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Enrique Vila-Matas Historia abreviada de la literatura portatil Aw EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Porta Tulio. Visas Tustracion: “Grand Pris Autos ‘ques Hemet Lari bile, La Beuke, 1929+ do Ja © Enrique VilaMatas, 185 © EDITORIAL ANAGRAMA, 1985 alle de ln Cruz, 44 34 Barcelona ISBN 643301723 Deposito Legal: B, 28631-1985 Printed in Spain Diagratic, S. A., Constitucis 19, 08018 Barcelona A Paula au fond de l'Inconnu pour trouver du nouveau» El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestién de escritura. El universo sélo existe sobre el papel. Paul VaLery, Monsieur Teste PROLOGO A finales del invierno de 1924, sobre el pefiasco ‘en que Nietzsche habia tenido la intuicién del eterno retorno, el escritor ruso Andrei Biely sufrié una cri- sis nerviosa al experimentar el ascenso irremedia- ble de las lavas del superconsciente. Aquel mismo dia y ala misma hora, a no mucha distancia de alli, el miisico Edgar Varese caia repentinamente del ca- allo cuando, parodiando a Apollinaire, simulaba que se preparaba para ir a la guerra, A mi me parece que esas dos escenas fueron los pilates sobre los que se edificé la historia de la li- teratura portatil: una historia europea en sus orige- nes y tan ligera como la maletaescritorio con la que Paul Morand recorria en trenes de lujo la ilu- minada Europa nocturna: escritorio mévil que ins- piré a Marcel Duchamp su boite-envalise, sin duda el intento mas genial de exaltar lo portatil en arte. La cajamaleta de Duchamp, que contenia reproduc- ciones en miniatura de todas sus obras, no tardé en convertirse en el anagrama de la literatura portatil 9 y en ef simbolo en el que se reconocieron los pri- meros shandys.* Meses después y, con una leve modificacién (so: bre la boite-er-valise, una peineta a modo de broche), ese anagrama de Duchamp serfa retocado por Jac- ques Rigaut para representar, segin sus propias palabras, «la apoteosis de los pesos ligeros en Ia his- toria de Ja literatura», Su dibujo fue muy celebra- do, tal vez por su marcado cardcter heterodoxo, y provocé una extraordinaria avalancha de nuevas y atrevidas profanaciones del anagrama duchampiano, prueba bien clara de la voluntad de constante trans- gresién que caracteri2é a los primeros escritores que se incorporaron a la sociedad secreta shandy Por los mismos dias y como fuera que existia entre aquellos primeros shandys un temor genera- lizado a que la cajamaleta pudiera estar al alcance de cualquier farsante, Walter Benjamin disefié con notable éxito esa maquina risuefia de pesar libros hoy nos permite que lleva su apellido y que today detectar, con absoluta precision, cuales son las obras literarias que resultan insoportables y por tanto, aunque traten de disimularlo, intransportables. No es casual que gran parte de la originalidad de los textos del inventor de la maquina Benjamin se deba precisamente a su mirada microscépica, combinada con su infatigable dominio de las pers- * Shandy. en et diatecto. de algunas zonas del condado Yorkshire (donde Laurence Sterne, cf auto Vivid gran parte de so vida), significa ind Soluble» chiinde 10 pectivas tedricas. «Eran las cosas pequetas las que mis le atra‘an», escribié de él su intimo amigo Ger- schon Scholem. Le gustaban a Walter Benjamin los viejos juguetes, Ios sellos de correo, las fotos de tar jeta postal y esas imitaciones de la realidad de los paisajes invernales contenidos dentro de un globo de vidrio donde nieva cuando se los sacude. La propia escritura de Walter Benjamin era casi microseépica, y su ambicién nunea lograda era me: ter cien lineas en una hoja de papel. Cuenta Scho. Jem que en su primera visita a Benjamin en Paris, éste le arrastré al Museo Cluny para mostrarle, en una exposicidn de objetos rituales judios, dos gra- nos de trigo en los que un alma gemela habia es- crito completo el Schema Israel. Walter Benjamin era también alma gemela de Marcel Duchamp. Ambos fueron a la vez vagabun- dos, siempre de camino, y exiliados del mundo del arte al tiempo que coleccionistas cargados de cosas. es decir, de pasiones, Ambos sabian que miniaturi zat es hacer portatil, y que ésta es la forma ideal de poser cosas para un vagabundo o un exiliado. Pero miniaturizar es también ocultar. Duchamp, por ejemplo, se sintié también atraido siempre por Io extremadamente pequefio, es decir, por todo To que exigiera ser descifrado: emblemas, manuscri- tos, anagramas. Para él, miniaturizar_ significaba también hacer inservible: «Lo que esté reducido se halla en cierto modo liberado de significado, Su pe- quefiez es, al mismo tiempo, un todo y un fragmen, to. El amor de lo pequefio es una emocidn infantil», un Tan infantil como la mirada de Kafka que, como se sabe, emprendié una lucha a muerte para entrar en Ia sociedad paterna, pero sélo habria consentido lograrlo con la condicion de seguir siendo el nifio irresponsable que era Como nifios irresponsables se comportaron siem- pre los escritores portatiles y, ya desde el primer momento, establecieron como requisito indispensa- ble para entrar en la sociedad secreta shandy el per- manecer soltero 0, al menos, actuar como si uno lo fuera, es decir, funcionar como una maquina solte ra en el sentido que quiso darle Marcel Duchamp poco después de enterarse, precisamente a través de Edgar Varese, de la crisis nerviosa de Andrei Biely; «En aquel instante, no sé por qué, dejé de escuchar a Varese y me puse a pensar que no debia cargarse a la vida con demasiado peso, con dema: -on aquello a lo que s¢ lama siadas cosas por hacer, una muje! etcétera. Y lo comprendi felizmente muy pronto. Eso me ha permitido vivir mucho tiempo como sol tero mucho més facilmente que si hubiera tenido que enfrentarme con todas las dificultades norma- les de la vida. En el fondo, es lo principal» Que Duchamp comprendiera todo esto precisa: mente en el momento en que Varese le relataba Ta crisis nerviosa de Biely en el peitasco del eterno re torno, no deja de ser curioso, Resulta inevitable pre: guntarse qué relacién pudo existir entre el ataque de nervios de Biely y la decisién duchampiana de permanecer soltero a toda costa, sofiando despierto nifios, una casa en el campo, un coche 12 come todos los nifios irresponsables. Es dificil, prac: ticamente imposible, saberlo. Lo mas probable es que no exista relacién alguna y que simplemente a Du- champ se le presentara de sibito, sin ningtin re- cuerdo ni asociacién consciente que permitiera una explicacion inmediata, la imagen de una persona célibe, imposible, gratuita y delirante, es decir: un srtista portatil, 0, lo que es lo mismo, alguien a quien uno puede Mevar tranquilamente a cualquier parte. En fin, sea como fuere, lo Gnico que esta claro es que la caida de Varese, la crisis nerviosa de Biely ¥ la inesperada aparicion de un artista célibe, gra- tuito y delirante en el campo de visién de Duchamp fueron los pilares sobre los que se asenté la sociedad shandy Aparte de cxigirse un alto grado de locura, que- daron fijados los otros dos requisitos indispensables secreta para pertenecer a esa sociedad: junto a que Ia abra de uno no fuera pesada y cupiera facilmente en un maletin, la otra condicién indispensable seria la de funcionar como una maquina soltera. Aunque no indispensables, se recomendaba tam- ciertos rasgos que eran considerados bign pose como tipicamente shandys: espiritu innovador, se- xualidad extrema, ausencia de grandes propésitos, nomadismo infatigable, tensa convivencia con Ia fi- gura del doble, simpatia por la negritud, cultivar el te de la insolencia. Hay en la insolencia una rapidez de accién, una jos me- orgullosa espontaneidad que rompe los v 13 canismos triunfando por su prontitud, sobre un ene- migo poderoso pero lento. Ya desde el primer mo- mento, los shandys vieron que nada era tan deseable como que Ja conjura portatil se convirtiera en la exaltacion espectacular de lo que surge y desaparece con la arrogante velocidad del relampago de la in. solencia. De abi que Ia existencia de Ia conjura shan: dy, cuya principal caracteristica era la de conspirar por el hecho mismo de conspirar, fuera breve. Tres afios después de la caida de Varese y la crisis ner viosa de Biely, concretamente en el dia del homenaje a Géngora en Sevilla, afio 1927, el satanista Aleister Crowley, acompafiindose de un gesto deliberada mente histridnico, disolvi la sociedad de los ports tiles. Muchos afios después de que Crowley dejara en libertad al aguila de los shandys, me encuentro en disposicién de afirmar que la sociedad portatil exis. 1i6 mas allé de los Iejanos horizontes de Ia imagi nacién de sus componentes. Fue el nexo de unidn de quienes formaron una sociedad secreta sin pre- cedentes en la historia del arte. Se hablar en estas piiginas de quienes arries: garon algo, sino la vida al menos la locura, para rea- lizar obras en las que estuvo siempre presente el cuerno, la amenaza del toro, bajo una u otra for ma. Conoceremos a quienes hicieron posible que pueda hoy desenmascararse con mas facilidad que a todos aquellos que, como dijo Hermann ino es que sean malos escritores, sino delin- cuentes», 4 Conoceremos a quienes hicieron posible la no- vela de la sociedad secreta més alegre, voluble y chiflada que jamas existié: escritores turcos de tan- to tabaco y café que consumian, gratuitos y deliran- tes héroes de esa batalla perdida que es la vida, omantes de la escritura cuando ésta se convierte en Ja experiencia mas divertida y también la mas ra- dical 15 OSCURIDAD Y MAGIA Debo a una breve conversacién con Marcel Du- champ y muy especialmente a Vidas y militares, libro hasta ahora inédito de Francis Picabia, las in- formaciones mas valiosas en torno al asunto de la decisiva participacién de dos mujeres fatales em la fundacion en Port Actif de la sociedad secreta shan- dy Cuenta Picabia que a finales del invierno de 1924 cn la ciudad de Zurich, frente al ntimero 1 de la Spielgasse, es decir, frente al Cabaret Voltaire, don- de por aquellos dias DADA estaba celebrando el fe liz quinto aniversario de su desaparicién del pano- rama cultural, habia un balcén en forma de flauta pigmea hecha de rama de papaya, y en ese baleén, en el transcurso de una noche de luna lena, hallé- + Mujeres fotales, si. Desde ef primer momento, quedé bien claro que toda maquina soltera debia Tlevar incorporada ast Complejo meetnisma alguna que otra vampiresa, pues solo. ast lograria funelonar con falsa elicacla y sin miedo 3 Tas averias, fungus, pataddjicamente, averiarse fers, en. definitiva, el des fino fatal de esas maguinas de tan nula como admirable pro. base reposando una gabardina, dentro de Ia cual se movia inquieta una hermosa mujer espafiola de nom- bre mis bien horrible, Berta Bocado, que observaba con cierto disimulo el constante ajetreo de los anti- guos dadaistas que, dicho sea de paso, en ningun mo- mento se dieron cuenta de que eran espiados por los ojos de la espafiola, Esa noche, Berta Bocado era como una cémara con el diafragma abierto: una c4mara pasiva, mi- nuciosa, pensativa. Acababa de recibir una carta de su antiguo amante, Francis Picabia, en Ia que, tras ponerla al corriente de sus preocupaciones, le pedia que intentara trabar amistad con un escritor ruso Hamado Andrei Biely y averiguara si éste, aparte de tener crisis nerviosas en los pefiascos historicos, po- seia cierto ingenio y sentido del humor: «Tanto Mar- cel (Duchamp) como yo —concluia la carta— esta- ‘mos interesados en saber si Biely es uno de los nues: ios. Lus datos que de él tenemos indlican que vive en tu misma calle y que, al atardecer, juega con Tristan Tzara al ajedrez. Al parecer, funciona como tuna maquina soltera, En su mejor novela, Peters burgo, el protagonista es un conspirador y, al mismo tiempo, una maquina soltera que, en un momento ciertamente inspirado, se come una bomba y nota su placentero tictaqueo en el vientre. Probablemente, ese Biely es un loco de alta calidad, Nos gustaria que lo conocieras y nos dijeras si tiene puntos en comin os tus no con el protagonista de su novela, Esperan tici No se sabe si por su condicién de mujer fatal o, simplemente, por su tendencia al despiste, Berta Bo- cado confundié a Biely con otro ciudadano ruso que vivia en la Spielgasse y que, a veces, jugaba al aje drez con Tzara, Arp, Schwitters y compaitia, pero que de noche se refugiaba en su casa y nada queria saber de los antiguos dadaistas. Vladimir Tlich Uli nov era su nombre y, en compania de una tal Krups kaia, aguardaba en Zurich a que estallara la revo: lucidn en su pats. A los pocos dias, Berta Bocado envié unos datos totalmente erréneos a Picabia, creando asi el equivo- co que tanto contribuyé a la consolidacién de la sociedad secreta portatil: «Se trata de un ruso cierta, mente extrafio que, hasta cuando hace buen tiempo, sale a la calle con chanclos y paraguas y con un abrigo guateado de invierno. Lleva el paraguas en fundado y el reloj en una funda de gamuza gris, y cl cortaplumas 4 y punta al lapiz también lo tiene metido en wn estuche; hasta parece que tenga enfundada la cara porque siempre la es- conde con el cuello levantado de su abrigo. Leva ga fas oscuras, camiseta de lana, se tapa los ofdos con a un coche le ordena al co- usa para s xdén, y cuando sub chero que suba la capota. En una palabra, se obser ‘ya en este individuo una tendencia constante a crear se algo asi como una funda que le aisle y le pro- teja de todo tipo de mirada externa. Yo creo que tiene hasta la mania de guardar sus ideas en una funda...» «...intenté seducirlo y lo maximo que con- segui fue que me dejara subir a su casa, pero una ver, en ella comenz6 a comportarse de forma bastante 19 extrafia: apenas me miraba y tan sélo pareeia inte. resado por unas carpetas que, de un modo frenético y convulsivo, transportaba de un lugar a otro de su estudio: algunas de esas carpetas las cambiaha repetidas veces de sitio, otras las escondfa, Supongo que contenian manuscritos de sus novelas. Y digo supongo porque a todo esto él insistid, una y otra vez, en que no era novelista y negé horrorizado, casi diria que asustado, haber escrito algo sobre conspi radores que se tragan bombas y otras cosas por el estilo, Estaba claro que deseaba que me marchara cuanto antes, y eso, tli va me conoces, me enojé. Le Hamé maleducado, a lo que él respondié misteriosa, mente diciendo que no era un maleducado sino un simple aficionado a transportar todo aquello que le parecia portatil Picabia, al recibir la carta, tuvo la impresién de ruso, podia es conderse un mensaje en clave que él debia desc que, detras de la rara conducta de! frar. Paso dias intentando hallar un sentido al fre nético traslado de carpetas hasta que Duchamp, que atin no conocia el contenido de la carta de la Boca. do, le conté un sueiio y le facilit6, sin saberlo, la pista crucial que tanto habia estado buscando, Le conté Duchamp que habia sofiado cuatro fra- ses, las tres primeras construidas mediante palabras sometidas al régimen de la coincidencia, frases que reflejaban el lenguaje que cabia esperar del azar en conserva que, como se sabe, fue siempre su pecialidad, Todas las frases, a excepcidn de | uiltima, 20 serian aftos mas tarde incluidas en la antologia que André Bretén dedicé al humor negro: Etrangler Tetranger Eglise, exil Rrose Sclavy et moi esquivons les eceymo- ses des Esquimaux aux mots exquis Crest Biely le plus vieux du Port Atif Esta cuarta y dltima frase, la tinica no construi- da por palabras sometidas al régimen de la coin- cidencia, adquirié un sentido magico para Picabia que creyé ver en Port Atif (portatil) una revelacién, la palabra clave, aquella que relacionaba enigmatica. mente el sueio de Duchamp con el mensaje de Biely, Eso le orient6 hacia Port Actif, una poblacién afri- cana situada en la desembocadura del rio Niger. Tras no pocas dificultades, logré, por fin, con. wencer a cuatro de suis amigos —Duchamp, Ferene Svalay, Paul Morand y Jacques Rigaut— de la abso- uta necesidad de partir hacia las costas nig ¥ un 27 de julio de 1924 embarcaron en Marse- Hla, rumbo a los litorales africanos de una futura conspiracién shandy que, por aquellos dias, atin no sabjan en qué consistiria exactamente, pero que no dudaban que debia nacer, a todas luces, en Ia osc ridad de un continente mas oscuro que el por otra parte entonces todavia opaco espiritu portatil Al legar a Port Actif, cuenta Picabia que sintie- ran, de inmediato, el atractivo horror del mundo desconocido al que habian viajado: «...nos sentia 21 mos transportados a un nuevo astro; recuerdo que efectuamos las operaciones de desembarco al atar decer y que una nube de negritos invadié la cubierta: asomaban sus cabezas rapadas por las ventanas de nuestros camarotes, mostrando sus hermosos ojos y una sonrisa iluminada por deslumbrantes dientes; alar an sus finas manos, con los huecos a modo de concha rosada, para pedir dinero...» «...v poco después estabamos ya en Ia gran plaza de Port Ac tif, cuadrada y hermosa; repleta de pensiones, bares y tiendas. Marcel, Paul, Ferenc, Jacques, todos rie ron al unisono cuando descubrieron que alli habia un Café du Louvre. En él nos sentamos, degustando los. ma; ificos micris, que son granos de café de Harar, recubiertos de una espesa capa de azti negros se aproximaron y nos ensefaron, para ven démoslas, gatas de Ceilin, cristales de roca del tamojal, sortijas de plata, cuernos de gacela, plu- r. Dos mas de avestruy y esendas nigerianns.» «pero al cacr la noche, pasado ya el inicial deslumbramien. to anie aquel fascinante lugar, nos entro cierto te mor a que alli no fuera a sucedernos nada rele vante. Durante tres largos dias se aburrieron en la te- rraza del Café du Louvre y, en realidad, ninguno de ellos, ni tan siquiera Picabia que era quien les habia embarcado en la aventura, tenfa demasiado claro qué estaban haciendo alli, Duchamp, el mas depri mido de todos, no se cansaba de repetir que, en st opinién, cinco méquinas solteras perdidas en un puerto africano no componian mas que un ridiculo 2 grupo de artefactos embarazados. Picabia trataba de ser el mas optimista y, aun sabiendo que se enga- fiaba, veia constantemente, entre la irritacion de sus amigos, sefiales en el cielo 0 en los pérticos de la plaza o en las admirables miniaturas que vendian los negros. Pero no fue hasta la tarde del tercer dia cuando Picabia creyo ver, de verdad, un signo real- mente interesante; nada menos que un negro que sélo tenfa una pierna y tocaba Ia flauta con su pro- pia tibia: alguien idéntico a Lelgoualch, personaje de ficcion de Impresiones de Africa, la obra de Ray- mond Roussel Oscuridad y magia. Picabia insinué, de inmediato, que, en esta ocasion, si que realmente podia tratar- se de un signo altamente revelador. ¢Revelador de on al unisono Duchamp, Szalay y qué?, pregun compaiia, visiblemente molestos, ya muy cansados de tanto ver a Picabia buscando asociaciones gratui. tas que fijaran una direccidn dentiv del caos. Pero fue entonces cuando, de pronto, vieron pasar a una bellisima mujer extranjera («alta y morena, de ex- ») que, trema sensualidad, una aparicién ev toda cruzando a gran velocidad la plaza, se perdi callején, seguida de Lelgoualch y su tibia musical. Tras unos momentos de general estupor, Picabia reaccion6 y, tratando de saber si los otros habian visto Jo mismo que él, comenté que acababa de ver fa una hermosa maquina animada. Morand le dijo que, en efecto, habia pasado por Ia plaza una va- riante cémica de la flor de azahar. Intervino Szalay y, en un intento de adivinar la nacionalidad de la 23 extranjera, afirmé rotundamente que habia tres se- xos: el hombre, la mujer y Ia francesa que acababa de cruzar furtivamente la plaza. Rigaut se puso vio- lentamente en pie, totalmente fuera de si, y «enamo- rado, ya antes incluso de conocerla, salié en perse- cucién de ta mujer fatal» Esa mujer resulté ser Georgia O'Keefe, pintora y escultora americana, que viajaba por la costa oriental de Africa en compaiiia del poeta William Carlos Williams, un buen amigo de Duchamp. En la cena que siguid a este feliz encuentro, ella se mostré entusiasmada al ofr hablar a Picabia de maquinas solteras, ficciones y otras futuras conspi- raciones. Lelgoualch no cesé de puntuar musical- mente todas las palabras de Ia cena, hasta que su tibia encantada se incorporé respetuosamente al si- lencio del grupo cuando la O'Keefe comenz6 a ejer- cer de mujer fatal ya incorporada al mecanismo sol- teril y expuso su teoria acerca de Io que ella entten dia por sexualidad extrema: un concepto que, por estar intimamente ligado al funcionamiento de las maquinas solteras, no tardé en convertirse en uno de los rasgos més t{picamente shandys. Consciente de que cra de orden sexual cl signo mas distintivo de las maquinas solteras, Georgia O'Keefe afirmé que éstas se componian de un con junto mecdnico y de otro orgénico, y que entre am- bos conjuntos se anudaban, en un circulo cerrado, complejas relaciones de placer y de terror, de éxtasis y de castigo, de vida y de muerte. sEn tanto que energia o libido —nos dice Pica bia que sentencié 1a mujer fatal afilando las uftas—, el amor debe ser desviado de su finalidad genética, eso que entendemos por reproduccién, para no buscar mas que la autosatisfaccién. En una palabra, copular por puro placer, jamas pensando en Ia des- cendencia y otras zarandajas. Esto es lo que yo en- tiendo por sexualidad extrema.» Tras reproducir textualmente estas palabras de la O'Keefe, cierra Picabia bruscamente su descrip- cién de la velada fundacional de Port Actif hablén, donos del enigmatico y sugerente silencio que se produjo entre ellos, un pacto de emboscados: « hasta entonces habiamos arrastrado nuestro pasa- do como Ia cola vaporosa de una cometa y bien poco sabfamos de nuestra futura conspiracién, la sentencia de Georgia nos uni6, de repente, en un perfecto silencio de emboscados, y ya no hubo, aquella noche, mas palabras, porque ése nos pare- cis el registra ideal de vor que podia permitimnos ir Jentamente conformando, en el mas absoluto y atrac- tivo de los silencios, el resto de los rasgos tipica, mente portitiles. Asi pues, enmudecimos todos, al comprender que realmente no habia necesidad de ninguna conversacion audiblé entre nosotros, pues conversibamos ya desde hacia muchisimo tiempo, aunque no con palabras expresas. Conversabamos en silencio, y nuestra charla era una de Jas mas in- teresantes que puede imaginarse; palabras pronun- ciadas y ordenadas para ser ofdas no hubieran podi- do tener el efecto de este silencio» De este pacto de emboscados que fund6 el shan: 25 dysmo no poseo mas informacion que la ofrecida por Picabia en su libro, pero pienso que son datos sufi cientes y fiables para Hegar a la conclusién de que, gracias a la definicion de la sexualidad extrema por parte de una mujer fatal se hizo realidad el naci- miento del mundo de los portitiles: un universo que fue hijo del equivoco y de la casualidad. Del equivo- voco, por la confusién entre rusos por parte de Berta Bocado. Y de la casualidad, por el encuentro con Georgia O'Keefe que trajo como consecuencia Ia expulsién de la maternidad en el lenguaje shandy Todo parece indicar, pues, que la incorporacién de mujeres fatales al mundo portatil propicié el na- cimiento de Ia sociedad secreta. Pero, como ya es sabido, nacer es empezar a morir, Que las mujeres fatales se instalaran en las maquinas solteriles shan; dys no eximié a estas tiltimas de futuras averias irre. parables, ya que, en el preciso instante de saberse vivas y portdtiles, abrazaron a Ia Muerte, lo que ex plica tanto la aparicién inmediata de la palabra sui- cidio en su horizonte como el hecho de que uno de los comensales de Port Actif, precisamente el que se habia enamorado de Ia mujer fatal, se hiciera cargo alli mismo de la fatalidad de una oficina por- t4til, la agencia general del suicidio. 26 SUICIDIOS DE HOTEL Parece ser una constante histérica el que, entre los fundadores de toda sociedad secreta, haya siem: pre uno al que le gusta llevar la contraria a los de- mis, En el caso shandy, todos los comensales de Port Actif eran grandes amantes de la vida, excepto Ri: gaut que se declaré, desde el primer momento, a favor y del lado de la muerte («Vous étes tous de postes et moi je suis du cété de la mort»), mas con- cretamente del suividio, una palabra que uv seria desterrada del lenguaje shandy hasta el dia en que Rigaut, tras dos afos de vacilaciones, se suicidé en tun lujoso hotel de la ciudad de Palermo, Tard6 tanto en tomar esa decision que tuvo tiem po de asistir como espectador a la célebre oleada de ‘dios juveniles en el Paris de 1924, una moda que fue duramente criticada por alguno de los comen, sales de Port Actif: «Todo esto de quitarse la vida —escribié Szalay— parece hoy en dia cosa excl siva de los jévenes con voluntad de necios, y el mas joven y necio de todos 0, al menos, el mas cercano a nosotros es el impetuoso Rigaut; habré que hacer 27 algo con la extrema juventud y el suicidio, dos pala- bras que actualmente parecen estrechamente liga- das y que sintonizan muy poco con el espiritu por- tatil». Y Paul Morand, en clara alusién a su amigo Rigaut, terminé una conferencia en Reims con estas palabras: «No es serio, sefiores. Si uno desea quitar- se la vida debe hacerlo con prontitud, es decir, cuan do es todavia un nifio; hacerlo mas tarde es algo ligeramente ridiculo, pues no se puede seguir sien- do timido cuando se tienen ya mas de siete afios». Poco caso hizo Rigaut de las palabras de sus ami- gos, pues desde su regreso de Africa el suicidio habia adquirido, para él, valor de sacramento unico. Sus primeros pasos hacia ese gestc definitive los habia dado en Port Actif cuando, sin avisar a nadie, se adentré en la selva, desapareciendo en una oscura noche de grandes arboles en la que, rodeado del In medo silencio de las hojas, se inventé el pretexto de que estaba perdidamente enamorado de Georgia O'Keefe para asi poder sentirse cada vez més tentado fa quitarse la vida, pues estaba seguro de que su le rechazaria sin contemplaciones, como, en 0 no fue obs- afios en suici- amada efecto, asi fue. Pero, sewiin ya die, téculo para que tardara todavia do: darse Y es que, durante ese periodo de tiempo, sentir- se inmensamente desgraciado y tener ante si la pers: pectiva del suicidio, le devolvid el sentido del humor, lo que es facilmente constatable en este texto 0 anuncio publicitario que, a su regreso de Port Ac tif, redacté en Paris con la intencién de dar a co: 28 nocer su Agencia General del Suicidio, una oficina singular en la historia de la literatura portatil «La Agencia General del Suicidio ofrece finalmen. te un medio algo correcto de abandonar la vida, pues la muerte es el tinico de todos los desfallecimientos que jams se disculpa. Es asi que se han organizado los enticrros-expreso: banguete, desfile de amigos y conocidos, fotografia (0 mascarilla postmortem, a eleccién), entrega de recuerdos, suicidio, colocacién en el atatid, ceremonia religiosa (facultativa), tras- lado del cadaver al cementerio, La Agencia General del Suicidio se encarga de ejecutar las ultimas vo- luntades de los Seitores Clientes.» Dos meses después de la publicacién de este anuncio, Rigaut abandoné precipitadamente su ofi- cina de suicidios y se embarcé hacia América. Su afi cidn a representar comedias de tristeza le levé hasta la puerta misma de la casa de William Carlos Wi Hiams (al que suponia amante de la O'Keefe), don de traté de exhibir su profunda desesperacién de ena. morado rechazado, Conocemos detalles muy interesantes de su tra. vesfa maritima, porque en ella trabé amistad con un elegante pasajero, el fotdgrafo Man Ray, que afios, mis tarde iba a contarlo todo, de un modo despia. dado, en un divertido libro, Travels with Rita Malt, donde Rigaut seria descrito como un patético ¢ his- tridnico caballero que se complacia en una desespe- racién que ni é! mismo acababa de creerse, pues en multiples ocasiones Ie traicionaba su sentido del humor. Por ejemplo, nada mas desembarcar en Nue- 29 va York, se sintié impulsado a publicar este anun cio en la prensa local: «Joven pobre, mediocre, 21 aftos, manos limpias, contraeria matrimonio con mujer, 24 cilindros, sa- Jud, erotomana o hablando el anamita, a ser posible apellidada O'Keefe. Dirigirse a Jacques Rigaut, 73 boulevard du Montparnasse, Paris. Sin domicilio fijo en Nueva York.» Fue una ver concertada la publicacion de este anuncio cuando se dirigié a la casa de William Car: os Williams que, al abrir la puerta y ver el grotesco rostro desencajado del futuro suicida, no pudo evi: tar una carcajada descomunal. Y es que Rigaut esta ba frente a él con un ramo de orguideas, cierta pa: lidez maquillada y aspecto de ser la victima de una fiebre amorosa que le atravesaba el corazon ‘Aquello era todo un espectaculo que merecia ser fotografiado, y Man Ray, que habia acompafiado a Rigaut hasta la casa, no perdio el tiempo, Su ins- tantanea, al circular entre los primeros shandys, sitvié para que éstos se reafirmaran en Ia impresién de que en la sociedad secreta no habia lugar para el ridiculo involuntario 0 la desesperacién fingida, es decir, para la extrema juventud, Sirvio también ese encuentro en el portal neoyor: quino para que el poeta norteamericano trabara amistad con Man Ray y para que éste, que era ya amigo de Duchamp, iniciara, a su vez, una estrecha relacién con Georgia O'Keefe y los exquisitos shan: 30 dys que ella, a su vuelta de Port Actif, habia ido pacientemente reclutando entre los mas selectos me: dios artisticos de una ciudad que, gracias al nacien- te furor portatil, estaba abandonando su provinci nismo. De entre los amigos de Georgia O'Keefe destac: ban Walter Arensberg, Pola Negri, el principe M vani, Skip Canell y Robert Johnson. Este ultimo se revel6 ante Man Ray como «marcado por los rasgos del vacio, el desgarramiento y la muerte prefigura- dav. Y era, a todas luces, un personaje muy curioso. Johnson habia estado durante mucho tiempo acu- diendo a todas sus citas con un maletin muy ligero que todo el mundo creia que contenia en miniatura sus pinturas hasta que se descubrié que, en reali- dad, se trataba de un maletin de pienic con sopera cuatro bandejas, doce platos, seis vasos y una te- tera de plata barroca. Pero lo mas curioso de Johnson era que recor- daba en algo a Rigaut, pero, a diferencia de éste, pa- recia tener una prisa inmensa en abandonar este mundo. Rigaut al conocerle qued6 sorprendido y avergonzado y, sobre todo, muy inquieto al ver que estaba ante un suicida mucho mas decidido que él «Mireme bien esta noche —le dijo Johnson— por- que dudo que vuelva a verme. Dentro de unas horas, habré dejado de existir.» Y en efecto, poco después de regresar a su casa, Johnson se decidié a concluir la tarea emperada tiempo atras y consistente en un fino trabajo de orfebreria: pulir el asidero de la tetera de plata barroca hasta conseguir darle una 31 forma perfectamente redondeada y utilizarla como proyectil para levantarse Ia tapa de los sesos. Lo que Johnson nunca pudo imaginar es que su muerte le convirtié en una especie de Werther neo- yorquino, pues Ia ciudad, de la noche a la mafiana, imitando a Paris se poblo de jévenes suicidas que, deslumbrados por aquella muerte con tetera de plata barroca, se arrojaban de los puentes colgantes, no sin antes escribir divertidas cartas a los jueces, exponiéndoles los mas variados motivos para aban- donar esta vida. Uno de estos jévenes suicidas, el hermano del escultor Gaudier-Brezska, tuvo el detalle de dedi carle al juez este admirable poema: «Mafana, el fin / Elfin, mafiana. / Para mafiana el fin. / El fin, para mafana, / Mafiana, al fin» Fue tan grande la ola de suicidios que Skip Ca nell, intimo amigo de Johnson, pidid a Rigaut que, siendo como era una autoridad reconocida ria de suicidios, publicara sin tardanza un Mama: ta miento urgente a la juventud e intentara que desistiera de tanta inclinacion suicida. Asi fue cémo, a finales de diciembre del afio 1924, aparecid en las paginas del New York Times una carta al director, firmada por Jacques Rigaut: «No hay motivos para vivir, pero tampoco hay motivos para morir. Desearia, sefior director, que, @ través de esta carta, los jévenes de su ciudad com. prendicran que la tinica manera con que se nos per- mite demostrar nuestro desdén por la vida, es acep- 32 tarla, La vida no merece que nos tomemos el trabajo de abandonarla... El suicidio es muy comodo, de- masiado cémodo: yo no me he suicidado, Subsiste tun pesar y ¢s que no quisiera partir sin antes no estar seguro de que me Hevo conmigo la estatua de la Libertad, el amor o los Estados Unidos. Envio, desde estas paginas, mi mas enérgica protesta ante esa oleada absurda de suicidios en los puentes col gantes. J6venes de Nueva York, clegid suntuosos hoteles si quer¢is abandonar esta vida. Hay hoteles que son, francamente, muy literarios. Después de todo, el mundo de las letras descansa en los hoteles de Ia imaginacién, En Europa lo saben desde hace tiempo y s6lo se consideran elegantes los suicidios en el Ritz» La publicacién de esta carta causé el efecto con: trario al deseado por Skip Canell y aumenté escan. dalosamente el mimero de s los jueces. Es célebre la que escribiera el sobrino predilecto de Skip Canell: «Seftor juez, tengo el gus to de comunicarle que he elegido para suicidarme el dia en que, a causa de la muerte de mi tio, het do una gran fortuna». sicidios y de cartas a Segtin Man Ray, la carta de Rigaut les ayudé a descubrir un nuevo rasgo tipicamente shandy: su rechazo radical de toda idea de suicidio y, al mismo tiempo, de cualquier trasnochado tic roméntico: «El texto de Rigaut puso de manifiesto que tnicamente 41, entre nosotros, era partidario del suicidio. Los demas teniamos muy claro que un hidroavién, por 33 ejemplo, nos parecia un millon de veces més atrac- tivo que las melenas al viento y la indigestion sui cida de Heinrich von Kleist junto a Ja verde orilla del ‘Wannsee» De pronto, uno de los suicidios neoyorquinos con. vulsioné a Rigaut. Su mejor amigo en la ciudad, que era conserje del Ritz, se ahorcé en el vestibulo del hotel. Triste y avergonzado, Rigaut tomé su maletin y regresd precipitadamente a Paris, donde se convir tié en un hombre pesado, cuya sombra, errante y voluminosa, circulaba por las calles de Montmartre tratando desesperadamente de retrasar un suicidio que cada dia le parecia mas inevitable. Tba de hotel en hotel, acompanado de una hermosa mujer negra, Carla Orengo, y arrastrando siempre un pesado baiil que, en realidad, era un secreter con dos estanterias, para mamotretos, tres cajones para documentos, mas un compartimento para la maquina de escribir y una mesa plegable. Man Ray piensa que el peso ese batil, que Rigaut veia que no era portitil, pudo ser una de las causas por las que él se decidié. por fin, a suicidarse, eligiendo para ello el Gran Hotel de la ciudad de Palermo.* + EL nombre exacto es Grand Horet et des Patmes. A partie dl suicidio de Rigaut, se convirti en vn Wigar de peregrinacion pata todos aquellos que estaban en posesion del secret portatil Puede hoy en dia ser visitada ¥ vale la pena hacerlo, pues posee Stros intereses historicas como, por elemplo, ser nitido reflejo Geleapitulo de esplendor y miseria de la Siiia de ts eransicion Se los Sabosa ala Republica, Debo advertir finalmente que Gebido a que e! hotel es reyido por una comunfdad de elefantes Scademicos, s6lo mivestran a los vsitantes Ta habitacion eo que Pemocto Wagner ¥ hacen como si Rigaut munca hubiers estado Br 34 Fue a finales de 1926 cuando Rigaut se instalé en ese hotel, después de haber tomado medidas para no volver nunca mas a Paris. En los cajones de su batt secreter habia todo tipo de barbittiricos que él in- geria infatigablemente, sumido en una gran orgia de pastillas, intentando matarse 0 que le mataran, como si hubiera cogido el gusto de la muerte por la que antes sentia cierto temor. La mafiana en la que debia dejar su hotel para una cura de desintoxicacién en Kreuzlingen, lo en- contraron muerto. Pese a su debilidad que era extre- ma, se habia arrastrado con su colchén hasta la puerta de comunicacién que daba a la habitacién de Carla Orengo. Esta puerta siempre habia estado abierta, pero fue encontrada cerrada con Mave. Un gesto altimo sobre un colchén, tan grotesco como indescifrable. Cuenta Man Ray que al llegar la noticia a Paris luy shanelys pensaron que debia evitarse en Io suce- sivo cualquier otra veleidad suicida en el seno de la sociedad secreta y difundieron entonces todo tipo de textos hablando de lo insuperable que habia sido el suicidio; pensaron que si trataban a éste de in- mejorable, los futuros portatiles prescindirian de la idea de competir con Rigaut en materia de sui- cidio, Blaise Cendrars, por ejemplo, escribié: «En cl hotel de Palermo, la llave, el cerrojo y esa abertura cerrada, formaron, en ese instante y sin duda para siempre, un tridngulo enigmatico, donde a la vez se nos ofrece y se nos niega la obra de Rigaut. En cualquier caso, un suicidio insuperable. Recomicr 38 do a mis amigos que no intenten mejorarlo, pues es tarea del todo imposible, y no hay nada peor que matarse, hacer el ridiculo y, para colmo, no enterar- se de que uno lo ha hecho» Pero en opinion de Maurice Blanchot, que en Faux pas ha analizado breve pero licidamente el fe- némeno portatil, la proliferacién de textos que in- tentaban erradicar el suicidio no buscaba, en rea. lidad, convencer al vecino, sino mas bien al propio autor del texto. Es muy probable que, en algunos casos, fuera cierto; esto se ve claro, por cjemplo, en @& el colchén?, el poema que, en un submarino in: movil, escribié el principe Mdivani. Debié temblarle ente, tenia ver. todo icados a pluma o se volvié loco 0, simple dadero panico a ser tentado por el suicidio. caso, escribié estos impresentables versos de: a los barbitiricos de Rigaut: «Phanodorme, Variane Rutonai. / Hipaléne, Acetile, Somnothai. / Neuri nase, Veronin, Good bye» Paul Morand, nunca exento de humor, interpre- t6 este poema como «algo realmente genial, pues me ha descubierto Ia posibilidad de realizar el suicidio en el espacio mismo de la escritura» Realizar el suicidio en el espacio mismo de la es- critura, Lo que nacié siendo un comentario irénico acabé convirtiéndose en un principio aceptado por todos los miembros de la sociedad secreta. Y quedé bien claro que, en adelante, el suicidio sélo podria ser realizable sobre el papel. Antonin Attaud, por ejemplo, respondié asi a una encuesta surrealista en. la que los interrogados debian decir qué opinaban 36 acerca de quitarse la vida: «Pero, ¢qué pensaria us- ted de un suicidio anterior, un suicidio que nos hi- ciera regresar, pero al otro lado de Ia existencia, y no del ado de la muerte? Solo eso tendria valor para mi. No le tengo apetito a la muerte, yo siento el apetito del no ser, de nunca haber caido en ese re- ducto de imbecilidades, de abdicaciones, de renun- clas y de obtusos encuentros...» Aunque inicialmente, como hemos visto, el dra- ma de todo shandy fue comprender que habia caido del lado de la muerte, pronto se vio que el suicidio no era solucién ni era nada, y que sélo podria ser realizado en el espacio mismo de la escritura, ya fuera, como veremos, recurriendo al silencio més radical, 0 bien convirtiéndose uno mismo en perso naje literario, o traicionando al lenguaje mismo, 0 bebiendo licores fuertes como metal fundido, 0 de- rivando hacia el trampaniojo o desvario éptico, hacia cierta varrante del espejismo: soluciones por- Latiles para todos los gustos, en un intento general de dejar a un lado ese idioma de la muerte que, dos afios antes de pasearse con un batil y como un fardo por Montmartre, descubriera Rigaut entre impre- siones de Africa, all en Port Actif, donde parece gue comenz6 todo, LA FIESTA EN VIENA A mi me habian invitado de verdad. Scorr Frrzceraty, El gran Garsby En los primeros dias de 1925, el musico Geor Antheil aparecio, con desbordante fuerza, en el cam: po de accién de los primeros shandys, y, con sus no- ticias acerca de Ia Nicotecnia (una ciencia inventada por el propio Antheil y consistente, seziin él, en una fuente de sabidurfa que Hevaba a la cerieza de que no hay Ia mas remota posibilidad de que exista una sociedad secreta boyante) sembré el desconcierto y cierto desinimo entre los portatiles, Entonces, An: theil publicd, en medio de la confusion que él mismo habia generado, un curioso optisculo * gue tuvo Ta virtud de reanimar a los shandys y hacetles entrar pecie de euforia secreta, muy ereativa y de extraordinarias consecuencias, tales como un brillan te escrito del malogrado Anthony Typhon, en el que + La Nicotecnia, desmentida. Por tratarse de un testo sin syor interés, 1a referencia al mismo no ta ipcluva en Is Bh Birografia Esencia! que cl lector encontrar Ios de esta Historia abreciads, Hay una. version Janes editor, Barvelons 1951 traduccion cha = ‘ SE elogiaba al Desconcierto como fuente inagotable de nuevas y estimulantes sensaciones. Cabe decir que el desconcierto personal de An- thony Typhon era tan grande que Ilegé a eliminar las haches de su nombre y apellido, al tiempo que Antheil, Jo que le proponia condecorar a Georg valid su inmediata expulsion del grupo, ya que si algo horrorizaba a todos los shandys sin excepein era cualquier tipo de insignia, medalla © distincién, Typhon huyo a la Martinica, donde monté una ibia sal adie papeleria en un poblado en el que vo él, que se arruind consumiendo su propia mercan- cfa, De vez en cuando, escribia cartas a Antheil pi- digndole perdon con un tono que parecia extraordi- nariamente sincero y que, sin embargo, quedaba siempre desmentido al término de las misivas cuan do inchtia indefectiblemente la misma posdata de siempre (eUltimamente trabajo en Ta perfeccion del jucuo del Amor, valicndome de alquitriin) y firma: ba Typ(hjon imitande i amente el dibujo de una insignia © medallla George Antheil, que aftos mas tarde seria el com: positor del polémico Baller Me dy por excelencia), se acostumbré a recibir las car de Typhon vy a no dedicarles mais de un minuto de su tiempo, va que la conjura portitil le ocupaba las veinticuatro horas del dia. Fue Antheil, por ejem: plo, el que enconte6 el lugar ideal para las primeras iakespeare and Com: reuniones secretas: la libre pany, situada en el nimera 12 de la rue de 'Odeon y regentada por Sylvia Beach, 30 amento de dos George Antheil vivia en el ap habitaciones que habia encima de la libreria y solia entrar en su casa por la ventana escalando shandya- namente la fachada del establecimiento. Segtin cuen- ta Sylvia Beach en su mediocre libro de memorias, cada viernes tenian los portitiles una cita en la libreria y, de vez en cuando, se incorporaba algtin que otro nuevo miembro a la sociedad. Antheil era el maestro de ceremonias. Y, segtin parece, fue tam- bign el inventor del método de encontrar artistas portatiles por las calles de Paris. A lo largo de un afio estuvo Antheil pasedndose por las terrazas de Montparnasse y de Saint-Germain repartiendo, en perfecto silencio y con gestos de conspirador, el al fabeto manual de los sordos. Junto al alfabeto ha: bia unas instrucciones a primera vista incompren: sibles: doce frases que solo adquirian sentido para aquel que se diera cuenta de que, leyendo vertical: mente la primera letra de cada una de las doce fra ses aparecia esta direccién: SEPT RUE ODEON. Por otra parte, la primera de las frases, escrita en espafiol, cobraba cierto interés si alguien se en- tretenia en leer la palabra que componian las mayts, culas: Si Hablas Alto Nunca Digas Yo. Es decir, SHANDY, Hay que tener en cuenta que, ms que una refe rencia al libro de Laurence Sterne, Ia palabra shandy remitia a un significado alcohélico, En Londres, el shandy es una bebida habitual, que consiste en una ombinada con limonada o cerveza cerveza amarga 40 de jengibre. En verano calma la sed tomar una pin- ta de shandy con hielo. Asi pues, la direccién de una casa en la rue de VOdeon y la palabra shandy. Quienes descubrian esto entendian que, por misteriosos conductos, se les invitaba a beber shandy a una casa. Y no tardaban en acercarse a curiosear por los alrededores del mi mero 7 de la rue de V'0deon. Alli, Blaise Cendrars les hacia esta sencilla pregunta: «Usted es sordo?» «Si», le contestaban generalmente. Blaise Cendrars sefialaba entonces hacia la libreria de Sylvia Beach y, con inconfundible ritmo de conspirador se aleja ‘ba pausadamente mientras decfa: «Como puede ver, no es en el niimero 7 sino en el 12, El viernes, a las 8, le esperamos». De entre los shandys captados en la calle por An- theil y Cendrars destacd, desde el primer momento, Valery Larbaud, que fue el primer gran animador de las primeras jornadas mundiales de sordos que tuvieron lugar en la Shakespeare and Company. Valery Larbaud era el artista portatil por exce. lencia. Por ejemplo, era extrema su sexualidad y rechazaba radicalmente toda idea de suicidio. Pero es que, ademas, era notable su tensa convivencia con el doble, asi como su simpatia por la negritud, su perfecto funcionamiento de maquina soltera, su ausencia de grandes propositos, stt cultivo del arte de la insolencia y su aficién a viajar con un maletin que contenfa su ingravida obra + 5,12 y 8 suman 27 que. como mas adel ‘el miimero Shandy par excelencia nte se verd, era 4 ~ ~~ ss ~~~ > Como se ve, un shandy muy completo. Era el th pico hombre mundano y culto que, sin desdefiar nin- guna particularidad singular, aspiraba a una cultura ternacional sin fronteras, a un mundo de grandes horizontes y grandes origenes, hermoso ideal de en tre Se cuenta de él que su vocacién de viajero fue precoz: le encantaba el olor del cuero, los trenes, el paisaje sucesivo que parecia inmovil y no obstante guedaba atris, Tenia sélo 5 afios cuando atravesé la primera frontera, Ia de Francia y Suiza, y le asom bré no ver la linea roja y lila que en los mapas, tan atentamente escrutados y que fueron su primer jue- go, marcaba el limite entre ambos paises Era también, como buen portatil, un entusiasta de las miniaturas. En sus memorias, Sylvia Beach nos cuenta que él poseia un inmenso ejército de soldados de plomo y que se quejaba de que estaban empezando a invadir todas las habitaciones de su casa, pero que no hacia nada para evitarlo: «Esos soldados quizis tenian relacién con otra de sus in: mensas colecciones, la de banderines; eran azules, amarillos y blancos como sus gemelos de camisa ¥ sus corbatas. Siempre que estaba en su casa de cam: po los tenia colgados del techo, aunque no solia it mucho por ella pues preferia estar en Paris 0 via jars. Fue también viajero de las palabras: «Tengo la mania de dar cuerda a los relojes, de ponerlos en hora, de colocar las cosas en su sitio, de sacar bri- Ho a lo empaiiado y a la luz Jo que ha sido relegado 42 a la sombra, de reparar y limpiar los viejos juguete de Ja civilizacion olvidados en fos desvanes...» En uno de esos desvanes fue donde eligié la frase que habria de servir de juramento para entrar a for- mar parte de la sociedad secreta. Se trataba de una cita del Tristam Shandy: «La seriedad es un conti nente misterioso del cuerpo que sirve para ocultar los defectos de | Y si se afiade a todo esto su pasidn por el descu- brimiento de tertitorios literarios inéditos y con vi sos de portatilismo (Savinio, Littbarski, Gémez de la Serna, Stephan Zenith y un jovencisimo Bor} fueron, entre otros, descubiertos por él invitados a entrar en la sociedad secreta) se obtiene, a grandes rasgos, el retrato de este autor cuya figura, aunque a contraluz en el panorama cultural del siglo, resul ta fundamental si quiere entenderse algo acerca de cémo se consolidé la literatura portatil, pues fue Larbaud el organirador de Jn fiesta shandy que tuvo lugar en Viena en cl mes de marzo de 1925 Un mes antes, Larbaud viajé a esa ciudad para estudiar sobre el terreno si era factible celebrar en ella uma fiesta que, por su caricter ultraseereto, exi sia unas condiciones especiales, Para el viajero ilus: trado que Ilegara a Viena en esos dias, el hombre mas importante ¥ severo que a la sazén vivia en esa ciudad era Karl Kraus, Nadie tenia la menor duda al respecto. Se trataba de un escritor que atacaba todo lo malo y podrido, Editeba una revista que él mismo escribia, solo. Encontrabs. inoportuno todo cuanto Ie enviaban, no aceptaba colaboraciones de nadie ni B contestaba cartas. Cada palabra, cada silaba_que publicaba Die Fackel, salia de su propia mano. Todo lo que alegaba era rigurosamente exacto; hasta en- tonces no habia existido escrupulosidad semejante en la literatura, Se preocupaba escrupulosamente de cada coma, y quien quisiera encontrar alguna errata en Die Fackel ya podia torturarse semanas enteras buscindola, Lo mas sensato era no propo: nérselo. Pero sucedié que poco antes de la Iegada de Larbaud a Viena, un joven escritor insensato lama- do Werner Littbarski se propuso, junto a Virgilio, su negro criado brasilefio, encontrar esa errata y, tras varios dias y varias noches sin dormir, la lebro con champan, junto a Virgilio, encontr6. La imaginando que era visitado por una multitud de amigos, cuyas voces y gritos imité con notable es- truendo, molestando, una ver. més, a los vecinos que desde hacia ya tiempo, sabian que csa cra la gran especialidad de Littbarski: simular que daba fiestas multitudinarias en su casa. En Jos dias siguientes al triunfal descubrimiento de la errata, Littbarski, al editar en la vieja impren- ta de su padre una revista antikrausiana titulada Ich vermute,” contribuyé a reforzar entre el vecindario su imagen de enajenado. El primer y unico mimero de la revista contenia 24 paginas escritas en su tota lidad por Littbarski, salvo un articulo de opinién + Una edicidn facsimit bajo el titulo de Supongo (discutible Iaduccton se Fe vermate) fue inclu en el numero COLXXE de Papetes de Son Armadans, Palma de Mallorca, octubre de 199 44 que, redactado por Virgilio, empezaba asf: «Hoy he dejado de tener cualquier tipo de opinién so- bre lo que sea». En la revista de Littbarski podian encontrarse insultos a Kraus, chistes de dudoso gusto, anuncios de licores fuertes, tarjetas posta: les indias, misteriosos salvoconductos, relatos por- nograficos, dibujos de colmillos de elefantes, vifietas cémicas protagonizadas por la abuela de Kraus y en fin, un obsceno despliegue de agresividad sin If mites. Viena entera compadeci6 a Littbarski, pues. si antes, por simular fiestas, ya se comentaba que esta: ba loco, ahora, para colmo, pretendia reirse de Karl Kraus, lo que solo podia reportarle disgustos y un mayor descrédito social e intelectual Pero cuando en su misién de embajador secreto de los shandys, Valery Larbaud Ileg6 a Viena, vio en Littbarski el anfitrion ideal que buscaban los pot tiles para esa fiesta internacional que debia celebrar- se lejos de Paris y otros centros neursilgicos del shan- dysmo, y que, ademas, debia pasar inadvertida a los ojos de los ciudadanos que eran ajenos al movi- miento secreto de los portatiles. Desde el primer momento, Larbaud tuvo claro que una de esas fiestas simuladas de Littbarski po- dia encubrir una fiesta real, repleta de conspirado- res Megados de todas las partes del mundo, cuya presencia en Viena podia pasar perfectamente desa: percibida si sabian perderse a tiempo en la nicbla del amanecer Convencido Larbaud de que aquella energia de 45 Littbarski, tan improductiva como loca y portatil facilmente eneauzada en direccién al ln podia set joso ¢ inutil planeta shandy, Je envié una carta en la que, a través de un mensaje un tanto confuso, aca. baba ofreciéndole —era lo unico que estaba claro en Ta carta— una Tlave secreta que hacia nacer nue. vas amistades y relacionaba entre si a los miembros de una pequefia sociedad clandestina que aumentaba sablemente. imperceptible ¢ impls «—e¥ donde vives? —Domicilio desconocido —di Ia risa de alg que ien que no tiene pulmones, pues suena mais 0 menos como el susurro de las hojas caf das... Tengo miedo, Witold, y por eso me marcho. Tal vez lejos de Praga pierda de vista a mi odra- dek.» A consecuencia de este texto, los inquilinos ne- gros no tardaron en pasar a Hamarse, en el argot shandy, odradeks. Ya en la misma Praga, Antheil y Kromberg se hacen eco del texto de Zenith y hablan directamente de odradeks al referirse a sus respec- tivos inquilinos negros. En el caso de George An- theil, el odradek no era un carrete de hilo, sino un alfiler elavado en una cinta, de Hermann Kromberg dejé de ser un objeto mi- niisculo para convertirse nuevamente en una figu: ra espectral «He comprendido aqui en Praga y, a medida que voy reencontrando a los compafieros —escribié.An- theil—, que sélo las sensaciones minimas y de cosas pequefiisimas son las que vivo intensamente, Seré por mi amor a lo fiitil por lo que esto me sucede. Puede que sea por mi propio escripulo en el deta- Ile. Pero mas bien creo —no lo sé, estas cosas nun- ca las analizo— que es porque lo minimo, por no tener en absoluto importancia ninguna social 0 préc jentras que en cl caso 59 tica, tiene, debido a la mera ausencia de esto, una independencia absoluta de asociaciones sucias con la realidad, Lo minimo —y mi odradek lo es— me sabe siempre a irreal. Lo initil es bello porque es menos real que lo util, que se continia y prolonga al paso que lo maravilloso fatil, 1o glorioso infini- tesimal, se queda donde esta, no pasa de ser lo que es, vive libre e independiente. Como la mera existencia de mi odradek, que es ese alfiler que ten- go delante mio, clavado en una cinta. El misterio nunca se transparenta tanto como en Ia contempla cién de las pequefias cosas que, como se mueven, son perfectamente trashicidas a

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