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OS IMPREVISTOS DE LA HISTORIA evinas rs) 3 qd es 5 = ie as Hussert, Heidegger. Jean Wohl ‘un mundo intersubjetivo de ménadas en torno suyo. Mas se trata de un mundo que es a Ia sociedad real comprendida co- ‘mo parte de la naturaleza lo que la conciencia trascendental es ala conciencia psicolégica. Los problemas fenomenolé- gicos de la razén se plantean justamente a esta «conciencia intersubjetivay: cémo la existencia del objeto se confirma en la concordancia de experiencias subjetivas pertenecientes a gos diferentes; cémo la presunta existencia de un objeto, confirmada en una serie de actos subjetivos (en una alucina- cién, por ejemplo), «estalla» en la conciencia intersubjetiva, ctcétera. Todos los problemas de constitucién deben plan- tearse en la esfera absoluta de la conciencia intersubjetiva, anterior a todo mundo y a toda naturaleza, y donde estos til- timos se constituyen. El estudio de la constitucién de cada region de objetos para la conciencia intersubjetiva nos acla- rrard el sentido de su conocimiento y de su ser. 3 FRIBURGO, HUSSERL Y LA FENOMENOLOGIA! «Salvajemente romintica», la Selva Negra rodea la ciu- dad de Friburgo, se destiza en su interior y reaparece en su centro mismo, Romanticismo salvaje, pero familiar, domes- ticado. Los senderos mas inciertos abundan en rétulos que rezan: «Alto! Una vista espléndida del valle a la derecha» 0 «No deje de contemplar el crepiisculon. Asi, la Cultura, alcanzando una universalidad verdaderamente perfecta, se hace extensiva aiin hasta aquello que niega y hace que la, Naturaleza misma oftezea todo cuanto puede oftecer. La ciudad es pequefia, pulcra y alegre. Visitada por los esquiadores en inviemno, atrae en verano a numerosos turis- {as que se pasean por las mas bellas montafias del mundo y echan un vistazo a la catedral casi de juguete, «rosa como una prometida», cuya torre dentada y transparente es obra del gran maestro Erwin de Estrasburgo. Sin embargo, es la Universidad la que aporta el impulso vital y el ritmo de la pequefia ciudad universitaria alemana, tantas veces des- crita, cantada,filmada, Los estudiantes acuden desde todos Jos rincones del mundo: las facultades les prometen todas las riquezas de las ciencias y de las artes. Solemnemente si- 1, Este texto aparecié por primera vez en el niimero 43 de la «Revue "Allemagne et des pays de langue allemanden, en mayo de 1931. % ‘Hussert, Heidegger, Jean Wahl tuados en la entrada principal de la Universidad, Aristételes xy Homero parecen garantizar la tradici6n y la pureza clasica de sus estudios. Friburgo es todavia una ciudad de la Medi- cina, de la Quimica y de unas cuantas ciencias mds. Pero an- tes que nada, es la ciudad de la Fenomenologia. ‘Ain para una ciudad de empresas intelectuales, esta es- pecialidad no deja de sorprender: apenas es conocida. Di- vulgar la doctrina fenomenolégica, vulgarizarla, equivale a fender la conciencia cientifica de su fundador Edmund Husserl. La fenomenologia quiere precisamente arrancar la sabiduria a 10s amores pasajeros, a los juegos locos y a las frecuentes y comprometedoras visitas de conferenciantes y «charlatans» de moda. Entre la sabiduria y Socrates, la fe- nomenologia busca una unién «para la vida» y exige por ello toda la seriedad que tal unién comporta’. Con todo, unas breves palabras sobre las intenciones més generales del movimiento fenomenol6gico no nos ha- ‘ran caer necesariamente en la vulgaridad de la semiciencia. Fenomenologia significa «ciencia de los fenémenos». Todo lo que se da, se muestra, se revela ante nosotros es un fendmeno, jPero entonces, todo es un fendmeno y toda cien- cia, fenomenologia! En absoluto. De todo cuanto se ofrece a la conciencia, s6lo merece el nombre de fenémeno aquello que es apre- hhendido a partir del papel y de la funcién que ejerce en la vi- da —individual y efectiva— de la que es objeto. Sin esto, ha- bblamos de una abstraccién. El significado, el aleance, por asi decirlo, el peso de su existencia se nos escapa. Una interpre- 2. Cf. E. Levinas, La teoria fonromenolégica de la intuicién, taduc~ cin de Tania Cheechi, Sigueme, Salamanca 2004, Friburgo, Huser! ylafonomenologla a taci6n filoséfica construida, impuesta desde fuera, traiciona su sentido. La construccién deforma el fenémeno. Para salvaguardarlo, la fenomenologia tiene como guia la conviceién de que alcanzamos la significacién filoséfica y ‘iltima del fendmeno cuando lo re-situamos en la vida cons- ciente, en lo individual ¢ indivisible de nuestra existencia ‘concreta’. En la actitud cientifica tiene lugar un proceso inverso. La fisica de Newton glorifica al objeto en detrimento del suje- to, decreta, en el objeto mismo, la expulsién de todo ele- mento supuestamente subjetivo, y extirpa del espacio, por ejemplo, toda herejia subjetiva: lo «alto» y lo «bajo», la wde- recha» y la «izquierda», lo «lejano» y lo «cercano». La pu- reza objetiva de un espacio y de un mundo, aseptizados de este modo, no encuentra limite alguno, Sélo la fisica puede abordarlos con el lenguaje misterioso de las verdades ciertas y matematicamente precisas. (Queda por saber si en verdad comprendemos dicho len- ‘guaje. {Acaso este mundo que trasciende nuestro mundo circundante, no se encuentra mas allé de la comprensién es- pecifica que tenemos de lo individual, de lo histérico, de lo ‘humano, donde lo real se presenta no slo como una cade- na de proposiciones sino como una existencia que vale y que pesa? La cuestion es legtima; y grandes espiritus la han plan- teado en el curso de la historia de la filosofia. Berkeley eri- 3. Hay que sefalar que Husser! no admitié ciegamente el papel pri= vilegiado de lo individual y lo concreto y que Martin Heidegger most6, de una manera magistral, cémo el andlisis de «la existencia humana efee- Livan nos lleva a la dimensién filos6fica por excelencia que Arist6teles vislumbr al formular el problema del eseren tanto ser». No existe nin- tin mistcismo de lo concreto en Friburgo. 2 Hussert, Heidegger, Jean Wahl ticé a Newton. Las lineas ideales, los puntos matemiticos, infinitamente pequefios, son para Berkeley convenciones vacias, ficciones. El camino ascendente de la ciencia hasta las regiones del objeto puro equivale a un salto en el vacio. Berkeley propone una geometria mds barroca, una geome- tria del ser, que pueda reemplazar a la geometria de la nada. El punto serd en adelante un pequefio sélido de un minimo definido de magnitud, la linea se compondré de un nimero finito de dichos puntos. Si este nimero es impar, la linea no podra ser dividida en dos partes iguales, No hablaremos ‘mis de triéngulos iguales ya que superponerlos equivaldria a transformarlos en un solo y tinico triéngulo, Frecuentemente hemos ubicado al sensualismo de Ber- keley y Hume en el origen del positivismo experimental, Las emotivas p4ginas ~emotivas porque no retroceden ante Jo imposible~en las que estos filésofos intentan reconstituir Jos elementos sensibles, «ideas» «impresiones», de nues- tos conceptos geométicos, han sido interpretadas ante to- do como la demostracién del origen empirico de todo cono- cimiento. Nos hemos contentado con yer en ellas un debate sobre el carcter a priori o a posteriori de la geometria. Pe- ro {se puede confundir el sensualismo con el empirismo? La goometria de Berkeley y los andlogos desarrollos del pensamiento de Hume, el cual a su vez s6lo concebia un es- pacio constituido por lo sensible y consecuentemente con ‘una divisibilidad limitada, no tiene ella por suparte otro as- pecto? Lo sensible que esta en el centro de la discusién no ticne solamente un cardcter fictico, de «hecho». Es antes que nada un elemento inmediato y tangible de la concien- cia. Asi pues, gno consiste el impulso profundo, la voluntad metafisica del sensualismo, en afirmar lo inmediato, lo in- ‘Friturgo, Hussery la fenomenologia 9% dividual, lo humano como esfera en la que debe moverse to- da comprensién verdadera, esfera a través de la cual todo ‘objeto debe ser aprehendido para tener un sentido? Que la ‘matemética tradicional haya sido condenada no es mas que una contingencia. Que Berkeley y Hume hayan buscado los elementos coneretos de objetos, por asi decit, abstractos, £80 es lo esencial Este sentimiento sobre la incomprensi6n fundamental de lo abstracto considerado en si mismo emparenta de algin ‘modo a los sensualistas y a los fenomendlogos. Este senti- ‘iento comienza a penetrar en laciencia modema que, mo- lesta ya por sus «crisis» y «paradojas» y angustiada al com- probar que el sentido mismo de sus juicios por certeros que sean- se le escapa, se pregunta a menudo, como el vie~ Jo Berkeley, si aquetlo de lo que habla no es otra cosa que ‘convenciones, ficciones, nada. Es cierto, no obstante, que las filosofias de Berkeley y Hume tienden hacia un empirismo bastante ingenuo. Hume ‘engendrara a Stuart Mill, y éste a su vez dard lugar al psi- ccologismo; y es justamente contra el psicologismo contra el que se rebela la fenomenologia. Lo Humano, que Hume y Berkeley creian encontrar en lo sensible -sobre todo en lo sensible tal y como se lo imagina- bban-, no era més que una grosera aplicacién al hombre de las categorias de las cosas exteriores. Concebian los hechos ‘numanos como cosas. $i bien tenian razén al ver en lo indi- Vidual, lo inmediato, lo concreto, la atmésfera misma de la comprensién en la que los objetos ideales de la matemitica debian ser re-situados para ser comprendidos, se equivoca- ron al creer que la sensacién-cosa era lo individual, lo in- mediato, lo concreto. oe ‘Hussert, Heidegger, lean Wahl La primera labor del fenomendlogo ha de ser, pues, de- terminar la auténtica naturaleza de lo humano, Ia esenci propia de la conciencia. Y ya conocemos su respuesta. La conciencia como tal no esté replegada sobre si misma, co- ‘mo una cosa, sino que tiende hacia el Mundo. Lo suprema- mente concreto en el hombre es esta trascendencia con res- pecto a si mismo, Esto es, como dicen los fenomendlogos, Ja intencionalidad. ‘esis en apariencia paradéjica. Podemos admitir con to- do rigor que el conocimiento teérico tienda hacia un objeto Yy que esta tensién se identifique con la existencia misma del conocimiento. Se nos podria objetar, sin embargo, que los sentimientos -el amor, el miedo, la angustia~en su calor in- timo, no se dirigen a nada, Estados subjetivos, tonalidades afectivas, segtin la expresién de los psicélogos, parecen ser todo to contrario de Ia intencionatidad. Ahora bien, atin pa- 12 los fenomendlogos, el sentimiento no es conocimiento, Con todo, su conviceién fundamental consiste en afirmar y respetar la especificidad de Ja relacién con el mundo que lleva a cabo el sentimiento. Sostienen firmemente que hay relacién, que los sentimientos como tales «tienden hacia al- {g0», que constituyen, como tales, nuestra trascendencia en relacién con nosotros mismos, nuestra inherencia al mundo. Sostienen, pues, que el mundo mismo ~e! mundo objetivo— no responde al modelo de un objeto te6rico, sino que se constituye gracias a estructuras mucho més ricas, que s6lo, pueden ser aprehendidas por estos sentimientos intenciona- les. La angustia misma, que para un anélisis perezoso apare- ceria como sin objeto, efecto de estados orgénicos, de palpi- taciones o de fatiga, para los fenomendlogos aparece como una intencién privilegiada, como una actitud soberanamente ‘Friburgo, Hussert ylafonomenologia 9s ‘metafisica. La angustia nos revela en el mundo la marca de Ja nada, oculta a la contemplacién que pretende descubrir el absoluto, Pues, justamente, la contemplacién esta ciega para Ja nada. La nada no esta en el mundo como una entidad. No puede ser pensada. Los antiguos tenfan razén al decirlo, la nada s6lo puede ser angustiante, Asi, pues, lo concreto a partir de lo cual el mundo debe ser comprendido no es otra cosa que la intencionalidad. Una cconciencia compuesta de sensaciones privadas de sentido, que no se dirige a nada, replegada sobre si -sea el «polipero de imagenes» de Taine o incluso la duracién bergsoniana-, no puede hacernos comprender un mundo que no sea un contenido de conciencia. Aqui, por el contrario, Ia intencio- nalidad nos abre posibilidades y la geometria concreta, sin ser en modo alguno ridicula, es uno de sus primeros logros. En efecto, el espacio geométrico es una abstraccién. La situacién concreta que la extensién nos revela es nuestra presencia en el espacio. Esta no se reduce a la simple inhe- encia de una cosa extensa a otra cosa mas extensa que la ‘envuelve, sino que es ante todo un complejo de intenciones, a saber, el tipo de intenciones apropiadas para aprehender el espacio; y ello, tal como s6lo la vista descubre la luz, como s6lo la angustia revela la nada. A continuacién tendremos ‘que explicitar qué implican estas intenciones. Tendremos, ues, un espacio que es ante todo una atmésfera constituida por nuestra posibilidad de movernos, de acerearnos y de alejarnos; por consiguiente, un espacio no homogéneo, con un arriba y un abajo, una derecha y una izquierda, relativos a los objetos usuales que solicitan nuestras posibilidades de movimiento. ¢Diremos que este espacio concreto presupo- ne al espacio geométrico? Esto equivaldria a sostener que el 6 Husserl, Heidegger, Jean Wohl primero se ofiece a una contemplacién que aunque oscura, sigue siendo te6rica, lo cual supondria olvidar Ia raiz abso- Iutamente distinta que To une a nuestra vida, la especifici- ad irreductible de la «presencia en el espacio», Seria como confundir el tacto con una vista imperfecta. ‘Sin embargo, este descubrimiento, mejor dicho, esta re- habilitacién del espacio concreto no tiene como consecuen- cia la condena de la geometria, lo mismo que el andlisis fe- nomenolégico del mundo no equivale a un desprecio de la cciencia. Para comprender el peso, el alcance, el sentido de las verdades cientificas, serd necesario entender cémo la actividad cientifica rebasa el mundo conereto de nuestra vi- da, c6mo el objeto de la ciencia se relaciona con el objeto inmediato. Serd necesario descubrir, a través de un andlisis: de la intencionalidad, el significado de esta situacién en la que, a partir del espacio inmediato, se revela el espacio geo- métrico. Esto no quiere decir que e1 fenomendlogo se inte- rese por los sentimientos y pasiones del geémetra, sino que bbuscari Ia raiz de la actitud geométrica, en general, en la to- talidad concreta de la existencia humana, existencia més ri- cca que la pura y serena contemplacién. Asi se realizard la aspiracién a lo concreto que ya habiamos sentido en Berke- ley, Si éste rechazaba la ciencia de Newton, era porque su concepcién de una conciencia «reificadan, su ignorancia de la intencionalidad, no le permitian comprender cémo un ‘mundo que no esté «encajadon en la conciencia podria rela- cionarse con ella y de ahi extraer su sentido. Analizar las intencionalidades que constituyen tal o cual objeto es hacer fenomenologia. Estos problemas de «cons- titucién», de los que se habla tanto en Friburgo, renovaron la filosofia, Nos ensefiaron a considerar los fenémenos en Friburgo, Huser! y la fonomenologia 7 su fiescura concreta, en su originalidad irreductible. El con- junto del ser, considerado tal como emerge de nuestra vida Concreta, no es un aglomerado de hechos s6lo accesibles a las ciencias de la naturaleza. Ademés del espacio, del tiem- po y de la causalidad, se afirma también la objetividad de nociones como lo «usual», lo «estéticon, Io «sagrado», et- ‘cétera. Estos caracteres se dan en tanto que pertenecen a los ‘objetos, y los fenomendlogos no ven en ellos determinacio- nes «puramente subjetivas» de nuestro conocimiento de las cosas, sino categorias constitutivas de Jas cosas mismas. El ‘Mundo desborda a la Naturaleza, y retoma todo el lustre y la riqueza que tiene en nuestra vida concreta: es un mundo de cosas interesantes y aburridas, itiles e inttiles, bellas y feas, amadas y odiadas, ridiculas y angustiantes. El método fenomenolégico pretende destruir ese mundo falseado y em- ppobrecido por las tendencias naturalistas de nuestro tiempo, Jas cuales tienen ciertamente sus derechos, pero también sus limites. La fenomenologia intenta reconstruir, reencontrar el mundo perdido de nuestra vida concreta. Pero el mundo, lo mismo que el templo, no se destruye ni se reconstruye en tres dias, «Trabajar» es la consigna co- tidiana en Friburgo. Un sabor especial se aiade a esta pala ‘bra cuando a aplicamos a la filosofia, sobre todo, cuando centendemos por trabajo algo distinto de un estudio hist6ri- co de todas las sutilezas aristotélicas o kantianas. Los jove- nes fenomendlogos, disefpulos de Husserl, creen que su tra- bajo puede hacer por la filosofia lo mismo que el trabajo de los sabios hace por las ciencias. Despejan el atestado terre- no de la construccién cientifica, modelan Ia arcillafilos6fi- ca y ponen lenta y laboriosamente los cimientos. Buscan oe ‘Huser, Heidegger, Jean Wahl hacer realidad el suefio de Husserl, su maestro: una filoso- fia cientifica, obra de trabajadores, que de generacién en generacién, afiadiria algo al edificio que los filésofos de la tradicién, rivalizando con los gnomos de los cuentos de ha- das, sofiaban con levantar en una noche. Pero qué entendemos por arclla filos6fica? Ahora po- demos comprenderlo. Cada palabra que empleamos, cada concepto de uso general, cada verdad «evidenten, debe pa- sat por el crisol del andlisis fenomenolégico, un anélisis ‘que supone una drida labor sobre el tejido de Ia vida cons- ciente concreta, sobre el entrecruzamiento de las «intencio- nalidades» que la componen. Contra las nociones, de las cuales s6lo los razonamientos falaces, azarosos y no intuiti- vvos han tenido éxito filoséfico, contra este género de razo- namientos, calificados despreciativamente en Friburgo co- mo «construcciones», los fenomendlogos alzan sus gritos de guerra: «Abajo con las construcciones!», «jVayamos a las cosas mismas!y. Y cuando se trata de nociones legiti- ‘mas, vigilan para que no se extiendan a émbitos de la reali- dad que no puedan expresar. El fenomendlogo intenta dis- tinguir todo aquello que es susceptible de distincién, sin amedrentarse ante la complejidad desesperante que revelan aiin los fenémenos supuestamente banales, cuando son to- cados por el andlisis. Como dice en algin pasaje Husser!: «La filosofia es una ciencia de truismoso. Esta embriaguez de trabajo se mezcla con el gozo y el centusiasmo, Para los jéyenes alemanes que conoct en Fri- burgo, esta nueva filosoffa es mucho mas que una nueva teo- ria, es un nuevo ideal de vida, una neva pagina de la histo- ria, casi una nueva reli ‘Friturgo, Hussertylafonomenologla 99 Este mundo, cuya frescura es redescubierta pot la feno- menologia, resulta demasiado vasto para las categorias cien- tificas y excede con mucho a la escoldstica del siglo XIX. Su revelacién repentina offece a los jévenes filésofos la ilusién de revivir los tiempos del Renacimiento. «Los espiritus se despiertan. ;Qué alegria de vivirl», Con esta frase de Ulrich ‘von Hutten he concluido frecuentemente mis largas discusio- nes con un joven fenomendlogo, gran trabajador, talentoso y centusiasta, «El éxito de Spengler», me decfa él, «es el de un falso profeta. Y Ia prucba de ello es la fenomenologia. Vivi- ‘mos bajo el signo de la fenomenologia: ser fenomendlogo es pponer todo en cuestién, sin llegar, por supuesto, al escepticis- ‘mo; es creer en la posibilidad de una respuesta sin tenerla ya lista. Sélo las épocas de creacién, de individualidad propia y de estilo personal reciben los dones del Espiritu que interro- 0. El siglo anterior no vefa siquiera los problemas. Fue un siglo sin curiosidad, periodo estéril de imitacién y eclecticis- ‘mo. El siglo XX ha redescubierto su estilo: el modernismo en arquitectura y pintura es a fenomenologia. Se habla de si- glos barbaros, pero yo conozco sélo uno: el diecinueven. Si los mejores espiritus son atraidos por la doctrina, los ‘mas caen fascinados por su éxito. Entre 1900 y 1901, Edmund Husserl, entonces profesor asociado en la Universidad de Halle, publica Jnvestigacio- nes légicas, texto en el que, por vez. primera, cl nuevo modo dde hacer filosofia encuentra expresién. Gran revuelo: alum- nos entusiastas acuden a Gottinga donde el joven maestro ensefia hasta 1916. De afto en affo, la fenomenologia gana nuevas facultades en las universidades alemanas y su in- fluencia se extiende més allé de la filosofia propiamente di- 100 Huser, Heidegger, Sean Wahl cha, hasta la historia, la sociologia, la psicologia, la filologia y el derecho, Se extiende también més alla de las fronteras alemanas, incluso europeas. (Ya en 1911 Victor Delbos ha- bla de Husserl en la Revue de métaphysique et de morale). En 1916 Husserl se establece en Friburgo, donde, tras haber rechazado una cétedra en la Universidad de Berlin, perma- nece hasta la fecha, Llegué a Friburgo justo en ef momento en el que el maes- tro acababa de abandonar su ensefianza regular para consa- sgrarse a la publicacién de sus mumerosos manuscritos. Tuve el placer de asistir a las conferencias que aiin impartia de ‘cuando en cuando, en auditorios siempre abarrotados. Su cé- tedra paso a Martin Heidegger, su discfpulo més original, ‘cuyo nombre es ahora la gloria de Alemania. Su ensefianza y sus obras, de una potencia intelectual excepcional, son la mejor prueba de la fecundidad del método fenomenolégico. ‘Ya un éxito considerable manifiesta su extraordinario presti- gio. Para asegurarme una plaza en su curso de las cinco de la tarde, en una de las salas més grandes de la Universidad, de- bia guardarla desde las diez de Ia mafiana, a més tardar, En ‘su seminario, reservado a los privilegiados, todas las nacio- nes estaban representadas, la mayoria, por profesores de im- portantes tniversidades: Estados Unidos, Argentina, Japén, Inglaterra, Hungria, Espafia, Italia, Rusia, incluso Australia. Al encontrarme con esta brillante asamblea, comprendi de inmediato al estudiante alemén con el que coincidi en el tren Berlin-Basilea que nos Ilevaba a Friburgo. Al preguntarle por su destino final, me respondié sin pestafiear: «Voy a es- tudiar con el fil6sofo més grande del mundo». 4 CARTA A PROPOSITO DE JEAN WAHL Segiin Jean Wahl, la filosofia existencial comporta, de hecho, un cierto niimero de nociones de origen teoldgico. Kierkegaard las presenta como tales. Heidegger y Jaspers intentan secularizarlas. Estas nociones no juegan, sin em- bargo, un papel menor en Ia doctrina de estos autores, ya ‘que constituyen ef mayor atractivo de su pensamiento y ase- guran su vinculo con lo conereto. Podriamos preguntarnos si el vinculo entre la teologia y 1a filosofia existencial no es al mismo tiempo més profundo yen lo que respecta a Heidegger menos determinante pa- ra la filosofia existencial de lo que Jean Wahl sostiene. Mis profundo a condicién de no limitar la teologia a la dogmética de una religién positiva cualquiera, Los proble- ‘mas a los que la dogmética provee de respuestas son inde- pendientes de la misma y surgen a partir del simple y des- rudo hecho de la existencia del hombre moderno. Existir es para él, de entrada, conocer la soledad, la muerte y la nece- sidad de salvacién, Cuando el alma ignora la consolacién de Ia presencia de Dios, tiene una experiencia positiva de su ausencia, El discurso sobre Dios no pierde su esencia reli- ‘giosa cuando aparece como un «discurso sobre la ausencia de Dios», 0 incluso como un silencio sobre Dios. Lo reli- gioso no es jamés lo insospechado, Lo que vincula a la fi-

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