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. Aunque algunos criticos sostengan que el Boom no fue
10 una explosién promocional y de i ps fal
literario, as nuevas novelas tienen entre s{ un parecido de familia
“inico, suficiente como para elaborar una lista de caractristicas
eae & ee ee es del control del
ina incesante experimentacién formal, técnicas destinadas a
quebrantar la rigidez de la narrativa tradicionals. Los ae ca
as cl desarollo de América Latina que uno puede releera través de
los escombros se convierten ahora en risibles simulacros. Si esto parece
‘una negaci6n, lo es. Los nuevos novelistas trataron con sarcasmo de
negar el atractivo positivista y populista de proyectos qui
‘entonces, se habian quedado atascados y eran un tropic:
vo para avanzar. Si después de haber
% ae a mirar Ia historia de América La-
it al comprobar que la palabra
nificado de meta. En muchos paises, la productividad nacional crecié
desde mediados del siglo XIX hasta el periodo populista de la industria-
lizacién, como resultado de la politica de sustitucién de importaciones
puesta en prictica durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las
potencias extranjeras estaban demasiado atareadas como para exportar
articulos de consumo ¢ impedir asi el desarrollo local mediante el su-
ministro de bienes manufacturados. Pero, después de a guerra, las
importaciones inundaron de nuevo los mercados, y la historia de
ica dejé de tener esa apariencia progresista: ya no se trata~
tina, sentimos vért
sarrollo econémico se alteré para ir a dar al callején sin salida del
subdesarrollo permanente. Mientras tanto, las historias patriticas se
marchitaban en los citculos viciosos que Carlos Fuentes considers
‘como rasgos tipicos de las nuevas novelasé
2 Sin embargo, cuanto més se empeftaban los nuevos nove-
See
cniosidad provocaba en mi la persistente atraccién hacia esos libros
que causaban tanta resistencia. ¢Qué era lo que habia —me pregunta-
Ficetonss Funpactowaut
‘ba en ese tipo de ficcién latinoamericana programatica y obviameny
‘obsoleta que tanto obsesionaba a los del Boom?