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manual oe | | historia) oe. coLomsia\ TOMO I j 4 i Introduccién Ex tos Guemmos afios los temas de Investigacién histériea que se refleren a 4a economfa y a Ja sociedad de la époea colonial en Colombia han merecido ‘ds atencién que en el pasado, Cuando los estudios monograficos se multi. pcan y se scumulan materiales factuales, siempre conviene hacer un alto y ensayar una sintesls que sirva para formular otros interrogantes y abrir otros territorios de investigacién. Aunque hoy existen grandes Yacios en el conocimiento del periodo, es legitimo sin embargo intentar una sintesis pro- ‘isional que sirva al menos para llamar la atencién sobre esos vacios, La ordenacién del material existente plantea algunos problemas que se refieren: primero, « la ubieacién de.una economia y una sociedad locales entra de un marco mucho mis general; segundo, a una cronologia 0 perio 4igaclén histérica que sefile transformaciones slgnifieativas tanto en 0 feconémico como en Jo social ¥, por dltimo, a, las hipdtesis que, para este periodo especifico, den cuenta de las relaciones entre lo econtmico y lo social, Otros problemas surgen en el orden de Ia exposicién cuando se intenta encarar el anilislssimultineo de varias rames econémicas. En el caso de la economia de la Nueva Granada y la gobernacién de Popayén entre los siglos xvr y xvu, que desarrollaron un sector minero y tna actividad agri- cola (en ocasiones complementaria del primero), ademés de un triflco comercial en ropas de Castillz (0 géneros europeos) 'y en productos locales (0 de to tierra), van ‘surgiendo interrogantes sobre a mutua dependencia Ge todas estas actividades. :Cémo sustentaban, por ejemplo, la agricultura y el comercio la labor de los mineros? ,Cudl de estas actividades era el mo- tor dé Ins otfas? ¢Qué elementos y en qué forma se integraban en sw eler- clclo? Preguntas similares a estas sugieren complementaridades y oposicio- nes, a veces Yerdaderos conflietos. Aun cuando en cada caso se tengan cuenta, sin embargo, por razones de claridad, cada actividad deberd deseri- birse separadamente, Lo mismo puede decirse del método expositive que se adopta para des- cribir In socledad. A la actividad econémica correspondian relaciones socia- 225 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONTALES, 1550-1800 Jes determinadas, y por tanto es arbitrario disociar de ella, Ante todo, una divisién profesional (u horizontal) no siempre demasiado neta entre thine. ros, terratenfentes y comerciantes, Luego, una dvisiin vertical entre pro pietarios (mineros, terratenlentes) y mano de obra sujeta a varias formas de explotacién (indigenas encomendados, esclavos negros, peones precarla- mente asalariados, dependientes oe eee Prestaciones en trabajo, etc). 2m térmlnos econtuilens, ha tesultado més till hasta ahora para Ios his: lorladores hacerse x una idea diferenclada de las actividades profesinales (ae su volumen, sit rentablidnd, ote, ex decks, de ou pastilpacién en el producto total) que de las oposiciones verticales. Esta no ha sido siempre ‘uns opeién idealégica, sino que se ha visto forzada por Ia escasez o la abun- dancia de materiales, Es obvia la necesidad de que esta tendencia se invierta. ‘Sélo que deberdn aportarse no meras generalizaciones tedricas tomadas de otros contextos, sino Investigaciones reales sobre Ia Participacién de las clases explotadas en todo el proceso. Bstas cuestiones deberén enmarcarse dentro de una cronologia; puesto que ni 1a economia nf Is sociedad presentan un aspecto absolutamente ho- mogéneo o estitico a Jo largo del perfodo estudiado. Se dieron mamentos de expansién y de contracelén econémfcas y se conocleron lo que los econo sistas designan como crisis. Estas crisis no afectaron a todos los sectores dela actividad econdmica de manera similar, NI, por lo tanto, a los distintas sectores profesionales. Ademés, cuando wa crisis afectaba a un deter mintdo sector se operaban cambios también en las formas de subordi- naclén del trabajo. Debe agregarfe que en muchos’ casos era precisa mente el trabajo (su dlsponibilidad, su organlzacién, su base demogritica) el que se encontraba en el origen de Ja erils. En el trabajo agricola, por clemplo, se sucedieron instituelonalmente ‘la. encomienda y el conclerto cuando todavia se disponia de mano de obra indigena. En el momento que fata felts, so introdujeron arreglos no instituclonales destinados a subordi- har la ereciente poblactén mestiza, Este es el origen del peonaje y de diver sas formas de colonato, es decir, de prestaclén de servicios dentro de. un sistem de clientela, no remunerada por un salario. En las minas y en ‘ss constracclones urbanas trabajaron tamblén infelalmente indigenas en comendados como parte de su obligacién de satisfacer un tributo, mediante siguller'a través del sistema de Ia rnita. La crisis de la poblacién indigena condujo @ busear un aprovisionamiento regular de esclavas negrés pare el {rabajo en las minas. A pesar de Jo que repteseutaba esta fornia de trabajo como inversion, tampoco el tamafio de las cuadrillas pudo mantenerse y la ‘roducelén minera se vio atectada por la mortalidad de los ecclaros. Olas compleiidades surgen cuando se considera que Ia divisiin vertical de la so. cledad tuvo como base una sujecién de otigen racial. Con todo, las polarida es inlclales muy bien definidas no podian durar indefinidamente, Indigenas Y negros africanos alcanzaron en generaciones sucesivas grados diversos de ‘mestizaje. Aun cuando la actitud hacia las lamadas castes se percibe clara. MANUAL DE HISTORIA I 221 mente, el hecho objetivo que la inspiraba resulta a Ia postre muy confuso, No hay, en efecto, manera de fjar rasgos conceptuales precisos a designa. clones tales como’pardos, vecinos blancos o aun la muy tajante de negros, Por esta raxén, Jos estuerzos por cuantificar indistintaniente tos grupos ‘sociales sobre tna base étnica resulta east imposible. Slo un relucldo efrenlo de notables, criolos 0 de origen espafol, resulta inconfundible. A “este grapd.deben atribuirse también Jos patrones que cireulaban para’ yalo- rar hogativamente las castes. El enusielado somero de los problemas que enfrenta un estudio sobre la economia y la sociedad edloniales sugiere el siguiente orden de exposicién: 1. Un mareo teérico general, en’el que se contemple la ubleactéli de 1a economia del Nuevo Reino y de la gobernacién de Popayin eon respecto a un contexto mis amplio. El tratarse de una economia colonial Te Imprimia rasgos de dependencia a un mundo exterior y, all mismo ‘tempo, 1a condenaba al aislamlento, TI. Una cronologia 0 periodizaeién que identifique algunos hitor, al menos con respecto al sector mis dectsivo de.esa economia. Se ha partido del supvesto de que éte fue el sector minero, en especial Ie explotaciin, del oro (la plata jugé un papel secundario en la Nueva Granada), euya salida vinculaba Ia actividad econémica local a una carrlente mundial de Intercambios, - 5 IH, Un tratamfento descriptivo de cada una de las ramas de la actividad econémica (mineria, comereio, agricultura) y algunas hfpétesis respec- fo a sus nexos, Bu cada caso se examinardn los factores productivos, ast: A. Mineria det oro 1, Fronteras y yacimfentes 2, Tas minas, las téenleas y los mineros 3. Hl trabajo 4, La prodiicelin y tas erfsis, B. La agrieultira 1, La aproplaelén de Je tierra | 1. 2, Configuractén regional de las umidades productivas El Nuevo Reino : Los valles interandinos, t 288 LA BOONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-100 ©. I comercio 1. Los comerctantes 2, Las mercancias. TV. Finalmente, se esbozaré un euadro de 1a sociedad colonial. Aqui tra tard de evitarse la deseripelin meramente costumbrista para tratar de pereibir los rasgos mas caracteristicos de una sociedad que iba a evolu clonar muy lentamente en el futuro. No ce trata en este caso de fustiti- car un estado de cosas, sino de penctrar algunos de los meeanlsmas de ominaelin soclal que se han mostrado més persistentes y de pregun- ‘arse por las razones de su efleaca, A pesar de cambios coyunturales y de verdaderas crisis en la economia oplonlal, y aun de It economia gratia posterior, lertas estructuras elementates, vinculadas al domi- plo de la tetra casi siempre, parecen ser una constante inaltersble de las formaciones econémlco-sociales de la América Latina, Algunos de Jos elementas de estas estructuras caen fuera de los limites del presen te estudio, pues tienen que ver con un complejo ideolgleo euyas trans- formaciones son todavia menos aparentes que en el caso de Ja economia Yy de ln sociedad. Hl eaquema analitico de esta Ultima parle se pre- Senta as: La sociedad ‘A. Conceptos histéricos sobre diferenciacion y conflicto social, BB. La preemineneia de los encomenderos y las eomunidades indigenas, ©. ‘Terratenientes, mineras y comerclantes, D. Las castas, ae Alla biisqueda de un marco de interpretacién EL aNfLists musrénico de una sociedad no puede prescindir de una teflexién simulténea sobre las peripecias de la actividad econé- mica desarrollada por los grupos que integran esa sociedad, Una bservacién superficial muestra inmediatamente c6mo las oportu- nidades sociales estén ligadas a los altibajos de la economia, Pero "nds allé de las correspondencias obvias entre prosperidad o depre- ‘én econémica y oportunidades de eambio en la ubicacién social ‘MANUAL DE HISTORIA T 23 de los individuos, subyace el problema de las relaciones entre eco- nomia y socledad. Cortinmente se admite que estas relaciones son de tipo estruc- ‘ural, es decir, que se dan a un nivel ms profundo que las aparien- cias que fundamentan ta observacién empirica de casos alslados, Si, por ejemplo, consideramos a una clase social en su conjunto, percibimos que su existencta o su manera de ser no se ve afectada, por la mera promocién o por la pérdida de categoria soclal de algu- nos individuos. Para que una clase social desaparezea se requiere que desaparezcan las condiciones objetivas de su existensia, Estas condiciones son muy complejas, pues integtan todo tipo ¢e relacio- nes con otras clases sociales. Desde relaciones muy coneretas en la actividad econémica hasta nexos més sutiles definidos por un apa- rato legal o indieados por una ideologia y por actitudes mentales. Cuando se habla de economia y de sociedad coloniales se est& afirmando implicitamente que, para un perfodo histérizo, existe ‘una identidad en conjunto que lo diferencia de otros periodos hist6- ricos, Para definir esta identidad de nada valdria acumular blogra- ‘ins de individuos que vivieron en ese periodo, pues éstas x0 pueden servir sino de ejemplos que ilustran una situacién general. Esta si- tuacién general se mueve dentro de eiertas rigideces, ciertas limi- taciones que le imponen el desarrollo de la técnica, el nimero de hombres, la distribueién de éstos en oticios, su acceso a clertos bie- nes, Ia manera como producen y se reparten el fruto de su trabajo, ete, Todas estas limitaciones, que pueden considerarse en abstracto, ‘hacen posible caracterizar un régimen productivo, De nada vale, sin embargo, una caracterizacién aislada. En 1a realidad, las sociedades no producen exclusivamente para si mis- ‘mas. Todas intercambian parte de lo que producen y no cansumen, cs decir, sus excedentes, Puede adelantarse que desde el siglo xt este tipo de intereambios se hizo mundial al incorporar el Atléntico 2 una red comercial que ya unfa tres eontinentes a través de la cuenca mediterrénea, Debe observarse que los fenémenos que podemos alslar como puramente econémicos son susceptibles de un cierto esquematismo 239 LA ECONOMA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1800 y, en tiltimas, pueden reducirse a una unidad conceptual (denomi- nar todo el complejo de intereambios eapitaiismo mercantil, por ejemplo), por cuanto se ligan unos a otros en conjuntos cada vez ‘més vastos en la esfera de la circulacién de los bienes. De esta manera pueden descubrirse relaciones insospechadas entre una economia aldeana, en la que existe una aparente autonomia, y una esfera cada vez mas amplia de intercambios, hasta reconstruir una red mundial, En cambio, las arreglos sociales que hacen posi- ble determinadas formas de explotacién, revisten una variedad tan grande, que resultan irreductibles unos a otros. En el raznamiento abstracto de algunos historiadores econé- ‘mics (inspiredos en la economia neoclésica) no existen rasgos his- ‘t6ricos de una sociedad o no perciben sino su participacién mensu- rable en un producto total. Las relaciones sociales desaparecen asi detras de fenémenos cuantificables: precios, rentabilidad de enti- dades igualmente abstractas (empresas, no importa que se trate de una plantaciéa esclavista 0 de una fabrica), producto dedicado al autoconsumo y producto dedieado a la comercializacién o a la exportacién, e:e, Empero, el andlisis de los fendmenos de intercam- bio, desde un nivel local inmediato hasta sus proyeceiones a nivel mundial, no puede sustituir la observacién de formas de produceién especificas y de las relaciones sociales que implican. Esto no quiere decir que los fenémenos productivos aparentemente més aislados no estén influidos, asi sea negativamente, por las exigencias de un régimen de la cireulacién de los bienes impuesto por un mercado metropolitano, El llamado capitalismo mercantil influyé sin duda en las ean- fidades y en la naturaleza de los bienes producidos en América y, Por consiguiente, en el ritmo agotador del trabajo exigido a indi. genas y esclavos negras, Pero aun asi, las formas de produccién local no fueron capitalistas. Atin més, el intercambio generalizado de productos, 0 de excedentes generadas (a veces mediante la vio- Tencia) dentro de un régimen no capitalista, imprimié rasgos par- tioulares a uns explotacién colonial y a las retaciones sociales den- tro de las colonias. ‘MANUAL DE HISTORIA T 251 La peculiaridad irreductible de los arreglos sociales, por un lado, y por otro la posibilidad de canalizar excedentes hacia un mercado mundial, acumulaton confusiones en los comienzos de una polémica sobre la caracterizacién del modo de produceién prevale- ciente en América después de la Conquista, eFeudalismo? ¢Capitalismo? Cuando hace ya unos diez afios se desencadené la polémica, las discusiones estuvieron sembradas de equivocos que han ido despejéndose. Quienes teorizaban con abun- dancia sobre esta cuestién se apoyaban en una informacién muy ‘magra sobre la economia y la sociedad coloniales. Hoy nadie sos- tendria, como entonces, la tesis extrema de que América estuvo inmersa a partir del primer contacto europeo en un modo de pro- duecién capitaliste, Ahora se conoce mejor el papel jugado por ‘as comerciantes y por las instituciones fiseales espafiolas en la canalizacién de los excedentes producidos en América hacia una cireulacién mundial, Y aun antes de legar a este punto se han explorado mejor las relaciones entre las ramas de la produceién (mineria, agricultura) que permitian generar un excedente La alternativa no es tampoco ver un régimen de produceién feudal capaz de extraer un excedente comercializable mediante coerciones extraeconémicas. En otras palabras, suponer que en América se enquistaron los restos de un sistema agotado ya en el viejo mundo. Si en la esfera de circulacién de los bienes existié desde el siglo xvr una red que movilizaba los productos més yaria- dos y distantes y establecia una comunicacién incesante, los arre- los sociales no se comunicaron tan fécilmente. La homogeneizacién de las sociedades es un hecho muy reciente y obedecid a la atomi- zacién del trabajo impuesta por el capitatismo industrial, En el siglo xvz, en cambio, la preexistencla de socledades autéetonas en América presentaban resistencias, que s6lo podian vencerse muy Jentamente, a los arreglos sociales europeos. Por esta raz6n, la organizacién social tuvo que adaptarse a las condiciones existentes, en vez de imponerse como sobre una tabla rasa. Asi, el que quiera ver en la encomienda una forma feudal, pa- Tangonable con la servidumbre europea, corre el riesgo de ignorar 32 LA BCONOMIA ¥ LA SOCTEDAD COLONTALES, 1560-1800 Jos rasgos més sobresalientes de esta institucién y sus contradic- clones. Por ejemplo, el hecho de que tuviera un efecto deformador sobre las jeraryuias sociales que los indigenas reconocian entre ellos y simultdneamente se valiera de ellas para imponer la explotacién econémica y la dominacién politica de los espayicles. O que haya sido un instrumento de mediacién entre el Estado espaol y las socledades indigenas y, al mismo tiempo, un riesgo que amenazaba serlamente la unidad de ese Estado en América, Si bien puede decirse que tas leyes de proteccién de los indige- nas fueron un monumento a la ineficacia, no por ello puede igno- Tarse la presencia constante de una monarquia centralizadora en el terreno fiscal. Hs cierto que el rasgo més caractetistico de la roducelén feudal, la coercién extraeconémica, existi6, pero no sblo en beneficio de los encomenderos sino también de la Corona y aun de algunos notables indigenas. Finalmente, la presencia de los ocu- antes espatioles no puede decirse que haya alterado de una manera radical las formas indigenas de producir, No es cierto entonces que las condiciones creadas en América a rais de la Conquista reprodujeran un estado de cosas anterior existente en Europa. Simplemente, integraton un tipo de economia 7 de explotacién preexistentes a la Conquista dentro del marco de luna institucién original. Que esta institucién haya tenido rasgos feudales, no resulta nada extraordinario, dadas sus antecedentes europeos. Pero eso no puede ocultar el hecho de que Je institucién operé inicialmente sobre un modo de produecién desconocido en Europa. EL debate feudalismo-capitalismo puede admitir hoy que la vinculacién a Buropa de la economia que se desarrollé en América partir de la Conquista no tiene por qué concebirse como una luniformizacton de los fenémenos productivos. El llamado eapita- Uismo mercantil, tue capaz de extender el radio de circulacién de los productos, pero no de alterar fundamentalmente las maneras de producir. Por eso su influencia debe confinarse a la eleccién de Productos para un mercado mundial y no extenderse a la produc eign misma 0 a las relaciones sociales que la hacian posible, El MANUAL DE HISTORIAT 223 periodo histérico de la transicién entre feudalismo y vapitalismo (que se extiende desde el siglo xvi hasta el xv), no conocié una base ‘productiva uniformemente capitalista, en la que la forma mercancia se extendiera a todas las modalldades del trabajo. Este hecho, conocido suficientemente para Europa, es mucho més evi- dente en el caso de las colonias hispanoamericanas, De esta manera 1a economia de mercado, la circulacién cada vez més extendida de ios productos, se presenta como un elemento uniformizador, en tanto que las sociedades que intervenian en la produecién reclaman un tratamiento particularizado. Estas consi- deraciones hacen posible detenerse en el estudio de varlantes regio- nales y en sus cambios histéricos, No se trata de realizar aportes decisivos a la teorfa de los modos de produccién sino de ahondar en Ia significacién de datos concretos de un desarrollo histérico particular, ‘A nivel de las castas dominantes en América, por ejemplo, observamos clertos cambios caracteristicos. El poder econémico y al prestigio social fue detentado sucesivamente por diferentes gru- pos profesionales. Inicialmente recayeron en una casta de enco- menderos. Su supremacia derivé del reparto iniclal entre los inva- sores del botin de sus conquistas, sobre todo de los recursos de mano de obra. El acrecentamiento de la pobiacién espafiola, el agota- miento de la poblacién indigena y una aflrmacién simultnea de la inlciativa reguladora del Estado espafiol, fueron debilitando el sector de los encomenderos. Al cabo de tres generaclones, hacia 1590-1610, el sistema entero empezé a mostrar indiclos de agota- miento. En dos generaciones més (hacia 1640-50) puede afirmarse que la preemineneia absoluta de los desvendientes de los conquis- tadores habia concluido. Otros se disputaron el escenario de le figuracién en adelante, Teratenintes, mineros y cometelantes, reforzadcs en materia de prestigio por alianzas con descendientes de la burocra~ cia imperial, fueron intereambiando papeles dentro de una coyun- tura econémica que los afectaba de manera diversa. 2M LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONTALES, 1850-1800 El papel de otras fuerzas sociales es menos aparente. Aunque Ja socledad colonial recelara profundos conflictos, su expresién escapaba a cualquler formulacién ideolégica que les diera un con- tenido politico. Aun los conflictos tempranos con indigenas halla~ ron una forma de conceptualizacién dentro de la ideologia escolés- tica dominante. En el siglo xvr, la formulacién mas clara de los agravios indigenas, expresada por don Diego de Silva, un mestizo cacique de Turmequé, es ya una sumision cultural a los eonceptos platonizantes de justicia y una aceptacién del papel atribuido al soberano como dispensador de esa justicia, ‘La homogeneldad ideol6gica se revela en todo tipo de conflic- tos hasta el siglo xm Entre esclavos y amos, entre gafianes mes- tizos y terratenientes, entre espafioles pobres y notables, entre cludades 7 pueblos de indios y entre ciudades de mayor y de menor influenciz, En este timo caso, tal ver uno de los mas caracteris- ticos, 1a opostclén de intereses nt siquiera comprometia estratos Sociales diferentes, sino que los integraba en conflictos entre lo- calidades, El confinamiento ideolégico de los conflictes revela un conti- namiento paralelo de las relaciones sociales, La sociedad colonial presenta un aspecto uniforme en el que sélo la coyuntura econémica ‘introduce alguna variedad. Los economistas designan como coyun- tura los cambios sostenidos de prosperidad y depresién que expe. rimenta ls totalidad de un proceso econémico. Tales cambios son Identificables mediante indicadores, como los precios 0 el volumen de la produccién. Usualmente la coyuntura se localiza en un sector privilegiado de la economia, susceptible de influir en todos los demas. Los cambios coyunturales, a diferencia de los cambios de estructura, no son capaces de modificar de manera radical las relaciones sociales existentes, pero si de trastomnar las vidas indivi- uales y aun la de grupos enteros. A través de 1a coyuntura es posible establecer una cronologia racional en el desarrollo histérico de un periodo. Rs decir, sefialar el alcance de cambios relatives que afectaron el conjunto de la vida social Aqui debe insistirse en la relatividad de los cambios ‘MANUAL Dz HISTORTAT 205 frente a ls uniformidad del sistema, Pues lo propio de un estudio histérico reside precisamente en percibir el movimiento temporal de las economias, de las sociedades o de las estructuras mentales, aun si se hallan confinadas dentro de una caracterizacién mucho més general. Asi, el establecimlento de una cronologia contribuiré a fijar de manera més precisa los limites de este estudio. 1 Fundamentos econémicos de una periodizacién para la época colonial yaa DR LoS TeRRITORIOS que hoy constituyen Colombia awe designaban como Nuevo Reino y gobernacién de Popayén) fue, durante més de tres sigios, une economia del oro. El oro y la plata americans tuvieron un papel importante en el tréfleo mun- dial que comenzé a organizarse en torno a un ¢je atléntico después de la época de los grandes descubrimientas. Para entonces los me- tales preciosos extraidos en América eran, literalmente, merean- efas. Por qué este tipo peculiar de mercancia y no otros? Esta pregunta hace surgir una serie de problemas que tiene que ver con las necesidades de las economias europeas, con los niveles de la teonologia del transporte, con las posibilidades de rentabilidad de las nuevas colonias y con el aprovechamiento y la explotacién de sus recursos naturales y de mano de obra. La economia de los metales preciosos no surgié al azar o por el ‘mero hecho de que este recurso hubiera sido abundante en América. ‘Menos atin por cuanto el oro o la plata poseyeran un valor intrin- seco qué los hiciera especlalmente apetecibles, Bn la produccién de metales preciosos, como en la de cualquier mercancia, el producto final incorporaba ingentes estuerzos humanos y unos costes que podian exceder su precio en el mercado. 28 LA BCONOMEA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1800, ¥ La explotacién de metales preciosos se impuso en América por una necesidad en el desarrollo de las economfas europeas. Después de una crisis compleja, cuyos origenes se hacen coincidir con gra- ‘ves problemas demograificos y que condujo a la disminucién de las Tentas sefioriales, es decir, al debllitamiento del sistema feudal, algunas economias en Europa experimentaron un proceso de ex- Pansién, sobre todo en el sector manufacturero, En visperas del descubrimiento de América esta expansién corria el riesgo de estan- carse y de generar una nueva crisis. Las fuentes africanas de apro- visionamiento de metales preciosos, indispensables para el cambio, eran ineapaces de saldar un déficit crénico de la balanza de pagas europea con respecto al oriente, y 1a moneda que circulaba en Europa resultaba escasa, La economia europea estaba “hambrienta” de metales amonedables para mantener el ritmo de los precios y con ellos un estimulo a la produccién. En una economia de merea- do, como la que se.estaba constituyendo entonces, los precios favo- Tables eran un resorte impulsor y, por el contrario, descorazonaban 4 Jos productores cuando la escasez de la moneda los deprimfa, Por estas razones, algunos autores han atribuido un papel muy impor- tante en el crecimiento europeo a los metales americancs. Al llegar a Europa éstos produjeron un ciclo de inflacién sostenida que man- tuyo las expectativas de los productores, Otro factor importante que intervino en la eleccién de los ‘metales preciosos como mereancias coloniales fue el de su valor or unidad de peso y volumen. La lentitud y la inseguridad en los transportes tenia como consecuencia que s6lo los productos que Tepresentaran un valor elevado con respecto @ su peso y a su yolu- men justificaban un viaje por el océano. De alli. que el comercio colonial se alimentara con productos muy apetecidaé én” los mer- cadas europeos: especies, colorantes naturales para los textiles o metales preciosos. Finalmente, la explotacién del oro y la plata obedsce a una relativa abundancia de recursos en América que facilitaban su ex- ‘traccion a un costo muy bajo. Esta, a lo menos, fue la primera AGON Oe, THJEVA GRANADA Y GOBERNY m8 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 impresién que tuvieron los ocupantes espafioles. Pero la busqueda obstinada de un Dorado revela mucho mas acerca de los condicio- namientos de uma economia que tenia hambre de metales que sobre la existencia real de yacimientos metaliferos inagotables, tal ‘como se los representaba la sicologia primaria de los conquistadores. ‘Aun cuando finalmente los descubrimientos de veneros y filones vinieran a coineidir en parte con este espejismo, la mera posibilidad de disponer de una mano de obra abundante y barata ya le daba un principio de consistencia. ‘Todas estas circunstancias sugieren una conexién estrecha entre as economias del occidente de Europa, capaces de organizar inter- cambios a nivel mundial, y las eonomias coloniales, obedientes a Tas iniciativas de un niicleo europeo. Se trataba, en verdad, como se ha venido deseribiendo, de la relacién entre un niicleo y una periferia. Los metales preciosos se extrajeron en vista de esta rela- cidn y para satisfacer las necesidades del niicleo europeo. ‘Al examinar el perfil de una curva de la produccién total de oro en el distrito de la Audiencia de la Nueva Granada y en la gober- nacién de Popayén (véase figura 1), es posible atribuir a sus rasgos mis salientes —aquellos que indican los ciclos productivos més durables— una conexién de este tipo. Si bien la curva que se ha reconstruido para el periodo comprendido entre 1560 y 1800 pre- senta ciertas lagunas de informacion (entre 1570 y 1595, por ejem- plo, en donde faltan cifras significativas de los yacimientos de Popayén y de la region antioquefia), la tendencia general marca claramente los ciclos productivos. El primer ciclo, que abarca desde 1550 ‘hasta. 1630-40 'se-va ampliando hasta llegar @ una céspide o techo en dos decenios de 1590-1610. En adelante la produccién ‘@contraerse hasta entrar en una crisis que abarea una buena parte del siglo xvm. Hacia 1680 se observa un repunte (para el dis- trito de Popayén; posiblemente también para:Antioguia) que se va afirmahdo-en Ios primeros decenios del siglo xvi. Este siglo conoce un segundo ciclo productivo, con una pequefia depresién hacia 1740-1760, hasta alcanzar en el tiltimo decenio una magnitud comparable @ 1a del tiltimo decenio del siglo xvr. MANUAL DE HISTORIA T 239 Basfndose en trabajos sobre el comportamiento demogréfico de la poblacién indigena, un investigador norteamericano adelan- taba hace unos 25 afios la teoria de que México habia sufrido un siglo de depresién en el xvit. Esta tesis coincidia con la idea gene- ralizada de una depresiOn europea en la misma centuria. La expli- cacién més coherente de este iltimo fenémeno lo atribufa al agota- miento de un primer ciclo capitalista. El crecimiento manufactu- rero que hizo la fortuna de algunas ciudades del norte de Italia y del norte de Europa no habria sido eapaz de prosperar en un entor- no todavia feudal, que limitaba su mercado. ‘Antes de sugerir un parentesco entre la depresién de la perife- ria colonial y el nticleo europeo, queda por realizar mucha investi- gacién a nivel empirico, De otro lado, tanto la depresién mexicana como la crisis del siglo xvm europeo han encontrado objeciones recientemente. Con todo, estas objeciones no parecen tan graves (patticularmente las que hacen relacién a México, basadas en tra- bajos parciales) como para desechar una coincidencia que sugiere algunas explicaciones en el plano tedrico. Pero aun si prescindimos de este tipo de explicaciones, nos queda el fundamento empiricamente objetivo de dos ciclos bien diferenciados de la produccién aurifera para sustentar una crono- logia de la historia econdmica de la Nueva Granada y de la gober- nacién de Popayén..Estos dos’ciclos;separadas’por'un periodo de depresién en’ siglo xvm, se dliferencian no sélo cronolégicamente. Dentro de ellos se dieron desplazamientos regionales, con énfasis diferentes en la importancia de los distritos de explotacién minera, ‘Ambos oftecen también matices diferentes en cuanto a la mano de obra empleada y en cuanto a su sustentacién agricola, A través de ellos puede examinarse el alcance de elertas transformaciones en la poblacion, en la ocupactén de la tierra y en sus formas de explo- tacion. A grandes rasgos, estos limites cronélogicos serfan: 1550-1640: Primer ciclo del oro. En éste distinguimos un primer periodo ensel que la producciénemés, importante tuvo lugar em/los distritos de Santa Fe (en Pamplona, ma, Venadillo, Victoria y Remedios), Antioquia, Carta- 20 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1560-1200 go y Fopayén. En ellos predomind la mano de obra indigena y su explotacién fue posible gracias a la enco- mienda. A partir de 1580 se incorporaron los grandes descubrimientos antioquefios (de San Jerdnimo, Céce- res y Zaragoza) que, con el concurso de mano de obra esclava, hicieron elevar la produccion @ magnitudes s6lo igualadas dos siglos més tarde El apogeo no duré sino unos treinta afios y hacia 1610-1620 mineros y oficlales reales comenzaron a percibir una crisis de 1a cual dan razén las cifras en declive entre 1610 y 1630 y que iba a prolongar sus efectos hasta bien entrado el liltimo cuarto de siglo. 1640-1680; Periodo de recesién que separa los dos ciclos. 1680-1800: Segundo ciclo. El eje de este ciclo secular se ubicé en las provincias del Choed, bajo la dominacién de Popa yan, y en otras zonas del distrito antioquefio. La recu- peracién de este tltimo operd sobre bases sociales dife- rentes de las del primer ciclo, en el que habian predo- minado grandes cuadrillas de esclavos. Ahora se habian multiplicado los pequefios empresarios y su actividad contrastaba con el monopolio ejercido por los sefiores de cuadrilla de Popayén. En cuanto al distrito tradi- cional de Santa Fe, habia perdido para entonces toda importancia como productor de oro, aunque siguiera jugando un papel importante como sustento agricola {del distrito antioquefio. Esta eronologia cubre también a grandes rasgos, como se vera més adelante, otros fendmenos sociales y econémicos como el de Ia formacién y desintegracién de unidades prodvetivas agricolas 0 el del auge y decadencia del sistema de encomiendas. Hasta qué punto existen correspondencias entre estos fenémenos, es un tera abierto al debate, Pero, en todo caso, los ciclos del oro marean con nitidez algunos hiatos en lo que hasta ahora parecia un desenvol- vimiento temporal uniforme. MANUAL DE HISTORIAT 241 Il La economia colonial A, MINERIA DEL ORO 1. Fronteras y yacimientos ‘Uno pe Los Motors de la expansidn y de la oeupacién del suelo por parte de los espaficles fue 1a bisqueda de metales precioses. El oro y la plata significaban para los ocupantes algo mas que una oportunidad de elevar su rango social y equipararse a una nobleza terrateniente en Espafia. Aunque este tipo de resorte sicolégico in- dividual jugara un papel, para el conjunto de los ocupantes los setales preciosos representaban la posibilidad de mantener un nexo permanente con el Viejo Mundo. Desde los primeros momentos, la participacién en empresas de conquista significé aportar un capital en forma de bienes y equipos que, en ocasiones, aleangaron precios inauditas: caballos, sillas de montar, estribos, armas, ete. Pero una vez asentados, los conquistadores debian buscar formas de intercambio permanente que les asegurara la provisién de clertos bienes indispensables 0 su forma de vida: hierro, acero y, en general, articulos manufactura- dos de procedencia europea. Bsta necesidad parece obvia si se tiene en cuenta que la mayo- ‘ia de los ocupantes permanecieron en América aun cuando alguncs hubieran buscado solamente una ocasion de enriguerinlento rh ido para regresar a Espaiia. Otros no se cont ‘con el primer Pi aleengado y prosiguieron su aventura en bisqueda de fabu- josos dorados o de una participacién mas grande en el reparto de privilegins. Los asentamientos urbanos se ramificaron distribuyen- Go un contingente muy tenue de poblacién espafiola en espaclos enormes, Santa Fe, Tunja, Vélez, Pamplona, Mérida, Ocafia, Tague 0 Popaydn, Almaguer, La Plata y Cali, Buga, Arma, Anserma, Car- tago, etc, surgieron sucesivamente, como los retofios de un abel, de las expediciones o huestes que procedian de Santa Marta y él 242 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1560-1000 Peri. En los confines de estos asentamientos definitivos no tarda- ron en aparecer reales de minas, a veces como puestos fronterizos respecto a tribus hostiles. Toro y Caloto en el occidente, o Vietoria y Remedios bajo la influencia de Santa Fe, fueron ciudades de frontera y centros mineros constantemente amenazados, La economia del oro no se desarrollé uniformemente, con un centro tinico o dentro de una unidad territorial, y ni siquiera dentro de un marco administrativo centralizado, Las ciudades espafiolas, nacidas de Ja iniciativa de las huestes de conquistadores, se apro- piaban y guardaban celosamente sus recursos, Muchas obtuvieron el privilegio de una Caja Real, en la que se quintaba y se fundia el oro para ser gastado inmediatamente. El control de le Audiencia més alld del miicleo inicial del Nuevo Reino se ejercia mediante jueces de comisién, euyas actuaciones eran casi siempre rechazadas por Jos vecinos del ugar. Aun dentro del Nuevo Reino, Tunja y Santa Fe rivalizaron durante todo el siglo xvr como centros de poder, y sélo visitas sucesivas de los oidores (0 visitas de la tierra) lograron coartar a la postre una actitud muy acentuada de auto- nomia entre los vecinos encomenderos, Ademés, casi la mitad del territorio ocupado caia bajo la jurisdiccién de la gobernacién de Popayéin, en los confines de la Audiencia de Quito. Entre ésta y el Nuevo Reino se extendia una zona incierta, una verdadera frontera interior en la que resistieron durante mucho tiempo paeces y pijaos. ‘La explotacién del oro se desplaz6 en fronteras sucesivas a todo Jo largo y-ancho del Nuevo Reino y de la gobernacién de Popayén en un lapso de tres sigios. Esta movilidad produjo como resultado que en diferentes épocas la riqueza, y con ella el acceso a un mundo exterior, se concentrara en regiones aisladas.unas-de.otras. La rosperidad que caia de‘pronto sobre un territorio era apenas com- artida por los demés. Paradéjieamente, las nexos entre una regién minera y las regiones vecinas resultaban a veces més débiles que aquellos que mantenfa con un mercado mundial. En algunos casos se trataba de un episodio pasajero, en el que en medio de la euforia de un hallazgo los habitantes reereaban en una regién aislada todas Jas extravagancias del consumo de un gran centro urbano, Cuando 1 aliento de las explotaciones era més sostenido, la prosperidad no ‘MANUAL DE HISTORIA T 249 aleanzaba a cobijar sino a los centros comerciales o agricolas que abastecian la regién minera. Esta, economia de islas, como-la.ha,Jlamado,.un_historiador colombiano,fue-un'fenémeno dominante hasta bien entrado el siglo sax. Era lo propio de un régimen cotonlal'y presentaba ciertas analogias con el patrén de Ia factoria o enclave destinado 2,cana- lisar ganancias comerciales en favor de una metrépoli, S6lo que este caso la integraci6n econdmica era mis compleja y, junto con un comercio itinerante que se desplazaba a lo largo de los corre- dores andinos desde Cartagena, se desarrollaban actividades agri- colas mas permanentes. Los primeros distritos mineros surgieron como avangadas de las regiones més fayorecidas con poblacién indigena. La encomienda o reparto de indios no sélo sirvi6 de base de sustentacién serial a Jos yacimientos, sino que originé los eapitales para su explotacién y aun la mano de obra indispensable en:ella, Indios de encomienda, frabajaron en los yacimientos de la region de Popayan, en los filo- néside Cartago, Arnify Anserma, en los de Pamplona y en los alu jiones:-del-valle-del-Magdalena, desde las cercanias de. Ibagué is ‘ciudad de los Remedios: Después de 1580, los hallazgos dé de Rodas en San Jerdnimo, Céceres y Zaragoza no s6lo die- on tn nuevo impulso a la produceién del oro, sino que su riqueza fpermitié el empleo sistematico de esclavos negros. Préeticamente, todas las ciudades fundadas en las regiones @ndinas poseyeron distritos mineros tributarios en el curso del siglo xvi. A los hhabitantes de Tunja y Santa Fe, por ejemplo, se debié 1a infciativa de la fundacién de Thagué, Tocaima, Victoria y Remedios. ‘Pamplona se disputé con: Vélez los yacimientos del Rio del Oro y ‘exploté filones en los reales de Vetas y Montuosa. Cartago, Arma: y'Anserma explotaron filones y aluviones en Marmato, Quiebralo~ zlo y Supfa, y Popayén tuvo avanzadas en Almaguer y Caloto, fuera dé'las minas de Chisquio que explotaba la Corona directamente, La de Santa Fe de Antioquia no solo exploté desde muy tem- fo vecino de Buriticé, sino que fue la metrépoli de nue- ; San Jeronimo, Caceres, Zaragozs, y més tarde ta moxoua ria pate SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 oe Beet Guamoed. Cas! ningin centro minero, a , por importante Pio elas 0 perdurar independientemente de Ise ut’ Lig tecerlo o de las cuales dependia administratiyg ae Das entrs an desde campamentos provisoris hata ca ges otal rango de cludades, Bn muchos casos 1a exit a ua a Real, con su acompafiamlento de funcionariqs ser tePete de gavémenes sobre el comercio 0 de die wwe Ms raha el rango de poblamiento pero no le impedia veaimento de a deadencia de las explotaciones quedara stig tla en el que no se conservaba ninguna traza del engi Bespeitd. En un easoextremo, como en el que los cai minetes del Choes, ya en el siglo xvm, la riqueza ai erogoaa, invertir inicialmente en instalaciones y mano de obra. inversiones acrecen la productividad hasta alcanzar los limi- S de) rendimiento de la mano de obra y de la riqueza de los yaci- ntos. Una Vez aleanzado este punto, las cifras de produecién eseenderén en forma uniforme y solamente la incorporacién de Gr nuevo hallazgo podré mantener el nivel de le produecién ante- to explica los continuas desplazamientos a través de fron- ‘sin embargo, después de la ctispide alcanzada en los decenis “4¢ 1590-1600 y 1600-1610, los hallazgos no significaron un incl. ~ jpento significativo del volumen de metal extraido. Esta situacién = @ prolongé durante casi todo el siglo xvm, hasta cuando se incor- F joré una nueva frontera con la ocupactén de los distritos de Névita, © citaré y el Raposo. © stos distritos del Pacifico acentuaron atin més los rasgos de islamiento fronterizo que habian caracterizado los yacimlentos ‘1 ciclo anterior. Como se ha dicho, en estas regiones no se pro- | ujo un asentamiento estable de los sefiores de cuadrilla, los cuales esidfan usualmente en Popayan y Cali. Esta circunstancia no im- idi6 que, mientras se mantuvieron niveles elevados de extraccién _ Ge of, la region fuera abastecida desde el hinterland agricola del © valle del Cauca y mantuviera contactos permanentes con contra- © pandistas franceses, ingleses y holandeses. Desde otro punto de vista, el Chocé caracteriza muy bien los cstuerzos de la administracién espafiola por integrar fiscalmente estas regiones fronterizas. Desde 1713 el oidor Aramburu habia sido comisionado para asentar un poblamiento y establecer una Caja Real. Hl oidor dbservaba el estado lamentable de la provincia, en © donde no parecia que hubleran pisado espafioles a pesar de que hacia east cuarenta afios que se explotaba. Mas adelante se hicie- ron esfuerzos repetidos por disminuir la influencia y la arbitrarie- dad de los mineros y de poner coto al contrabando y a la fuga ilicita del oo, erigiendo Ja region primero en superintendencia, bajo el control directo de la Audiencia de Santa Fe, y luego en goberna- dlén, Pero ni aun as{ el Chocd pudo integrarse en torno a nticleos © ubanos que le prestaran un cardcter de asentamiento estable. Pat ios y poderosos sefiores de cuadtilla, comets sec Zsrstureas,reisess y cuas desenos de tna ‘ea Dero no propiciar un asentamiento estable. a con 7 Peapiyertie al acercarse a cada distrito por separado’sé) tin de coe ataba de un proceso uniforme e inevitable en eif ines nto. Aum en easo de que el agotamlento de I ss fuera absoluto, el nivel de la técnica emplee a i‘: @ como un limite insalvable. A esto debe agregarse’é rere) ao ag fra de trabajo (fuera indigena,o de esclrag tov dorian tthe muy répido y los eastos de su mantenimin raze eat media que Ie explotacin minera iba restand que ates tetra, Ast, desde el punto de vista de los eee Galan en ia production (téenica, mano de obra, duenge)” HS criss mineras obedecian a la estructura de la pr ae ‘ Renee las curvas de produccién de los diferentes Aleaany fg eettan un mismo perf, de un ascenso inci hast pan in que se mantiene apenas por uno o dos decenios 'eg0 caer uniformemente. Se trata de un ciclo en el que ld "queza del nallango y la fecilidad de la explotacién permiten, como 246 LA BCONOMIA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1000 Tres siglos de economia del oro, cimientos dispersos que obligaban 2 dejaron una huella profunda en la construida fugazmente en desplazamientos pe : formacién econémica y gq de estas regiones. Por un lado, su aislamiento impuso En primer término, debe observarse que la mayoria de los ya cimientos aurfferos en Popayén, Antioquia y el MANUAL DE HISTORIA I 247 antos extraordinarios. En ellos se asentaron reales de minas, a Bs con una capilla como tinico niicleo de un poblamiento dispa- ado y bajo la jurisdiccién de una ciudad de espaficles. Durante Srimer ciclo minero la mayorfa de los reales de minas aprovecha- ‘ervel sistema de encomiendas como fuente de mano de obra, y s6lo mientos antioquefios, explotados a partir de 1580, emplea- yanasivamente mano de obra esclava, lo mismo que las explota- es del siglo xvmm en Névite, Citaré y el Raposo, Este hecho, como Pam plona, que datan del siglo xvz) establecian no s6lo una regla- mentacién sobre los derechos a los yacimientos propiamente dichos, ‘ano también sobre las aguas aledafias, Tales regulaciones revelan no s6lo las modalidades de apropiacién de un recurso en lo jurfdico, > en lo social y en lo econémico, sino también lo esencial de una tecnologia. Sobre esta tiltima, las investigaciones del gedgrafo nor- | teamericano Robert C. West han mostrado cémo se trataba de una adaptacién por parte de los espafioles de procedimientos utilizados desde antiguo por los indigenas. Los ind{genas ya estaban familia- rizados con la extraccién del oro de terrazas de las corrientes, de depésitos altos de gravas y del lecho mismo de los rios. West des- ctibe en detalle una de las técnicas mAs usadas, la del canalén, que consistia en hacer pasar una corriente de agua por un canal paralelo al depésito aurifero, al cual se habfan arrojado arenas y gravas auriferas. La fuerza del agua, combinaba con el trabajo manual de extraer los materizles més pesados del canal, dejaba en el fondo los residuos de polvo de oro, Las ordenanzas antioquefias de Gaspar de Rodas se ocupaban en detalle de regular los derechos de agua, elemento esencial en todas las técnicas empleadas en los lavaderos. West sefiala cémo la escasez de agua en Antioquia obligaba a conducirla por kilé- ‘metros hasta las terrazas auriferas del Nechi, Por eso las ordenanzas prevefan privilegios excepcionales en las otorgaciones para quienes abrieran canales o acequias de una cierta extensién. El agua tam- bién se conducfa mediante sistemas de mamposteria elevada en 248 LAECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 Jos que se empleaban guaduas partidas en dos o fuertes cortezas de Arboles. En el Choe6 y en el Raposo, los inventarios de las minas del siglo xvi meneionan cortes y pilas, y acequias para cada corte Estos elementos estén asociados igualmente a la técnica del canalén, pero indican el aprovechamiento de aguas-lluvias, tan frecuentes en 1a regién del Pacifico. Las aguas-Iluvias se recogian en depésitos (pilas) construidos en las cimas de las colinas y se conducian al lavaderc por acequias, West hace notar el desconocimiento técnico por parte de los espafioles que vinieron a la Nueva Granada. Por ejemplo, el hecho de que no se mencione en documentos coloniales el procedimiento de amalgamacién con mereurio para separar el metal de los sedi- mentos. En realidad, hubo por lo menos un intento de introducir esta técnica hacia 1620 para las minas de filén de la regién de Anserms, Para esta época las mines estaban en decadencia y los mineros no se atrevieron a encarar los costos de la innovacién, Las limitaciones impuestas a la explotacién por el nivel de 1a técnica empleada son mas evidentes en el caso de las minas de fil6n, Estas se explotaban siguiendo la veta con tajos abiertos o mediante socavonts de tiros inclinados, Las indigenas emplearon esta técni- ca en Buriticd y en Mariquita, aunque sin reforzar las galerfas con armazores de madera, En Pamplona, aleanzada una clerta profun- didad, Ibs socavones tuvieron que abandonarse, debido al riesgo para la vida de los indigenas que los trabajaban. Que los pobladores espafioles tuvieran que depender de las téenicas indigenas no sélo indica el desarrollo y el ingenio de tales ‘téonicas sino también la ausencia, entre los ocupantes, de una acti- vidad profesional. Aunque con el curso del tiempo llegaron a desa- rrollarse algunas técnicas ingeniosas, especialmente en Antioquia, los ciclos —que se repiten casi fatalmente en cada distrito— reve- Jan en su fase final de decadencia una incapacidad para superar las limitaciones de procedimientos rutinarios. Los amados mine- 10s eran en realidad eapataces a sueldo de un sefior de cuadrilla, de ‘un encomendero o de un funcionario ausentista, y estaban encar- gados de supervigilar el trabajo de indigenas y esclavos. MANUAL DE HISTORIA 249 En muchos casos la actividad de los sefiores de cuadrilla no solfa reducirse a la mineria, En el siglo xvr se trataba de encomen- Geros-terratenientes que encontzaban lucrativo emplear a los indios de su encomienda en labores de minas. Algunos Ilegaron a realizar inversiones importantes en Zaregoza y, a Ia inversa, mineros afor- tunados se asociaron a familias de terratenientes y encomenderos en Santa Fe. En Popayén, a partir de la recuperacién de las dltimas décadas del siglo xvur, el papel de los comereiantes fue muy impor- tante en las actividades mineras. Algunos tomaron la iniciativa de abastecer con esclavos los reales de minas o de combinar la mineria con la explotacién de haclendas, La decadencia del sector de enco- menderes abrié paso al predominio de comerciantes capaces de realizar inversiones en los nuevos yacimientos y simulténeamente disminuir los costos de explotacién al encargarse ellos mismos de! abastecimiento de esclavos y comestibles. 3. El trabajo El problema del trabajo en la mineria del oro se ha encarado usualmente con la nocién un pceo vaga de que en algdn momento 1 trabajo indigena fue remplazado por el de esclavos negros traidos del Africa, Esta sustitucién siibita habria obedecido a la voluntad de la Corona espafiola de proteger ¢ los ind{genas de un trabajo agota- dor. De otro lado, se alega, el trabajo indigena daba pobres rendi- mientos y los esclavos negros resultaban més aptos y més resistentes a las duras jornadas de la explotacién minera, Hemos visto, sin embargo, cémo las téenicas mismas de la explotacién del oro dependieron de ta experiencia acumulada por los indfgenas en muchas regiones. No eran pues motivos de idonei- dad para este trabajo lo que inducia a remplazarlos. Ni la sustitu- cién se operé de un momento a otro. Durante mucho tempo la institucién de la encomienda, mediante la exigencia del pago de los tributos en oro, sirvié para servirse de cuadrillas de indigenas en Ia explotacién de los yacimientos, A Pamplona, por ejemplo, después de 1551 fueron conducidas cuadrillas de mas de cien indios sacados de las encomiendas de la provincia de Tunja, En la gober- go LA BCONOMEA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 nacién de Popayan el empleo de indios en las minas fue genera- tiado, y desde 1554 los vecinos de Popayén, Cali, Cartago y Anser- ma se resistfan a la aplicaclon de las Leyes Nuevas que prchibian este tipo de trabajo. A pesar de la accién de obispos y visitadores, 1 trabajo minero de los indigenas perduré ali por cuanto vecinos y encomenderos alegaban la impostbilidad de emplear esclavos debido a sus costos. En 1570, tanto las ordenanzas del virrey Francisco de Toledo en el Pert como. otras similares promulgadas por la ‘Audiencia de Santa Fe sancionaron esta situacién de hecho, permi- tiendo que los indigenas trabajaran en las minas “voluntariamente” y mediante la paga de un jornal. El intento de introductr un régi- men salarial no pasaba de ser una. inteneién piadosa, debido al tipo de relaciones de dominacién que se derivaban de la encomienda. De esta manera, el trabajo indigena generalizado se prolongé hasta bien entrado el siglo xvu, partieularmente en la provincia de Popa- yan. En cuanto a Santa Fe, debe recordarse que a fines del siglo xvi se organiz6 un sistema de mitas (0 trabajo forzado) para Ia explotacién de Ja plata en Mariquita. Este sistema, con algunas interrupeiones, iba a perdurar durante todo el siglo xvm y las dos primeras décadas del xvi, La disminucién del trabajo en las minas que pesaba sobre los indios (y que las tasaciones de tributos en oro autorizaban indirec- tamente) sélo vino a ser efectiva en virtud de conflictos de intereses dentro del sistema mismo de la encomienda. En algunos casos, el trabajo indigena (de una manera semejante al. trabajo servil de criados ingleses en las Antillas) sirvié para acurnular los capitales necesarios para una inversién ulterior en esclavos negros. Este pa- rece haber sido el caso en Remedios e, indirectamente, en Zaragoza, en donde algunos encomenderos Hegaron a introducir esclavos. Sin embargo, muchas encomenderos de las regiones més favorecidas con poblacién indigena no estaban interesadas directamente-en Ins minas, e inclusive, algunos mineros las habfan abandonado @ co- mienzos del siglo xvm para convertirse en terratenientes. De esta manera surgi6 un conflicto entre las necesidades de abastecimiento agricola de las ciudades y las exigencias insaciables de mano de obra de los centros mineros. Esta situacién no era tan aparente en ‘MANUAL DE HISTORIA T 251 Popayain, en donde encomenderas-terratenientes se dedicaben a la minerfa. En el Nuevo Reino, en cambio, la mita minera de Mari- quita provocé una controversia sobre los efectos nocivos para la agricultura del drenaje continuo de los indios. Por otra parte, el empleo de los indigenas en la minerfa depen- ié siempre de su relativa abundancia. Las regiones cuya poblacién indigena era eseasa o demasiado hostil (los yacimientos antioquefios © la primera ciudad de Toro) se vieron obligadas a emplear escla- vos negros. Esta carencia condujo de todas maneras a la quiebra de los yacimientos auriferos més ricos del siglo xvz por la falta de abastecimientos que podia proporeionar una poblacién indigena, Alf, como en Jos centros explotados por indigenas, las cuadrillas de esclavos fueron diezmadas répidamente, Asi, la decisién de emplear esclavos negros no obedecié a una voluntad deliberada de ahorrar a los indigenas un trabajo agotador. Se traté, en el mejor de los casos, de mantener un equilibrio entre Jos requerimientos de mano de obra en las minas y la necesidad de Jos abastecimientos proporcionados por haciendas de los encomen- deros, La inversién en esclavos negras parecié siempre demasiado onerosa a aquellos que tenian acceso al trabajo indigena, y s6lo se decidieron a efectuarla cuando el trabajo indigena comenzé a faltar. Si el trabajo de los indios creaba un conflicto de-intereses entre terratenientes-encomenderos y mineros, 1a compra de esclavos ne- gros, que favorecia desmesuradamente a algunos comerciantes, no tard6 en crear enfrentamientas entre mineros y comerciantes. A fines del siglo xv1 era claro para los habitantes de Zaragoza que sélo los esclavos obtenides a crédito podfan procurar el oro para amortizar su propio valor. La riqueza de los yacimientos permitié que se concentraran alli unos tres mil esclavos, pero con este mi- mero se alcanzé un tope que a partir de 1600 comenzé a disminutt. ‘Todo indica que la premura de los mineros para amortizar el valor de los esclavos condujo a una explotacién excesiva y al agotamien- to de la mano de obra, Por esta razén fue una opéracién rentable sélo en el corto plazo, y muchos mineros la abandonaron en el mo- ‘mento justo para obtener una situacién més estable en Santa Fe. 282 LA BCONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONTALBS, 1580-1000 ‘Otros cargaron con la ruina y con las dificultades cada vez mayores de remplazar los brazos que iban faltando, En ausencia de condicio- nes favorables, 1a pasibilidad de reproduceién de los esclavos, y con ello una menor dependencia del abastecimiento de esclavos adultos y costosos, quedaba excluida. El segundo ciclo productivo, que arranca con la conquista del Cchoc6, presenta rasgos diferentes en cuanto al trabajo. En primer término, la permanencia de cuadrillas de esclavos mas amplias, gracias a un abastecimiento regular. Luego, un equilibrio real entre produceién minera y abastecimientos agricolas. Finalmente, la posi- bilidad de reproduccién de la mano de obra en virtud de condicio- nes favorables creadas por una alternativa de empleo y de perma- nencia en explotaciones agricolas. Dentro del sistema defensivo del Imperio y la ruta de la Carre- ra de Indias, Cartagena goz6 de una situacién estratégica que favo- recia no sélo la introduccién licita de esclavos y mercancias, sino que invitaba a su comercioilicito por parte de holandeses, tranceses e ingleses. Aunque se trataba de un centro distribuidor de la trata negrera desde el siglo xvr, el mimero de esclavos internados en la Nueva Granada, legalmente o de contrabando, no parece haber sido excesivo, En 1598 el presidente Sande calculaba la presencia de unos seis mil esclavos para todos los yacimlentos antioquefios, Todavia, durante los dos decenios del sigio siguiente, entraron por Carta- gena (ademés del contrabando) unos 17 mil esclavos (12 mil por cuenta del Asiento de Baez Cutinho, entre 1603 y 1611, y otras 5 mil de Antonio Fernandez D’Elvas, entre 1615 y 1621), pero es muy improbable, dados los preludios de una crisis en los yacimientos ‘més importantes, que una parte significativa de estos esciavos haya sido internada para la produccién minera o que el niimero de los seis mil esclavos indicado por Sande se haya incrementado. Para el segundo cielo, centrado en la gobernacién de Popayén, los datos que se posee hasta ahora sugieren una mayor conexién entre la trata negrera desarrollada por Cartagena y Ia demanda de hhaciendas y minas. De tres grandes asientos que se sucedieron entre 1606 y 1743: el de los portugueses, el de la Compafifa francesa de MANUAL DE ISTORIAT 263 Guinea y el de la Compafia de los mares del Sur (0 South Sea Company, creacién del antiguo monopolio inglés de la Royal Afri- ‘can Company para atender el aprovisionamiento del Imperio espa- fios a rafa del tratado de Utrecht en 1713), hay trazas consistentes del internamiento de buen nimero de esclavos. Durante el perfodo més activo, el de la Compafiia de los mares del Sur, el crecimiento de Jos esclavas en el Chocé estuvo acompasado con las introduecio- nes de la trata, Desde comienzos del siglo comenzaron a formarse alii cuadrillas que pronto excedieron en néimero a las que se man- tenian en los yacimientos tradicionales de Jelima, Quinamayé, La Teta, etc., en los distritos mineros de Caloto y Almaguer. Hacia 1730 se caleulaban 4 mil esclavos en las minas de Popayan y los lavaderos del Pacifico, de los cuales més de 3 mil se encontraban en éstos. Diez afios mas tarde ya habia diez mil y en 1759 en la sola provincia de Névita se contaban 56 cuadrillas con un total de 4.322 esclavos. Segiin otras cifras (Sharp, 1975), los esclavos del Chocé habrian aumentado apenas a 5.756 en 1778 y a 7.088-en 1782, para coer 8 4.968 en 1804 El aspecto més fundamental de este segundo ciclo de produc- cién minera reside en el hecho de que, en un cierto momento, el crecimiento vegetativo de 1a poblacién esclava pudo asegurar su reproduccién sin tener que depender exclusivamente del abastect- miento exterior, Algunos datos infciales (de una investigacién en curso) sugieren que por lo menos en las haciendas y en el servicio doméstico los esclavos habian aleanzado desde muy temprano indl- es positivos de crecimiento demogréfico, si bien las minas tenian que ser abastecidas con esclavos bozales, Tal vez por esta razén los esclavos bozales aleanzaban precios més elevados en el mercado de Popayén que los esclavos criolios, dedicados al servicio doméstico y a la agricuitura, ‘A mediados del sigio xvm la esclavitud no sélo sustentaba 1a produccién minera, sino también un sistema de haclendas creadas para abastecer los centros mineros. Los comerciantes, que jugaron l papel mis dinamico en este periodo, invertian tanto en las minas como en tHerras. De su parte, algunos terratenientes se dedicaron al comereio y tuvieron euadrillas de esclavos en minas y haclendas. En ts TA ECONOMIA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1000 Ja juntura de los siglos xvm y xvm comerciantes de Popayan se desplazaron hacia Cali, en donde encontraban més oportunidades sociales y mayores disponibilidades de tierra. Alli, en efecto, las unidades territoriales circulaban més que en la regién de Popayan, en donde estaban asociadas todavia al régimen de la encomienda y a nticleos familiares més cohesionados. Las posibilidades de combinar explotaciones mineras con uni- dades productivas agricoias valiéndose del mismo tipo de trabajo, presentaben la ventaja adiclonal de! empleo més racional de éste. Los esclavos no sélo se desplazaban de las haciendas a las moradas ‘urbanas, en donde apenas lenaban una funcién de prestigio para ssus duefios, sino también de las minas a las haciendas y, proba- blemente, en menor medida, de las haciendas a las minas. Estos desplazamientos estaban regidos por las posibilidades de rentabi- lidad ce los esclavos, y, en todo caso, permitian su reproduccién en condiciones mas favorables que en las minas. 4. La producclén y las crisis ‘Ya se ha aludido en el curso de este trabajo a factores estruc- turales de la producelén minera que la conducian fatalmente de un momento inicial de expansién a un declive paulatino, Este fend- meno estd descrito por el perfil de una curva en la que se advierten dos ciclos muy notorios de productividad en los siglos xvi y xvi. Sin embargo, este es el resultado final de agregar las cifras de pro- duceién de distritos aislados, calculadas sobre los Uamados quintos © impuestos percibides por la Corona espafiola, No sobra advertir que tales cifras estén lejos de revelar la produccién real de los dis- tritos mineros, Por eso sélo son aceptables en cuanto muestran una tendencia, es decir, la evidencia en bruto de que en un momento dado la produceién alcanzaba un clerto orden de magnitudes y en otro momento este orden se habia visto dristicamente afectado. Este razonamiento se ve reforzado por el comportamiento de las curvas individuales de cada distrito. En el caso de Santa Fe, por ejemplo, entre 1565 y 1580 se mantuvo un techo de produccién anual promedio de unos 160 mil pesos oro, A partir de 1600 la produecién ‘MANUAL DE HISTORIA 255 anual habia disminuido a un promedio de 60 mil pesos, y a partir de 1620 se desplomé hasta alcanzar s6lo 20 mil en 1625. La dismi- nucién de un orden de magnitudes de 8 al de 1 ilustra la nocién de tendencia, que dificilmente pudo verse afectada por el hecho de que en 1565-1580 0 1620-1625 las cantidades efectivamente extrai- das hubieran sido mucho mayores que el oro declarado y quintado en las cajas reales, En Zaragoza la caida fue todavia mas uniforme, pues en el caso de Santa Fe, varios distritos mineros compensaban mutuamente sus altibajos. En Zaragoza se pasé de 300 mil pesos oro a la mitad de esta cifra en 1620 y a menos de 50 mil hacia 1640. Lo mismo ocurrié en Caceres, Remedios, el distrito de Cartago y Popayén. Los descensos draméticos de 1a produccién en cada distrito minero solian ser advertidos may pronto por los oficiales de las cajas reales y del Tribunal de Cuentas de Santa Fe. Las quejas frecuentes, que tendian a aliviar la condicién de los mineros en materia fiscal, Uevaron a paulatinas reducciones del quinto real un octavo, un déeimo, un duodécimo, un decimoquinto y un vigésimo, Es clerto que, en materia de quintos, hubo fraudes permanen- tes. Pero aun asi, otras cifras de las cajas reales reproducen un orden paralelo de magnitudes. Las alcabelas de Zaragoza, por ejemplo, pasaron de mas de 2.500 pesos oro en 1598 a 600 en 1620 y 8 200 en 1640. Aqui debe anotarse que si bien la observacién sobre la simple tendencia de las cifras de produceién puede ayudar a plantear hipétesis sobre 1a estructura de la produccién minera y de sus crisis, éstas deberian verificarse con estudios sobre explota- ciones individuales. Un estudio reciente de William F. Sharp, su- giere una aproximacién al problema del fraude a través del estudio de la rentabilidad del sector globalmente considerado. Este estudio sobre la mineria en el Chocé en el siglo xvur esté inspirado en las técnicas de la New Economic History norteame- ricana, la cual aspira a ligar mis estrechamente la investigacién histérica a modelos y razonamientos de la teoria econémica neo- clésica, Sharp se basa en la consideracién de que si se comparan 258 LA ECONOMIA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1580-1000 oro declaradas en las cajas reales con Ia inversién total de capt y con los costos de produceién, la tasa de ganancia para la actividad minera serfa negativa a partir de 1759. Este resul- tado no se compadece con el auge de 1a produccién. Para plantear esta hipétesis el autor se vale de un modelo en el que reconstruye todas aquellas variables (ingresos declarados, depretiaciin de ac- tives —incluidos los esclavos—, costos de manutencién de las cua- drillas, valor total de los esclavos, ete.) que determinan la tasa de ganancia, De esta manera llega a la conclusién de que para que I tasa de ganancia fuera positiva, se requeria que la produceién re- presentara el doble o un tercio mas de lo que fue declaraio. Otros resultados de Ja investigacién resultan igualmente su- gestivos, BI autor Jos formula asf: 1. Se dio un perfodo de auge de 1a minerfa del oro en el Chocé entre 1725 y 1785. 2, En el curso de la primera mitad del siglo los propietarios de cuadrillas obtenfan grandes provechos con pccos escla- vos. Esto los incité a aumentar su inversin en esclavos. 3, Aunque el niimero de esclavos se duplicé entre 1759 y 1782, la explotacién fue torndndose menos provechosa, 4, Con una tasa de ganancia declinante los propletarios redu- jeron sus cuadrillas y con ello los costos de su mantenimien- to, En algunos casos los mismos propietarios estimularon un proceso de manumisién por compra. 5, Lo anterior tiende a mostrar que, en el Chocé, un limite éptimo de rentabilidad se alcanz6 cuando el nimero de esclavos llegé a 6 mil, re 6. Aunque entre 1782 y 1804 el miimero de esclavos disminuyé en mas de dos mil, la produceién se mantuvo e inclusive aumenté, Las hipétesis y conclusiones de Sharp abren nuevas perspec- tivas a la investigacién. Mucho se ha discutido sobre la pertinencia ‘MANUAL DE HISTORIA I 257 de aplicar criterios de rentabilidad capitalista a empresas surgidas en un perfodo precapitalista o de reconstruir datos sobre célculos Plausibles pero sin una evidencia empirica consistente. Con todo, es evidente qué los’ métodos de la New Economic History ayudan a Precisar problemas que dé otra manera no surgirian en el horizonte de las preocupaciones usuales del historiador. En este caso, por ejemplo, valdria 1a pena preguntarse si los dos clelos de productividad que se han sefialado poseen una estruc- tura diferente. En el caso del primero, asociado particularmente con los veneros antioquefios, gla dréstica disminucién de las cua. Grilles fue una consecuencia del alza del costo de los manteni- mientos? ¥ en el segundo ciclo, con la creacién de haciendas en el valle del Cauca, ino habian surgido condiciones ms favorables para que se diera un equilibrio entre produccién agricola y activi- dad minera? {La reduccién en el mimero de esclavos observada por Sharp entre 1782 y 1804 pudo obedecer a su.traslado a las hacien- das, en donde resultaban més rentables? Todas estas preguntas sugieren una conexién tan estrecha entre mineria y agricultura, que la encuesta de Sharp deberfa ampliarse para abarcar los dos sectores. Otros problemas menores surgen con respecto al cdlculo de la poblacién esciava 0 con sus precios, datos que estén lejos de alcanzar —en el ensayo de Sharp—, la consistencia (hard data) Tequerida por los razonamientos de la New Economic History. B. LA AGRICULTURA 1. La apropiacién de Ia tierra Los patrones de la apropiacién de 1a tierra por parte de los ocu- antes espafioles fueron fijados inicialmente por ia sencilla ecua- cién entre el ntimero de ucupantes y la disponibilidad de tierras. Este problema presenta dos aspectos. Uno, el de los mecanismos de hecho o de derecho que condujeron a las apropiaciones, Otro, el de las determinaciones econémicas que las configuraron, El origen de la propiedad de la tierra para los ocupantes espa- oles esté ligado a situaciones de poder y de privilegio. Cada pobla- 17 mawons oe men 298 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 miento posey6 un cabildo designado inicialmente por el caudillo de la hueste, elegido mas tarde por miembros de la hueste que habfan adquirido la calidad de vecinos e integrado luego por dig- natarios vitalicios que habjan comprado el cargo. Estos cabildos, integrads casi siempre por veeinas encomenderos, se atribuyeron la facultad de otorgar estancias, caballerfas y solares, Otras veces el titulo provenfa del caudillo o del gobernador de una provincia y, finalmente, de las audiencias o de su presidente, Las numerosas otorgaciones de los cablldos no fueron sino titulos preearios, pues nunca tuvieron la autorizacién del monarca espafiol quien, en teoria (la teoria de la época, naturalmente), habia tomado posesién de las tierras americanas por derecho de conquis- ta, Esta precariedad no fue un obstéculo para que la actuaclén de los cabildos ereara situaciones permanentes con respecto a la tierra. Estos cuerpos representaban sin matices los intereses de los enco- menderos y por eso sus otorgaciones recayeron, por lo general, entre éstos. Se trataba de un niicleo reducido de personas (cas! en nin- guna parte mas de 60 o 70 individuos) que, a través del cabildo, podia controlar la asignacién de todo tipo de recursos: tierras, minas, aguas, bosques, ete. La preponderaneia de los encomenderos les permitié también usurpar tierras de los indios. Entre 1560 y 1590 éstos debian tra- bajar gran parte de sus tierras en beneficio exclusivo de sus enco- menderos al cultivar para ellos tributos en especies (trigo, cebada, maiz y a veces garbanzos, habas, frijoles, cafia y lino). Fuera de esto, debian dar indios de servicios (un 3 0 4% de los varones adul- tos) para los aposentos del encomender6, los cuales eran casi siem- pre tierras ocupadas de hecho en las inmediaciones del asentamiento indigena. Ademés, la obligactin del tributo en especie significaba un verdadero usufructo de Ias tierras de los indios. Con la dismi- rnuciGn de estos las tierras vacas podian ser incorporadas al micleo de los aposentos. A las otorgaciones de los cabildos y a las usurpaciones vinieron sumarse las mercedes de tierra por parte de la Corona a través de las audiencias y de los gobernadores. En muchos casos estas ‘mercedes no hicieron otra cosa que sancar titulos precarios 0 usur- MANUAL DE HISTORIA 1 59 aciones anteriores, como en el caso de las composie i Yes a 1600. Para esta 6poca la poblacién indigena hella usted Teducida a un 10% de su tamatio original, Reducida a poblarniente ¥ confinada a resguardos, es decir, nucleada de tal manera que 9a Pairdn de poblamiento disperso quedaba abolido, muchas tierras se razaron y fueron objeto de mercedes nuevas, Por debajo del aspecto juridico-formal de la apropiaci yace el problema ms complejo de la evolucién eoondmea que sero 8 la efectiva ocupacién de ta tierra por parte de los espafioles. Ini. clalmente las comunidades indigenas proveyeron de abastecimion. tos agricolas a los poiadores espaiioles. stos no eran muchos, en casi todas las nuevas fundaciones el contorno indfgena pada Producit los excedentes necesarios para alimentarlas. La composi. clén misma de los tributos exigidos muestra a las claras que a tra. és de ellos eran canalizados los excedentes agricolas para el com. ‘sumo de los pobladores espatioles. A través del tributo se impuso también una transformactén en las siembras de los indios, obligén. Golos a cultivar trigo y cebada en ver. de maiz tradicional, Por esta azn las primeras otorgaciones de tiezras por parte de los cabildos apenas echaron mano de las goteras del nticleo poblado por espa- fioles. Entre los primeros vecinos se distribuyeron solares urbanos Y coballerias y peonias confinadas dentro de unos términos que Tespetaban todavia el poblamiento indigena y que estaban destina. das al cultivo de hortalizas y a mantener algiin ganado, EI crecimiento del niicleo urbano espafiol (la “Republi crecim epiblica de Jos espafioles”) y la disminucién desastrasa de los indios, quebran- taron muy pronto este equilibrio inicial entre las necesidades de tos ocupantes y la capacidad de las economias indigenas para satis. alrededor de los aposentos de los encomenderas. Aun grueso ae la produecién sigué grevitando sobre las lceas de las indigenas. Las tasaciones de los tributas evadas a cabo en Santa Fe ¥ Tunja entre 1551 y 1971/2 muestran cémo se consideraba indis. ensable asegurarse el pago de tributas en especie para el abaste- cimlento de las cludades, De otro lado, el mimero do indigenas asignados para el trabajo permanente en las estancias de los enco- 25) LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1580-1800 menderos resulta relativamente bajo. En 1565 este concurso se limit en dos ocasiones al 3 y al 4% de ta poblacién masculina adulta, En adelante, a medida que se consolidaban las explotacio- nes en manos de esparioles y disminufa la poblacién indigena, esta proporcién fue elevandose en la préctica hasta legar al 15% en algunos casos, El proceso de formacién de estancias de espafioles es muy mal conocido. Aunque se repite a menudo que las mercedes de tierra fueron independientes juridicamente de las otorgaciones de las en- comiendas, lo cierto es que fueron los encomenderos quienes mono- polizaron la tierra en el curso del siglo xvi. Ellos controlaban, por ‘un lado, 1os cabildos que Ia otorgaban y, por otro, no sélo dispo- nian con exclusividad de la mano de obra indigena para explotarla, sino que, con o sin tftulos, estaban en posibilidad de usurpar las tierras de los indios encomendadas. ‘A fines del siglo y comienzos del siguiente, sin embargo, las pre- siones contra este doble monopolio fueron suficientes para intro- ducir modificaciones importantes. A pesar de 1a cohesion del grupo de encomenderos, que les permitfa guardar dentro de linajes fami- ares una encomienda més allé de las dos vidas previstas por la ley, 1a multiplicacién de las familias fue haciendo aparecer un grupo reciente de propietarios no encomenderos. De otro lado, también surgieron simples Iabradores que aspiraban a disponer de la mano de obra indispensable para los trabajos agricolas. En este grupo habria que incluir a una poblacion mestiza en aumento que se tole- taba mal en el seno de la “Repiibliea de los espafioles” y a la que se prohibia residir en los pueblos de indios. La actividad de los encomenderos que recibieron tierras fue muy desigual. Algunos las explotaron y se propusieron acrecentar- las, otras se contentaron con pereibir los productos que Jos indige- nas estaban obligados a cultivar para ellos, y algunos hasta se des- prendieron de sus tierras en favor de los mAs emprendedores. Esto ‘iltimo dio origen a algunas concentraciones latifundiarias en Ia regién de los altiplanos de Santa Fe, Tunja, Pasto y Popayan. De ‘suyo, las otorgaciones originales eran enormes. Entre 1540 y 1585 se ‘MANUAL DE HISTORIA T 261 otorgaron en Santa Fe y Tunja estancias de ganado mayor y estan- cias de pan sembrar que equivatian a 2.540 y 635 hectéreas, respec. tivamente, A partir de 1586, estas medidas se redujeron @ 310 y 327 hhas, para las de pan, En las regiones de los altiplanos, sin embargo, la apropiacién indefinida de tierras encontraba un limite en las labranzas indige- nas, Como de éstas dependian los ingresas de los mismos encomen- eros, los indios pudieron gozar de tierras por lo menos hasta el momento en que su propio encomendero las usurpaba. La compe- tencia de mestizos y de una creciente poblacién espafiola contribuy6 también a que la concentracién latifundiaria no fuera absoluta. En otras regiones, en cambio, 1a ecuacién entre poblacién y tie- ras disponibles dio lugar a inauditos acaparamientos de tierras que se dedicaban a la ganaderia extensiva, Este fue el caso de los dos grandes valles interandinos en donde otorgaciones y mensuras se designaban simplemente por leguas, de més de 8 mii metros, 2. Configuracién de las unidades. produetivas a. El Nuevo Reino La unidad productiva colonial, la hacienda, conocié diversas formas en distintas épocas y lugares durante el perfodo colonial. En Jos altiplanos del centro de lo que hoy es Colombia acabamos de ver emo empezaron a formarse estancias cuando los excedentes de la agricultura indigena fueron insuficientes pera alimentar a la Poblacién espafiola. Estancias en la furisdiccién de Santa Fe, Tunja, ‘Vélez y Villa de Leiva, no sélo abastecieron estos centros urbanos, sino también las explotaciones mineras del valle del Magdalena, de Victoria, Remedios y tan lejos como Céecres y Zaragoza. Quedan muy eseasos testimonios de 1a actividad de estas uni- dades productivas de formacin temprana. Se sabe, eso si, que pro- dueian y comerciatizaban cantidades considerables de trigo y de cebada. Es muy probable que su esquema de funcionamiento haya sido similar al de la estancia de Chiquinquird, propiedad de la enco- 262 LA ECONOMIA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1000 mendera de Suta, quien empleaba 21 gafianes de su encomienda. De esta estancia se conocen las cuentas de quince afios, entre 1590 y 1605, Seguin estas cuentas, el rendimiento de las semillas de trigo sembradas fluctuaba de 1 a 3 hasta 1a 11 en los mejores afias. De Ja produccién, una buena parte (entre la cuarta parte y la mitad) debia reservarse para semillas, para pagar diezmos y para el con- sumo de la hacienda. La estancia empleaba también indios vaque- ros, pastores, arrieros y molineros, Treinte en total para unas mil cabezas de ganado vacuno y mas de dos mil ovejas, Cuando los encomenderos de Santa Fe y Tunja se vieron pri- vados del monopolio de la mano de obra, clamaron por su ruina, Para ese momento, cuando visitas sucesivas de oidores de la Audien- cia habfan otorgado resguardos a los indios, las tierras mas apete- cibles ya debfan haber sido ocupadas por espatioles. Las otorgacio- nes de resguardos, que se hicieron entre 1590-1605 y se completaron en 1636, signifiearon un confinamiento de la poblacién indigena al minimo vital dejando tierras disponibles para mercedes y agrupando a los indios de tal manera que pudieran ser accesibles simultanea- mente a varios estancieras espatioles. Es obvio que, dada la densidad de la poblacién total, las estan- las de los espafioles no podian aprovecharse con algo que se pare- clera a una explotacién intensiva. La acumulacién de tierras servia en todo caso para monopolizar el mercado de la “Republica de los espafioles” y de los centros mineros. Los indigenzs, a los que se asigné entre una y das hectareas de tierra por cabeza, ya no podian generar excedentes en sus propias tierras, pero, en cambio, siguie- Ton compelidos a trabajar en las estancias de los espafioles, La limitacién en el uso de mano de obra por parte de los enco- menderos no sélo provino de las actuaciones administrativas de los oidores, sino de la disminucién de los indios, que ya era alarmante 2 comienzos del siglo xvn. De otro lado, ia presencia de propietarios no encomenderos forzé a adoptar un régimen de distribucion de mano de obra para las estancias con el control directo de la Audien- cia. A peticién de los interesados, encomenderos o no, este organis- ‘mo ordenaba a los corregidores asignar un poreentaje de indigenas MANUAL DE HISTORIA T 263 al propietario para sus labores. Las encomenderos dejaron de gozar del privitegio de tener trabajadores permanentes como prestacin del tributo o de poder disponer de una comunidad entera para las, labores de la cosecha. Sin embargo, cada vez fue més frecuente la presencia de “agregadas” en las haciendas, es decir, de indios hhuidos de su comunidad que pretendian escapar a la obligacién del tributo de las levas de la mita para las minas de plata. Es verosimil tamblén que entre la poblacién mestiza se fueran intensificando formas de colonato, es decir, que vaqueros y gafianes mestizos reci- bieran algunas tierras dentro de las haciendas a cambio de !a obli- gacién de trabajar en ellas por un tiempo determinado, En los primeros decenios del siglo xvut las propiedades de espa- fioles aumentaron en virtud de mercedes de tierras otorgadas sobre Jos pedazos que se habia obligado a abandonar a los indios en el momento de asignarles resguardos. Asi surgieron, al lado de los grandes hacendados que habian recibido mercedes en el siglo ante- rior, los lamados estancieros o propletarios medianos y los simples labradores, generalmente mestizos ¢ inmigrantes esparioles pobres. Los resguardos contribuyeron a fijar una residencia nucleada de los indios que hasta entonces se habian resistido a varios inten- tos de las autoridades espafiolas para poblarlos. La construccién de capillas doctrineras a comienzos del siglo xu y la residencia per- manente de un doctrinero, contribuyeron también a abolir Ia dis- persion, aunque siguieron dandose casos de migracién. Los indi- genas pudieron también, como se ha indicado, distribuirse mejor entre los estancieras mediante conciertos y alquileres, EI régimen del concierto (0 de trabajadores permanentes) y de alguiler (0 de trabajadores estacionales 0 temporales en mayor niimero que el anterior) proveyé de mano de obra las prapiedades durante todo el siglo xv y gran parte del xvux. Sin embargo, ya a mediados del siglo xv1r, un auto del presidente de la Audiencia per- mite entrever una crisis que enfrentaba a propictarios importantes con estancieros y labradores. El auto reservaba 1a posibilidad de emplear indios de concierto y alquiler a quienes poseyeran una pro- piedad sustancial y exclufa en todo caso @ propietarios indigenas 2H LA ECONOMIA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1580-1800 © mestizos. Hay evideneias también de que los encomenderos se vieron mas favorecidos que los propietarios no encomenderos, estan- cieros y labradores, con el nuevo sistema, Durante el siglo xvm, el régimen de concierto y de alquiler sustent6 un tipo de unidad productiva agricola que se habia origi- nado en el siglo anterior, bajo el régimen de la encomienda. Con el ineremento que aportaba la traccién animal (usada muy parsl- ‘moniosamente en el siglo xvt) se mantuvieron niveles de produc- ci6n (en cereales, productos lacteos, tubérculos y hortalizas) sufi. cientes para abastecer las ciudades y aun eentras mineros y la plaza fuerte de Cartagena, los propietarios de Santa Fe y Tunja mantuvieron también en el siglo xvm trapiches de cafia de azticar en las tierras calientes préximas al altiplano: en Guaduas, Tocaima, Tena, Pacho, Toca- Yema y Valle de Tenza. En los tltimas decenias del sigio fueron ‘concentréndose en estas regiones arrendatarios mulatas y mestizas que establecian pequefios trapiches por su cuenta. A finales de siglo, 1os grandes propietarios de Santa Fe se sintieron amenazados por esta proliferacién y quisieron forzar la aplicacién de una anti- gua ordenanza que prohibia entablar trapiches con menos de seis eselavos y acordaron no arrendar tierras en adelante. Este conflicto se prolongé durante todo el siglo xvur. A mediados de éste los pro- pletarios se escandalizaban de que, “. Jos peones Ilamados tominetos, que debieran trabajar en las arrias y demés ministerios de tales haciendas, se extra-en (sic) de éstas por no vivir bajo la ensefianza y doctrina eristia- na que infaliblemente en ellas se observa y diariamente se Practica, porque hallan los tales trapichillos en que trabajar con una libertosa condicién....”. ¥ més adelante: “*., 1 reino gozaré de aquellos opimos efectos que experimen. tan los que conservan por su goblerno divisién de clases en las abores, frutas, oficios, duefios y trabajadores como libres de Ja confusién que en éste se reconoce, de que aquél que habia de ser peén, tominero, arriero u otro ministerio, por verse duefio MANUAL DE HISTORIA 245 de un tal trapichillo 0 semejante al duefio, ocasiona ya por si, ya por su ejemplo, 1a anunciada ruina a nosotros y a si pro- pio se fabrica otra tal...” (AGI. Santa Fe 677 Doc. 15). “Este tipo de racionalizacién sobre el bien de las “clases infe- riores”, que habfa sido tan frecuente en el siglo xvz para someter al indio, a quien se atribuia todo tipo de defectos, sonaba en falso en el siglo xvi. Ya en 1718 se habia suprimido la encomienda y en 1720 todo sistema de trabajo compulsivo en agricultura, sta, ade- ms, habia entrado en crisis, pues desde 1693 hasta 1700 una suce- si6n de malas cosechas puso en peligro el mercado de Cartagena, Entre 1701 y 1713 los hacendados del Nuevo Reino apenas contri- buyeron con una cuarta parte de los abastecimientos de Ja plaza. ‘A partir de 1713 este mereado estuvo controlado por las introdue- clones inglesas de trigo, amparades por la trata negrera, b. Los valles interandinos Las tierras bajas de los valles interandinos y de 1a costa tuvie- ron pattones diferentes de ocupacién y de explotacién que los alti- planos. Allf, en ausencia de una mano de obra abundante, la ocu- pacién efectiva fue més tarda. En el valle del Alto Magdalena, ‘como territorio de frontera hasta la derrota de los pljaos, el ganado comenzé por sefialar la presencia de los ocupantes. Al término de las guerras, en el segundo decenio del siglo xvu, las reses cimarro- nas eran tan abundantes que dieron origen a una. economia pastoril desarrollada en vastos latifundics. La regién de Nelva se convirtié en una dehesa que debfa abastecer los altiplanos de Santa Fe y Popayan. A fines del siglo xvi y comienzos del xvur los propleta- ios de Neiva procuraban deshacerse de Ja obligacién de Ilevar sus ganados al Nuevo Reino, a cuya jurisdiccién pertenecian, para Yenderlos en Popayan,,en donde encontraban mejores precios. HI valle del Cauca abasteet6 también de carne desde muy tem- prano a las regiones mineras de Antioquia y Popayén y @ algunas ciudades de la Audiencia de Quito. Los patrones de ccupacion de Ja tierra habian sido muy semejantes a 1os del valle del Magdalena, Bn el curso del siglo xvi dominé en el valle del Cauca el Jatifundio 266 LA ECONOMEA ¥ LA BOCIEDAD COLONIALES, 1560-1800 ganadero con propietarios que residian en las ciudades a Buga, Caloto oe H Sixgimiento de una nueva rentere at nera en el Choeé indujo algunos cambios en el latifundio original. Por un lado, 1a minerfa creé un mercado que podia absorber algu- nos productos agricolas y, sobre todo, aguardiente de cafie. De otro, Ja presencia masiva de esclavos alteré en algo le ecuacién hombre- tierra, cuyo balance habia sido tan precario en los siglos xv1 y xvz, Con Ja aparicién de una nueva unidad productiva —la hacien- * da— que implicaba una reacomodacion de las tierras mis fértiles y una cierta medida de trabajo intensivo, los grandes rebafios de las haciendas del valle geogréfico fueron diewmAndose. La regién empezb a atraer los ganados de Neiva, en desmedro del abasteci- miento de Santa Fe, creando un nuevo eje sobre el cual gravitaba Ja economia entera del Nuevo Reino, La formacién de haciendas del valle del Cauca en el siglo xv y a fines del xvu presenta veriantes a un modelo demasiado rigido ue polariza las explotaciones agricolas con grandes disponibilida- es de tierra en haciendas y plantaciones, Como lo ha cbservado ecientemente el americanista sueco Magnus Mémer, estos dos mo- delos constituyen los eslabones terminales de una cadena de posi- bilidades que combinarfan uno y otro. Por otra parte, la formacién de estas unidades productivas sirve para ilustrar 1a tesis, también Teciente, que sostiene que entre le aparicién de la hacienda y la explotacién minera no hubo solueién de continuidad. La tesis tradi- cional sostenia, en efecto, que la hacienda habia surgido como una altemativa al fracaso final de las explotaciones mineras, Por ejem- plo, en México —pais que ha fijado irresistiblemente 1a atencién en cuanto a las formactones agrarias se refiere—, los mineros que Confrontaban la decadencia de sus explotaciones habrian invertido en tierras, Esta interpretacién —que puede lamarse clisica— no tomaba en cuenta las conexiones necesarias entre un Sector minero y su fuente de abastecimientos agricolas. Veamos un poco més en etalle estos das problemes, En cuanto a la forma, las explotaciones agricolas del valle de? Cauca en el siglo xvi no correspondfan exactamente al modelo de la hacienda o de 1a plantacién, Estos dos modelos suelen desori- | | | | | | ‘MANUAL DE HISTORIA — 267 birse tanto por las relaciones de produceién que generan como por su radio de accién con respecto a un mercado. As, Ia hacienda se caracteriza por mantener relaciones de peonaje pata asegurar una mano de obra indispensable y por estar vinculada a un mercado local, La plantacién, en cambio, pasee una inversién considerable en mano de obra (esclavos) y sus productos estén orientados hacia ‘un mercado internacional, Ademés, a lo menos en las plantaciones inglesas de las Antillas, las cantidades tanto de tierras como de mano de obra tendian a aleanzar un limite éptimo, por debajo o por cima del cual la plantacién dejaba de ser rentable. Ahora bien, las explotaciones del valle del Cauca combinaban mAs o menos arbitrariamente aspectas de uno y otro modelo. Como las plantaciones, emplesban mano de obra esclava (aunque en cantidades mucho més modestas) pero sus productos estaban des- tinados a un mercado local. i empleo de esclavas en las haciendas era una consecuencia del predominio de los mineros. stos podian hhacerse a tierras barates y asegurarse una fuente de abastecimiento regular para sus empresas mineras, empleando una mano de obra, que de otro modo hubiera estado desocupads 0 producido rendi- mientos muy bajos en las minas. Es probable también que la resi- encia de Jos esclavos en las haciendas haya sido més favorable a su reproduccién que en las minas y que por lo tanto las haciendas hayan sido también una fuente de abastecimiento de mano de obra. {Haciendas o plantaciones? Los rasgos més peculiares de estas explo- taciones agricolas de tipo colonial eran apenas subsidiarios de una economia minera no silo en cuanto al mercado para sus productos, sino también respecto al tipo de mano de obra empleado. Su evolu cién posterior estuvo condieionada por los avatares de las explota- ciones mineras hasta el punto de estancarse en el momento en que 1a mineria del oro entré en decadencia. A fines del siglo xvmr comen- 26 a insinuarse la presencia de sistemas de colonato (asociados a la explotacién del tabaco}, los cuales se generalizaron en ¢] siglo xm, particularmente después de Ja abolicién de la esclavitud. Si estas haciendas contrastan con el modelo tradicional en el tipo de mano de obra empleado iniclaimente, su evolucién posterior pudo mostrar un parentesco mayor que con las plantaciones. Ade 368 LA BOONOMLA Y LA SOCTEDAD COLONIALES, 1550-1000 mis, la utilizacién misma de la tierra no puede comy tratamiento que reciia ena economia enillana, altamente compe. titiva, Agus la unided productiva combinaba porciones reiucidas sembradas de cafa con platanares, cultivas de arroz y grandes re- servas de pastas naturales para una ganaderia extensiva. En algu. nas partes el valle geogréfico (en el norte, entre Roldanillo y Rio- frfo, en las inmediaciones de Call y en el sur del valle, en la juris- dicsion de Csloto) pudieron instalarse pequefis cutivadores, a veces pavdot y ens Tas hhaciendas- mismas permitieron el asenta- iento de “a, los” que manten! lgunas cabesta de ganado, van Ponerinae Y La presencia de esta poblacién que iba en aumento Ja formacién de micleos y poblamiento que a fines del store se reconocfan como parroquias o viceparroquias. Estas formas de Poblamiento en ocasiones en torno a Ja capilla de una hacienda, contrastaban con la de los altiplanos, en donde una poblactén indi. gena original habia dado paso a una creciente mestizacién yala onversin de los primitives pueblos de indios en parroquias de ‘espaholes” a finales del siglo xvi también. ©. EL COMERCIO 1, Los comerciantes El comercio fue una actividad integradora del mund espafiol, En la medida en que comercienas itinerantes re dep zaban por Jas regiones de] Imperio, éstas quedaban ligadas a cir- cuitos més vastos de circulacién de los bienes. Los comerciantes eran los agentes del desplazamfento de riquezas y del drenaje de Gane A pesar de los riesgos de su actividad —entre los que iguraban los malos caminos y la precariedad de las relaclones Juridicas— el comerciante gou6 siempre de ventajas econémicas frente a los productores directos. Desde los tiempos de la Conquista i comerciante estuvo por encima del resto de los ocupantes, si no en consideracién social, por lo menos en cuanto a les oportunidades de amasar una fortuna excepcional. MANUAL DE HISTORIA I 2 El papel de los comerciantes como acumuladores de riqueza no se limit, empero, a servir de eslabén entre una metr6poli que dre- naba excedentes productivos y colonias en las que habia avidez o necesidad de consumir productos europecs. Durante los siglos xvir y xvm, cuando encontraron una aceptacién social més favorable, Jos comerciantes no se contentaron con hacer una fortuna para disfrutarle en Espafia, Muchos buscaron incorporarse la nueva sociedad e invirtieron en minas y haciendas. A este fenémeno pue- de atribuirse, por lo menos en parte, la nueva prosperidad alcan- zada en el siglo xvm. El comereio no fue una actividad estrictamente profesional en ‘América, Desde los dias de Jerénimo Lebrén, muchos funcionarios —tueran el mismo presidente de la Audiencia, los gobernadores y 40s oldores o simples jueces de comisién y otros funcionarias meno- res— se vieron envueltos en actividades comerciales. Durante todo 1 periodo colonial los funcionarios de 1a Corona fueron acusados insistentemente de buscar un lucro en el comercio e inclusive en el ‘contrabando, De otro lado, la venalidad de ciertos cargos abrié la puerta para que comerciantes buscaran el prestigio que aquellos implicaban y los compraran, En ciertas casos, 1a préctica comer- cial era hasta una ventaja para ejercerlos. Desde un punto de vista profesional, los comerciantes eran de dos clases: mercaderes de la carrera o cometciantes &l por mayor, con vinculaciones directas con Cartagena y Sevilla, y simples tra- tantes 0 comerciantes locales al por menor. Los mercaderes de la carrera eran en su mayoria espafioles, aunque muchos de ellos estuvieran avecindados en Cartagena, Mompox, Santa Fe, Tunja, Honda, Popayén 0 Quito. Estas ciudades fueron muy pronto los entros nodales del comercio, desde donde las tiendas de los mer- caderes repartian los géneros a centros mineros o ciudades meno- res. Los metaderes de la carrera manejaban capitales que desde i siglo xvr podian sobrepasar los cien mil pesas de plata (0 pata- cones), rigueza con la que sélo contados terratenientes y algunos mineros podian rivalizar. Estos comerciantes al por mayor manejaban una gran parte del crédito colonial, aquél que estaba representado por obligaciones LA BOONOMIA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1560-1800 personales, garantizadas por una eseritura piiblica (sin garantia hipotecaria), por simples vales o por un asiento en sus libros. Los préstamos que usualmente ‘se otorgaban los mismos mercaderes entre sf solian ser de una cuantfa excepeional y se consignaban ante un escribano. En ocasiones se trataba de contratos de coman- dita encubiertos bajo la ficcién legal de un préstamo. Les plazos para tales préstamos no solian exceder de un afio y su tasa de interés era mucho mayor que la de los préstamos censitarins, usua- Jes entre terratenfentes, Aunque la tasa de interés de estos présta- ‘mos solia ser del 10% (contra un 5% de los préstamos censitarios), en el momento de la egada de la flota a Cartagena podia elevarse al 20 y al 25%. 1Los grandes mercaderes se hacian cargo también de “enpleos”, es decir, de dinero de los particulares —fueran comereiantes o no— ‘que deseaban hacer una inversién fructifera en las ferias de Carta- gena o en la plaza de Quito, Estos “empleos” ampliaron el desastre @ muchas fortunas del interior cuando ocurrié el Saqueo d2 Carta- gena por los franceses en 1697. Precisamente ese afio muchos comer- ciantes de Quito, Popayén y Santa Fe habian bajado a esperar la armada. con sus propios capitales y numerosos “empleos”. adelanto de mercancias de los mereaderes a los treiantes o 2 simples particulares se consignaban en memorias o en simples vales, Los asientas de los libros de los comerciantes podian adu- cise también como prueba en juicios ejecutives. Gren parte de la actividad y de los desplazamientos de los comerciantes gizaba en tomo a éstos cobros, aunque podian realizarlas también mediante apoderados, generalmente otros comerciantes, La frecuencia de poderes en los archivos notariales sugiere una comunidad de mer- caderes bien asentada, en la que la proveniencia de una misma reglin en Espafia o vinculos familiares y de amistad jugaban un gran papel. Desde el siglo xvr las fortunas més considerables, aua entre encomendercs, pertenecian a aquellos que podian dedicarse al co- mercio, Algunos encomenderas lo hacian por interpuesta persona (sobre todo cuando tenfan tienda abierta) para no inhabilitarse Para él ejercicio de cargos honorificos, generalmente en el cablldo ‘MANUAL DE HISTORIA T 271 de su ciudad. Pero ya en la segunda mitad del siglo xvm grandes comerciantes en Santa Fe (Ricaurtes, Londofio y Trasmiera) y Popayan (Arboleda, Hurtado del Aguila, Diego de Vitoria) no s6l estaban asociadés @ 18 politica local, sino que ocupaban cargos en Ja burocracia imperial. Un Ricaurte era oidor en Quito, mientras su hermano habia heredado 1a tesoreria de Ia Moneda en Santa Fe. En Popayan, un Hurtado del Aguila fue contador de la Caja Real a comienzos del siglo xvm. Estas promociones vinieron después que Jos descendientes de un comerciante se habian integrado a los estra- tos més tradicionales y posefan haciendas y minas. ‘La influeneia local de los grandes comerciantes fue muy noto- ria en el curso del siglo xvm. El comercio de esclavos y el contra- bando estuvieron en el origen de las grandes fortunas de la época y de la influencia creciente de este sector. En algunos sitios la competencia por el poder loca) originé conflictas con otros sectores que finalmente se resolvieron a favor de los comerciantes, privile- giados por la politica ilustrada de los Wltimos. borbones, 2, Las mereancias: “Ropas de Castilla” y “Ropas de Ia Tierra”. El contrabando ‘Las necesidades de los pobladores espafioles atrajeron desde muy temprano mercaneias europeas. Durante la Conquista estos artfeulos habjan sido escasos, pues e) aprovisionamiento desde Europe no sélo era precario sino que el mismo intemamiento de las expediciones las alejaba de los sitios a donde legaban. De alli que los conquistadores tuvieran que pagar las mercancias europeas, ‘asi literalmente, su peso en oro. El trabajo del historiador francés Pierre Chaunu ha mos- trado cémo el volumen de este tréfico respondia a le importancia de los asentamlentos espafioles. Durante los decenios de 1531-1540 y 1541-1550 los puertos de Vera Cruz y Nombre de Dios sobrepasa- ron en actividad a su antigua base en Santo Domingo. La plata peruana y mexicana rivalizaba, pot Jo menos en peso, con el oro de.Santo Domingo durante el primer decenio, y en el segundo lo 772 LA ECONOMIA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800 sobrepasaba aun en valor. Frente a estos dos puertas, 1s actividad de Cartegena fue muy modesta hasta el decenio de 1581-1590, en «que experiment un crecimiento que culminé en el decenio sigulente, ‘Las magnitudes del comercio de 1600 se mantuvieron con altibajos en las treinta afios siguientes, para caer abruptamente después, Esta tendencia de) tréfico comercial es una réplica de la curva de Ja produccién aurifera Los dos decenios del trénsito al siglo xvm significaron para Espafia un esfuerzo enorme en cuanto a la organizacién del comer- clo, su fiscalizacién (en 1592 se introdujo Je aleabala) y su defensa mediante el costaso sistema de flotas armadas, Tras la captura de 1a flota entera en Matanzas (1628) por los holandeses, una gue- tra con Francia (1635-1659), revueltas en Catalufia, desasosiego y conspiraciones en Castilla, la separacién de Portugal (1640), dos bancarrotas de las finanzas reales (1647 y 1653), una nueva cap- tura de la flota (1657), esta vez por los ingleses, y la pérdida con- siguiente de Jamaica, el comercio regular con las Indias se vio muy afectado. En este periodo de 1653 y 1659 sélo pudieron arribar a Cartagena una flota (enero de 1654) y cuatro galeones. Para un observador contemporineo de Ja Nueva Granada era “...cosa ‘tan irregular y tan impensada, que desde que se descubrieron estas reinos de Indias no se ha visto....”, ‘Nuevas guerras con Francia (1673-1678 y 1697, cuando Espafia ‘tuvo que ceder parte de Santo Domingo), y aun sin ellas, trajeron ‘saqueos de plazas fuertes que vigilaban el comercio entre la metré- poli y sus colonias Porto Belo en 1668, Maracaibo en 1669, Santa ‘Marta y Rio de la Hacha en 1670 y la captura de Cartagena en 1697, Ya se ha mencionado eémo en esta ocasién los comerciantes de Ja carrera perdieron no sélo sus propios capitales, sino los “empleos” que hablan levado a la feria. No eran, sin embargo, las flotas espafiolas las tinieas en abas- ‘tecer de ropas de Castilla a los mercaderes de la carrera. Pues lo de ropas de Castilla no pasaba de ser un eufemismo para designar cual- quier mercancfa de procedencia europea. No slo el comercio licito estaba dominado en la fuente misma de su monopolio, Sevilla, por ‘MANUAL DE HISTORIA 2m capitales tranceses, genoveses, etc. ya desde comienzos del siglo xm, sino que otras naciones fondeaben sus barcos en las costas del Ca. ibe 0 sobornaban a los funcionarios de los puertos para vender sus mereancias de contrabando. ‘Los asientos de la trata negrera que Espafia tuvo que otorgar sucesivamente a portugueses, franceses e ingleses, servian para disimular también la introduccién de mercancias de comerclo ili- ito, Durante el siglo xvn, las luchas por 12 suptemacia colonial, que interrumpian el tréfico entre Espafia y las Indias, favore- Gleron la actividad de empresarios-piratas ingleses, franceses y holandeses. Durante el siglo xvi el auge de las pasesiones anti- lanas, particularmente Jamaica, permitié a los ingleses desver- lebrar completamente el comercio espafiol. A comienzos del siglo xvuz las cosas habian legado a tal punto, que podia presumirse que cualquier comerciante de la carrera esta- ba mezclado en el contrabando. Asi, entre 1710 y 1713 se otorgé ‘un indulto al que se acogieron voluntariamente muchos comercian- tes, entre ellos hombres que gozaban de prestigio local y de cargos honorificas como los maestros de campo Agustin de Londofio y ‘Trasmiera (uno de los comerciantes més ricos de Santa Fe) y José Tafur de Valenzuela (quien habia administrado la Real Hacienda en Santa Marta). Como resultado del indulto se recogieron mas de 44 mill petacones entre quince comerciantes. Este indulto, lo mismo que uno similar que se extendié a los mineros del Chocé que no habfan pagado los quintos reales, revela la incapacidad en que se encontraba el Estado espaficl para controlar aun aquello a Jo que Gedicaba sus mayores desvelos. En momentos de conflicio con potencias extranjeras, y especialmente los primeros afios del siglo xv marcados por la guerra de secesién, las flotas se hacian tan frregulares que el contrabando Uegaba a aceptarse como la forma normal de abastecimiento de las colonias. El comercio —legitimo o ilegitimo— obtenia tases de genan- cla exorbitantes y servia para drenar no sélo el metal emonedado sino también el oro fisico que no habia pagado quintos reales. ‘Era el origen de las fortunas més sélidas en el Nuevo Reino y la 4 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800, gobernacién de Popayén, y la fuente de capitalizacién de minas y Ihaciendas cuando los comerciantes de 1a carrera (generalmente espafioles) decidian avecindarse, Naturalmente, la suerte del co- mercio estaba ligada a la coyuntura general y, sobre todo, al ritmo de la explotacion del oro. Sin embargo, como observaba un funcio- rio en medio de la crisis del siglo xv, “,,.munea ha cesado el comercio de los frutos y mereaderias de este Reino con Ia costa y todas las ciudades donde se saca oro, que importan mucha eantidad, ni tampoco han dejado de venit mereaderias de navios que han entrado en Car gena...”, Es decir, que el comereto podia allmentarse hasta cierto punto con la produccién interna. En algunos casos, 1a carrera individual de un comerciante hab{a evolucionado desde su calidad de simple tratante a la de mercader. El fundador de una gran dinastia de terratenientes y mineros, Jacinto de Arboleda Salazar, se inicié como tratante en Anserma, en donde fue procesado por un visitador por vender géneros indios y esciavas. Cuando el Chocé era una ert inhisplta atrao también a muchos trtantes que espera. ir un capital con ban sdquiir un eal eon ls gananelas que ae obtenian en e Algunos géneros agricolas podian ser objeto también de tran- saceiones provechosas. Los cereales del Nuevo Reino, por ejemplo, allmentaron metcados urbanos, centros mineros y la plaza fuerte de Cartagena hasta comienzos del siglo xvm, cuando fueron susti- ‘tuidos por las harinas que Introducian los ingleses de sus colonias, al amparo de la trata negrera. Las harinas del Nuevo Reino fueron objeto de un prolongado debate en el siglo xv. Algunos virreyes (slave y Guirior, por ejemplo) quisieron astimiilar este comercio, ppero otros (Solis, Messia de la Cerda) autorizaron a asentistas par- ticulares para que introdujeran esclavos negzos y con ellos bastante harina como para abastecer a Cartagena. Gran parte de las difi- cultades residian en el transporte de las harinas desde el interior. En 1757 quiso regularizarse el aprovisionamiento mediante un mo- nopolio otorgado'a dos comerciantes. tstos no pudieron cumplir MANUAL DE HISTORIA T 215 sus compromises, tanto por las dificultades en el transporte (que combinaba mules y embarcaciones) como por la competencia de Jas harinas que venian con Jos esclavos. Del Nuevo Reino se llevaban también a Cartagena y a los centros mineros de Antioquia amicar, carne, camisetas, costales, cabuyas, ajos, frazadas, garbanzos, cacao, lienaos, sal, artoz y pa- nela. Se conservan algunas cifras (que se han reducido a un gré- fico) sobre el derecho de puertos que estos articulos pagaban en Honda y que revelan los altibajas en et volumen de este comercio, La curva, que eubre més de cuarenta afios del siglo xvm, muestra tuna cierta estabilidad, pues los derechos fluctuaban apenas entre cuatro y seis mil pesos de plata cada ato. Durante el virrelnato de Messia de la Cerda (1761-1767/8) se observa un cierto auge, seguido de tna depresién que se prolonga mis alld de la Revolucién de Jos Comuneras. a estructura de este comercio puede deducirse de las cuentas detalladas de dos afics (1773 y 1775). En 1773 pasaron por Honda, con destino a Cartagena, Mompox, Santa Fe de Antioquia, Medellin, Remedios, Rionegro, Marinilla y Yolombé 6.752 arrobes de azicar, 1.930 cargas (de 10 arrobas) de harina, 375 cargas de cacao y 381 de frezadas. La harina pago el 28.7% de los derechos, el azticar 23.4%, el cacao 22.1%, las frazadas el 113% y el resto (14.5%) estaba repartido entre eerdos, jamones, garbantos, sal, arroz, pa- nela, ete, El comercio estaba dominado por antioquefios (Carras- quilla, Tirado, Posadas, Montoya y Aranzazu) que enviaban mer- cancias desde Honda a sus socics en 1a regién antioquefia. Que este comerefo no representaba gran cosa, puede deducirse del hecho de ‘que para 1716/18 se calculaba que las solas regiones de Tunja y Villa de Leiva eogian 30 mil cargas de trigo. Para el mismo afio de 1773 la jurisdiccion de Pamplona producia 6 mil quintales, 0 2.400 cargas, cantidad que excedia la que se registraba en Honda para abastecer a Cartagena y a los centros mineros. El consumo de Cartagena tampoco parece haber sido demasiado grande, y lo que empujaba a buscar el control de este mercado contra los abasteci- mientos de las colonias inglesas eran los mejores precios que se podfan obtener por ef trigo. Segiin el Tribunal de Cuentas de San- 218 LA BCONOMEA ¥ LA SOCTEDAD COLONIALES, 1860-1600 ta Fe, entre 1701 y 1713.se habian evado a Cartagena 4.246 cargas de harina, la mayor parte extranjeras. ¥ entre 1714 y 1769 el con- sumo habria sido de 60.590 barriles (de dos quintales) introducids por los negreros, Estos barriles representaban entonces un consumo anual aproximado de 900 cargas, El problema parece haber resi- dido en la amplitud de los mercados para una produecién especia- lizada, Por eso el auge de los yacimientos antioquefios debié suptir Ia pérdida del mercado cartagenero. El comercio local suftié finalmente la suerte que habia corrido el monopolio andaluz debido a la irrupelén de productos extranje- ros, En 1773 el Tribunal de Cuentas de Santa Fe observaba c6mo, fuera de la decadencta de la agricultura, habian venido también a ‘menos los obrajes en que se frabicaban ropas de batan, “pafietes", “frazadas”, “bayetas”, ete., que antes se vendian en las provincias de Caracas, Maracaibo, Barinas, etc. Las ferias de Tunja habian periido importancia debido a que la compaiiia Guipuzcoana traia lienaos fines y otros textiles a cambio de cacao, y con ello perdian estimacion las ropas fabricadas en el Reino y aun las de Quito. El iltimo cuarto del siglo xvzr trajo consigo cambios radicales ‘en los patrones de comereio entre Espaiia y sus colonias. El fin de Ja guerra de los siete afios (1756-1762), en la que Espafia participé en 1762 por un lado, y por otro el crecimiento expetimentado por los paises de Europa occidental en los inicios de 1a revolucién industrial, ‘celeraron la puesta en prictica de los principtos reformadores que carecterizaron la politica lustrada de los wiltimos Borbones, espe- clalmente de Carlos TIL. El Reglamento de libre comercio de 1778 fue la culminacién de una serie de medidas destinadas a liberalizar gradualmente y a incrementar el tréfico entre Espafia y el Nuevo ‘Mundo, La metrépoli queria sumarse ahora a la expansién que pro- metia al erecimfento industrial localleado en algunas regiones de 1a Feninsula. Para ello debia modificar sus rigides patrones mer- canillistes, tal como lo proponfan los ministros ilustradas 0 el tra- tado atribuido a José Campillo sobre Nuevo sistema de gobierno eoordmico para la América (,1743?). En 1768, por ejemplo, se habia COMERCIO POR HONDA (Segun los derechos de pusstos) j : vatng aa” soead 2 LA ECONOMIA ¥ LA SOCIEDAD COLONTALES, 1550-1000 autorizado el comereio intercolonial entre Pert: y Nueva Granada, y en 1774 entre todas las colonias con puertas en el Pacifico. Esta me- dida favorecfa a los reales de minas del Cliocé que durante todo el siglo xvm habian visto limitadas sus fuentes de abastecimiento, En 1776 y 1777 Santa Marta y Rio de la Hacha se sumaron a otros puertos del Caribe (y a Mallorca, Louisiana y la provincia de Yuca~ én) que se habian abierto a los grandes puertas espafioles, El Reglamento de 1778 no surtié efectos visibles en Nueva Granada hasta pasado algin tiempo. Un trabajo del investigador inglés Anthony Me Farlane muestra cémo s6lo a partir de 1785 se experimenté un crecimiento gradual en el movimiento del puerto de Cartagena, Lo més importante de este movimiento fue sin duda la alteracién perceptible de la estructura misma del comercio en Jos articulos coloniales. A pesar de que el producto tradicional de exportacién, el oro, siguié ocupando el primer lugar, e inclusive aument6, a su lado otras exportaciones crecieron moderadamente. El algodén pasé, de 2.573 arrobas en 1770, a un promedio de 24 mil en el quinquenio 1785-89. La exportacion de cacao por Car- tagena aumenté en el tiltimo decenio del siglo, aunque el Area de produceién granadina estaba ubicada en la region de Ciicuta, como una prolongacién de las plantaciones de la Capitania de Venezuela, por donde encontraba su salida. Los cueros siguieron exporténdose, Jo mismo que el palo brasilete de la provincia de Santa Marta. La quina tuvo un breve periodo de auge para ser remplazada muy pron- to por la que provenia de Ia Audiencia de Quito. Aunque las promeses que desperté 1a politica borbénica con respecto a este comercio y a su diversificacién en productas tropi- cales se desvanecieron con las guerras desastrosas en que se Vio envuelto el Imperio a partir de 1796, debe verse en las nuevas orien- taciones, aun con todas las restricciones del patrén mercantilista colonial, un preludio la incorporacion de las futuras naciones a un tipo de intercambios que tba a provalecer durante el siglo xrx y aun més alld, ‘MANUAL DE HISTORIA 219 Iv La sociedad A. CONCEPTOS HISTORICOS SOBRE DIFERENCIACION Y CONFLICTO SOCIAL St LA mistor1a Econémica esté en su infancia en Colombia, la historia social, en rigor, no ha acabado de nacer todavia. La curio- sidad que deberfa despertar una tematica que, segiin un. historiador inglés, cubre toda Ia historia pero desde un punto de vista social, sélo ha podido fijar rasgos generales, a veces muy imprecisos, res- pecto a las clases sociales. Pero atin estas observaciones siguen sien- do subsidiarias de una historia politica cuyo esquema entrenta a espafioles e indigenas durante la Conquista y a espafiotes y criollos en los episodios de la Independencia. Curiosamente, aun los comentarios de viajeros extranjeros en el curso del siglo xx, mas préximo a nosotros, no han sugerido tratamientos historiogréficos a pesar de abundar sobre 1o que podria ser el objeto de una historia social. La observacién distante del via- jero subentendia casi siempre una comparacién con Europa y por eso se daba en términos que la historiografia nacional se resistia a asimilar. De otro lado, 1a imagen que reflejaban tales observacio- nes no era nada halagadora, Costumbres, habitos indumenterios y ietéticos, alojamiento, el trato cotidiano entre las clases y el valor social atribuido a personajes por su figuracién politica o por sus esfuerzos intelectuales, el sentido de identidad de una élite en los gestos y en las convenciones que alimentaban su orgullo, la inesta- bilidad de instituciones republicanas incapaces de cohesionar una sociedad en Ja que abismos de desigualdad se aceptaban como el orden natural de las casas, todo aparecia descrito a, veces con sim- ppatfa, a veces con impaciencia, pero con cl necesario distancia miento de una mentalidad urbana y curlosa que se adentraba en un mundo provineiano. La labor de una historia social en Colombia deberia ser seme- jante, aunque mas sistematica, a esta observacién desasida de los Viajetos europeos del siglo xix. Deveria confrontar la realidad so-

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