You are on page 1of 15
UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO EN LA ALTA EDAD MEDIA ESPANOLA. ARQUITECTURA Y ESCULTURA DE INFLUJO OMEYA EN LA PENINSULA IBERICA ENTRE MEDIADOS DEL SIGLO VII E INICIOS DEL SIGLO X (1) Luts CABALLERO ZOREDA CS.LC,, Macrid «Dado que el desarrollo de la Espaita musulmana a partir del 750 coincidié con una afluencia de musulmanes procedentes de Siria, pode- mos considerar que los primeros pasos del arte iskimico en Espafia estu- vieron profundamente afectados por la evolucién anterior de otras par- tes de] mundo musulman, Este es un punto importante si nos damos cuenta de la pobreza de la tradicién artistica viva que existia en Espaia en ia época de la conquista musulmanay (Grabar, p. 31). CONSIDERACIONES PREVIAS FJ estudio de nuestra alta Edad Media presenta atin dudas. Los in- vestigadores no nos ponemos de acuerdo sobre la cronologia de mu- chas de sus manifestaciones, especialmente la escultura, la arquitectura y las producciones cerdmicas que suelen ser base segura para la Ar- queologia de otras épocas 1. La escasez. de fuentes y su fuerte grado de indefinicién creo que es una causa de esta situacion. Me refiero tanto a las fuentes «materiales», como a las documentales —sin entrar en cudl de elias es mas o menos objetiva, sino en el grado de indefinieién que presentan y a qué se debe~. Si esto es asf, puedo decir que entre los si- glos vit y 1x no distinguimos con nitidez suficiente los caracteres defini- dores de los restos materiales para poder ordenarlos cronolégica y cul- turalmente, A ello hay que achacar el que Ia escultura se convierta en * El tema clegido y la fimitacién de espacio-me impiden extenderme lo que debiera tanto en las referencias bibliograficas como en as ihustraciones. Espero que se compren- dan estas limitaciones y no se me acuse por ellas de parcial, Este trabajo lo expuse en el XVI Workshop Committenza ¢ committenti tra Antichita’e alto Medioevo, en el Ettore Majorana Centre for Scientific Culture, en Erice, en marzo de 1994, Agradezco a sus or- ganizadores la oportunidad que me oftecieron, asi como a Joaquin Yarza, Isidro Bango ¢ Isabel Roda la dura y sincera critica que alli me hicieron. Agradezco a Pedro Mateos ‘de Mérida y Empar Juan las fotos de Santa Eulalia de Mérida y Pla de Nadal. # 322, LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 «désil director» sirviendo su sola presencia o auseneia para fechar un yacimiento 0 un edificio en uno u otro momento. Algo parecido ocurre con las fuentes escritas, cuyas referencias son muy escasas hasta bien avanzado el siglo 1x, y ademés presentan tal grado de indefinicién que sirven para fechar un edificio en momentos muy diferentes. Por ello la debilidad de los arguments documentales utilizados para apoyar la fe- cha de edificios como Quintanilla, Bande o La Mata. A ello se unen las posturas historiogréficas, metodoldgicas y tedricas que mantenemos Jos investigadores de esta época. Sobre todo fa instalacién de una fuerte corriente de «escuela» que dificulta salirse del marco referencial here- dado y que, a la vez, s6lo admite las nuevas aportaciones hipotéticas y experimentales que refuerzan su propia Ifnea. También creo que la his- toriografia de la alta Edad Media espafiola est4 marcada por la fecha mitica del aiio.711. Esta fecha deberfa haber ayudado a historiar mejor nuestras manifestaciones materiales; y sin embargo contintia siendo fuente de contradicciones y divisiones entre partidarios de unas y otras posturas. Por ello suele ser muy raro que alguna manifestacién de estos momentos se feche por ejemplo como «de Jos siglos vi al 1, cuando asi se deberia hacer si su cronologia es controvertida. Estas paginas se deben considerar una consecuencia de este fendmeno. Todo ello hace que las escasas novedades que se van produciendo no posibiliten una paulatina variacién de las posturas tradicionales. Por ejemplo las exca- vaciones arqueoldgicas que, aunque pocas y pobres en hallazgos, se es tan multiplicando en los ultimos afios y ofrecen datos con cierto grado de definicién como para haber permitido este inicio de cambio. Divido estas paginas en tres partes. Primero resumo brevemente los dos paradigmas distintos. Por una parte la teoria tradicional que consi- dera las iglesias sobre las que me centro, como de cronologia visigoda; y por otra la teoria que las considera de época postvisigoda. La segunda parte es descriptiva, tratando de aislar y,categorizar los elementos que, de acuerdo con la teoria que propongo, puede sustituir en buena parte a la tradicional. Finalmente haré un elenco de las repercusiones a que lleva la nueva teorfa, si se consigue demostrar como cierta, y de los pro- blemas no resueltos que atin acarrea. La TEORIA TRADICIONAL O «VISIGOTISTA® Segiin la teorfa consensuada la sociedad visigoda fue 1o suficiente- mente vital como para desarrollar una arquitectura y una escultura de- AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO.. 323 rivada de su tradicién roimana y de influjos mediterrneos bizantinos con caracteristicas muy personales y ademas avanzada respecto a las soluciones técnicas conseguidas hasta ese momento en su Ambito geo- grifico. La Hegada de los musulmanes supuso una profunda ruptura que colapsé esta produccién en el territorio ocupado y de Ja que en realidad s6lo se saldria después de Ia llegada a la Peninsula de ‘Abd al- Rahman I, Mientras, la tradicidn visigoda arraigaria en el territorio re- conquistado asturiano, dando lugar, a partir de Silo, a un arte derivado de aquél. Sélo ya entrado el siglo x surgiria una nueva produccién en el reino de Leén donde se unitfa el influjo arabe a la tradicién visigoda, re- generada por lo asturiano, en un nuevo arte denominado por ello mo- zarabe. No debemos olvidar Ia existencia de producciones en otras zonas peninsulares, por ejemplo en Catalufia, que deliberadamente de- jo de lado, aunque consciente del error de planteamiento que ello con- lleva, pues puede hacer suponer que su evolucién no tiene nada que ver con la del resto de la Peninsula. Asi, un interesante grupo de edificios de culto cristiano, conside- rados modelos, se han venido fechando como de época visigoda, gros- 0 modo dentro del siglo vu, de gran importancia e interés por su orga- nizacién espacial, por su técnica y sus soluciones constructivas y por su decoracién, con Ja presencia de escenas figuradas. Al considerarse del siglo vir suponen un importante precedente para las artes plena- mente medievales, principal y directamente del arte llamado asturiano y se pretende que en cierta medida también del islamico y el roma co. Supondrian de hecho un puente entre el arte tardorromano y la i fluencia bizantina y unas artes plenamente medievales, La mayoria son iglesias de pequefio tamafio, de planta tendente a centrada y con una parte importante de sus cubiertas 0 toda ella abovedada. Las prin- cipales son: San Frutuoso de Montelios (Braga), San Pedro de Balse- mao, San Gio de Nazaré y Vera Cruz de Marmelar en Portugal; San- ta Comba de Bande (Orense), San Pedro de la Nave (Zamora), San Juan de Baiios (Palencia), Quintanilla de las Vifias (Burgos), Santa Maria de Ventas Blancas en La Rioja; Santa Maria de Recopel en la cindad de fundacién visigoda de Recépolis (Guadalajara), San Pedro de La Mata y Santa Maria de Melque (Toledo), esta tiltima de modo no undnime; y la recién descubierta Santa Lucia de El Trampal (Céce- res). A ellas debemos unir una residencia civil, rural y de lujo, recien- temente descubierta en el campo de Valencia, Pla de Nadal. (En gene- ral: Schlunk y Hauschild. Melque: Caballero y Latorre; Caballero, “ 324 LUIS CABALLERO ZOREDA AG, xv, 1994 ae 2, Fiours 1. ‘Temas decorativos de Jirbat al-Mafyar. Segin Hamilton. Fila 1*, figs. 87, 199, 218 y 114; fila 24, figs. 211 y 212; fila 3°, figs. 155, 156 y 163; fla 48, figs. 89 bis, 162 y 1390; fila 5~, figs. 131, 183 y 128; fila 64, figs. 135, 213 y 216. AQ, Xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO, 325 1993a. El Trampal: Caballero y otros, 199 1a. Pla de Nadal: Juan y Pas- tor; Juan y otros.) Junto a estos edificios se ha adscrito también a época visigoda un gran niimero de piezas decorativas que se centran en varios centros: uno meridional en Cordoba; otro, oriental en la Lusitania con el centro més importante y numeroso en Mérida y otros menores, entre ellos el de Lisboa, muy rico teméticamente; el toledano, que tradicionalmente se considera derivado de Mérida y puente de la expansién hacia la Me- seta Norte; y los de la-costa mediterranea, en el Levante, centrados en Valencia y Tarragona. Dentro de este importante lote de escultura de- corativa, no son muchas las piezas que se encuentran in situ decorando los edificios (Montelios, Marmelar, Bande, La Nave, Bafios y Quintani- lla), y muy pocas las que proceden de excavacién (en Melque, El Tram- pal, Pla de Nadal y el considerado xenodochium de Mérida, Mateos). A pesar de los hallazgos meridionales més recientes de Et Trampal y Na- dal y de la controvertida inclusion en este grupo de Melque, no se logra constatar la presencia de iglesias con las mismas caracteristicas en la amplia region meridional de la Peninsula, donde, salvo la escasa pre- sencia de escultura decorativa, existe un verdadero vacio que puede servirnos como primer punto a valorar en nuestra argumentacion. Ha sido la labor de investigadores det prestigio y la talla de Gomez Moreno, Camps Cazorla y Schlunk, especialmente, la que ha puesto unas bases sélidas para la teorfa actualmente aceptada sobre estas igle- sias, Igual que otros muchos investigadores, yo mismo he seguido esta adscripcién hasta un momento muy reciente (Caballero, 1987). Son principalmente razones de cardcter histérico las que obligan a buscar una «cultura materialy que justifique la importancia que histéri- camente parece tener esta etapa de nuestra Peninsula. Por primera vez existe una forma politica nacional en la que la mayoritaria poblacién hispanorromana mantiene las tradiciones culturales de la romanidad y la minoria aristocratica visigoda gobierna y militarmente mantiene la unidad y la autoridad heredada del desaparecido Imperio Romano. Al margen de su exactitud, en ocasiones late en el fondo de esta teoria una ideologia nacionalista, espaiiolista ¢ incluso germanista. Porque, frente a las iglesias de cronologia «paleocristianan o tardo- rromana para las que existen bastantes excavaciones arqueolgicas y por lo tanto razonamientos arqueolégicos que avalan su cronologia; 0 frente a las iglesias posteriores al afio 711, asturianas y mozdrabes, que forman conjuntos cerrados geograficamente y con datos cronolégicos 326 LUIS CABALLERO ZOREDA, AQ, xv, 1994 de fundacién ofrecidos por las crénicas coetaneas 0 por inscripciones, las iglesias de época visigoda sélo excepcionalmente presentan datos de cronologia absoluta o relativa con suficiente garantia de que se refie- ran a los restos que de ellas tenemos, y aun en este caso dudosos 0 con- tradictorios. Los investigadores han creado sobre estos pocos datos teorfas que se han considerado suficientes hasta ahora. Basicamente se parte de dos razonamientos: uno, documental, que la iglesia de Bafios conserva en sus muros una inscripcién de fundacién que la atribuye a Recesvinto en el afio 652 0 661 y el documento de Reconquista que di- ce que Bande fue repoblada en el afio 982, unos doscientos afios des- pués de haber sido construida; y otro estilistico, la consideraci6n de la escultura decorativa como seguro fosil director. Schlunk, siguiendo la linea planteada por Gomez Moreno y Camps, se basa en la semejanza de la escultura.decorativa de fa inscripcién in situ y la aparecida suelta en Bafios respecto a la de clementos clave de Toledo —el Credo— y Cérdoba —el capitel de los evangelistas~, concatenando a partir de esta base y con el apoyo de una desconocida —pero necesaria— miniatura de época visigoda, las producciones escultéricas de Mérida, Toledo y los edificios de Quintanilla y La Nave. Por otra parte tenemos muy pocos datos referentes a excavaciones y también son muy pocos los edificios que se han documentado y anali- zado murariamente. Primero fueron los de Bande y Quintanilla, exca- vados sin garantias cientificas; y recientemente, el de Melque y los de Bafios, El Trampal y Pla de Nadal. Pero no tenemos unas seriaciones firmes de la cultura material de estos siglos que permitan poder fechar con seguridad los hallazgos de excavaciones y este problema de incon- crecién tipolégico-cronolégica se alarga hasta el siglo 1x, incluyendo por tanto en los limites de la incertidumbre ia fecha mitica del 711, La falta de conerecién documental, tipolgica y arqueolégica ha dado lugar a contradicciones en la adscripcidn de elementos que por su lugar de hallazgo, por sus paralelos artisticos o por la singularidad de algunos de sus caracteres ofrecian dudas a la hora de ubicarlos cultural- mente, lo que de hecho ponja en evidencia la ausencia de unos limites precisos entre lo wisigodon y lo «no visigodor. La solucién en estos casos fue integrar dentro del grupo considerado visigodo cada vez mas elementos de adscripcién dudosa por uno u otro motivo. La teoria tra- dicional funciona por lo tanto como un torbellino que arrastrara cada vez més elementos hacia si, ganando aparentemente en fuerza y po- tencia, Asi se hicieron visigodas La Nave y Quintanilla y una parte de la AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO.. 327 | i } | | / Froura 2. 124, escultura decorativa del monasterio de Chelas y la catedral de Lisboa (las tres primeras sein Schlunk y Hauschild); 5 y 6, placas de Saamasas, Lugo: 7, placa del grifo, de S. Miguel de Lifio, Oviedo; 8, friso del museo de Zamora; 9 y 10, frisos de Guimaraes, Braga, Portugal. 328 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 escultura decorativa aparecida en territorio asturiano, necesaria para poder justificar mejor la continuidad con sus producciones, de modo que se iban cerrando y reforzando los circulos de relaciones. Yo mismo participé en este proceso y mi estudio de Melque supuso por un lado descubrir una escultura decorativa que hacia visigodo un edificio que no lo parecia del todo segiin Ia teoria tradicional (Gomez Moreno, 1919) y por otro extremar la coherencia con los presupuestos tradicionales buscando paralelos clasicos y bizantinos para esos ele- mentos que no parecian totalmente visigodos (Caballero y Latorre, 1980). Pero la contradiccin de Meique no es tinica. Otro ejemplo pue- de ser el de Bande, cuya documentacién del siglo x dice que se trata de un edificio restaurado, A pesar de ello y de que su andlisis afirma la existencia de varias etapas constructivas (Caballero, 1991b), se consi- dera un prototipo de época visigoda, cuando lo l6gico habria sido darlo como prototipo de repoblacién. Otra contradiccin es la tipica de Quintanilla cuyas referencias documentales y la inseripeién de su capi- tel la hacen de Reconquista, en contra de la adscripci6n artistica tradi- cional (Pérez de Urbel; Puig i Cadafalch, p. 133). Otra es la existente entre las piezas decoradas de Montelios y Guimaraes consideradas visi- godas y que son exactamente iguales a otras piezas de Oviedo y Lifio consideradas asturianas (Caballero, 1991b y 1992). La TEORIA CONTRARIA «NO VISIGOTISTA® ‘Ya antes de que a comienzos de siglo Gémez Moreno (1906) pu- siera las bases de la teorfa que hemos llamado tradicional, existia una corriente historiogréfica que suponia estas iglesias de época posterior al 711. Esta corriente no dejé de aflorar, aunque no lego a ser consen- suada y normalmente ni siquicra admitida en igualdad de condiciones a Ja discusién cientifica. Los argumentos que usan estos autores se refie~ ren por una parte a las fuentes escritas medievales, que se relacionan de modo mis preciso con estos edificios, como hemos citado a Puig i Ca- dafaich y Pérez. de Urbel. A estas razones se unen cada vez con més fuerza otros razonamientos estilisticos por ejemplo utilizades por Fe- rreira de Almeida y recientemente por mi. Con estos argumentos se intenta resolver de otra manera contradi ciones como las citadas, de acuerdo a posturas diferentes a las tradicio~ nales, que podemos definir como «no visigotistas» y que no han llegado a cuajar en una teorfa unitaria y consensuada. Pero todas tienen algo en AQ, XV, 1994 UN CANAI, DE TRANSMISION DE LO.CLASICO.. 329 comiin, considerar que tina serie de edificios y decoraciones que ofre- cen formas semejantes a las consideradas visigodas, se pueden fechar como picnamente medievales. De este modo practicamente todos los edificios considerados visigodos —con las contradicciones que vere- mos- serian posteriores al afio 711 y habria que traspasarlos del siglo vit al siglo 1x, afiadiéndose a ellos una parte de la produccién escultéri- ca dada por visigoda. Este traspaso da lugar a'esta consecuencia. Las iglesias considera- das hasta ahora de época visigoda, y su decoracién aneja, no formarian un grupo previo al influjo islAmico. Por lo tanto, si forman un grupo con personalidad propia y fechado después de 711, se abre paso a la posibilidad de considerarse puente entre el influjo iskamico y las pro- ducciones cristianas espafiolas de alta Edad Media, las llamadas astu- riana y mozdrabe. Habria que aceptar que —junto a, o al margen de la reiterada continuidad hispano-visigética~ existié una corriente musul- mana que, en mayor o menor grado, intervino en el proceso de produc- cién de las formas asturianas. Asi pues, con su traspaso cronoldgico, habrian desparecido del repertorio de época visigoda un grupo de pro- totipos, debiliténdose la fuerza generadora que se suponfa a esta época o cultura. Por lo tanto al traspaso cronoldgico corresponderia un tras- paso cultural. No se puede pretender que Quintanilla y La Nave perte- nezcan a una fecha «post-71 1» sin considerar que pertenecen a una cul- tura de algtin modo «mozérabe». Puig i Cadafalch sigue esta postura al definir estas iglesias como «protomozarabes» (pp. 131 y ss.) Es evidente que este punto de vista debe analizarse y criticarse con meticulosidad y matizarse con precision en los dos sentidos, tanto des- de el punto de vista de lo gue de modelo o de continuidad quede —por reducido que sea— en época tardorromana visigoda, como desde lo que de verdadero y principal modelo tengan las producciones omeyas. Sin dejar de recordar que pueden influir otros modelos como Ia cultura ca- rolingia. En cualquier caso esta teoria «no visigotista» se debe conside- rar por el momento —cuando se estd replanteando y por lo tanto atin no esté consensuada— como un modelo que pretende buscar una solu- cidn a los modelos contradictorios-de la teoria «visigotista» tradicional. Es posible que a la larga se demuestre exagerada, o tan contradictoria como la que pretende solucionar, pero creo que esta exageracién deberia darse por buena si al menos ayuda a buscar una tercera via mas objetiva a dichas contradicciones. Por ello me siento obligado a presen- tarla, atin a fuer de temer mi posible equivocacién. # 330 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 SOBRE LA METODOLOGIA EMPLEADA Quiero hacer alguna advertencia sobre la metodologia que empleo. Puede dar la impresién —sdlo parcialmente certera— de que es mas de Historia del Arte que de Arqueologia y atin menos de Historia, pudien- do legar a considerarse como meramente estilistica. Pero, aunque el método estilistico sea el mas Iamativo, detras de él se esconden oiros argumentos sobre los que descansa fundamentalmente la responsabili- dad del argumento estilistico. Es evidente que parecia més adecuado utilizar dnicamente metodologias arqueolégicas 0 hist6ricas; ¢ incluso que seria mas interesante utilizar otras menos objetuales que fueran o mas contundentes 0 de resultados mds histdricos y «sociales». No creo que esta evidente necesidad anule mis argumentos y espero que cuando otros investigadores utilicen aquéllas refuercen mis conclusiones aun- que las hagan pasar a un segundo plano. Por otra parte no creo que sea censurable utilizar en el meollo de mi argumentacién un método estilis- tico si, ante la argumentada indefinicién y escasez de fuentes, parece que es él el que permite avanzar con mas rapidez en el problema de la adscripeién cronoldgica, variable previa de Ja comprensign histérica, Por otra parte, aunque el andlisis sea estilistico, es evidente que ofrece una repercusién inmediata sobre los valores sociales, por més que es- tén s6lo abocetados y no se desarrollen aqui. EL NUEVO SISTEMA PROPUESTO 1, Lode época visigoda {Cémo se puede distinguir lo que es de época visigoda con el nue- . vo sistema? No es ldgico dejar vacio el tiempo y el espacio visigodo. La falta de ajuste entre las fuentes y lo§ restos materiales no es argumento suficiente para «desvalijar» este momento. El problema es definir cudles son sus verdaderas peculiaridades y, luego, separar lo que le pertenece de lo que no. Se puede definir ia etapa visigoda como un momento donde no fue necesaria una construccién masiva de edificios religiosos, frente a otros momentos, como la tarda romanidad o la época de repoblacién, donde Ja construccién. de edificios de culto hubo de ser mds necesaria por ra- zones de cardcter social e histérico. También se puede sefialar que en AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO. 331 Fioura 3. 1a 4, frisos y capifeles de Pla de Nadal, Valencia (fotos cortesia de Empat Juan); 5 a 8, eapiteles de Jirbat al-Maffar (segtin Hamilton, figs. 65 y 66). 332 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 época de repoblacién esta necesidad hubo de plantearse en las zonas geogrificas donde ésta se dio, que coincide con la zona donde estan la mayoria de las iglesias consideradas visigodas. Aunque esta idea es sim- plista y en cierto sentido incorrecta, puede ser considerada un indicio. Los edificios construidos en época tardotromana —incluyendo los denominados por Palol (1967) «de transicién»— seguirian en uso ple- namente durante el siglo vit. Si retiramos del siglo vit las iglesias que creemos se construyeron en él, no dejaremos este siglo sin iglesias; lo que tenemos que hacer es variar el concepto que tenemos sobre estas iglesias, estudiandolas en un sentido diacr6nico y no estatico. Cada vez son més los:datos que nos las presentan como un proceso de reformas y ampliaciones, obligadas tanto por razones de mera conservacién como de culto, ademas de por otras razones sociales, como la evolucién en su uso como necropolis de colectividades rurales. Lo que conoce- mos de ellas es su forma final, 1a que tenian cuando se interrumpié su yida con Ja imposicién musulmana, después del afio 711, en un plazo mas o menos largo después de este afio. Iglesias como las de Bobald o la de Fraga debieron ser profunda- mente diferentes en el momento de su primera construccién a como las conocemos en su estado final, Igual ocurrirfa con los indicios —nada seguros por otra parte~ de la transformacidn de iglesias en mezquitas, como en el mausoleo de Las Vegas de Puebla Nueva, Iue- go parroquia con dbside y finalmente mezquita abriendo un nicho al sur; en la igiesia de Casa Herrera, donde tras sucesivas ampliaciones, al parecer se le afiadié un nicho cerrando la puerta sur y escribiendo ins- cripciones iskimicas en los fustes de las columnas; y en la iglesia de El Gatillo, donde después de tres etapas de transformaciones, se constru- y6 un nicho en la habitacion sudoeste y se dividié por un muro trans- versal, quizds indicios de su particidn en iglesia y mezquita (Caballero, 1989, p. 124), También se puede argumentar que se ha tendido a fe- char estas iglesias en momentos previos a la denominada época visigo- da, basandose justamente en los cardcteres formales y tipolégicos que presentan y menos en argumentos eronolégicos objetivos. Puede ser sintomatico en este sentido Ia ausencia de edificios de tipologia visigé- tica conocidos por excavacién arqueolégica y’su rareza al sur de los rios Tajo y Guadiana. Una revision de estas iglesias puede retrasar atin mas la cronologia inicial de algunas de ellas y la de las etapas interme- dias de la mayoria hasta momentos mas cercanos a los visigodos. Qui- zs exista en época visigoda una continuidad de jas formas tardorroma- AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO. 333 nas, basilicales y con armaduras de madera, frente ala pretendida rup- tura ahora aceptida en su arquitectura, a la que se deberia la planta centrada y abovedada en piedra. Por lo tanto y a mi modo de ver, este planteamiento no es dbice para la existencia de una verdadera arquitectura de época visigoda de Ta que, por otra parte, conocemos algunas de sus manifestaciones, espe- cialmente basilicas urbanas. Una seria la basilica de Recépolis construi- da segiin las fuentes por mecenazgo real hacia‘578, de caracteristicas diferentes a las supuestas visigodas, tanto por su tamaiio y su forma —la cabecera pertenece a im momento posterior—, como por su escasa de- coracién escultérica que no se asemeja a la generalmente considerada de época visigoda en la zona toledana y la meseta norte (Schlunk-Haus- child, fig. 97b, lam. 67). En Mérida, ia gran basilica de Santa Eulalia, cuyas noticias de restauraciones por los obispos emeritenses del siglo v1 han sido confirmadas por la secuencia conseguida con las inscripciones y los datos aparecidos en el andlisis arqueoldgico de su subsuelo y de sus paramentos; pero donde no dejan de existir dudas respecto a la exacta cronologfa de su titima etapa anterior a su abandono en época isldmica, a fines del siglo rx 0 comienzos del x, en relacién con el thi- mo grupo decorative y el abovedamiento de su cabecera; y el edificio de la barriada de Santa Catalina, su supuesto xenodochium, también de- bido al evergetismo episcopal en 573, fecha confirmada por la excava- cién arqueolégica y donde aparecié una pilastra tipica de la produc- cidn escultérica emeritense del siglo v1 (Caballero y Mateos, 1992; Mateos, 1992). Hallazgos como el de la pilastra in situ del supuesto xenodochium de Mérida, confirman la propuesta visigética tradicional (Cruz). Para concordar estos datos con mi teorfa, debera efectuarse una distincién de grupos dentro de este corpus escultdrico, segin sus elementos se di- ferencien o asimilen a Ia decoracién de las iglesias que proponemos mas adelante que cambien de cronologia. Segin mi hipdtesis la mayor parte de la escultura decorativa emeritense seguir dentro de la crono- logfa visigoda y sélo un pequefio grupo, al que me refiero mas adelante, se veria arrastrado por el cambio.de cronologia de las iglesias hasta ahora consideradas visigodas. En los demas talleres escultéricos debe ocurtir algo similar, aunque en distintas proporciones. {Que significado tendria todo esto, de ser asf? Primero la pérdida casi total por ruina, destruccién y sustitucién— de las verdaderas igle- sias de época visigoda, Las iglesias de esta época sélo las conoceriamos ¥ 334 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 por excavacién, siendo muy escasos los elementos conservados en vo- lumen, integrados en otros edificios, mientras que su escultura decora- tiva se reutiliza en construcciones nuevas que sustituyeron a las arrui- nadas incluso con distinto uso. Segundo, es muy probable que se deba aceptar un proceso de paulatina ralentizacién, un empobrecimiento de las producciones de época visigoda y, dentro de ello, la rareza o la posi- ble ausencia de estas producciones fuera de unos pocos centros princi- pales, entre ellos Mérida. 2. Loandalusi Frente a la unidad con que se plantea hasta ahora el supuesto siste- ma de época visigoda —que se refleja en la expresin «de segura tipoto- gia o cronologfa visigoda», casi siempre referida al cardcter «fésil» de su escultura, el nuevo planteamiento supone distribuirlo en grupos de diferentes fechas y valor socio-cultural. El primero de ellos es geogréfica y cronolégicamente de adscrip- cién andalusi e hipotéticamente parece conformado por restos de edifi- cios de carécter civil y finalidad representativa. El grupo se diferencia por hoy a través de elementos decorativos, o sea por una definicin es- tilistica que evidentemente obliga a un conocimiento parcial. Mas ade- lante, de aceptarse la adscripcién que ahora hago, se debern definir y concretar otras caracteristicas, asi como si estos posibles palacios 0 re- sidencias pertenecicron a musulmanes, muladies 0 mozérabes. De todos modos el grupo por hoy parece irregular tanto en su dispersion geogréfica, como en sus manifestaciones y, por lo tanto probablemente, en su significado social. Gémez Moreno considera califal a «cobija de alerov de Cérdoba (1951, p. 180, fig. 242 arriba a la izquierda; Pavén, fig. 17), arrastrada por una imposta fechada en el tercer tércio del siglo x por su inscrip- cin dedicada a al-Hakam TI; mientras que la de Granada, gemela de la anterior y donada al Museo por el mismo estudioso, se considera visi- goda (Eguaras, p. 46, ntim, 19, pp. 4446-7, tm. 10, 2), en lo que puede verse un indicio mds de las contradicciones existentes entre las dos teo- rias. Sean del x o un siglo mds antiguas, es evidente que dében herma- narse con las piezas que agrupa Gomez Moreno alrededor de la prime- ray con algunas otras (Zozaya, 1987, lms. 3 y 5c). Las dos segregadas son las que tienen relaciones mas directas, tanto técnica como formal- AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO. 335 Ficura 4, Temas decorativos de Sta. Lucia del Trampal, Atcuescar, Caceres (E. 1/4). Abajo a la derecha, placa decorativa procedente de Sta, Eulalia de Mérida, 336 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 mente, con fa escultura del palacio de Jirbat al-Mafyar (Hamilton, figs. 126, 131, 183) y por tanto pueden considerarse «eslabém» con el resto de la produccién espafiola en la que veo paralelos con la decoracién de este palacio tardo-omeya, aunque este orden tipoldgico —al-Mafyar > Cérdoba y Granada -> otras producciones espaiiolas— no tiene por qué coincidir con la secuencia real cronolégica. Por su «calidad» vendrian a continuacién una decena de piezas, al menos, entre pilastras. cimacios, frisos, placas y «cabezas de arasy 0 7a- patas, de Lisboa, Chelas; Odrinhas, Santarem y Faiao (Almeida; Schlunk/Hauschild, ims. 116, 117; Ferreira de Almeida, figs. 24, 59/ 61, 68, 71, quien reconoce en ellas paralelos con la mezquita de al- Qayrawan; Cruz, fig, 69; Palol, 1991, pp. 346/8; Cardim, f, la nica en un conjunto de piezas cristianas; Caballero, 1993a). Estas piezas, sin ninguna referencia cristiana, son homogéneas y suficientes para pensar en un programa constructivo definido que al menos estuviera formado por tres edificios. Técnicamente imitan el modo de al-Mafyar y por lo tanto el de las piezas de Cérdoba y Granada, pero tematicamente creo no equivocarme si las propongo como verdaderos trasuntos de las de- coraciones de este palacio, A su vez la situacion tipolégica y estilistica de este grupo es clave para conseguir un sistema que se relaciona con Cérdoba y Granada, Pla de Nadal y Melque, Saamasas (Lugo) y Lifio. Los paralelos no se reducen a motives aislados, sino también a compo- siciones: redes de circulos que encierran grifos y pegasos, grupos de leones afrontados entre motivos vegetales y enmarcados por roleos, ar- querias con veneras y series de lises y lotos, redes geométricas de cua- drifolios 0 rombos con temas vegetales y marcos de cruces de lises. Los paralelos en al-Mafyar aparecen en dinteles, balaustradas, sofitos y ni- chos y en Jas pinturas. Como motivo-traza hay una palmeta que recuer- da la de las piezas de Cérdoba y Granada y aparece en el relleno de los ~ cuadros con animales de Saamasas y Lifio. También se puede conside- rat cabecera de las series de representaciones con animales de estos mismos lugares, que contintian en época asturiana y en el grupo caste- Hano de Reconquista. Hasta ahora para fecharlas como de cronologia visigoda se utilizaban paralelos aislados con telas bizantinas y sasénidas Gel siglo vry 7x que no forman un sistema como lo hacen los de la deco- racién arquitectOnica de al-Mafyar, aunque, légicamente, este palacio no ofrezca paralelos para todos los temas, ni de su forma exacta dada la evolucién y tiempo transcurrido entre ellos (Hamilton, figs. 112a/e, 114, 118, 131, 135, 211,213, 216, 253). iii AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO.. 337 El elemento ms importante del grupo es el edificio no religioso de Pla de Nadal, que podemos imaginar como referencia de los perdidos de Lisboa mientras no conozcamos sus restos (Juan y Pastor, 1989 y ; Juan, Lerma y Pastor). Se trata de un edificio de gran altura o que quizds posefa dos pisos, con un patio supuestamente central del que solo se conoce su cuerpo meridional formado por un pasillo —con ven- tanas— que abre a tres pdrticos exteriores ordenados alrededor de va~ rias cdmaras con sus atrios. Es de mamposteria enfoscada con sillerfa en las esquinas, reutiliza sillares y materiales decorativos romanos y emplea regulares soluciones constructivas como la tendencia a n0 ali- near los muros multiplicando las esquinas y ¢l adosamiento de pilares y muros de refuerzo a los paramentos maestros. Su decoracién, estilisti- camente en relacién con Bafios, es menos sofisticada que Ia del grupo de Lisboa y se estructura como se propone que debe hacerio un edifi- cio «visigodo», integrando en 1a arquitectura pilastrillas, capiteles, im- postas, frisos y piezas aisladas circulares y triangulares, macizas como tondos que estarian empotradas en los muros, o caladas formando ce- losias o rematando tejados o fachadas a modo de almenas, soluciones para las que es posible evocar paralelos omeyas. Caracterfsticas que re- cuerdan las de los edificios supuestos visigodos y asturianos. Los argu- mentos para fecharlo como «no visigodo» proceden de su tematica de- corativa que hasta ahora se consideraba «de segura cronologia visigoda», entre otros por mi mismo: 1) por la semejanza del tema de li- ses, lotos u ovas, unidos por su base, con los de Matta y al-Mafvar, que se repite en la Peninsula en las placas de Lisboa —incluyendo en su se- tie un cimacio de la mezquita de Cordoba y los estucos de Melque—; y su presencia en el zécalo de una pilastra del saldn rico de al-Zahra’ y los modillones de Tudela (Méatta, Fernandez-Puertas, figs. 30-33; al- Matyar, Hamilton, figs. 112a/c, 164, 216b, d y e; Cordoba, al-Zahra’ y Tudela, Gomez Moreno, 1951, figs. 19, 113 y Pavon, figs. 25-6, lams. 26-7 y 43; Lisboa, Almeida, fig. 18); 2) por la semejanza de uno de sus capiteles de pilastra con los del patio delantero de Jirbat al-Mafyar (Juan, Lerma y Pastor, p. 32; Hamilton, figs. 65-6, lam. 19). Para su planta no conozco ningiin paralelo. Para demostrar su cer- cania a los palacios omeyas habria que aportar eslabones o paralelos intermedios, Por otra parte la decoracién no presenta una tematica es- trictamente cristiana, lo que estaria justificado para la hipétesis visigoda por su cardcter civil. El esquema de algunas placas circulares caladas es desde luego cruciforme, pero no dibuja estrictamente una cruz. Los ro- 338 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 leos recuerdan a los de La Nave, y el resto de motivos, pilastrillas, ve~ neras, palmetas y flores de lis, pueden encontrarse facilmente lo mismo entre lo supuesto visigodo (en la misma Valencia, comparar Juan y Pas- tor, 1989a, fig. 14¢ y Soriano, pp. 20, 33) como entre lo omeya. No de- jan de provocar dudas un monograma y dos grafitos latinos que pueden estat justificados si el edificio se refiere a un personaje 0 a un grupo so- cial muladi (TREBDV, TEVDINIR, IN NONAS II/X; Gutiérrez, 1993, notas 34 y 36 cita la relacién propuesta con Teodomiro; Algarra, p. 86, fecha el segundo grafito «a partir de mediados del siglo vin). Re- cordemos que en al-Mafvar, el tltimo palacio omeya en Siria, se sabe por los grafitos que trabajaron artesanos de lenguas arabe, hebrea y latina. Me atrevo a incluir en el grupo, con una conviccién més débil, las placas con redes de rombos encontradas por Thomson en lo alto del cerro de Segébriga (Cuenca). Schlunk (1945a, pp. 315 y 8s. figs. 12-7) reconoce la ausencia de este motivo en el siglo vi y su abundancia en los siglos vim y 1x, fechdndolas en el siglo vu. Esquemas geométricos aparecen en el arte islimico a partir del siglo var como en las piezas ci- iadas de Cordoba y Granada o en las jambas de al-Maffar, al Zahra’ y ‘Tudela. Sin embargo las relaciones formales son lejanas y se podria se- guir dudando de su verdadera adscripcion cronolégica, incluso si no es plenamente califal. Se unirfan a ellas las placas de San Ginés de Toledo, San Lazaro de Mérida y la Concha y el Marrubial de Cordoba (Schlunk, 1945b, figs. 18-9; Cruz, mim. 161, lam. 2; Vicent, nim. 23.813 y 8.966). 3. Lo mozarabe en territorio andalusi Si el grupo anterior puede suponer Ja presencia de un primer arte hispano-islimico desconocido hasta ahora, éste puede ayudarnos a de- finir un arte mozrabe en territorio iskimico, Io cual tiende a suponerse imposible. Ademds este grupo no parece aislado ¢ independiente de los demiés grupos; al contrario, parece engarzarse con gllos de forma sisté- mica. En principio el grupo se conforma sdlo con la iglesia de Melque. Pero por coherencia metodoldgica debe considerarse que ia escultura decorativa aparecida en la excavacién de la iglesia y los edificios que la rodean deben ser de su cronologia, integrando asi en su grupo elemen- tos estilisticamente similares de Mérida y Cérdoba. ici AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO... 339 “Meique fue consideraida mozérabe, de fin del siglo'ix 0 comienzos del x, por Gémez Moreno (1919), basicamente por Ia ausencia del fésil director de la escultura decorativa. Pero su excavacién en la década del 70 descubrié-una escultura decorativa considerada de época visigoda y una secuencia temporal de utilizacién del edificio que, unido a parale- los tardorromanos y ravendticos para las formas arquitectonicas y deco- rativas, me ayudaron a proponer su fecha como visigoda del siglo va. De esta manera cref resolver la contradiccin que habia aflorado entre la teorfa de Gémez. Moreno y los nuevos datos aportados por la exca- vacin (Caballero y Latorre, 1980). Recientemente Garen (1992) ha propuesto un esquema distinto basado en una, a mi parecer, incorrecta interpretacién de la secuencia temporal derivada de la excavacin y en la propuesta de unos nuevos paralelos entre los dinteles descargados por arcos, los pilares cilindricos tallados en sus esquinas y los estucos decorativas, con los del edificio sitio omeya de Jirbat al-Mafvar (Ha- milton), cambiando de nuevo la fecha y colocéndola en el iltimo cuar- to del siglo vm. Por mi parte, preparado por las contradicciones que previamente habia ido detectando en la teoria tradicional, me di cuenta de que con el argumento de Garen se puede plantear la siguiente argu- mentacién: si Melque fue construida bajo esquemas islamicos sirios del siglo vi, se puede predecir el hallazgo de paralelos omeyas tanto para el grupo escultorico a que pertenece la escultura aparecida en la exca- vacién de Melque, como para Jas formas constructivas similares a las del edificio de Melque. Partiendo del principio, para mi axiomatico, de que no es posible la existencia de manifestaciones hist6rico-culturales inicas, sino que éstas siempre forman parte de sistemas, supero su planteamiento de unicum y su argumento a partir de paralelos aislados, sustituyéndolos por un plantéamiento en que Melque forma parte de un sistema junto a otros elementos donde se refleja el mismo influjo omeya y que explica mejor su presencia (Caballero, 1993a y b 2). De no haberlo podido verificar asi, habria rechazado la cronologfa post 711 para un Melque aislado. El andlisis a que me oblig6, me hizo replantear los influjos «cldsicos y visigodos» de Melque en los que me habia apo- yado para fecharla como visigoda, y pensar que estos influjos se debie- ron al espiritu «neoclésico» del arte omeya. 2 Manuel Luis Real me advirtié de esta posibilidad al comentar con él las contradic- cciones observadas en la teorfa tradicional y achacarlas por mi parte a un desarrollo del arte de repoblacién bajo la influencia asturiana y no a influencia musulmana (Caballero, 1992), 340 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 La forma y la técnica constructiva de Melque pueden deberse a la tradicién aportada desde Siria por los omeyas, explicando mejor los rasgos «precalifales» de la talla de su sillerfa (Caballero y Latorre, pp. 708-10). La boveda vaida que arranca sobre moldura con ménsulas.de esquina y aristas, tiene precedentes en edificios sitios pre-omeyas de si- Herfa cruciformes (Al-Ninwayjis y Samaria, Creswell, 2, pp. 450-71) y especificamente en el arranque de las pechinas del zaguén y las aristas del gran sal6n de al-Mafyar (Hamilton, pp. 74-81, 92-8, figs. 13, 7-9). De ser asi la béveda vaida de Melque seria un eslabon con las bovedas sobre pechinas castellanas de fecha posterior y a las que luego me refe- riré, Mantengo los demas paralelos de Garen con el arte omeya, los pi- lares tallados en las esquinas y los dinteles descargados por arcos y co _ttijo sus datos incorrectos: el esquema compositivo de los roleos de estuco tienen-bastante mas que ver con los de trazado mis clasico de la Cuipula de la Roca que con los evolucionados de al-Maffar, de un arte que deja de ser clésico para ser plenamente islmico (Garen, 1992, pp. 289-9, fig. 16; Creswell, 1, fig. 140; Caballero y Latorre, p. 724-5); y su forzada ¢ innecesaria correccion a la secuencia derivada de la excava- cién arqueolégica, que es compatible con la nueva fecha propuesta (Caballero, 1993a). Si se acepta la hipétesis de que la iglesia de Melque es de fines del siglo vim, adecuando la propuesta de Garen, hay que preguntarse por la fecha de la escultura decorativa aparecida en su excavacién y en la de los edificios que la rodean y dar como mas l6gico que tengan su misma fecha (Caballero y Latorre, inv. $/1-6; Igl/1-5, 110, 296; O/175; 1/177, 288, 334, 457). Al puro argumento estilistico se une el de la se~ cuencia y contextualizacin arqueoldgica (Caballero, 1993a). Este con- junto se agrupa con otras piezas de tipologia evolucionada dentro de lo considerado visigodo, que aumentan su distribuci6n y enriquecen su te- matica. El tema guia son circulos de perlas que encierran motivos estre- llados 0 geométricos: piezas de las excavaciones de El Trampal 3 y San- ta Eulalia de Mérida y otros hallazgos aislados: un dintel retallado como quicialera y dos placas de la mezquita de Cérdoba y la placa con monograma de Elvas (Camps. fig. 238; Torres, 1965; fig. 359; Schlunk/ Hauschild, figs. 44-5, 47b; Hamilton, fig. 126k). Del mayor interés es un grupo que se puede segregar de Mérida, aunque las relaciones se 3 Un tema de las impostas de El Trampal aparece en una imposta de la primera mezquita de Cordoba, que podria ser inmediata 0 coeténeaa su construccion. | . AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO. 341 complican al cruzarse con temas de otros grupos, por ejemplo, con los lotos u ovas de Lisboa y Nadal, aunque sin unirse por la base, y quizis con otros temas que luego veremos en Asturias y Bafios (Cruz, mims. 91, 130, 134, 134; 155-8, 9, 97, 105, 171-2, 383-4; 161, 284, 293, 357, 393, 424). El dintel de Cérdoba, una pilastra retallada como dintel de Mérida —hoy en el Museo de Berlfn—, una pilastra de Mérida en el Museo de Madrid y los capiteles de la cripta de Palencia, se suclen agrupar por el tema comtin de la cruz «flordelisada» que, como se podia predecir, existe también en El Trampal (Pijoan, figs. 546-8; Puig, lim. 12; Schlunk, 1947, pp. 256-7, 284, figs 247, 270; Cruz, dibujos de Amador de los Rios, lim. s/n. 7). Observemos tres caracteres de este grupo, 1) su fuerte unidad estilistica; 2) su relativa rareza, ya que ape- nas representa el 5% de la produccién de Mérida; 3) su amplia exten- sién geogréfica entre Toledo, Mérida y Cordoba y, como veremos Iue- 20, su influjo o su presencia en Galicia y Oviedo. Todas ellas presentan dibujo en doble linea y caracteristicos esquemas de circulos tangentes con perlas que encierran motivos geométricos en forma de estrellas de ocho puntas y en los que se mezclan palmetas invertidas, lises y ovas, siendo inexistentes o tendiendo a confundirse con el esquema geomé- trico las referencias cruciformes. El gusto por los esquemas geométri- cos y algunos motivos aislados recuerdan al-Mafyar, como las rosetas de los dinteles de Cordoba y Mérida con hojas almendradas que alter- nan con otras acorazonadas que encierran lises; rombos con lises de un fragmento de Melque; la greca de «corazones» o «alas de mariposa» presentes en la portada de San Esteban y una placa de fa mezquita de Cérdoba, en una placa de la Alcazaba de Mérida y en el relieve con fi- guras humanas del castillo de Escalona (Toledo) y que veremos en Saa- masas y Oviedo. Torres Balbés —como Ferndndez Puertas después—, ajusténdose a la teoria tradicional, ya llamé la atencién sobre este tema en la portada de San Esteban paralelizindolo con los mismos elemen- tos a los que afiadid —ademas de mosaicos de Fraga y los eslabones de las coronas de Guarrazar y Torredonjimeno, que no considero vali- dos-, bronces decorativos de la Cuipula de la Roca y estucos de Qasr al-Hayr al-Garbi (Hamilton, circulos de perlas, figs. 126, 128, rosetas, figs. 114, 116, corazones, figs. 156, 166, rombos, figs. 135; Cérdoba, Ferndndez-Puertas, figs. 2, 3; Mérida, Cruz, nim. 157; Escalona, Za- morano, fig. 124; Torres, 1965, p. 410, nota 89). En este grupo los argumentos no parecen tan evidentes como en el grupo anterior, ni tanto como en los posteriores. Puede que en esta sen- “ 342 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 sacin intervenga la posible persistencia en estas producciones de Ia técnica y Jos temas propiamente visigodos, unidos a los nuevos omeyas. De ser cierta Ja argumentacién, la iglesia de El Trampal y la tltima res- tauracién de Santa Eulalia de Mérida y un «taller» escultérico que tra- baja con una fuerte unidad en Cordoba, Mérida y Toledo, también se- rfan posteriores al-711. La planimetria de El Trampal podria haber Hegado a la Peninsula a través de un «analy musulman 0 propiamente omeya. Y la misma duda cronolégica se plantea también respecto al primer edificio de Bande y al de La Mata, cuyas pilastras del cruce- ro pueden considerarse una simplificacién de las semicilindricas de Melque. 4. Elinflujoiskimico en territorio cristiano de Reconquista Lo dicho hasta ahora apenas tendria valor si no fuera por el refuer- 20 que obtiene con ios grupos cristianos que a continuacién presento. Comprendiendo todos Ios grupos en conjunto, funcionan como un sis- tema, apoydndose mutuamente lo producido en ambos territorios, el andalust y el cristiano. Distingo tres grupos, uno gallego y portugués en el que los edificios son los de Montelios y el unicum de Santiago de Compostela, acompafiados de su escultura, ms la de Bande y Saama- sas, En el grupo asturiano predomina, alo que hoy sabemos, la decora- cién centrada alrededor de San Miguel de Liiio, indicio cronolégico para la de Montelios, Saamasas y Lisboa. Es mas dificil sefialar enlaces, que no faltan pero son secundarios, con la arquitectura. El tercer grupo, riojano y castellano, presenta también modelos constructivos en su téc- nica y en la forma de sus abovedamientos, asi como modelos decorati- vos en La Nave que hacen referencia tanto a los prototipos sirios como alas evoluciones portuguesa y asturiana, 4.1. Los grupos portugués, gallego yasturiano — San Juan de Santianes de Pravia y su conjunto (775 a 865). La iglesia de Santianes de Pravia se documenta en el tercer cuarto del siglo vin, gracias al acréstico descubierto en ella que cita el nombre del rey Silo (SILO PRINCEPS FECIT, 774-783; Fernandez y Santos). Esta fecha es posible dentro de nuestra hipdtesis “comparandola con AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO. 343 ef aio 755, el del desembarco de ‘Abd al-Rahman Ten al-Andalus-, aunque parezca demasiado temprana por sw estilo decorativo. A partir de aqui debemos hacernos dos preguntas: zes posible que fa decoracién de Pravia pueda explicarse por nuestra propuesta, mejor que por un in- flujo de época visigoda? y jes posible que la fecha de la inseripeién y la de la decoracién no coincidan? La decoracién tiene referencias bastante claras con el modelo de al-Maffar, que no son mejorados por los modelos hispanovisigodos, a no ser que ella misma se considere visigoda, idea a la que se ha tendido, Schhunk en 1947 (p. 328, fig. 342) supuso que eran de la segunda mitad del siglo vu, rectificando posteriormente por el tipo de piedra utilizada e integrindolas en el mismo grupo que veremos a continuacién —que yo considero derivado y posterior, pero afirmando «que determina- das formas ornamentales que nos son conocidas por iglesias del siglo vn, se repiten, sin alteraciones de estilo, en los siglos vin y 1x» (1980, p. 140, fig. 3. Ver también Arias, p. 40). A mi modo de ver a la relacién con lo omeya se puede achacar la técnica de doble moldura; los roleos de los marcos trazados con lineas rectas como los seudos roleos y con un rombo/punto en las hojas de tas palmetas digitadas que recuerdan los de El Trampal; los circulos tangentes encerrando esquemas estrella- dos, como en el grupo de Melque citado; las palmetas situadas en el tridngulo formado por el marco y los circulos tangentes; las dobles pal- metas en forma de rombo, con lises contrapuestos y rematadas en hoji- Ilas semejantes a las de los roleos; y los «corazones». No creo tampoco dificil aceptar el mismo influjo en el relieve con la representacién de un palacio de silleria, de varios pisos y rematado por almenas triangulares que recuerdan las escalonadas del arte omeya sirio (Fernandez y San- tos, figs. 15-7, 28-31, 35; Hamilton, respectivamente figs. 89bis, 126a y d, 114a y b, 211; las dobles palmetas derivan de figs. 94, 105, 114a, 218b). A este conjunto pertenecen las piezas decoradas de Santa Maria de Bendones y Santa Cristina de Lena y La Frecha cuya cronologia se consenstia cada vez mas como de época visigoda (Schlunk, 1947, p. 372, los canceles «por lo tanto de la segunda mitad del siglo vim; y Ara- goneses, 1954, Los edificios entre fines del siglo vu y mediados del 1x). A su pesar, para mi este conjunto debe ser coeténeo en el tiempo al grupo de Lisboa y de ambos depende el que vemos a continuacién de Montelios, Saamasas y Oviedo. 344 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 — La decoracién de Saamasas, Montelios y Oviedo (810 a 850). Este conjunto de elementos decorativos, a mi parecer homogéneo, es uno de los puntos nucleares de mi hipétesis. En Oviedo y, dentro de é en Lifio, se dan por una parte todos los motivos que aparecen, sepa- rados, en Saamasas --considerado del siglo vi-, Montelios y Guimaraes (Caballero, 1992, pp. 173-82 y 1993a); y, por otra, evolucionados los cireulos con estrellas de Cordoba y Mérida. Teniendo en cuenta la va- tiedad tematica figurada y geométrica— y técnica —redondeada y bi- selada— que se mezelan en estos grupos, podemos plantear que estas diferencias no significan distintos momentos cronolégicos, sino que es caracteristica su-presencia simulténea en una misma produccién, «hete- rogeneidad» tipica tanto del arte sirio omeya como de Ja decoracién de los edificios considerados visigodos —Ios estilos o «maestros» distintos de La Nave, Quintanilla y Bafios~. Podemos hacer tres conjuntos tematicos dentro de este grupo: 1) Las placas decoradas con animales y hojas de fondo, que aparecen en Saamasas y en la «placa del grifo» de Lifio, que se ha llegado a consi- derar de fecha visigoda, y de las que propongo su derivacién del grupo de Lisboa (Guerra; Jorge, 1957; Luis, lm, 3; Schlunk/Hauschild, lam. 84); 2) tres temas geometrizados utilizados en frisos: imbricaciones convertidas en trifolios que cobijan flores de lis; red de rombos ence- trando rosetas y en los triéngulos laterales flores de lis; y seudo-roleos © circulos unidos por trazos rectos oblicuos tangentes a ellos que reme- dan roleos. Aparecen en Montelios y Guimaraes; en Asturias en el con- siderado palacio real de Oviedo, el coro y la placa del grifo de Lifio y Santa Maria de Salas; y en una pieza suelta del museo de Zamora. Las semejanzas son tan exactas que no se pueden considerar de cronologias diferentes, las primeras antes del 711 y el resto después de 711, pero «sin alteraciones de estilo» como queria Schlunk (1947, fig. 379; idem, 1980, p. 140, también Santa Maria de Arosa, en el Museo del semina- rio de Braga; Schhunk/Hauschild, fig. 152, lam. 112; Barroca y Real, figs. 3-9; Llano, figs. 9, 12, 27, 29, 30, Gémez Moreno, 1919, fig, 46; Caballero, 1993¢, 2.2); 3) las placas de Saamasas poseen los temas circulares con estrellas de lises, rosetas y grecas de «orazones» ya vis- tos en Cérdoba y Mérida, y ahora también en elementos «asturianos»: una placa de Oviedo y los tondos de capiteles de Lifto. Puig ya compa- 16 los tondos del coro de Lifio con modelos de la mezquita de Qayra- wan y Schlunk con otros paleoislamicos y sus capiteles con el de Mo- nastir del siglo 1x, decorado con una roseta y un «corazon» (Schlunk, AQ, Xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO, 345 1947, figs. 379, 382; Luis, ritim. 17, lam. 21d; Fontaine, figs. 120, 121; Puig, p. 124, nota 1; Schlunk, 1948, pp. 70-1, 83, nota 3, figs, 11, 21). Estos temas, incluso las figuras de animales, pueden considerarse derivados de modelos sirios como los de al-Mafyar, a través de una evolucién local, en la que actéian como intermediarios lo ya citado de Lisboa y la mezquita de Cérdoba y para los cuales valen los paralelos alif utilizados:.a mi modo de ver se debe valorar la existencia de pre- cedentes en al-Mafyiar para todos los temas citados. La serie de seudo- roleos es de especial interés, Ilegando a culminar en La Nave como veremos (Hamilton, seudo-roleos, figs. 181-3, 198-9; trifolios/imbri- caciones, figs. 163-4; frisos de rombos, fig, 89bis). El que la placa del grifo de Lifio pertenezca a los dos primeros conjuntos refuerza la ar- gumentaci6n. Légicamente podemos concluir que todos estos temas son coeténeos y por lo tanto que las fechas bien documentadas de Oviedo (812/842) y Lifio (848) enmarcan el grupo. Por lo tanto, pro- pongo para Montelios y Guimaraes una fecha en la primera mitad del siglo x 9 no mucho més alejada de ella. Esta dataci6n se enfrenta a la tradicional de Montelios, considerada visigoda. Se podrian intentar compaginar ambas fechas suponiendo gue esta iglesia, la de Lifio, 0 las dos, hubiesen tenido momentos diferentes; la construccién visigo- da —a la que pertenecerian las piezas consideradas— y una restaura- cidn posterior. Pero este argumento no es aceptable si no se demues- tra la superposicin de dos «estructuras» distintas altomedievales en el mismo edificio, lo que, una vez diferenciadas las restauraciones poste- tiores, no parece comprobarse (por ejemplo las dudas de Lifio, Gon- zlez). Otra consecuencia de este grupo es el de la adscripcién de las rose- tas circulares que decoran los tondos y los capiteles de San Miguel de Lifio. Estas rosetas son asimilables a las del dintel/quicialera de Cérdo- ba que en su momento agrupamos con Melque y para las que ya propu- simos precedentes en al-Mafvar. Desde mi punto de vista, la decora- cién del coro de Lifio, incluyendo el cancel del grifo, forma un conjunto unitario con sus dos técnicas de talla, sus temas decorativos, su tipologia y sus relaciones éstilisticas con al-Mafvar, de modo que ‘ocupan un puesto nuclear en el sistema que propongo por su segura adscripeién cronolégica a mediados del siglo 1x. — Santa Maria de Salas (;870-9102). La decoracién de esta iglesia ya fue considerada mozarabe por Gé- “ 346 LLNS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 mez Moreno: «sus temas repiten, a veces con exactitud, otros andalu- ces, aunque desarrollados a capricho, dando clara prueba de mozara- bismo». Lo mismo que se puede decir, con mayor rigor, de las placas de Pravia —desconocidas entonces—, que seria su fuente y cabeza de taller. Su cronologia no es clara, G6mez Moreno parece colocarla a mediados del siglo x, coincidente con su datacién general del arte mozdrabe. Arias, de modo més fégico, la hace de época de Alfonso IIL, por los datos estilisticos y documentales, pero tampoco extrafiaria que formara unidad con Jos dos conjuntos anteriores, pues presenta los modelos de las dobles palmetas con flores de lis, en este caso de cinco hojas, que derivan del modelo de Pravia y Bendones; las flores de lis en zig-zag se- gtin el prototipo de Lifo derivado de al-Maffar y los dos Qasr al-Hayr; y finalmente los alfices encerrando «ajimeces». Por hoy se puede justifi- car tanto_una cronologia de mediados del siglo 1x, como el manteni- miento de técnicas y motivos hasta comienzos del x (Gémez Moreno, 1919, pp. 89-90; Fernéndez-Puertas, Qasr al-Hayr, kim. 15a-b, 16a; Arias, pp. 276-7). — Elmausoleo de Santiago de Compostela (inicios del siglo nx). Los mosaicos de este excepcional edificio de Santiago de Compos- tela tienen precisos paralelos en mosaics omeyas, como los de las al- cobas de Qusayr ‘Amra (Acuiia, pp. 39-41, figs. 13-4; Almagro y otros, 1975, figs. 9, 10. Sobre las circunstancias del hallazgo, dudosas para Hauschild, ver Guerra-Campos, pp. 134 y ss. y figs. 24-7), No son cla- ras las razones de Ja destruccién de este suelo ni las de la conservacion del fragmento documentado junto a la pared, pero, sean cuales sean, es evidente que et dibujo tlegado a nosotros tiene que ser del suelo primiti- vo del mausoleo. La fecha que propongo se refuerza con la cronologia emiral que se debe otosgar a la técnica constructiva de los muros del . mausoleo, a soga y tizdn, y, quizés, por la tipologia de su porche de en- trada. Con Melque serian Jos dos tinicos edificios construidos con sille- ria de cantera de tipologia y cronologia paleoislémica. Valorando estos datos y la distinta técnica constructiva del mausoleo y fa de los muros de la iglesia asturiana, el mausoleo tuvo que.set la iglesia de Alfonso I, de comicnzos del siglo 1x, volviendo a la hipdtesis de fAiguez (1954). Fs evidente que, de ser asi, el mausolco fue producido por mano de obra o con tecnologia andalusi. Es absurdo recurrir a técnicas romanas © a supervivencia de centenarias construcciones si las téenicas necesa- tias las tenemos coeténeamente en Cérdoba, Esto facilita preguntarse si AQ, xv, 1994 UN CANAL DE TRANSMISION DE LO CLASICO.., 347 otros mosaicos de temitica evolucionada pueden tener esta cronologia. Por ejemplo los de Daragoleja, valorados como precedente del arte emiral; 0 los de Santa Marfa de Arcos de Tricio, para cuyo dbside se ha aducido una argumentacién paralela a la usada para el mausoleo de Santiago (Daragoleja y la portada de San Esteban: Torres, 1965, p. 410, fig. 214; Tricio: Cancela, p, 44; Andrés, pp. 113-4, 119-20, figs. 4, 5: Heras, pp. 17-21; Caballero y otros, 1994), — Les wajimeces». Recientemente Barroca, como conclusién de su estudio sobre los mal llamados ajimeces (Torres, 1947) «ventanas arqueadas divididas en su centro por una columna», monoliticas y en ocasiones decoradas, supone su inexistencia en época visigoda, rechazando que sean de esta época las de Niebla (Huelva), Mérida, Cordoba y Soure y suponiendo que se desarrollan en la segunda mitad del siglo 1x, recordando la opi- nidn de Gémez Moreno favorable a su adscripcién mozarabe. Su raiz seria islimica citando como precedentes las lisas de la mezquita de Tu- dela (circa 856) y de San Ginés de Toledo (Museo Arqueolégico Na- cional, fin del 1x). Se deduce que, entre 775 y 850, las primeras serian las monoliticas lisas de Pravia de una, dos y tres vanos, una con inscrip- cién (Menéndez Pidal) y las de Lifio, Lena y Valdediés, No cita las lisas de La Nave, que podrian afiadirse a las anteriores; ni tampoco las deco- radas de Baiios, cuya debida adscripcién es clave para esta seriacién, de un solo vano en los muros laterales y en el hastial occidental una do- ble decorada con trifolias —parecidas a ias de los capiteles de {a cripta de la catedral de Palencia— enlazadas por su base y orientadas hacia el centro (Arbeiter, Karas y Péffgen, p. 9). Pavon tiende a dar una fecha més tardia (hacia el siglo x) a los «arcos gemelos de herradura» de Tu- dela, afiadiendo a la serie otro ejemplar iskimico de la primera mitad del siglo 1x, el del alminar del Salvador de Sevilla, a los que se pueden unir Ia arqueria y ventanitas del de San Juan de Cérdoba, de la segunda mitad del mismo siglo (Pavén, p. 29; Torres, 1965, p. 402). Quizis un supuesto arco lobulado de Tudela pueda explicarse como un ajimez.tri- ple abierto en un sillar triangular como uno de Montelios (Pavon, pp. 31-2, fig, 5, lim, 12; Barroca, p. 111, fig. 10). Pueden también aludirse las ventanas monoliticas de un solo vano de Ammén, decoradas con un. precedente de alfil (700-725, Almagro). La argumentacin tipologista de Barroca es muy importante para apoyar las cronologias modernizadoras a partir de dos evidencias: el “ 348 LUIS CABALLERO ZOREDA AQ, xv, 1994 estilo muy evolucionado de los cuatro ajimeces decorados considera- dos visigodos y la masiva datacién tardia de él, Pero no sera definitiva mientras no se integren en ella los ajimeces de La Nave y Bafios, como ocurre con el resto de las argumentaciones. . (continuaré)

You might also like