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z ¥ 7 vayyiw® ABAHIs7, cx, e Co ? ge) a Mes Director: Cartos ANTONIO AGUIRRE Rojas Comité de Redaceién: AMERICA BUSTAMANTE PIEDRAGIL VANDARI MANUEL MENDOzA Sous Cantos Atsento Rios Gorpitio Karina VAZQUEZ BERNAL Nornerto ZORIGA MeNpoza Responsable de Difusin y Relaciones: Laura Tort VELASCO. Comité Cientifico Internacional: Bolivar Echeverrfa Andrade (UNAM) Carlo Ginzburg (UCLA | Sienna), Immanuel Wallerst Universita di in (Yale University / Fernand Braudel Center), Edeliberto Cifuentes Medina (Universidad de San Carlos de Guatemala), Miguel An- gel Beltrén (Universidad de Antioquia), Jurandir Malerba (CNPQ, Brasil), Claudia Wasserman (Universidade Federal de Rio Grande do Sul), Dario G. Barriera (Uni- versidad Nacional de Rosario) Pacheco (Centro de Investigacién y Desa rrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello'), Francisco Vazquez. (Universi- dad de Cadiz), Ofelia Rey Castelao (Uni- versidad de Santiago de Compostela), Ri- cardo fa Carcel (Universidad Auténo- ma de Barcelona) Massimo Mastrogregori, (Revista Storiografia), Steffen Sammler (Leipzig Universitaet), Maurice Aymard, (Maison des Sciences de Homme), Lorina Repina (Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia), Chen Qineng (Instituto de Historia Universal, CContrahistoras. La otra mirada de Co Revista semestal, No.1, septiembre 2003-febreto 2008. Ema: contahisteiasBhotmall-S04n-z @>z4Z00 b>-204u-t @ >e450u para Adriano S En [a sexta de las Lettres philosophiques . ren una gran tina en nom- f zi bre del Padre, del Hijo y del Espiritu San es Wolesiredpuuicadas €0.1724, an: . 5 msentras otro hace que le ccrten eli que escritas algunos afios antes) se en- pucio a su hijo y hace pronunciar sobre su cuentra una pagina famosa: bebé palabras judias que no entiende: al tiempo que otros van a su Iglesia a espe- ar la inspiracién divina con el sombr sobre la cabeza, y todos son felices. Si entramos en la Bolsa de Londres, en este lugar mas respetable que muc! Cortes reales, veremos alli reunidos representantes de todas las naciones, que Sobre este texto se detuvo largamente Brich se retnen para el beneficio de todos 10s Auerbach en su gran libro titulado Mimeuit, pue hombres. Aqui el judio, el musulmén y el ' ‘ lo en 1946, Su anillsis « a cristiano discuten juntos como si profe- _licado en 1946. Su andlisis comenzaba con una i in de Voltaire no tiene aran la mist religion, y no consideran advertencia: la descrip, infiel sino a aquél que cae en bancarrota: _intenciones realistas. La frase no es obvia, ast como aqut el presbiteriano confia en el anabap~ no era obvia para Auerbach la nocién de realis- tista, y el anglicano toma por buenalapro- mo, Enere las muchas variantes de este realismo mesa del cuiquero. Saliendo de estas lizad Mimesis ss cea uiniches pact OAMIPaetince van a analizadas en Mimesis encontramos el realismo Sinagoga y otros a beberi este va a ha~ moderno, ejemplificado por las novelas de Balzac CN AS " Este ensayo fue publicado originalmente en italiano, en la revista Quaderni Storici,afio 37, rim. 1, de abril de 2002. La traduccidn de italiano al espaol es de Pedro Pablo Rojas Lopez. * En 1999 he diseutido una versién anterior de este texto, en inglés, con mis estudiantes de la UCLA, y con los participantes cen el European History & Culture Colloquium (Department of History, UCLA), con Pier Cesare Bori, con Alberto Gajano, con Francesco Orlando y con Adriano Sofri. Esta versién italiana ha tenido en cuenta las observaciones de todos ellos, y también algunas erfticas que me han sido planteadas por David Feldman, Mi agradecimiemto a todas estas personas. * Cf. Voltaire, Lereres philosophiques, en Mélanges a cargo de J. VAN HEUVEL, Paris, 1961, pp. 17-18: «Entrez dans la Bourse de Londres, cette place plus respectable que bien des cours; yous y voyez rassemblés les députés de toutes les nations pour l'utilité des hommes, [a le juif, le mahométan et le chrétien traitent l'un avec l'autre comme sil étaient de la méme religion, et ne donnent le nom d'infidéles qu’a ceux qui font banqueroutes la le presbytérien se fiéa anabaptiste, et anglican regoit la promesse du quaker. Au sortir de ces pacifiques et libres assemblécs, les uns vont & la synagogue, es autres vont boire, cclui-ci va se faire bapriser dans une grande cuve au nom du Pere par les Fils au Saint-Esprit;celui-la fait couper le prépuce de son fils et fait marmotter sur Venfant des paroles hebraiques qu’il n’entend point; ces autres vont dans leur églse attendre inspiration de Dieu leur chapeau sur latte, et tous sont contents» * E, AUERBACH, Mimesis. IT realismo nella leteratura occidentale, trad. it. (modificada). A. ROMAGNOLI, H. HINTER- HAUSER, Turin 1964,11, pp. 161-66, en particular p. 163. A. COMPAGNON, Le démon de la chéorie, Parts, 1998, p. 103, afirma que en Mimesis «la nocién de realismo es evidente». Aunque en la conclusién del libro (IL. p. 342) Auerbach escribio: «dado que tampoco la expresién ‘realistico’ es univoca». En el plano estrictamente factual la descripcién de Voltaire era tal vez bastante precisa. Un plano de la Bolsa de Londres fechado «Agosto y septiembre de 1784» (Ecole des Ponts et Chaussée, ms 8, Manuscript of Le Sage, 1784) indica que para algunas minorias religiosas estaban asignados determinados sectores («Plaza de los Cudqueros, «Plaza de los Judios»). Esta clasificacién aparentemente se entrecruzaba con otra basada en as profesiones en el sector de actividades comerciales (sPlaza de los Paftrose, «Plaza de Jamaica», etc). Agradezco enormemente a Marga- ret Jacob por haberme mostrado el plano y por haberme dado una reproduccidn del mismo. Contrahistorias, y Stendhal, y en las cuales los acontecimientos y experiencias particulares se entrelazan con fuerzas’ histéricas impersonales.* Una de estas fuerzas es el mercado mundial, evocado por Voltaire en la pé- gina citada sobre la Bolsa de Londres. Pero Auer- bach prefirié, al contrario, subrayar las caracteris- ticas intencionadamente deformantes de una des- cripcién que, al extraer y separar los rasgos parti- culares de las distintas ceremonias religiosas de sus respectivos contextos, las convierte en algo absur- do y cémico. Se trata, observaba Auerbach, de una «técnica del reflector» (Scheinwerfertechnik) tipi- ca de la propaganda: Especialmente en las épocas agitadas, el piiblico cae siempre en esta trampa, y to~ dos tenemos en mente un buen numero de ejemplos del pasado mas reciente[...] Cuando una forma de vida o un grupo so- cial ha caducado, e incluso cuando sola~ mente ha perdido simpatfa o apoyo, cual- quier cosa adversa lanzada en contra de esa forma o ese grupo, por la propagan- da, es saludada con sadica alegria.° La referencia implicita al nazismo aflora inme- diatamente en una observacién amargamente ird- nica sobre Gottftied Keller: «este hombre feliz no podia concebir ningiin cambio politico importante que no fuese al mismo tiempo una expansién de Ia libertad», Mimesis, escribié retrospectivamente Auerbach, «fue, conscientemente, un libro escrito por un hombre determinado, en una situacién de- terminada, en los inicios de los afios cuarenta en Estambuls®. Con estas palabras Auerbach ratifica- ba su propia fidelidad al prospectivismo critico que habia claborado al reflexionar sobre La Ciencia Nueva de Vico? Desde la publicacién de Mimesis han pasado mas de cincuenta afios. La cita de Voltaire en la pagina comentada por Auerbach, resuena hoy més fuerte que nunca. Aunque para leer adecuadamente esa pagina debemos utilizar una perspectiva do- ble, bifocal, que tenga en cuenta tanto a Voltaire como a su agudisimo lector. dD El juego de palabras sobre la palabra in- £2¢ fiel, asi como en general la pagina de Vol- taire sobre la Bolsa de Londres, podrfan haber sido inspiradas por el célebre elogio de la libertad inte- lectual y religiosa de Amsterdam contenido en el Ultimo capitulo del Tractatus theologico-politicus de Spinoza de 1670: Tomese por ejemplo la ciudad de Ams~ terdam, que para gran provecho y admi- racion de todos los pueblos experimenta los frutos de esa libertad. En este Estado floreciente, en esta ciudad sin par, hom= bres de cualquier proveniencia y de cu quier secta viven en la maxima armonia, y antes de confiar sus bienes a alguien, solo wren saber si es rico o pobre, y si ac tia habitualmente de buena o de mala fe (num bona fide, an dolo solitus sit agere).* Las tiltimas palabras, en la anénima traduc- cién francesa del Tractatus theologico-politicus pu- blicada en 1678 y difundida bajo tres portadas di- ferentes, reproducen muy de cerca el original lati- C—O * AUERBACH, Mimesis cit, 11, pp. 220-68 (capitulo «En el Hotel dela Mole», sobre Stendhal, Balzac, Flaubert). Auerbach no aclaré nunca de manera explicita las relaciones entre los distintos_tipos de realismo. Esta reticencia ha sido interpretada, equivocadamente, en una clave antitedrica: fr. R. WELLEK, Auerbach Special Realism, en «The Kenyon Reviews, 16 (1954), pp. 299-307. * Auerbach, Mimesis cit. UL, p.165. & «Epilegomena zu Mimesiss, citado por A. RONCAGLIA en su introduccién a Mimesiscit., 1, p. XX; he corregido una leve imprecisién en la traduccién, En la portada del libro se le: «escrito en Estambul entre mayo de 1942 y abril de 1945». Cf. la Intraduccién de J. M. ZIOLKOWSKI y E. AUERBACH, Literary Language and its Public in Late Latin Antiquity and in the Middle Ages, Princeton 1993, p. XXII. ” Véase del autor de estas mismas Iineas, Ojazos de Madera. Nueve reflexiones sobre la distancia, Barcelona, Peninsula, 2000, pp. 183 - 205. "B. DE SPINOZA, Ticrasus cheologico-politicus, cap. XX: «urbs Amstelodamum exemplo sit, quae tanto cum suo incremen- to, et omnium nationum admiratione hujus libertatis fructus experitur; in hac enim florentissima Republica, et urbe pracs- tantissima omnes cujuscunque nationis et sectae homines summa cum concordia vivunt, et ut alieui bona sua credant, id ‘ancum scire curant, num dives, an pauper sit, et num bona fide, an dolo solitus sit agere» (Opena, ed. C. GEBHARDT, III, pp. 245 - 46). no: «s'il est homme de bonne foi ou accoutumé 4 tromper*(si es un hombre de buena fe o alguien acostumbrado a engafiar). En los escritos de Spinoza la palabra «fides» tiene, dependiendo de los contextos, significados diferentes, algunos religiosos y otros no: creduli- dad, prejuicio, piedad, lealtad y asf por el estilo”. El trdnsito desde el Ambito religioso hacia el polt- tico es explicito en el dltimo capitulo del Tractarus theologico-politicus. «Finalmente, si tenemos en cuenta el hecho de que Ja devocién de un hombre hacia el Estado, como también la que tiene hacia Dios, puede conocerse solamente a través de las acciones.... (Quod si denique ad hoc etiam attenda- mus, quod fides uniuscujusque erga rempublicam, sicusi erga Deum, ex solis operibus cognosci po- test...)»!, En estas palabras resuena el eco de uno de los autores preferidos de Spinoza. En los Dis- cursos sobre la primera década de Tito Livio, Ma- quiavelo habfa sostenido que una repiblica bien ordenada necesita de un vinculo religioso, de una religién cfvica comparable a la de la antigua’ Roma'?, Aunque en.el elogio de Amsterdam y de sus libertades, «fides» —mds precisamente, la no- cién jurfdica de «bona fides-— significa confiabi- lidad comercial"’. Spinoza parece haber allanado el camino a la broma de Voltaire sobre la banca- rrota como una forma de infidelidad, Y esta tlti- Image @) Mundi ma la teencontramos nuevamente, transformada en una declaracién solemne, en la parte trascra de los billetes norteamericanos, que dicen: «in God we trust»!*, La comparacién entre el elogio de Amsterdam y la descripcién de la Bolsa de Londres refuerza la hipétesis, ya formulada sobre una base muy dife- rente, acerca de que Voltaire habla conocido el Tractatus theolagico-politicus antes de publicar sus Lessres philosophiques'®, Aunque el tono de los dos pasajes es diferente, Para Spinoza, Amsterdam era la demostracién viviente de la tesis de que la liber- tad de pensamiento no es peligrosa desde el punto de vista politico, y que més bien contribuye a la felicidad general a través de la prosperidad del co- mercio. Voltaire, més de medio siglo después, de- jaba entender que en Londres la prosperidad del comercio habia convertido a las divisiones religio- sas en algo completamente irrelevance. En la bata- la histérica entre razén e intolerancia religiosa Inglaterra era para Voltaire un modelo: Quoi! n’est-ce donc qu’en Angleterre Que les mortels osent penser? (jVamos! ¢Es que acaso es s6lo en Inglaterra que los mortales se atreven a pensar?) Estos versos, que deformaban agresivamente el significado de un pasaje de Horacio (Ep. I, 2, 40, y ° {B. DE SPINOZA] Traitté des ceremonies supertiicuses des Juifi tant Anciens que Madernes, Amsterdam 1678, p. $27. He consultado otro ejemplar con una portada distinta: La clef du sanccuaire par son spauans homme de notre sitele, Leyden, 1678. " B. DE SPINOZA, Tractatus cheologico-politicus, pref: «fides jam nihil aliud sit quam credulitas et pracjudician; cap. XIV: «Superest jam, ut tandem ostendam, inter fidem, sive theologiam, et Philosophiam, nullum esse commerciums; cap. XK: «fides ejusque fundamentalia determinanda sunt; quod quidem in hoc capite facere constitui, simulque fidern Philosophia separare, quod totius operis praecipuuum intencum uit (Opens, IIL, pp. 8, 179, 275-76). Véase sobre todo esto E. GIANCOTTI BOSCHERINI, Lexicon Spingzanum, La Haye, 1970, pp. 423-27. 4 Spinoza, Opens cit., p. 243. "2 G, PROCACCI, Machiavelli nella cultura europea dell'cid moderna, Basi 1995, pp. 275 - 76. © L. LOMBARDI, Dalle «fidess alla «bona fideo, Milin, 1961; G. FREYBURGER, Fides. Enude stmantigue et religieuse depuis les orginesjusgu'a Vepague augustéenne, Pats, 1986. En 1584 JOHANNES MOLANUS, profesor en Ja Universidad de Lovanio, publicé una obra intitulada Libri quingue de fide hacretics servanda, res de fide rebellibus servanda, cft. B. PROSPERI, Fede, giuramento, inguisicione, en Glaube und Eid, 2 cargo de B PRODI, E. MULLER-LUCKNER, Munich, 1993, pp.157-71. \! Me lo ha sefialado Pier Cesare Bori, a quien se lo agradezco. La tesis propuesta con argumentos muy convincentes por A. HIRSCHMAN en The Passion and the Interests (Princeton 1977) puede ser también aplicada a la religién, Hacia 1833 STENDHAL hizo una alusién despectiva a la «joven América en la que todas las pasiones, o casi, se reducen al culto del dolar» (esbozo de introduccién a las Chroniques Italiennes, Romans et nowselle, éd. El. MARTINEAU, Paris 1947, p. 544). 'S PB VERNIERE, Spinoza et la pensée francaice avant la Révolution, Il., Paris, 1954, pp. 498 - 99. R. POMEAU, La religion de Voltaire, nueva ed. Paris, 1969. p. 54, n. 82 sostiene en cambio que en ese tiempo Voltaire conocta la obra de Spinoza sélo indirectamente, Cf. también C. PORSET, Notes sur Voltaire et Spinoza, en Spinoza ax XVIile site, a cargo de 0. BLOCH, Paris, 1990, pp. 225 - 40. etry a ove mieus de io E13] de ome mira he hn trahi: Contrahistorias, ad Lollium) tcansformando el «ser sabio» en «pen- sar», forman parte de un poema escrito por Vol- taire en ocasién de la muerte.de la actriz Adrienne Lecouvreur. Medio siglo después, Kant escogié las mismas palabras de Horacio, en la misma acep- cién deformada, para su famosa definicién de la Tustracién: Sapere, aude!"®. Para explicar la irrelevancia de las diferen- SS. cias religiosas Voltaire recurte al extrafia- miento, es decir al procedimiento literario que transforma algo familiar —un objeto, un compor- tamiento, una institucién— en algo extrafio, in- sensato, ridiculo. Sklovsky, que fue el primero que identificé y analiz6 este procedimiento, sefiald que los philosophes habian hecho un uso abundante del mismo. Y en el libro de las Lettres Philosophiques se le encuentra a cada paso. He aqui como Voltai- re describe en la primera carta stu encuentro con un anénimo cudquero: Habja mas gentileza en la fisonomia abierta y humana de su rostro que en su forma de mover una pierna detras de la otra y de tomar en la mano eso que esta hecho para cubrir la cabeza.” Con una perffrasis complicada, deliberadamen- te tosca, Voltaire invita al lector a compartir el des- precio de los cudqueros por los ritos sociales. Un poco después el desprecio se extiende también a Jos ritos religiosos, «Somos cristianos —dice el cua- quero— y perseguimos ser buenos cristianos; aun- que no creemos que el cristianismo consista en echar agua fifa sobre la cabeza, junto a un poco de sal.'* Después del bautizo, la guerra. Sirviéndose del mismo procedimiento del extrafiamiento el cud- quero describe, y condena, el servicio militar: Nuestro Dios, que nos ha ordenado amar a nuestros enemigos y sufrir sin lamenta- ciones, claro que no quiere que atravese- mos el mar para ir a degollar a nuestros hermanos, simplemente porque unos ase- sinos vestidos de rojo con un gorro de dos pies de alto enrolan ciudadanos haciendo ruido con dos bastoncitos sobre una piel de asno bien tensa.!” El procedimiento literario utilizado por Vol- tare tiene detris de si una larga tradicién que nos lleva hasta Marco Aurelio.” En sus Recuerdos, Mar- co Aurelio dijo del laticlavio que usaban los sena- dores romanos; «Esta vestimenta orlada de puir- pura no es otra cosa que lana de oveja impregnada de la sangre de un pescado». Voltaire proyecté so- bre los comportamientos sociales una mirada milar, reduciendo a las personas y a los aconteci- mientos a sus componentes esenciales. Los solda- dos no son més que «unos asesinos vestidos de rojo con un gorro de dos pies de alto»; en lugar de ha- cer retumbar el tambor ellos hacen «ruido con dos bastoncillos sobre una piel de asno bien tensa». Incluso los gestos mas obvios se vuelven extrafios, opacos, absurdos, como si estuviesen siendo vistos a través de los ojos de un extraiio, de un salvaje, 0 As qe "¥axSe atreven a pensar, expresiGn subrayables, observé R. POMEAU a propésito del pasaje de Voltaire (Les «Lerres philoso- phigques: e projet de Volare, en «Studies on Voltaire and the Eighteenth Centurys, 179 (1979), pp. 11-24, en particular p. 12), La importancia de Horacio para Voltaire ha sido subrayada por I. O. WADE, The Intellectual Development of Voltaire, Princeton 1969, pp. 15 - 18. Sobre «Sapere Aude», véanse las bellas paginas de F VENTURI, Contributi a un dizionario storico, 1: Was ist Aufklirung? Sapere audelo, en «Rivista storica italiana», LXX1 (1959), pp. 119-28; ID., Utopia e riforma nlliluminisme, Tatin 1970, pp. 12 18 (y véase también, del autor de estas lineas, Lalo ei baso in Miti emblem spe, ‘Turin 1984, pp. 107 - 32). Voltaire poseia un ejemplar de la edicién de Horacio traducida por DACIER (Amsterdam 1727), ena que el pase es correetamente interpretado en una acepcién moral, no intelectual: eayer e courage d'éve vertueuxs: cfr VENTURI, Contributi cit, p. 120. Descubrir que la distorsién de las palabras de Horacio se remontaba a Voltaite habria seguramente complacido a Venturi. ‘ly avait plus de poliresse dans Pair ouvert et humain de son visage qu'il ny en a dans usage de tirer une jambe derrigre autre et de porter la main ce qui est fait pour couvrr la tee» (VOLTAIRE, Lettres philosophiques, en Mdlanges cht. p. 1). ' «Nous sommes chrétiens, et tichons d’étre bons chréticns; mais nous ne pensons pas que le christianisme consiste & jeter de eau froide sur la téte, avec un peu de sel» (Ibid, p. 2). «Notre Dieu qui nous a ordonné d’aimer nos ennemis et de soufir sans murmure ne veut pas sans doute que nous passions la mer pour aller égorger nos fiézes, parce que des meurtriers vétus de rouge avec un bonnet haut de deux pied entolene des citoyens en faisanc du bruit avec deux petits bicons sur une peau d’ine bien tendue» (Ibi, p. 4). ® Ginzburg, Ojazes de Madera ci., pp. 18-20. cio S14] de un filésofo ignorante, como Voltaire se autode- finié en un escrito posterior. Aunque el modelo de Voltaire era inglés. En uno de sus cuadernos de apuntes, redactado du- rante el exilio londinense (1726-28) Voltaire plas- mé ya allf un acercamiento que anticipaba el con- tenido principal de la Sexta Carta Filoséfica: «In- glarerra es el punto de encuentro de todas las reli- giones, asf como la Bolsa es el punto de encuentro de todos los extranjeros. ¥ en otro pasaje, Voltai- re anoté, en su incierta grafia inglesa, una versién mis elaborada de la misma idea: Donde no hay libertad de conciencia ra~ ramente se encuentra libertad de comer- cio, porque la misma tirania impide el co- mercio y la religion. En las repiblicas y en los otros paises libres el nimero de las religiones que se encuentran en un puer- to de mar esta a la par del numero de los navios. El mismo Dios es adorado en for- mas diversas por judios, islamicos, paga- nos, catélicos, cudqueros, anabaptistas, que escriben obstinadamente los unos, contra los otros, aunque al mismo tiempo. comercian libremente, con animo confia~ do y pacifico, similares a valientes acto- res que después de haber escenificado con gusto sus respectivos papeles, combatién- dose sobre la escena, pasan el resto del tiempo bebiendo juntos. El titulo colocado a este pasaje —Tale of a Tub— ha sido juzgado como un titulo «engafio- so» por el editor moderno de los cuadernos de apuntes de Voltaire.”* Pero en realidad ese titulo nos dice a través de que vias la técnica del extrafia- miento se integré como parte del proceso de ela- boracién de las Lettres philosophiques. En A Tale of Imago ¢ Mundi @ Tub (1704), Swift habia contado, con continuas digresiones, la historia de tres hijos que peleaban por el testamento de su padre: una paribola que simbolizaba las disputas entre la Iglesia de Roma, la Iglesia de Inglaterra, y los disidentes protestan- tes. Entonces, ctiticando dsperamente tanto a los catélicos como a los entusiastas, Swift declaraba abiertamente que los puntos de acuerdo entre es- tos grupos de cristianos eran mas importantes que sus divergencias.** En sus apuntes, Voltaire regre- 86 a la fuente de la pardbola de Swift, a la historia de los tres corderos que un viejo padre deja a sus hijos: aunque, ampliando la referencia original, para incluir ahora a los cristianos, a los judfos, y a los islimicos, incluyendo también a los paganos. En la versi6n final, ambientada en la Bolsa de Londres en vez de en un puerto de mar, los pa- ganos desaparecian y el mensaje deistico resuled mds atenuado. Aunque la deuda de Voltaire hacia Swift es mas amplia, A Tale of a Tub anunciaba la inminente publicacién de otros escritos de su anénimo au- tor, y entre ellos «Un viaje en Inglaterra de una persona eminente de Tierra incdgnita traducido del originaly: una idea que reaparecié algunos afios después en forma invertida en el libro de los Via- jes de Gulliver (1726). Sin estos Viajes de Gulliver, Voltaire no se habria convertido jams en s{ mis- mo.” Asf que podemos imaginar el entusiasmo con el que leyé el inventario de los objetos contenidos en los bolsillos de Gulliver, escrupulosamente re- dactado por dos mimisculos habitantes de Lilli- put. Entre esos objetos habfa: Una gruesa cadena de plata que contro- laba una maquina verdaderamente mara~ SE As 2 «England is meeting of all religions, asthe Royal exchange of conscience, there is seldom li the render vous of al foreigners; «Where there is not liberty ty of trade, the same tyranny encroaching upon the commerce as upon Religion. In the Commonwealths and other free contrys one may see in a sce port, as many religions as shipps. The same god is there differently worship by jews, mahomerans, heatbens, catholiques, quackers,anabaprists, which write strenuously one against another, but deal together freely and with trust and peace; like good players who after having humour their parts and fought one against another upon the stage, spend the rest of ther time in drinking together» (Voltaire Novebooks, a cargo de ‘TH. BESTERMAN, I, II ed. Ginebra, 1968 (Les acuures completes de Voltaire, 81}, pp. 51 ~ 65. Ibid, p43, n.2 ® J. SWIFT, A Tle of a Tib..., a cargo de AC, GUTHKELCH, DN. SMITH, Oxford, 1920, p. 139, Ibid, pp. 345 - 46, Cft. también J. SWIFT, Journal to Stella, a cargo de H. WILLIAMS, Oxford, 1948, 1, Abril 14, 1711, pp. 254 - 55. R. POMEAU, La religion de Voltaire, nueva ed. Paris, 1969, pp. 131 - 32, afirma erréneamente que hasta 1756 Voltaire toma en cuenta a Swift solamente como autor de Gulliver. Pomeau cita WOLFF, Elementa matheseo: univerite, como posible fuente de Micromégas, sin mencionar los J viaggi di Gulliver (VOLTAIRE, Romans et contes, Paris, 1966, p. 125). ‘Aunque véae también IO. WADE, Volare «Micromégas:A Study inthe Fusion of Science, Myth, and Art Princeton, 1950, p. 28. (15) * c - Contrahistoriag villosa. Habiéndole ordenado extraer lo que estaba unido a la cadena, vimos apa- recer un globo hecho, mitad de plata y la otra mitad de un metal transparente. So- bre de ella estaban trazados en circulo algunos signos extrafios [...]. El nos arri mo a los oidos esa maquina: ella hacia un ruido continuo similar al de un molino de agua. Nosotros suponemos que se trata de un animal de una naturaleza nueva, 0 quiza mas bien de una divinidad que el adora; aunque esta iltima hipdtesis es la mas verosimil.” Swift transforma un objeto cotidiano en algo sagrado; Voltaire transforma un acontecimiento sagrado en algo cotidiano: «Celui-ci va se faire baptiser dans une grande cuve (...] (este va a bau zarse en una gran tina...)» ®, En ambos casos ve- mos desplegarse la misma estrategia desfamilia zante, La mirada asombrada del extrafio destruye el aura generada por la costumbre o por la reve- rencia, De este modo ya ninguna aura envuelve los cambios comerciales que se desarrollan en la Bolsa de Londres: su racionalidad es obvia. la seccién de las Lettres philosophiques dedi- cada a Swift («Vigésima segunda carta: Sobre el Sr. Pope y algunos otros poetas famosos») no se mencionan los Viajes de Gulliver. Aunque en la edicién ampliada, publicada en 1756, Voltaire in- serté un largo pasaje sobre A Title ofa Tub, identi- ficando sus fuentes en la historia de los tres corde- ros y en Fontenelle. Y concluyé: Entonces casi todo es imitacién. La idea de las Cartas persas deriva de la idea de La Espia turca, Boiardo ha imitado a Pul- ci, y Ariosto ha imitado a Boiardo. Las mentes més originales toman prestado las unas de las otras. [...] En los libros suce~ de lo mismo que sucede con el fuego de nuestros fogones: se le va a pedir al ve- cino, luego se le enciende en la propia casa, después se le da a los otros, y asi ese fuego pertenece a todos.” Una espléndida confesién encubierta. Lo mis verosimil es que Auerbach no ha- 4. bia lefdo el ensayo de Sklovsky sobre el * extrafiamiento™. Pero en cambio, las ideas de Sklovsky, a través de la mediacién de Sergei Tret}jakov, habfan tenido una influencia decisiva sobre la obra de Bertold Brecht, la que sin duda Auerbach conocia muy bien. El Verfiemdung-Effe- kt (efecto de extrafiamiento) de Brecht, tan pro- fundamente emparentado a la tradicién de la Ilus- tracién, nos recuerda muy cercanamente a la «téc- nica del reflector» usada por Voltaire”. De esta tiltima técnica, Auerbach subraya solamente los riesgos, pero no el potencial critico: un juicio uni- lateral que sorprende. Aunque es verdad que los procedimientos artisticos o literarios son meros instrumentos, que pueden ser usados para fines diferentes ¢ incluso hasta opuestos. Ast, un arma (y también el extrafiamiento es un arma) puede servir lo mismo para asesinar a un nifio, que para impedir que un nifio sea asesinado. Pero si exami- namos mds de cerca la funcién del extrafiamiento en los escritos de Voltaire, yeremos que emerge una historia mas complicada, que esclarece tanto la descripcidn de la Bolsa de Londres, como tam- bién —indirectamente— Ia lectura que de ella hace Auerbach. La publicacién de las Lettres Philosophiques (1734) coincidié con la redaccién del Traité de J) % J, SWIFT, 1 viagei di Gulliver, . de A. VALORI, Génova, 1913 (Gulliver Travels, eds. P. DIXON, J. CHALKER, Harmondsworth, 1967, p. 70: sa grea silver chain, with a wonderful kind of engine at the bottom. We directed him to draw ‘out whatever was at the end of that chain; which appeared to he a globe, half silver, and half of a transparene metal; for on the transparent side we saw certain figures circularly drawn [...- He put this engine to our ears, which made an incessant tnoise like chae of a warermill, And we conjecture ic is either some unknown animal, or the god that he worships»). Y véase G. CELATI, Jntrodusione a J. SWIFT, I viagei di Gulliver, Milin, 1997, p-XIX. ” «Ainsi presque tour est imitation. Lidge des Lettres peruanes est prise de celle de I’Eipion ture. Le Boiardo a imité le Pulei, I'Arioste a imité le Boiardo. Les esprits les plus originaux empruntent les uns des autres. (. | Ilen est des livres comme du feu dans nos foyers; on va prendre ce feu chez son voisin, on Yallume chez soi, on le communique a d'autres et il appartient & tous» (VOLTAIRE, Mélanges cit, p. 1394). ® R. LACHMANN, Die «Verfremdung» und das «Neue Schen» bei Viktor Sklovskij, en «Poetica», III (1969), pp. 226 - 49. ® Cli, E ORLANDO, dluminismo e retorica frewdiana, Turin, 1982, p. 163. 16) Métaphysique, reclaborado hasta 1738", En esta obra inconclusa, que no estaba destinada al puibli- co y que fue publicada sdlo después de su muerte, Voltaire exploré a fondo las potencialidades sub- versivas de la mirada extrafante que él habia diri gido sobre la sociedad inglesa. En la in- troduccién («Dudas sobre el hombre») es- cribi Pocos tienen una nocién amplia de lo que es el hombre. Los campesinos de una parte de Europa tienen de nuestra especie esta idea tnica? que se trata de un animal con dos pies, con la piel oscurecida, capaz de arti- cular unas pocas palabras, que culti vala tierra, y que paga, sin saber por qué, ciertos tributos a otro animal lla~ mado rey, que vende sus propios pro- ductos lo mas caro posible, y que se reiine ciertos dias del ano pé tar plegarias en una lengua que no entiende.”! a can- Sélo treinta afios después Voltaire se arriesgé a publicar este pasaje, en forma reclabo- rada, en la pseudénima Philosophie de Ubistoire, luego reimpresa como Introduccién a su libro Fs- sai sur les moeurs®, En la nueva versién la descrip- cidn extrafiada de la sociedad francesa venia atr buida, de manera claramente mas plausible, al pro- pio Voltaire. En el Traitdé de Métaphysique, en cam- bio, el punto de vista de los campesinos servia como introduccién a una répida sucesién de las opiniones, igualmente parciales, de un rey, de un “ VOLTAIRE, Mélanges ci 87-129, 1 «Peu de gens sa nnt d'avoir une notion bien érendue de font guére d’autre idée de notre espéce que celle d’un animal 3 deux pieds, cultivane la ter plus cher quils peuvent, e poino» (VOLTAIRE, Mélanges cit., p. 157) GCoGo He aT ayant, sans savoir pourquoi, certains tributs & un autre animal quiils appellent ri, vent sassemblant certains jours de Pannée pour chanter des prigres dans une langue quils r’entendent Imago @) Mundi joven parisino, de un joven turco, de un sacerdo- te, y de un filosofo. Para trascender todas estas perspectivas limitadas Voltaire imaginaba a un ser venido del espacio: una invencién de tipo swiftia- no que sera luego retomada en el texto de Micro- ‘megas®. Habiendo partido a la btisqueda del hombre, ese viajero del espacio ve «al- gunos simios, algunos elefantes, algunos negros, que parecian tener todos ciertos rastros de una razén imperfecta». Y sobre la base de estas experiencias declara: bltaire aa ge \ibombre es un animal negro que tie~ e ne lana sobre la cabeza, que camina Vieeeaeme sobre dos pa derecho casi como un simio, aunque menos fuerte que los otros animales que tienen sus mis mas dimensiones, con un poco mas de ideas que ellos y una mayor capa~ cidad de formularlas: y sometido a las mismas necesidades que los otros animales, nace, vive, y muere ex: tamente como los otros. Ca a ingenuidad del viajero venido del espacio lo hace caer, por un lado, en una generali- zacién ridicula, pero por el otro (y en virtud de una ambivalencia que le gustaba a Voltaire) le per- mite distinguir una verdad decisiva: los seres hu- manos son animales. Poco a poco, el viajero des- cubre que todos esos seres pertenecen a especies diferentes, cada una de las cuales tiene un origen independiente y un lugar preciso en la grandiosa jerarquia del cosmos: 4 pp. 157 ss. Para la fecha de la obra eft. I. O. WADE, Studies on Voltaire, Princeton, 1947, pp. fi. también la edicidn a cargo de H. TEMPLE PATTERSON, Manchester, 1937. ce que est que homme. Les paysans d une peat bis, art c partie de "Europe lane quelques paroles, int leur denrées le ® VOLTAIRE, La philosophie de Uhistoire, a cargo de J.H. BRUMFITT, segunda ed. revisada [The complete works of Volai- 1,59], Ginebra, 1969, p. 109. Sobre ls versiones ulteriotes de este pasaje vease GINZBURG, Qjczas de madera cit. pp. 31 -32. “WADE, Voltaire: «Micromégase cit., p. 28, sosticne que el texto publicado manifiesta indicios de una més antigua versién petdida, intitulada Voyage du baron de Gangan (1739). W. H. BARBER, The Genesis of Voleaires «Micromégas», en «French Studiess, XI (1957), pp. 1 = 15, rechaza la mayor parte de las argumenta derivacién de la idea originaria de Micromégas re fiones de Wade, aunque concuerda con que ki icos de Voltaire del decenio de 1730 - 40. * Des singes, des éléphants, des négres, qui semblene tous avoir quelque lucur d'une raison imparfate(..). homme est un intereses cient animal noir qui a de la laine sur la téte, marchant sur deux pattes, presque aussi adroit qu'un singe, moins fort que les autres animaux de sa talle, ayant un peu plus d'idées qu’eux, et plus de facilité pour les exprimer; sujet d’ailleurs & toutes les mémes nécessités, naissant, vivant, mourant cout comme eux» (VOLTAIRE, Mélanges cit. pp. 159 - 60). Contrahistorias, Finalmente veo unos hombres que pare~ bras «racismo» y «racista» no existfan en esa épo- cen superiores a los negros, asi como los ca, parece absolutamente legitimo preguntarse negros me parecen superiores a los si- ela ® par p (como se ha hecho tantas veces) si Voltaire era 0 mios, y los simios son superiores a las os- as noha tras y a los otros animales de la misma no era racista’”. Sin embargo, podrfa ser ticil dis- sapstie= tinguir de manera preliminar entre racismo en sen- tido amplio y racismo en sentido estricto. El pri- mero sostiene que a) las razas humanas existen, y b) estén dispuestas en una escala jerdrquica. El se- gundo, ademds de suscribir a) y b), sostiene que c) Ia jerarquia entre las razas no puede set modifica- da ni por la educacién ni por la cultura. Voltaire, que era sin duda un racista en sentido amplio, no se adhitié nunca plenamente al racismo en senti- lamembrana mucosa de los negros, de co- 9 estricto: aunque si llegé a acercarse mucho cada lornegro y causa de su propio color, prue- vez que se refirié a los negros. «La mayor parte de ba de manera evidente que en cada espe- __ Jos negros, y todos los caftes, estén sumergidos en cie humana, asi conto en las plantas, hay Ja misma estupidess, escribié en su Philosophie de MOBENI aia a ene Uhiswaire. Y pocos afios después, en 175, agregé: A este principio, la naturaleza ha subor- Ve iccciealiporiaaelis tigiapovtll dinado los diferentes grados del caracter ee ee eon Pom de los pueblos y esos caracteres que ve~ Para subrayar la diversidad entre las especies de humanos Voltaire las equiparé con los diversos tipos de drboles, Y veinte afios después, esa analo- gfa fue retomada y desarrollada en el Essai sur les moeurs (cap. CXIV). También en este tiltimo tex- to, los negros tenfan en la argumentacién de Vol- taire una importancia decisiva: mos mutar tan raramente. Este es el mo- -__La aproximacién de Voltaire frente a la tivo por el cual los negros son esclavos cuestién de la raza, y mas especificamente de los otros hombres. Una multitud de es~ respecto del tema de los negros, era algo tos negros, comprados sobre las costas :. del Africa como besti y transplantados que compartia ampliamente con todo el vasto og en nuestras colonias americanas, sirven en po de los philasophes®. Aunque un dato personal tonces a un pequeno niimero de europeos.” puede haber contribuido a reforzarla. Desde jo- ji eae ven, Voltaire habfa invertido fuertes sumas en la Voltaire pensaba que la historia humana se habla desarrollado dentro de la jerarquéa consti- Compatifa de las Indias, que estaba muy involi- i i ; * crada en el comercio de esclavos". De este hecho tuida por las diferentes especies humanas; hoy di : Voltaire, que como ha sido sefialado tenfa un gran Hlamos, de las diferentes razas. Y aunque las pala- : z olfato para los negocios, estaba sin duda al cortien- % ibid, p. 180, Che. §, LANDUCCI, I filowof ei seloaggi, Bati, 1972, pp. 80 ss. % La membrane muqueuse des négres, reconnue noire, et qui est la cause de leur couleur, est une preuve manifeste quill ya dans chaque espéce hommes, comme dans les plantes, un principe qui les dfférencie. La nature a subordonné & ce principe ces différents degrés de genie et ces caractéres des nations qu'on voit si rarement changer. C'est par a que les négres sont les cesclaves des autres hommes, On les achéve sur les cdtes d'Afrique comme des betes, et les multitudes de ces noirs, transplantés dans nos colonies d'Amérique, servent un trts petit nombre d’Européens» (VOLTAIRE, Essai sur les moeurs, éd. R. PO- MEAL, Paris, 1963, IL, p. 335). Cft, M, DUCHET, Anthropologie et Histoire au Sigcle des Lumiéres, Paris, 1971; C. HUNTING, The Philesophes and Black slavery: 1748-1765, en «Journal of the History of Ideas», julio - sept. 1978, pp. 405 - 18. Cfr. también G. GLIOZZI, Poligenismo ¢ razzismo agli albori del secolo dei Lumi, «Rivista di filosofiae, LXX (1979), pp. 1 - 31. % La pluspare des négres, tous les Cafres sont plongés dans la méme stupidité» (La Philosophie de Uhistoire, p. 96); «Ex y croupiront longtemps» (ibidem). Véase también el comentario racista contenido en Les Lettres d'Amabed (VOLTAIRE, Romans et contes, a cargo de F. DELOFFRE, J. VAN DER HEUVEL, Paris, 1979, pp. 507 -08). C. HUNTING, ThePhile- sophe, p. 47, n. 16, sostiene, de manera no convincente, que el pasaje queria poner en ridiculo las opiniones corrientes sobre Jos negtos. De opinién contraria DELOFFRE, Les Lertres d’Amabed cit., p. 1136 nota. Lo niega HUNTING, The Philosophes, aunque véase A. BURGIO, Razzismo e lumi. Su un spanidosor sorico, en «Studi settecenteschir, 13 (1992-1993), pp. 293 - 329. © Véase el articulo, bastante apologético, de E. PB. ABANIME, Voliaire antisclavagisre, en «Studies on Voltaire and the Eighteenth Century», 182 (1979), pp. 237 -52. 18] * te. Y en cualquier caso, la trata de esclavos era un elemento importante del sistema econémico del que Voltaire canté las alabanzas en el pequefio poema Le mondain (al que le sigue la Defense du mondain ou Uapologie dis luxe, de 1736): Le superflu, chose trés nécessaire, A réuni I’un et l'autre hémisphére Voyez-vous pas ces agiles vaisseaux Qui du Texel, de Londres, de Bordeaux S’en vont chercher, par un heureux échange, Des nouveaux biens, nés aux sources du Gange, andis qu’au loin, vainqueurs des musulmans, Nos vins de France enivrent les sultans?*! (Lo superfluo, es una cosa muy necesaria, que ha reunido a un hemisferio con el otro éNo ven acaso esas giles naves Que desde Texel, desde Londres, desde Burd Van a buscar, por un feliz intereambio, Nuevos productos nacidos en las fuentes del Gan Mientras a lo lejos, vencedores de los musulmanes, Los vinos de Francia embriaga 0S, a los sultanes?) El tono frivolo de este poema rococé contrasta con la importancia de su contenido. Una de las mercancfas que habia contribuido a unificar los dos hemisferios eran los «animales negros» vendi- dos como esclavos. Fl lujo estimula el progreso, habfa explicado Mandeville en la Fabula de las abe- jas. Aunque la paradoja de Mandeville sobre los, vicios privados que generan a las virtudes pibli- cas, se referfa tinicamente a los Estados europeos. El parafso terrestre evocado en la euférica conclu- sién del Le Mondain («El paraiso terrestre esta don- de estoy yo») era el fruto del saqueo sistemético del planeta. 6 Las rafces correspondientes al siglo XVIII ) » de las ideologtas racistas mds tardias a estas Imago @ Mundi fechas, si bien replanteadas constantemente, estén fuera de discusién. Pero no creo que ellas expli- quen el acercamiento entre Voltaire y la propa- ganda nazista propuesto por Auerbach, Aunque no se puede excluir que Auerbach se haya sentido personalmente ofendido por el comentario sarcés- tico de Voltaire sobre los ritos judios. La persecu- cién nazi habfa convertido a Auerbach en un ju- dio y también en un exiliado®. El verso de Mar- vell colocado como epigrafe en el libro de Mimesis («Had we but world enough and time...») alude irénicamente a las imitaciones histéricas y geo- grificas que habfan condicionado la génesis de ese mismo libro, Pero esa ironfa escondfa otra ironia, mas amarga: Marvell continua el verso, asegurin- dole a su reluctante amada que si quiere puede resistirsele «hasta la conversién de los judios (till the conversion of the Jews)»."* Aunque la intole- rancia mezclada con la admiracién que Auerbach manifiesta en su confrontacién con Voltaire tenia implicacio- nes mas amplias. Al inicio de su exilio en Es- tambul Auerbach escribié algu- nas cartas a Walter Benjamin, con quien tenia evidentemen- te relaciones de amistad. En una de ellas, fechada el 3 de enero de 1937, Auerbach ha- bl6 de sus primeras impresio- nes sobre Turquia: Gs aR Tem Cato Tay el resultado [de la politica de Kemal Atatirk] es un nacionalismo fanaticamente hostil a la tradiciOn; un re~ chazo de toda la herencia cultural mahometana: la construccién de una relacion imaginaria con una identi~ Ce Ca OIL Toe nce ne Nee One ane Tones nes teeters ernest " VOLTAIRE, Mélange: its p. 203, ® Cf. A. MORIZE, Liapologie du luxe au XVilleme sitcle et «Le mondain» de Voltaire, Pais, 1909; WADE, Studies on Voltaire cit, pp. 22 - 49; A. O. ALDRIDGE, Mandeville and Voltaire, en Mandeville Studies, a cargo de I. PRIMER, The Hague, 1975, pp. ~ 56, Wade sostiene que VOLTAIRE conocié The Fable of theBees slo hasta 1735, cuando escribié La Défense du Mondain: pero nétese que Wade mismo ha mostrado que Le Mondain habia sido influenciado por MELON, Eis polit- «que sur le commerce (1736) a su vez influenciado por Mandeville ® No existe hasta hoy en dia una biografia de Auerbach. Muchas informaciones titiles en H. U. GUMBREC Pathos of the Earthly Progress, Literary History and the Challenge of Philolegy. a cargo de §. LERER, Stanford, 1996, pp. 13 - 35. “ Los versos estin citados en ¥. H. YERUSHALMI, Assimilation and Racial Anti-Semitism: The Iberian and the German Models, en «The Leo Baeck Memorial Lecture», 26 (1992), pp. 21 - 22. ty" minds Contrahistorias, dad originaria turca, y una modernizacion. tecnolégica en el sentido europeo [...]. El sultado es un nacionalismo extremo, acompanado de la destruccién simultanea del caracter nacional historico. Este cua- dro, que en paises como Alemania, Italia, e incluso Rusia (?) no es visible a todos, aqui aparece con plena evidencia. Y segufa una prevision: Para mi es cada vez mas claro que la ac~ tual situacion internacional no es otra cosa que una astucia de la providencia [List der Vorsehung], encaminada para llevarnos, a través de un sendero tortuoso y san’ griento, hacia una Internacional de Ia tri- vialidad y hacia un esperanto cultural. Una sospecha de este tipo me habia asaltado ya en Alemania y en Italia, viendo la tre- menda inautenticidad de la propaganda de «sangre y suelo»: aunque solamente aqui las pruebas de esta tendencia me han pa- recido completamente claras.*® Las dictaduras nacionalistas (y aqui el término de «Rusia», aunque esta acompafiado por un sig- no de interrogacién, es sintomético) eran enton- ces una etapa de un proceso histérico que habria terminado con la cancelacién de todos los trazos especificos, incluidos los rasgos nacionales, para llevarnos hacia la afirmacién de una civilizacién indiferenciada a escala mundial. Esta trayectoria paraddjica sugeria a Auerebach la expresi6n «astu- cia de Ja providenciay: un término que era una fusién, inspirada tanto por una observacién de Benedetto Croce, sobre la providencia de Vico, como por Ia idea de la astucia de la razén de He- gel. Auerbach no tenia dudas, en cuanto a que este proceso habria significado una gran pérdida en el plano cultural. La misma preocupacién re- aparece, después del final de la segunda guerra mundial, en el ensayo Filologia y literatura mun- dial (Philologie und Weltiteratur) (1952). La gue- rra frfa, que habia dividido al mundo en dos mo- delos contrapuestos aunque {ntimamente pareci- dos, tendia a producir una estandarizacién, una pérdida de la diversidad, una uniformidad que afectaba a todas las tradiciones individuales y na- ionales. La continuidad evidente entre la carta a Ben- jamin de 1937 y el ensayo de 1952 arroja nuevas luces sobre un texto cronolégicamente interme- dio, el del capitulo de Mimesis que analiza la pigi- na de Voltaire sobre la Bolsa de Londres. En esa pagina Auerbach leyé la anticipacién de una so- cdad de masas culturalmente homogénea, regu- Jada por las leyes racionales del mercado. De modo que no obstante sus enormes diferencias, la Ilus- tracién y el nazismo le parecian como una suerte de etapas, de un proceso histérico larguisimo, que habria reducido las particularidades (religiosas 0 de otro tipo) a elementos pintorescos ¢ irrelevan- tes, antes de eliminarlos definitivamente. Una tesis muy similar fue propuesta por Theo- dor Adorno y Max Horkheimer en su libro Dialé- ctica del Huminismo (publicado en 1947, aunque escrito en 1944). Las répidas anotaciones de Auer- bach en la carta a Benjamin no pueden ser com- paradas con la elaborada complejidad de los «frag- mentos filoséficos» de Adorno y Horkheimer. Pero tampoco resulta demasiado dificil imaginar un dialogo de exiliados entre Estambul y Santa Mé- nica, al inicio de los afios 40, sobre la ambivalen- cia de dicho Iluminismo. 7 Esta ambivalencia fue expuesta desde la pro- + pia Introduccién del libro Dialéctiea del Ihe- minismo. «La critica presentada en el primer ensa- yo, escriben ambos autores, aspira a preparar un concepto positivo (del iluminismo] que lo libere =) qe “ K. BARCK, Walter Benjamin and Erich Au b: Fragments of a correspondence, en «Diacrtics», 22 (invierno de 1992), trad. A. REYNOLDS, pp. 81-83 (se trata de una versign abreviada de 5 Briefe Erich Auerbachs an Walter Benjamin in Paris, ‘en «Zeitschrift fir Germanistiko, 9 [1988], pp. 688 ~94). Debo el conocimiento de estas cartas a Stephen Greenblatt, a qui aagradezco enormememt. “B. CROCE, La filowfla di Giambastista Vico, Ul ed. revisada, Bari, 1922, p. 254. Auerbach tradujo al aleman la Scienza Nuova (1925) y la monografia de Croce sobre Vico (1927, en colaboracién con Th. Liicke).. © E, AUERBACH, Philology and Welliteratur, en «The Centennial Review», 13 (1969), pp. 1 - 17 (publicado originalmente como Philologie der Weltlieratur, en Weltliverasur. Fesgabe flir Fritz Strich, a cargo de W. HENZEN, W MUSCHG, E. STAIGER, Berna, 1952, pp. 39 - 50). Véase también una alusién de ZIOLKOWSKLI en la Jntroduccién cit + PEXXV, Cbltaire rechazé la mdxima de Pope («Todo esta bien») desarrollo del libro esta nocién positiva del ilumi- nismo o de la Tlustracién, a través de una torsién dialéctica, se revela como basada en la nega No lo que es bueno, sino lo que es malo es lo que es el objeto de la teoria [...]. Su libertad, su tema es la opre~ sion, Alli en donde la lengua se convierte en apologética, esta ya corrompida [...] Hay s6lo una expresién para la verdad! el pensamiento que niega la injusticia. elemento es la Quién ha encarnado este pensamiento es Vol- taite, al que los autores se remiten patéticamente: cha proclamado a los cuatro vientos —con pathos, conmocién, violencia y sarcasmo— la ignominia de la tiranfa»®, Aunque, como sabemos, el mi hombre que escribié el Tiatado sobre la tolerancia compartia con la mayor parte de sus contempori- nneos una serie de actitudes, sobretodo respecto de la cuestién de las razas humanas, que afirmaban la injusticia en lugar de negarla. Es aqui init repe- tir los lugares comunes sobre los limites hist6ri cos de un movimiento que era en su mayor masculino, blanco, y nacido en Europa. Sin embargo, que la Hustracién esté muerta no es algo cierto de hecho. E incluso la biografia in- telectual de Voltaire, que es el emblema de ese Tum mo smo o Tlustracién, muestra la riqueza y la complejidad de las contradicciones indica por Horkheimer y Adorno 8 esta biografia hay un episodio famo- & s0, ligado con el terremoto de Lisboa de 1775. La destruccién de una ciudad entera y la muerte de un gran ntimero de inocentes obliga- ron a Voltaire a ajustar las cuentas con el pro- blema del mal. En su Podme sur le désastre de Lisbonne ou examen de cet axiome: Tout est bien, compuesto un poco después del a to, Voltaire miré al mundo entero como una ontecimien- cadena interminable de horrores: Eléments, animaux, humain, tout est en guerre Ile faut avouer, le ma/ est sur la terre Son principe secret ne nous est point connu. (Elementos animales, humanos, guerra, Se necesita reconocerlo, el ma/ esta sobre la todo esta en tierra Su principio secreto nos es desconocido.) Voltaire buscé este «principio secreto» en los escritos de Bayle, quien habfa reflexionado con tan- ta profundidad sobre el mal, aunque intitilmente. Tampoco Bayle daba respuestas. Voltaire rechazé la maxima de Pope («Todo esta bien») y la propia filosofia pasada: Les sages me trompaient, et Dieu seul a raison, (Los sabios me enganaban, y sélo Dios tiene razon.) Voltaire no era ciertamente un gran pocta. Aunque los versos pedestres de su poema sobre el terremoto de Lisboa expresan una verdadera pre- ocupacién, en iiltima instancia més intelectual que emotiva”. En el Prefacio (de 1756) y sobretodo en el Post-scriptum, Voltaire se expres6 con mayor cautela: «Por desgracia es necesario advertir siem- eg gg gp “ M. HORKHEIMER “ Ibid, pp. 234 — 235. 8H. MASON, Vallaires Sermon against Optimism: the «Poeme sur le désatre de Lishonne>,e T. W. ADORNO, Dialettica delllluminismo, trad. it., Turi 1980, p. 8 Enli pheenment Essays in Memory of Robert Shackleton, a cargo de G. BARBER, C. P- COURTNEY, Oxford, 1988, pp. 189 - 203, (21 ‘ontrahistoria’ Contfamsiorias pre que las objeciones que un autor se planteaa si me sur le déwstre de Lisbonne, habia contribuido a mismo son distintas de sus respuestas a esas obje- su conversiGn intelectual: ciones».*! Aunque su actitud mental habia cam- biado profundamente. Un pasaje de un escrito pre- cedente muestra hasta que punto él habia estado «engafado»: Por lo que respecta a los reproches de injusticia y de crueldad que son dirigidos a Dios, respondo en primer lugar que, ain suponiendo que exista un mal moral (lo que me parece una quimera), este mal es tan inexplicable en el sistema basado en la materia como lo es en el sistema ba- sado en un dio La ctueldad y la injusticia son de hecho nocio- nes puramente humanas: No tenemos otras ideas de justicia sino las que nos hemos formado nosotros mismos, en torno de una accion atil a la Sur un ton moins lugubre on me vit autrefois Chanter des doux plaisirs les séduisantes loi Dvautres temps, d’autres moeurs: instruit para la vieillesse Des humains égarés partageant la faiblesse, Dans une épaisse nuit cherchant a m’éclairer, Je ne sais que souffrir, et non pas mur- murer.®* (En tono menos lfigubre se me vio en el pasado cantar de los dulces placeres las seduc~ toras leyes: ‘mpos, otras costumbres; pero ins~ truido por la vejez, compartiendo la debilidad de los confun- didos humanos, en una noche obscura trato de aclararme, yno sé mas que sufrir, y ya no sé murmurar), Voltaire aludia aqui a dos obras pequefias es- sociedad, y conforme a las leyes que critas inmediatamente después del Traité de méta- nosotros mismos hemos establecido para el bien comin; pero esta idea, es- Physique: Le Mondain (antes recordado) y Lapo- tando vinculada solamente a las rela~ __logia, La Défense du Mondain. En la Défense, Vol- ciones entre los hombres, no puede te __taire polemizaba con un critico imaginario de Le ner ninguna analogia con Dios. En este sentido, afirmar que Dios es justo o justo es tan absurdo como afirmar que Mondain, recordindole que el lujo en el que di- cho critico vivia era posible porque era el fruto de dios 'és\aeun lew cuadtade: la circulacién mundial de mercaneias, Una de é- Es entonces insensato reprochar a Dios tas tiltimas ra la plata: porque la cas [...] araflas se comen a las mos~ El pasaje estd sacado del libro Traité de méta- Physique. Cuando lo escribié Voltaire tenia cua- renta afios, estaba sano, era feliz, y estaba en el climax de su historia de amor con M.me de Chate- let. El mal para él simplemente no existia. Pero la Yejez, como el propio Voltaire reconocié en el Po2- Cet argent fin, ciselé, godronné, En plats, en vase, en soucoupe tourné, Fut arraché dans la terre profonde. Dans le Potose, au sein d'un Nouveau Mondi (Esta plata fina, cincelada, abollonada, ‘Transformada en platos, en vasos, en platillos, Fue arrancada de las profundidades de la tierra, En el Potosi, dentro del Nuevo Mundo), Ke — EEE * «ll est toujours malheureusement nécessaire d'avertir qu'il faut dstinguer les objections que se fait un auteur de ses réponses aux objections» (VOLTAIRE, Oeuvres, a cargo de L. MOLAND (de aqui en adelante MOLAND), IX, Paris 1877, p. 469). * aa Végard des reproches d'injustice et de cruauté qu'on fait 4 Dieu, je réponds d'abord que supposé qu'il yaie un mal moral (ce qui me parait une chimére}, ce mal moral est tout aussi impossible & expliquer dans le systéme de la matiéte que dans celui d'un Dieu [..] nous n'avons d'autres idées de la justice que celles que nous nous sommes formées de toute action utile & la soci et conforme aus lois éablies par nous pour le bien commun; of, cete idée n’étant qu'une idée de relation d homme homme, elle ne peut avoir aucune analogie avec Dieu. Il est rout aussi absurde de dire de Dieu, en ce sens, que Dieu est juste ‘ow injuste que de dire que Dieu est bleu ou carré. I est donc insensé de reprocher & Diew que les mouches soient mangées par les araignées» (VOLTAIRE, Mélanges cit pp. 169 ~ 70). ® MOLAND, IX, p. 478, nota 12. * VOLTAIRE, Mélanges cit. p. 208. cn “2a y* Imago @ Mundi Y Voltaire conclufa despreocupadamente «Tout des, atin desconocidas para nuestros pa~ Puniverse a travaillé pour vous (El universo entero _—«ites. Vamos a comprar estos negros en ha trabajado para usted)», En esos versos juveniles (GS, COSt@S de Guinea, 0 en la Costa de _ Oro y en la Costa de Marfil. Hace treinta no aparecfan agentes humanos. Pasaron afios. Y aflos se podia tener un buen negro por cn el Essai sur les moeurs (cap. CXLVIID) Voltaire cincuenta liras, cifra que equivale @ un habl6 de las minas peruanas de manera menos im- quinto de lo que se paga por un buen buey bien cebado. [...] A estas gentes les de- cimos que ellos son hombres, como no- sotros, que han sido redimidos por la san~ personal, y mas sombria, refiriéndose a los «ne- gros comprados en Africa y transportados al Perti como animales destinados al servicio de gre de un Dios muerto por ellos, y luego los hombres» que se habfan afiadido a los mine- los ponemos a trabajar como bestias de tos indigenas®. carga? son alimentados de una manera atin peor: y si quieren escapar, se les corta una pierna; y luego se les hace girar con la fuerza de sus brazos los molinos de Esta alusién podria corresponder a los pri- meros meses de 1756, cuando Voltaire trabaja- ba contempordneamente en los tiltimos agrega- azicar, después de haberles dado una dos al Essai sur les moeurs y en el Podme sur le pierna de madera. jY todavia nos atre~ désastre de Lisbonne. Una etapa posterior de esta: Ye™mOS @ hablar del derecho de gente: i z be. [...] Este comercio no enriquece a un Es~ reflexién estd testimoniada por un afiadido in- to, mas bien al contrario: destruye vi- serto en la edicién de 1761 del Essai sur les das humanas, provoca naufragios, y sin moeurs (cap. CLII), En el se ve emerger una ac- _—_duda no es un verdadero bien’ pero dado titud mucho mds compasiva frente a los escla- ‘We Ios hombres se han creado nuevas -Sosw-= @ 22-200 | <> BOLIVAR ECHEVERRIA > es desencubrimiento. a>-nO4e-z @>s4s00 «De tan verdadera, la verdad se vuelve sospechosa.» Juan Ruiz de Alarcén LD ari eM aia DN aD =UNO= Es dificil imaginar un texto més incémodo para un historiador, para un profesio- nal del discurso histérico, que el de las Tesis de Walter Benjamin “Sobre el con- cepto de historia”. Entre enigmdtico y retador, es un texto que pareciera a ratos querer convencerlo de la imposibilidad de su oficio. Tan altas son las exigencias epistemolégicas, éticas y politicas planteadas, segtin Walter Benjamin, por la es critura de la historia, que el historiador académico, cuando no las deja de lado por ilusorias, tiende a verlas como inalcanzables. En efecto, si preguntéramos al texto de Walter Benjamin cual es el fundamento, cules son las condiciones de posibilidad del discurso propio del historiador; la respuesta que encontrarfamos en él implica toda una definicién de la historicidad del género humano, El ser humano es histérico por- que las acciones que emprende cada una de sus generaciones —todo tipo de acciones, desde las mas fundantes hasta las mds insignificantes— com- prometen a las generaciones siguientes. Son ac- ciones que implican una transformacidn de lo otro, lo extra-humano y la construccién de un mundo para la vida; que dan lugar a creaciones que per- duran, que tienen que ser re-asumidas, continua- das o transformadas por ellas. El ser humano es un ser hist6rico porque los hechos que resultan de esas acciones, los triunfos, pero tambien los fraca- sos en los que ellos consisten, quedan como re- cuerdos grabados en la memoria muda, objetiva, que es inherente a la consistencia misma de las cosas de ese mundo de la vidas recuerdos que pug- nan por expresarse, por re-vivir los momentos de esas acciones. Las acciones del pasado tienen asi la actualidad de lo inconcluso, de lo que esta abierto a ser continuado en un sentido o en otro. El pasado, dice Walter Benjamin, tiene un de- recho sobre el presente, esti en condiciones de exi- girle que lo rescate, que salga en su defensa, que peleé por él; le confiere una capacidad 0 una fuer- 2a mesidnica, redentora. Y es que, para Benjamin, el continuum histérico instaurado para el género humano por la incompletud del mundo de su vida no est hecho de una sucesién mas 0 menos equi- tativa de triunfos y fracasos, sino por el predomi nio contundente de éstos iiltimos. El “angel de la coria”, es decir, alegdricamente, la autoconcien- ia de Ia historia, la dindmica de la historia re- flexionando sobre si misma, mira en el progreso de los tiempos un viento huracanado, devastador, que amontona ruinas a su paso. Es el viento que sopla desde el cielo de los poderosos y que les ase- gura el triunfo. Porque, para Walter Benjamin, las peripecias de la accién humana durante todo el tiempo que lleva de ejercerse, ese tiempo al que Marx llamé la “pre-historia’, han girado siempre, una y otra vez, en un sentido adverso a la emancipacién humana, a ka liberacién de su didlogo con la naturaleza. A ello, al hecho de que “el enemigo de la aboli del dominio de una parte de la sociedad sobre el (29) Contrahistoriag Ritratto di Walter Benjamin, Valero Adami resto de ella cs un cenemigo que no cesa de triunfar”, al he- cho de que la nece- sidad de actualizar el pasado resulta de la experiencia que la sociedad tiene de este fracaso perenne, se debe el que esa ac- tualidad adopte la forma de una exigencia “mesié- nica” o de redencién del pasado sobre el presente 6, lo que es lo mismo, de una capacidad “mesidni- ca” 0 redentora del presente hacia el pasado. “Acaso no nos roza, a nosotros también, una rdfaga del aire que envolvia a los de antes? eAcaso en las voces a las que prestamos oido no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar? (..) Si es ast, entonces, entre las ge- neraciones del pasado y la nuestra, estd vigen- te una cita (verabredung) secreta [un com- promiso secreto de encontrarnas). Es decir: éra~ ‘mos esperados sobre la tierra. También a no- sotros, entonces, como a toda otra generacién, nos ha sido conferida una débil fuerza mesid- nica, a la cual el pasado tiene derecho a diri- sir sus reclamos,” En el texto de Walter Benjamin campea un principio epistemolégico basico acerca de la posi- bilidad que tiene el discurso historiografico de ser el vehfculo de un conocimiento verdadero del pa- sado; es un principio que parte de la concepcién de la historicidad concreta del ser humano que acabo de mencionar. Para Benjamin, sélo un pre- sente que es capaz de aceprar el desaffo que el pa- sado le lanza a su fuerza mesinica, que es capaz de reconocerse y asumirse como reclamado por él, puede alcanzar una imagen verdadera de ese pasa- do, y esto sdlo mientras dura ese compromiso, fu- gazmente, como en un destello. Walter Benjamin somete a una critica impla- cable la idea historicista de una “empatia” con el hecho del pasado, que permititia aprehenderlo “desde adentro” y narrarlo con mayor verosim tud. La empatia, dice, es siempre con la situacién de los dominadores y vic- totiosos, es decir con quienes estan interesados en ocul- tar los hechos. A lo que el “historiador materialista” puede aspirar es a “citar” un hecho del pasado captando desde los conflictos del presente la oportunidad de hacerlo. La “cita” del pasado implica el cum- plimiento de la cita mesidnica que se tiene con él. La “cita” del pasado es una invocacién 0 convoca- toria del mismo, pero es también el cumplimien- to de una “cita” secreta, de un compromiso oculto de encontrarse con él. La imagen del pasado que el historiador mate- rialista trata de atrapar es aquella que se le mues- tra inesperadamente al sujeto histérico cuando entra en un “instante de peligro”, cuando, en lu- gar de citar del pasado, invocarlo, convocatlo, obe- deciendo a su encargo mesidnico, est tentado a renunciar a hacerlo. El discurso sobre el pasado, dice Benjamin, no consiste en “reconocerlo tal como sucedié realmen- te”; consiste en apoderarse de un recuerdo tal como él relumbra en ese “instante de peligro”, en ese instante en que es llamado a rendirse y entregarse como instrumento de la clase dominante. El his- toriador que es capaz de citar del pasado y de cum- plir la cita con él, el historiador materialista, que se resiste a la complicidad a la que le invita el dis- curso de los dominadores, pasa su mano por sobre la piel impecable de la narracidn histérica que ofre- ce ese discurso, pero lo hace necesariamente a con- trapelo. Al hacerlo encuentra sin falta, bajo esa superficie brufiida, un buen ntimero de cicatrices y motetones, de traumatismos que no son inme- diatamente visibles, que estén escondidos, oculta- dos por ella y que son indicios de que todo aque- Ilo que aparece en él como un documento 0 una prueba de cultura debe ser también, al mismo tiem- po, un documento o una prueba de barbarie. Imago () Mundi =DOS= Cuando hablamos de las exigencias de una historia “escrita a contrapelo”, no hecha a partir de las pruebas irrefutables que dejan tras de sf los acontecimientos reputados de grandes y decisivos por los protagonistas de los mismos y sus historiadores, sino hecha precisamente a partir de la ausencia de ese tipo de pruebas que deja tras de si el acontecer de la vida cotidiana, es indispensable hacer referencia al ya famoso ensayo de Carlo Ginzburg sobre el paradigma indiciario, al texto de “Huellas. Rafces de un paradigma indiciario” (reeditado recientemente entre nosotros en el libro Tentativas publicado por la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, Morelia, 2003). Ginzburg es conocido como uno de los princi- pales cultivadores de la corriente historiografica lla- mada de la “microhistoria italiana”. Su vuelco ha- cia esta corriente no responde sélo a una preferen- cia por lo pequefio, a que le guste el detalle o a que tenga una vocacién preciosista; obedece a la conviccién de que precisamente en la historia de las pequefias cosas se esconde la verdad histérica, opacada por la natracién de los grandes hechos. Para encontrar el sentido y avanzar en el cami- no de la microhistoria, Ginzburg tuvo que inven- tar 0 que encontrar una manera de sacar a la luz aquello que no es legible, que no esté alli, que fue borrado y que no consta como determinante para la historia. Es el origen del “paradigma indicia- rio”, como lo llama, y que él ha desarrollado para trabajar la historia en esta perspectiva tan especial. “Si la realidad es opaca, dice en su ensayo, exis- ten ciertos puntos privilegiados —sefales, indi- cios— que nos permiten desciftarla. Esta idea [...] constituye el nticleo del paradigma indiciario o sin- tomatolégico” (p. 151-52 del libro de Tentativas antes mencionado), como él lo llama. 2Qué debemos entender por “indicio”? Un in- dicio no es un dato, documento o prueba insufi- ciente; no es, por ejemplo, el resto seo que la pa- leontologia reconoce como fragmento de un maxi- lat, y a partir del cual es capaz de reconstruir el esqueleto entero ¢ incluso la apariencia exterior de un animal prehistérico. Ese resto ésco no es pro piamente un indicio de la consistencia corporal de un determinado animal sino solamente un do- cumento fragmentario de la misma. El término indicio no serfa aplicable en este caso. Considerando el asunto en un caso completa- mente inverso a éste podemos ver en qué consiste propiamente un indicio. Es posible imaginar la plé- tora de documentos probatorios que puede haber dejado tras de su muerte un poeta, por ejemplo, de quien alguien estuviese escribiendo una biogra- fia: habria en ella libros y articulos del poeta y so- bre él; revistas, fotografias, papeles oficiales de todo tipo; diarios intimos, confesiones secretas, corres- pondencias, lo mismo semipiiblicas que {ntimas 0 incluso clandestinas; casas, jardines y espacios in- teriores disefiados a su gusto; prendas de vestir, ma- nusctitos, dibujos de su propia mano, colecciones de objetos, ex-esposas, grupos de deudos y ami- £205; testimonios sobre dl, a favor en contra, etcé- tera, eteétera. Pero con todo lo abrumadora que fuera la cantidad de pruebas fehacientes de todas y cada una de las afirmaciones del bidgrafo, sobre todos los puntos y todos los dmbitos de la vida del poeta, ella no seria suficiente para declarar innece- sario el recurso a los indicios que el poeta haya podido dejar detrés de sf. Es mas, al contratio, tal exceso de pruebas harfa patente la urgencia de tra- tarlas a todas como si fueran indicios. En efecto, al ser empleados como pruebas del discurso biogrifico, los documentos sélo muestran su cara manifiesta 0 luminosa; todos ellos tienen, sin embargo, al mismo tiempo, otra cara, una cara oculta, que esté en lo obscuro y que los convierte necesariamente en indicios. ¥ ¢s que el carécter de indicio no le viene al documento de su precarie- dad, 0 de su fragmentariedad, de una insuficien- cia cuantitativa suya, que le impida cumplir con el ideal de ser una prueba plena. Le viene simple y llanamente del hecho de ser una huella humana. No es asi la fragmentariedad o la insuficiencia de un dato lo que hace de ¢l un indicio, sino la funcién sustitutiva o de reemplazo que debe cum- plir. El indicio es un dato que esté alli en lugar de la prueba que falta o mas alld de la prueba existen- te. A partir de un indicio no se reconstruye un hecho, como en la paleontologfa, sino que se lo *[31)* itrahis i Contrahistoriag supone. El indicio invita a la interpretacién y, an- tes que nada, a la interpretacién de la circunstan- cia que hace que 1 deba estar ahi, en lugar o més. alld del dato pertinente, supliendo la ausencia, 0 incluso la presencia, del mismo. El indicio incita a buscar algo que por alguna razén no ha dejado restos suyos, sino s6lo huellas indirectas, algo que por alguna razdn estuvo impedido de manifestar- se, algo que tuvo prohibido mostrarse, algo que era necesario ocultar. La ciencia natural, a la que por definicién su- ponemos libre de antropomorfismos, descubre in- terconexiones entre los datos de lo real. La ciencia histérica, en cambio, como dice Ginzburg, descu- bre intenciones entre esos mismos datos de lo real, alos que reconoce por ello el cardcter de indicios. Irremediablemente antropomérfica, sospecha una intencién obstructora en la realidad aparente: si ésta tiene la caracteristica de ser polisémica y hui- diza, seria porque en ella hay una intencién de confundirnos, de engafiarnos, de desviar nuestra atencién por el lado equivocado. Es por ello que la ciencia histérica no puede més que adoptar una actitud equivalente y, desconfiando de los datos que la realidad histérica entrega por si misma, dis ponerse a atraparla alli donde ella est despreveni- da, en los Japsus de su apariencia, en los gestos sintomidticos que se le escapan, en los puntos de ctisis de su repertorio de pruebas, en los indicios que deja inadvertidamente. La idea de esta aproxi- macién indiciaria a la realidad histérica parte del supuesto psicoanalitico de que lo que se hace sin querer, revela, no obstante, lo que se quiere hacer y se puede hacer, pero no esta permitido hacer. Podrfamos decir que la condicién epistemolé- gica de la validez del paradigma indiciario de Ginz- burg serfa la siguiente: lo real histérico es constitu- tivamente enigmatico, oculta algo, su verdad apa- rente es sospechosa. Es decir, los datos no sdlo son siempre insuficientes, sino que estén ahi para en- gafiar, Habria asf un cardcter indiciario fundamen- tal de la realidad social ¢ histérica, que deriva del hecho de que lo humano en general tiene siempre algo que ocultar. El antropomorfismo de las cien- cias sociales estaria justificado, porque efectivamen- te la realidad humana, social ¢ histérica en gene- ral, tiene algo que ocultar. ¥ si existen los indicios, 5 porque esa realidad humana aparenta ser algo que no es; aparenta una armonia interna, consigo misma, y una armonfa externa, con lo otro, que esti lejos de ser real. Se trata —quisiera sugerir— de la misma condicién epistemolégica que preva- lece en la argumentacién de Walter Benjamin cuan- do escribe que todo documento de cultura, toda prucba luminosa de la excelsitud de la historia hu- mana, tiene una cara oculta que hace de él, al mis- mo tiempo, un documento de la barbaric de esa historia, una cara que sdlo resulta sospechosa a par- tir de indicios que hay que saber detectar. De acuerdo a la condicién epistemolégica su- puesta bajo el “paradigma indiciario” que guia a Carlo Ginzburg en su prictica de la microhisto- ria, la realidad histérica es efectivamente enigmd- tica y sus verdades evidentes son siempre sospe- chosas, porque la constitucién misma de lo hu- mano est ocultando algo inconfesable, que sdlo sale a la luz a pesar suyo, en los puntos fallidos de sus obras, Es de suponerse que es al fundamento de esta condicién epistemolégica del ‘paradigma indiciario” al que él se refiere cuando habla de cier- tas “implicaciones extra-historiogréficas” del mis- mo, que se abren hacia “horizontes muy lejanos”. El fundamento de la condicién epistemol6gi- ca del paradigma indiciario esté en el ocultamien- to que la sociedad humana debe hacer de la con- tingencia desu humanidad y del mundo de la vida humana asf como de la contingencia de su identi- dad y de la figura identitaria que tiene ese mundo en cada caso. Un ocultamiento que resulta indis- pensable para la vigencia practica de las institu- ciones sociales puesto que sélo gracias a él la so- ciedad puede legitimarlas como “naturales”, es decir, como configuradas en armonfa con las for- mas impuestas por la naturaleza. La sociedad humana debe ocultarse a si mis- ma, el hecho de que las formas de su vida y de su mundo no provienen de la naturaleza, ya que son formas que se han levantado y se han construido a partir de las naturales, pero yendo mas alld de ellas, contradiciéndolas, trascendiéndolas, Lo humano no es natural, sino trans-natural; no tiene la justi- ficacién ni el fundamento de lo natural, y sin em- bargo, si quiere sostenerse, debe fingirse natural o derivada de lo natural. Todas las identidades humanas son variaciones en tomo de una transnaturalizacién de la natura leza. Toda figura social implica una represién de las pulsiones naturales del cuerpo social, un cons- trefiimiento y un desvio de las facultades natura- les, y un cultivo excesivo de ciertas de ellas y una tepresin de otras. Y es justamente esto lo que tie- ne que ocultar la realidad humana, el hecho de que no es natural, de que incluso se levanta sobre el sactificio de lo natural. El comportamiento humano esté por exo leno de lapsus, leno de actos fallidos, de puntos y momentos en los cuales hace crisis la confi- guracién dentro de la que se desenvuelve. Los indicios de los que habla Ginzburg deri- van su cardcter indiciario de esta constante de la historia humana a la que se refiere Walter Benja- min en sus Tesis “Sobre el concepto de Historia”, al hecho de que viene siendo la historia de la re- presién y el dominio de una parte de la sociedad sobre el resto de la misma, una historia que se pien- sa.a si misma bajo el supuesto de una legitimidad natural de esa injusticia, El sexto sentido del historiador, su vocacién, el “olfato”, la perceptividad ante los indicios del pa- Imago @f) Mundi sado, de la que habla Ginzburg, le vienen de su compromiso con el presente como un presente car- gado de fuerza mesidnica, conectado con ese pasa- do y con el futuro frustrado de ese mismo pasado. “Nada de lo que alguna vez acontecié deberfa dar- se por perdido”, escribia Walter Benjamin, Siem- pre puede haber un momento reactualizador que, al invocarlo, al “citarlo”, lo rescate del olvido, de la nada, del estado de simple resto 0 ruina en que ha quedado. El historiador es el que compone narta- ciones del pasado capaces de ofrecerle al lector posibilidades de percibir la “débil fuerza mesidni- ca” que hay en él, y que lo conecta con algin mo- mento de ese pasado, cuyo conflicto irresuelto pue- de resolverse en y con el conflicto del presente. El indicio no esté ahi para permitir al historia- dor la reconstruccién del todo de un documento; esta ahf para oftecerle la posibilidad de interpretar el sentido de un acontecimiento, y sélo a través de i, de conocer la realidad del mismo, =TRES= Un ejemplo muy especial del uso del “paradigma indiciario” —un uso por lo dems avant la letire—, es aquél que puede reconocerse en una obra del siglo XIX, en El Capital, de Karl Marx. Dada la confusién que reina entre los marxé- logos acerca del género al que habria que adscribir este libro, que el mismo Marx define como "criti- ca de la economia politica’, podemos permititnos suponer —sobre todo teniendo en cuenta que Marx decfa en su juventud que no existe otra ciencia més que la ciencia de la historia—, que es un libro en el que de una manera u otra se practica la escritura de la historia. Y Marx es el iniciador de ese tipo peculiar de discurso al que hoy conocemos como el discurso critico sobre la modernidad. La afirmacién que quisiéramos hacer es que el discurso critico de Marx es un discurso que em- plea necesariamente el “paradigma indiciario” y que descubre, en la ambivalencia de lo moderno, aquel momento de barbarie desde cuyo pasado se proyecta un reclamo mesidnico sobre el presente. En efecto, lo que Marx hace en esta, que es su cobra mds importante, es precisamente partir de lo que podria llamarse una actitud de sospecha ante la realidad descrita y explicada por la ciencia de la economia politica. La realidad econédmica esta ahi, y la ciencia eco- némica nos dice que el mundo de la riqueza obje- tiva de la sociedad se comporta de acuerdo a un cierto patrén que es el que se describe en la f6r- mula general del capital. $i hablamos de la rique- za moderna, nos referimos a una riqueza muy es pecial, que no consiste en un conjunto estitico de objetos valiosos de un tipo u otro, sino en una suma dindmica de dinero. La riqueza moderna existe bajo la forma de una suma de dinero, que std siempre en proceso de cambiarse por merean- cfay de recambiarse luego nuevamente en dinero, pero de una magnitud incrementada, es decir, de una magnitud que trae consigo un plusvalor o una plusvalfa. D-M-D’, Dinero - mercancfa - dinero incrementado, esta es la “férmula general del ca- pital” y esta la figura en la que existe la riqueza de la sociedad en la época moderna. ming, “1331” ContrahistoriaS Marx afirma que este comportamiento resulta sospechoso, y lo hace porque descubre en él un indicio, es decir, porque encuentra una falla sinto- mitica en la apariencia de la riqueza social moderna. Ese indicio consiste en una paradoja. Es ab- surdo, dice M, que ese plus de valor, que esa plus- valfa que ha engrosado al dinero del propictario capitalista cuando lo recibe finalmente por la ven- ta de su mercancfa sea una cantidad de valor cuya existencia es inexplicable de acuerdo a las leyes de la circulacién mercantil dentro de la que ella apa- rece, y que, no obstante, sea una cantidad de valor que sélo puede aparecer precisamente en esa cir- culacién mercantil. El plusvalor no puede y sin embargo, paradéjicamente, tiene que darse en la circulacién mercantil. Examinada por Marx como un indicio, como una falla sintomética, como un lapsus del com- portamiento capitalista de la riqueza social, esta paradoja revelard una realidad fundamental de la economia moderna, y de la vida y el mundo de la vida social que se levantan sobre ella. Marx con- vierte ese que ser4 el indicio inicial de su critica de la vida econémica moderna, esa paradoja, ese ab- surdo, en un problema, cuya solucién esté para él en la teoria del modo de produccién capitalista. Convierte esa paradoja en problema cuando al analizar la férmula general del capital, encuentra que en ella el término central, el de la mercancia comprada y revendida por el capitalista, es un tér- mino que confunde dos tipos diferentes de mer- cancias, el de las mercancias comunes y el de las mercancias «milagrosas», es deci, el de las mer- canefas que generan valor mientras son consumi- das, Este tiltimo tipo es el de la mercancia fuerza de trabajo. La férmula general del capital, al tra- tar a la fuerza de trabajo como si fuera una mer- canefa comiin y corriente, esconde 0 mistifica el hecho escandaloso de que la civilizacién moderna descansa en la conversién forzada de M que es el sujeto, en M proceso productivo, en mero objeto del mismo. Por eso, concluye Marx, que las rela- ciones mercantiles entre los miembros de la socie- dad civil son mantenidas y reproducidas por la acu- mulacién del capital, con la funcién precisa de construir la apariencia de un trato entre iguales, para lo que es en realidad un trato desigual entre explotadores y explotados. Los comunistas, segiin Marx, “citaban” también “del pasado”; citaban ese acontecimiento en el que los propietatios de los medios de produccién fue- ron expropiados de los mismos, privados de su su- jetidad y convertidos asi en meros objetos. La “ex- propiacién de los expropiadores”, de la que trata al final del primer tomo de El Capital, era, segin i, el modo en que los comunistas “citaban” aquel acontecimiento, y el modo en que, al citarlo en su préctica, cumplian también, mesidnicamente, con la cita 0 compromiso de encuentro establecida a través del tiempo con esos expropiados y enajenados. El intento de articular la propuesta de Carlo Ginzburg de un “paradigma indiciatio” para la es- critura de la historia, con la idea de Walter Benja- min de que la imagen verdadera del pasado sélo se da cuando el historiador es capaz de citar ese pasa- do desde un presente que se asume en el “instante del peligro”, es un intento que obedece a la pre- ocupacién del propio Ginzburg, de no dejaral “pa- radigma indiciario” en el plano de la simple me- todologfa, al que pareceria pertenecer. El “para- digma indiciario” sélo se emplea adecuadamente cuando —como hizo Karl Marx hace 150 afios— los indicios que descubre se refieren a aquello que el continuum hist6rico establecido tiene que es- conder ante todo, al hecho de que la barbarie ha tenido que ser hasta ahora la cara oculta de todas las maravillas del progreso. Se trata de una fuerza mesifnica “débil”, ¢s de- ir, no apocaliptica sino localizada y fechada, que aparece en todos los presentes de cada uno de los individuos sociales. Todos ellos son justamente in- dicios de que la realidad humana es una realidad contradictoria, que se levanta a partir de una ne- gacién, que podrfamos llamar dialéctica, de lo na- tural. Se trata entonces del ocultamiento de la fal- ta de necesidad natural de lo humano, de que st presencia en la naturaleza implica la necesidad del sacrificio o de la represién de las pulsiones natura- les, las mismas que estan siendo transnaturalizadas en lo humano, Se trata del ocultamiento de la ar- bitrariedad de los ideales de los valores positivos admirados por ella, que permean toda su vida. Y sce seria el fundamento del paradigma indiciario. ® w>-sodn-a @>=4z00 |>_ CARLOS A. AGUIRRE ROJAS *& es Contribucion a la historia de la microhistoria italiana a>-ROtu-z @>s4s00 «Si el hombre se estudiara en primer lugar a si mismo, veria que es imposible ir mis alld. ;Cémo puede una parte conocer el todo? (...) Si embargo, creo que ¢s imposible conocer las partes sin conocer el todo, y también que es imposible conocer el todo sin conocer particularmente las partes». Blaise Pascal, Pensamientos, c. 1660. INTRODUCCION a microhistoria italiana, la més importan- te corriente de la historiografia italiana de todo el siglo XX, vive desde hace més © menos una década, una situacién que a primera vista se presenta como algo panaddjica. Porque, al mismo tiempo que, de un lado, en miiltiples his- toriografias nacionales de todas partes del mundo, se comienza a debatir, traduciry recuperar los apor- tes principales de esta corriente de los microhisto- riadores italianos, del otro lado, varios de sus re- presentantes mds importantes y afamados mundial- mente, declaran explicitamente que dicho proyec- to microhistérico ya no existe més, siendo algo del pasado cuyo ciclo de vida ya ha concluido, en vir- tud de que ellos mismos, ahora, 0 incluso desde hace varios afios, ya no practican més esa visién microhist6rica.! Entonces, si de una parte vemos que se organi zan Coloquios 0 Conferencias sobre la microhi toria italiana en Dinamarca, Uruguay, Estados Uni- dos, Islandia, Brasil, Francia, México, Holanda o Argentina, y que los libros de algunos microhisto- riadores se traducen lo mismo al biilgaro o al chi- no, que al finlandés o al espafiol, por otra parte pareceria que no demasiadas personas leen y con- sultan sistematicamente los nuevos ntimeros de la revista Quaderni Storici, al mismo tiempo que muchos miembros de la actual generacién de hii toriadores italianos que impulsan y construyen efec- tivamente esta revista, resultan muy escasamente conocidos para el gremio de los historiadores,fuue- ra de los limites acotados de la propia peninsula italiana. De este modo, mientras esa microhistoria ita- liana gana cada vez més presencia y difusién inter- nacionales, afirmindose como uno de los “polos fuertes” de la innovacién historiogrdfica en el ilti- mo cuarto de siglo, al mismo tiempo sus represen- A " Asi, mientras los libros de Carlo Ginzburg estén, por ejemplo, ya traducidos a veinte diferentes lenguas, y mientras que la ‘microhistoria italiana” forma ya parte de cualquier programa de un curso serio y actualizado sobre la historia de la historio- sgtafia del siglo XX, Giovanni Levi puede declarar, en una entrevista en Argentina en noviembre de 1998, que “...yo creo que hoy nadie hace microhistoria, Hay una ctisis de la microhistoria...” (en la entrevista a Giovanni Levi "Crisis y resignificacién de la microhistoria. Una entrevista a Giovanni Levi”, en la revista Profiszoria, nim. 3, Rosario, 1999, p. 187), al tiempo que Edoardo Grendi hablaba explicitamente de la “préctica disolucin institucional” del grupo de los microhistoriadores origina- les y del recambio generacional acontecido a inicios de los afios noventas, sefialando la existencia de “un periodo dureo” de esa microhistoria italiana, slo “entre 1976 y 1983” (en su articulo, Edoardo Grendi, “Repensar la microhistoria”, en revista Entrepasados, nism. 10, Buenos Aires, 1996, pp. 131-32 y 136). Igualmente, Carlo Ginzburg, en una reciente reflexién ContrahistoriaS tantes més importantes y emblemiticos parecerian alejarse o hasta deslindarse un poco de dicha mi- crohistoria italiana, afirmando itinerarios intelec- tuales que en la actualidad ya no parecen confluir en el proyecto colectivo de dichos Quaderni Stori- ci, 0 del grupo mas joven nucleado en torno de esta misma revista. {Como es posible explicar esta situacién apa- rentemente paradéjica? Ha concluido efectiva- mente el proyecto intelectual colectivo de la mi crohistoria italiana? ;O més bien se ha “atomiza- do” ese proyecto, para prolongarse en varios peri- plos intelectuales individuales de sus principales representantes? Y en cualquier caso, ;qué representa entonces la actual generacién de historiadores agru- pados en tomno de la revista Quaderni Storici? :Es tun proyecto intelectual distinto de aquel que dio vida a la corriente historiogrifica de la microhisto- ria italiana? ,O es el proceso de su decadencia y ocaso? {O quiz también, se trata de una genera- cién mis joven que se dedica sobre todo a “apli- car” de forma genérica y tal ver tun poco “débil” las lecciones de esa misma microhistoria italiana, pero sin introducir ya nuevas teméticas y nuevos pro- blemas histéricos, pero sobre todo sin desarrollar nuevas contribuciones metodolégicas, tebticas, con- ceptuales y epistemoldgicas que innoven, transfor men y entiquezcan la prictica misma del oficio de historiador? Ya partir de esto zcudl es entonces la situacién actual y los posibles destinos futuros inmediatos de esta corriente historiogrifica microhistérica ita- liana? 2Y cudl su contribucién més general a los estudios histéricos més contemporineos? Para resolver estas interrogantes, puede resul- tar itil adentrarse un poco en la historia general de esta misma microhistoria italiana, intentando establecer tanto las condiciones generales de su gé- nesis especifica dentro de la cultura y la historio- ¢grafia italiana de los afios sesentas y setentas, como también las posibles etapas de su complejo periplo intelectual, junto al esbozo general de sus rasgos mas esenciales y de sus principales aportes meto- dolégicos, tesricas ¢ historiogrificos. Los Contextos Posteriores a EEEss y la microhistoria Italiana Resulta claro, a la luz de los tiltimos treinta y cinco afios transcurridos, que lo mismo el complejo pro- yecto historiografico de la microhistoria italiana, que la gran mayoria de los cambios principales que la historiografia mundial ha vivido en estos mis- mos siete lustros recientes, detivan todos ellos, en una gran medida, de los impactos y de los contex- tos culturales especificos que, en todo el mundo, ha creado la importante revolucién cultural plane- taria de 1968. Una revolucién de profundas con- secuencias civilizatorias en todas las sociedades del planeta, que al transformar radicalmente a todo el conjunto de las estructuras culturales de las diversas sociedades contemporiineas,? modificé igualmen- te de manera radical todo el paisaje de lo que ha- bian sido y son ahora los estudios hist6ricos de to- dos los paises del mundo. Porque a tono con los cambios profundos de la cultura entera de las distintas sociedades naciona- gece retrospectiva de su propio itinerario intelectual, luego de afirmar que “a la formacién de la microhistoria he contribuido también yo, junto a otros estudiosos que se reunieron en torno de la revista Quaderni Storie: Giovanni Levi, Carlo Poni, Edoardo Grendi’, se pregunta claramente: *:por qué me he alejado répidamente de ese grupo?” enfatizando que al sumergir- se de lleno en el proyecto de los aftos ochentas, que en 1989 se concretaré en su libro Historia Nocturna, habria dado un “salto que era bastante considerable: era el salto desde la microhistoria hasta la macrohistoria” (en su “Prefacio” al libro Tentarivas, Ed, Universidad Michoacana, Morelia, 2003). De este modo, a la vez que la microhistoria gana espacios y se difunde con fuerza en todo el mundo, sus principales representantes la declaran ya inexistente, en crisis, mis alli de su “periodo durco” 0 lejana a sus itinerarios intelecruales actuales. » Sobre esta revolucién cultural de 1968, y sobre su caracterizacién més general, cft. Femand Braudel, “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones de larga duracién”, en La Jornada Semanal, mim. 226, octubre de 1993; Immanuel Wallers- 968: revolucidn en el sistema-mundo. Tesis ¢ interrogantes", en Esrudios Socioligicos, nim. 20, México, 1989, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “1968: la gran ruptura” en el libro Breves Ensayos Criticos, Ed. Universidad Michoacana, Morelia, 2000, y “Repensando los mavimicntos de 1968”, en el libro 1968: Races y Razones, Ed. Universidad Aurénoma de Ciudad Judrez, Ciudad Judrez, 1999. 1968 > Sobre estos procesos generales que 1968 provoca en la historiografia, cfr. Carlos A. Agu n la historiografia oceidental” en Itinenaris de lt historiografia del siglo XX, Ed. Centro Juan Mati y Frangois Dosse 4 Sobre este punto cfr les, se transformaron también todas las his- toriografias del orbe, reproduciendo enton- ces en su propio seno y siempre de maneras diferenciadas y singulares, una serie de ras- gos o procesos genenales que, con sus especi- ficidades, también se hicieron presentes en Italia, contribuyendo asf a crear el contexto propicio para la génesis y ulterior desarro- lo de la microhistoria italiana. Cambios fundamentales en la historio- grafia mundial, que abarcan desde una mo- la que en estos tiempos sélo presté atencién a los procesos y tendencias “generales”, “nacionales”, “unificadoras” de la vida social italiana, mientras que ignoraba o minimizaba a esas mismas realida- des locales o particulares ya referidas. Por eso, y como una reaccién casi natural, la derrota del fascismo en Italia, realizada aqui por parte de un potente movimiento social interno, y ho por una intervencién “externa”, representé tam- bién el renacimiento y luego un nuevo florecimien- to y multiplicacién tanto de las culturas como de las historias, las historiografias locales y regionales mis diversas. Y dado que en dicho movimiento de la resistencia italiana —que en toda la zona norte de Italia fue peledndole y ganéndole al fascismo aldea por aldea, ciudad por ciudad, y cada metro de territorio italiano en disputa—, los grupos he- geménicos eran los grupos de la izquierda, enton- ces también es explicable que toda la cultura y la historiografia de la Italia liberada de los afios in- mediatos de la segunda posguerra, estar fuerte- tefiida por una vasta difusién y hasta pre- dominio de esas visiones criticas, progresistas y de Imago @ Mundi izquierda, que abarcan desde el marxismo ortodoxo de los comunistas italianos hasta las posiciones de los liberales honestos con més sensibilidad hacia las cuestiones sociales y mds hacia la izquierda, y pasando por algunos marxistas crfticos no afiliados al PCI, por los anarquistas, los muiltiples grupos estudiantiles radicalizados, los obreristas, 0 las mas diversas variantes de muchisima gente “con clara sensibilidad de izquierda”.2° Gran peso de la cultura de izquierda, en su més laxa acepcién, en esa Italia posterior a 1945, que vaa verse reforzada con el hecho de que, entre 1945 y 1972-73, todo el mundo, y por lo tanto también toda Europa e Italia, van a vivir una clara y fuerte fase expansiva del ciclo econémico Kondratiev. Fase expansiva que no sélo hard crecer los indicadores de la inversién, el empleo, el salario real, la indus- trializacién y la urbanizacin de todas las econo- mias y también de la italiana, sino que provocaré igualmente, con esa industrializacién creciente, un reforzamiento y un importante paso adelante de la presencia social del movimiento obrero dentro de la sociedad italiana de aquellas épocas. Y asi, al mismo ritmo que en otras partes del mundo va a generar los “treinta afios gloriosos” de la economia francesa, el “milagro japonés”, el fuerte “desarrollo estabilizador” mexicano o el “subimperialismo bra- silefio”, entre tantos otros casos que podriamos mencionar, en Italia va a crecer también la indus- tria y la economia, y con ellas el papel social de la clase obrera, y también, por vias complejas y diff- ciles de reconstruir, uno de los varios estfmulos in- directos que junto a muchas otras condiciones han hecho posibles las transformaciones generales im- portantes que van a vivir tanto la cultura como la historiografia marxistas italianas posteriores a esa segunda guerra mundial. Lo que ademés, y en una suerte de curiosa “ca- rrera de relevos” va a combinarse con el hecho de que, después de la segunda guerra mundial, el “cen- ee A ® Sobre este punto, eft: l ensayo de Fulvio Di iorgi, “La storia locale nella storiografia italiana’, antes citado. ® Sobre este predominio de la cultura de izquierda y sobre su influencia en la historiografia italiana de la segunda mitad del siglo XX, eft. Renzo de Felice, “La historiografia sobre la época contemporinea en Italia después de la segunda guerra mundial” y Daniela Coli, “La historiografia italiana y el marxismo”, pero igualmente los dos comentarios erfticos a este liltimo ensayo, de Alberto Caracciolo “Algunos comentarios al trabajo de Daniela Coli: ‘La historiografia italiana y el marxis- mo”, y de Pasquale Villani, “Los avatares de la historiografia italiana: continuidades y fracturas”, todos en el libro La istoriograpia italiana contemporénea, Ed. Biblos, Buenos Aires, 1990. “T491* ContrahistoriaS a" tro de gravedad” del desarrollo del marxismo den- tro de Europa, va.a desplazarse desde su zona norte y desde el espacio germanoparlante en donde se radicé desde 1870 y hasta aproximadamente 1933, hacia el mundo mediterréneo europeo occiden- tal, y especialmente hacia Francia e Italia. Porque ¢s claro que, si en la primera mitad del siglo XX, los epicentros del marxismo europeo estén en Aus- tria, con el rico y variado austromarxismo, 0 en ‘Alemania, que atrae hacia s{ misma a los mejores marxistas htingaros, polacos u holandeses, desa- rrollando autéctonamente desde el marxismo re- volucionario aleman hasta el elaborado proyecto de la Escuela de Frankfurt, en cambio después de 1945, y frente al eclipse de ese marxismo de ma- triz germana provocado por el ascenso del nazis- mo y por el forzado exilio de muchisimos brillan- tes intelectuales marxistas que lo acompaiia, se- rdn de un lado Francia, desde Roger Garaudy hasta Luis Althusser, ¢ Italia, desde Galvano della Volpe 0 los Quaderni Rossi hasta el grupo de I Manifesto, los nuevos epicentros de los mas originales y creativos desarrollos importantes del marxismo dentro de esa Europa occidental de la segunda posguerra.” De este modo, y dentro de este triple marco ya referido, de una presencia fuerte y hasta dominan- te de la cultura de izquierda en su acepcién mas amplia, de expansién y crecimiento de la clase obre- ra, del movimiento obrero y del movimiento so- cialista italiano, y de un florecimiento importante del marxismo dentro de la peninsula, es que Italia va a vivir su trdnsito especifico, también cumplido por otras naciones europeas y no europeas en dis- tintos momentos del siglo XX, desde una historia predominantemente politica, y atin fuertemente episddica 0 événementielle, hacia una verdadera y orgénica historia social abierta y fecundada por la sociologia, la demografia, la antropologfa, la eco- noma o la psicologia, entre otras. Y serd justamente en este clima, de un amplio debate historiogrifico de miiiples y variadas pos- turas de izquierda, en torno a los temas de la his- toria del desarrollo del capitalismo italiano, de la historia de los tréficos mercantiles de las ciudades italianas, de las formas de articulacién y construc- cién de un mercado nacional, de la formacién, desarrollo y papel del Estado italiano, y hasta de la historia misma del movimiento obrero y del so- cialismo italianos, pero también de la caracteriza- cién critica del fenémeno cultural del Renacimien- to, del estudio de los grupos heréticos en Italia, de una rica historia critica de los itinerarios del arte italiano, o de diversos estudios sobre las elites po- liticas, culturales © artisticas de la Italia moderna 0 contemporinea, entre otros, dentro de este cli- ma de amplio debate historiogrifico de izquierda es que van a formarse inicialmente los principales representantes de la microhistoria italiana, la que en consecuencia, habr de escribir sus principales contribuciones historiogrificas tomando necesa- riamente en cuenta y encuadrindose, hasta cier- to punto, dentro de estos pardmetros fijados por dichos debates marxistas y socialistas sobre la explicacién histérica de la economia, la socie- dad, la politica y la cultura de Italia en sus dis- tintas épocas."* Porque al leer los libros més importantes de esa microhistoria italiana, resulta claro que las hipéte- sis macrohistéricas y los modelos y categorias ge- nerales que ellos intentan revisar, criticar y refor- mular, a partir de la aplicacién del procedimiento microhistérico y del experimento historiogrifico realizado en la escala reducida de anilisis, son en su inmensa mayoria las categorias, modelos e hi- pétesis postulados 0 establecidos dentro y desde A gee * Sobre estos desplazamientos de los epicentros del marxismo en el siglo XX, cft. Perry Anderson, Consideraciones sobre el ‘marxismo occidemtal, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1978 y Tras las huellas del materialisme histérico, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1986. ‘También nuestros ensayos, Carlos Antonio Aguirre Rojas, “De Annales, marxismo y otras historias: una visidn desde la larga duracién” y “De los Annales revolucionarios alos Annales marxistas", ambos en el libro Itinerarios de la histriografta del siglo XX, antes citado. ™ Para tener una idea de la variedad de estas posiciones del debate historiogrifico de izquierda que antecede a la micrchistoria italiana, y en la que se educan todos sus representantes principales, cf, la Antologia critica de textos compilada por Luigi Masella, as{ como su propia Introduccidn a esta misma Antologia, en el libro Pussato ¢ presente nel dibattto storiografico, Ed. De Donato, Bari, 1979, “1501 * esos debates y esas obras de la historia social italia- na de los afios cuarentas, cincuentas y sesentas. Un auge y desarrollo importantes de la histo- tia social, en sus distintas ramas y expresiones, te- fiido claramente por una inclinacién y fuerte pre- sencia de las po- siciones y de la de i quierda que, en- ure sus multiples tareas, tendré también la de ha- cer un balance, ¢ incluso hasta cier- to punto un de- terminado “ajuste de cuentas”, tanto con las més importantes tradiciones historiogréficas italianas anteriores y posteriores a esa segunda guerra mun- én con la que ha sido sin duda la mis fuerte e impactante tradicién historiografica externa, presente ¢ influyente dentro de la histo- riografia italiana del siglo XX. Es decir, hacer un balance eritico, de un lado, primero con la heren- cia de la historiografia de la escuela de Benedetto Croce y en segundo lugar también con toda la obra y el legado intelectual de Antonio Gramsci, y del otro, con la influencia, ecos y compleja difusién y recepcién en Italia de la mal llamada “Escuela de los Annales”. Ya que es claro que hacia los afios de 1945- 1968/72-73, las tradiciones internas més impor- cantes que coexisten dentro de la historiografia ita- liana son, de un lado la obra y la escuela de Bene- detto Croce, y del otro la tradicién gramsciana. Porque més allé de su complejo itinerario intelec- tual y de los giros ideoldgicos y politicos de su complicado periplo general, Croce se ha afirmado como un referente esencial ¢ imprescindible de los estudios histéricos italianos, no sélo por su traba- jo organizativo de fundar y dirigir la revista La Critica, de proyectar enormemente a la Editorial Laverza, o mas tarde de fundar en Népoles un Ins- tituto de Estudios Histéricos, sino sobre todo por cultura dial, como tam! en la cultura y en la “Reconsideracién de B. Croce (1866-1952)", en el libro Ensayos de historiografta antigua y moderna, Ed. Fondo de Econémica, México, 1993. Para apreciar la riqueza de la perspectiva del propio Benedetto Croce, véase por ejemplo st lib Teoria historia de la historiografia, Ed. Imén, Buenos Aires, su trabajo teérico que, apoyéndose por ejemplo en una creativa y singular recuperacién de la obra de Hegel, terminaré desembocando en la crea- cién de su propia filosofia y de su propia teorfa de la historia, que van a proyectarse en obras de his- toria historio- graffa que serén fundamentales dentro de toda la cultura italiana del siglo XX, obras que forma- rin a varias gene- raciones de histo- riadores ¢ incluso de cientificos sociales en general, convirtiéndose en elementos ineludibles del debate historiogréfi- co italiano del siglo XX” Por otra parte y de modo paralelo a esta di- fusin e influencia de la perspectiva crociana, la historiograffa italiana de la segunda posgue vido también el impacto de la obra de Antonio Gramsci, la que al comenzar a publi- carse completa después de 1948, incluyendo to- dos los escritos de Gramsci y también sus céle- br cuarentas y cincuentas, desencadené una vasta y multiple recuperacién critica de este mismo legado gramsciano, que fue utilizado lo mismo para confrontar y criticar a la recién menciona- da perspecti partir del libro de Gramsci editado en 1949 y titulado La filosofta de Benedetto Croce y el materialismo histérico—, que para retomar el debate en torno a la central “cuestién meridional” dentro de la historia de Italia, pero también para leer ciertos problemas y fragmentos de a historia italiana y de la si- tuacién entonces contemporinea de la penin- tra ha es “Cuadernos de la Cércel”, durante los afios sula, desde las claves de los conceptos gramscia- nos de dominacién y hegemon‘a, de culturas hegeménicas y de culturas subalternas, del papel de los intelectuales orginicos y de su vinculo con las diversas clases sociales y con el Estado, de las historiografia italianas cfr. el ensayo de Arnaldo Momigliano ulrura sd. (s1]* te Contrahistoria§ hipétesis sobre la formacién de un cierto blo- que histérico y también del papel de la guerra de posiciones y de la guerra de movimientos, lo mismo que de la distincién entre la filosofia de la praxis y la filosofia del sentido comin, entre varias otras, Fuerte impronta gramsciana dentro de la his- toriografia italiana de la segunda posguerra, que se hace evidente en la fundacién de la revista Stu- di Storici en 1960, fundacién realizada por el pro- pio Partido Comunista Italiano que habré de com- plementarse con el establecimiento del Instituto Gramsci, proyectos que de un modo muy explici- to declaran su intencién de tratar de recuperar di- cho legado de Antonio Gramsci, y més en general del marxismo, para la historiografia y para la cul- tura italiana de aquellos tiempos. Recuperacién de la herencia gramsciana que, por ejemplo, re- aparece también en la sutil y compleja repro- blematizacién de las relaciones entre cultura he- geménica y culturas subalternas Ilevada a cabo por Carlo Ginzburg en sus primeros trabajos, especialmente en los libros de / benandanti y de El queso y los gusanos.® Movigndose entonces dentro de estos dos pa- rametros internos principales, que son la herencia ctociana y el legado gramsciano, la historiografia italiana de la segunda posguerra se ha visto tam- bién influenciada, de manera importante, por la historiografia francesa en general, y més especial- mente por los trabajos y las contribuciones de la mal llamada “Escuela de los Annales”. Pues es bien sabido que, desde antes de la segunda guerra mun- dial la historiografia italiana ha sido particularmen- te receptiva respecto del proyecto innovador de los “primeros Annales”, lo que se atestigua en el he- cho de que de los 500 suscriptores regulares de esos Annales de los afios de 1929-1939, aproximada- mente 100 eran suscriptores italianos, un dato que ha sido varias veces subrayado por el propio Fer- nand Braudel. Mostrando entonces una particular “afinidad electiva” con esa historiografia francesa de vanguar- dia de la corriente annalista, un sector importante de los historiadores italianos de la segunda pos- guerra va no s6lo a intentar publicar, antes que en Ja misma Francia, el “Manuscrito Interrumpido” del libro inconcluso de Marc Bloch Apologta pana Ja historia 0 el oficio de historiador —proyecto fa- Ilido que sélo se concretaré finalmente en 1950, un afio después de la edicién francesa original de 1949—, sino que también va a editar, en 1953 y s6lo cuatro afios después de su edicién original fran- cesa, el bello libro de Fernand Braudel sobre El Mediterraneo y el mundo mediterrdneo en la época de Felipe 1? Por ello, cuando el X Congreso Internacional de Ciencias Histéricas se celebra en Roma, en 1955, con la asistencia personal del propio Fernand Brau- del, uno de los ejes centrales de este Congreso y de sus secuelas intelectuales inmediatas, es el de una cierta confrontacién y comparacién, interesante y cargada de ulteriores consecuencias, entre, de un lado la historiografia més avanzada y de izquierda fF % Sobre esta influencia de Gramsci en la historiografia posterior a 1945, eft. el articulo de Alberto Caracciolo “La prima " en Quaderni Storici nim. 100, 1999. También los ensayos de Fulvio di Giorgio “La storia locale nella storiogra- citado, de Renzo de Felice “La historiografia sobre la época contemporinea en Italia después de la segunda guerra mundial”, citado, y el libro compilado por Luigi Masella, Passato ¢ Presente nel dibarrito storiografico, citado. Sobre la presencia del legado gramsciano en el modelo de historia cultural de Carlo Ginzburg, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “A modo de introduccién: £1 quero y Jos gusanes: un modelo de historia critica para el estudio de las culeuras subalternas” en el libro Temeativas, igualmente ya mencionado, y también las propias declaraciones de Carlo Ginzburg en varios de sus textos 0 centrevistas, por ejemplo, “Carlo Ginzburg: An Interview” en Radical History Review, mim. 35, 1986 (Ahora en espafiol en la revista Ruptura, num, 10 ~ 11, Villahermosa, 2002), “Historia ¢ Cultura: Conversa com Carlo ‘Gimzburg” en Estudos Histé- ricas, vol. 3, ntim. 6, 1990 y “Witches and Shamans”, en New Left Review, antes citado. ® Sobre los cien suscriptoresitalianos de los primeros Annales cft. Fernand Braudel, “A manera de conclusién’, en la revista Cuadernos Poltces, im. 48, México, 1986. Sobre el proyecto italiano finalmente fallido de editar el Meter dibitorien de Mare Bloch en Talia, antes que en Francia misma, y también sobre la difusién en Italia de los primeros Annales cfr. el libro de Massimo Mastrogregori, £1 manuscrito interrumpido de Mare Bloch, Ed, Fondo de Cultura Econémica, México, 1998. Sobre esta corriente de los Annales eft. Carlos Antonio Aguirre Rojas, La excuela de los Annales. Ayer, boy. maitana, Ed. Momtesinos, Barcelona, 1999, Los Annales y la hisoriografta francesa, Ed. Quinto Sol, México, 1996, Fernand Braudel y las ciencias humanas, Ed, Montesinos, Barcelona, 1996 y Ensayos Breudelianos, Ed. Manuel Suérez Editor, Rosario, 2000. (s2]* italiana, y del otro esa misma perspectiva y esos aportes especificos de dicha corriente francesa annalista.?? ‘ Presencia e influencia importantes de la histo- riografia francesa de los Annales sobre la historio- graffa italiana del siglo XX, que explica también el hecho de que, en el niimero inicial de la revista Quaderni Storici delle Marche, fundada en 1966 en Ancona por Alberto Caracciolo como director, junto a Sergio Anselmi y Renzo Paci como redac- tores, aparezca como una suerte de “profesién de fe” de la apertura cosmopolita de esta revista, y también como explicita reivindicacién de, entre otras, también esta filiacién annalista francesa den- tro de su proyecto intelectual general, la primera traduccién italiana del célebre articulo de Fernand Braudel “Historia y ciencias sociales. La larga du- racién”. Y dado que, andando el tiempo y como veremos mds adelante, esta misma revista de los Quaderni Storici se convertira durante algunos afios en el espacio principal de concentracién del pro- yeeto de la microhistoria italiana, resulta intere- sante comprobar esta clara y muy explicita vincula- cin con las perspectivas francesas de la corriente de los Annales, perspectivas que sin duda alguna serin también fundamentales en los trabajos de Giovanni Levi, Edoardo Grendi o Carlo Ginzburg, entre otros de los principales microhistoriadores italianos. Y es también esta combinacién compleja de las influencias internas gramsciana y crociana, con los impactos de la herencia francesa de los Annales, la que reaparecerd centralmente en el debate suscita- do en 1972 por la publicacién de los dos primeros voliimenes de la Storia d'tealia, coordinada por Co- rrado Vivanti y Ruggiero Romano, publicacién que al desencadenar una serie de intentos de caracteri- zacién general de las filiaciones intelectuales y las perspectivas metodolégicas que animaban al con- Imago @ Mundi junto de este proyecto historiogréfico, volvié a re- plantear tanto la importancia de estas tres heren- Cias referidas, como también el avance en los pro- cesos de balance y “ajuste de cuentas” de los estu- dios histéricos italianos con esas mismas tradicio- nes y posturas metodolégicas mencionadas.”» Yes claro que este debate era imposible de re- solver, en virtud de que al tratarse de una obra colectiva, y de autores que en su mayoria nunca antes habjan trabajado juntos, era una obra que obviamente mezclaba y conjuntaba muy diversas, heterogéneas y a veces hasta contradictorias y ex- cluyentes posturas y visiones historiogréficas. Pero més alld de este debate, Jo que resulta interesante es justamente esa suerte de “autodiagnéstico” de la historiografia italiana al que apuntaban dichos esfuerzos de caracterizacién, autodiagnéstico que hacfa evidente la gran complejidad y variedad de los contextos sociales, culturales y sobre todo his- toriogrificos dentro de los cuales habré de nacer, afirmarse, desarrollarse y luego fragmentarse ese cteativo proyecto de la microhistoria italiana cu- yas etapas de vida vale la pena reconstruir ahora con més detalle. La microhistoria Italiana MMMM ea la microhistoria Italiana Aunque escribir la historia de la microhistoria ita- liana seria imposible sin considerar también la his- toria de la revista Quaderni Storici, es clato sin em- bargo que se trata de dos historias diferentes. Dos historias diversas, que aunque han marchado en ciertos momentos de manera paralela, desplegin- dose ambas dentro de los mismos contextos ¢ in- cluso Megando a coincidir y hasta a fundirse du- ce A ¥ Sobre este punto cfr. el ensayo de Emesto Ragionieri, “La dispura storica” y también de Luigi Masella, “Introduzione”, ambos en el libro Pasato ¢ Preiente nel dibattito storiografico, ya antes citado. * Sobre este debate suscitado por esa Storia dTealia, que en parte encontr6 acogida justamente en las piginas de la revista Quademni Starici ct. A. Caracciolo, G. Garsizzo, R. Mansell, E. Ragionieri, R. Romano, R. Villar, C. Vivant, “«Carattei originali» ¢ prospettive di analisi: ancora sulla «Storia d'Italia» Einaudi” en Quaderni Storici, nim. 26, 1974 y Aldo Monti “La Storia d'Iealia' Einaudi, Gramsci e le ‘Annales: clementi di riflessione per un rapporto fra storiografiae societacivile”, en Quaderni Starici, im. 32, 1976. De manera complementaria, puede verse también el comentario critic de Edoardo Grendi, a un libro publicado unos aftos después por Ruggiero Romano, “La storiografia italiana ieri” en Quaderni Storiiy iim, 40, 1979. Véase también ditectamente ese primer libro de la obra en dos volimenes Storia dealia Einaudi. I Carateri Originali, (que incluye un largo ¢ interesante ensayo escrito por Carlo Ginzburg), antes citada. ontrahistoria Contamisioras, rante algunos afios, siguen siendo a pesar de todo historias distintas entre sf Por ello, el paralclo que alguna vez se ha pro- puesto entre la historia de la corriente de los An- nales y la microhistoria italiana, aunque es dil y ayuda a iluminar ciertos elementos de esta tiltima corriente de historiadores italianos, falla sin em- bargo, en virtud del hecho esencial de que, mien- tras la corriente francesa ha tenido siempre su nii- cleo estructurador principal en el proyecto de edi cién y construccién intelectual de la revista que, desde hace mis de 70 afios, ha Hlevado casi siem- pre el término de “Annales” en su titulo, la co- rriente italiana, en cambio, sélo ha confluido du- rante poco mas de una década con el proyecto de construccién de esos Quaderni Storici, revista que tanto antes como después de esta década menciona- da ha existido de manera més o menos “indepen- diente” del proyecto mis global de dicha micro- historia italiana. Entonces, si nos concentramos en la historia de la corriente microhistérica italiana, podrfamos postular que la misma ha recortido hasta el mo- mento actual tres etapas principales, articuladas por dos breves periodos de transicién. Etapas y transi- ciones que, en su conjunto, constituyen el entero periplo de esta microhistoria italiana que ha sido, sin duda alguna, la més importante corriente de la historiografia italiana en todo el siglo XX. Habria entonces una priment etapa de la historia de la mi- crohistoria italiana, que abarcando desde 1966 hasta aproximadamente 1974, constituiria la eta pa de la génesis 0 de los antecedentes directos del proyecto microhistorico, escenificando tanto los primeros posibles “experimentos microhistéricos” aplicados, como también el claro proceso de recu- peracién del “microandlisis” dentro de los estudios histéricos italianos. Es decir, el proceso en el que por distintos caminos, los itinerarios individuales de varios de los que serdn después sus representan- tes principales, comienzan a confluir en torno de la construccién de los cimientos teéricos € histo- riogréficos de la futura perspectiva microhist6rica. Viene después una primera etapa de transicién, entre 1975 y 1977 aproximadamente, que es la de la formacién, en el seno de la revista Quaderni Sto- rici, del grupo central 0 niicleo duro de la micro- historia italiana, junto a la cristalizacién, ahora ya explicita y madura, de la propuesta del “procedi- miento microhistérico” como paradigma central articulador del trabajo de dicho equipo o micleo duro de esta corriente historiogréfica italiana. Una segunda etapa, la del auge 0 “periodo dureo” de la microhistoria italiana abarcarfa en nuestra opinién desde aproximadamente 1978 hasta 1988, y es dentro de ella en donde van a escribirse tanto los mds importantes textos meto- dolégicos de la propuesta microhistérica, como también a publicarse varias de las obras mds repre- sentativas de esta misma microhistoria —con las tinicas excepciones del libro de Carlo Ginzburg EI queso y los gusanos publicado desde 1976, y del ensayo de Edoardo Grendi “Microanillisis ¢ histo- ria social” publicado en 1977—, a la vez que se traducen y difunden en casi toda Europa y un poco cen el mundo los que serin una buena parte de los aportes esenciales de la corriente, aportes metodo- légicos, teéricos ¢ historiogrificos, yal mismo tiem- po que esta misma tendencia microhistérica se con- dentro de Italia como la perspectiva histo- riogrifica més de vanguardia, y también como la mis importante e innovadora de todo el siglo XX. Viene después una segunda etapa de transicién, entre 1989 y 1991, marcada tanto por el abando- & en a eT aaa saan ania Cues nna ncn Ran) Cnimnran sivinnan ie inwenenas ine] “ Este paralelo entre Annales y Quaderni Storici ha sido sugerido por Justo Serna y Anaclet Pons en su ensayo “E! ojo de la aguja: de qué hablamos cuando hablamos de microhistoria?”, antes citado. Y cste paralclismo podria prolongarse atin mas, De hecho, ambas revistas surgen en provincia y luego conquistan, primero una audiencia nacional y luego internacional, ambas estén centradas en tomo a los campos de la historia econémica y de la historia social, ambas dan un peso muy grande a los temas de la historia moderna y contemporinea, ambas son fruto de la iniciativa de un muy pequefio grupo que, con el tiempo, crece, se expande y se consolida, ambas tienen su etapa de origen, de auge y luego de decadencia, y ambas son muy abiertas al intercambio llamado “interdisciplinario” y a la experimentacién historiogrifica, siendo igualmente ambas muy cosmopolitas y abiertas al didlogo con el exterior y con otras influencias historiogrificas venidas de fuera de sus respectivos paises, Peto mis alld de todas estas similicudes importantes, sobrevive la diferencia ya apuntada de que una ¢s siempre “el” espacio central de la corriente francesa y la otra no lo es de la tendencia italiana. Sobre este papel cumplido por la revista Annales deniso de la historia de la corriente annalista francesa eff. nuestros libros mencionados en la nota nim. 31.

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