elm de Color
LS.BN: 978-956-12-14955,
[i eicsin: oct de 2010.
Obras Escogides
ISBN; 78956-12-L422-4
12 olin: peubre de 2010.
ivectin erik Jove Manuel Zafar,
‘Dineetn de arte: aan Nera,
Divecin de pduccién: Franeo Giordano.
byRiypond Larolt tee
01956 par on Zag, 9A
Pete pece tein.
tnerplba NRG Santino dCi eee
Bet ato ye neste sitio el rfo se abre sobre playas
P de fina arena. El sol desaparecfa detrds
Totan 1074 0 an 81074 3. : : :
‘wo igaagl Eom 2igzag@zigzagct de las colinas, y aquel dia de comienzos del
Saino de Cie "_yerano morfa en apacible luz haciendo perder
1 prs i op reat aa su valor a todas las cosas visibles.
et ee eS Resoné un grito triunfal. Algunos nifios
seni fim epee jugaban en la playa y uno de ellos daba el
’ ..... toque final a un soberbio castillo de arena, Era
Amon Hate Willan 39, i. un verdadero castillo fortificado, con torres
a y almenas, foso y puente levadizo. Nuestro
arquitecto militar habia plantado una banderita
en lo alto de la torre.militar a la bandera,
ubio por la vieja escalinata
ibierta de musgo, y llegé ala
jor, que dominaba todo el valle.
Jas bocas abiertas, admirando el adeante, medio cegado por la luz
is0 edificio. Nunca, en el mundo ente- ular que se reflejaba en un arbol. Dio
fa visto un castillo tan hermoso. jada en torno a la mansién.
jana tu castillo estaré demolido! Fra una antigua mansién arrebujada en-
Hablaba Matilde, la nifia mds linda de flotes y enredaderas, Mansién feliz, y en
pandilla. El nifio, volviendo la cabeza, sba de ello, alld, en la chimenea més alta,
nas se dign6 mirarla. ,Acaso una niffa seria iefias. Siempre estuvo
de comprender lo que era un castillo quel nido a la vista, y todos lo miraban
icado? Hay castillos fortificados que han llosos.
existido durante més de mil afios. ___ Lacigiieifa es un pajaro sagrado y donde
Sin embargo, ide qué servirfa éste? Na- se establece reina la felicidad. Es una criatu-
se atrevi6 jamds a vivir en un castillo de cémica y tranquila, muy conocedora del
sna, Y, siendo un nifio pequefio el que habia mundo, como que lo contempla desde las altas
jado un dfa entero en levantar el castillo, ‘cumbres del cielo; conoce también a los hom-
inremediablemente iba a llegar el momento _ bres observiindolos desde los tejados de sus
- de irse a la cama. _ habitaciones. En pocas palabras, es un p4jaro
{Y cl momento lleg6! El nifio ofa la voz de sabio, puesto que, en su sabidurfa, juzga todo
madre llamAndole. Recogié pala y balde, desde la altura. Tiene un pico muy largo, que
3
7
6p de seriedad, y cuando duerme
de la chimenea, descansando
gcultando la otra debajo del
un signo de interrogacién posado
morada de los hombres.
fecto, nada hay més misterioso que
fa, con sus habitaciones perfectamen-
lc las cuales se llevan
nas de la vida y de la muerte, del
miento y del suefio, del dinero que se
nia en las noches, de la hospitalidad y
‘tanto, no carece de importancia el ser un sig-
@ de interrogacién en una vieja mansién, y
a que en ésta vivia tomaba muy en
ciones de todos y de.
cuca uno ondulaban chimenea arriba y Hega-
borealFe}aDERA ¥ LAs yoras Cane
iefia madre se encontraba en este mzaba a dudarlo. Lo
ito en su nido, en la ctispide de la ala cigitefia, y antes de
(én. Parada en una pata, con el largo hizo sefias con la mano
Oculto entre sus plumas, parecfa dormir. ido en voz alta.
obstante, con su ojo semientornado habia dfa habia sido pesado para
visto muy bien al pequefiuelo que regresaba la comida se quedé dormido.
{usu casa erguido, ufano, arrogante. lo cogié en brazos y, sin despertarle,
La cigiiefia estaba también enterada del en su cama. Era una noche tempera-
significado de los castillos de arena, y com- | de estrellas. Apenas si murmuraban
prendié perfectamente la malévola reflexion 8, y hasta el rio habia moderado
de la niftita. Adems, la cigiiefia madre era do. El chico sofié con batallas. Se
contraria a las ideas de la pequefia Matilde; tba dentro de su castillo fortificado y
la gente de este mundo no daba a los castillos india de mas de un millar de enemigos.
de arena su debida importancia I6 duefio del campo. Cuando él hacfa
EI nifio tenfa mucho carifio a la cigtiefia la trompeta del triunfo, un traidor,
madre. Le habfan contado que era ella quien a el rostro de Matilde, bajé el puente
le habia traido al regazo maternal. En reali- lizo y dejé entrar al enemigo. El maté
dad, el nifio nacié el mismo dfa en que las ibién a Matilde, no sin pena, pero —es
cigtiefias regresaban de su viaje y todos los iso hacer justicia— ella lo merecfa.
afios llegaban para su cumpleaiios.
;Bueno, aquello de que lo trajera la ci-
gilefia es un asunto no muy claro en nuestra
10luando desperté era de dfa claro, y
-su primer pensamiento fue para su
ortificado. Se visti6 rapido y se fue
indo a la playa, Nada quedaba fuera de
lesilusiGn de su suefio. El viento y una
da del rfo lo habfan borrado todo. Lloré,
sur6 consolarlo. El le tiré los cabellos y
chill6, mas de rabia que de dolor.
"Las lagrimas del nifio se agotaron. Pero
a Hlegar a su casa, a cigdefia madre advirti6
ie el chico habia experimentado su primer
BGRAY Las Jovas
snto de hombre. Y lo compadecié.
. Bstiré el pescuezo, extendié la pata
volvié hacia él.
~ Alhacer ese movimiento, sin advertirlo, la
‘cigtiefia arrojé del nido a uno de sus polluelos.
Y como éste atin no era capaz de volar, perdid
el equilibrio y, batiendo las alas y haciendo
resonar el pico, cay6 desde la cumbre de la
torre a los pies del nifio.
La cigtiefia madre demostré su angustia.
Volaba en cfrculo sobre la terraza. Pero la
avecita no habfa muerto; solamente se habia
quebrado una patita. Ante tamafia desgracia,
el nifio olvid6 la suya. Cogi6, solicito, al po-
Muelo, dandole a entender a la madre que no
tuviera cuidado, y se lo Ilevé a la casa para
prodigarle sus atenciones y darle alimento.
Una patita quebrada no es gran cosa, so-
bre todo tratandose de una pequefia cigiiefia.
Sin embargo, ésta quedé un poco coja. Ese
fnalanceo en el andar le prestaba cierta c6mica
distincién, un poco de ironfa, lo cual la hacia
14LACIGUESA YAS Jo¥as SYNOND 1, HRUCKHERGIER
cer diferente al comtin de las cigiiefias it lo general, son torpes;
Por lo menos, asi opinaba el nifio que sentfa iefias tienen un pico tan
especial ternura por la avecita. Ya no se les les escapa. Donde la ci-
‘Yeia separados a més de un pie de distancia, o diendo era en las carreras,
mejor dicho, a un paso de la cigtiefia coja. ija le duré poco; a medida
Matilde se puso celosa. No podfa compren- ‘el verano, sus alas crecfan y
der que una cigiiefia la hubiera reemplazado sfan, y, naturalmente, comenz6 a
en el carifio y en los juegos de su amiguito. o de ellas.
Matilde era muy bonita, pero habfa muchas lifio continu edificando sus castillos
cosas que no estaban a su alcance. |, pero ahora s6lo lo hacia por entre-
Un dia dijo al nifio: . Ya no tomaba tan en serio el arte
Siempre sigues pensando en que nos flificacién, Ademés, su padre le habia
casaremos cuando seamos grandes? las fortalezas no tenian valor en la
—pregunté él. moderna.
no se sentia deshonrado cuando en
iY mi cigiiei
—jLa comeremos para Pascua, con
aceitunas! nafianas comprobaba el desastre de su
Elle dio una bofeteada y ella se escapd del dfa anterior. Continuaba edificando
llorando, llos con igual tes6n que los generales
‘Al nifio ya nada le hacia falta y no nece- habiendo perdido Ja altima guerra, no
sitaba compaiifa, Se entretenia mucho con su | esiayaban en su aféin de llevar a sus ejércitos
cigilefia. Y cuando jugaban a las escondidas, | jiobras. Los generales segufan creyendo,
siempre ella lo atrapaba. 0 él ya no crefa.
16 7LAGIGUERA ¥ LAS JOYAS
Al terminar un nuevo castillo, acudfa la
cigiieftita y se posaba en la cumbre de una torre,
agitdndose suavemente, muy suavemente.A
veces el castillo entero se desmoronaba con
el peso de la avecilla. Entonces era cuando se
escuchaba la risa burlona de Matilde, quien
nunca dejaba de observarlos a la distancia.
No se turbaba por ello el nifio; él también
refa de buena gana. Prueba evidente de su
gran carifio por la cigiiefia.
Ambos comfan juntos en la cocina antes
que los grandes se sentaran a la mesa. La
cigiiefiita pescaba pececillos de una jarra
lena de agua y se los tragaba suavemente,
levantando el pico bien alto, a fin de ayudar
a que se deslizaran por su largo pescuezo.
Ni de noche se separaban los amiguitos; la
cigilefia se encaramaba en la barra del catre
del nifio. Dormia, tal como las cigiiefias viejas,
afirmada en una patita.LA GIGOENA ¥ LAs JorAs OND wavcKsrrec
que su cigitefia partirfa. La
do para negarle su libertad.
Las cigiiefias crecen rapidamente. Al
fin del verano sus alas eran inmensas, y ya
podia volar. jeefa que nunca, nunca, nunca
Una buena mafiana, sin més ni mds, sin la ‘de hacer algo por detenerla.
menor indicacién, emprendié el vuelo y fue a hizo, cuando presintié que se
posarse en el techo de una casa al otro lado del hora de la partida, fue atar en
rfo. El nifio grité desesperado. Comprendia, querida cigiiefia una cinta roja,
no obstante, que el destino de las cigiiefias eonocerla con toda seguridad a la
era volar de un pafs a otro, cruzar fronteras, y Mi regreso. Era una manera de darle
que eran pajaros libres, porque su verdadero e su propiedad.
pats es el cielo, Pero lloré amargamente al
ver que su cigtiefia habfa volado tan lejos y
que él no podrfa aleanzarla.
Esta vez Matilde no rid. Se acercé al
nifio. ;{Qué hermosos eran sus ojos y qué
cristalinos!
—Pero yo estoy aqui —le dijo dulcemen-te-.
‘Yo me quedaré siempre contigo. Yo no tengo
alas, yo...
Eso es lo terrible... -repuso él.
Y Iloraba y loraba. Y Matilde no acert6
a comprender qué habfa querido decirle.
20sstacin avanzaba con rapidez. La
1a de su dormitorio quedaba
Ja noche. Una mafiana, al despertar,
(rtié que la cigiiefia no estaba en su
bfa partido con todo el escuadrén de
del pais. Cosa extrafia: el chico no
6. Ya se habfa dispuesto al sacrificio.
oraciones rogaba a Dios que tuviera
n viaje y un feliz regreso.
0 alguien que experiment6 gran sa-
i6n con el acontecimiento: Matilde.
inque era muy nifiita, tuvo la habilidad
ultar su satisfaccién. Le bastaba con
23sa, Por lo tanto, jamés hablo de la cigieita,
sin embargo, se daba perfecta cuenta de que
| amiguito la escuchaba distrafdo, como si
ella no estuviese sentada a su lado, Muchas
veces le sermoneaba con mucha inteligencia,
haciéndole ver que era feo que los hombres
se pusieran sofiadores.
Pero li siguier se inmut6 por laprédica.
Pensaba en su citi. ;Volverta, 0 talvez
las cigiiefias se olvidaban enteramente de
quienes lasamaban? Seguramente regresaria,
queracrerlo, En las noches, a pesa del rio
inveral, dejaba la ventana de su dormitonio
abierta...;Quién sabes ella también le recor-
dara! Bien pudierasuceder quella prefiriese
su compaifa a lade las demés cigiiefias y de
pronto las abandonase y apareciera sola para
estar a su lado, Constantemente le agitaba
este pensamiento.
Y tanto pensé y pensé que al fin Ilegé la
primavera,LA Cotes YAS JOVAS
Una mafiana dormia tranquilamente,
cuando sintié que alguien le pellizcaba lal
oreja derecha. Despert6 molesto...
jUna ci 1u cigiiefia estaba alli, pa-
rada en una pata, a la cabecera de su cama!
Habfa llegado con toda la bandada, y era ella’
quien le habfa picoteado la oreja de manera
amistosa, como desedndole un feliz cumplea
fios, a su manera.
Elnifio la reconoci6 al instante. Ademas,
Tevaba la cinta roja atada en la pata. Es verdad)
que la cinta estaba algo desteftida; tendrfa
que cambiarla por otra.
Fue una gran alegria que duré todo el
verano. La cigiiefia regalona hizo un nido en
otra chimenea. Se habia casado y esperabal
pequefiuelos. No se preocupaba mucho del
marido, que pasaba todo el tiempo arribal
abrigando los huevos. Ella bajaba con fre-
cuencia a jugar con su amiguito, y todas las|
mafianas llegaba a la cabecera de su cama y
le picaba la oreja.
26LA GLGDERA Y Las Joxas
En aquel cumpleafios, el nifio recibié de
regalo un pony, y pronto aprendié a montat
a caballo. En las tardes, después de termi
nar las tareas del colegio, y més adelante, y
durante las vacaciones, corria carreras en sui
pony por las riberas del rfo y su cigiiefia le
acompatiaba.
Matilde se puso melancélica. Ya no se
la vefa en la playa. Aguardaba el otofio. Su
profundo instinto le decfa que llegaria el dia \scurrieron algunos afios. La ci-
en que la amistad de un pajaro no bastarfa a regresaba cada primavera y
para satisfacer el coraz6n del nifio. Sélo en! Men cl otofiosEl nifioerashora
parte se equivocaba. fa abandonado la infancia. Y esta
ar la cigiiefia no levaba en su
ta roja atada en ella en el tiltimo
Ja habfan quitado, colocdndole en
cordén tejido con hilo de oro.
sn le habia atado ese cordén de oro?
mensaje? {Cudl era el significado
‘aje? El mocito no pensé en otra
ante todo el verano. Por tiltimo re-
tranquilizar su coraz6n. Escribié una
29LA CIGOERAY Las Joxas
ndo su mano en el
carta indicando su direccién y solicitando
que el poder de sus
una respuesta. Selld la carta con una de esas)
cApsulas de cobre que se acostumbra colo-
car en las patas de las palomas mensajeras
A comienzos del otofio 1a até con una cinta’
roja en la patita de su cigiiefia. Y asf partio
Ja carta cruzando los mares.
El joven tenfa ahora un brioso corcel. La
noche de Ia partida de las cigiiefias cabalg|
solo por las riberas del rfo. Se encontré con,
Matilde y por primera vez experiment6 una
agradable sensacién al verla. Era ahora una
jovencita muy bella. Apedse del caballo y le
relaté toda la historia de la cigiiefia, de como
Je habfan cambiado la cinta por otra y de la)
carta que é1 habfa escrito.
~Yo habia observado —declaré Matilde}
—que tu cigilefia llevaba en la pata una boli-
ta brillante. Pero jamds hubiera imaginado|
que fueses tan necio. ;Qué aguardas de la|
lejanfa?
nz luego a averiguar acerca
¢ las cigtiefias acostumbra-
invierno. Aprendié que iban
de mucho sol y viento, y
ntes de aquellos paises vivian
{apartadas regiones, a inmensas
e los hombres montaban en
caballos 0 en absurdos
mujeres tenfan la tez dorada,
licos, sombreados con alhefi
esos lugares cuando Tlegase
dad.
|, cl adolescente los visitaba en
‘mérgenes de sus cuadernos de
ban cubiertos de dibujos. Todos
sliefias, palmares, caballos, cara
"se intercalaban en una leccién de
. invadian parrafos de historia, se
jan en un teorema... ;Quién habria
31atado el cordén de oro? Pregunta que le
atormentaba.
Una tarde en que regresaban juntos de
clase, Matilde revis6 los cuadernos de st
amigo.
—Estiis perdiendo la cabeza —le dijo-; te
has enamorado de alguien que no existe.
Pero esto existe, Matilde; te lo
tan lejos, tan lejos, que no puede
existir para ti. Debes pedir a Dios slo lo que
estd a tu alcance.
~Perfectamente —respondis él-. ; Que Dios
me conceda entonces lo que nadie le pide!
Eso es orgullo—replicé Matilde. ;Temo|
del amigo, rié y le bes6 en ambas mejillas.
Un suave picot6n en Ja oreja le desper+
6. Allf, a la cabecera de su lecho, estaba Ia
cigiiefia, su cigiiefia. Habfa sido despojada
de la cinta roja y de la cépsula de cobre. En)
28:
FOND L neicxsincee
“pata de la cigiiefia pendfa un
llete que debia pertenecer a una
fia y de manos diminutas. En
iu alegria, el adolescente bes
jefia y ella recibi6 la caricia
id de una venerable matrona.
aga, le Hlegaba una respuesta.
incia de més alld de los mares,
nantes arenas, de fascinadoras
cas 0 rojas, se encontrarfa la
flo que se extendia hacia él? Se
Jete en el cuello a fin de tenerlo
recordarlo siempre.
@ le aguardaba aquella mafiaiia
9 con él al colegio. Y adquirien-
indiferente, le pregunté si habia
puesta a su mensaje. El le mostré
Ella palidecis, pero contests de
guien que quiera divertirse a cost
divinamente. Ademés, ese bra-
demasiado chico para mf, y no dirs
33LA CAGOERA YAS JOYAS
que yo tengo manos grandes. Seguramente tu
cigtiefia emigra a la tierra de los enanos.
Y, tal como siempre ocurrfa, Matilde se
torné malévola y burlesca.
Pero los caprichos de Matilde no pre-
ocupaban al joven, pues cuando su cigitefia
regresaba anualmente, ninguna otra cosa
Jograba captar su atencién. Ya habia dejado
atris 1a edad de los castillos de arena, lo
cual no era obstaculo para dar rienda suelta
a nuevas fantasfas.
Una de éstas era galopar a orillas del rio,
sin dar tregua a su caballo. Desde lo alto de
su nido, la cigiiefia lo divisaba y partfa tras
é1batiendo contra el viento sus enormes alas.
Pronto le alcanzaba y, planeando adelante |
parecfa indicar una huella invisible al alegre
jinete.
Por fin el adolescente frenaba y, apedndose!
de un salto, daba un leve respiro a su jadeante
cabalgadura. Luego se echaba en 1a arena,
disfrutando del calor del sol; cetraba los ojos
34LA GIGUERA YLAS JO¥AS
y se entregaba a sus ensuefios: pensaba en
Ja diminuta mano que, desde tierras lejanas,
le dirigfa un saludo amistoso. A veces crefa
sentir el leve peso de la temblorosa mano so-
bre su coraz6n, ¢ imaginaba encontrarse a las
puertas de la muerte, de una muerte deliciosa,
‘Aratos observaba a la cigilefia, caminando]
a orillas del rfo al acecho de algin pez de su
agrado... Ella conoefa a la nifia de més alld
de los mares... Por qué no le seria dado el
uso de la palabra?
0 y la cigiiefia partié
nuevo mensaje atado a
a roja. Como la primera
iba su direccién y, ala vez,
ypuesta més clara.
iba y cavilaba...
lorando todo el tiempo que
fa—. Sf, algiin dia la he de
iecfa imposible. Tenia el fir-
miento de que las cosas més
/se consiguen mereciéndolas.
Ia idea de pretender felicidad
37LA GIGDIERA LAs JOYAS TAyMonD 1 mecxsencas
sin esfuerzo y garantia. Asf es que trabajé iso lo imposible? Una ci-
esforzadamente. on de nifio, me Ilevé donde
Deberia prepararse no sélo para obtener la verdad es que una cigiiefia me
destreza necesaria para llevar a cabo la aventura 6 el amor a la aventura y a las
que meditaba, sino también para hacerse digno Scabelladas.”
de aquel ser de tierras lejanas, a quien él habia into a Matilde... Aella debe haberla
dotado anticipadamente de todas las virtudes wtuga al seno de su madre..., tan
del coraz6n y las galas de la belleza... Cuando} on sus horizontes... ;Es posible
se sentfa fatigado por su trabajo, estrechaba el burle de mi? Habrfa permitido
brazalete contra su coraz6n. pertase en mi un sentimiento tan
En las noches sofiaba. Era un suefio que nel solo fin de engafiarme?"
se repetfa muy a menudo. Cabalgaba en el vera regresé la cigiiefia y traia
desierto. Iba delante la cigitefia sefialindole de marfil con incrustaciones de
el camino. Después de una carrera agota- s cabellos se habfan quedado
dora, carrera que parecfa no tener término,| en la peineta, cabellos largos y
la cigiiefia se detenfa frente a una enorme negro brillante.
tienda. Ei] se acercaba. Una manito, cargadal imavera siguiente le llegé un arete
de brazaletes, alzaba la cortina de la tienda, un afio después un pequefio espejo
invitandole a entrar. Nunca avanz6 més. En) de oro.
ese momento despertaba. 4 viaje la cigiiefia era portadora
"Quizds Matilde tenga raz6n —pensaba— iva atada con una cinta roja. Pero
Posiblemente estoy loco. 4A qué desear lo] da su carta? La comprenderfan?
39
38LA EUG Y LAS JO¥AS
{Por qué ella no le escribia? El joven no se
Jo explicaba y el tormento de su impaciencia
era ya insoportable. A veces sentia deseos de
matar asu cigiieiia. Le comunicaba demasiado,
o sumamente poco... ;,Aclararfa alguna vez
el enigma? ;Llegarfa alguna vez. a posar st
mano sobre esa cabecita, coger esa mano?
{Confiarfa alguna vez. a ese ofdo el secreto
de su corazén? ;,Verfa alguna vez. el rostro
querido, vagamente disefiado en su alma?
,Acaso tenia ahora més luz sobre la ma-
teria? Las joyas eran de un estilo muy raro,
Esto permitiria determinar la regiGn de st
origen y, gracias a ello, deducir a qué pals
emigraban las cigtiefias
Con este fin lev las joyas a un artista er
la materia, cuya ciencia era reconocida en st
ciudad natal. El joyero revis6 sus libros. 1
experto habia conocido viajeros aficionado}
‘a adornarse con joyas exéticas, de mane
que cuando el joven volvié en busca de su
tesoros, pudo certificarle que el brazalete. |
40LA GIGMERA YLAS JOYAS
peineta, el zarcillo y el espejo provenian de
una ciudad de més allé de los mares y del
interior del desierto. El pafs era conocido por
el nombre de la Gente de Azul.
Hacia esa tierra deberfa, pues, dirigirse si
querfa conocer a la joven que tan bien sabia
expresarse en el idioma de las joyas y que 7]
parecfa resuelta a no emplear otro lenguaje. a
Escribié una carta bastante desatinada.
eng
Pero la carta jamés parti.
Aquella majiana desperté sobresaltado.
Fue como si un huracén hubiese penetrado
en su dormitorio. Encendié la luz y vio a su
cigiiefia tiesa, contorsionada, al pie de su
Iecho. La creyé muerta y se desesper6. Pero
al cabo de algunos segundos, batié un ala.
Permanecié en el mismo estado durante tres
dias; estaba moribunda y no absorbfa mas
alimento que unas gotas de leche que el joven
introducfa en su pico.
En la misma mafiana de esta desventura,,
emigraron todas las cigtiefias; ella quedaba
42LEACIGOINA ¥ IAS JOXAS
sola, abandonada de toda su tribu. El joven
la despoj6 de la capsula de cobre, pensando
entristecido que su adorada aguardarfa en
vano su mensaje. Sin embargo, tanto queria
asu cigiiefia, que se alegraba de tenerla a su
lado y de que se hubiera librado de sufrir en
el camino tan horrible enfermedad. Si, podria
haberse muerto en el viaje y él la queria con
todo su coraz6n.
Pensaba en el extraffo suceso sin acertar n medio de sus preocupaciones, el
a explicdrselo, La cigtiefia se qued6 en su joven advirtié la conducta extrafia de
aposento, y los vecinos crefan que la cigiiefia Habia redoblado sus coqueterias con
domesticada habrfa partido con la bandada aire triunfante, Recordé entonces
spera del dia en que la cigiiefia ca~
a, él habia ido a una fiesta donde
i'6 con Matilde. La cigitefia, segiin
braba hacerlo, fue a reunirse con él
in. Muchas veces la extraordinaria
arecia cuando menos la esperaba.
nundo Ia conoefa y la celebraban ofe-
golosinas, especialmente arenques,
it favorito. Pero aquella tarde, en vez
45LACIGUERA ¥ LAs JOrAs
de ofrecerle arenques, que abundaban en la
mesa, Matilde sacé de su bolso un pequefio
bizcocho y se lo ofrecié.
{Matilde habia envenenado a su
cigtiefia!
Pensamiento terrible que le torturaba el
alma, no tanto por Jo tocante a su cigiiefia
como por lo concerniente a Matilde, como:
autora de semejante maldad. Le dolfa en el
alma la idea de que tan bella joven fuese
capaz de un acto tan vil.
"Si la interrogo —pensaba-, o bien lo ne-
porque me ama"...
por amor! ;Si eso era amor, si tales eran los
méviles de su coraz6n, serfa de morirse de
vergiienza de haber nacido como fruto del
amor!
‘A nadie comunicé que la ci
nuaba viviendo en su casa.
Muy pronto aumenté su mejorfa, Lleg6 el
invierno y cayeron las primeras nieves. Uni
46A CIGUERA YLAS JOYAS
mafiana en que el cielo estaba despejado,
la cigiiefia salté al antepecho de la ventana,
patio sus pesadas alas y emprendié el vue-
lo. El joven la vio planear en. circulo sobre}
Ja casa y virar enseguida rumbo al sur. No
hab{a previsto este acontecimiento... ;C6mo!
se arrepentia de haberle quitado el mensaje
de la patria!
;Valiente cigiiefla, que afrontaba sola las
tempestades invernales y la travesfa sobre el
mar! La idea de que pudiera perderse le hacfa|
temblar, Si la cigiiefia no regresaba, jamas
perdonaria a Matilde.
Matilde, entretanto, estaba segura de su
victoria. Presentia que el amigo era pres
de una mortal preocupacién, y jamés hizo]
mayor despliegue de sus encantos. A su lade
habfa completa seguridad, no cabfan dudas
Fra ella tan importante, tan real, y al mismo
tiempo tan hermosa, que aniquilaba todo Iq
que no era de ella. Parecfa haber nacido con
RAYMOND L. BRUCKBERGER
... caso no pretendié matar a
joven trafa a la memoria palabras de
\do era nifiita:
qui estoy yo, y yo no necesito alas.
era ella. Y por esto fue que él tomé
p contra Matilde.
ora élera un joven alto, de ojos claros,
1y reservado, inteligente y vigoroso. Era
jador, 0, mejor dicho, no le inquietaban
yuntos personales y tenfa el espiritu
ro del buscador de tesoros en los
josos arcanos de los reinos del Sol. Se
olvia en medio del mundo: trabajaba,
.comia, hablaba; sin embargo, existia
‘ible abismo entre él y todo lo que él
ulo de sus amistades se asombraba
empecinado estudiando un idioma
, de remotos paises. Vivia en el mun-
pertenecia a él. Su nostalgia interior
lacionada con todos los sucesos de
49LACIGOERA YEAS JOYAS RAYMOND L BRUCKBERGER
su existencia, los cuales le urgfan a marchat pert6 el canto de los pAjaros. Todo
adelante, a no retardar la ejecucién del plan dy alegrfa. Ya no tardarfan en regre-
ideado por él: descubrir el misterio que Ie eae Les imnivera eeadelantabn
asediaba. Qué importancia tenia para él Id smprano, repentinamente. De stibito
ue le rodeaba? los manzanos; el aire se llendé de
Para él el desierto estaba en todas parte: Drisas y la luz del cielo se suaviz6.
donde ella no se encontrase, y tenfa la certeza i6 la angustia del joven. La sobe-
ue junto a ella cualquicr desierto se transfor Se er teeeee anes
maria en un jardin maravilloso. Este inflexibl aba partido sin llevar su mensaje...
amor atormentaba su alma, la socavaba y | fa su novia que él la habia olvidado
agitaba constatemente, sin cesar, infiel? ;Y qué seria de 61? {Se verfa
‘Al fin del invierno cayé enfermo. Bio? ,Las joyas de su uso personal
Permanecié mucho tiempo en estado dj de tan remotas tierras se las habria
coma. En medio del sopor que lo invadia vio) ig cighietls por divertitee, 0,
enel centro de una inmensa aureola, vio po Pre ieverrojedalalimar eran un
fin y por primera vez el maravilloso rostrd Bs ceranca inextinguibie?
un rostro hermosisimo, pélido y pensative spuesta a todas estas interrogantes
con ojos de terciopelo, velados por larga n claridad meridiana, Regres6 la
pestaflas, ojos que le sonrefan tristementy frayendo atada a su pata, con cinta
Tuvo la breve vision de un destello de !u7 Bede oro para homiare, en lt
Luego nada més que un enorme vacio, engastada una esmeralda destinada
desprendimiento de su propio ser. ign de un sello.
50LACIGOERAYLAS JOVAS
Por lo visto, ella no habia dudado de él y
con este obsequio principesco le demostraba st
amor, solicitando, a cambio, su fidelidad.
El joven recuperé répidamente Ia saludy
y apenas abandon6 el lecho, se fue en busca
de su amigo el joyero. No se atrevié a usar
el anillo en su dedo, pero se lo entregé al
experto artista, Este se qued6 desconcertado
La joya era enteramente diferente a las que:
Je mostrara antes, tanto respecto a su épocil
1u origen. Indudablemen4
mn valot
como el lugar de si
te era una alhaja antiquisima y de w
incalculable.
El feliz poseedor de la joya se impresio
fe por una circunstancia qui
né especialmente
4\ consideraba providencial: 1a esmeralday
la gent
segiin los augurios aceptados pot
de su pats, era la piedra correspondiente |
la fecha de su nacimiento; por lo tanto, Id
estaba especialmente dedicada y presagiabd
buena suerte.TA CIGDERA Y1AS JOXAS
;Si,1a esmeralda era su piedra de la buena
ventura!
‘Ahora deseaba escoger un anillo para su
novia de més alld de los mares. El joyero le
hharfa una obra de arte y la tendrfa lista para
comienzos del otofio. Pero, ,qué piedra ele-
girfa? Habria deseado conocer la fecha de
Ja conocerfa, y quizas
respecto, ella responderia: fue el affo en que
{a pantera mat6 al elefante blanco, el afio en
gue un ganado de gacelas cruz6 por el boss
de palmeras...
Por lo menos, estaba enterada de la époct
en que nacié su amor, de Ia estaci6n del af
cen que recibié su primer mensaje por inter
medio de la cigtiefia.
Decidié, por fin, enviarle un aguamarint
engastada en un anillo de oro.
‘Con el presente listo, se le hacfan larga
Jas horas que faltaban para que la bandada ci
cigiefias emigrara. Su prenda de gratitud
54
RAYMOND L BRUCKBERGER
fomiso aguardaban ser transportados
ierras. Amaba a su cigiiefia como
ioso e irreemplazable correo de
mo tiempo, habiendo decidido su
y el cumplimiento de sus deseos, su
tranquiliz6 y goz6 de verdadera
stino se unirfa a otro destino. Estaba
de ello: estos dos destinos formarfan
gracias a Dios y le pidié fuerzas y
ira llegar hasta el fin de la jornada. E)
excepcional y misterioso de su com-
servian de estfmulo a su intrepidez
los obstaculos con todo el vigor de
-muchas veces le invadia la pesa-
y la inquietud. Se apartaba de toda
jad, Se mova por el mundo en me-
‘Yértigo interno, como un danzarin
sobre una cuerda suspendida enPp” aquel tiempo Matilde se cas6 con
un joven mediocre, de aspecto vulgar
iis bajo que ella, pero repleto de diplomas.
amaria de verdad? En todo caso, era el
0 "a su alcance."
"La culpa es de la tortuga pens nuestro
oe-; cada cual recibe lo que se merece."
En la primavera la cigiiefia trajo, dentro de
sito perfumado, una rosa de las arenas
sontemplé esa flor mineral de los desiertos,
suele encontrarse en los pozos, nacida
onténeamente de las arenas cristalizadas,
nprendié perfectamente su significado: unLA CIGDER Y TAS JOYS
corazén encendido de amor, un coraz6n fie,
\ perdido en la inmensa soledad de las arenas
\ que aguarda junto a la fuente.
Si. le esperan... {Hay que partir! (Hay que
\ apresurarse! ;Debe afrontar su destino y su
amor! jDebe luchar para alcanzar él fesoro
de su corazén!
Hiacia fines del verano se embarc6.
El galdn estaba enterado de la situacion
del pais de Ja Gente de Azul. Lleg6 allf junto
con las cigdefias. Fue de palmar en palmar, de
Casbah en casbah, reuniendo a los ancianos
yy mostréndoles las joyas. Convinieror ellos
gn que pertenecfan a la regi6n; sin embargo,
no podian precisar a quién pertenecfan. El
pnillo les parecié muy extrafio. Sinembargo,
algunos de ellos crefan reconocerlo y haberlo
‘visto en Ja mano de un gran jefe del sur.
“Transcurria el tiempo. El joven rogaba a :
Dios que no le mantuviera Por més tiempo a
en la agonia de la incertidumbre.
58LACIGDERAY LAS JOYS
‘Una maffana cabalgaba junto @ unacasbah.
De pronto, sin acertar a comprencler como ella
Je habia descubierto, vio, vio con sus eee
ojos, a su cigilefia que caminaba a su lado.
No cabja Ia menor duda: era su ciguelia, OF
sus patas disivaas, Coys que el coraz
fa de felicidad.
. Prelit ,espoleS su caballo y galop6
en persecucién de la cigilefia, due habia ca
prendido el vuelo. Se sentia nifio, corriendo a
foda velocidad tras su cigtiefia. Pero ahora se
hatlaban en el desierto... Era una locas
jHacia dénde Jo conduct st cigilefia?
‘ fan algan afa? Habjan viajado horas
era ey eqmensaba a descendet yf
neta seguta muy lejana. El caballo, jest de
sed y, al termino del dia. rengido,sedesplom6,
Bl joven le dirigié una mirada fraternal, com«
x deseara pedirle perdon, pero era preciso
continuar el viaje-
RAYMOND L, BRUCKRERGER
‘Abandoné su cabalgadura y sigui6 a la
fiefia a pie. La ciguefia volaba por etapas,
feniéndose a aguardar que él se acercase.
La sed comenzé a atormentar al joven
ero... ;Ah, sf, qué locura la suya de viajar
jlo! Pero ya era tarde para retroceder, ni
mpoco lo deseaba. Su destino, fuera el que
se, estaba adelante.
El sol brill6 un instante en el cielo y des-
arecié en el horizonte. La noche lo cubrié
pero la luna estaba tan brillante que hacfa
bsible seguir avanzando. El joven seguia a
cigiiefia. Caminaba en un delirio de sed,
deado de fantasmas. A veces se imaginaba
todas las ayes del cielo, los feroces hal-
yes de presa y carnivoros, batfan sus alas
xhalaban gritos salvajes, rodedndolo por
dos lados. Por instantes se sentia liviano,
lano; el cielo se daba vuelta y él flotaba
ire las estrellas. All4 lejos surgia una estrella
is brillante que las demés, lanzaba Ilamara-
intensas, como si fuera a extinguirse. Si
61LA CIGATERA Y LAS JONAS,
pudiera llegar hasta ella antes de la muerte,
antes que la estrella muriese.
Se eché sobre la arena.
La cigiiefia se acerc6 a él lentamente.
Er joven cogié el bolso que content las
t6 a la pata de la cigiiefia.
6 vinicamente el anillo de esme-
1006 en el dedo.
de angustia y de fatiga.
joyas y lo al
Conserv
ralda y se lo col
Se desmay6
luando recobré los sentidos era de
dia claro. Le rodeaba una banda
némades; ellos le habfan reanimado. Le
jieron beber agua de sus odres de cuero.
Jliquido que corrié por su organismo fue la
da misma, vida inagotable para sus venas.
0 todo segufa siendo ligero para él, lige-
Jento y ligero, suspendido sobre la tierra
10 en sus suefios. Era como si las cosas
sucedieran a otra persona.
Los némades le trataban con profunda
yerencia. Habjan reconocido el anillo de
dedo como propiedad de su anciano jefe.
63LACIGHIERA Y LAS JOKAS
Ellos estaban enterados de que su hija, la
princesa de la tribu, lo habfa remitido a su
novio de més all de los mares.
Fra éste, pues, el desconocido a quien ella
‘amaba desde hacia tantos afios, el amado por
quien languidecfa y estaba a punto de morir.
El joven se encontraba demasiado débil para
‘montar a caballo. Improvisaron una camilla
y lo llevaron sobre sus hombros
La cigiiefia habfa desaparecido.
El sol extendia sus sombras detrés de
las dunas, Se dejaba sentir la crepitacién de
la arena, ruido que los némades interpretan
como el Ilanto del desierto apenado por no
ser un jardin.
Ya se divisaban las primeras palmeras.
De pronto aparecié la cigiiefia planeando
sobre la caravana y partié enseguida en di-
recci6n al palmar. Luego, en el destumbrante
crepuisculo surgié un nubarrén de polvo. Era
tun grupo de jinetes que galopaba al encuentro
64
Jos Viajeros. El joven hizo detenerse a la
iravana y él se puso de pie para recibirlos,
Los recién legados vestfan largas tiinicus
ules y blancos velos les cubrian el rostfo
ista los ojos. Todos se apearon. El anciano
sfe abrazé al joven forastero y de inmediato,
no a uno, fueron beséndolo en el hombro
dos los jinetes. Luego le ofrecieron un
oso caballo.
El sol habfa desaparecido en el horizonte
en breves instantes, el manto de la noche
ubrid los cielos. Fueron encendidas las ane
chas y Ia tropa parti6 al galope; el jovet
lajero cabalgaba al lado del anciano jel,
Al penetrar en el palmar, estaba tan Ose!
ue fue como si se sumieran en la noche
Jos antorchas se dejaban entrever 10
suefios de nifios que segufan Ia proc
Ahora trepaba la caballerfa por ut
pta hasta llegar a la cima deMOND, RRUCKHENGER
aguas tranquilas que brillaban a la luz de las
antorchas.
Se detuvieron a la entrada de la casbah,
desmonténdose, en tanto que los portadores
de antorchas iluminaban el paisaje. El ancia-
no jefe qued6 solo con el joven viajero en el
pértico de la mansién solariega.
del dedo el anillo del joven, diciéndole:
—Loado sea Dios, que te ha enviado entre
nosotros, Loado sea Dios, que me ha per-
mitido ver tu rostro antes
reunitme con mis padres. Dios sea loado por
haber enviado un esposo para mi hija.
"He aqu{ la historia de este anillo: Es una
Joya antiquisima, Mi mas célebre antepasado
era, en aquellos tiempos, emir en Espaiia y
hacia la guerra a los cristianos. Un dfa fue
desafiado a singular combate por un caballero
francés, famoso por su valor como guerrero.
El duelo se llev6 a cabo y terminé a favor de
mi antepasado, quien maté al caballero. PorLA CIGUERA Y LAS JO¥AS
derecho de conquista adquirié sus armas y
su anillo.
"El caballero tenia una hija muy hermosa,
hija tinica. Mi antepasado cas6 con ella. Por
medio de esta alianza soy yo también descen-
diente del gran caballero de tu pais. Desde
entonces, este anillo ha pasado fielmente, en
nuestra familia, de padre a hijo. Sin poseer yo
los grandes talentos guerreros del caballero
fracés, soy, tal como él, el tiltimo hombre de
mi raza. Tengo una hija muy hermosa que es
el tesoro de mi ancianidad. Al perderlaa ella,
pierdo la luz de mis ojo:
"Pero Dios ha permitido que ella se ena-
more de un desconocido, de més allé de los
mares, y que se haya declarado la prometida
esposa de un cristiano. El destino del amor,
més fuerte que el destino de la guerra y de la
muerte, ha permitido que este anillo, a través
de los siglos, llegue a una mano hermana de
aquella que fue desposeida de él. ;Que se
haga la voluntad de Dios!
68
RAYMOND IL. BRUCKHERGER
"Este anillo jamas ha sido levado por
persona alguna que no fuera leal, temerosa
de Dios y valiente. Por lo tanto, es tuyo. Sé
digno de él y tisalo de manera que algtin dia
tu hijo lo reciba con honor."
El anciano, que conservaba el anillo en
su mano, hizo girar la esmeralda y la sac6é
de su engastadura, dejando al descubierto
una cavidad.
—Esto que ahora te revelaré -prosiguié—es
ignorado por mis stibditos. A mi me lo comu-
nicé mi padre al confiarme el anillo, tal como
yo lo hago ahora contigo. A él se lo revelaron
sus antecesores, y esta tradicién es tan antigua
como el anillo mismo. El anillo contiene una
reliquia de la verdadera Cruz de tu Dios. Por
Jo tanto, es muy justo que haya llegado el dia
en que sea depositado en una mano cristiana
y de un adorador de la Cruz.
Después de recibir el anillo, que le fue
colocado en el dedo, el joven se arrodillé en
tierra y Ilevé a sus labios la preciosa reliquia
9El anciano lo levant6 y lo abraz6. Ambos
volvieron la cabeza. En el umbral de la puerta
vieron a la joven.
Desde el minuto en que la cigtiefia regres6
Hevando las joyas, ella adivin6 que su novio
se encontraba cerca. Desde aquel instante se
dedicé a ungir su cuerpo con finos perfumes,
y luego cambié sus vestiduras por otras sun-
tuosas, tal como acostumbran llevar las novias
de su tribu en el dfa de su boda.
Llevaba en el dedo el aguamarina. Co-
locé el brazalete en su mufieca izquierda y
el zarcillo en su oreja izquierda, Arreglé sus
cabellos con el peine de marfil y colocé so- ey PI =
bre su frente una diadema antigua. Se miré 2 =
enel espejo. He
Habfa rogado a Dios que bendijera el a
encuentro. y >
Se qued6 de pie en el umbral de la mansién
de sus antepasados. Enteramente vestida de
azul, se asemejaba a la reina de la noche, y
Ja Tuna iluminaba su palida faz.
70LACIGOERA YLAS Jovas
No sonrefa, Muda, quieta, encantada, era
como si se encontrase presa del vértigo al
borde de un abismo.
El anciano Ilam6 a todos sus stibditos y
solemnemente tom6 entre sus manos las dos
de los j6venes. Envié mensajeros a invitar a
las tribus del desierto a la celebracién de la
boda que tendrfa lugar al dfa siguiente.
En aquellos tiempos viyfa atin en esa
regi6n un sacerdote, famoso por su santidad
y venerado por todos los némades, llamado
el Ermitajio del Desierto.
Al amanecer, el anciano cabalgé al lado
de la joven princesa y de su novio. Hacia un
frfo intenso; el anciano manifesté que eso era
una sefial de que habia Ilovido en las monta-
fias. Si el agua hubiera cafdo en abundancia,
Hegarfa a la Hanura, lo cual serfa una gran
bendicién del cielo.
Los caballos relinchaban de alegrfa y la ci-
giiefia los precedfa. La ermitano se hallaba muy
lejos; divisaban su cipula brillando al sol.
R
RAYMOND 1. BRUCKBERGER
Elermitafio los recibié con su caballerosa
cortesia. Le refirieron la extraordinaria his-
toria; él escuchaba con ojos brillantes, como
los de un nifio.
—Es un cuento de hadas, podria decir que
es una fabula —coment6-, por tratarse de que
ha sido un ave del cielo quien los ha unido.
Si ahora ustedes se han dirigido a mi, segu-
ramente ha sido porque yo debo interpretar
la moral de Ja fabula. En todas las fabulas
habria correspondido a la cigiiefia hablar.
Pero ella ha hablado a su manera y ha dicho
lo que necesitaba decir. Mfrenla allé arriba,
con sus alas desplegadas haciendo la sefial
de la Cruz sobre nosotros.
"Sirviéndose de esos brazos extendidos, la
Cruz viaja por el cielo uniendo un horizonte
con el otro.” Igual cosa ocurre en la vida de
los hijos de los hombres; el viento los arroja
de un extremo a otro del mundo, pero su
tiltimo fin es lograr el cielo. Ahora ustedes
se encuentran en el centro de la Cruz, unidos
B1A CIGDRRA YI
después de muchas dificultades. Pero de ahora
en adelante ser4 una sola voluntad, un solo
impulso el que les unird el uno a la otra y
juntos luchardn por acercarse a Dios.
"Y no estaran solos en esta aventura.
Jesucristo, nuestro Dios, ha prometido que
cuando dos o tres personas se retinan en su
nombre, El estaré entre ellos. En su nombre
nos hallamos aqui reunidos. Dios esta en
todas partes donde los hombres se aman los
unos a los otros en su nombre. El estuvo con
ustedes en la impaciencia, en la esperanza.
El est con ustedes en los acontecimientos
de este dia. Que El permanezca con ustedes
en los dias venideros."
Penetraron en la sombrfa capilla como si
entrasen a una catacumba, donde las columnas
se alzaban como troncos de palmeras.
El ermitaiio bautiz6 primero a la joven
princesa y Iuego bendijo su matrimonio.
E I banquete estaba preparado en la gran
terraza. Desde esa altura, enfrentando
las dunas, dominando el palmar y la pequefia
aldea enclavada en el acantilado, semejante
a un andamiaje de cubos rojos, la vista era
magnifica, Bl sileneio de la naturaleza era
denso, ilimitado, como el metal, comoLA CIGUEDAY LAS Jovas
corrfan hacia el palmar. Las cigiiefias elevaron
el vuelo planeando en circulo, en medio de
Ia deslumbrante luz del sol. Bl grito de jabilo
se esparcié en oleadas que se prolongaron en
un difuso murmullo.
Durante la noche, en efecto, habia cafdo
una abundante Huvia y el agua corrfa por el
desierto. El lecho del rfo, normalmente seco,
se lend de un bullente Ifquido amarillento,
emergiendo entre las dunas y el acantilado,
como una muralla liquida en movimiento y
con la velocidad de un caballo al galope. En
‘media hora toda {a Hanura estaba inundada.
El rio legaba ya hasta los bordes de la aldea
y continuaba su curso con un sordo rugido,
cual un temblor subtertaneo.
Los nifios, desnudos, se arrojaban al agua y
luego salfan destilando y luciendo sus dientes
brillantes en loca risa,
Todo el mundo estaba feliz y declaraba
que el acontecimiento era de buen augurio
para la princesa, cuyo esposo habia llegado
6LACIGOERA YAS JorAs
al mismo tiempo que el agua, como si él la
hubiera hecho fluir en tal abundancia.
—Lleva espuelas verdes -decfan-. Dios
estd con él.
La pareja, de pie uno al lado del otro,
daba gracias a Dios desde el fondo de sus
corazones por esta agua que fertiliza la tierra
y que, trayendo consigo la vida, renueva la
existencia de los animales domésticos, de las
aves del cielo, de los drboles y de las bestias
salvajes, de las flores del desierto y de los
hijos de los hombres.
La cigiefia, su cigtiefia, planes sobre sus
cabezas, abrigando su dicha con sus alas como
en los primeros dfas el Espiritu revolotes
sobre las aguas.a eee aT
Pa ae eM a
een ena ager ea an
Roe ane ee a it
cerla, trafa un cordén de oro. sQuién se lo
puesto en las lejanas tierras de Africa, donde i)
ee erate ae
das y de esperanzas, donde el amor y ta fideli
rae eee ee
ea need ere eee
Pas
CR eee a
CECT Races Cn te
SOON OS cee meas cts eee ees
eto ce Cea a eee eee
RS Oe eC CaS neae nrc Tin
ema em Ln cy seco
del personaje del Nuevo Testamento,