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APARLENGIA Y REALIDAD per FH, Besley “onlo del gia! APpearmen and Realty Veo enon dea nora tpreven ng mend ot Nia paiteaa,elimes,comreie nee Univer So COMISION CENTRAL DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DB CHILE © FH dea, M6. Baa! tinge Bakerile 10/12 Papel a Gia anweraern Bagley Cartons 1, Senagy de hile, Popes fy win: Morice Aver: ABARIEN CIA Y REALIDAD ensayo metafisico por Francis Herbert Bradley ersidn castellano, intvoduecion y nota de JUAN RIVANO Profesor de Logica de ta Cniversided de Chite aiciones de la UNIVERSIDAD DE GHILE Capitulo I (CUAEIDADES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS La ilusidn y el error han preocupado, de miiltiples maneras y desde antiguo, la mente de los hombres: y las ideas mediante las cuales tratamos de entender el universo, pueden considerarse como otros tantos ensayos para superar nuestra frustracién. Examinaré critica. mente algunas de tales ideas en esta primera parte de tai obra, y trataré de mostrar que no han alcanzado su objetivo. Haré ver que el mundo, entendido segiin cllas pretenden, esta en contradiccién consigo mismo; Yy que no es por tanto realidad, sino apariencia En este capitulo me acuparé de la doctrina que se propone hacer inteligibles las cosas mediante la distincién entre cualidades prima yy secundarias. Es ésta una antigua doctrina, pero, y apenas es necesario ‘que lo diga, dista mucho de ser anticuada y no podra desaparecer jamés, Es indudable que de tiempo en tiempo, mientras haya seres humanos, veaparecers como Ia més avanzada y como Ia tinica doctrina cicntifica de los primeros principios. Empiezo con ella porque e muy simple, y ficil de refatar en sus rasgos principales. Las cualidades primarias consisten en aquellos aspectos de lo que percibimos 0 sen- timos que son, para decitlo con una palabra, espaciates; el residuo es secundinio, La solucién del enigma del mundo se obtiene tomando lo primero como real, y todo lo demas como apariencia mds 0 menos justificable y, en algiin sentido, derivada. EL lector conoce seguramente el fundamento de esta doctrina; pero debo referirme sucintamente a él por razones de claridad. Suponemos que una cosa debe ser autosubsistente y autodependiente. Esta, o tiene una cualidad o carece de ella. Y sila tiene, no puede poseerla solamen- te algunas veces, y meramente en ésta.o aquella relacidn, Ahora bien, tal principio implica In condenacién de Tas cualidades secandarias. Importa poco el detalle de un desarrollo coro éste. Una cosa es coloreada, pero no es coloreada de Ia misma manera para todo ojo; y si quitamos la condicion de algtin ojo que Ta ve, no parece ser en absoluto coloreada. {Es entonces 0 no coloreada? Y el ojo —cuya re lacién con la cosa aparece constituyendo, en algun sentido, Ia cus lidad— gpasce colox? Es abvio que no, a menos que hay2 oxo ojo que lo vea, En consecuencia, nada cs realmente coloreado; el color parece 1 nDLRY / APARIENCIA Y nxn solamente pertenecer a Jo que en si mismo no tient color. ¥ otro tanto debe decirse del frio y el calor. Una cosa puede ser frfa 0 caliente segtin las diferentes partes de mi piel; y sin relacién alguna, a una piel, parece no poseer ninguna de estas cualidades. ¥ axgumen- tando como lo hemos hecho, la piel no puede poseer tales cualidacles, ‘que en consecutencia no son poseidas por nada [real]. ¥ Jos sonidos que no son ofdos, dificilmente serén reales; ni es audible el drgano que los percibe, ni esti tampoco percibiendo el sonido continuamente, En. ‘cuanto a los olores y los gustos, nuestro problema parece empeorar; pues ellos se encuentran, de modo mis ostensible, miczelados con ef placer y el dolor. $i una cosa tiene gusto solamente en la boca, ges wna ‘cualidad suya el gusto? {Tiene algo olor donde no hay natiz? En cuanto a Ia nariz y la lengua, s6lo son olfateadas o gustadas por otra nariz u ota Tengua; tampoco puede decinse de una u otra que poscen come cualidad Io que solamente a veces poseen. Y el placer y el dis- placer, que nos aventuramos a localizar en el objeto, gebmo podrism estar alli? Una cosa es deliciosa o desagradable realmente y en st misma? ‘Soy siquiers yo en todo momento poseedor de estos adjetivos efimeros? Pero no cansaré al lector insistiendo en detalles. EL argu- ‘mento nos concuce siempre a la conclusién de que [as cosas tienen cualidades segundas tan s6lo en Ta medida en que se relacionan con un ‘organo; y que no hay otro senticio en que el érgano mismo posea estas cnalidades. Ellas se manifiestan como adjetivos que, de alguna mene- ra, surgen sobre la hase de las relaciones de To extenso. Sdlo lo exten- s0 es real. Y los hechos de aquello que designamos ‘sensacién subjet ya’ (incluyendo aqui los suefios y las ilusiones de toda especie) pue- den allegarse en apoyo de dicha conclusién. En efecto, tienen ellos a mostrarnos que, pudiendo tener Ia sensicidn sin el objeto y el objeto sin la sensacion, no es posible que Ja una sea una cualidad del otro. Por lo tanto, las cualidades secundarias son apariencias que vienen desde Ia realidad, la cual en si misma no tiene més cualidad que Ta cextensién, ¥ste argumento tiene dos aspectos, uno negativo, positive el otto E] primero niega que las cualidades secundarias corstituyan 1a real naturaleza de las cosas; el segundo se adelanta a estcblecer una afir- macién sobre las cualidades primarias, Examinaré primero si ta aser- cin negativa tiene justifiacién, No disputaré sobre Ta verdad del principio segiin el cual si una cosa tiene una cualidad, debe entonces tenerla [cumpliéndose tal posesién en las condiciones que hemos ‘expecificado antes]; pero veré si es posible defenderse todavia sin quitar ‘1 supuesto, Lo intentaremos de Je siguiente manera, Todo el argu- xaumaoes sannanins ¥ seconnanuas . ‘mento, podemos contestar, no hace sino mostrar que hay defecto en, 0 interferencia con, el érgano que percibe. Pero el hecho de que no pueda yo recibir las cualidades secundarias si no es bajo ciertas con- Eiciones no es stficiente para probar que no s¢ encuentren alli y que no existan en Ta cosa. Y suponiendo que se encuentren allf, como el ZErgumento insiste en probar sw ausencia, serd por ello un argumnento jlegitimo, En cuanto 2 Ja mera ilusién y el suefio, no se oponen a nuestra defensa, Las cualidacles son constantes en Jas cosas mismas; y si nro Iogran manifestarse, 0 si lo hacen mal, ello cs siempre en razén de digo exterior a sx naturaleza, Si podemos percibirlas, estin entonces alll Pero esta defensa parece ser muy debil. Pues, si las cualidades se manifiestan tan s6lo, bajo ciertas condiciones, geémo haremos enton- ces en iiltimo extremo para decir Jo que son cuando se excluyen faquellas condiciones? Una vez que se ha empezado, y que hemos sido bligados a incluir su apariencia en nuestra explicacidn, no podemos eliminarla en ningin momento ulterior. Admitiendo que las cuali- dades nos son dadas, siempre, en una relacién, y siempre como lo que aparece [o se manifiestal, es claro entonces que las comocenos tan s6lo como apariencia, ¥ la mera suposiciém de que pueden en si mismas ser realmente fo que son [en cuanto aparecen] carece en absoluto de sentido o ¢s autodestructiva, Podemos, ademés, reforzar esta conclu sign mediante una instancia conereta. Sostener que nuestra dama es encantadora, siempre y en si misma, es una actitud de fe, y queda fue- ra de cuestién, Peto si consideramos las cosas comunes, el resultado seri diferente, Observamos que el dolor y el placer pueden. integrar cl caricter de un gusto o un olor, y es obvio que tomar estos aspectos como una cualidad constante de Ja cosa o del drgano, parece en cx: ceso injustificable, ¢ ineluso ridiculo, ¥ debemos aceptar que muestra ‘defensa considerada en su totalidad ha fracasado, Debe decirse que las cualidades sccundarias son simple apariencia. Pero json cllas Ia apariencia de las cualidades primarias, y som Gstas la realidad? H1 lado positivo de esta doctrina afirmaba que lx csencia de la cosa consiste en la extension; y es necesario que nos preguntemos si esta conclusién es verdadera, Se trata agus, por su- puesto, de la doctrina materialista; y es una crecncia muy simple. Lo ‘extenso y sus relaciones espaciales constituyen el hecho sustantivo, el resto es adjetivo. No tenemos que preguntarnos aqui si esta concep- cién es cientifica, en el sentido de ser un instrumento necesario para ‘dl trabajo de algunas ciencias. Fs claro que ello es ftrelewunte pare Ja cuestién que enfrentamos, puesto que s6lo nos importa saber si tal 6 RADLEY / APARINGIA ¥ REALIDAD doctrina es verdadera, Desde este punto de vista, es probable que na- Tlegue a decir que el materialismo es cientifico, Indicaré brevemente algunos argumentos en contra de la doctrina aque sostiene que sélo las eualidaces primarias son reales, a) En pri mer lugar podemos preguntarnos cdmo en el medio que implica Ja naturaleza de lo extenso, se vincalan los términos con las relaciones aque tienen que extablecerse entre ellos, Este es un problema que tra faremos m4s adelante (Cap. w); y s6lo sefialaré aqul que sus consc- enencias son fatales para el materialismo. ) En segundo lugar, Te relacién entre las eualidades primarias y las secundarias —en cuya clase supongo que deben incluirse et pensamiento y el sentimiento— parece totalmente ininteligible. Pues nada ¢s realmente eliminado de Ja existencia por el mero hecho de rotularlo ‘apariencia’. Lo que apa- rece esté alli, y debemos considerarlo; pero el materialismo no pose tun método racional para explicar la aparieneia. La apariencia debe pertenecer, y no obstante no puede pertenecer, a lo extenso. No es capuz de domiciliase en algin sitio aparte, por caanto no hay otro lugar real; ni debe hacerlo, puesto que en tal caso la relacién desapa- recerfa y la apariencia dejaria de ser derivada, Pero, por el contrario, si pertenece ella en un sentido cualquiera a la realidad, ecbino 6 posible que no la infecte con su carécter irreal? Ahora bien, podemios recharar que Ia materia, si es cualificada esencialmente por todo lo que ¢ secundario, pueda permanecer siendo materia. Pero en otto sentido cualquiera que se In considere ser4 uno de dos elementos, y por To tanto no seré Ia realidad. ©) En tercer lugar, la argumentacién que not muestra que Tes cualidades secundarias no son reales, tiene Ia misma fuerza cuando se la aplica a las primarias. Lo extenso nos es munifiesto solamente en relacién con un drgano; y no afecta al argumento que el érgano sea el tacto, Ia vista, el sentido muscular, © cualquier otro érgano. Pues en todos los casos, la cosa es percibida por nosotros 2 través de tuna afeccién de nuestso cuerpo, y nunca sin ello. Y nuestro cuerpo inismio no es una excepeién, pues lo percibimos, en cuanto extenso, tan s6lo por la accién de una parte sobre otra parte percipiente. Es muy claro y cierto que no tenemos una milagrosa intuicién de nuestro cuerpo como realidad espacial. Pero, si ello es asf, In cosa extensa tenciré su cualidad solamente cuando sea percibida por algo gue no ¢s ella; y este algo percipiente se encuentra también en el mistao caso, En una palabra, no hay cosa de la que podamos decir que sea extensa sin relacién con otra cosa, que tomada en si misma fampoco poseeria esta cualidad, Ademés, puede esgrimirse también Ccustmanes eRIARIAS Y scunmanas 7 aqui la objecién que se fumda en las experiencias del suefio y de la ilusi6n. Segin esta objecion, el error sefiala wna relacién mecesaria del objeto respecto de nuestro conocimiento, aun en los casos en que no se adinite el error, Pero tal relacién reduciria todas las cualidades a apariencia. Es cierto que podriamos intentar una vez més aqui el plan de deferisa que ensayamos antes. Podriamos replicar que ka cosa extensa ¢ um hecho real por si mismo, siendo To variable solamente su relacién con nuestra facultad de percibir. Pero la inevitable con- clusion no puede conjurarse de esta manera. Si se sabe que una cosa tiene una cualidad tan sélo bajo cierta condicién, no hay procedi miento logico que, partiendo de ello, justifique la conclusion de que la cosa, no condicionada, sea todavia la misma, Esto parece completa: mente cierto; y, preciséndolo, si no tenemos otra fuente de informa cid, si la cuatidad en cuestion es no-existente para nosotros excepto en una relacién, entonees afirmar su realidad més alli de esta rela- cidn es ilegitimo, Para decivlo de una ver es un intento que en iiltima instancia no tiene significado, No obstante, diriase que si el materia. lismo ha de establecerse, debe mostrar de alguna manera la existen- cia de las cualidades primarias en un sentido que excluya su relacién con un érgano, Pero, desde que la esencia misina de ellas (como ve- remos mis adelante, Gap. 1¥) ¢s relativa, ain este refugio permanece inacresible. 4d) Existe todavia un argumento més obvio en contra de la doctrina gue criticamos, segiin 1a cual s6lo las cualidades espaciales son reales. Pondria mucho énfasis en él, si mi tema fuera un ataque en contra del materialismo, Sin las cualidades secundarias no es concebible la ex- tension, y nadie puede tenerla, en cuanto existente, ante su mente, conservando al mismo tiempo su pureza completa. En una palabra, Ja extension es una tajante abstraccién de un aspecto [de lo que 6 real] y la simple proyeccién de nuestra atencién sobre un solo lado de las cosas, una ficcién que, olvicéndose de si misma, toma un espectro por la realidad. Diré una pocas palabras sobre esta obvia objecién al ‘materialismo. Esta doctrina, desde Inego, sostiene que To extenso puede ser real ‘con entera prescindencia de toda otra cualidad. Pero Ta extensiOn rnunca se da de esta manera. Si es visual, debe ser coloreada; si es palpable, © adquirida segdn los varios modos que podemos compren- der bajo la expresién ‘sentido muscula', no se encuentra jams libre de las sensaciones que proceden de la piel, las articulaciones, lov Imisculos, 0, como algunos querrian agregar, de alguna fuente cen- tral. Se pucde decir Jo que se quicra, pero nunca pensar en 1a exten sién sin pensar al mismo tiempo en un ‘qué’ extenso. ¥ ademas de ser ‘sto asi, los términos de la relacidn espacial exigen diferencias particw lates, tales como ‘azriba y abajo’, ‘derecha ¢ iaquierda’. Es evidente que estas diferencias no son meramente espaciales, Ast como el ‘qué general, ellas consisten siempre en cualidades seoandarias que proce: den de’una sensacién incluida en alguna de las especies que antes hhe mencionado. Algunos psicélogos, ciertamente, pueden ir ain mis alléy sostener que son Tas cualidades secundaria: las que se encuen wimeto, en tanto que las primaries son detivadas; puesto que (Gegin sus opiniones) Ia extensidn es una constraccién, 0 desarrollo, que toma como base lo que es por entero no extenso. No puedo opinar die esta manera, pero si puedo apelar a Io que ¢: irrefutable. La ex: tensidn sélo puede manifestarse, 0 sex el objeto tel pensamiento, en. uunién con unta cualidad que es secundaria. Por s{ misma no ¢ més aque wna abstraccién, necesaria para ciertos fines, pero que no puede ser tomada por una cosa existente sin que incurramos en el vidiculo. Y¥ no obstante, el materialista, sea por un defecto natural o por falta de preparacién, sea por ambas cosas a Ja vez, adora sin justificacién ste débil producto de su ristica fantasia, *No sin justificacidn’, puede respondernos, ‘puesto que en los mé todos de Ia ciencia las cuslidades secandarias se explican como re- sultados de las primarias. Es obvio, entonces, que éstas son indepen- dientes y anteriores’. Pero es éste un error muy simple, Supongaimos, en efecto, que se ha mostrado que, daeo un elemento 4, otro, B, lo sigue de hecho; supongamos que se puede probar que B no es alterado aunque A se acompafie de ¢, d, ¢, u otra cualidad cualquiera; de aqui no e legitimo concluir que 4 existe.y actiia por si, La cualidad se- cundaria b, asl se argumenta, puede explicarse como resultado de la cualidad primaria 4, sin considerar otro factor. Supongamos que es asi; todo lo que puede concluirse de ello es que Ix naturaleza especial de aquello que acompafia 2 es irrelevante con relacién al proceso. No slo no hay prueba sino que ni siquiera hay ‘a més leve sugestién de que A pueda actuar por sf mismo, o pueda se> un hecho real si lo consideramtos aisladamente. No cube duda de que es cientifico elimi nar ciertos aspectos euando investigamos; pero sostener que, en con- sectiencia, tales aspectos io son hechos, y que aquello que utilizamos ‘con prescindencia de ellos es una cosa real independiente, ¢5 intror ducir Ia barbarie en metatisica, Coneluimos, entonces, que si las cualidades secundarias son apa. riencia, las primarias no pueden subsistir por sf misinas, Esta distin- cid, sobre cuya base se ha desarrollado irreflexiyamente el materiar sustasere ¥ anEnve : lismo, no puede aproximarnos a Ia verdadera naturalera de Ta vea- lida Capitulo I SUSTANTIVO ¥ ADJETIVO Hemos visto que no avanzamos mucho distinguiendo las cualidades primarias de las secundarias. Dejemos de lado esta doctrina y, vucltos una ver mis directamente hacia lo que nos enérenta, examinemos otro modo de hacerlo inteligible. Eneontramos los contenidos del mundo agrupados en cosas y cualidades, Sustantivo y adjetivo constituyen un venerable procedimiento para distinguir y ordenar los hechos, con vistas a entenderlos y a alcanzar Ia realidad, Debo seftalar breverente el fracaso de tal método cuando lo consideramos como un intento tebrico serio, Consideremos, p. ej, un trozo de azticar. Un trozo de anicar es uma cosa, y tiene propiedades, adjetivos que lo cualifican. Fs blanco, duro y dulke, El trozo de anicar, decimos, es todo esto; pero lo que real- mente signifique es, parece dudoso. Una cosa noe una cualquiera de sus cualidades, si al cualidad se toma por sf misma; si ‘dulce’ fue- 12 To mismo que ‘simplemente dulee’, es claro que In cosa no seria dulce, Adennis, en la medida en que el trozo de anicar es dulce, no 3 blanco o duro; pues tales propiedades son distintas, Ni puede tam- poco el antcar ser todas sas propiedactes, consideradas en separacién, Es obvio que el aziicar no es mera blancura, mera dulzura y meta Gureza; porque su realidad reside, de alguna manera, en stu unidad. Pero si, por otra parte, preguntamos qué puede haber en Ia cosa ademds de sus cualidades, una vez més surgirén dificultades. Ninguna uunidad real podemos descubrir como existente, sea fuera 0 dentro de tales eualidades. Pero eno podria ser el énfasis en este aspecto de Ja unidad de a cosa lo que causa nuestra confusidn? Es claro que el ariicar no ¢s 1a simple pluralidad de sus diferentes adjetivos: mas epor qué habria de ser mas que sus propiedades en relacién? El secreto de la coea con slstird, entonees, com toda seguridad, en un cierto modo de cvexisten- cia de ‘blanco’, ‘dulce, ‘euro’, ete. Y deberla decirse, por lo tanto, que Tas cualidades son, y que son en relacién, Pero aqui, como antes, tan pronto dejamos las frases surgen los problemas. ‘Dulce’, ‘blanco’ ¥ ‘duro’ aparecen ahora como sujetos, acerca de los cuales ‘decimos al: 8. Es obvio que no predicamos el uno del otro, pues rechazan inme- cy [DLE / APAREENGIA ¥ REAEIDAD diatamente nuestro intento de identificarlos. Fn esto son totalmente incompatibles, y en tal medida, contrarios. Entonces, segdn parece, tiene que predicarse una relacién de cada uno de ellos. Una cualidad, A, ¢s [est] en relacidn con otra cualidad, B. Ahora bien, qué ¢s lo «que hemos de entender aqui por es? No se quiere significar que ‘en relacién con B’ es A; y no obstante, nuestra asexcién dice que A es ‘en yelacién con B’. En el mismo sentido, decimos que 2 se encuentra ‘antes de D’ y nos referimos a F diciendo que ¢s [esti] ‘a la derecha de F’. Nos expresamos asi, pero ante la conclusidnt “antes de D’ es Cy ‘a la derecha de F* es E, retrocedemos horrorizados, contestando, tir faticamente, que la relaciOn no es idéntica con Ta cosa, sino un atributo solamente que pertenece, 0 es inherente, a ella. La palabra que ust- riamos, asi exigida, no seria es, sino més bien tiene, Sin embargo esta enmienda no pasa de ser insignificante. Como resultz evidente, slo trasladamos el problema, cuyo asunto ¢ ahora el significado de Ja palabra “tiene”: y, dejando de lado metéforas que no cabe tomar en rerio, la respuesta no aparece en parte alguna. De manera que no podemos resolver nuestro viejo dilema: Si se predica lo que es dife rente, se adscribe al sujeto Io que éste no es; y si, en cambio, se pre- ica lo que no es diferente, no se dice nada en absoluto. En tal punto, debemos intentar una reelaboraciin de nuestro aserto. ¥ Io que tenemos que hacer para ello es afirmar la relaciéa, no de un término, sino de ambos, 4 ¥ B son idénticos en tal punto, mien- tas que en tal otro difieren; o, también, estin situados de esta mane- ra en el espacio o en el tiempo. ¥ asf eliminamos es, conservando son. Pero, en verdad, nada de esto semeja la explicacién de una dificultad, sino més bien un juego de palabras. Pues si se pretende con ello que 4 /y B, considerados separadamente, ‘tienen’ atin esta relacién, se afir- ‘ma entonces lo que ¢s falso. ¥ si se afirma, en cambio, que A y Ben. una relacién determinada se encueniran relacionados asi como lo estin, no se significa nada con ello, Pues aqui, como antes, si el predi- cado no comporta diferencia, es superfiuo; mientras que si hace del sujeto algo diferente de lo que es, es falso. Tntentemos atin salir de este circulo. Abstengimonos para ello de hacer de Ia relacién un atibuto de lo relacionado, y supongamos que 6 ms o menos independiente. ‘Existe una relacién C, en que A y B se encuentran; y esta relacién aparece con ambos’. Pero tampoco he- mos hecho aqui progreso alguno. Admitimos que la relacién C es di- ferente de A y B, y ya no se predica de ellos. Sin embargo, algo parece aecirse de esta relacién C, y también de A y B. ¥ este algo no es [segiin hhemas suptesto] 1a adscripeién de uno al otro fes decir, de Cady B sumeanvo ¥ Anzerwo 1 ode A y B aC), En tal caso, pareceria ello ser una nueva relacién, D, en que se encontrarfan, por una parte, C, y por ota, A y B. Pero tal attilicio Heva a un proceso infinito, La nueva relacién D no puede ser en sentido alguno predicada de C, ni de A y B; y dcbemos en consecuencia recurrir a otra relacién, #, que se insertari entre D y to que sea que exté antes [65 decir, 0 4 y B, 0 Gl]. Pero esto debe conducir- nos a otra relacién, F; ¥ asi adelante, indefinidamente. De suerte que no podemos resolver él problema tomando las relaciones como inde- pendientemente reales. Pues en tal caso, las propiedades y su relacién ‘quedan siempre separadas y, entonces, nada hemos dicho. Siendo asi, tenemos que elaborar una nueva relacién entre la anterior y los términos; lo cual, una vez logrado, nada nos ayuda. Esta, 0 exige una mueva relacién, y asf adelante, sin Megar a un fin, 0 nos deja donde esvabamos, enmarafiados en dificultades. EL intento de dividir Ta cosa en propiedades —cada una de las cua: Jes es una cosa real, mezcladas de alguna manera con relaciones inde- pendlientes~ implica un fracaso evidente. Nos sentimos compelidos a reconocer, cuando reflexionamos, que una relacién que se mantiene zmeramente junto a sus términos es una ilusién. Si ha de ser real, debe serfo de alguna manera a expensas de sus términos; 0, por Io menos, debe ser algo que aparece en ellos, 0 a lo cual ellos pertenccen. Una relacién entre 4 y B implica realmente un fundamento sustancial dentro de ellos, Este fundamento, si decimos que 4 es semejante a B, 6s la identidad X que mantiene reunidas estas diferencias, Lo mismo ‘ocurte con el espacio y el tiempo —siempre debe haber un todo que comprende lo que ¢ relacionado, o no habria entonces ni diferencias ni relacién, Parece como si la realidad poseyera diferencias, A y B, in- compatibles entre si y con ella; y que, para retener sus multiples pro- piedades, esta totalidad consintiera en adoptar la forma de relaciones centre elas. Esta ¢s Ia razdn de que las cualidades sean en cierta medi- a incompatibles, y compatibles también en cierta medida. Todas ‘elias son diferentes; y, por otra parte, en razén de que pertenecen a un mismo todo, se ven forzadas a unirse. Solamente alli donde se unen separéndose, mediante una relacién, cesan de persistir en conflicto. En cambio, alli donde tna cosa no logra establecer una relacién entre sus propiedades, éstas permanecen contrarias, Asi, p. ej, los colores ¥¥ los olores viven juntos y en paz en la realidad; pues la cosa se divide, ‘de manera gue Jos deja simplemente uno al Tato del otro dentro de ‘ella tnisia, Pero el color choca con el color porque su identidad espe- cial los confunde [0 los dispersa como elementos de cosas separadas] 2 sais ADARIENCIA Y HEALIDAD Y en este caso también, si la identidad se hace relaciomal con ayuda del espacio, ellos se separarin entre si, y estarin ahora en paz. En una palabra, Ia ‘contrariedad’ consiste en diferencias de aquello que no puede encontrar Ia relacién que permita unirlas separindolas. Es et inento de matrimonio sin un modus vivendi. Pero allf donde el todo, relajando su unidad, toma la forma relacional, hay coexistencia y concordia, ‘Emprendimos el desarroilo anterior, principalment, por la luz que arroja sobre la cuestin de la naturaleza de Ia ‘contrariedad!. Porque ada comporta que tenga la semejanza de una solucién de nuestro problema de la inherencia, Solamente nos ensefia cdo estamos obli- gados a configurar las cosas de una cierta manera, pero no justifica esta conliguracién. La cosa elimina Ia contradiccién mediante su trans- formacién en relaciones, y admitiendo ademés que sus adjetivos se establezcan con independencia de ella. Pero, de esta manera, la cosa elimina la contradicciOn por una especie de suicidio Pues no puede suministrar wna explicacién racional de las relaciones y Tos términos que adopia, ni puede recobrar su real unidad, sin ta cual es simple- mente nada. La totalidad del artificio se manifiesta como una obvia ineonsistencia. Consiste en decir al mundo exterior ‘yo soy la poseedo- ra de estos adjetivos’, ya las propiedades, ‘no soy sino una relacién, que deja a ustedes su libertad’. Y para s{ misma y por sf misma no es nds que Ia fitil pretensidn de poser ambos caracteres a la vez. ¥ tal conliguracién puede ser Gtil, pero Ie cucstién no ha sido resuelta en su sentido tedrico. La unidad inmediata, en que los hechos se nos hacen presentes, ha sido quebrada mediante la experiencia, y luego mediente la reflexién. La cosa con sus adjetivos es un artificio para unir al mismo tiempo Ja variedad y el acuerdo. Pero las distinciones, una ver hechas, quedan separadas de la cosa y también separadas entre si, ¥ nucstro intento de entender sus relaciones nos conduce a una unidad que no alcan- ‘amos, que se manifiesta como una simple pretensién, o nos retrotrae a Iaarcaica nocién de una sustancia indivisa, que no atmite relaciones. ‘Veremos més claramente que este dilema es irreductitle, cuando haya- mos examinado el modo que Ia relacién adapta ante la cualidad, Pero esto cxige otro capitulo. Para terminar, consideraré brevemente una posible sugerencia, Por- que se nos diré, tal ver, que las distinciones establecidas en Ia cosa se deben sostener solamente como modos mediante los cuales nosotros a consideramos. La cosa misina mantiene entonces sa wnidad, y los aspectos de adjetivo y sustantivo son tam sélo nuestros puntos de vista; ation ¥ coatap 8 fen razén de lo cual no afectan de modo algano lo real. Pero esta. de- fensa carece de impottancia, pues nuestro problema es cémo podemos pensar sin error en Ia realidad. De forma que, si tales puntos de vista constituyen un procedimiento justificable para pensar de esta manera, apliqueseles entonces sin falta a la cosa, y péngase término a nuestra dificultad. De otra manera, Ta cosa, sin puntos de vista, se manifiesta desprovista totalmente de caracteres; y éstos, sin la cosa, no poseen ya realidad, aun en el caso de que pudiraimos establecer compatibili- dad envee ellos. En una palabra, la distincién entre el hecho y nues- ira manera de considerarlo, sirve tan sélo para duplicar Ia confusion original. Porque hay ahora una inconsistencia en mi mente, y una incousistencia en Ia cosa; y lejos de ser una ayuda, la primera no hace sino agravar Ta segunda, Capitulo IT RELACION ¥ CUALIDAD Fs evidente que el problema discutido en el capttulo anterior conduce Ia cuestién de ia naturaleza de la cuatidad y Ja relacién, EL lector habré anticipado, quizés, la conclusién que hemos de alcanzar en éste. Ta disposicién de los hechos dacos en un esquema de cualidades y relaciones puede ser necesaria en la practica, pero es tedricamente ininteligible. Caracterizada de esta manera, Ia realidad no es verda- era realidad, sino apariencia. Es muy dificil sostener que este caricter no exige ser entendido, que 6s el tmico modo de ser que posec Ia realidad y que meramente debemos recihirlo. Porque ha resultado evidente que no es total ‘mente inmediato, sino que contiene aspectos que se distinguen y to- man como diferencias, y Jos cuales, hasta donde de hecho vemos, tienden a una ulterior separacién, Y si la realidad posee verdadera- mente un procedimiento para unirlos arménicamente, tal procedi- miento no se manifiesta a primera vista, En nuestra propia perspec- tiva, incluso aquellas distinciones que hacemos conscientemente pue- den de alguna manera suministrar Ja verdad sobre 1a realidad. Pexo, ‘en la medida en que no logramos justificarlas y hacerlas inteligibles para nosotros mismos, estamos obligados a considerarlas como simple aparienci El objetivo de este capitulo ¢s mostrar que Ia intima esencia de es- {2s ideas posce una naturaleza viciosa y autocontradictoria. En pocas Palabras, nuestra conclusién serd la siguiente. La relacién presapone u nance] APARHUNCIA ¥ REALIDAD Ta cualidad, y la cualidad presupone Ia relacién. Cada uno de estos aspectos puede asumir el papel de algo que ni se une ni se separa Fespecto del otro; ¥ el eirculo vicioso en que gitan no es la verdad sobre la realidad. 1. Las cuafidades no son nada si no hay relacién, AL tratar de po ner de manifesto la verdad de este aserto, no haré uso de los valiosos ‘argumentos que nos suministra la psicologia, y que intentan mostrar aque ls cualidades varian con los earabios que experimenta la relacién, Las diferencias que percibimos parecen, muctas veces, haber sido readas de esta manera. Pero no he de utilizar este argumento, porque ho veo que sea conchiyente con relncién a le np existencia de cual Gades originarias © independientes. En cuanto a la prueba que s© basa en In exigencia de contraste para que haya percepcidn, ha sido, fen mi opinién, desarrollada traspasando sus limites l6gicos, Por Jo tanto, y aunque estas consideraciones tienen indudablemente wna signilicacion importante para nuestro asunto, prefiero dejarlas de la- dio. ¥ no creo que sean necevaris. Podemos proceder en forma més adecuada a nuestra conclusién, de la siguiente manera. Podemos arglir que no es posible encontrar cua. lidades sin relaciones; que donde sea que se tomen de esta manera som tales, y continian siendo tales, debido a una operacién que implica relacidn, Todo el significado de su ploralidad resulta para nosotros de las relciones; y suponer que no ¢s asi en Ta realidad es totalmente §nsostenible, Desarrollaré esto en forma mis detallada Encontrar cualidads sin relaciones es del todo imposible. En el do tminio de ia conciencia, incluso haciendo abstraccién de las retaciones de identidad y diferencia, nunca son independientes. Una est unida ty zeladonada con, otta por lo menos: de hecho, siempre con mis de tuna. ¥ no podemos recurrir de ninguna manera a on estado anterior, J sin distinefones, de la mente, en el eval un sentimiento retina wna pluralidad de aspectos. Por mi parte, admito que tales estados, en los fue no hay relacién, existen efectivamente; per> niego del todo que hnaya en clios cualidades. Pues, si tales aspectos, en cvanto simnplemen- te sentidos, se han de considerar propiamente cvalidades, ello serd ast solamente para un observador exierior: y entonces serén dados para él ‘como aspectos, ¢s decir, juntos con relaciones. En una palabra, si se retrocede al mero sentintiento no articulado, no se tienen relaciones ni cuclidades, En cambio, si nos volvemos a lo que es distinto, surgen inmediatamente las relaciones. Supongo que se nos contestard de la siguiente manera, Aungue las naxaiow ¥ conta 6 ‘cualidades en un sentido propio no pueden descubritse separadas de Tas relaciones, no es ésta una refutacidn legitima de su existencia sepa rada. Pues nos ¢s muy Kicil distinguirlas y considerarlas por si mismas. Y para esta percepcién, evidentemente, se requiere una operacién de nuestra mente. Hasta agut, por To tanto, lo que ¢s diferente debe ser distinto, y en consecuencia, relacionado. Pero esta relacién no perte: hnece verdaderamente a la realidad, sino que tiene existencia solamente pata nosotros y comio un procedimiento que empleamos para aleanrar {1 conoeimiento, De manera que la distincién se basa en diferencias {que estin all, en lo real, las cuales permanecen cuando nuestras rela ones no caen allio son desplazadas Claro que una respuesta como sta depende de que separemos el producto del proceso, lo que parece imposible. Las cualidades, en Canto distintas, siempre son asi constituidas por una accién, Ia cual SNegiin se admite~ implica relaciones. Ellas son constituidas de esta manera y, Io que es mds, tan s6lo asi som mantenidas, ¥ es imposible obtener jamis el producto aislado de su proceso. Se dird, acaso, que el proceso ho es csencial? Esta es una conclusidn que debemos probar, y Seria absurdo partir meramente de ella. :Se intentari probarla por fanatogia? Es posible, para maltiples propésitos, aceptar y emplear la nocidn de existencia de procesos y relaciones que no afectan especial mente la interior naturaleza de los objetos. Pero nuestro problema consiste justamente cn la posibilidad de distinguir, en iltimo extremo, entte intetior y exterior, y de establecer lo interior como absolute mente independiente de toda relacidn. Operaciones mentales como Ja comparacién, que presuponen en lo que se compara cualidades que fexisten previamente, no pueden probar en ningtin caso que tales cua- lidades no dependen en absoluto de relaciones. Ni puedo tampoco creer gue sea éte un asunto para ser decidido mediante analogia, pues toda Ia cuestidn es, brevemente, ésta: Hay una operacién que, desplazando una parte de Io que es dado, presenta la otra en abstrac cidn, Este resultado no se encuentra jamis separado de una abstrac cidn que lo mantiene. Y, si no disponemos de més informacién, no podemos encontrar justificacidn para sostener que el resultado es un hecho sin el proceso. La dificultad queda, pues, cotalmente del lado del que afirma, y éste no logra reducizla en modo algumo. El argumen- ta de que en Ia percepcién una cualidad debe ser dada primero, antes que otras, y que, por Jo tanto, ét2 no puede ser relativa, apenas vale Ja mencién. Nada hay més natural que este modo de dirsenos las cus: lidades, es deciz, en alguna conjuncitin, y nunca wislsdes Podemos agregar atin que mo solamente cs indefendible 1a exelu- niemnece 6 swan / APARIESCIA Y REALDAD sidn del proceso ~aun cuando resuliara yerdadera~, sino que es, ade- mis, evidente la falsedad de su resultado, Porque éte implica interior ‘mente el cardcter del proceso. Es deci, [a pluralidad de las cualidades no puede reconciliarse con su simplicidad. Su pluratidad depende de Ja relacién y, sin ésta,ellas no son distintas, Pero si no son distintas, no son diferentes, y no son, por lo tanto, cualidades. No quiero decir, em- pero, que la cualidad sin la diferencia sea impositile en un sentido ‘cualquiera. Por lo que sé, pueden existir criaturas aaya vida consista, para ellas, en un sentimiento simple y no articulado; y los argumentos que puedan oponerse en contra de esta posibilidad son, en mi opinién, efectuosos. ¥ si se quiere denominar un sentimiento como éste “cus lidad”, hdgase asi; pero téngase entonces presente que no podlemos ‘argumentar, partiendlo de ello, en contra de To anterior. Porque no se discute aqui si el universo es @ no una cualidad en este sentido, sino sobre las cnalidades. Y un umiverso reducido a un sentimiento, ademés de no consistir en cualidades, no seria siquiera una cualidad, en cuan- to diferente de otras y aparte de las relaciones. Nuestra verdadera cncstidn ¢s, si la relacién es esencial a las diferencias. Hemos visto que, de hecho, relacién y diferencia no se encuentran Jjamds separadas, y que Ia separacién por abstraccién no es prucba de ‘una separacién real. Nos proponemos ahora sostener que toda separa- tividad implica separaciOn y, de esta manera, relacién; y que, por lo tanto, cuando se la establece como absoluta, es una discrepancia inter- na. En efecto, las cualidades 4 y B tienen que ser diferentes entre pero en tal caso la diferencia debe encontrarse en alguna parte. $i se encuentra, en cualquier grado o extension, fuera de A 0 B, tenemos inmediatamente una relacién, 2¥ cémo pueden, por otro lado, diferen- Gia y alteridad caer dentro? Si tenemos dentro de 4 una alteridad cualquiera, como ésta, debemos entonces distinguir dentro de A su cualidad y su alteridad; de manera que el problema que nos ocupa veaparece dentro de eada una de las cualidades, y divide a cada una ‘en dos cualidades en relacién, En wna palabra, 1a diversidad sin rela- cin parece una {6rmula sin significado. Y no puede responderse que no es la pluralidad nuestra problema. Fstoy convencido de lo contra- rio; sin embargo, y ante Ia insistencia, limitémonos 2 la distincién y a Ja diferencia. Mi argumento se basa en lo siguiente: si no hay diferen-

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