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Jos muelles y los malecones de este gran puerto muy parecido ‘aunque enormemente més grande que el de C™. Yo no bajar fa ticrra. Ahora cierro la carta y me voy a popa de dande veo las helices que mueven las entrafias del mar, mientras el Ata se desliza, esbelto y podercso, entre los barcos anclados, les diques ‘normes y mohosos, y una barquilla de pescadores que ocuita al'sol con st latina y blanea vela En“, febrero de 1911 rcanancn nan LA CIUDAD DELOs TisIcos (La correspondencia de Abel Rossel!) 1 ELPERFUME Bl recuerdo de aquela mujer est intimamente ligado a esta historia. Era una de esas mujeres que slo se encuentran una vez en lavida, que dejan tras desi un agradable recuerdo y tna mis- teriosa esperanza. Esta parecia un dibujo de Gose. Gost es el caricaturista como Boldini y La Gandara son los pintores de las {rans mujeres. No importa de dénde sean. Eos son franceses fn la forma, en el color, en la linen. ¥ Gosé es el tnico caricaturista de las mujeres: las niflas de Tourain son muy sbonitas, las de Fabiano muy francesas, las de Gerbault muy grotescas, Caran DiAche pintaba a las ofcinistas; Roubilepintaba alas descocadas yy Semalas célebres. Gosé, mas fdsofo o mis fivalo—la fivoidad 8 una flosofia—. pinta simplemente a las rmujeres. Esta, la de m{ historia, era una de sus dibujos, Pareeia luna estampa litografiada en Munich. Aquella esbeltez de ta- Ie, el cuello noble, rosado, surglendo sobre el eeno y bajo el cabello rubio y la elegantisima severidad de su vestido. La tarde laviosa en que la vi, levaba tin traje cefido de tercio- pelo negro, con dos rosas rojas en el pecho y otras dos en el ‘sombrero negro de picles. Parecia una silueta en tinta china brillante tinta de los dragones de Houkosay y de las acuare Jas de Utamaro. Una elegancia de terciopelo negro y ro, por que su cara de piel de melocotén maduro, na tenia los ojos ‘—ynegros. azules, épalos?—, los ojos que se perdian bajo el ‘ala curva del sombrero. Pero la boca, la fresca boca, era de ‘aquellas que no han nacido para la palabra sino para el gesto, La vi por primera vez en la tienda de perfumes de la capital, pero yo conocta a esa mujer sin saber donde, Algo habia ‘enella que hablaba a mi memoria. Yo habia llegado aquel dia De la estacton me habia trasladado al hotel y deal la tienda de perfumes, de guantes y de sedas del irdn central. Frente a a mi mostrador atendian a la dama el jefe de la casa y un. dependiente. Su vor me hizo voltear la cara y quedé imprest nado... La dama reelamaba casi fuera de i 8s que no sabran ustedes que soy la —iUna verdadera locura, sefioral ;Encargado especial- ‘mente, pero estos torpes empleados! (Haberle vendido! (Una Jocura, sefiora, una verdadera locural —iReur de lyst Poco después pas6 triunfal, como una reina ofendida. ante los empleades mudos, y me deslumbré. —Flor de lyst Aquella dama no usara otro perfume; es caprichosa. Ella desde Ta salida interrumpié al dependiente: —Por favor, Vivert, busquelo entre los que puedan tenerlo; jdaré Jo que quieran por el frascol 82 ~Y oe esfumé Yo no sf si alegre o triste. pero tntrgado, ‘ela ali una aventura, Yo tenia en l fond dent malate tes omos de Fleur de ys. Pregunt ~gDonae vive aquelia sefora? En la gran avenida Vila Vig FRipldamente se me ocurnio y puse en prictica una idea ran las cuatro alas cinco paseaba en la aver, perhumade con Feur de ys. El coche se desi en los arcnadosy ax buscaia yoala dama del pecfume yi interrogara cond, Ya desesperab Ge verla Van a ser las sts y ella no apereein,cotoncee ge coche en un lugar del paseo © hie a plc una excursion a troves de los bosquecilos y jaraines. Ya cal el saly me dria ala ‘explanada, cuando ina shicta me hace marardetenidamsente a fondo del paseo. Bra ea, no habia duda alguna. Era cla que venia en reocion opuestaa lama. El aire dandome en laespalia favoreciam plan. Ya se acereaba, estaba atranta pasos, No wantia| auin el perfume? .Queria dsimularlo? Se acerea mas: una Fach de sire Te marea los plegues del vestidoy ie lanza hacia ats

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