De un inconsciente a otro
Deve otra ver: dibujando a
grandes rasgos la figura literaria y
filosdfica de este inconsciente estético,
no prerendo establecer una genealogia,
del inconsciente freudiano que reco-
mara sus risgos. No es cuestién de
olvidar el context médico y cienti-
fico en el cual se elabora el psicoans-
lisis ni de disolver el concepto freu-
diano de inconsciente, la economia de
las pulsiones y el estudio de las forma-
cones del inconsciente en una idea
secular del saber no sabido y del pensx-
lento que no piensa. Tampoco busco
dar vuelta el juego mostrando <émo el
inconsciente freudiano depende, sinsaberlo, de esa literatura y ese arte cuyos sectetos
ocultos pretende develar. Se trata mis bien de
rmarcar las relaciones de complicidad y de con-
flicto que se establecen entre el inconsciente esté-
tico y el inconsciente freudiano.
Podemos definir lo que se jucga en el encuen-
tro de esos dos inconscientes, ante todo, a partir
de las indicaciones del propio Freud acerca de la
sinuacién de la invencién psicoanalitica tal como
la exbova en La interpretacién de los suefios. La obra
pone el psicoandlisis a cierta idea de la ciencia:
Ja idea de la medicina positivista que trata como
datos desdefables a las rarezas del espfrieu ador-
mecido o las reduce a causas materiales identifica-
bles. Contra ese positivismo, Freud llama al psi-
coandlisis a establecer una alianza con la ereencia
popular, con el viejo fondo mioldgico de la sig-
nificacién de los suciios. Peto, en realidad, es otra
la alianza que se ceje a través de La interpretacién
de los sueiosyésta serd explicitada por el libro sobre
La Gradiva: una alianza con Goethe o con Schiller,
con Séfocles 0 con Shakespeare, o con otros escri-
ores menos prestigiosos y més cereanos, como
Popper-Lynkeus o Alphonse Daudet. No se rrata
simplemente de que Freud pone en juego, con
tra la autoridad de los maestros de Ia cienciay la
“
de los grandes nombres de la cultura. Mis pro-
fundamente, esos grandes nombres son guias en
Ia travesia del Aqueronte que cmprende la nueva
ind Po lo son es precisamente porque el
espacio entre la ciencta positiva y la creen I
lar o el fondo iegeadas vend fac I Eee
es el terreno del inconsciente esético que redefi-
nig as cosas del arte como modos especiticos de
tunidn entre el pensamiento que piensa y el que no
sa. Estd ocupado por la liveratura del viaje por
Jas profundidades, de la explicitacién de los sig
mo ms del rans de br psa
sordas. Esa Tiveratura ya vinculé la prietica poé-
Gia dca eahbicin y a xpliciacidn do los Sg
nos con cierta idea de la civilizacién, sus aparien-
cias brillantes y sus profundidades oscuras, sus
enfermedades y las medicinas que son apropia-
das. Y esa idea va mucho mas alld del interés de la
novela naturalista por las figuras de histéricas y
por los sindromes de degeneracién. La clabora-
cidn de una medicina y una ciencia de la psiq
ruevas es posible porque existe todo ese campo
de pensamiento y de escritura que se extiende
entre Ia ciencja y la supersticién, Pero, pre
‘mente la consistencia misma de esa escena semio-
Idgica y sincomatoldgica prohibe coda téctica deat
se inconscnnn EstEntc0
simple alianaa interesada entre Freud y los esrito-
res o los artistas. La literatura a la que recurre
tiene su propia idea de inconsciente, su propia
idea de pathos del pensamiento, de las enfermeda-
des y de las medicinas de la civiizacién. No
puede haber ni uso pragmatico, ni consinuidad
Inconsciente, El Ambito del pensamienso que no
piensa no ¢s un reino en el que Freud es solamente
tun explorador en busca de compafieros y aliados.
Es un territorio ya ocupado, donde un incons-
ciente entra en tivalidad y en conflicto con otro.
Para entender esta doble relacién es necesa-
io volver a la cnestién en toda su amplitud: squé
tiene que hacer Freud “en’ Ia historia del are? Fs
tuna pregunta doble. Qué empuja a Freud a vole
verse historiador o analista del arte? Qué esti en.
juego en los anilisis consiscentes que consagra
Leonardo, al Moisés de Miguel Angel o a la Gra-
diva de Jensen, 0 en sus observaciones menos
profundas ‘sobre Et hombre de la arena de
Hoffmann o sobre Resmersholn de Ibsen? ;Por
qué estos ejemplos y no otros? Qué busca en cllos
¥y cémo los tata? Este primer interrogante, como
Vimos, implica otto: zc6mo pensar el lugar de
Freud en la historia del arte? No sélo el lugar
del Freud “analista del arte”, sino el del Preud
sabio, médico de la psiquis, incérpree de sus for-
maciones y percurbaciones La “historia del arte”
asi entendida es algo muy distinto de la sucesién
de obras y escuclas, Es la historia de los regime-
nes de pensamicnto del arte, entendiendo por
régimen de pensamicnto del arte un modo espe-
cifico de conexién entre précticas y un modo de
visibilidad y de pensbilided de esas préctcas, es
decir, en definitiva, una idea del pensamiento mis-
mo'. La doble pregunta puede entonces reformular-
se: que busca y encuentra Freud en el andlisis de las
‘obras o de los pensamientos de los artistas? Qué
azo mantiene la idea del pensamiento incons-
cience, empleada en sus anzlisis, con la que define
tun régimen histérico, el régimen estético del arte?
Podemos plantear estas cuestiones a partir
de dos puntos de referencia teéricos. El primero
«8 declarado por el propio Freud, el segundo se ex-
trac de las obras y los personajes privilegiados por
su andlisis, Freud afirma, como vimos, que hay una
alianza objetiva entre el psicoanalista y el artista y,
‘en particular, entre el psicoanalista y el poeta. El
comicnzo de El delirio y los sueiis en la «Gradiva»
1, Sue ee pun, me pio vei 3 ro
divisiOn.... ob. cit. m= "elsbu inconsciente tstéico
de W. Jensen? afirma que los poetas y noveliscas
son valiosos aliados. En materia de psiquis, de
conocimiento de las formaciones singulares del psi-
aquismo huumano y de sus resortes ocults, el saber
dde éstos es mas avanzado que el de los cientificos.
Flos saben cosas quc los cientificos ignoran, pues
ancia y la racionalidad propia
conocen la import
de ese componente fantasmtico que la ciencia po-
sitiva expulsa a la nada de las quimeras 0 arribuye
4 simples causas psfquicas yfisiol6gicas. Ellos son,
lo tanto, los aliados del psicoanalista, ese
Eabio que declara I igual importancia de todas las
manifestaciones del espiritu y la racionalidad pro-
fanda de sus “fantasfas”, aberraciones y sinsenti-
dos, Subrayemos este punto importante, a veces
subestimado: el abordaje freudiano del arte no
esti de ninguna manera motivado por la volun~
tad de desmitificar la sublimidad de la poesia y ot
arte reduciéndolas a la economia sexual de las
pulsiones, No responde al deseo de eshibir el
pequetio secreto ~siempre tonto o siempre sucio-
que hay detris del gran miro de la creacin. Freud
ands bien les pide al arte y ala poesia que testimo~
2, Sigiwund Freud, “EL dfirioy los suefios Ia Grade
‘de W. Jensen’, en Obnas completa, ob. city Vol 1%
rien positivamente a favor de la racionalidad pro-
funds dea fants, que apayen una cienca que
pretende, en cierta forma, volver a poner a la fan-
tasia, a la poesia y a la mitologia en el centro mi
mo de la racionalidad cientifica. ¥ es por eso que
Ja declaracién va seguida de un reproche: los poc-
tas ylos novelistas no son més que semialiados, ya
que no han ororgado a la racionalidad la sufi-
ciente dosis de suefios y fantasias. No se han pro-
rnunciado de manera suficientemente clara a favor
del valor significative de esas fantasias cuyos
movimientos han representado.
El segundo punto de referencia se extrae de
las figuras ejemplares elegidas por Freud, Algunas
son tomadas de la literatura contemporiinea, del
drama nacuralista del destino a la manera de
Ibsen o de las fantasias, como las de Jensen 0
Popper-Lynkeus, herederos de una tradicién que,
a través de Hoffmann, se remonta a Jean-Paul y a
Tieck. Pero esas obras contemporineas quedan
cn la sombra de otros grandes modelos. Las dos
grandes encarnaciones del Renacimiento: Miguel
Angel, l demiurgo sombrio de ercaciones colosa-
les, y Leonardo da Vinci, el artista/sabiofinven-
tor, cl hombre de los grandes suetios y los grandes
proyectos, de quien nos quedan sélo algunaslll
cobras, que son como diversas figuras de un
mismo enigma. Y también los dos héroes romén-
theos de la eragedia: Edipo, el testigo de una anti
giiedad salvaje, opuesta al antigiedad ciilizade
Mle la tragedia francesa, y de un pathos del pensa-
tmiento, puesto tanto a la légica representativa
dela disposicién de acciones como a su disribur
Gon armoniosa de lo visible y de Jo decibles y
Hamlet, el héroe moderno de un pensamiento
que no acta 0, mas bien, de un pensamiento que
acuia por propia inercia.
Tncontramos, en sintesis, al héroe de It
[Anvigiedad salvaje, la de Hlderlin o Nietsches ¥
4 los héroes del Renacimiento salvaje, el de
Shakespeare, pero también el de Burckhardt y el
de Taine, opuestos al orden clsico. El orden cli-
sico, como vimos, no es simplemente la etiqueta
“fe un arte cortesano a la francesa. Es propiamente
al régimen representativo del arte, ese réglmen
aque encuentra sus legitimaciones teéricas prime-
aren la elaboracién aristorélica de la mimesis su
mblema en la cragedia clisica francesa y su siste-
vnatizacidn en los grandes tratados del siglo XVI
francés, de Batteux a La Harpe, pasando por los
Comentarios sobre Corneille de Voltaite, En el cora-
vain de ese régimen habia cierta idea del poema
oe
como disposicién ordenada de acciones que ti
‘ius ee eonasdepens
najes que persiguen fines conflictivos y que mani-
fiestan, a través de sus palabras, sus voluntades y
sus sentimientos, segiin todo un sistema de con-
venciones. Ese sistema colocaba al saber bajo el
imperio de la historia y a lo visible bajo el de la
palabra, en una relacién de moderacién mutua de
lo visible y de lo decible. Ese orden es el que res- ,//
«quchraja el Edipo romantica, héroe de un penss- -
mmiento que no sabe lo que sabe, que quiere lo que
no gues, que ata paecendo que habla a
: de ‘su mutismo. Si Edipo —arrastrando detras
Je el el cortejo de los grandes heroes edipicos-
esté en el centro de la elaboracidn freudiana es
porque es el emblema de ese régimen del arte
que entiende las cosas del arte como cosas del
pensamiento, a manera de restimonios de un pen-
samiento inmanente a su otro y habitado por su
otro, escrito por todas partes en el lenguaje de os
signos sensibles y escondido en su oscuro corazdn.