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ni! lo Julio Aréstegui LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO JULIO AROSTEGUI LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO sBllOG, ran walt G *' tafotocopiano mata * — = dito & Dy, slmorcada st. SO %% yas CRITICA BARCELONA ‘Queda rigurosameateprokibida, vin Is autorizacién exci de los tulares del copyright, bao ths saachonesestbleckls nla eyes, a reprotaccidn oul parcial de esta obra por cual ‘malio 0 procedimiento comprenciden la repeografia y ef trataicnte inlrrate Cuber: Foun Bata Foxocomponicise: Ftocomplt ©. © 1995 2001, ful Aroxegui © la presente eficign para Eapata y América: AL CHICA, SL Proven 240, (8008 Barcel ISON HEREND-IN7-4 Deiat eal 10,631-2001, Uinorews en Kapa 2001 A&M Gia, SL. Sama Perpetn de Mages (Bacelona) PROLOGO A LA NUEVA EDICION Hace cinco aos aparecié la primera edicidn de esta obra, cuyas intenciones, opciones. expectativas y agradecimientos se hacian canstar en el Prilogo escrito para aquella oeasién. Aparece ahora una segunda en cuyo nuevo Prilogo me gustarfa retomar, con la perspectiva que afiade ¢! tiempo transcurrido y la expe- Fiencia ganada aquellos y otros extremos parejos alos que se eontenfan en el an- terior, Pero es claro que a este propdsito se le impone una consideracién previa a la que-no puedo sustracrme, y es ésta: lo que Yo pueda incorporar, recificar © confirmar de lo que decia entonces esti inevitablemente condicionado por la recepcién que el libro ha tenido y por el eco que ha Hegado a mi de ello. El hecho de que se vuelva a editar. y que Io sea con ostensibles reformas —aque ojalé sean realmente mejoras—, dice por sf mismo algo en lo que no es preciso reincidir, Peto no lo dice todo. Y ello es lo que me gustaria especialmente considerar. La recepcidn a a que me refiero tiene muchos perfiles que serfan dignos de algin comentario, pero que no es el propio autor de! libro el mis indicado para hacertos. Entre fo que considero prudente decir se incluye el hecho, lixonjero, «de que aquéttos a quienes una obra como esta iba dirigida especialmente y otros 4 Jos que previsiblemente les iba a servir de ayuda no se han Visto decepeiona- dos, en Jo que yo s¢. Los alumnos que cursan asignaturas de cuya materia ver- sa, los profesionales interesados en los aspectos mas estructurales de su disci- plina, algunos estudiosos de cuestiones limitrofes y relacionadas son los casos nds significativos que conozco. ero no todo funicions conforme alo esperado, Las erfticas y las conirover- sias que yo barruntaba y, naturalmente, hubiese agradecido, de aquellos prof sionales y eolegas de quienes, sin duda, va @ recibir un juicio més aquilatado y, segurumente, més severom, decfamos entonces, no se han producido, © lo han hecho en tina expresidn minima. No me aventuraré, sin embargo, en un sitio como ests, # adelantar alguna posible explieaciGn del hecho que, desde luego, puede tenerlas de diverso signo. A lo que yo sé, e! libro interesé bastante més & Jos coleytas quee por motives profesionales se encuentran més implicados en un trabajo historiogréfico especulative, instrumental © «metahistérico» que a los otros voleado en la estricta peictica empirica. Reconazco que en sana doctring 6, mis simplemietke. en li que este libro mismo pretende inculear, esa distinciéin 8 impertinente, Pero la realidad es teres y aprovecho la ocasidn para Lamentat profundamente semejante terqueda. 8 LA INVESTIOACION HISTORICA:TRORIA.Y. NEETODO. Asi, quicnes més me han hablado de él en trminos constructives han sido, Precisamente, metodlogos y didactas de Ia historia y de las ciencias sociales. fildsofos y algunos otros profesionales de lay ciencias humanas algo mis aleja- dos de nuestra conereia dedicacidn. Una cosa que puedo aftadir con satisfaccion pilena es que en absolut han permanccido indiferentes a lo que el libro ofrecta quienes, especialmente fuera de Espatia, tienen una dedicacidn historiogrifica Plenamente vertida a la meiodologia, a la filosoffa de la historia o a la historia de Ia historiografia, Esas cuestiones, sein sabemnos, no tienen en la universi dad espaftola—y, curiosamente, mucho menos en las facultades de Historia — tun estatuto propio definido, Pasando ahora a cuestiones mis sustanciales que resultan, a mi juicio, de obligado comentario entre estas consideraciones previas, me gustaria sedalar mi convencimiento de que en los cinco afios transcurridos entre las dos ediciones tho parece que se hayan producido citcunstancias, desarrollo 0 innovaciones ‘que hagan pensar que las opciones que este tratado asumié entonces deban ser sustancialmente ectificadas. No desearia, en modo alguno, que esta observacién, sonara a gratuita protesta y desaforado propdsito de no enmendalla, o a presun- cin de ningun género, porque no es ese verdaderamente el espiritu con que se hace. Lo que quiero decir es que si a mediacs de los aftos noventa este peque- fio tratado de reflexi6n historiogrifica. en plena voriine del impacto expansivo del posmodemismo, la lingtistica y la antropologta, a decir de Lawrence Stone al comienzo de la década, habia optado por una visida concreta de la historio- ‘graffa, nada complaciente con las moxias, no parece que cinco aiios después haya razones de peso para cambiar, Esta steoria y método de la investigacién historica» opt6 por una visién en cierto modo normativista, ligada a las cicncias sociales y no en contraposicién, con ellas, formalist en ef método, que se pronunciaba por una integracién de los suberes, flexible en limites tolerables y nada complaciente con ciertas rets- ‘cas al uso —tal como lo veo yo—. No encuentro, por ahora al menos, razones para que deba ser sustancialmente cambiada, porque creo que en la historiogra- fig del siglo en el que entramos habran de cambiar muchas cosas pero ta for- ‘maci6n de historiador deberd quedar lo mis libre posible de cualquier forma de propensin al irracionalismo por muy de moda que esté, ‘Cube suponer que algunos leciores benévolos sigun entendiendo que aqui se presenta uni version en exceso stegaladar de lo que es 0 Jo que deberia ser la Prsctica historiogrifica, pues asf ha ocurrido con la primera versign del tent, Hay quienes encuentran algunas de estas propuestas demasiado indistintas con relaciin a clencias sociales vecinas, La insistencia reflejada en sus paginas sobre ol valor y la eficacia de la préctica al modo cientifico, su alejamiento de as versiones narratvistas y retéricas, la visiGn decididamentc regulativa—aun- ‘uo, desde luego, no dogmitica— del método, son extremos que inclinarian a pensar et unt propiesta tal ver excesivamente rigida. Pero me consta que esta ‘no €8 tin opinién generalizada entre quienes, sin tener por qué aprobar todas sus posiciones, creen en la oportunidad y sentido de un libro como este. in moxlo alguno se propone esta obra reavivar el positivism, per no es PROLOGO 9 ‘menos cierto que contiene una propuesta inequivocamente racionalista. Desde luego, lo que este libro dice presupone que el hisioriador se halla mucho mas cerca del cicntifico gue del artisia. No se es clemente en modo alguno con la historia-iteratura, ta wintespretativar, a relaivistay a ficcional. Manticne que Ja Historia dista de ser una cuestion de opinién 0 de gustos. Pero cree, desde I~ x0, en que tal Historia la hacen «sajetos corpdreos, y que son estos los que constityyen y modifican clases, estructuras y sobredeterminaciones. El sujeto no s¢ capia, sin embargo, sino en la razdn, tanto la instrumental como la histéri- «a, si se quiere, no en la recreacién impresionista, a-tedrica y a-eritica. Por ello ‘ergemos en un futuro racionalista de la historiografia y no en tno pragmatista, En cuanto 4 su talante, tal vex no serfa ocioso recordar aquf un comentario, ‘que conozco indirectamente, de cierto colega que erefa que Ia primera edicién de esta obra no rellejaba suficientemente «lo que los historiadores hacen». Esa ‘opinién, atin con no reflejar exactamente lo que el libro dice, tiene el mérito de haber captado su intencién real: para mi, La fundamentaciGn thtima de la histo- riografia no se basa en lo que los historiadores hacen sino, mas bien, en la erf- tica de Jo que hacen. La pragmitica idea de que historiografia es «lo que los historiadores hacen» no es precisamente de las que yo uplaudo. En este terreno nadie tiene derecho a propiedad alguna como tampoco a cobrar peaje, pero no ‘es oro todo lo que reluce. ‘También el tiempo transcurrido entre tas dos ediciones ha mostrado que es posible y necesario incorporar a nuestro tratamiento muchas propuestas que se han aiiadido a la visién de ta disciplina en los aos noventa tardios. Y en lo posible hemos procurado hacerlo asf. Quienes han tenido a bien hacer comen- turios sobre la edicién anterior han coincidido por lo general en que segura- ‘mente faltaba en ¢} texto un mayor desarrollo de fo que fa sido la historia de kat configuracién misma de la disciplina historiogrifica en la época contermpora- rea, €s decir, desde el comienzo de la construccion de ela en el siglo XIX, y s0- bbraba insistencia en ubicar la prictica historiogrifica dentro de un micho de disciplinas cuya identificacidn cientifica se buscaba afanosamente. La presente edicidn fa procurado limar este enfoque y por ello tods su primera seccidn ha sido remodetada ‘Se manticnen las lineas bisicas, aunque procurando mejorar y sctualizar su ‘exposicidn, los extremos esenciales de fo que constituye una teoria de lo his \6rico atenta a algo mas que a meras constataciones empitica, sin entrar en el terreno de ta especulacién filoséfica. Hemos tenido en cuenta, en lo que nos al ‘cana, lo mis significative que la biblingratia sobre el tema ha preducido des: {de que apareci la anterior edicién, No ha variade la propuesta esencial acerea de la explicacién hisi6rica y, si bien se insiste, en cuanto al discurso historiograi «0, en que ol historicisme narrativista no representa en manera alguna una cap tacién convincente de la Historia, se pondera la necesidad de que La explieacin hhistirico-social flexibilice sus vias, haga uso de recursos diverse, tint form listas como hermenéuticos. Estamos mis convencides. que nunca de que tas ciencias de la sociedad, a historiografia entre ella, estin por encontrar todavia 0 LA INVESTIOACION HISTORIC: THOKIA.¥ METODO 1 punto «galileano» de su imagen del mundo, que no pours ser geomsétrico pero Al qve no le bastard tampoco ser podtico, En nuestra modesta forma de ver las cosss, la historiografia —una palabra, por cierto, que tampoco parece gustar a todos— no acaba de salir con horizon te.claro del cierto marasmo en el que se intemé con la crisis de aquellos pode ‘os0s «paradigmas» que triunfaban en los afios sesenta y setenta, Es evidente que el revival de ellos es impoxible y, en todo caso, indeseable. Pero ta llamada ‘«vuelta al narrativismow no fue sino un fiasco, eon ribetes de moda medistica, potenciada por la expansidn de las maneras posmodemistas y tan vacia de ideas como de competencia técnica. La vuelta del sujeto parece entenderse veces com al regreso del «contar historias». Y ni que decis tiene que la Histo- Fis parece prestar cada dia mejores servicios a quienes saben utilizarla, Pero ninguna experiencia se atraviesa en balde. Ninguna situaciéa histérica. en laciencia normal yen la extraondinaria, representa una vuelta aris. Diria ust ue, si bien nos parsce encontrar una persistencia en lucrisis de ladisciplina, es evidente que van extrayéadove las convenientes lecciones de ella. Quis, la mis [provechosa, aunque no sea gratificante del todo, es la de que tras veinte aibos de incentidumbres, de busquedas, es cierto, de ensayos y de halltzgos parciales,es- {amos convencidos de que el plegarmos al tado vale (el anything goes, que se ‘often Jos tempos centrales de la crisis) «la complacencia con casi cualquier f ‘mula por el hecbo de ser nueva, ila aceptacién de no importa qué propuesta en «tras de un iolerante espintu de apertura, no conduce, ni mis ni menos, que, en el mejor de los ¢as0s, a ninguna parte ¥ en el peor a convert la prictica historio- sgifica en una actividad cultural irelevante en sf mist pero, eso sf, ficilmenie ‘manipulable. Yo nos faltan, por desgracia, buenos ejemplos de ello, ‘Se me podria objetar que la Historia goza de una excelente salud, como ereen bastantes bienpensantes, 1o que no puede estar mas a la vista dado Yo mu- cho que se produce, se vende y s¢ difunde... Pero, desafortunadamenic, esos Aargumeatos pruchan poco. Porguc, en ese sentido, s¢ tatarfa de la misma salud de la que gozan las revistas de frivolidades, la novela histria, los nuevos pro- gramas de «sociologfa televisiva (j) y los deportes espectéculo. No parece que sea ese un buen instrumento de medida, Permitasenos decir que ef problema de Ia historiografia en este comicnzo de siglo tiene que ver sobre todo, a nuestro modesto juicio, con la permanente reduccién de la exigencia en una prictica respetable, con la trivializaciOn, tas Publicaciones superfluas. la historia medistics, la «historia oficial, los modos de trabajo earenies de «oficion, la dificuliad para asumir el cambio y consi- gttiente renovaci‘n. a formacién de los j6venes historiadores, los «falsos» y los nuevos» profetas y Ia «historia basta». Junto ello, camo prueba de una cier- ta crisis de In innovacién historiografica. no deja de ser sintomético el hecho de las abundantes reediciones y republicaciones de obras escrtas hace lustros o décadas, represeniativas de momentos anteriores de las preocupuciones hist6- rics, Demasiado, se pensariiy estoy de acuerdo. Ahora bien. me apnesuro a ma- nifestar que, como toda afirmaciGn sobre fo mismo, admito que ésta también es discutible, manifiestamente mejorable y sujeta a miltiples excepciones... rROLOGO " Lo esperaneador puede situarse en la desisién de quienes no estin —no es- tamos—de acverdo con la situacién, A algunos de ellos me he referido, aunque sea en forma eliptica, renglones arriba Sé que en la profesisn de los historia. doves hay muchas gentes agobiadss por el hastio de lo repetitive y prestas siempre 4 reaccionar contra la imposicin, la banalidad, ta historia que piensa en hacer politica, la sumisiGn medistica —sin exclu la editorial— y kx mis absolutarutina, Naturalmente, me gustaria que este libro limitado y personal {que comprendo que no puede contentar a todos, fuese una vox mis frente a todo lo que denuncio, En fin, una vez mis, la mansidn mais grata en cualquier exordio ex aquella em la que uno entra pars expresar el reconocimiento y agradecimiento 4 quienes han considerado que la empresa merecfa la pena. De bastantes de ellos hablé yen 1995, No me importa repetirme y me alegro de que Ia némina pueda am- pliarse, Como siempre, resulta extremadamente confortante que muchos alum- nos, de diverso nivel, eneuentren este texto instructive y digno de discutirse. aunque no en todas sus pasajes resulte fdcil. As{ ha vuelto a ocurrir en estos cinco afios, dentro y fuera de Espaha. Sencillamente, muichas gracias a muchos alumnos que han aprendido slgo aquf, han descubierto sus diserepancias can lo encontrado y me las han expresado, ‘Mochor de exon alimnoe 9 pefeses son de uversidade de Latinoam rica y deberian ser nombrados, pero no eabrian todos aqui. Results extremada- rmiente grato corroborar plenamente las palabras de Josep Fontana en el prlogo de la segunda edicidn de su Historia, con referencia a lo que se ns honra allt con leenos. Uno tiene siempre 1a desoladora impresidn de que podemos y de> bemos hacer més en compafifa de quienes hablan y ensefan en nuestra lengua allonde el Atldntico, Quiero limitarme a agradecer a algunos colegas de alld el interés tomado para mejorar entre todos ta obra. Tal es el caso de Jonge Saab, tuno de mis més utiles comentaristas, de Jonze Sahorido y Cristiin Buchrucker estos dltimos comparten ahora conmigo otras empresis— y de otros mu cchos colegas con quienes he coincidido en Buenos Aires. La Plata, Rosario, Santa Rosa de La Pampa y Tucumén y de quienes siempre he escuchado co- mentarios constructives. Quiero agradecer Ia comprensién y el apoyo de muchos colegss antes ¥ sahara, De Glicerio Siinchez Recio, Antonio Nifio, Gonzalo Bravo, Gonzalo Pie ‘sama, José J. Diaz. Freire, Guillermo Castin, Raimundo Cuesta, Ange! Duarte, Luis Enrique Otero, Sergio Riesco, Alberto Luis y Jordi Canal. En el caso de Juan A. Blanco he de agradecer ademds su ayuda tanto en la lectura detenida dl texto como en Ia basqueda de algunos materiales. Caso especial es también cel de Elena Hernindez Sandoica. colega y compaftera de empresas historiogré- ficas comunes, de quien recibi desde el primer momento un particular aliento, y ‘con quien las diserepancias intelectuales se convierten siempre en fuente de ins- pirscidn, Resulta casi ocioso afadir que he escushado y tenido en cuenta ‘hus sélidas, informadas y atendibles opiniones. Al final sin embargo, ninguna Cy [La INVESTIGACION MSTORICA: TEORLA ¥ MIETODO de mis amables consejeros y comentaristas puede ni debe sentirse corresponsa- thle de lo que aqut se sostiene ‘Agradezco de nuevo el impulso inicial que fue para esta obra la buen co- sida que le dio Josep Fontana y Gonzalo Pontn y La benevolencia y paciencia de todos los que en Editorial Critica contribuyen a que las ideas adquieran for- ‘ma de libro. Quiero mencionar y agradecer explicitamente el placer de la cola ‘boracidin con Gonzalo Pontén, Carmen Esteban y Silvin Iriso ‘Me animo a pensar en fin, que tal vez-n0 sea ésta i dltima ver que el libro sufra un remazamiento para adaptarse a los cambios que en nuestra tarea intro- duce una sportacién incesante de nuevas ideas y nuevas realizaciones. Apor- tucién que el tiempo futuro parece que nos anuncia en mayor cuntidad y con mayor contundencia. Y asi, el destino que mis deseamos para la obra es et de ue, a la postre, su principal significado y su mejor fortuna las encontrara en dar Siempre cucnia de cosas nuevas y seguir insistiendo en las que continuarin siendo imenunciables, Junio Arosteaut Madrid, diciembre de 2000 SECCION PRIMERA TEORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFIA (La naturaleza de la disciplina historiogriifica) La seccidin primera de este libro pretende exponer la problemética general, tal como se la considera hoy, del conocimiento de la Historia. Para ello se par- tede la distincién cuidadoss entre lo que es la entidad Historia y to que puede ser una disciplina del conocimiento de la Hisioria.* Proponemos decididamen- te adoptar para ésta el nombre de historiografia, pot rizones que se exponen con suficiente claridad, ereemos. mis adelante en el cuerpo det texto, Como toda disciplina que imenta elaborar y acrecentar un cuerpo de conocimientos sobre detemminada maieria, que represeaten algo mis que un mero ejereicio de sentido comin, la historiografia necesita dotarse de algiin contenido tedrico, Pero hasta el dia de hoy esta es una de sus grandes La teoria de la que hablamos tiene. segtin se explicara después también, un doble sentido que igualmente conviene distinguir. Primero, toda disciplina nox ‘malizada construye, por una parte, un cuerpo de explicaciones articuladas para definir cl objeto al que dedica su estudio, En nuestro caso, a un trabajo de ese tipo eal que corresponde adecuadamente el nombre especifico de tearia de la Historia, Es la teoria que debe inteniar dar una respuesta convincente a la pre~ gunta zqué es la Historia? Constituye un saber susiantive y emptrico que Wala de definir cul es el campo de la realidad que et historiador aborda y que en modo alguno equivale al «desarrollo» de la Historia Universal, sino a la Teflexion sobre la naturaleza de lo historico. Pero, en segundo lugar, existe otro tipo de teorfa necesaria: la que intenta establecer no ya qué es la Historia sino emo 4¢ la conove. A este tipo de trabajo lo devominamos feorta de la Historie “fla. Traia de cOmo se conoce Ia Hisioria y céme los conocimienios objenisos ‘pueden agruparse de forma articalada cn un disciplina de conocimiento, Su tipo de saber es disciplinar 0 formal. Existen, por tanto, dos formas de teorfa a las que el historiador debe prestar fatencidn y, por supaesto, no confundir: la teorfa de la Historia y la teoria de la historiografia, Normalmente, esta segunda contend a la primera. Ninguna de ests tareas se confunde en absolute ni con la filosofia de la Historia ni com la historia de la historiograffa. Cada uno de esos otros dos empedos tiene st pro ‘pia entidad, distinta de la teorfa, y no son nuestro objetivo agus, aunque i la tne ta primera sexcion de la bea hers procurahs que la platen Historia apatesca ‘com mayascilacando hace eefecnca a ls setidas, al bet esto. Cuan alana Ye2 ‘aparece com miaescila es por hm autores dl ena Haman ant sata, a ssi Bi Metogriien 16 TWORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFTA ‘historia de Ia historiogralfa debamos dedicarle una atencién pretiminar y com- pplementaria, por las ruzones que en su momento expondremos también, ‘Una buena parte tumbién de esta Scccién primera se dedica a exponer de ‘manera circunstanciada e tiendo de lo conseguide por las diseiplinas mas desarrolladas, Hay unos térmi- 5. Habtargos de slenguaje formals, de league consruido por ef hombre de forma pla ficada con areyho + unas reyiay esc, por comrasle con et slenguaje natal, el hata del homntye qos va inverta ne proces sme de hotinieacn. 6, La natrateza especial dl lengunje cetiico es anuizada tans por b propia eiatemole ‘2h. y metoiopa de la chen, como po la lola del lenguaje. Cf, el antigo pero Inerosante ‘stud de G.G. Granger, Formaliame y Ciencias Humana, Ae, Barcelona, 1065. Tain ‘wet sunt ot peer Mw se K. Rety Elgin fngacnc, Bbc Pade U.A de Hare ‘a, 1900, Pa bs dian concepcines de a lene, ef). evar, fata whe meh ooh cient LF le a Ciencia eo gla KX, Cedex, Mais 1000 20 ‘TWORIA HISTORIA IE HUSTORIOGRAIA ‘nos espeetficos de la economia o de la Lingtistica, por ejemplo, que son muy ea Tacterisicos y estin absolutamente aceptndos. Pero, en todo caso, el lenguaje eespecializado es hoy una de las cuestiones mis problemiticas en el campo de as cicncias sociales, El problema terminolégico en la ciencia se manifiesta antes que nada 1 pro- Pésito del propio nombre que una disciplina constituida debe adoptar. ¥ por lo {gue concieme a la nuestra ese cs el que primero vamos w abordar. Se ha dicho menudo que el empleo de wna misma palabra para designar tanto una realidad ‘expecifica como el conocimienio que se tiene de ella constituiria una dificultad ‘apreciable para el logro de conceptuaciones claras, sin las que no son posibles ‘delantos fundamentales en el metodo y en los descubrimientos de la ciencia, Por lo tanto, siempre que un cieno tipo de estudio de 1a realidad acaba defi- ‘niendo con Ia debida claridad su campo, su Ambit, su abjeto, es deci, el tipo de fendmenos a estudiar, y se va perfilando su forma de penetrar en ellos, osea, su método, surge la necesidad de establecer una distincién, relativa al menos, cenire ese campo mismo que se pretende conocer —ya sea It sociedad, la com> posiciGn de In materia, la vida, Jos nummeros, la mente humana, et— y el con junto acumulado de conocimientos y de doctrinas sobre tal campo. La ereacidn de un vocabulario espectfico para un dea de conocimiento dada empieza precisamente ahi en cOmo diferenciar en e! lenguaje un cierto ‘objeto de conocimiento y la disciplina cognoscitiva cientifica) que se ocupa de 61, Se trata, sencillamente, de dotar a wala disciplina de un upelativo wenerico que describa bien su objeto y el cardcter de su conocimiento, Loy nombres de las ciencias se invemtan: e30 es lo que ocurrié a partir del siglo xvi. Es fre- ‘cuente asf que el nombre de muchas cicncius nacidas de la expansidn de los conocimientos desde entonces se haya compuesto de una particula descripti de a materia, ta que se ha aftadido un sufijo que es un ncologismo calificati- vo comin: Jogia, tomado del griego logor. Sociologia. psicologia, geologia, etc. 0,4 veces. grafia, descripcién: geografia cristalografia. Pero hay parcelas del conocimiento mucho mas elisicas con nombres particulares: la Fisiea es un buen ejemplo de antigii denominacién griega, aplicada ya por Aristételes. Y hay atin otro fendmeno no inusual tampaco: el de que el nombre de una disciplina haya acabado creando in adgjetivo nuevo para designar ta realidad que estudia: la implantacién de la psicologia ha acabado creando cl térraino «psico- lGgico, la geologia el término «geol6gico». In geografia «geogriticom. El nom ‘bre de tna cieacia determinada, constituido por un neologismo, ha dado lugar. 4 Yeees, « un nombre distintive para el tipo de realidad de la que se ocups. Anjibolrgia del término «Historia» 1.2 someras consideraciones que hemos hecho son titles para analizar un problemi andlogo y real de nuestra disciplina, a saber: el de la mis adecuada ‘Jetiominacién posible, y distintiva, para la investigacion de la Historia y para 1 discurio kisibrico normatizado que esto produce. La shistoriografia» es uns diveiplina afectada en diversos sentides por el problema del lenguae en que se plasma su investigacion y su sdiscurso», Por ello es preciso tatarlo ahora. MISTORIA E-HISTORIOGRAMA: LOS FUNDAMTNTOS 21 ‘La cuestidn comienza con ¢! hecho, comin a otras disciplinas, desde luego, ‘de que una sola palabra, Hisroria, ha designado tradicionalmente dos cosis tintas: ta Historia como realidad en ia que el hombre esti inserto y, por otra par fc, cl conocimiento y registio de las situaciones y los sucesos que sefalan y ‘manifiestan esa insereidn. Es verdad que el término istorie que emples el grie- £80 Herddoto como titulo de la mitica obra que todas conocemos significaba jus. lamente «investigacién», Por tanto, etimoligicamente, una «Historia» es Una «in vestigaciéns.’ Pero luego la palabra Hisioria ha pasado a tener un significado mucho mis amplio y a identifiearse con el transcurse temporal de las cosas ‘La enudicién tradicional ha aludido siempre a esta incémoda anfibologta estableciendo la conocida distineidn entre Historia como res gesiae —cosas su- cedids— e Historia como historia rerum gestarurt —relaciGn de las cosas sucedidas—, distineidn sobre ta que llamé la atencién por vez primera Hegel: la palabra historia —dice el ilisofo—redine en rsestra lengua el sentido abje- tivo y el subjetivo: significa tino historia rerum gestarum como las res gestae ‘misma, tanto la narracién hist6riea como los hechos y acontecimientose.* En la sctualidad, Hayden White ha sefialado que el término Historia se aplica que tienen las cosas. Por lo tanto, &s més Uurgente dotar de un nombre inequivoco a la escritura de la Historia que hacerlo ‘con las disciplinas que estudian esas otras realidades. que. por lo dems, tienen nombres bastante precisos: éptica, botinica, 2ologia o medicina. Es primordial dejar enteramente claro, desde In palabra misma que lo designa, qué quiere decir «investigar la Historia». No puede negarse que en el caso del estudio de la Historia existen razones suficientes para estimar que de uns primera dilvcida cid eficaz de esta cuestin terminol6gica—y después, naturalmente, de todas las demiis— pueden esperarse grandes clarficaciones, La indole no trivial de In CcuestiOn terminoldgica la manifestaron ya hace tiempo corrientes historiogr’- ficas como ts de los Annales, o la marxista, y ambss han hablado de urna «cien- cia de la Historia», La palabra Historia tiene, pues, como se ha dicho, un doble significado al ‘menos. Pero, a veces, se han introducido palabras o giros especiales para ex- presar sus diversos contenidos seménticos. As{ ocurre con la clara distincién que hace el alemain actual entre «Historie» como realidad y «Geschichte como 10, Ene capitulo 4,cm i seccin segunda de eta obra. volverems tat custones e Nereis sla entidad misma de a Histor HISTORIA E HISTORIOGRAHA: LOS FUNDAMENTOS 2 ‘conocimicnto de ella a las que se aftade iuego ta palabra +Historik» como tra- lamiento de los problemas metodoidgicos. Jerzy Topolsky ha sefialado que Ii palabra Historia, aunque sea solo usada para designar la actividad cognoscitiva, de lo histérico, encicrra ya un doble significado: designa cl proceso investigador, pero tambign cl resultado de esa invesigacién como «reconstruccién en forma de una serie de afirmaciones de los historiadores sobre tos hechos pasados».! Si bien es ésta una sutileea innecesaria, pues no hay investigacién Kigicamente separada de una construccidn de sus resultados, In observacidn ayuda a com prender las consecuencias no triviales de ext continua anfibologéa. En defini- tiva, Topolsky acaba distinguiendo tres signifieados de la palabra Historia; lox sthechos pasidos, las «operaciones de investigucidn realizadas por un investi- gadors y el «resultado de dichas operaciones de investigacidn». En algunas len- ‘guus, alade Topolsky, el conocimiento de lox hechos del pasado ha sido desig- nado eon otra palabra, la de historiograffa. ¥ es justamente en tal palahra en la ‘que queremos detenemos au con mayor énfasis Afirmii umbiéa ‘Topolsky que lt palabra en cuestién tiene un uso esencial- ‘mente auxiliar, en expresiones como «Historia de la Historiografiae, a la que Podriamos afadir otras como «Historiografia del tomate» o «Historiografiacana- Tia», por cjemplo. Ese sentido auxiliar. que sefala Topolsky. no impide, a nuestro Juicio, la venuaja de que la palabra Historiograffa tiene una significacién univo ‘s6lo se refiere al resultado de la investigaciGn». Y ello respeta au ctimalogia. Sin embargo, continia este autor, al no indicar ningin procedimiento de investi- gncidn, el témino no ha encontrado una aceptacidn general, «ni siquiera en si sentido mis estricto», Por ello «la tendencia a emplear el témino historia, mis luniforme, es obvia, uw pesar de que suponc una cierta fata de claridad.! EL concepto de «Historiografia»: investigacién y escritura de la Historia A veces se ha propuesto otro vocablo para cumplir esta funcién: Historios Jota. Es innegable que desde cl punto de vista filolégico, tal palabra desem- Peharfa la perfeecion la tare de designar Ia «ciencia de la Historian. Pero Posce, sin embargo, un matiz demasiado pretencioso: el de suponer que lt i> ‘Yestigacidn de la Historia puede considerarse, sin mas, una «ciencian. Fue Or- tega y Gasset quien propuso el empleo de ese término de «Historiologi» como esignacidn de una actividad que él crefa imprescindible: «No se puede hacer historia si no se posce ta técnica superior, que es una teorfa general de las reali slides humanas, lo que Hamo una Historiologian.* «Historiologia» es emplcada también, en ef sentido que aquf sefalamos, como investigacidn de la Historia, Por algunos fildsofos mis, mientras quc, por el coatrario, cierios historiadores 11. A Topolahy, Metodolia seta Misra, Clea, Ma, 1985 yp. $45, 12. Op. e458. 14. Ortega y Gasset, Una iterpretocin sel Hisoras Universal. En sor Tybee Ex Obra commpleta, Ma, 1943, tom IX, pps 147-148 En esta ota ve enon sobre ta Historie explicit su mala opinion de fos strtacones —, Mia a ‘iw be el eset intact de do (La corsve ce Ona) u “THORIA, HISTORIA t HISTORIOCIRATIA Jathan empleado en cl sentido de reflexidn metahistérica que le da Ortega. asi Ciaudio Sincher Albornoz y Manvel Tufién de Lara." Ea consecuencia, la pas Jabra Historiologia no es valida para nuestro propdsito. Introduce mis dificul- tuiles semainticas que tas que resuelve, “Joan Walh ha hecho unas precisiones stimamente interesantes a propésito del uso de las expresiones Historia ¢ Historiografia.” Para Walh, el recurso a los iccionatios antiguos 0 modemos en cualquier lengua no nos resuelve el pro- tblema de la distincién entre estas dos palabras. Sefala como may sutil la ayuda {que buses Hegel en el latin —res gestae. hivoria rerum gestarun— para dis- tinguir entre las dos facetas. Pero la epistemologia debe proceder con principios ids estricios que el lenguaje ordinario, Por lo tanto, propane Walh que, en t0- idos lox casos en que pueda existir umbigiledad, se acepte el término «Historia» ‘epara designar los hechos y los eventos a los cuales se refieren Ios histoniado- fess y ol de historiografia «cuando se trata de escritos —‘celul d’historiogra- phic lorsque il agit o’éerits"—. Esto ilumina con gran claridad el modo en que os palabras distintas pueden servir, ofectivamente, para designar dos reali- ‘dudes distintas: Historia, ln entidad ontoldgica de lo historico: historiograta, et hecho de escribir la Historia, ‘Abora bien, los «malos usos» de Ia palabra Historiograffa son también fre~ ccuentes. Ciertos autores, especialmente de lengua francesa, han atribuido a 1a palabra «Historiograffa» significaciones que su Sencilis eumolagta no auioriza Y que complican de forma enteramente innecesaria y hacen equivoca su origi- ‘aria significaci6n, Naturalmente, tales errores de los franceses han sido de in- mediato aceptados por sus imitadores espanoles. Exisien al menos dos usos impropios de la palabra Historiografia y algunas otras imprecisiones menores no dificles de desterar, en texto cas0. Fl primero es el uso de historiografia en ‘ocasiones como sindaimo de reflexidn sobre la Historia, al estilo de Yo que ha- tia Ontega y Gasset con la palabra Historiologia. El segundo ex ta aplicacién, como sindnimo y apelativo breve y coloquial, para designar la Historia de la Historiografia, cuando no, como se dice en alguna ocasién también en medios franceses, 1a historia de la historia!* ‘Un autor espaiiol actual hace también a lt palabra en evestién objeto de una notble diatriba, «La palabra hisoriografia —dice—es un neologismo que gus ti poco y que se utiliza en contadas beasiones. Tiene la ventaja de referise & un 14 C.Sinchee Albomoe, Hisioria y Libertad: Ensayos de Historioloria, Maid, 1974 AMT de Lara. Qu storia? Algunar cuestomes de Historie. Fn Sisiena Mati), 8. bai de 1078.09 3 99 TS J. Wath, Hlsrogrophle Structurale, Masson, Pars, 1, p19 {i tina contin) retina expresion ha tenido cir €sio on Francia La emples, entra arom bee tan prevent haeeo.y de tan espanions tadacci al espaol, como ede 1. Le Chea, Renu c Misra, Pais. Barcelona. 19P1, pp. 13 y passim. «Historia de la Historian ‘Ch enmplendo van, pr erp. en (i, Tier y J. Taland, Gime prepara un trabajo de sasuntMfenndon' Féontons) Oson-Ta, Barcelona, 1999 (version francesa de 1948). pp. 18 {inex tic edo franceses una manera com de bir la «iisets de ta Hbsoriografian Es evan pr har ye wots sbanen de ka aera ra que el estado alcanzado por una ciencia tiene razones objetivas explicables Nistiricamente. La historia de ta hisioriografia mucstm que la disciplina se ha ‘i constitsyendo en un proceso que tiene claras divergencias con el resto de las ‘encias sociales que estin hoy constituidas. La historiografia, una actividad Intelectual muy antigua, como hemos dicho, vivié en su seno el intento de con SLR. Sami i Historia popular» teria shat, Crea, Raexor, 1984, SE CNC Cipla, Fue ha Muon» ka Economia anadaceiin ts Mion Essai, 4, Caen, Harcohona, 197, p31 MM HL Che, Lemonaie# Mi Arie Maren, 1977, 2 |THORIA. HISTORIA fe ssTOMIOGRAPIA Yertirse en sciencia powitiva» mis tardiamente. y con resultados menos claros. que otras disciplinas sociales. En consecuencia. el retraso teGrico-metodol6gic de ln actividad historiogrifica puede obedecer a factores: complejos que cree- mos de tres ipos: a la propia naturaleza de su objeto, ala funcidn sociale ideol6~ gica que ha desempetiado desde antiguo y. slo en tercer lugar, a la actitud de los Historiadores. Dediquemos unas lineas a cada uno de estos tres aspectos. La Historia noes una materia objeto de conocimiento de indole aniloga a la que constituye la de otras ciencias sociales, La Historia es una «cualidad» in- serta en 1as cosas, una cualidad de lo social, sin duda, pero no es ella misma una cosa, como pensara Durkheim que eran los hechos sociales, No existe un hecho historico por su naturaleza.” En consecuencia, no ha sido nunca un objeto filo- s6fico, analtico o, incluso, empirico de ficil uprehensién. La naturaleza de to Historico ha sido desde antiguo un punto de reflexign de extremada complejidad {que ha ocupado a todo tipo de pensadores, de literatos y de fil6safos. Los ero nistas, sin embargo, identificaron siempre la Historia con los «hechos de la Historia», tos hechos de! pasado; fueron los fildsof0s los primeros que reflexio- naron sobre su natursleza y esencia, De otra pane, escribir ta crdnica de Jos hechos sucedidos, investigatlos y ‘wansmitirlos tuvo siempre o casi siempre una funcidn instrumental, La Historia ‘nacié al servicio del poder, no constitufa un conocimiento como el de Los astros, {a goografia o la matemética. Y s6lo Herddoto confess escribir «para evitar que ‘con cl tiempo los heches humans qucden en el ulvidur. La Historia 9¢ v0 siempre por un legador consustancial a Jo humano, que hacia al hombre is- tinto de la naturaleza, pero de ella formaban parte s6lo los shechos memoni- bess. No fue durante sighos objeto de un conocimiento conjelural, hipotético, sino mis bien una forma de «autocenocimienton. Pod ser objeto Ue reflexion filosética, no tebrica. ¥ ello fue asi incluso, mucho tiempe después de haberse constituido una ciencia de ta Historia. Esta ciencia era conocimiento de «he- hos», no andlisis de Ia naturaleza de ellos. Por tanto, la teoria era denostada como cosa de fildsofos... La Historia era y es una expresién de identidad y por ello ha tenido siempre una funcid subordinada: al poder, x las ideologiss socia- {es, politicas 0 religiosas: su conocimiento ha estado ligado a la elite dominante. ‘tla nacién oal Estado, Al no ser un conocimiento desinteresado dificilmente ha Podido ser un conccimiento fedrico. Por esto, a historia de ta historiograffa no se emiende fuera del contexto general de las formas sociales y las ideas de can momento.” EI propio talante, en fin, ls actitud del cronista y después del hisioriador ‘han estado mucho tiempo Lastrados por esas dos caracterfsticas: la inmaicria- fidad de lo histérico como hecho puramente cultural y la subordinacin de su st estae forma M4 Cona que yaadvimiron Langlois y Seigobus en 1808. Nos refer Inds estensa cn la Sexi sural de aoa 3S. Véase nceea de esto G. Pusan, La invenclin del métahe hire y We histerha |. Bilbao), 1994, expecialmente, ametddica en ef siglo xx. En Historia Contemporines pp IBS y ss WISTORIA E HISTORIOGRAPIA: LOS FUNDAMENTOS. 33 conocimienio 4 intereses externos. Por esto su figura se ha limitado casi siem> pre a ser la dei que investiga los sucesos del pasido y los coloca en forma de discuso coherente y Uhl. I historiador, ya lo hemos dicho, como una equivo- cada reaccidn a ciertas tendencias del siglo XIX, ha querido huit de «la fil0s0- fia», Cosa que no ha hecho practicamente ninguna otra ciencia social. La fun- cidn analitica sobre la Historia como realidad global, la area de desentranar su l6gica, s¢ ha limitado, en el mejor de los casos, al intento de aclarar «las cau sas» de los hechos. Como dijera Lucien Febvre, con su habitual lucidez, hubo lunoy smetoddlogos impenitentes» que descubrieron, hacia 1880-1890, que «al fin y al cabo Ia historia no era mAs que un método. El método histérico». Por tanio, no era en absoluto un pairimonio exclusivo de la historiografia misma, cosa que, entre pardntesis, dispensaba a los historiadores de plantearse la espi nosa cuestin (Qué es la Historia?s.% Serta dificil expresarlo mejor. Pero, justamente, el progreso histérico de la historiografia se ha fundamen- tado en Ia eliminacién paulatina pero decidida de esas tres condiciones 0 di- ‘mensiones, Se ha producido una preocupacién progresiva y determinante por él objeto propio de la historiografia y de abt Ia enorme ampliacién de sa campo, Un imtenio de hacer con ella in conocimiento acientifico» y. por consiguiente. independiente, autosuficiente, no ligado a fines ulteriores. Y un cambio en Ia propia imagen det historiador. desde las condiciones de su profesionalizacidn 2 su bagaje intelectual y técnico. El progreso de la historiografia se ha basado en ‘el esfuerzo por hacer de ella un conocimiento peculiar y, si se permite la expre- sin, objetivo. Es por ello que un texto como éste, de introduccién teérico-metodol6gica al ‘conocimiento de li Historia, 0 como manual introductorio ata prictica de La in- Yestigacién histérica, debe partir, en consecuencia, de dos supuestos bisicos ‘como los que siguen: Primero: el es{uerzo teSrico del historiador tiene que basarse en, y drigirse ‘el anilisis suficiente de ka naturaleza de la Historia, de lo historico. Y el trata- miento de ese tema tiene que integrarse inexcusablemente con el de qué cono- ‘cimiento es posible de la Historia. Se ha dicho que los historiadores rara vez reflexionan sobre Ia entidad de la Historia. Por el contrario, puede aducirse e! ‘ejemplo de otras ciencias sociales, como la sociologia, en la que 1a «ontologia del ser social» constituye siempre un tema tedrico recurrente.” ;Por qué ta na- turaleza del «ser histirico» debe ser una preacupocicn de fldsotos?... Ademas de reflexionar sobre la préctica historiognifica y producir «estados de la cues- tigime, que es ao que los historiadores acostumbran, e» includible repensar ka 36 L Fete, «facia orn Hitonae en Combates por fa Historis, Ariel, Barcelona, 1970 da icin origina de ete conjunin se enrion ex te 1953), 17. Sow muti ls publicciones que pueden citise, demuntrativas de esta afirmacidn. Vea ol semgre myzerente texto eC. Moya, Sociilogosy Sociclogia. Madd, Sipho XXI, 1970, {de J.C. Alexanler, Las tories soctliges see ln seamed gern mada Anilisis ml ‘udimensonal, Ged, Barcelona, 1989. YL, Lamo de Espiaona y I.E Retriguee Rie, Problermas be eon sil eimumgrorine C8, Moai 19S 4 ‘TRORIA, HISTORIA 1 HISTORIOGRAFLA idea misma de Historia; es decir, hacer una reflexién sobre la teoria y no sélo sobre la praxis, por muy importante que ésta sea. Y no debe temerse que esas reflexiones, que el historiador no puede en absoluto dejar de hacer, se confun- dan con ta «Filosofia de la Historias, Tanto el temor como ta confusién misma serfan una prueba mis de inmadurez. Segundo: a articulacion de una buena prictica historingrifica tiene que ‘star siempre preocupada también de la reflexidin sobre el mévado. El método.es considerado muchas Yeces como poco més que un conjunto de recetas; en otras ‘ccasiones el historiador es incapaz de algo mas que describir los pasos que si- ‘gue en su trabajo 0 los que siguen los demas. El método es una cuestion de pre- suposiciones comprobables y de sv comprobacidn efectiva. Y, advirtamoslo desde alora, debe ser entendido como un procedimiento para la adquisicion de ‘conocimientos que no se confunde con las récnicas —cuyo aprendizaje es tam- En suma, la reflexiGn sobre la disciplina historiogrifica es clave en Ia pre- Praracién del historindor, aunque no sea, por desgracia, frecuente. Y es preciso , 4 un historador ignorante de Ia economia potica; otro que desconoce las l= un tercero que no sabe una palabra de 1s asuntos ecesisticos ode los cam- Bios de i opiign pice y ots que descudan sala de la esata o as Ciencias fsicas, no obstante que estas materias son las mas importantes de tales, Jpueso que comprendcn las circunstancias principales que afectan al tempe Tamenio y a la naturalcea de la especie humana.,.: se ha perdido, por tanto, et Inuxlio que hubiera podido obtenerse mediante la analogiay la compara. wo thabiéndose ensayado la concentracin de estos trabajos en la historia, deta cual ‘son, en realidad, partes consttativas indispensabler»* {,Que resonancias no tienen estas palabras, de hace siglo y medio, cuando se las hone en relacidn con la. formacién académica que reciben los j6venes historia- ores de hoy (al menos en Espafia)? Esa formacién es absolutamente insi~ ficient, ademés de inadecuada y, desde luego, culposa por parte de quienes disefian y toleran los planes de estudio existentes. El primer esfuerzo para una ‘eficwe renovecidn en los presupuestos y las pricticas historiograficas deberia tender a la consecucién de un objetivo pragmatico y absolutamente basi 40, Lode historia sincera alate a tule wa tien conacida obra de Charles Seign thos Hisoiee sincere de ka maton francaise (1933), que despert6 coracetarion entre divertidon y sareiticon de Lucien Febre. Vea L- Feber Comores. pei, pp. 133 ys ML HET} Huckle, Misery of Chilaaion 6» Dryland, Londves, 3. W. Patker and Son, 1AS7.1861, La cita ta wana en concret de R. Altamira, La enxesancat dels Hatori, Akal ea for, Mai 1997, p16 (La esi eign ke Atami es de 1894) La oben de Mace he ‘ho coniinuanerve weit has ls ats sesenta de mut sgt, 36 TEORIA. HISTORIA. HISTORIOGRAFA ‘evisidn del bagaje formative del que se dota hoy al historiador: La preparaciGn ‘universitaria del historiador tiene que experimentar un profiando eambio de orien- tacidn si se quiere alcanzar un sako realmente cualitativo en el oficio de histo- riar, Todo progreso efectivo en la disciplina historiografica, en cualquiera de sus, ‘miltiples rumas, pasa por un perfeccionamiento continuo de la formacién cien- Uifica del historiador, ‘Los arguments principales en que se fundamenta la sensucién de indigen- cca intelectual que ofrece esa preparicidn wniversitaria no son dificiles de enu- ‘merar. Una eaposici6n, sin pretensiones de exhaustividad desde luego, tendria {qve seftalar, por lo pronio, tres aspectos claros del problema EI primero de clios, probablemente ef mds grave aunque pueda no parecerlo, es Ia increfble y esterilizadora unilareralidad, el miope constrehimiento con que estén dise~ Aados loy esiudios universitarios del futuro historiador, que se limitan a Jos conocimientos sde Historia», sin practicamente perspectiva alguna mas, ‘ccreana 0 lejana, de otros tipos de conocimicatas y de pricticas,“ tanto en sus fundamentos como en sus productos, Viene luego, la nula preparucisn redriea _y cientifica que recibe cf aspirante a investigador de la Historia « historiador.” Yeen tercer lugar, la preicticamente inexistente enseflanca de un =oficio» que s¢ procura en los centros universitarios. Es palpable que esta tiple carencia se insera en un contexto que se extiende a otras muchas carencias de la uni- versidad actual y que puede ejemplificarse de forma arquotipica, por otra parte, en los estudios en ciencias sociales y, ain mas, en tas Hamadas «hu- ‘manidades». Hoy no es una docirina establecida que la investigaeién de la Historia nece- site del apoyo y de tn amplio conocimienio de todas las ciencias sociales afte nes, de las mas cercanas al menos. al tipo de investigacidn social que practica la historiografia. De los planes de estudio ha desaparecido précticamente en Es pala toda referencia —con La exclusidn quizis de la Geografia— al amplio ‘campo de las disciplinas que conforma las wciencias del hombre», Del primero al dltimo curso s6lo se aprende (”) «Historia». Y ni siquiera se han mantenido las titulaciones de mayor especializacién. El futuro historiador desconoce la sociologfa, la economia, la politologia, por no hablar de la demografia, el latin, laestadistica..., etc, Cuando hablamos de ta formacién tedrica que se procura hoy en la Uni- versidad a un historiador nos estamos refiriendo, en realidad, aalgo que puede decinse sencillamente que no existe. No ya no existe una preparacidn stedrica» planificada y regulada, sino que ni siquiera hay, al menos de forma clara, una ‘dea dominante acerca del «campo» cientfico-social o humanistico dentro del 42. Lavevewion queda ain ms patente si ello era posible, las revsiones a que han sks ‘merits fo planes de estudio de 1993. El tuto de plas seb conse textave ts “bs em oe conocimientom exthictamerte ligadas a Yo hisorogriticn, Peroel asus ex desta> Saks largo guts pode desaeollar gt sea oll par ue va eka aie Hn, Yl pan sujet ps Licence en Histon y del que se spene que tiene wna mis Formac ae que se supene us ISTORIA.F MISTORIOGRAPIA: LOS FUXDAMENTOS. 37 ‘cual debe procurarse su formacién. No hay ninguna teoria historiogrifica que jugar el pape! que la tcoria representa en otras especialidades sociales, desgracia. sizue sin existir una conciencis general entre los profesionales ‘de la historiogralia acerca de Ia importancia crucial que enciema el estableci- miento de un objetivo planificado para dotr al historiador de una formacién -cientifico-social amplia y sdlida, completa. No cabe desconocer que proble- mas de ese mismo tipo afectan, y de manera grave, a otras profesionalizacio- nies en determinailas ciencias sociales, No es ocioso advert, sin embargo, que el asunto de Ia inadecuacidn de ta formaciéa historiogrifica es un caso, tal ‘vex el mas exiremo, de las deficiencias esiructurales y operativas de Ia ense- fanza y prictica de las ciencias sociales en Espana, campo éste en el que fabundiin mucho mis los mitos beatificos e incombustibles, los (dolos media- ticos y los dispensadores de ideologia, que los investigadores rigurosos e in- Hes, Ej terver aspecto de Jos seftslados es tan claro como el precedente ¥ n0 me- thos relevante que ¢l. Nuestra situaci6n actual es de ausencia précticamente {otal er a formacicn det hisioriador de una minima ensefunza de un «oc! ‘oficio cuyos destrezas tendrfan que atender tanto a una formacién en principios Ppresupuestos como en méiodos: tanto a las «técnicas» como a la capacidad Is ba seta deta hiworiograis en a Universe Hod tras ‘vee a reducirse casi a un mcto verbalismo —no sicmpre, natursimenic—. a luna exégesis de fa produccién eserita existente. a una lectura de «libros de Historia», de informacién eventual. y no a la trasmisién de tradicién cientifiea falguna. Cuando existen materias cuyo contenido es la «teoria», el «método~ y ‘uiestiones afines, Iejos de convertirse, como seria imprescindible, en materias aabsolutamente estructurales en la formacién del historiador, siguen siendo, por fl coatrario, materias periférieas, meramente complementarias y no siempre Ia coneclusiéa sobre este estado de cosas no puede ser ‘Mivy optimist, Nuestros jévenes salidos de la Universidad licenciados en His- toria nara ver estiin adecuadamente preparados en la teorfa y el métode histor Hiogrificos. La formacién recibida es puramente memoristica y mis que me diocre. Seguramente nos queda ain un largo camino por recorrer hasta que haya un convencimiento comin de que el oficio de historiar no es el de «con tur historias», obviamente, por mis de moda que esté hoy semejante visin, Ni fuin cuando esas historias reflejaran de verdad, lo que es muy improbable, las ‘cosas como realmente sucedieron». seytn la tan enormemente mania expre- sidn de L. von Ranke. En estas condiciones es diffil que exista impulso y mo- tivacién suficienie, que exisia fundameato cientifico serio entre los profesio- 44, Loxplanes de estudio e149 exatlocern como asgnatur tex! yx ant, ob torn, La ctniclacvn fo rds de la ivestgaciin Watéscas, pro al wo else wh dees ‘Sapeeiica de comsciniento ve ee y. (Or tant, a ofevorado expecfice, wu imyaricion © Sota seer. sconce ce ee rds pie ‘et 38 “THORIA. HISTORIA. 1 ISTORIOGRAFLA nales de la Historia, para enfremar fa idea comdn en imbitos como el politico ‘el mediitico de que lw Historia no es mas que una cuestién opinable... Seri incompleta y, seguramente, ester, na pretendida formacién tanto del historiador dedicado a ta investigacion como, también, del dedicado a la ense- fanza, que no atienda « dotar al sujeto de un conocimiento suficiente de las clencias de la sociedad y, tras ello, de un fundamento de 1a naturaleza, las ifi- caltades de andlisis y a multipticidad de visiones de lo historico, Que no 60- ‘nozca de forma suficiente el proceso historico de Ia historiogratia. Que carezca, ‘on fin, de lay necesarias bases sobre la forma de proceder de un conocimiento que se pretenda «al modo de la clencia», para el que sera preciso conocer té- nicas de tratamiento de los datos, de las que hoy no se dota por lo comtin a los historiadores. La formacién humanistica de un historiador, asunto irrentincia- ble, no debe entenderse, como por desgracia suele suceder, como algo contrario 41a posesién de un talante de busqueda de verdades comprobables, de unas ‘éenicas y de un oficio, Muchos conocimicntos sobre el curso de la Historia n0 ‘on, en modo alguno, un sustitutivo de todo lo anterior. Humanidades, ctencia y téenicas De munera concreta y pragmitica, puede decirse que en la formacién de! cientifico social hoy, comprendiendo en esa categoria de forma incuestionable al historiador, bubrfan de converger en una sinlesis correcta tres dimensiones formativas enteramente imprescindibles: la formacion fuemanistica, ia cientifica y la réenicu. En primer Iugar, lt formacién humanfstica, Ia verdadere formacién huma- nistica y no el Wipico de las «humanidades», mero revoltijo de materias «de Letras», deberfa dotar al curriculum formativo del historiador, como al de cual- quicr otro especialista en las ciencias humanas, de un conocimiento suficiente de lu cultura cldsica, en primer lugar, de donde se nutre la sustancia culural de ‘nuestra civilizacién, El hamanista no puede prescindir de unos minimos cono- cimientos flolégicos, de un contacto con las lenguas de la cultura grecolatina, de su historia y de Is historia del pensamiento clisico, Pero probablemente ‘is importante que la cultura filoldgica lo sea la floséfica, {Como puede acce- derse al lenguaje cientifico sin una minima formacién filossfica? Especial- ‘mente Ia Idgica y la teorfa del conocimiento son imprescindibles para todo cciemtifico soeial y, por tanto, para c! historiador. Un cientifico social no podrit ‘hunea prescindir del humanismo clésico, de las concepciones del hombre que se han transmitido hasta hoy, y de la disciplina intelectual que represenia el hahito flossfico. Pero no hay nada mis nocive que entender que la formacién humanistica es ‘jena, 0 ests relida, como se eree a veces, con la formacidn también en los prin- Cipios bisicos del trabajo efentfico. No existe en a cultura de hoy en dia, ain, lum efror mis nefasto que el de seguir considerando que humaniymo y ciencia son dox dimensiones inteleciuales diferentes y contrapuestas, Por el contratio, cciencia y humanisme son hoy dos dimensiones culturales irrenunciablemente |MISTORIA E ASTORIOGRAFIA: LOS FUNDAMENTOS 30, ‘nidas. La formacién minima en Jos problemas del conocimiento cientffico tiene que acompaiiarse del conocimiento de las condiciones actuales de la cien- it Social. Todo acceso por minimo que sea a los procedimientos de ln ciencia debe empezar por la comprensidn de que el trabajo cientffico conileva la adqui- ‘eid de un «lenguajes, formalizado en cierta manera, pero que no se reduce en forma alguna al lenguaje matematico, ‘La formacién cientifico-social genérica y amplia debe atender a que, en ‘nuestro caso, el historiador se familiarice, cuando menos, con la situacidn de aaquellas ciencias sociales mis cercanas a la historiografia y, sies posible, in- ‘luso se mucva en ellas con sollura, dado que del conocimiento algo mis que ‘fudimenuario de cicrtas ciencias sociales podra depender en parte la especiali- ‘tacidn concreta que el historiador pretenda. Pero aquello que debe presiir esta sistomuitica puesta a punto de Ia formacicn cientifica del historiador es precisa- ‘mente ct aspecto mis gencralizamte, mais global, de lo que constituye la ciencia ide la sociedad, es decir, a teoria splicada de! Conocimiento de lo social, © 1a Aeoria de la ciencia aplicada a la ciencia social, La formacién en los fundamenios logicos y epistemolégicos de la ciencia debe ir acompariada de una formacidn prictica en métodos de investigacion so- ial de orientacidn diversa, y en téenicas que irfan desde Ia archivistca a la en- ‘@vesta de campo. fen lo dicho nadie debe ver una minusvaloracién det hecho de 6, naturalmente, la propia formacidn historiogrifica espectfica el objetivo in y corral do congcerroforna del sisomna de popercion de oe jévenes Wistorisdores. En todo caso, una formacién humanistica, teGrica, metodoldgica ¥¥ Weniea adecundas es lo que cabe reclamar desde ahora para establecer un nue 40 perfil de! historiador, sin perjuicio de las especislizaciones que Ia prictica aeonseje y que, hoy por hoy, aunque parezea inconcebible, estin excluidas del ‘euriculo de la licenciatura en Historia. No es ningiin despropésito extraer, por tanto. como recapitulaciéin de estas -comsideraciones, la conclusién de que no habrd una seria formacién de histor ores si no se hace de la teorda historiografiew el centro de Ia formaciéa dis- ‘iplinar y de la metodologia de la investigacién histériea un habito prictico de reflexion y de prueba que acompatien a toda preparacién empitica y téenica. En ‘este sentido, serfan aqui pertinentes para concluir un par de proposiciones mis que remachen lo que Hlevamos expuesto, ‘Una se refiere la necesidad de reconsiderar la significacién completa de lo ‘que entendemos por «formacién de un historiador» en lo que tiene de inmersién, ¥ de apropiacién de una tradicién, un estilo de pensamiento, una capacidad de ‘abajo cientifico y una preparacién instrumental adecuada, La actual prepara ‘ion espanola, a despecho de los progress que no han dejado de efectuarse, desde luego, y en clara contradiccidn con los profundos cambios operados en a concepcion social de la actividad de historiat, esti enteramente obsolcta, ‘carga de ratinas, 45, _Véame 4 esto efecto, las comincenies comblenchanes den cieiien, A. ermine ‘ana, £0 actos rosin de ta eiene. tines Noel, Oviedo, 19S. 40 “TRORIA. HISTORIA. HISTORIOGRAKIA La otra atiende a llamar ta atenciGn sobre la relectura que es preciso hacer de las relaciones entre el historiador y las disciplinas de su entomo, si se quic~ re conseguir una historiognafia mas acorde con nuestro tiempo. Este segundo aspecto hi tenido soluciones cambianies. La relacidn entre ls historiografia y Jas dems ciencias sociales ha dado lugar a situaciones bien diversas. Unit pa radigmatica es, sin duda, lade la Francia de los aos cincuenta y sesenia donde Ja hegemonta de la escuela de Annales impuso una prevalencia del «espirins his- {rico» en el conjunto de las investigaciones sobre la sociedad, Pero la contra rin es la de Estados Unidos casi por esas mismas fechas, donde la investigacion, historia convencional y las ciencias sociales responden a tradiciones y trayec~ torias muy distintas y donde la historiografia ificilmente pudo ser tenida por ‘una prdctica cientifica.* Los gremialismos de los profesionales de unas y otras materias no han hecho normalmente sino dificultar las relaciones, La historio- sgrafia esté, a nuestro modo de ver, en condiciones de aparecer en el conjunto de las ciencias sociales sin ningun elemento de distincidn peyorativa ode situacién subsidiaria, La definicién acientfica» de la investigacidn social se presenta pro- blemética para rods is ciencias sociales, Una reyolucion adecuada de las dos consideraciones anteriores significarta tun importante cambio de perspectiva. Obligarfaa aceptar definitivamente que la funcidn bésica de la formacién de un historiador es Ia de inculcar en éste a0, 011 modo alguno, ol eonucimiento de to que sucedid en la Historia, c90 e3té ca los libros... sino cémo se construye el discurso historiogrifice desde Ia investiga- ‘in de aquella. La ensefianza de las priiticas de tipo cientifico se basa en eso: ‘conocer Ia qufmica es saber eémo son los procesos quimicos, no qué productos ‘guimicos existen. Es en el curso del aprendizaje de las téenicas de construccin del discurso hist6rico como se aprende exe mismo discurso, y mo al reves: de- ben aprenderse, ciertamenis. los hechos, pero sobre todo emo se establecen los hechos. Ye que los jévenes historiadores que hoy salen de nuestras facultades aniversitarias son, por lo general, victimas del «ingenuismos teérico y meto- dolégico del que hemos hablado y que allf se les ineulea. Ello ha sido denun- ciado porno pocos grandes maestros de nuestra profesisn. pero. lo que se ve. ‘munca ha sido una protesta suficiente. Adin siguen siendo de uso comin asct- ciones como la de que «no se puede responder exhaustivamente a la pregunta, sobre qué es la Historia, por licita que esta sea, si no se pasa por el plano estrictamente flosético».” 1 Jos fildsofos las respuestas que el his Aoriador mismo tlene que buscar, saliendo del discurso filosdfico, es el mis persistent ejemplo de singenuismo». Y junto aello, bueno seri celebrar como ‘se merece aquella proposicivin de un historiador de la vieja escuela, H, 1. Marrow, cuando deci que «Parodiando la mixima plaiénica, pondremos en et frontis, 46, A ete es nay tmetiva a confntacion gue de RW Hop 9 RW fn, (Call de dow camino a rand? Doe HEH, Meio, 198, 47, A, Satta, Cs ie eb isons y tr Mistoriografi, HC, Mevicn, 1989, p11 a ene comodo theo somes de la Historia, ISTORIA.E MISTORIOGRAMA: LO FUNDAMTNTOS a de nuestros Propiicos esta inscripeida: Que mudie entre aqui si no es fil6sofo, Si no ha meditado primeramentc en la naturaleza de la historia y en la com icidn del historiadorm 2. La mistoRIOGRAPIA, LA CIENCIA LA CIENCIA SOCIAL {{Por qué una discusidn sobre el eariter del conocimiento de ta Historia, de ‘sus posibitidades y sus limites, ha de empezar hablando de Ia ciencia? Las ruz0- ‘hes que existen para que sea indicado hacerlo asi son de indudabe peso, pero ‘es cierto que no hay unanimidad de eriterio sobre ellas, Desde antiguo, esti fexterdida entre Jos historiadores una actitud escéptica o reticente, cuando no francamente contrara, acerca de ta pertinencia y 1s uilidad de este pénero de fespeculiciones en relacién con Ia historiografia. Dentro del mundo de los his toriadores nunca ha habido acuerdo acerca de la calificackén intelectual 0 ta ca~ ‘picidad cognoscitiva propia de la actividad de historia, La cuestidn de si la his- Joriografia es o no una actividod «cientifica», o qué otro tipo de conoeimiento 6% munca ha preocupado seriamente a una parte mayoritaria de los historia ‘ores. En otros casos, la respuesta a preguntas de este género no hu tenido mis que conteridos meramente formales, que no procedian de una reflexidn real- ‘mente dotenida. ‘Sin embargo, es imprescindible una alencion w este tipo de problemas st se ‘quiere entender fo que es en su niicleo la entidad del conoeimiento que aporta ‘o debe aportar el historiador. Para una consideracion como esa no pareee que haya marco adecuado © punto de partida mejor que el de! conocimiento cien- ijico, con una detcrminacién también esencial: el conocimiento cientifico faplicado a ta sociedad, Es decir, ef marco de Ia ciencia social. ;Qué tipo de ‘conocimiento cabe esperar de Ia historiografia?, jes posible un conocimiento ‘elentifico de la realidad sociotemporal, e> decir, de la realidad histérica? “Con preguntas de este género, estamos sobre el terreno en que se ubica obli- te, a nuestro juicio, La discusién sobre la naturuleza del conocimicnto historico, En el presente epigrafe se intenta poner jalones para un debate de ese Jgénero y pura una respuesta que, nevesariamente, ha de ser provisional y que no Fucde evitar la ausencia hasta hoy de una posicién uninime sobre ello, En con- Secuencia, hoy por hoy esa respuesta no puede ser, ni lo hia podide ser munca an- {es categérica. En ningun sentido, i positive ni negative. Existe, sin embarpo, ‘uni consttacisn primers que nos parece incvestionable: tampoco un respuesta de es especie puede ser buscada fuera den marco més general el que encuadra tin problema que, Je una v otrs form. es compartido por todo el émbito de las siensins de la sociedad: ges posible un eonocimiento ciemtifico del hombre? Y, en Tealo caso, (46 debe entenilerse riguroxamenie portal tipo de conocimiento? En a respuesta esta preyunts estari incluida, sin dud ta historiograf, Intente- ‘hos, pes, comenza, enfocande esta dhtima cuestion como mis general 44 HLL Maro Pt eonoodentyhuniec, Eada Labor, Barcelona, 148 12 a TEORIA, HISTORIA F HESTORIOGRAPIA La naturateza de la ciencia y las ciencias sociales La problemitica del conocimiemto cientifico, que es la vertiente espeetfica del problema que aqui nos interesa, es la sbordada de manera conereta por una ppareela de la teoria del conocimiento que es la Epistemologia.” El de ciencka es sun témino que en nuestra tradicién filoséfica y mundana tiene significados muy distntos».* Pero la palabra, en su sentido mis preciso y correcto, gue es el ‘que empleamos aqui, designa lo que llamamos «ciencia modem» por antono- ‘asia, Es decir, ciencia como e} resultado de la «revolucién cientifica» que arrancé en el Renacimiento y produjo la Mecdinica newtoniana, o 1a Quimica, de os siglos xvi y Xv fos avances en el conocimiento de la electricidad en of siglo XIX, las teorfas cosmoldgicas del siglo Xx, ct La caracteristica mas decisiva y la diferenciacién mis explicita del conoci- ‘miento cientiico con respecto a todas las otras formas de conocer es la de st proceder sistematico y su sujeciGn it reglas de comprobacidn de todo lo que se ‘firma como pretendida verdad cientfica, Como todo conocimiento, ta ciencin Parte, al menos en su aspecto l6gico, de la observacidn, pero desde In obser- Yacicin 0, si se quiere, desde el conocimiento comtin de las cosas hasta ese otro nivel de lo cientifico ha de recorrerse un camino sujeto a un metodo.” De forma introductoria, podrfamos adelantat, ya que la ciencia se define como wna forma de eonucimiento stvemarico-explicativo, no contradictori, factico (No Naloral- v0) y testificable, Neamos con mayor detalle qué quicren decit esos términos. En efecto, no hay conocimiento cientifico, en primer lugar, si no es conoci- Imiento sisteméitico, que se basa en la observacidn dirigida y organizada de la realidad, que construye los «datos» y los organiza dando respuestas a las pre- ‘guntas sobre los feniémenos, pero respuestas con alo grado de generalidad. La siencia, en segundo lugar, produce explicaciones, es decit, algo diferente de descripciones y, ammbién, de interpretaciones. Las explicaciones tienen que ser universales, coberentes en todas sus partes y no contradictorias; en su forma mis perfecia adquieren ta forma de teorfas, Los fenémenos no ticnca ris que tuna identidad, no pueden ser y no ser una cosa al mismio tiempo.” El conoci- 49, Veansc, a propdsito del contd de la Epistemologi, M. Bunge, Epitiemologt Ciencia dela Ciencia, Ariel, Baeslona, 1981; 3, Monsezat, Epatemoligés evo teri de 4a Ciencia, Pablicaciones de la Universidad Pottifcin de Comills, Madd. 1987. E- Nagel, La estructura de la cencia. Problemas de la Wp de la investigactinclenie, Paid, Beno Altes, 1974: 1 Paget Tratado de Ligica yconociiento ciemfco. U: Natwraleca y mtd de Epaiemolagi, Paik, Bueoos Aires, 1979, $0. G. Bueno, Teri del elerre categoria : ttrakacii Gee 1992, p22. 31.” méiodo esté deena tod la terern parte de esta obra '52._ Em cuakuier cao, elo no quiere decir que la cencia pocta 0 lenga que establcer una ‘eapticaci nica de los fendmenos, El conocimento harman ots lankado que exo. La sets ia no establece nunca una Verda para shempr, ni siquier el Logica, ni puede dirs qe an njamo de fendnenos no admitan divers explicacones, Pero no bista Con sever ela debe ser confine iterpmtar , Pemaita, Oviedo, STORIA 1 USTORIOGRAFIA, LOS FUNDAMENTOS imiento de la ciencia es fdctico, es un conocimiento «de hechos» no «de Valo, Fon aoe no jugs dead pun deva cco cull oe a ela bs se explica. Tampoco es un conocimiento de «esencins» sino de fendmenos. Por fin, ¥ esta es probablemente Ia earscteristica mis decisiva. es testficable, puc- Me ser «demosirado», da cuenta del eamino por el que las proposiciones que se fenuncian pueden ser acreditadas no como verdaderas. El epistemslogo y metodétogo neopositivista C. G, Hempel hablé de dos {grupos fundamentales de ciencias: las empiricas y las no empiricas.” Pero la cla- Aifieacién mas conocida y puede que también la mis Gti, aun cuando con un eri terio mAs extemo que otra cosa es la que empez6 distinguiendo, desde fines del siglo x1x, entre dos imbitos del saber cientificr el de la nauuraleca yl del hom- ‘bre. De ahf se ha deducido, tras matizaciones sucesivas, la distincidn entre cien- las de la naturaleca y ciencias del hombre, ea wna dicotomia gue ba Hegado a {ener un caricter mis profundo que ¢! mero referente al dmbito estudiado, ‘De la distincidn enire ciencia de la naturaleza y ciencia del hombre arrancs ‘otra que se ha hecho més clisica ain, y mis decisiva, aunque resulta bastante ‘mis problemética, puesto que plantea ya de forma irreversible a nevesidad de no hacer de la ciencia una categoria tinica de conocimiento, Esta influyente distin- ‘idm entre las ciencias es Ia que tuyo su origen en la flosofia alemana de tra- icin neokantiana e historicista a finales del siglo xix, y fue la ue estableci Ia diferencia entre dos grandes tipos: unas ciencias nomoteticas —del griego no- ‘mos, noma 0 ley—, ciencias de 10 general, y unt» Ciencias fdtrgrelficas —Ued wego Mins, caracteristica o singulardad—, ciencias de fos comportamientos ‘ingulares. Tal distincién fue definitivamente establecida por W, Windelband™ y ‘ha pasado a ser un lugar comtin en todos los tratamicntos acerca del carécter de Jacienciay ponerse en relacin con dos tipos de resultados del cleneia: el que ‘se presenta como explicacidn y el que lo hace como comprensidn. ‘Asi micniras la ciencias nomotéticas © nomolégicas, que se han idemitica- ‘o durante mucho tiempo coo la ciencia natural, tendrian como funcién Is expli= ‘acid (erkldren), aa cienia iiografica, identificada con las eiencias del hom- bre 0 ciencias de la cultura, estarfa reservada la comprensiGn (verstehen )2* Las 9. €.6.Nepl ils de les al Aa i Mai 9,9. 18 3 WW: Ranrtserchan ate Reed 98 -t W, Won Pre he nd Rae Peso wt es sch. Tabiyen Jenn 1-83, arena en eer de Shusee tle en a ry and Por) dese ea, ese Fai a cpaal Las log amet opin enema rene fiventin cucts en temnica) omen signs Bar buccinconproe wrtshen eran aon my rans iin Pd Annee cc Weer mv sre, Ao hon Aires, 102 HG. Gaderer, Vrdad y Mévodo, Sigoems. Salasanece. 1977.2 vo, J Ha = th lige years, Tc, Ma 198 Tan pr od Sin Micany rset kre omengoronen, Cc Mai 10 Be tates nea coplcontn ts nvm ere Hn wn apa compo Ales anal Md 089i in Inoue det cpa, anes 4 TRORIA, HISTORIA F HISTORIOGRAFLA Clencias del hombre no estarfan capacitadss para dar explicaciones en forma de {eorfas sino que deberian dirigirse a comprender el significado de ls acciones humanas, Ello esti estrechamente relacionado con la filosofia hermenéutica ‘Como el hecho de que explicar o comprender la realidad es el objetivo utimo de todo conocimiento humano y precisamente la ciencia aspira a ser et conoci- ‘miento humano més fiable de todos, conviene detenerse en la manera en que ta iencia da cuenta de Ia realidad del mundo, sea el natural, sea e} social. En tiempos més recientes se ha hecho frecuente asimismo ln apelacién a luna distinciGn tripartit entre ciencia natural o fisico-natural, ciencia social, 0 Ciencia del hombre, y ciencia formal, siendo este dltimo aquel género de cond- ‘cimiento cientffico que, como la matemética 0 la légica —recientemente amplin- «do a campos como la computacicn, por ejemplo, o la semiética, que presentan tun caricter propio aunque derivado de aquellos otros— explora tin mundo de cleimentos simblicos u ordenaciones formales que no tiene refereates en las ‘cosas materiales. Jon Elster por su parte ha hablado de una clasificacign tripar- tita de los campos de investigacidn de la ciencia, distinguiendo entre la fisii, la biologia y la ciencia social, sealando que lo que distingue realmente. las cien- las es su método. Se ha referido, por tanto, a tres métodos esenciales: el hi- Potético-deductivo, ef hermenéutico y el dialéctico, y a tes formas tipicas de ‘explicacién: lv causal, la funcional y la intencional.” Elprocedimiento de la ciencla Para caracterizar el funcionamiento de la ciencia, aunque no sea sino de for- ‘ma en extremo simplificada™ lo primero que debe decitse es que el procedi ‘miento seguido para la construccién del conocimiemto cientifico tiene un camino Weico que no siempre coincide con el camino particular que los cieatificos te ccorren, La historia de la ciencia muestra que a los grandes descubrimientos s¢ ha Hegado de muy diferentes maneras, Pero si nos alenemos a lo que es la «arqui- {ectura, por decirio asi, del método de ta cienein® debe decirse que toda biisque- «da parte de una pregunta: que para intentar responderla se empieza observande la realidad pertinente al caso y claborando conceptos 0, como podriamos decir de forma mis sencilla, poniendo nombre a las cosas. Luego se construyen enuncia- 57. 4. Elster, Et combio tcnoldeicn,Investigachones sobre ta racial y ta ranfor- ‘macin social, Geis, Barcelona. 1982 pp. 19-20. ‘58. Exit una may arpa literatura acerca de a exructurs del conacimients cent y det ‘rocedimiento dela investgaci en la ciencia. Nos limiters a eal tos cuanto lon ray ‘omocidon de dtreme grado de dificultad Puede ajrendene para comerizar de ls ites de 2 bhaen dug A$. Chalmers, Qué ex cs coat Hama cienia? Madi Sigh XX1 edtones, 1988 (y ediciones posterior) y Lat cleus» com se claw Sigh XX1 eitores, Maes, WD Uneonocido manaal muy clisico ese de M. Bung, La iveniaciin cena. Ack Rarceons. 1975. Un libro mis complicado, donde se expone y analiza lous se ha Tad la sconcepcin thera de i cencien x dei. a idea de cena acids con el ncopontiviino ea hx aloes ‘ow aos teins que ha dinate prcticamenteloxk el sigo xx, Suppe. ta extrctune ee ha ‘woriascientficas, Madrid, Universidad Nacional Je Edacactin » Distancia. 1090. 39, Véanse tambien las obscrvaciones sobre esi ain que e hacen en a sec tevcern la dodieada al metodo. HISTORIA E HISTORIOGKANIA: LOS FUNPAMENTIS 4s dos © proposiciones, es deci, se hacen afirmaciones 0 negaciones sobre las cosas yylasrelaciones entre ellas. se emiten juicios. Por stim, el conocimiento que pre tende Hlegar alas ditimas consecuencias propone unas ciertas explicaciones Una explicacién es. en definitiva. un conjunto de propasiciones ondenado Jogicamente y que se encadena a través de un razonamiento del tipo del ‘duccién o de la deduccidn, con lo que se establece wna jerarquia de proposicio- nes. deducidas unas de las otras para formar una argumentacién fundada. Lo que una explicacidn pretende, que ex verdadera (pero la verdad pretendid tie tne que poder ser demostrada, aunque ain no lo este, tiene que ser contrastable y verificable, En este caso, antes de la demostracion de In verdad, sea por la via del experimento, de la demostracién matemitica v otro camino, estamos anc ‘una explicacién hipotética, La explicacién mis compleja, la que pretende tener Jas mejores pruchas y Ia que, en el caso mis perfecto, establece unas feyes a las ‘que xe demuestra gue obedecen los fenémenos, es la que se llama una teoria, En términos sencillos, las tearias son aquellos conjuntos de propasiciones, referidas « la realidad empirica, que imtentan dar cuenta del comportamienio global de una entidad, ¢s decir, explicar un fendmeno o grupo de ellos entrela- ‘ados. El conjunto de proposiciones que consttuye Ia teorfa debe tener una ex- pifcita consistencia interna y alguna de tales proposiciones debe estar formuliada ‘en forma de «ley». Lo que cabria concluir a partir de esto y como ensenanzas fundamental es que la ciencia construye un fenguaje con el que abode mun- do y que i mecanismo se puede esquematizar segun e! siguiemte cuuAiro: > CONCEPTOS | ___>proPosiciones: Goneraizacones empircas ‘Cuan 1 Las elabonaciin del lenguaje chentfico 60, CLI, Mostern, Concepiosy toring el chemi, Akama Era, Madd, 1968 a THORIA, HISTORIA E HISTORIOORAPIA La explicacion cientifica sucle considerarse que obedece a uno de estos tres ‘modelos, segsin decia Elster, los Hamados causal, funcional ¢ intencional que corresponderfan respectivamente a las ciencias fisieas, lus ciencias biolégicas yy las sociales." tas tradiciones positivista,racionalista y analtica, han defendi- do siempre ta superior perfeecién de la primera de ellas, la explicaciéa causal basada en el mecanismo causa-efecto, que implica la presencia de leyes tniver- sales, bien bajo un modelo nomol6gico-deductivo bien bajo el probabilistico- inductivo, Otra tradicién de Ia ciencia, més dificil de rotular, la idealist, anti positivista 0, mis cominmente, hermenéutica, es la que ha mantenido que el mecanismo causa-efecto no agota la explicacidn de hechos. en los que cuentan las intenciones, los fines, el significado, etc. Es decir todo tipo de acciones hu- ‘manas, Para esas acciones serviria mucho mejor ta que Von Wright lama ex- licacién teleoldgica, una forma de a explicacién funcional, También se ha manienido por un grupo importante de autores que la explicacién adecuada para las ciencias sociales es Ia intencional, si bien con planteamientos que difieren en puntos notables 0 con algunos elementos afiadidos —Ia eleccién racional, la Hogica de la situacién, en cierto modo In teoria de juegos, etc.— que las hacen dlivergit. Las explicaciones intencionales se convierten en algtin caso en «expli~ = res nat ‘azones mientras que ln explicaion causal es jutamen- ‘en causas. Esto tiene importancia notable para la explicaci ‘en la historiograffa, como veremos en su momento. ane ‘Com el problema ve la expiicacion en i ciencia social se relaciona natural- ‘mente un problema que se presenta también en la ciencia natural: €] de la pre diccidn, asumo también muy tratudo entre 10s metoddlogos con referencia al conocimiento secial y, con mayor dedicacidn, al caso de las sleyes de la His toriar, {Hay alguna forma de predecir loy comportamienios humanos? Este problema remite, a su vez, al de la posiblidad de descubrir relaciones constan- tes en las variables que intervene en ls fendmenos humane. La respues es imprecisa, pero es etrénea la ereencia de que la cicacia puede «predeciom {a aparicién de scontecimientos singulares —ni la ciencia fisica—. La predic~ ccién es siempre cosa relicionads con las condiciones en que un proceso se desencadena y con nuestro conocimiento 0 no de las leyes que lo regulan* Condiciones y leyes, en el caso de las ciencias sociales, son cuestiones Je conocimiento problemitico dado que el hombre concede siempre & sus actos un «significado». Ra, momen. 18 in expenniga Stn Th ont of Mind. Ve. in bak a et eretesectl ton, MENA: 18: 9 3: 2 be Gna Gan © Dagens prema de pred om ila sects, UNAM, Mei 9 taba de anaes gis es Pras aan ‘cians tree ines hacer hn mueormerie a Lala de cr vers pcs din cei ees ews eta cn ea por KP Miri et hoc, Alana al 8 MISTORIA E HISTORIOGRAMLA: LOS FUNDAMENTOS 47 Elorigen y concepto de las ciencias sociales En el siglo xix s¢ dio el viraje intelectual de aceptar el modelo de la escripcién cientifica del mundo fisico para elaborar también una «ciencia Social», «fisica social», o ciencia del hombre. FI fildsofo Auguste Comte (1798-1857), uno de fos fundadores del positivismo, desempefiaria en todo este proceso, como es sibido, un papel esencial. La posibilidad y necesidad de est blecer una «ciencia del hombre» es, en todo.caso, una idea anterior a Auguste Comte. Aparece ya en Ia Tlustracidn y Ia exponen tratadistas como Helve= tins 0 el barn de Holbach, De la misma forma que la idea de Is ineducti- bilidad alma-cucepo impuso cada vez mas la necesidad de crear una ciencin del alma, las primitivas clasificaciones de las ciencias, como las de Bacon ‘Ampére, que tienen también un significado te6rico, insindan ya esta ciencia del hombre-alma, Otro de los grandes pensadores ilustrados, Gianbattista Vico, en sus Principios de una Ciencia Nueva, establecié que no hay mis iencia del hombre que el estudio de la Historia, Bajo la «Historia» se sub> ‘sume en la obra de Vico ef estudio cientiico del hombre convo opwesto a la Naturaleza, La relacién entre ciencia natural y elencia social ha sido objeto de espect- lacién y de resohuciones de too tipo —es decir, pronunciamientos que, desde Juego, nunca han sido generalimente aceptados— desde que con Kant aflora este problema, pasando Iuego por los planteamientos filos6ticos alemanes de tradi- ‘i6n Kantiana a comienz0$ dei siglo XX, hast Hlegar al istoriisio, 1a ersme> __néutica y la poltmica entre positivistas y dialécticos —incluidas los dialgetivos ‘marxists—, ya en la segunda mitad det siglo xX." Las ciencias sociales han tenido un espectacular desarrollo en cl cuarto de siglo posterior a la segunda guerra mundial ‘La cicncia del hombre se diversificaria progresivamente en un conjunto de isciplinas que son las Hamadas ciencias sociales, 0 ciencias de la sociedad, di- ‘yersis disciplinas © ramas que abordan tos eonocimientos «cientificos» del hombre como ser social y que se conocen también como ciencias humanas, un ‘conjunto de disciplinas académicas cuyas fronteras distan mucho de estar cla- 16S. Lin escttos sobre esa relacin entre clencia natural y ciencia socal on innumers ‘es, partir de ls posiciones que pueden corsidrarse mas clisicas como lay se Winwelband Richer Dilthey o Weber, er toa la nguas. Traci al castellano, ads del tent se Paget ya ctado, pooden comltarne J. Freund, Lis torfas de lax eiencias humamas. Penis Bareelna, 1975: A. Wellmer, Teoria critica de la sociedad » positrimo, Axiel, Harcelona, 1979: 1. Habermas, La lice oe Tas elencias sociales, Tecoos, Madrid. 1988, M. Hollis, Soffa de las ctencias soxtates. Une nioduccion, Ediciones Arie, Barcelona, 199% (original ings de 1994), Eainte na hens aatologia de feston de idnafosy eeatfcos sabre as tevwas ‘elas ccncias humans en JMC Maton, Uosofla de las eencias humanay y aciales. Mev terials para un fundamensacin cientiien, Auropes, Barcelona, 1991, La disputa entre {wists (avalcan y dalésticws ene una publicackn clave, ta de Th. W. Adorno, K. R Popper, Re Dard ta a dpa del piv es sortoungs aemuna, ijt ‘Marcehona 197 “sD. Mell, La Clana Sita dese be sea guerra moult, Ain Tiina, Macid, 1984, La icin orcinal tho era de 1979, evita en 1982. ey “TEOMA, HISTORIA & MISTORIOGRAFLA ramente definidas —.ciencias», chumanidades», «igenicas sociales», som deno- ‘minaciones cambiantes que se les dan también « veces—, que estudian un eom- plejo nimero de fendmenos relacionados todos con la realidad especifica del ser humaano. como individuo y como colectivo. Entre las ciencias sociales de mayor desarmollo setual en fos dmbitossendémicose intleeuales se eneuen- tran Ia economia, sociologia, politologia. demogratia, psicologta, antropologta, geografia, ingUistica, semidtica, historia (sic) y otras més de no menor interés Los desacuerdos sobre el cardcter «ciemtfico» de estas disciplinas, sobre su cla- sificacion y jerarqufa, sobre el grado real de su desarrollo. sobre sus campos ‘espectivos y sus relaciones con disciplinas afines. han sido y son objeto de ‘especuliciones y debates continuos." En definitiva, (es posible en sentido propio una ciencia del hombre. de la sociedad”? Evidentemente, la respuesta esta sujeta a lo que se enticnda por ciencia segin un mayor 0 menor rigor y a lo que se entienda por hombre y sociedad. La posibilidad de una ciencia del hombre ha tenido, en lineas gene~ rales, tres ipos de respuestas. Li de los que a afirman; la de los que la niegan: Por ultimo, la de Jos que creen que puede hacerse una ciencia del hombre, pero ‘que ésta sera distina de La ciencia natural” No podemos entrar aqui en la dis- ‘cusidn detallada de estas tres posiciones, pero podemos sefialur que, en reali- dad, el problema se centra en toro a ta cupacidad de explicar tos fendimenos sociales con relacicn a leyes de gran generalidad. La posibilidad de ello se afir- ‘ma desde las pusiciones neopostiivistas —con aulores como Hempel, Nagel, Rudner, Wallace, Braithwaite, etc, Lu imposibilidad desde las antipositivistas ‘en general —Hughes, Winch, Searle, Habermas—. Los partidarios de esta tl- tima visién niegan que las ciencias sociales puedan explicar como Jo hacen las naturales. Un caso clarficador es el de Peter Winch, que, como otros muchos ‘metoddlogos que se mueven en la Iinea de la hermenéutica de tradicidn ale- ‘mana, 0 en la tradicién weberiana, adjudica a las ciencias sociales la capaci- dad de «comprensién» y no la de explicacién porque existe la barrera iniran- queable del «significado», el «sentido» que tienen las acciones humanas y que cconstituye la clave de st entendimiento,” Los hechos naturales carecen de exie significado 0 sentido. (67,1 panorama descriptivo més completo de este mundo de las ciencias wxiales parece seq sem ad et que oftece J. Page, -Latsituaciin de las clenian del hombre ent del $= tena de Is cienciaes.que es el eaptul| det aba Tennis de la investigacion en las cles ‘las soars, Alianza EoriaUpesco, Mack, 1975. pp. 44-120. Lox plaeamienion de Paget son, em ton caso, my dicutiesen union diversas Je su ici sce a entidad de cada wea f 53. N. Ellas, Commnvunivn ¥ distancwomients, Peninsula, Hamelona, 1), pp 20 y 5. MISTORIA BAISTORIOOKARIA: LOS FUNDAMENTOS 33 ‘conocimiento, al menos globalmenie considerado, que esté enteramente libre de Jos compromisos de quienes lo proponen. ©) La tereera diffcultad que suele sefalare afecta mis medularmente al ‘propio significado del conocimiento del hombre y de ta sociedad a los objet ‘Vos finales de tal eonocimiento y a su valor real, Se refiere « la posibilidad de que los fendmenos sociales puedan ser efectivamente explicados, como planted ya desde fines del siglo x1x la ciencia social partidaria de la comprensién, Ya ‘os hemos referido 3 Ia funcisn explicativa o comprensiva de la ciencia. El pro- ‘hlema es extremidamente complicado para que pueda ser resucho en pocos fudrrafos y. por lo demis. al caso de la explicacién de In Historia volveremos ‘ms adelante. Lo que cabs decir ahora es que Ia capacidad explicativa de las iencias sociales ha sido siempre una cuestidn discutida, no s6lo en el sentido ‘de que sean capaces 0 no de hacerlo, sino también en ef de que ese sea su ver- adero objeto y no otro, La pregunta clave es. en ditimo extreme, a referente ala posiilidad misma We establecer reorfas para explicar conjuntos de fenémenos sociales lo que nos leva « ta cuestin central también de la posibilidad de establecer leyes sociales ‘en sentido estricto, Jean Piaget dijo que las ciencias sociales se conforman por Jo-comtin con el establecimiento de «modelos tedricos» que leven a interpreta iones que sean efectivamente verificables, pero que no pasan de ser esquemas ‘Higicos.” Gonocimiento cientfico-social e Historiografia _Yeniramos ahora en el punto nodal de nuestra exploracién: gen qué manera el-conocimiemto de la Historia participa o no de estas caracteristicas y proble- ‘mas del conocimiento Namado cientifico y, en particular, del conocimiento ‘entffico de to social? {Puede el conocimiento histérico ser tenido, en definiti- ‘it, por uno més eitre tos conocimientos cientfico-sociales? Sefialemos, en pri- ‘ner lugar, que afirmaciones del tipo de la ya antigua de J, P. Bury, «la Historia 6 una cicncia, ni més ni menos, no pueden iomarse como otra Cosa que de 4608 Yoluntarisias expresados a veces en frases ingeniosas.” Esos yoluntarismos ‘no han sido eseasos, en tiempos anteriores s= habian dicho muchas veces cosas ‘desde mediados del siglo xix al menos. Antes de Bury, Johann Gius- {ay Droysen afirmaba, en 1858, que las «ciencias hisiérieas» formaban parte de las ciencias del hombre Hamadas sciencias moraless.™ Pero al empezar el lti- 84 Pings oy cit 3 RS. Fan frase te prune la loin inauporal de It pose des ted en Onion Ky 6 publics en The Science of Minos. Est pubic tambienen F. Stern. ed. rites Af Masons, Manpot at Ross, Neva York, 1966, pp, 210 ys 486. 4.G. Droysen, Mitor: Vivien ier Bncsthpidie und Methodotogie der Ges thai, Munich, Viens, 1976. La edckin original aparcis en 1W3H.(EXite verti expanols I Mars Leones sb Eee ¥ Mtl de a ui, All Hav 1083) cS ‘THORIA, HISTORIA te ASTORIOORAFIA mo tercio del siglo xx podia decirse ain que «el estatuto de la Historia como disciptina petmanece irresuelto»."” Y sobre esta cuestion podefan aducitse citas de autoridad casi indefinidamente. Hay diversox géneros de evestiones previas que deberian dilveidarse antes de intentar una respuesta directa In cuestién de si ln Historia puede ser objeto de conocimiento como el de la ciencia. La que ahora queremos abordar es preci- samente la que se refiere a una presuncidn que es incompatible con ese cono- ccimiento cientffico: la de que la Historia es en sf misma una realidad de lu que ‘no puede haber sino un conocimiento sui generis que no es equiparable a ningyin ‘tro, sino que pertenece a una categoria propia, la del «conocimiento histérico». Sin perjuicio de volver sobre ello, establezcamos abora que por muy especifico ¥¥ muy inmaterial que sea el objeto historiogrifico su conocimiento es, en sent ‘do pleno, conocimienta social, objeto de la cicncia social puesto que lo histérico una cualidad de Jo social, Por consiguieate, e} planteamiento correcto de una liscusidn asf no puede hacerse sino dentro del contexto general de la «cientiici- dad» posible del conocimiento del hombre en la totalidad de sus enfoques, es ‘decir, dentro del problem episiemolégico general de las ciencias sociales. No cabe negar tumpoco que la vieja polémica del cientificismo es, en buena parte, una disputa yerbalista y terminoldgica y, en otra parte no meaor, banal, Pero la alternativa del «todo vale puede tener efectos més negativas ati, Ni el Ccentificismo a ultranza, ni la postulacign de un conocimicnto sui generis 0 una forma mas de mero conocimiento comun, © aristco, son posiciones satistacto- ras como punto de partida para intentar responder a la pregunta sobre la fia- bitidad del conocimiento de la Historia que es posible obtener. Lo cierto es que s6lo una rigurosa prictica reglada en la obvencion de conocimicnios asegura la fabilidad logica de Estos. ;Debe aceptarse la condicidn escasameate formal de esas aciencias histérieas» que les era atribuida, seguin hemos visto, por Pia 122" jdebe considerarse lu historiograffa no mais que un humanismno descrip- tivista, al nivel de los conocimientos comunes, como ef que produce la erdnica, © una narracisn literara, 9 una forma de descripsi6n filos6fico-artistica del cur so temporal, o debe, por el contraro, tenérsela por una disciplina explicativax? Y. en definitiva. ,cuil es la relacién ene lus ciencins sociales mis desarrlla- las y la historiograffa? Es este el tipo de preguntas que, 1 nuestro juicio, puede rmerecer la pena abordar. {La historiogmafia ha Hegado a ser, partiendo de la época de esplendor que ‘compartié con las dems ciencias sociales en los treinta afios posteriores a la se ‘gunda guerra mundial, una forma de investigacién social cada vez mis integra da en ese campo del conocimiento. A pesar de sus origenes relativamente dis- tintos, en el siglo Xx la historiografia conversié plenamente con las ciencias sociales, Es, por tanto, perfectamente adecuado mantener que son los proble- ‘mas epistemoldgicos comunes a estas disciplinas los que se presentan también nla historiografia, aunque existan matices pariculares, en Ia misma medida 7, G. Let History and Social Theory, The Metin Pres, Lonres, 1969, p11 8K J, Piaget, Lt srwoco,. ei po. ATS. HISTORIA E HISTORIOGRAFIA: LOS FUNDAMENTOS 35 fen que los hay en cada disciplina concreta. Ello no tiene que ver con et hecho Hie que pucda discutirse si a exe conjunto de disciplinas les conviene en sentido _Ssiricio, sdurom, la calficacién de ciencias, Lo que no parece discutible es que, “Eh cualquicr caso, no se Ie» puede negar la condicion ve practicas organizadas “y sistemticas de tipo ciemtifico, sujetas a un método explicito, acepiado y con- frolado. La imputacién bastante comin desde la metodologia de la ciencia de ‘Ge el historiador no hace explicitos sus presupuestos. sus principivs explicati- os, puede parecer precisamente contraria a lo que aqui se dice,” La dnica res- Apesa posite ex qu, en fete, no hay pric cen sin la epics ‘e-unos principios explicativos y un proceso metodoldgico, La pregunta por la naturaleza del conocimiento histérico es, en consecuen. a, del mismo nivel epistemoligico que la que ya heros visto hecha a props ‘ito del conocimiento cientifico-sccial en su conjunto. Podria plantearse si es ‘neludible la disyuntiva entre conocimiento cientifico y conocimiento comin u tras formas de conocimiento: :no existen formas de conocimierio intermedias? ‘No, no hay situaciones imtermedias. mixtas, en el conocimiento, lo que ocurre €$ que, en sparente contradiccidn con lo anterior, hoy nadie mantiene que et }conocimiento cientifico y otras formas de conocer haya un abismo insalvable ‘0, dicho de otra forma, que el conocimiento cientfico sea una forma monoliti- ‘ca de él: en el conocimicnio cieatifico existen diversos grads." ____ También, complementariamente, debe seftalarse que en el imerior de tas “encias sociales existen profundas discontinuidades. Huy ciencias desarrolladas ‘otras que lo estén bastante menos, El objeto de la historiografia, como conoci- ‘Mignto que tiene como ¢je ineludible el comporiamiento en el tiempo de los ‘ujetos y las entidades sociales. que tiene que conocer a través de huellas y que ‘slo puede formalizar por medio de tipologias, es, sin duda, el mis problemiti- ‘80 de los objetos de la ciencia social, De ahi que entre las ciencias sociales la his- Aoriografia, por su desaurolio y siarus metodologico presente en cuanto prctica sieniffico-social disciptinar, no puede sino quedar ubicada en Jos niveles de baja formalizacion y generalidad. Existe un campo comin de las ciencias sociales ue prescita una similitud clara en los objetivos y los problemss basicos. Los ‘bjctos especificos condicionan gras de desarrollo disparcjos.. En dkimo extemo, cabe preguntarse, jes imprescindible, 0 siquiera impor- funic, el planteamiento de este orden de cuestiones para el porvenir de la histo- Pesra su prdctica como disciplina reconocida y autGnoma? No ya sobre ls respuesta sino sobre ta pertinencia misina de la pregunta, la opinion sigue 0a impatacin, en efecto, es evn en el campo de a filsofia anata de a tora, Ja que pretendedilucdar i forma en ype ve constuye ef eonocimiento hisiico. La hace W-H. ‘Walbh, A. Danio y tambide, en eo terreno, Pal Ricoeur 910- Arpumenticianos ustoriaas de ets kde exten hastanes yen obras ya cds somo las de Chalmers Hughes y Huge. C1F. Fermdoes ley, at lain del met. dew |r racials ben iemperado, Narcelooa, Cita, 1991, Una picid extremadamente ‘a Ia idea de clenet propia del racionalimno es de Feyerabend, Contra ef tao, Atel, ‘Mareelona, 1974 (adc origina he 1971) 1 en spent irda ysl misty Feye> Fabel Dilingon woe lexmecimienne, Cite, Mal. 1091 ead del exten Walia) 56 TEDRIA, HISTORIA F HISTOMIOORAH thoy, desde luego, muy dividids también Los escepticismos sobre Ia ulidad y necesidad de steorfase y de wmetodelogtas~ son amplios y cuentan con una s6- lida tradicién entre los historiadores. Por el contratio, es igualmente innegable ‘que el desarrollo de ciertos seciores de la investigacidn historiografica, las pr ticas interdisciplinares y otras influencias han propiciado también mayores preocupaciones de fundamentacién, De ello se desprende que si se quiere re- plantear 1a configuracién disciplinar de Ia historiografia indadablemenie el trabajo ha de emperar por el tratamiento de este tipo de problems. Es posible un conocimiento ciemifico de ta Historia? ‘A. Marwick sefal6 hace aiios con indudable acierto que vel gran valor de tun debate como el de “jes ta Historia una ciencia?” reside en It manera en que ayuda a clarificar la naturaleza de la historia (historiografia) y a delimitar to ‘que la historia puede y no puede hacer». La diferencia entre fo que hace Ia fi- sic y To que hace la historiografia no puede, desde luego, ser banalizada con la idea de que en décadas recientes del siglo Xx la ciencia natural ha entrado en Jnera del «relativismo», del «principio de incertidumbre», de las Kigicas borro- sas y las certezas probabilisticas, lo que relativizaria a la cioncia y sus exigen- cas estricias de método y resultados. A veces se ha echado mano de este tipo de argumentos que no déjan de ser una Talacia, que desconocen absolutamente lo que tales cosas significan y, sobre todo, el caudal de trabajo «cientffica» que es preciso emplear para llegar a la conclusién misma de que la ciencia no da ugar a conocimienios «seguros»,"* Es indudable que una segunda cuestidn previa en este problema det grado de cientificidad que podria ofrecer un conocimiento de la Historia, como cusl- uier oro conocimiento yobre el hombre, es el errr frecuente de abordarto por cl camino emprendido tantas veces de pretender la equiparaciin de la ciencia social con la ciencia natural. Hoy dia existe el convencimiento general de que «1 camino posible ¢s bien distinto de ése. La ciencia de la sociedad > un tipo particular de ciencia y esti ligado a Ia ciencia natural en el mismo sentido y gra- do en que la cultura humana lo esté w las condiciones de 1a naturaleza. Este es luno de los convencimientos mis fires que se derivan del progreso mismo de Jas ciencias naturales en nuestro mundo, en especial de la biologfa, del progre sivo conocimiento de los eédigas de la evolucién genética. La idea de cultura ‘ext en profunda revisién y por ello mismo, obviamente, la idea de ciencias de Sete ene panorama hay tueray consideracioney en el itro de G, Keitel, Sobre fa crisis dela Histor. op eit Espesialmenie iatres a ee eew si capital $: Saher, menor poder ‘92. A. Marwick, Phe Nature of History, Macrillin, Lorre, 1970p. 98 93. Uin caso tipico de esa manera de el del ir de J. A Maravall, Tera se saber hiswiric, Kevsta de Oseidems, Madd, 1958 (27 edichin 1967), construe ye Ie pre teri se que lu seni noes ms probabistica que la Plicay ues ipificacin come chon ‘ia se ve vobustec pola winceidtumve» de la propia Cenc fsa HISTORIA H MISTORIOGRAMA: LOS FUNDAMPNTOS 7 Ja cultura." Ciencia natural y ciencia social son equiparables en su sentido pro- flundo de la forma de conocimiento que preteaden, en el terreno de los princi- ‘pios epistemoldgicos y de los fundamentos del método. No se trata de que ten- “gan objetivos distinios —por lo que no es aceptable la dicotomia entre ciencia explicativa y ciencia comprensiva—, pero sf de que sus objetos se mantienen muy distantes,” ‘Como en el caso de 1s disciplinas sociales en su conjunto, se pueden adu- cir también las opiniones de muchos tratadistas que han negado la-posibilidad deconsiderar la historiografia como una ciencia. ¥ esto desde los orfgenes mis- ‘mos de la tcoria historiogrifica, puesto que esa teoria se construye precisamen tg.on cl tiempo en que la ciencia es el conocimiento por excelencia. Para hablar ‘s6l0 de lo referente al timo cuaro del siglo xX." podria citar, « titulo de ‘ejemplo, como sostencdores de esa posicién nombres tan ilustres como los de P. Veyne, F, Furct. G. Duby, G. Eton o I, Berlin, para hablar sélo de histe- tiadores. Analizadas estas posiciones en una perspectiva hisiGrica, es percepti- bile que cuando al viejo —y, en realidad, falso— problema de la cientiicidad del estudio de la Historia se le ha dado una respuesta © soluciGn negativa, se lo “hahecho asf, porlo general, desde una w otra de estas dos consideraciones: una, Jade quienes niegan que pueda construirse un conccimiento «cientifico» de ta Historia sencillamente porque no puede aleanzarve. Otra, lade quienes mantienen Jgualmente que de ly Historia en made alguna puede hncerse un ennoeieniontn _cientifico, pero no porque se irate de un tipo de eonocimiento inalcanzable, “como en el caso anterior, sino por ereer que de ta Historia sélo puede tenerse un “conoeimiento sui generis, es decir, un conocimiento histérico. que no es el co- ‘min, ni el cientifico, nil filosdfico, ni pertenece a ninguna otra categoria de ellos, sino que forms una eategor‘a propia entre los conocimientos posibles, La Historia seria, junto a la Filosofia la Ciencia o la Religiin una especie de cono- ‘eimiento del mismo rango que éstas. Exisiiria un sconocimiento histérico», y {un método histérico, pero no una diseiplina de la Historia, Esta seria ta posicién ie Benedetto Croce, de Collingwood y de los idealists. En el terreno contrario, cuando se ha dado una respuesta postiva, las spues- tas por la cientificidad han sido hechas, desde luego, desde posiciones que pre- ‘sentan también notables diferencias entre ellas. Pot Jo pronto, un cierto sector de whhistoriografia mds tradicional, de impronta spositivista», ha hablado siempre ¥ sigue hablando de una «ciencia» de la Historia sin que, en ditimo extremo, ‘4 Para esta revisia de las ideas sole ef sgiicado deta eutura véamse algunas obras eslentes, Desde el teen aatropokizion, M. Carters, Por qu lox humbres tenemas el ‘rai? Alianza Fatal, Madi, 1998 original de 1992), Des tn ils |. Mostern. Fi deta Cabra, Aliana titra, Made, 1993, y 3. Say Martin Sala, Tere dela Cura, Sess Madr, 1999, Una rvii a a vieja Ideas acerca de a relacén entre biologi ‘aulra 0, Wilson, Consilience. La wnidad del conecinientn, Galaxia Gutenberg-Circulo de Tore, acto 10>, ‘05. Lirmejor explicate weccate de este putlema y de tas icultadesprofundas de la ‘hemes sexta es la cits de M. Hollis, Boa has Chenias Soc, oct ‘06. De este mists auto eno caso de his taadias ms aotipos, seae el sipho Xtx, ‘Nabtarmos en et capt sine 58 ‘THORIA: NESTORIA IE HISTORIOGRANA hhaya otra forma de considerar esa expresidn que no sea come metifora 6 analo- i. Sera caso de G, Monod. J. P Bury. Henri Ber, pro tambin el de rae distas ms recientes como Halkin, Marou, E. H. Carr, Fedetico Suérez 0 Juan Regli. Otra posicidn esté situada en Ia tradicién germinica que incluirfa a la historiografia entre las ciencias sociales de fandamento hermenéatico, histori- cista, como ciencias radicalmente distintas de la ciencia natural. Fsta seria la ‘manera de juzgar particularmente de filésofos o tratadistas fuera del eampo his. ‘oriogatico mismo, eumo Dilthe, Weber, Gadamer, Ricoeur o Habermas ina tervera posiciOn seria la mantenida por la metodo! i «ue opina que iacenca del Historia ade epcrar ensue ccna en na, canismo que todas las demis ciencias sociales, asimilable, a su vez. al de la Cclencia natural. Las pexiciones de metodélogos como Hempel, con su conocido imtemio de aplicar e! modelo nomol6gico-deductive a la explicacién histérica.” © E. Nagel apoyan esta vision, En fin, una posicién mis, ésta de historiadores, seria Ia que tia hablado de una sciencia social histérica» 0 «Historia ciencia s0- ial» ( Social Science History), corrienie de la que han participado opiniones rovenientes tanto del mundo anglosajin de la Social Science. la familia Tilly, D. Landes, M. Postan, Ch. Lloyd, como del germénico de li historia social (la Historische Sozialwissenschachft) también, los Kocka, Wheler, W. Mommsen ¥ en general ln llamada sescucla de Biclefeld».” Es la posicién mis cereana ‘ealmonte a le stucién de la cicnian solaes. Todo eld sn habla de 1k /ometria plenamente caracterizable como «cientificisia», El empeno de la es. cuela francesa de los Annales ha sido tan difundido por su influencia que cast Ao necesita mayores comentarios. ¥ sobre todo ello habremos de volver poste- riormente. es lo que fuere de todo esto, ta cientificidad de ta: ica hi cy seca cage te ete enone participe de las caracterisieas de ta ciencia y se adapte, mediante un trabajo tedrico rico y suficiente, a las peculiaridades de sv objeto. La aplicacién de ese ‘método no dispensa en forma alguna, por tanto, de un trabajo teGrico paralelo, ‘No hay una historia empirica con pretensiones de conocimiento cientifico sino ‘existe una teoria de la historia. En cuanto ab problema de ta imposibilidad de ‘equiparar ciencia natural con ciencia social, irefleja esto una diferencia de in- mance Osupone dena sustancial ¢ insalvable en los obje- conocen, hemos discutido antes? cr al 0 recy cl calee aia sae Sects erm ‘bre 1a naturaleza de lo histérico, digamos que atin siendo ta diferencia de lox 77. AV mes de Hempel sare tex cs vu Hemel ote I expcacin Ns referetns des, neh Maer OG. y Pater 1, ermal Mand of Moral Sates. Ce Earn Resurh nd Troy Meten & Co Lanes 19.7 expose sac b |MISTORIA E STORIOGRAFIA: Los FUNDAMENTOS 59. ‘objetos sustancial e insalvable, la deseripeién y materializacién de ta realidad hhistérica no puede haccrla et historiador desde Ia aceptacidn, sin més, de en- “contrarse recluido sin remedio en In prisiéa de la singularidad, en la impos bilidad de generalizar, Par el contrario, su préctica debe recurrir a algo que es ‘comin en la ciencia: lis generalizaciones, que son stiles y absolutamente ne- ‘cesarias cn ef intento de explicar la Historia, pero que aqut no parecen poder Hogar a estublecerse como leves El conocimiento histérico ni puede establecer feyes de la Historia ni, menos ain, producir predicciones sobre la Historia del futuro, Ambas cosas son atri- ‘butos de Ia ciencia en sentido «duro» y estén ligadas estrechamente una a 1a otra, ;Puede, en consecuincia, hablarse. en lenguaje riguroso, de una Ciencia de la Historia? En el sentido estricto de ta gran cieneia de ta naturaleza, como ecimos, de la fisica en sus diversis vertientes. incluida la cosmoldgica. la qui- ‘mica, y uno gran parte actualmente de 1a biologi. por ejemplo, exidentemente ‘no, Pero conviene hacer dos matizaciones importantes. Primera, que, contra lo {que creyera Piaget y creen también otros metoxlogos, ese mismo es el caso ge ‘neral de las ciencias sociales hoy, aun con los razonables progresos hacia la ‘cciencia dura» de algunas de ellas. Segunda, que no cabe hablar de ciencia s6lo cuando se trata de establecer leyes universales y predicciones de futuro, Puede amarse conocimiento cientiico a construcciones cognoscitivas que no lleguen certezas de tal nivel, ‘A nvestro modo de ver, el problema de una ciencia de la Historia se mani- fiesta en tres elementos esenciales, aunque to sean los vnicos, insentos en su ‘objeto, 0 sea en Ia temporalidad de lo social, que plantean cuestiones epistemi- {648 ain no resuclias para alcanzar wn conocimiento ciemtfico, Son éstas: la sin {gularidad de los actos humanos, 18 globalidad del medio en el que es posible Ccomprenderlos y la temporalidad que consiituye su sucesidn, A todo ello sub- {yace, parece claro, e! hecho de que para el conocimiento cientifico, y, sobre todo, [para el conocimiento cientiico de lo social un escollo esencial es la explicacin del cambio, paca cuya comprensidn cl hombre ha descubierio hasta ahora un lim tudo nimero de leyes, desde aquéllas a escala astrondmica hasta las de las par- Aiculas clementales. Es, seguramente, en el andlisis del significado del tiempo hhistérico donde Ia reflexién historiogréfica necesita insistir mis y es ahf tam- ‘bien donde, con toda probabilidad, se encuentra ta clave de la constitucién de luna verdadera teorfa de lo histrico. Pero es posible constatar hoy la existencia ‘de una visibn tedea historizadora de todo lo que existe y conjeturar que la pro- fundizacidn en ella no se detendré. Con la historiogratia, como con otras cien- Cas sociales, si 0 cabe hablar de una ciencia en sentido pleno. si puede decirse {que Hos encontramos ante una prictica cientffica, y que no renuncin 1 serlo. Ine Aentaremos explicar el significado de esta situacién. Fue ot historiador Francés Lucien Febwre. uno de los fundadores de 1a es ‘eves de Tos Annales, el que en los aiios cincuenta del siglo Xxx hablé con cau- tela y una cierta imprecisi6n, pero con sayiz capacidad de observacidn, de lo ‘que &l entendia como practica de ta historiografia: oo ‘TEORIA, HISTORIA E IISTORIOGRAPIA Ean mi opinign —cacribiria Febwre—, ia historia es el estudio cientificamen- 4 elaborado de as diverses actividades y de ls diversas creactones de los hom- bres de otros tlempos, captadss en su fecha, en cl marco de sociedades ext ‘madamonte variadas ... La definicién es un poco lanpa, (pete) en nun rasoroy \eninos descara, me parece, muchos pseudoproblemss. A ello se debe, en pei ‘her lugar, que calfique Ia historia como estudio ciemtificamente elabonudo y 30 come eine.” {Como traducir y desarrollar estas perspicaces palabras en et curso de lo que intentamos argumentar aquf? Febyre express hace cincuenta afios una ca. ‘acterizacién de la funci¢n y resultado cognoscitivos de la historiograffa que, a ‘ucxtro juicio, no ha sido superada. La hisioriografia no serfa una ciencia pero sfun estudio cleauficamente elaborado, {Como es esto posible? Primeramente, Porque el trabajo profesional del historiador no es un conjunto de actividades arbitrarias, meramente empiticas, subjetivas y ficeionales, sino que es, sobre todo, actividades tendentes a establecer conjeiuras sujetas a unas reglas o prin cipios reguladores, a un método. Es deci, es ostensible que el trabajo del histo fiador adquiere el rigor metodoldgico de los procedimientos de la ciencia, Y, se- gundo, porque el historiader trata de buscar para los procesos historicos dé cualquier nivel esplicaciones demostrables, intersubjetivas, contextualizabes, como las de li ciencia, y que, por supuesto, protende Hegar a ellas mediame Dprocedlimientos lgicos conocidos, enplicitos y comprobais Cabria aftadir que una prdctica cientiica, o cicniificamente realizada, es perfectamente posible sun cuando desemboque en unos resultados que ni lle. uen a ser teorfas de valor universal ni puedan establecer predicciones. Existen aproximaciones cieatificas que concluyen no en leyes 0 teorias sino en ces Cubrimiento de tendencias probabilisticas, de tipologias redundantes ¢ de la fnecesidad de la concurrencia de elementos constantes y precisos pura que se roduzcan ciertas coyunturas histéricas. A ello se llega con el uso de generalizn- lones empirieas, aunque sean imperfecias, y pueden producirse explicaciones ue, si no son completas, son, desde luego. rebatibles, falsables en la termine {ogia de Popper, to que es una prueba de su cientificidad." Et trabajo de ta ciencia no se mide s6lo por la generalidad de su. resultado, también por su propdsito y procedimiento. A veces s¢ toma por correcta la posicién absoluta- mente erinea de que una multiplicidad de explicaciones 0, mejor, de intents dde ellis, es muestra de la debilidad cientifica de una investigacidn. Lo cierta es enteramente lo contrario: las propucstas de explicacién revisten categoria cien. fica stempre que exista la posibilidad de su scontrastacidn» con otras, otia. Palabras de inciaciins, En Combates por hi Historia, Popper en rtaciéa con el falacionixmo se expec en mais passes de mt obra Vee KR, Popper Lat lic de la invetigaciin elena, Teer, Mand, 101 ‘opeciahnente castles IV y X. También éel mismo, El desarrollo del cnc mint lentfien nature refoctaes,Pohin, Hhaerr Aires, 1967, pp. 293) 9 bre Ia sdctarcacions ‘He ene y metas. NISTORIA.E STORIOGRAHA: LOS PINDAMENTOS: 61 ‘Como todo discurso o producto final que provede de una priictica cientf- ‘oigualmente de una ciencia plena, la historiografia ni reproduce ni preten- Teproducir el mundo, el dmbito, de su campo de exploracién en su absoluta plejidac, sino que propone modelos para hacerlo més inteligible, La historia 1 entendila como la «historia completa de todo lo que sucede, 0 «la recons- 16n integra del pasado», en palabras de Michele, tomada en su sentido li- eS un absurdo al que mis adelante nos referiremos de nuevo. ‘Christopher Lloyd ha escrito que «Historical science” is a defensible no- if it isnot considered in this quasi-positivist or indeed positivist way»."" {qv significaria exactamente una sciencia» no considerada en el sentido i-positivista 0 positivista de la expresid’? Porlo pronto, que no cabria pen= ‘en la construccisn de una ciencia stotalizadora» de lo hist6rico, una ciencia las leyes histricas. Una ciencia no positivista de lo hist6rico lo seria ne de ‘poco plausibles =lcyes de la Historia, sino de unas continuidades o rup- estructurales ¥ de unas pricticas humanas que podrian ser esenciales para a explicar lo que suede en nuestra vida presente. En todo caso, el traba- historiogritico riguroso incluye los mismos pasos metodoligicns y la mis dad de «teorizaciGn> sobre los fensmenos que en cualquier otra parcels ‘conocimiento cientifico y social. Fl problema reside hoy en que al no existir el campo de la hisioriografia una teorizacidn aceptable de hecho, al movernos fun mundo de teorias no especiticamente historiageifiens, ine referidns pend. te al comportamiento social, no pademos hablar de tna sciencia», sino, gautamente, de la aplicacién més © metios aforunads y fructifera del «modelo trabajo» del cientifico 4 la investigacidn historiogrifica. ‘No es presumible que existan leyes universales a las que s¢ ajuste cl de- lo histérico, global, de las sociedades, porque no podemos establecer y, por Wo, predecir en términos cientificos, el sentido de un cambio como el hist6- Pero es una cuestin distin la de que Ia historiograffa se encuentre supues- apresaida eternamente en la jaula de lo singular. Siendo esa apreciaciGn es por lo que, de alguna forma, podemos hablar de una prictica cient fica de Ia historiograffa. No hay posibilidad de investigacion sociohistérica, ni ie ningiin otro tipo, que no haga uso de generalizaciones. Que el curso de la Historia sea «cinico» no quiere decir que los stipos» de fendmenes histiricos “conocidos sean irtepetibles © que. bajo una tipologia suficientemente generali- taidora no puedan ser explicados muchos fenomenos particulates. En esi idea de Ia generatizacion se basa cl Ideattypus de Max: Weber para reflejar los as- Jectos generates de los fendmmenos 0 procesos hist6ricos."* Esa caracterizacion “Wepende del nivel de fendimenos que estudiemos. El comporamiento temporal de fas sociedsdes muestra indudablemente regularidades, al menos en algunos de sus niveles, Sila Historia no fuera mis que el desenvolvimiento singular de 101, Ch Loyal The Siruecures of Hismory, Camibeidge Univerity Press Cambridge. 1993, a Tc. 4. Water aba el soap de seatypur om nto pj de ete ob. 4, innayon sobre meting voce, Aaron, Hoes Aes 1982 Ci ‘THORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFTA {navduoe y grupos, i eneadenamieno de esucesos», no podria establecerse un concepto como el de historicidad, es decir, el de sujeciOn it le tiempo de todo lo que existe. hae La Historiografia, ciencia social EI historiador alemdin Reinhart Koselleck, frecuentador de los problemas teéricos de Ia historiografia, ha escrito que =la historia en cuamo ciencia no te. He notoriamente ningin objeto de conceimiento especitico de ella, sino que lo hhistoriogrdtico sobre el que se debe lamar la atencibn, Hay quien pretende, en ‘efecto, que los historiadores se dedican a dos lahores: «una pricticar, escribir trabajos histdricos, y «otra tebrica, que les leva a reflexionar sobre es0s trabajos, ‘sobre su actividad y sobre su profesidns. Y esto segundo serfa la «teoria de hs Historias, que se haria desde un punto de vista filoséfieo, plantedndose cuestio: ‘nes acerca del sentido, de 1s finalidad de In Historia © de su funcién social, desde un punto de vista metodoldgico, estudiando y analizando sus métodos y Wenicas de trabajo. La llamada historia teériea pretende, pues, presentarse ‘como un trabajo shibridos entre steorfa de la Historia» ¢ whistoria de la histo» ‘ografisn. La mezcla de la prictica. la teorfay la filosofia. por tanto. es logue ‘parece convenir a le disciplina historiogrifica. Estamos, como es notorio, ante Ia confusida arquetipica donde se «hibridane suberes y se desconoce la prdctica ‘eal historiogritica,” Las peculiaridades de! método historiogréfico ‘Si hemos hablado de una estrecha reluci6n te6rica enire la nuturaleza de lo hhistorico y las formas de st conocimiento, asf como también li necesaria ise Aincion entre ambas cosas, es preciso remarcar ahora ta imposibilidad de una eoria del conocimiento historiogrifico si no esti acompaada de unas claras ‘concepciones también sobre los principios fundamentales del metodo. Por ello suele sehalarse, con no poca confusion a veces, que teoria y metodologia en lt ‘réctica cientifica van siempre nidas. Indudablemente, el método se constuys ‘siempre de manera muy ligada a los objetivos pretendidos por el conocimicnto, ‘Aunque hay unos principios generates de método que caracterizan precisamente Jodo procedimiento de trabajo que pretenda lamarse cientffico, cada disciplina Hiene tambien peculiaridades de méiouo que no desviriian esa generaidad, ‘Conviene, pues, exponcr alors algunas caracterizaciones fundamentales ¥ pre- 119. Me refine un autor do de un oan J.C. ere Barrera, El fnal de a Nato ‘ha Ensays de Bisson edie, Nua, Maa, 19K), 9. Burioentacio Hote oe fa hs ‘rms bnrte si wht historia eve, Akal Ma 199, 7, ue, CORN fae Yer, ps a cuthoamete le lotadicct a want sents del mayo dextrinal 7» ATRORIA, HISTORIA 1. HISTORIOGRAHA, vias sobre el método det historiogrifico, del que nos ccuparemos: Petsen fom deta ends teen ance eco El primer problema que esta disquisicin tiene es que la palabra metodo, a veces también la palabra merodologia, como ocurre con ciencia, con filosofta, on réenica y con otras. se aplica a tantas cosas y forma parte de anton conter. tos distintos que, cada vez que quiere usérsela con rigor, lo primero que precisa es una depuracidn del sentido en que se Ia emplea. No ya silo en el lengua} Corriente, sino en el terreno de la produceién filoséfia 0 cientfica la palaba ‘método resulta bustante poco unfvocs. En st forma mis primacia, en la etimo- Aogica, cuya alusion resulta siempre itl a la hora de lis precisiones, método uiere decir e! trinsito de un «camino». lo que. por una sencilla y no forzda ‘asociacién, nos leva a la idea de «proceso», «procedimientos, manera o forma de hacer algo, Desde tna posicién algo més restrictiva, las formulaciones filo- Soficas y técnicas clisicas hablan, por ejemplo, de método como «el programa ue regula previamente una serie de operaciones que deben cumplitse y una serie de errores que deben evitarse para alcanzar un resuliado determinado»,” © como «un procedimiento que aplica un orden racional y sistemitico para Ia comprensicn de un objeto». Método de tna determinada forma de conocimiento seri, pues. el conjunto de prescripciones que deben observarse y de decisiones que deben tomarse en sierta disciplina para gurantizar, en lt medida que alcance. un conocimiento adecuado de su objew, Decmos prescripeiones porque un método es un eon. Junto de operaciones que estin reguladas, que no son arbitrarias sino que tienen un orden y una obligatoriedad. Pero decimos también decisiones porque un mé- todo no es un sistema cerrado ni mucho menos, sino que dentro de su orden de operaciones el sujeto que lo emplea debe decidir muchas veces por si mismo, En cualquier caso, hay unas determinadas prescripciones a las que el método «std indisolublemente ligado: las de la Wgica. ‘También las cucstiones del método histérico fueron objeto de bastante aten- también sus fuentes, nunque se en- ucatre mis limitado para ello a medida que retrocede en el tiempo. Investigat la Historia no ¢, en modo alguno, tanscribir lo que las fuentes existentes dicen... ‘La exposicion de la Historia, que es el resultado Final del método de investiga ‘lon, tne que hacer ineligible y explicable lo que las fuentes le proporcionan ‘come informacion. ‘Larpegunda de las grandes determinaciones del método historiogriico es la ‘que deriva de la perspectiva esencial de la temporatidad como naturaleza de 10 histirico, Asi, el correcto método historiogrifico es e] que entiende «ue inves- ‘tigar y representar la Historia no es meramente descubrir cosas ocurridas en el pasado cuya memoria se habia perdido, sino dar cuenta de emo las sociedades ‘se comportan y evolucionan en el tiempo. De af que se haya dicho que el ope- tar siempre de acuerdo con una crmnologéa es otra de las caracterfsticas mas deterrninantes de lo historiogrifico, pero que la cronologia en forma alguna re- present por sf misma la temporalidad. No hay historia posible que no esté pati tada por la sucesign del tiempo," y el establecimiento de «épocas> histéricas ‘ha sido tradicionalmente otra de las funciones de la historiografia, pero la cro- nologia en manera alguna agota el problema del tiempo histérico y no acaba en ella la necesidad del historiador y del método historiogrifico de considerar to- dos los fendmenos dentro de la variable tiempo. Latercera gran nota en lo que afecta s las peculiaridades del método se re- fiere al hecho de que el proceso histérico de cualquier sociedad, incluso de cualquier insancia humana especifica, tanto como In misma historia a escala Universal son realidades globales. Bs decir. ta historia de una sociedad redine en 122. A la mariners del sienpo histérco daicanvos también wns atonc estes mas adelante, HISTORIA E HISTORIOGRAFIA: LOS FUNTAMENTOS B todas las actividades que los hombres realizan y que estan entrelazadas de indisoluble, La historia de todas las sociedades del mundo, a su vez, 5e también entrelarada, © tiende a ello, De esta forma Ia Historia ‘siempre global. El problema del método hisiGricy reside aqui en eémo dar ‘© emo represeniar esta historia global, cosa que sigue siendo un pro- inresuelt, por més que se haya propuesto muchas veces la idea de una tonal, En la prctica historiografica conereta lo que da mas bien es lo wrario: la frugmentacién de la historia en sectores, en expecialidades, que ‘con fracturar la unidad de la disciplina, pero que son inevitables en ‘I prictica cientifica de hoy. Unasunto iltimo es la preparacién técnica del historiador a laque antes nos hemos referido. Pero el hecho es que uno de los problemas mix comunes que ‘Mlectan a la preparacién y In prictica, no ya sélo del historiador sino de cual- investigador social, es la frecuente confusién entre método y Wenicas. aiclarar este asunto, que es importante en la prictica cientifiea, dedicamos “Mis adelante espacio suficiente. Aqut podemos adelantar que el método es un “Conjunto de principios que van siempre ligados a ls teorfa, mientras que las tée- ‘eas. que son las que realmente han de adaptarse en cada caso a la naturaleza “el objeto investigado, pueden ser compartidas y son intercambiables entre dis- linas diversas. ‘Una buena imagen de lo que serfa la preparacign de un «investigador social» ‘en técnicas fue deserita por J. Hughes en estos términos: «consistird normal- “mene en aprender a dominar las técnicas de! cuestionario: los principio det Aisetio y cl andlisis de ts encuesta; las complejidades de la verificacién, regre- ‘sifmy correlacién estadisticas; andlisis de trayectoria, anilisis factorial y quizis “hast programacién de computadoras, modelado por compuiadora y iécnicas si- ‘jilares»," Pese al tono irremediablemente tecnicista, incluso mécanicista, de ‘esa descripciOn, es indudable que se hace en ella un recuento de destrezss sin ‘us que no se concie hoy e! tratamiento de Ia materia social. ¥ dado que la his- urografia es una forma de investigacién social, ,seria posible pensar que en el [Perfil eta formacion de un historiador se inchiyeran tales destrezas? A ta luz “Mp la realidad wctual, esto podria ser considenido no otra cosa que una peligrosa ‘Wiopfa 0, tal vez, incluso, tna profaracion,.. Sin embargo, aungue pese a algu- “fos, 1 futuro impondré muchas de estas técnicas también para cl historiador, Es “evikente que deberia poscer algunas oir, por ejemplo la prictica de Ia explora- ‘ein del archivo y de otros tipos de fuentes no escritas, Pero seria engaflarnos “W0 fener muy claro que en el horizonte de futuro de la tarea de historiar ocupa 4in lgar fundamental una suficientes preparacién metodolégica y técnica, Lo oniravi es conlenarnos a hacer -mala» Historia, 121 J. Hayles Lasoo de hr davai seal, PCE Meio, 19RD, 9 2. EL NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA HISTORIOGRAFIA: LOS GRANDES PARADIGMAS Las cienciashistérieas esti incluidas bajo el nombre de las ‘morales y son wna parte de elas. JoHtans Gustav Drones, Histor. No hua sido todavia suficememente estudida la historia de ‘muestra ciencia. Hasta ahors se ha estudiado con preferencia el ssepectes externa... mas ne ol dasa interne de la investiga cin y concepeidn hisidriens, ‘Bast Briwntist, Leirbuch der Nstorischen Methode... Como ya hemos advertido, este no es un libro de Historia de la Historio _gaffa, Sin embargo, parece escasamente plausible que el propdito de estable- ‘ceruna teoria de I Historia y de la historiografia pueda ser llevado « cabo sin ‘una consideraci6n, justamente histérica, de los desenvolvimicntos previos del pensamiento y la prictics historiograficas hasta Hegar a la situacién actual. La bistoriografia tal como la conocemios hoy se ha constituido a través de un pro- ‘ce39 cuyo andlisis no puede ser mas revelidor para explicar tanto los adelanios ‘como las carencias de una disciplina que con cardcter formal tiene algo menos de dos siglos de existencia, Es tan cierio que ta teorfa ha de acompanarse de I historia como lo contrario. ‘Examina a historia de a aparici6n y desenvolvimiento de la disciplina aca- «démica de la historiografia es, por tanio, una tarea preliminar € ineludible. No ‘hhstanto, lo que va a ser expuesto en este capitulo y el siguiente no es tampoco, ‘n sentido estricto, una verdadera historia de la historiografia. Es mis bien s6lo tun eshozo de ella, que juzgamos suficiente pero que no tiene otra pretensiin {que la instrumental. Uns historia de la histoniogeafia —y minim si hubiese de reflejarel desarrollo entero, desde ta Antigitedad, de la evolucién de la eseritura de la Historii— requetiria ella solo un grueso tratado, Una historia asi tendria ‘que estar adecuatamente contextualizada en el curso de la historia intelectual, LL NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA HISTORIOGRAFIA. 15 “de I historia social de las ideas y, seguramente tambign, deberfa tratanse “imersa en una visin mas global de la historia entera, en cl plano del movimien- whistorico general. Por ci contrano, se trata aqui de pasar revista someramente al conjunto de ideas y de propuestas, de pricticas, de decisiones cientificas que, desarrolladas fpocpane dels histriadoes veces, de lg or pode inelectuaes um bien, como fildsofos o sociologos. hun ido constituyendo una disciplina norma- iizada, aucnoms, plural, desde tuego, con su tradicidn, sus normas, sus dife- -rencias internas y sus delimitaciones. Nos cefiremos a examinar las contribu iones, desde el siglo xix, al acervo tesrico y metodaldgico para destacar s6lo ‘aquelto que ha contribuide al desarrollo disciplinar de la investigacién de la bi Aoria y no lo que representan para la historia de la cultura o de la ciencia social ‘€7 s8 conjunto, Una discusidn del estado actual de la historiografia no parece le sin un conocimiento suficiente de sus precedeates, y ningin cambio, hinguno de los grandes virajes que se han producido en la eoncepcisn tesrica y disciplinar de la historiografia, serfa inteligible sin una adecuada perspectiva de suvambiente intelectual y de si Igica temporal. La historiografia, como otras disciplinas del conocimiento social, ha ido ssconstruyéndose» a lo largo de un problemético proceso de aportaciones, deba- “Iss, ineluyendo tas desviaciones y las heterodoxins, que se ha desarrollade so- bre toda, en el corta término, dele el siglo XIX y.en una perspectiva algo mae famplia, desde e! movimiento de ls lustracisn en el siglo Xvi, Por oira parte.en 1 momento histérico en que hacemos este balance tampoco podria decirse, ‘er modo alguno, que la historiografia es ya una disciplina perfectamente cons- tituida. No slo tal cosa dista de ser cierta en este caso, sino que es una forma de hablar impropis para caracterizar cualquier forma de conocimiento humano. ‘Li historiografia serd siempre una prictica «en consirucci6ny. come dijera de ‘forma muy licida Pierre Vilar con referencia a ls historiograffa marxista, En de- fintiva, lo que interesa aqué no es tanto una historia directa del desarrollo de La -seseritura de Historia», aunque también, como del pensamiento sobre la natu taleza de la historiografia y su método. La eseritura de Ia historia y la reflexion ‘istoriogrifica han ido juntas, aunque esta ditima no haya estado presente en Ia ‘medida deseable. Convine adver, por dltimo, que empleamos el concepto de paradigma en 1 sentido exacto en que fue intreducido en la historia de la ciencia por Thomas ‘Kuhn para designar un amplio modelo de explicacién cientifica de alguna rea- Jidad global —et universo, la vida biol6gica. 1a historia, etc.— establecido en Jun momento de Ia historia de fa ciencia al cual, o dentro det cual, se ajusta ta actividad de la ecicncia normaly hasta que una sTevolucion», © momento de sciencia extrwordinarias, viene a suxtituirlo por otro de mayor potencialidad 1. Véase A. Niko. Lt Hixorn de lu Historiggrafia, wna divcplina en construc, en Hispmia, Mase, NLVIUV63, 1986, pp. 398-417: G, Pasar e L,Poi, Historia pre= ‘Wo cal en Eopaita, Prensa, Univertrias de Zaragoza, Zaragar, 1986: Koss, el, Lt Sto ‘ogra cotemporune. dniirtt« problem, Mexdao, Nitin, 1887, 76 ‘THONIA, HISTORIA 1 IMSTORIOGRAFIS ‘explicativa. En este sentido, Ia historia de la fisica ha pasado por situaciones de imposicién de paradigmas como el modelo de la fisica de Galileo, de la gravi- tacién universal de Newton, 0 de la relatividad de Einstein, por ejemplo, En las ciencias de Ia vida se pas6 del paradigma del fijismo o creacionismo al del evo lucionismo introducido por Darwin? Se ha dicho que Ia historia de las ciencias sociales muestr la particuluridad de que el entendimiente de la realidad social ‘nunca ha estado sometido a un paradigma tinico, sino a varios en competene: funcionalismo, marxismo., estructuralismo, etc. Pues bien, en el caso de ta historiografia Ia situacién refleja claramente la ‘evolucin de la ciencia social en su conjunto. La creaciGn y desarrollo dela wcien- sin de la Historia» se ha hecho a través de la hegemonia de diversos paradigmas, pura los que la historia de Ia historiografia ha establecido tas denominaciones de historicismo, positivismo, marxismo, «de los Annales» e, incluso, el narrati- vismo 0 el posmodemismo, A medida que nos adentramos en ln mis reciente historia de la historiografia es perceptible que no ha habido una sustitucién de lun gran paradigma por otro sino una pugna entre varios. Ese sel caso de! mar- xismo y la escuela de los Annales, 0 lo fue el de ta historia narrativa fremte a a historia estructural, etc. Nunca se ha impvesto un dinico paradigma en la teoria yen la prictica historiograticas. 1. Lak ARARICION Ut: LN “CIENCIA DE LA HISTORIAS El primer impulso formativo para Ia aparicion de una disciptina modema de 4 historiografia como una actividad intelectual auténoma, con sus propias ‘ormas. con practicantes dedicados profesionalmente a su cultivo, surgiG en el si- ilo xP a partir del momento en que la «Historia» pasa ser una materia de obli- gudo cultivo on tas universidades y comenzé a dotarse de su propio método de trabajo. Alemania jug6 un papel fundamental en este proceso y cn sus univer- sidades se cred antes que en ningunas otras el modemo acervo de la historiogra- fia entica.’ Segtin se ha sefialado también, este proceso es inseparable de la etapa formativa de os Esiados nacionales. a cuya construceién aparece ligada la «gran Historia» en et siglo x1x, al tiempo que se van instituyendo las grandes cieneias sociales del futuro, a economia politica y la sociologia fundamentalmente. La separacicn clara entre ta wciencia de lu historia». que seri el abjetive que cl siglo Xtx se marca, y la historia erudita y filoséfica del siglo xvut tiene, tal ‘vez, su punto de inflexién en la historiografia romantica, la que tended su auge cen Ia Europa de la Restauracién y Hega a su declinacién bajo la influencia ge~ ‘eral de 1a nueva filosofia positivista medio siglo despus. En ese momento de {ahistoria cultural europea puede decirse que aparece la historiografia moderna 2 Th Kun, for mamrairc.. op cit especialmente pp. 38 y 96, y My 8 iste pg ha i etacad po ada tas histori Ue a Nsopratta, Bae vere ‘conocido lito de G1 Gone, Mitova ¢hitoriadores en of silo rs, Poca de Cara Eos wc, Manco, 143 (ong intles 1913), Ui, NACIMENTO Y DESARKOLLO DE LA HISTORIOGRAFIA, 7 Bs también en ese tiempo de auge historiogrifico cuando empiczan a diferen- “ciarse las escuelas nacionales de historiadores, y arranca la creacién de las gran- ‘les tmadiciones historiogréficas que prevalecicron hasta, aproximadamente, la Gran Guerra de 1914, Las escuclas historiogrificus mas tempranas y brillantes seria, sin dud, li alemana y ta francesa. Les seguitia la britinica, y, en menor ‘escala, Ia italiana y la espatola. En América se crearon mis bien unas tradiciones istoriogrificas propias con una dindmica particulary, sin duda, de gran interés. La profi niptura intelectual y cultural que supuso la eatéstrofe de la Gran Gverm tuvo un efecto notable sobre el pensamiento histérico y sobre la historio- ‘graffa, de forma gue en los aos veinte se anuincian los slbores de lo que seria la Spoca de particular esplendr de la disciptina, la de la segunda posguerra. No obs- tame. desde comienzos del siglo Xx se presentan ya algunas grands alternativas Ail modelo historiogrifico decimondnico. precedentes del desurrollo posterior. Si el sigho x1x fue el de la iniciacidn, el xx serfa el de la eristalizacién de li histo- ‘Tiografia como la conocemos hoy, el de crea de algunos grandes paradigmas eee: historiogrificos que han dominado ta historia de la discipina hasta risis que empez6 a acentuarse desde el final de los afios setenta de ese siglo, Elnacimiento y desarrollo de una diseiplina: perspectiva general sn la perspectiva, pues, de pricticamente dos siglos de desarrollo historio- _grilfico, es posible analizar ahora los progresos y las carencias, los aciertos y los ‘Fetoeesos, que la teoria y ef método han experimentado desde que a comienzos el siglo xix surge Ja «revolucidn historiogrdfica» de donde arrancard la nueva iseiplina, De hecho, el fin dela historia-crenica y la marcha hacia una historia Investigacion, pues ese es, en detinitiva, cl sentido historico final del desarrollo |isioriogrifico en 1a edad contemporinea, tiene, sin embargo, algunos preceden- ‘es precisos en la Europa de la Hustraciém, de los cuales es conveniente dete «en dos claves, cuando menos, Unies ef nacimiento de ta «filosofia de ta jofia=, un nuevo espiritu analtico para enjuiciar el proceso historico que en marcha Ia Hustracivn; la otra es el progreso decisive de los medios ins- ‘jumentales del conocimiento histérico, Los precedeates de la explicacion de ta ‘Historia y de su documentacién se encucntnin ya, por tanto, en ciertos adelan- Jos que trajo el siglo xvi. Aunque no sea mds que de forma simbélica esas dos claves poscen sus ‘nombuex propios de protagonistas. En el primer aspecto es preciso rememorar ‘a figura de Voltaire, 1 introductor, justamente, de Ia expresiéin «filosofta de 1a Mistorian El otro protagonists es algo anterior, ef benedictino, francs tam- A. Voli, Filia Historia. Esnabia prtininar, tdci $ metas se Martin puerta, Tecnos, Madrid, 999. La primera eicie de ese opdscolo apureci en Amscrdam 1765. Desde luego, com la expesin =ilowfia de la stra” Veltaire queria expres ta Sore a i etext, cal que os ia 4a naan de he Ajoy muy ita se ho gue seria fi she Kant Ua Rls alsa le ty His uivacten Alemania 78 “TEOWIA, HISTORIA E HUSTORIOGRAFIA bién, Jean Mabillon que en 1681 publica su De Re Diplomadtica tibri Viel pri- mer tratado de critica documental que puede recibir tal nombre. El pensamicnto de la Ilustracion represent6 una modificacion profunda de ta concepcion de ta Historia. El aporté 1a idea, que ejempiifica bien el pensamiento de Voltaire 0 cl de Diderot. de que la Historia no es una narracion de hechos memorables, ge- neralmente polflicos. que Hlustran la vida de los grandes hombres, los gober nantes y los poderosos, sino que se reflere a los hechos de civilizacidn y que es tuna «explicacién» del pasado y no su descripcién. Una explicacidn que s¢ em- prende entonces bajo ta forma de una fitesofia. El pensamiento de la Mustraci¢n, en la obra de los filésofos especialmente, se va a ocupar de cuestiones estrechamente relacionadas con la eoncepeién de lo hisidrico, como es el asunto del tiempo y el sentido de su transeurso, que abordan Vico Kant, © In influencia del medio en el desarrollo de las socieda des, de lo que se ocupa Montesquieu. El racionalismo ilustrado rechaza decid damente la explicacién providencialista de la Historia. En resumen, serfan el ‘nuevo espiritu analftico aplicado a la Historia y el progreso de las téenicas del onocimiento de las fuentes las dos Haves que abrieron la époeca de fundaeién y fundamentacién de la historiografia, La Revoluciin —dque fue la situncién de- terminante para el nacimiento de la «historia contemporinea»— crearia luego lus condiciones para un nuevo entendimiento de la funci6n de la historia, de las condiciones de su reconstruccién y de sti uso politico y social. Precisamente serfan esas condiciones intelectuales nuevas, que impuso pro» ‘gresivamente el triunfo del liberalismo y la construcei6a de los nucvos Estados, las que determinarfan ef cambio de lugar de 1a Historia en el bagaje cultural de li mueva sociedad burguesa, Lo que representarfa el continuo auge de la escri- tura de la Historia desde entonces ha alimentado el mito det siglo x1x como «siglo de Ia Historia. Es posible marcar unas etapas, cuyos hitos eronol6gicos ho son en principio tampoco dificiles de establecer. En la historia de la verda- deta constniceidn de la historiografia, es decir, en el desarrollo del pens into historiogrifico desde Ia Europa de la Restauracidn, \a posrevoluciona ria, hasta hoy. La primera de estas fechas simbdlicas que abrifa el comienzo de etapa en Ia historia de ia historiografia modema es la de 1824, en que aparece un texto de luna figura fundamental, Leopokd von Ranke (1795-1886), que fue ta Historia ide los pueblos romdnicos y germéinicos. En cl Prologo y en el Apéndice final, [Publicado tambien de forma independiente, sobre la figura de! nuevo historia, se extablecen doctrinas que, junta las del historiadr de ta Antigtidad Barthold Nicbuhr, consiituyen ef fundamento de to que seria la shistoria criticam, Ale ‘mania por tanto, tomaria la direccidn de he nueva corriente, Hay wnanimidind labsoluta en ta historia eritica de la historiografia meeraa en que ta obra de Ranke y sus seyuidores en ta Prusia de comiencos del sigho xt, ta orientacidin ‘nueva «jue impriminin al conocimiento de la Historia, ¢¢! hito fundamental de donde suranea tno el progres posterior, en todas lay naciones de Europa y en América. Dose entonces,ymcias a la inflvencia de ena nueva figura del histo Findor que ejemplifien Ranke, se proxluciria un pensamiento historiogaficn ten [EL NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA IISTORIOGRATT » ¢ 1 fundamentar una disciplina intelectual especifica, Comenzaba ta prof de a historingratia, da fecha, que abre una larga etapa distinta, es la también simbsl ‘ao.en que aparece en Paris cl primer miimero de una publicacivin Ja Revue Historique, nacida del empeiio de otro historiadorinnio- ‘Gabriel Movod. Empezaba entonces un periodo de ta historia del pens istoriogrifico cuya mis notable caracteristica seria la de haber em ‘una sisicritica fundamentacicn de una sciencia de la Historia que ¥e ‘evencialmente en las ideas sobre la ciencia que introdujo el positivisio. de un historiografia positivista tiene algunas imprecisiones, no es ye la ueva scien, visa cow optimise extra algunas de ss ot ‘de esta imagen de la ciencia que mediados del siglo xix Wo el pensamiento de Auguste Comte. La busqueda del método seria Ia clave, y porello se hu Hamado también a esta etapa ta de la Jn «metdico-locumental. La historiograffa nacia con una clave Jeon respecto a otras ciencias sociales: la de basarse esencialmente en la (nde poseer un méudo especifice: pero se diferencia de ells spe st ‘en efectuar una teorizacivn de su objeto. Es esta una cuestion primar Jen forma alguna puede perderse de vista aunque a veces ocurre a pe, la tereera etapa podria tener su fecha simblica en ta de apt- fe ctra revista Celebre. Se uataria de los Annales d'Histoire Economique que crean en 1929 Lucien Febvre y Mare Bloch. Hablamos, pues, de es de la fundamental «escuela de los Annales», El pensamiento his- que prodiajo Ia escuela ha marcado de forma indeleble la larga etapa ‘como grupo cohesionado, en torno siempre a la revista,’ cuyo fi: situarse en Ia década de los afios setenta. Este periodo giro, quiz, 4 ee fundamental del iniento de crear una historiografia claramente a Ja de-estirpe documental o positivista, que haba tenido un lange pro~ durante pricticamente cincucnta afios. Sin embargo, el nueve period algunas oiray Caracteristicas nuevas, Jo pronto, la innovacion que introdujo Annafes en modo alguno fhe tan \eowno pretendieron siempre sus funkdadores y sewuidores. Alun de las fallerativas al modelo decimondinico de historiognafa se habia ido jo desde comicnzos del sighs xx. De ora parte, ¢ paradigma de bo de convivir, a yeces en confrontacion pew mas cominmente Avctifers y productiva sincsis, con otros dos grandes moxelos, ef marxista ‘eantitativista 0 eliometrico, Por lo dems, nunca desaparecis enteramente sn historiografico narrativista, nila confrontacién enire el pensamien iualista rikew ¥ ta vieja historia basa Ia narracisn deta politic. Hewwer periodo de la historia del pensamiento historiogréfic, cf que atranca Wee 1929, ha side} ns ico, plaralista y preaductive ce todos. Méase G1 Gwe, ap et pp: KD y $8. 9G. Pasar, Lt Hider Comterpraine arricon hisergrifie, Mate, te, 2000, yp 32y 9m: Dodson an epipate sta sipitcacc se ba ncia mds mclute om eae vagiin A THORIA HHSTORA I HMSTELIMATTA, Por fin, 1a situacidn presente, que puede vccinse que proceede de Ia crisis de esos grandes paradigmas nacidos en los aos teint el annalisie, el marxista y el estructural-cuantitaivista, tiene un origen menos preciso para ser fijadoen unt fecha acontecimiento simbélico, Significativos fueron, sin dud, hechos como {a aparicién en 1978 de una requisitoria firme contra una peculiar ortodoxia de | concepcién marxista por obra de E. P. ‘Thompson en su Miseria de la teorta En 1979 aparecia un ruidoso aniculo de L. Stone sobre EI retomo de la narra. ‘iva en el que se pretendia ajustar las cuentas con el cuantiativismo, Algunos ‘fios mas tarde, en 1988-1989 Annales pareefa dar por concluida la etapa central de su trayectoria a través de dos editoriales aparecidas en Annales E:S.C., con cl significative thalo de Historia y ctencias sociales, una encrucijada critica € {ntentemos la experiencia, debidos a Ia pluma de su director Bernard Lepetit.” La crisis global de las ciencias sociales que se desenvuelve desde 10s aftos setenta, en lo que tendré un papel de mucha imporancia la erisis floséfica y artstica& la que respondid en su origen el posmodemnismo, fue el contexto pre ciso en ef que debe situane evi particular situacion asimismo de ta historio- graffa. El dltimo cuarto del siglo xx, como puede verse, configurd una etpa fueva, ta cuarta de las que hemos sefialado, en Ia que cabe hablar de una crisis, si biea con un contenido para esa palabra que no xc limita, en forma alguns, a sus connotaciones negativas. De hecho, la historiografia mosiraba mejor que en ningdin momento anterior su estrecha ligazdn con la problemsética social y cul- tural global, en uns trayectoria plenamente convergente con la historia intelee- (ual, li historia cientfica también, a eseala mundial, Fue en el siglo x1 cunndo ls concepciones sobre la Historia y la historiogra fla experimentaron un primer cambio decisivo, En ello se ha fundamentado elt pico de siglo xtx como siglo de la Historia. Una expresién acertada en su foado ‘oto que puede prestarse a equivocos. Sin embargo, el siglo xIx es el de! naci- ‘lento de una «ciencia» de la Historia y. de otra parte, seguramente es ris im: ere oe !aquel siglo inventé una nueva forma de ver Ia realidad: 1 pensamienio histérico, historificd la realidad. Unos de los mis grandes ‘imeeeptshies historiogrficos del xix, Langlois y Seignobos, sefalaron que wes | Historie atimisimo elemento indispensable para e acabamiento de las ciencias «. Por esto todas las ciencias antropolégicas (lingistica, dere- Felipiones, cconomfs politica, etc.) han tomado en este siglo la - El pronunciamiento no podta ser mis nitido.* Jains teslon, que ne han sido traducidon ra Histoire et Sciences Tentons experience. La propia revise crbiaria su tal cn 1004 Misvireet Science: Sociales. Mas adelante nox octparnon con Anivsducton aux etudeshisoriques. Hachette, Pats ism Hho ex de 4913, Maced, Daniel Jorro exh, tau: anc, Tima a ca de eta edicin, p. 140, Pace resets es. Pat os Kink ‘esas Senco sl socilos 4 nportawe pleto al que nos referer después HL NACTMIENTON Y DENARHOLLO (0 LA HISTORIOGH ATA, St Sil siglo X1y tlene, en cualyuier cas, uni importaneia trascendental para Jos origencs de la disciplina de ta historiografia en su estado vetual ello se debe ‘A que en €1 se produjo sobre todo un fendmeno ea realidad dnico, pero de ma- {ifestaciones complejas. Nos referimos al abandlono de las concepciones sobre Ii Historia y su escritura, ligudas tanto a la teologia como a las bellas artes, que ‘habian conformado ln tradicién europea précticamente desde el Renacimiento, Yetal vex, cabe decir, desde 1a propia Grecia clisica. Lus diversas escuelus y ‘Corrientes historiogrificas del siglo xix coinciden, al menos, en una cosa a ia ‘que ya nos hemos referido: en dejar de considerar que la Historia es una crdnt- ‘a basada en los testimonios que nos han transmitido tas generaciones anterio- {es para pasar a ser una investigacidn, con lo que. justamente, la propia palabra Historia recupera su pristino sentido en lt lengua griega: investigaci ‘Sin embargo. tos progresos de la historiografia en el siglo xx han sido mu- ‘cho mas decisivos que en el anterior. aunque casi nadie toy ha visto en su ‘gorrecta perspectiva. Ha sido en la segunda mitad del siglo Xx cuando la histo- ‘iograffa, en sus es grandes paradigmas, ha tendido a una estreche convergen: cia con las ciencias sociales hasta constituirse como una mis de elles, no sin importantes reticencias, ciertamente, de una parte del pensamiento historiogrs. fico. Como en cl caso de las ciencias sociales en su conjunto, la historiografia experimenté un impresionante avance con posterioridad a la segunda guerra mundial, hasta el panto de que entre los afios cincuenta y principios de los ‘ochenta atraves6, seguramente, una edad de oro, como después veremos. Luego, a partir de la década de los ochenta del siglo Xx hasta hoy. en el conjunto gene: tral de las cioncias cociales ee han experiment prafundos proceso de exm- bio, de reacomodacidn a tiempos histéricos claramente distintos de los de a ‘posguerra y de crisis en la teorfa del eonocimiento social. Ein todo caso, el and lisis de los progresos de In historiografia en nuestro tiempo debe hacerse er pleando como contraste ese gran cambio inaugural producide en el siglo XIX, sin en el cual no se comprenden los progresos de todo el siglo siguiente El desarrollo de la ciencia de la historia en los siglos xix y XX ha ido estre- chamente ligado no s6lo a ta historia cultural sino a todo el movimiento histé- rico general. Su primera ligazdn se establece con Ia historia intelectual y con el desenvolvimiento de una ciencia y una nueva filosofia social asf como con Ta ceonsolidacién de los diversos paradigmas de la ciencia positiva. Sin duda, el Cevolucionismo tuvo un notable influjo en la incipiente historiografia, como en las demés disciplinas sociales. Es muy plausible, sin embargo, que toda esta historia que tratamos se halle efectivamente presidida por ese caricter que ha sabido definir bien en nuestro tiempo el historiador alemdn Jorn Rilssen: la fale tude impulso suficiente para crear Jo que ha llamado una «matriz disciplinar» imprescindible para el progreso global de la historiografia como investigacion social autosufictente y cohesionads." EI funuro queda abierto a ese logro, 9 La de de Horm Risen s¢ expone en vation de wes esrios. Cf. The Didactics of His. tory in West Gennany: Towande a new SelfAwaresess in Hitarical Snulies, en Higory and Theory, 26, 2(1987), possi 2 -TWOREA, HISTORIA E HSTORIOGKAPIA La aparicién de las escuelas nacionales La primera etapa de la historia del pensamiento historiogrifico en el si- slo XIX estuvo caracterizada por la gestacién y la consolidacién de unas hisio- ‘ografias nacionates, Ello poxtria ser la consecuencia més clura de la estrecha ‘elacidn entre el desarrolio historiografico y et proceso de construccidn de iden- tidades y Estados nacionales en la Europa de los dos primeros tercios del siglo XIX, como se ha sefalado, Es el caso de ta Alemania de la unificacién, de 4a Francia de la Tercera Republica, la Italia del Risongimento y la Espaia isi belina. Et sesgo ligado a la vida politica que tiene el desarrollo historiogrifico ¢n Gran Bretria es bien visible con el nacimiento de una historiografia, que se presenta como renovadora, unida al pensamiento liberal, whig. Sin embargo, 0 debe olvidarse tampoco ef peso que tienen en todo este proceso lis tradiciones Intelectuales y Inerarias preexistentes en cada pais, bajo cuyo influjo progres bla nueva ciencia, Ello en el caso alemin en particular es perfectamente visible en la importancia ve la especulacion filoséfica para la concepcién de lo histo- riogrifico, Las grandes tradiciones historiogrficas nacionales, aunque con wn sesg0 mis universalista, con mayores conexiones entre sf y una comunicacién , a mis larga y persistente tradicidin que ha vivido la historiografia hasta hoy De hecho, es ahora cuando pitede hablarse del establecimiento de un gran para digma, cl primero, compartide comuiamente por tx las historiografias macio- iales, pra el conocimiento de la Historia, Resulta bastante habitwal que a este ‘momento de las concepciones tedrico-metodol6gicas de la disciplina se le eo- hnozea como el de la historivgrafia positivista, una denominaci6n seguramente ‘ubusiva, sewtin diremos después. aunquic no enteramente inapropiad i la luz de Jos ideales «cientificos» de los tratadistas que la propugnaron. Este cambio perceptible y duradero del horizonte de los estudios historiogri- ficos, cuyo influjo permanecerd activo, de una w ox fon. hasta la década de fos ‘ufos treinta del siglo Xx. suele ser adjudicado a las aportaciones que trajo na am= pia corriente que Hlamamos sin mayor precisiGn positivism. De otra parte, es fre= ‘cuente también que se tenga al historicismo alemdn por la creacién mis tipica del ‘siglo en materia de concepciones sobre la naturaieza de lo histérico y la entidad de la historiogratfa. Ambas rotulaciones necesitan de matizaciones rigurosas. En efecto, lo que s¢ Hlama shistoniograiia positivist» no deja de estar inter- pretada a través de un persistente equivoco, Muchas veces se llama positivist, ‘sin mas, a una Concepcion que es esencialmente narativista, episddica, descrip- tivista, ro de una tradicion enudita muy a to siglo Xtx. En realidad, ese tipo de hhistoriogratia es el mas tipico ejemplo de «historia tridicionals, pero no tiene [Por qué ser confundido necesariamente con la hisioriografia «positivista», Lat historiografia positivista es la de los sbechos», establecidos a través de los Wocumentos y de su critica, inductivista y narrativa, desde luego, pero sujet ‘a amétodor. Desde mediados de siglo pueden verse ejemplos de ello, en obras ‘como las de Taine, Buckle, Duruy, incluso Renan, cuya historiogratia propugna ‘explicitamente el establecimiento de unas leyes del deseavolvimiento histérice ‘yuna investigackin basada en la idea de «hecho histérico>, Pero la shistoria me~ Itilica» no se confunde necesariamente con la historis-eiencia del positivismo, tno se deja llevar por la influencia directa de las ideas de Comte o de Stuart Mill, ‘aunque coincide con muchos de sus principios. ‘La fundamentacidn documental comenz6 en pleno siglo X1X, pero su infl jp fue poderoso durante todo el primer tereio del Xx, Todavia en 1946 spare ‘el pequeio tratado de Louis Halphen que reprodcia conceptos empleados ‘eventa afios antes.®” ¥ los tratacos de esa inspiracidn han seguido publicandose después. 0 se han reeditado los elisicos. en los aiios sesenta y setenta.® Las 26, CHG, Pomona, La 27 Malphen, itr 5 2% Alqunos eiemplos de ello: Malkin, Samatany Salmon. (Véase biblingrafa final.) 88 TEORIA, ASTORIA E HusToRIOGRATIA Obnas de referencia maxima, las de Langlois-Seignobos y Rembeim, han segui do reeditindose en todo el siglo Xxx (la primera de ellas sin removar nunca) En 1921, aparece otra esencial de la historiografia metédica, Ia de W. Baer, Einfithrung in das Sudlum des Geschichte, tal vez. la mis voluminosa de todas y 44 que ha ejercido igualmente una influencia casi determinante. En cl caso de la escuela metédica o de In metodologia critica, puede obser. varse que se halla precedida de la publicacién de algunas obras que abordaban luna cuestidn no estrictamente metodolégica, la de preguntarse por la naturalezs de la cicncia historica en su conjunto, més alld de sus estrictas précticas meto- doldgicas. En el caso frances un libro singular de esta especie es ef de Louis Bourdeau, con cl teulo L"Histoive et les historiens: essai critique sur I Histoire considerée comme sclence positive, gue aparece en 1888, donde el plantea. tniento de 1a idea positivist de ciencia es Hevado a su timo extremo. Segura mente, el libro de Bourdeau debe situarse a la cabeza de la serie de los muchos ‘que reclamanin para la historiografia el estatuto de ciencia, a historia deta ex. tudiar, segin él, fenémenos generales y buscar las leyes del desenvolvimientoy histérico, en ef mismo sentido en que Comme atribuia la misién de encontiar leyes la sociologia. Por si faltaba poco, Bourdeau crefa que el lenguije hist. fico debia estar completamente formalizado, atitmetizado, abandonando todo Sesgo narmtivo, pues la narracién era mais propia de la literatura, Otro libro en esta linea, aunque de forma més moderada, es et de Patil La- Combe. De! Hisinire comme science:* donde tl cisiflcitad $e bUSCA Pa Ola Pia, Ia de un sustrato comin explicativo de todos fos actos de la Historia, que «ree encontrar en ta psicologia. Respecto a las leyes del desenvolvi. imiento hist6rico, en las que Lacombe cree también, hace la observacidn de que un error confundir evolucisn con progreso necesario. Lacombe permancets activo muchos altos ¢ intervendefa en importantes polémicas a las que nos refe- ‘iremos después, En cualquier caso, puede mantenerse que el positivisme indudable de la escuela metddica no es una consecuencia inmediata del impacto directo de las ideas de Comte 0 de Mill.” Una influencia de ese pénero la representaban, mds bien, obras anteriores como las de Buckle, Taine 0 Bourdeau. es decir. una histo, Fografis que ocupa esencialmente el tercer cuarto del siglo y que se prolongs. Tia hasta los aiios ochenta pero que no sobreviviria particularmente aM creacién de esa ciencia de 1a Historia mas preocupnda por el método formal y mucho mis escéptica en cuanto « las leyes histéricas, La historiograffa critica o mets. ica en absoluto se propondrd la busqueda de leves universales de la Historia, | Propugnard forma alguna de determinismo; lo que se recoge fundamental, mente de la posiciOn positivista es ta imagen de «ciencia» como opuesta a la =peculacidn filoséfica, Gabriel Monod insistirfa en el manifesto de la Revue 29, Fe Lacombe, Le Histo‘ comsiderte comme science, Hachette, Pats, 124, (Existe na traduccion espatiola de Barcelona, Espasa-Cilpe. 1888. donde eaivocddemene oe lnea od wor Petre) 40 Queen ve mantienen Bourde- Martin, Les doles... ap pp ROS y 9. EL NACIMIENTO Y DESARKOLLO DELA HISTOROGKAKIA 89 orique cn que la historiografia propugnada por aquella publicaciGn se alejaria di toda cso ds toda nenfbice" Laregatve dco qual sven rl imeeretada cas sempre ene far, elec de ods Hilo por la cn positivista, ha tenido también consecuencias nefastas. Aunque Monod admite necesidad de una steorfa de la Historia, en lineas generates es intl buscar en cl nicleo de la escuela una teoria de Ia Historia en sentido estrito y sélo en par- te pairs encore ina de a hioiograi. Su preocpacin e ecactimente el método, la regulacin de Ia prictica heurstica y el objetivo esencil del docu- fmenio ys explain como base de cunker dacuraHseigrfico, Enire ls obras que mis contribuyeron a dar su perfil al nuevo paradigms oneiiento histo desta con le propa de Ch. Langlois y Ch Seigno- Ie, Inicio cx Eudes Blstorgues "sparen pox vex primes en 198, ¥ que constituye, junto a a alemana de E. Bembeim, el tatado de metodologia Niaricaquiaks mis amos yfger enze os mls seuidos en muchas décadas de ensctanza de feo yente los ms discdo y rechzaco ambi po a Hstoiogiia poi a seunda guerra unin Se rat de un Ho sgn ‘amen clave en la historia del fundamentacin disciplinarde la historiogratia ¥. vito en perspectva, In uz de x iafluenca frida, no cbe sno cons ‘erarlo negativamente. En todo caso, las ideas de las que acabs siendo paladin Charles Seignobos, fueron ya discutidas, segtin veremos despus, desde co- TE pole cs, por la parte. ee consucion ean nto son 0» particular y eapecifico que preted a orn de Langoi-Seignobon,e ferayo acerca del modo delat cencas hiicas qué dean 10s aloes.” s€ quedaba realmente a una gran distancia intelectual y técnica de ta ermpreni da cs en ln misms époa por a sociology, a antopologa a geograt por fo hablar dela esonorta, ¥ esque ts obra de Langlois Seignobos, que responde sin dda aun pun sete ssid a es del ilo. pose mde que un con Juno muy enters de receus pricieas comenes el wo dels spapelnsr, Br jempl, para ana as infomuiones extras de lox documeion— ob Viedaes Iigkas,piologines ysubjivianos apical crfiea text de unllcraliad ea vskn de Jo queer vel documento y de ruc cas indi (sin eruicin no hay histori). La obra careea de cual visi el- 13 del significado de lo hse enuniab 4 cualquier intent, por cons deraro emterumene csi de efenén sabre naturale de la Historia o de la ciencia histriea, a pesar de referirse comtinuamente 4 ella, y no presentaba tumpocoensetianza tenia alguna, fer de mora cea de inept tex «sentido comin. La comparacién con Las reglas del métado tecllégln, us Ele Darteim pola 1d, com le wales geogr csi sare pene sot de 0 medio pica en ma clecn teins Fc oe ee in lin Md a sr En Kemie, Mond Hine, Aluminy Cou, at metas del sera Eps Cape, Ma monet) ae PG ca expen 1014 (Gitta deme fo adn expats de 19 ” “WOKE HHASTOMLA. 1 HMnsTOMIOGIAFA cos alemanes o franceses y con la antropologia francesa, britiniea o estadouni- dense de comienzos del siglo XX no puede ser mis devastadora. Esta noteria inferioridad no dejaria de manifetarse claramente en Ia polémica frances de 1903 entre historiadores de la escuela de Seignobos ¥ socidlogos de la de Durkheim que comentaremos. La obra se hullaba estructurada en dos grandes partes: una dedicada a las ‘operaciones analticas, en realidad a la eritica de los documentos (Libro 11) ¥ ‘tra a las operaciones sintéticas (Libro IID) lo que los autores crefan que era realmente La «construceidn historica», la onganizacién de los datos en un dis= ‘curso, ef «razonarniento consiructivo 0 la construcciGn de «fGrmulas genera Jes», busindose todo ello en el «método de! cuestionarios, es deci, los dios ‘hechos» historicos extraidos de los documentos haan de ser integrados pro piamente cn un discurso cuyo fundamento légico era la analogia: podemos en {ender las civilizaciones anteriores por analogfa con nuestra civilizaci6a actual, Prevedia « todo ello una Advertencia en la que se exponia la pretension de 1a ‘obra y que explica cuil es sentido preciso de lo que los autores pretendlan, y tun Libro | dedicado a fos sonocimicnios previos y que empieza con una frase lupidaria que resume todo el paradigma: «la historia se hace eon documento. En consecuencia, la bisqueda de ellos es Ia primera tarea «cientificay. La obra {enfa al final unit conctusién en Ia que se comicnza con una reincidencia en el asunto: «no es la historia otra cosa que el aprovechamiento de los documentos». Los mismos autores expusieron claramente desde el comienzo del texto que ‘su pretensiGn se limitaba 3 exponer el méfodo y no. elaborar teoria alguna, fae- 1a que ni siquiera #s mencionada y estaba fers de la visidn historiogréfien del ‘momento. Ello signifieaba, por lo demas, un rechazo claro de la tradicién ale- ‘mana en este punto, De Droysen afirmaban que era «pesado, pedantesco y con- fuso mis de lo que puede imaginarse».* Su eritica a Bernheim. al que en gene- ‘al admiran, respetan y citan sprobatoriamente, se basa sobre tod en la tradicién de la preceptiva germana que cuando se adentra en las «concepcioness de 1a historia se remite de inmediato a los pronunciamientos filoséficos. Nuestros ‘autores franceses se hallan muy lejos de ello y es esta cuestin, entre otras. La {que separa al historicismo alemdn del erudo positivismo francés. La Introduceién de hecho no propone mis procedimiento metodolégico que los pasos de la heurfstica”” o busqueda de los documentos, su andlisis a través de las diversas operaciones —casi puramente de sentido comiin— de la eritica Yy su reestructuracién en una sintesis con arreglo a un ctestionario, Esta idea central reproxtucta una errénea concepcién de la ciencia, propia del positivismo mas elemental, consistente en creer que ésta se reduce a descubri, siempre de ‘manera previa-¥ cualquier otra operacién, «hechos» para organizarlos con pos- {erioridad scieniificamente». «Li critica de los documentos no proporciona mis ‘que heels aistados. Para organizarios cientificamente, se hace necesaria una Mops 35. Las ticles pala de a primers mid del siglo xx, tanto en el caso de ta ‘somo en el de lade Herutet emplean ta grafts «Esurstica» par esta palabra, hey en desi TL NACIHINTO ¥ DISARIIOLLED FE LA HESTORIOOMAETA de sinticas Lat primera mitad de 1a metodologta era ta ia togu ea aia sconce historica».” Esta erronea de la ciencia fue ya denotada por los contradictores desde muy Mo ¥ ha sider ‘objeto de irdnicos comentaios de Tos histo- ‘como pueden set Lucien Febvre 0 Eduard Hallet Cart, a los que nos remos en su momento. En definitiva, la metodologia de Langlois y Seignobos se halla estructurada “ex un amplio conjunto de descripciones sobre Ia naturaleza y situaciones posi- ‘Dles de las fuentes (prdcticamente s6lo las textuales), de precauciones y actitur ‘des del historiador ante ellas, pero carece pricticamente de todo aparaio =téeni ‘Gor. Sin embargo, se habla de un «aprendizaje técnicon: {qué es éste? Pues “consistria en poder leer los documentos antiguos, es decir, poncer la debidi ins: frucciOn cn «ciencius auxiliares» de la historia. Practicar la critica sexterman € “dintema» —las muy célebres y formales de erestitucién, procedencia y enudh ‘ide y luego las de «intexpretacién, sinceridad (sic) y exactitude—, Sw idea de Jas fuentes esti todavia limitada a las fuentes de autor; los documentos de que hhablan son los escritos y se reducen por lo general i los testimonios personales ‘Su scritica documental» se limita en lo esencial ese tipo de documentos. Re- ‘chazarfan cualquier intento de hacer historia que no se basara en la existencia eet onrlinia levaba a considera que alos hechs hstricns on tan die rentes de las dems ciencias, que es preciso para estudiarlos un método diferen~ te de todos los demds».” Y lo més curioso de todo es seguramente el enitivo ‘contra ol mae profonds problema del sentida comiin con el que el historiador paalria tropezarse: aquello que los autores Haman ala fgnavia critica» (signavia Eritiques), es decir, ia tendencia a la eredulidad, la negligencia que Heva a 10 {a duda y la erfica, que induce a ereer lo que se nos dice pongue re- sulta fo mis cémodo. El método eritico se basaba en la desconfianza perpetua ante lo que los documentos dicen, en no admitirlos nunca sin depuracién. Pero festa obra, que reflejaha realmente lo que por entonces se ensefiaba a fos alumn- pos de las escuclas especializadas en documentacién y anilisis historico, que Habla de la hermetic y de las observaciones eoncordanesy dsconants, 10 dedica atencidn al método comparativo, Pcs aon mst, e190], Ch. Seignobos retort el asto en una ‘obra eserita por él solo, Ei método histdrico apticado a las ciencias sociales” y ‘que tuvo aun més impacto, El nuevo libro tenia una intencidn incluso mis am biciosa que el anterior y no es descartable una cierta voluntad de actuar como ‘ Kat SH. Be Meyer La door y meth la Misra. Bi ob Marri ya Bi teria Amiqua. CE. Matico, 1985, pp 4-16 texto de hy tamerito es de 1910. LOL NACIMIENTO.¥ DHSARNOLL EA. HISTEMIORATTA Fawacd Meyer en la hist lay Trevelyan (1876-1962) en la britinica. En su edlebre ariculo de “i Muse negaria con éafasis que la historiografia pudiera asia ‘manera a la tarea de la ciencia. No tenia ningdn valor cicnfico, Hi atecopida de los hechos» podia ef trabajo del historiador parceerse il del clentfico, Por tanto, se encontraba en elexiremo opuesto de ‘Bury, que habia expuesio la tesis contraria con m0 fundamento, alia a figura ms representativa del positivisme historiogrifico es Pas, Villar, autor en 1866 de un articulo con el utulo La fitorefi positiva | i siorico-" Villar disputard su influencia desde comicnro de siglo con ta pray figura italiana de La teorta historiografica, Benedetto Croce, antipost: ‘leno, al que nos referiremos después. En Espa, la época de transicign “lo dos siglos fue relativamente féril en trabajos de reflexion historio~ (que refljuron casi siempre la diversidad de las corientes europeas, Lat francesa y la alemana fueron las més presentes.™ Como yi hemos ofa influcncia de las corrientes krausistas es notoria ent ta reflexi6n ‘mis estimable del \icmpo y se acusa en autores como Cumersindo de ¥ Rafael Altamira. En Espata se difundirian razonablemente, aunque Mera de los propios circulos de los historiadores, las abras de Seignobos y mibeim y mis tarde la de Bauer. Al comenzae el siglo se produce una intere- Dpofusign de debates y de derivaciones conectados con la efervescencia ver toa Europa produce el alumbramiento de esa una nueva ciencia de Ia Nwrbista Julién Ribera publicaria Lo ciemtifico en la Historia y Rafuel isin sus influyentes, primero, La ensefanca de la Historia y después. ‘Chestiones modernas de Historia. E\ polifacctico estudieso y politico Gumer- pins de Azcérate pronunciaria en 1910 su discurso para el ingreso en Ia Real TReademia de la Historia titulado Sobre el caricter cieatifico de la Historia, Ev todo este movimiento es claramente perceptible la huella diversa de los debates feuropeos. Sin duda, la figura ms representativa es, con mucho, la de Rafael 2 Lond Acton, Essays in bert inerpmrtaton of History, The University of Chicago Fens, Chicago, 1967 ss Th Sopuinun el iabujoya citado de A. D'Or, Alla ricer. 9 cit pp. 249 y Sh J Arvmogut. La teora de la Hisoria en Brancia y su influencia en ta hisorigrt 4 (jeneteinen cuss de pblicacdn), Véase amis G, Pasar 1 ei Las iniloe siMrdenomatzacton hisvrsognificn en Espana, Promas Univeritarine de Zamora, Zarw 1097, : 1S A. Macwall, Teoria det saber stiricw, Revista de Oxcidente, Made. 1968! p 12h 98 JTHORIA. STORIL KE JusTORIOGRAKA, Altamira (1866-1951). Altamira era seguramente ol historiador espaitol del mo- ‘mento que mejor conoeta, y conocia mucho, 1o que se estaba hasiendo en Eure pa cn materia de fundamentacion historioprifica. Viajaba con regularidad y esta. a presente en los congresos intemacionales que ompezarian a ser frecuentes Parts de 1898, Las obras mis conocidas que public en el tema que tratamon aqul fueron, wdemis de las resefiadas, De Historia y Ane y algunas menos importan tes y de mucho menos valor, como ta de 1916 Filosofia de la Hiswria y la publi. cada postumamente en México Proceso histérico de la historiografis humana Para Almira, que conoce muy de cerea las producciones metodoléicas europeas, cl siglo XIX representaba el triunfo del método historico en tox sfencias, una idea que repetiia luego en sus obras de senectud. Si bien Altam 51 cs pareo en sus obras en la exposicidn de una doctrina enteramente personal sobre la teorfa y el métoxto historiograficns. El afirmaria que cl problema de 1a siencia de la Historia afectaba a fildsofos, sociélogos y, naturalmente. a histo Fiadores, La posicidn de Altamiti es, en definitiva, algo ecléctica, No exision argumentos firmes, dird, para dejar de lamar ciencia a la historia, pero el pro- ‘lem central no era exe sino el de que la historia (historiografia) «pueda alean- ar aquellas cualidades de verdad, cereza y evidencia que separan el conocer sientifico del vulgar». Opinidn, pues, nada fesolutoria, que no complementa con ‘nus anzumentacién. A pesar de ello, los eseritos de Alumina representa la me jor informacién y la més completa de lus posiciones que desde Espa se adopea- ton en relacién com el debate y las dow tings terajauats 4 comien 70 et sho aX, Un autor espaol J, Deleto y Pifuela, publicarfa afos después una colaboraciGn fn la Revue de Symiheve Historique acetca de Lat hisariogratia en Expat La conclusién de mayor interés que puede extracrse de lo ocumide en los aos que precedieron y siguieron al trénsito ent fos dos siglos es que In diset, lina de ls historiografia, en el sentido moderno de este término, fhe funda ntonces a través de un primer cuerpo de reglas y preceptos metodoldgicos esablecidos bajo ts inluencia del historicismo y el positivismo y adguirié en tonces st primer concrecién paradigmitica duradera. Puede decitse «ue hasta elprimer conflicto bélico general del siglo xx, ta Gran Guerra de 19141918, la ‘ontodoxia historiogrifica fue la que dejé establecida ta escusla metéico-docu, ‘mental. Esta tuvo sus mds innovadiores representantes en Alemania y Francia, pero no faltron tampoco en Gran Bretafia o en Estados Unidos. Sin embargo, 4s ltermativas a esta forma de ver el estudio de ta Historia surgieron ya tern. Pranumente en el siglo Xx. En efecto, aunque la transicién desde la primers Concrecién de Ia disciplina historiogrifica en la linea historicisti-mectddica ‘hacia las nuevas concepciones que rechazan los fundamentos ereados por lahie- ‘orlografia del X1x po comenzarta realmente sino en el periodo de entreguerras, nc}Or. ef Hos aos reinta, los antecedentes de ello pueden ser rastreados has. tame anes. $6. Ke Altamira. Caeniones moxlermas le Hatori, Daniel Jor ol "ata ered vty anna ew 1985. Agut heme utente bs 51 Reve de Sonthioe Hitoripu, XXIV. 1930, yp 29-49 Madi 1 209, ee 1004, 18 HL NACIMIENTD Y DESARROLLO DE LA HISTORIOGRAFTA 99 debate con otras ciencias sociales: el caso de la Sociologia Al comenzar el siglo xx, la historiograffa habia adquiride claramente wear- “jade naturaleza» como disciplina constituida y auténoma en los principales paf- “ses de Europa. Se haba producido un cambio sustancial en los procedimien- fos que s¢ consideraban previos para la escritura de la historia —el acopio y erica Jocumental— y se habia abierto paso una consideraciOn nueva del ¢o- “nosimicnto histérico como medio para la comprensién de ta sociedad. En lox Ulkimos afios de siglo xix habian desaparecido ya grandes creadores germanos ‘como Ranke y Droysen. y franceses como Fustel de Coulanges, Renan 0 Taine. ‘La fundamentacién de la ciencia historiogréfica estaba ahora en manos de unt ‘segunda generacidn de metodélogos, que lo harian con una pretensidn mucho mis sistematica, los Lacombe, Bemheim, Seignobos, Lumprecht, et La década de los noventa fue también el momento de la eristalizacién de La teorfa de las weiencias del espiritu» en ta tradiciOn german. en la eual el fun- damenio epistemoldgico era el conocimiento hist6rico y la comprensién su forma de dar cuenta de él. Uno de los principales forjadores de esta posicién filosdfica fue W. Dilthey.”* La tradicidn de influencia positivista habria de con- vivir asf, en casi todo el siglo xx, con ta de procedencia dittheyana, ta de la ‘cicncia cultural que enlazaria con el pensamiento hermenéutico. En el conjunto 4e Ia ciencia social, y hasta Los alos veinte. una y otra corriente podrian quedar muy bien ejemplificadas en las obras respectivas de Emile Durkheim y Max ‘Weber. Esta situaciGn tendria una influencia clara en la hisioriografia. En la primera década del siglo XX se produce en el seno de la nueva co- ‘munidad hisioriogrdfica, en la universidad, los centros y las revistas especia- lizadas, en los congresos intemacionales que desde enionces empiczan a ser frecuentes, una amplia efervescencia,ligada a frecuentes debates, cuyos desa~ rrolios Finals Hegarfan hasta la Gran Guerra. Todo elo era t reflejo de ese gran ‘optimismo combativo en una «ciencia» muy jovea, la historiognafis, que crefa iencontrarse en el cenit de su competencia. Una de las direcciones de ese gran debate seria Ia del lugar de a historiografia entre las ciencias sociales, su perte~ ‘encia a ellas 0 no, Otra, la de ta propia orientacion de la ciencia historiogrifi~ ‘a entre la permanencia de las concepciones decimondaicas 0 la trisqueda de ‘ciminos nuevos. 1 primer caso es el que centra el debate en Francia, el segun- do es cl que lo caracteriza més bien en Alemania. En Francia el enfrentamien- 4, yerdaderamente shistéricos, se produce entre la historiografia y la también ‘niieva ciencia de la sociologia, de la que se derivaré una ciencia distinta, la an- SK. watado execia on la tora de las ciencas del expinta como concepein dela cen i in de a atl de WD adc i ees del esr oe ‘etl en 8X8 y dod se hubris de sciencas particulars de a realidad hisirico ‘ern casiellna en Madrid, Revista de Oceidore, 1936 (2°, 190). con un Prologo de Jose ‘Orepa y Gusset. Vease ho que deci tambien en el epigrafe La natralera de a ciency las ‘lene sociales» de epi 1 de esta oben 100 TORIA. HISTORIA. E HsTORIOGRAFIN tropologia, En Alemania la cuestién discutida es la herencia de Ia historia pol tica trascendentalista de Ranke, clave del historicismo, frente a las nuevas ten- dencias eulturalistas en ta linea de Lamprecht y la influencia de las ciencias del espiritu hasta llegar a las conceptuaciones weberianas. Una cuestion mas que no debe perderse de visi es la creciente presencia de las ideas genéricamente «socialistas» y en particular de las doctrinas de Marx en Ia obra historiogrifica. De hecho, la ereacidn de una verdader historiogra- fia marxistay, sobre todo, una concreta teorfa historiogrifica marxista, es muy Posterior, pero antes de 1914 le empiezan a producitse obras de inspiracién maraista clara: las de Antonio Labriols, Jean Jaurés, Franz Mehring. Karl Kautshy. entre ours. La concepcion materialista de Ia historia y el materialismo histirico van ocupando sitio en Ios tratados y en las revists.” El episodio que se dio en la Francia de comienzos de siglo de enfrenta- ‘micnto intelectual, metodoldgico y profesional, entre algunos representantes de | historiograffa propugnada por los meuidicos y los nuevos sociGlogos reuni- dos en tomo a Emile Durkheim en la revista L'année sociologique, es muy sig= rificativo de las condiciones en que nacié Ia historiograffa como disciplina con ‘una relacidn cuestionada y cuestionable con otras cicncius sociales. No cabe dda de que en esta polémica se reflea bastante una lucha de influencias y de intereses, como han reflejado estudios recientes." A comienzos del siglo Xx la Historin se hallabs mucho més slidamente implantada que Ia sociologia y Durkheim y los suyos buscabun su sitio frente «una historiografia situada ya de pleno derecho en la universidac. Pew el debate tiene ain mayor interés porque en fechas tan tempranas pponia ya el acento en algunos de lox problemas fundamentales que siempre se enunciaron en la propuesta paradigmitics que hacta la historiografia ertico- metédica acerca de la naturaleza del método histérico y del sentido de una ciencia de Ia Historia. Parecfa evidente que Ia historiografia y Ia sociologta en ‘alguna manera se disputaban el mismo campo de estudia, pero también estaba Claro que en el centro de la polémica cientifica se encontraba el hecho de que Jos nuevos socidlogos provenian del campo de la flosofia, del derecho y. alga ‘nos, de la historiograffa. Siempre acusaron a los historiadores. especialmente a Charles Seignobos, de carecer de formacidn cientifica, de ingenuidad (naiveié) ‘metodol6gica. Creian en la imposibitidad de una ciencia de la Historia por los ‘caminos emprendides por ta escuela metédica francesa, Ei futuro iba a dar It Furdin a esta postura por cuanto las posiciones de la escuela de Henri Berry las $9, Vine 1 Potana. storia. op oie pp. 13S y uy 244 90 (4) M.Rebenim, te dibu de 1903: hisioriens ef sniadguer. Fa Ch O. Carbonell, el A ence des Annales, Antti Endes Politiques, Toslouse, 193. pp 218-200, Esta publica ‘hon conmene un ieresaie Conjunto de colabwaciones acer de Ia itisoria de a histriorafa ‘ances pate eopliato content intelectual y profesional donde + produce et nacimen ce ba fescue de lox Annales 6, Ph Hes Biquise Nstorigne des elaions entre es dews discipline, et Mistriens et woiooines ajuk dors eadescomueles de lt Soviet! Francaiwe oe Secrdine. ENRS, Part, 180, 1019 [BL SACIMIENTO. Y DESARKOLLO DE LA HISTORIOGRAF Jol Wego serfan las de Annales recogian mucho mis las ideas sobre lu histo- fla. de los socidlogos de principios de siglo que las de los historiadores Elddchate se desencadens a raiz de la publicacién pot Seignobos de! libro ya nado £1 método histérico aplicado a las ciencias sociales. En 1896 habia ido el primer nimero del drgano de la sociologfa durkheimiana. Z'année jeique. En 1900 to habia hecho la Revue de Synthese Historique, de Hen- ry existian otra serie de revistas (especialmente la Revue de Philosophie) instituciones en las cuales se ibaa desarrollar el debate fundamental en- 1903 y 1908, Pero una revista fundamental. In Revue Historique. se mantuvo }margen de la polémica. A partir de entonces tas relaciones entre historiogra- y¥ sociologia serfan sicrypre, en Francia y fuera de ella, de un cierto recelo, El ilogo durkheimiano Francois Simiand, muy conocido par su contribucién ‘estudios de historia ccondmica serializada, realizaria una dura respuesta. a cen un articulo célebre, Méthode historique et Sciences Sociales.® Se ian intervenciones y respuestas en diversas revistas y cologuios publi- con la intervencidn ya de Durkheim, en 1907 y 1908." ‘Simiand exponia en su respuesta a Seignobos los también eélebres «tres ‘dolos» a os que renclan culto 10s historiadores: el idolo politico, et fdoto indivi- “diualista y el (dolo cronoldgico, Es decir, acusaba a Ia historiografia hegeméni- “kauentonces de ser exclusivamente poiica, de ser tncapa de dar cuenta de otros ‘Pechos que no fueran los individuales —no podia captar los shechos soci Tes—y de estar pendiente de la cronologta de los sucesos. Simiand hacfa un gran efuerzo por poner de relieve, de una forma muy abrupta, las debitidades “metodologicas de toda la construcciGn de Seignobos, a la que negaba ser capaz de fundamentar una ciencia sobre unos hechos conocides de forma indirecta y ‘que nunca estaban suficientemente explicados. EI método histérico codificade por Langlois y Seignobos no responde a thinguina de tas exigencias de una disciplina cientifica, nien el plano de los con- ‘ceptos, ni en el fundamental de la eausalidaad,* decia Simiand y emplearfa el ‘apelative de historia shistorizante» para ecaracterizar aquella forma de enten- derla, una historia ineapaz de salir de lo individual, de lo eronoldgico, y de cap- tar el fendmeno social en su integridad. Durkheim seftslaria en el curso de la famosa polémica de estos afios que la historia no podta ser una ciencia, «més ‘que si se eleva por encima de lo individual aunque en este caso deja de ser ella misma y se convierte en una rama de a Sociologia. Se confunde con la Socio- 2: Un tea serie rpc ak F Simian, Mhode Natori et slences decees.Chodco poet dr Mari Coda teas Antivee Coats Po. 1h. 1987, El ten Se pbc cm ha Revol Sate Mistry il compet cra Meo Ue hatorigueetSchnces Sacer. Bude erage apd lex tages cents de Lacombe ¥ IM. Seg (63. Pate et Senn yn retin de Duras ecg obra ead Las replat ope, (4 a Rear, pi, 2 tor “THORN, HISTORIA 1 MISTORIOORATTA {ogfa dindmica». Para Durkheim, ts historia cientifica era dnicamente la «so: cioldgica» Una confroniacién de este género, u otros parecidos, no era exclusiva de la Francia del tiempo. En Alemania ls habia semejantes entre diversas concep iones de la historiografia y enure éstay la filosofta, Una disputa andloga entre Vieja y nueva historia la habia también en os Estados Unidos. Como tiemos dicho ya, se estaba en el momento en que el método histérico de inspiracion Positivista recién constituido no satisfuefa ya ni dentro ni fuera de ta histories Srafia misma. Por ello hemos dicho que las alternativas y los debutes se pre- seataban ya desde la ditima década del siglo x1x Las primeras alternativas al modelo decimonénico ‘La tndicién hisioriogrifica decimonéinica tiene un punto de rupturs muy Claro en ta primera década del siglo xx. Pero to hay lo que podriamos Hamar tna sustitucion del paradigma general, Durante bastante tiempo atin Ia idea do ‘ninarte en todo el mundo sobre los perfiles de una sciencia de Ia Historia» xe basarfa sobre todo, cn la definicién de un método, que debe mucho a Ia idea po- sitivisia de ciencia, una idea muy sumaria que supone que primero se recopilan hhechos y luego se deducen las leyes que los relacionan. Hay posiciones gue di. semen de esta visién, pero Jas mis difundidas coincidirian en una cosa: ia his. ‘orlografia e> una cicncia documenta, cuyas operaciones fundamentales son ta rita de los documentos y 1a articulacién de un discurso basado en ellos, En {os aifos veintc el paradigm criico-documental goa de buena salud. Hasta el final de esa décacla no se insinda exe cambio de paradigma y tampoco por un ‘camino dsico. Los afos treinta ven uparecer algunas obras y empresas de gran relevancia para el futuro. ‘A medida que avanza el siglo xx la dedicaciGn a la reflexidn teérico-meto- dlogiea se hace més comin. Si bien la escuela met6dico documenta fue la que impuso la pauta general hasta los aos tinta, aparecen otras muchay figuras ‘ue alren dle forma insospechads el campo en multiples diecciones: Xénopol, Bert, Croce, Huizinga, la obra propiamente historiogrifica de Wedct y el nuevo {natado de método de Bauer: En una visién répida, la figura de Henri Berr es de as ue resutuan mis interesamtes. Al comenzanel siglo, en 1900 mismo, Berr funda la Revue de Syuthése His- orique que se convierte en la empresa mis Hamativa del primer terci del siglo Hert oxupa una especial posicin en la historia del pensamiento historiografico, Fs unt especie de puente entre la historiografia metédico ertica y la eseucla de {om Annales, 1 seria quien transmitiese también al proyecto hisioriogsitice todo o.que tenta de slide y wtitizable In visién de una historia basada en lo social de {os durkhelinianos. Un proyecto que desarrollard plenamente la escuela de An. ‘nates, La «Sinlesis on la Historia», es la propuesta bisica de Berr. Una ciencia 165, BL Dake op ef, 290, HL NACIMIENTO 9 DESANKOLLC DE LA HtsTORIOCRABIA, 103 -sintesis es una clenicia global histérica de lo social, pero Berr es bastante os- ‘en general para explicar eémo realizar metodoldgicamente ese proyecto.” propugna una historia que recogiese todos los sectores de la actividad s0- I: va, pues, también contra ta historia ehistorizante», Lat concrecién mis pro- de sts ideas fue el nacimiento y mantenimiento de la gran coleccién de # excala mundial que fue «La Evolucién de la Humanidad que publicé volimenes a partir de la segunda década del siglo : El rumano A. D, Xénopol, al que ya nos hemos referido, tuvo una interven- de cierto relieve en la polémica sociol6gico-historiogrifica de la primera del siglo. Su posicion teorica resultaba particular y no ha tenido después desarrollo porque abocaba a un eallejon sin salida, Xénopol argumenta- enfiticamemte la cicntificidad Ue Ia historiografia pero por un camino rela ie nuevo, Se trataba de una ciencia especial cuyo punto focal eran los de la sucesidn frente al enfoque de Ia ciencia natural en tos hechos de In mpeticidn. O de los hechos y del «modo sucesivor de ellos frente a las cien- ‘sis de los hechos del «modo de repeticiény. Una concepeidn, pues, que se di- Ferencia de la acostumbrata dicotomia entre cieacias de lo universal y de 10 Particular, para insistiren esa otra contraposicidn catre lo repettivo y 10 stice- iv, Pero se trataba de una par de categorias que dejabin tartos aspectos de la ‘elldad fuera de tratamiento que sobre ellas era imposible construir una nuova de lo histérico, Fin 1921 aparectn en Viena ol Einfhnunng in das Studiuun der Geschichte de Wilhelm Bauer *' ¥ en ese mismo ao aparecia en Espaia una obra del mismo tipo, la del jesuita Z. Garefa Villada." Bauer realmente no introducia novedad Alguns en el terreno epistemoligica 0 metédico, pero su obra era mucho més ompleta que todss las anteriores. Toda una amptia primer parte de la obra se Aledicaba a cuestiones no metodol6gicas sino de eonformsacién del conocimien- {ode lo histrico, en un cantexio de relaciones con otras ciencias y con con- ‘eptos bisicos, ademis del de Historia misma, como los de raza, naturaleza, dividuo 0 colectivismo, Dedicabs luego atencidn a «los fundamentos psfquicos de ln investigacisn histérica y, en cuanto a la estructura de la disciplina misma su método, hablaba de diversas formas de historiograffa segiin la exposicién tutrativa, pragmitica, genética, socioldgica—. para pasar después a las con- subidas heuristica y critica de las Fuentes externa ¢ interna, para conciuir con una ‘amplia exposicién bibliogrifica. . La obra de Bauer era, por tanto, una enormemente ilustativa exposicisn de Jas persistencias de la concepcién historiogrifica nacida en el siglo XIX. La estruc- tai eget a isdn Bi cee i ys ie cr rel A es eairaseee emote Sorina ne tan isan ree ee Mi reer ca ina EE lector el apogee t 104 “THOMA, HISTORIA FE HISTORIOGRATTA tura de su «preceptiva» no haba cambiado un dpice: heuristicay erftica, Pero se ‘enido més remedio que abrirse a ‘trys vienios. a otras ciencias y conceptuaciones para intentar salir de 1o «hise torizamte». Incluso se recoge ya en un epigrafe la sconcepciin Marxista (mate~ rialist) [sic] de la Historiar. La obra de Garefa Villada no diferia en nada de este eaquema, pero era mucho més limitada en st visidn, en la que primaba un documentalismo téenico propio de archiveros, ‘Algunos tratadistas mais de Ia primera parte del siglo merecen una conside- racidn, Uno fue el polifuético escritor italiano Benedetto Croce (1866-1952), fil6sofo, historiador y ensayista, deudor del hegelianismo y expositor de algunas cconcepciones idealist de la Historia y a historiografia que no han quedado sin seguidores, pudiéndose destncar entre ellos al fildsofo ¢ historiador britinico RG Collingwood (1889-1943), Croce, en su Teoria ¢ Historia de la Historio- _grdfia.” exponia algunas ideas que han tenide gran resonancia. Pot lo pronto, ‘Croce neg6 siempre que la historiografia pudiera tenerse por una tares cienti- fica: la historiografia era esencialmente un arte. Pero lo interesante es, sobre todo, su intento de reconstruccivn del conocimiento histéries como un acto ‘mental, sudjetivo, que se manifiesta en la mente de! historiador como «reactua- litacién» de lo conocido del pasado. La Historia no existe sino en la mente del historiador, como un hecho de imaginacién que luego se expone en el discurs0.. En este sentido, la Historia es siempre shisionia coniemporinea», porque su tini- a realidad esta en la mente del historiador. Este absoluto subjetivismo se dobla con un idealismo absoluto también, La Historia es la historia de las ideas; cual- quier explicacién de la accién histérica no puede buscarse sino por el movi- miento de las ideas en las mentes de los actores. “Tales planteamientas son recogides por Collingwood en su Idea de la His- ‘oria,” un libro mucho mas ditundido y celebrado por la tradicidn anglosajona que lo que se infiere de sus propios méritos. Collingwood presta mayor aten~ cin al proceso metodoldgico de la historiografia —el método que et lama de ijeras y engrudar—que Croce, pero le sigte en cuanto al subjetivismo ¢ idea- Jismo. Collingwood pretende proponer una tcorfa de la explicacidn historica ba ‘sada en las ideas y las «intenciones» de los sujetos, exiremadamente individua- lista y subjetiva.” Ni ni Croce entran para nada en los aspectos sociales de ka Historia, ni en un serio andlisis de ta teoréa de ta acciGn, come si haria Weber. Las posiciones de Croce y de Collingwood tuvieron escaso impacto en li histo riografia misma, pero lo {uvieron mucho mayor en las subsiguienies posiciones le la filosofia analitica de 1a Historia, porque constitufan reflexiones ineardina- ‘das directamente con el problema del conocimiento histérico, Una cen que parse primoramente on senna y on 1OLG on Raliana en la que se se ‘copian divers mais publicads con anteriondad. PCE, Mésico, 1968. La publican ile ‘nina de este iba ese AS 9 apateco potamamente 71, rata yer aoe a Ta explicacin Histries sexin Cellingwoent en el apn 15 de esta aba EL NACIMIENTED OHEARKOLLD DIE LA HSTORIOGRASTA 10s E1 holandés Johann Huizinga (1872: 1945) publica en fos afios teint wn par de ensaiyos de cierto interés sobre ta historiografia y la histori de la historio= ipsa que no colocan en ta estela de In ciencia histérica alemana pero desde ‘una perspectiva més particular.” Huizinga es también un individualista, pero free en una ciencia de ta Historia al estilo de la ciencia cultural alemana. Hul- ‘niga venia en cierta manera a retornar ¥ renovar las conceptualizaciones que se Juubfan formulado en tr Alemania de fines del siglo xtx eontra ta tradici6n ran= ‘Kena, La historia da una versiGn det pasado y lo reconstruye, no existe algo ast ‘como to «realmente sucedidos; In historia es una construcciin cultural, En Estados Unidos en los aos diez y yeinte se produce un movimiento historiogrifico que tiene interés como precursor de corrientes con importancta rior. Aparece asi una new history representada por J. H. Robinson, HB. 'y C. Becker que tenia las connotaciones de abogar por una historia cul= ‘tural o intelectual, por prestar atencién a factores econdmicos y sociales y en el ‘caso de Becker a mostrar una notable recepcign del marxismo.” Otro de tox reformadores fue Charles Beard (1874-1948), que recriemté la historia politica hacia una base econdmica. El sentido principal de la eorsicate os ode ‘ecluzo de la historia narraiva politico-tiplomstica. 2. LAfrOCA DE LOS GRANDES PARADIGMAS. FEnire los afos treinta y ochenta del siglo xx la historiografia reali de nvc- so espectaculares y decisivos avances en su perfeccionamiento como disciplina sos progresos uportaron sus mis releyantes contribuciones entre 1945 y 1970, ‘auando surgieron y se desarrollaron algunas nucvas ideas expansivas, orienta ‘Glones mis variadas de La investigacicn y realizaciones personales de algunos jnvestigadores, todo ello de brillantez insuperada. Se prodjo en estoy asios el orecimiento miliple de la herencia de la escuela de los Annales, la expansion. ‘de activas € innovtadoras corrientes del marxismo o lt renovacidn intr ducida en los métodos y los temas por la historia cuantitativa y cuantificada, tnucho mis importante de lo que han dicho bastanies de sus eriticos tardfos, Junto a todo ello, una de las dimensiones determinuntes de ese progreso fue ef acercamiento permanente a otras disciplinas sociales. ‘Durante treinta anos, la historiografia, como las demis ciencias sociales, Yivio una época de esplendor por la amplitud y valor de sus innovaciones, ps la cantidad y calidad de su produccidn, por la universalidad alcanzada por las raniles cortientes dominantes dentro de su pricticas, Fue la Epoca de as gran. tes proposiciones tesricas y doctrinales para el anilisis y la explicacin de lox 72.1. Mieinga, Ser etext ucinal deh ene hist, Revita de Oceente, Mi ri 1988 yells, HE emcee hard» dn ens. PCE Madi. rediciin se 192 "7H. € Becker. What Js Historiography? Hin Adertcam Historical Jowral, XLIV, 198K, yy 20-281, HL Rainn. Phe new Aino, Maca Nive Vk, 112 106, “TWOIIA. HISTORIA 1 HNTORIOORAMA fendmenos sociales, alyunas de his cuales eran eulminacidin de corrientes mac ‘das muchos decenios antes, Tal fue el case del funcionalisme o de ta tradicion hhermengutico-weberiana, Fue también la época del marxismo, de! estructuralis- mmo, del cuantitaivismno como epistemologla —econometri, sociometria clio- ‘metria—, De una w otra manera fue el momento de mayor prestigio de le teoria social como la forma de conocimiento superior de la naturaleza de 1os fensmne- ‘nos sociales y précticamente irreemplazable para intentar su expicacién. Aun- {que hubiese recomendaciones, como Ia de Robert Merion, de no embarcamse Ia «gran teoria» para la explicacion social, por su evidente dificultad, y eon- ‘contrarse en las teorfas de alcance medio.” El enorme progreso de las ciencias sociales y la vuclia al optimismo en la va- Jloracin de las posibilidades de un conocimicnio social vilido y ttl, aleanzaron de lleno ala practica historiognifica, La hixioriogratia xe profesionalizs ain mis, se consolidaron especializaciones, se amplid con exhubcrancia el campo temsti- 9, Pero la historiografia como tal s6lo cred en st seno un paradigma metodols- fico original, el de ia escuela de los Annales, cuya influencia, por otra parte, fue ‘universal y determinante. Micntras marxismo y cuanttativismo podemos cons\- erarlos nuicieos paradigmaticos que tienen una proyeccién amplia en el campo general de las cicncias sociales desde donde han Hegado a la historiograffa —en. 1 caso del marxismo con unas connotaciones particulares, desde luego—, I es ‘euela de los Armales fue el primer movimiento historiogrifico del siglo XX que fnacié en el campo mismo de {a investigacidn histérica. El marxismo, por su pare ter ba sido le tovria do las cienciae humanas que ha dado a la historiografia una dimensién de mayor alcance en el campo tedrieo general de la realidad histéri- ‘a. Los otros paradigiias aplicados en Ia historiografia procedian en lo esencial de otras ciencis, como es el caso del cuantitativismo. Este mismo hecho ha se- suido preduciéndose con posterioridad a la crisis de fin de siglo. Hobo, en fin, otras dos fenémenos de interés. Dificilmente estos grandes ppanadigmas se mantuvieron unos al margen de otros. En realidad. se alcanzé un alto grado de préctica hfbrida 0 mestiza. EI macxismo penetrs en otros ambien tes cientficos ¢ ideolégices. La escuela de los Annales se vio influenciada por 1 marxismo y cl esitucturalismo, y este Uhimo por el marxismo también. fn ‘us tlimas derivaciones e! marxismo fue Hevado a converger con algunas posi- ‘iones aparentemente incompatibles, dando lugar a derivaciones como las del sanarxisnio analitico» de Elster, Cohen, etc. La situacién fue de una efervescen ia imelectual desconocida antes. El segundo fendmeno fue el de ta persistencia de ciemty ideas y pricticas anteriores o la existencia de auténticos ouisiders en cl seno de las escuclas reconocidas. Algunas estimables obras de reflexida, pro- Uicdas por historiadores o intelectusles de dedicacion mas variada, yon esea- samente clasificables dentro de tas corrientes mis conocidas y mayoritarias Tal es el caso de gentes como Henri 1, Manoa, Edward Hallet Carr, Raymond Da, RK. Merwn, Teor yextrctuns soriles, PCE, México, 1992 (3*edicin en espaol cent es 1 38 Sole at ta slp aka main 1. SACKED: W DESAKNOLLE EH LA HISTORIGORANA wr Paul Veyne y Michel Foucault. Y ello por no hablar de los innumerables { practcantes de otras cicncias sociales qe se han promunciad sobre de epistemologia o de método de la historiogratia. [Los tres grandes nicleos de innovacién historiogrifica que han hegemor Ta época brillante de la segunda posguerra —la historiografia marxista, la Ja de los «Annalese ¥ la historiografia cuanitativisto— han surgido y se ‘agiinado en tomo, ciertamente a centros de interés bien diversos. y fan ado un gral muy diferente de cohesidn y homogeneidad. A un para relativamente unitario para la Historiografia como fue el que creo la pre- jv de los ttimos aos del siglo XIX. le sucedi en el siglo Xx no otro sit ‘otros, creando tia situacidn nueva gue mereseria mayor reflexiGn por “dc la histori de la historiograffa, Pero en lo que probablemente conviene mis, por su sigificacion, es en el hecho de que esixs grandes lineas de ‘ela prctica historiogrfica desde Ia segunda guerra mundial en nado alguno han aparecido de forma secvenciul sino que. por el contrario, han ‘sido movimientos pricticamente simulsdneos. “roxdos estos avances crearon, sin duda, una tradicién historiogrifica que, ‘por encima de modas 0 de crisis coyunturales. parece diffitmente reversible ¥ eumularon unas experiencias y numerosas reflexiones Foi hs histontadores Henei Hauser, Andsé Pianiol. Ande Siepied y el hisioriadr be ‘24 eat reno Una componicia que no poede scr mis sigmiicaiva de epi inegrador que Segre tet Aas Wo Rena Mito. ay t.—. 200, ‘MP documentarse ew en Bark, La revoluchin Nstoringnfic francese. ta Bx clade lox Avales 19291989, Gedsa, Bareeoas, 199% ‘3h LM le EH Cat, Que es la Historia. actus en iia version de 1995, en beni de Aes 12" Tiks ea hp ee hc annalstes han recs siete la evista de tl ra ‘evcompact, aac ae haba onte elon pricticas muy divers. YP Burke, op ftp. HL {HL NACI YOBSARROLLO DE LA HISTORIOGHAPA 109, decir, hasta los aidos setenta en que Femand Braudel se retira® —su muerte ‘ocurre en 1985—, mis.0 menos, se han sucedido tres generaciones de histo- fiadores quc se han identificado comiinmente, la primera, con Ia época de los fundadores, Febyre y Bloch, la segunda representada por Braudel, y por otros hombres de su generacién camo Morazé, Mandrov, ete, mientras que la ter- ‘cera resulta bastante mis dificil de identificar en su aspecto generacional y en ‘el cientifico, En la descendencia de Braudel aparccen figuras como Le Roy Ladurie, Furet, Chaunu, Duby. Le Goff, Ferro, principalmente, pero podrian afiadirse Jos nombres de historiadores més jovenes como Burguitre, Revel, Lepetit, Chartier, Wachtel y bastantes otros.” Braudel, como expone Dosse, ‘aciia en la frontera entre 10s «padres fundadores», Bloch y Febyre, y los he rederos.” En La segunda época aumenta cl nimero de los eseritos metodoldgicos, con Jos de Braudel, Monuzé y Ferro, y mucho mis en la tercera generacidn, con gran ‘abundancia de textos de Furet, Chaunu, Le Rey Ladurie, Nora, Le Goff, Duby. Revel, cc. ¥ cxisten ademis dos textos colectivos que podriamos Hamar «ca nénicoss: Faire de UHistorire, de 1974, y La Nowvelle Histoire de 1978." La ‘evolucidn de Annales ¥e ha identificade & menudo con ¢l desarrollo del «fend= menor «Nueva Historia (Nouvelle Histoire), Aladin ello escribié un ibn importante, eritico y un poco sarcistico, H. Coutnt-Begatie.” El poder de di side de lo que ya era conocido com un verdadero grupo de presin se apayd fen la Secciéin Sexta, la dedicada a Ia historia, en la Ecole Pratique des Hautes Bader, ceceién que habia fundala y dirigida Lucien Febvre hasta su muerte cen 1956, EI grupo de nuevos historisdores tiene asi una base s6lida de influen- Se ptninnmes hte enn me tea age com esas a oben AMaanes em Umea de Ferma poli aces ie oan a 2 fe Seyi ge oa ant erence ici enna tafe cerca aoe Seasoning ae Dae on en mies De ‘pusieron tn talante cnteramente distinto hacia la reconsideracion de ta relacion de la prictica historiogritica con eiencias sociales como la geogratia, fa H0ci0> Jogia, 1a antropologia, la economfa, una relacion que, en los tiempos le mayor Influencia de la escuela, no estuvo exenta de cierta propension simperialistar {¥ que acrumbabs definitivamente la obsoleta consiceracion de unas ciency fausitiares de la historian, La propia formacion intelectual y las influencias recibidas por los. fun> dadores, Bloch y Febyre, de autores y ramas diversas de la ciencia social —Durkheim, Vidal de la Blache, Mauss, Halbwachs— juegan un gran papel cen esta tendencia.” La propuesta de una historiogratia abierta a todos 10s €o- rnocimientoy del hombre es, en definitiva, otra de las grandes aportaciones de la escuela viva hasta el dia de hoy com muestran publicaciones recientes." A.algunos de los integrantes de la escucla se debe también una primera, timi+ dda, y mis bien declarativa, formulacién de Ia idea de Historia Total, como es cl caso de Braudel” La relacién entre las propuestas de 1a escuela, al menos hrasta el fin de la preeminencia braudeliana, y las ideas centrales del funciona- lismo fue sugerida por uno de los estudiosos de la eorriente.” Burke, su ver, hha llamado la atencidn acerea de la influencia de Durkheim en ta obra de Mare Bloch.” ‘Segiin Le Goff, esta «nueva historia» «se afimma como historia global total. y reivindica Ia renovaci6n de todo el campo de Ia historia». Tendria como pre- ‘cedentes nada menos que a Voltaire, Chateaubriand, Guizos, Michelet y Simiand. Esta nueva historia nacié como tna rebetidn contra «la historia positvista del siglo xtx», Producirfa una revoluci6n en la concepeién del documento historic ¥. en consecuentcia, en las formas de entendet la critica documental. Febyre ha> bbia seftalado que la Historia se hicfa con documentos. como queria ta escuela ‘metédica, pero también sin ellos y con otros muchos tipos de evidencias que no can slo las escritas. En la época de maxima influencia de la escuela, fue Fernand Brawcel el de Finidor por excelencia de sus principios y planteamientos.” La escuela, en resi= 90. etn: Lat tere et evolution fu bin Michel, Pars, 1970 (ls ecicion origina 9}, Ladosummenta bien P Burke, Formas 1993, capital > 2 Axi el miner mowogrificy de Anmles, ESC. 44%, n° 6, novienbrediciembve 1949, tina en su conju Hine et Seiences Sects: in tora ert ‘98. ELavanto se tata tambien en os ya eta Mange. op. No, Mk: Meth de Meare tex Setences tana OL." Stomnosich, Foeneh Hlsteill Method he Annales Panailigm. Comelt Univerty Press, Vthaca, 1976 He etm leva un Prolog dB Hesade pp. 28 y 20.12 » choghon ore Nat peo recep Hana aor en arts pu “cass, Lama compen enpttnte set wae ve 1 rad, Fran ont 1 dine ntact péographigue A Thole. Ab 1922), col, ol Fvolutin de 1 Hunan hacer Misra, Manes Binvial, Ma, wine "2 “THORIA. HUSTORIA f 1USTORIOGIEATIA ‘men, cambi6 el sentido de la eproximacidn a lo histérico, el sentido de partes importantes del méiodo y la concepcidn misma de la tarea de historiar, pero no hha contribuido en fa misma medida a una reoricacidn de lo histérico y ni avin de istoriogréfico, Aun asf, cube sefialar y destacar las visiones tedricas, 0 las ‘aportaciones teéricas concretas de dos, cuando menos, de los integrantes de la escuela. Nos referimos, en su primera generacidn, a Mare Bloch, y en la segun= da, a Fernand Braudel. En realidad, ningin otro de los integrantes de ta ¢o- rriente ha alcanzado 1a profundidad de algunos de los escritos de los dos cits dos, aunque haya gue sefialar la valia de ciertos textos de Charles Morazé. La nueva historiograffa recoge en realidad influencias que proceden de muchas partes, tanto dentro de la tradicién historiografiea como, sobre todo, fuera de ella, en el Ambito de otras exploraciones de 10 social. Desde el émbito de ta escuela nunca formulé nadie una conceptuacion suti- cclente de Ia teoria de la sociedad.” Annales ha tenido, para decirlo en nuestros ‘propios términos, una importante aportacién 4 las cuestiones metoxol6gicas de 1a historiografta, pero escasa en cuanto a la tora tanto constitutiva como dis- Ciplinar. El eclecticismo general, la amalgama de influencias varias que se red nen en las proposiciones mis gencrales de la escuela, se encuentran en la base de esta debilidad.* «1.os Annales no aportaron, al lado de este enriquecimicnio metodoldgico, una renovacién teérica similar», afirma Fontana. “Annales significé en alguna medida el establecimiento de un «paradigma» i ia que rechazaba ta historiografia det ef grado en que lo signifies el murnismo oy inchs smo. Un libro elésico como manifestacién de sus aporiaciones, Faire de I'Histoire, presentaba bien los tres mbitos en los que podfan manifestarse las propiestas de la nuieva historia: nuevos problemas a estudiar, nuevos métodos y nuevos campos de estudio. La cuestiGn de los «pro- bblemass es In que mas cerca se halla de la formulacidn de una verdadera epi temologta historiografica, pero en modo alguno lo consigue y algunas de tas ‘aportaciones claves a esa seccién no estin hechas por hombres de Annales: Cer- teau, Veyne, Vilar.” Una consideracién critica general de la significacién de la escuela tendsfa ‘que tener muy en cuenta, por tanto, dos hechos importantes y de significado en parte contradictorio, El primero serfa, sin duds, la eapacidad para erear un nc Flammarion, Pars, 1969. Una pare de estos texion se public en expat en la obra La Histovia Y fas Ciencas Sociales. Veamse les ya chads Mélanges... yet aniculo de J. Hester, rauet et lemonade brindelien, Journal of Moxern History, 1972, 4, pp 489 y 4 Una no muy afortanada cexdgesis de Head yaa obea puede verse tambain en R. Romano: Braudel x sot. Reflex ‘hes slr acuta hati de meestotempo, PCE, México, 1997, Pero el libro coniene otros {emus ineresantes sobre la istorografa francesa ‘77, er lax exencialy compartble que mamuvo J, Fontana. Ascenso y decadenca dea excua de los ~Arvaiens aC, Panis, A Barclé eta, Hala wa nueva Matra, Aba) editor, Madd. 1976, yy 109-127, ‘8 Fontana, Historie. op lt, 208, 9. CE Faire, opt cit, 9 FL NACIMIEINTE YF OHSANROLLO DE LA HISTORIOGEAN A, my vo piradigma de ta pricticn historiogrifica, hoy enteramente asumide, como hens dicho, Pero, en el otro extrem, los integrantes de Annates no han fore jado una nueva econcepcidn de It Historias y ello en el seatide mits riguraso de esa expresidn. Los hombres de la escucla renunciaron explictamente a Ia ‘«Filosofia» —como dijo Lucien Febvre, a propdsito de su ertica de la obra ue ‘Amoid Toynbee—." pero ello aparejaba de hecho la remuncia a tok steoriae, ‘aunque cl mismo Febyre hablara de la necesidad de ella, La escuela no se hi Ppronunciado, en forma de aportacidn tesrica, sobre ta naturaleza de ti Histo: i" la Sociedad, Ciencia, etc.,.y de hecho tampoco sobre ta naturalezst del ‘conocimiento histrice, En ello se encuentra naturalmente lejos det historic ‘mo, del marxismo, ¢, inclusive, del propio cuantitativismo, ‘Desde los fundadores hasta el ultimo paricipante de esta corriente han te> ido como articulo de fe la necesidad de promover la cientificidad de Ia histo- riografia, Pero los mas influyentes responsables del nacimicnio de la escuela no se pontan de acuerdo sobre si i historiograffa era o no una eiencia. Febyre hhabluba de westudio cientficamemte elaborados y Bloch, sin embargo, de scien: ‘ia de los hombres en el tiempo. Peso. qué queria decir cientificidad para toy ‘umalistes? La verdad es que cosas en general poco operativas. Mare Bloch se fialaba te incongruencia de hablar de una »ciencin de! pasado». {Cémo, dra con lucidez, puede haber una ciencia de algo como un conjunto de iden Attar rds hinirce «historic, Amagram, Darton, 1972 y dlimamenic Toc teato inlaid oP Vili, Reflesions un hitoviador. Universita de Vaca. 12 13S. Sefalenms wna oben de interés tedcio-metodoligica comma ta de G. Haupt, £2 Ast ‘adore mioenis socl, Sighs XXI, Muah, 1986. 1 MACIMIIRTES 9 OERARNGLLD DH LA HSTORIOGRAHA 121 de Ia Revolucién Francesa, tema este en el que los estudios de Lefebvre, So- boul, Bois. Mazauric, Reberioux, etc., y ean los precedentes de Jaurés y Mas thiez, erearon una imagen acabada de la revolucidn social que 10 fa dejado de ser discutida,”* habiéndose luego ampliado el campo a los estudios sobre el arte —“Francastel— y lnetnologta historia y de diferentes asuntos de historia social, ‘mientras que 1 més conocido historiador de comunismo frances es J. Ellen fein, Una muestra de toda la temtica se ofreci6 en ta publicacion Aujourd ut 1 Histoire.” de inspiracién marxista pero donde colaborabun autores que n0 Io ‘eran, como Le Golf, Duby o Mandrou. La temitica allfabordada iba desde las fuentes y los mtodos, los problemas isdricos y los campos de investigacion os problemas de la revolucion francesa." win ‘specto, en fin, que no puede olvidarse es el de Ja imponancia de lox estudios sobre el significado de la Historia a luz de la tcoréa marxista, 0 Hos as- 3s sociales Ue la propia prictica del historiador. Ademiss del caso ya citado Ue Vilar, 0 de Balibar en la estela de Althusser, xe puede hablar de G. Dho- ‘quois, de Jean Chesneaux, por hacerlo s6lo de tos mas asequibles ‘Después de la segunda guerra mundial aparece en Gran Bretafta una gens- racign extraordinaria de historiadores que estaban en principio ligados al par tido comunita britinico, Bajo la inspiracion y et mayisterio de Maurice Dobbs ¥ mis lejanamente de R. H. Tawney, se ered una de las «escuelass marxistas ‘que mas entidad, cohesién y aportaciones ha procurado ala historiografia social Ulilizando una metodologia marxista que, en cualquier caso, Yo fue eon tina ex i flexbilidad 3 cupacided do renovacin ® Sus mix conocides repne- ‘sentamtes han sido, ademas de M. Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, Erie J. Hobsbawn, E. P. Thompson y Victor Kieran, a los que. sin duda, habria que afladir mis nombres que mantienen una relacién intelectual indudable con fos anteriores, aunque puedan haber tenido trayectorias distintas personales y politicas."" Unos deben ser situados como precedentes, entre los que figuraria eed eater onem tr! petra tn a are caste 137. Paris, Editions Sociales, 1974, que en cierta mancra ema una replica de Faire de #' Ht ee aan ee cme ttn visi dente Pree eae ae i aca tacit ie oa ai, ince memes ter aateroanrr cin ae generates Seeman corte oe eine a Flt ant cnr pep teas acrati narn ncn sion i ca eepaemanetne ttn nr eeaaes ce ener tr mi ii ee Ce serie aire see in eed coasted neo ene Vaz "WHORES, MISTENRIA 1 MISTONRIOGIRAFIA ¥. Gordon Childe" v otms como miembros ya de un generacidn posterior a agiella que se dio a conocer els incuenta primero sent, Ennai ha sido determinants en la renovacidn de una historiograffa britinica, anclads hasta ls segunda guerra mundial en su sempiternatradicion liberal, whig, coyon pontifices eran A. J.P. Taylor, H. Trevor-Ropper 0 G. Elion, tradicdn que, no obstante, tha seguido prodiciend retfios. ‘Aungue sucla hablarse de forma indiscriminada de una «historiografia mar- xista bridinicar, lo cierto es que estamos ante unos cuantos grupos distintos, etre Jos que también podrian introducirse diferencias en razéin de sus planted mientos hisoriogrficos y del uo que hacen del aparato conceptual. Un grupo eria realmente el de los historiadores que estuvieron ligados al partido com. stay que, de una u otra manera se vieron reflejados en la New Left Review tre los que parece claro que fue Edward P. Thompson el que mayor original lad y diferenciacién maniuvo al evolucionar hacia un marxismo de. vocacin sencinlmente cultural, antiestructural, que se ocupa sobre todo de las formas de epresentacién y manifestacin de fos eontenidos de clase. Distinto es el easo de los historiadores reunidos en tomo a los History Narkshop ya ls revista que editaron, que son también gencracionalmente poste- joes. Se incluyen aqué Raphael Samuel, Sheila Rowbothan, G. Stedinun Jo. ene otros. Ha sido esta tendencia la que ha puesto un especial énfasis en 1 idea de una sbistora popular, una shistria desde abajos: Ese grupo nv Portaba solamente una importante renovacién temitica, prestando. por ejemplo, ma decidida atcncidn i la historia de lac mujeres y dal fernininmeny a lw hice, de las clases hajas, sino que representaba también un talante enteramente uevo en lat concepcidn del trahajo histiico, el «taller de histori, en la funeiin ima de los escrtos de Historia, destinados a se leilos por todos. BW Rape, cule mem, dt wa pram Ege Genovese de Ray tm hirer y rice de lacutors Revi como ik Nee ea nes Ai rma Reiter edt aon Present comcast etd hrs mca Bape 142 pcilza ena Pon sundaes as de ene as que = nin mney en pease Re rn aa a os ore ira La Pajuks hoeea Ae a a oe Aes 197 ts pia oh ca HS La me rnc sb pp x iH Sac, aa po lar ¥ tori cialis, Crit, Barcebns, 1984, ie re Us anja de taka toes acon ue deo dca ue gale de Pg ae 145. R SAMUEL, Hiorie popu, httoria del pueblo ER. Samuel, cl 1 mi SN ee Se Bes my ae foro eee 207-219, 00 el que disciten W, Beik y G. Straus. - Die an estan tr si oa se rear he HL NACILUENTOD W RSARKOLLO DM LA HisTORIOGRANA 123 HJ. Kaye hua destacad que lo mis significative de este conjunto de los mar- “xisuas ritinicos reside. sobre todo, en lo que apartin de fundamentacién con. ‘ceptual. La mayor parte de los historiadores a recordar aqué han hecho una finiciin del proceso hisiérico y de los fundamentos de Ia disciplina. En este sen tide destaca ta obra de EJ. Hobsbawn, sin ninguna duda el miembro del grupo ‘cuya visidn historiogrifica es mis amplia y ha tratado mayor mimero de temas de hisioria no britinica: pero no cabe duda que las mis lamativay la de mis in- fluencia ha sido la de Edward P. Tompson. La obra de éste es también extensa, ‘perc en ella destacan dos trabajos: el més voluminoso sobre la formacién de ta clase obrera en Inglaterra’ y otro que descubre bien la vertiente pokémica de ‘esta nucra historiografia renovadora del marxismo y que fue su dura diatriba ‘contra las posiciones de Louis Althusser, titulada Miseria de la Teoria: De hecho, Thompson rechaza esencialmente en Althusser uns posicidn «tco- ficistam sobre la Historia que desconoce completamente a elaboracién de una historiograffa como trabajo empirico, sin lo cual no puede teorizarse. Pero ade ms se trata de una polémica acerca del giro sculkuralista que Thompson da 2 suis andlisis y conclusiones y que desde el campo marxista mismo ha sido lo ‘mds discutido de su obra." Lo que Thompson ha destacado siempre es el pro eso de creacion de una cultura especifica de clase a través de las luchas socia- Jes, Para Thompson no hay creacidn de una clase sino en ta lucha de clases y en el proceso en que se crean unas formas culturales especificas también en los miembros ve la cle, La chloe nv cy ung estructura sing una cultura.™ Pero © crmdnee ver en todo esio una enfrentamienio entre ef marxismo britinico y el francés, como se ha pretendido."" La polémica con Althusser venia prevedida de otras que habia habido ya entre los historiadores ingleses, a propésito siem- pre de interpretaciones de la historia britinics y, en todo caso, Thompson no presenta ninguna altcrnativa precisa a ese teoricismo que critica Dos imponiantes debates nacidos y desarrollados en el seno de Ia historio- fgraffa marxista anglosajona adquirieron una resonancia intemacional en estos ‘fios. El primero fue cl librado largameate en torno a fa transicidn del feuda- lismo al capitalismo y desencadenado a partir de la c8lebre obra de Maurice 147. BLP. Thempuon, La formacii hltSric de Us cle obvera: Inglaters: 1780-1832, {Lala Harcelona, 1977 (a dicta cxiginaliplesa uparec6 en 1963), 3 vols 14k EP. Thompson, Miseria del tora, Barcelona, Critica, 198 (original ings de 1978), 149, Dox mscatrasdeestos debates se presenta en Tos libros tan eR. Hoban et Y de R. Samu 150. -M. A. Canto, Clase, ace y ettractura: de EP Tompson al posmersime, oh Zona Abert $0, enet0-atr0, Madrid. 1989, pp) 1-71, uno de os mejores uniisisen castellano de las eas de Thompson en cuyaspiginas 17-28 se analiza el concepto sculurlsta de lase {La diatrib de R. Johnson contes Thowrpscn se basa precxamerte ex lu divolucioe del marx or pane e éxte shin, 151, Esa ernea, a nuestro julio, interretacin ex lade Jos inretuctres de Mocla una wor cist Arai y M. Gea Bom nsiradon for un taba de RS, Reale sobre cf eis aunt, Vésse p32 124 ‘THOWIA, HESTORIA E AUSTORIOGRARIA Dobb sobre el desarrollo del capitalismo." El otro es el que ha acabado co- ‘nocigndose como «debate Brenner» ya que se provoes 3 partir de un artfeulo de Robert Brenner referente al desarrollo agrario que habia precedido en Europa al proceso industralizador, tema muy hisico en el tratamiento de la historia de Ja revolucién industrial en Europa. De la scrisis general» del marxismo emper6 ya a hublarse en los aflos fina- les de ta déeada de los setenta. Pero para entonces se habfa proxtucide un imt- portnte bagaje de obra historiegrifica en muchos temas y muchos patses. La \écadia Ue los afos echenta ha visto La aparicidn todavia de importantes obras de investigacion y de anilisis mis tedrico —Ius obras de Ste. Croix, Foster, Cohen, Raymond Williams—. Esia produccidn ha procedido seeneralmente de pafses de habla inglesa. Los historiadores segufan considerando el marxismo como un buen inxirumento de andlisiy, Ferindez Bucy ha llamado la atencign preetsamente so bre el hecho de que en los afios echenta la produccidn maraist. si bien de menor Yolumen, fue de una calidad mis afinada, después de una fecunda autoeritica." {Los andlisis de la crisis de! marxismo han tenide diverso eardcter: los han hecho Althusser, Collette, incluso, Paul Sweezy que ech mano de la nocién ‘kuliniana de crisis de paradigma» para ejemplificar ko gue estaba ocurriendo en el marxismo a la altura de 1979," ¥ no faltarian expresiones tan deliciosa- ‘mente milituntes como la de que ~el marxismo ha dejado de ser lo que fuera y el pensamiento liberal resurge con fuerza», como dicen dos intrépides autores sspaioles ® Sin emharga. textox como los de Fukuyama ain encventran ros ppuestas en el mbito de ese pensamiento que, sin duds, no es lo que era. EL ‘marxismo de los afios ochenta se ha abierto a un gran ntimero de corriewes que transiuan por la teoréa de las ciencias sociales y de lahistoriogratia, dando lugar ‘una situacidn muy dispersa, confusa a veces. pero apta para todo tipo de re- novaciones, 152. Exist dn vrahoes catellana fo tahoe que constitayenn ef debe: Jameson Swery, M_ Dob al, La tramscin del foudalison a capil, Ebtal Ayu, Madi, 1975. Li sepundacnetiene mayor nimero de materiale, pis el debate continu pacino in- tervenciones dura hasan tle, R, Hilo, el, Lt tanskin dl feudal al eaplon, (Cries, Barcelona, 1977, que reproduc la edicion ingles dela anterior, EI debate convene ‘on inercambo de aiden en la evita Sctence ttl Sec 181. La publicacion eqpols ox TH. Aslan 9 CHE. Phlipin, ek. EY dete Breer Cites, Barcelona, 1988 Aguila fecha de aparcié con respect al original fae macho mds ‘ana ya que la primera elcid ingles se hia en 1976 134. Fernandez Suey: Marnismo e Historia hoy: En M, Montana, E. Femindee de ‘edo, M, Dans eal, Problems actuates de kr Historia, absiones Universidad de Salama a, Salamanca 1993, pp 211 y as 158." P Sweeny, «Socialtsmo real» criss de a teoria arnt, Revista Mensal- Monthly ‘Review, 2 (12), julonapet, 1979, pp, 19.24, 130. A. Morales Moya yD, Casto Allin, Avery hy le la Revolucion Francesa, Edicio- ses dol Dac, Mayolona, 19RD, p16 1ST. Asi tone la wecpilacin de ariclon After the Kil of the Misory,apatecis on 1992 y veridi al egal ecmno A props del fs de fa Hiss. frie le Alan Ron, Edicioes Alfons of Magi, Valencia, 1994, que recage una serie de tests putea po ‘Masvory Tina, encaberadnn pew de CN HL NACIMIENTO Y-HESARKOLLD DM LA HISTORIOGRAPIA, 125 Literisis de la historiogralia marxista vino a agudizarse, to que es un heche inteligible historicamentc sin mucha diffcultad, tras Jos acontecimientos que ie ‘yaron a Ta desaparicin de la URSS y de los rewimenes Hamados socialist en ¢l este de Europa. En la década ve Jos noventa del siglo XX, el eclipse de ta pro duccién marxista en ciencias sociales, en historiografia y demas disciplinas, fue muy acusado. Justamente, la ideologia porsmentenista afilo sus dasdos con ‘ta una de Las grandes «metanarrativas» dlustradas, 1a marxista. No significaron Jos hechios del comienzo de la scaua ta desaparicion del pensamicnto marxty 14, que siguio contando con cultivadores de ia talla de Wallerstein, Sweery Miandel, Jameson o Fontana. A Fontana se debe un agudo diagmdstice del pro bblema, Pero seguramente ninguna otra gran escuela experiments ef impact de la risis general come ta marxisia. : euantificacién y cuantitativisme El paradigma ewantitativist Si se pretende hablar del cxantitavismo en 1a historiografia con de ut corriente que ha influenciado de forma indudable la produccién historiogral de los sesenta y setenta en muchos paises, singularmente en Estados Unido y también, en Francia, afcetando a campos de estudio histérico muy aumplios, preciso antes hacer unas inispensables precisiones de términos y de concep Lovqqe mento, la expresién historia cuantiiativa, como dijo con razén F, Furet en 1971, designaba tendencias que practicaban grados diversos de cuantficacién ‘en sus métodos y que en ciertos casos podfan llegar a converte en conceptua- lizaciones especiales del pasado,’ Para Frangois Furet, la estricia historia cuan- 1 e998 a pecs ye romney op 08s ; oe int Pc 2 yan ii. Bee ad. exo wn tienloaparecado por vee pimera en Annales ESC: em 1971, ps 4B Y 9S. 12 “TONKA. HISTORIA Te ASTORIGERAMA titative era aguella que reducia el campo de lo histérico 4 la economia ¥ que ‘basal sty deseripeidn e interpretacién del pasado en la econonia politica. Existian tes tipos de elementos en ef método cuantitativo, segtin Furet antes que nada, un procedimiento para tratar datos historicos numerales; Iie, an proyecto de trabajo especifico, del que podria ser ejemplo el de Marczewski er en fn, e1 inlento de construir Ios hechos hisiéricos en forma de series tem Porales de unidades homogéneas y comparables; en este caso estibamios en la ‘historia serial." E} cuantitativismo practicado en campos distinios det cliométrico tenia un eenfoque menos radical. Aunque su expansidn, como decimos, puede conside- ‘arse general, no es diffcil observar que su cultivo adquirié dos focos princi pales: cl de la tradicidn historiogrifica francesa, que, aunque tenfa raices an- teriores, acab prendicndo con fuerza en la segunda y tercera generacitn de Annales —Le Roy Laurie, Furet, Chaunu— y eon historiadores menos elart- mente ligados a ess escucla, como Vovelle. P. Bois. Vilar en algin momento, Roche, ete; y, por otra part, el de la Social History de origen americana —ta familia Tilly, Shorter, Landes— que ha venido hoy a convertirse en la Social rice History, 0 en wn tipo de historiografia que podemos llamar socio-es- ructural 1 cuuntitativismo estructural no ha perdido nunca como foco central el aanilisis social, si bien empleando como instrumento fundamental ta medicién de variables. La historiografia estrictural-cuanttativista presentaba posbilida- des expansivac mis acusadlae y nprovechables que ta cliometria. En su forma de estudios de historia social, andlisis de antropologia histirica, investigaciones sobre la historia de! clima, de In lectura, ete. —y nos estamos refiriendo a co ocidas obras como las de LeRoy Ladurie solve Montaillow 0 L'Histoire dn clit... © 1os de Faret sobve lt alfabetizacién en el Antiguo Régimen—esia cconcepcisn es mucho mas viable. Privilegiaha el uso de fuentes y datos euant- tutivos, y era capaz de establecer largas series euantificadas. como las realiza- das por el matrimonio Chaunu en Sevilla y el Atidntico, al tiempo que era sus- ceptible de aplicarse a muchas zonas de la actividad histérica, Por ello tuvo un ‘amplio desarrollo entre los aos sesenta y ochenta ‘AL final de esta década, la historiografia no econémica empez6 a desintere- save por la cuantificacién. Bernard Lepett afirmaba en uno de sus editoriales on la revista Annales, de 1989, a los que nos hemos referido, que «la acumula- ‘eurando cefimos al caso de la historiografia. {Ha sido superada in erisis de las Ciencias sociales? ;Se vislumbran orientaciones capaces de presidir una recons- Iruceidn de las prictieas de la ciencia social, recomponiendo la fe en su funciGn 'y en sus capacidades? Y, en definitiva. ,cudl esta situaci6n de ta historiogratia ‘en este panorama del cambio de siglo? Enel presente capitulo, dikimo de la primera parte de lu obra, se intenta pa- ‘ar revista tanto a los caracteres y condicionantes nuevos como a las proyeccio- tes que se han producido, como respuesta 0 resultado, después de que Ta con tiencia de ellos se hiciese general. Si en los aos setenta y ochenta se asistio ‘esa progresiva pérdida de fe en Ia eficacia y la suficiencia de los paradig- mas existentes y al ascenso de nuevas formas de interpretacién de la sociedad, la cultura y la historia, es también cierto que las grandes conmociones de 10s aos 1989-1991, que hicieron cambiar ampliamente la situacin mundial. han dado paso a la generalizacién de algunos otros topicos, como, por ejemplo, cl ‘muy difundido del «fin de la Historia» y atin el de la «posieridad del fin de la Historian, ahondando y debatiendo los vaticinios hechos por algunos ensa- yistas al desaparecer la URSS y la situacion de enfrentada bipolaridad a escala ‘mundial,’ Trataremos, pues, de la crisis de Ia historiografia y de su posteridad hasta el momento actual. No parece, en principio, que los efectos de ells hayan sido superados con claridad ni en la prictica historiografica ni en el eampo general de las ciencias sociales y humanas. No parece que hayan aparecide atin alter nativas discernibles para cl futuro, La cultura y el pensamiento del posmoder nnismo han tenido un efecw destacable sobre la actividad del anslisis sociocul tural, que, en su conjumto, es diffcilmente earacterizable de constructive, Pero 1G Marcus y MJ, Fischer, Anthropology asa Cultural Critiqe, Univenity of Chicago Press, Chicapo, 1986, p.7. 3. Ninguna obea‘de conjanto explica mejor esta stuacién que la uy cowoxida def Hobsbawn. Historia del siglo t¥, Barsclona, Cri, 1995, Toda ws teroer parte s ia spn ficatvemen «1 derumibanienton y comicnza con aLas décadas de cris 1" Giddens: Medernida e ident det yo, Penis, Barcelona, 199 (orignal de 1991), a3. "i. -F Fukuyama, £7 fine la Historia yet altima hombre, Planet, Barlona, 1991. Véase tambicn la yncitada publicaci de A. Ryan, C. Hill. S. Rigby y ctr: A props de fine ks Uist piso a rexpesta provesiente & general de hstoriadores,

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