ibérica. Este mito siempre se apoya en un suPues-
Allá, en América Latina... to de sangre, que conlleva una alianza inquebrantable y un destino
común. Todo esto ha sido desmentido, ya que las alianzas y los des-
En Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo o Santiago tinos son construidos por los gobiernos y los movimientos sociales,
de Chile, América Latina es un territorio que está ,,allá,, cuando así lo desean, y en los casos en que lo consiguen. Lo han
afuera. deseado antes en las palabras que en los hechos, pero para lograr
\\
v,fl
{{ una verdadera articulación del colectivo habría que pensar qué es
lo que cada uno estaría dispuesto a ceder. Si las metáforas de pa-
"América Latina" es una fórmula extraña. En la Argentina es fre- rentesco fueran imprescindibles, mejor que hablar de hermandad
cuente escuchar hablar de América Latina en tercera persona. Lo sería pensar en términos de matrimonio, ya que así se anularía la
que sucede en América Latina sucede "allá". Sorprende cómo esa noción de lo inevitable y se impondría la idea de lo electivo.
fórmula se extiende por el subcontinente, ya que en Brasil siempre El mito de Ia hermandad de los pueblos latinoamericanos, bienin-
se alude a América Latina como aquello que está fuera d,e la llha tencionado contra los lastres de los nacionalismos que nos aislaron,
Brasil, en Chile como lo que está del otro lado de la cordillera o al termina por convertirse en un verdadero obstáculo. Cuando uno
norte, en México como lo que comienza en Guatemala, en Uruguay qtriere articularse e integrarse, en vez de hablar de una fraternidad
como una alteridad. Las clases políticas progresistas nllnca colneten inmemorial debería reconocer los problemas reales que tenemos
este pecado, y mucho menos cuando les toca hablar cle las inde- y pensar conjuntamente cómo abordarlós. Si esto no ocurre, no se
pendencias o los bicentenarios. Pero pareciera que en los sistemas logrará la tan mentada integración. Si eso fracasa, de nada servirán
42 lvl;tomanías argentinas I\4itos patrioteros 43

las palabras rimbombantes y las af,rrmacicnes cle que tenemos un


origen y un destino comunes. No tenemos un destino. por el con_ retórica. Primero, porqr-ie presenta
Se rrata cle una bella estrategia
trario, necesitamos construirlo. pllede poner enjaque al mal, y ese
a la ficción como Lrn stljeto que
mal es nada menos que la situación colonial. Nos hemos independi-
zaclo, pero no de las consecuencias paradójicas de 1a colonización:
la presencia de la ficción en nllestra política, las dificultades para
América Latina es Macondo coúiprender Ia realidad.
No deseo responder a estas afirmaciones postulando un supues-
América Latina es un continente mágico e irracional, donde la
to realismo no mágico de los latinoamericanos. Deseo sostener
naturaleza y lo maravilloso se entrelazan en la vida cotidiana v
donde cualquíer cosa inexplicable puede ocurrir
que la interpretación de la realidad a partir de ciertos paráme-
\\ tios míticos, narrativos, ficcionales, eS Lrna característica universal
{f de las sociedades conocidas y no tietle nada de específicamente
latinoamericano. Si quisiera demostrarse que el relato de Vargas
cim años d¿ soledad es una novela extraord.inaria. pero postularla Llosa no se ajusta a los hechos históricos, bastaría con recordar las
como metáfora de América Latina es cometer el mismo error que interprelaciones que Nfoctezuma hacía de Ia llegada de Cortés a
las perspectivas folclorizantes o indigenistas. De modo positivo, el Nléxico. La duda sobre el carácter divino de los recién llegados era
mito reiündica para América Latina una especificidad cultural que la consecuencia de situar esos hechos en el mzrrco de otros relatos.
es negada por ciertos imaginarios hegemónicos. De modo negati- Los antropólogos han mostrado que eso sucedió también en otros
vo, en ese mismo acto se postula que esa especificidad condensa la contextos; por ejemplo, la llegada del capitán Cooke también fue
única verdad del continente. Una peculiarid.ad mágica homogénea- significada en el marco de sus propios relatos míticos por los habi-
mente abarcadora. Si América Latina es Macondo, se aplicaría aquí tantes de Hawái.
la tesis que postuló Mario Vargas Llosa en la conferencia que dio en Si observamos sin prejuicios, podremos advertir que, Iejos de ser
la Feria del Libro de Buenos Aires en 2011: un rasgo de las sociedades antiguas, esta particularidad permite en-
tender hasta qué punto muchos estadounidenses interpretan las
Esa mentalidad llevó a decidir que todo un género litera- glrerras de Irak, Afganistán u otras también a partir de relatos mí-
rio, la novela, fuera prohibido durante los tres siglos que ticos, como muestran muchas historias del cine o la televisión. Así,
duró la colonia en todas las posesiones españolas de Améri- encontraremos qlre la política se entremezcla con la ficción en mo-
ca. Durante trescientos años no se pudo editar ni importar mentos clave de la historia reciente de varios países centrales: em-
ficciones en las colonias americanas. [...] Una de las per- presarios televisivos convertidos en autoridades políticas, "enemigos
versas o talvez felices consecuencias de esa prohibición fue internos" que son acusados de colocar bombas que hacen estallar
que en América Latina, como la ficción fue reprimida en el terroristas extranj eros, entre tantos ej emplos'
género que la expresaba mejor, las novelas, y como los seres La pregunta sobre el realismo mágico es interesante. La lati-
hur.nanos no podemos vivir sin ficciones, estas se la arregla- noamerican tzación de la magia es Lrna exotización y una esencializa-
rán para contaminarlo todo: la religión, desde luego, pero ción mucho más ficticia que real. No existen pueblos con Lrna esen-
también las instituciones laicas, el derecho, la ciencia, la cia o una realidad más mágica qr-re otros. Lo que existe son ficciones
filosofía y, por supuesto, la política. Con el preüsible resul- que intervienen también en las disputas acerca de cómo interpretar
tado de que todavía en nuestros días los latinoamericanos csas realidades.
tenemos grandes dificultades para discernir entre lo que es Voh'iendo a América Latina, si todo fuera reductible a Macondo,
la ficción y lo que es la realidad. cabría preguntarse cómo surgieron las inclustrias en los municipios
l¡1

I
r
F
44 Mitomanías argentinas l\litos patnoteros 45

que integran el ABC de San pablo, la p,roducción siclerrirgica, por encima dc las dir isiones ellf l e los argelilin..,5:
pt:- lrilr pcr nr:rncciclo
LI troquímica o de automór,"iles, las ntediclas ejempiares a. iu Co,.t. ,rt"tui""t podÍan ltnir a todos contra el enemigo exterior'
i,o
!t constitucional de colombia o los juicios ¿r los represores en Ia madre del escritor Rodolfo Fog$'ill recibió a su hijo.
r*. gentina, diplomacias como la brasileña, universidades como las
Ar_ un clía, 1¿r
al grito de "¡hu¡dimos un barcol". Pue-
i cre fnienrras miraba televisión,
lt varios países de la región, y así sucesivamente. se nos responderá, efectivamente la sociedad vivía dentro del
.1" d..irc. que entonces
seguramente, que la tragedia larinoamericana es no haber dado
más nrito. Claro que no todos, porque las Nladres de Plaza de N{ayo de-
::.
espacio a esos logros, avances de la cililización contra N{acondo.
cían "las Nlalr,'inas son arsentinas, los desparecidos también", hubo
j Pero responderemos que la narrativa civilizatoria es el relato mítico políticos que no se "strbieron" a la guerra,v el hljo de la señora que
{' dentro del cual seguimos sumergidos. Que sea un cuento acerca cle celcbraba escribió Lns p irlt
i r
i egot'
nuestro progreso no desmiente que sea un cuento. pero estar hundido en el mito v que todo estalle genera una expe-
a
en laAr-
riencia social fundante. Desde aquel momento, 1o nacional
a El hecho de que América Latina encabece er rankingcomo el con-
7

tinente más desigual del planeta, la pobreza de los campesinos e in- gentina ha quedado vaciado. Episódicamente puede ser asimilado
a
3
* pero
dígenas o los chicos de la calle, nada tienen de mágico. Ni tampoco ia soberbia. lo más frecuente es que se lo identifique como el
el narcotráfico o la corrupción. maI, lo antidemocrático, lo militar, autoritario y belicista'
Las intenciones de convertir a la región en un continente mágico cuando creemos ül.ir sin el mito de la nación, ya estamos habitan-
no podrán ocultar las propias rrcciones que regulan ..,r p."t.Áio- do plenamente un nuevo mito. La idea de que "el nacionalismo ha
nes políticas. hechos estragos" es Lrna típica verdad a medias. Es cornpletamente
acertada para las dos guerras mundiales, así como para todas las
formas coloniales y autoritarias del nacionalismo. Pero es históri-
camente incorrecta, porque tanto el moümiento liderado por Ma-
¡Vamos ganando! hatma Ghandi como otros moi,imientos anticoloniales fueron pro-
fundamente nacionalistas en un sentido democrático. Como afirma
Hundimos un barco, derrotaremos al lmperio Británico. Tnetan Todorov, el nacionalismo tiene varias caras y fue crucial
Con coraje, l^e mostraremos al mundo quiénes somos los
tanto en Ia Revolución Francesa como en el nazismo' La idea de
argentinos. \ \ que todo nacionalismo es autoritario, belicista y reaccionario es mr-ty
?? particular de la Argentina. Y, más específicamente, es una importa-
ción europea, ya qLle en el Tercer Mundo el nacionalismo siempre
En torno a la cuestión Malünas conviven muchos mitos de carác- ha sido ambivalente.
ter diferente y contradictorio. Los imperios constrxyen mitos sobre La guerra marcó el imaginario nacional sobre la nación' Dejó el
"pueblos" coloniales que se autodeterminan. Las naciones constr.u- legado de que el nacionalismo es belicista, corrupto, irresponsable,
yen mitos sobre sus territorios. Los más iracundos antinacionalistas manipulador y antidemocrático. Es decir, toclos los desastres éticos,
argentinos podrán afirmar que la frase "las Malr,{nas son argentinas,, políticos y militares que los clictadores cometieron en ella pasaron
es en sí misma un mito. i .., ,".go. inherentes al nacionalismo en todos los lugares y las
Nada me preocupa más que la descontextuarización. para los ob- épocas. Esa extrapolación, que se traduce en la separación entre
jetivos de este libro, lo relevante es cómo el episodio inaugr_rrado democracia y nación, ha calado hondo en nuestra cultura política.
el
2 de abril de 1982, con Galtieri, el apoyo de vastos sectores, la am_ Hay argentinos qLre no pueden pensar la cuestión Nfalvinas sin
plia moülización de sentimientos, cre sordados y de soridaridades, recordar a Galtieri. Hay argentinos que no puedetr Pensar en la idea
anudó momentáneamente, por escasas semanas, a los militares con cle nación y soberanía sin pensar en Malünas. En los años ochenta,
sus víctimas. Eso despertó una ilusión de que aigo, ,n símbolo,
ha- rocla referencia a |a nación se identificaba con el militarismo y era
V
46 MitornanÍas argent¡nas
Mitos patnoteros 47

1o opuesto a la iucha por Ia democracia r- los clerechos humanr_¡s.


cLlente del rock nacional, la canción de Bersuit Vergarabat titulada
Esa profunda desnacionalización de la crirtrira política argentina fue
"La arg;entinidad al palo". Comienza así: "La calle más larga, el río
una conclición necesaria para que las políticas neoliberales prrdie-
más ancho, las minas más lindas del mundo... el dulce de leche, el
ran llegar tan lejos en este país. En los años noventa, en efecto, esas
gran colectivo, alpargatas, soda y alfajores... Ias huellas digitales, los
políticas eran comLrnes a toda la región, pero ningún país concretó
dibujos animados, las jeringas descartables, la birome... Ia transfu-
una medida semejante a entregar el petróleo.
sión sanguínea, el seis a cero a Perú, y muchas otras cosas más... La
En 1982, la guerra de Nlalünas fue la expresión máxima de la so-
argentinidad al palo... la argentinidad al palo...". Se trata de un
berbia v de sus peores consecuencias: creer que con fuerzas armadas
listado fantástico de nuestros "inventos", nuestras distinciones inter-
dirigidas por genocidas, corruptos, cobardes, y comandaclas por Lln
nacionales, que expresa de forma aguda la relación entre soberbia
alcohólico, era posible ganarle una guerra al Imperio Británico. AJ
y masculinidad.
mismo tiempo, la derrota inauguró el contexto cultural que llevaría
Así, Bersuit Vergarabat revela una postura que muchos argen-
a otra serie mítica, la del decadentismo, que abordaremos en Ias
tinos han tenido o tienen sobre el país. Al mismo tiempo, podría
siguientes páginas.
interpretarse que se trata de un rasgo propio de la personalidad
Puede afirmarse que todo reclamo anticolonial que tiene preg-
nacional y que no puede modificarse. Si la soberbia nacional fuera
nancia popular involucra una dimensión mítica, en el senticlo de
un rasso uniforme y ahistórico, la canción no habría sido posible, ya
que logra construir un relato qlre convence a las grandes mayorías.
que fue escrita, cantada, escuchada y celebrada por los argentinos.
Pero no todo relato que interpela al pueblo es farso, como suponen
En realidad, la denuncia de la soberbia ha ido aumentando en los
los antipopulistas incurables. euien crea semejante triüalidid de-
últimos años. La capacidad de los artistas, los intelectuales y el pú-
bería asumir la irresponsabilidad cle crecir que el "nunca más" tam-
blico de generar y disfrutar ironías sobre la Argentina es una señal
bién sería una creencia faisa. Es popular, ha movilizado y seguirá
interesante. Uno puede Preguntarse qué otras sociedades y culturas
movilizando a sectores muy amplios, y da cuenta de un verdadero
despliegan alguna capacidad de realizar críticas sobre sí mismas, de
sentimiento de repugnancia frente al pasado reciente y a la attén-
utilizar la ironía y el sarcasmo o, incluso, de poder reírse de algu-
tica decisión de desear y luchar para que no se repita. Espero que
no de sus rasgos reales o supuestos. En ese sentido, debemos decir
vaya quedando más claro a 1o rargo der libro, pero mi crítica up.r.rto
que la ironía es una distancia, y una distancia implica siempre un
hacia los mitos que producen un daño profündo en er tejido sociar.
moümiento de desnaturalízaciín. "La argentinidad al palo", como
intervención crítica, expresa un elemento muy positivo.
El riesgo comienza cuando Ia desnaturalízaciín se clausura y apa-
recen otros mitos, aquellos relacionados con una esencia desastro-
d .g.' La argentinidad al palo
§§ sa. Son los mitos de la decadencia y de la autodenigración. Bersuit
«§ §k Somos fos campeones alerta sobre ese riesgo hacia el final: "Del éxtasis a la agonía,/ oscila
K de la soberbia nacional: somos los
nuestro historial./ Podemos ser lo mejor,/ o también lo peor,,/ con
\ \ me¡ores de todos, tenemos el primer lugar en la competencia
por el *" la misma facilidad".
\\p""# En las últimas décadas, sobre todo después de Nlalünas y la desin-
flfl dustrialización neoliberal, nos ha resultado más fácil ser 1o peor. Por
ello, pasaremos ahora a los mitos de la decadencia.
se ha dicho que los argentinos somos soberbios. También está arrai-
gada en nuestra cultura una crítica de esa soberbia. Esa crítica, a
veces directa. otras veces irónica, produce una distancia q*e inüta
a
pensar nuestros mitos. A desmontarlos. Tomemos un ejemplo elo_
ililT0$ uttililtltT!§T[§
-!77-

Las ironías artísticas sobre nuestra propia pedantería habi-


litan un horizonte de trabajo colectivo para erosionar esas imágenes
simplificadas. Comprender cuán presente está esa soberbia es im-
prescindible para entender, tal como explicamos en este capítulo,
por qué pasamos de allí a la autodenigración: de creernos los mejo-
res a creernos los peores. AI movernos de un extremo a otro, logra-
mos ahuyentar cualquier reflexión compleja sobre nuestra propia
situación y permanecemos encerrados en la jaula mitológica. Esa
dicotomía encuentra lugares cle fuga que hacen posible un trabajo
cultural para revertirla en aquellos momentos o aquellas obras en
las que conseguimos reírnos un poco de esa imagen de la Argentina.
Los mitos decadentistas son la contracara, imposible de escindir,
de los mitos patrioteros. Ambos impiden pensar matices. Después
de todo, analizar temas específicos resulta ocioso cuando siempre se
sabe que "todo tiempo pasado fue mejor". Como deberíamos ser los
mejores pero evidentemente no 1o somos, se inaugura un verdadero
relato. La Argentina fue un país fantástico, pero ha ingresado en
una decadencia irremediable. Ser terceros de treinta, décimos de
cincuenta o trigésimos de doscientos es una verdadera catástrofe.
Flemos hecho todo mal. Bueno, en realidad, la primera persona del
plural es aquí demasiado generosa. Un pequeño grupo de militares
y corporaciones ha destruido el país, rasgo que después se trans{iere
a los directores técnicos de la selección o a un jugador de fútbol o
tenis, al rendimiento escolar de nuestros estudiantes o a cualquier
objeto que se tome en consideración.
Los otros, que en la mitología patriotera eran deleznables y sub-
desarrollados, se convierten, en ia mitología decadentista, en ejem-
plos que deberíamos imitar y de los cuales sólo poclemos observar
slrs aspectos positivos. Nr-rnca la complejidad de sus procesos o slrs
con tradicciones.
Y-
52 MitomanÍas argentrnas

Podrá creerse que hav argentinos sobeibios y otros decadentistas.


Esa sería Lrna manera muy argentina de pensar las cosas: Llnos pro,
otros anti; unos blanco, otros negro. Pero no es así: la mayoría de los
argentinos somos, al mismo tiempo y de a ratos, r-tn poqi_ritín sober-
bios y otro cachito decadentistas.
Es fácil decir por qué no seremos Canadá, Ausrralia, Brasil o Chi-
le. En Chile hay que pagar la universidad, en Brasil hay un examen
de ingreso,v cupos muy estrictos. En su espectáculo niás reciente, el
actor cómico Dady Brieva contaba Ia historia de un argentino que
enüaba cartas desde Canadá, adonde había emigrado. Feliz de ha- Todo tiempo pasado fue mejor
df 3f
ber dejado de una vez por todas este "país de porquería", asuardaba -g#
la llegada de la nieve, contemplando a través de su ventana bellos qq Había una vez... seguridad, trabajo, educación, respeto, igualdad,
bosques donde adiünaba o inventaba simpáticos bambis. Celebró \ § libertad y fraternidad. Hoy todo lo bueno se ha perdido
como una confirmación de estar en otro planeta la llegada de la nie-
ve, como si no nevara de hecho en la mitad del territorio argentino.
»
A medida que pasaban las semanas, la rutina de levantar la nieve Hay sociedades y culturas que concentran slr mirada temporal sobre
con pala y descongelar sr'r automóül se tornaba insoportable; las ú1- el futuro. Imaginan que el progreso es un proceso ineütable que
timas cartas referían a la nostalgia del calor húrmedo y pesado de la de uno u otro modo las llevará a un porv'enir mejor. Los Estados
siesta santafecina. LIna rnetáfora, una ironía de cómo la celebración Unidos son generalmente tomados como ejemplo de una sociedad
de haberse escapado choca después con una verdad: no todo aquí con esas características, aunque en América Latina también hay paÉ
es tan negativo como afirma ia mitología decadentista; pero, sobre ses, como Brasil, para los cuales este tipo de nociones de futuro son
todo, nada es tampoco tan perfecto ni maravilloso en otras zonas cruciales. Hay culturas que creen haber tenido momentos gloriosos
del mundo. Idealizar a los otros para autodenigrarnos es desconoci- antes de la colonización, o de las guerras mundiales, o de algún otro
miento convertido en mito. El hecho de que Brieva, que seglrramen- acontecimiento. Los balineses, por ejemplo, tienden a pensar de
te no estuvo reflexionando desde la teoría de Marx o Freud en estos modo ideaiizado su pasaclo y a concebir su historia en términos de
úrltimos años, dramatice esa situación indica que hay una necesidad una creciente decadencia. En contraste con ambas sociedades, se
social de desmitificar. Son diversos los agentes que están trabajando había analízado a la sociedad argentina (especialmente hacia me-
en ese sentido. Lo que vale la pena es repasar con mavor sistemati- diados del siglo XX) como una sociedad concentrada en su presente,
cidad nuestros mitos para qlre no nos ocurra que, deseando aportar concebido básicamente como una ¿nsis recurrente.
a ese trabajo social, se nos cuelen otros en nuestro propio discurso. Sin embargo, ya en los años treinta, para algunos intelectuales
argentinos muy centrados en el fracaso de la civilización y la expan-
sión de la "barbarie", surgió un relato decadendista qr're se encarnó
con mucha fierza en Martínez Estrada y en varios intelectuales re-
lacionados con la rer,'ista Sur. Las tensiones y los cambios políticos
posteriores, tanto durante el peronismo como durante los intensos
años entre 1955 y 1973, no permitieron que se consolidara una ima-
gen extendida de decadencia nacional.
Todo indica que esta idea del tiempo nacional fue cambiando
de manera creciente, hasta que se adoptó una üsión idealizada de
.r-
54 Mitomanías argentinas Mitos decadenlistas Ss
-
la historia qr-le parte de la premisa de qtle "todo tiempo Pasaclo fue temas es estrictamente económico. Pero también resulta objerivo
mejor". Esto constituye rln mito por la sencilla razón de qr-le no se qrre la Argentina ha avairzado en sLrs exportaciones, que ha aumen-
trata de una hipótesis sujeta a ningítn análisis y verificación, sino de tado su producto brtito interno y qlie ha reducido drásticamente la
Lrn presupuesto elemental e incliscutible a partir del cual serán ana- desocupación.
lizados todos y cada uno de los fenórnenos: la educación, la salud,
los salarios, Iasjubilaciones, la prodr-rcción industrial, la producción
agropecuaria. Como premisa indiscutible requiere, para cada caso,
escoger el pasado que más le convenga. Por ejempio, el pasado del
"granero del mundo" refiere a la Argentina de inicios del siglo XX, La Argentina estaba predestinada a la grandeza;
con sus niveles de producción y su posición en el concierto inter- debería haber sido Canadá o Austral¡a
nacional. Obviamente, ese pasado será inútil si se desea aludir a la
decadencia del sistema jubilatorio, ya que por entonces no había « Agua, tierra fértil, montañas, bosques, petróleo:
mejores' pero arso ro rrustró
ninguno. Tampoco resultará un pasado adecuado para contrastar
con la actual decadencia de la industria,ya que no sólo era escasa
:Ti:ffil:x:":§i'""
en aquellos tiempos, sino que aquel mítico país tampoco tenía una
estrategia industrial. Al idealizar la época del Centenario, cuando
tampoco había voto universal, se ocultan los problemas graves qlre Ya sea por su tamaño, por Ia abundancia de recursos, por la variedad
existían entonces para el desarrollo argentino. climática o por Ia distancia respecto de los trópicos, la Argentina
Si se busca establecer la decadencia de la integración social, se debería haber sido como Canadá o Australia. Según algunos, no lo
tdealizarán los años cincuenta o sesenta, cuando no había desem- fue por la corrupción, por Ia clase dirigente o por el imperialismo.
pleo ni trabajo en negro. Nada se dirá acerca de las concepciones y No falta quien lo vea al revés: si hubieran triunfado los ingleses, se-
prácticas prevalecientes en el Estado y en distintos actores políticos ríamos Canadá. ¡Qué error haberles arrojado aceite a aquellos mu-
en relación con la democracia y los derechos humanos. Otro mon- chachos que hablaban la lengua de Shakespearel
tón de problemas que se incubaban por entonces respecto de las Si a la variedad climática v los recursos se les suma la población
leyes, pero también de los modos de imaginación de la acción polí- que inmigró de Europa y un Estado fuerte..., ¿qué sucedió? Los
tica, serán basura arrojada debajo de la alfombra. parámetros de ese tipo son complicados, entre otras cosas porque
Aclaremos: no se discute en este libro la idea de qlle la Argenti- los países que muchas veces se idealizan tienen otros problemas. No
na desaprovechó innumerables oportunidades y que, por ello, su todo se reduce al PBI per cápita. Si se realiza una comparación his-
desarrollo relativo (esto es, comparado con el de otros países de la tórica con Canadá, podrá verse qlre los gobiernos de ambos países
región) fue menor y en ese sentido el país decayó. Lo que se discute tomaron decisiones opllestas hace poco más de un siglo en relación
es que la noción de "decadencia" o nociones similares puedan ser con tres temas importantes: los ferrocarriles (para integrar el vasto
aplicadas mecánicamente a todos y cadauno de los procesos econó- territorio del país o para integrar el país al mundo), la distribución
micos, sociales y políticos argentinos, forzando al ámbito de lo ridí- de la tierra y la elección de una política proteccionista o librecam-
culo y lo inverosímil las afirmaciones de que en tal o cual terreno la bista. Canadátenía, al igual que laArgentina, un territorio inmenso
sociedad o el país han avanzado. con escasa población. Pero Ia Argentina tenía dos ventajas: su cli-
Para decirlo de manera explícita, sería muy difícil argumentar ma era más favorable y las zonas productivas estaban más cerca de
que la Argentina no ha avanzado en la valoración y estabiliciad de los puertos. Sin embargo, Canadá tomó tres decisiones cruciales:
la democracia, en el respeto por los derechos humanos, en la inte- construyó el ferrocarril de este a oeste, priorizando la integración
gración con América Latina. Podría afirmarse que ninguno de estos interna antes que la integración con los Estados Unidos; impuso
IIEI' Y

56 l\,4itomanías argentinas l\,4itos decadentistas 57

Lrna política de protección para su industria y entregó parceias a Incluso quienes criticamos este modelo no podremos negar que
quienes estuüeran dispuestos a trabajarlas y a volverse ciudadanos redqjo drásticamente iir pobreza a través de las clécadas. Sr,rcede que
canadienses. La Argentina, en cambio, como detaliaJosé Nun en la desde otras opciones ideoiógicas no se trata sólo de reducir ia can-
introducción a Debates de NIay. I'lación, cultura y política, priorizó, en tidad de personas en situación de pobreza, sino de recltrcir fuerte-
el marco dei modelo agroexportador, la construcción de ferrocarri- rtente las desigualdacles. El moclelo chilenc¡, en seneral consideradcr
les que permitieran llevar la producción hacia el puerto, no prote- un ícono de las poiíticas apertllristas y flexibilizadoras, ha logrado
gió su industria y mantuvo una alta concentración de la propiedad reducir marcadamente la pobreza sin variar la desigualdad que es
de la tierra. Estas diferencias nada tienen que ver con el ADN ni con por definición, siempre, una relación: entre los más ir los menos
nuestra raza. Son diferencias de formas de construcción política en ricos, entre los más y los menos poderosos. En el peor momento de
un momento cnrcial de la historia. la crisis arsentina de 2002, la desigualdad, por razones históricas, no
llegó a ser tan alta como la del mejor momento del "éxito" chileno.
Esto significa que a lo largo de los años Chile fue incorporan-
do sectores amplios de su población a niveles de ingreso y con-
Debemos seguir el modelo chileno

q{ Podemos ser optimistas a pesar de todo. Se puede hacer un


gran país en el fin del mundo. Se puede hacer una sociedad
sr-rmo que les permitían salir de Ia pobreza. Así, se tue acercando
a niveles de pobreza similares a los que había en algunos países
europeos. Sin embargo, mantenía niveles de desigualdad latinoa-
mericanos, bastante peores que los de los países más igualitarios
moderna aun sin anglosajones. Chile lo ha demostrad"
de la región. Esto significa que los sectores más concentrados de
» la economía chilena ganaron muchísimo más que los sectores de
menores ingresos.
Halagar el modelo chileno es una opción ideológica, legítima Lograr mejoras en términos de reducir la pobreza y la desigual-
como cualquier otra. Menos legítimo es dar por sentado que todos dad es ciertamente un desafío. La desigualdad se plasrna en un sis-
deseamos crecimiento con derrame y sin redistribución. Chile es tema educativo injusto que repercute en toda la estructura social,
un país que, cornparado con la Argentina, tiene ventajas y desven- cuya crisis expresa un desafío relevante para los próximos años.
tajas. Pero cuando se lo idealiza se está idealizando un neolibera- No puede debatirse el caso de Chiie sin registrar la reducción de
lismo que funcionó porque logró reducir Ia pobreza. Hay quienes la pobreza, pero tampoco ignorar-rdo el problema de la desigual-
designan estos modelos como "economía social de mercado". En dad. Nabar a Chile sin mencionar esa dimensión crucial es una
realidad, se trata de un país profundamente integrado al comer- trampa. Esa desigualdad económica también se expresa en la me-
cio internacional, aperturista en lugar de proteccionista y econó- nor valoración que se constata en Chile, en comparación con la
micamente liberal, donde el protagonismo debe tenerlo el sector Argentina, respecto de los derechos humanos y de una serie de
privado, con fuerte concentración de la propiedad y grandes difi- derechos ciüles.
cultades estructurales para la moülidad social (una educación uni-
versitaria arancelada y cara). Todo ello otorga previsibilidad a los
inversores, ya qLre las reglas de la libertad son rotundas. Quienes
defienden este modelo generalmente subestiman el ro1 real del
Estado en algunos planos. En primer lugar, en la producción de
cobre. La minería representa más del 50% de las exportaciones de
Chile. En segundo lugar, en las reglamentaciones que establecen
límites a los flujos financieros.
Y
58 Mitomanías argentinas Mitos decadentistas 59

Mirá Brasil: ellos sí tienen políticas de Estado la continuidad es una ventaja. Sin embargo, creer que la continr-ri-
dad es buena en sí misma resnlta inaceptable. Esa afirmación no se
Son gradualistas, cuidan la continuidad, cambian de a poco y aplica ni a Ia esclavitucl, ni a la desigualdad, ni a ia imposibilidad cle
con mirada de largo plazo. abrir los archivos de la dictadura. El caso de los derechos humanos
g/
U\
es claro: la discontinuridad argentina supone no sóic-r bases éticamen-
te preferibles, sino institucionaimente más sólidas.
El mismo país que en los mitos patrioteros es denostado como Lrn ,{hora, si alguien cree qlre el mito del Brasil marar.'illoso se desha-
lugar de pura diversión es alabado como una maravilla en los mi- ce afirmando que la Argentina ha funcionado mejor, se equivoca.
tos decadentistas. Srrele afirmarse que, mientras qlie en Brasil hay Es necesario analizar las diferencias y permitir que eventualmente
verdaderas políticas de Estado, en la Argentina carecemos por com- cada país pr-reda apropiarse de los conocimientos y modalidades de
pleto de ellas. En realidad, las llamadas "políticas cle Estado" son acción qr-re resulten más adecuados.
un efecto de procesos más profundos. Las diferencias entre ambos EI contraste entre continuidad y discontinr,riclad afecta al conjun-
países no obedecen a esencias nacionales sino a procesos históricos ro de la cultura política. En lin amplio estudio cualitativo, publicado
muy precisos, en especial a la formación y el desarrollo del Estado. en el libro Pasiones nacionales, constatamos esa diferencia. La Argen-
La Argentina aparece como un país discontinuo en su cl.esarrollo tina, en términos de identidacles políticas, es históricamente Ltn país
histórico, con cambios abruptos en áreas decisivas de las políticas dicotómicc-r, cle fuertes enfrentamientos y con una evidente dificul-
públicas, desde la política exterior y educativa hasta la salud y los tad para generar concertaciones sttstentables. Brasil es un país mu-
derechos humanos. En contraste, y análogamente a lo que sucecle cho menos polarizado, con más matices y gradaciones. El estudio
en Francia o Inglaterra, Brasil muestra una fuerte continuidad insti- mrlestra qlre para los brasileños cada una de las partes de Brasil es
tucional, con cambios de gobierno que no afectan tan significativa- la porción de una nación pensada como totalidacl. En cambio, en
mente las políticas cle Estado. la Arger-rtina predomina Ia tendencia a identificar a cada una de las
Para ilustrar este plrnto puede pensarse en el proceso de inde- partes con el todo, a cada facción con la nación, pensando -como
pendencia en ambos países. La guerra ciül en lo que luego sería sucedió en 19541955 o en 1976- que la realización de la nación exi-
la Argentina adquirió una intensidad política que la clistingue del ge la exch-rsión del adversario. Y actuando en consectrencia.
Imperio del Brasil, caracterizado por Lrna fuerte continuidad en tér- La Argentina es un país donde las divisiones han sido histórica-
minos familiares, territoriales y de procesos productivos. También mente pensadas en términos políticos, clásicamente Capital-Interior
pueden considerarse los últimos ciclos autoritarios: por un lado, Ia y peronismo-antiperonismo. Y la integración ha sido imaginada en
dictadura militar brasileña, qt-le se extendió durante veinte años, en- términos sociales. Por ello, la cuestión de Ia exclusión social cobró
tre 1964 y 1984, y la autogestión militar del rerorno a las elecciones aquí, a fines del siglo pasad<-i, Lrna enorme potencia política. Brasil,
libres, así como el gobierno deJosé Sarney. Por otro, los presiden- en cambio, siendo uno de los países con mayor desigualdad del con-
tes y conflictos sociales que se sucedieron en la Argentina en esos tinente, piensa sus divisiones en términos sociales. Allí la integra-
años, desde el gobierno de A¡tnro Illia, el Cordobazo, el retorno v la ción fue mayor en términos cr-rlturales, con un Estado que durante
muerte deJuan Domingo Perón, el golpe de 1976. Malvinas y, firrzrl- el siglo XX incorporó mucho más que el argentino las producciones
mente, el gobierno de Raúrl Alfonsín y el jr"ricio a las-|unras. de las culturas populares. altnque no sienrpre integró como ciuda-
Se ha puesto de moda afirmar que la continuiclad cle las políticas danos a trna porción de srts protagonistas.
brasileñas resulta er..identemente preferible a las crisis argentinas. Estas cuestiones inciden en las üsiones sobre el pasado. Tal como
Esta afirmación es en gran medida trivial: si ur-ro logra buenas polí- revela Ia investigación citada, para los argentinos el pasado tiene
ticas de Est¿rdo (como lo consiguió Brasil en algunas áreas decisivas Lrna gran relevancia, cosa que no sucede en Brasil. Una parte de
de la economía, las relaciones internacionales, etc.), es obvio que Ios argentinos, culturalmente hegemónica hasta hace pocos años,
60 Mitomanías argentinas Mitos decadentisias 61
-y
imagina a la -\rgentina -como ya dijiuros al ¿rbordar el mito "tocio podía sino convertir esa creenci:r en slr rel'e¡:so espectrai: si nties-
tiempo pasado fue mejor"- como un país que dejó atrás su época tro destino no es el éxito, es el fr:rcaso. I-o cual, por otra parte,
clorada. Pero a la vez ha1, momentos de la historia qr,re tienen una perlnite una coartada alltoexclilpatoria que justifica la completa
presencia notable y que suelen ser convocados en procesos cultura- inacción: sea a1 éxito o al fraczlso, al estar condenados, nada hay
Ies y políticos actuaies. El futuro, imprevisible para gran parte de los
Para ilacer.
arsentinos, está mlry ünculaclo a Ia posibilidad de saldar las der_rdas Claro clue en realidad ningún país v ninguna persona nacen con
con ese pasado, que está tan presente. Err contraste, los brasileños le un clestino preestablecido. Hacen historia en circunstancias no ele-
asignan Llna importancia comparativamente mayor al futuro, al qr-re gidas, como dijera Nlarx. Salvo qlre renuncien a liacerla, en cr-ryo
generalmente auguran conto extraordinario. caso alguien harti la historia por ellos. El mito de la "condena" (a
lo que sea) nos paraliza, nos deja como espectadores de nuestro
propio espectro. Cuancio no hay condena (y nunca la hay), sllrge el
espacio del debate, de las opciones, cle Ia historia hecha por seres
Estamos condenados al desastre humanos y, por io tanto, de la política. Necesariarnente, Lrna política

qq Tenemos un destino y no es muy halagüeño. Tenemos una


personalidad y es inmodificable. Así hemos nacido, nada
contra la natr,rralización de nuestro destino.

podremos cambíar. Nuestro ADN es nuestro Ácido Destructivo


t¡acional. \ u§
\ Hay que refundar el país sobre nuevas bases
,f,§

Los innumerables errores de todos los-gobiernos previos exigen
A los argentinos nos apasiona la historia nacional, lo cual es sor- cambiar todo y reorganizar la nación. \ \
§) 9*.;§
prendente para un paísjoven. Ni Ia novela histórica, ni la historia ñ/
de diwrlgación, ni la historia académica ni el pasado están ran pre-
§§
sentes en otros países con doscientos años qlre no rescatan milena- La Argentina es Lln país que se caracteriza por la discontinuidad.
rias ciülizaciones. Los clásicos Nloreno u¿r-szs Saavedra, Rosas urzszr.s Eso se estrechamente con la práctica de calificar a los gc-
Sarmiento, Perón uersusBalbín y muchos otros apasionan a algo más "incula
biernos, cualesquiera que sean, como "maravillosos" o "calamitosos"
ql-re a un reducto de compatriotas. De allí que, a sabiendas de que se (hay más en la segunda categoría que en la primera). No sóio a los
t¡ata de un país con pampa húmeda, glaciares, minerales, petróleo políticos argentinos, sino también a los medios de comunicación, les
y otras riquezas, y que sabe 1o que fue la educación pública, resuhe resulta en extremo arcluo analizar de modo específico las distintas
más que frecuente la duda acerca de "qué nos pasó". Cómo, con políticas pirblicas de un gobierno, ya sea en relación con la energía,
todo ese viento a favor, hemos llegado a este punto. la educación, las fuerzas armadas, el federalismo o la justicia, en-
Como somos inconformistas, nunca nos comparamos cou paí- tre otras. Más frecuente es que la caracf,erización de cada gobierno
ses que están peor. Por la sirriple razón de que, y esto evidencia influya sobre el juicio que suscitan todas sus políticas. Justamente,
hasta qué pllnto ha calado honclo la soberbia nacionalista, estos como suele considerarse que los gobiernos actlraron en todos los
no merecen compararse con nosotros. Además, tal comparación terrenos de modo equivocado, la idea qlre se expande socialmente
implicaría moderar nuestra tremenda frustración, que nace de /o es que el próximo gobierno, si fuera a actuar como corresponde,
qu.e debería haber sido. El pensamiento dicotómico que floreció en debería deshacer todo 1o qr-re hizo el gobierno anterior. La necesi-
Ia convicción de que estábamos destinados a ser Lrna potencia (la dacl que se impone, entonces, es Llna y otra vez la refundación de
Argentina como granero del mundo, como enclave europeo) no 1:r repúrblica y cie la nación sobre nuevas bases, io cual, paradójica-
-..7

dl Jf Todos somos clase media

qq La Arsentina ha sido un país de clase ,r".,".


hY
¿Nguna vez dijimos que somos parte de la clase media? ¿No escu-
chamos a trabajadores que tienen su casa modesta y su auto entrado
en años decir que pertenecen a la misma clase que quienes tienen
casa en ün country, dos autos y veranean en el exterior? ¿Las perso-
nas se dan cuenta del lugar real que ocupan en la pirámide social?
En realidad, poco y nada. La mayoría de las personas parece no
tener un registro adecuado del lugar que ocupa económicamente
en la sociedad.
Por eso, todos creen que son de clase media. Según una encues-
ta qlre realicé en 2011junto con Wilkis y Bidaseca, casi el B07o de
los habitantes de Buenos Aires y el conurbano se considera de cla-
se media alta, media media o media baja. Según una encuesta de
Cruces yTetaz, el 70% de los habitantes se rrbican a sí mism<¡s en
los grupos intermedios. O sea, una proporción sorprendente de la
población se considera de clase media. Estos autores, como también
Martin Ravallion, mostraron que existen divergencias entre la posi-
ción de las personas en la distribución de los ingresos y su percep-
ción respecto clel lugar que efectivamente ocupan. Como señalan
Kahneman y Tversky, las personas tienden a generalizar a partir de
la experiencia de su en[orno, sin tener en cuenta el peso o la repre-
sentatividad de su ambiente en el total de la población.
Es decir, las personas de mejor o peor posición económica se re-
lacionan normalmente con stljetos similares y esto los lleva a sobre-
valorar sus ambientes como si fueran muestras representativas de
toda la población. De esta manera, se produce un corrimiento hacia
el centro en la percepción del lugar que se ocupa en la distribución
__r!r

226 l\,4itomanías argentinas Mitos del falso igual¡tarismo 227

de los ingresos, "lo que ocasiona luego una distorsión a la hora Las concepciones ,v las prácticas igualitarias cambian a io largo de
de
evaluar el graco en qlre una poiítica pública redistribuye a su la historia. En el curso de la independencia de los Estados Unidos,
favor
(o en su contra) ", segúrn dicen Cruces y Tetaz. cuando se pianteó la idea de que "todos los hombres nacen iguales",
Ezequiel Adamovsky mostró que ra idenridad de "clase media,, la máxima no se aplicaba ni a las mqjeres (que durante más de un
se
construyó para separar a un sector cle otros más exprotados, siglo no pudieron votar) ni a los esclavos, que permanecieron en
en dife-
rentes momentos del sigro XX. Lo que resurta interesanie esta condición hasta la segunda mitad del siglo XIX.
es que todos
hablemos por una parte de las ,.grancles mayorías poprla.es,l La Argentina se piensa a sí misma como un país democrático
m,chas
veces excluidas, desocupadas, precarizadas, y que cuando e igualitario. Las leyes ahrman que todos somos iguales. ¿Eramos
le pregr-rnta_
mos a la población, entre un T0 y un g0% consiclere que iguales antes del matrimonio igualitario? No: unos tenían derecho
,.
entre la clase media balayra ciase media ala. En nuestra"n.ür,.uencuesta, a casarse y otros no. ¿Somos iguales sin un sistema progresivo de
sólo un 2a% se considera a sí mismo de clase baja. un impuestos? No, porque quienes menos tienen pagan proporcio-
último clato, no
hay clase alta: sólo el 1% se cons,idera perteneciente nalmente más para sostener Ia educación y la salud públicas. Hace
a esta crase.
poco más de sesenta años las mujeres no podían votar ni ser electas.
Antes, ni siquiera podían ingresar a las universidades. Son transfor-
maciones notables. Tan notables como resultarán en el futuro algu-
Todos los hombres nacen iguales nos cambios respecto de las cosas que hoy suceden.
Para la sociedad argentina, ¿tienen el mismo valor la üda de to-
Todos gozan de los mismos derechos políticos y sociales,
como dos los habitantes del país? El titnlar periodístico del canal Crónica
corresponde a una sociedad democrátic"
TV, acerca de que habían muerto "tres personas y un boliüano",
{f
\\
se convirtió en un indicador famoso. Un prejuicio social muy pro-
fundo había salido a la luz. En una encuesta que realizamos en el
;Y las mujeres también nacen iguales? Hace mucho tiempo, los an_ Área Metropolitana de Buenos Aires, pregunlamos a los entrevista-
tropólogos señalaron que hay sociedades jerárquicas y socieclades dos por diferentes casos de muertes en protestas sociales. El episo-
igualitarias. En las últimas todos somos ig.laies anie la fey. dio que más impacto produjo fueron los asesinatos de Maximiliano
Xo impor-
ta si la persona es "hija de", si tiene un apelido aristocrático, Kosteki y Darío Santillán (3470). Un impacto menor produjeron los
si tiene
mucho dinero o poder. Eso sóro importa en las sociedades feudares, asesinatos del maestro Fuentealba en Neuquén (\9%) y de Mariano
coloniales y en las sociecrades de castas. En ras sociedades jerárqui- Ferrelra en la protesta de los tercerizados del ferrocarrtl (l6,4Vo).
cas sejuzga de modos diferentes los actos de la plebe,
tos ae"ta gerrte Sin embargo, mucho menor fue el impacto del asesinato de Roberto
del común y los de la nobleza, a tal punto qlre un carnpesino, López de la comunidad Qom de Formosa (7%).Es eüdente qr-re no
un
indígena o un afrodescendiente no puecre soñar con casarse produce el mismo impacto Lrna muerte en Buenos Aires que en las
con ar-
guien de la alta sociedad, pero un miembro de la aristocracia proüncias. Allí se manifiesta una fuerte desigualdad. Pero el caso
puede
abusar impunemente de los hljos y las hijas del pueblo. de Fuentealba muestra que el asesinato de un docente produce
El miámbro
de la altajerarquía económica, porítica o religiosa nunca mayor impacto que el de un indígena, en dos proüncias alejadas
se colocará
en la misma fila que el resto de los habiantes. De la misma de Ia Capital. Son formas culturales de la desigualdad. Uno puede
manera,
sicomete un delito y eventualmente llega a serjuzgado, tampoco preguntarse: si en teoría todos nacemos iguales, ¿será que no todos
irá
a la misma cárcel que la gente común. morimos iguales? La sociedad argentina se ha nrelto cada vez más
No existen sociedades igr-ralitarias perfectas. Incruso en aquelras intolerante hacia las mLrertes políticas. La legitimidad de la repre-
donde predomina una ideología y un cuerpo legal más iguaiitario, sión varía según Ia región del país y el tipo de persona que resulte
existen situaciones de excepción y mecanismos de jerarquización. víctima de la acción estatal.
_-.

228 lvlitomanras argentinas


Mitos del falso igualita!.ismo 229

La clasificación hegemónica de las personas y los grupos es bas_


ran justas,,ya sea por mayor antigüredad, por más caudal de trabajo,
tanre clara en su jerarq,-rización racial y territoriai en la Argentina.
por más calificación. En ese caso, "igualdad" significa que el más
¿Por qtré no habría de serlo en la jerarqoización cle la üáa y cte antiguo o el más calificado ganen un poco más.
la muerte? Estas desigr-raldades reales y j,rídicas con las que ür,i- ir
Resulta evidente que todos los empleados podrán cobrando
mos son solamente un ejemplo entre muchos otros. sólo ástamos
cada vez más por antigtiedad, pero ¿todos tienen igualCad de opor-
considerando el traramiento diferencial hacia las muertes políticas.
tunidades para adquirir mayor calificación? Bueno, en la Argentina
si considerásemos las muertes por desnutrición, tendríamás un pa-
(cosa que no sucede en la mayoría de los países del mundo), la
norama más abarcador y denso. si consicleráramos la igualdad de
universidad pírblica es gratuita. Así y todo, eso no garantizz- igualdad
derechos políticos, constataríamos, como ya hicimos, su ausencia
de oportunidades: hay quienes necesitan trabajar diez horas diarias
cuando los rrabajadores no pueclen organizarse en diferentes ámbr-
para pagar su subsistencia y los materiales de estudio, y otros no ne-
tos laborales, y deberíamos mencionar también ra recurrente apro-
cesitan hacerlo. En esas condiciones, adquirirán mayor calificación
piación de los DNI de los wichís u otros sectores excluidos antes cle
los hijos de los padres más calificados' Y muchos de quienes nece-
procesos electorales.
siten trabajar abandonarán sus estudios. O sea que desde un prin-
cipio no hubo una igualdad real de oportunidades, en el sentido
de que estlrüeron ausentes otras condiciones para la igualdad. Por
ejemplo, becas de a¡rda económica para los estudiantes que más lo
Los pobres y los ricos tienen igualdad de
necesiten. Actualmente, existe un sistema de becas que alcanza a un
oportunidades
grupo de estudiantes de bajos ingresos. ¿Eso garantiza la igualdad
de oportunidades? Las mejora, sin lugar a dudas, pero no podemos
« Todos tenemos las mismas posibilidades de progresar en
función del esfuerzo y el mérito, así hayamos nacido en la villa o ignorar que hay otras desigualdades, que tienen que ver con el acce-
en Puerto ttitaOero. so a otras posibilidades culturales (a otros idiomas, a los libros) que
$
{p

ciertas personas tuvieron en su socialización familiar.
Una igualdad de condiciones termina produciendo una igualdad
en los resultados. En los sectores económicos más altos los jóvenes
cuando leemos datos como los crer apartado anterior y somos cons-
no son "más inteligentes" qlre en los más bajos. Si todas las desigual-
cientes de todas las injusticias que ponen en eüdencia, soñamos y
dades que condicionan sus oportunidades fueran corregidas, habría
reforzamos nuestro compromiso para viür algún día en una socie_
una resultado similar, por ejemplo, en las tasas de graduación de los
dad igualitaria, con plena garantía de todos los derechos para todos.
jóvenes que proüenen de un sector y de otro.
Pero entre los argentinos se habla mucho de igualdad y se confun-
Sin embargo, como mostró Franqois Dubet, Ia "igualdad de opor-
den diferentes igualdades. El significado del término "igualdacl,, pa-
tunidades" también puede ser un mito. Esta noción Promete a los
rece muy obüo, pero en realidad no es para nada eüdente.
hijos de los obreros que tendrán exactamente las mismas chances
¿Igualdad significa que todos ganen el mismo salario? Esa pre_ de ser ejecutivos que los hijos de los ejecutivos. Pero no se cuestiona
glrnta se planteó, por ejemplo, en algunas fábricas recuperadai en
la brecha que existe en la sociedad entre los obreros y los ejecutivos'
2007 y 2002. si todos ganaban el mismo salario, los empieaclos más
Dubet postula que una "igualdad de posiciones" se preocupa más
calificados, con mayor formación, intentarían .o.rr.g,ri. poco des_
por achicar esa brecha que por Prometer movilidad entre esos luga-
pués otro empleo donde se res reconocieran sus habilidades y ca-
res en la estructura social.
pacidades. En realidad, ninguno de los sindicatos que existen hr.,y 1o simplifica-
El tema es complejo. Los argentinos muchas veces
considera que igualdad es sinónimo de igualdad salarial. En todos
mos. Como todos somos iguales, a veces nos inventamos otros mitos'
los empleos se producen diferencias que los trabaiadores consicle-
Hay quienes hacen del derecho a la educación un derecho al acceso
230 Mitomanías argentrnas N4itos del falso igualitarjsmo 231

-
y a las condiciones, o Lrn derecho a la graduaciírn o a ias notas altas, pllentes o pueda enseñar en Ia escuela o la universidad. un iguali-
1o cual es absurdo. Así, también hay una mitología que slrrge de
una iarismo profundo no niega las difere.cias, ni pretende que todos
sociologización excesiva. Siempre que un estudiante no obtenga los searnos directores técnicos, farmacér.rticos, historiadores, artistas. Sí
mismos resultados qLre otro, el fenómeno será adjudicado a modvos tiene la potencia de criticar los abusos de cualquier corporación
sociológicos y no indiüduales, como el deseo, la voluntacl, el esfuer- profesional. Pero no de creer que cualquiera podría sustituir a quie-
zo. El equilibrio entre ambos aspectos en cada situación complejiza nes se han especializado en ciertas áreas.
todavía más el aslrnto. Ninguna socieclad democrática puede ser gobernada por los que
En un extremo del "todos somos iguales" también está lo que Os_ detentan el saber. Eso fue 1o qr-re pretendieron los economistas neo-
car Terán llamó el "qualunquismo": todos somos el Gran DT. liberales, argumentando que tomaban las medidas que indicaba su
ciencia. una sociedad que reconozca los saberes no por ello acepta
la tecnocracia. Los saberes deben e§tar al servicio de las decisiones
políticas colectivas. Y ninguna decisión colectiva anulará la existen-
Todos somos el gran DT cia de ciertos saberes.
Tomentos el caso cle la "inseguridad"' Aunqtre se impongan mi-
,,hay
No hay expertos en fútbol, ya que todos somos expertos. No tos como que asesinar a los delincuentes" o "a los chorros hay
hay expertos en nada, todos somos iguales y sabemos lo
que matarlos a todos" o "la insegtiridad disminuye con tolerancia
mismo. \ \ cero", hay aspectos específicos qlre no pueden confundirse' Los
pp estudios sociológicos muestran que "la mano dura" no reduce la
§{
cantidad de delitos, ya que hay causas sociales de los deiitos qlle no
La igualdad tiene varias dimensiones. Ya mencionamos la de opor- se atacan, sino que por el contrario se profundizan, cor. una po-
tunidades y la de posiciones. Pero ¿usted permitiría que cualquier lítica de tolerartcia cero. Por ejemplo, hay más segregación de los
persona le realizara una cirugía a su h!jo? No, ahí no somos todos barrios pobres y aumenta la población carcelaria, dos elementos
iguales. Unos estudiaron, practicaron y saben. Otros no.
¿Sucecle lo que son causas importantes para el aumento del delito' Aunque
mismo con un puente o un edificio? Sin duda. Pero de pronto, en hubiera un plebiscito en el qlre ganara la "mano dura" o la pena
algunas ocasiones, los argentinos sufrimos un ataque de falso iguali- de muerte, no sería cierto que así se lograría lo prometido. Pero si
tarismo y convertimos la igualdad en "qualunquismo". Terán decía los ciucladanos qttieren vivir en el mito, debe comprenderse, están
que "somos una sociedad imaginariamente igualitaria" en el deseo y en todo su clerecho. Ahora bien, también tienen derecho absoluto
en las ideas sobre los derechos adquiridos. Pero ese aspecto, muy po- a poder salir de mitolandia.
sitivo para é1, se complementaba con otro rostro del igualitarismo. Retomando la cuestión del qualunquismo, una sociedad iguali-
El qualunquismo, que es "el desconocimiento de ciertas jerarquías taria reconocerá ciertasjerarquías. sólo que no se basarán en el di-
que no tiene nada qlre ver con la democracia. Algo típicamente ar- nero, el poder, en ser "hijo cle", sino en el esfuerzo, en el mérito'
gentino. Salga a la calle y lo comprobará: gente que sin instrucción, en el conocimiento, en haber sido democráticamente elegido y así
sin mérito, sin esfuerzo, sin especiali zación en nada, opina acerca de sucesivamente. Las confusiones argerltinas acerca de la igualdad nos
cualquier cosa. Las consecuencias son desquiciantes". atraüesan todos los días y nos impiden dehnir con claridad qué en-
Fso es falso igualitarismo. Es la torsión, la distorsión. Tratamos tendemos porjusticia.
de que todos tengan iguales posibilidades de ser médicos, tratamos
de que los médicos no sean millonarios en un país con indigencia
(igualdad de posiciones), pero no intentamos que alguien qlre no
pudo, no quiso o no supo estudiar pueda operar o pueda diseñar
232 MitomanÍas argentinas
- Mltos det falso igualitarismo 233

Hay que igualar hacia arriba


será de menor desigualdad. En la Argentina actual, dicho de modo
Que los de abajo se eleven sin que yo baje ni deba
muy sintético, puede afirmarse que el gasto es progresivo y el siste-
ceder ma impositivo, que era manifiestalnente regresivo, con las retencio-
« priviregios. Que no haya indigentes pero que
yo coma ro mismo;
educación púbrica sin que nes y otras medidas, no es ni claramente regresivo ni progresivo.
vo pasue más
ffiJ:ffI§§sran Esto se conecta mucho con los mitos sobre los impuestos.
Así puede entenderse que la frase "hay que igualar hacia arriba"
no tiene sentido, porque niega que la desigualdad es lo que es: una
Las clases medias artas, incruso las progresistas, relación entre partes con ingresos distintos. En cada momento, sólo
muchas veces insis- se puede igualar llevando a todas las partes un poco más cerca del
ten en que el Estado debe ,,igualar hacia arriba,,. Eso
significa que medio o, dicho de otra manera, reduciendo la brecha entre los in-
no tendrían inconvenientes _es más: desearían_ en
qr."lo, q.,. .r_ gresos altos y bajos (considerándolos después del pago de los im-
tán debajo de ellos tengan acceso a su misma situación. pero
eso no puestos y de la ejecución del gasto público).
es posible.
Só1o se puede, en Lln momento cualquiera
cle la historia, igualar
hacia.el medio' porque para que los que están
hundidos en la miseria
puedan mejorar su situación sólo hay un camino:
redistribuir mejor
la riqueza, lo cual significa abrir un debate acerca
de cómo y quié-
nes pagan los impuestos. En cada momento,
una sociedaa sOío p.,e_
de buscar que haya una-distribución equitativa de
lo que p.oar...
Para reducir las desigualdades, los ,..rá... medios
altos y aú,n más
los sectores altos deben pagar más impuestos
de manera tal que las
políticas púbiicas generen salario sociá1.
La distribución económica en una sociedad se
mide con tres fb-
tografías sucesivas. La primera permite diagnosticar
la desigualdad
cuando se consideran excrusivamente ros ingresos
de ras perso.as.
Así sabremos, por ejemplo, que el lTVo que tiene
los _uyo.., ingre_
sos recibe el 30 o el 40Vo del total, mientras
el lTVo.o, *.ro'..,
ingresos recibe entre el I y el Z% del total. La
segunda fotog*fiu
eürlencia si la desigualdad. es mayor o menor después
de hablr co_
brado los impuestos. Se denomina sistema progresivo
de impuestos
a un dispositivo por el cual, como los .rr¿s ii.o.
pagan *á, irrpr.r_
tos y los más pobres menos, la desigualdad de
ing-rero, ,. ..á.,...
si los impuestos a los ingresoi o a ras ganancias
,{hora, son escasos y
los impuestos ar consumo son altos, la desiguardad
se incrementará.
Eso se denomina sistema regresivo.
Aún hay una tercera fotografía, que se toma clespués
de que se
ejecuta el gasto púbrico. si el gasto rédistribuye
dineio hacia los que
menos ganan -a través de jubilaciones, asignaciones
por hijo, salud,
educación y transporte públicos-, entoncJs la forog;afía
érrltrr_,te
-..-r'

,
E Pl L0 ü B' l,l I TG t[]l Bl il

fiÉryt#
Los mitos son así: pase lo que pase, siempre estamos di-
ciendo exactamente 1o mismo. Son resistentes a la realidad. Su po-
tencia nace de que son indiscutibles. Son verdades: puras, absolutas,
cristalinas. Esto parece sospechoso.
Los argentinos sufrimos una manía: la de fabricar mitos y üür
entre ellos. ¿Es una generalización? Bueno, unos üven placentera,
otros inocente y otros maquiavélicamente en Mitolandia. Pero la
manía nos atraviesa a todos. Somos maniáticos de frases cristalinas
frente a una realidad con diferentes tonalidades.
La mitomanía es un trastorno psicológico. Este libro utiliza esa
metáfora exclusivamente para afirmar que en nuestra cultura polí-
tica tenemos una tendencia a engrandecer y desfigurar las afirma-
ciones que se realizan, una tendencia a mitificar exageradamente
ciertas situaciones, cosas o personas. Esa mitificación, en nuestra
cultura, no alude principalmente a un culto positivo o en extremo
positivo, sino también -y a veces principalmente- a un culto bas-
tante peculiar. En el epicentro de Mitolandia, el ritual argentino
imperante es la celebración de Ia negatividad misma. Cuando no
podemos salir de esa jaula -y este libro pretende ofrecer diferentes
llaves para abrir diferentes celdas-, quedamos atrapados en la cele-
bración mística y fantástica de la porquería en la que viümos.
Habiendo llegado al final, escucho una vocecita que dice: "Che,
¿pero acaso no hay mitos de los buenos? Eüta y San Martín son
mitos populares, ¿también te los querés cargar?". Construir un len-
guaje sin mitos parece Lrna tarea imposible y dudosamente deseable.
Este libro no se propuso atacar todos y cada uno de los mitos ar-
gentinos, sino sólo mostrar con algunos ejemplos cómo los argenti-
nos aún estamos presos en lajaula de una mitología muy específica.
Es la mitología que impide que nos pensemos a nosotros mismos,
que pensemos el lugar de nuestro país en el mundo, que sepamos
=_
238 tr4rtomanras argenlinas Epílogo: l\,4itolandia 239

quiénes somos, qlle establezcanlos nociones más claras acerca cle la tidos y perderá otros. Claro, los argentinos comparan habitualmente
justicia. Los mitos tienen significados, cumplen roles específicos su dictadura con el resto de las del Cono Stir, y tienen una ma)or can-
en
cada momento histórico, son utilizados por diferentes actores y sus tidad de muertos y desaparecidos. Pero ese no es el punto. El punto es
sentidos cambian de acuerdo con la situación. qr-re esa dictadura arminó nLrestro propio país, un país que tenía unas
Por lo tanto, puede decirse que difícilmente pocramos üür sin mi- posibilidades inmensas. O sea que la idea de que tuvimos la peor cle
tos. Es como r,ivir sin creencias, sin relatos, sin utopías. pero que
esas todas las dictaduras cumple al menos dos funciones: en primer lugar,
narraciones y metáforas constituyan una parte de nuestra realiclacl ratifica las razones para exigirjusticia y reparación; en segundo lugar,
no significa que puedan coionizarla hasta que no podamos verla. nos hace senür que eso fue 1o que acarreó la ruina de nuestro país. En
El hecho de estar presos en una Mitolandia que socava las ideas de el inconsciente colectivo, mucho más atravesado de Io que se cree por
democracia, igualdad, nación y que, sobre todo, pretende erosionar la idea del granero del mundo, laArgentina era ob'"iamente el país de
la idea de que somos una sociedad que debe construir un futuro es la región que más posibilidades tenía.
bastante peculiar de nuestro país. En este sentido, es fundamental ¿Qué sucedería en aquel torneo latinoamericano
si se contaran
que reflexionemos acerca de por qué sucedió esto y cómo puede los muertos peruanos o colombianos o si se establecieran las propor-
revertirse el proceso colectivamente. ciones con la represión de Pinochet? Saber que en Perú hubo más
Puede decirse que hay mitos que promueven la democracia y ra muertos que en la Argentina en realidad no tornaría menos sinies-
igualdad, pero no son los mitos que abordamos en este libro. Vivir tro el accionar de Ia dictadura, pero impediría que los argentinos
en Mitolandia significa habitar un espacio donde quedamos atra- siguiéramos considerándonos un caso único. Pondría en cuestión
pados en el decir por decir, en el que justificamos lo injustificable el mito de la excepcionalidad argentina. Somos particulares, tanto
y reiteramos clichés que nos impiden construir un país más justo. como los colombianos o los peruanos: ni un ápice más que ellos'
En Mitolandia escasean las sutilezas, abunda la grandilocuen- Pero no somos una excepción,ya que eso presupone que habría
cia, se extrañan los matices, sobra lo categórico. Es un lenguaje una regla (los demás, a los que les fue bárbaro). La batalla por ser
que nos da seguridad, sensación de certeza, para que durmamos los peores en todo es Lrna reafirmación disfrazada de naciocentris-
tranquilos en la ignorancia. Lo complejo es filtrado por nlrestras mo, la variante nacionalista del etnocentrismo. Es la continuación
palabras, somos reductores de realidad. y, lo peor, ese mecanismo de la matriz egocéntrica por otros medios'
nos juega en contra. Las ciencias sociales trabajan sobre los mati- Es necesario explicar dos conceptos bastantes simples de la an-
ces, sobre la complejidad. Cuando los desconocemos y, además, tropología. El etnocentrismo es un término crucial para reflexionar
no sabemos que no sabemos, quedamos encerrados en términos sobre cualquier sociedad. Los argentinos necesitamos pensar las ca-
trillados. La Arge'tina necesita q,e los argentinos pensemos en racterísticas que adquiere entre nosotros. En términos generales,
nuestro país sin tantos mitos. Así podremos verlo y vernos desde "etnocentrismo" implica identificar nuestros valores, de manera
otro punto de üsta. acrítica, con ios valores. Es una actitud que tiende a considerar "bár-
cuando sejuntan algtrnos latinoamericanos, comienza Lrn torneo a baros", "salvajes", "menos desarrollados", "no civilizados", a aquellos
ver quién üve en el peor país del mundo. Me lo dijo una amiga mexi- grLrpos que no se parecen al del obser-v'ador. Es lo que nos lleva a los
cana, Rossarla Reguillo. Y los argentinos despliegan toda sti sapiencia mitos patrioteros.
política para intentar triunfar en ese campeonato, ya que los otros se En antropología se llama "etnocentrismo invertido" al elogio que
han mostrado reacios. Somos campeones mundiales en la peor dic- se realiza de otros países con el fin de denostar al propio. Existen
tadura, la peor democracia, los peores neoliberalismos, la peor de_ dos tipos de etnocentrismo invertido. El primero está vinculado :rl
cadencia. Convengamos: si uno quiere convencerse de esa idea, no exotismo en la medida en que, para desarrollar tur;r crítica cle l;r
hay mucho por hacer. Ahora, si uno quiere establecer un criterio de propia sociedacl, inventa tlna especie de "buen salvaje"' Podemos
comparación mensurable, realista, seguramente ganaráalgunos par_ criticar desde las ciudades la vida urbana idealizando 1as maraüllas
240 Mitornanias argeniinas
Epílogo: Mitolanciia 241

de Ia r''ida rurai, sobre todo si no considerarnos i¡s inclemencias rea- Capiurl e Interior, oposiciones que se provectan sobre otros univer-
les que esa r.ida trae aparejadas. El segundo tipr:. mirv cornún en el sos sirnbtilicos. Si ios marices se allselli¿ron de nuestro tiempo, cle
Tercer NIundo, es la idealización del "b.en cirilizaclo,,. por ejemplo, nuestro espacio y de nuestros sentimientos hacia la nación, parece
los niodelos de "países desarrollados" donde supuestame.te n, exis- ilógico pretender qlie se hagan presentes en el i-iniverso de las ideas
tiría la corrupción -a pesar de Enron o del mani ptilite-, o clt¡nde rei- y las prácticas políticas. Al mismo tiempo, si ia tesis de Elias es cc¡_
naría una democracia prístina -a pesar de las masacres y los apoyos rrecta, sólo desde el universo político, que es el que construve ei
a golpes de Estado-, o donde no trabría problemas económicos _a Estado-nación, podrían transform¿rrse lentamente nlrestros modc¡s
pesar de las crisis recurrentes y los altos niveles de desocupación-. de significar y actuar en el tiempo y en el espacio, es decir, podrían
En ambos casos, cuando se idealiza un munclo ciiferente, no interesa generarse nuevos procesos que a su vez sedimentaran en nuestra
tanto conocer y comprender a "los otros", sino r-rtiliz¿rr algtrnas de cultura política.
sus supuestas características culturales o morales para funclarnentar Cuando los políticos no asumen qLre su propia imaginación y sus
una posición en la propia sociedad. Ese etnocentrismo invertido se acciones están culturalmente determinadas, la cultura política go-
encuentra enlaraí.. de muchos de nuestros mitos contemporáneos, bierna su manera de actuar y de expresarse. En el caso argentino,
en particular los decadentistas y neoliberales. una conciencia reflexiva sobre la discontinuidad histórica y sus efec-
En una de las tesis sociohistóricas más ext¡aordinarias y menos tos culturales de dicotomización de las identidades políticas permiti-
conocidas, Norbert Elias señaló que la historia cie la formación de ría que ios dirigentes actuaran sobre la cultura en lugar de limitarse
un Estado nacional deja marcas en ias personas que lo habitan, en a interpretar un libreto preestablecido.
sus modos de percibir, üvenciar, significar, imaginar, sentir y actllar. Escapar tanto al naciocentrismo como al naciocentrismo inverti-
Desde el siglo XIX, el dispositivo de producción de identidad del Es- do es zafarse del modo de pensar que se ha instalado entre nosotros
tado articuló su doctrina con la nación, y uno de sus éxitos consistió para pensarnos a nosotros mismos. Salir de la dicotomía qlre nos
justamente en que cualquier imaginario diferente de la Argentina obliga a ubicarnos como los peores o como los mejores, y a calificar
partiera de la premisa de la "liquidación" de sus adversarios. Esra como una maravilla o una calamidad a todas y cada una de las cosas
idea marcó con fuego y üolencia nuestra cultura política y nlrestra que nos suceden, es aprender a pensar con matices. Los matices
historia en el siglo XX. son básicamente toda la gama de posibilidades que se abren entre
La fabricación de dicotomías, de identificaciones políticas con- esos dos polos desde los cuales los argentinos hablamos constante-
trapuestas, se remonta al surgimiento del país. Los mismos ,,padres mente del país. Eso implica una inütación a cambiar los modos más
fundadores" habían elaborado sus proyectos de nación en base a la difundidos con que pensamos nuestra economía, nuestra política,
contraposición de ciuilizacióny barbarie, desde poco después de la In- nuestra cultura, nuestra historia.
dependencia hasta mediados del siglo XIX, el país viüó una guerra No se trata de un llamado a la neutralidad ante las tensiones y
ciül entre unitarios y federales; hasta la actualiclad, un parámetro conflictos de nuestra üda social y política. Pensar con matices no
taxonómico básico entre los argentinos diüde a los de la "capital" y significa no asumir posiciones claras. Que ha habido y hay intereses
los del "Interior". Esta fue la estructura dicotómica, histórica sob.e extranjeros decididos a apropiarse de los recursos y de las riquezas
la cual se constituyó el gran eje que organizó la segunda mitad del si- de la Argentina es algo eüdente. Que el comercio, Ia tierra, el petró-
glo XX. Peronismo y anúperonismo actualizaron y resignificaron las leo, las finanzas, el oro y el litio fueron y son objeto de ambiciones
dicotomías históricas del país. En el siglo XXI, surgró la oposición y apropiación por parte de grupos muy pequeños pero muy pode-
kirchnerismo y antikirchnerismo. rosos es algo bastante obüo. Lo que propone este libro es evitar ias
En la Argentina, las rupturas atraüesan los momentos clave de la simplificaciones que contraponen esos intereses a los del "pueblo",
historia y aparecen una serie de similitudes: el tiempo de crisis cícli-
),a que en nombre del "pueblo" se han establecido negociaciones
cas presenta la misma forma que la escisión espacial fundante entre
diversas con esos grupos. Lo que postula este libro es que hay dos
242 Mitomanías argentinas
Epílcoo: Mitolanrjia 243

maneras diferentes de aborclar esa clrestión. Una manera parte cle clicotórlicas que trascienden las si[uaciones. Ysi bier-r las iclenticlades
la identidad: me pregunto quién hace una propltesta; si son los br_re- nrovilizan historias, rnemorias, lealtacles y esperanzas, tanrpoco pue_
nos, la apoyo; si son los malos, la rechazo. Otra manera parte clel clen estructurarse a partir de Ia polaridad entre amigos y enemiuos.
contenido: entiendo la propuesta; si contribuye a Lrna mayor cle- Esa sirnplificación dificultará ver errores ir debilidades propios, o
mocracia e igualdad, la apoy.o; si apunta en sentid.o contrario, la separar del "nosotros" a los qlre no honran con su accionar a aqr-rcila
rechazo. Si alguien que razona en función de la identidad empieza a identidad.
pensar a partir del contenido, se dará cllenta de que las identidades Ya dijimos qlre en cierto sentido es imposible pensar sin nlitos.
son más complejas de lo que pensaba. Una sociedacl analiza sus disl,untivas no sólo a partir de información
Proponemos también un segundo movimiento: pensar las situa- científica, sino en función de historias, tradiciones y sentimientos.
ciones y los contenidos a partir de información calificada de la inves- Más allá de la información técnica, Llna democracia implica la toma
tigación de las ciencias sociales y no a parrir de viejos mitos que habi- de decisiones en función de valores, deseos, utopías, temores. Esta-
tan nuestra lengua. centenares de investigadores de universidades mos defendiendo algo tan simple como que la población y los fun-
y del Conicet producen todos los días información valiosa y análisis
cionarios tomen las decisiones que juzguen mejores en el contexto
relevantes sobre los temas más variados. utilizando esos materiales democrático, pero con mayor información y con datos de calidad
y difundiéndolos en un lenguaje accesible para la ciudadanía, po- acerca de Ia propia sociedad. Si bien los mitos como tales son ineü-
dremos agregar conocimiento a los debares y las políticas públicas. tables, debemos terminar con estos mitos específicos qtre nos impi-
Es necesario postular horizontes que trasciendan la co),untura, den pensar adecuadamente nuestros problemas, nuestros desafíos,
desarrollar políticas desde el Estado y desde las organizaciones socia- n uestras posibilidades.
les que permitan amortiguar las discontinuidades y los cambios de
Aun cuando, como dice Wittgenstein, "en nlrestro lenguaje está
rumbo que no capitalizan logros o experiencias preüas. Esto exiee depositada toda una mitología", no estamos condenados necesaria-
esfuerzos para abandonar el pensamiento dicotómico, pensamiento
mente a la mitología heredada. Podemos transformarla, podemos li-
qr-re sobreüve en las retóricas que ven un proceso político como
mitar el poder de los mitos que nos limitan, podemos avanzar hacia
homoséneo, maraülloso o deleznable, y también en las dificuita- los matices qlre nos permitan saber quiénes somos, dónde estamos
des para abordar de manera plural temas decisivos, avanzanclo en
y cuáles son las opciones que tenemos para construir una sociedad
consensos parciales sustentables y crecientes. cualquier pretensión
profundamente democrática e igualitaria.
de identificar a Lrn sector social o político con Ia nación está desti-
nada a profundizar esa dicotomía en un contexto cultural que sólo
permite que lo nacional se reconstituya como un colectivo clemo-
crático por encima de las partes. Pero ese horizonte nacional sólo
será socialmente asumido si, al mismo tiempo que se abandonan las
pretensiones de ser un país como (se cree que son) los europeos, se
logra un acceso garantizado a los derechos ciudadanos básicos para
el conjunto de la sociedad.
El hecho de que la dicotomización no sea el mejor camino no im-
plica ignorar que Lrna mayor igualdad en todos los terrenos supone
prócesos necesariamente conflictivos. No se pueden afectar intere-
ses económicos, ideológicos o religiosos a través de sueños cle ar-
monía. Pero una cosa es constmir fronteras políticas en situaciones
concretas, y otra muy distinta es anclar esa tensión en identidades

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