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Matcela Paz y Alicia Morel PERICO TREPA POR CHILE SBN 978.956-264-746-5 562647265) EN TIERRA DEL FUEGO, PERICO DEBE DEJAR LA ESCUELA PARA CONVERTIRSE, EW PASTOR, EL OFICIO DE SU PADRE. ‘SABE QUE VA AEXTRARAR A SU PROFE- ‘SORA, A SUS CONPAREROS, ESE GRAN MAPA DE CHILE COLGADO EN LA MURA- ILLA... PERO LO QUE PERICO AUN NO ‘SABE ES QUE, SIN PROPONERSELO, ESTA A PUNTO DE EMPRENDER UNA AVENTURA MEMORABLE, EN LA QUE GRACIAS A LA AYUDA DE DIFERENTES AMIGOS PODRA CUMPLIR SU SUERO Y TREPAR FOR TODO CHILE. NARCELA PAZ Y ALICIA MOREL SON DOS RECONOGICAS ESCRITOFAS CHLENAS. NARCELA PAZ ES LA CREADORA DEL POPULAR PERSONAJE PAPELUCHO Y GANADORA DEL PREMIC NACIONAL CE LITERATURA EN 1962. EN EDICIONES SM HA PUBLICADO JACKY, PAZUCA EN LA DUNA, EL SOLDADITO ROJO Y Los PECOSOS, TODOS EN LA COLECCISN EL ARCO DE VAPOR. ALIC/A MOREL POSEE UNALARGA TRAYECTORIAEN LA LITERA- ‘TURA INFANTIL Y JUVENIL DE NUESTRO Pals. ES AUTORA DE MAS D= MEDIO CENTENAR DE UBAOS. EN EDICIONES 5M HA PUBLICADO LA COLECCISN DE (QUENTOS EL SECRETO DEL CARACOL. APARTIR DE9 ANOS seis 2 = oO 5 3 s 3 3 5 a atlas ae DE VAPOR UNetaera Ke ney ae UKM Cel dc) '’ Perico trépa,por Chile EL BARCO [igi a DE VAPOR Perico trepa por Chile Marcela Paz y Alicia Morel ediciones 1 El fueguino iPerico, vuelve a contart —Pero si conté bien, seforita. —Contaste solo has‘a treinta... la profesora parecia a punto de engjarse—. Escucha, Peri ya es hora de que pongas atencién. Sabes leer escribir, pero cuentas solo hasta treinte, ;Qué te pasa? Toda la clase sabe contar hasta mil Perico miré al suelo. Tenia sus razones no saber contar como Ios otros. Pero no padia pez6 a pasar el dedo en torno al ra decirlas. E pupitre. —jPerico! Si, sefiorite —se levanté y mi la maestra — y afirmé su cabeza en el morral para dormir otro poco. El poncho ten lor familiar y casero que lo hacia sentirse acompaftado mientras miraba al cielo, donde, entre vapores de niebla, navegaban lasestrellas. Descubris entre ellas unas que parecian un volantin gigante y pensd ponerles nombre, pero el sucio le cerns los ojos. Lo desperts un extraiio cosquilleo. Algo carrid sobre su cuerpo y llegé a rasg.afierle su nariz. Perico dic un salto justo a tiempo para ver desaparecer un cururo en su pequefia cueva. Especie de ratén! —lo insulté—. Me saza de un lindo suefo... y se pus a escarbar con la cafia la cueva del curure. Ya era de dia y Perico records de pronto su trabajo. Con espento se v.o solo en el Ilano. Nin- guna oveja se divisaba Dor ningtin lado. Crey6 vivir una horrible pesadille. Estaré despierio? —se pregunté dandose un mec: un 13, pellizcs en la mejilla, que Ze doli harto. Corrié de un lado a otro, pero no habia una sola oveja a la vista. Quiza cuanto dormiria... Su coraz6n tambarileaba de susto. —i8i al menos tuviera un perro ovejero! Mi padre debe darmelo, Se me pierden las ovejas cuando ni siquiera he fabricado mi flauta..,. jNo pueden estar muy lejos! De pronto le dio calor y se sacé la manta, dejandola caer Fue entonces cuando diviss muy lejos un grupito del rebaio y més alld otras pocas oveias. Impeciente comenzé a contarlas. En un grupo conté diecisicte, treinta en el otro y dos que pastaban muy lejos. Treinta y dos y diecisiete, se dijo maravillado de contar més de treinta. Luego cons6 otra vez las treinta y das, y siguié hasta contar cuarenta y nueve. Volvié a con‘ar y una vez mas resultaban cuarenta y nueve les ovejas. jFaltaba una! Corrié con su larga cafta 2 reunirlas, arreéndo- las con gritos hacia el sitio donde dejé su manta, la recogié y Mevé el pifto al lugar donde habia dormido. Ahi estaba su morral y las demés caiias. Quiso abrir el morral porque tenie hamie, pero se aguan6 porque primero tenia que encontrar la oveja perdida, Qué diria su padre si fallaba el primer dial Buse6 en las quebradas, entre los arbustos achatados por fuertes viento... {Jer nada! Allé abajo, camino del rancho, donde su padre apilaba el coirén enfardado, le parecié ver algo. —Podria ser... :Pero por qué se ha ido sola? O quiz4 quedé atrds desde un princizio 14 Se deslizé por la Joma y a medica que se acer- caba, el bulio se parecia mas a una oveja. Por fin estuvo cerca y, ya seguro, le extrané la rara actitud det animal: estaba inmovil, con la cabeza levantada y no camia. Perico Hegé hasta ella y comprendié lo que pasaba: estaba dando vida a una ovejita, pero tenia problemas. Vio en sus ojos una terrible angustia: lo miraba como pidiendo su ayuda. El zorderito tenia solo la cabeza y una pata afuera y se esforzaba iniitilmente en tratar de adelantar su otra patita. Perico habia visto muchas veces a su padre ayudando a una oveja en situacienes como esta y no vacilé en imitaclo. Solo que le faltaban fuerzas... Logeé aleanzar la patite doslada y sus manos inseguras pudieron sacarla de su aprieto. La oveja madre se levanté del pajar er que estaba echade, mientras Perica recogia en sus brazos al corderito que respiraa mal. Sujets su cabeza en sus brazos, que cafa sin aliento, y poco a poco logai que la sostuviera. Los ojos asustados se calmaban y cuando la acereé a ‘a madze, ella lengiieted el hociquito negro y fue limpiardo a la ovejita, La recién nacida hizo un esfuerzo por levantarse, pero no pudo tenerse en pie. Por un rato Perize olvidé sus deberes de pastor confiaba en que el pifio reunido siguiera comiendo ¥ que no llegara su padre 2 sorprenderlo lejos del rebano. 0 nlé en borazos para darle calor y se encamind hecia donde estaban las otras. La madre los siguié. Al fin la ovejite bal6 y respiné tranquiia. Pei 16 C una Punta Arenas, pero estén en estudio”. —Puede ser uno de esas —exclamé alborota- do— y yo lo veré y podré estudiarlo. Rid al darse cuenta de cue hablaba en voz 2! —Se nota que estoy solo todo el dia, ya hablo conmigo y no me aburro. EI “platillo” brillaba y se ace cidad. E° pastoreo lo estaba poniendo imaginativo, ademas de hacerlo hablar solo, porque lo que se aproximaba era un simple aviér, unc de tantos que van ce Cerro Sombrero a Manantiales y a ‘Su Tierra a. ba a gran velo- Punta Arenas en los afanes petrolero: del Fuego era muy importante con sus “pozos de oro negro, por la escasez mundial”, como decia la profesora, Pero este avidn que se acerceba parec‘a mas chico, “r4gil e inseguro. No surcaba el cielo como una ®ala, como algunos gue viera; 23 vacilaba igual que un vo‘antin o un pajara que esti aprendiendo a volar, dando brincos: —Dirfa que esté en apuros —murmuré Peri- co. Quizd no tiere bencina y como esta es la tierra del petrdleo trata de aterrizar... Todo se produjo mas rapido que su ¢ ensa- miento. El avién se vino a tierra, na muy lejos, clavandose de nariz. Perico sori hacia el sitio donde cays. Desde Je loma vio que el aparato empezaba a incendiar- se. Llamas y humo lo e pensé: “Debo ir a casa a pedir auxilia, tengo que avisar... pero entretanto se puede quemar el pi- loto. Quizd puede ayudarlo”. ¥ cortié mas rapido hacia el avidin cafio Ya sentia el calor de las I volvien. Mientras cortia, nas, pero siguié acercdndose y, envuelto en humo, vio al piloto que trataba de salir del aparato. Pesico se meté el gorro hasta los ojos para disminuir el calor tirdndole hacia Y cogié la mano del piloto. pero estaba amarrado por una fuerte cortea y no podia zafarse. Sacé su cuchillo y, aunque le costé bastante, solté la amarra entre toses v ahogos por el humo venenoso. EI hombre, al verse libre, se arrastré hacia afuera medio as- fixiado y quejdndose. Perico comprendié que no era capaz de alejarse de ese montén de fierros que ardia bulliciosamente y oon todas sus fuerzas lo fue tirando hasta dejarlo lejos de la hoguera. El piloto parecia aturdido; ahora no se quejaba. El nifio se apresuré @ apagar los pedazos del buzo que westia el hombre y le corrié el cierre de arriba 24 a bajo, tratando de sacdrselo. El piloto abrié los ojos, pero no dijo nada —Voy a buscar ayuda —le explicé el pastor, sacdndose el gorro y apartando el humo. Pertié a toda carrera hacia su casa pensando que su padre pod:fa hacer alge por el herido. O 4 mismo partirfa al galepe en su viejo caballo a al retén de carabineros José, su hermano chico, salié 2 su encuentro. —Se cay6 un avidn —grits—, mi mama y yo lo vimos, —Si, casi me cayé encima, :Ha vuelto papa? No. Perico fue en busca de su madrastra, que habia dejado de cocinar y se azreglaba sara iz dar aviso a los carabineros de lo que habian visto. Tia, e: piloto esta heride y bastante mal —dijo Perico, —Llévale esto mientras tanto —la tia le pasé la botella del “fuerte’—. Menos mal que esta vivo dar avi —continué—. Iba saliendo para ir a pedirle al compadre que dé avisa por ra Lléva‘e esto al piloto y dile que vend pronto la ambulanci José quedard cuidenda la casa y a su hermana mientras vuelvo.. José alargé sus labios a punto de hacer puche- ros; se morfa de ganas de ir a ver el desastre: Pra el primer accidente que veria en su vida y estaba loco de curiosidad. Perieo, entretanto, se tomaba un enorme vaso de agua. Luego llen6 una botella y, cogiensio la que contenfa el “fuerte”, partié corriendo con ellas por las lomas. Aunque le dio 26 na puntada, siguid, acortando apenes el paso. El camino ie parecia interminable... Menos mal que ya divisaba el huma de los restos del avién y eso lo animaba @ continuar sin darse un descanse. El piloto estaba menos eturdido y acepts el trago de aguarciente —La tia fue a pedir ayuda —dijo Perica, viendo la mirada del piloto, —Gracias, me salvaste la vida. Pero me temo que tengo una pierna quebrada y no puedo moverme. —Hay un hospital en Porverir y otre en Ce-ro Sombrero. En todo caso, pronto vendran a bus- carlo, porque lo vieron de muchas partes Esa era la vertaia de aquella parte plana de la isla, que todo se veia EI piloto bedi6 otro poco. Tenia las manos guemadas, no podia moverlas y Perico le acersaba la botella a la boca. —Yo Io estaba mirando cuando volaba alto Jo vi caer come un pajaro le dijo— y entonc al que le han pegada un hondazo —Npb pude evitarlo. Algo le pasé al motor. Perdi altura con mucha sapidez... Fue terrible. Vi venir el suelo. Alcancé a dar eviso por radio. Cerré otra vez los ojos. Ojali se hubiera do- mido, No se quejaba, aunque sus piernas debian dolerle y las manos y todo el caerpo. Entances divis6 a los lejos algo que se acerca- ba: era el jeep de los carabineros. Seguramente vieron caer el aparato 0 quizé oyeron el Hamado por radio, porque cra imposible que su madrastra hubiera logrado comunicarse tan pronte. 27 Perico sonri¢ al ver ios brincos que deba el jeep por las lorras. Alcanzé a distinguir que venfan tres personas en éi y una jera su madrastr —2Vive todavia? —pregunté el carabinero Practican‘e que tenia una cruz rojaen le manga Salté al suelo al ver que Perico asentia y corrié hacia el piloto. —Les av! saron desde Cerro Sombrero por radio —explic6 la madrastra~—. Yo los encantré por e! camino y les servi de guia. Todos se acetcaron mientras el pract-cante examinaba cuidadosamente al piloto pregun- Andole “jle duele?” a cada rate. Luego le clave une inyece én y armando una camilla de lona recostaron al herido en ella y lo Hevaron al jeep. Se alejaron muy Tent para no dar tantos cor. covcos. Su madrastra partid con ellos. Y Perico, con SUS Oveias, otra vez se quedé solo. 28 5 Terrible amenaza Cuando volvié a su casa, su padre habia He- ado. La madrastra le contaba la caida del avién y el rescate del piloto. Serfa tema para muchas tardes, ahi donde casi no sucedie. nada —Hola, hijo, ges verdad que lo viste caer? —Si. Lo habia divisado cuanda todavia era un punto er el cielo. Al verlo bajar tan brusco, pensé que eza un éguila, pero en ese instante se convirtid en avidn, viniéndese ebejo, cerquita de mi, —zie cio miedo? Ni me acuerdo, porque corri altiro al verlo arder. —Te acercaste? —Caro. Ayudé al piloto que no podia salir, porque estaba amarrado. Con el cuchillo corté Ja correa. —2No te quemaste las man Perico se las mir6. —Chamuscadas no mas, Me do:ian los ojos con el humo, pero me met/ la gorra para taparme hasta las nar:ces. 2Y el piloto? —Tuye que hacer harta fuerza para saca-lo. 29 Después dijo que tal vez tenia una pierna que- brada. —2Y entonces? —Vine corriendo a asa a dar aviso y pedir ayuda. La tia me dio un frasquito con fuerte para llevarle, Le costé tragarlo, pero atrio La tia sonre‘a esperando alabanzas. —Supenge que reg’strarias el avin después que se Hlevaron al piloio —pregunts su padre —Primero recog las ovejas. Luego volvidonde humeaba todavia. Era et primer avion al que me 28 ojos, acereaba, aunque ya no quedaba mucho de él. Estaba casi ascuro, pera le eché otra mirada antes de venirme. Los fierros retorcidos ya se habjan enfriado. Encontré esto y lo guardé de recuerdo Perico alargé a su zadre una pistola medio fundida —Caramba, un recuerdo silido! rid su padre. —{Sirve? —pregun:6 el nifio. Su padre se la devolvie sontiende. -Si, coma uerds solamente, El calor la fregs. Nunea podré funcionar, Perico. —Da igual, no habia pensedo matar a nadie... Te portaste bien hombre, hijo, Porque ya eres hombre. Bien mereces tu recuerdo... Pero ahora tengo que contarte mis negocios. Eres parte de mi equipo. Vendé las bestias ¢ un gringo y vendrds conmigo a entregérselas, Es un viaje de esfuerzo para ti, pero si trabajas conmigo. Perico sintié algo raro, como ganas de Horas, Por un lado le halagaba que su padre lo tomara en cuenta. Pero... se llevarian a Mirasol y eso 30 ie dolia tremendo. Con un estuerzo grande, se teagé la pena. — Las vendiste todas, papa? —pregunt6 al fin —Clarito. Las cincuenta, Son finas, estén pre- ciosas y me pagaron bien. Compraré nuevas que crecerdn v engorderdn a tu cuidado —Y entonces les venders —marmuré Perico tristemen — Bravo! e, ntendiste el negocio. No todos sor capaces de formar un ganado de seleccién. ;Y to vas como socio! —rid el padre, sin darse cuente, de la pena de Perice. Habia vendido a la oveja madre y con ella se irfa la erie recién nacida, La pobre no podia sepa~ rarse de su madce y se irfa con ella... Aunque le explicara a su padre la verdad y su pena, igual se fa Mirasol. No iba a deshacer el negocio por eso. Esa noche, mientras todos dormian, Perico fa con su ovejita, fuera tomé una decisién: partir ella donde fuera. Lo aplastada por las otras y él la necesitaba a ella eces aba para no morir porque era su tnica coxa propia A la manana siguiente, su padre lo esperaba con el desayuno como el pr.mer dia de trabajo, Le gustaba estar sole con él, sin los hermanos chicos ni su madrastra. No median el pan, ni la leche ni el azticar mientras hablaban de muchas cosas que interesaban a los dos. —Iré contigo a ver las ovejas y el avién cai —dijo el padre sopeando el pan en su jarro. Perico comprendi6 que habia legado el mo- mento de contarle lo de Mirasal, Qué pasaria lo 31 entonces? Las grandes son duefios de muchas cosas y no entienden |o itr portante que es para un nifo tener algo propio: un animalito vivo. Empezaba a aclazar cuando salieron al corral Sincieron un galope. ¢Quién podria v horas? El pacire se detuvo, Fa esas —ilré mas tare sobre sus pasos Sra _una sue-te. Una gran suerte. Perice abrid las trancas y recogi6 a ia ovelita envolviéndola ef le grité a Perico volviends en su manta mientras azazaba al rebaho hacia les lomas. —Dios me esta ayudande —pensé e nite. Nada se puede si no empujan de arriba. Ojala que mi padre se entretenga bastants y no venga 2 ver el ganado. Las estrellas amigas se iban borrando en e ielo. Esta vez las ovejas buscaron pasto mas lejos, lo que daba tiempo para ver si alguien se acerzaba, Acomod6 a Mirasol junto a la madre y comenz6 a s3 r sonidos @ su flauta De pronto se dio cuenta de que la ovejita estaba sabre sus patas que apenas la sostenian. Batia colita como un remoline apovada c su tra la oveja madre. Perico se alegré de ver que ya podia ali- mentarse sala, pero luego sintié una punzada de triste: a: Mizasol va no ls necesitarfa como antes. —Soy tan egaista como el José —pensé eno- jado—. La queria para mi, tuilida, y ahora me apena verla sana. Menos mal. asi el gringo, si la descubre, tendré que pagar por ella y entonces \ Tomé su flauta y ensay6, sin quitar la vista de su oveja, une cancién para ella. Surgié una melodia muy simple, pero linda, y ef pastor ia cia repitié una y otra vez para aprendé Su padre no venia atin, cuncue, si, alguien. se acereaba, Al poco rato distinguié el jeep de los ia su propia huella hacia carabineros, que se ci avién destrozado. Dio una mirada al rebaiio y corrié a juntarse con ellos. El carabinero que mangjaba lo reconacié y In presenté a su acem pafante: Aqui tiene al salvador del piloto. —Teniente Campos. El teniente le estreché la mano con fuerza, —{Mis felicitaciones! —dijo—. Quie as notas que se tomaron ayer, pero prefiero oir tu relato de los hechos. Eres e! testigo principal Perico se sintié muy importarte. El teniente se acomodé en una piedra para fomar apuntes de lo que contara el pastor: Informé que el piloto estaba fa quedradas ambas recuperindose eunque piernas y muchas quemadur: relata: lo sucedids, y e7 seguida ei teniente le 8 el papel, cuanco acabé de eseribin. enes que firmar tu declaracién. ¢Quieres s. Bl nite volvié a alar leer lo que anote? Perico dijo que no. El teniente le aconsejé que siemzre leyera antes ce firmar, pero el pastor pens que con lo lento que lefa, iba a pasar un buen rato antes de la firma. Tomé el idpiz del te y puso su nombre con letra insegura jo el teniente. tenie! —Gracies por tu cor 33 Entretanto, el otro carzbinero examinaba los restos del avi6n, y apari6 algunas piezas metélicas que mostré a su jefe. —La matvicula —dijo indicando una lata ei roscada—. El mimero del motos y lo que queda de la radio. —Tedo fundido —confirms el tenien‘e. El perito averiguara ‘a razén de! accidente con estas piezas. Perico records la pistola que recogié como recuerdo, pero no dijo nada. Se la quitarian, aurque no servia ya, En camb:o para él formabe parte de su tesoro. Se despidié de los del jeep y volvié donde sus ovejas, que se habian disper- sade. Mientras reunia el rebaiio, tocé la dauta junto a Micasol: las ovejas pare y aprenderian pronto a seg an escucharla, ilo por La meladia, Lo que més le interesaba ora que la aprenciera su Mirasol Cuando al anochecer Baltasar asom6 timida- mente en el cielo, Perico hizo sorar su flauta para 5 veces y con su cafia larga empujé a que el rebaiio emprendiera el regreso, Vari repitié el sonido las remoloras, De pronto recordé que no volveria con ellas a los pastos. A’ dia siguiente partiria con su padre a ertregarlas a! gringo. Ctras iban a ser las ove as que tendria que cuidar, Pero nose separaria nunca de Mirasol. La tome en brazos y regres6 al rarcho sin sospechar lo que traeria la siguiente mafiana. 34 6 Y ahora gqué? Al llegar a su casa advirtié un enorme camién corralero, casi tan grande como el rancho. Sentados a la mesa con su padre habia dos hombres. Uno de ellos tenia una barba rubia y al momento el pastor comprerdié que era el gringo ‘Tomaban al que su padre le vendid las oveja aguardiente, mientras chirriadan unos castillares sabrosos en la cocirilla, Su padre la presenté a los hombres, agregando que era “el salvador” del piloto, Perico se sinti enrojecer y empez a molestarle que repitieran la historie. —Ademéas es mi socio —decia el padre. Cuida mi ganado —y agregé, dirigiéndose a él— Perico, el sefior Smith prefiri su camion a buscar las ovejas, porque dice que pierden peso con el viaje a pie y que, como son finas, sueder quebrarse les patas. Y se eché a reir estrepitosamente —Usted no tiene miedo a viajar ce noche 6 venir en —coments su madrastra al gringo. —Casi no hay noche ahora —rié él—. Se ahorra tiempo. —Tiempo y plata —dijo el padre —Sobre todo platita, porque a mi ayudante le pago por horas —y el] sefiur Smith le pegs un codazo a su joven companero que bebia sin hablar. Los ojes de Perico brillaron. Habia llegada el momento. Aun sentia e! olar ce su ovejita en Ja manta y veia sus ojos suplicantes pidiéndole que np [a abandonara. Como una orden, una vor dentro de é! repetia: Emtances —dijo a su pac carraspera para darle fuer vardn las ovejas esta noche? Si Dios y el aguardiente lo permiten —con- testa inister Smith y rié de nuevo. Se empiné el vaso y a Perico le cargé su tisa, su barba dura, rojiza, que le hacia recordar a. un Pirata male, cruel, asesino de ovejas Se fue al rincén donde dormia con su her mano y sacé cuidadosamente de debajn del colchén su pistola fundida, La escondié 2n su bolsillo y volvid a la mes servido su plato. Te poce; queria guardar algo para el viaie, que podia set largo. Llevarfa su flauta, su cachillo, su pisto- la y los pocos ahorros que teni hacia qué lugares tendvi “Partirs con ella” e haciendo una a a su vor, 1 4st Me- a, donde ya estaba fa hambre pero se cvidé de comer solo un No imaginaba que seguir a Mirasol. Por de pronto, le estorbaba la manta oscure; si iba < mezelerse con el rebano deberia parecerse ad -Toma un trago o te daré h compenero de Smith. —le dijo el 36 Perico sonrié al nombre que le caia simpsti- co y se cal6 la vieja chomba de lana de ovejas, tan parecida a ellas mismas. Recagié su plate y pregunté si podie guardar su raciGn para el dia siguiente, Nadie le contests ‘Cuando ai amanecer Is remecieron, no recor daba su preocupacién de aventuras y le casté volver a la realidad. —Vamos, hombre, tienes que ayudarme a echar el rebano al camién... Perico salté al suelo y al mojarse la cara le vino a la memoria st: proyecto. Répidamente cogié el paquete que habia peparado y lo ech en su morral Afuera la noche era muy oscura, pero estaba brillando Baltasar, que le serviria de gu necesario, Abrié las trancas y fue despertando a las ovejas y empujindolas hacia afuera. Aun a tientas descubrié @ Mirasal y la escondié en su chomba. El pioneta y el gringo habfan ajustade el puentecillo a camidn. Por él podian pasar es- trechamente una a una y entre los tres hombres Jas iban contando. —Cuando vende ganaco yo m y cuando lo compro, igual —decia Smith, sin en caso mo lo cuento perder la cuenta. A Perico le parecié que munde encima. ;Cémo iba él aw con su ovejita? Se fue quedando atras con Mirasol y Iz madre. Habia cue turbar al gringo en la cuenta, A pesar a frase le echaba el erse al camién de] frio, traspirabe. —Treinta y siete, treinta y ocho —contaban las voce Se acerczba su turno, Habia que aventurarse. Cogié ala madre de Mirasol y la empujé por el indola 4 subir el puente. La oveja trepé, roneas. lomo, Sorz pero cuanda el pastor se aparté de su ! atrés y armé el desorden entre las que seguian —Llevabamos cuarente y tres —dijo el gringo con rabia —Yo conté ido, se ech arenta y cuatro —aleg6 su padre. » han subido se volvié atras. Sol {, pero ur cuarenta y tres Perico dio un nuevo empuién a la oveja madre yal hacerlo, confiado en la oscuridad, se arriesg ar junto a ella por el puentecillo y gates baja sus patas. —Ahora si que van cuarenta y cuatro —grité Smith Pero al conti cuenta y una. —Usted tenia raz6n, senior Smith, Mis ovejas son cincuenta. EI gringo rid —¥o nunca me equivoco. Y subi6 el puen‘e amacrdndolo a la baranda ya bien fija en el cam —Esto: a ar contandoles le salieron cin confor ne —afiadid, mientras Perica se acomodaba entre las patas del ganado del primer piso, lo que no dejaba de ser incémodo. Ya se las arreglaria para subirse al de arriba cuando pudiera. Oyé los adioses y el motor del vehiculo apagé cualquier tro ruido. Los focos iluminaron 38 las praderas y partieron. Perico respiré. Su padre casi lo descubrié, pera ahora jamés logrer‘a al- canzarlo. Por lo deméds, no se iba para siempre Volveria en cuanto Mirasol comiera sola y esto seria proto, cualy 40 7 Rumbo desconocido Pero no fue a muy diferente y su Perico se acomodé en un rineén cerca de la bazanda con Mirasol cn sus rodillas. La madre, a sus espaldas, Se servia de cojin. Iba calentizo entre Avveces, lo que se planea resulta ede lo que nunca se pensé sus grucsas lanas cue amo-tiguaban los seltos y se durmié sin problemas. Nuca supo cuanto viaje. Cuando el camién se cetuvo, abrié les ojos y era pleno dia. Los hombres se bajaron a almorzar en ur barrancén, Hebia algunas casas y calles Perico aprovecnd para comerse lo suyo, aunque guardando un poco para mas adelante. Las ove- Jas belaban, empujindose. Seguramente tenian Aambre y extrahadar. la libertad de las lomas y el pasto mojado de cada dia, Mirasol era la Gnica que se alimentaba con la leche ce su madre. Perica asom su cabeza revuelta y el ventarrén le refrescé Ia c fa, Las calles estaban solitarias y algunas drboles inclinados por el viento austra se movian como haciéndole sefas. Pasaron dos personas agachadas defendiéndose del viento, otras caminaban hacia atrds arrimadas a los muros para no caer a Al mirar a su alrededor, Perico empez6 a reconocer Puerto Porvenir, donde una yez vino con su padre, En esa ocasidn solo estuvieron en un frigorifico, donde congelaban Ja carne de los corderos: los convertian en trazos de h Jo color granate. Jamas lo olvids. El dia fue muy large esperande en el cemisn, largo de luz también. Perico, mirando al comie su merienda. Pensabe en los patagones, enormes indios que antes poblaron su tierra. Decian que ahora quedaban muy pocos, escondidos en los canales del poniente de le gran isla Be pronto aparecié el gringo con su pivneta. Traian sus gorros muy metidos y abrazaban sus ponchos avanzando contra el horrible viento, tamos listos —cijo Smith—. Tan‘o pape para un embarque. Ahora hay que preocuparse de alimentar cl ganado para que no pierda peso. Trepazon al camién y partieron, acelerando por les celles del puerto. Bruscamente frenaron {Donde estaban? Este si que eva un lugar desco- nosido. Tenia un ruido nueve, un olor nueve, algo gue Perico nunca antes escucr6 ni of 42 8 ;Contratado! —jArre! jUh, uh! jArre! —gritaba una voz Aspera. Un irio afilado hirié la espalda de Perico al so.tarse las ovejas que Jo apretaban. El puente ya estaba puesto en el camidn y no dio tiempe al muchacho para pensar en el peligco inmediato. Las ovejas bajaban medio tullidas. El gringo L picaneeba brutalmente. Perico salté afuera junto a ta cabina y, una ver. en tierra. firme, se jugd entero, acercandose a los hombres. Habia una g-an bareaza atracada al muelle donde por otro puente trepaban semia- turdidas las ovejas. —Puedo ayudar? —pregunté acereéndose— Soy pastor. El pioneta lo miré fijamente; por ur momento Perico creyé que lo reconocia. —Parece que te he visto antes... ;Verdad. amigo? —le pregunté. Perico negé con la cabeza y empez6 a levantar las ovejas tullidas estirando sus patas suavemente. Hacfa bastante fuerza y esto lo notaron los otros. —Eres en verdad pastor —dijo el gringo con feroz cisotada—. Y te necesizamos. Te ganarés unos 43 pesos si haces comer y beber al rebafio. El nifio entré en aceién coma tecnico. Empezé a jar al pifo con maestria a Las ovejas lo reconocie- ron y sintid gratitud hacia los inocentes animales, llevados a cualg Lier parte por los hombi —Eres de equi? —pregunts el gringo, m= Aindolo con atencién—, Aunque hace ates que trabajamas con ovejas, no sabemos manejarlas como td Perico contests sin volver la cabeza No, no soy de Porvenir. Vengo de tierra adentro —y sacs su flauta como quien muestra un documento. Necesitaba ganar tiempo y demorar la ‘area para que no descubrieran @ Mirasol. Se Neva la cata a la boca y comenzé a repetir la tinica melodia que le resultaba —~Habré pasto aqui? —pregunt gringo— Si han que el agua —No te preacupes, ya recidirin su racién a bordo —contesté e] barbudo—. fremos a buscar’, Hizo sefias al pioneta y grité a Perico: —Cuidalas mientras volveros Se alejaron, pero m iar al pastor. luego al viajado mucho, Io necesitan mas ban hacia ai ‘és para Seitor, que no me recenozcan —re: Mirasol y yo estamos perdidos si tii no 20s ayudas Se sentia censasio y hambriento. Pero hab ja que actuar rapido, antes de que volvieran los datrones Con esfuerze levento a las tltimas ovejas y subi al camién para bajar a Mirasol. Corrié con ella por la planchada tendida ent-e la barcaza y el 44 muelle, y todo el pifto lo siguié. Acomod6 a sa ovejita junto a la madre, que siempre iba tras él Terminaba la tarea cuando reg:esaran los dos hombres. —Bien, c de ovejero, {Quieres venir con nos Si, senor —Andando, entonces. Stivete a la barcaza. Su suerte estaba echada. No habia pesibilidad de volver atras, Lo importante era salvar a s oveja. Mas adelante veria cémo regresar a casa. La cabeza de Perico empez6 a furconar ace- lerade. ;Adénde iban? ¢Matarian las ovejas al otro lado? No; oy6 que el gringo las compré por finas, entonces servirian para la crianza, Pero si no resultaba el negocio... :Las congelarian? De qué manera podria salvar a la suya? Los hombres hablaban junto a él, pero no po- nia atencisn. Su problema baila>a en su cabeza y ademas tenia hambre. El piso ce la bazc landamente y Perico sinti¢ iquillo—dijo &: gringo—, tienes pasta ntros? za era inestable. Se movia que estaba parado en una especie de mube. De pronto una mano fuerte to sujet, —Qué te pasa? —pregunté una voz leja —Esté mareado —dijo otra. Pos blemente ni siquiera ha com.do. Reconocié al pioneta que lo sostenie de la beza y vagamente records que no deb‘a mirarlo mucho. Alguier acercé a sus labios una taza de café con leche y al tomarla lentamente se sintis mejor. Comié con axsias Jo que le dieran y sudo levantarse y caminaz por la barceza —gLe han dado de comer al rebaiio? —fue su primera frase. Los hombres rieron fuerte. —Eres un verdacero pastor Puedes estar tranquilo, hac alimentando. —No es bueno que coman demasiado la pri- mera vez después del nido. uno que han pueden empachar con este paste seco que no conacen —dijo Perico —Han ayunado apenas una noche y un dia Déjalas que se desquiten —Ko respondo por ellas —refunfuiié el pas- for, sin pensar que padian tomarle la palabra desembarcarlo. Pero el gringa reaccioné de otro mode: —Té estds a cargo. Vigila su comida o su ayune como quieras, Confiamos en ti Y se encaminé con el pioneta y los marinos de a bordo hacia la proa, 46 9 El pioneta Peries respiré su libertad. Estaba solo can sus ovejas, por fin, Se hebfa acostumbrado a su compania silenciosa Se abrid paso entre el rebano que rumiaba restos de pasto seco y, aunque estabe oscuro, descubrié 2 Mirasol junto a la madre. Se dirigié hacie la popa, en sentido contraric al que tomaron los hombres, y alli pudo mirar ue el mar y conocerlo. El agua oscura centelleaba con los reflejos de las tuces cel puerto, En torno a la quilla chasoteaan olitas que iban y venian dando paimadas suaves al casco, come haciendo cosquillas a un gigante Por un costado de la barcaza caia una graesa cadena que se pezdia en el agua. Tado olfa a aceite, a extranas cosas di nocidas, quizds a petroleo A lo lejos, a través de la noche, en cl agua, se mecian luces parpadeantes, faros tal v1 fabuloso fuerte Bulnes... Dificil eonocer el mar a esa nora. En cambio al tarco, que pisaba por z, 08 primera vez, tenia que tocarlo, mirar cada cosa, alerlo. Era algo nuevo que ofa nombrar mucho en la escuela y ahora podia imaginar de verdad 47 carabelas de Colin, los barcos piratas y un acorazado de guerra. Con la brise. helada en sus orejas y la cabeza solgando hacia afuera para mi mov Fel incesante miento de las olas, no oy6 los pasos que se acezceban. De pronto sintié una mano en e hombre: No hagas estupideces, puedes cavrte al agus y adios vida Se vely Pianeta que lo miraba de esa manera como si lo conoci para encontrarse con los ojos de! —Ti estabas sin tr mos, eno? bajo cuands te encon! Si, Seftor ‘Quiz te convendria volver a casa. Siempre se esté mejor en familia. Perico no vespondis pero por dentro peas6: “Me ha reconocice y tendrs que re desaparecer con Mirasol”. Selo vamos a atrevesar hasta Punta Arenas, Y aunque ahi te quedes sin trabajo, puedes en- contrar algo n el puerto. Respirs. [No Io recanoeia! Ademiés, ahora sabia addnde se dirigian: a Punta Arenas, la mayor ciu dad austral de Chile. Qué pasaria alli? Tenia cue estar alerta para escapar en cualcuier momento Ya veria. El poneta .¢ pasé una bolsa de papel m queso y pan. —Ustedes, los cabras, jer pre Lenen hambre y hoy trabajaste mucho. Aunque el trayecto es corto, addnde te vas a quedar? 48 —Aqut mismo, en cubierta. No cuiero perder de vista el rebaiio que me encargan. Sentia una comezén por hacer muchas pregun- tas, porque habfa ofdo tantas palabras nuev: pero solo cio las gracias por la comida. -Buenas noches —dijo el pioneta alejindose Perico le hizo une sefia. —jLevar anclas! —se oyé desde el otro lado. y salia como enrollaban pesadas cadenas el ancla del agua con sus colgajos de extrafias tre- plantas. Comprendié que la barcaza partis pidaba entera con sus motores. 49 10 Perico desaparece Se ducmié al poca rato y estaba en lo meior de su suefo surcanzo el mar en su propia goleta, dando Grdenes a Mirasol como oveja mari era, cuando un trueno gigante los partié en dos. Mi- rasol escapé de sus brazos y antes de atraparla, el feroz trucno se repitié Una espesa ruma rodeaba al barco; sin em- bargo, se dio cuenta de que navegaban en pleno mar, No, aquello ne habje sido un truenc; nunca los hay con niebla. Debfa tretarse de otra cose —iSi, la bocina del barco! Eso era —se dijo, manoteando en la oscuridad hasta que aleanzé a su ove) 1—. No tengas miedo —murmuré—, es Ja sirena del bares. La hacer sonar para no chocar con ora en a nicbla, Pitearé hasta que se despeje. ‘Otro bocinazs apag6 su voz y se acomodé de nuevo entre las patas del rebano para volver asus suefios. El vaivsn de la barcaza era un colempio y treia imagenes dificiles de recordar. La si como trempeta de oro, partia el aire en la noch: Gro, el metal que en los canales de la cordillera de Darwin casté le vida a los pobres vanacanes, los a, 50 indios gigantes que ye no existian. La tomy iba marcando el paso a través de Ia niebla, Lo desperto un gran silencio y una extraha quietud Las maquinas se habian detenido. I barco empezé a despertar, y los marineros salieron a cubierta listos, dando érdenes preci- sas... Estaba rodeado de lanchones, de buques petroleros y, poco a poco, a medida que la luz aumentaba, la niebla iba desapareciendo y se podia ver el ajetrea del puerto, Cargadores con sacos, fardos, cueros y corderos congelados. Unas griias funcionaban sobre los baroos y, mas lejos, habia un extraito muelle hecho con vigjas cascos que antes fueran veleros. Pero allt se trabejaba de otra modo. Perico se dio cuenta de que esa era una fantastica fabrica de buques, un astiliero. Se sintié aturdido al ver tanto movimiento y tuido. El ir y venir de hombres, los pitazos y les extraiias érdenes que daban los patrones de bar cos a través de cornetas Io Tenaron de esombro. 2a Los cargadores levaban la gorra con La vis hacia atrés, defendiéndose del viento siempre feroz. El frio era tremenda ahora que no lo pro- tegia el zebaiio. —Perico, aqui esta tu deseyuno —dijo una voz conocida, y una mano también conocida le alargé un paquete. Gracias! —Perico lo tomé an sac tna fruta. Miré al pioneta a los ajos y sos- josamente y tuvo su mirada. —{Usted me hebia reconocido, entonces? —pregunts, mordiendo la manzana 51 —Desce un principio, pero te guardé el secreto, —Gracias —murmuré con la boca lena —Yo debia haberte devuelto a tu padre, pero no sé tus planes ni por qué estés aqui. Sélo me preocuparé de que no te mueres de hambre. El recuerdo de su padre lo golseé duramente. Hacfa mucho que ne pensaba en él. raba, :Serfa un eco? —Puede ser un arbol que se desgancha —se trang | Y continué su camino, miranda por si la oveja hubdiera dejado ctros cadejos de lana. E) silencio grande del bosque lo detuvo. Habla cesade el viento y, aunque se escuciaban gritos de paja- ros aislados, la vida par si esperara algo. No se atrevid a seguir tocando su flauta, De improviso oy6 un duro golpe y en seguida otros, con marcada ritmo. Cesaron y escuchs el angustioso gemido de un Arbol al caer. —Diria que hay un lefiador... el brujo tal vez, con el que asustan a Pancho y a su hermana 2 suspendida como mirona Y se enceminé hacia donde pyé caer el Arbol, Golpes de hacha mas cortos lo guiaron... El brujo ramas. Tenia curicsidad debia estar trozanco la de verlo y la esperanza de que su brujeria le ayudara a encontrar ¢ Mirasol. W7 Los golpes eran cada vez, mds cercanos y acempesados, como el motor de una barcaza. Entonces, cuando menos lo pensaba, oy un crujido inmenso, coma de algo que caia del cielo osamente: era un arbol can su agonia de viejas... Mir6 hacia arriba y vio que se le fa encima, igual a un méstil inmenso, con sus ramas sin hojas, arrastranda consigo les ganchos de los roles vecinos. Perico lanz6 un grito al verlo venir sobre su cabeza y dio un salto hacia atrés para evitarls. El drbol, al caer, sacudié la tierra y uno de sus ganchos atrazé e Pecico, lanzdndolo al suelo 9 24 El brujo Perico se desperts entre las grandes manos de un desconacido. Era un hombre de barbas cabellos muy la Z08, color de tierra, envuelto en cueros de lobas, Sus ojos, fruncidos e ntre gruesas artugas, lo miraban de fijo. Sus duras manos le movian una pierna, luego atra, como queriendo nveneerse de que las tenia enteras. Cuando Peri oj0s, el hombre haciendo mas arrugas en su rostro pero ensei unos dientes Blancos y sanos. “Al menos estés vive —dijo con voz extraia— 0 abrig Te vi a! ceer el pellin y cref que te aplastaba. Por suerte fueron apenas unas ramas, pero cl galpe fue duro —Creo que me aturdi —dijo Perico | dose—, Solo estoy medio mareado. Qué bueno! —sonrié e! barbudo—, un arbol al caer puede matar. ;De donde viene —De casa del farero, pero no soy de aqui. No saco nada con preguntarte cosas porque soy sordo —y mostré sus arejas grandes que no antén- Perico lo miré prendido y apenado. Quisa 120 andar, pero un dolor agudo en la pierna lo hizo as tirarse al suelo. Con las dos manos empez barse la canilla que se iba hinchando rapidamente, —Estés lastimado —el hombre se encuclillé para examinar la hinchazon—. Te llevaré a mi rancho para curarle. Lo levanté en sus brazos como si fuera un juguete, pero sus firmes pisadas repercutian en la pierna adolorida y Perico empez6 2 quejarse sabiendo que el hom’re no lo escuchaba. Era una ruca pequefa, hecha de troncos y ramas cubierta por cueros de lobo, pero sucia y mi ble. El sordo recosté al nifio sobre unos cue Je aplicd unas hojas que tenia en un tach a poco le aliviaron el dolor de la pierna nun par de horas estaras sano —le dijo— Soy medio brujo para curar los males. Perico del bosque hora Solo entonces se aco: embrujado. Sin duda este era el brujo y estaba en sus manos: no podia hu vendria a buscarle, Menos mal que el dolor iba desapareciendo. No era tan malo el brujo si lo habia sanadc Lo abservaba tendide sobre Jos cueros que EL bru- jo molia entre las manos algo que luego dejaba caer en una ollita de greda, negra de humo, que calentaba en un hornillo de piedras. Hablaba solo todo el tiempo. pero en voz baja, de modo que Perico no aleanzaha a entender lo que decia Vacié un poco de lo que cocinaba en un jarro y se lo dio a kever a Perico. tenian debaje un colchén de hojas seca —Esto te curaré Ce dijo animandolo a beberlo, y come si adivinara us pensamientos, agregé— Ao tengas miedo, no soy malo. Vivo solo pero me agrada ayuder a los que me necesitan, Hago mi vida sin molestar a otras, Say lefiador y cur- lidor de cueros, No me hace falta nada, poraue me compran la lefia_y me tracr: los cueros para curtirlos. A cambio de eso me pagan con lo que me Aace falta: arnoz, porotes, papas, ruta, yer ba para mis matecitos y también azticar. Tengo verduras silvestres y otras cosas Perico lo miraba fijamente mientras el brujo hablaba; iba probando en sorbitos el agua de hojas secas. Hablo solo para no olvidarto... ;Ah! Tt ‘levas cueros sin curtir. Estdn tiesos y duros. Yo te los curtiré y los dejaré muy suaves, Es mi traba‘o Esta noche prepararé algo bueno par ti, Tengo piures remojedos y sé guisarlos bie . iA ver si te gustan! Ahara dime, zqué hacias en el bosque? Perieo empez6 a explicar, luego vio en la cara del viejo que no servia de nada lo que decia Entonces, con manos y gestos, traté de hecerle comprender que buscab algunas intentos, el brujo entencié perfectamente —iYa! —dijo—. Perdiste a tu perritn Perico negé con la cabeza, bald varias veres y su oveja. Después de in sacé su flauta por —iEres pastor! Claro, esta mamiana vi a tu oveja y bien tentado estuve de cogerla. Para alguien e come sale pescados y mariscos, un trozo de carne fresca es mucha tentaci6n. Pero la dejé ir. 122 : era mia y tendrfa un duefo. Ese duefio eras tt Perico refa de felicidad y demostraba su agra- decimiento. Trato de levantarse, pe-o el dolor lo retuvo. a estd ascuro —dijo el hrujo—. Si tu ove'a no es tonta, la encontraremos mafiana, donde yo sé. Hay pasto tierno, pero lejos de aqui. Encendié una lamparilla de aceite y preparé el guiso enunciads que Perico sabored feliz. -No tengas miedo de que alguien atrape a tu ovea en estas soledades. No hay zorros n enemigos, Y faltan algunos dias para que venga Ta balsa a [evar mi lena y los cueros curtidos. Ni siquiera he acarreado toda la lena a mi muelle, —y le mostré a pero estin listos los cueros, Perico unos atados de cueros suaves y brillantes. mal tiempo —con- —Soy curtider cuando hay tinué hablando el sordo—, y cuando escampa y hace {rio, trozo lefia. Ahora boto los arboles viejos a con para el afio que viene porque ya hice los que boté el verano pasado. Fso quiere decir que la balsa viene una vez por aflo —dijo Perico sabiendo que no le oia— Antes a mf me gustaba estar solo en los faldeos de mi padre. Pero aqui no me gusta, y mencs un afo entero... Si tu pierna no esta buen mafiana para minar, ‘e levaré en mis hombros en busca de tu oveja. La encontranemos. Lastima que cuanda la encuentres partirés con ella y no te veré mas. Creo que es la primera vez gue viene un nine hasta aqui.. 25 Otra huella Laos golpes repetides sacaron del suite a Perico, que demoré bastante en darse cuenta dénde se hallaba. E! brujo azotaba cueros con: un tronco un poco més alio que él, firmemente arraigado al suelo para resistir sus golpes. Luego las sobaba en sus manos y Ios sacudia como si fueran trapos. Perico reconozis sus lobos, aunque ahora brillaban regros y sedosos. Mir6 su pierna que ya na se veta hi y se levanté. Pero le doifa al andar. Sentia como alambritos en el hueso y prefiris acercarse al so Go sakando en su pie sano. El viejo ro la habia sentido y se aleg:é al verlo. —Tus lobitos ya estén sobades —dija el bru- jo—. Me desperté muy temprano y cuve tiemp: de curtirlos mientras dormias Estaban suaves y Perice los acaricis encantado mientras el viejo pseparaba el desayuno. —zPrefieres mate © caié? —pregunts. Perico puso si deco en el tarro de café, al que estaba acostumbrado y le traia recuerdos de sir tiersa Lo azucararon a gusto y lo bebieron lentamente, mientras el ermitafo conversaba a su mode, sin 124 recibir respuestas —Veamos si eres capaz de cam:nar —dijo cuando terminé de desayunar y lo tom6 se la mano. Perico hizo empefo por disimular su cojera pero ef viejo lo advirtid. —Mejor te llevo en mis hombros, Pesas menos que un tronco de metro. Llevaremos charqui para el almuerzo y tu cantimplora con agua. No es cerca, aunque yo acorte el camino Cruzé los brazos y elevé a Perico montandolo en sus hombros mientras ¢] nif‘o trataba de evitar Ia cosquilla de su larga melena, Reia al verse tan alto, pero le preacupaban las ramas Capaz que un gancho me deguelle, a estas jento, Igual que el brujo, alturas —dijo Perico al v hablaba solo para no olvidarse—. Si mi cabeza cueda atras, seguiremos viaje sin ella, seguro. Mi la ord caer, Pasaron junto a unas rumas de troncos ordena- dos y del mismo tamaio y avanzaron entre ¢:las. El basque era cada vez mas ralo y en partes sus Arboles eran pequeiios y delgacios. —Es mi bosque —decia el brujo con su voz de un solo tcno—. Lo he plantado aio eras 8 hace ya diez amigo no ato. Los primeros robles los tr: aftos y se me hicieron largos mirdndolos erecer. Los gue tt: ves en pilas ya tenfan doce afios y esos tan guainas camo ti, los trozaré en ocho aftos mas. Salieron por fin del bosquccillo tierno y se encaminaron a una loma suave que verceaba. —Tu oveja no habria sacadomucho con morder 125 este musgo, es demasiado corto. Mas arriba creo que habré pastito.. Se detuvieron a mirar por todos lados sin di- visar a Mirasol. Luego siguieron, A medida que avanzaban, el paste asomaba fresco y se doblaba bajo las pisadas. Perico sacé su flauta y entoro su melodia. El corazén del viejo golpeaba fuerte junto 2 sus piernas y comprendis que el brujo estaba cansado, Le cogié ta cabeza y le grité con la su fuerza en la oreja: —jDescansemos! Para su gran sorpresa el viejo se eché al suelo y lo baié de sus hombros —jO1 tu voz! —dijo ei brujo con los ojos bri- antes de alegria— Es le primero que oigo en treinta afios. Aunque quiza solo senti de tu ~—iNo! —Perico volvié a gritarle en la oreja—. jUsted me oyé! jAlgiin dia seré médico de sordos y vendré aqui para sanarlo! soplo a... Dijiste que ibas a sanar a los sorios? —el viejo sonrefa pero con lagrimas. Perico ya no tenia fuerz © asintio as para volver & gritarle ps sanriendo. —A ver si te auras en crecer.. —dijo viejo Sacaran el charqui para celebrar esta esperanza y se instalaron a almorzar. Se entendfan otra vez @ su manera, sorque ya las gritos de Perico no lograban hacerse oft. —Dejame hablar a mi y no te quedes sin voz, porque un sordo y un mudo no pueden enter derse. Mira all lejos, bien lejos —apunté con su 126 grueso dedo chueco—. :Aleanzas a ver los ventis- queros? So las cumbres de hielos cantinen‘ales mas duros que lé roca y 20 se han derretido en miles de aos, Su murs helado cierra un inmenso campo de hielo que es imposible atravesar y, sin embazgo, hay en él una isla que es un paraiso de flores y plantas. Algunos de sus péjacos se aventuran hasta aqui. Yo quise hacer otre paraiso acé en mi tierra, mi paraiso, perv las aves ne me trajeron semilla y siguieron su vuelo, Perica volvid a tocar su flauta, El ermitaio te- nfa mucho que decir, mucho que hablar y contar, entretanto no buscaban a Mirasol. Como si el vieja adivinara su pensamiento, cogié algo del suelo y lo ensedé a Peric: —Por aqui anduvo tu oveja —Ie dijo mostran- Gole una pequena bosta ce animal—. Ya debe ir lejos, porque esta seca - erar @ que lo invitara, Perico volvi6 a hombros de! brujo y continuaron s repar en lo ’ omas verdes, uno hazlando y el camino por las otro tocando su flauta. 127 26 Una gran Ven el cielo i6 la noche y se cobijaron en un refugio del brujo, a mitad de camino hacia su muelle. El viejo continuaba explicando su manera de acarrear los lefios, ha camino, Per: a —Pensaré que vey a quedarme aqui con toda la vida... Me trae aqui y mi oveje no tiene qué haber venido a este rincin, Esta vez su cama fue solo un nido de hojas y rames. Igual se durmié porque equilibrarse en los hombros del brujo era tan cansador como caminar. La fleuta soné mucho al otto dia, esta vez estaciones en el > se abui Perico iba andando junto al brujo. Inventé melo- dias nuevas, pero fue inutil encontrar hucllas de ‘a oveja. Poco a pose se iba abriendo paso algo en su cabeza y cuando Hegaroa de vuelta a la ruca del ermitato, en luger de dormi Perico se quedé pensando: “Cada uno de esas troncos Ios ha acarreado el brujo... v seguir cortando ¥ acarreando aio a fio, Yo no podria resistirlo”,. Ledaba hor-or pensar en la vi de eschombre, verse atrapado en algo panecido. No sospechaba que la suya seria muy pero muy distinta y Pena 128 de sorpres: —Desde que voy cosas son menos importantes —se di wociendo el mundo, muchas: n voz alta, seguro de no ser ofdo—. Mirasol es une. simple ovejita... Qviza fue un pretexto seguirla para no ser pastor. El munde es muy grande, Chile es muy grande y lo quieco conocer entero. Podria er que el pastor que antes fui quiera quedarse otro Perica, esie en estas tierras con su oveje, que ahora soy, siga trepando por Chile, Muy temprano, y entre suefos, oyd pasa bandadas de Se levant de un salto, ndose llamado por ellos. brujo estaba afuera mirando pasar las aves. —Nan hacia el norte —dijo al ver a Perico crey Son bandurrias, las cigiiefias chilenas, goyes sus corneteos? Anuncian el fin de nuestco corto veran: —Pero usted no las oye —dijo Perico, con sefas. Quign sabe, .. —respondiéel vieja con sonrisa iosa. Perico miré al cielo y vio una enorme ra, que viajaban hacia mali V de cisnes, el norte. Se Jos indi caso de su ti 6 al viejo s onriendo, porque Ie eran conocides. —Buscan lugares mas abrigades. en los lagos cercanos a la costa. No sé por qué creo que tit vas a seguirlos —agregs. —De verdad usted es adivino y con razon Jo aman brujo... —rid P asintiendo con la cabeza. Si, se irfa como los péjaros y quizés en el camino encentrarfa a Mirasol Mieatras tomaban desayuno segura hablando el viejo: peg

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