a eT)
En cada uno de nosotros habita ol dereo de
transmit a nuestros descendientes historias,
costumbresy convcciones. Refugiarse en
‘traiciones o en pricticas ancestrales comport,
Jacques Hassoun
2a
LOS
, CONTRABANDISTAS
DE LA MEMORIA
silencio sobre Ia historia ola geografia que.
hhabitaron quienes nos precedieron, puede tener
‘como efecto a produccion de generaciones ala
por un mutismo abismal, arafiaba al
pasar a “esos alemanes de fe mosai-
ca”? que sélo celebraban una fiesta,
la Navidad... durante la cual eanta-
ban a coro el Heilige Nacht.
Esas 748 acuarelas le permiti-
rian a Charlotte Salomon constituir
un tesoro: el de la transmisién de
una historia conservada en silencio.
Es entonces cuando Charlotte Sa-
Iomon pudo revivir, proseguir su obra
pictérica y artistica, encontrar al
hombre de su vida en lugar de subs-
titutos parentales que amaba apasio-
nadamente en el lugar de una madre
ausente y de un padre desfalleciente.
Pudo entonces casarse y para su
gran sorpresa quedar embarazada.
ddar pruebas de gu indefectible y
cia al Verland, los judios de Ale-
Pero sin embargo la Historia, pa-
a la cual no habfa sido preparada,
Ja toma en sus redes: haciendo caso
fomiso de un minimo de precaucio-
hes, vuelve a vivir a su casa del Er-
mitage on Villefranche, en donde
ella y su marido estaban fichados co-
‘mo judios. Denunciados el 21 de sep-
tiembre de 1943, fueron deportados
‘a Auschwitz en donde murieron a
poco de legar, el 12 de octubre de
ese mismo afio,
Destino trégico que sin embargo
me permite decir que Charlotte Sa-
lomon, antes de ser destruida por la
Historia, habfa logrado constituir, a
partir de la nica palabra simboli-
zante que encontr6, el Sick das Le-
ben nehmen de su abuelo, una trans-
misién que le habia faltado cruel-
mente.
La clinica nos ensefta cotidiana-
miente que tales silencios desempe-
fan un papel fundamental en las di-
ficultades para vivir que padecen los
hijos de los deportados judios, los hi-
jos 0 nietos de los sobrevivientes del
genocidio armenio, los descendien-
tes de los torturados en las guerras
33de independencia, en sintesis, todos
aquellos que han padecido la Histo-
ria en su mds extrema ferocidad.
Hijos de verdugos... hijos de vic-
timas... cada uno —desde luego en
‘un lugar diferente— es victima del
secreto de un origen perturbado, de
una interrupeién en la trama de una
historia familiar sacudida por los
acontecimientos histéricos. Huérfa-
nos de una palabra, sufren en su
propia carne un duelo imposible de
efectivizar y una dificultad en eons-
truir una novela familiar que les
permita proyectar un futuro. Este
trdgico quiebre en la transmisién
exige que los padres —por mas dolo-
oso que sea para ellos— pongan en
palabras aquello que les ha sucedido
(suicidios, muertes violentas 0
irrupeién brutal de la Historia), a
los fines de hacer las paces con su
propia trayectoria biogréfiea y de re-
constituir para su descendencia una
trama que la historia familiar 0 s0-
cial habfa profunda y prolongada-
mente destruido.no habia superado su primera infan-
cia? {No era.esta posicién la que obs-
taculizaba el eamino a la posibilidad
de ser padre?
No es esta dificultad de trans-
misién —de recibir y de reconocer
una transmisién— lo que crea un
impedimento para perpetuar una
genealogia? {No es lo que genera en
algunos hijos de exiliados, en algu-
nos hijos de deportados, casi un im-
pedimento para procrear?
Estas dificultades, estos tiempos
de latencia, esta espera, esta imposi-
bilidad de concebir, zno ponen en
evidencia un inmenso silencio situa-
do en el lugar de una historia impo-
sible de transmitir, imposible de e
cuchar, imposible de comprender?
138
Construir una transmisién
En resumidas cuentas, si trans-
mitir una tradicién, una historia, se
presenta como una construceién, es
en tiltima instancia porque el deseo
de asegurar una continuidad en la
sucesién de las generaciones, se pre-
senta como una necesidad interna.
La recepcién de las palabras’ y los
actos que vehiculizan la herencia no
representan de ningun modo en el
nino una manifestacién de pasivi«
dad, sino por el contrario un acto de
reconocimiento hacia quien realiza
Ja transmisién.
‘Nadie duda de que el anhelo ps
rental de preservar una historia fa
miliar, una tradicién, respondan a
una ilusién: Yo continuaré viviendo
en los actos primordiales de mi des-
cendencia, cuando ellos canten, seré
139atin yo quien cante, cuando coman
tal o cual plato en tal o ewal ocasién,
yo estaré en el alimento, yo seré st
alimento, y yo me alimentaré, cuan-
do en los momentos de tristeza o de
dubilo utilicen las palabras, las in-
terjecciones que yo solia usar, yo es-
taré allé atin.
Tal vez seria ésta la frase incon-
fesable que una madre, un padre, un
ariente, podria enunciar para sus
adentros sin poder formularla, Una
manera como cualquier otra de decir
no te olvides de mi, alli donde un no
lo olvides mas bien alienante —in-
cluso arrasante— es frecuentemente
escuchado.
Este lamado a la fidelidad para
con los antiguos emblemas seria, en
estas condiciones, la expresién del
deseo extraviado que, al repetir in-
variablemente lo actual, separado
del espacio-tiempo que lo produjo, se
proyecta ilusoriamente tal cual en el
futurp.
Pero transmitir también es un
acto simbélico como cuando yo trans-
mito mi nombre a mi descendencia,
es decir, cuando inseribo a aquellos
Mo
que vendrén después de mé en una
sucesién significante. Aunque yo no
le dé importancia, aunque ellos no le
den importancia, este nombre les es
propio y en la dispersién genealégica
que implica la descendencia, podrén
—aunque sélo fuera por pocos ins-
tantes— reconocerse como pertene-
ciendo a un conjunto del que yo mis-
‘mo soy el heredero, el representante y
el pasador...
Sin embargo, lo hemos dicho en
varias ocasiones, la transmisién de
una cultura, de una generacién a
otra, no podria reducirse a crear una
pertenencia,
{Bxiste algo més ridiculo, més
insoportable que ver esos clones,
que, como si fuesen sombras, imitan
con la mayor seriedad a sus padres 0
a sus ancestro:
cxiste algo més grotesco que es-
cuchar a los adulones, ineapaces de
tener un estilo, un pensamiento pro
pio, hablar o escribir como Barthe:
como Lacan, como Bataille 0 como
Lei
Ese mimetismo es producto de
una traicién,
unEs cierto que existe un tiempo et
el que la adhesién a una doctrina, a
un discurso, o a una cultura, pasa
Por el sentimiento de pertenencia
@ una escuela, a un grupo, a un
maestro,
De todos modos la pertenencia
ruidosamente proclamada a un lina:
Je, una cultura, una etnia, ala apro-
Piacién de un saber (que, de vez en
cuando, se muestra como savoir-fai=
re), e8 un trayecto cuya importancia
no podemos disimular. De todos mo-
dos en ese proceso en que la referen-
cia al grupo parece ser la predomi-
nante, para cada uno de los inte-
srantes de estos conjuntos, uno por
uno, se juega el anhelo de transmi-
sidn, Por qué es que esto parece te-
ner tanta importancia, si no es por-
que esta perpetuacién de lo antiguo,
esta aparente repeticién, forma par.
te de la propia existencia del suje-
to?.... En efecto, cada uno de noso-
tos esta inconscientemente confron-
tado —sin saberlo—, os decir, en la
constante ignorancia de aquello que
lo origina, con la tendencia a repetir,
Esta parte inerte que nos atrapa en
ua
el eterno retorno de lo mismo en los.
mismos lugares es lo que nos prohi-
be crear, inventar, hacer nuestro
propio camino, reconocernos, como
sujetos deseantes. Es el piano que
aprisiona los tobillos de la heroina
del film La leccién de piano y que la
hunde en las profundidades abisma-
les en las que podria seguir tocando
la misma melodia para toda la eter-
nidad. Es la memoria que impide ol-
vidar y que, como lo subraya Tzve-
tan ‘Todoroy, “provoca una intermi-
nable vendetta que jamés podrian
interrumpir un nuevo Romeo y una
nueva Julieta’. Bs la tentacién de
leer todo acontecimiento actual a la
luz de un acontecimiento inaudito,
no para crear nuevas formas de con-
ciencia politica, nuevas lecturas de
o que ocurre todos los dias, sino pa-
ra volver-una y otra vez sobre lo
inaudito (como por ejemplo la des-
‘truecién del judaismo europeo); para
provocar la destruceién de. monu-
‘mentos imperecederos, para que
81 Todoroy, “La memoria y sus abusos",
Boprit N°7, julio 1983,
usta sea el punto de legada y de parti
da —en una trégica circularidad—
del sinico acontecimiento que verda-
deramente cuenta, no para una, dos,
0 tres generaciones,
persista al modo de una estatua de
bronce para toda la eternidad. Una
manera como cualquier otra de
pulsar un suceso tragico de la histo-
ria de la humanidad y de hacer de él
un acto tnieo como lo seria “el acto
de creacién del mundo”, en un dra-
‘mético apego a un pasado que esta-
ria perpetuamente presente.
Este componente de la repeticion
trabaja en eada uno de nosotros yen
la sociedad.
Existe, sin embargo, otra forma
de la repeticién, fecunda, que es par-
te de lo que lamamos cultura, he-
chos de cultura, y que asegura su
continuidad. Los etnélogos, los his-
toriadores, los sociélogos, los psicoa-
nalistas, coineiden en decirlo: esta
persistencia de los hechos de cultura
que proceden del lazo social nos ins-
cribe en una continuidad y nos ase-
gura en cierto modo que no estamos
en cada generacién confrontados a
4
algo nuevo sin ningiin nexo con lo
que lo precede. Puesto que es a la
luz. de lo antiguo que podemos reco-
nocer y aftontar la discontinuidad.
Porque, en resumidas cuentas, yo
no puedo entrar en contacto con lo
nuevo que se me presenta sino en
tanto puedo reconocer alli una parte
de familiaridad. Bs a partir de la he-
rencia que me ha sido transmitida
que puedo, al superarla, participar
de situaciones nuevas que a priori
‘me resultartan desconocidas.
Freud, en su. ensayo titulado
“Mas alla del principio de placer”?
da un ejemplo de lo que provoca la
irrupeién de lo radicalmente desco-
nocido refiriéndose a lo que diferen-
cia el miedo y la angustia del terror.
Intentemos entender el acontecer de
esta irrupcién de lo terrorifico:
+. *“Supongamos que usted se en-
cuentra frente a un peligro eual-
quiera, usted tiene miedo. Aun si
2 La traduevin a la que se hace referencia
es 1a publicada por el Departamento de Psicas-
plisis del Centro Universitario Experimental
de Vincennes eon la autorizacisn de los trade:
tores, J. Laplanche y J.B. Pontais,
1456
hasta este momento usted jamés
estuvo en un fusilamiento, sabe lo
que es un fusil, se imagina los
efectos de un tiroteo, es razonable
que usted tenga miedo, al menos
el. suficiente para sobrevivir y
eventualmente veneer. Usted
también puede saber cudndo se
encuentra frente a un peligro cu-
-yos limites estén poco definidos.
Usted se prepara a afrontarlo
produeiendo un objeto —la angus-
tia— que le permitira conocer los
riesgos a los que se expone. Este
afecto seria al fin y al eabo un mo-
do mas o menos adaptado de si-
tuarse a la espera de este peligro
de contornos poco definidos. Su-
pongamos ahora que usted se pa-
ea por un terreno completamen-
te seco y que de pronto, al borde
del camino, encuentra una in-
‘mensa flor, de una gran belleza;
supongamos ahora que usted esta
paseando por New York y que de
pronto, entre las calles 18 y la 21,
en el lugar donde se encuentra
Gramerey Park, usted se encuen-
tra arrojado a un paisaje desérti-
co que no es particularmente in-
quietante, pero que aparecié de
golpe en pleno espacio urbano; su-
pongamos que usted se baja del
‘tren en un pequefia estacién de
provincia que encuentra rodeada
de guardias armados, de torres de
control, en un lugar donde espe-
raba encontrar a un viejo guarda-
barrera sentado en su garita...
En todas estas situaciones nada
preparaba semejantes encuen-
tros, que no pueden provocar sino
terror, parélisis, 0 en ocasiones
una fascinacién mortal.”
Mi hipétesis seria entonees la si-
guiente: una parte de la pulsién de
repeticién, la que da cuenta de la in-
sistencia de los hechos de cultura
—agui el término cultura toma la
amplia acepeién de civilizacién, no
necesariamente de civilidad— esta
al servicio de las pulsiones de vida
para ayudar al sujeto a situarse
frente al surgimiento de algo nuevo
tremendamente inquietante en tanto
que radicalmente, absolutamente,
totalmente extranjero. Ahora bien,
no existe lo inaugural, como lo de-
ur‘muestra Lacan, sino en la conjuncién
de aquello que insiste con aquello
que se presenta como nuevo: esta hi-
pétesis excluye lo original, el al prin-
cipio en el orden de la subjetividad y
en el de lo social. De este modo, todo
acto fundador supone la existencia
de Ia transmisién —aunque ésta sea
evanescente— en el orden de la sub-
jetivad humana,
Pero cuanto més la transmisién
tome en cuenta la situacién nueva,
menos seré una pura y simple tras”
posicidn del pasado y ms podra ins-
eribir al sujeto en una genealogia de
vivientes a fin de realizar, no un re-
corrido circular alrededor de un en-
clave petrificado, sino un trayecto
susceptible de crear un campo de
afluencia, un delta en donde se arti-
culen culturas heterogéneas que se
revitalicen mutuamente.
En sintesis, transmitir es ofrecer
a las generaciones que nos suceden
‘un saber-vivir, término que debemos
tomar en su acepcién més fuerte
En ese sentido, la aceptacién por
parte del nifio de la transmisién de
os hechos de cultura —desde el arte
us
agricola, la caceria del urogallo, has
ta el reconocimiento de una parte de
su historia en un canturreo como lo
seria una cancién de cuna durante
mucho tiempo olvidada, en la infle-
xidn de un canto eslavo o de una me-
Iodia de un rito vuelto obsoleto, en
las sonoridades de una lengua ago-
nizante— supone la puesta en mar-
cha de un trabajo de identificacién,
No en el sentido de un intento deses-
perado de crear una identidad-caleo
entre los predecesores y los descen-
dientes sino al modo de un discurso
que seria procesado —clandestina-
mente, como un contrabando— de
aquello que se ofrece como herencia.
Pero del mismo modo que no hay
herencia sin que una parte se pier-
da, no hay transmisién de cultura
(excepto en las comunidades cerra-
das sobre si mismas, sean rurales,
montafiesas, 0 ghettos) que no co-
nozea esta pérdida, esta porcién de
alvido que comanda la memoria, la
modula, y permite que a partir dela
repeticién, en su misma evanescen-
cia, la modernidad —la diferencia—
pueda ser recibida.
M9Y si adherimos a la proposicién
de Herder, “Ia diferenciacién real
de los hombres es mais importante
que su igualdad especifica”, enton-
ces podemos afirmar que es mas ha-
cia la diferenciacién que hacia la es-
pecificidad que se dirige la trans-
‘isin tal como nosotros Ia entende-
mos, es decir, aquella que permite
aprehender plenamente lo que me
diferencia de quienes poseen una
historia similar a la de los mios, pe-
ro que también me diferencia de
aquellos euya genealogia es diferen-
te y entre los cuales transcurre mi
vida. Me autorizo asf a vivir no como
un falso clon, no como una pieza in-
congruente y siempre susceptible de
volverse terrorifica, sino como un
elemento entre otros cuyas modali-
dades de diferenciacién son subjeti-
vamente tenidas en cuenta.
Bs eso precisamente lo que posi-
bilita constituir una historia audible
por y para los otros.
Un relato jasidico cuenta que du-
1, Arendt, en “L’Aufelarung et la ques-
tion juve", on La Tradicion oeulta, Pari, 1987
150
rante muchas generaciones, en de
terminada aldea, existian personas
‘que conoefan el contenido manifiesto
y el contenido oculto —esotérico—
de los textos sagrados.
Luego vinieron generaciones que
sélo conocian el sentido inmediata-
mente legible.
Luogo vinieron generaciones que
supieron leer los textos pero sin en-
tender lo que leian.
Luego vino una generacién que
sélo conocia la melodia que acompa-
fiaba esas lecturas pero que ni si-
quiera sabia descifrar el alfabeto
‘que trazaba sus contornos.
Luego vino una generacién que
slo pudo decir “en ese lugar habia
doctores de la Ley y misticos...”.
Asi finaliza esta historia que ge-
neralmente es contada en idish, pe
ro que también podria serlo en per-
sa, armenio, beréber o espaitol.
Hoy: podriamos. agregarle —en
francés— una ultima secuencia:
Luego vino un tiempo en el que
esta historia fue contada y consti-
tuia la herencia de aquellos que
nunea habjan visto ni conocido ese
151Tugar, que ni siquiera entendian la
Iengua en la que fue contada por pri-
mera vez.
{Pero este relato no implica aca-
50, en las condiciones mismas de su
surgimiento, que la especificidad ya
se habia ausentado, en beneficio de
la diferencia?