meno ay Clncug
[Ilustrados por Santiago Caruso]
CONDE DE LAUTREAMONTConde de Lautrésment
{4} Los hay que escriben para buscar los aplausos humanos
mediante nobles cualidades del corazdn que la imaginacién inventa o
que pueden tener. ;Yo, en cambio, me sirvo de mi genio para pintar
las delicias de la erucldad! Delicias no pasajeras, artificiales; pero que
empezaron con el hombre y terminarin con él, No puede el genio
aliarse con |a crueldad en los designios secretos de la Providencia? O,
el hecho de ser cruel zimpide tener genia? Se verd la prucha en mis
palabras; sélo de vasotros depende escucharme, si asi lo desefis...
Perdén, me parecfa que se habian erizado mis cabellos en mi cabeza:
pero noes nada, pues con la mane ficilmente he conseguido devo!-
verlos a su primera posicidn. El que canta no pretende que sus cavati-
nav‘ sean algo desconocido; al contrario, se precia de que los pensa-
mientos altivos y malvados de su hérae estén en todos los hombres.
[5] Durante toda mi vida he visto, sin exceptuar uno solo, a
los hombres de hombrosestrechos cometer actos estpides y nume-
rosos, embrutecer a sus semejantes y pervert las almas por todas los
medios. Llaman gloria a los motivos de sus actos. Al ver tales expec
tiéculos, quise reft como los dem4s; pero eso, extrafia imitacién, era
imposible. Empuné una navaja cuya hoja tenia un filo acerado, y
me rajé las carnes en los sitios donde se unen los labios, Por un ins-
tante cref logrado mi propésito, ;Miré en un espeja aquella boca
lacerada por mi propia yoluntad! jEra un error! La sangre que corria
‘en abundancia de las dos heridas impedia, ademis, distinguir si era
aquella realmente la risa de los otros. Pero, tras unos inscantes de
comparacién, vi con claridad que mi risa no se parecia a la de los
humanos, es decir, que yo no refa. He visto alos hombres, de cabeza
fea y ojos terribles hundidos en su oscura érbita, superar la dureza
de la roca, la rigides del acero fundido, la crueldad del tiburda, la
(6) Aria por la gencel breve peopia del 6pera eta o bu
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