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# Da } ere e era el Museo del Universo A Pablo De Santis a7, el Museo del Universe Nac en Bucnos Acs en 1965. Es Pablo De Santis souy particle te dedia a enconzar objtosperios q Masco del Universo. Como en las mejores 1 poli Lenz sale aitoso todos los objetos y hasta ¢ 1992, Ape Ais Tus Alias, SA ‘Beare 860 (1437) Buenos Ais 190 90-51-1367 Has el deine a Ley 11.728 Tapes em Rn el Are Primer ein acembre 1992 Sunda impen rryede1996 Segunda cio: mae 61595, Gan merits ao 1998 Dieta de a cae: Tre Cras Ron Mari ss Sane inal el grap Snlann ge ei Ageia Balin Bea» Clon a Chil Eo =F Svator EEUU, 1 Hondr Maceo + Pramas Papsy Pumas Poco Rc Rep Domine | Nears 1. Oficina de Objetos Perdidos Todos los chicos pierden sus juguetes. No importa si son soldaditos 0 aittos 0 co- sas grandes y pesadas. Si jugaran con autos 6 trenes o clefantes de verdad, también los perderian. Y no hay nada que pueda hace se al respecto. Ordenar las cosas no es nin- guna solucién; complica todo. Yo también perdia mis juguetes cuando chico. Pero, a diferencia de los demas, 3s encontraba. ‘No importaba el desorden del cuarto que jpartia con mi hermano Federico: yo fa algo que me ayudaba a encontrar las . Intuicién, por lamarlo ast. A mf me importaba mucho esa habilidad. que era lo tinico bueno que tenia. Ju- a mal al fitbol y siempre me mandaban arco. (Nunca entendi, ademas, por qué a malos jugadores los eligen de arqueros: ji equipo siempre perdia veinticinco a ) No me salia ninguna cuenta, ni si- jera las que se hacen con los dedos, te- 10 nia errores de ortografia como para hacer una coleccién y ni siquiera era uno de esos chicos a los que a las madres les gusta lucir Porque tenia siempre la ropa manchada Los frascos de dulce, la tinta de la lapi- cera, las acuarelas, las témperas, las salsas parecian magnéticamente atraidas hacia mis camisas y pantalones, Pero podia encontrar las cosas perdidas mejor que nadie. Si mi hermano perdia un soldadito yo lo encontraba. O un lapiz extrayiado en el aula. O si mi madre no encontraba la boleta de la electricidad. a alguien se le perdia algo me lo pedia a mi. Eso me servia muchisimo. Podia decir, por ejemplo: “Si te encuentro el euaderno de clase que perdiste, équé me Vas a prestar a cambio?” Yo estaba con- {entisimo con mi habilidad. Después creci. Algunos chicos que ‘eonoeia se hicieron médicos o electricistas, {© ejecutivos en compaiiias petroleras {axistas, y casi todos se convirtieron en per- sonas dedicadas a aburrirse. Muchos Hienen escritorios, y un almanaque encima del escritorio, y van tachando los dias que pasan. Al final de cada afio rompen el Jimanaque en trocitos y lo tiran por la ven- . ereyendo que es muy divertido hacer 12 €s0, aunque no se diviertan en absoluto. Después se compran enseguida otro alma- naque y empiezan a tachar de nuevo. Yo me hice buscador de cosas perdidas. No gané plata, no tuve éxito, recibi muchos golpes, tuve miedo més de una vez, pero, al menos desde que empecé a trabajar en serio, nunca me aburri. Es imitil que busquen en una enciclope- dia qué tipo de profesién es la que llevan los buscadores de cosas perdidas. Yo fui el primero en dedicarme a eso y no aparezco, en las enciclopedias porque no soy ni far moso ni antiguo. (Famoso me gustaria ser; antiguo no, porque si hubiera nacido hace varios siglos, ahora estarfa mucrto.) Un buscador de cosas perdidas es algo pa: recido a los detectives privados de las pelicur las, pero dedicado solamente a buscar cosas perdidas. Es decir, ni personas ni dinero. Gualquier cosa que esté perdida por ahi. ‘Me compré un escritorio usado que pare fa comido por las termitas y puse en Ia puerta de mi oficina un cartel con mi nom- Ibre: LUCAS LENZ y abajo BUSCADOR DE COSAS PERDIDAS. Habia alquilado una oficina barata en una calle muy cercana a los tribunales, En todos los edificios de esa calle habia escri- 18 banos y abogados. Al lado de mi oficina, en cambio, habfa un agente teatral dedica do a contratar artistas de varieté. En la puer- ta de la oficina decfa RICHARD STAR, pero no creo que fuese su nombre verdadero. No era muy importante, me parece, porque siempre recibia bailarinas de quinta clase Payasos que repetian chistes que ya sabia Golén, o cantantes de 6pera afénicas. Mas de una vez se equivocaban de ofici- na. Al principio, al ver que golpeaban a mi ‘puerta me ponta contento, porque pensaba que por fin venfa alguien para contratar- , pero bastaba mirarles el aspecto para darse cuenta de que habia algo raro. Por ejemplo, una vez se abrio la puerta y cieron dos hombres. Uno estaba ves- de cigitena; el otro de bebé, con un seme chupete en la boca. El primero agi- sus plumas como si volara, mientras Ine el otro Moraba a los gritos. Tardé en cuenta que los cacareos de uno y el ito del otro eran en realidad una can- . Mientras cantaban yo intentaba expli- es que no era el famoso representante artistas Richard Star, sino el humilde lor de cosas perdidas Lucas Lenz. Pe- cuando me dejaron hablar ya habfan todo su ntimero. 4 cL gusta? No hace falta que diga nada, Jo leo en su cara: le encanté ~dijo la cigtie- fia-. El mimero se lama “Lo que trajo la cigtiefa al mundo”. Le nico que necesitamos es una esce- nografia con una torre Eiffel, porque las ci- giienas vienen de Paris ~dijo el bebe. i quiere contratamos ya, estamos a st disposicién. Por el momento no cobramos muy caro, pero el dia de mafana... -Sera otra cosa, si sefior -termin6 el bebé, mientras encendia una pipa. “La oficina de Richard Star es la que esta ‘aqui al lado —Ies die. “Te lo dije, idiota -protesté el bebé- iAhora vamos a tener que hacer ¢l niimero de nuevo! ~2Y qué te creés, que soy una cigitena de yerdad, para encontrar siempre el lugar ¢o- rrecto? se defendié el otro. Descle mi escritorio escuché e6mo hacfan su espectéculo en Ia oficina de al lado. E agente y representante de actores Richard Star los escuché en silencio y al terminar Jos eché a patadas. (Meses después aparecieron en television con su mimero en uno de esos programas {que no terminan més, El puiblico los aplau- did. La cigitefia y el bebé terminaron por 16 triunfar y ganaron muchos délares. Una ez lo encontré a Richard Star lorando so- bre la pagina de un diario; levanté la pagi- na mojada por las lagrimas y vi que era la noticia de que el plumifero y el bebé ha- bfan sido contratados en Estados Unidos por cien mil délares.) Bueno, asi eran mis dias, Aparecfa gente que me encargaba que buscara a su gato blanco con manchas grises, o una carta de ‘amor, o una caja conteniendo documentos importantes, perdida en una casa enorme y desordenada. Si el objeto buscado existia, yo generalmente lo encontraba. Y hasta encontraba cosas que nadie habia perdido. Los detectives de las peliculas se mueven en bares, clubes nocturnos, hipédromos vacios, callejones sin salida, noches de polvora y cuchillos. Yo actuaba en altillos, sétanos, desvanes, casas abandonadas. Si hubiera buscado fantasmas, habria elegido 508 mismos lugares. No tuve un solo caso importante hasta que una tarde aparecié el sefior Raval. 2. El Museo del Universo Yo estaba leyendo el diario con los pies sobre el escritorio cuando entré un hombre otalmente calvo, con anteojos de vidrio erde. No tenia cara de actor, pero nunca ¢ sabia. Esperé unos segundos, para ver si ymenzaba a hacer zapateo american, 0 a tar un bolero, pero no hizo nada. ¢Era osible que por fin tuviera un cliente? 2Seiior Lenz? Mi nombre es Raval. igo a hacerle un encargo. hombre estaba bien vestido. Podia ser n encargo importante, asi que di profesional: Digame lo que tengo que buscar y en lugar del mundo esta. Me paga la tad ahora y la mitad cuando regreso. al se acercé a la silla que estaba del Jado del escritorio, le pasé un pafuclo Jimpiarla y se sent6. Sacé una fotogra- su bolsillo, Era una tortuga. -No hay que viajar mucho. Quiz la tor- esté en esta misma ciudad. Se Hama 20 Luli, y es la mas grande y la mas vieja del mundo. Miré la fotografia. Era en blanco y negro, muy vieja. Como no se vefa nada mas que la tortuga, no habia modo de saber cual era el tamafo del animal. ~éTiene alguna pista? ~pregunté. -La tortuga pos6 como modelo para una estampilla que hizo un tal Faber. Trabajaba como dibujante en el Instituto Filatélico. No sé si vive todavia. -éCudndo se perdié la tortuga? -pre- gunté. No sé, no era mfa. No tengo otro dato que éste. Encuéntrela Jo antes posible. Es una reliquia; quién sabe cudntos aftos tendra ese animal. Me dejé algunos billetes sobre cl escrito- tio y se fue. Parecfa un caso facil. Al fin y al cabo sélo se trataba de una pobre tortuga perdida en el tiempo y enferma de inmortalidad. Segui Ia nica pista que tenia: el Instituto Filatélico, donde se dibujaban las estampi- Mas del correo. Era un edificio de pocos pisos, tan angos- to que casi parecfa una torre. La entrada estaba sucia, los pasillos Henos de papeles. Entré en una oficina. Un hombre sostenia a1 una estampilla gigantesca, que le llegaba de a cabeza hasta los pies. En la estampilla habia un dibujo de un hombre a caballo. ~iNo, animal, no podemos hacer es- tampillas de ese tamano, aunque sea para -encomiendas! ~grité un hombre de barba. ~Pero es para los paquetes grandes -

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