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ARQUITECTURA ABORIGEN EN LA PROVINCIA DE SALTA or FERNANDO MARQUEZ MIRANDA DE del territorio de la actual Repiblica Argentina, pocas son las il Vregiones absolutamente Geseonocidas arqueolégicamente hasta el pre- Sente, Clerto es que la intensiicacién de estos estudios, practicada en nace, ‘Ro pais en To que va del siglo, y acrecida singularmente en los ullimes Afios, ha sido practicada sin un plan ongéaico integral y ha quedado, por gnde, Mbrada a la simple elescién personal de los investigadores, Esto he Geterminado, como légica consecuencia, que asf como se marcaba wade fuer femente ¢] esfuerzo investigative para algunas zonas, en las eusles as produefan exploraciones reiteradas, otras — las menos — permanecieran como al margen de toda bisqueda arqueolégica, verdaderas no man’s Lond, en Jo que a estas tareas se refiere, Pocas tan verdaderamente olvidadas, hasta muy reoientemente, come zas que han motivado mis relterados viajes. Hn efecto, los departamontos de Truya y Santa Victoria, en la provincia de Salia, no s6lo no han sido cone sidos desde el punto de vista arqueolégico hasta mis primeras comanies, Giones preliminares sobre ellos, sino que aun se les desconoee desde of punto de vista meramente geogréfica y de ambiente. Carecemos tanto de deseripciones atinentes # su geogragia fisios, euanto a las condiciones en aue s@ desenvuelve la vida de sus reducidas poblaciones de primitives seinales, vale decir, a su geografla humana, A obviar esta primera laguna Gel conochmionto de ton vasta cuanto remota regién, ha de aplicere el Telato de mis cuatro viajes de exploracién en ella, que be entregado al Tastituto del Museo de La Plata, para su publieacién en aquella “Revista”, F ane, aeontpafiados de numerosas fotogratias que he podide tomar, iim. ‘marin las condiciones del medio ambiente, las diticultades de acceso, lo = 12 — vivienda natural y numerosos otros temas conexos*, en tanto que en la presente comunicacién he de veferirme, concretamente, a uno de los més importantes problemas arqueolégicos: ¢] relativo a la arquitectura. Por razones de métoclo ¥ de espacio disponible, no he de ocuparme en el estudio pormenorizade de Jas eondiciones arguitecténicas de cada yacimiento — tarea que reservo para la monografia completa sobre esta zona, que actualmente tengo en preparacién —, sino que daré una visién general sobre las manifestaciones de aquel cardeter que tienen, desde luego, un interés particular. Los viajes a que he de referirme, se han producido todos en las épocas de vacaciones eseolares — enero a marzo — de los afios 1933, 1934, 1987 ¥ 1988, No debo callar que antes de esa fecha, en 1980, el doetor Salvador Debenedetti, entonces Director del Museo Btnogréfico de la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires — cuya prematura muerte tanto hemos Tamentado los arquedlogos argentinos —, asistide por su discipulo, el doctor Eduardo Casanova, habia realizado una excursién de estudios al yacimiento de Titiconte, situado a corta distancia del pueblo de Traya, centro jurisdiccional del departamento del mismo nombre. Pero, debido justamente a las eireunstancias de aquella lamentada muerte, al trabajo que el doctor Debenedetti habia redactado para comunicar sus resultados al KXIV Congreso Internacional de Americanistas, reunido on Hamburgo, en 1980, se ha perdido, y sélo ha sido posible encontrar unas paginas fragmentarias, suerte de prélogo que el dilecto disefpulo ha completado bastante més tarde, nando yo habia realizado mis dos primeros viajes’. De suerte que, aunque coneuerdo con aquéllos en enanto al gran valor que el doctor Debenedetti atribuia a la arqueclogia de esa region como indice develador de namerosos problemas de contacto’, he Hegado a estas eonsecnencias por mis propios medios, derivados de la investigacién di- recta, Ademfs, mis okservaciones no s6lo completan o atin rectifiean en {2 FERNANDO MARQUEZ MIRANDA, Cuatro viajes de estudio al mds remoto noroeite ecgentiao, ex Revists del Museo de La Plata, sueva serie, eeccién Antropelogie, 1938 (en pueata) © SRLVADOR DESENEDETTI y EDUARDO CASANOVA, Titiconte, en Publicaciones del ux see dteopatseia, u Bimogedhico de te Fevlted de Filoseri y Leirsy sede Ay ill 7-555 Soenss fees. 13933-1935. ()_ DEBENEDETTE- CASANOVA, Titiconte, 35 1a — REFERENCIAS, 7 dedenne op cue = ws algunos casos — como ha de verse — las de dichos autores, sino que les amplfan enormemente, sgregando a los datos de aquel yacimiento — nico que ellos conocieron al oriente de la Cordillera de Zenta — los que se refieren a toda una enorme regién de este accidentado territorio mon- tafioso. ‘Ya en 1908, Eric Boman, autor de esa obra magistral, a la que debe. mos volver constantemente los arquedlogos que trabajamos con materiales del noroeste argentino, pintaba, en una pagina veraz, la situacién en que se estaba, en el campo cientifico, con respecto a esta zona tan alejeda de todo contacto con el resto del mundo, haciendo ineapié en el “entrecruza- miento de montafias, de quebrades y de cuellos’’, dotados de nombres diferentes y constituyenido diversas cadenas orogréficas, “‘si en un labe- rinto semejante se puede distinguir una cadena de otra’’. Afirmando, ademés, cue el pico més alto parece ser el de Calilegua, ‘“cuya altura, sin embargo, es desconocida...”, proclamaba, justamente, para esta regién, aquel privilegiado titulo de terra incognita que antes le discerniéremos, agregando, a titulo de reflexién personal que sa extraordinaria preparacién avaloraba: “(A juzgar por algunos objetos, principalmente piezas en piedra eseulpida que he visto en Jujuy, estoy seguro de que wna exeursién arqueo- Jogica en estas montesias daria resultados inesperados” Y bien, mis cuatro expediciones, de 1983 a 1998, refuerzan aquella sfirmacién, un tanto intuitiva y aprioristica, con la objetivided de los cientos de piezas extraidas de yacimientos absolutamente inéditos, y con el ingente material fotogrético y de estndios del terreno que he verificado durante eu curso. Los resultados generales, que paso a exponer directamente, demostra- ran basta qué punto era de verdadera la esperanza de Boman. LA VIVIENDA ABORIGEN Si consideramos a la regién de Iruya y Santa Victoria como una zona general, desde el punto de vista de su arquitectura primitiva, adver- timos de inmediato que hay en ella una primera diferencia, fundamental, ©) _ BRIG BOMAN, Antiquités de la cigion andine de te République Argentine et dit déseet 'Atocoma, TI, 731-792; Paste, 1908. — 15 — ‘con respecto @ las caracterfsticas similares del resto de las zonas vecinas xy limftrofes del noroeste argentino, Bn efecto, en aquéllas — tanto en lo que se reficre a le omaguaea cuanto @ la diaguita — la vivienda tipica en el momento de la legada de los espafioles os de forma euadrada, en tanto que en la que ahora estudiamos es, casi sin exeepeién, elfptica o redonda. Cierto es que en ‘la antigua provincia de los diaguites””, para emplear ese comprensivo téxmino que usaban los viejos cronistas, se pueden sefialar tres tipos de materiales, netamente diferenciables, empleados en la habi- tacion. Las viviendas primitivas eran de piedra en la regién sentamariana (valles de Sante Marla y Quimivil y algunas zonas vecinas), de quincha en Los Barreales (departamento de Belén y sledaiios, Catamerca), y de barro en Anguelasto y otras regiones de San Juan. Tal es la divisién que, de acuerdo con las zonas culturales propuestas para la Argentina por Palavecino*, he desenvuelto en un reciente estudio de coujunto acerca de Ja cultura diaguita’. En estos dias, justamente, Antonio Serrano ha reto- mado el tema para tratar de establecer que estas tres subdreas de la regién diaguita — cuya caracterizacion diferencial surge tan nitida de sus ele- mentos arguitecténicos y de muchos otros elementos de su cultura mate. rial — corresponden, etnogrifieamente, a tres grandes parcialidadles de los diaguitas: los calchaquies, diaguitas propiamente dichos y sanagestas Pero — dejando de lado, por el momento, no sélo este problema de la equivelencia arqueolégico-etnogréfiiea que Serrano propugna, sino también la invalidaci6n de parte de la regién montaiiosa de San Juan como zona Giaguita, tal como ahora lo quiere Canals Frau, en comunicacién leida en nuestra Sociedad Argentina de Antropologia* — no es menos cierto que ©) ENRIQUE PALAVECINO, Arsar cultucalee def tereitorio argentine, en Actas y scapsioe sientifizos del HAV Congreso Internecional de -Amsricenistas (Le Plats, 1932), [, 231-232: Buenos Aves, 1934 (@) FERNANDO MARQUEZ MIRANDA, Le antigue peovineia de lor diaguites, en Historia ‘de la Nevién Argentina, I, 277-350; Buenos Aires, 1936. @__ ANTONIO SERRANO, Le emmografia antigua de Sentiago del Estero y te dlamads civiti- aaciéa, chocarsantiagaeha, 139-143; Paton’, 1938. (Las alusioncs 2 este tsbafo del profesce Serrano y al tubsigoiente del sedor Canals Frau haa sido agregadas en peuebis, por ao haber ‘Hdo.condcidoe publicameate on ia fecha en que tea. comuaieaci ‘peeseneads 2 la Sociedad ‘Argentina de Antropologia. Otro taato ecuree son lp cits de is edicién de los viajes del sutor, aut ‘Figura oh comisnze del presente estadio) (SALVADOR CANALS FRAU, Sobre al limite meridional de fa eeglin diaguita (en peensa) — ue — si los materiales utilizados en la vivienda primitiva varien, todas elles responden, en sa forma, a ana norma inica: Ja de la casa cusdrada o rectangular, tfpica de la cultura andina, Recordemos — con todas ias reservas que se quieran — uno de los principios de la ‘escuela culiurolégica”’. Una diferencia substancial en la forma de la viviende puede imoplicar una variante notable en le filiacién de un agregado social determinado, Todos los arqueélogos estén de acuerdo en que, en Sud América, la forma cuadrada de vivienda corresponds a la gran cultura andina, en tanto que numeroses estudios comprueban que la forma redonda o eliptica presenta una amplia representacién entre algunas de las tribus chaquenses, Por ello, considero cozo una prueba sumamente importante de acul- turacién, el hecho de que los primitivos habitantes de Iraya y Santa Vic- toria utilizaran, preferencialmente, la vivienda eliptica o redonda. Hay uma especie de soiucién transaccional, o de compromiso, en la adopeién de las formas pare le casa habitacién, en tanto que se mantiene, como material de construceién, la piedra, que es, con las excepciones anotades, el elemento més tipico usado para estos menesteres en toda la amplia zona andina, Esta conservacién de la piedra — en cambio de la madera — esté perfectamente de acuerdo con las condiciones naturales del terreno en Iruya y Santa Vietoria, regién en la que los yacimientes se encuentran, habitualmente, entre los 2.800 y los 3.600 metros de altura sobre el nivel del maz y en donde, por lo general, no existen arboles, en tanto que la piedra aparece por doquier. Basta recorrer esas desoladas regiones, en las que las montafias muestran la entrafia Iitiea, desnuda y multicolor, para advertir que las habitaciones no pudieron hacerse de otro material que de aquel que estaba tan ala mano, Hsta abundancia permitié al artesano autéetono una habilidad extraordinaria y wna seleccién amplisima en el uso de aquellos elementos, y ambas condiciones juntas han dado lugar a manifestaciones de alto valor arquitecténico, No en todos los yacimientos, naturalmente, los restos arquitectonicos correspondientes a la vivienda primitiva se encuentran en las mismas con- @iciones de conservacién. En algunos lugares, los restos de tal carcter se manifiestan por vestigios timicamente observables por una vision muy ejercitada en el estudio del terreno, pues las bases de las paredes pri le tivas sélo emergen cosa de diez 0 doce centimetros del suelo, y se confunden Scilmente, para un ojo no experimentado, con la gran cantidad de piedvas sueltas adyacentes. Estas provienen, justamente, de la demolieién de Ins antiguas paredes de las casas. En cambio, en otros, agnéllas se encuentran mucho més conservadas, En Rodeo Colorado, por ejemplo, los muros de las mismas se eleven a veces hasta una altura cercana a metro y medio, y son muy numerosos los que pasan de un metro (figura 2, 2). Generalmente, algo después de la altura Mitimamente indicada, los muros de este yaeimiento, comienzan a encor- varse ligeramente hacia adentro, demostrando una tendencia a la cons trucvién de falsas bovedas por el procedimiento conocido de las hiledas sueesivas. En todos los casos, y en cuanto el muro se alza lo snficiente como para que tal observacién sea posible, se advierte que se han empleedo piedras de dimensiones sumamente dispares. Si bien sin el cardcter tan sumamente notable de la vivienda de Areayo, de que Inego se hablaré, es freeuente el caso de muros en los que puede observarse, formando parte de 4, wna gruesa piedra, sélidamente hineada en tierra y flanqueada por un conjunto de materiales iitieos mucho més pequefios, que an requerido ser reunidos en varias camadas para aleanzar Ja altura, de Ie que emerge del suelo el gran pedruzco. Son numerosos los casos, perfectamente sefia- lables, del empleo de tal téeniea, en la que una cnidadosa selescién de las piedras pequefias ha permitide el ensamblamiento en el lienzo de pared de materiales mayores que, naturalmente, agregan solidez al aparejo, Tal ceurre, por ejemplo, en Huaira-Huasi (limina TX, a y 5). Bn Arceyo (émina VII, 3) se ha aprovechado una gran roce, que amenazaba obs. truir el desenvolvimiento de la linea del muro, para formarlo de maners singulannente hébil. ‘Esta unin de materiales mayores con otros pequefios es tanto mas necesaria ewamto que, en todos los casos, las habitaciones presentan muros euyas piedres no estén unides por mortero o cemento alguno. Séio su ensamblamiento perfecto y el propio peso de ells han permitido su perduracién a través del tiempo. Sin embargo, esta labor ha sido tan efi- cazmente realizada que 1a destruceién natural, por razén del tiempo, casi no cuenta, y las paredes resisten su transcurso siempre que agentes natu- — ls — rales muy fuertes — derrumbamientos de las cumbres préximas, como en Titiconte, torrentes que laven y socaven el terreno, ete. — no produz- can sus perjudiciales efectos. Mucho més perniciosa es, desgraciadamente, le accién del hombre mismo, ya en forma directa — utilizacién de ias piedras de las construcciones antiguas para corrales modernos, segin pasa en Rodeo Colorado o Cuesta Azul; para viviendas del primitivo actual, como en ¢l primero de estos puntos; despejamiento del terreno con vistas ala agriculiura, de acuerdo a lo que acontece en Matancillas 0 Campo de la Cruz; emplazamiento de cementerios actuales en viejos lugares de hebitacién aborigen, como en Higueras y Cuesta Amul —, ya en forma indizeeta, como Jo es el trénsito de ganado, tal cual oourre en Chaupi Loma. Las puertas son, generaimente, lo suficientemente anchas como para ar paso a una persona y sin una orientacién precisa hacia ninguno de Jos puntos cardinales. En Rodeo Celorado, por ejemplo, las primeras casas exploradas marcaban una preferente apertura de las puertes hacie el este, pero una continuacién de las tareas, que admitié la investigacién de las condiciones de entrada existentes en wn ntimero mayor de hsbitaciones, permitié observar que aquello habia sido sélo una coineidencia inicial, aunque parece que en ese yacimiento hubiese alguna preferencia por la aperture de las entwadas hacia Ia parte oriental. Como estos viajes han sido practicados en el verano, vale decir, en le, época en que la corta vege- tacién espinosa de estas regiones — falas, churquis, cardones* — se mani- fiesta en toda su fuerza, la investigacién de cada uno de aquellos recintos debi6 de practicarse previa una labor de limpieza del suelo, que a veoes insumia mucho tiempo, dado que habia que deshierbar, previamente, el ‘terreno de todas esas plantas, diffeiles de manejar en raz6n de sus defenses naturales y de poseer rafces poderosas que se enreigan fuertemente entre las piedras, De ahi que estos datos, respecto del resto de las viviendas, no excevades, sélo puedan ser dados de una manera aproximativa, pues (©, Natoralmente, las condiciones fitowgeogréticns del terrtorio dependen estrechamente de J glevaciga del tecreno. En Valle Delgado sounds vegetaciéa alta Ba la poblacién de Teava be reslizedo ua hestorio de cinenents ejomplares de arbustor regionales, cuys determinacién bx tenido Jp amabitidad de faces ol doctor Angel L. Cabrera, del depacracteato de Botizics del Moeeo de Ta Paz. = 149 — no siempre es i%cil localizar el lugar preciso de una puerta en una pared semiderruide y recubierta de vegetacién. En algunos yacinientos — Cuesta Azul, por ejemplo — esta locali- seci6n puede verificarse mas fécilmente por haberse utilizado piedras més grandes que las que, de ordinario, forman la pared, para establecer s6lidamente la entrada. Como ellas debian de mantener, ademés, la pared, evitando ouslquier deslizamiento lateral, se les clavaba fuertemente en tierra. En los casos de arquiteotara més evolucionada — Titiconte, lamina Lay b; Arcayo, lamina VI, a y 6 — estos lados de la puerta eran mono- liticos a veces, y Jos dinteles y umbrales también, utilizéndose, al efecto, grandes y gruesos trozos de piedra. De esta suerte, la puerta quedaba solida ¥ perfectamente encuadrade. ‘Los vanos resultantes afectaban, casi siempre, una forma rectangular. como en las construcciones aimards, y no trapezoidal, a la usanza quichua. Pero aun en los casos de puertas cuyas jambas no son monoliticas, es fre- cuente el hallazgo de piedras canteadas, que eran colocadas unas scbre otras con suma precisién, hasta alcanzar Ja altura requerida, en forma tal que Ja linea exterior o de jamba era perfectamente recta, sin la més leve variante a su rigurosa verticalidad, y la puerta gozaba de una aplomadura perfecta. Tal ocurre en Titiconte (lémina IH, 5), en Huara-Huasi (lémina X, a) y en Zapalier (Idmina V, « yb). Las dimensiones de algunas de estas casas elipticas son considerables. En Molino Viejo he excavado varias que median mis de 6,50 metros de diémetro méximo. Otro tanto ocurria con las de Rodeo Colorado, aunque, a veces, al lado de una de esas mayores aparecia otra més pequetia. En el “‘pueblo viejo” de Cuesta Azul, he legado a investigar una de 7,35 metros de diémetro maximo. En cambio, en Rongue, la tinica que hallé sélo media 3,45. Esto Gemuestra que si bien las dimensiones oscilan dentro de la regién — y aun, en algunas oportunidades, dentro de un mismo yaci- miento —, sus Mmites extremos deben estar entre las de Rongue y Cuesta Amul, y las medidas més frecuentes fluctiian entre los 4,50 y Ios 6,20 metros. Dentro de esta serie de ‘‘antigales”, s6lo hay uno que hace exeepein 2 esta regla de la vivienda eliptica, y no porque en éi falten las de este tipo, sino porque se presentan simultineamente con las de forma enadrada, Este yacimiento — notable también, segrin veremos Imego, por otras mani- — 150 — festaciones curiosas de su arquitectura — presenta el easo eurioso de concentrar en su recinto ambos tipos de vivienda. Me refiero a la lovalidad de Titiconte. Ya e doctor Debenedetti, en el trabajo recordado, ha seialado que las habitaciones se presentan con Jas siguientes formas predominantes: rectangular y eliptica‘. Insistiendo sobre este particular, advertimos que Titiconte es, desde este punto de vista, el Hmite a partir del cual comienzan a aparecer, en todos los demfs yaci aaientos de Iruya y Santa Vietoria, las viviendas invariablemente elipticas, tal como ha quedado demostrado por el resultado de mis ulteriores viajes. Sélo en Huayra-Huasi he hallado una casa netamente rectenguler, y ote semejante en Rodeo Colorado, esta fltima en un yacimiento que com- prende més de un centenar de casas elipticas. Aun asi, este caso de Rodeo Colorado no era definitivamente probetorio, pues los cimientos de ese construceién mostraban una mareada tendencia a enenrvarse en los 4n- gulos. Naturalmente, esta existencia de habitaciones elipticas — vale decir, de la misma o semejante forma a la de los graneros — podria prestarse a confundir aquéllas con éstos, Sin embargo, esta confusién no es posible, por diferentes causas. En primer término, las easas denuncian sus carac- teres por haberse hallado, en las excavaciones practicadas en sn subsuelo, instrumental doméstieo de diverso tipo, y aun hasta wna sepultura en hoyo simple de tierra, que siempre se hallan en el subsuelo de las habi- taciones. Ademés, la existencia de nichos, perfectamente realizados ex Ja parte interna de estos nuros (lémina IT, }), equivale a manifestar un propésito de habitacién y no de mero depésito agricola. Si alguna dnda pudiera quedar, seria el caso de comparar algunas de estas casas con nichos, con la hermosa vivienda que también los ostenta, y que Ballé en Aveayo, en mi viaje de 1937 (émins VIE, « y }). De esta comparacién, surge, con clarided meridiana, un parentesco evidente en el propésito ar- quitectural y en le finalidad que le dié motivo y, por légica conseouencia, Ja conelusién de que las construcciones dei yacimiento de Titiconte, de paredes elipticas y de amplios nichos abiertos en les paredes, son casas ¥ no graneros. (©) DEBENEDETTT - CASANOVA, Tititonte, 1B. —i- Come tiitimo argumento en favor de mi tesis de le determinacién de tales construceiones en Titiconte como lugar de habitacién, invocaré las dimensiones mismas de aquélias, En algunos casos arrojen un diémetro méximo superior a cinco metros. Este dato es, de por sf, suficientemente elocuente, si se le compara eon lo antes dicho acerca de las medidas que presentan las viviendas de otros yacimientos regionales, antes recordadas Los silos de le zone omaguaea, asi como éstos de iraya y Santa Victoria, no exeeden, en ningtin caso de los tres metros, aun en sus més amplios tamefios. Las casas redondas o elipticas, en cambio, aun las mas pequefias — salvo el caso de la excepcién de la tinica vivienda de Ronque antes mencionada —, pasan siempre de los cuatro metros y, a veces, de los siete de diémetro maximo. Por estas razones, pues, puedo afirmar que en Titi- conte se presenta el caso especial de un yacimiento en el cual viviendas elipticas y cuadvadas se presentan conjunta y contempordneamente. Es cnrioso hacer notar que, en algunos casos, las viviendas de Titi conte son semisubierréneas, vale decir que su piso se encuentra @ un nivel inferior al del suelo sobre el que s¢ ha edifieado los muros. Ademas, como ya hizo notar Debenedetti, una de sus caracteristicas més interesantes Ja constituyen “los estrechos corrédores subterrémeos que unen entre sf los distintos recintos, eorredores que legan a medir haste 12 metros de largo’’* ¥ gue no se encuentran en otros yacimientos. Por otre cause es también sumamente grande la importaneia arqui- tecténica de Titieonte, En todo el noroeste argentino, las viviendas se manifiestan en forma de casas compuestas por una sola habitaciin, Esta regla es tan invariable — aun en Iruya y Santa Vietoria — que aun on ai caso de construcciones tan vecinas entre si que sus muros s¢ toquen, al constructor indigene no lege, en ningtin caso, a establecer paredes medianeras sino que, simplemente, las adose. Més atin, cada una de estas Rabitaciones, pegadas entre si, carece de puerta de comunicacién, y se maneja como una unidad absolutamente auténoma — al menos desde el punto de vista arquitecténico — con respecto a su veeina inmediate, Esto es Io que normalmente oeurre, tanto en la regién diaguita cuanto en la (©) DEBENEDETTS - CASANOVA, Titiconte, 18, ~ me omaguace. Alga excepeién que pudiera observarse en la primera se refering, ciertamente, a elementos de arguitectura importados y prove- nientes de una cultura superior. Tal vez pueda oeurrir en alguna de las famosas ‘‘tamberfas”’ inedsicas desparramadas en e] noroeste argentino, um enando no Jos kan encontrado — con esas caracteristicas — ni Fran- cisco de Aparicio, que trabajé en Ranchillos (Mendoza), ni Héctor Gresle- bin, en Chilecito (La Rioja). En cambio, en Titiconte (lémina II, a y 3) — y también en Arcayo (lamina VI, b), que, aunque menor en tamaiio como yacimiento, se le asemeja tanto en su arquiteetura —, las habitaciones suelen comunicarse, en grupos de dos o tres, por medio de puertas interiores. En Areayo el inieo ejemplar de casa comunicada interiormente, magnificamente con- servada-en muchos aspectos, no reune més que dos habitaciones, de las cuales una sola presenta acceso desde el exterior, quedando la otra como meramente interior y dependiendo, por lo tanto, de aquella puerta de acceso. Existe, empero, una diferencia que deriva no ya de la téenica de construcei6n, sino de las condiciones del terreno. La casa de Arcayo esté asentada sobre un terreno més bien plano, al borde mismo de una rispida ladera que baja hasta la quebrada, por donde corre el xi Iruya, en tanto gue las de Titiconte se suelen escalonar en la ladere de aquel yacimiento. En conseonencia, en el primer caso las dos habitaciones aparecen al mismo nivel, en forma tal que la puerta de comunicacién — més bien cuadrada — a pesar de ser baja, cumple con toda propiedad su cometido. En el se- gundo, en cambio, los cambios de nivel anotados son, a veces, tan fuertes que lo que aparece, para una de las piezas, como puerta de comunicacion, resulta ventana de su vecina, por quedar su umbral a bastante distancia del suelo, Otra cosa sumamente interesante, en ambos yacimientos, es el uso de Ja falsa béveda, formada por hiladas sucesivas de piedras chatas o de lasas, que se utiliza en estas casas (léminas IV, a y VIII, a). Generalmente en Inuya y Santa Victoria se repite el caso, sélito en el noroeste de nuestro pafs, de que las viviendas de los primitivos habitantes aparecen destechadas en el momento que el arqueGlogo toma contacto con ellas. Los arqueélogos de la época clésica entendian —y para algunas zonas no les faliaba razon— que esta carencia de techos era debida a que como éstos eran hechos con — 158 ~ materias vegetales —pajas u lojas arrojadas sobre un armazén de ramas— de suyo perecibles, desaparecian répidamente on el correr de los aiios, persistiendo, en eambio, el resto, construido de sélida piedra, Otros, més tentados por dar rienda suelta a la imaginaeién que por fiarse en obser- vaciones directas y personales, argayeron que aquellas primitivas cons. trucoiones siempre habian carecido de techo, y que la sequedad habitual de estas regiones montafiosas haefa que aquellos #ueran innecesarios. Natu- ralmente, quienes asf razonaban no habian estado jamés en Inouye y Saute Victoria, en donde las precipitaciones atmosférieas en Iz época de las Unvies — que es, justamente, la del verano, en que les visito — son fuertes Yy reiteradas, Megando en ocssiones hasta a producirse dos o xs veces en ‘un mismo dia. ‘Ya en Rodeo Colorado, segim se insinué antes, loealided en la que Jos muros més conservados Megan hasta cerca de metro y medio, se podia notar un suave encurvamiento de la parte superior de aguéllos, hacia adentro, que iniciaban, de esta suerte, com esa graciosa curva, la falsa ‘Déveda o — al menos — un estrechamiento de Jas distancias entre raur0s para poder apliear sobre ellos el armazén de ramaje sostenedor del techo ‘vegetal. Pero en Titiconte y Areayo se encuentran techos perfectamente conservades y totalmente construidos en piedra, con una técnica suma- mente perfecta, en la que la falsa béveda se conserva completa y puede admirazse en todos sus detalles (Iémina VIII, a y 6). Estos hallazgos so- Tueionan — para esta regién del noroeste argentino — el problema de eémo se techaba la vivienda autéctona, debiendo agregarse que aquellas falsas bévedas se hallan reeubiertas, en uno y otro yacimiento, por we capa de barro amasado con pequelias piedrecillas (ldmina Il, a, y IV, a), del tipo de la torta que aun hoy se utiliza en la confeccin de la techumbre de la vivienda natural de los primitivos actnales de Ja regién. Las caraeteristicas arquitectnieas, tan curiosas cnanto importantes, gue aparecieron en el yacimiento de Titiconte, me hicieron suponer, de inmediato, que éste no podfa ser un caso absolutamente excepeional y finico en la regién, Adios més tarde, en 1937, he tenido Ia ratificacién de esta presmnei6n, hallando en Arcayo, aunque mucho més en pequefio, elementos arguitecténicos que son el pendant de los de Titiconte. Esto, lejos de ami- norar el valor de los de Titiconte, permite aquilatar debidamente sus sig- — 1s ~ nificativas condiciones y considerarle no como el caso excepcional que se presta a dudas por su falta de ratificacién misma, sino como el eslabén de uun sistema y de una téenica de la construccién que, si bien es novedosa en nuestro territorio, no se presenta como un fendmeno tmico y fuera de serie. ARQUITECTURA DE TIPO AGRICOLA Si bien, dentro del conjunto de restos existentes, 1o més importante, en este orden de ideas, es lo referente a la viviende primitiva, hay otro tipo de restos que, por su gran exteusién territorial y por su importancia en 1a economia de los autéctonos, no le queda muy a la zaga. Me refiero a Io que denomino arquitectura vinculada a la agricultara, que se mani fiesta en dos grandes formas: los ‘‘andenes’” 0 sueres, y los graneros o silos, Los primeros se encuentran muy @ menudo, ocupando grandes exten- siones, Junto a cade grupo importante de habitaciones — o cerca, al menos, & veces quebrada por medio — se presentan estas construcciones. Como es sabido, pues en su téenica no difieren esencialmente de lo que puede observarse en otras regiones del noroeste més freuentadas y accesibles, Jos “‘andenes’? — como les denominaron los eronistas de Ja época de la congnista — son terraplenamientos escalonados en las laderas de las ale- vaciones del terreno con el objeto de ampliar el érea de superficie euiti- vable y poder aprovecharla mejor, obteniendo coseches wnés abundantes, Al reemplazar le superficie oblieua natural del terreno por esta serie de graderias o escalones, se obtiene, asimismo, una posibilidad mayor de aprovechamiento de las aguas, ya provengan de las preeipitaciones atmos- férieas — riego ‘‘a temporal” —, ya de la inrigacién artificial. A este respecto puede recordarse la forma cémo los omaguacas practicaban esta fltima técnica, de acnerdo con los datos que proporeiona el gréfico de Héctor Greslebin para un estudio de Debenedetti,* (@)_ HECTOR GRESLEBM, Sisters prehiepénico de Terigacién, on SALVADOR DEBENEDETTI. as ruinas prehiepénices, de, El Alfarcite (Deportomento de Tileare, provincia de Juju), es Bolen de Ascderia National de Ciencias dt Cortobe, “XXUN. 287-218; Buenos Aice ni, 191 = 185 — En Grnya y Santa Victoria, estos “‘andenes’’ no reciben riego arti. ficial, dentro del érea por mi visitada. En Titiconte — euyos swores se hallan muy cerca del pueblo primitivo propiamente dicho y ooupan una extensién de 18 heetéreas — el riego se hacia sinplements, ‘a temporal’” ¥ lo propio ocurre en las grandes superficies que ellos oeupan en las lede- tas del camino de Cuesta Azul, en el alto de Taco Pampa y en tantos otros lugares. En general puede decirse que ni aun en superficies més pequedias he podido hallar huellas notorias de que el agua fuera distribuida artifi- eialmente, salvo las ya cbservades acequias de Titiconte* con las cuales, se completabe el rlego general, entregado al poder diserecional de las Iln- vias, As{, en Zapallar, por ejemplo, en donde los escalonamientos de muzos de contencién de las tierras de Ja ladera se encuentran enfrente mismo del morrito sobre el eual se encontraba asentado un pequefio ‘‘puearé”, el oul- tivo se efectuaba, como en los otros lugares recordados, por medio de sem- radios que no recibian otra agua que la eventual proveniente de las preci- pitaciones atmosféricas, procedimiento al que los habitantes actuales del noroeste argentino denominan “‘siembra a temporal”. Naturalmente, en todos estos casos la pirea se realizaba con una téeniea adecuada de seleccién de la piedra, utilizindose, oon preferencia, 2 pe- quefia, Los pedruzeos se utilizaban con sus formas naturales, sin retocar ni cantear, que asegura, por aquella seleccidn, su perfecto y recfproco encaje. En lograrlo ‘se basa, desde Iuego, el secreto de la perdurabilided de estos murallones, ya que — como en el caso de las viviendas — éstos se levantan sin Ja utilizacién de mortero o cemento alguno que robustezea el aparejo, Sin embargo, y pese a le considerable presién lateral ejercitada por Ja tierra cuyo deslizamiento impiden, estos muros de eontencién se mantienen, en nuestros dias, con la misma impecable factura con que fueron hechos, Los pireadores indigenas 0 mestizos, aetuales, no tienen, ni ‘con mucho, la habilidad manual de los de le época de le conquista, x esto es advertible a simple vista. Una pira moderne es slo, visualmente, un conzuso y abigarrado conjunto de piedras, en tanto que ia antigua se (©) DEBENEDETT? - CASANOVA. Titiconte, 18. — 16 ~ reconoce de inmediato por la falta de solueiones de continuided entre sas partes Iiticas componentes, En algunos lugares — en Higueras 0 Huaira-Huasi, por ejemplo — he encontrado conjuntos de andenes escalonados cuyos diferentes niveles se comunican entre si por medio de unes esealeras rudimentarias com- puestas por une serie de piedras salientes — de las mismas que componen el eparejo mural — wbicadas en linea oblicua, en forma de que se pueda ir pasando de un nivel a otro pisando, sucesivemente, sobre esta serie de rebordes liticos que ofician de escalones (lémina X, 3), Grande fué mi satisfaceién al observar, en mi reciente viaje al Peri, en las oélebres _ andenerfas de Pisaj, cereanas a Cuzeo — y, sin duda, el lugar de més perfecta arquitectura de este tipo de todo lo que se conoce del secular Tahuantinsuyo ~, que all{ los ‘“‘sueres’? presentaban idénticas escalas. Algo més tarde, hallé otro caso de igual tipo de comunicacién entre dos niveles muy cercanos, en Machu-Picchu, la asombrosa “‘ciudad de las escaleras”’, en donde, a pesar de haber tantas, y algunas excslentes, de centenares de esealones, no se ha desdefiado este tipo rudimentario. Tales manifestaciones — que no se encuentran en todos los Iugares donde existen “‘andenes”’, en Truya y Santa Victoria — hacen pensar en la posibilidad de que en Higueras, Huaira-Hiuasi y aquellos lugares donde luego apa- rezcan, el trabajo de aguélias haya sido realizado por virtud de una inter- veneién de eonstructores mis septentrionales. El otro tipo de construccién vineulada con la agricultura que allf aparece es el silo. Estos son frecuentes. Ya en los propios andenes — como se les halla en Titiconte —, ya en las vecindades de las casas. Son cons- trucciones redondas, eon techo en falsa bveda y puertas bien trazadas, especie de copias reducidas de las casas, aunque no presenten nichos en Ja cara interna de su pared. Ni en su interior ni en su subsuelo se eneuen- tra cosa alguna, habitualmente, lo que impide suponer su habitaci6u. En alguncs casos aislados se hallan, sin embargo, en ellos, objetos en corta cantidad y,, desde nego, vinewlados con el propésito agricola que les ex propio. — 1 Hay otro tipo de granero, aun mis enrioso. Hs el que ya observamos el autor de estas Hineas en Humahuaca’ y Santiago Gatio en Coctaca’: le troja subterrénea o semisubterrémea, En mi viaje de 1934 hallé otro gra- nero subterréneo en la cima de un ‘“‘pucaré”” situado en las proximidades de Truya, de euya existencia di cuenta’. Su preseneia en la zona ha sido también anotada por Debenedetti, por Casanova y por mf en Titicoate, ‘ales hallazgos no eran mAs que el indicio de la posibilided de su ulterior hhallazgo en toda la 2ona. En efecto, les he encontrado en casi todos los yacimientos explorados. En todos los casos — salvo en Arcayo, en donde le hallé inmediate- mente fuera de la casa de habitaciones comunicadas — este tipo de gre- nero se halla en el interior de las viviendas, construyéndoselo en el sub- suelo de las mismas. Trétase de pequefios recintos redondos o elipticos, de didmetro cereano a un metro, constitafdes por una pirca circular que, a veoes, se va enangosténdose hacia arriba, y cerrados por grandes lajas que ofician de tape. Su factura no difiere fundamentalmente de la de algunos de los recintos funetarios de que hablaremos Inego. Les excava- ciones practicadas no han arrojado luz acerea de los productos agricoles que en estas trojas se guardaban, pues, como ceurre en los casos anélogos de las zonas vecinas 2 que antes se hizo referencia, estas pequefias cons- truceiones aparecen totalmente vacias. Su atribucién como graneros sub. terréneos es, por lo tanto, producto de una inferencia arqueolégica, aunque sea hoy casi undnimémente aeeptada por los especialistas. ARQUITECTURA SEPULCRAL ‘Ya en su trabajo sobre Titiconte, anota Casanova la existencia de dos tipos de entierro: ‘Los adultos fueron depositados en tierra directa- @_ FERNANDO MARQUEZ MIRANDA, BI “pureed” del pie de lo Custta de Colenzult. en Nocas pretiminares det Museo de La Plate, Il. 268-269; Buenos Aizes, 1934. (2) SaNTAco GaTTO, Ue geanero o silo on le guebrads de Coctoca, am Actor y trabojos cientificos del XXV Congeeso Intvenacional de. Americanisies. I, 51-36: Buenos Aires, 1934 © MARQUEZ MIRANDA, BE “pucard”” det pie de lo Cuesta de Colanzult, 263-264 — 18 mente; los parvulos en urnas toscas’”* Tal afirmacién es, sin embargo, incompleta, pues he tenido la fortuna de hallar, en mi viaje de 1938, en la cercanfa de uno de los éngulos interiores de wna de las casas cuadradas, que exeavé en ese yacimiento, un recinto sepnloral en el subsuelo. La casa en cuestin media 5,65 metros de diémetro mayor por 4,60 metros de diémetro menor. Su tinica puerta de comunicacién con el exterior media 0,40 centimetros de ancho. El instrumental obtenido £ué brevisimo: un hermoso topo de Imueso, halledo @ 68 eentimetros de la superficie, y una pala plana grande, a un nivel ligeramente superior. Esto no ha de extra- flarnos sabiendo el parvo material arqueolégieo que ha sido extraido de este yacimiento. Por dltimo, 2 66 centimetros de le superficie, aparecié una gran laja de piedra, de forma rectangular, que servia de tapa al recinto funerario, Media 8 centimetros de largo por 61 de ancho y 5 de espesor. Retirada esta tapa, quedé en descubierto la entrada 0 boca del recinto Zonerario, Media 89 eentimetros de lango por 61 de ancho y 5 de Sus dimensiones eran: 60x50 centimetros. En su interior esta cémara sepaleral era, sin embargo, més amplia y atin més rigurosamente cuadrada, pues media 70x72 centimetros, siendo su profundidad también de 70 contimetros. La construceién era sumamente simple, aunque realizada con evidente cuidado y perfeccién. Sus enatro paredes estaban constitufdas por otras tantas lajas grandes. La reduecién del tamefio de la boca, en comparacién con la amplitud o didmetro del recinto, estaba lograda por medio de una serie de lajas menores, estrechas y largas, colocadas sobre las enatro paredes, a manera de tirantes litieos, que soportaran la gran tapa, la cual exeedia ampliamente el tamatio de esa boca, segiin queda visto, a fin de asegurar su cierre perfecto, Como en casos semejantes, la cdmara sepul- eral en euestién no habia sido utilizada para el entierro de un solo in viduo adulto. En olla se hallaron los restos de dos, aunque tan deshechos ¥a por la humedad del subsuelo y él tiempo transeurrido, que se fraeta- raban y pulverizaban al menor contacto. Esta construccién funeraria estaba vacia en su casi totalidad. S6lo en el fondo, los hnecos reposaban sobre una tierra fina, que contrasiaba (©) DEBENEDETTI - CasaNovA, Titiconte, 35. = 159 — con el fondo duro y como apisonado de la tumba. Junto con los huesos se hallaba algtin ajuar fanerario, tan pobre como eorresponde a un yaci- miento de tan parva arqueologia: seis guayguitas de hueso ¥ piedras de color, redondas y de tamafic designal, un trocito de tejido, una cestita de mimbre y unos trocitos, inclasificables, de madera. El t pedacito pequefifsimo, de un color verde intenso — la punta de un doblez. segén revelaba su técnica — y media tan s6lo 0,025 x 0,010 metros. La cestita de mimbre, excesivamente penctrada por la humedad, era ovoidal, de manufactura- cién en espizal y de casi 0,140 metros de largo por 0,075 de ancho, no pasando su fondo de 0,055 metros, revelando, por su ubieacién en el entierro, haber sido colocada en iiltimo tér- mino, sobre todo Jo demas. Si he sefialado con algtin detenimiento este-hallazggo — en contraposicién con el sis- tema de visién general de los problemas ar- quitecténicos adoptado para esta comunicacién — es para afirmar que a las dos formas de enterramiento, seflaladas por Casanova, debe Fig. 1 agregarse, todavia, la de construceién de se- Roceo Coons: Tres aimee PUlturas en piedra. En efecto, el hallazgo he- foredros a coastmscn. Es cho por mf en Titiconte corresponde a una 1 Wiieads, compas oriad- serie de cémaras funerarias similares que he Erase ach, ice podido estudiar en detalle en cada tno de Jos inca blocs mayowe'y — “‘antigales’” que he visitado al Iraya y Santa seoseoes em Ie parte inferior Victoria, y de cuyas caracteristicas generales SLES GPE dave euente de inmediaio. Finas. Estas sepulturas se encuentran en el sub- suelo de las habitaciones y, generalmente, 4 menos de un metro de la superficie (figura 1). Sus formas son variadas. Ya son cuadradas, como la de ‘iticonte, ya re dondas, sin que falten las formas del poligono de cinco lados y aun las del exdgono, mas o menos irregulares, Las redondas son hechas, genoral- — 160 — mente, cou piedras pequefias y con una téenica de pirea comin. Las cus- lradas, romboidales y poligonales se practican utilizando las grandes lajas que ofician de paredes. Bn el caso de que estas lajas no tengan las formas suficientemente regularcs que la construccién exige, s¢ las utiliza en combinacién con piedras pequefias, bien seleccionadas, a las que se ‘mplea para procurar el rellenamiento de los espacios bres dejados por la inregularidad de las lajas grandes. Ast mismo, la profundidad de estos Sepuleros litieos casi nunca excede de un metro, y aunque se entierra en ellos, con frecuencia,.a ms de un fallecido, queda un buen espacio libre entre los restos, el ajuar fumerario y Ie tierra finfsima con que se los cubre, y las grandes lajas que les sirven de tapa. Pese a las medidas tomadas para lograr una unién perfecta entre les viedras, estas construcciones son muy Inimedas. Sus paredes interiores yeruman humedad y presentan grandes manchas blaneuzcas, debidas a la misma causa, Asimismo, la parte interna central de la gran laja que sive de tapa — es decir, aquella parte de Ja misma que no se apoya directa. mente sobre otras piedras o sobre le tierra — est& tan mojada que se puede seguir perfectamente sobre ella el contormo de esta parte. Tsta bumedad, resultado, probablemente, de filtraciones reiteradas de las pre. cipitaciones atmosiérieas es, naturalmente, uno de los grandes enemigos Gel arquedlogo, ya que atenta contra la conservacim de buena parte de los materiales arqueolégicos depositados en calidad de ajuar funerario. ‘Bu casi todos Jos ‘‘antigales”” de la zona, estas sepulturas se practican més bien cerea de los muros, pero en algunos yacimientos se les encuentra tan cerca a Ia pared interna de los mismos que sus arquitectos han utili. zado el cimiento de aguéllos para formar parte del contorno del recinto sepuleral. Tel ocurze en Rodeo Colorado, por ejemplo. En otros casos, en el mismo yaeimiento, la cémara sepulcral se encuentra en un nivel inferior al cimiento del muro, pero continuacién de aquel en linea vertical (fi. guras ly 2, a-y b), Un detalle interesante en algunos lugares — eomo oeurre en el mismo Rodeo Colorado — es la utiligacién intensive de un baro emasado, de color amarillento o rojizo, para asegurar las tapas de las sepulturas, reew. briéndolas con una capa de este material, que a veces aleanza a més de veinte centfmetros. Otro tanto suele ocuzrir alli con otras gruesas lajas, — 161 — que no se utilizan como tapa de edmaras sepulerales sino como eubierta de las urnas funerarias. Y stn los grandes ‘“vasos tubulares’? — que he hallado en Ja regién, y enyas caracteristicas no eran conocidas antes de mis estudios — suelen ser calzados y mantenidos en el subsuelo por medio de piedras aseguradas por medio de barro amasado (figura 2, b). Fie. 2 2) Rodeo Colorado: Muro de naa de las viviendas slipricar. Bajo €1 comienza la ieee de pna cimaca faneratin ceslaz, Aun nivel inferior, ain, sno de los “vasos fabulares" que ef Dr, Mirques Manda ha hllado y que son tipicoe de ests region 3) Details de ia constevecion del muro el tecinto funezariozncerior, en el que paede verse el empleo de grandes blogses en la best, ce pitdees mis paquets feeinadhe com tan fina aca, rier piano el delgede bovde et ean Por diltimo, seBalaremos, como otra caracteristiea no menos enriosa de estas constrnceiones fumerarias, que en las sepulturas pireadas, en la ca- mada superior de dichas piedras o en alguna de las més présimas, entre las subsiguientes, es frecuente encontrar, formando parte de la pared misme del recinto, algunos objetos Iiticos. Hl hallazgo més frecuente es de palas grandes, enteras 0 fragmentades, En otros casos, se ha Ilegado a encontrar manos de mortero, rompevabezas redondos, ete. En algunos de estos casos, ocurridos en Rodeo Colorado, varias de las palas planas halla- das eran de una forma especial, que no correspondia exactamente @ kes tantas posibilidades hipotéticas, sin que podamés preferir una sobre las otras en el estado actual de anestres eonocimientos sobre ol particular, Bn cuanto a los hoyes que se practicahan directamente en Ia tierra Pera depositar en ella a Jos muertos, eran einculares y so lee efectuaba, fome a Tas cdmaras sepulerales, en et subsuelo de las habitaciones Se les tepaba con una o varias lojas grandes. En el eso de tapas hechas con vida que forma el resto del subsuelo, Los entierros de parvulos en urnas, que constituyen el tercer tipo de Los tres tipos de inhumacién coexisten en los “‘antigales”’ de la regién F aun se les encuentra, con frecuencia, representades on el subsuelo de — 163 — DECORACION VINCULADA A LA ARQUITECTURA Un elemento sumamente curioso de decoracién que se halla en Titi- conte, hecho en forma que le vincula directamente con la arquitectura — ¥ due es raro haya resbalado, con wna fugaz mencién, en ef recuerdo del doctor Casanove, primer investigador, con su maestro el doctor Debe- nedetti, del Inger — son les lamitas realizadas, con singular yerismo, por los habitantes primitives, en algunos de los muros de contencién de los ‘‘andenes’”*. Bl procedimiento empleado ha consistido en la interealacioa, sn el aparejo de la pirca, de elementos liticos de otro color que permitan delinear, por sn fuerte contraste eromético, la silueta de la auchenia. Esto 3° ha logrado por medio de piedrecillas blancas 0 blancas veteadas de ma. tr6n, sobre el Zondo pardo-arulado de las demas rocas, Agueilas piedres blaneas, veteadas de marrén, pertenecen a un fil6n Ge euarao lechoso, con algunas faces de cuarzo eristalino, He entregado una muestra al doctor Walter Schiller, jefe de los departamentos de minera- leeia y petrognatia y de geologia y geogratia tisioa del Museo de La Plate, Guien he tenido la amabilidad de examinarla, encontrando en ella eubos Visibles de pirita de hierro, deseompuestos en limonita. Hsta, que 08 pro. Gucto de la transformaci6n de la pirita o swlfuro de hierro, por oxidacién, forma las manckas marrones y amarillentas que al indigena primitivo he utilizado tan acertadamente. Ademés, aquellas piedras preseatan, en par. tes, algo de caleopirita, en parte descompuesta en malaquita — cuyos re- Hledos verdes son a veces aeusables a simple vista, — y limonite, Los frag- mentos de la ‘‘caja”’, segun me informa el Dr. Sekiller, presentan filita Sericitiea imeluida en el euarzo. Aquella wnién de la masa principal de cuarzo leehoso, en combinacién con les manchas ferruginosas de ia Hmo- nita, han dado motivo al ingenioso artista pare efeetuar una reproducciéa estilizada del animal mas importante de la fauna local. amo muy especialmente la atencién sobre este procedimiento deco- Tativo, que no es s6lito entre muestros indigenas. En efecto, no se trata, seein se ve, de una pietografia ni un petroglifo, propiamente dichos, pues no es pintura ni grabado sobre roce. Por el contrario, es una especie de DEBENEDETT! - CASANOVA, Titieonte, 20, “4 — 164 — “‘mosaico’’, en el cual el artista, por medio de piedrecillas de colores ade- euados para evocar el pelaje del camélido que deseaba representar, y me- Giante el empleo de material de tamafio variable, rigurosamente seleccio- nado y artisticamente insertado en el muro al tiempo de su construecién, ba sabido realizar una obra artistica perdurable. Les auguenias asi zepre. sentadas son varias y su ubieacién queda, en algunos cases, bastante dis- tante entre si, aunque siempre en muros visibles desde cierta distancia. Entre ellas se destaca una, de tamafio bastante mas considerable que el eo- mfin — y de un estado de conservacién mucho més perfecto, pues los mures en. que aparecen las otras amenazan ruina —, por ser Ja finiea que aparece completa, en tanto que las otras han perdido trozos importantes de sit cuerpo, al derribarse el aparejo de los muros de que formaban parte, El animalito aparece como marchando hacia el noroeste — vale decir, como si mirase hacia Valle Delgado —, y su flanco visible da al noreste. La cabeza, hecha con una sola piedra, es una muestra acabada del ingenio, del poder de observacién y de la rigurosa seleccién del material Kitieo em. Pleado. En efecto, ésta tiene una depresiéa y un relieve que parece una oreja, ¥ se estrecha Iuego en forma de hocico (lémina IV, 5). La piedra en cuestion mide 41 centimetros de largo méximo por 20 de alto. El onello, formado por wna piedra chica y dos grandes, tiene 30 centimetros de Jango. El cuerpo, 83 de largo por 19 de anche, y est constitnido por cuatro piedras. De las patas, por une estilizacién usual entre los primi- tivos, sélo se ve uma pata delantera y otra trasera. La primera, desde le insereién en el cuerpo hasta el casco, mide 46 centimetros y esté hecha con cuatro piedras, La segunda, lograda con seis, mide 52. Ambas tienen um ancho de 10 centimetros. Por itimo, wna postrera piedra, algo separada del cuerpo, como para sugerir ¢l rabo, mide 20 centimetros de largo por 7 de alto. Son, pues, en total, veinte piedras. Con tan pocos elementos, sabiamente escogidos, se ha realizado esta figura, cuyas dimensiones totales, en ancho, son 1,08 metros, de Ja parte més saliente del pecho al extremo del rabo. Bs curiose que su altura total, Gesde el extremo superior de 1a cabeza al final de la pata delantera, sea exactamente la misma. Parece dificil creer que se trate de una mera coineidencia — 185 — “PUCARAS” ¥ “PUEBLOS VIEJOS” Es vilida, también para esta regién, la clasificacién que formulé Casa- nova, en punto a centros poblados, con respecto a le Quebrada de Hume- huaea*. Los grupos de poblacién, que casi monea son tan grandes como los omaguacas, pueden dividirse, segiin sus caracteristieas generales derivadas de su finalidad primordial, en ‘‘pucarés”” y “pueblos viejos”. Los primeros — de los cuales easi no se conservan vestigios de defen- sa, pues sus murallas externas han desaparecido, en muchos casos, en su cass totalidad — se erigen en los Ingeres estratégicos, vale decir, en les cabeceras de las quebradas, en la interseecién de varias de ellas, o en aigin punto de sus laderas que interese especialmente custodiar (habitualmente, en tal caso, para la defensa de sus extensos campos de cultivo). Es asi como se manifiestan como “‘pucarés” tipicos el de Zapallar, levantado en un enbiesto morrito que se yergue en Ia interseccion de las quebradas de Zapallar y de San Pedro; el de Molino Viejo, sobre el paso del rio y quebrada de Vizearra; el de Hignerss, en el punto de unién de las quebradas de Iruya y San Pedro; el de Arcayo, que controla parte del curso del rio Iruya; el del pie de la enesta de Colanzuli, que he des- eripto someramente en las Notas preliminares del Museo de La Plata*. Los segundos, son agrapamientos de viviendas de pueblos agricolas, carentes de obras de defensa, y dirigidas esencialmente al leboreo del suelo. Entre estos ‘‘pueblos viejos”? sefialaremos uno en Cuesta Azul, dos en ¢] extenso lugar que se denomina Rodeo Colorado, otro en Chaupi Loma, ete. ‘Un problema esencial para las Zondaciones de uno y otro tipo es el relativo a la provisidn de agua. Por eso, casi todos se verifican cerca de los rios 0 torrentes, generelmente producto final de los deshielos y de la concentracién de aguas pluviales por obra del relieve orogréfico. Por el lecho de cada quebrada corre wn rio, lnguido y poco candaloso en invierno, torrencial y sibitamente crecido en verano. Pero, ademés de esta provisiGn ©) _ EDUARDO CASANOVA, Le Quebrada de Humabuacs, en Historia de la Nacién Argentine, 1. 223! Banos Alzes, 1336. ©) MARQUEZ MIRANDA, EI “‘pucerd” det pie de Ia Cuesta de Colerzult, ctado. — 166 ~ dle agua, dichas poblaciones enertan, en ocasiones, oon eb aporte, mis regu. Tar, de algunos “ojos de agua’, que provesn we Hanide que compensa Tal oe columen on una lipides que, generalmente, los ros no poseen, Tal ocurre, por ejemplo, en Piticonte, donde, gracias a este recurso —segiin dejan ver algunos vestigios de acequias existentes pudo regarse ua breve Farte Ge los “‘andenes’” de cultive, Sin duda sn emuee, mayor en aquellos Nempos que en Ia aotualidad, aleanes a satistacen los necesidades de su medio de una pirea adecuada que impedia ef desmoronamiento de tierras gue hublesen cegado este ‘ojo de agua” perenne, He euros, observar que cl Lombre actual no ha hecho en este case, como en tantos otros, mas qne Sprovedhar él esfuerzo del aborigen, moditieando apenes se labor primi. genia. En efecto, en este yacimiouto los pobladores modernos han refor. zado la pirea y creado un pequetio embaise para utilizarlo como estanque 9 abrevadero de sus bestias, La misma necesidad substancial ha encontrado idéntiea solucién en ia naturaleza, Hs may posible que — como lo tengo cbservade Para otras regiones diel noroeste angentino* — el panlating desecamientn at suelo haya traido seine Conseeuencia a abandono de numerosos campos eon “andenes” de Zegiones de naestto pels. Los aborigenes de Truys y Santa Victoria hen debido comer igual suerte, y los pobladores actuales de esta zona no son, 2or tanio, descendientes dinectos de quienes han dejado ex Ja arquites. ‘ura autéctona vestigios tan brillantes = F, MARQUEZ MIRANDA, Arquitesturs aberigen, ete, LAMINA 2 Titdcoute: Detaile de una poerta rectangular y muro adraceats FB. MARQUEZ MIRANDA, Arguitecrura aborigen, ete Lanna £5 a Titicontes Tarta de fimpieze de wna gran habltocién eliptics, con puerta de comunicaciéa {interior 7 alchos ea el matzo, . MARQUEZ MIRANDA, Arouiteeture aborigen, ete asexa 101 ‘Poerta de saa constiucciSn elipeica en Titicoate, em cave maro st observa el sso de laine y piedess canteadas, B, MAnquez MIRANDA, Arguitecrura aborigen. ete: a CConseroeiones eliptis en Tivconse, con muses que ostencan sicher y iezden + * fli bavede format ‘Ltemita, construids coe pisdeas blaness vetendas de marcés, ex el apace Ge veo de let musos de Titiconte, MARQUEZ MIRANDA, Arguitectuca eborigen, ex. Lanna Vv ‘Detalle de otra puerta, conttrulda en el mismo siclo del yacimiento de Zapallar, F, MARQUEZ MIRANDA, Arquiectura eborigen, ate Lasuna ¥ Pures de entrada a In viviends con babjtscionss comvnitadee de Arciyo, formieds, > parte, por an gran blogus de piedea vertical Detalle de Ip putria de comunicacion entre las dos habitaciones de lp viviends de Arcavo, encuadcads ‘por fuertes isjas de piedss que forman el amos al dintel 7 ef vano, F. MARQUEZ MIRANDA, Arguitectura aborigen, exc, Lassa VEE Deralle de los dos nighos — eno semicesrado y otro abiereo — de is vivieads de Arcavo, eneuadeadot con s6iidas piedras y dotado al primero de una especie de postiges litieos fs, Detaile del muco de le viviends de Areayo. janto al nicho semicermsds. ea dond> el arquitecto.aborigen ha aproveckado un gran. Bloque gatural de pledsa para formar fa ‘peed def habitacion. al propio Hembo gue refuersa Ly solider del muro. , MARQUEZ MIRANDA, Arquitecruca aborigen, ete Asuna VIE Decalle de conscrucciéa eliptica en Artayo, em donde 14 nots el esiples conigato de ‘logues canteados y lajas ce piedss y Is cealizacion de Io falsa boveds con Biladas saperpoeras Pacets ex Areayo, ea donde puede adversinse al empleo de grandes piedras paca formar vuao de jor coeeades y el dintal, asi come pequetee guijteros de relleno del muro. F. MARQUEZ MIRANDS, Arguitectuca eborigen, ete. Lanuna 1x, Deaalle de on mmio en Husise-Huasi, en donde se nots el expleo simulténes de grandes ‘blogses dt pitdsa y otros pequesse, perfectamense ensartbiados, Deralle del mato de otra viviends en Husirs-Hoasi, en doade poeds adverse idéatico ‘rocedimiento arquiteceSnico, que tz comdn 2 ot%os yacimiensos F. MARQUEZ MIRANDA, Arguitecture aborigen, ate, a Detaile de an maco y prerts, on Hesira-Hessi, formados por pitdsas canteades. b "Anden” en Higners, ea donde puede spresiage les clientes tftieas de s0 apsieia formando esalete para pastt de un nivel fous,

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