Professional Documents
Culture Documents
La respuesta a esta pregunta nos conduce al mundo de los bienes y en él vamos a observar
que un conjunto de aquellos se nos presentan de manera abundante, inagotables,
disponibles, ilimitados y no susceptible de apropiación.
En consecuencia, hasta aquí no tendríamos problema alguno, pues si tenemos bienes de
este tipo podemos utilizarlo sin dificultad para satisfacer necesidades crecientes e
ilimitadas. Estamos en el mundo feliz, es como disponer de un dispositivo cajero automático
que nos ha de proveer la satisfacción de cualquiera de nuestras necesidades. Este tipo de
bienes han sido denominados por la ciencia económica como bienes puros o libres, siendo
el ejemplo clásico el aire que respiramos.
Sin embargo, eso es una irrealidad. En el mundo real tenemos que recurrir para satisfacer
la mayor parte de nuestras necesidades a bienes que presentan características diferentes:
son escasos, limitados y susceptibles de apropiación, o sea, tienen dueño. Estos son los
denominados bienes económicos.
4
Decimos “enfrenta” porque al parecer este problema no tiene solución. Ello no significa que
no debamos enfrentarlo.
¿y cómo lo enfrentamos?
La forma de enfrentarlo es a través de la elección.
6
Y al parecer se trata de una doble elección. En efecto, se hará necesario que primeramente
tengamos que elegir qué necesidad, de entre la multiplicidad de necesidades que tenemos,
la que vamos a priorizar en su satisfacción. Tenemos al frente necesidades de diversa
naturaleza: vitales, sociales, colectivas, públicas civilizadas, naturales, etc.
Y una vez despejada tal decisión, ahora nos corresponderías elegir que satisfactor vamos a
7
elegir para satisfacer la necesidad ya elegida, porque en el mundo real, generalmente,
existe más de un satisfactor para satisfacer una necesidad.
Ahora la pregunta válida es ¿y cómo se desarrolla este proceso de elección?
Recordemos que elegir implica rechazar. Si elegimos a “B” es porque desechamos a “A” y a
“C”. Por una parte nos empodera al comprobar que somos autónomos, que poseemos
albedrío, apreciamos la esencia de ser persona, que poseemos la fortuna de tener la
posibilidad de elegir, de tomar una decisión que ha de tener impacto en el mundo exterior,
que ha de satisfacer una necesidad querida. Sin embargo, también nos causará
seguramente una dosis de angustia y dolor moral al reconocer lo que hemos desechado
como efecto de nuestra decisión acompañado de un grado de incertidumbre respecto a los
efectos de la misma- ¿Y si nos hemos equivocado en nuestra elección?
La decisión estará cimentada en un conjunto de juicios de valor, para cuya construcción se
utilizará aquella la complejidad del ser humado, en la cual se hacen presente la racionalidad,
las emociones y los aspectos volitivos, y éstos tres elementos en diversas medidas han de
confluir para estructurar al menos un juicio de valor de utilidad y un de valor de relación,
que pueden ser además adicionado, en determinados casos, con lo que se denomina un
juicio de valor signo.
Lo anterior significa que apreciaremos en nuestra elección aquél satisfactor que satisfaga
en mayor medida nuestra necesidad y en seguida en cual apreciemos que estamos
dispuestos a desprendernos de los recursos necesarios para obtenerlo.
El llamado juicio de valor signo, que puede estar presente en la satisfacción de determinada
necesidades y en la adquisición de determinados satisfactores en relación a la misma,
significaría la presencia de nuestra necesidad de expresar en el acto de consumo un sentido
de pertenencia en la sociedad y una señal que individualice el ser ante el conjunto social del
cual es parte. O sea, una señal de quien soy en el contexto social.
La elección de un satisfactor determinado entre un conjunto de satisfactores, todos ellos
llamado en su valor de utilidad a satisfacer una necesidad, puede dar a conocer un conjunto
de atributos del sujeto que efectúa la elección: posición socio económico; educación;
cultura; sensibilidad; refinamiento; aprecio del arte y el diseño; compromiso social;
pertenencia sub cultural; rasgos de personalidad, etc.
De esta forma enfrentamos al problema económico. Tengamos presente que para poder
elegir se requiere libertad, autonomía; asimismo, que el acto de elegir requiere alternativas
entre dos o más posibilidades y que el elegir implica desechar. El proceso de elegir implica
la construcción y evaluación de un conjunto de juicios de valor que se generan a partir de
la razón, emociones y aspectos volitivos presente en el ser humano.
8
Y la sociedad también debe enfrentar el problema económico y al igual que los sujetos
individualmente considerados, debe elegir.
En este caso, la elección será la consecuencia de la respuesta que esa sociedad se da a la
triple interrogante de qué, cómo y para quién producir.
9
Esa respuesta será sólo un discurso. Ese discurso requiere de acciones y estructuras que
permitan su realización. Cuando la sociedad crea al efecto un conjunto de instituciones que
han de permitir la concreción de dichas respuestas sociales, ha nacido un sistema
económico.
En efecto, estaremos en presencia de un conjunto de instituciones coherentes al interior de
las cuales se han arbitrado ciertos medios técnicos, sujetos a un conjunto de móviles
dominantes, que harán posible la concretización de las respuestas que la sociedad se ha
dado al qué, cómo y para quién producir.
Principalmente, podemos reconocer dos objetos de estas normas: a) las que regulan las
relaciones entre los sujetos económicos; y b) las que regulan las relaciones entre los sujetos
económicos y los bienes.- Las primeras van a requerir una definición sobre la cuestión de la
libertad económica y las segundas sobre la propiedad.
12
El tercer elemento que debemos considerar, además del sistema económico y el régimen,
son las estructuras económicas.-
Estos son elementos difíciles de cambiar, que van a darle una singularidad y particularidad
14
a un sistema económico localizado en el tiempo y en el espacio. En este ámbito no es posible
reconocer las estructuras económicas sin recurrir al examen de un conjunto de elementos
concretos, situados en la realidad, en un momento histórico determinado. Estos elementos
están constituido, entre otros, por el hábitat que comparte el grupo social, su cultura,
historia, institucionalidad, composición social, desarrollo económico, sistema político, etc.
De esta forma podemos encontrarnos con dos sociedades económicos que dan igual
respuesta al “qué”, al “cómo” y al “para quién” producir; o sea, compartir un mismo sistema
económico, consecuentemente asignarse un régimen económico a lo menos similar, pero
presentar características estructurales muy diversas, que las van a distinguir.
Retomando la naturaleza de las normas del régimen económico, debemos señalar que
éstas, en un primer momento, no pueden responder a las características de la norma
jurídica.
15
En efecto, las normas jurídicas no habitan en el régimen económico, sino en el régimen
16
jurídico. Y ellas se encuentran debidamente jerarquizadas en un ordenamiento,
denominado ordenamiento jurídico, simbolizado en la pirámide de Kelsen.
En consecuencia, las normas del régimen económico en su primer momento, descontando
que no pueden ser clasificadas con normas morales o normas de trato social, reúnen las
características de normas técnicas que constituyen un conjunto de instrumentos cuyo
propósito es el cumplimiento de determinados objetivos.
Sin embargo, si ellas son de naturaleza técnica carecen de los atributos propios de las
normas jurídicas; o sea, de coacción y coercibilidad, impidiéndoles disciplinar a los sujetos
económicos.
Ante esta carencia, las normas encargadas de disciplinar a los sujetos económicos para el
propósito del sistema, necesariamente deben emprender un tránsito hacia el sistema
jurídico con el objeto de ser recibidas y aceptadas por el estado de derecho y de esta
manera ser dotadas de los atributos de coercibilidad y coacción propios de la norma
jurídica.
Para tales efectos, la norma técnico económica debe ser necesariamente armónica y
compatible con los valores nacionales. O sea, con aquellos que recoge la Constitución
Política y consecuentemente todo el ordenamiento jurídico.
17
Esa armonía y compatibilidad conformará un orden; o sea, lo contrario del caos, una
correcta disposición de las cosas.
Ese orden es el Orden Público Económico, pues ahora nos encontramos, al decir de J.L.Cea,
con “un conjunto de principios y normas jurídicas que organizan la economía y facultan la
autoridad para regularla en armonía con los valores nacionales”, radicados en la
18
Constitución.
Ha surgido una noción clave para comprender la relación entre los sistemas económicos y
jurídicos.
La relación entre ambos sistemas, en consecuencia, está dado por este proceso de
juridización de la norma técnica económica proveniente del régimen económico, en virtud
del cual la norma técnica económica logra incorporarse al estado de derecho, en la medida
que su contenido normativo es plenamente armónico con los valores que residen en el
texto constitucional y, consecuentemente, con todo el ordenamiento jurídico, en atención
a la jerarquización normativa.
De esta manera el Derecho ha sido puesto al servicio de la Economía, pues ha proveído a
ésta de las herramientas que le permiten, por la vía normativa, disciplinar a los sujetos
económicos para el logro de los objetivos propuestos por la sociedad económica en la
construcción del sistema económico, dentro del marco un proyecto ideológico dado por
una sociedad determinada, en un momento histórico determinado, del cual dan cuenta los
valores y principios recogidos por la Constitución Política.
Lo anterior dará origen al Derecho Económico como disciplina encargada de dar cuenta de
ese proceso.
MAA/2016.UNIDAD 01- google-drive
19