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‘Tia: La sedcin des pals (© 2000, Alex Grelmo (© Sanilan Ediiones Generals, SL. {© Deets alin: eepemlre 2002, Suma de Leta Ss Borg, 21, 28004 Maid pda) ew patodeerr.c ISBN: 99-663-0800-8 Deeps legals M-29.565-2002 peso en Expos ~ Pit in Spain (Cuber: Pep Care / Soni Since Dine de colecn:Ignacto Ballers Impreso por Mat Crim, S.A “Tos lon derechos reserva: Ea publican to pt ser rede en todo ie ot ener nomen ingame Far uingés mo, sa mecirico,rmuinico, ‘rin ngnfc, den, por os, Sct a, sin el perio pre por eco elect La seduccién de las palabras eV VIL. LA INCURSION EN EL AREA AJENA “VIL. LA DESAPARICION DE LA MUJER... oss 293 (TX. EL VALOR DE-LAS PALABRAS VIEJAS. 309 XX. LA SEDUCCION DE LAS PALABRAS... 325 Bibliografia 2 339 Agradecimientos ... 345 El camino de las palabras profundas ‘Nada pottré medir el poder que oculta una pa- labra. Contaremos sus letras, el tamafio que ocupa en.un papel, los fonemas que articulamos con cada, silaba, su ritmo, tal vez averigiiemos sa edad; sin ‘embargo, el espacio verdadero de las palabras, el que contiene su capacidad de seduccién, se desa: rrolla en los lugares més espirituales, etéreos y li- vianos del ser humano. Las palabras arraigan en la inteligerfcia y cre~ cen con ella, pero traen antes la semilla de una he- rencia cultural que trasciende al individuo. Viven, pues, también en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria. ¥ a veces des- piertan, y se muestran entonces con mis vigor, porque surgen con la fuerza de los recuerdos des- cansados. Son las palabras los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las ra- Zones, pero su contenido excede la definicién ofi- cial y simple de los diecionarios. En ellos se nos B presentan exactas, milimétricas, cientificas... Y en sas relaciones frias y alfabéticas no esté el interior de cada palabra, sino solamente su pértico. Nada podra medir el espacio que ocupa una palabra en nuestra historia, ‘Al adentramos en cada vocablo vemos un cam- po extenso en el que, sin saberlo, habremos de no- tar el olor del que se impregné en cuantas ocasio- nes fue pronunciado, Llevan algunas palabras su propio sambenito colgante, aquel escapulario que hhacfa vestir Ia Inquisicién a los reconciliados mientras purgasen sus faltas*; y con él nos llega el almagre peyorativo de muchos términos, incluida esa misma expresi6n que el propio san Benito de- testarfa, Tienen otras palabras, por el contrario, tun aroma radiante, y lo percibimos aun cuando designen realidades tristes, porque habrin adqui- rido entonces la capacidad de perfumar cuanto to- can. Se les habriin adherido todos los usos melio- rativos que su historia les haya dado. Y con ellos harén vivir a la poesta. El espacio de las palabras no se puede medir porque atesoran significados a menudo ocultos pa- el intelecto humano; sentidos que, sin embargo, quedan al alcance del conocimiento inconsciente. Una palabra pose dos valores: el primero es personal del individuo, va ligado a su propia vida; y * Explica muy bien Ia histori de esta expresiGn José Ma- fa Romera en Juege de palabras, Pamplona, Gobierno de Na- -varra, Departamento de Edueacién y Cultura, 1999. 4 cl segundo se inserts en aquél pero alcanza a toda la colectividad. Y este segundo significado con- quista un campo inmenso, donde caben muchas ‘més sensaciones que aquéllas extraidas de su preci- so enunciado académico. Nunca sus definiciones (sus reducciones) Iegarén a la precisién, puesto que por fuerza han de excluir la historia de cada vocablo y todas las voces que lo han extendido, el significado colectivo que condiciona la percepcién personal de la palabra y la dirige. Hay algo en el-lenguaje que se transmite con ‘un mecanismo similar al genético. Sabemos ya de los eromosomas internos que hacen crecer a las palabras, y conocemos esos genes que los fildlogos rastrean hasta llegar a aque! misterioso idioma in- doeuropeo, origen de tantas lenguas y de origen desconocido a su vez. Las palabras se heredan unas otras, y nosotros también heredamos las palabras y sus ideas, y eso pasa de una generacién a la si- guiente con la facilidad que demuestra el aprendi- zaje del idioma materno. Lo llamamos afi, pero en /influyen también con mano sabia los abuelos, que traspasan al nifo el idioma y las palabras que ellos heredaron igualmente de los padres de sus padres, en un salto generacional que va de oca a (ca, de siglo a siglo, aproximando los ancestros pa- ra convertirlos casi en coetineos. Se forma asf un espacio de la palabra que atrae como un agujero negro todos los usos que se le hayan dado en la historia, Pero éstos quedan ocultos por la raiz que conocemos, y se esconden en nuestro sub- consciente. Desde ese lugar moverdn los hilos del 1s ‘mensaje subliminal, para desarrollar de tal modo Ja seduccién de las palabras *. ; El nifio percibe antes la Iogica del lenguaje que su propio sonido completo. Por eso dice “yo ho cabo” en lugar de “yo no quepo”, porque ha fveriguado en su mindscula experiencia las rela~ iones sintécticas y las aplica con rigor a todo el Sistema sin dominar todavia sus excepciones. Esa facilidad de Ia inteligencia del ser humano, capaz de deducir unas reglas que nadie le explicé atin, se extiende después a su competencia para acu- Tnular en el inconsciente los valores de cada tér~ nino, de modo que los cajones que forman las le- tras unidas, las palabras, se van llenando de ideas, de sugestiones, de historia, de sensaciones in- transferibles. El més inteligente de los monos es ineapaz de hablar, pero el mas estipido de los bu- ‘manos podré hacerlo aunque sea analfabeto, por- Gue el habla forma parte de una esencia innata, y I adquisicién del lenguaje, el primer aprendizaje, no tiene relacidn directa con la inteligencia. Sal- ‘yo deformaciones excepcionales, todos los nifios aprenden casi por igual a pronunciar sus primeras lector encontrar on rena palabra “lin na nea Pere de a dey) “ln al sma se apes asides imigeesocoes>- ean esun en elerebro por debs del uma dela oo ein farss cent Es decir qu legal bon is penonmsnmrmnedinn del ersbro cones Serta ender alas, (Aveces soba esti- por eyed con graf rubies") 16 palabras y a construir sus frases inicidticas, y construyen una gramitica creativa, en absoluto de imitacién. Si imitaran a sus mayores, no dirian “el vaso se ha rompido”; y si pronuncian “ahi vie~ ne el altobiis” “el tiempo ha rebuenecido” es porque estén desarrollando su capacidad innata de aplicar las normas gramaticales y morfolégicas que empiczan a intuir. La capacidad del habla se debe a la dotacién genética del ser humano y, como explican los psicolingitistas, en lo esencial esté impresa en el genotipo de nuestra especie. Y se desarrolla mucho nada, 0 poco, si, pero se transmite como un legado que acumula experien- cias seculares y las agranda y las enriquece a medi- dda que se heredan. Los contextos de las palabras. van suméndoles asf la historia de todas.las épocas, y sus significados impregnan nuestro pensamien- to. Cualquiera que hable una lengua, como expli- 6 el lingiiista norteamericano Noam Chomsky, interioriza una gramética generativa que expresa el conocimiento de ese idioma; capaz de crear una eternidad de frases pese a contar!con recur- s0s limitados. ero igual que se adquieren las herramientas para construir las oraciones, y asf como se asumen jinvoluntariamente las conjugaciones y las concor- dancias, también se interiorizan los significados; y las palabras consiguen perpetuarse, sumando len- tamente las connotaciones de cuantas culturas las hayan utilizado. ‘La competencia lingtistica consiste parad6jica- ‘mente en no saber por qué se habla como se habla; 7 fen ser hablado por la propia lengua de manera inconsciente’. Las leyes del idioma entran en el hhablante y se apoderan de él, para ayudarle a ex- presarse. Nadie razona previamente sobre las con- cordancias y las conjugaciones cuando habla, nadie programa su sintaxis cuando va a empezar una fra- se. Si acaso, puede analizarla después de haber ha- blado. Asi también las palabras se depositan en el inconsciente, sin razonamientos, y poco a poco adhieren a sus sflabas todos los entornos en que los demés las usan. ‘La palabra “acorde”, por ejemplo, tan inocente en apariencia, nos remite a la miisica, y ahf tendra quien oiga sus fonemas o lea sus letras una refe~ rencia clara de significado. “Acorde” es igual a ‘isica: “se escucharon los acordes del himno na- ional”, suelen contar las crénicas en una metifora fosilizada que toma la fraccién por el todo, puesto que los acordes constituyen solamente una parte de los rudimentos musicales. ¥ el receptor resumi- ré.en su cerebro este mensaje preferente: “se escu- ch6 el himno nacional”, expresin en la cual la pa- labra “acordes” parece no tener misién, puesto que ya damos el valor “mtsica” al concepto “him- no”, porque la palabra “himno” contiene un espa- cio amplio para el significado “misica”. Pero la voz “acordes” afiade un matiz.de significado que se * Augusto Ponzio y otros en Lingua y sociedad, Mésxi~ co, Siglo XXI Editores, 1976, citando a Rossi-Landi: “El so- jeto no sabe por qué habla como habla, y es hablado por sus smismas palabras”. I coculta en cualquier anilisis somero y que no figu- rard expresamente en ningin diccionario: si al- guien ha empleado la férmula “se escucharon los acordes del himno nacional” habri querido signi- ficar, tal ver sin tener conciencia de ello al pensar las palabras, que se trataba de una ejecucién ins- trumental, porque “los acordes” remite a tubas, trompetas, clarinetes, la caja del redoblante, los platillos con los que se arma ese intérprete que se sittia en escorzo para ver a sus compafieros desde Ja esquina... Pese a que las voces humanas de una agrupacién musical también pueden formar acor- des, nadie habré deducido que aquel himno nacio- nal fuera interpretado por un coro. El receptor descodificaré s6lo de este modo “Los acordes”: oird por un instante el concepto mi- sica, seducido por la historia de la palabra, y tam- bién imaginaré el himno que interpret aquella banda presente en el acto oficial. Pero el cien por cien del concepto “los acordes” implica otras con- notaciones, que también percibimos gn su heren- cia, en los genes que lo han conformado. Los “acordes” musicales los forman las notas que estin. “de acuerdo” entre si. Y que, por tanto, son “acor- des”. Do, Miy Sol forman el acorde de Do mayor. Re, Fay La construyen el acorde de Re menor. Y asi sucesivamente, las notas se integran en familias bien avenidas cuyas vibraciones congenian. Los acordes llevan, pues, el concepto subliminal de la mnisica elaborada, de la afinacién correcta; y asi deducimos sin razonarlo que en aquel acto oficial se escuché un sonido armonioso donde el ritmo y 9 Jas notas formaron un conjunto eufénico, acorde consigo mismo. Ese “se escucharon los acordes del hhimno nacional” que utilizan a menudo los cronis- tas excluye la posibilidad de recibir como mensaje que los intérpretes desafinaran. Y si lo hubieran hecho, el narrador difieilmente habria escrito de ‘manera esponténea “se escucharon los acordes”. La formula mis sencilla “se escuché el himno na- ional” (que unas lineas més arriba presentdbamos ‘como equivalente a la otra en su significado de su ‘perfici, puesto que el concepto “himno” ya valia para representar que se trataba de mtsica) dfiere de “se escucharon los acordes del himno nacional” en que aquélla sf puede admitir la hip6tesis subli- minal de que la orquestilla desafinara. La frase “se escuché el himno nacional” habria descrito el he- cho con distancia, sin dar valor a la calidad de la ejecucién artistica. Simplemente, se pudo escuchar el himno, y no importa mucho el sonido que ofre~ cieran los misicos, tal vez incluso desafinaron. O tal vez quien lo escribe no estaba presente para sa- berlo, En cambio, “se escucharon los acordes del hhimno nacional” traslada al cerebro receptor, en su significado de profindidad, fa idea de que ese he- cho produjo placer en los presentes, sin posibili- dad alguna de desatino en los instrumentistas. Porque ése es el valor profundo de la expresién. ‘Acorder acuerdo, con armonia entre sus partes. ‘Afin cabria una inmersin mayor en el espacio espiritual de esta sencilla palabra. Porque “acorde” zo vale sélo por si misma, no ocupa el lugar de sus propios limites, toma también las referencias y los 20 icados de sus vecinas y de sus orfgenes, el va- lor de “acordar”, y de “acuerdo”, por ejemplo; se contagia de ellos en un movimiento simpatico y simbidtico de sus tesoros profundos... los que de- ivan de aquella unién primitiva en el término kerd del idioma indoeuropeo. ¥ a su ver el concepto de “acuerdo” lo percibimos con un perfume positive porque arranca de cor; cordis, corazén. El acorde musical atina los corazones de los sonidos, el acuerdo entre dos personas las aproxima, logra un trato cordial (de corazén), busca la concordia y re~ chaza el incordio. También un individuo puede adoptar él'golo un “acuerdo”, una determina cién... Pero tinicamente alcanzaré su valor real y profundo esa expresién, su valor hist6rico, si se re- fiere a un acuerdo tomado tras deliberacién, en conciencia: con el corazén. Y haremos un favor a Ja persona a quien consideremos por si misma ca- paz de tomar acuerdos, o al juez.que los dicta, por- que el aroma y Ia historia del vocablo, su poder, la perfumarén con un sentido profundo, inaprehen- sible al intelecto del ser humano pero que estalla en su intimidad. Como haremos un favor a la ban- ‘da musical ala que hayamos atribuido esos acordes que ya siempre creeremos afinados. “Acorde”, pues, se ha ido rebozando en cuan- tos significados reuni6 su rafe, “cord: coraz6n”, y Jos mantiene aunque algunas de sus acepciones ca- yeran en desuso; porque el verbo “acordar” tam- bign significé en otro tiempo “hacer que alguien, vuelva a su juicio”, que reencuentre su coraz6n, metifora antigua de la conciencia. Y, como sucede 2 ‘con las estrellas muertas, habré desaparecido 1a acepcién, pero no su reflejo. "El verbo “acordarse” nos muestra a su vez. una contorsién del concepto que toma un valor reflei~ vo (la accion que se reflg hacia uno mismo) por- que aquello de lo que nos acordamos es lo que nuestro corazén guarda y hace latir, y nos envia a Ja memoria. 3 “Acuerdo” evoca también “concordia”, y el viaje por el tinel del tiempo de su etimologia conduce de nuevo al coraz6n, a su raiz; y “concordia” nos sugie~ re “concordancia”, voces ambas que tienen sus ant6- nimos en “discordia” y “discordancia”... expresién Gsta que a su vez forma un concepto musical para amenazar al ms tradicional de los “acordes ‘Las palabras que ofmos desde nifias, que ¢s ‘chamos a nuestros abuelos, que leemos y acari ‘mos, son cerezas anudadas siempre a otras, y aun- que les separemos con un leve tirén de nuestros dedos mantendrén el sabor de sus vecinas, nos en- riquecerén la boca con la savia que han comparti- doy que se han disputado. Los psicoanalistas han estudiado muy bien el valor de la palabra en cada individuo, y la importancia de los lapsus en los que aparece de rond6n un término vecino. José Anto- ‘nio Marina ha sugerido que las palabras tienen su propio inconsciente y pueden ser también psicoa~ nalizadas*. Y con ese psicoanilisis estarfamos exa- * José Antonio Marina, logo refiaacin de ingenio, Bar- celona, Anagrama, 1996. minando el subconsciente colectivo de toda una comunidad hablante. Porque las palabras se han ido formando durante los siglos de una manera inteligente y fria, pero han acumulado también un significado emocional que acompaiiaré siempre a sus étimos. Dice el diccionario que “terrenal” es lo “perte- neciente a la tierra, en contraposicién de lo que pertenece al cielo”; y dice de “terrestre”: “pertene- ciente o relativo a la tierra. Terrenal. Pertenecien- 12 0 relativo a le tierra en contraposicin del cielo ydel mar”. Dice el diccionario, pues, que terrenal y terrestre Coinciden en gran parte de su campo seméntico, puesto que ambos términos indican al- go que pertenece 2 la tierra y se contrapone a lo que pertenece al cielo. “Comunicaciém terrestre” frente a “comunicacién maritima”, frente a “co- munieacién aérea” o “comunicacién celeste”. Sin embargo, cémo resultaria posible separar todas es- tas cerezas sin tener en cuenta que “terrenal” he acompafiado tantas veces a “paraiso”, gara formar ambas (contamindndose entre si) un lugar inventa- do, un lugar que no se contrapone a celeste sino a celestial, un lugar que, pese a corresponder a una definicién que lo liga con la Tierra, no existe en ninguno de sus lugares. Cémo no ver al fondo ese significado de “paraiso terrenal”.cada vez. que al- guien nombrase “comunicacién terrenal”, y cémo no apreciar la diferencia entre “bienes terrestres” y “bienes terrenales” a pesar de que, con el dicciona- rio en la mano, ambas expresiones puedan resultar sindnimas... "4 No existen los sin6nimos completos. Por qué, sia veces parece que si? Porquellas palabras no s6- Jo significan: también evocan. Y dos palabras de ‘conceptos iguales no evocan lo mismo si son dos palabras diferentes. ‘Ni siquiera dos verbos tan iguales, tan indis- tinguibles, como “empezar” y “comenzar” se equiparan en su valor profundo. Se hace dificil hrallar diferencias entre “comenz6 a llorat” y“em- pezé a llorar”; pero las hay. Del latin vulgar comin tiare el uno y de las propias raices castellanas “en” Y “pieza” el otro, ya parten de unos origenes muy diferentes, que dan a este dtimo (empezar) mucha ‘mayor ductilidad. “No empieces...” le podemos espetar a alguien que se aproxima a la reiteracién de algunz inconveniencia, Jamés “no comien- ces...”. “Nifio, no empieces con eso” no significa ilo mismo que “nifio, no comiences con eso”. Enel primer caso pronunciamos una admonicin; y en el segundo, un consejo, “Por algo se empie- za”, disculparemos a quien haya resuelto con in- suficiente destreza su primer paso en alguna ma- teria; y eso careceria de equivalencia en “por algo se comienza”, expresién ésta que sonaria artificial y curs. “El lenguaje no es un producto, sino un proceso psiquico; y estudiar este proceso es estu- Giar la psiquis humana”, escribe la especialista Yolanda Fernéndez*. Analizar por qué se han * Yolanda Femindea Acevedo en la revista Clrves, Bue nos Aires, mayo de 1999. 4 preferido e305 usos de “empezar” que no tienen parangén en su casi equivalente “comenzar” su- pondri una inmersién en los gustos, las manfas, Jas querencias y los delirios del cerebro human que han dado paso a nuestra manera de ser. Y una entrada en el mundo de los resortes que conducen, a las seducciones humanas. Tienen las palabras su propio significado y un poco del significado de cuantas las acompafiaron, y ‘mucho del significado que fueron adquiriendo en su lugar dentro de las frases, los dichos, los refranes. ‘Comprobamos asi cémo se potencian, se vinculan y se amplian efi sus profundidades algunos vocablos que se relacionan en su historia, en cuanto han sido juntos: y han nacido el uno del otro, o se han separa- do en biol6gica biparticién: como estrito y estrecho, de modo que una persona estrecha de miras suele ‘nuestra apreciacién con alguien severo uicios; dirigiry derecho, porque el derecho es lo que dirige ala sociedad, la dtige derecha, directa, ditigida; despreco y despecho, puesto que eljdespecho semueve -al final de su camino con un aire de desdén hacia quien nos ha zaherido; ligar y obligar, voces que comparten la raiz de lo que ata, ya sea por voluntad 0 por obediencia; espejo y espejismo, los reflejos que muestran una irrealidad en si misma; angustia y an- gusta, el ahogamiento que sentimos ante una desgra- cia y que nos cierra la garganta para convertirla en. tun pasadizo; lansay lanzar, agiero y augurio, casa y

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