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Repensar la vida

Carlos Acevedo

En la medida que profundizamos el estudio sobre cualquier cosa nuestros


conceptos se van transformando y estos nos permiten tener una visión mas
amplia y una comprensión mas profunda. Una persona que se ha dedicado al
estudio de la anatomía tiene una visión del cuerpo humano mas amplia que la
de una persona que no se ha preocupado por este estudio, de esa misma forma
aquél que se ha cultivado en las artes es capaz de observar aspectos de una obra
que solamente pueden ser detectados por alguien que tiene esta preparación; de
esta misma forma la vida es mas interesante y mas rica para aquellos que se han
preocupado por profundizar en su estudio.

Con este ensayo pretendo reflexionar sobre lo que llamamos “nuestra vida”
porque mientras una persona dice: “Mi vida ha sido muy feliz” otra mas
afirma: “Mi vida ha sido en verdad muy dolorosa”; ¿Qué es lo que determina
que una vida pueda ser feliz o desdichada? ¿Las circunstancias de la vida
determinan nuestro grado de felicidad o de aflicción? Parecería que la respuesta
es que sí, qué los eventos de la vida determinan la felicidad o la desdicha de un
individuo; podríamos afirmar que una persona que tiene una situación
económica resuelta, belleza física, una vida social activa y buena salud es feliz;
mientras que una persona con dificultades económicas, carente de belleza física,
una vida social limitada y mala salud es infeliz; sin embargo, me vienen a la
mente dos casos que no concuerdan con esa explicación:

Recuerdo un programa de televisión que vi hace algunos años en donde una


periodista entrevistó a una mujer madura de una comunidad indígena en San
Luis Potosí, México; le preguntaron sobre las condiciones de vida en la
comunidad, y ella contestó con un gesto de regocijo: “Aquí hacen falta muchas
cosas, pero yo soy muy feliz, ¡soy muy feliz aquí!” y la periodista volvió a
preguntar si no le entristecía la situación de pobreza de la comunidad, a lo que
la mujer volvió a contestar: “¡Aquí somos pobres pero trabajo con mis hijos y
somos muy felices!” Por otro lado, en el año 2009 un joven empresario con un
cargo importante en el sector de alimentos, heredero de la familia mas
importante en materia de embutidos, con una salud excelente, se suicidó sin
razón aparente dentro de su lujosa residencia en Puebla, México.

Estos dos casos son interesantes porque podemos observar en ellos qué el nivel
socio-económico y el contexto de vida de estas dos personas no determinó sus
estados emocionales: La mujer que vivía una situación de pobreza en un medio
sin los servicios sociales mas elementales afirmaba tener una vida feliz, mientras
que el empresario reconocido socialmente qué gozaba de comodidad, lujos,
viajes y salud vivía una vida desdichada. Esto me lleva a preguntarme: Si las
circunstancias de la vida de estas personas no determinaron sus estados
emocionales, entonces, ¿Qué lo hizo?.

El pensamiento común es que la vida está hecha de acontecimientos, de


personas, de circunstancias, etc; sin embargo, nuestra vida emocional no está
hecha de eventos exteriores sino de nuestra reacción a estos eventos. La reacción
emocional que tenemos hacia los eventos está condicionada por el sistema de
creencias con el que interpretamos al mundo y es por eso que no importa cuanto
conquistemos en el mundo material, si continuamos viendo el mundo desde el
mismo nivel mental, seguiremos sufriendo.

El estado interior del individuo es lo que importa ya que el estado exterior es


simplemente la consecuencia del estado interior de una persona; la calidad de
vida no es la cantidad de cosas que se tienen en el mundo material, sino la paz
que se tiene con o sin cosas materiales, con reconocimiento social o sin
reconocimiento social, con belleza física o sin belleza física, con una pareja o sin
una pareja; y todo esto depende únicamente del crecimiento mental.

Las personas vivimos empeñados en conquistar el mundo exterior con un


sistema de creencias que nos programa para creer que la fuente genuina de
bienestar se encuentra en el mundo material; y no sospechamos ni por un
momento que la fuente genuina de bienestar se encuentra en el mismo SER.
Realice un acto de auto-observación constante y dése cuenta cuantas veces se
siente lastimado durante un solo día por el hecho de no estar satisfecho con su
aspecto físico, por no tener una relación sentimental, porque la gente que lo
rodea no se comporta como a usted le gustaría, por no tener acceso a un
producto o servicio ó por no sentirse reconocido. ¡No diga que no! observe sus
reacciones emocionales durante el día; sincérese consigo mismo y dése cuenta
cuan lastimado, ansioso, enojado y angustiado se siente todos los días.

Cuando observamos dentro de nosotros cuánto valor le damos a nuestra


apariencia, a nuestra condición económica y a la aceptación social surge la
posibilidad de obtener un verdadero bienestar en nuestra vida. En el Sermón de
la montaña Jesucristo dice:

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o que
habéis de beber; ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir. ¿No es la vida
más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”

Naturalmente Jesucristo no se refiere al abandono del trabajo o de los deberes


sociales; seamos cuidadosos y veamos que es lo que se está reflexionando en
este verso.

Si razonáramos seriamente y llegáramos a comprender profundamente que el


hecho de existir se encuentra por encima de las relaciones sentimentales,
reconocimientos sociales, conquistas económicas y demás aspectos materiales; el
sufrimiento sería algo más que imposible. Pero, ¡cuántas veces creemos cierto
valor por lo que tenemos o no tenemos, por lo que hemos o no hemos logrado,
por lo que dicen o no dicen de nosotros! Así es como nos hemos perdido y, al
contrario de la afirmación de Jesús, vivimos convencidos de que el alimento es
más que la vida y que el vestido es más que el cuerpo, que la categoría con la
que nos etiquetan nuestras amistades gracias a nuestros triunfos, belleza, viajes
y dinero están por encima de quienes somos realmente.

Mientras las personas leemos esto nos decimos a nosotros mismos: “Yo no creo
que lo material se encuentre por encima de la existencia” “Para mí, el dinero no
lo es todo” y cosas por el estilo; sin embargo la prueba fehaciente de que
creemos que lo material se encuentra por encima de nuestra existencia es
nuestra reacción emocional, ya que nuestras emociones son el fruto de nuestros
pensamientos. Basta con ver la reacción que tiene una persona que ha ganado
dinero en un concurso de televisión: grita de alegría, salta y abraza a sus
familiares en una explosión de euforia que no llega a sentir por el simple hecho
de existir.

Necesitamos re-descubrir nuestra vida a través de nuestro crecimiento mental y


darnos cuenta que la visión del mundo que tenemos no es necesariamente
correcta.

En la epístola a los filipenses, Pablo de tarso escribe:

“Regocijaos en el Señor siempre, otra vez digo: ¡regocijaos!”

“Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy


enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener
abundancia como para tener necesidad”

Este versículo podría estar ilustrado con la mujer indígena que mencioné antes;
una persona capaz de vivir en un estado de regocijo qué no emana de las
condiciones exteriores, sino de su propio Ser.
Después de hacer esta reflexión me vuelvo a preguntar: ¿Qué es eso a lo que le
llamamos una vida feliz o una vida desdichada?

© 2010 Juan Carlos Acevedo Rendón. Todos los derechos reservados.

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