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BERNARDO SO DEMONIA rN ele) ADONDE VOY SIEMPRE ES DE NOCHE E] hombre caminaba por la orilla de la carretera con su mochila al hombro. Dos autos pasaron junto a él y ni siquiera los mir6. A Everardo le extrané que no pidiera aventn: s6lo habla drboles a kilémetros a la redonda Sintié curiosidad. Disminuyé la marcha de l ta hasta lione- ‘olocarse a su lado y bajé el vidrio del copiloto. ~gA dénde vas? E] sujeto tenfa barba espesa y usaba un gorro con orejeras. Parecia estar su nes. Lo miré con Ala Everardo detuvo el auto y levanté el seguro de la puerta. ido en profund nos intens montafias, is meditacio- 0s ojos azailes y respondis ~Te Hlevo, si continiias a ese paso Hegaras en la madrugada EI hombre subié y colocé la mochila en el asiento trasero, —Adonde voy siempre es de noche =dijo con voz ras- fe Hamo Jacobo. 7 / re non amano. Everard voli a pir acelerador. ué te dedicas? . a nel logo. Paso buena parte de mi tiempo me Soy espeledlogo. Pa subterrineas. jido en cues — we Y por qué tan solo? s como él. A la distancia me parece que era mds bien un método de tortura conve: a, pues lo que sf tengo claro es que el borracho en cuestién fruncfa el cefo y murmuraba imprecaciones. A mis de alguno Ile- gamos incluso a bajarle los pantalones a ra, pues, no estaba lo suficientemente noqueado por el alcohol En cualquier caso, era algo muy divertido, Has a fuer que te ocurrfa a ti, Con el paso del tiempo nos leg a tocar a cada uno de los integrantes del grupo de amigos, lo que te hace pensar que aquel asunto de los hielos se con- virti6 en una especie de rito, Cuando me pasé a mi, deé de acudir a las fiestas durante un buen tiempo. Incluso Hegué a pensar en cambiarme de escuela, Quiz erean que exagero, pero déjenme continuar con mi historia. En esa ocasién habia mujeres en Ia fiesta, algo poco usual en nuestro grupo. No eran tantas, tres o cuatro, pero ese nimero bastaba para ponerme nervioso. Una de ellas me gustaba mucho; habia intentado acercarme a ella en la escue pero ahor que la tenia enfrente lo tini- pon n algiin momento de la noche me quedé desmayado ©o que se me ocurrié fin a beber mis rapido. en un silldn tras tomarme varios muppets al hilo. Como habia mujeres, me Hevaron al bafio para “revivirme” en privado, pretextando ante cllas que me harfan vomitar Me sentaron en la tasa, me bajaron los pantalones y, al momento de ponerme los hielos, tuve una ereceién. No me ha pasa me pregunten por qué, es algo que siempre do con el frfo, El caso es que me retiraron los hielos y la verga se me se puso flicida. Entonces todos se voltearon aver maliciosamente, Habjan descubierto una variacién en la rutina y no Ia dejarian pasar sin explotarla. Lo que hicieron fue comenzar a frotarme los huevos con los hie~ nto con una serie de gemidos a ereceidn volvié ahogados que emitia desde el fondo de mi conciencia, Me continuaron masturbando, entre risas, hasta que eyaculé sobre mi propio estémago. Todo esto me fue relatado fas después. Por eso puedo reconstruir por unv de ellos Ios hechos con detalle. De lo tinico que fui testigo fue de Ja parte final, Ojald no hubiera sido asi, pero el orgasmo me devolvié unos instantes la ucidez para darme ¢ de lo més aterrador. Por la puerta entreabierta del bane 1s mujeres habjan estado observando todo lo ocurrido,_ 1) sus rostros habfa algo de pena y compasién, pero sobre todo morbo. Lo supe en el momento: para ellas, seria desde entonces el Chico Masturbado. Sin nombre ni apellido, Una historia para contar en los pasillos de la escuela, Una anécdota que crece de boca en boca, Una puta leyenda urbana. 1x) Esta vez no hubo un silencio prolongado. El mismo Ig- nacio levanté su caballito y, con una amplia sonrisa en su rostro, dijo: ud. Por el més famoso de sus excompa ‘Todos rieron y alzaron sus tragos para brindar. Ex- trafamente, la atmésfera se habia relajado: estaban bo- rrachos y a la expectativa de aquellos pequenos actos de catarsis que Ismael habia desatado. ~Yo escuché esa historia en Ia escuela los ojos de Alma brillaban en la penumbra, excitados— Pero no sa- bfa que ti eras el protagonista. Lo juro, Alfonso metié la mano en la bolsa interior de su chamarra, extrajo un puro y lo puso en su boca, sin en= cenderlo =No le quites sus quince minutos de fama ~Saquen sus libretas, atin tengo tiempo de repartir autégratos. ~Dijimos que no escarbar ria Ismael se hab mos en ninguna histo- fa levantado a reavivar el fuego-. Sin embargo, serfa interesante ahondar en los ritos mastur= batorios entre adolescentes. Son comunes en muchas culturas; Alfonso podria hablarnos de eso. -E1 no es el tinico experto ~Ignacio le arrebaté el puro a Alfonso y continud, parodiando el tono solem= ne de un intelectual-. Los pueblos antiguos ligaban la, masturbacién con Ja religiosidadlos egipcios cretan que Osiris eres el mundo con una pufieta; los griegos atri- buian este gran pasatiempo a Hermes, el mensajero de Jos dioses; los hindiies pensaban que Shiva invent6 la guerra tras ser masturbado por la diosa Agni, y qué de- cir de Krishna, el rey de Ja autocontemplacién y autén= tico emblema de los chaqueteros. —Brillante -Adolto comenzé a aplaudit~. Tienes diez, muchacho, No es para tanto ~Ignacio le devolvi6 el puro-. Yo también leo el National Geographic Te fuiste por un lado mas teolégico que antropolé gico —intervino Ismael-. Pero me has hecho pensar en algo: la Iglesia cat6lica es una de las pocas religiones que prohibe de manera explicita la masturbacidn. Quizd por histor eso I as que contamos estin plagadas de testos- terona y semen, Todo proviene de un equivoco —Ignacio hizo una pausa; le costaba trabajo hablar con la lengua entumeci da por el alcohol-, Onan fue obligado por las leyes judias a prefiar a Ja mujer de su hermano y decidié eyacular fuera. Re santo patrono de la masturbacién, —En eso estamos de acuerdo —dijo Alma, en tono gra 76 cl incesto y a cambio fue nombrado el ve; pareefa molesta y la sonrisa se habia esfiamado de su rostro-, La Biblia es un producto de interpretaciones err6neas, como todos los bestsellers Se hizo un repentino silencio en la estancia, Alfonso lo aprovechs para atraer la atencién. ¢Querfan ofrme hablar de ritos- masturbatorios? Tengo una historia que puede interesarles. El falo fue la auténtica cuna de la civilizacién. Los grecorromanos adoraban a Prfapo, dios de la fecundi dad, al que siempre se le representaba con una enorme ‘erecei6n, Lo ponfan en sus jardines para garantizar las cosechas y alejar el mal de ojo y a los ladrones. En los famosos frescos de Pompey . Satiro y Pan exhiben Sus vergas antropoides a todos los visitantes. En Cérce- 82 se han encontrado fdolos con forma de pene de dos metros de alto que datan del arto 4000 antes de Cri Chinos, fenicios y asirios represen entidades filicas. La cruz’egipcia simbolizaba el pene ¥ los testiculos. Incluso la siempre timorata y mustia Iglesia catélica legé a aceptar en sus inicios alegorias de santos con tremendas erecciones, y en muchos te aban a sus dioses con plos se exhibieron reliquias de penes. Todas las cultu- ras, en efecto, tiene en la clandestinidad, otras puiblicamente. En Africa, los jévenes de Ia tribu Kikuyu muestran su educacién nte de los mayores; en algu- nas poblaciones indigenas de Colombia atin se bra recibir a los invitados manipulando sus genitales, en otras tribus primitivas los hombres eavan un aguje- ro en la tierra y copulan con ella para fecundarla... Y, sin ‘ituales masturbatorios; algunas sexual masturbandose del ir més lejos, mis primos, sus amigos y yo nos masturh bamos en grupo. Tenfamos, de hecho, un concurso que consistfa en ver quign eyaculaba primero. A veces se tra- taba de qu arrojaba los mecos més lejos. El ganador se llevaba el dinero que nuestros paps nos daban para comprar golosi en una caja de zapatos. El torneo empezaba de manera mulébamos viendo los anuncios de revistas tipo Vanidades 0 Claudia en las que aparecfan mujeres posando con ropa interior; el tipo de publica- cién que nuestras madres dejaban despreocupadas sobre Ja mesa de la sala, Sé que es ridiculo, pero no tenfamos s, previamente reunido y depositado curiosa, pues nos es nada mejora la mano, Después nos colocébamos todos de pie sobre un los tobillos y las ineipientes ereeciones asfixiadas entre nuestros dedos, y cerrabamos los ojos en un intento por convocar las fantasfas que nos hicier ro que los otros. Todo esto ocut tras, en el comedor, los adultos en la reuni6n familiar de linea imaginaria, con los pantalones en venirnos prime- fa en el s6tano mien Jos domingos 0 qu ya era miembro aceptado en el club de masturbadores de Jos primos y sus amigos, pero habfa un rito de iniciacion por el que tuve que pasar para ser aceptado, La primera vez que me masturbé en grupo con ellos me dejaron ga- nar. Adin no salfa de mi asombr. aban a los digestivos, las galletas y el café. E (0 era la rutina normal cuando uno adleante y emocionado por haber vencido en mi debut, ¢ to de las vergas apunt sus chorros de semen sobre mf. Me cayeron mecos en la playera y en los muslos, En el pelo y en la cara. En mi propia verga ya flaccida. Recuerdo que Hloré. Que tuve ron en mi direecién y arrojaron ensuciado con mierda de perro jugando al futbol. Pero el real trauma no proviene de las ve €ces que participé en iniciaciones, de lo mucho que ~Secé manchando a otros, cebéndome en su ingeniuidad, estropedndoles el momento. No habia lascivia en los actos; quiza eso hubiera sido, a la distancia, menos Preocupante. Aquello era maldad pura. Desde entonces, no deja de atemorizarme saber de lo que s ague- ¥y capaz, ine cng ole! Lee XI de Cherekecithe ain sy Dig alg Day be, a ‘ Alguien tocé a la puerta, Todos se miraron con ex. peetacién, pero nadie dijo una palabra, E mael imagin6 que ése podria ser el inicio ¢ cuatro personas, aisladas en una espesa del bosque, conversan De pronto, reciben una visi volvieron in cambio, Is- de una novela: abana en lt noche n torno a la chimenea, esperada... Los golpes sonar, ahora con mayor fuerza, asf que Is- mael dejé su caballito de tequil vant6 del equipal y cruzé la sobre la mesa, se le y estancia, Antes de abr |a puerta, pensé: “Y esa visita es la de un anti go muerto’ con m guo a El ire helado le petrities la cara, Bra al je del lugar, que levaba més madera para la chi- a. Ismael apenas pudo mover los | decerle. Tomé el bulto, «: labios para agra- 16 la puerta y regresé junto fuego. Siguié imaginando: “Es un amigo al que todos ellos asesinaron. Pet ro el muerto no quiere venganza, Solo desea pasar la noche pl laticando con ellos porque aquel dia, sino de todas. ente muy solo”. Se froté las manos y salié de su ensoniacién. 4 Con esta madera podemos a " ‘ antia cémo el calor devolvia la nanecernos contando historias dijo, mientras viel ene 0 Alien gnc, Me oe » i su historia estaré exenta de la sobredosis de Ses die tarsi cil cotdiatorde oveninarclain, Ta pete ta sro Iai Pee nuestra civilizaciOn librarse de eso? Alfredo ha deja cara, uy claro que no. “sen mt no me echen tal responsabilidad. Rec que el experto es Ignacio. so dep alma miraba la ehimenea fijamente, in despeg dij: ir ese. Pero de: nos si mi historia puede evadi ojos del fn Ya ver inicio, tien on ”, pensé Ismael. “La tesis de la novela p “Eso es’, pensé Isma \ pale ser Ia siguiente: los-fantasmas-no te hacen. nada, perc nunca te abandonan, EI dafio que provocan ‘on un contagio psiquico, el {go diferente: es un relato de fantasmas sino mental. § " de todos, porque contra eso no hay cu YY Alma comenz6 su relate. xt - v a En mi cas es Daal Jas comidas y las cenas se contaban una y otra ve jiempre se habl6é de supercherfas. Durani leyendas de la familia, Que si el abuelo habfa escuchae do una noche a | la Llorona. Que si la abuela b una sombra cernirse sobre I A visto ana la regién los los de los cristeros, encontréndose, ade- ids de monedas de oro, a los fantasmas que las euideban celosamente. Que si mi madre habfa presenclado od una virgen loraba sangre de los Altos de nu a casa el dfa que su hie muri6. Que si un pariente habfa buscado en I tesoros enterr no en Ia iglesia de un pueblito Jalisco. Nunca vimos a la Llorona con 'stros propios ojos, ni mucho menos | tesoros, pery todos escuchibamos aci6n. De vez en cuando t aalguien “se le habfa subido el muerto cuando despiertas en medio de | te puedes mover. Px las joyas de los tellas historias con fascin: ‘ambién se hablaba de que Es lo que ocurre la madrugada pero no or lo general, los protagonist tos casos eran conocidos de laf Pasindome mf. Una noche ¢ as dee familia, hasta que termind ereana @ experimentar. Y si les ha ocurri al horror al que a mi cumpleanios dieciséis lo comencé do, entonces saben perfecta concie na parte de me refiero: tienes cia, pero eres incapaz de mover ningu {1 cuerpo. Respiras con dificultad y sientes ti CPresién en el pecho. Como si, en efecto, alguien es. tuviera e) rerza. Y en las historias y piensas que plastando en verdad es un mu: no hay conversacién posible, no sabes lo que quiere ni or qué esta aby. Y sigues inmévil mientr se alarga de man que ni siquier neima de ti, sujetndote con mucha fix ese momento te acuerd: las de lo que te esta to. Como as el tiempo @ angustiante, Lo més aterrador es 4 puedes gritar, Cuando se lo conté a mi me llev6 a la iglesia a rezar. Pero lo platiqué a una tia madre al dia siguiente, 6 f qui eso no me sirvid de nada, ast q ayia que era mi confidente y que por ser la més joven i tra opinidn de las historias que cireulaban en a zi ta Ella m ; con un psicélogo. Tras lia. Ella sun pabiogs Tat ontarle lo que me pasaba, el hombre explies que aq Tenomeno tena un nombre: pardlisis del suefio, y oc nia : ada Mor, previa al despertar, rria en una etapa denominay esperar cuando el cerebro genera mis actividad pero al mism smpo bloquea las neuronas motrices. Me dijo también tie po provocado por un trauma reciente y me sso. Le contesté sinceramente na nueva cita, fa de exdmenes levé a escondida que podia ser pregunt6 si habia algo de termi pero justo en esa época llegé la tempor: 1a no pude regresar con el psicdlogo. Pocas noches mi tia acord6 que no. La sesié (6 a ocurrit: Ali estaban de nuevo |: caro pero sobre todo la des 1 embargo, esa vez oscuridad algo tomé mas sensaciones oprimiéndome, farme. $ esperacién de no poder 2a hubo algo distinto, En medio de egundos. Lo que esta forma durante unos seg encima ostré su rostro como en un relémpago. El més at : 0, No pertenecia a un muerto, Era el encima de rrador que he vist rostro jadeante de mi padre. XI e re ? boon Alma se llev6 una mano a la boca ¢ irrumpié en sollozos Después se levanté y cruz6 la estancia para encerrars@ en el baio, Ignacio se paré tambié solarla, pero Ismael lo detuvo con una sefta: era mejor dcjarla sola. Alfonso vertié las tiltimas gotas de tequila en su caballito y finalmente se animé Una esp dispuesto a cone aencender su puro, a nube de humo floté en torno a ellos como icbla proveniente del bosque. Minutos mis tarde, Alma salié del bano y regresé a su equipal ~Estoy bien “les dijo, esforzindose por hace sonrisa- Cref que nunca pod anquila ~dijo Ign: r una contarlo, io-. Como dijimos, nada sale de aqut. Ismael suspir6. Habia estado guardandose algo toda la noche y era momento de soltarlo, ~Ha sido muy emotivo escuchar todas estas historias, en verdad, sobre todo porque pertene ‘cen a nues| . ro me sorprende que nadie ha Gionado el episodio. Es algo que hemos ¢ desde que llegamos aqui. Todos vimos a comida, no me digan que no les sorprendié, Sorprendernos? ‘a men- m tado evadiendo eresa en la ~Alfonso exhalé el humo del puro tmientras hablaba-. Fue absuelta de todos los cargos y liberada hace quince dfas, epor qué no habria de aqui? estar “Recuerden dijo Ignacio~ que muy pocos presenci La mayor parte de los comp: raci6n ignora lo sucedido. Pero todos saben que fue acusada del asesinato de sus dos hijos ~continué Ismael-. Y eso no la detuvo a mos aqu leros de gene- —ZNo lo entienden? ~Alma se puso de pie-. Vino a presumir su inocencia... No quiero seguir bablando de este tema. Estoy cansada, me voy a dormir. acompatio a tu cabaia Ignacio se levanté tam- bién y, dirigiéndose a los demés, dijo~: Nos vemos ma fio también parto ~Alfonso incliné 1a botella para demostrar que estaba vaefa-. Mafiana compramos mas equila en el pueblo. Ja puerta tras de sf, Ismael sabfa que no podrfan dormir. Desde el epindia, ocurido hacia mas de veinte as, nin- guno de los cuatro habia dejado de pensar en nse ¥ mucho menos podrfan hacerlo aquella noche que s encontraban tan cerca de donde habia sucedido. Ismael rodeado de lag sombras es se comads en el equipal y see pectrales que arrojaba el fuego sobre las paredes, se su: mergié en sus recuerdos. En la noche del bosque todas las criaturs son posibles ‘aera la sabfa qu porque no se distingue nada, Alfredo sabfa q\ Base mitologen de muchas de las culturas arcaicas que habia estudiado. El poder de la oscuridad como el gers nen de los temores ativieos, La noche cerrada que nos iguala @ todos, hombres prehist6ricos y modernos, pore que los miedos que produce son los mismos. Ahf estabs Gi, acostado en 1a cama, con las cobijas hasta la barbi Ila y Ja Limpara de aceite atin encendida sobre la como- da, En el camino a su cabana, después de acompafiar @ Alinae Ignacio a las suyas, estuvo a punto de perderse. Allf no habfa luz eléctriea y hacia habla apagado | ros. Lo que mi ito que el conserje antorchas que iluminaban los sende- le aterré fue la idea de encontrarse con Teresa en medio de aquel agujero negro. Su propia mi- tologfa. La que pertenecta al pequefio grupo que presen- i6 el episodio, Y ahora ellos habian regresado como en luna petegrinacién a la sierra de Tapalpa, protohombres en busca de reconocer st s propios trazos en las pintu- ras rupestres, No estaban en el mismo lug: tendrian que caminar tres kilémetros hac casa de los jesuitas, Probablemente, don ar, para ello la antigua ahora estarfa aban- da y en ruinas. La recordaba muy bien. Era, en rea- Tidad, una pequefia escuela. Tenfa dos edificios de tres plantas cada uno, divididos por un patio. E los salones en los que se Hev: vidades y la capil cocina... del caos En uno estaban faban a cabo diversas acti- a, y en el otro, los dormitorios y la La cocina, que aquella noche fue el epicentro Nadie pudo desayunar ni comer al dia siguiente y el retiro tuvo que concluir un dfa antes de lo planeado. Regresaron a la ciudad en el camién escolar en completo silencio, a diferencia del trayecto de ida, cuando venfan cantande, con la miisica de rock saliendo a todo volumen de una grabadora, haciéndole continuas fer. Aunque bromas al cho- 8610 unos pocos presenciaron el episodio, el esto de los companeros lo vivié desde sus cuartos, don mandado de Joel -el jesuita a cargo del retiro~ los a encerrarse. Alfonso tuvo que salir y entrar en varias ocasiones de la cocina durante el tiempo que duré el epi- sodio y pudo darse cuenta de que los gritos de T se se escuchaban en todo el edificio, Primero salid en ns ca del botiquin de primeros auxilios. Después, cuando ‘eresa empeord, Joel le pidié que fuera Ja condicién det ; a la sala de juntas y se comunicara al pueblo, pero Ia Habfa una camioneta, ademis del roera én escolar estacionado afuera de la casa, pero. camién esce sper. imposible trasladar a Teresa. Cu le peer ot nna, Ismael, Ignacio y otros dos compafieros batallaban radio no funcional esa. Teresa se habia ara: para mantenerla sujeta a la mesa. Teresa se hal ado el rostro y la sangre le escurria por las me} También se habja rasgado la blus: y tenfa los senos al iio Te daban importancia @ én, Alfonso no pudo evi- ese detalle. A pesar de la situacién, Alfonso no p doe n mucho més grandes de lo que hubiera erto, pero los dem: tar mirarlos: et imaginado. Como si le leye poré la cabeza y lo miré con las pupilas dilatadas. Las corporé la cabeza y 1 el pensamiento, Teresa ine heridas que se habia auto infligido en el rostre si estuviera orando sangre. Con una vo 4 parecer como si es que no era la suya, Teresa le dijo: “gTe gustan mis tetas, putito? Acéreate. Te alimentaré con_mi leche. fueras un santo” , Fucentonces que Joe puso una mano en el hom ycon la desesperacién marcada en el rostro le pidi ala ppilla y trae el agua bendita icfan > xv Alma sabfa muy bien por qué 4a cocina aquella noche: era Mientras se desmaquiillab: ala luz de Ja habian mandado lamar Ja mejor amiga de a frente al espejo de | la ampara de gas, recordé que tenia de ella antes del episodio, Fue ha de esa jornada terrible con un gi tu ja cmoda a dltima imagen durante la mana uando Teresa en po de compaieras la obra de teatro que mon Zarlan dentro de dos dias, como evento final del retire A Teresa Ie habla costado trabajo convene articiparan: estaban mis interesadas en ese algin chico al bosque q zando las lineas que ‘ayaba junto s de que ‘aparse con que en perder el tiempo memori- Ja propia Teresa haba preparado, ‘eresa no estaba interesada en los hom. bres de su saln de clase: No Extrafiamen al menos en l ue las otras chicas y Alma lo estaban. Para ella eran Publico potencial. Su mundo era la actuscié ticipado en todos los monta cr la escuela y escribié rior, durante | la forma en n, haba par= ajes del grupo de teatro de ‘arios mondlogos, La noche ante- la cena, Teresa intenté con Participara en la obra. Pero Alm: pc ncerla de que Alma no estaba tan segura luerer seguir actuando. Habja compartido escenario con ella en algunas representaciones de fin de curso, 0, en ese momento stu mente es ideando la manera de poder re sin embarg sstaba ocupada ;petir con Ignacio el en- cuentro del retiro anterior, resa se molest6 y se mar- ché indignada a su habitacién, pero al dia siguiente ya estaba como si nada, con una amplia sonrisa mientras ensayaba en el patio junto a su desganado elenco. Quizé eso fue lo que mas le impact6 del episodie: haber! vii espués todo cambid. tan feliz poco antes. Unas horas después t Perdié a su mejor amiga y durante mucho tiempo se cul- pé de no haber aceptado participar en esa obra de tea- tro que nunea se represent6. Algo dentro de ella le dec nodo, su negativa habia di esa. Antes de entrar a la co cina aquella noche, Joel la preparé: “No es Teresa’, le esencadenado que, de algain Ja transformacion de escuchaban dijo, mientras del otro lado de la puerta aullidos de lobo. “Tienes que ayudarnos a recupe Cuando entr6, lo primero que noté es que haefa un calor Intenso. Todos sudaban profi ‘ una mezcla de agotamiento y miedo. Escuché ur extrafia que al principio atribuy6 a uno de sus compafie- amente y sus rostros eran vor ar a Teresa ra ella quien hablaba, “Puta de iga, mientras los dems Ia conte {Vienes a beberte el semen le la verga a Ignacio de~ ros de clase. Fue hasta que se dio cuenta de qu mierdal’, le grité su ar nian con grandes esfuerzos de tu amante! (Quieres m e lante de todos, cerda asquerosal” Teresa le escupié un ;6 justo en la mejilla, Alma se gargajo espeso que le & ued paralizada. No s6lo por lo que estaba viendo, sing también por lo que le habfa dicho su amiga. No heb manera de que supiera lo de Ignacio. Ella lo hae bi contado a nadie. XVI Ain quedaban algunas brasas en la chimenea cuando Feaccion6. Ismael se levant6 del equipal, tomé varios troneos y Teavivé el fitego, ¢En verdad los demis esta rfan pensando en Teresa, como él, o se habrfan dormido inmediatamente, anestesiados por el tequila? Habla va- ras cosas que atin le inquietaban de la noche del episodio, Pero una en particular rebasaba su comprensién. Co. nocfa el poder de la mente, lo que la autosugestién era capaz de provocar en una psique enf sonas que estuvieran cercanas a sw influencia. Habia visto brotar cosas insospechadas des inconsciente, pero algo su rebasaba toda logica. En da Teresa se ssde los sétanos del ‘did durante el episodio que Igtin momento de la madruga- ind. Parecié dormirse o desmayarse, cuerpo se retajé sobre la m so de tranquilidad, los do lo que de la cocina, En ese lap~ reunidos se percataron de to- habia salido del cuerpo de Teresa durante sus dos ataques y convulsiones: sus ropas estaban manchadas con una mezela de vémito, sudor, saliva y sangre. También se habia orinado, Alma les ayudé a lim- Piarla y la cubrieron con una cobija, Después pusieron en orden la cocina: habfa trastes y sillas tirados en el piso, vasos y platos rotos. Ismael recordaba haber vis- to volar varios objetos por sf solos, pero lo atriby estrés de la situacién. Al contagio que la esa proyectaba sobre todos aquel Ia cocina e prolong: al Te- iente de la noche, Una vez que stuvo limpia y ordenada, Joel les pidié que se hincaran a rezar. Ismael estaba exhausto y nunca habi creido en las oraciones, asf que se sent6 en una silla y se durmié, arrullado por las letanfas que encabezaba el jesuita. Y sod, Sond con la nifia.que estaba perdida en el bosque y que se encontraba consigo misma a las puer= abafia, El suefto parecia encerrar un enigma ‘o.una advertencia, como algunas de las historias que ha- bia lefdo de nifio. Pero nunca pudo saberlo, porque su descanso fue interrumpido. Cuando la nifta se alejaba por el sendero tras despedirse de sf misma, lo desperta- ron ruidos y gritos. T estaba parada sobre la mesa de la cocina, Su espalda, doblada hacia atras en una posi- cién insdlita. Sus cabellos colg: si se tocaban con sus pantorrillas. Ten frases en un idioma ininteligible. Los den a hincarse ¢ intensificaron los rezos, Habfan encendido tas de una fa los ojos en blanco y murmuraba volvieron veladoras que formaban un circulo alrededor de la mesa. Era una situacién grotesca, parecia como si en realidad le oraran a una deidad torcida. Ismael sélo tena dos op- ciones: hincarse o largarse. Pero hizo algo que no espe- rraba: se cubrié el rostro con las m os ¥ se puso a llorar, XVII : : ? sis he peli ort enviteny Ab. ma. Se quedé en el umbral de fa de la cabatia, escrutando la noche. Los pinos Ignacio no se metié ak la puer se movfan agitados por el viento en una sola e informe masa, como dioses primigenios de la oscuridad. Sabia que de nada serviria encerrarse 0 esconderse; no habi escapatoria posible de Teresa, Daba lo mismo qu vieran ahem el bosque o en Ia ciudad: Te Stas mentes de todos como-una presencia. Pens6 en su fe vacilante y también en que toda religiGn se fundaba sobre un hecho traumético; a en el caso de la Iglesia catélica ndacior menos asf habfa ocurrido crucifixién como mito basaba en la culpa y la mortificacién del cuerpo. En la conversién de sus integrantes en fieles devotos de clavo: se atrevia pero era la verdad: los cristianos adoraban a un muerto viviente. Era curioso y perverso a la vez: Teresa, siempre tan necesitada de Hamar la aten- I de una religion que y lagas. Nadie a verlo a 4 su manera su propio culto. a noche del eptsodio algo comenzé a germinar dentro de él, y un par de aftos més tarde ya estaba en el seminario, Los traumas nos defin ho més que los momentos felices, pen- 86, Son auténtieas epifanias sobre nosotros mismos, La pregunta era: gen verdad valfa la pena enfrentarlos y borrarlos como los sanadores de mentes predicaban? Mientras se convulsionaba sobre la mesa de la cocin ‘Teresa habfa liberado una energia poderosa que los im- pregné a todos. En algiin momento, logré zalarse de quienes la sujetaban y la mitad de su cuerpo se desli- 26 hacia el suelo; la cabeza toeé el piso con los brazos extendidos: la cruz invertida. Ignacio vio el poder del mal y se decidié a combatirlo al lado de Tos jesuitas, nica orden religiosa cuyos miembros entendian en ver- dad las tentaciones terrenales. ¢ los vieios si no los conocfas de primera mano? Siem- pre los admir6 por eso, y se regocijaba en la historia de sul expulsién del Nuevo Mundo en 1767: eran los re- beldes de una Iglesia tan interesada en los pecadores como en sus bolsillos. Ahora tenia dudas y sabia muy bien por qué. No era en realidad su fe el problema, sino tener que elegir entre dos caminos. Habia venido hasta aqui par terminaba. La noche del episodio, ck acercarse a la encrucijada, El tiempo de espera lo dejé muy ro, Antes de que se desmayara por dltima vez, antes de que todo acabara y al dia siguiente ella se desper~ tara sin un solo recuerdo de lo ocurride, Jo mir sus pupil nocible, le d ‘eres s con las de animal nocturno y con aquella vor irreco- ijo: “Nos volveremos a ver. El infierno esté XVIII Alfredo. ten expli construido a lo largo de los n para el episodio, La ha sy tanto sus estudios en la Facultad de Antropologia como sus trabajos de campo posterior vfa comenzé a cuajar cuando re 's le ayudaron a conformarla, Su teo~ aliz6 su tesis de maestrla sobre las religiones de posesién en Africa y Brasil. Lo primero que le amé la atencién eran las similitudes que éstas tenfan con la Iglesia cat6lica; no en-sus rituales, pero sf en su concepto. Los cultos médico-religiosos ar= caicos vefan Ia alquier tipo como casti- enfermedad Z go divino. La enfermedad, por nto, estaba prohibida. ¥ el rito de la posesién era utilizado para convertir en sefales divinas unas leyes que eran dictadas y aplicadas por los humanos. Lo mas significative era que esas tri- bus utilizaban la nocién del cuerpo para interpretar el mundo, Como le habfa dicho un maestro de Ia facultad: Para los aborigenes, el mundo es poco més que su cuer- po". Todo esto lo sintetizaba la Iglesia catdlica de mane- Fa mucho més practica y evolucionada mediante el rito de la comunién. En pocas palabras, los fieles a Cristo recibfan su cuerpo y sue: esta via “curaban” fritu -se posesionaban~ y por sus enfermedades del alma; es decir, les era trasmitido un orden conceptual del mundo. Era evidente que si no existia de antemano un: reencia en ¢l universo espiritual, las religiones de posesion no eran posibles Ta tesis de Alfredo era que existia una cons- truccién cultural de la posesién, inherente a todas las Teligiones ereyentes en un més alla, y que eso habia crea- do un proceso de contaminacién de unas a otras, prede- terminando la manera en cémo debia comportarse un poseso. Habia una regla basica, como sefialaba Metraux: “Aquél que entra en trance esté obligado a Mevar el luego hasta el final”. Todo eso estaba muy claro pa 41, Incluso se tituld Con las mas altas calificaciones, E: tonces, cpor qué a estas alturas seguia teniéndole tanto miedo a Teresa? ¢Por qué no pudo apartar de su mente el episodic? Le parecta que todo lo vivido desde entonces erauna consecuencia de aquella noche, incluida la elec cidnde su profesién. Quizd era eso lo que le daba pénivo: ul undo la débil luz de la no saberse duetio de su propio d la habfa sido ‘espontaneo, sino provocado. M lam tino, N a de gas en la cabafia se atrev admitir lo que ya sabfa: tan s6lo era una marioneta en el teatro diabé- lico de Ter Cuando terming de desmaquillarse, Aima apage la Lani para de gas y se acosté, pero no pudo cerrar los ojos. Se acordé de su etapa de estudiante en la escuela de teatro, antes de qu la actividad profesional la Henara de com- promisos en los escenarios y de que las giras volvieran agotador su trabajo. Lo que més le habia tudiar, pero no los métodos de actuacién, sino la historia m ustado era es ma del teatro. En los numerosos libros que leyé en aquella 6poca encontré algunas sspuestas relacionadas con el eprsodio. Sobre todo en un capitulo dedicado al teatro helénico, Ahf se relataba que, en la antigua Gre- , los ritos de posesién estaban intimamente relacio- Jos con el surgimiento de géneros teatrales como el ditirambo y el drama satirico. El ditirambo era una fiesta en honor a Dionisio, conformada por una procesién de danzantes que representaba a los sétiros ~companteros de Dionisio y figuras demontacas y tlie cas por excelencia~ al tiempo que hacian cantos moné- tonos y procuraban la embriaguez, extética. Habla gen- te disfrazada, crificios de animales y, sobre todo, una necesidad de alcanzar el éxtasis dionisiaco, Los ditiram- bos contenfan la premisa findamental del teatro ~y de toda posesién-; estaban los actores, pero siempre debia haber alguien que observara, La religién, la o remonia y el culto er ‘an Conceptos que estaban detrés ello, Dioni- sio, ademés de ser el dios del vino, e la locura ritual. Como sefiak tre ellos Hillman, la complej Cip6 los desérder ra el inspirador de laban algunos expertos, en- jidad politeista griega anti- ‘nes psiquicos del hombre moderno. La Iglesia catélica, siempre recelosa y oportunista, habia intentado simplifi llo, y ahora sus seguido- res ighoraban lo que afirmaban otros autores que Alma ley6: que el rito de la comuni6n fue influide por el culte a Dionisio. Era la tnica deidad griega que era percibi. dla dentro de sus seguidores, y ademés transformaba el a ‘Teresa sivmpre cargaba libros de mi= tologia; debi6 conocer esas ideas mucho antes que ella atro era una religion, Y no hizo mis Que buscar adeptos. Alma no tena dud ‘eresa mont un: todo aqu Para Teresa, el te: las: aqu a puesta en escena grotes ‘mance satirico con el objetivo de Ja actuacién, de convencer! habia logrado. a, un perfor demostrarle el poder de la para seguir ese camino. Y lo xx Opistétonos. Era el término médico para referirse a la postura imposible que Teresa adopté la noche del epi- sodio, Ismael lo estudi6 en su paso por la Facultad de algo que les ocurrfa a las personas con iso de tétanos. Los espasmos musculares y la ia Clastridium tetani pro- atrds, en forma de Medicini rigidez ocasionada por la bact vocaban que el cuerpo se doblara haci Cinvertida. Un cuadro del siglo xx, realizado por el pin- tor y médico escocés Charles Bell, retrataba de manera iento. Pero habfa un pequefio d dramitica este padecin talle: las personas que suftfan dicho padecimiento teni Ja infeccién en un estado muy avanzado y por lo gene- ral ya no habfa cura, El paciente morfa en la mayoria jones 0 quedaba con terribles lesiones en a no estaba infectada de tétanos. Su de las ova al, opistétonos habia sido causado a voluntad ~o al menos eso parecta. Al dia siguiente, su postura era la de siem- pre. Existian, por supuesto, otras mancras de explicar ‘el comportamiento de Teresa. El psicoanilisis ofreeta pero a Ismael le interesaba en particular varias de el Jade Freud, quien se habfa ocupado en su momento de lo que denominaba como “la enfermedad demonol6gica’ El mé astrfaco atribuia los casos de posesion a la histeria y a las fantasfas neurdticas producidas por un trauma severo, generalmente ligado ala ausencia de la na. Para Freud, los demonios 0 “seres anfmi- a vida interior de los enfermos, figura pate cos” se originaban en donde moran”. Ismael sabia que Teresa habia perdido ast padre en un accidente automovilistico cuando era una nifta. Poco después de recibirse como médico psiquiatra pensé en buscar a Teresa y ofrecerle una terapia gratuit ta para explorar la pérdida paterna, e a incluso imagind que en una sesién de hipnosis podr ir : fa hacerle revivir el episodio. Sin embargo, desistié. pront , 0 porque se dio cuenta de que aquello lo hacfa sentir sit cama como si todos sus le to que el dle se- su la, que su sombra era una influencia mds grande de la que estaba dispuesto a aceptar... Eldemonio como sustituto del padre, pens6 mientras arrojaba un tronco mas a la chimenea de la cabana. Pero también estaba el opist6tonos. Habi no podia explicar. E como Teres tudio no tuvieran més props pensando en el que la razén ese umbral habitaban las eriaturas Yl ya no tenfa armas p seguir luchan- do. Ismael comprendié: habia venido a rendirse. XxI Los problemas del mundo comienzan cuando no se pueden distinguir claramente las cosas. Por eso, | curidad representa una amena: ‘ como sacerdote, Ignacio habi la os ancestral. En sus afios como ntentado dividir los te- Peorin del alma como se lo habfan enseftado: el bien yal mal, el dia y la noche, pero en la realidad el mundo no funcionaba asi. Existian demasiados matices. Contra- io a lo que pregonaba la Iglesia catdlica, no era lo mas indicado huir de las tinieblas: habfa que adentrarse en a la oscuridad porque sélo aprendiendo a ver a través de la noche se vel robe Ja auténtica naturaleza de las cosas, La Iglesia ellas, acostumbrar los ojos ‘atélica tenia un bagaje histérico d intentaran elimin tos, por ejemplo, se habfan comportado de manera m similar a los posefdos. Comfan insectos, pus y vomitos, e incluso excrementos en su 3 ambigiledad, por més que toda evidencia. Los primeros san- por mortificarse. La di- ferencia radicaba en que los santos alcanzaban el éxtasis revoleéndose en las inmundicias. Este y otros detalles no habfan escapado incluso a algunos artistas. gPor qué en algunos cuadros novohispanos las virgenes amamanta- ban a los santos con un chorro de leche que si fa dle sus pechos? No podfa pensar en algo més perverso. En el de flage del Medioevo ocupaban un lugar especial: s ban al culto de Ja Inmaculada Coneepeién y azotaban su cuerpo con el propésito de transformarlo en el cuerpo virginal de Marfa, en un acto de travestismo mistico que buscaba bor terreno de las cosas torcidas, las cofradt consagra- €l pecado original. Lo seftalaban varios académicos, entre ellos Roudinesco: a fuerza de recu- rrir a los excesos y las transgresiones, los flagelantes \cabaron por ser vistos como poseidos por las pasiones demonfacas que pretendfan doblegar. Estaba también el Schiedman, la mfstica holandesa que en su cama durante treinta aftos; historia Ignacio estudié con fascinacién, Obse~ permanecié pos y euy’ sionada con la id Je salvar cl alma de la Iglesia, se transformé en una auténtica posesa: tenfa llagas, epis epsia e incluso se dislocé algunos miembros por volun tad propia, Como no moria, durante algiin tiempo fie | sospechosa de herejia. Atos después la canonizé el papa Le6n XIII... En el seminario le ensen: ra que dividia al bien del mal haba que permane Pero eso er Jaron que la fronte~ ‘adelgada, y que por eso ‘cer con estoicismo del lado de la luz a falso, un lugar comtin y una cobardfa. Aho. ra estaba seguro de que su crisis de fe duda de la existencia de no provenia de la ios, sino de la ereciente certe- za de que Dios y el Demonio eran lo miss al pensar que ten 0. Se equivocs a dos caminos. Sélo exist Ignacio cerré la puerta de su cabana y se adentré en la oscuridad . con paso firme XXII Los troncos s tr *¢ consumieron y quedaron las pur zas. Jomael ya no (er la chimenea sudo; se sent m as bras a dnimos de arrojar mas lef ampoco querfa seguir pensando en el pa- nntfa agotado y con el est6mago revuelto. El no haba puesto en marcha aquella catarsis colectiva ¥ ahora no tenfa la menor idea de eudl e Paso. Mir6 el reloj: ain f ra el siguiente faltaban un par de hor que amaneciera, No tenfa suefio. Se sentfa atornillado al equipal, incapaz de cualquier movimiento. Le pesaba el Cuerpo, pero sobre todo la cabeza, como si sus reflexio- hes nocturnas se hubieran solidificado en su mente, Se qued6 mirando cémo las brasas se extingufan y por al gunos segundos consiguié dejar de pei De pronto, alguien tocé a 1a puerta, sacdndolo de su france, Se levant6 con dificultad y se dirigid a la puerta as para nsar en ‘Teresa. mientras los golpes sonaban con mayor fuerza. No se detuyo a pensar qué le esperaba del otro lado. Abrié yen el umbral se encontré con Alma y Alfredo, visiblemen- te agitados. No tuvieron que hablar para que Ismael se diera cuenta de lo que les preocupaba: por encima de sus hombros, a lo lejos, se distinguia un gran incendio que alzaba sus Hamas hacia el cielo nocturne. ‘Qué ocurre? —les pregunté, sin dejar de mirar ha- cia el fuego. No sabemos -respondié Alfredo, pero tei que el incendio se extienda hasta acd. ‘¢Dénde esté Ignacio? ~Pasamos a su cabafia dijo Alma~ pero no estaba Parece que todos se han marchado. -¢Todos? ¢Sin nosotros? Espérenme. Ismael se metié a Ja cabafla y regresé con u linterna, Vamos a revisar ~dijo, encendiéndola Los tres avanzaron por el camino de grava que re~ corria las cabafias. Ismael iba dirigiendo la luz hacia las puertas: todas estaban abiertas y no se vefa a nadie den- tro. Pareeia como si hubieran evacuado el lugar de ma- era precipitada, Al dar la vuelta en una curva del sende- ro vieron una eabafia con la luz encendida, Era la tinica iluminada, y destacaba en la oscuridad como un recin- ‘0 inmaculado, Sobre el umbral de la puerta abierta ha~ bfa un rectingulo de cerémica con el mimero nueve. Ale cdo los detuvo a unos pasos de la entrada Es la cabafia de Teresa es dijo, ;Cémo sabes? ~pregunté Alma con vor, temblorosa. Fui de los diltimos en llegar. Revisé la hoja de re- gistro, A lo lejos, la columna de fuego pareeia crecer. ~Entremos —dijo Ismael-, De todos modos, nunca he- mos podido escondernos de ella Se alelant6 y cruz6 la puerta. XXII Adentro no habia nadie. Todo estaba en orden, salvo por algunos extrafos detalles: no habfa ropa en el armario, ni se vefa una maleta por ningiin lado. La cama estaba tendida y parecfa no haber sido utilizada. —Rueno—dijo Alfredo , al menos ya sabernos quién se marché y no piensa regresar: —No estés tan seguro —intervino Alma Yo la vi lle- gar y recuerdo que no trafa maleta Miren —Ismael estaba inclinado sobre la mesilla de noche. Levanté un papel y se los mostré=. Es una carta, Almay Alfredo se acercaron, colocindose a los costa dos de Ismael. Los tres leyeron en silencio: Queridos Alma, Ismael, Ignacio y Alfredo: Lamento que no hayamos podido vernos, pero ast es como decidf que ocurrieran las cosas. Antes de que in tenten alcanzarme, he de aclararles algo importante. Sé que ustedes piensan que maté a mis hijos. Pero les seguro que no fue asf, porque esos ninios a los que ase- siné con mis propias manos, hundiendo sus cabezas en, el retrete, no eran mis hijos. Mis auténticos hijos son ustedes euatro, como ya han podido darse cuenta a es- tas alturas, Yo los hice aquella noche de hace mas de te altos, Ustedes son quienes son gracias a mf y representan mis més pe fectas eriaturas. Sin embargo debo dejarlos pues regresaré al lugar de donde proven~ go. Me he Tevado conmigo a todos los ex companieros, l nen a ustedes cuatro, Deben pert 1a pequetia cuota de peaje. No lo lamenten: se tie anever unidos y orar por mi. Es su misién de ahora en adelante, Difundan Ja buena nueva: el fuego camina conmigo, con ustedes, con todos, Los ama cternamente, Teresa Isinael dejé la carta sobre la mesilla de noche y salié de la cabana, Miré en direceién del incendié e intenté ima~ ginar una ruta para legar hasta él. Alma y Alfredo se le unieron, No habia ningtin ruido; parecfa como si los animales nocturnos guardaran silencio para ocultarse del fuego. ¢Serd acaso la...? Ismael no se atrevié a decir el nombre. —Creo que s{—dijo Alfredo. Por la ubicacién. Deben ser dos 0 tres kilémetros, Pero no podemos ir asf, des- protegidos. El conser) tiene una escopeta en su garita, Corrieron en direccién a la entrad: fa del complejo de cabanas. Pa asaron por el estacionamiento mientras Is- mael iluminaba los parabrisas de los automéviles con la linterna: todos estaban en su sitio. Entraron en la garita del conserje y vieron que habia sido saqueada: la vitri naeen la que guardaba la escopeta tenfa el cristal roto. El tablero de madera en el que antes colgaban las Haves de los coches ahora estaba vacto, ‘Tendremos que llegar a pie ~dijo Ismael Nadie objet6. A través de la ventana se vela el incen= dio, La antigua casa de los jesuitas ardfa con violencia bajo el cielo estrellado, XXIV ron del perimetro de las cabafias y se adentra en un camino de terraceria. A esa hor iin vehiculo; s6lo estaban ellos y el sonido de sus pasos sobre la tierra, Respiraban por | do bocanadas de vaho. ‘@ no pasaba nine la boca abierta, arroj A un costado de la brecha distin- Buieron unas sombras inmensas: el conjunto de forma- ciones rocosas que era uno de los sellos distintivos de ‘Tapalpa. Ah acudian en sus tiempos de estudiantes para ‘emborracharse y escalar las piedras; en v habfan convertido el lugar en un cemente y basura arias ocasiones jo de cervezas —Detras de las piedrotas esté la casa ~dijo Alive do-, Por aqui podemos cort camino, Levanté uno de los alambres de la cerea que separaba el camino del campo y les indied a sus companeros que cruzaran al otro lado, Después, cuidando de no lastimar= se con las pitas, agaché la cabeza y meti6 el cuerpo. Los n silencio, intimidados por aquellas pre- tres avanzaron sencias ominosas, Ismael recordé sus borracheras sobre las piedras, en lena y cielo despejado. Siempre le pare- sabios gigantescos que los vefan noches de lui cieron seres pensantes vomitar y mearse como quien observa a una hormiga ea aro, Las piedrotas hab(an estado antes que os habitantes del bos- misma impresién tuvo en ese momento que pa- minar por su ellos, y ahf seguirfan: los aut que saban junto a ellas, rumbo a un destino incierto. ¢Podia la naturaleza sentir compasién de los hombres? Le die ron ganas de volver a ser un adolescente ebrio y des- preocupado, de reencontrarse con el muchacho que era antes del episodio. La leyenda deefa que en las piedrotas se aparecfan los fantasmas de unos nifios, y era verdad: se trataba de los espeetros de él y todos sus excompaneros de clase, sombras de un tiempo tan muerto como lejano. Una rifaga de viento soplé e Ismael ereyé escuchar un ‘eco de risas, Se subié el cuello de la chamarra y apresu- 16 el paso, Debe ser horrible ver un alma en pena, pen= 86, pero nada tan escaloftiante como encontrarte con tu propio fantasma, Cuando rodearon las piedras el incendio nuevo ante ellos, sobre la cima de una pequefia cuesta Estaban tan s6lo a unos metros. Ninguno titubed cuan- parecié de do enfilaron hacia el fuego. Sélo Ismael voltes atrés para lanzar una dltima mirada a las piedras: vio el in- cendio reflejado en ellas y también las silue niflos que Tamas. tas de unos alargaban entre el resplandor rojizo de las xv Llegaron a la cima de la colina y vieron na figura que se recortaba contr i a el fuego. Tenfa una escopeta. De la antigua casa de los jesuitas slo quedaba los edificios; estaba envuelto por | n pie tino de la Llamas, los cristales de las ventanas habian reventado y parte del vcnds cm pezaba a desprenderse. No habia nadie més. Los tres se acerearon a la figura que contemplaba el ineendio en una especie de trance, “Se los Hevé ~dijo Ig ; (con el rostro descomp los lev6 a todos. Liegué demasiado tarde para impedirlo ~éEstis diciendo que los encerré y los quemé? gunté Alma, incrédula, No: estoy diciendo que los trajo hasta aca y los hizo atravesar el fuego junto con ella lad era una demonia ~dijo Alfredo, que mi- | fuego con una mezcla de fascinacién y espanto, Ignacio se volvié hacia ellos, ~Teresa nos creé aquella noche, ¢No la convierte eso mas bien en un dios? ~pre- -En verd raba el Por qué nos dejé a nosotros cuatro? ~dijo Alm més confusién que miedo-. ;Por qué no nos hizo nada? —Porque nosotros le hemos rendido culto desde hace afios ~respondié Ignacio. Sus dotes de predicador se rea nimaban desde lo mas profundo de su ser. Somos quie~ nes la mantenemos viva. Toda religién necesita de sus fieles. Y de un mértir, Cuando Hegue la policfa, diremos que ‘Teresa murié intentando salvar a nuestros compa- “Adn queda una salida -intervino Aliredo-. ‘Tene. mos la escopeta. Si nos suicidamos no habré quien Ia venere. Ser nuestra manera de acabar con ella ~¢No comprenden? los reprendié Ignacio~ La tni- ca manera de derrotar a un mértir es impedir que se inmole, Ella ya se fue. Gané la partida, Ademas ~agregs, freciéndoles la escopeta-, cquién se atreve? Se miraron los unos a los otros en silencio. Nadie co- 316 el arma -Un momento -dijo Ismael, sefalando con el dedo a Ignacio~ Ti pudiste haberlo hecho: escribir la carta, de- rla en la cabana de Teresa y después forzar a la gente a venir aqui, Pudiste haberlos encerrado y quemado ti mismo. ¢Cémo creerte si no hay mas testigos? -Es una posibilidad. Pero recuerda que todo esto siempre ha tenido que ver con Teresa, y no conmigo. Las religiones se basan en los dogmas. No tenemos miis que estos hechos, y mi palabra. Deben confiar. EL techo de la antigua casa de los jesuitas colapsé y se hundié hacia el centro de la construccién. Tras el es- truendo y la polvareda, las Hamas se reavivaron, Una co- Tumna de fuego se alz6 por encima de los muros. Pareesa la zarza ardiente de los relatos biblicos. Los cuatro cayeron de rodillas y comenzaron a rezar,

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