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| Coleccion FICHAS PARA EL SIGLO XXI Diseiio de Tapa: Victor Macri Volnovich, Juan Carlos Ir de putas : reflexiones acerca de los clientes de la prosti- tuci6n - 1a ed, - Buenos Aires : Topia Editorial, 2006. 108 p. ; 28x15 cm, (Fichas para el siglo XXI; 3) ISBN 987-1185-12-X. 1. Sociedad y Cultura. I. Titulo CDD 306 Fecha de catalogacién: 24/07/2006 © Topia Editorial ISBN 10; 987-1185-12-X ISBN 13: 978-987-1185-12-2 Editorial Topia Juan Maria Gutiérrez 3809 3° “A” Capital Federal email: editorial @topia.com.ar revista@topia.com.ar web: — www.topia.com.ar Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723. La reproduccién total 0 Parcial de este libro en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, no autorizada por los editores viola derechos reservados, Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. IR DE PUTAS ONES ACERCA DE LOS CLIENTES DE LA PROSTITUCION Juan CarLos VOLNOVICH- Pur EDITORIAL Colecci6n Fichas para el Siglo XI INTRODUCCION smo. Psicoanilisis. El feminismo -asi, en general-, las teo- inistas, también en general, se postularon como un desafio para el psicoanilisis. Y el psicoanilisis, asi en general, como lo que es, el edificio teérico mas complejo y riguroso mos para albergar nuestros interrogantes acerca de la cons- f subjetiva y la construccién del sujeto psiquico, tiene mucho al feminismo. liltimas décadas, los feminismos y los psicoanilisis, han con- la visualizaci6n de ciertos fenémenos -injusticias, discrimi- sy desigualdades de todo tipo entre hombres y mujeres- que ado como sistema de explotacién mantenia ocultos. Jun- \inismos y psicoandlisis, han contribuido a layiSualizacion de ia doméstica (eufemismo con el que se alude“ las mujeres lis) y a la visualizaci6n de la violacién como practica corrien- Ievado a la inclusion en el Cédigo Penal de un nuevo de- olaci6n dentro del matrimonio. , han teorizado acerca de la violencia que supone la penali- del aborto. han aportado a la denuncia del maltrato infantil, al diag- ‘del nifio apaleado. ibordaron el abuso sexual en la infancia y el incesto pater- ‘euando aun no habia Ilegado a tener el protagonismo que Jaw actualidad. s bien: este libro se centra en la explotacién comercial sexual abitualmente se alude como “prostitucién”. Como ocurre mente cuando un fenémeno como este comienza a domi- at, surge la duda acerca de si hay un aumento de ésta en la actualidad hay mas prostitucién que antes- o si se Igo que estaba alli, desde siempre, s6lo que ahora empeza- con los medios para registrarlo y para darnos cuenta de ones que adqui cAI Ln Por mi parte trataré de abordar la cuestién desde el lado “cliente”. Intentaré acercarme al tema desde la psicologia del usu rio: aquél que “consume prostitucién”, dando por sentado que ni existe una nosologia que los incluya; dando por sentado que no exi te un perfil particular ni un tipo de personalidad en la que pudieran agruparse. Los psicoanalistas no estudiamos ni a la generalidad de los individuos ni siquiera a los individuos. En realidad solo podemos | dar cuenta de cémo el sujeto barrado, el sujeto escindido, el sujeto del inconsciente, se apropia a lo largo de su vida de las representa- ciones que circulan en el contexto hist6rico-social que lo determina, Decia que hace varios aiios ya, contribui a abordar el abuso sexual en la infancia y el incesto paterno-filial! cuando su visualizacién no habia tomado aun la trascendencia que tiene en la actualidad. Mu- cho antes, en 1987, publiqué un trabajo de divulgacién -“Machos fie- les de gran coraz6n”®- donde hacia referencia a la fidelidad que el sujeto posmoderno mantenia con los valores de rendimiento, pro- ductividad y eficacia propuestos por el neoliberalismo, y a la infideli- dad de los varones con respecto a sus mujeres, pero alli no hablaba de intercambios entre sexo y dinero sino sélo de la frecuencia con que los hombres casados compartian su vida marital con otras muje- res. Quiero decir: en ese trabajo centrado en la fidelidad conyugal no hice referencia alguna a las relaciones de los varones con prosti- tutas. Después, en 1995, publiqué un trabajo —“Las figuras femeninas que transitan por el anilisis entre varones”3- en el que me dediqué a profundizar en los puntos ciegos, esos escotomas que en la transfe- rencia y la contratransferencia sostienen las complicidades de géne- ro cuando se trata del anilisis de un var6n con otro var6n. Intentaba alli decir algo acerca de cémo circulan las imagenes de mujeres en- tre dos varones en anilisis. Y “las mujeres” aparecian siempre como temidas y/o amadas. Las mujeres aparecian vertebrando tres discur- sos posibles: 1-EI discurso acerca del temor y el odio a la mujer “castrada”, 2.EI discurso acerca del temor y el odio a la mujer “castradora”. 3,-El discurso acerca del amor a la mujer “afirmativa”. Decia alli qu 1Temida y odiada por ser “castrada”, la mujer se vuelve objeto de interminables quejas acerca de lo que nosotros quisiéramos que ‘tea y lo que ella no es; lo que nosotros quisiéramos que haga ylo que ella no hace. A i por “castradora”, la mujer recibe los reclamos aquello que nosotros no somos; es la culpable de y la responsable de nuestras limitaciones. Son las 108 desautorizan frente a nuestros hijos; son las hipercri- tras debilidades; son las “frigidas” que nos abruman sexuales; las que nos agobian con sus exigencias, las rsiguen, nos tratan como si fuéramos nifos y nos ator- suis recomendaciones. por lo que ellas son afirmativamente! y amadas por lo en; por lo que hacen por nosotros, con nosotros y, sobre jjosotros -nos hacen hombres- las mujeres son destinatarias titud por el reforzamiento de nuestra autoestima. Son, , las destinatarias de todo nuestro reconocimiento por “ban- y las destinatarias de nuestra admiracion por la posibilidad 1 de “bancarse” solas. en : bien: yo, que en 1995 Hevaba ya més de veinticinco anos de feministas; yo, que habia dedicado casi todo un aio a refle- ‘acerca de las complicidades de género que iban construyen- jos no analizados ni analizables entre varones y que estaba cerca de las figuras femeninas que Ia narrativa clasica instala- , que estaba dispuesto a deconstruir conceptos ee prejuicios y demoler sistemas de creengias; ye... no lo vi. No ver. No reparé en que mis pacientes varories, es decir, la ma- de mis pacientes, tenian o habian tenido relaciones con prosti- No lo vi. No lo pude ver. No reparé en eso mas alla de lo que Analista que no estuviera familiarizado con las cuestiones de gé- hubiera tomado en cuenta. i i Tas mias, las de entonces, fueron slo intervenciones convencio- frente a las asociaciones en las que mis pacientes hacian refe- al trato con prostitutas. Tal era el grado de naturalidad de esa {ica, tal la inscripcién dentro del rubro “usos y costumbres” que, por la mejor intencién de eludir cualquier interpretacién tuviera alguna cercania con un intento de adoctrinamiento ico, de pacateria o de reprimenda moral, acepté un pacto de nicio implicito. Algo asi como que “de eso no se habla” porque ha- lar de eso, hablar en serio, profundizar en el sentido inconsciente, ‘i el significado singular de esa practica, equivalia a la herejia is romper uno de los acuerdos mas entranables que los hombres poda- jos mantener entre nosotros. Equivalia a transgredir el codigo de 9, ~ HOOF que me une a los varones y suponia desafiar lo sagrado y con- , Si, hice lo que un analista tiene que hacer: contuve la res- yenmudeci. Pero no pude evitar hacer el calculo y compa- me pagaba a mi con lo que le pagaba a las putas. qué lo hace? :Por qué hace esas cosas? ué Ariel, tan joven y exitoso como Pablo, paga una suma se- i dos, tres, cuatro mujeres, segtin la ocasién, a veces para te- jones sexuales con ellas y otras, las mas frecuentes, cuando | dado vuelta por las drogas, simplemente para verlas desnu- Andose entre si. © esta, La pregunta es retérica. ¢Por qué lo hace? Lo hace por . Lo hace por que tiene dinero suficiente. Pero, :por qué ‘io lo necesita. Si pudiera tener lo mismo gratis. no es lo mismo-, me dice Ariel. 6 no es lo mismo? lo podria explicar. Bien no lo se, pero no es lo mismo. ‘Vos podrias estar con esas u otras chicas si quisieras y no ten- pagarles. Jo que pasa es que yo a mi novia la quiero y no puedo ha- 08a asi. Yo no podria traicionarla. Yo sé que, si quiero, me tar a esas y a otras minas, pero paygreso,tengo que remar iv verdad- pero algo tengo que hacer‘ para mi eso es co- jnfiel, Yo me moriria de vergiienza si en medio de esa esce- jera mi novia. Me sentiria reculpable. No podria tolerarlo. , Si me encuentra con los “gatos”, nada. Si yo, salvo la pla- alli nada de mi. ;Qué me puede reprochar? Quando Julian estaba a punto de terminar la escuela se- on la medalla de oro asegurada y el campeonato nacional ‘Mike ev el bolsillo, no hacia otra cosa que sofar con el via- , Bardo, descontrol, y la mejor oportunidad, el mo- Jado para su iniciacion sexual. El regreso fue lamentable. 4 in", Volvié del viaje de egresados sin mas gloria que la glo- ] emborrachado. Y no sélo él. Pasé lo mismo con casi os. Entonces, cuando el fin de semana siguiente Feli- , Se qued6 solo en la casa porque los padres viajaron, i) A UNA pula, una de esas que aparecen en el rubro 59 de efron, era una negra dominicana fea y gorda, dice, la al dormitorio y uno a uno canté presente alli. aos desde aquella experiencia, Julian ahora tiene Sagrado, Yesto fue asi hasta que, entre otras cosas, la casualidad de tres se- siones sucesivas contribuyé a que pudiera atravesar el limite de lo analizable, a romper las resistencias que me impedian ver un poco mis alla de lo convencional. Desde el divin (lo llamaré Pablo) se preguntaba y me pregunta- ba. -Me podes decir porque lo hice? |Me podés explicar porque ha- go cosas como esas? Pablo es un triunfador del presente. A los treinta y cinco aiios lo- gr6 todo lo que un hombre puede aspirar a realizar incluso, domi- nar la dialéctica entre el ser y el tener. Simpatiquisimo, tiene fama, s muy famoso; tiene facha, es muy “fachero”; tiene dinero, es un tentado. Vive desde hace tres afios con una novia tan linda, atractiva, “zarpada” y famosa como él, pero ademis, tiene todas las mujeres del mundo a sus pies. ~Me podés decir por qué lo hice? Me podés explicar por qué hax go cosas como esas? Venia por la autopista (rumbo a su chacra), la Mamo a Vicky y le hago saber -nosotros tenemos nuestros codigos, vis: te- que voy para alli y que estoy recaliente. Ella me esperaba toda sexy y yo... no sé. Cuando Iegué, algo no me cerraba. Ella se dio cuenta _ enseguida porque me conoce como si me hubiera parido, pero yo traté de disimular; traté de pilotearla. Entonces me propuso -zY si Ila- mamos a una chica como la otra ve7>-. Ella sabe que a mi eso me gus- ta. Pero, no. No. Le dije que no. Nos echamos un polvo, un polvito asi noms, de compromiso, como para zafar y rapidamente me puse _ a buscar excusas, a darle explicaciones. Le inventé que tenia una ci {a con unos empresarios extranjeros, que me estaban esperando, y... me fui a buscar dos “gatos”. ¢Me podés decir por qué lo hice? :Me podés explicar por qué hago cosas como esas? -Y, debe ser dificil que te cierre con una mina que te conoce co mo si te hubiera parido. Si. Eso es lo que le dije y no esta del todo mal pero, aun asi, me Parece lo menos importante. Lo més significativo, lo que me Prendi6 porque conozco mi oficio y sé que un analista no hace es; cosas, fue que, sin querer, se me escapé: -gCuanto le pagaste a los gatos? -Quinientos délares a cada una. 10 ‘su misma edad con la que, claro esta, tiene relaciones a “wexiuales y “curte” con alguna que otra amiguita cada tanto pero aun asi, no ha perdido el habito de encontrarse con sus amigos para re- petir la “hazaiia” de aquella ceremonia inaugural, Yel caso es que, a pesar que la liberacién sexual de los sesenta aparentemente habia vuelto anacrénica la practica de iniciarse con Prostitutas, no hace falta mas que frecuentar los saunas de todo tipo que inundan la ciudad para comprobar que Julin y Felipe no son ca- sos aislados. Fue asi, entonces, como la casualidad de tres sesiones sucesivas -Pablo, Ariel, Julién- contribuyé a que pudiera atravesar el limite de lo analizable, a romper las resistencias que me impedian ver un po- co més alla de lo convencional. Y hubo otro hecho casual que fue determinante. Cayé en mis manos (en mi pantalla) L’homme en ques- tion. Le processus du devenir-client de la prostitution®, una investigacién realizada en Francia y auspiciada por el Mouvement du Nid. A la pre- sentacién que hizo de esta investigaci6n Said Bouamama (socidlogo del IFAR, Uinstitut Intervention, Formation, Action et Recherche) el 18 de octubre de 2004, asistié Nicole Ameline, la Ministra de la Paridad y la Igualdad Profesional. La investigaci6n se bas6 en una encuesta de opinién pitblica -Les clients en question- una de las primeras acciones lanzadas en el 2002, Hevadas adelante por el Mouvement du Nid para la prevencion del clientelismo de la prostitucién, Después de dos aiios de iniciada; des- pués de haber distribuido 150.000 cuestionarios alo largo de todo el pais, los 13.000 cuestionarios respondidos (por mujeres y varones) Por correo postal -o, a través del sitio de Internet prostitutions.info- sirvieron para caracterizar los prejuicios mas habituales que sostie- nen los clientes acerca de su aficion a las putas en vistas a elaborar proyectos de prevencién. Dato significativo fue el reconocimiento que, mas alla de la diver- sidad de respuestas contenidas en los 13.000 cuestionarios, las con- cepciones que sostienen las mujeres se superponen con la de los va- rones. Es probable que las mujeres reconozcan mas enfiticamente el caracter inaceptable de la prostitucién, que la condenen mis severa- mente que los varones, pero ambos (varones y mujeres) coinciden en que la prostitucién es una fatalidad inevitable y una necesidad ineludible de los varones. Solo de las respuestas de las mujeres jove- nes se desprende el valor negativo del clientelismo como derecho ex- Clusivo de los varones desde que refuerza la inequidad entre los se- 12 ‘X08 y conspira contra la posibilidad de construir relaciones mas igua- litarias entre hombres y mujeres. De ahi que, cuando se apel6 a pro- yectos para prevenir el clientelismo, si bien surgicron iniciativas que pasaban por diferentes formas de penalizar a los clientes, triunfaron, sobre todo, aquellas medidas educativas destinadas a lograr una ma- yor igualdad entre los sexos. Igualdad que se instale alli donde las re- presentaciones arcaicas acerca de la sexualidad -masculina, animada por deseos irrefrenables, y femenina: débil, inexistente o, por el con- trario, siempre insatisfecha- impiden la emancipacion. La investigaci6n consistié, también, en centenares de entrevistas semidirectivas realizadas a varones que voluntariamente aceptaron participar del proyecto y que espontaneamente se prestaron para Fesponder. Fueron convocados a través de avisos que aparecieron en los diarios (también en periédicos de distribucion gratuita) bajo la siguiente consigna: “el clientelismo es una construccién social y no, producto de una tara individual pasible de ser curada o reprimida. GEsta usted dispuesto a participar en una investigacin sobre prosti- tucién?” Del anélisis de las entrevistas se pudieron extraér algunas conclu- siones: * * Que la mayoria de los varones, clientes habituales de las prosti- tutas, no pertenecen a edades avanzadas ni son jévenes acuciados por la erupcién hormonal tépica del ciclo vital que supone una exi- gencia libidinal excesiva, sino que son varones entre treinta y cinco y cincuenta aiios que viven en pareja. Entre ellos el 55 % tenia uno 0 mas hijos. * No obstante, a pesar de que los investigadores habian renuncia- do de entrada porque daban por sentado, en funcion de lo extendi- da que estaba esta practica, que era imposible formular una tipolo- gia de los clientes, las conclusiones reparan en ciertas determinacio- nes a las que recurren los entrevistados para fundamentar su afici6n alas prostitutas. * Una de ellas es la abstinencia sexual y la soledad afectiva. De mo- do tal que la mayoria de los clientes habituales y los consumidores ocasionales explican su debilidad por las prostitutas en funcién de su timidez, del temor a las mujeres o por otras inhibiciones. Ubican el by pass a la prostitucién cuando el contacto con las mujeres verdade- ramente deseadas se les ve dificultado. Del desempeiio en las entre- 13 Vistas surge que la falta de confianza en si mismos, la baja autoesti- ma, heridas narcisisticas provenientes de desengafios amorosos, ya- cen debajo de la explicacién que apela a los contactos faciles que la prostituci6n ofrece. Siendo la primera causa para devenir cliente con el 75 %, la abstinencia sexual y la soledad afectiva se constituye, asi, en la principal estrategia de justificacién que instala a los clien- tes en el lugar de victimas. Entonces asi, como victimas de sus pro- pias insuficiencias, aspiran a hacerse perdonar la aficion por las pu- tas y pretenden, también, aportarle un sentido aceptable a sus prac- ucas. * La investigaci6n revela que la segunda causa a la que apelan los entrevistados es la desconfianza, el temor y el odio que les inspiran las mujeres. En este grupo se encuentran los varones que fundan su misoginia en experiencias conyugales desastrosas; esas “guerras de los Roses”, divorcios controvertidos, que vinieron a confirmar lo que siempre sospecharon: que las mujeres son todas interesadas, despia- dadas, egoistas, complicadas e intrigantes. Es interesante observar que en éste nivel se agrupan los varones que culpan a la sociedad por el protagonismo y el poder que las mujeres estan logrando, Son va- rones que responsabilizan al feminismo por la pérdida de los valores tradicionales al tiempo que aiioran las épocas en que los hombres dominaban y ellas se sometian delicada y dulcemente a sus deseos. * La tercera categoria incluye a los consumidores de mercancias, £808 varones que son empujados a la prostitucién -segiin dicen- por que sus mujeres los someten a una vida sexual insatisfactoria, Para ellos, un abismo separa a la compaiiera afectuosa y carifiosa que han clegido como madre de sus hijos, del personal mercenario que con- tratan para satisfacer sus necesidades. Al leer sus respuestas parece- ria que se hubieran aprendido de memoria el texto de Freud Sobre la degradacion general de la vida erética® (al que aludiré mas adelante), donde Freud afirma que, si la sensualidad de un varon ha quedado ligada en el inconsciente a objetos incestuosos 0, dicho en otros tér- minos, fijada en fantasias incestuosas inconscientes, esto se expresa- r de dos formas que pueden excluirse 0 coincidir; 1) Como impotencia sexual que garantiza la represién de los im- pulsos incestuosos. 2) Como aficién a las prostitutas que garantizan un vinculo sen- sual dénde nada de lo cariiioso esta presente. Esto es, una relacién en la que la corriente erética no ha de verse sacrificada en su totali- 14 dad a raiz de su proximidad con la corriente carifiosa, sino que que- da libre de conquistar en parte, solo en parte, el acceso a la satisfac- cién en la realidad. Estos varones s6lo pueden ligarse sexualmente con mujeres que, ni por lejos, evoquen los objetos incestuosos prohi- bidos ya que su vida erética permanece disociada en dos direcciones: tna encarnada en el amor al arte, en el amor divino, en la ternura, en el carifto desinteresado por el sexo y el dinero; la otra encarnada en el amor terreno, la atraccién animal, la pasién interesada. Si aman a una mujer, no la desean y, si la desean, no pueden amarla. En las prostitutas buscan mujeres a las que no necesitan amar para poder desear. A diferencia de los varones del grupo anterior, los que culpan a la sosiedad y responsabilizan al feminismo por empujarlos al consumo de prostituci6n, éstos son varones esencialistas, varones que culpan a la naturaleza. Sostienen la conviccién de que hay una naturaleza masculina y una naturaleza femenina y, como la sexualidad masculi- ha necesita mas satisfacciones que la femenina, se justifica que un va- r6n tenga varias mujeres. Por lo tanto, se resisten a inscribir las rela- ciones sexuales con prostitutas como un signo evidente de infideli- dad, ya que para ellos solo hay ahi un contacto puntual sin que cir- cule afecto alguno. Ce © Una cuarta categoria incluye a los que explican el “consumo de prostitucién” en funcién de cumplir con el imperativo de una sexua- lidad sin compromiso afectivo, sexualidad que clude cualquier tipo de responsabilidad que pueda devenir de un contacto con el “sexo opuesto”. Pagan para ahorrarse los problemas que toda relacién afectiva supone y pagan para garantizar que sus descartables partenai- res no desean otra cosa mas que su dinero. El 43% de los encuesta- dos adhirié a esta postura por considerarla una excelente eleccién para varones casados que, aun teniendo conflictos conyugales, no es- taban dispuestos a correr el riesgo de una ruptura matrimonial. * Finalmente, Bouamama identifica una categoria mas: la que in- cluye a los adictos al sexo. Esos varones impulsivos y compulsivos que no pueden renunciar a éste tipo de encuentros faciles e inmediatos, relaciones que no reclaman el pasaje por rituales de seducci6n y con- quista y para quienes el sexo esta ubicado en el lugar que la droga tiene para los adictos. Ahora bien. Tal vez el dato mas significativo que aporta la investi- 15 gacion es el siguiente: el 75 % de los clientes se declaran insatisfe- chos en las relaciones con las prostitutas. Un 59% se lamenta por pa- decer algiin tipo de disfuncién sexual que incluye a Ia eyaculacion precoz, la impotencia 0 a la dificultad para eyacular. Mientras la ma- yoria se queja de experiencias que los dejan defraudados, desconfor- mes y decepcionados, otros prefieren aceptar que se sienten ridicu- los y patéticos por tener que recurrir a la prostituci6n. Asi, los varo- nes que tienen relaciones sexuales con mujeres degradadas (cito a Freud) “evidencian claros signos de no hallarse en dominio pleno de su energia instintiva psiquica que se muestra caprichosa, facil de per- turbar, incompleta y, muchas veces, poco placentera.” Y ésta conside- rable limitacién en la eleccién de objeto, se debe a la distancia que mantiene con la siempre anhelada corriente carifiosa. “No me abra- za ni me besa de verdad, y me despacha no bien termina el tiempo del acuerdo” resiente uno de los entrevistados. La investigaci6n de Bouamama es una fuente inagotable de datos que pueden ser leidos desde diferentes disciplinas y que seria de gran utilidad replicar en los demis paises. Pero lo que me interesa sefalar aqui es que las relaciones sexuales con prostitutas (me refie- ro exclusivamente a aquellas en las que esta presente el intercambio de sexo por dinero) tanto refuerzan como desmienten los estercoti- pos convencionales de aquello que se entiende por masculino y fe- menino. Tienen, si se quiere, un cierto caracter innovador. La atri- buci6n de la actividad para todo aquello que se identifique como masculino; la asociacion de la pasividad con lo femenino, queda des- mentida alli donde el varén se instala en el lugar pasivo del hijo o del alumno ante la prostituta. Uno de los motivos frecuentemente invo- cados por los clientes -el acceso a las relaciones sexuales con mujeres a las que no podrian conquistar por otros medios- caduca cuando eli- gen prostitutas alejadas del ideal estético. Y los reparos que los varo- nes tienen a mantener relaciones sexuales cuando sus mujeres que- dan embarazadas y, aun después del parto, atribuido a inhibiciones referidas al objeto sexual maternizado y, por lo tanto, prohibido, re- sulta contradictorio con la experiencia de prostitutas que, a medida que progresa su embarazo, se ven mis solicitadas por parte de los clientes, de modo tal que, muchas veces, el embarazo puede inscri- birse como atributo erético. Si bien es cierto que los prejuicios pa- triarcales le atribuyen al var6n un “instinto” irrefrenable aliado a una 16 cuota de sadismo y de violencia que los clientes suelen desplegar con las mujeres que cobran para soportarlo, el reclamo a las prostitutas “disciplinarias” de penetraciones y de castigos como fuente de pla- cer, posicién masoquista totalmente refiida con el ideal de virilidad, es mas frecuente de lo que generalmente se supone. De igual modo, si las convenciones vigentes pretenden un var6n experimentado que inicia y ensefia los secretos del sexo a una mujer, la “sabiduria” que- dla del lado de la mujer en el caso de Ia prostitucién. La presencia del dinero no es un dato menor ni una presencia contingente en el acuerdo. El pago garantiza que el deseo de la mu- jer quede siempre en suspenso. Aun en aquellos casos en los que se ‘aspira a que la prostituta Hegue al orgasmo como evidencia del pla- “eer recibido para exclusivo beneficio del narcisismo del cliente, lo mas anhelado por los varones -ser objeto del deseo de una mujer- es lo ms temido. La pasi6n sexual a precio fijo y por un lapso de tiem- po pautado, la condicién de descartable convierte a la prostituta en prima hermana de la esposa frigida. Ambas -frigidez y erotismo com- prado- se encargan de atenuar el temor del hombre al cuerpo y al de- seo de la mujer. El didlogo entre la prostituta novata y la veterana lo denuncia,asi: a -Ese hombre era tan buen mozo que me ‘habffa acostado con él gratis. -Cariiio, no te engaiies. El no te ha dado dinero para que te acos- taras con él. El te pagé para te marcharas no bien hubiera acabado. ‘Ademis, el pago no es condicién para lograr lo que no se puede conseguir por otros medios. El pago es esencial en el caso de varones que disimulan la puesta en acto de un deseo sadico, la humillacién ¢jercida, a partir del valor en el mercado de los “gatos” que usan. La relacién sexual es s6lo un medio para ejercer el poder que la degradacién del objeto amoroso como fin, testimonia. Cuando la do- minaci6n se ha erotizado, la explotacion se ejerce para controlar y expropiar a las mujeres de su deseo. Pautado por horario, lugar y precio, el rendez vou con el cuerpo de una mujer vivido siempre co- imo peligroso, sirve de pretexto para el despliegue de una escena to- talmente ritualizada, simulacro de un encuentro sexual, parodia de wna relacion pasional, en la que todo esta puesto al servicio de la do- minacién, la denigracién femenina (y por lo tanto de la humillacion masculina), la recreaci6n de un encuentro con el cuerpo de una ma- ma donde el var6n a veces se instala en el lugar de bebé (masajes, pa- 17 sividad, suecién del pene, danza del vientre de la odalisca, atencio- jies de la geisha), recibe castigos corporales infringidos por una ma- ma sadica cuando se porta mal y, en otras, ejerce el papel activo del violador autorizado. Hay algo de resto traumatico de una seducci6n, infantil que esta escena repite. En el culto de la virilidad, el ritual que tiene al prostibulo de parroquia y a la prostituta por sacerdotisa, se despliega el intento fallido de convertirse en hombres. 1. Volnovich, Juan Carlos, “Usos y aby fi ., y abusos del poder adulto”, en Volnovich, Jor- ge: Abuso sexual en la infancia. Lumen- bes ael ae ae 2. Volnovich, Juan Carlos, “Machos ficles de én", . Volnovich, . gran coraz6én”, Suplemento Futu- 10, diario Pagina/12, 24/9/1994, reproducido en diario Clarin 13/11/1994. 3, Volnovich, Juan Carlos, “Las figuras femeninas que transitan por el andlisis entre varones”, El malestar en la diversidad. Salud Mental y genero, i Chile, Editorial Isis. cia ae 4. Derrida, J; Eperons, Les Styles de Nietzsche; Spurs: Nietasche’s r 4. Derrida, Js Ep es Spurs: Styles. 1979, Chica- go: University of Chicago Press: “La mujer es reconocida, afirmada como potencia afirmativa.. No es que sea afirmada por el hombre, sino que se afirma ella misma, en ella misma y en el hombre.” : 5. Bouamama, Said: L’homme en question. Le processus di i i: : i . ju devenir-client de la prosti- tution. En Se Ee ori teaser questoacorucie ae hitp:/ /www.mouvernentdunid.org/les clientsen-question-etude 6. Freud, S, Sobre la degradacién general de la vida erdti Editorial Biblioteca Nueva, Madrid. 1948. co Oe a iN Los clientes: esos seres anénimos, nen en comin los varones homo 0 prostitucién” es justamente eso: son comunes, invisibles. Si algo tie~ heterosexuales que “consumen invisibles. Casi todos los trabajos Me divulgacién o académicos que se encargan del tema coinciden en owultar y silenciar el lugar de Jos clientes. Casi todas las investigacio- nes acerca de la prostitucién ehuden detenerse en aquellos que la consumen. Son escritos que, al tiempo que vehiculizan la digna in- tencidn de estudiar el fendmeno y denunciarlo, provese” con un manto de inocencia a los usuarios. Asi, casi siempre referirse a la prostitucién supone hablar de las prostitutas (putas, gays, taxi boys, travestis), de los rufianes y de los burdeles, de las mafias y de los pro- xenetas, pero no de los clientes. La prostituci6n ocupa mucho lugar vn los medios de comunicacién de masas, en trabijgs sociolégicos y es un dolor de cabeza para los organismos intertfacionales que tie- nen que elegir entre aceptarla como un trabajo legal o condenarla, pero de los clientes, nada se dice. Nada se sabe. Silvia Chejter en el “{nforme Nacional de UNICEF sobre la explotaci6n sexual de niiias, ninos y adolescentes en la Reptiblica Argentina” (Septiembre 1999)! refiere que de un total de trescientas noticias periodisticas sobre es- te tema solo dos aludfan a los clientes y en esas dos, aparecfan ape- nas tangencialmente. El cliente, el mas guardado y protegido, el mas invisibilzado de es- ta historia, es el protagonista principal y el mayor prostituyente. La explotacion de mujeres, de nitios y nifias se hace solo posible gracias al cliente aunque su participacion en este asunto aparezca como Se- cundaria, como secuela de un flagelo, como subproducto de una oferta. Los trabajos que se dedican al tema los ignoran y 2 Jos clientes mismos les cuesta aceptar su condicion. Se resisten a representarse como tales, No se reconocen asi? Los clientes son tipos como cualquier otro: abogados, policias, ar- 19 quitectos, psicoanalistas, gente de trabajo, politicos y desocupados. Seitores de cuatro por cuatro y muchachos de bicicleta. Son ptiberes de mas de trece aiios, adolescentes, jvenes, viejos y ancianos. Casa- dos y solteros. Son diputados y electricistas; rabinos, curas y sindica- listas. Son capacitados y discapacitados’. Son tipos sanos y enfermos, En definitiva, todo varon homo o heterosexual es un potencial clien- te una vez que ha dejado de ser nifo. Asi, no seria demasiado exage- rado afirmar que la sola condici6n de varon ya nos instala dentro de una poblacién con grandes posibilidades de convertirnos en consu- midores. Y el consumo viene aumentando. Desde mediados de los aiios 90, la prostitucién viene acusando un significativo crecimiento a escala internacional. Desde la caida del muro de Berlin y la aper- tura de las fronteras que promovié el “capitalismo mundial integra- do”; junto al progreso de la “globalizacién” y al triunfo de la socie- dad de mercado regida por su légica implacable, asistimos a Ia ex- pansién y al perfeccionamiento de redes de trata, al desarrollo de la industria del sexo y del turismo sexual, y a la masificacion de la pros- titucién. Hoy en dia ésta practica reviste, como nunca antes habia su- cedido, una dimensi6n transnacional. Y los circuitos por donde se despliega el trafico de personas destinadas a ser prostituidas, la red por la que transita el comercio de los cuerpos, suele coincidir con las mismas redes que administran el trafico de drogas, el trafico de ar- mas y el blanqueo del dinero. Con todo, la prostitucién como venta o alquiler de servicios se- xuales no es, como se concibe habitualmente, uno de los “progre- sos” de la civilizaci6n y de la creciente mercantilizacién de servicios que se pueden adquirir con dinero. Es cierto que con el capitalismo aparecen los intermediarios 0 “celestinos”, proxenetas que, como en todo comercio, se tornan indispensables para asegurar la mejor satis- faccién y organizaci6n de la demanda que le da al consumo una par- ticular inscripci6n simbélica pero la prostitucién como tal, como re- compensa econémica por favores sexuales, antecede al capitalismo. Sin duda que la figura que transita por el imaginario social no ha si do siempre la misma en las diferentes culturas y en épocas distintas, pero hay sobradas evidencias como para afirmar que la prostitucion no es un invento del capitalismo. En Clio, el primero de Los nueve libros de la historia, Herodoto re- fiere que: ‘La costumbre mas infame de los babilonios es esta: toda mujer natural del pais debe sentarse una vez en la vida en el templo 20 tle Afrodita y unirse con algtin forastero. Muchas mujeres orgullosas # Su opulencia, evitan mezclarse con las demas, van en carruaje cu- aes y permanecen cerca del templo; las sigue gran comitiva. Pero Ja mayor parte hacen asi: se sientan en el recinto de Afrodita levan- do en la cabeza una corona de cordel; las unas vienen y las otras se yan, Quedan entre las mujeres unos pasajes tirados a cordel, en to- tlas direcciones, por donde andan los forasteros hasta que terminan ¢ligiendo a alguna. Cuando una mujer se ha sentado alli, no vuelve # su casa hasta que algtin forastero se una con ella sexualmente fue- ra del templo y le eche dinero en el regazo. Al echar el dinero debe decir, ‘Te llamo en nombre de la diosa Milita’. Las asirias aman ‘Mi- lita’ a la diosa Afrodita. Como quiera que sea la suma de dinero, la mujer no podra rehusarla: no le esta permitido porque ese dinero 08 sagrado; entonces la mujer sigue al primero que le echa dinero y ho rechaza a ninguno. Después de la unién sexual, cumplido ya su deber con la diosa, vuelve a su casa, y desde entonces por mucho que le ofrezcas, ya no lo volvera a hacer. Las que estan dotadas de hermo- sura y talla, vuelven pronto del templo; pero las que son feas se que- dan mucho tiempo sin poder cumplir Ia ley, al punto tal que algunas permanecen tres y cuatro aiios esperando recibir los favores del fo- rastero.” J Se hace evidente, entonces, que nada tieneque ver la prostitucién en Babilonia ligada al culto divino de Afrodita con la prostitucién lai- ca de nuestros dias pero, de todos modos, es necesario aceptar que, asi como en la actualidad, de manera sincr6nica, encontramos clien- tes en toda las clases sociales, de manera diacr6nica la prostitucién atraviesa toda la historia de la humanidad cambiando, eso sf, la ins- cripcién simbélica que la legitima o que pretende legitimarla cuan- do no legalizarla. Afirmaba, antes, que el hecho de que los intermediarios aparez- can a menudo como independientes y con poderes iguales 0 mayo- res a los de los consumidores, no tiene por que hacernos olvidar que han sido generados por estos. De modo tal que si bien Ia oferta pa- reciera orientar y fomentar la demanda, se trata no s6lo de dos fac- tores que se realimentan entre si, que inciden uno sobre el otro, si- no, de una demanda preexistente cuya materialidad esta garantizada por las representaciones que circulan en el imaginario social. En la dltima reunién del Seminario de la Etica®, cuando Lacan in- tenta revalorizar el deseo para la ética a partir de afirmar que el de- 21 seo humano supone que todo lo que sucede de real es contabilizado en algiin lado, recurre a Nunca en Domingo, la pelicula de Jules Das- sin en la que Melina Mercouri encarnando a una memorable prosti- tata multilingiie (dominaba varios idiomas, todos aprendidos en la cama) seleccionaba a sus clientes y... nunca en domingo. En el co- micnzo de la pelicula, en la escena del bar, cuando el personaje grie- go baila y celebra estrellando una tras otra las copas contra el piso, la camara enfoca la caja registradora que, cada vez, contabiliza el es. trépito, Pero alli, por un lado esta Illya (Melina Mercouri) y sus com- Patieras de trabajo; por el otro, los marineros recién desembarcados desesperados por recibir el anhelado “servicio”. Y, también, esta el rufidn. Sélo el rufian “sin rostro” esta oculto. Es al Gran Amo, al ru- fién “sin rostro” disimulado por unos enormes anteojos negros, al due Dassin primero y Lacan, después, denuncian como el poder eculto. A los marineros, no. Los marineros aparecen como Io que son: frescos, graciosos, saludables muchachos de liceo naval. Lindos y cancheros como Richard Gere en Mujer bonita, Generosos, con Ir- ma, la dulce. Tal vez no sea demasiado desacertado suponer que el poder del Gran Otro despético y feroz descanse en el fundamentalis- mo del mercado pero -y esta es la hipétesis fundamental de este lic bro- ese Poder oculto gozador tiene a los clientes (aun en su condi- ci6n de victimas) por protagonistas. Pues asi se presentan los clientes: como marineritos frescos y gra- ciosos, como seres inocentes, victimas ante el estimulo y la facilita- cion de tanta oferta. Reforzando siempre el estereotipo tradicional de la sexualidad como expresion de la “naturaleza animal” del varon que consiste en lo siguiente: una vez que los varones hemos sido pro- vocados y excitados, ya no somos responsables por nuestros actos, Entonces: son las mujeres las responsables. Son las mujeres las que deben asumir la culpa porque, en tiltima instancia, son elas las que despiertan, incitan o estimulan nuestra “naturaleza animal” y desa- tan nuestros “instintos”. Asi, la obligacién que asumimos los hom- bres de “poner a las mujeres en su lugar”, se entiende como el trabas Jo de ubicarlas en el doble sitio que les corresponde: parad sjicamen- te culpables de nuestras pasiones y, al mismo tiempo, dominadas ya nuestro servicio. Tal pareceria ser que, para los varones, la sexualidad viene de un espacio que esta afucra de nosotros mismos. Y la ira, y la violencia, también. Ambas, tienen rostro de mujer. En definitiva, si las emocio- _ 22 Nes no son nuestras, nada indica que tengamos que hacernos cargo | dle ellas. Si los varones estamos acostumbrados a pensarnos como Hente razonable poco afecta a reconocer los sentimientos, es facil De ahi que para los varones heterosexuales (aunque esto sélo es vigente en la apariencia) es menos amenazante participar de contac- 10S sexuales, sin otro tipo de compromiso afectivo, que mantener Wntes que contactos, relaciones sexuales integradas a un lazo afecti- Yo que incluya, inevitablemente, una cuota de vulnerabilidad_emo- ¢ional siempre incompatible con el ideal de masculinidad. Como varones heterosexuales hemos sido adiestrados para te- Contactos sexuales pagos con tal de eludir el alto precio del com. _ promiso afectivo, que es sinénimo de una debilidad inaceptable pa Maduellos que se precien de una identidad de género sino soldadia, Al menos proxima a la norma. Entonces, sobre los clientes, esos marineritos frescos y graciosos, _ #808 eres inocentes, victimas ante el estimulo y la facilitacion de tan- _ t# oferta, esos varones subordinados a una normativa de género que habilita como tales, recae la responsabilidad*deysér los principa- reclutadores de prostitutas y los principales impulsores de la cada mis reducida edad de la “mercaderia” que consumen. Decia que al poner el foco en las mafias; al penalizar a los proxe- lis y a las prostitutas, se elude a los clientes y, de esta manera, la ciedad en su conjunto se encarga de aliviar la responsabilidad que Sobre aquellos que inician, sostienen y refuerzan esta practica. modo tal que cualquier intervencién en ‘hombres sobre los cuerpos de las mujeres, derechos de los pode- Sobre los cuerpos de los débiles, Ha que si hay algo que llama la atenci6n es la ausencia de los Hes en los discursos acerca de la Prostituci6n. Los clientes brillan #1 Ausencia y, si aparecen, lo hacen desde la psicopatologia. Por pienso que los psicoanalistas debemos estar muy alertas acerca ‘file (ema, Si rapidamente nos allanamos a etiquetar como perver- H sexual las practicas que los clientes sostienen con las prostitutas; 28 si dausuramos el problema con el titulo de sadomasoquismo porque un empresario contrata a una prostituta para que orine sobre él en una exaltaci6n jubilosa de la “Iluvia dorada”; o si nos conformamos con cerrar la cuesti6n del sefior que demanda piiberes para su satis- facci6n sexual como “paidofilico”, corremos el riesgo de Mevar agua para el molino del ocultamiento. Ninguna duda cabe que la paidofi- lia es una grave infraccién a la ley y un abuso intolerable pero el tér- mino “paidofilia” tanto como el de “perversién sexual” designan a una patologia que podria suponer, por derivaci6n, a los clientes que frecuentan prostitutas como anormales, desviados sexuales que de- mandan nombre propio dentro de una nosologia psiquiatrica, de manera tal que se evaporaria su caracter de abuso de poder y de vio- lacién de toda ética humana. Tanto si aceptamos la naturalidad de ésta practica como si consideramos al cliente un enfermo mental (se- guro que los hay, pero este no es el caso) nos equivocariamos mucho, estariamos eludiendo la responsabilidad del usuario y, lo que seria peor atin, eludiriamos la perspectiva politica de las practicas prosti- tuyentes. 1. Informe Nacional de UNICEF sobre la explotaci6n sexual de niiias, nifios y adolescentes en la Reptiblica Argentina (Septiembre 1999). El documento completo esta en: http://isisweb.com.ar/chejterhum Direccién del proyecto: Silvia Chejter. Asistente de direcci6n: Alejandra Oberti. 2. Bouamama, Said , L'Homme en question. Le processus du devenir-client de la prostitution. Les images des clients par les clients, Les typologies binaires. Op. Cit. 3. Frecuentemente las madres de jévenes con sindrome de Down contratan prostitutas para que visiten a sus hijos. 4. Herodoto, Los nueve libros de Historia, Clio, Editions de Didot, 1964. 5. Lacan, Jacques; Seminario VII, La Etica del Psicoandlisis, Editorial Paidés 24 Capiruto IT EL PROCESO DE DEVENIR VARON Ante la intensa corriente de opinién que propugna actual- mente la necesidad de una reforma de la vida sexual, no serd quia iniitil recordar que la investigacién psicoanalitica no si- gue tendencia alguna. Su tinico fin es descubrir los factores que se ocultan detrés de los fenémenos manifiestos. Verd con agrado que las reformas que se intenten utilicen sus descubrimientos pa- ra sustituir lo perjudicial por lo provechoso. Pero no prede ase- Surar que tales reformas no vayan a imponer grandes resisten- dias a transformaciones dolorosas. S. Freud Las primeras relaciones del infans con la madre s6n de gran inten- sidad. Pero las relaciones de la nifia con la madre tienen una carac- teristica singular, La madre ve en su hija a una igual, alli donde per- cibe a su hijo diferente a ella: un extraiio. El cuerpo de la hija es pa- ra la mujer una duplicaci6n, una continuaci6n de lo mismo. Algo del orden de la fusién, de la confusién, de la cercania, se construye en el preciso lugar donde el hijo varén instala -con la diferencia anat6- mica- la discriminacién, la separacién, la ajenidad. Asi, la identidad de la nifia se basa en la necesidad de ser como la madre; y la identi- dad del nifio se basa en Ia necesidad de hacer ese movimiento de alejamiento temprano de la madre. Lo que quiere decir que, desde el nacimiento y en lo sucesivo, la nitia sera femenina y él debera ha- cerse hombre. La hipétesis que desarrollaré aqui es que, para los varones, este desafio, esta construccién activa de su sexualidad y de su identidad de género, sera consustancial a la violencia y a un afin de dominio que es ajeno a las nitias, comodamente instaladas en su condicion fe- menina. Afirmo, entonces, que la construcci6n activa de la masculi- 25 nidad esta directamente relacionada con un deseo de saber y con la vocacién de poder. Pero es posible que esté, también, relacionada con la menor duracion de la vida de los varones. Quiero decir: los va- rones vivimos menos tiempo que las mujeres. Independientemente de las culturas_y de las clases sociales a las que hagamos referencia, los hombres vivimos menos tiempo que las mujeres. La esperanza de vida al nacer es en occidente, con excepcion de Islandia, de casi 8 aiios mas para las mujeres que para los hombres. De acuerdo a la cla- se social, a las diferentes etnias y culturas es probable que las muje- res que viven més, vivan, también, mas enfermas y peor asistidas, pe- ro lo cierto es que los hombres duramos menos. Y, lo que es peor atin, a medida que la Historia avanza, cada vez duramos menos. La diferencia de casi 8 aiios que nos separa hoy en dia de las mujeres, era de solo 3 aiios a principios del siglo XX en los paises occidenta- les. Lo que quiere decir que este mundo esta Ileno de viudas y que los nifios tienen muchas mas abuelas que abuelos. Como se explica esto? Los genetistas dicen que el cromosoma Y que nos diferencia del cromosoma X de las mujeres es mas fragil y que aporta una informacién genética deficitaria. Pero esta afirma- cién no se hace cargo de la brecha que ha ido amplidndose desde principios del siglo XX hasta ahora. Tal pareceria ser que la breve- dad de nuestra permanencia en este mundo en nada es ajena a la brutal tirania que nos impone cumplir con los estereotipos conven- cionales de la masculinidad. Tal pareceria ser que los hombres vivi- mos menos porque someternos a nuestro “rol tradicional”, construir nuestra identidad, hacernos hombres, nos obliga a una serie de ex- Cesos, a exponernos a miltiples peligros y nos impide pedir auxilio a tiempo cuando de padecimientos fisicos se trata. Nuestro “rol tradi- cional” nos obliga a vivir sobreexigidos y carenciados. Destilando femineidad por todos lados a partir del nacimiento, identificados con sus madres, habiendo sido cuerpo de mujer al es- tar unidos a ellas a través del cordén umbilical, es probable que los nifios tengan que superar mas obstaculos que las nifias en el duro proceso de adquirir la identidad de género. La femineidad inicial de los varones prima sobre la masculinidad. Y es la excesiva 0 la defec- tuosa simbiosis del nifio con la madre la que le hard correr el riesgo de quedar atrapado bajo su férula, Seguramente, a esto se deben los temores acerca de la homosexualidad que acosan tanto més a los va- rones que alas mujeres. Seguramente, la preocupaci6n por ser fuer= 26 tes, independientes, duros, auténomos y activos, se debe a la impres- cindible, ineludible e irrenunciable necesidad de garantizar aquellos Atributos que convaliden su masculinidad. En palabras de Stoller: “Ser rudo, escandaloso, pendenciero; maltratar a las mujeres, eonvertirlas en fetiches; buscar la amistad de los hombres pero odiar los homosexuales; hablar groseramente, despreciar las ocupacio- fies femeninas. Todo esto es parte del estereotipo que confirma la vi- filidad y permite tener la conciencia bien tranquila por haber cum- plido con nuestro deber. :Cual es ese deber? El primer deber de to- do hombre es: no ser mujer”.! Asi, desde muy temprano, el nitio debe desprenderse de la madre “Yyadoptar un comportamiento masculino. Le va en ello, su orgullo de yaron. Cuenta para realizar este trabajo con los primeros cuatro whos de su vida. La agresividad masculina contra las mujeres puede ser interpreta- da, entonces, como la reaccién ante esa pérdida prematura de la ma- ile, y el sentimiento de tr: n que una pérdida tan irreparable Acompana. Pareceria ser que la subordinaci6n al imperativo de sepa- farse, transforma en desprecio la ahoranza d¢l-etiegpo materno que embarga al niio. Pero ese desprecio es mas nostalgia que arrogan- ela, Es el miedo que siente el niiio cuando se ve obligado a rechazar Ia presencia todopoderosa de su madre, y es el testimonio de la ten- tacién siempre presente de refugiarse en su regazo. Aunque esté to- tulmente reprimida, la recreaci6n de la simbiosis con su madre es al- jo que obsesiona al nitio. oo Porque el caso es que la maternidad no solo es exclusividad bio- Joyiea de las mujeres, sino que ha sido tarea de mujeres -por lo me- hasta ahora- criar a los hijos. De manera tal que los varones he- sido siempre paridos por mujeres (dato que se corresponde con biologia) pero hemos sido, ademas, criados por mujeres (dato que eorresponde con la cultura). De ahi que debamos dedicar una me cantidad de energia para conservar, o lograr, una identidad enero diferente a la de ellas. Pareceria, entonces, que la tinica era de poner a salvo la virilidad es manteniendo una distancia \lencial respecto de las mujeres. Ya lo decia Rousseau: “a mantenerse separados. Los hombres corren muchos mas § que ellas cuando tienen un trato demasiado intimo. Ellas, si , nO perderan mas que sus costumbres, en cambio nosotros es- 27

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